por gabriela pedrero » Jue May 24, 2012 6:39 pm
Hola a todos:
1.- ¿Cómo se entiende la resurrección del cuerpo como la realidad del mundo futuro?
Nos dice Juan Pablo II: "La resurrección significa una nueva sumisión del cuerpo al espíritu». Será, añade Juan Pablo II, «como el estado del hombre definitivo y perfectamente "integrado", a través de una unión tal del alma con el cuerpo, que califica y asegura definitivamente esta integridad perfecta». Y prosigue el Papa: «el grado de espiritualización, propia del hombre "escatológico", tendrá su fuente en el grado de su "divinización", incomparablemente superior a la que se puede conseguir en la vida terrena...La participación en la naturaleza divina, la participación en la vida íntima de Dios mismo, penetración e impregnación de lo que es esencialmente humano por parte de lo que es esencialmente divino, alcanzará entonces su vértice, por lo cual la vida del espíritu humano llegará a una plenitud tal, que antes le era absolutamente inaccesible [...].
La resurrección consistirá en la perfecta participación de todo lo que en el hombre es corporal a lo que en él es espiritual. Al mismo tiempo consistirá en la perfecta realización de lo que en el hombre es personal.»"
Una vez resucitados, estaremos en situación de realizar no sólo una imagen de la comunión divina, sino que realizaremos totalmente la comunión divina en nosotros y, en consecuencia, plenamente la significación esponsal de nuestro cuerpo.
2. ¿Qué significan las palabras de Cristo (Mt 19, 11-12) sobre la continencia por el Reino de los Cielos?
Sobre el fondo de las palabras de Cristo, dice Juan Pablo II, se puede afirmar que no sólo el matrimonio nos ayuda a entender la continencia por el reino de los cielos, sino también que la misma continencia arroja una luz particular sobre el matrimonio visto en el misterio de la creación y de la redención".
"Aunque la continencia por el Reino de los cielos se identifica con la renuncia al matrimonio -que da nacimiento a una familia en la vida de un hombre y de una mujer- no se puede ver de ninguna manera en ella una negación del valor esencial del matrimonio; al contrario, la continencia sirve indirectamente para poner de relieve lo que es eterno y más profundamente personal en la vocación conyugal, lo que, en las dimensiones de lo temporal (y al mismo tiempo con la perspectiva del otro mundo), corresponde a la dignidad del don personal, ligada a la significación nupcial del cuerpo en su masculinidad o feminidad".
"De este modo, dice Juan Pablo II, la continencia por el Reino de los cielos, la elección de la virginidad o del celibato para toda la vida, se han convertido, en la experiencia de los discípulos y de los fieles de Cristo, en el acto de una respuesta particular al amor del Esposo divino y, en virtud de ello, han adquirido la significación de un acto de amor conyugal: es decir, de una entrega conyugal de nosotros mismos, con el fin de responder de manera particular al amor conyugal del Redentor: una entrega de sí entendida como renuncia, pero sobre todo hecha por amor".
3. ¿Por qué el texto de la carta a los Efesios (5, 21-33) es la coronación de las verdades de la Sagrada Escritura?
Porque en este texto se describe la profundidad del amor de Cristo por su Iglesia y la necesidad y compromiso de mantenerse puros por amor a Cristo.
4. ¿Cómo descubre el matrimonio el misterio oculto por las edades (Ef 1, 3-4)?
El misterio escondido en Dios se revela de la manera más sublime en la pareja humana, hombre y mujer llamados a la comunión por medio de la entrega total de su persona y de su cuerpo. En este sentido, el matrimonio es signo del Amor increado, del amor con que Dios se ama a Sí mismo y con que El ama a la humanidad. Desde el principio, existe, pues, un sacramento primordial, que es el sacramento del matrimonio. En la unión del hombre y de la mujer, en la sacramentalidad de su comunión y de su atracción, está la expresión del amor de Dios.
5. ¿Cómo se relaciona el “lenguaje del cuerpo” con la realidad del signo en la promesa marital?
El amor del Cristo-Esposo por la Iglesia tiene algo de radicalmente nupcial. Nuestros desposorios humanos están llamados desde entonces a ser imagen de los desposorios de Cristo con la Iglesia. Eso es lo que pretende decir la carta a los Efesios. No hay matrimonio cristiano más que si se da la voluntad de los esposos de adoptar en toda su vida conyugal la actitud del Cristo-Esposo respecto a la Iglesia-Esposa. No es, por tanto, casual que encontremos en Ef 5, 28 esta afirmación: «deben amar los maridos a sus mujeres como á sus propios cuerpos», que es eco de aquellas palabras del Génesis: «ésta es verdaderamente carne de mi carne». En la cruz y para la eternidad, Cristo ha amado a la Iglesia como a su propio cuerpo, concediéndole convertirse en su cuerpo místico.
El matrimonio, para ser trasladado a este grado sublime de la analogía de amor del Cristo-Esposo por la Iglesia-Esposa, supone evidentemente que los esposos tengan la misma actitud que Cristo, es decir, que acepten «crucificar su carne con sus pasiones y sus concupiscencias» (Ga 5, 24). El papel de la gracia sacramental es ir quemando poco a poco en nosotros las raíces de la concupiscencia, de suerte que seamos aptos para significar, en todas las dimensiones de nuestra vida conyugal, los desposorios de inmolación de Cristo y de la Iglesia.
La gracia sacramental del matrimonio eleva así la significación del cuerpo humano: éste, llamado «al principio» a significar, en la unión conyugal, la comunión de la Trinidad de las Personas divinas, con la gracia del sacramento se convierte en la imagen de los desposorios redentores de Cristo con la Iglesia.