Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

En esta ocasión, en el curso “Basílicas y Capillas papales”, haremos un recorrido virtual por Roma. Nuestro objetivo religioso es claro: las basílicas y capillas papales, una cada semana, pero al mismo tiempo iremos conociendo Roma y todos los atractivos socioculturales que tiene para el turista.


Fecha de inicio del curso: 7 mayo de 2012

Fecha de finalización del curso: 7 julio de 2012

Periodicidad de envió de las lecciones: semanal

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Moderadores Animadores

Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Lun Jun 04, 2012 9:00 pm

Lo que deberíamos saber del caso Galileo. Por Mariano Artigas. Tomado de Arvo.net

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El caso Galileo suele ser utilizado para afirmar que la Iglesia católica es enemiga del progreso científico. Por tanto, me llama la atención que bastantes católicos, incluidos sacerdotes, religiosos y otras personas que tienen conocimientos teológicos, conozcan ese caso de un modo bastante superficial y, en ocasiones, incluso equivocado.

Hace unos años me encontraba en Roma dando un curso de doctorado. En una sesión hablé sobre el caso Galileo. Al terminar, un sacerdote que estaba trabajando en su tesis doctoral vino a hablar conmigo. Estaba muy enfadado y me decía: ¿cómo es posible que yo, sacerdote católico, que he pasado años en un Seminario y ahora trabajo en mi tesis doctoral en Roma, me entere a fecha de hoy que a Galileo no le mató la Inquisición? Tenía toda la razón en sentirse desconcertado. Dado que tengo experiencias similares con cierta frecuencia, he decidido escribir este artículo, en el que pretendo resumir, muy brevemente, los aspectos centrales del caso Galileo: qué sabemos con seguridad que sucedió o no sucedió; qué temas continúan siendo discutidos; cuál es, en definitiva, el estado actual de la cuestión en sus dimensiones principales.

Cuáles sean las causas de la ignorancia y la confusión que existen en torno al caso Galileo es un tema que merecería ser estudiado. En parte se puede deber al uso demasiado partidista que muchas veces se ha hecho de este caso: algunos, deseando atacar a la Iglesia, han acentuado excesivamente lo que les interesaba o han deformado los hechos, y otros, al defender a la Iglesia, a veces han utilizado una apologética demasiado fácil, desconociendo las complejidades del caso. En la actualidad existen muchos estudios rigurosos sobre Galileo, de modo que se puede establecer con objetividad qué es lo que sabemos y qué es lo que ignoramos. La Iglesia católica ha mostrado, por medio de su máximo representante, el Papa, un claro deseo de clarificar el tema, y no ha tenido inconveniente en reconocer sin paliativos los errores que sus representantes pudieron cometer con Galileo, pidiendo incluso perdón por ello. Parece que estamos en un buen momento para proponer un resumen desapasionado del famoso caso.

1. ¿CÓMO MURIÓ GALILEO?.-El primer punto que debería quedar claro es que a Galileo no lo mató la Inquisición, ni nadie. Murió de muerte natural. Galileo nació el martes 15 de febrero de 1564 en Pisa, y murió el miércoles 8 de enero de 1642, en su casa, una villa en Arcetri, en las afueras de Florencia. Por tanto, cuando murió tenía casi 78 años (es posible encontrar una diferencia de un año incluso en documentos oficiales, porque entonces, en Florencia, los años se empezaban a contar el 25 de marzo, fecha de la Encarnación del Señor). Cuenta Vincenzo Viviani, un joven discípulo de Galileo que permaneció continuamente junto a él en los últimos treinta meses, que su salud estaba muy agotada: tenía una grave artritis desde los 30 años, y a esto se unía “una irritación constante y casi insoportable en los párpados” y “otros achaques que trae consigo una edad tan avanzada, sobre todo cuando se ha consumido en el mucho estudio y vigilia”. Añade que, a pesar de todo, seguía lleno de proyectos de trabajo, hasta que por fin “le asaltó una fiebre que le fue consumiendo lentamente y una fuerte palpitación, con lo que a lo largo de dos meses se fue extenuando cada vez más, y, por fin, un miércoles, que era el 8 de enero de 1642, hacia las cuatro de la madrugada, murió con firmeza filosófica y cristiana, a los setenta y siete años de edad, diez meses y veinte días”. Por tanto, no existió la hoguera, ni nada parecido.

Tampoco fue condenado a muerte. El único proceso en que fue condenado tuvo lugar en 1633, y allí fue condenado a prisión que, en vista de sus buenas disposiciones, fue conmutada inmediatamente por arresto domiciliario, de modo que nunca llegó a ingresar en la cárcel. Según las normas comunes, durante el proceso debería haber estado en la cárcel de la Inquisición, pero de hecho no estuvo nunca ahí: antes de empezar el proceso se alojó en la embajada de Toscana en Roma, situada en Palazzo Firenze, donde vivía el embajador; durante el proceso se le exigió en algunos momentos alojarse en el edificio de la Inquisición, pero entonces se le habilitaron unas estancias que estaban reservadas para los eclesiásticos que trabajaban allí, permitiendo que le llevaran la comida desde la embajada de Toscana; y al acabar el proceso se le permitió estar alojado en Villa Medici, una de las mejores villas de Roma, con espléndidos jardines, que era propiedad del Gran Duque de Toscana. Todo esto se explica porque Galileo era oficialmente el primer matemático y filósofo del Gran Duque de Toscana, territorio importante (incluye Florencia, Pisa, Livorno, Siena, etc.) y tradicionalmente bien relacionado con la Santa Sede, y las autoridades de Toscana ejercieron sus buenos oficios para que en Roma se tratara a Galileo lo mejor posible, como de hecho sucedió. El embajador de Toscana, Francesco Niccolini, apreciaba muchísimo a Galileo, y puso todos los medios para que sufriera lo menos posible con el proceso, y para que no ingresara en prisión. Niccolini consiguió que, al acabar el proceso, la pena de prisión que se le impuso fuera conmutada por confinamiento en Villa Medici. Después de pocos días se le permitió trasladarse a Siena, donde se alojó en el palacio del arzobispo, monseñor Ascanio Piccolomini; éste era un gran admirador y amigo de Galileo, y le trató espléndidamente durante los varios meses que estuvo en su casa, de modo que allí se recuperó del trauma que, sin duda, supuso para él el proceso (en 1633, cuando tuvo lugar el proceso, Galileo tenía 69 años). Después, se le permitió trasladarse a la casa que tenía en las afueras de Florencia, y allí permaneció hasta que murió, ya viejo, de muerte natural. Acabó su obra más importante, y la publicó, en 1638, después del proceso.

En definitiva, Galileo no fue condenado a muerte, sino a una prisión que no se llegó a ejecutar porque fue conmutada: primero, por una estancia de varios días en Villa Medici, en Roma; después, por una estancia de varios meses en el palacio de su amigo el arzobispo de Siena; y a continuación (finales de 1633), se le permitió residir, en una especie de arresto domiciliario, en su propia casa, la Villa del Gioiello, en Arcetri, en las afueras de Florencia, donde vivió y trabajó hasta su muerte.

Galileo tampoco fue nunca sometido a tortura o a malos tratos físicos. Sin duda, hacerle ir a Roma desde Florencia para ser juzgado, teniendo 69 años, supone mal trato, y lo mismo puede decirse de la tensión psicológica que tuvo que soportar durante el proceso y en la condena final, seguida de una abjuración forzada. Es cierto. Desde el punto de vista psicológico, con la repercusión que esto puede tener en la salud, Galileo tuvo que sufrir por esos motivos y, de hecho, cuando llegó a Siena después del proceso, se encontraba en malas condiciones. Pero es igualmente cierto que no fue objeto de ninguno de los malos tratos físicos típicos de la época. Algún autor ha sostenido que, durante el proceso, al final, en una ocasión fue sometido a tortura; sin embargo, autores de todas las tendencias están de acuerdo, con práctica unanimidad, que esto realmente no sucedió. En la fase conclusiva del proceso, en una ocasión, se encuentra una amenaza de tortura por parte del tribunal, pero todos los datos disponibles están a favor de que se trató de una pura formalidad que, debido a los reglamentos de la Inquisición, el tribunal debía mencionar, pero sin intención de llevar a la práctica la tortura y sin que, de hecho, se realizara (consta, además, que en Roma no se llevaba a cabo tortura con personas de la edad de Galileo). Después de la condena, en Siena, Galileo se recuperó. Luego sufrió diversas enfermedades, pero eran las mismas que ya sufría habitualmente desde muchos años antes, que se fueron agravando con la edad. Llegó a quedarse completamente ciego, pero esto nada tuvo que ver con el proceso.

2. ¿POR QUÉ FUE CONDENADO GALILEO?.-Lo que más llama la atención no son los malos tratos físicos que, como acabamos de ver, no existieron, sino el hecho mismo de que Galileo fuera condenado, con las tensiones y sufrimientos que esto implica. Desde luego, no era homicida, ni ladrón, ni malhechor en ningún sentido habitual de la palabra. Entonces, ¿por qué fue condenado?, y ¿cuál fue la condena?

Se suele hablar de dos procesos contra Galileo: el primero en 1616, y el segundo en 1633. A veces sólo se habla del segundo. El motivo es sencillo: el primer proceso realmente existió, porque Galileo fue denunciado a la Inquisición romana y el proceso fue adelante, pero no se llegó a citar a Galileo delante del tribunal: el denunciado se enteró de que existía la denuncia y el proceso a través de comentarios de otras personas, pero el tribunal nunca le dijo nada, ni le citó, ni le condenó. Por eso, con frecuencia no se considera que se tratara de un auténtico proceso, aunque de hecho la causa se abrió y se desarrollaron algunas diligencias procesuales durante meses. En cambio, el de 1633 fue un proceso en toda regla: Galileo fue citado a comparecer ante el tribunal de la Inquisición de Roma, tuvo que presentarse y declarar ante ese tribunal, y finalmente fue condenado. Se trata de dos procesos muy diferentes, separados por bastantes años; pero están relacionados, porque lo que sucedió en el de 1616 condicionó en gran parte lo que sucedió en 1633.

2.1. El proceso de 1616.-En 1616 se acusaba a Galileo de sostener el sistema heliocéntrico propuesto en la antigüedad por los pitagóricos y en la época moderna por Copérnico: afirmaba que la Tierra no está quieta en el centro del mundo, como generalmente se creía, sino que gira sobre sí misma y alrededor del Sol, lo mismo que otros planetas del Sistema Solar. Esto parecía ir contra textos de la Biblia donde se dice que la Tierra está quiera y el Sol se mueve, de acuerdo con la experiencia; además, la Tradición de la Iglesia así había interpretado la Biblia durante siglos, y el Concilio de Trento había insistido en que los católicos no debían admitir interpretaciones de la Biblia que se aparten de las interpretaciones unánimes de los Santos Padres.

Los hechos de 1616 acabaron con dos actos extra-judiciales. Por una parte, se publicó un decreto de la Congregación del Índice, fechado el 5 de marzo de 1616, por el que se incluyeron en el Índice de libros prohibidos tres libros: Acerca de las revoluciones del canónigo polaco Nicolás Copérnico, publicado en 1543, donde se exponía la teoría heliocéntrica de modo científico; un comentario del agustino español Diego de Zúñiga, publicado en Toledo en 1584 y en Roma en 1591, donde se interpretaba algún pasaje de la Biblia de acuerdo con el copernicanismo; y un opúsculo del carmelita italiano Paolo Foscarini, publicado en 1615, donde se defendía que el sistema de Copérnico no está en contra de la Sagrada Escritura. Quedaba afectado por las mismas censuras cualquier otro libro que enseñara las mismas doctrinas. El motivo que se daba en el decreto para esas censuras era que la doctrina que defiende que la Tierra se mueve y el Sol está en reposo es falsa y completamente contraria a la Sagrada Escritura. Por otra parte, se amonestó personalmente a Galileo, para que abandonara la teoría heliocéntrica y se abstuviera de defenderla.

El opúsculo de Foscarini fue prohibido absolutamente. En cambio, los libros de Copérnico y de Zúñiga solamente fueron suspendidos hasta que se corrigieran algunos pasajes. En el caso de Zúñiga, lo que debería modificarse era muy breve. En el caso de Copérnico se trataba de diversos pasajes donde había que explicar que el heliocentrismo no era una teoría verdadera, sino sólo un artificio útil para los cálculos astronómicos. De hecho, esas correcciones se prepararon y se aprobaron al cabo de cuatro años, en 1620.

Nos podemos preguntar por qué se daba tanta importancia a algo que, hoy día, parece sencillo: cuando la Biblia habla de cuestiones científicas, con frecuencia adopta el modo de hablar propio de la cultura, de la época o simplemente de la experiencia ordinaria. De hecho, éste fue uno de los argumentos que utilizó Galileo en su Carta a Benedetto Castelli, que circuló en copias a mano (Castelli era un benedictino, amigo y discípulo de Galileo, profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa), y con mayor extensión en su Carta a la Gran Duquesa de Toscana, Cristina de Lorena (madre de quien en aquellos momentos era Gran Duque de Toscana, Cosme II), a quien habían llegado ecos de las acusaciones bíblicas contra Galileo.

Para comprender el trasfondo del asunto hay que mencionar tres problemas. En primer lugar, Galileo se había hecho célebre con sus descubrimientos astronómicos de 1609-1610. Utilizando el telescopio que él mismo contribuyó de modo decisivo a perfeccionar, descubrió que la Luna posee irregularidades como la Tierra, que alrededor de Júpiter giran cuatro satélites, que Venus presenta fases como la Luna, que en la superficie del Sol existen manchas que cambian de lugar, y que existen muchas más estrellas de las que se ven a simple vista. Galileo se basó en estos descubrimientos para criticar la física aristotélica y apoyar el heliocentrismo copernicano. Las profesores aristotélicos, que eran muchos y poderosos, sentían que los argumentos de Galileo contradecían su ciencia, y a veces quedaban en ridículo. Estos profesores atacaron seriamente a Galileo y, cuando se les acababan las respuestas, algunos recurrieron a los argumentos teológicos (la pretendida contradicción entre Copérnico y la Biblia).

En segundo lugar, la Iglesia católica era en aquellos momentos especialmente sensible ante quienes interpretaban por su cuenta la Biblia, apartándose de la Tradición, porque el enfrentamiento con el protestantismo era muy fuerte. Galileo se defendió de quienes decían que el heliocentrismo era contrario a la Biblia explicando por qué no lo era, pero al hacer esto se ponía a hacer de teólogo, lo cual era considerado entonces como algo peligroso, sobre todo cuando, como en este caso, uno se apartaba de las interpretaciones tradicionales. Galileo argumentó bastante bien como teólogo, subrayando que la Biblia no pretende enseñarnos ciencia y se acomoda a los conocimientos de cada momento, e incluso mostró que en la Tradición de la Iglesia se encontraban precedentes que permitían utilizar argumentos como los que él proponía. Pero, en una época de fuertes polémicas teológicas entre católicos y protestantes, estaba muy mal visto que un profano pretendiera dar lecciones a los teólogos, proponiendo además novedades un tanto extrañas.

En tercer lugar, la cosmovisión tradicional, que colocaba a la Tierra en el centro del mundo, parecía estar de acuerdo con la experiencia ordinaria: vemos que se mueven el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas; en cambio, si la Tierra se moviera, deberían suceder cosas que no suceden: proyectiles tirados hacia arriba caerían atrás, no se sabe cómo estarían las nubes unidas a la Tierra sin quedarse también atrás, se debería notar un movimiento tan rápido. Además, esa cosmovisión tradicional parecía mucho más coherente con la perspectiva cristiana de un mundo creado en vistas al hombre, y también con la Encarnación y la Redención de la humanidad a través de Jesucristo; de hecho, entre quienes habían aceptado las ideas de Copérnico se contaba Giordano Bruno, quien defendió que existen muchos mundos habitados y acabó sosteniendo doctrinas más o menos heréticas (Bruno fue quemado, como consecuencia de su condena por la Inquisición romana, en 1600, aunque debe señalarse, no como disculpa sino para mayor claridad, que no era propiamente un científico, aunque utilizara el copernicanismo como punto de partida).

Los sucesos de 1616 culminaron en un decreto de la Congregación del Índice, fechado el 5 de marzo de 1616, por el que se prohibieron los libros mencionados, con los matices ya señalados. El decreto se publicó en nombre de la Congregación, y está firmado por el cardenal prefecto y por el secretario de la Congregación, no por el Papa. Desde luego, un acto de ese tipo se hacía con el mandato o aprobación del Papa y, de algún modo, comprometía la autoridad del Papa, pero de ninguna manera puede ser considerado como un acto en el que se pone en juego la infalibilidad del Papa: por una parte, porque ni está firmado por el Papa y ni siquiera se le menciona; por otra, porque se trata de un acto de gobierno de una Congregación, no de un acto de magisterio; y además, porque no pretende definir una doctrina de modo definitivo. Eso se sabía perfectamente entonces, igual que ahora; como prueba de ella se puede mencionar una carta de Benedetto Castelli a Galileo, escrita el 2 de octubre de 1632, cuando ya se había ordenado a Galileo que compareciera ante la Inquisición de Roma. Castelli ha hablado con el Padre Comisario del Santo Oficio, Vincenzo Maculano, y ha defendido la ortodoxia de la posición de Copérnico y de Galileo, añadiendo que varias veces ha hablado de todo ello con teólogos piadosos y muy inteligentes, y no han visto ninguna dificultad; añade que el mismo Maculano le ha dicho que está de acuerdo y que, en su opinión, la cuestión no debería zanjarse recurriendo a la Sagrada Escritura. Es fácil advertir que estas opiniones, tratadas en el mismo Comisario del Santo Oficio, no tendrían sentido si el decreto del Índice de 1616 pudiera ser interpretado como teniendo un alcance de magisterio infalible o definitivo.

En las deliberaciones de la Santa Sede, previas al decreto, se pidió la opinión a once consultores del Santo Oficio, quienes dictaminaron, el 24 de febrero de 1616, que decir que el Sol está inmóvil en el centro del mundo es absurdo en filosofía y además formalmente herético, porque contradice muchos lugares de la Escritura tal como los exponen los Santos Padres y los teólogos, y decir que la Tierra se mueve es también absurdo en filosofía y al menos erróneo en la fe. Con frecuencia se toma esta opinión de los teólogos consultores como si fuera el dictamen de la autoridad de la Iglesia, pero no lo es: fue sólo la opinión de esas personas. El único acto público de la autoridad de la Iglesia fue el decreto de la Congregación del Índice, y en ese decreto no se dice que la doctrina heliocentrista sea herética: se dice que es falsa y que se opone a la Sagrada Escritura. El matiz es importante, y cualquier entendido en teología lo sabía entonces y lo sabe ahora. Nadie consideró entonces, ni debería considerar ahora, que se condenó el heliocentrismo como herejía, porque no es cierto. Esto explica que Galileo y otras personas igualmente católicas continuaran aceptando el heliocentrismo; Galileo sabía (y era cierto) que él había mostrado, en sus cartas a Castelli y a Cristina de Lorena, que el heliocentrismo se podía compaginar con la Sagrada Escritura, utilizando además principios que no eran nuevos, sino que tenían apoyo en la Tradición de la Iglesia.

La decisión de la autoridad de la Iglesia en 1616 fue equivocada, aunque no calificó al heliocentrismo como herejía. Galileo y sus amigos eclesiásticos se propusieron conseguir que ese decreto fuera revocado. Podían haberlo conseguido: se trataba de un decreto disciplinar que, aunque iba acompañado por una valoración doctrinal, no condenaba el heliocentrismo como herejía, ni era un acto de magisterio infalible.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, aunque las críticas de Galileo a la posición tradicional estaban fundadas, ni él ni nadie poseían en aquellos momentos argumentos para demostrar que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Esta afirmación parecía, más bien, absurda, tal como la calificaron los teólogos del Santo Oficio. En una famosa carta, el cardenal Roberto Belarmino, uno de los teólogos más influyentes entonces, pedía tanto a Foscarini como a Galileo que utilizaran el heliocentrismo sólo como una hipótesis astronómica, sin pretender que fuera verdadera ni meterse en argumentos teológicos, en cuyo caso no habría ningún problema. Pero Galileo, para defenderse de acusaciones personales y para intentar que la Iglesia no interviniera en el asunto, se lanzó a una defensa fuerte del copernicanismo, trasladándose a Roma e intentando influir en las personalidades eclesiásticas; esto quizá tuvo el efecto contrario, provocando que la autoridad de la Iglesia interviniera para frenar la propaganda de Galileo que, al menos en sus críticas, era bastante convincente.

Además del decreto de la Congregación del Índice, las autoridades eclesiásticas tomaron otra decisión que afectaba personalmente a Galileo y que influyó decisivamente en su proceso, 17 años más tarde. En concreto, por orden del Papa (Pablo V), el cardenal Belarmino citó a Galileo (que se encontraba entonces en Roma, dedicado a la propaganda del copernicanismo) y, en la residencia del cardenal, el 26 de febrero de 1616, le amonestó a abandonar la teoría copernicana. El Papa había mandado que Belarmino hiciera esta amonestación, añadiendo que, si Galileo no quería abandonar la teoría, el Comisario del Santo Oficio, delante de notario y testigos, le ordenara que no enseñara, defendiera ni tratara esa doctrina, y que si se negase a esto, se le encarcelase. Consta que Belarmino hizo la amonestación. Pero entre los documentos que se han conservado existe uno que ha dado lugar a discusiones sobre la fuerza y el alcance de ese precepto: dice que, a continuación de la amonestación de Belarmino, el Padre Comisario del Santo Oficio (el dominico Michelangelo Seghizzi) le transmitió el precepto mencionado; pero ese documento está sin firmar. Se han dado interpretaciones de todo tipo; la más extrema es que se trata de un documento falseado deliberadamente en 1616 o en 1633 para acabar con Galileo; pero esto parece muy poco probable. Con los documentos que poseemos, es muy difícil saber exactamente cómo se desarrolló el encuentro entre Belarmino y Galileo. Pero está claro que Galileo entendió perfectamente que, en lo sucesivo, no podía argumentar a favor del copernicanismo, y en efecto así lo hizo durante años. Precisamente, el proceso a que fue sometido 17 años después, en 1633, fue motivado porque, aparentemente, Galileo desobedeció a ese precepto.

2.2. El proceso de 1633.-Si el decreto de la Congregación del Índice en 1616 fue una equivocación, también lo fue prohibir a Galileo tratar o defender el copernicanismo. Galileo lo sabía. Sin embargo, obedeció. Siempre fue y quiso ser buen católico. Pero sabía que la prohibición de 1616 se basaba en una equivocación y quería solucionar el equívoco. Incluso advertía el peligro de escándalo que podría ocasionar esa prohibición en el futuro, si se llegaba a demostrar con certeza que la Tierra gira alrededor del Sol. Sus amigos estaban de acuerdo con él.

En 1623 coincidieron unas circunstancias que parecían favorecer una revisión de las decisiones de 1616, o por lo menos hacer posible que se expusieran, aunque fuese con cuidado, los argumentos a favor del copernicanismo. El factor principal fue la elección como Papa del cardenal Maffeo Barberini, que tomó el nombre de Urbano VIII. Era, desde hacía años, un admirador de Galileo, a quien incluso había dedicado una poesía latina en la que alababa sus descubrimientos astronómicos. Además, desde el primer momento tuvo en puestos de mucha confianza a varios amigos y partidarios de Galileo. En 1624 Galileo fue a Roma y el Papa le recibió seis veces, con gran cordialidad. Pero Galileo comprobó, al tantear el asunto del copernicanismo, que, si bien Urbano VIII no lo consideraba herético (ya hemos visto que nunca fue declarado tal), lo consideraba como una posición doctrinalmente temeraria y, además, estaba convencido de que nunca se podría demostrar: decía que los mismos efectos observables que se explican con esa teoría, podrían deberse a otras causas diferentes, pues en caso contrario estaríamos limitando la omnipotencia de Dios. Se trataba de un argumento que, aparentemente, tenía mucha fuerza, y parecía que quien pretendiera haber demostrado el copernicanismo estaba poniendo límites a la omnipotencia de Dios.

A pesar de todo, el talante del nuevo Papa y la posición estratégica de sus amigos llevaron a Galileo a embarcarse en un viejo proyecto pendiente: escribir una gran obra discutiendo el copernicanismo y, desde luego, argumentando en su favor. Simplemente, la presentaría como un diálogo entre un partidario del geocentrismo y otro del heliocentrismo, sin dejar zanjada la cuestión. Y añadiría el argumento del Papa. Pero el lector inteligente ya se daría cuenta de quién tenía razón.

Además, Galileo pensaba que disponía de un argumento nuevo que demostraba el movimiento de la Tierra: el argumento de las mareas. Según Galileo, las mareas sólo se podrían explicar suponiendo el movimiento de la Tierra (y no aceptaba, como si sonara a astrología, que se debieran a la influencia de la Luna). Incluso quería titular su obra de ese modo, como un tratado sobre las mareas, pero el Papa supo que pretendía utilizar ese título y, como sonaba a demasiado realista (como en efecto lo era), aconsejó poner otro título que no sonara a una prueba del movimiento de la Tierra (desde luego, como sabemos, el argumento de las mareas estaba equivocado). Galileo cambió el título del libro, que se vino a llamar Dialogo en torno a los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano. Un título muy acertado debido, en parte, a la ingerencia de un Papa que no quería que se tratara el movimiento de la Tierra como algo real: pero, sin duda, ésa era la intención principal de Galileo en su obra. Galileo estaba dispuesto a conceder todo lo que fuera necesario, con tal de publicar una obra donde se recogieran los argumentos en contra de la posición tradicional y en favor del copernicanismo.

Galileo acabó de redactar el Diálogo en 1630, y lo llevó a Roma para obtener el permiso eclesiástico para imprimirlo. El permiso debía ser concedido por el Maestro del Sagrado Palacio, el dominico Niccolò Riccardi, que no sabía astronomía pero era admirador de Galileo y siempre se había mostrado deseoso de ayudarle. Ahora Riccardi se encontró en un compromiso. Dio a entender que no habría problemas, aunque habría que ajustar una serie de detalles. Galileo volvió a Florencia, la peste estableció serias limitaciones al tráfico y correo entre Florencia y Roma, y ahí comenzó una cadena de equívocos que alargaron la concesión del permiso y pusieron nervioso a Galileo. Al cabo de un año, Galileo solicitó y obtuvo la intervención del Gran Duque de Toscana y de su embajador en Roma para obtener el permiso. Riccardi, que también era toscano y era pariente de la esposa del embajador, fue sometido a una presión muy fuerte. Finalmente concedió el permiso para que se imprimiera el libro en Florencia, pero con una serie de condiciones que hacía saber a Galileo y al Inquisidor de Florencia. Riccardi sabía lo que el Papa pensaba: que sólo se podía tratar el copernicanismo como una hipótesis matemática, no como una representación de la realidad; las condiciones y advertencias que dio se encaminaban a garantizar esto, que no estaba nada claro en la obra de Galileo.

Galileo introdujo cambios pero, seguramente, no todos los que hubiera introducido Riccardi y hubiera deseado el Papa. En el libro, Simplicio, el personaje que defiende la posición tradicional de Aristóteles y Tolomeo, siempre sale perdiendo. Simplicio fue uno de los más famosos comentadores antiguos de Aristóteles, pero en la obra de Galileo daba la impresión de que sus argumentos y su actitud correspondían demasiado bien a su nombre. Por otra parte, el argumento favorito del Papa aparecía al final de la obra: después de haber expuesto todos los argumentos físicos y filosóficos, Simplicio, precisamente Simplicio, utilizaba ese argumento, y aunque Salviati, el defensor de Copérnico (y Galileo) lo aprueba, el final es muy breve y forzado. Para mayor confusión, una Introducción aprobada por Riccardi, en la que se explicaba que esa obra no pretendía establecer el copernicanismo como teoría verdadera, apareció impresa en un tipo diferente al del resto de la obra, dando la impresión de un añadido postizo.

El Diálogo se acabó de imprimir en Florencia el 21 de febrero de 1632. Galileo envió enseguida ejemplares por todas partes, también a sus amigos de otros países de Europa. Todavía había problemas de comunicación con Roma por la peste, de modo que los primeros ejemplares no llegaron a Roma hasta mitad de mayo. Uno de ellos fue entregado al cardenal Francesco Barberini, sobrino y mano derecha del Papa, a quien Galileo había ayudado, hacía años, a conseguir el doctorado, y a quien consideraba, al igual que a su tío el Papa, como un gran amigo personal.

En 1632 la mayor preocupación del Papa no era precisamente el movimiento del Sol y de la Tierra. Estaba en pleno desarrollo la Guerra de los Treinta Años, que comenzó en 1618 y no terminó hasta 1648, que enfrentaba a toda Europa en dos mitades, los católicos y los protestantes. En aquel momento había problemas muy complejos, porque la católica Francia se encontraba más bien al lado de los protestantes de Suecia y Alemania, enfrentada con las otras potencias católicas, España y el Imperio. Urbano VIII había sido cardenal legado en París y tendía a alinearse con los franceses, temiendo, además, una excesiva prepotencia de los españoles, e intentando no perder a Francia. Se trataba de equilibrios muy difíciles. Los problemas eran graves. El 8 de marzo de 1632, en una reunión de cardenales con el Papa, el cardenal Gaspar Borgia, protector de España y embajador del Rey Católico, acusó abiertamente al Papa de no defender como era preciso la causa católica. Se creó una situación extraordinariamente violenta. En esas condiciones, Urbano VIII se veía especialmente obligado a evitar cualquier cosa que pudiera interpretarse como no defender la fe católica de modo suficientemente claro.

Precisamente en esas circunstancias, a mitad de mayo, empezaron a llegar a Roma los primeros ejemplares del Dialogo. En un primer momento no sucedió nada. Pero al cabo de dos meses, a mitad de julio, se supo que el Papa estaba muy enfadado con el libro, que intentaba frenar su difusión, y que iba a crear una comisión para estudiarlo y dictaminarlo.

La documentación que poseemos no permite saber qué provocó el enfado y la decisión del Papa. Galileo siempre lo atribuyó a la actuación de sus enemigos (que no eran pocos ni poco influyentes), que habrían informado al Papa de modo tendencioso, predisponiéndole en contra. Por ejemplo, además de denunciar que el libro defendía el copernicanismo, en contra del decreto de 1616, habrían puesto de relieve que uno de los tres personajes que intervienen en el diálogo, Simplicio, que siempre lleva las de perder, es quien expone el argumento preferido del Papa acerca de la omnipotencia de Dios y los límites de nuestras explicaciones. Esto podía parecer una burla deliberada, y parece que así fue interpretado: varios años después, Galileo todavía enviaba un mensaje al Papa, desde su villa de Arcetri, haciéndole saber que jamás había pasado por su mente tal cosa. Además, como se ha señalado, las circunstancias personales de Urbano VIII en aquel momento eran difíciles, y no podía tolerar que se publicara un libro, que aparecía con los permisos eclesiásticos de Roma y de Florencia, en el que se defendía una teoría condenada por la Congregación del Índice en 1616 como falsa y contraria a la Sagrada Escritura.

El Papa estableció una comisión para examinar las acusaciones contra Galileo, y se dictaminó que el asunto debía ser enviado al Santo Oficio (o Inquisición romana), desde donde se ordenó a Galileo, que vivía en Florencia, que se presentara en Roma ante ese tribunal durante el mes de octubre de 1632. Después de intentos dilatorios que duraron varios meses, el 30 de diciembre de 1632, el Papa con la Inquisición hizo saber que, si Galileo no se presentaba en Roma, se enviaría quien se cerciorase de su salud y, si se veía que podía ir a Roma, le llevarían encadenado. El Papa aconsejó seriamente al Gran Duque que se abstuviera de intervenir, porque el asunto era serio. Las autoridades toscanas decidieron aconsejar a Galileo que fuese a Roma. El embajador Niccolini, que conocía bien al Papa y hablaba con él con frecuencia, advertía que discutir con el Papa y llevarle la contraria era el camino mejor para arruinar a Galileo. Cuando el Papa hablaba con Niccolini del problema causado por Galileo, en varias ocasiones montó en cólera. Todos advirtieron a Galileo que lo mejor era que fuera a Roma y que se mostrara en todo momento dispuesto a obedecer en lo que le dijeran, porque si tomaba otra actitud las consecuencias serían perjudiciales para él.

Galileo llegó a Roma el domingo 13 de febrero de 1633, en una litera facilitada por el Gran Duque, después de esperar en la frontera de los Estados Pontificios a causa de la peste que seguía en Florencia. El embajador de Toscana, Francesco Niccolini, se portó maravillosamente con Galileo, interviniendo continuamente en su favor ante las autoridades de Roma, de acuerdo con las instrucciones del Gran Duque. Consiguieron que Galileo no estuviera en la cárcel del Santo Oficio, como exigían las normas. Desde su llegada a Roma hasta el 12 de abril (dos meses), Galileo vivió en el Palacio de Florencia, donde se encontraba la embajada de Toscana y la casa del embajador. Las autoridades le recomendaron que evitara la vida social, de modo que no salía de casa, pero gozaba de un trato exquisito por parte del embajador y de su esposa. Niccolini pedía al Papa que el asunto fuese lo más breve posible, pero se alargaba porque la Inquisición todavía estaba deliberando sobre el modo de actuar. Como se había descubierto en los archivos del Santo Oficio el escrito de 1616 en el que se prohibía Galileo tratar de cualquier modo el copernicanismo, el proceso se centró completamente en una única acusación: la de desobediencia a ese precepto de 1616.

Galileo fue llamado a deponer al Santo Oficio el martes 12 de abril de 1633. Su defensa nos puede parecer muy extraña: negó que, en el Dialogo, defendiera el copernicanismo. Galileo no sabía que el Santo Oficio había pedido la opinión al respecto a tres teólogos y que, el 17 de abril, los tres informes concluían sin lugar a dudas (como de hecho así era) que Galileo, en su libro, defendía el copernicanismo; en este caso, los teólogos tenían razón. Esto complicaba la situación, pues un acusado que no reconocía un error comprobado debía ser tratado muy severamente por el tribunal. Por otra parte, Galileo se defendió mostrando una carta que, a petición suya, le había escrito el cardenal Belarmino después de los sucesos de 1616, para que pudiera defenderse frente a quienes le calumniaban; en ese escrito, Belarmino daba fe de que Galileo no había tenido que abjurar de nada y que simplemente se le había notificado la prohibición de la Congregación del Índice. Pero eso podía interpretarse también contra Galileo si se mostraba, como era el caso, que en su libro argumentaba en favor de la doctrina condenada en 1616. El tribunal se centró en matices de la prohibición hecha a Galileo en 1616, que Galileo decía no recordar, porque había conservado el documento de Belarmino y ahí no se incluían esos matices. Desgraciadamente, Belarmino había muerto y no podía aclarar la situación.

Esos días Galileo seguía en el Santo Oficio, aunque tampoco entonces estuvo en la cárcel. Por deferencia con el Gran Duque de Toscana y ante la insistencia del embajador, Galileo fue instalado en unas habitaciones del fiscal de la Inquisición, le traían las comidas desde la embajada de Toscana, y podía pasear. Estuvo allí desde el martes 12 de abril hasta el sábado 30 de abril: 17 días completos con sus colas.

Para desbloquear la situación, el Padre Comisario propuso a los Cardenales del Santo Oficio algo insólito: visitar a Galileo en sus habitaciones e intentar convencerle para que reconociera su error. Lo consiguió después de una larga charla con Galileo el 27 de abril. Al día siguiente, sin comunicarlo a nadie más, escribió lo que había hecho y el resultado al cardenal sobrino del Papa, que se encontraba esos días en Castelgandolfo con el Papa; a través de esa carta se ve claro que esa actuación estaba aprobada por el Papa: de ese modo, el tribunal podría salvar su honor condenando a Galileo, y luego se podría usar clemencia con Galileo dejándole recluido en su casa, tal como (dice el Padre Comisario) sugirió Vuestra Excelencia (el cardenal Francesco Barberini).

En efecto, el sábado 30 de abril Galileo reconoció ante el tribunal que, al volver a leer ahora su libro, que había acabado hacía tiempo, se daba cuenta de que, debido no a mala fe, sino a vanagloria y al deseo de mostrarse más ingenioso que el resto de los mortales, había expuesto los argumentos en favor del copernicanismo con una fuerza que él mismo no creía que tuvieran. A partir de ahí, las cosas se desarrollaron como el Comisario había previsto. Ese mismo día se permitió a Galileo volver al palacio de Florencia, a la casa del embajador. El martes 10 de mayo se le llamó al Santo Oficio para que presentara su defensa; presentó el original de la carta del cardenal Belarmino, y reiteró que había actuado con recta intención. Seguía encerrado en el palazzo Firenze; el embajador consiguió que le permitieran ir a pasear a Villa Medici, e incluso a Castelgandolfo, porque le sentaba mal no hacer ningún tipo de ejercicio. Mientras tanto, la peste seguía azotando a Florencia, y en alguna carta le decían que, en medio de su desgracia, era una suerte que no estuviera entonces en Florencia.

El jueves 16 de junio, la Congregación del Santo Oficio tenía, como cada semana, su reunión con el Papa. En esta ocasión se celebró en el palacio del Quirinal. Estaban presentes 6 de los 10 Cardenales de la Inquisición, además del Comisario y del Asesor (en los interrogatorios y, en general, en todas las sesiones que se han mencionado hasta ahora, no estaban presentes los Cardenales: estaban los oficiales del Santo Oficio que transmitían las actas a la Congregación de los Cardenales, y éstos, con el Papa, tomaban las decisiones). Ese día el Papa decidió que Galileo fuera examinado acerca de su intención con amenaza de tortura (en este caso se trataba de una amenaza puramente formal, que ya se sabía de antemano que no se iba a realizar). Después, Galileo debía abjurar de la sospecha de herejía ante la Congregación en pleno. Sería condenado a cárcel al arbitrio de la Congregación, se le prohibiría que en el futuro tratara de cualquier modo el tema del movimiento de la Tierra, se prohibiría el Diálogo, y se enviaría copia de la sentencia a los nuncios e inquisidores, sobre todo al de Florencia, para que la leyera públicamente en una reunión en la que procuraría que se encontraran los profesores de matemática y de filosofía. El Papa comunicó esta decisión al embajador Niccolini el 19 de junio. Niccolini pidió clemencia, y el Papa, manifestando algo que, como se ha señalado, estaba ya decidido de antemano, le respondió que, después de la sentencia, volvería a ver al embajador para ver cómo se podría arreglar que Galileo no estuviera en la cárcel. De acuerdo con el Papa, Niccolini comunicó a Galileo que la causa se acabaría enseguida y el libro se prohibiría, sin decirle nada acerca de lo que tocaba a su persona, para no causarle más aflicción.

Desde el martes 21 de junio hasta el viernes 24 de junio, Galileo estuvo de nuevo en el Santo Oficio. El miércoles día 22 Galileo fue llevado al convento de Santa María sopra Minerva; se le leyó la sentencia (firmada por 7 de los 10 Cardenales del Santo Oficio) y abjuró de su opinión acerca del movimiento de la Tierra delante de la Congregación. Fue, para Galileo, lo más desagradable de todo el proceso, porque afectaba directamente a su persona y se desarrolló en público de modo humillante. El jueves 23 el Papa, con la Congregación del Santo oficio reunida en el Quirinal, concedió a Galileo que la cárcel fuera conmutada por arresto en Villa Medici, a donde se trasladó el viernes día 24. El jueves día 30 se permitió a Galileo abandonar Roma y trasladarse a Siena, en Toscana, al palacio del Arzobispo. Galileo dejó Roma el miércoles 6 de julio y llegó a Siena el sábado 9 de julio. Había acabado la pesadilla romana.

La sentencia de la Inquisición comienza con los nombres de los 10 cardenales de la Inquisición, y acaba con las firmas de 7 de ellos. El Papa, junto con la Congregación, decidió que se condenase a Galileo y que abjurase de su opinión, pero en el texto de la sentencia no aparece en ningún momento citado el Papa; por tanto, ese documento no puede ser considerado como un acto de magisterio pontificio, y menos aún como un acto de magisterio infalible ni definitivo. En el texto de la abjuración se lee “maldigo y detesto los mencionados errores y herejías”, pero no se trata de una doctrina definida como herejía por el magisterio de la Iglesia: en el texto de la abjuración se dice, como así es, que esa doctrina fue declarada contraria a la Sagrada Escritura, y, como sabemos, esta declaración se hizo mediante un decreto de la Congregación del Índice, que no constituyó un acto de magisterio infalible ni definitivo.

El Arzobispo de Siena, Ascanio Piccolomini, era un antiguo discípulo, admirador y gran amigo de Galileo. Se había ofrecido varias veces para alojarle en su casa, teniendo en cuenta, además, que estaba relativamente cerca de Florencia y que en Florencia todavía existían ramalazos de la peste. En Siena, Galileo fue tratado espléndidamente y se recuperó de la tensión de los meses precedentes. A petición del Gran Duque de Toscana, el Papa, junto con el Santo Oficio, concedió el 1 de diciembre de 1633 a Galileo que pudiera volver a su casa en las afueras de Florencia, la Villa del Gioiello, con tal que permaneciera como en arresto domiciliario, sin moverse de allí ni hacer vida social. Consta que el 17 de diciembre Galileo ya estaba en su casa, y allí siguió hasta su muerte en 1642.

En Arcetri Galileo siguió trabajando. Allí acabó sus Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias, obra que se publicó en 1638 en Holanda. Se trata de su obra más importante, donde expone los fundamentos de la nueva ciencia de la mecánica, que se desarrollará en ese siglo hasta alcanzar 50 años más tarde, con los Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton, obra publicada en 1687, la formulación que marca el nacimiento definitivo de la ciencia experimental moderna.

3. INTERROGANTES E INTERPRETACIONES.-Hasta aquí he intentado exponer los datos básicos del proceso a Galileo. A partir de este momento me ocuparé de la valoración de esos datos. Dada la perspectiva que he adoptado, solamente aludiré brevemente a algunos aspectos que considero especialmente interesantes.

¿Podemos decir que sabemos lo fundamental acerca del proceso a Galileo?, ¿es posible que existan datos importantes desconocidos? La respuesta es que los documentos que se conservan permiten reconstruir casi todos los aspectos del proceso con gran fiabilidad. Poseemos los interrogatorios y declaraciones de Galileo en su totalidad, así como las decisiones del Papa y de la Congregación del Santo Oficio. En este terreno, no es plausible que aparezcan nuevos documentos que afecten sustancialmente a lo que ya sabemos. Seguramente existen huecos; uno de ellos, bastante importante, se refiere a los acontecimientos del verano de 1632, desde que el Diálogo llega a Roma hasta que el Papa convoca la congregación de teólogos para decidir qué se hace. ¿Quién y cómo informó al Papa? Galileo siempre consideró su proceso como consecuencia de las informaciones tendenciosas de sus enemigos. Es posible que existan documentos sobre esos acontecimientos, cuyo conocimiento permitiría comprender mejor por qué se desarrollaron del modo que lo hicieron. Podríamos saber, quizás, hasta qué punto las cosas podían haber sucedido de otra manera. De todos modos, eso no cambiaría los hechos ya conocidos, entre los cuales se cuenta que Galileo llevó adelante, durante años, su programa copernicano, aunque exteriormente pareciera haber renunciado a él, y que Urbano VIII quedó muy afectado cuando advirtió que su admirado amigo estaba, en realidad, haciendo un juego diferente del que él pensaba.

Esto no significa que Galileo mintiera deliberadamente. Pero no hay duda de que consideró el copernicanismo como una teoría verdadera, también después del proceso. En su Carta a Cristina de Lorena había explicado ampliamente cómo se podía solucionar la aparente contradicción entre copernicanismo y Biblia; tenía razón y lo sabía: por este motivo podía admitir, con conciencia tranquila, el copernicanismo, incluso después de las condenas de 1616 y 1633. Lo mismo sucedía con sus amigos y con otras personas suficientemente informadas. Lo cual nos lleva a preguntarnos por qué las autoridades eclesiásticas condenaron una teoría que, si bien no estaba completamente demostrada en aquel momento, podía demostrarse y, de hecho, recibió nuevas confirmaciones en los años siguientes.

Para responder a ese interrogante hemos de advertir que la ciencia experimental moderna, tal como la conocemos ahora, estaba naciendo y se encontraba todavía en un estado embrionario. Precisamente fue Galileo uno de sus padres fundadores. Pero el Galileo que veían las autoridades era muy diferente del que vemos ahora, a la luz del desarrollo de la física durante casi cuatro siglos. Galileo había realizado unos descubrimientos astronómicos importantes y se le habían reconocido. Pero no podía probar el movimiento de la Tierra. La ciencia moderna prácticamente no existía: las contribuciones más importantes de Galileo a esa ciencia fueron las publicadas, en los Discursos, después del proceso. Los eclesiásticos (Belarmino, Urbano VIII y muchos otros), al igual que la mayoría de los profesores universitarios, pensaban que el movimiento de la Tierra era absurdo, porque contradice a muchas experiencias ciertas y, si existiera, debería tener consecuencias que de hecho no se observan. No era fácil tomarse en serio el copernicanismo. Los teólogos que valoraron en 1616 la quietud del Sol y el movimiento de la Tierra dijeron, en primer lugar, que ambos eran absurdos en filosofía. Además parecían contrarios a la Biblia. Belarmino, y otros eclesiásticos, advirtieron que si se llegaba a demostrar el movimiento de la Tierra, habría que interpretar una serie de pasajes de la Biblia de modo no literal; sabían que eso podría hacerse, pero pensaban que el movimiento de la Tierra nunca se demostraría y que era absurdo. Esto no justifica toda su actuación, pero permite situarla en su contexto histórico real y hacerla comprensible.

El proceso de Galileo no debería entenderse como un enfrentamiento entre ciencia y religión. Galileo siempre se consideró católico e intento mostrar que el copernicanismo no se oponía a la doctrina católica. Por su parte, los eclesiásticos no se oponían al progreso de la ciencia; durante su viaje a Roma en 1611, se tributó a Galileo un gran homenaje público en un acto celebrado en el Colegio Romano de los jesuitas, por sus descubrimientos astronómicos. El problema es que no consideraban que el movimiento de la Tierra fuera una verdad científica, e incluso algunos (entre ellos, el Papa Urbano VIII) estaban convencidos de que nunca se podría demostrar.

Los enemigos de Galileo desempeñaron, probablemente, un papel importante para desencadenar el proceso. El temperamento muy vivo de Galileo no contribuía a apaciguar las numerosas disputas que originó su trabajo desde 1610. Además, él mismo se procuró enemistades de modo innecesario, de tal modo que, cuando el Diálogo se publicó en 1632, es fácil imaginar que sus enemigos en Roma pudieran presentar al Papa las cosas de tal manera que, teniendo en cuenta además las difíciles circunstancias por las que atravesaba Urbano VIII, éste se considerara ofendido por Galileo y viera necesario intervenir con fuerza. El temperamento de Urbano VIII también desempeñó un papel: tenía un carácter fuerte y pensó que Galileo había traicionado a su amistad sincera; repitió varias veces al embajador Niccolini que Galileo se había burlado de él. Consta que, al hablar de este tema con Niccolini, Urbano VIII se encolerizaba. Galileo seguramente no pretendió, en modo alguno, burlarse del Papa, pero es probable que los enemigos de Galileo, en el verano de 1632, convencieran al Papa de lo contrario, y que esto influyera seriamente en el desarrollo de los acontecimientos.

No hay que pensar sólo en enemigos personales de Galileo. El movimiento de la Tierra podía fácilmente ser visto como causa de dificultades importantes para el cristianismo. Si la Tierra se convertía en un planeta más, y si existían muchas más estrellas de las que se ven a simple vista, ¿no podría esto interpretarse en la línea de Giordano Bruno, quien afirmó que existen muchos mundos como el nuestro, con sus estrellas y planetas habitados? En ese caso, ¿qué significado tendría la Encarnación y la Redención de Jesucristo?, ¿qué sucedería con la salvación de posibles seres inteligentes que podrían vivir en otros lugares del universo? Son preguntas que, en la actualidad, se plantean todavía con más fuerza que entonces, ante la posibilidad, remota pero real, de que se llegue a saber que existe vida en otros lugares del universo. En realidad, no es difícil advertir que la revelación cristiana se refiere directamente a lo que sucede con nosotros y, por tanto, no hay dificultad en principio para integrar dentro de ella a otros seres inteligentes. Además, la Iglesia enseña que los frutos de la Redención se aplican también a personas que han vivido antes de la Encarnación, o que viven después de ella y no conocen, sin culpa suya, la verdad del cristianismo. Pero se comprende que estos problemas pudieran influir en aquellos momentos. La asociación del copernicanismo con Bruno no podía favorecer a Galileo. Se puede recordar que dos personas clave en la condena del copernicanismo en 1616 fueron el Papa Pablo V y el cardenal Belarmino; ambos eran Cardenales de la Inquisición cuando, en 1600, el proceso de Bruno llegó a su final, y se puede suponer que, al pensar en el copernicanismo, lo verían, por así decirlo, asociado a los errores teológicos de Bruno.

El movimiento de la Tierra parecía afectar al cristianismo desde otro punto de vista. El Diálogo de Galileo contenía críticas muy fuertes contra la filosofía de Aristóteles, que se venía usando, al menos desde el siglo XIII, como ayuda para la teología. En esa filosofía se admitía, por ejemplo, que en el mundo existe finalidad, y que las cualidades sensibles existen objetivamente y forman la base del conocimiento humano. Estas ideas parecían arruinarse con la nueva filosofía matemática y mecanicista de Galileo. La nueva ciencia nacía en polémica con la filosofía natural antigua, y no parecía poder llenar el hueco que ésta dejaba. Aunque las críticas de Galileo al aristotelismo se redujeran a aspectos concretos de la física que, ciertamente, debían abandonarse, parecía que la nueva ciencia pretendía arrojar fuera, como suele decirse, al niño junto con la bañera. Este problema sigue siendo actual. Incluso puede decirse que el progreso científico de los últimos siglos lo ha hecho cada vez más agudo. Son muchas las voces que piden un serio esfuerzo para integrar el progreso científico dentro de una visión más amplia que incluya las dimensiones metafísicas y éticas de la vida humana. En este sentido, los que veían en la nueva ciencia una fuente de dificultades no estaban completamente equivocados. Por supuesto, el problema no es de la ciencia en sí misma, de cuya legitimidad sería absurdo dudar. El progreso científico es ambivalente y el hecho de que pueda utilizarse mal no significa que deba castigarse a la ciencia. Simplemente intento subrayar que, en el fondo del caso Galileo, se encuentran algunos problemas que son reales, siguen siendo actuales, y esperan todavía una solución. Cuál sea el alcance del conocimiento científico es uno de esos problemas.

Consta que hubo un intento de denunciar a Galileo ante la Santa Sede por su filosofía atomista, expuesta brevemente en su obra, de 1623, Il Saggiatore, argumentando que Galileo negaba la objetividad de las cualidades sensibles (colores, olores, sabores) y que esto contradice la doctrina del Concilio de Trento sobre la Eucaristía, según la cual, después de la consagración, se encuentran las especies sacramentales (accidentes del pan, como por ejemplo las cualidades sensibles) sin su sujeto natural. Se ha llegado a decir que el motivo más profundo de la acusación contra Galileo en 1632 era éste, y que el Papa consiguió que el proceso se centrara en torno al movimiento de la Tierra, porque en el otro caso las consecuencias hubieran sido mucho peores. La denuncia mencionada existió, pero parece demasiado exagerado centrar ahí los problemas de Galileo. Esta cuestión pone de manifiesto, sin embargo, que la nueva física venía acompañada por una filosofía mecanicista que, en parte, chocaba con la filosofía y la teología generalmente admitidas, y es cierto que este problema continuó vivo durante mucho tiempo e incluso sigue vivo, en parte, en la actualidad.

El caso Galileo no afectó seriamente al progreso de la ciencia. La semilla que Galileo plantó dio fruto inmediatamente, también en Italia. Al cabo de pocas décadas, Newton llevó la física moderna hasta su nacimiento definitivo, y el trabajo de Galileo quedó bien asentado.

Por fin, es interesante señalar que no ha existido ningún otro caso semejante al de Galileo. El caso Galileo no es un caso entre otros del mismo tipo. El caso más semejante es el del evolucionismo, pero la teoría de la evolución, dentro de su ámbito científico, nunca ha sido condenada por ningún organismo de la Iglesia universal. Si se intenta poner en el mismo nivel que el caso Galileo asuntos como el aborto, la eutanasia, la bioética, etc., debe advertirse que, si bien esos problemas incluyen componentes relacionados con la ciencia, no son problemas propiamente científicos, sino, como máximo, de aplicación de los conocimientos científicos. Pero esto exigiría una reflexión específica que va más allá de los objetivos que aquí me he propuesto.

REFERENCIAS.-Los datos de este artículo están tomados, en su mayoría, de la Edición Nacional de las obras de Galileo, preparada por Antonio Favaro: Le Opere di Galileo Galilei, 20 volúmenes, reimpresión, G. Barbèra Editore, Firenze 1968. Los documentos del proceso se encuentran en el tomo XIX, pp. 272-421, y también han sido editados por Sergio Pagano: I documenti del processo di Galileo Galilei, Pontificia Academia Scientiarum, Ciudad del Vaticano 1984.

El autor de este artículo ha completado el estudio del caso Galileo de un modo que puede decirse practicamente exhaustivo en la sexta edición de su libro "Ciencia, razón, y fe"(Eunsa, enero 2004).
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Lun Jun 04, 2012 9:37 pm

Pio XII, EL Papa de los Judíos

Un libro publicado en Italia ofrece detalles inéditos.

CIUDAD DEL VATICANO, 29 mayo 2001 (ZENIT.org).- Los silencios de Pío XII, ¿fueron simplemente silencios o más bien una manera de ayudar con más eficacia a los judíos? Es más, ¿se puede hablar realmente de silencios? A estas preguntas responde un nuevo libro publicado en Italia con algunas revelaciones inéditas.

«Pío XII. El Papa de los judíos» («Pío XII. Il Papa degli ebrei», editorial Piemme), escrito por el corresponsal en el Vaticano del diario milanés «Il Giornale», Andrea Tornielli, reconstruye con documentos que hasta ahora no habían sido publicados la polémica entorno al papa Eugenio Pacelli, quien en vida y tras su muerte recibió el reconocimiento unánime del mundo judío.

Desde los años sesenta, sin embargo, se ha puesto en discusión su figura con la obra teatral «El Vicario», en un primer momento, y, recientemente, con la publicación del libro del periodista británicoJohn Cornwell, «El Papa de Hitler».

Pero, realmente, ¿se puede decir --como tratan de hacerlo sus acusadores-- que Pío XII fue en cierto sentido cómplice de la persecución nazi? ¿No fue más bien una estrategia para ayudar con más eficacia y libertad a los judíos perseguidos por los nazis, como el mismo Papa confió a don Pirro Scavizzi?

«Tras muchas lágrimas y muchas oraciones --dijo el Papa al capellán que recogía noticias sobre los perseguidos--, he considerado que mi protesta habría suscitado las iras más feroces contra los judíos y multiplicado los actos de crueldad, pues están indefensos. Quizá mi protesta me hubiera traído la alabanza del mundo civil, pero habría ocasionado a los pobres judíos una persecución todavía más implacable de la que ya sufren».

Presentamos, a continuación, la entrevista que ha realizado a Andrea Tornielli el informativo internacional de Radio Vaticano.

--¿Cómo se explica los silencios de Pío XII?

--Andrea Tornielli: Los documentos muestran con claridad que los «silencios no fueron propiamente silencios»: en el libro, cito todos los pasajes de los mensajes radiofónicos en los que el Papa Pacelliafirma explícitamente cosas muy claras. De todos modos, Pío XII no denunció públicamente a Hitler, pues trató de salvar el mayor número posible de vidas humanas. Gracias a su actitud prudente, la Iglesia, los nuncios, el Vaticano, lograron salvar, como ha calculado el historiador judío Pinchas Lapide, a unos 850 mil judíos de la persecución y de la muerte.

--Uno de los aspectos más interesantes recogidos en el libro es el que se refiere a un documento en el que el Papa Pacelli condenaba el nazismo; documento que después prefirió quemar, tras ver lo que había sucedido en Holanda. ¿Existen pruebas de la existencia de este documento?

--Andrea Tornielli: En 1942, el Papa estaba a punto de publicar un documento muy duro contra los nazis, contra Hitler, contra la persecución de los judíos. Pero le impresionó profundamente lo que sucedió en Holanda. En aquel país, tras la protesta de los obispos, se agravaron las persecuciones contra los judíos. La prueba de la existencia de este documento viene de muchos testimonios, como el de sor Pasqualina Lehnert, sor Konrada Grabmeier, el padre Robert Leiber e incluso el del cardenal francés Eugène Tisserant. Estos testigos revelaron que el Papa había escrito aquel documento y que decidió quemarlo personalmente en la cocina y esperar hasta que no quedara totalmente destruido. La conmoción que le ocasionó el caso holandés fue tan profunda que prefirió quemarlo a provocar ulteriores daños a los judíos.

--Usted menciona también la amonestación al arzobispo de Viena, Theodor Innitzer, que le hizo Pacelli, cuando todavía era secretario de Estado vaticano, en 1938…

--Andrea Tornielli: El caso de Innitzer es muy interesante, pues en ese año este arzobispo, junto a otro prelados austríacos, había acogido con entusiasmo la llegada de Hitler. Pues bien, EugenioPacelli y Pío XI convocaron urgentemente a Innitzer en Roma. Pacelli fue muy frío y obligó a Innitzer a firmar en su presencia una retractación, que fue publicada en «L'Osservatore Romano». Esto demuestra que tanto Pacelli, como el Papa, que en aquel entonces era Pío XI, rechazaron la posición de la Iglesia austríaca.

--Usted habla también un complot contra Hitler con el apoyo de Pío XII.

--Andrea Tornielli: Es un caso muy importante. En noviembre de 1939, y en los primeros meses de 1940, se dio el intento por parte de algunos generales alemanes de abatir el régimen de Hitler y de volver a instituir la democracia. Los alemanes hicieron que la noticia llegara al Vaticano y el Papa se comprometió personalmente, corriendo un gran riesgo, para hacer de trámite y lograr que la noticiallegara a los aliados ingleses y estadounidenses. Luego aquellos generales no pudieron hacer nada, pero el Papa participó activamente en este proyecto.

--¿Por qué se acusa ahora al Papa de connivencia con el nazismo?

--Andrea Tornielli: Se ha creado una auténtica «leyenda negra» que no tiene nada que ver con el debate histórico. Una cosa es discutir seriamente sobre la actitud del Papa y los motivos por los que decidió no hacer una denuncia pública; y otra, muy distinta, tratar de hacer de él un chivo expiatorio. Esto es lo que se ha hecho con Pío XII. Hay que reconocer que el Papa hizo todo lo posible, mientras que otros no hicieron lo que hubieran podido…

--¿Cuál es el gesto de Pío XII que más le ha impresionado al realizar su investigación?

--Andrea Tornielli: Los gestos son muchos: de las negociaciones que realizó, utilizando todos los canales posibles e imaginables para detener las inspecciones en el ghetto de los judíos en Roma, hasta las instrucciones precisas que se dieron a los nuncios, sin olvidar el hecho de que él mismo gastó sus bienes personales para enviar dinero a los nuncios con el objetivo de aliviar los sufrimientos de los judíos.

Es importante, además, la revelación que el Papa Pacelli hizo a don Pirro Scavizzi, el capellán que recorrió Europa recogiendo noticias sobre los perseguidos. Pío XII le dijo: «Dígales que el Papa sufre con ellos, sufre con los perseguidos, y que si a veces no alza más la voz es sólo para no provocar daños peores».
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Lun Jun 04, 2012 9:50 pm

Relato de cómo los Papas Pío XII y Pablo VI salvaron a una judía

El Venerable Papa Pío XII no solo ayudó a salvar a casi 900 mil judíos durante la Segunda Guerra Mundial sino que también él mismo y en persona ayudó a varios de ellos en la ciudad de Roma, según afirma un experto historiador judío.

Hace poco Gary Krupp conoció el relato de una judía cuya familia fue rescatada gracias a la intervención directa del Vaticano. “Hay una carta inusual, escrita por una mujer que aún vive en el norte de Italia, quien dijo que participó con su madre, su tía y otros parientes en una audiencia con Pío XII en 1947″.

Junto a Pío XII estaba su Secretario de Estado, el entonces Mons. Giovanni Montini, que sería luego el Papa Pablo VI.

Reconocidos por una mujer judía
“Su tía miró al Papa y dijo: ‘usted estaba vestido como franciscano’, y miró a Montini quien estaba a su costado y le dijo ‘y usted como un sacerdote común. Me sacaron del gueto y me llevaron al Vaticano’. Montini le dijo inmediatamente: ‘silencio, no repitan esta historia”.

Krupp cree que estas afirmaciones son ciertas porque están en la línea del carácter de Pío XII quien “necesitaba ver con sus propios ojos cómo eran las cosas”.

“Solía salir en su carro a zonas bombardeadas de Roma, y ciertamente no tenía miedo. De la misma forma lo puedo ver entrando al gueto para ver lo que estaba sucediendo”, afirma el experto historiador.

Pave de Way Foundation
Krupp y su esposa Meredith son los fundadores de la Pave the Way Foundation iniciada en 2002 para “identificar y eliminar los obstáculos no teológicos entre las religiones”. En 2006 líderes católicos y judíos le solicitaron investigar el “escollo” de la reputación del Papa Pío XII durante la guerra. Con este descubrimiento, Wall, un neoyorkino de 64 años cree que finalmente ha logrado un gran avance.

Judíos que defienden a Pío XII
“Somos judíos. Crecimos odiando el nombre de Pío XII. Creíamos que era antisemita, creíamos que era un colaborador de los nazis, todas las cosas que se dicen de él, las creíamos”.

Krupp está de acuerdo con las conclusiones de otro historiador judío y diplomático israelí, Pinchas Lapide, quien afirma que las acciones del Papa Pío XII y del Vaticano permitieron salvar a aproximadamente 897 mil judíos durante la guerra.

Pave the Way tiene unas 46 mil páginas de documentación histórica que sostiene esta afirmación, que ahora ofrecen en su sitio web junto a numerosas entrevistas con testigos presenciales e historiadores.

“Creo que es una responsabilidad moral, esto no tiene nada que ver con la Iglesia Católica. Sólo tiene que ver con la responsabilidad judía de reconocer a un hombre que en realidad salvó a un enorme número de judíos en todo el mundo mientras estaba rodeado de fuerzas hostiles, infiltrado por espías y bajo amenaza de muerte”.

Krupp explicó que una de las formas de esta ayuda se dio a través de la red de nunciaturas apostólicas en todo el mundo con las que se sacaba a los judíos perseguidos en Europa. Por ejemplo, entre 1939 y 1945 el Vaticano solicitó 800 visas para entrar a la República Dominicana. Esta acción y otras similares permitieron salvar a más de 11 mil judíos solo de esa forma.

Conspiración de la KGB
Pave the Way también tiene evidencia que demuestra que la reputación que manejan los enemigos de la Iglesia sobre el Papa Pío XII nace como una conspiración de la KGB rusa. Un exoficial de esta institución, Ion Mihai Pacepa, precisa que todo fue complot soviético.

Krupp precisa que los comunistas querían “desacreditar al Papa luego de su muerte, para destruir la reputación de la Iglesia Católica y, más importante para nosotros, para aislar a los judíos de los católicos. Tuvieron éxito en esas tres áreas”.

En su opinión todo esto está cambiando ahora. Cuando lo escuchan hablar, dice Krupp, “muchos judíos han estado extremadamente agradecidos. ‘Me siento feliz de escuchar eso. Nunca quise creer esto de él (Pío XII), especialmente los que lo conocimos”.

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Papas Pío XII y Pablo VI.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor maycito » Lun Jun 04, 2012 10:28 pm

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La Tercera Cruzada (1189 - 1192 dC)

Los Estados Cruzados en 1200 dC

Cruzadas contra Egipto (1217 - 1268 dC)

Las Cruzadas en Tierra Santa
Acre: The Last Crusader City
La ciudad de Acre fue el último bastión de los cruzados, que fue recuperada finalmente por las fuerzas musulmanas en 1291
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Fondo

En el siglo VII, una yihad musulmana se había extendido desde Arabia hacia el mundo mediterráneo, conquistando casi la mitad del mundo cristiano, incluyendo la ciudad santa de Jerusalén. Los primeros gobernantes musulmanes de este vasto imperio eran relativamente tolerantes del cristianismo y el judaísmo, en parte se debía a que los primeros musulmanes fueron pueblos del desierto con poco conocimiento de la gestión de los grandes centros urbanos y necesitaban la experiencia técnica de sus súbditos cristianos y judíos para la gestión de sus ciudades. Además, los musulmanes reconocieron que los peregrinos cristianos a la Ciudad Santa de Jerusalén trajeron mucha riqueza a la zona.

Entre los siglos VII y IX, el mundo cristiano era comparativamente débil e incapaz de recuperar los territorios perdidos a los musulmanes. Sin embargo, en el siglo X, los cristianos empezaron a recuperarse y recapturar esas tierras. Las primeras áreas en ser reconquistadas fueron las islas del Mediterráneo, debido a la superioridad del mundo cristiano en la tecnología y experiencia naval. Chipre y Creta fueron recapturadas por los bizantinos en el siglo X, y las islas del Mediterráneo occidental: Sicilia, Cerdeña y Córcega fueron reconquistadas por otros cristianos en el siglo XI. Al mismo tiempo, la reconquista cristiana de España comenzó a ganar impulso.

En este momento, los turcos selyúcidas, un pueblo que se había originado en el Asia central y migró hacia el medio oriente, adoptando la fe islámica, comenzó a conquistar gran parte del Cercano Oriente. Los turcos selyúcidas conquistaron una gran parte de Anatolia de los bizantinos y Siria, Palestina y Jerusalén de los árabes. Los turcos selyúcidas eran menos tolerantes con el cristianismo al igual que los primeros gobernantes musulmanes habían sido. En 1095, el emperador bizantino Alejo I escribió una carta al Papa Urbano II en Roma, solicitando el apoyo militar de Europa occidental contra la nueva amenaza musulmana: los turcos selyúcidas. En su carta, Alejo I describió en detalles gráficos cómo los turcos selyúcidas estaban torturando a los peregrinos cristianos en Jerusalén. El Papa Urbano II respondió a la carta haciendo un llamamiento a los reyes y caballeros cristianos en toda Europa, pidiendo una cruzada religiosa para liberar la Tierra Santa de los turcos, empezando una lucha de 200 años, conocida hoy en día como las Cruzadas.

La Primera y la Segunda Cruzada

Durante la Primera Cruzada, los cristianos capturaron a Jerusalén con éxito después de un largo asedio. (ver mapa 1) Algunos de los musulmanes y los judíos de la ciudad fueron masacrados, aunque las fuentes no están de acuerdo sobre exactamente cuántos murieron. Cabe señalar que la masacre de los habitantes de una ciudad que se negó a entregar era una práctica común en esta época.

Los territorios conquistados de la Primera Cruzada se dividieron en una serie de Estados Cruzados a lo largo de la costa de Levante: el condado de Edesa, el principado de Antioquía, el condado de Trípoli, y lo más importante, el reino de Jerusalén (ver mapa 2 ). Sin embargo, pronto se enteraron de que la parte más dura de las cruzadas no fue capturar el territorio en primer lugar, sino defenderlo contra un enemigo paciente en una tierra desconocida. El primero de los Estados Cruzados en ser retomado por las fuerzas musulmanas fue el condado de Edesa, que fue invadido por los turcos selyúcidas en 1144, lo que provocó una segunda cruzada, cuyo objetivo era capturar la capital selyúcida de Damasco. (ver mapa 3) La Segunda Cruzada fracasó en este objetivo primordial, pero por lo menos parecía que los turcos fueron incapaces de capturar los demás Estados Cruzados.



La Recuperación Musulmana de Jerusalén bajo Saladino

En 1169, Saladino, un general kurdo en el ejército selyúcido tomó el control de Egipto. Saladino era un astuto táctico militar. En una serie de campañas fue capaz de derrotar a su antiguo empleador, los turcos selyúcidas, y tomar el control de lo que quedaba de los territorios selyúcidos en el cercano oriente, fundando una nueva dinastía ayubí. Los reinos cruzados estaban ahora completamente rodeados por un solo imperio musulmán gobernado por Saladino. En 1187, Saladino comenzó una guerra contra los estados cruzados, venciéndoles en la batalla de Hattin, y recuperando a Jerusalén y gran parte del territorio de los cruzados. Sólo un número de castillos y ciudades costeras bien fortificadas (Tiro, Trípoli y Antioquía) fueron capaces de resistir a Saladino. (ver mapa 4)

La noticia de la pérdida de Jerusalén de regreso en Europa pediría la convocatoria de una Tercera Cruzada. El rey Ricardo Corazón de León de Inglaterra, Felipe II de Francia, y Frederico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico respondieron a la llamada. Frederico I fue el primero en salir, optó por la ruta terrestre a través de Anatolia y tuvo algunos éxitos militares a lo largo del camino. Sin embargo, mientras cruzaba el río Saléph se cayó de su caballo y murió, sus fuerzas estaban ahora sin líder y la mayoría regresaron a Alemania, sólo un puñado continuó a Antioquía. Las fuerzas de Francia e Inglaterra llegaron por mar, primero tomaron el control de Chipre del gobernador bizantino, que se había rebelado contra el Imperio Bizantino. Después aterrizaron en el Levante, ascendiendo a la cuidad de Acre con éxito y luego derrotaron a las fuerzas de Saladino en la batalla de Arsuf. (Ver mapa 5) Las fuerzas cristianas celebraron su parte superior, sin embargo, en las negociaciones de paz con Saladino, Ricardo Corazón de León decidió no exigir la entrega de la propia Jerusalén sino en lugar, insistió que los musulmanes dieran a todos los peregrinos cristianos el acceso sin trabas a la ciudad. Ricardo se dio cuenta de que una Jerusalén cristiana nunca estaría a salvo de futuras represalias musulmanas. Su plan era para los cristianos a concentrarse en el control de las ciudades portuarias en la costa de la Tierra Santa que fácilmente podrían volver a ser suministrados por el mar, debido a la superior potencia naval de las fuerzas cristianas. Partiendo de estas bases costeras, los cristianos podrían asegurar que los peregrinos cristianos podían acceder a la ciudad de Jerusalén con relativa facilidad. (ver mapa 6)

Las Cruzadas contra Egipto

El objetivo de las cruzadas posteriores no era Jerusalén sino Egipto. Egipto era en que la amenaza a Jerusalén realmente quedó, los cruzados pensaron que si lograron aplastar las fuerzas de Egipto una vez por todas, sería mucho más fácil mantener a Jerusalén. Entonces una cuarta cruzada con la meta de conquistar a Egipto fue planeada, pero nunca llegó a realizarse debido a luchas internas entre los cruzados europeos occidentales y un nuevo emperador bizantino que había acordado originalmente a financiar la cruzada, pero luego se retractó del acuerdo. La Quinta y la Séptima Cruzadas tuvieron éxito en tomar el puerto egipcio de Damieta, pero luego se empantanaron frente a las enfermedades y las deserciones antes de llegar a la capital egipcia del Cairo. (Ver mapa 7) La Sexta Cruzada no involucró ninguna lucha real. En lugar, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Frederico II fue capaz de negociar con los egipcios a ceder Jerusalén y firmar la paz a 10 años. Una vez que los 10 años se pasaron, Jerusalén cayó a una fuerza musulmana casi de inmediato.

La Alianza Franco-Mongola

A mediados del siglo 13, el medio oriente se vio sacudido por una oleada de invasiones de los mongoles del Asia central. Los estados cruzados vieron las invasiones de los mongoles como una oportunidad para derrotar a los musulmanes una vez por todas. Entraron en diversas alianzas con los invasores mongoles, conocidos colectivamente como la Alianza Franco-Mongola. Algunos de los gobernantes mongoles se habían convertido al cristianismo y veían a los musulmanes como un enemigo común. Hulagu Kan, el nieto de Gengis Kan, conquistó a Bagdad en 1258, y después barrió hasta Siria, conquistando a Damasco y Alepo, con la asistencia de algunos de los estados cruzados cristianos. Sin embargo, finalmente los cruzados empezaron a ver los mongoles como una amenaza y terminaron su alianza, incluso permitieron a los egipcios a pasar a través de su territorio para responder a las hordas mongoles en la Batalla de Ain Jalut en 1260, donde Hulagu fue derrotado. (Ver mapa 7)

El Fin

Una vez que la amenaza de los mongoles fue superada, los egipcios tomaron su atención a librar al oriente próximo de los cruzados de una vez por todas. Liderados por Baibars, los egipcios participaron en una campaña implacable en los territorios de los cruzados. En numerosas ocasiones, Baibars prometió a los defensores de las ciudades y castillos que serían salvados después de la entrega, sólo para ser asesinados o esclavizados cuando se abrieron las puertas de la ciudad, algunas ciudades fueron completamente destruidas. (Ver mapa 7) Cuando Baibars capturó la ciudad de Antioquía en 1268, masacró a 17.000 cristianos. Algunas ciudades y castillos fueron demasiados fortificados para capturar fácilmente y su ubicación en la costa significaba que pueden ser abastecidas fácilmente desde el mar. Sin embargo, los europeos comenzaron a perder interés en el difícil objetivo de recuperar la Tierra Santa y el apoyo popular para el pago de los impuestos necesarios para sostener estos últimos bastiones de los cruzados se redujo rápidamente. Uno por uno, las últimas ciudades cristianas fueron tomadas por las fuerzas musulmanas. Sidón, Tiro y Acre fueron las tres últimas ciudades a callerse en 1291 dC. Jerusalén quedaría bajo el dominio musulmán hasta que cayó bajo el mandato británico en el siglo XX.
maycito
 
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor matti » Mar Jun 05, 2012 7:49 am

La Inquisición

La Inquisición fue y sigue siendo un tribunal polémico para el gran público. Los historiadores se han ocupado de esta institución de modo científico y sin prejuicios ideológicos, especialmente desde un Congreso internacional celebrado en Cuenca en 1978. Recientemente la Santa Sede ha convocado en Roma a expertos de diversos credos y nacionalidades para clarificar la actuación histórica del Santo Oficio. Sobre este argumento responde para Escritos ARVO, Beatriz Comella, autora del libro La Inquisición española (Rialp, 1988; 3ª edición en noviembre 1999).

¿CUÁNDO Y POR QUÉ NACIÓ EL TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓN?

El primer tribunal inquisitorial para juzgar delitos contra la fe nació en el siglo XIII. Fue fundado por el Papa Honorio III en 1220 a petición del emperador alemán Federico II Hohenstaufen, que reinaba además en el sur de Italia y Sicilia. Parece que el emperador solicitó el tribunal para mejorar su deteriorada imagen ante la Santa Sede (personalmente era amigo de musulmanes y no había cumplido con la promesa de realizar una cruzada a Tierra Santa) y pensó que era un buen modo de congraciarse con el Papa, ya que en aquella época el emperador representaba el máximo poder civil y el Papa, el religioso y, era conveniente que las relaciones entre ambos fueran al menos correctas. El romano pontífice exigió que el primer tribunal constituido en Sicilia estuviera formado por teólogos de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) para evitar que se desvirtuara su misión, como de hecho intentó Federico II, al utilizar el tribunal eclesiástico contra sus enemigos.

¿Existía en el siglo XIII alguna razón de justificara la creación de ese tribunal que consideraba la herejía como delito punible?

Conviene aclarar que los primeros teólogos cristianos de la talla de Tertuliano, San Ambrosio de Milán o San Martín de Tours sostuvieron que la religión y la violencia son incompatibles. Eran más partidarios de la doctrina evangélica que recomienda corregir y amonestar a quien dilapida el bien común de la fe. La represión violenta de la herejía es, como ha señalado Martín de la Hoz, un error teológico de gravísimas consecuencias, implicado en la íntima relación que de hecho se trabó entre el poder civil y la Iglesia en la Edad Media. La herejía pasó a ser un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, es decir, de lesa majestad, castigado con la muerte en hoguera como en el siglo IV, bajo los emperadores Constantino y Teodosio.

A principios del siglo XIII aparecieron dos herejías (albigense y valdense) en el sur de Francia y norte de Italia. Atacaban algunos pilares de la moral cristiana y de la organización social de la época. Inicialmente se intentó que sus seguidores abandonaran la heterodoxia a través de la predicación pacífica encomendada a los recién fundados dominicos; después se procuró su desaparición mediante una violenta cruzada. En esas difíciles circunstancias nace el primer tribunal de la Inquisición.

Es lógico, pues, que la Inquisición resulte una institución polémica.

Desde luego, porque, afortunadamente, hoy sabemos que es injusto aplicar la pena capital por motivos religiosos. Los católicos de fin del siglo XX conocemos la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa, que coincide, en sus planteamientos básicos con la de muchos teólogos cristianos de los cuatro primeros siglos de nuestra era. Por este motivo, el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Tertio Milenio Adveniente (10-11-94) ha subrayado la necesidad de revisar algunos pasajes oscuros de la historia de la Iglesia para reconocer ante el mundo los errores de determinados fieles, teniendo en cuenta la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la Iglesia de todos los tiempos.

¿Entonces, la «leyenda negra», más que leyenda es una realidad histórica?

Es preciso advertir que la polémica sobre la Inquisición se nutre de otra actitud muy distinta a la ya expuesta; me refiero a la ignorancia histórica, la falta de contextualización de los hechos, el desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, la escasez de estudios comparativos entre la justicia civil y la inquisitorial... Todo esto contribuye a formar no sólo una polémica justificada sino una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.
He recorrido la web y en casi la mayoria de las paginas he visto como la mentira pretende ser verdad creando una falsa imagen e la Iglesia y de ls catolicos,paginas que presumo pueden ser ateas, sectas,los que se dicen cristianos y otras religiones que usan el poder de la prensa para desacreditar,esta es una opinion personal preocupada por las noticias infortunadas del cada dia que parecen que nos estan arrinconando y nos miran mal, es por eso que rezemos suplicando al Señor Nuestro Dios vive por los siglos de los siglos Amen.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor cdiaz » Mar Jun 05, 2012 9:47 am

Creo que mucho de las leyendas negras han sido por ignorancia, y muchas hay que observarlas y analizarlas dentro de su contexto. se critica mucho al "Papa de Hitler", pero cuando se pone en contexto, la sercania que tuvo con Hitler salvo a miles de judios.
Sobre este tema de los nazis, tambien se les critica mucho sobre el mal que hicieron en la segunda guerra mundial, pero la verdad es que fue peor la actuaciòn de los NorteAmericanos. Destruyeron 2 ciudades japonesas a propòsito solo para probar la bomba atómica, Japón ya se había rendido y lo peor que la destrucción y el daño que ocacionaron a la población civil los ha afectado durante años. En contraste Alemania atacó a Ingraterra deurante mucho tiempo pero los monumentos historicos y grandes ciudades no fueron afectadas por los nasiz, sin embargo los enemigos de Alemania destruyeron todo Berlín. Es muy fácil criticar sin conocer a fondo.
Es lo que pasa muchas veces con las Leyendas Negras, como criticar la actuación de los Papas a lo largo de la historia sin tener fundamentos o ponerlos en el contexto.
La actuación de la Santa Inquisición actuaba bajo un ojetivo que para esa epoca parece que era válido. Lo que es un hecho que fue hace muchos años, lo malo es que lo que hacía la Santa Inquisición, ahora en el siglo XXI hay muchos gobiernos "dictadores", como Cuba y muchos de Africa, que siguen haciendo lo mismo, son los fiscales, jurados y jueces.
Sobre el Código Da Vinci, no es más que una novela, y esa es la diferencia etre un historiador y un novelista. El novelista como Dan Brown, inventa argumentos tomando como base algunos hechos históricos, que le sirven de referencia para hechar a volar la imaginación.
la leyendas se dan en la medida de nustra ignorancia, mientras mas conocemos e investigamos menos espacio habrá para las leyendas destructivas.
Saludos. Carlos Dìaz
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 05, 2012 11:27 am

COMPAÑEROS DE VIAJE LES COMPARTO ESTE ARTÍCULO

La “malvada” Inquisición, Leyendas Negras de la Iglesia

«Ante la opinión pública, la imagen de la Inquisición representa de alguna forma un símbolo de antitestimonio y escándalo. ¿En qué medida esta imagen es fiel a la realidad?», se preguntaba el Papa Juan Pablo II en una carta dirigida al Card. Etchegaray al término de un simposio sobre la Inquisición. Y advertía: «Antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los hechos».

Cuando hablamos de Inquisición nos viene a la mente los frailes dominicos ajusticiando brujas y gente inocente en España. Estas líneas desean ayudar a comprender mejor esta realidad histórica que, aunque no está carente de los abusos que sin duda se dieron, hizo mucho más bien de lo que normalmente se piensa.

[b]Nacimiento de la Inquisición.-
La Edad Media se caracterizó por cómo centró su vida en los valores cristianos. Tanto el ambiente político como el social tenían por eje de su existencia al cristianismo. Por eso no es de extrañar que la gente haya pedido a las autoridades civiles y eclesiásticas un tribunal para librarles de los herejes que pululaban por esos tiempos.

En efecto, para el hombre medieval, el hereje es el gran contaminador, la persona que atrae el castigo divino sobre la comunidad. Por lo tanto, el inquisidor que llega para solucionar el problema no es acogido con odio, como se podría pensar, sino que es recibido con alivio.

Por ello, es de observar que la Inquisición no intervenía para excitar a la gente, sino para defender a los herejes de la furia que ésta tenía contra ellos. Muchas veces se cometían atrocidades enormes por parte del pueblo llano y, gracias a las leyes de los tribunales de la Inquisición, esto se pudo impedir.

En concreto, en España, la Inquisición nace por la necesidad de los Reyes Católicos de velar por la unidad de sus reinos, recién formados tras la unión de las coronas de Castilla y Aragón. Ambos piden y obtienen una bula del papa Sixto IV, quien les concede derecho de erigir un tribunal inquisitorial y de nombrar al responsable del mismo. De esta manera pudieron también cuidar que no se dieran las matanzas irracionales, en las que muchos pueblos caían sobre las juderías de la ciudad, como sucedió en algunos lugares de Andalucía.

Los juicios de la Inquisición.- ¿Cómo eran los juicios que seguía la Inquisición? Ante todo, se daban unas premisas. Primero, se tomaba el tiempo necesario para el mismo; no había prisas. En segundo lugar, se hacían diversas averiguaciones sobre el hecho. Y, por último, se aplicaba el derecho procesal con un gran rigor y equidad. Después de esto se iniciaba el proceso.

En la inmensa mayoría de los casos, dicho proceso no terminaba con la hoguera sino con la absolución o con la advertencia o imposición de una penitencia religiosa. Las penas de muerte en la Inquisición eran más bien pocas. Éstas se aplicaban sólo al hereje persistente y tenaz.

Proporcionalmente, fueron muy pocos los que murieron de manos de la Inquisición. Si contamos todos los 125.000 procesos de brujas, los datos nos hablan de 59 ajusticiadas en España, 36 en Italia, y 4 en Portugal (Cf. Jesús Colina, La Inquisición de mito a realidad).

Contrariamente, en los países de la Reforma Protestante los datos son mucho mayores. Así, las matanzas de brujas más numerosas tuvieron lugar en Suiza (se quemaron a 4.000, en una población de cerca de un millón de habitantes); Lituania-Polonia (unas 10.000, en una población de 3.400.000); Alemania (25.000, en una población de 16 millones); y Dinamarca-Noruega (unas 1.350, en una población de 970.000) (Cf. Jesús Colina, La Inquisición de mito a realidad). Es verdad que esto no justifica las condenas por parte de los tribunales católicos, pero sí ayuda a quitar un poco el tópico de que fueron los católicos los más sanguinarios de todos. Más bien, como hemos dicho, el ambiente de la época en que se desarrolla esta parte de nuestra historia lo veía con cierta naturalidad.

Por otro lado, muchas veces eran los tribunales civiles quienes ejecutaban las penas. Valdría como prueba para ello la lectura de «Los novios», del italiano Alejandro Manzoni, en donde se ve que la iniciativa venía de la autoridad civil, mientras que la Iglesia desempeñó un papel moderado, cuando no escéptico.

Un juicio equilibrado.- Para juzgar correctamente a la Inquisición, hay que ponernos siempre en el contexto histórico en el que nos movemos. No podemos aplicar la tabla de los derechos humanos fijados en 1948 a civilizaciones que vivieron muchos años antes. El europeo de entonces puso en la lucha contra la herejía el mismo apasionado interés que el hombre moderno pone ahora en la lucha contra el terrorismo, el cáncer, la contaminación, o la democracia.

Ciertamente, la Inquisición cometió muchos errores y creó un ambiente de suspicacias que hizo sufrir a muchos inocentes, entre los que se encontraron santos hoy canonizados por la Iglesia. Pero, afortunadamente, el cristianismo tiene siempre una regla que le permite rectificar los errores prácticos en los que podemos caer algunos de sus hijos: el Evangelio. Y es ese Evangelio -Cristo mismo- a quien la Iglesia de hoy, de ayer y de mañana sirve, sirvió y servirá hasta el fin de los tiempos.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor J Julio Villarreal M » Mar Jun 05, 2012 12:30 pm

Las cruzadas, entre la realidad y la leyenda negra

No se aplaca el debate sobre el significado de las Cruzadas. También porque la distancia de final de milenio entre el Occidente y el Islam evoca escenarios sugestivos.

Según el conocido escritor católico Vittorio Messori, sobre las Cruzadas ha sido construida por los iluministas una «leyenda negra» «como arma de la guerra psicológica contra la Iglesia romana». Messori ha escrito en el «Corriere della Sera», el principal diario italiano, que«es, en efecto, en el siglo XVIII europeo cuando, completando la obra de la Reforma, se establece el rosario de las "infamias romanas", convertido en canónico».

«Por lo que se refiere a las Cruzadas, la propaganda anticatólica inventó incluso el nombre: igual que el término Edad Media, elegido por la historiografía "iluminada" para indicar el paréntesis de oscuridad y fanatismo entre los esplendores de la Antigüedad y los del Renacimiento. Por descontado que quienes, hace novecientos años, asaltaron Jerusalén, se habrían sorprendido bastante si alguno les hubiera dicho que estaban realizando lo que se llamaría "primera Cruzada". Aquello para ellos era itinerario, "peregrinación", recorrido, pasaje.

Aquellos mismos«peregrinos armados» se habrían sorprendio aún más si hubieran previsto que les sería atribuida la intención de convertir a los "infieles" o de asegurar vías comerciales a Occidente o de crear "colonias" europeas en Medio Oriente...».


Imagen


Messori revela que, lamentablemente, «en Occidente, la oscura invención "cruzada" ha acabado por apresar en el sentimiento de culpa a algunos hombres de la misma Iglesia, que no conocen como sucedieron de verdad las cosas». Además, explica Messori, «en Oriente, la leyenda se ha vuelto contra el entero Occidente: pagamos todos --y pagaremos todavía más-- las consecuencias, con el deseo de revancha de las multitudes musulmanas que piden venganza contra el «Gran Satanás». Que no es sólo Estados Unidos, sino la entera cristiandad; aquella, justo, de las "Cruzadas": ¿No son quizá los occidentales mismos quienes insisten en decir que ha sido una terrible, imperdonable agresión contra los píos, devotos, mansos seguidores del Corán?».

«Y sin embargo --revela el conocido escritor-- hay una pregunta que deberemos hacernos: en el marco más que milenario de las relaciones entre Cristiandad e Islam, ¿quién fue el agredido y quién el agresor? Cuando, en el 638, el califa Omar conquista Jerusalén, ésta era ya desde hacía más de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias primero de Egipto y luego del norte de Africa, llevando a la extinción del cristianismo en los lugares que habían tenido obispos como San Agustín. Toca luego a España, a Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamará Turquía y donde las comunidades fundadas por San Pablo mismo se convierten en cúmulos de ruinas. En 1453, tras siete siglos de asedio, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El rodillo islámico alcanza los Balcanes, y como por milagro es detenido y obligado a retroceder ante los muros de Viena. Si se execra justamente la masacre de Jerusalén en el 1099, no se debe olvidar a Mahoma II en 1480 en Otranto, simple ejemplo de un cortejo sangriento de sufrimientos».

Messori concluye su reflexión haciendo algunas preguntas: «Todavía hoy: ¿qué país musulmán reconoce a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto? ¿Quién se indigna ante el genocidio de lo armenios ayer y de los sudaneses cristianos hoy? El mundo, según los devotos del Corán, ¿no está dividido en "territorio del Islam" y "territorio de la guerra", esto es, todos los lugares todavía no musulmanes que deben serlo, por las buenas o por las malas?».

«Un simple repaso a la historia --escribe Messori-- incluso en sus líneas generales, confirma una verdad evidente: una cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión musulmana, desde los inicios hasta hoy (en Africa, por ejemplo, está en curso una ofensiva sangrienta para islamizar a las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de misioneros habían llevado al bautismo). Admitido --y probablemnte no concedido-- que alguno, en la historia, deba pedir excusas a otro ¿deberán ser quizá los católicos quienes se hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel intento de tener al menos abierta la vía de la peregrinación a los lugares de Jesús que fue el ciclo de las Cruzadas?».
J. J. V. M.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor gmramos66 » Mar Jun 05, 2012 2:59 pm

He aprendido mucho sobre este tema. He salido de muchas dudas.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 05, 2012 3:28 pm

KGB generó leyenda negra de Pío XII como aliado del régimen nazi, denuncia ex espía

Pío XII fue blanco de ataque de la KGB

WASHINGTON D.C., 27 Ene. 07 / 04:50 pm (ACI).- Un ex espía de la KGB denunció recientemente que el Kremlin y la mencionada agencia de inteligencia rusa orquestaron una campaña en los años ‘60s contra la Iglesia Católica, en donde el principal objetivo era hacer que la gente creyera que Pío XII fue un simpatizante del régimen nazi.

En un reciente número de la revista National Review Online, Ion Mihai Pacepa, ex espía de la KGB explicó que "en febrero de 1960, Nikita Khrushchev aprobó un plan supersecreto para destruir a la autoridad moral del Vaticano en Europa Occidental. Eugenio Pacelli, entonces Papa Pío XII, fue escogido como el principal objetivo de la KGB, su encarnación del mal, porque ya había dejado el mundo en 1958. ‘Los muertos no pueden defenderse’, fue el lema de la KGB entonces". El nombre clave de esta campaña fue "asiento 12".

Pacepa indicó en su artículo que la KGB basó sus difamaciones en que el entonces Arzobispo Pacelli había servido como Nuncio Apostólico en Munich y Berlín. "La KGB quería presentarlo como un anti-semita que había alentado el holocausto de Hitler", aseguró Pacepa y dijo que para lograrlo la KGB quería "modificar levemente" algunos documentos originales del Vaticano y para eso lo llamaron a él, cuando trabajaba en el servicio de inteligencia rumano.

Entre 1960 y 1962, el espía rumano envió cientos de documentos a la KGB relacionados con Pío XII. Según explica Pacepa, ninguno incriminaba al Pontífice pero de igual modo los enviaba para su posterior modificación.

Esos documentos alterados fueron utilizados luego para producir una obra en la que se atacaba al Pontífice que se tituló: "El Sustituto" y que se estrenó en la Alemania de 1963 bajo el título de "El Sustituto, una tragedia cristiana", que proponía que Pío XII apoyó a Hitler y lo alentó a seguir adelante con el holocausto judío.

A su vez, el director de la obra argumentaba falsamente que tenía 40 páginas de información que sustentaban lo que la obra mostraba. Un año después fue estrenada en Nueva York y traducida posteriormente a 20 idiomas; convirtiéndose luego en referencia obligada para una oleada de libros y artículos en donde se acusaba a Pío XII.

"Hoy en día, mucha gente que nunca escuchó de ‘El Sustituto’ está sinceramente convencida de que Pío XII fue un hombre frío y despiadado que odiaba a los judíos y que ayudó a Hitler a eliminarlos", explicó Pacepa y añadió que "como jefe de la KGB, Yury Andropov, el incomparable maestro del engaño soviético, solía decirme que las persona están más dispuestas a creer la maldad que en la santidad".

Pacepa también destaca que la verdad finalmente se conoce ahora que el proceso de canonización de Pío XII está en marcha. "Los testigos de todo el mundo prueban que Pío XII era enemigo y no amigo de Hitler", anotó.

Asimismo citó el libro "El Mito del Papa de Hitler: Cómo Pío XII rescató a los judíos de los nazis" de David G. Dalin, en el que queda claramente establecida la labor de ayuda del Papa Pacelli a favor del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.

"Al inicio de la Segunda Guerra, la primera encíclica del Papa Pío XII era tan anti-Hitler que la Real Fuera Aérea de Inglaterra dejó caer sobre Alemania 88 mil copias", concluye.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor AlejandraCatholic » Mar Jun 05, 2012 5:30 pm

Que bien este tema, pues debemos contrarrestar con la razón tanta mentira, ignorancia o difamación. Lo cual no excluye tampoco reconocer los errores que son ciertos y pedir perdón en nombre de quienes lo cometieron como nos dió ejemplo el Santo Padre Juan Pablo II. Saber que la Iglesia esta constituida por hombres y fallamos, dependiendo de la guarda de nuestro corazón, del cumplimiento de los mandatos del Señor y también de la presión del ambiente en que estemos.

Me interesó la leyenda negra acerca del Código da Vinci, porque ha arrastrado a muchos fieles tibios en contra de la Iglesia.
Este documental que les comparto es excelente, no dejen de verlo, aclara muchísimo, defiende, y da argumentos claros para no dejarnos confundir de quienes buscan intereses mezquinos o de quienes atacan con la verdad parcializada o desfigurada. Está en 5 partes que no pasan de 10 min c/u:

1. http://www.youtube.com/watch?v=QasFgCraLZU
2. http://www.youtube.com/watch?v=RTlG1SxC ... ure=relmfu
3. http://www.youtube.com/watch?v=S6uMxyO_ ... ure=relmfu
4. http://www.youtube.com/watch?v=MqrnaRzR ... ure=relmfu
5. http://www.youtube.com/watch?v=c75h7UT6 ... ure=relmfu

Saludos
AlejandraCatholic
 
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor leonzinha » Mar Jun 05, 2012 5:55 pm

Hola a todos:
Libros como el código Da Vinci, solo tienen la finalidad de combatir a los creyentes católicos.. sobretodo en estos tiempos que nos bombardean una serie de mensajes, criticas contra nuestra religión.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 05, 2012 8:35 pm

Leyendas Negras de la Iglesia

http://www.youtube.com/watch?v=FlkB8Rgn7Xs


LA LEYENDA NEGRA DEL SIGLO XVII
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 05, 2012 8:47 pm

Los judíos, Pío XII y la leyenda negra

P. Luis Montes VE

La publicación del documento "Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah", por parte de la Santa Sede, desencadenó un verdadero alboroto. Citamos sólo dos opiniones en contra y dos a favor para dar una idea (Cf. págs. 13-14).

Entre las reaciones negativas se destacan la del rabino jefe asquenazi de Israel, Meir Lau, el cual tildó al documento de "inaceptable" y acusó al Vaticano de "no haber hecho bastante". También la del historiador George Mosse, quien refiriéndose a Pío XII afirmaba: "El silencio fue su culpa". Y muchas otras.

Las reacciones positivas también fueron abundantes. Tullia Zevi, presidenta de la Unión de Comunidades Judías Italianas afirmó: "Este documento corona cincuenta años de diálogo" y "demuestra el coraje de Juan Pablo II, que más que cualquier otro Papa ha encontrado palabras de fuego para condenar el antisemitismo". Massimo Caviglia, director de Shalom, el mensual más difundido y acreditado de la comunidad hebrea italiana, explicaba: "Creo que Pío XII no pudo actuar de otra manera: sabía que si tomaba una posición oficial contra Hitler la persecución se habría vuelto también contra los católicos. Sin embargo, en privado ayudó a los judíos, dándoles asilo en edificios eclesiásticos. También mis padres se salvaron en un convento".

Después de citar estas opiniones se pregunta el A.:

"La diversidad de las valoraciones, así como las interpretaciones contrapuestas sobre el papel ejercido por la Iglesia durante la ocupación nazi en Europa, sugieren una infinidad de preguntas: ¿Habría podido evitar el Holocausto que la Santa Sede hubiera denunciado públicamente las atrocidades nazis? ¿Habría podido la Iglesia Católica hacer más por los judíos durante la persecución? ¿Las múltiples iniciativas de los católicos para salvar a los judíos eran acciones aisladas o formaban parte de un plan general?

Para responder a estos interrogantes es por lo que comencé la investigación de la que ha nacido este libro" (págs. 14-15).

Investigación concienzuda como verá todo el que lea el libro: el A ha consultado los testimonios documentados de la época, ha consultado diarios y revistas, ha leído decenas de libros, y, lo que no es menos importante, ha buscado los testimonios vivos de aquella época tormentosa: aquellos que expusieron su vida para salvar a los judíos de los campos de exterminio, y los testimonios de los mismos judíos que no habrían sobrevivido sin la ayuda de estos "ángeles de la caridad".

En definitiva, un estudio histórico consistente, que nos revela la veracidad del documento de la Santa Sede sobre la Shoah.

Se divide el libro en siete capítulos:
Los dos primeros dedicados a lo que hizo la Iglesia para salvar a los judíos de la ciudad de Roma después de su ocupación por los nazis.

El tercero contempla la red de asistencia a los judíos en el resto de Italia.

El cuarto está dedicado a aquellos que Israel honra con el título de Justos entre las Naciones.

El quinto
explica como nació la "leyenda negra" contra Pío XII.

El sexto trata del pontificado de Pío XII, especialmente en los años de la guerra.

El séptimo, finalmente, analiza la naturaleza pagana, racista y profundamente antihumana del régimen nazi.

Breve reseña de cada capítulo.

Capítulo primero: La caridad cristiana frente a la barbarie nazi.- Después de presentar el número de bajas que sufrió el clero católico por su empeño en salvar a los perseguidos por los nazis, y de presentar testimonios de judíos en defensa de la acción de la Iglesia en el período de la guerra[1], comienza a exponer algunos ejemplos preclaros de caridad cristiana heroica en favor de los hebreos: la obra pontificia para la emigración de los judíos, el Seminario de Letrán, las Hermanas de Sión, la Iglesia del Buen Pastor, la Providencia en Via di Donna Olimpia, la Iglesia Santa María in Vallicella, las Hermanas Compasionistas Siervas de María, las hermanas de María Niña, la obra de Don Orione. Todos estos casos son conocidos no tanto por aquellos que arriesgaron su vida (que en general prefieren mantener su buena obra en silencio, y sólo han aceptado testimoniar en beneficio de la verdad histórica), sino especialmente por los testimonios de los hebreos que ellos salvaron. Muchos de ellos han recibido agradecimientos oficiales o del Estado de Israel o de organizaciones judías italianas.

Se destaca en esta capítulo la historia de Israele Zolli, ex rabino jefe de la comunidad judía romana, perseguido por el nazismo, salvado por católicos. Obtuvo, después de la guerra una entrevista con Pío XII para agradecerle oficialmente todo lo que la Iglesia había hecho en favor del pueblo judío. A fines de julio del 44 presentó su renuncia como gran rabino. Le fue ofrecido el cargo de director del Colegio Rabínico, puesto que no se "dudaba en afirmar que en la comunidad judía no había una persona más competente y preparada para tan delicado oficio y, a la vez, tan estimada y apreciada por su honestidad y doctrina", en palabras del presidente de la comunidad judía. De manera cortés y decidida Zolli rehusó todo cargo. El 13 de febrero de 1945 fue bautizado en Santa María de los Ángeles y tomó el nombre de Eugenio en reconocimiento a Pío XII.

Capítulo segundo: Escondidos en la Catacumbas como los primeros cristianos.-En este capítulo siguen los testimonios de hechos heroicos en favor de los judíos en la ciudad de Roma. La comunidad Salesiana de San Calixto, las Hermanas de la Caridad, las Pías Maestras Filipinas, Sor Gertrude, y varios obispos entre los que se destacan Mons. O'Flaherty, Mons. Palazzini, Mons. Ronca, y Mons. Barbieri. Este último era llamado "el más grande falsificador del mundo", pues con una imprenta clandestina, logró falsificar treinta y siete mil carnets de identidad, de los cuales llegaron a usarse en favor de lo prófugos más de veinte mil.

Capítulo tercero: Una red de asitencia judeocristiana.-Una doble organización permitió extender esta red de asistencia durante la guerra a toda Italia. En primer lugar la Iglesia católica en cuanto tal. Sin la autorización, más aun, sin el pedido expreso de Pío XII hubiera sido imposible que los sacerdotes y religiosos trabajasen en semejante coordinación en un período tan caótico. Así lo expresó el entonces rabino de Roma al enterarse de la muerte de Pío XII.: "Más que ninguna otra persona, hemos tenido ocasión de experimentar la gran bondad y magnanimidad del papa durante los infelices años de la persecución y del terror, cuando parecía que para nosotros no habría ninguna salvación. La comunidad israelí de Roma, donde siempre ha sido muy vivo el sentimiento de gratitud por lo que la Santa Sede ha hecho en favor de los judíos romanos, nos autoriza a referir de manera explícita la convicción de que cuanto hizo el clero, los institutos religiosos y las asociaciones católicas para proteger a los perseguidos, no puede haber tenido lugar sino con la expresa aprobación de Pío XII" (pág. 74).

Pero la labor de protección y salvamento de los judíos por parte de la Iglesia no habría sido posible sin la existencia de la organización de asistencia judía llamada Delasem. "Sin este lazo habría sido difícil para la Iglesia católica haber entrado en contacto con todos los judíos que tenían necesidad de ayuda" (pág. 75).

Después de las leyes raciales que entraron en vigor el 17 de noviembre de 1939 se creó la Delegación de Asistencia a Emigrantes Judíos. Ésta desempeñó una intensa actividad de socorro hasta el 8 de setiembre, después de lo cual pasó a la clandestinidad. "Fue en ese momento cuando la Iglesia sustituyó a los dirigentes judíos, expandiendo la labor de socorro entre crecientes peligros y dificultades" (pág. 78).

El que tomó la dirección de la Delasem en Roma fue el P. capuchino Marie Benoit du Borg d'Ire, conocido simplemente como P. Benedetto, o más aún como "padre de los judíos". La impresionante obra de este sacerdote está contada en las páginas 78-81, así como los testimonios judíos de agradecimiento a su persona.

El resto del capítulo está dedicado a la obra de la Delasem en el resto de Italia, y también a la acción de los obispos franceses.

Capítulo cuarto: Quien salva una vida es como si salvara al mundo entero.-En 1953, el Parlamento judío creó el título de Justos entre las Naciones para recordar a aquellos que habían salvado la vida a uno o más judíos destinados a los campos de exterminio. Se trata del más alto reconocimiento otorgado a ciudadanos no judíos. Son alrededor de quince mil las personas de todo el mundo que han obtendido este título... 'Para los judíos, este reconocimiento equivale a vuestra causa de beatificación', sostiene Emanuele Pacifici, presidente italiano de la asociación Amigos del Yad Vashem" (pág. 103).

El que instruye la causa es el judío salvado del Holocausto, quien pide al Yad Vashem que reconozca como "justo" a aquel que se arriesgó para salvarlo. Para conseguir este reconocimiento hace falta haber salvado a los judíos de la persecución, haber arriesgado la vida y no haber recibido nada a cambio. De acuerdo a las investigaciones históricas hechas por Lucien Lazare "resulta que fueron al menos tres las categorías profesionales más comprometidas en la protección y salvación de los judíos, en este orden: los miembros del clero, los diplomáticos, y los funcionarios de las localidades y de la policía" (pág. 104). Todas las historias que trae el autor están perfectamente documentadas. En ellas se ve el heroísmo del amor cristiano, que no dejó de utilizar los medios más originales para salvar una vida más. Impresionante capítulo en el que no faltan los casos de aquellos que perdieron su vida por esta causa.

Capítulo quinto: La "Leyenda Negra" que oscurece el pontificado de Pío XII.- Cuando murió Pío XII el 9 de octubre de 1958, llegaron al Vaticano demostraciones de afecto y admiración procedentes de todo el mundo. Entre ellas se destacan muchas y muy importantes del mundo judío.

Por el contrario, actualmente, una leyenda negra ha caído sobre la vida y la obra de este gran Papa. Con ocasión de la publicación del documento de la Santa Sede sobre la Shoah, han sido muchas las voces de protesta por la defensa que hace el documento del Papa Pacelli. Para llegar a la verdad, se remonta el autor a las fuentes originales. En 1964 Pablo VI autorizó la publicación de los documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial: se conservan los dossiers gracias a los cuales es posible recorrer hora a hora las actividades del Papa. Están los discursos y mensajes del Papa; las cartas intercambiadas entre los nuncios y los dignatarios civiles y eclesiásticos; las notas de la Secretaría de Estado; la correspondencia diplomática entre la Secretaría de Estado, los embajadores acreditados ante la Santa Sede, los representantes del Vaticano en el extranjero y los delegados apostólicos.

"Todo este material fue recogido en 12 volúmenes y publicado en los años 1965-1982, con el título de Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale" (pág. 135).

Son 12 mil páginas desconocidas para la mayoría. Por este motivo el P. Blet (uno de los encargados de la publicación) ha publicado un ágil volumen: Pie XII et la Seconde Guerre Mondiale d'après les archives du Vatican. Es el mismo P. Blet el encargado de refutar, en este capítulo, las calumnias levantadas contra Pío XII: la acusación de que no intentó detener la guerra, sus presuntas simpatías filogermánicas, su cobardía por no denunciar públicamente al nazismo, el no haberse movido para salvar a los judíos perseguidos, su negativa de publicar la encíclica contra el racismo pedida por Pío XI, y su presunta correspondencia con Hitler. Trae después el autor testimonios de testigos oculares de los hechos los cuales refutan, también, la acusación del robo por parte del Vaticano del oro de los judíos croatas.

Capítulo sexto: Justicia para Pío XII.- Se destaca en este capítulo el testimonio del P. Gumpel quien "al tener que afrontar la relación entre la Santa Sede y los judíos durante el régimen nazi, a su excelente preparación y competencia... añade una experiencia personal. Heredero de una de las familias más importantes de Alemania, Gumpel sufrió lo indecible durante el régimen hitleriano por motivos políticos.

Muchos de sus familiares fueron asesinados, su madre encarcelada, y por dos veces él mismo tuvo que huir al extranjero para no caer víctima de los nazis" (pág 164).

Comenta Gumpel que "quien acusa a Pío XII, nunca lo hizo mientras él estaba vivo. Muchos de los que hoy atacan a Pío XII, o eran muy jóvenes o ni siquiera habían nacido cuando el nazismo cometía sus crímenes".

La leyenda negra contra Pío XII comenzó con una obra teatral representada por primera vez en Alemania con el título Der Stellvertreter El Vicario, de Rolf Hochhuth. Se afirma en dicha obra que Pío XII era un cobarde y un pronazi. Tras la publicación de El Vicario muchas voces se levantaron como protesta, incluídas la de varios judíos, no precisamente benévolos con la Iglesia Católica. La calumnias eran muy burdas.

En cuanto a la credibilidad de las investigaciones históricas de Hochhuth hay otros datos interesantes: en otra obra acusó a Churchill de haber mandado matar al general polaco Sikorski, muerto tras la caída de su avión en Gibraltar. Hochhuth estaba convencido de que no había sobrevivientes del accidente, pero el piloto que estaba vivo lo desmitió. Dura fue la reacción de la BBC y de los periódicos ingleses contra Hochhuth quien no fue tomado en serio, desde entonces, por nadie, y, sin embargo, sus calumnias sobre Pío XII se utilizan todavía.

Analiza, también el P. Gumpel, la cuestión del silencio de Pío XII, concluyendo que una protesta oficial contra Hitler habría desencadenado más aun su locura, trayendo como consecuencia más victimas cristianas y judías.

Capítulo séptimo: La Iglesia entre antijudaísmo, "mea culpa", y martirio.- Importantísimo este capítulo que analiza la acusación más grave que han hecho algunos judíos contra la Iglesia Católica: que por culpa del antisemitismo católico fue posible el Holocausto. O más directamenta aún, que la actitud de la Iglesia contra los judíos fue la causa de la aparición del nazismo.

A este respecto encontramos por ejemplo, las siguientes afirmaciones:

"El genocidio nació en el corazón de la crisitandad", Elie Wiesel, premio nobel de la paz.

El antijudaísmo de la Iglesia "preparó el terreno al Holocausto", Efraim Zuroff, director del centro Wiesenthal de Israel.

"La Iglesia enseñó a despreciarnos", Rabino David Rosen, de la Anti Defamation League.
Semejantes generalizaciones merecen una aclaración.

Dice le texto de la Santa Sede sobre la Shoah: "No se puede ignorar la diferencia que existe entre el antisemitismo... y... (aquello) que llamamos antijudaísmo" (IV).

El antisemitismo, está "basado en teorías contrarias a la enseñanza constante de la Iglesia sobre la unidad del género humano y la igual dignidad de todas las razas y de todos los pueblos". El llamado antijudaísmo consiste en "los sentimientos de sospecha y de hostilidad existentes desde siglos" contra los judíos.

De esto último la Iglesia reconoce que pecaron algunos de sus hijos. Más concretamente, se refiere el documento, a los países occidentales de tradición cristiana, incluidos algunos de América del Norte y del Sur, que "dudaron mucho en abris sus fronteras a los judíos perseguidos". Ello constituye "un grave peso de conciencia para dichas autoridades".
También reconoce el documento la falta de muchos cristianos que "constataron con horror la desaparición de sus vecinos judíos, pero no tuvieron la fuerza suficiente para elevar su voz de protesta".

Pero, no se puede, por respetar simples generalizaciones o contentar ciertos intereses acusarse de lo que no se ha hecho. Por ello, "frente al racismo antisemita del régimen hitleriano rechaza (la Iglesia) todo tipo de implicación" (pág. 184).

Para probar esta verdad analiza el autor el caracter pagano, inhumano, y también anticristiano -no sólo antijudío- del régimen de Hitler: su racismo contrario a la enseñanza de la Iglesia, las teorías que lo sustentan, el Estado como Dios que señala el bien y el mal, los medios aberrantes que utiliza.

Considera además la persecución que sufrió la Iglesia por oponerse al régimen nazi.

Al final del libro trae el autor el texto mismo: Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah.


En conclusión: las preguntas que hacía el autor en la Introducción encuentran satisfactorias respuestas. El libro, sin perder su agilidad, es profundo y bien documentado.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor sofiacero » Mar Jun 05, 2012 8:56 pm

anacerini escribió:Hermanos.me da mucho dolor leer todas las historias que sobre la Iglesia se han dicho y se siguen diciendo, en libros como Codigo Da Vinci.
Me parece que todo cambiaría muchos si tenemos conciencia que la Iglesia es santa porque su Cabeza(Jesucristo)lo es.-Y, terrenalmente, esta compuesta por hombres pecadores,que pueden ser santos o mil veces llenos de pecado.Pero Jesús vino a salvarnos y redimirnos si nos arrepentimos y se toma la senda recta... Bendiciones mil. Ana Cerini


Concuerdo contigo Ana.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 05, 2012 9:20 pm

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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor J Julio Villarreal M » Mar Jun 05, 2012 9:44 pm

Las Cruzadas, entre el mérito y el mea culpa.

Los historiadores hacen una relectura en el noveno centenario
En coincidencia con el noveno centenario de la primera expedición a Tierra Santa (15 julio 1099), guiada por Godofredo de Bouillon y Raimundo de Tolosa, que se concluyó con la victoriosa conquista cristiana de Jerusalén, las páginas culturales de los diarios se han llenado de artículos, se han celebrado exposiciones y congresos de estudiosos para recordar este evento.

Como es bien conocido, el asunto de las Cruzadas es controvertido y una cierta publicidad ha utilizado siempre las Cruzadas para criticar ásperamente a la Iglesia católica. Una postura que se ha hecho común y que no ha tenido nunca en cuenta los resultados de las investigaciones históricas.

Aunque los medios de comunicación presionan para que los católicos, ante el Jubileo, carguen con todas las culpas, nuevos descubrimientos históricos demuestran que el asunto de las Cruzadas fue mucho más complejo de lo que se cree. El jesuita Carmelo Capizzi, profesor de Historia Medieval en la Pontificia Universidad Gregoriana, ha escrito un artículo en el último número de «Civiltà Cattolica» en el que sostiene que: «Muy lejos de haber sido inútiles o nefastas, las Cruzadas contribuyeron a crear situaciones históricas positivas, que desembocaron en procesos internacionales todavía abiertos y de vital importancia».

El artículo critica valoraciones «demasiado superficiales sobre el evento histórico» e invita a los estudiosos a acercarse a él libres de condicionamientos ideológicos. El padre Capizzi invita a «rescatar» a las Cruzadas de la que él considera historiografía de signo laicista y por tanto fuertemente condicionada. Hubo errores, admite el padre Capizzi, pero estos no justifican la condena de las Cruzadas que, en su opinión, se deben considerar como un factor de progreso social y cultural. «Se equivocan --concluye-- quienes atribuyen a la Cruzada finalidades que ésta no se propuso jamás como, por ejemplo, la propagación de la fe a mano armada».

El artículo de «Civiltà Cattolica» es compartido por el escritor católico Vittorio Messori, que ha declarado al «Corriere della Sera» que«se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los musulmanes, destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que hicieron en el Norte de Africa, en Turquía y en la parte de España que ocuparon durante ochocientos años».

Para el historiador Franco Cardini, los equívocos sobre este problema nacen de una visión reductiva de la historia: «Se separa el hecho militar (la Cruzada) de un contexto profundamente denso y positivo». Para valorar mejor la situación, añade Cardini, «haría falta reinsertarla en su contexto histórico con lo que muchas polémicas no tendrían razón de ser».«Por otra parte --explica el historiador medievalista-- la palabra Cruzada es una expresión moderna que se usa sistemáticamente sólo desde el siglo XVIII. Hasta entonces había términos que definían al "cruzado" pero no existía la palabra abstracta. Esto significa que, hablando de Cruzadas desde el 1700 a hoy, se ha hecho toda una serie de generalizaciones engañosas».


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Monseñor Rino Fisichella, obispo auxiliar de Roma y vicepresidente de la Comisión teológico-histórica del Jubileo, ha explicado a Radio Vaticana que «el tema de las Cruzadas es complejo. No estoy de acuerdo con quienes sólo hacen de las cruzadas una lectura religiosa o una guerra santa. No olvidemos que se trata de un fenómeno que abarca cerca de 200 años de historia y no se puede reducir todo a una sola lectura religiosa. El juicio sobre las Cruzadas debe ser complejo y global, de otro modo existe el riesgo de hacer una transposición de las concepciones y las conquistas que el pensamiento ha hecho hoy y llevarlas al pasado. Ante el Jubileo, es justo que tratemos de evaluar cuáles han sido, en los hechos de nuestra historia, los aspectos positivos que han llevado progreso, que han hecho madurar la conciencia y el comportamiento de algunos cristianos y los que han sido limitadores, que no han permitido dar una visión plena y profunda de la santidad de la Iglesia».

«Las Cruzadas --afirma monseñor Fisichella-- han sido presentadas en el pasado como un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, para decir ver quién tenía razón y quién estaba equivocado, entre quién era más fuerte y quién era más débil. Pero hoy, a la luz de la historia, de otras conquistas de la humanidad, y de la mayor conciencia que la Iglesia tiene de su historia, creo que es mejor hablar de complementariedad. No es ya un enfrentamiento entre Oriente y Occidente sino la conciencia de que los dos mundos, las dos culturas, las dos realidades tienen que conocerse e integrarse mutuamente».
J. J. V. M.
"Qué el Espíritu Santo nos ilumine el camino y la Santísima Virgen María nos cubra y proteja con su manto".
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor J Julio Villarreal M » Mar Jun 05, 2012 9:47 pm

Cronología de las cruzadas

Aunque Las Guerras Santas han existido por siglos innumerables, La Cruzadas son las ocho campañas en las Tierras Santas que tuvieron lugar de 1095 hasta 1270 . La siguiente es una cronología global de esas ocho campañas:
La cruzada de los labriegos

El apogeo del poderío latino en el oriente
Tras la conclusión de la primera Cruzada los colonos europeos en el Levante establecieron cuatro estados, el más grande y poderoso de los cuales fue el reino latino de Jerusalén. Al norte de este reino, en la costa de Siria, se encontraba el pequeño condado de Trípoli. Más allá de Trípoli estaba el principado de Antioquía, situado en el valle del Orontes. Más al este aparecía el condado de Edesa (ahora Urfa, Turquía), poblado en gran medida por cristianos armenios.

Los logros de la primera Cruzada se debieron en gran medida al aislamiento y relativa debilidad de los musulmanes. Sin embargo, la generación posterior a esta Cruzada contempló el inicio de la reunificación musulmana en el Próximo Oriente bajo el liderazgo de Imad al-Din Zangi, gobernante de Mosul y Halab (actualmente en el norte de Siria). Bajo el mando de Zangi, las tropas musulmanas obtuvieron su primera gran victoria contra los cruzados al tomar la ciudad de Edesa en 1144, tras lo cual desmantelaron sistemáticamente el Estado cruzado en la región.

La respuesta del Papado a estos sucesos fue proclamar la segunda Cruzada a finales de 1145. La nueva convocatoria atrajo a numerosos expedicionarios, entre los cuales destacaron el rey de Francia Luis VII y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Conrado III. El ejército germano de Conrado partió de Núremberg (en la actual Alemania) en mayo de 1147 rumbo a Jerusalén. Las tropas francesas marcharon un mes más tarde. Cerca de Dorilea las tropas germanas fueron puestas en fuga por una emboscada turca. Desmoralizados y atemorizados, la mayor parte de los soldados y peregrinos regresó a Europa. El ejército francés permaneció más tiempo, pero su destino no fue mucho mejor y sólo una parte de la expedición original llegó a Jerusalén en 1148. Tras deliberar con el rey Balduino III de Jerusalén y sus nobles, los cruzados decidieron atacar Damasco en julio. La fuerza expedicionaria no pudo tomar la ciudad y, muy poco más tarde de este ataque infructuoso, el rey francés y lo que quedaba de su ejército regresaron a su país.

PRIMERA CRUZADA 1095-1099
El 28 de Noviembre de 1095, en el Concilio de Clermont, al grito de «¡Dios lo quiere! », el papa Urbano II invitó a todos los cristianos a tomar el camino de Jerusalén, ostentando una cruz como enseña. La Santa Sede asumió la organización y dirección de la empresa. Urbano II designó como legado suyo a Ademar de Monteil, obispo de Puy. Se formaron cuatro ejércitos: los caballeros del sur de Francia, capitaneados por el conde de Tolosa Raimundo de Saint – Gilles, atravesaron los Alpes, el valle de Po y Dalmacia; los de Lorena, al mando de Godofredo de Bouillon y de Balduino de Flandes, cruzaron Alemania y Hungría; los caballeros del norte de Francia, al mando de Hugo de Vermandois, y los normandos de Bohemundo de Tarento y de su sobrino Tancredo siguieron rutas más meridionales.

El emperador bizantino Alejo I Comnend, facilitó a éstos el paso a Asia Menor. Pronto los cruzados se apoderaron de Nicea; en Dorilea (1 –VII – 1097) obtuvieron una aplastante victoria sobre los selyúcidas, lo que les permitió alcanzar Antioquía, a través de Frigia y del Tauro, sin hallar gran resistencia. Conquistada Antioquía tras penoso asedio (1098), los cruzados intentaron adueñarse de Damasco. El legado pontificio Daímberto, sucesor de Ademar de Monteil, se apresuró a organizar el reino latino de Jerusalén, cuya Corona fue ofrecida a Godofredo de Bouillon. En Europa habían sido creados el condado de Edesa (1097 – 1144) y el principado de Antioquía (1098 – 1268).


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SEGUNDA CRUZADA 1147 – 1149
La conquista de Edesa por Zenguí, sultán turco de Mosul, hizo comprender a la cristiandad la fragilidad de sus establecimientos en Siria y Palestina. El papa Eugenio III confió a san Bernardo de Claraval la predicación de una nueva Cruzada, cuya dirección asumieron Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania. Los ejércitos franceses partieron de Metz, mientras los alemanes desde Ratisbona; siguiendo el valle del Danubio arribaron a Contantinopla. En Anatolia, Conrrado III fue vencido por los turcos y decidió regresar a Constantinopla así desde allí embarcar hacia San Juan de Acre. En la ciudad Santa SE reunieron todas las fuerzas expedicionarias. Luis VII y Conrado III decidieron poner sitio a Damasco. La segunda cruzada, en la que había tantas esperanzas, constituyó un rotundo fracaso.

TERCERA CRUZADA 1189 – 1192.
Tras su victoria sobre Guido de Lusignan en la batalla de Hatin (Junio de1187), los turcos de Saladino se apoderaron de Jerusalén (Octubre de 1187) y del reino latino. El papa Gregorio VIII se apresuró a pedir de todos los monarcas apoyo para recuperar la Ciudad Santa. Afines de 1189 se sumaron a la cruzada Felipe Augusto de Francia y el monarca inglés Ricardo Corazón de León. Los expedicionarios alemanes, desde Ratisbona, tomaron la ruta del Danubio, a Constantinopla y pasaron al Asia Menor, donde derrotaron a los turcos cerca de Inconium; pero la inesperada muerte de Federico Barbarroja, un mes después, al atravesar el río Cnido, en Cicilia, privó a la tercera cruzada de su mejor estratega.

No tardaron en surgir dudas y desacuerdos entre el monarca inglés y el francés, por lo que Guido de Lusignan decidió regresar a su país. La tercera cruzada se convirtió en una empresa personal del esforzado pero poco hábil Ricardo Corazón de León, quien logró derrotar a Saladini en Arsuf, pero no consiguió conquistar Jerusalén. El soberano inglés y el sultán turco, acordaron una tregua de tres años, tres meses, tres semanas y tres días; elmantenimiento de las posiciones respectivas y el libre acceso a Jerusalén de los peregrinos cristianos, sin armas y en pequeños grupos. La cristiandad no pudo admitir con alegría este acuerdo: habían sido muchas las fuerzas movilizadas para un tan pobre resultado.

CUARTA CRUZADA 1202-1202
A la muerte de Saladino (1193), el papa Celestino III encomendó al emperador Enrique VI la organización de una nueva cruzada; pero la repentina muerte del monarca alemán (1197) abocó la empresa al fracaso. Poco después de ser elevado al trono papal, Inocencio III hizo un nuevo llamamiento a la cristiandad, instándola a anuar sus fuerzas y reconquistar los Santos Lugares. El emperador alemán Felipe de Suabia y numerosos caballeros del Occidente europeo respondieron a la llamada del papa, pero como se vieron los motivos que impulsaban a unos y a otros eran muy dispares. Mientras que el papa Inocencio III deseaba ardientemente la recuperación de la Ciudad Santa, Venecia sólo pretendía consolidar su dominio del comercio en el mediterráneo oriental; por su parte, Felipe de Suabia, alegando los derechos de su esposa, trataba de hacerse con el trono de Constantinopla; finalmente, debe destacarse que fue el ansia de botín, más que una convicción religiosa, lo que movió a la nobleza de Occidente a alistarse en el ejército cruzado.


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Los cruzados, no pudiendo reunir la cantidad convenida, pagaron los servicios de las naves venecianas con la conquista de la ciudad de Zara, que poco antes se había liberado del dominio de la Serenísima y se había entregado al rey de Hungría. Desde Zara la expedición puso rumbo a Constantinopla, dividida por las luchas entre Alejo III e Isaac II. Los cruzados tomaron la ciudad y repusieron en el trono a Isaac II, al que quedó asociado su hijo Alejo IV; éstos, según lo acordado previamente, concedieron a los venecianos extraordinarios privilegios comerciales y decretaron la unión de las iglesias bajo la autoridad del romano pontífice. Tales medidas provocaron un levantamiento popular que depuso a Isaac II y a Alejo IV y que elevó al poder a Alejo V Ducas; éste anuló todas las disposiciones dadas por sus antecesores, a lo que replicaron los cruzados sitiando nuevamente Constantinopla. Dueños de la ciudad, resolvieron no abandonarla, y eligieron emperador a Balduino de Flandes, mientras que los restantes caballeros expedicionarios y Venecia se repartían las provincias del imperio.

QUINTA CRUZADA 1218-1221
Aunque muy afectado por el imprevisto fin de la Cuarta Cruzada, Inocencio III no cejó en su desempeño de agrupara toda la cristiandad occidental y, bajo la autoridad papal, conducirla a la conquista de los Santos Lugares. El IV Concilio de Letrán (1215) aprobó la predicación de una nueva cruzada. La muerte sorprendió a Inocencio III apenas iniciados los preparativos (1216). Su sucesor, Honorio III, prosiguió la empresa. Participaron en ella Andrés II de Hungría, el duque Leopoldo VI de Austria, Guillermo de Holanda y Juan de Brienne, rey titular de Jerusalén, entre otros. En un principio la expedición tuvo como objetivo la conquista de Palestina, pero no habiendo logrado expugnar el Monte Tabor, los cruzados se trasladaron hacia Egipto, donde tomaron Damieta y obtuvieron un cuantioso botín. Alramado, el sultán ayubita les propuso la paz, que el cardenal pelagio, legado pontificio, creyendo fácil la conquista de todo el país, rechazó, contra el parecer de Juan, partidario de canjear Damieta por Jerusalén. Los expedicionarios marcharon sobre El Cairo, pero los continuos ataques de que eran objetos y la crecida del Nilo les obligaron a emprender la retirada. Los supervivientes, para salvar su vida y su libertad, hubieron de devolver Damieta al sultán (1221).

SEXTA CRUZADA 1228-1229
La predicó el papa Honorio III, y desde un primer momento se contó con el emperador Federico II prestaría a ella todo su apoyo y colaboración. El monarca alemán había hecho numerosas promesas en tal sentido, pero jamás había tenido intención de cumplirlas. (Federico II veía a la cruzada como algo anacrónico: a sus ojos la diplomacia era un arma más eficaz que la guerra; por otra parte, la cruzada había de favorecer los intereses del papado, su encarnizado rival,, pero en modo alguno los suyos.) Una y otra vez Federico II aplazó la expedición. Sólo ante la excomunión lanzada contra él por Gregorio IX, el enérgico sucesor de Honorio III, Federico II decidió embarcarse hacia Palestina, acompañado de un reducido ejército (1228). Su propósito no era la conquista de los santos Lugares, sino el establecimiento de un condominio cristiano-musulmán sobre ellos. Federico II y el sultán egipcio llegaron fácilmente a un acuerdo, por el que aquél recibió Jerusalén, Nazaret, Belén y las poblaciones situadas junto al camino entre el puerto de Jaffa y la Ciudad Santa; también se concertó una tregua de diez años (1229).

SÉPTIMA CRUZADA 1248-1254
En 1939, poco antes de expirar la tregua acordada en 1229, Teobaldo de Champaña, rey de Navarra, dirigió una expedición a Tierra Santa, sin resultado alguno. Como respuesta, los musulmanes se adueñaron nuevamente de Jerusalén. Un año después, en 1240, Ricardo de Cornualles recupera los Santos Lugares para la cristiandad, pero por poco tiempo: en 1244 las fuerzas cristianas en Palestina eran derrotadas en la batalla de Gaza y, como consecuencia, solo jaffa y San Juan de acre permanecían bajo su dominio. Ante este desastre el papa Inocencio IV Hizo un nuevo llamamiento a los príncipes cristianos. Luis IX de Francia asumió la dirección de la cruzada. El monarca y lo mas granado de la nobleza Francesa embarcaron en Aigües-Mortes (1248), rumbo a Chipre y Egipto, donde, tras apoderarse de Damieta (1249), marcharon sobre El Cairo. Como hicieran treinta años antes los expedicionarios de la Quinta Cruzada, Luis IX y sus caballeros desoyeron las ofertas del sultán egipcio de canjear Damieta por los Santos Lugares. En las proximidades de Mensura los musulmanes infligieron a los cruzados una dura derrota, y en la retirada fue hecho prisionero el rey Francés con buena parte de su hueste. El precio de su libertad fue la entrega de Damieta y de un millón de besantes de oro. Desde Egipto Luis IX paso a Palestina, donde permaneció varios años, hasta 1254, impulsando la fortificación de las pocas plazas en poder de los cristianos.


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OCTAVA CRUZADA 1270-12??
La perdida de Jaffa y de Antioquía (1268) Hacia proveer un inmediato fin de los establecimientos cristianos en Oriente. Ello Movió a Luis IX a tomar nuevamente la cruz. Probablemente cediendo a los deseos de su hermano Carlos de Anjou, rey de Nápoles y de Sicilia, deseoso de liberarse de los piratas que asolaban las cosas de los estados, el monarca Francés decidió atacar al Islam por la retaguardia. Desde Aigües-Mortes, donde embarco el 1 de agosto de 1270, puso rumbo a Túnez. Pocos días después de haber formado el cerco de esta ciudad, se declaro una terrible epidemia entre los sitiadores; el 25 de agosto sucumbía Luis IX. La expedición quedo al mando de Carlos de Anjou, quien obtuvo del sultán tunecino un ventajoso tratado (1270). En 1274 el papa alentó una nueva expedición, a la que prometió su ayuda el emperador Rodolfo de Habsburgo; pero no paso de ser un proyecto. Aun en el s. XIV la cristiandad organizo varias campañas contra los infieles, que no pueden ser calificados de cruzada.

Consecuencias De Las Cruzadas
La expulsión de los latinos de Tierra Santa no puso fin a los esfuerzos de los cruzados, pero la respuesta de los reyes europeos y de la nobleza a nuevas convocatorias de Cruzadas fue débil, y las posteriores expediciones se llevaron a cabo sin ningún éxito. Dos siglos de Cruzadas habían dejado poca huella en Siria y Palestina, salvo numerosas iglesias, fortificaciones y una serie de impresionantes castillos, como los de Marqab, en la costa de Siria, Montreal, en la Transjordania, el krak de los Caballeros, cerca de Trípoli y Monfort, cerca de Haifa (Israel). Los efectos de las Cruzadas se dejaron sentir principalmente en Europa, no en el Próximo Oriente. Los cruzados habían apuntalado el comercio de las ciudades italianas, habían generado un interés por la exploración del Oriente y habían establecido mercados comerciales de duradera importancia. Los experimentos del Papado y de los monarcas europeos para obtener los recursos monetarios para financiar las Cruzadas condujeron al desarrollo de sistemas de impuestos directos de tipo general, que tuvieron consecuencias a largo plazo para la estructura fiscal de los estados europeos. Aunque los estados latinos en el Oriente tuvieron una corta vida, la experiencia de los cruzados estableció unos mecanismos que generaciones posteriores de europeos usarían y mejorarían, al colonizar los territorios descubiertos por los exploradores de los siglos XV y XVI.
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor sofiacero » Mar Jun 05, 2012 9:52 pm

ayga127 escribió: Afortunadamente, el cristianismo, a diferencia de las ideologías, tiene siempre una doctrina buena, cierta y definitiva que le permite rectificar los errores prácticos en los que pueden incurrir algunos de sus miembros: el Evangelio.


Me gustó como termina el aporte de Ayga127 porque nos da la clave para no caer en las trampas de las Leyendas Negras. Tenemos que ser cristianos con capacidad de dicernimiento pero sobretodo con una fé fundamentada en las enseñanzas de Jesús, y cual es la base de su enseñanza: El amor, primero a Dios y luego al prójimo.

Muchas de las leyendas negras están basadas en hechos reales que han sigo manipulados para manchar la reputación de la Iglesia Católica y a España en Concreto. Se ha exagerado y resaltado estas "leyendas" también para tapar hechos acontecidos por países rivales que cometieron actos iguales o peores de los que acusan a los españoles católicos. Eso no justifica hechos como la Inquisición, que en lo personal me parece una etapa horrible de la historia, aun hayan sido miles los torturados o tan solo una persona, sus metodos fueron deplorables y contrarios a los fundamentos de la iglesia.

¿Pero es la iglesia católica responsable por los hechos de la Inquisición? No, porque la iglesia es Jesucristo y todos sus creyentes, así como las enseñanzas que Él nos dejó. Los reponsables fueron hombres que viendose con poder dentro de la institución, lo usaron para imponer sus propias creencias.

Entonces mis queridos amigos debemos tener cuidado de las Leyendas Negras, tanto en creer sus exageraciones, pero tampoco justificando los hechos que las inspiraron. La iglesia está compuesta de hombres, y como hombres a veces cometen errores. Pero también la Iglesia Católica se fundamenta en el amor y doctrina de Cristo, y como dijo Ayga en su aporte, es en el donde tenemos que poner nuestro criterio para no propiciar hechos que se conviertan en leyendas negras.
sofiacero
 
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Re: Investigación turística 5: La ruta de las Leyendas Negras

Notapor Angelesvolando » Mar Jun 05, 2012 10:11 pm

Buenas noches compañeros de viaje.

Gracias a los aportes de cada uno he aprendido, he"viajado",he conocido, me he maravillado,me he sorprendido,me ha dado sana curiosidad,he entendido sinnúmero de aspectos relacionados con el conocimiento de mi religión.
Son tantos y tan interesantes los aportes que tengo que "estirar" mi tiempo.
Quisiera colaborar con temas pero es poco mi conocimiento y mucho mi deseo de aprender.

Gracias, gracias.
Ciao.
Angelesvolando
 
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