por Hna Niny Johanna » Mié May 09, 2012 3:05 pm
Hola.
que la Gracia del Señor Sacramentado, nos guie e ilumine en este bello caminar.
Bueno he leido todo la Enciclica y me ha gustado mucho, pero bueno he escogido el parrafo 5.
Bueno y respecto a el y atodo la Enciclica, creo que desde los tiempos mas antiguos, podria decir, que desde la fundacion de la Iglesia, esta ha tenido,grandes contradictores, personas, pueblos o grupos que rechazan la Autoridad, del Pontifice; que han olvidado, que fue Jesucristo mismos, quien dejo en la tierra una cabeza Visible que nos guiara en su Nombre.
La sociedad a lo largo de los siglos siempre ha rechazado a quien los han ayudado, aquienes los han guiado, todos los Papas de la Iglesia de una o de otra forma, han sido rechazados por sus normas, por su faorma de diriguir los destionos de la Iglesia e incluso por las faltas que su miembros han cometido; pero como dice la Sagrada Escritura," cuando un miembro sufre(esta enfermo) tambien la cabez lo siente".
Pero bueno todo ha sido malo, debemos reconocer que todos los Papas han tenido sus cosas buenas y que unos han sido mas amado que otros.
cuando leia este parráfo, pensaba mucho en Su Santidad Juan Pablo II, por que apesar de haber tenido dificultades, y rechazo como lo han sufrido todo los Pontífices, creo que ha sido el mas amado por todos, el mas respetado y seguido, incluso El mas escuchado por las Igleias de oriente, por otras REligiones y Estados Civiles y Politicos, por Gobienos.
Creo que Todos los Papas desde Pedro hasta el Actual Benedicto XVI, se merecen una profunda gratitud de todos y elevo mis oraciones al Señor, por todo lo que cada uno ha hecho en bien de la Iglesia y la Sociedad al largo de los Siglos; cada uno ha sabido guiarla y hache florecer en ella grandes Santos y ha sabido recontruir la socieda que se desmorona, a lo largo del tiempo.
Que Dios bendiga la labor de todos los que trabajan en bien de la Iglesia y la Sociedad.
En Crito Jesús
Hna Niny Johanna
El Pontificado y la sociedad civil
¿Y qué puede haber más inicuo, si se contemplan las obras del Pontificado Romano, que el negar cuánto y cuán bien han merecido los Papas de toda la sociedad civil? Ciertamente, Nuestros predecesores procurando el bien de los pueblos, nunca titubearon en emprender luchas de toda clase, sobrellevar grandes trabajos, y, puestos los ojos en el cielo, no inclinaron jamás la frente ante las amenazas de los impíos, ni consintieron en faltar con vil condescendencia bajamente a su misión movidos por adulaciones o promesas.
Esta Sede Apostólica fue la que recogió y unió los restos de la antigua desmoronada sociedad. Ella fue la antorcha amiga, que hizo resplandecer la civilización de los tiempos cristianos; ella fue el áncora de salvación en las rudísimas tempestades que azotaron el humano linaje; ella, el vínculo sagrado de concordia, que unió unas con otras a las naciones lejanas entre sí y de tan diversas costumbres; ella, el centro común, finalmente, de donde partía así la doctrina de la Religión y de la fe como los auspicios y consejos en los negocios y la paz. ¿Para qué más? ¡Grande gloria es para los Pontífices Máximos la de haberse puesto constantemente, como baluarte inquebrantable, para que la sociedad no volviera a caer en la antigua superstición y barbarie!
¡Ojalá que esta saludable autoridad nunca hubiera sido olvidada y rechazada! De seguro que ni el Principado civil hubiera perdido aquel esplendor augusto y sagrado que la Religión le había impreso, único que hace digna y noble la sumisión, ni hubieran estallado tantas sediciones y guerras, que enlutaron de estragos y calamidades la tierra, ni los reinos, en otro tiempo florecientes, hubieran caído al abismo desde lo alto de su grandeza arrastrados por el peso de toda clase de desventuras.
De esto son ejemplo también los pueblos de Oriente; que rompiendo los suavísimos vínculos que les unían a esta Sede Apostólica, vieron eclipsarse el esplendor de su antiguo rango, y perdieron, a la vez, la gloria de las ciencias y de las artes y la dignidad de su imperio.