por lupita rt » Lun May 21, 2012 11:13 pm
V. La sexualidad y la santidad
1.¿Cómo se relaciona la norma moral de Humanae Vitae y la verdad del “lenguaje del cuerpo”?
Siento que tenemos una responsabilidad como pareja de conocer y saber cumplir con Dios nuestro compromiso de matrimonio así como nos lo enseña en su encíclica.
"La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su fuente suprema, Dios, que es Amor, ´el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra´ (Ef 3, 15). El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia y providencial institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas”[3]. Pablo VI, Carta Encíclica Humanae Vitae, n. 8.
2.¿Cómo se justifica la rectitud de la norma enseñada por la Iglesia y su “practicabilidad”?
"Como dice Juan Pablo II: "Según el criterio de esta verdad que debe expresarse con el ´lenguaje del cuerpo´, el- acto conyugal ´significa´ no sólo el amor, sino también la fecundidad potencial, y por esto no puede ser privado de su pleno y adecuado significado mediante intervenciones artificiales. En el acto conyugal no es lícito separar artificialmente el significado unitivo del significado procreador, porque uno y otro pertenecen a la verdad íntima del acto conyugal: uno se realiza juntamente con el otro y, en cierto sentido, el uno a través del otro. Así enseña la Encíclica (cf-. Humanae Vitae, 12)"
3.¿Cómo pueden los esposos evitar el embarazo y a la vez respetar el verdadero “lenguaje del cuerpo”?
"Se reconocen como lícitos los métodos naturales de regulación de los nacimientos basados en la observación de los ritmos de la fertilidad, que permiten recurrir a los períodos infecundos cuando los esposos estiman en conciencia y en un proceso de paternidad-maternidad responsable que no deben acoger una nueva vida[5].
"En el modo corriente de pensar acontece con frecuencia que el ´método´ [natural], desvinculado de la dimensión ética que le es propia, se pone en acto de modo meramente funcional y hasta utilitario. Separando el ´método natural´ de la dimensión ética, se deja de percibir la diferencia existente entre éste y otros ´métodos´ (medios artificiales) y se llega a hablar de él como si se tratase sólo de una forma diversa de anticoncepción"[6]."
4.¿Cuál es el poder que brota de la “consagración” sacramental conyugal?
"Juan Pablo II recuerda los medios que proporciona Pablo VI para vivir esta vocación a la santidad, incluido el concretísimo de las exigencias de crucifixión de la concupiscencia en el acto sexual. Menciona, en primer lugar, la Eucaristía, a la que tal vez más que otros tienen derecho los esposos, porque es el sacramento nupcial por excelencia. Y es que, en la Eucaristía, Cristo se entrega de manera nupcial a los miembros de su Iglesia, la Eucaristía forma para la entrega conyugal."
"El segundo medio es la penitencia. A este respecto es preciso señalar que hay dos maneras de reaccionar a la exigencia de la norma de la ética conyugal: o bien contestarla y rechazarla, porque rechazamos su exigencia, aunque ésta sea liberadora; o bien reconocer la grandeza de la llamada contenida en la norma, aunque en ocasiones no estemos a la altura de las exigencias de esta llamada. Es ahí donde la penitencia nos vuelve a levantar y nos permite perseverar. Tan bien que los esposos tienen asimismo un derecho privilegiado de acceso a la penitencia sin complejos, sin reservas, con tanta frecuencia como sea necesario. Desde el mismo momento en que reconocen su pobreza y sus límites en el camino de la santidad a la que están llamados, se les abren de par en par las puertas de la misericordia para progresar sin desánimo."
5.¿A qué se refiere la virtud de la castidad y cómo se relaciona con el don de la piedad?
Juan Pablo II nos presenta la castidad, como una riqueza, en el sentido de que permite una comunicación más profunda y alcanzar una verdadera libertad.
El ejercicio de la castidad constituye la vía de santidad propia de los esposos.
En la audiencia del 14 de noviembre de 1984, Juan Pablo II dijo que la plena realización de la comunión de las personas no es posible sin los dones del Espíritu Santo y en particular del don de la piedad. Es el don del Espíritu Santo el que nos permite consideramos respecto a Dios como hijos que se dejan gobernar por Él, porque le reconocemos primero como Padre más que como Señor soberano del universo. El don de la piedad nos hace admitir nuestra dependencia respecto a Dios, nos hace reconocer que no somos dueños de nuestra vida, sino que la vida es obra de Dios.