Investigación turística 7: 50 años del Concilio Vaticano II

En esta ocasión, en el curso “Basílicas y Capillas papales”, haremos un recorrido virtual por Roma. Nuestro objetivo religioso es claro: las basílicas y capillas papales, una cada semana, pero al mismo tiempo iremos conociendo Roma y todos los atractivos socioculturales que tiene para el turista.


Fecha de inicio del curso: 7 mayo de 2012

Fecha de finalización del curso: 7 julio de 2012

Periodicidad de envió de las lecciones: semanal

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Moderadores Animadores

Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 19, 2012 5:20 pm

Carta apostólica en forma de Motu proprio titulada Porta fidei del Papa Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la Fe

Ofrecemos a continuación la Carta apostólica en forma de Motu proprio titulada Porta fidei del Papa Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la fe, publicada el 17 de octubre de 2011.

1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros.

http://humanitas.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=1377%3Acarta-apostolica-en-forma-de-motu-proprio-titulada

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CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO
PORTA FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE


1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.

Y concluye
: Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.
BENEDICTO XVI

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/motu_proprio/documents/hf_ben-xvi_motu-proprio_20111011_porta-fidei_sp.html

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DOS LINK EN DONDE PODEMOS ENCONTRAR LA CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO
PORTA FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI.
CON ESTA CARTA APOSTOLICA NOS CONCOCA AL "AÑO DE A FE"
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor maycito » Mar Jun 19, 2012 5:25 pm

LA FE PARA NUESTROS PUEBLOS EN AMERICA LATINA

Culturas Indígenas

"El papel histórico, espiritual, cultural y social que ha desempeñado la Iglesia católica en América Latina sigue siendo primario, también gracias a la feliz fusión entre la antigua y rica sensibilidad de los pueblos indígenas con el cristianismo y con la cultura moderna. Como sabemos, algunos ambientes afirman un contraste entre la riqueza y profundidad de las culturas precolombinas y la fe cristiana, presentada como una imposición exterior o una alienación para los pueblos de América Latina. En verdad, el encuentro entre estas culturas y la fe en Cristo fue una respuesta interiormente esperada por esas culturas. Por tanto, no hay que renegar de ese encuentro, sino que se ha de profundizar: ha creado la verdadera identidad de los pueblos de América Latina" (A los Nuncios Apostólicos en América Latina: 17-II-2007).

"La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica cultura cristiana de este Continente expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sintonía en la diversidad de culturas y de lenguas. En la actualidad, esa misma fe ha de afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos.

¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del bautismo, la vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar sus culturas, purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio.

El anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña. Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta.

En la última instancia, sólo la verdad unifica y su prueba es el amor. Por eso Cristo, siendo realmente el Logos encarnado, "el amor hasta el extremo" , no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona; por el contrario, la respuesta anhelada en el corazón de las culturas es lo que les da su identidad última, uniendo a la humanidad y respetando a la vez la riqueza de las diversidades, abriendo a todos al crecimiento en la verdadera humanización, en el auténtico progreso. El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura.

La sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos. Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar" (Mensaje de Apertura de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida: 13-V-2007).

La Iglesia ante las culturas

"Para cumplir la misión salvífica que la Iglesia recibió de Cristo, se trata de hacer que el Evangelio penetre en lo más profundo de las culturas y las tradiciones de vuestro pueblo, caracterizadas por la riqueza de sus valores humanos, espirituales y morales, sin dejar de purificar estas culturas, mediante una conversión necesaria, de lo que en ellas se opone a la plenitud de verdad y de vida que se manifiesta en Cristo Jesús. Esto también requiere anunciar y vivir la buena nueva, entablando sin temor un diálogo crítico con las culturas nuevas vinculadas a la aparición de la globalización, para que la Iglesia les lleve un mensaje cada vez más pertinente y creíble, permaneciendo fiel al mandato que recibió de su Señor" (A los obispos de Camerún: 18-III-2006).

"El cristianismo está abierto a todo lo que hay de justo, verdadero y puro en las culturas y en las civilizaciones; a lo que alegra, consuela y fortalece nuestra existencia. San Pablo, en la carta a los Filipenses, escribió: 'Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo esto tenedlo en cuenta' (Flp 4, 8). Por tanto, los discípulos de Cristo reconocen y acogen de buen grado los auténticos valores de la cultura de nuestro tiempo, como el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico, los derechos del hombre, la libertad religiosa y la democracia. Sin embargo, no ignoran y no subestiman la peligrosa fragilidad de la naturaleza humana, que es una amenaza para el camino del hombre en todo contexto histórico. En particular, no descuidan las tensiones interiores y las contradicciones de nuestra época. Por eso, la obra de evangelización nunca consiste sólo en adaptarse a las culturas, sino que siempre es también una purificación, un corte valiente, que se transforma en maduración y saneamiento, una apertura que permite nacer a la 'nueva creatura' que es el fruto del Espíritu Santo" (A la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana: 19-X-2006).

"El Señor Jesús, en el misterio de la Encarnación, naciendo de mujer como hombre perfecto, no sólo está en relación directa con las expectativas expresadas en el Antiguo Testamento, sino también con las de todos los pueblos. Con eso, Él ha manifestado que Dios quiere encontrarse con nosotros en nuestro contexto vital. Por tanto, para una participación más eficaz de los fieles en los santos Misterios, es útil proseguir el proceso de inculturación en el ámbito de la celebración eucarística, teniendo en cuenta las posibilidades de adaptación. Para lograr este objetivo, recomiendo a las Conferencias Episcopales que favorezcan el adecuado equilibrio entre los criterios y normas ya publicadas y las nuevas adaptaciones, siempre de acuerdo con la Sede Apostólica" (Exhortación Sacramentum Caritatis, 54).

¿Qué hacer?

"La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegrías de sus hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo. El discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro" (Discurso Inaugural en Aparecida: 13-V- 2007).

"El encuentro de las culturas es una realidad fundamental en nuestra época y para el futuro de la humanidad y de la Iglesia. El hombre y la mujer no pueden alcanzar un nivel de vida verdadera y plenamente humano si no es precisamente mediante la cultura. Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es terreno privilegiado para el diálogo entre quienes están comprometidos con la búsqueda de un auténtico humanismo, para que crezca una nueva generación capaz de diálogo y discernimiento, comprometida a difundir el respeto y la colaboración con vistas a la paz y al desarrollo" (A estudiantes internacionales: 2-XII-2011).

Ser testigos de Dios en la cultura

"A Dios se lo conoce a través de hombres y mujeres que lo conocen: el camino hacia Él pasa, de modo concreto, a través de quien ya lo ha encontrado. Aquí es particularmente importante vuestro papel de fieles laicos. Estáis llamados a dar un testimonio transparente de la importancia de la cuestión de Dios en todos los campos del pensamiento y de la acción. En la familia, en el trabajo, así como en la política y en la economía, el hombre contemporáneo necesita ver con sus propios ojos y palpar con sus propias manos que con Dios o sin Dios todo cambia" (Al Consejo Pontificio para los laicos 25-XI-2011).

"Ha habido muchos conflictos provocados por la ceguera del hombre, por sus ansias de poder y por intereses político-económicos que ignoran la dignidad de la persona o de la naturaleza. Hay demasiados escándalos e injusticias, demasiada corrupción y codicia, demasiado desprecio y mentira, excesiva violencia que lleva a la miseria y a la muerte. La agresividad es una forma de relación bastante arcaica, que se remite a instintos fáciles y poco nobles. Utilizar las palabras reveladas, las Sagradas Escrituras o el nombre de Dios para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias, es un delito muy grave. No privéis a vuestros pueblos de la esperanza; es necesario que seáis verdaderos servidores de la esperanza. La Iglesia no ofrece soluciones técnicas ni impone fórmulas políticas. Ella repite: ¡No tengáis miedo! La humanidad no está sola ante los desafíos del mundo. Dios está presente y este es un mensaje de esperanza, una esperanza que genera energía, que estimula la inteligencia y da a la voluntad todo su dinamismo. Esperar no es abandonar; es redoblar la actividad. La desesperación es individualista. La esperanza es comunión. Sed sembradores de esperanza. Tener esperanza no es ser ingenuo, sino hacer un acto de fe en Dios, Señor del tiempo y también Señor de nuestro futuro" (En su viaje a África: 19-XI-2011).

Evangelización de la misma Iglesia

"Se observa un desplome preocupante de los fundamentos intelectuales, culturales y morales de la vida social, y un creciente sentido de desconcierto e inseguridad, especialmente entre los jóvenes, frente a los grandes cambios sociales. Los obstáculos para la fe y la práctica cristiana puestos por una cultura secularizada influyen negativamente en la vida de los creyentes. Inmersos en esta cultura, los creyentes a diario están turbados por las objeciones. Por las cuestiones inquietantes y por el cinismo de una sociedad que parece haber perdido sus raíces, por un mundo en el que el amor a Dios se ha enfriado en numerosos corazones. La evangelización, por consiguiente, se presenta no sólo como una tarea que es preciso realizar hacia fuera de la Iglesia. Nosotros mismos somos los primeros en necesitar evangelización. La respuesta definitiva sólo puede brotar de una autoevaluación rigurosa, crítica y constante, y de una conversión a la luz de la verdad de Cristo" (A Obispos de Estados Unidos: 26-XI-2011).
maycito
 
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor jacqui50 » Mar Jun 19, 2012 6:04 pm

Sobre la Carta Apostólica de Benedicto XVI me queda claro que se ha declarado el año de la fe iniciando el 11 de octubre de 2012 y termina el 24 de noviembre del 2013. Me parece una oportunidad importante que coincide con la celebración de 50º aniversario del Concilio Vaticano II, y que fungirá como esfuerzo renovador de esas pláticas y de la puesta en práctica de las enseñanzas del Catecismo publicado años después.

Me parece que nombrar el año de la paz abre grandes oportunidades para retomar las declaraciones y acuerdos del Concilio. En especial porque se pone de manifiesto el esfuerzo de párrocos y obispos para difundir y renovar el entendimiento de la fe y el catecismo.

Me gustaría ver que en el año de la fe, se den a conocer lineamientos del catecismo o se explique más la liturgia, como se hace cada año durante la cuaresma. Es decir, se observa mayor participación del clero y la sociedad en esa época, se distribuye información con más claridad y se ve un acercamiento mayor entre los integrantes de la iglesia. Ojalá que el año de la fe sea como la cuaresma en términos de información y acercamiento.
jacqui50
 
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jun 19, 2012 7:09 pm

El Concilio Vaticano II fue el Concilio Ecuménico XXI de la Iglesia Católica convocado por S.S. el Papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX.
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El Concilio constó de cuatro sesiones:

La primera de ellas fue presidida por el mismo Papa Juan XXIII, en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, el 3 de junio de 1963.
Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, S.S. el Papa Pablo VI, de 1963 hasta su clausura en 1965 .

Temas de discusión.-

.- Promover el desarrollo de la fe católica.
.- Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
.- Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Cánones
Documentos y declaraciones

Constituciones: Dei Verbum, Lumen gentium, Gaudium et spes y Sacrosanctum concilium.
Decretos: Ad Gentes, Apostolicam Actuositatem, Christus Dominus, Inter Mirifica, Optatam Totius, Orientalium Ecclesiarum, Perfectae Caritatis, Presbyterorum Ordinis y Unitatis Redintegratio.
Declaraciones: Dignitatis Humanae, Gravissimum Educationis y Nostra Aetate.

Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y razas, con una asistencia de 2450 padres conciliares, obispos, procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas. La lengua oficial del Concilio fue el latín

SUS LOGROS.
Un cambio muy grande en la Iglesia, desde el lenguaje, ornamentos, cambio del altar, reformas dentro del Templo, así como en los “rituales” , obligaciones y deberes de acuerdo a los nuevos lineamientos como; la vigilia, abstinencia, preparación, evangelización. Mayor participación de la feligresía en la Celebración Eucarística, cambiando signos y gestos. Fue un cambio difícil, muchos no lo aceptaban y otros poco a poco fue dándose el cambio beneficiando a todos. Algunos se fueron al libertinaje y no a la libertad de participar después de estar preparados para realizar las Lecturas en el ambón, ya que ya no había pulpito en el que únicamente subía el Sacerdote. Un gran logro poder contestar en nuestra lengua, aunque desde niños aprendíamos a participar respondiendo en latín. Cantar, aclamando a Dios durante algunas de las partes de la Misa. Como decía San Agustín: “el que canta ora dos veces”

Los objetivos del Concilio se lograron ya que se promovió el desarrollo de la fe católica, se logró una renovación moral de la vida cristiana de los fieles y se adaptó la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Es bueno y será siempre bueno un cambio, sobre todo si nos lleva a poder estar más cerca de nuestros sacerdotes, participar en la Misa, colaborar en las actividades de la Parroquia y así acercarnos y adorar más a Dios.
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor J Julio Villarreal M » Mar Jun 19, 2012 7:49 pm

SIGNIFICACIÓN DEL CONCILIO VATICANO II


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S. S. Juan XXIII


S. S. Juan XXIII habla por primera vez de su intención de convocar un concilio ecuménico en Junio de 1,959, pero el anuncio oficial no se formula hasta el año 1,961.

En el momento de su apertura, el 11 de octubre de 1,962, con un discurso histórico del papa, se pensaba en una o a lo sumo dos asambleas, pero habrá cuatro, hasta el año 1,965, ya que la complejidad y variedad de los temas exigieron un esfuerzo mucho mayor del que se había calculado.

La segunda sesión, con la desaparición de Juan XXIII, fue inaugurada por Pablo VI el 29 de septiembre de 1963. todas las sesiones se desarrollan de septiembre a diciembre; los meses anteriores son de trabajo preparatorio. La sesión de clausura se celebra solemnemente el 7 de diciembre de 1,965.


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S. S. Pablo VI


La diferencia de este concilio es claramente diferenciada. Frente al Vaticano I, que es un concilio afirmador de la autoridad, con la definición de la infalibilidad pontificia, el Vaticano II lo es de colegialidad, laicado, temas y definiciones que atienden a dimensiones democráticas de la iglesia.

Frente a Trento, concilio defensivo, cuyos textos están recorridos por anatemas, el Concilio que se abre en 1962 se desarrolla sin condenas, sin un espíritu evangélico alejado de la postura defensiva del siglo XVI. Es también más universal que ninguno, todos los continentes están representados, se abre a todas las culturas. Incluso el número de padres conciliares es acusadamente superior. En la clausura del Concilio de Trento eran poco más de 200; en el Vaticano I alrededor de 770, en el Concilio Vaticano II toman parte en la ceremonia de apertura 2,540 padres.

El cardenal Bea ha escrito que las dos grandes innovaciones son:
1. Afirmación del papel de los obispos y
2. La apertura hacia el laicado.

La descentralización, la pérdida del protagonismo de Roma, es una exigencia de los tiempos.
En el Concilio intervienen casi 300 obispos africanos, casi 400 de Asia, 75 de Oceanía, en su mayor parte nativos, obispos que tienen que trabajar en zonas cuyas ideas raíces son el animismo y el fetichismo, o creencias de las antiguas culturas de china e india, con problemas muy diferentes a los que se presentan en la Europa industrial, con su historia secular de humanismo grecolatino.

Aclarar el papel de los laicos era otra necesidad. Los laicos habían intervenido en los primeros siglos de la iglesia en el nombramiento de sus pastores, incluso en la elección del papa en Roma. Posteriormente se produjo la interferencia de poderes temporales, los príncipes, en la vida religiosa, con grave daño para la Iglesia, al mismo tiempo que esta, “cargada” con un patrimonio territorial, unía en el papa una jurisdicción temporal a la espiritual.

Reducida desde 1,870 la Iglesia a un poder estrictamente espiritual, a mediados del siglo XX, como puso de relieve en una conferencia en Milán el cardenal Montini, la Iglesia se encuentra libre por vez primera de interferencias de poderes seculares en sus asuntos y en consecuencia no tiene ninguna justificación una Iglesia defensiva o condenatoria. Pero esta independencia no ha significado despreocupación de lo temporal; lo que caracteriza al Concilio Vaticano II y lo que le dio una resonancia universal es su preocupación por clarificar las relaciones de la Iglesia con la cultura y el mundo actual.
J. J. V. M.
"Qué el Espíritu Santo nos ilumine el camino y la Santísima Virgen María nos cubra y proteja con su manto".
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Juanelo85 » Mar Jun 19, 2012 8:33 pm

MARIA EN EL CONCILIO VATICANO II

MARIA,MADRE DE LA IGLESIA:María que estuvo en el cenáculo como centro de reunión de los apóstoles,en espera del Espíritu Santo,que habría de dar vida a la Iglesia,constituyéndola Madre de la Iglesia,así lo proclamó el Papa Paulo VI,en el discurso de clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II,lo reiteró en su Encíclica "Mense Maio" de 30 de Abril de 1965:"Ponemos nuestra esperanza en Aquella a quien hemos tenido la alegría de proclamar en la pasada sesión Madre de la Iglesia,María".
Los 2,399 votantes del plenario en el Concilio Vaticano II recordaron al Apocalipsis(7,9):"Despues miré y había una muchedumbre inmensa,que nadie podría contar,de toda nación,razas,pueblos y lenguas...".
Juanelo85
 
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor J Julio Villarreal M » Mar Jun 19, 2012 9:27 pm

TENDENCIAS EN EL CONCILIO.

Al principio la Curia romana intentó imponer sus puntos de vista centralizadores, pero se encontró con una fuerte resistencia, la mayoría de los padres conciliares deseaban una renovación en profundidad de la Iglesia.

Así surgió el choque entre una tendencia conservadora y otra renovadora, aunque el enfrentamiento no era nuevo en la historia de los concilios, ya que en Trento se puede detectar la posición conservadora del episcopado italiano y la renovadora del español y en el Concilio Vaticano I una minoría de los padres conciliares llega a abandonar el aula conciliar para no votar la Constitución que definía la infalibilidad pontificia; la Curia intento hacer prevalecer un principio de autoridad y de unanimidad, pero el Papa no lo admitió: “Un Concilio no es un grupo de monjes cantando a coro”, se dice que comentó, con su humor de aldeano, sonriendo. Con el apoyo del papa quedaron canonizadas todas las discusiones y todas las tensiones como algo lógico y normal.


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S. S. Juan XXIII.


En la tendencia conservadora destaca el cardenal Ottaviani, bien atrincherado en sus puestos en la Curia romana; la tendencia renovadora tiene una gran figura en el ya muy anciano cardenal Bea, que había dedicado su vida al diálogo con los no creyentes. Lo que va a ser el Concilio se resume en las figuras de los cuatro moderadores, los cardenales italianos Ruffini y Lecaro, el germano Doepfner y el belga Suenens; sólo el primero, un gran esculturista, pertenece al sector conservador, que se encuentra en todo momento en minoría, mientras Lecarno y Suenens se destacan por su apertura sin recelos, y Doepfner por su altura conceptual.

Por obispados el italiano y el español, con algunas excepciones en uno y en otro, se sitúan en el sector conservador y votan con pasmosa insistencia siempre con la minoría, es decir, siempre en contra de los acuerdos que el Concilio va a establecer. El sector renovador lo integran sobre todo los obispos holandeses, con Alfrink y De Vedt, y belgas, con Suenens y De Smedt. Francia aporta algunas figuras brillantes, como Lienart, profundo conocedor de la exégesis bíblica, y Ancel, el obispo-obrero; Inglaterra un gran ecumenista, Heenam; Alemania, un obispado sin método, pero con dos grandes figuras, Frings y Doepfner. De fuera de Europa sorprenden los obispos norteamericanos, Meyer y Cushing, por su anticentralismo, pero también un sector integrista y centralista, opuesto a cualquier renovación, en el que figura el famoso cardenal Spellman. De Hispanoamérica llegan el brasileño Helder Cámara el obispo de la revolución social y de los pobres, y el chileno Silva Henríquez. La aportación de África y Asia es menor, pero es la primera vez que se oye la voz de esos continentes.

Al lado de los obispos que son escuchados con enorme interés, como Suenens, Lecargo, Alfrink, Lienart, auténticas figuras del concilio, se desenvuelve el trabajo silencioso de teólogos eminentes, como Rahner, una de las figuras cumbres de la teología católica, y el grupo de teólogos de Lovaina: Moeller, autor de la obra Literatura del siglo XX y Cristianismo, el canónigo Philips, eclesiólogo, el historiador Aubert.

La muchedumbre de padres conciliares, la aportación de teólogos ilustres, las discusiones abiertas, tensas a veces, explican la intensidad de la obra del Concilio Vaticano II, posiblemente unos de los más renovadores de la historia de los concilios y sin duda el más ecuménico por el número y la procedencia geográfica de sus participantes.
J. J. V. M.
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor semijuandedios » Mar Jun 19, 2012 11:43 pm

Carta apostólica en forma de Motu proprio titulada Porta fidei del Papa Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la Fe


1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo –equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.

2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud».1 Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado.2 Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.

4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,3 con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis,4 realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca».5 Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla».6 Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios,7 para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.

5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»,8 consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza».9 Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia».10

6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, "santo, inocente, sin mancha" (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios", anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz».11

En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).

7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo».12 El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.13 Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».

Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.

8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.

9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza».14 Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada,15 y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.

No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón».16

10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.

A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.

Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.

La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «"Creo": Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. "Creemos": Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. "Creo", es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: "creo", "creemos"».17

Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor.18

Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre».19 Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido.20 La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.

11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial».21

Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.

En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.

12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.

En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad.22

13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.

Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).

Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.

Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.

14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: "Id en paz, abrigaos y saciaos", pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: "Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe"» (St 2, 14-18).

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).

15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.

«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.

Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI

______________________

1 Homilía en la Misa de inicio de Pontificado (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710.

2 Cf. Benedicto XVI, Homilía en la Misa en Terreiro do Paço, Lisboa (11 mayo 2010), en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (16 mayo 2010), pag. 8-9.

3 Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 113-118.

4 Cf. Relación final del Sínodo Extraordinario de los Obispos (7 diciembre 1985), II, B, a, 4, en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (22 diciembre 1985), pag. 12.

5 Pablo VI, Exhort. ap. Petrum et Paulum Apostolos, en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo (22 febrero 1967): AAS 59 (1967), 196.

6 Ibíd., 198.

7 Pablo VI, Solemne profesión de fe, Homilía para la concelebración en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, en la conclusión del "Año de la fe" (30 junio 1968): AAS 60 (1968), 433-445.

8 Id., Audiencia General (14 junio 1967): Insegnamenti V (1967), 801.

9 Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 57: AAS 93 (2001), 308.

10 Discurso a la Curia Romana (22 diciembre 2005): AAS 98 (2006), 52.

11 Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 8.

12 De utilitate credendi, 1, 2.

13 Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, I, 1.

14 Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 10.

15 Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 116.

16 Sermo 215, 1.

17 Catecismo de la Iglesia Católica, 167.

18 Cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius, sobre la fe católica, cap. III: DS 3008-3009; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 5.

19 Discurso en el Collège des Bernardins, París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 722.

20 Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, XIII, 1.

21 Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992):AAS 86 (1994), 115 y 117.

22 Cf. Id., Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998) 34.106: AAS 91 (1999), 31-32. 86-87.

Culmino con lo que inicia su Enciclica Fides Et Ratio el Papa Juan Pablo II: "La fe y la Razon son dos alas que elevan al hombre a la contemplacion de la verdad"
"La caridad no entra al cielo, hasta que la humildad le abra las puertas"

AFECTISIMO EN CRISTO Y MARIA

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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor lia mera figueroa » Mié Jun 20, 2012 10:47 am

A todos los que estamos aprendiendo e investigando en este magnífico curso los saludo hoy-un recuerdo especial para Hini que es una genia para interesanos en los distintos temas gracias-
Una de las disposiciones y posturas del concilio que quiero rescatar es la actuación del laicado-
Es la primera vez que un laico participa activamente en el desarrollo del Concilio-
Jean Guittón nació en saint Etinne (francia el 18 de agosto de 1901-Un gran estudioso,escritor y filódofo,-Sus tesis fueron"El tiempo y la eternidad -re Piotino y San Agustín" y La filosofía de Newton-
Fueprofedor universitario en Gijón y en la Sorbona-
Fué uno de los pensadores católicos mas importantes del siglo XX dijeron de él -Ha iluminado el siglo--
Lo unía una fuerte amistad con Monseñor Montini(el futuro Papa pablo VI)-Juan XXIII lo convoca para participar en la prepación del Concilio--
El 3 de diciembre de 1963 en la reunión del concilio,insistió en la necesidad de una reconciliación entre los cristianos-También en la necesidad de los laicos en la Iglesia,hombres y mujeres que vivan su fe en las circinstancias que se presenten y "establecer un puente entre los modernos sin fe,y los creyentes sin espíritu moderno"--
Su obra fué muy importante-Entre otros libros escribió
Entrañas de Platón-
Dios y la Ciencia
El trabajo intelectual
Cosas del Cielo y cpsas de la Tierra-
El Grenio de teresa de Lisieux-Toda su obra deja una luz de esperanza y caridad-Pero la última publicación poco antes de morir es MI testamento filosófico,una imaginación sobre el momento de su muerte ,donde expone sus razones para creer en Dios,la de ser cristiano y pos motivos para ser católico y muere en los brazos de Pablo VI-
Esta descripción de lo que sería su tránsito,escrito con una lucidez,inteligenia y fe admirables-como también sobre el sentido de la vida,y reflexiones para abordar el gran debate filosofico espiritual y religioso del tercer milenio-Lo- escribió rn 1999-pocod meses antes de morir-
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor J Julio Villarreal M » Mié Jun 20, 2012 1:21 pm

HIBERNACIÓN DEL CONCILIO.

Aunque nos falte perspectiva, es evidente que con la llegada al Vaticano de polaco Karol Wojtyla, que tomó el nombre de Juan Pablo II en homenaje a los dos grandes pontífices conciliares, la orientación del Vaticano ha experimentado un giro de 180 grados y la Iglesia ha comenzado una era de Restauración, de liquidación de los avances y propuestas del Concilio.


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S. S. Beato Juan Pablo II.


La llegada de un cardenal polaco al Trono de Pedro, tras siglos de papas italianos constituyó un acontecimiento. Dotado de cualidades excepcionales para la pastoral, el nuevo papa inició su pontificado con viajes continuos, que se convirtieron en fiestas de multitudes. Sus dotes de “gran comunicador”, atribuidas también a otros políticos contemporáneos, de hombres que saben utilizar los medios de comunicación social actuales, entre ellos la televisión, son indiscutibles. Pero el arzobispo de Cracovia había sido en el Concilio uno de los representantes de las minorías, de los grupos que creían que la revolución conciliar era excesiva y peligrosa, y aunque se confiaba en su “conversación”, en su aceptación plena del Concilio, la orientación de su pontificado confirmó los temores a un freno en el impulso del Vaticano II. Un examen de sus discursos dibuja la contrafigura de la iglesia conciliar: en vez del “aggiornamento” se insiste en la doctrina tradicional; frente a la colegialidad de las conferencias episcopales se ha acusado el centralismo romano y la preeminencia de los órganos de la Curia; frente a la apertura al mundo de hoy han vuelto a surgir las acusaciones y lamentos.


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Derecho Canónico.


El nuevo derecho canónico ha restaurado los poderes ilimitados del Papa, la Curia y los Nuncios, ha reducido las conferencias episcopales a tareas consultivas y los laicos a la dependencia total. El Informe sobre la fé del cardenal Ratzinger, convertido en “alter ego” del papa, y sus declaraciones a la revista Jesús recopilaron un balance negativo del Concilio; por tanto, había que poner freno a su aplicación. Además de estas modificaciones jurídicas, otras decisiones muestran la misma orientación:

Nombramientos para los cargos de obispos conservadores y ultraconservadores, lo cual ha producido tensiones con los episcopados. El caso paradigmático es Holanda, como hemos indicado uno de los motores de Vaticano II. Asustada la Santa Sede por sus propuestas doctrinales avanzadas, colocó al frente de la diócesis mayor (Den Bosh) al conservador Ter Schure, sin considerar la carta de los párrocos deplorando el nombramiento ni la dimisión de dos de los tres vicarios. Mayor tensión generó el nombramiento de Simonis, obispo de Utrecht, como presidente de la Conferencia episcopal. Esta política se ha aplicado también en otros países en diciembre de 1988 el nombramiento de ultra conservador arzobispo de Berlín, Joachin Meinsner, para la diócesis de Colonia, se consiguió modificando el sistema electoral del consejo de Colonia y provocó protestas.

Fricciones con episcopados progresistas. No solo las fricciones han sido con los obispos holandeses; presiones sobre los episcopados brasileño y norteamericano y algunos problemas surgidos en África, el eliminar cualquier flexibilidad para incorporar la cultura tribal, hicieron que Roma perdiera fuera de Europa el prestigio que había alcanzado.

Condena de los teorólogos más avanzados. Hans Küng, catedrático de la Universidad de Tubinga, nombrado perito conciliar por Juan XXIII se le prohibió que enseñara como teorólogo católico y se presionó sin éxito, para que su universidad le apartara de la docencia. Al holandés Schillebeeck, principal redactor del catecismo holandés se le llamó a Roma y se le presionó para que abandonara sus tesis. A Leonardo Boff, uno de los padres de la llamada “Teoría de la Liberación”, se le ha impuesto una etapa de silencio.

Un análisis del Sínodo de obispos de noviembre de 1985 no deja lugar a dudas sobre el deseo de silenciamiento del Concilio. Con motivo de los 20 años de la clausura del Vaticano II se abrió en Roma un Sínodo, el 25 de noviembre de 1985, con un discurso del Papa. La comparación de su contenido con el de apertura del Concilio de Juan XXIII resulta significativo del cambio de sensibilidad. El Sínodo se convocó como extraordinario, no como ordinario, con lo cual los obispos asistentes no fueron votados en las Conferencias episcopales sino designados, en su mayoría, por el Papa. Asistieron 165 padres sinodales, solo 63 testigos del Concilio. Olas viejas glorias conciliares Koenig, Suenens, Alfrinck, en calidad de invitados asistieron sin voz ni voto. La orientación general y sobre todo la de las intervenciones de Ratzinger fueron de freno, con acusaciones disimuladas de que el Concilio solo había provocado efectos negativos.

La idea de una regresión se ha extendido cada vez con más convicción no solo fuera de la Iglesia sino también entre sus hombres. En los últimos años se vive una etapa de Restauración, de regresos a la iglesia anterior al Concilio. Probablemente cuando el tiempo permita un juicio así se verá. Hasta que otros vientos ideológicos vuelvan a mover la nave, porque la hibernación es solo un estado de espera.
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Silviamaria » Mié Jun 20, 2012 7:48 pm

Buenas noches, envío mi comentario:

¿Qué resultados ha tenido el Concilio? ¿Cómo hemos vivido estos 50 años a la luz del mismo? ¿Qué nos quiere decir este texto del Santo Padre?

Muchos desconocen el contenido del Concilio, su finalidad. Conforme se estudian los documentos se aprecia su magnitud, que valioso ha sido conocer algo más de lo rutinario sobre el tema.

El tiempo pasa tan rápido que no se sienten 50 años, cuando convocaron el Concilio yo era muy pequeña para comprender la magnitud de sus enseñanzas pero el tiempo ha permitido que pueda valorar su contenido aunque sea en forma parcial. Ahora hay más participación de los laicos, estamos algo acercándonos con los hermanos separados para que comprendan cual es la verdadera religión, la forma de transmitir la misa y otras oraciones en cada idioma según el país es un logro sensacional. No podemos perder la Fe, es la que nos da fuerza para enfrentar las situaciones adversas de la vida, tenemos que seguir por el camino que lleva a Dios por lo que es importante escuchar y poner en práctica las enseñanzas del Santo Padre Benedicto XVI actual representante de Dios en la tierra.

Gracias por todas las enseñanzas, hasta la próxima semana.
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor J Julio Villarreal M » Mié Jun 20, 2012 11:16 pm

La “Santidad del Matrimonio y la Familia”.

De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II(Núm. 48)

Me parece importante compartirlo con ustedes, considerando que vivimos en un mundo donde ciertas corrientes quieren que aceptemos el matrimonio aberrante entre igual sexo, ¿en donde queda la procreación sana, y la continuidad de la Iglesia?. Sin más que decir, a continuación presento esta hermosa descripción cristiana de lo que es el matrimonio y la familia:


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Icono “La Familia”.


“El hombre y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne, con la íntima unión de personas y de obras se ofrecen mutuamente ayuda y servicio, experimentando así y logrando, más plenamente cada día, el sentido de su propia unidad.

Esta íntima unión, por ser una donación mutua d dos personas, y el mismo bien de los hijos exigen la plena fidelidad de los esposos y urgen su indisoluble unidad.

Cristo el Señor bendijo abundantemente este amor multiforme que brota del divino manantial del amor de Dios y que se constituye según el modelo de su unió con la Iglesia.

Pues así como Dios en otro tiempo buscó a su pueblo con un pacto de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por el sacramento d matrimonio. Permanece además con ellos para que a: como él amó a su Iglesia y se entregó por ella, del mismo modo los esposos, por la mutua entrega,. se amen mutuamente con perpetua fidelidad.

El auténtico amor conyugal es asumido por el ame divino y se rige y enriquece por la obra redentora d Cristo y por la acción salvífica de la Iglesia, para que le esposos sean eficazmente conducidos hacia Dios y se vea ayudados y confortados en su sublime papel de padre madre. Por eso los esposos cristianos son robustecido y como consagrados para los deberes y dignidad de s estado, gracias a este sacramento particular; en virtud del cual, cumpliendo su deber conyugal y familiar, in buidos por el espíritu de Cristo, con el que toda su vid queda impregnada de fe, esperanza y caridad, se van acercando cada vez más hacia su propia perfección y mutua santificación, y así contribuyen conjuntamente a la glorificación de Dios.

De ahí que, cuando los padres preceden con su ejemplo y oración familiar, los hijos, e incluso cuantos conviven en la misma familia, encuentra más fácilmente el camino de la bondad, de la salvación y de la santidad. Los esposos, adornados de la dignidad del deber de la paternidad y maternidad, habrán de cumplir entonces con diligencia su deber de educadores, sobre todo en el campo religioso, deber que les incumbe a ellos principalmente. Los hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen a su manera a la santificación de sus padres, pues, con el sentimiento de su gratitud, con su amor filial y con su confianza, corresponderán a los beneficios recibidos de sus padres y, como buenos hijos, los asistirán en las adversidades y en la soledad de la vejez”.

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¡Gran misterio es éste! Y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Cristo amó a su Iglesia y se entregó a la muerte por ella. (Ef 5, 32. 25. 33R).
• Ame cada uno a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.
• Cristo amó a su Iglesia y se entregó a la muerte por ella.

Pidamos todos a Dios todopoderoso y eterno, que dirija nuestras acciones según su voluntad, para que, invocando el nombre de tu Hijo, abundemos en buenas obras y en formación de la familia y de la Iglesia domestica.
J. J. V. M.
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Raul22 » Jue Jun 21, 2012 12:31 pm

El Concilio a lo largo de estos 50 años desde su celebración han tenido enormes resultados entre ellos una mayor apertura de la Iglesia a la realidades de la nueva sociedad posmoderna pero únicamente en el campo estructural y pastoral, nunca en el acomodo de la Fe a este mundo, porque eso no ocurriría.

Esta apertura ha ayudado mucho por ejemplo en el campo de la pastoral, el papel de los seglares, el ecumenismo para conseguir la unidad de las iglesias en la Iglesia Católica, el respeto a las otras religiones como caminos que llevan a Dios en el caso de que no se sepa que fuera de la Iglesia no hay salvación, y así un largo etcétera, pero como he indicado más arriba sin acomodar las cosas importantes al mundo, tales como el uso de anticonceptivos, el aborto, la renuncia a la Verdades de Nuestra Fe.

Así, estos 50 años se han vivido por lo general bien, aunque si ha habido algunas rupturas en sectores de la Iglesia que no aceptaron este Concilio, al igual que la proliferación de nuevas teologías que se alejaban de la Doctrina de Cristo, como la teología de la Liberación que lo que pretendía es unir la ideología comunista con el mensaje cristiano pero renunciando al plano espiritual y sobrenatural, y algunas más tensiones, pero también se han vivido como una mayor papel de toda la Iglesia en la Evangelización, desde consagrados, sacerdotes hasta seglares.

Lo mismo hay que decir que debido a la secularización que hoy está tan extendida en nuestro mundo occidental este sentido sobrenatural y espiritual se ha perdido y ya no interesa Cristo ni la Iglesia, y habrá gente que diga que toda la culpa la tenemos los católicos, nada más lejos de la realidad, porque aunque algo de culpa hemos tenido todos, el consumismo se ha metido en la gente, la sociedad el bienestar, el ser hombre como centro de todo,… es algo que las personas han permitido que entren en su vida alejándose de Cristo y pasando de Él y de la Iglesia.

Por ello, el Santo Padre viendo esta crisis de Fe que se cierne en las zonas de antigua cristiandad ha convocado Un Año de la Fe para que a la luz de Concilio Vaticano II seamos guiados en este mundo para llegar a Cristo, pero eso si como el Papa dice bajo la verdadera interpretación y no dejándose llevar por manipulaciones, y así ahondemos en nuestra Fe y nos enraicemos en Ella, llevándonos a todos a una Nueva Evangelización.
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Angeles Reese » Vie Jun 22, 2012 1:10 am

hola ... aquí Julio y en relación a tu comentario, sí quedo un poco confundida y quisiera si pudieras, me aclares hasta dónde estoy mal o qué no comprendí bien del mismo...
quiere decir que, los cambios que se propusieron para la iglesia (especialmente estos), el clero y los laicos en el concilio Vaticano II, en el sentido de actualisarla, fueron del todo aplicados solo hasta la llegada de Karol Wojtyla (Juan Pablo II)?, pero durante su pontificado el tendió a retomar la actitud antes conservadora de la iglesia con su doctrina tradicional en muchos de estos aspectos ? y que lo que no podía eliminar (obvio) del concilio, lo intentó restituir por medio del derecho canónico ?
.... y que desde su llegada, Benedicto XVI ha decidido retomar las propuestas del concilio y aplicarlas a la vida del Vaticano y la Iglesia?



J Julio Villarreal M escribió:HIBERNACIÓN DEL CONCILIO.

Aunque nos falte perspectiva, es evidente que con la llegada al Vaticano de polaco Karol Wojtyla, que tomó el nombre de Juan Pablo II en homenaje a los dos grandes pontífices conciliares, la orientación del Vaticano ha experimentado un giro de 180 grados y la Iglesia ha comenzado una era de Restauración, de liquidación de los avances y propuestas del Concilio.


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S. S. Beato Juan Pablo II.


La llegada de un cardenal polaco al Trono de Pedro, tras siglos de papas italianos constituyó un acontecimiento. Dotado de cualidades excepcionales para la pastoral, el nuevo papa inició su pontificado con viajes continuos, que se convirtieron en fiestas de multitudes. Sus dotes de “gran comunicador”, atribuidas también a otros políticos contemporáneos, de hombres que saben utilizar los medios de comunicación social actuales, entre ellos la televisión, son indiscutibles. Pero el arzobispo de Cracovia había sido en el Concilio uno de los representantes de las minorías, de los grupos que creían que la revolución conciliar era excesiva y peligrosa, y aunque se confiaba en su “conversación”, en su aceptación plena del Concilio, la orientación de su pontificado confirmó los temores a un freno en el impulso del Vaticano II. Un examen de sus discursos dibuja la contrafigura de la iglesia conciliar: en vez del “aggiornamento” se insiste en la doctrina tradicional; frente a la colegialidad de las conferencias episcopales se ha acusado el centralismo romano y la preeminencia de los órganos de la Curia; frente a la apertura al mundo de hoy han vuelto a surgir las acusaciones y lamentos.


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Derecho Canónico.


El nuevo derecho canónico ha restaurado los poderes ilimitados del Papa, la Curia y los Nuncios, ha reducido las conferencias episcopales a tareas consultivas y los laicos a la dependencia total. El Informe sobre la fé del cardenal Ratzinger, convertido en “alter ego” del papa, y sus declaraciones a la revista Jesús recopilaron un balance negativo del Concilio; por tanto, había que poner freno a su aplicación. Además de estas modificaciones jurídicas, otras decisiones muestran la misma orientación:

Nombramientos para los cargos de obispos conservadores y ultraconservadores, lo cual ha producido tensiones con los episcopados. El caso paradigmático es Holanda, como hemos indicado uno de los motores de Vaticano II. Asustada la Santa Sede por sus propuestas doctrinales avanzadas, colocó al frente de la diócesis mayor (Den Bosh) al conservador Ter Schure, sin considerar la carta de los párrocos deplorando el nombramiento ni la dimisión de dos de los tres vicarios. Mayor tensión generó el nombramiento de Simonis, obispo de Utrecht, como presidente de la Conferencia episcopal. Esta política se ha aplicado también en otros países en diciembre de 1988 el nombramiento de ultra conservador arzobispo de Berlín, Joachin Meinsner, para la diócesis de Colonia, se consiguió modificando el sistema electoral del consejo de Colonia y provocó protestas.

Fricciones con episcopados progresistas. No solo las fricciones han sido con los obispos holandeses; presiones sobre los episcopados brasileño y norteamericano y algunos problemas surgidos en África, el eliminar cualquier flexibilidad para incorporar la cultura tribal, hicieron que Roma perdiera fuera de Europa el prestigio que había alcanzado.

Condena de los teorólogos más avanzados. Hans Küng, catedrático de la Universidad de Tubinga, nombrado perito conciliar por Juan XXIII se le prohibió que enseñara como teorólogo católico y se presionó sin éxito, para que su universidad le apartara de la docencia. Al holandés Schillebeeck, principal redactor del catecismo holandés se le llamó a Roma y se le presionó para que abandonara sus tesis. A Leonardo Boff, uno de los padres de la llamada “Teoría de la Liberación”, se le ha impuesto una etapa de silencio.

Un análisis del Sínodo de obispos de noviembre de 1985 no deja lugar a dudas sobre el deseo de silenciamiento del Concilio. Con motivo de los 20 años de la clausura del Vaticano II se abrió en Roma un Sínodo, el 25 de noviembre de 1985, con un discurso del Papa. La comparación de su contenido con el de apertura del Concilio de Juan XXIII resulta significativo del cambio de sensibilidad. El Sínodo se convocó como extraordinario, no como ordinario, con lo cual los obispos asistentes no fueron votados en las Conferencias episcopales sino designados, en su mayoría, por el Papa. Asistieron 165 padres sinodales, solo 63 testigos del Concilio. Olas viejas glorias conciliares Koenig, Suenens, Alfrinck, en calidad de invitados asistieron sin voz ni voto. La orientación general y sobre todo la de las intervenciones de Ratzinger fueron de freno, con acusaciones disimuladas de que el Concilio solo había provocado efectos negativos.

La idea de una regresión se ha extendido cada vez con más convicción no solo fuera de la Iglesia sino también entre sus hombres. En los últimos años se vive una etapa de Restauración, de regresos a la iglesia anterior al Concilio. Probablemente cuando el tiempo permita un juicio así se verá. Hasta que otros vientos ideológicos vuelvan a mover la nave, porque la hibernación es solo un estado de espera.
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Angeles Reese » Vie Jun 22, 2012 1:59 am

De 1962 a 1965 y mediante el trabajo arduo y organizado realizado por 2450 obispos de la Iglesia católica. Además de algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, etc.).
Teólogos invitados del Papa como consultores.
Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes.
Observadores, y católicos laicos.
Se dio participación como observadores a periodistas de muchas publicaciones 1962 a 1965
tuvo lugar uno de los eventos históricos que marcan el siglo XX...

El Concilio Vaticano II

éste, dio lugar a un total de 4 constituciones (2 de ellas dogmáticas y 1 pastoral), 9 decretos conciliares y 3 declaraciones conciliares, a los que se pueden sumar la Constitución apostólica Humanae salutis (Salud humana) por la cual Juan XXIII convocó el concilio, el mensaje Ad omnes (para todos) de los Padres del concilio a todos los hombres, los mensajes del concilio a la humanidad, y otros breves (In Spiritu Sancto y Ambulate in dilectione). Los documentos se pueden ver en «Le fonti ufficiali»(la fuente oficial) que se conservan en un archivo dividido en:
 Materia preparatoria:
 Serie I, ante preparatoria que corresponde a antes del inicio del concilio, son las respuestas de los obispos a los cuestionarios. No están en sentido sistemático.
 Serie II, Materia preparatoria (4 volúmenes en 6 tomos). Corresponde al último año después de la convocación del concilio. Son los documentos preparados por la Curia para el concilio. La Curia divide los temas en 10 temas (que corresponden a los 10 dicasterios del Vaticano que presidían las 10 comisiones preparatorias).
Tras un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos, cuyo conjunto constituye una toma de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones que se imponen. Los documentos, la fecha de promulgación y el nivel de aceptación final por parte de los Padres conciliares se pueden apreciar en la siguiente tabla

Cuándo y cómo fueron votados los documentos conciliares

Documentación y nivel de aceptación por los Padres Conciliares


Documentos promulgados Fecha Placet Non placet Votos nulos Votantes
Constitución sobre la sagrada liturgia
(Sacrosanctum Concilium) 4-12-1963 2147 4 1 2152
Decreto sobre los medios de comunicación social
(Inter mirifica) 4-12-1963 1960 164 7 2131
Constitución dogmática sobre la Iglesia
(Lumen gentium) 21-11-1964 2151 5 -- 2156


Decreto sobre las Iglesias orientales católicas
(Orientalium Ecclesiarum) 21-11-1964 2110 39 -- 2149
Decreto sobre el ecumenismo
(Unitatis redintegratio) 21-11-1964 2137 11 -- 2148
Decreto sobre el ministerio pastoral de los obispos
(Christus Dominus) 28-10-1965 2319 2 1 2322
Decreto sobre la vida religiosa
(Perfectae caritatis) 28-10-1965 2321 4 -- 2325
Decreto sobre la formación sacerdotal
(Optatum totius) 28-10-1965 2318 3 -- 2321
Declaración sobre la educación cristiana
(Gravissimum educationis) 28-10-1965 2290 35 -- 2325
Declaración sobre las religiones no cristianas
(Nostra aetate) 28-10-1965 2221 88 1 2310
Constitución dogmática sobre la revelación divina
(Dei Verbum) 18-11-1965 2344 6 -- 2350
Decreto sobre el apostolado de los seglares
(Apostolicam actuositatem) 18-11-1965 2340 2 -- 2342
Declaración sobre la libertad religiosa
(Dignitatis humanae) 7-12-1965 2308 70 6 2384
Decreto sobre la actividad misional
(Ad gentes divinitus) 7-12-1965 2394 5 -- 2399
Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros
(Presbyterorum Ordinis) 7-12-1965 2390 4 -- 2394
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
(Gaudium et Spes) 7-12-1965 2309 75 7 2391




Los documentos son:
Constituciones
 Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación)
 Lumen Gentium (Constitución Dogmática sobre la Iglesia)
 Sacrosanctum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia)
 Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual)
Decretos conciliares
 Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia)
 Presbyterorum Ordinis (Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros)
 Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado de los laicos)
 Optatam Totius (Decreto sobre la formación sacerdotal)
 Perfectae Caritatis (Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa)
 Christus Dominus (Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos)
 Unitatis Redintegratio (Decreto sobre el ecumenismo)
 Orientalium Ecclesiarum (Decreto sobre las Iglesias orientales católicas)
 Inter Mirifica (Decreto sobre los Medios de comunicación social)
Declaraciones conciliares
 Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana)
 Nostra Aetate (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas)
 Dignitatis Humanae (Declaración sobre la libertad religiosa)
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Re: Investigación turística 6: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Angeles Reese » Vie Jun 22, 2012 2:03 am

ups.... una disculpa, porque en mi comentario anterior, a la hora de subir la información en una Tabla,
se desconfiguró toda donde se veía cuantos votos y cuantas abstenciones de cuantos obispos había recibido
cada documento .... :oops:
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Investigación turística 6: 50 años del Concilio V

Notapor joseluismr » Vie Jun 22, 2012 1:36 pm

¿Qué resultados ha tenido el Concilio? ¿Cómo hemos vivido estos 50 años a la luz del mismo? ¿Qué nos quiere decir este texto del Santo Padre?

El Concilio Vaticano II –convocado por el Papa Juan XXIII- propone lograr la renovación moral de la vida de los fieles cristianos y promover el desarrollo de la fe católica. Renovación y tradición son sus características.
Durante estos 50 años a la luz del mismo, la Iglesia Católica ha decidido emprender el camino de la transformación, tomando conciencia de su situación como Iglesia –cabeza de Cristo-, reorientándose a seguir el camino de la evangelización en un mundo en vertiginoso cambio, mediando en la reconciliación de los cristianos separados.
El Santo Padre, Benedicto XVI, exhorta en la Carta Apostólica del 10 de octubre de 2011, ha transformar –mediante la transmisión de nuestra fe, mediante el testimonio de aquellos que hemos experimentado el amor de Cristo y del Padre- la vida de una humanidad en aparente debacle, que deambula por el desierto de los valores morales, por el deterioro de la dignificación de la vida; que camina bajo el amparo de una luz oscura enmarcada por los vicios, las drogas, las puertas falsas, el consumismo, el hedonismo y la ignorancia.
Hace un llamado a cruzar el umbral de irradiante luz (que es el camino trazado por Jesucristo), ha seguir sus pasos y proclamar al mundo la buena nueva, conduciendo a la humanidad al lugar de la vida, a beber del agua del pozo como lo hizo un día la buen Samaritana.
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Re: Investigación turística 7: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor MA SOCORRO A REYES L » Dom Jun 24, 2012 11:54 am

- Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas. Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). El Catecismo de la Iglesia es la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17). Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.

La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia. “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
MA SOCORRO A REYES L
 
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Re: Investigación turística 7: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor jair ovallos » Dom Jun 24, 2012 2:11 pm

El concilio es netamente pastoral y da las luces y muestra el camino que la Iglesia debe recorrer para, cumplir con la mision encomendada po er el Señor... en esta perspectiva el Santo Padre Benedicto XVI convoca, el Año de la fe: es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
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Re: Investigación turística 7: 50 años del Concilio Vaticano II

Notapor Liliana Apolonio » Dom Jun 24, 2012 5:36 pm

El Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX.
Fueron cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo Papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín.
Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y razas, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas.
OBJETIVO
El Concilio se convocó con los fines principales de:
 Promover el desarrollo de la fe católica.
 Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
 Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
 Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.
Se pretendió que fuera una puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.
Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.
El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había terminado debido a la suspensión impuesta por el estallido de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara este concilio pero no fue así. Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo consideran uno de los cinco concilios más importantes (Niceno I, Calcedonense, Lateranense IV, Tridentino y Vaticano II). Trató de la Iglesia, la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus características más importantes la renovación y la tradición.
ANTECEDENTES
A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción al modernismo había impuesto desde el Concilio Vaticano I. Esta evolución puede apreciarse en teólogos que se habían venido esforzando por integrar la experiencia humana moderna con el dogma cristiano, así como en otros: el que buscaban lo que veían como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los Santos Padres, un retorno a las fuentes y una actualización
Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos asociados al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos de ellos aspiraban a formas nuevas de responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos finales de la unificación italiana. Sólo habían concluido las deliberaciones relativas al papel del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia.
PREPARACIÓN
Desde febrero de 1959 a noviembre de 1962 tuvo lugar la etapa de preparación del Concilio, bajo la responsabilidad de la Curia Romana.
Primer anuncio
Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959, en un consistorio que el Papa Juan XXIII tuvo con los cardenales tras la celebración en la basílica de san Pablo Extramuros, anunció su intención de convocar un concilio ecuménico.
El secretario del papa Juan describió así la situación en que el pontífice brindó el «discorsetto» (discursito) que, con una simplicidad llamativa, modificó el rumbo pastoral de la Iglesia Católica, al anunciar la intención de realización del Concilio:
Fue un día como los demás. Se levantó el pontífice como de costumbre a las cuatro, hizo sus devociones, celebró la misa y asistió después a la mía. Se retiró a continuación a la salita de comer para la primera colación, dio una ojeada a los periódicos y quiso revisar el borrador de los discursos que había preparado. A las diez partimos para la Basílica de San Pablo Extramuros. La primera parte de la ceremonia duró de las 10.30 hasta las 13. Entonces entramos en la sala de los monjes benedictinos, nos retiramos todos y quedó el papa con los cardenales. Leyó el discursito que había preparado, digo «discorsetto» porque así lo definió él mismo, y en un cuarto de hora estaba todo terminado. Pocos minutos después se difundía por el mundo la noticia del Concilio ecuménico.
Mons. Capovilla, secretario de Juan XXIII
Juan XXIII presentó la iniciativa como algo absolutamente personal:
Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal.
Los cardenales reaccionaron con un «impresionante y devoto silencio». El anuncio causó una gran sorpresa en todos: todavía no pasaban tres meses desde la elección de Juan XXIII, en el cónclave de octubre de 1958, que lo había elegido como un Papa considerado extraoficialmente "de transición", a continuación del papado de Pío XII. Los medios de comunicación, a excepción de L'Osservatore romano, dieron gran eco a la noticia subrayando diversos elementos del discurso del Papa.
En sus discursos posteriores, el Papa fue poco a poco delineando los objetivos del concilio y recalcando especialmente que se trata de un concilio pastoral y ecuménico. Aunque el propósito de Juan XXIII encontró muchas formas de manifestarse durante los tres años siguientes, una de sus expresiones más conocidas fue aquella que, preguntado por los motivos, presentó al tiempo que abría una ventana: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior». Invitó a otras iglesias a enviar observadores al concilio, aceptándolo tanto iglesias protestantes como ortodoxas. La Iglesia Ortodoxa Rusa, por temor al gobierno soviético comunista, sólo aceptó tras recibir seguridades de que el concilio sería apolítico (es decir, de que no se reiteraría la condena al comunismo).
Etapa ante preparatoria
Entre el 17 de mayo de 1959, día que Juan XXIII anunció la creación de la comisión ante preparatoria y el 25 de diciembre de 1961 se sucedieron los siguientes hechos
La presidencia de la comisión la confió al Cardenal Domenico Tardini y la secretaría a monseñor Pericle Felici. Además formaron parte de la comisión secretarios de varios decaterios.
Se dio a luz a dos cartas
1. A los organismos de la curia para que prepararan comisiones de estudio sobre los temas a tratar en el Concilio
2. A todos los obispos para que antes del 30 de octubre indicaran sus sugerencias para el Concilio.
3. A estas dos consultas se añadió luego una tercera a las facultades de teología y de derecho canónico que tenían plazo hasta el 30 de abril de 1960 para enviar sus propuestas.
El Papa Juan XXIII comunicó a Tardini que el concilio se llamaría «Vaticano II» y que, por lo tanto, no debía considerarse como una continuación del Vaticano I (que había quedado suspendido).
Para el 30 de octubre siguiente se habían recibido ya 1600 respuestas de obispos, superiores generales y facultades de teología o de derecho canónico. En la fecha límite, 30 de abril de 1960, se contó con 2109 respuestas, a cuya catalogación y ordenamiento se procedió de manera que fuera posible su síntesis. El documento final se llamó Analyticus conspectus consiliorum et votorum quae ab episcopis et praelatis data sunt.
Fase preparatoria
La fase preparatoria propiamente dicha se inició el con la publicación del motu proprio Superno Dei nutu que fue redactado por el Cardenal Tardini, documento que fijó las comisiones preparatorias con una comisión central que supervisaba y coordinaba los trabajos de todas. Pericle Felici fue nombrado secretario general de esta comisión central. Los presidentes de las comisiones temáticas preparatorias eran los prefectos de los dicasterios correspondientes de la curia.
A estos organismos se añadió, para cubrir el deseo del Papa de que las demás iglesias cristianas participaran en el concilio, un «Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos» presidido por el cardenal Agustín Bea, quien solicitó ayuda a Mons. Willebrands como secretario del nuevo ente. También se creó un Secretariado para los medios de comunicación.
El Papa constituyó un secretariado administrativo del Concilio al que le encargó tratar los asuntos de financiamiento y desarrollo material del mismo, se creó la comisión para el ceremonial que trataría los temas relacionados con la liturgia y los lugares a ocupar en la Basílica de San Pedro por parte de los padres conciliares. El presidente de esta última comisión fue el cardenal Tisserant.
Los trabajos de las comisiones comenzaron oficialmente el 14 de noviembre de 1960, tras un discurso de Juan XXIII. La principal misión de estas comisiones era elaborar los documentos que, tras pasar por el visto bueno del Papa, serían presentados para la discusión en aula. Las temáticas eran tan variadas que fue necesario incluso crear subcomisiones.
Tras un año y medio de trabajos, se produjeron un total de 75 esquemas que fueron revisados luego por la comisión central que incluyó diversas modificaciones y recortes.
El 25 de diciembre de 1961, el papa Juan XXIII convocó la celebración del concilio para 1962 con la bula Humanae salutis y el 2 de febrero siguiente, por medio del motu proprio Consilium diu fijó la fecha de apertura para el 11 de octubre.
El reglamento
Una novedad del Concilio Vaticano I fue que el reglamento a seguirse durante las sesiones no fue votado por los mismos padres conciliares. Dado este precedente y tras el código de derecho canónico de 1917 que daba muchos más poderes en relación con el concilio al Papa, no se contempló que en este nuevo concilio el reglamento fuera sometido al parecer de sus participantes. Así, en marzo de 1961 se solicitó a la comisión preparatoria central que se manifestara sobre algunos temas relacionados con el reglamento. En junio siguiente se solicitó la formación de una subcomisión para la redacción del reglamento. El 7 de noviembre la subcomisión fue creada y trabajó desde el 11 de noviembre hasta el 27 de junio. Dos días después el texto fue entregado papa Juan XXIII. Tras integrar algunos cambios solicitados por el mismo pontífice, el reglamento fue oficializado el 6 de agosto de 1962 .
El texto estaba dividido en tres partes: participantes, normas y procedimientos.
Participantes
Además de los obispos diocesanos, se contempló que los obispos titulares tuvieran voto deliberativo así como los superiores generales de congregaciones de derecho pontificio con más de 3000 miembros. Los expertos y teólogos invitados por el Papa podrían participar en las congregaciones generales e incluso, si se les solicitaba, intervenir en el aula o en la redacción de esquemas para las diversas comisiones. Los observadores podrían participar solo en las congregaciones generales y sesiones públicas, que gozarían de traducción simultánea. Los peritos invitados por cada obispo no podrían participar en las congregaciones generales.
Normas
Se mantendría el secreto sobre lo discutido en el Concilio. La lengua oficial sería el latín, aunque en las comisiones podían emplearse otras lenguas. El derecho a hablar se daba en orden eclesiástico: los cardenales primero, luego los patriarcas, a continuación los arzobispos, obispos, etc.
Se creaba una «presidencia del concilio» formada por 10 cardenales y una secretaría general. Existirían además 10 comisiones (según las 10 comisiones preparatorias aunque con alguna variante) con 24 miembros cada una: 16 elegidos por la asamblea y 8 nombrados por el Papa (entre los cuales el presidente de cada comisión). A estas comisiones se añadió un secretariado para asuntos extraordinarios.
Procedimientos
Los textos preparados por las comisiones preparatorias, tras el visto bueno del Papa se enviarían a los padres conciliares para su conocimiento antes de tratarse en las congregaciones generales. En la sesión correspondiente, un relator -normalmente el secretario de la comisión preparatoria respectiva- presentaría el esquema a la asamblea. Cada padre conciliar podría, a continuación y durante 10 minutos, intervenir para admitir, rechazar o solicitar enmiendas generales del esquema presentado. Sin embargo, tales intervenciones deberían ser indicadas con tres días de antelación a la secretaría del concilio. Luego se votarían los cambios propuestos y se analizarían los resultados de la votación. Finalmente, se daría una votación del esquema completo y, si este obtenía la mayoría necesaria, se dejaría pendiente su aprobación solemne para la siguiente sesión pública con la presencia del Papa.
El texto del reglamento no preveía con claridad los pasos a seguir en caso de que un esquema fuera rechazado, pero sí los pasos para incluir las enmiendas propuestas.
Participantes del concilio
Los 2450 obispos de la Iglesia católica. El único grupo que fue excluido fue el de los obispos del bloque comunista chino, por lo que estuvieron ausentes unos 200 obispos. Existía un convenio con los soviéticos para permitir a los obispos salir de y entrar a sus países sin problemas. Así, fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos de comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y el concilio de Trento, unos 950) y en cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). En los primeros dos años, predominaron las intervenciones de los obispos europeos, pero las siguientes sesiones fueron más participadas. Incluso participaron algunos cardenales teólogos o no obispos, pero por insistencia de Juan XXIII fueron ordenados obispos. Además participaron algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, etc.).
 Teólogos invitados del Papa como consultores, no como miembros plenos. Podían escuchar aunque no hablar en el aula, pero mantenían influencia en las diez comisiones ya mencionadas. Al inicio del Concilio se dio el nombramiento de las comisiones conciliares teniendo como tarea guiar y escribir aquellos decretos ya discutidos en el aula.
 Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes.
 Observadores, y católicos laicos
 Periodistas. Se dio participación como observadores a periodistas de muchas publicaciones, en especial el Times; La Civiltà Cattolica; The New Yorker; entre otros y enviados de otras publicaciones como Le Monde, La Croix, etc. En este sitio puede también incluirse el diario personal que llevó el teólogo Yves Congar, conocido como Mon Journal du Concile (Paris: du Cerf, 2002), de gran valor histórico-documental.

La primera sesión (1962)
La primera sesión partió con la inauguración solemne en la Basílica de san Pedro el 11 de octubre de 1962. Y concluyó oficialmente el 8 de diciembre con un discurso del Papa.
Al inicio Juan XXIII presidió la Misa y ofreció un discurso programático, elGaudet Mater Ecclesia, donde habló del puesto de los concilios en la historia de la Iglesia, de la situación del mundo y de algunos aspectos generales que debían tenerse en cuenta durante el concilio: se trata de custodiar el depósito de la fe católica enseñarlo de una manera adecuada a los tiempos empleando para ello los métodos más eficaces. También recordó que no era una actitud de condena de los errores sino de misericordia, lo que se esperaba del concilio. Alude al tema del ecumenismo que era uno de los que habían causado mayor expectativa en los medios de comunicación.

Con la elección del porcentaje de miembros de las comisiones que correspondía nombrar a la asamblea conciliar, se entregó una lista con los nombres de los padres conciliares y otra con los nombres de los miembros de las respectivas comisiones preparatorias luego de la elección y tras los recuentos de votos e intervenciones sobre cuál mayoría sería tomada en cuenta, se eligieron los miembros respectivos de las comisiones.
Tomando en cuenta el interés mostrado por algunos padres de ofrecer un mensaje de parte del concilio al mundo, se votó rápidamente una propuesta que obtuvo la mayoría necesaria y fue asumida como Mensaje de los padres conciliares a todos los hombres. Luego comenzó la discusión del esquema sobre la liturgia (De sacra liturgia que luego se llamaráSacrosanctum concilium).
Las discusiones, a pesar de diversos puntos de vista enfrentados, y tras una primera votación exploratoria. El texto fue ampliamente aprobado
También se presentó el esquema De fontibus revelationis (que luego será el Dei Verbum). Las diferencias dentro del concilio se hicieron más claras durante las discusiones sobre este esquema de manera tal que parecía que el documento sería rechazado completamente. Como esta posibilidad no estaba contemplada en el reglamento hacía más tensas las discusiones. Tras una votación exploratoria, no se alcanzó la cuota necesaria para que el texto volviera a la comisión y fue Juan XXIII que intervino creando una comisión mixta que reharía el texto de la constitución dogmática.
Se entregó a los padres conciliares dos esquemas para su estudio antes de la discusión en aula: era el De Ecclesia (luego la constitución dogmática Lumen Gentium) y un apéndice con un esquema sobre la Virgen María (De beata Maria Virgine), y también se comienza a discutir la constitución sobre los medios de comunicación social (que luego será el decreto Inter mirifica). El texto fue aprobado en sus grandes rasgos aunque se solicitó que fuera reducido considerablemente y que se tratase más ampliamente del rol de los laicos en los medios de comunicación (con una votación favorable)
Cuando se inició la discusión del esquema sobre la unidad de los cristianos, Ut omnes sint, el texto causó desilusión ya que, dado que había sido preparado por la comisión preparatoria para las Iglesias orientales, trataba únicamente de esas iglesias sin hablar, por ejemplo, de los protestantes. Dado que la comisión preparatoria teológica y el secretariado para la unidad habían preparado otros esquemas sobre los mismos temas, los padres conciliares solicitaron que fueran fundidos en un solo documento reelaborado por una comisión mixta. El resultado de la votación que a propósito se realizó fue positiva
Una de las controversias fue el esquema De ecclesia . La discusión fue menos acalorada que la de las fuentes de la revelación. Pero de todas maneras a medida que proseguía el debate las críticas de aspectos generales del esquema se hacían más populares. Así, por ejemplo, algunos consideraban que el esquema era triunfalista, clericalista y juridicista. Sin embargo, era el tema del episcopado el que más discusión generaba. El debate no llega a puerto y las discusiones se concluyen en la , víspera de la clausura de la primera sesión conciliar. Algunos cardenales habían intervenido en aula solicitando una dirección más clara para el concilio, proponiendo una visión eclesiológica: la Iglesia ad intra y ad extra y esta temática podría dar unidad y finalidad a los trabajos. Esto dejaba al documento De ecclesia como el más importante y programático del concilio.
Cerca del receso la secretaría general comunicó que los 75 esquemas serían reducidos a 20 y se dieron a conocer los modos de trabajo de las comisiones durante el período de intersesión. Se elaborarían nuevos esquemas de acuerdo con el sentir manifestado por la mayoría de los obispos durante el concilio y se pasarían a aprobación del Papa que los haría llegar a los padres conciliares para que estos indicaran las enmiendas consideradas oportunas a la comisión antes del inicio de la segunda sesión.
El 8 de diciembre se concluye oficialmente la primera sesión con un discurso del Papa.
Primera intersesión
Las comisiones continuaron el trabajo de elaboración y agrupamiento de esquemas. El Papa envió una carta, la Mirabilis ille donde recordaba a los padres conciliares que el concilio continuaba durante el período entre sesiones.
El 22 de abril, Juan XXIII aprobó 12 de los 17 esquemas que la comisión le había hecho llegar. Estos fueron enviados a los obispos en mayo y se iniciaron reuniones de grupos de obispos en todo el mundo para discutir juntos los esquemas y llegar así a la segunda sesión con propuestas conjuntas de enmiendas
El 3 de junio, el papa Juan XXIII falleció. El 21 de junio siguiente fue elegido el cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. Al día siguiente, en su primer radiomensaje, aseguró que el concilio continuaría y el 27 anunció la fecha de apertura de la segunda sesión: el 29 de septiembre de 1963.
En el período inmediatamente anterior al inicio de la segunda sesión, Pablo VI introdujo algunas modificaciones en el reglamento. Se amplió el número de observadores integrando incluso laicos que fueron llamados a participar aunque sin voto deliberativo. La comisión de coordinación quedaba como organismo permanente del concilio. Y, dada la ineficacia mostrada por como el consejo de presidencia no había sido del todo eficaz, se nombraba un grupo de cuatro delegados o moderadores que agilizarían y dirigirían los debates.

La segunda sesión (1963)
El 29 de septiembre, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, los trabajos recomenzaron en San Pedro. Se reinició la discusión en aula del esquema De ecclesia. Un nuevo texto atrajo mayor consenso que el anterior. El texto a modo de base para la discusión fue votado y obtuvo mayoría en la votación.
Comenzó, entonces, la discusión de cada capítulo, declarándose las objeciones de los padres o los aspectos que convenía añadir. El tema de la naturaleza sacramental del episcopado ya había obtenido la casi unanimidad de los consensos pero el de la colegialidad episcopal permanecía discutido (debido a que algunos lo consideraban un atentado contra el primado pontificio) Lo mismo ocurría en relación con la posibilidad de reactivar el diaconado permanente.
Las discusiones continuaron por quince días sin llegar a un acuerdo.Se propuso verificar el apoyo que las diversas posturas tuvieran en la asamblea por medio de una votación de algunos puntos discutidos. A pesar de que la votación se podría efectuar al día siguiente, un cardenal consiguió que el Papa permitiera impedir esa votación. Así Pablo VI mandó reunir a la comisión de coordinación, al consejo de presidencia y al secretariado general para tratar el asunto. Se fijó el texto de las preguntas y el Papa aprobó que se hiciera la consulta para el 30 de octubre. La idea era que de la votación se saliera con una indicación clara para la comisión teológica sobre los contenidos discutidos del esquema. La gran mayoría de los padres se manifestó a favor de la definición de la colegialidad y, aunque menos, también de la reactivación del diaconado permanente. Se discutieron los demás capítulos del De Ecclesia y se trató sobre la posibilidad de integrar el esquema sobre la Virgen María al final de éste. La asamblea se dividió completamente (la votación explorativa fue 1114 a favor y 1074 no a favor)
Cuando se comenzó a tratar el esquema sobre el episcopado, era evidente que no podía ser discutido sin haber decidido lo concerniente a la colegialidad en el esquema De Ecclesia: de hecho, las discusiones sobre ese punto continuaron ya que alguno buscaba minimizar los resultados de la votación anterior..En las discusiones de tono más elevado incluso se cuestionó durante una sesión en aula, el modo de actuar del Santo Oficio, provocando esto un importante malestar. La discusión del esquema se prolongó dos semanas.
Un nuevo esquema sobre el ecumenismo se presentó para la discusión, que tenía cinco capítulos e incluía también el tema de los no cristianos especialmente los judíos. También se incluyó el texto sobre la libertad religiosa. Aun cuando la discusión inicial fue difícil, finalmente se aprobó en línea de principio el texto aunque se solicitó a la comisión mixta que mejor separase lo aplicable a las denominaciones cristianas de los no cristianos.
Durante los debates de estos esquemas se realizaban también las votaciones de los capítulos de los esquemas sobre la liturgia y sobre los medios de comunicación. Ambos obtuvieron finalmente el consenso requerido y fueron oficialmente promulgados en la sesión pública del 4 de diciembre.
Antes de la ceremonia conclusiva de la segunda sesión, Pablo VI anunció que se aumentaría el número de participantes en las comisiones. En el discurso conclusivo resumió los resultados, que consideraba positivos, de la sesión y anunció su intención de visitar Tierra Santa.
Segunda intersesión
Al concluir los trabajos de la segunda sesión, Pablo VI tenía interés en reducir el tiempo requerido para concluir el concilio por medio de la reducción de los esquemas o de la elaboración de textos que siguieran las directivas ya consideradas mayoritarias. Por ello encargó que se elaborara una propuesta en ese sentido. La comisión de coordinación analizó la propuesta, la aprobó e indicó a las demás comisiones que procedieran de ese modo. El Papa en los meses siguientes tuvo que tranquilizar a los obispos que consideraban que esto era una medida para concluir «expeditivamente» el concilio.
Ya en abril se enviaron los primeros textos (de los esquemas más importantes: De Ecclesia, De fontibus revelationis y sobre la Iglesia en el mundo actual, llamado Esquema XIII) a los obispos para que prepararan su análisis durante el concilio.
Algunos cardenales enviaron cartas a Pablo VI para que reservara al magisterio pontificio el tema de la colegialidad y mandara retirar el capítulo correspondiente del esquema De Ecclesia.
Tercera sesión (1964)
La tercera sesión del concilio se inauguró el 14 de septiembre de 1964. La misa, ya aplicando la constitución Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres conciliares con el Papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor de su posición dado que empleó la expresión colegio episcopal apoyando así la posición de la mayoría conciliar.
Al iniciarse la discusión de los últimos capítulos del esquema De Ecclesia. El capítulo sobre la escatología fue rápido y sin problemas. En cambio el de la Virgen María aunque fue también breve mantuvo las diferencias de concepto entre los padres conciliares que se habían manifestado en la segunda sesión y en la última intersesión dentro de la comisión teológica. Se optó por una solución de compromiso con un texto que pudiera complacer a ambas partes. Al retomarse el esquema sobre los obispos pasó las votaciones casi sin problemas.
Con respecto al esquema nuevo sobre la libertad religiosa, aunque todos estaban de acuerdo en el principio, el texto dividía a la asamblea conciliar por la forma de presentar la doctrina y las consecuencias que podía tener (por ejemplo, en los países donde por concordato la Iglesia católica tenía privilegios). El 9 de octubre, mons. Felici indicó de parte del Papa, que el texto debía ser reformulado por una comisión mixta donde se incluyó al mayor opositor del texto, el arzobispo Marcel Lefebvre.
Al examinarse el esquema sobre los hebreos que había sido rehecho y ampliado tomando en consideración las religiones no cristianas las posiciones encontradas hicieron que el texto volviera al secretariado para ser reescrito. El texto se rehizo y se añadieron párrafos relacionados con las demás religiones (hindúes y budistas). El nuevo texto obtuvo la mayoría necesaria para aprobarse definitivamente.
Acerca del apostolado de los laicos las opiniones eran variadas y las críticas al texto venían de todas las sensibilidades. Otro texto complejo, el llamado esquema XIII fue presentado en aula. La mayoría de las críticas lo consideraban un esquema aceptable pero poco fundado teológicamente. Las discusiones sobre los problemas particulares tratados en el esquema (el ateísmo, la guerra, la familia, el matrimonio) fueron más ásperos.
Hubo esquemas más breves que habían sido reducidos a proposiciones a votar. Así, por ejemplo, los que trataban de los presbíteros, la formación sacerdotal, las iglesias de rito oriental, las misiones, los religiosos, la educación cristiana y el matrimonio. Este último fue convertido en una serie de observaciones que se hicieron llegar al Papa para que él decidiera qué hacer.
Reapareció el problema de la colegialidad. Las discusiones en la comisión no llegaban a puerto por lo que se encargó redactar una nota explicativa que aclarara los elementos empleados en la redacción propuesta, que era una solución que buscaba contentar a todas las partes. El Papa pensaba introducir esta nota como explicación del capítulo III de la Lumen Gentium y tras hacer algunas modificaciones al texto la mandó al concilio. Esta se presentó el 14 de noviembre y causó perplejidad por lo que implicaba de intervención pontificia en el concilio. Tras la lectura del texto y las votaciones el texto de la Lumen gentium se aprobó.
El texto de la declaración sobre la libertad religiosa en vez de ser corregido según las intervenciones anteriores, había sido casi completamente rehecho. Se solicitó entonces que fuera votado de nuevo pero la presidencia del concilio anunció que no se votaría hasta la siguiente sesión. Esto causó molestia en varios padres conciliares, quienes intentaron por todos los medios persuadir a Pablo VI de que se procediese a la votación, pero el Sumo Pontífice no cedió. El descontento de éstos creció cuando se informó a la asamblea que Pablo VI había introducido 19 modificaciones al esquema sobre el ecumenismo (que había sido votado favorablemente por los padres conciliares, aunque todavía no había sido promulgado).
Estos hechos –aunque a la luz de la historia posterior no se manifestaron tan importantes (el texto de la nota explicativa realmente no cambia lo indicado en el texto final de la Lumen gentium, el mayor tiempo de elaboración del esquema sobre la libertad religiosa permitió perfilarlo mejor y las modificaciones incluidas en el esquema sobre el ecumenismo eran de mera forma)– crearon un clima de descontento y desilusión en los obispos y expertos de la así llamada «mayoría» conciliar.
La sesión pública conclusiva vio la aprobación de nuevos documentos (la Lumen gentium, los dos decretos sobre el ecumenismo y el de las Iglesias orientales). Además el Papa proclamó a María como Madre de la Iglesia.
Tercera intersesión
Al concluir la tercera sesión conciliar, las comisiones quedaban con 11 esquemas sobre los que trabajar para la cuarta, según las orientaciones recibidas de parte de la asamblea conciliar. Algunos textos como el que trataba de la revelación, requerían retoques más o menos importantes; otros, como el que hablaba de los presbíteros debía ser rehecho a partir de las proposiciones que se habían votado.
Los textos elaborados fueron enviados a mediados de junio a los obispos para que prepararan sus intervenciones o hicieran llegar directamente sus comentarios a las comisiones.
La cuarta sesión (1965)
El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en San Pedro. En el discurso de apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos y que visitaría la sede de la ONU para el XX aniversario de su creación.
El debate del esquema sobre la libertad religiosa fue tenso y tras cinco días no se llegaba al consenso. La comisión de coordinación se reunió para discutir si se podía hacer la votación del esquema como base y el resultado fue no hacer la votación. Pero el Papa intervino e indicó que se votaría de todos modos. El esquema recibió luz verde (1997 a favor y 224 en contra) para ser usado como base aunque debía «ser perfeccionado según la doctrina católica sobre la verdadera religión y en base a los cambios propuestos durante el debate» .
La discusión sobre el esquema XIII se prolongó durante dos semanas. La votación sobre el esquema en cuanto tal (antes de pasar a los capítulos) fue positivo. El debate sobre el capítulo del matrimonio fue más breve debido a que el Papa había reservado a sí el tema del control de la natalidad. Los demás capítulos pasaron sin mayores dificultades.
El texto sobre las misiones fue bien acogido y se sugirieron una serie de mejoras. Sin embargo, un texto del documento que hablaba de cómo universalizar el dicasterio de Propaganda fidei fue modificado por la comisión debido a que la reforma de la curia era competencia exclusiva del Papa. Alrededor de 300 padres firmaron un manifiesto de protesta por este cambio en un documento aprobado con 2070 votos a favor
En el documento sobre los presbíteros volvió a discutirse el tema del celibato o al menos de la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados. Pablo VI mandó leer un comunicado por el que solicitaba que no se discutiera públicamente el argumento y que las propuestas le fueran enviadas a través del consejo de presidencia.
Las votaciones de la promulgación solemne de la Christus Dominus, la Perfectae caritatis, la Optatam totius, la Gravissimum educationis y la Nostra aetate.esquemas fueron sin debates.
Al reiniciarse las votaciones del documento sobre la revelación, Dei Verbum nuevamente se llegó a un punto muerto por las enmiendas que consentía el sistema de votación iuxta modum. Entonces Pablo VI envió una serie de propuestas de redacción (teológicamente aceptables) para que la comisión teológica, con la ayuda del cardenal Augustin Bea, escogiera la más apropiada. Así, a pesar todavía del disenso de unos pocos padres se logró pasar la constitución.
Desde el 9 de noviembre se votó el esquema sobre el apostolado de los laicos. El documento sobre las misiones fue nuevamente propuesto y recibió 712 placet iuxta modum que obligaba a la comisión a enmendar el texto. El 18 de noviembre se tuvo otra sesión pública donde se promulgaron la Dei Verbum y la Apostolicam actuositatem. El Papa, en la homilía, anunció la apertura de los procesos de beatificación de Pío XII y de Juan XXIII.
En los días siguientes se continuaron las agotadoras votaciones. La declaración sobre la libertad religiosa pero no fue posible vencer la oposición de un grupo de 250 padres La votación de la constitución Gaudium et spes fue todavía sufrida debido a las peticiones de incluir una condena expresa del comunismo y por una nueva intervención del Papa en el capítulo sobre el matrimonio. Pero finalmente lograron el consenso sobre el texto.
Los últimos días del concilio se desarrollaron entre agradecimientos. El 7 de diciembre fue la última sesión pública solemne: se promulgó la constitución pastoralGaudium et spes, los decretos Ad gentes y Presbyterorum ordinis, la declaraciónDignitatis humanae. Asimismo se leyó la declaración común que retiraba las excomuniones recíprocas con la Iglesia ortodoxa.
El concilio concluyó con una misa presidida por Pablo VI el 8 de diciembre.

Documentos del Concilio Vaticano II

Constituciones
• Dei Verbum - Sobre la Divina Revelación
• Lumen Gentium - El misterio de la Iglesia
• Sacrosanctum Concilium - Sobre la Sagrada Liturgia

• Gaudium et Spes -Sobre la Iglesia en el mundo actual

Declaraciones
• Gravissimum Educationis - Sobre la educación cristiana
• Nostra Aetate- Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas
• Dignitatis Humanae- Sobre la Libertad religiosa
Decretos
• Ad Gentes - Sobre la actividad de la Iglesia
• Presbyterorum Ordinis - Sobre el Ministerio y la vida de los presbíteros
• Apostolicam Actuositatem -Sobre el apostolado de los laicos
• Optatam Totius - Sobre la formación sacerdotal
• Perfectae Caritatis - Sobre la adecuada renovación de la vida religiosa
• Christus Dominus - Sobre el ministerio pastoral de los obispos
• Unitatis Redintegratio - Sobre el ecumenismo
• Orientalium Ecclesiarum - Sobre las Iglesias Orientales Católicas
• Inter Mirifica - Sobre los medios de comunicación social

Liliana Apolonio
 
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Registrado: Mié May 09, 2012 5:51 pm

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