por Esther Lopez » Lun May 21, 2012 3:48 am
Esther Lopez
1. ¿Cómo se relaciona la norma moral de Humanae Vitae y la verdad del “lenguaje del cuerpo”?
La expresión de amor mutuo entre los esposos en cierra una verdad que ha de ser manifestada en la entrega de sus cuerpos de una forma exclusiva, fiel, total y fecunda. Cuando en la manifestación de su amor excluyen alguna de estas características intrínsecas, se está manifestando una contradicción, o mejor dicho, están mintiendo con sus cuerpos. Por ello, la norma va implícita en la misma entrega, no es algo al margen. El cuerpo es un lenguaje para expresar al “communio personarum”, y éste ha de ser “total y verdadero”. Podríamos sacar a colación que se trata de una moral de primera persona no de tercera. Lo que hago me beneficia o me perjudica para mi plenitud, felicidad (primera persona); no es algo que hago con mi cuerpo y queda al margen de mi realización (tercera).
2. ¿Cómo se justifica la rectitud de la norma enseñada por la Iglesia y su “practicabilidad”?
La moral que enseña la Iglesia no es una moral del no (“normas”), sino del sí, esto es, sí a la plenitud, sí a la felicidad, sí al amor, sí a la verdad, sí a la libertad, sí… Por ello, primero habrá que conocer cuál es la promesa de plenitud que Dios nos pide, nuestra máxima felicidad (al menos aquí en la tierra) y después lo que necesitamos para llegar a ella. Una metáfora podría ser: Si primero nos hablan de lo que se siente cuando uno está en la cumbre de una montaña, esa contemplación de la creación desde una gran perspectiva, esa satisfacción por alcanzar algo deseado, un encontrarse en la realidad con los deseos que habitan en el corazón de todo ser humano,… al presentarme esta realidad, lo menos que puede brotar en mí es el deseo de estar allí. Acto seguido, claro que me presentan los pasos necesarios para llegar; esfuerzo, constancia, cansancio,… pero no importa porque la finalidad de cada acto concreto cotidiano está contextualizado en un sentido mayor. Esto lo captamos porque la norma se basa en una moral natural, para la que todo hombre está capacitado, puede alcanzar gracias a las virtudes. Dios no nos pide nada que no podamos hacer.
3. ¿Cómo pueden los esposos evitar el embarazo y a la vez respetar el verdadero “lenguaje del cuerpo”?
Para expresar esos dos significados implícitos del acto conyugal en su verdad, habrá que hacer uso de los periodos infértiles de la mujer. Es verdad que esto conlleva un autodominio y autocontrol pero, sin embargo, enriquece más la relación conyugal.
Hoy, gracias a los conocimientos que nos han aportado las distintas ciencias biológicas, se pueden conocer éstos periodos, y usar de ellos cuando se considera que no es el momento de engendrar nuevas vidas, temporal o definitivamente, pero aun así, aun usando estos periodos, el matrimonio está abierto a la vida si Dios así lo quiere. Es verdad que el uso de la planificación natural tiene un porcentaje muy alto de evitar el embarazo (el sintotérmico o combinado), pero hay un porcentaje de embarazo que, aunque sea mínimo, el matrimonio se lo entrega a Dios, a sus santos planes. Por ello, aunque en su entrega corporal no tengan la intención explícita de engendrar un nuevo ser sí son conscientes de que pueda surgir una vida que viene de Dios y que ellos aceptan.
4. ¿Cuál es el poder que brota de la “consagración” sacramental conyugal?
Plantear el uso de una planificación familiar natural a personas sin una experiencia de fe, se hace muy duro de llevar porque sería usado como cualquier otro método artificial (en cuanto evitar una nueva vida a toda costa) pero sin otro objetivo mayor, sin un horizonte de sentido que englobe el acto concreto. ¿Desde dónde se pueden vivir los significados del acto conyugal en su verdad? Desde una experiencia de fe. El sacramento del matrimonio aporta la gracia necesaria para poder vivirlo en su verdad y luego, en el día a día, necesitan de la Eucaristía, para que los fortalezca en su entrega recíproca. También necesitan el sacramento de la reconciliación, cuando vislumbran la meta, la plenitud, pero los medios para llegar a alcanzarla no son los queridos por Dios. Él nos ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo.
5. ¿A qué se refiere la virtud de la castidad y cómo se relaciona con el don de la piedad?
La castidad sería vivir en la verdad de la sexualidad conyugal, de tal modo que enriquezca su comunión a través de una comunicación total e integral donde haya espacio para la ternura, el afecto, la delicadeza,... Es una virtud que brota de la libertad porque implica el autocontrol y autodominio de sí para dirigirse a un objetivo mayor que el mero cuerpo, esto es, la comunión. Pero este planteamiento no se puede llevar a cabo con las solas fuerzas, se necesita la fuerza del Espíritu Santo sobre todo a través de su don de piedad. Sentirse hijos de un Padre que desea lo mejor para nosotros, nuestra felicidad. Por eso le obedecemos aunque nos cueste, porque el resultado es mayor. Todo acto que realizamos los esposos estará inserto en los planes de nuestro Padre, también acoger la vida que viene sólo de Él.