Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

En esta ocasión, en el curso “Basílicas y Capillas papales”, haremos un recorrido virtual por Roma. Nuestro objetivo religioso es claro: las basílicas y capillas papales, una cada semana, pero al mismo tiempo iremos conociendo Roma y todos los atractivos socioculturales que tiene para el turista.


Fecha de inicio del curso: 7 mayo de 2012

Fecha de finalización del curso: 7 julio de 2012

Periodicidad de envió de las lecciones: semanal

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Moderadores Animadores

Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor Betancourt » Jue Jun 28, 2012 11:08 am

Me tiene boquiabierta el ver todas las palabras de este Papa. Aprovechó sus 33 días de pontificado de forma maravillosa.

RADIOMENSAJE «URBI ET ORBI»
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO I


"Tenemos todavía el ánimo turbado por el pensamiento del tremendo ministerio para el que hemos sido elegido. Como Pedro, nos parece haber puesto los pies sobre el agua movediza y, agitado por el viento impetuoso, hemos gritado con él al Salvador: « Señor, sálvame » (Mt 14, 30). Pero hemos sentido dirigida también a Nos la voz, alentadora y al mismo tiempo amablemente exhortadora de Cristo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Mt 14, 31). Si las fuerzas humanas, por sí solas, no pueden sostener tan gran peso, la ayuda omnipotente de Dios, que guía a su Iglesia a través de los siglos en medio de tantas contradicciones y adversidades, no nos faltará ciertamente, tampoco a Nos, humilde y último servus servoum Dei".

Comentario:
Este primer radio mensaje del papa JP I me emociona, porque me habla de la humildad que debo tener. Además me dice que no debo dudar, que debo tener fe, así como Jesús exhorta a Pedro. Y aparte de eso, me asegura que Dios me ayuda aún en medio de las contradicciones y adversidades.
Yariana Betancourt
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Jue Jun 28, 2012 11:37 am

DISCURSOS DE S.S.JUAN PABLO I

8. LA FAMILIA CRISTIANA.-Discurso a los obispos de la XII región pastoral de Estados Unidos presentes en Roma para la visita « ad Limina Apostolorum »
Queridos hermanos en Cristo:
Es un verdadero placer para nosotros encontrarnos por primera vez con un grupo de obispos americanos que realizan la visita ad Limina. Os acogemos de todo corazón, queremos que os sintáis en vuestra casa, que experimentéis el gozo de encontrarnos juntos en familia. Nuestro gran deseo en este momento es confirmaros a todos en la fe y en el servicio al Pueblo de Dios; queremos mantener vivo el ministerio de Pedro en la Iglesia.

Las orientaciones de Pablo VI y del Concilio Desde que soy Papa he ido leyendo con gran atención las sabias enseñanzas que nuestro querido predecesor Pablo VI impartió este mismo año a los obispos de Estados Unidos sobre los temas del ministerio de la reconciliación en la Iglesia, de la protección y defensa de la vida, y del impulso de la devoción a la Eucaristía. Sus enseñanzas las hacemos también nuestras y os renovamos el aliento y las directrices que os dio en esos discursos.

Aunque somos nuevo en el pontificado --apenas un principiante--, queremos elegir igualmente nosotros temas que afecten en profundidad a la vida de la Iglesia y os sirvan de gran ayuda en vuestro ministerio episcopal. Nos parece que la familia cristiana es buen punto para comenzar. La familia cristiana es tan importante y su papel tan fundamental en la transformación del mundo y en la construcción del reino de Dios, que el Concilio la llamó « Iglesia doméstica » (Lumen gentium, 11).

Comunidad de amor.-No nos cansemos nunca de proclamar que la familia es comunidad de amor: el amor conyugal une a los esposos y es procreador de vida nueva; es reflejo del amor divina y amor comunicado; según las palabras de la Gaudium et spes, es participación actual en la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia (núm. 48). A todos se nos concedió la gracia de nacer en tal comunidad de amor; nos será fácil, por tanto, defender sus valores.

Por ello, debemos estimular a los padres en su papel de educadores de los hijos; ellos son los primeros catequistas y los mejores. ¡Qué gran tarea tienen y qué reto! Enseñar a sus hijos a amar a Dios, a hacer de este amor una realidad de su vida. Y, por gracia de Dios, qué fácilmente aciertan algunas familias a cumplir la misión de ser primum seminarium (Optatam totius, 2); el germen de una vocación al sacerdocio se alimenta a través de la oración de la familia, el ejemplo de su fe y el apoyo de su amor. Mantenerse fieles a la ley de Dios y de la Iglesia Qué cosa tan maravillosa es el que las familias caigan en la cuenta del poder que tienen en la santificación de los esposos, y de la influencia mutua entre padres e hijos. Entonces y por el testimonio de amor de su propia vida, las familias pueden llevar el Evangelio a los demás. La percepción vital de la participación del laicado --y especialmente de la familia-- en la misión salvífica de la Iglesia, es uno de los grandes legados del Concilio Vaticano II. Jamás podremos agradecer bastante a Dios este don.

A nosotros corresponde mantener fuerte esta convicción, sosteniendo y defendiendo a la familia, a cada familia y a todas las familias. ¡Nuestro propio ministerio es tan vital! Predicar la Palabra de Dios y celebrar los sacramentos. De aquí saca nuestro pueblo su fortaleza y su alegría.

También es tarea nuestra animar a las familias a mantenerse fieles a la ley de Dios y de la Iglesia. Jamás tenemos por qué temer anunciar todas las exigencias de la Palabra de Dios, pues Cristo está con nosotros y nos dice hay como antes: « El que a vosotros oye, a mí me oye » (Lc 10,16).

...es importante la indisolubilidad del matrimonio cristiano; aunque sea una parte difícil de nuestro mensaje, la debemos proclamar fielmente como parte de la Palabra de Dios y parte del misterio de la fe. Al mismo tiempo hemos de mantenernos cercanos a nuestro pueblo en sus problemas y dificultades. Tiene que saber siempre que le amamos. Ofrecer íntegras las enseñanzas del Magisterio sobre la familia Hoy queremos manifestaros nuestra admiración y alabaros por los esfuerzos que hacéis para salvaguardar y mantener a la familia como Dios la ha hecho y como Dios la quiere. En todo el mundo las familias cristianas procuran responder a su maravilloso llamamiento, y estamos muy cerca de cada una de ellas. Los sacerdotes y religiosos se esmeran en sostenerlas y ayudarlas, y todos estos esfuerzos son dignos de las mayores alabanzas. Nuestro aliento va sobre todo a los que ayudan a los futuros esposos a prepararse al matrimonio cristiano ofreciéndoles las enseñanzas íntegras de la Iglesia y exhortándoles a los ideales más altos de la familia cristiana.

Deseamos añadir una palabra especial de encomio también a quienes, sacerdotes sobre todo, trabajan tan generosa y abnegadamente en los tribunales eclesiásticos y se esfuerzan, con fidelidad a la doctrina de la Iglesia, en salvaguardar el vínculo matrimonial, en dar testimonio de su indisolubilidad de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, y en ayudar a las familias que lo necesiten.

Renovación a través de la santidad La santidad de la familia cristiana es sin duda alguna el medio más apto para llevar a cabo la renovación serena de la Iglesia, que el Concilio deseaba con tanto afán; a través de la oración en familia la ecclesia domestica se convierte así en realidad efectiva y lleva a la transformación del mundo. Todos los esfuerzos de los padres por infundir el amor de Dios en sus hijos y sostenerlos con el ejemplo de su fe, constituye uno de los apostolados más excelentes del siglo XX. Los padres que tienen problemas especiales son dignos de una atención pastoral más especial por parte nuestra, y merecedores de todo nuestro amor.

Las prioridades del Papa Queridos hermanos:
Queremos que sepáis hacia dónde van nuestras prioridades.
.-Hagamos cuanto podamos por la familia cristiana a fin de que nuestra gente pueda realizar su gran vocación con alegría cristiana y participar íntima y eficazmente en la misión de salvación de la Iglesia --la misión de Cristo--. Estad seguros de que contáis con todo nuestro apoyo en el amor del Señor Jesús. Os damos a todos nuestra bendición apostólica.

9.PREOCUPACION POR LOS PROBLEMAS MORALES Y SOCIALES DE ROMA Discurso al Alcalde de la ciudad

Honorable señor Alcalde:
Le estoy vivamente agradecido por esas expresiones deferentes y sinceras que Ud., en representación también de sus colegas de la Administración Pública y de toda la población romana, ha querido dirigirme durante el itinerario que desde la residencia Vaticana me lleva a la Catedral de San Juan de Letrán.

La Urbe civil.-Esta parada intermedia al pie de la colina del Capitolio tiene para mi un especial significado, no solamente por el cúmulo de recuerdos históricos que aquí se entrecruzan e interesan conjuntamente a la Roma civil y a la Roma cristiana, sino también porque me permite tener un primer contacto directo con los responsables de la vida ciudadana y de su recta ordenación. Se trata, por tanto, de una ocasión propicia para expresarles mi más cordial saludo y mis mejores deseos.

Los problemas de la Urbe, a los que con fundada preocupación ha aludido Ud., me encuentran particularmente atento y sensible a causa de su urgencia, de su gravedad y, sobre todo, de las desazones y de los dramas humanos y familiares, de los cuales no raramente son el signo manifiesto. Como Obispo de la Ciudad que es la sede primigenia del ministerio pastoral que se me ha confiado, me llegan más agudamente al corazón esas sufridas experiencias y me siento estimulado por ellas a la disponibilidad, a la colaboración y a la aportación de orden moral y espiritual que corresponde a la específica naturaleza de mi servicio, para poderlas, al menos, aliviar. Y esto lo digo no solamente a título personal, sino también en nombre de los hijos de la Iglesia de Dios aquí en Roma: de mis colaboradores los obispos, de los sacerdotes y de los religiosos, de los miembros de las asociaciones católicas y de cada uno de los fieles, comprometidos de diverso modo en actividades pastorales, educativas, asistenciales y escolares.

La Urbe cristiana.-La esperanza, cuyo eco he sentido con agrado en su cortés saludo, es para nosotros los creyentes --como recordé en la audiencia general del pasado miércoles-- una virtud obligatoria y un don precioso de Dios. Que sirva para despertar, en cada uno de nosotros y, confío también, en todos los conciudadanos de buena voluntad energías y propósitos; que sirva para inspirar iniciativas y programas, con el fin de que esos problemas tengan la solución conveniente y Roma permanezca fiel, en los hechos, a aquellos ideales inconfudiblemente cristianos que se llaman hambre y sed de justicia, activa contribución a la paz, dignidad suprema del trabajo humana, respeto y amor para con los hermanos, solidaridad a toda prueba con los más débiles.

10. JUAN PABLO I OBISPO DE ROMA.-Homilía en la toma de posesión de la basílica de San Juan de Letrán
Agradezco de corazón al cardenal Vicario las delicadas palabras con las que --en nombre también del consejo episcopal, del cabildo lateranense, del clero, de los religiosos, de las religiosas y de los fieles --ha querido expresar la devoción y los propósitos de activa colaboración en la diócesis de Roma. Primer testimonio concreto de esta colaboración es la suma ingente recogida entre los fieles de la diócesis y puesta a mi disposición para proveer de temple y de estructuras parroquiales a una barriada periférica de la ciudad, privada todavía de esos esenciales elementos comunitarios de vida cristiana. Doy las gracias, verdaderamente conmovido.

I. La fisonomía cristiana de la Urbe.-El maestro de ceremonias ha elegido las tres lecturas bíblicas para esta celebración litúrgica. Las ha juzgado adecuadas y yo voy a tratar de explicároslas. La Ciudad de Pedro, centro de la Iglesia católica La primera lectura (Is 60, 1-6) puede aplicarse a Roma. Todos sabéis que el Papa adquiere su autoridad sobre toda la Iglesia en tanto en cuanto que es Obispo de Roma, es decir, sucesor de Pedro, en esta ciudad. Gracias especialmente a Pedro, la Jerusalén de que hablaba Isaías puede ser considerada una figura, un preanuncio de Roma. También de Roma, como sede de Pedro, lugar de su martirio y centro de la Iglesia católica se puede decir: « Sobre ti viene la aurora de Yavé y en ti se manifiesta su gloria. Las gentes andarán en tu luz » (Is 60, 2-3). Recordando las peregrinaciones de los Años Santos y las que continúan efectuándose en los años normales con afluencia constante de fieles, se puede, con el profeta, hablar enfáticamente a Roma así: « Alza en torno tus ojos y mira: ... llegan de lejos tus hijos... pues vendrán a ti los tesoros del mar, llegarán a ti las riquezas de los pueblos » (Is 60, 4-5). Es esto un honor para el Obispo de Roma y para todos vosotros. Pero es también una responsabilidad.

Ciudad de la Paz.-¿Encontrarán, aquí, los peregrinos un modelo de verdadera comunidad cristiana? ¿Seremos capaces, con la ayuda de Dios, Obispo y fieles, de realizar aquí las palabras escritas por Isaías a continuación de las antes citadas, a saber: « No se hablará ya más de violencia en tu tierra... Tu pueblo será un pueblo de justos » (Is 60, 18-21)? Hace unos minutos, el profesor Argan, alcalde de Roma, me ha dirigido unas corteses palabras de saludo y augurio. Algunas de esas palabras me han recordado una de las oraciones que, de niño, rezaba con mi madre. Decía así: « los pecados que gritan venganza a los ojos de Dios son... oprimir a los pobres, no dar la justa paga a los obreros ». Por su parte, el párroco me preguntaba en la clase de catecismo: « los pecados que gritan venganza a los ojos de Dios ¿por qué son los más graves y funestos? » Y yo respondía según el catecismo de Pío X: « Porque son directamente contrarios al bien de la humanidad y tan odiosos que provocan, más que los otros, el castigo de Dios ». (Catecismo de Pío X, núm. 154).

Comunidad eclesial que preferencia a los pobres.-Roma será una auténtica comunidad cristiana si Dios es honrado no sólo con la afluencia de los fieles a las iglesias, no sólo con la vida privada vivida morigeradamente, sino también con el amor a los pobres. Estos --decía el diácono romano Lorenzo-- son los verdaderos tesoros de la Iglesia; deben, por tanto, ser ayudados, por quienes pueden, a tener más y a llegar a ser algo más, sin que se les humille y ofenda con ostentaciones de riquezas, con dinero derrochado en cosas superfluas, en lograr de ser empleado, siempre que sea posible, en empresas ventajosas para todos.

II. Construir una comunidad cristiana viva y operante.- La segunda lectura (Heb 13, 7-8, 15-17, 20-21), se adapta a los fieles de Roma. La ha elegido, como he dicho, el maestro de ceremonias. Confieso que el que en ella se hable de obediencia me pone un poco en compromiso.

¡Hoy es muy difícil convencer cuando se enfrentan los derechos de la persona humana con los de la autoridad y de la ley! Libertad y autoridad En el libro de Job se describe un caballo de batalla: salta como una potrilla y bufa, escarba la tierra con la pezuña y luego se lanza con ardor; cuando suena la trompeta, relincha de júbilo; olfatea de lejos la lucha, oye los gritos del mando y el clamor de las formaciones (cf. Job 39,15-25). Símbolo de la libertad. La autoridad, en cambio, se asemeja al caballero prudente, que manta el caballo y, unas veces con voz suave, otras utilizando acertadamente las espuelas, las riendas o la frustra, lo estimula, o también modera su carrera impetuosa, lo frena y lo para. Poner de acuerdo a caballo y caballero, libertad y autoridad, ha llegado a ser un problema social. Y también un problema de Iglesia.

En el Concilio se trató de resolverlo en el cuarto capítulo de la Lumen gentium. He aquí las indicaciones conciliares para el « caballero ». « Los sacros pastores saben muy bien lo que contribuyen los seglares al bien de toda la Iglesia. Saben que ellos no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión de la salvación que la Iglesia ha recibido en relación con el mundo, sino que su magnífica tarea es la de apacentar a los fieles y reconocer sus servicios y sus carismas, de modo que todos concordemente cooperen cada cual en su medida, a la obra común » (Lumen gentium, 30). Y continúa: saben también los pastores que « en las batallas decisivas las iniciativas más acertadas parten a veces del frente» (ib. 37 nota 7). ...una indicación del Concilio para el « generoso batallador », es decir para los seglares: al abispo «deben adhesión los fieles como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre » (ib. 27).

Roguemos al Señor para que ayude tanto al Obispo como a los fieles, tanto al caballero como al caballo.

Comunión eclesial.-Me han dicho que en la diócesis de Roma son muchas las personas que se prodigan por sus hermanos, numerosos los catequistas; otros muchos esperan sólo una leve señal para intervenir y colaborar. Que el Señor nos ayude a todos a constituir en Roma una comunidad cristiana viva y operante. No en balde he citado el capítulo cuarto de la Lumen gentium: es el capitulo de la « comunión eclesial ». Pero lo que allí se dice afecta especialmente a los seglares.

La obediencia sacerdotal y religiosa.-Los sacerdotes, los religiosos y las religiosas tienen una posición particular, ligados como están por el voto o por la promesa de obediencia. Yo recuerdo como uno de los momentos solemnes de mi existencia aquél en que, puestas mis manos en las del obispo, dije: « Prometo ». Desde entonces me he sentido comprometido para toda la vida y jamás he pensado que se tratara de una ceremonia sin importancia.

Espero que los sacerdotes de Roma piensen lo mismo. A ellos y a los religiosos, San Francisco de Sales les recordaría el ejemplo de San Juan Bautista, que vivió en la soledad, lejos del Señor, aun con su gran deseo de estar cercano a Él. ¿Por qué? Por obediencia. « Sabía --escribe el Santo --que encontrar al Señor fuera de la obediencia, es perderlo » (F. DE SALES, Oeuvres, Annecy, 1896 pág. 321).

III. La tarea de evangelizar.-La tercera lectura (Mt 28,16-20) recuerda al Obispo de Roma sus deberes. Enseñar con estilo pastoral El primero es « enseñar », proponiendo la palabra del Señor con fidelidad tanto a Dios como a los que escuchan, con humildad, pero con valiente franqueza.

Entre mis santos predecesores Obispos de Roma hay dos que son también Doctores de la Iglesia: San León, el vencedor de Atila, y San Gregorio Magno. En los escritos del primero hay una línea teológica altísima y brilla una lengua latina estupendamente construida; no pienso qué le pueda yo imitar, ni siquiera de lejos. Él segundo, en sus libros, es « como un padre, que instruye a sus hijos y les hace partícipes de sus solicitudes por su salvación eterna » (I. SCHUSTER, Liber Sacramentorum, vol. I, Turín, 1929, pág. 46). Quisiera tratar de imitar al segundo, que dedica todo el libro tercero de su Regula pastoralis al tema « qualiter doceat », es decir, cómo el pastor debe enseñar. A lo largo de 40 capítulos, Gregorio indica concretamente varias formas de instrucción, según las diversas circunstancias de condición social, edad, salud y temperamento moral de los oyentes. Pobres y ricos, alegres y tristes, superiores y súbditos, doctos e ignorantes, descarados y tímidos, etc... todos están en ese libro, que es como el valle de Josafat.

En el Concilio Vaticano se consideró como algo nuevo el que se denominase « pastoral » no ya a lo que se enseñaba a los pastores, sino a lo que los pastores hacían para afrontar las necesidades, las ansias y las esperanzas de los hombres. Gregorio había ya puesto en práctica esa «novedad» muchos siglos antes, tanto en la predicación como en el gobierno de la Iglesia.

Celebrar bien la liturgia.-El segundo deber, expresado con la palabra « bautizar », se refiere a los sacramentos y a toda la liturgia. La diócesis de Roma ha seguido el programa de la CEI « Evangelización y Sacramentos »; sabe ya que evangelización, sacramento y vida santa son tres momentos de un camino único: la evangelización prepara al sacramento y el sacramento lleva a vivir cristianamente a quienes lo han recibido. Quisiera que este gran concepto se aplicara cada vez con más amplitud.

Quisiera también que Roma diese el buen ejemplo de una liturgia celebrada piadosamente y sin « creatividades » desentonadas. Algunos abusos en materia litúrgica han podido favorecer, por reacción, actitudes que han llevado a toma de posiciones insostenibles en sí mismas y en contraste con el Evangelio. A1 hacer un llamamiento, con afecto y con esperanza, al sentido de responsabilidad de cada uno frente a Dios y a la Iglesia, quisiera poder asegurar que cualquier irregularidad litúrgica será diligentemente evitada.

Guiar y gobernar con amor.-Y hénos aquí ya en el último deber episcopal: « enseñar a observar ». Es la diaconía, el servicio de guiar y gobernar. Confieso que, aunque haya sido yo veinte años obispo, en Vittorio Veneto y en Venecia, todavía no he «aprendido bien el oficio». En Roma, estudiaré en la escuela de San Gregorio Magno, que dice: « Esté cercano (el pastor) a cada uno de sus súbditos con la compasión. Y olvidando su grado, considérese igual a los súbditos buenos, pero no tenga temor en ejercer, contra los malos, el derecho de su autoridad. Recuerde que mientras todos los súbditos dan gracias a Dios por cuanto el pastor ha hecho de bueno, no se atreven a censurar lo que ha hecho mal; cuando reprime los vicios, no deje de reconocerse, humildemente, igual que los hermanos a quienes ha corregido y siéntase ante Dios tanto más deudor cuanto más impunes resulten sus acciones ante los hombres » (Reg. past. porte II, cc. 5 y 6 passim).

...la explicación de las tres lecturas. Pero séame permitido añadir una solo cosa: es ley de Dios que no se pueda hacer bien a alguien si antes no se le quiere bien. Por eso San Pío X, al entrar como Patriarca en Venecia, exclamó en San Marcos: « ¿Qué sería de mí, venecianos, si no os amase? ». Algo parecido digo yo a los romanos: puedo aseguraros que os amo, que solamente deseo serviros y poner a disposición de todos mis pobres fuerzas, todo lo poco que tengo y que soy.

11. LA VIRGEN, ESTRELLA DE LA EVANGELIZACION EN AMERICA LATINA
Mensaje a los obispos y fieles del Ecuador
Venerables hermanos y amadísimos hijos del Ecuador:
Con sumo gusto queremos unir nuestra voz a la vuestra, desde esta Roma centro de la catolicidad, para tributar un homenaje de filial devoción y amor a nuestra Madre del cielo, la Santísima Virgen María.

Sabemos que estáis celebrando el III Congreso Mariano Nacional, bajo el lema: El Ecuador, por María a Cristo. Haced de este lema todo un programa de vida y de acción apostólica. María, la Madre de Cristo, Madre de la Iglesia y Madre dulcísima de cada uno de nosotros, sea siempre vuestro modelo, vuestra guía, vuestro camino hacia el Hermano Mayor y Salvador de todos, Jesús.

Y sea también Ella, en este momento difícil y lleno de esperanza, la estrella de la evangelización en Ecuador y en toda América Latina. Con gran afecto paterno y en unión de plegarias os bendecimos a todos, Pastores y fieles del Ecuador, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. amor, su justicia, su salvación, por medio de la palabra y del ejemplo, ante sus vecinos, los pueblos de Asia.

Y sabemos que disponéis de un instrumento excepcional a este respecto: Radio Véritas. Tenemos esperanza firme de que Filipinas utilizará este medio magnífico, y todos los demás a su disposición, para anunciar con la Iglesia entera que Jesucristo es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.

Enviamos un saludo a todas las Iglesias locales, especialmente a los sacerdotes y religiosos. Les exhortamos a una santidad de vida cada vez mayor, como condición para la eficiencia sobrenatural de su apostolado.

Amamos y bendecimos a las familias de vuestras diócesis y a todo el laicado. Pedimos a los enfermos y minusválidos que comprendan el alcance de su importante papel en el plan de Dios y se den cuenta de lo mucho que depende de ellos la evangelización.

A vosotros, hermanos, os impartimos nuestra bendición apostólica especial pidiendo para vosotros gozo y fortaleza en Jesucristo.

1. Yo soy el puro y pobre polvo.-«No sé qué ha podido pensar el Señor, qué ha pensado el Papa, qué ha pensado la divina Providencia de mi. Estoy pensando en estos dias que conmigo el Señor pone en práctica su viejo sistema: saca a los pequeños del lodo de la calle y los coloca en alto, arranca a las gentes de los campos, de las redes del mar, del lago, y hace de ellos apóstoles. Es su viejo sistema. Ciertas cosas el Señor no las quiere escribir ni en bronce, ni en mármol, sino nada menos que en el polvo, para que si queda lo escrito, no borrado, no disperso por el viento, quede bien claro que todo es obra y todo es mérito del único Señor. Yo soy el pequeño de antes, yo soy el que viene de los campos, yo soy el puro y pobre polvo; sobre este polvo el Señor ha escrito la dignidad episcopal de la ilustre diócesis de Vittorio Véneto. Si sale algo bueno de todo esto, que quede claro desde este momento: es sólo fruto de la bondad, de la gracia, de la misericordia del Señor» Homilia de 16 deenero de 1959, en Canale d'Agordo

2. El catecismo
.-«Si abandonáis el catecismo no sabréis qué medios utilizar para que sean buenos los pequeños y los mayores. ¿Recurriréis a la "dignidad humana"? Los pequeños no comprenden qué es eso, y a los mayores les importa un bledo. ¿Iréis con "el imperativo categórico" por delante? Peor que peor... Se dice que también la filosofia y la ciencia son capaces de hacer buenos y nobles a los hombres. Pero no hay punto de comparación con el catecismo, que enseña en breve la sabiduría de todas las bibliotecas, resuelve los problemas de todas las filosofías y satisface las búsquedas más penosas y difíciles del espiritu humano». Catequesis en migajas, 1949

3. De fórmulas que parecían áridas, surge una flamante santidad.-«Mantengámonos unidos a la hora de enseñar las mismas cosas: no opiniones más o menos respetables, sino lo que el Magisterio de la Iglesia propone... El criterio de catequizar es, pues, el depositum custodi de san Pablo, y no el otro, que a veces se usa: «"¿Qué es lo que gusta? ¿qué es lo que hoy va de moda? ¿qué es lo que hará que parezca yo al día y brillante?"... Con el Papa exhorto a no tener demasiados prejuicios contra el uso sabio y moderado tanto de las fórmulas como de la memorización. De acuerdo, saber de memoria no es saber... Sin embargo, una fórmula comprendida y recordada de memoria es como una percha, de la que, a pesar del paso de los años, siguen colgados los conocimientos religiosos más importantes. Ciertas fórmulas de química y álgebra, algunos articulas fundamentales del código, porque exigen precisión, se aprenden de memoria en el instituto y la universidad. Ahora bien, ¿existe un código más comprometedor que las verdades religiosas y los preceptos morales? Se dice que las fórmulas son áridas. También una cerilla parece árida pero al restregarla produce llama. Aquí en el Véneto tenemos el caso de santa Bertilla Boscardin, que conoció casi sólo el catecismo de fórmulas. Se lo había dado el párroco cuando era jovencita; se lo llevó al convento; lo leía y releía sin parar; se lo encontraron en el bolsillo de su ropa tras su muerte. Estaba casi desgastado, pero la santa, de aquellas fórmulas que parecían áridas, había sabido hacer que brotara una flamante santidad». Homilía a los catequistas, Venecia, 29 de octubre de 1977.

4. Marcos parece haber visto.-«San Marcos, por sintaxis, vocabulario, construcción y elaboración de la frase, es un pobre escritor. Pero es vivaz, pintoresco: por eso gusta. Sólo Marcos reproduce tal cual, en arameo, ciertas frases pronunciadas por Jesús. Esta por ejemplo: "Talitá kum", "Hijita, ¡levántate!". Esta otra: Eloi, ¿lama sabactani?", "Dios mio, ¿por qué me has abandonado?". Todo esto ayuda a ver y sentir el ambiente palestino. Más que enseñar, Marcos describe: parece haber visto». Homilía de la fiesta de san Marcos, Venecia, 25 de abril de 1974.

5. La evidencia de los hechos.- «Dice san Pablo: "...Fue sepultado, ...resucitó al tercer dia, ...se apareció a Cetas, luego a los doce. Después se apareció una vez a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron... Luego se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; y después de todos ... se me apareció también a mi" (1 Cor 15, 4-9). Pablo usa aquí cuatro veces el verbo aparecer, insistiendo en la percepción visual; ahora bien, el ojo no ve nada interior, sino exterior a nosotros, una realidad distinta de nosotros, que se nos impone desde fuera. Esto aleja la tesis de la alucinación, de lo que, por lo demás, fueron los apóstoles los primeros en tener miedo. Ellos pensaron en primer lugar que veÍan un espíritu, no al verdadero Jesús, quien tuvo que tranquilizarles: "¿Por qué os turbáis...? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espiritU no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo" (/Lc/24/38). Ellos seguían sin creer, por lo que Jesús les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un trozo de pez asado, y tomándolo, comió delante de ellos" (/Lc/24/41-43). La incredulidad inicial, pues, no fue sólo de Tomás, sino de todos los apóstoles, gente sana, robusta, realista, alérgica a las alucinaciones, que se rindió sólo ante la evidencia de los hechos.

Con un material humano de este tipo también era muy improbable pasar de la idea de un Cristo que merecía revivir espiritualmente en los corazones a la idea de una resurrección corporal a fuerza de reflexión y entusiasmo. Entre otras cosas, en lugar del entusiasmo, tras la muerte de Cristo, había en los apóstoles sólo desazón y decepción. Además no tuvieron tiempo: ¡en quince dias un fuerte grupo de personas, no acostumbradas a la especulación, no cambia completamente de mentalidad sin la ayuda de sólidas pruebas!.Homilía de la vigilia pascual, Venecia 21 de abril de 1973

6.De vieja gnosis se trata.-«"¿Teologia nueva?" ¡Bienvenida sea! Sin embargo, a veces nos engañamos: no se trata de nueva teologia, sino de vieja gnosis. Reaflora, en efecto, a menudo la mentalidad presuntuosa de los antiguos gnósticos: "¡Nosotros damos explicaciones a nivel de altísima ciencia, nosotros nos comemos las pobres, rancias y superadas explicaciones del Magisterio!". Vuelve también el método de la gnosis: es decir, tomar los temas y los términos de la fe católica, pero sólo parcialmente, arrogándose el derecho de tamizarlos y seleccionarlos, de entenderlos a nuestra manera, de mezclarlos con ideologías extrañas y fundar la adhesión a la fe no en la autoridad divina, sino en motivos humanos; por ejemplo, en esta o aquella opción filosófica, en la coincidencia de un tema dado con determinadas decisiones políticas abrazadas con anterioridad». Homilía sobre Cristo liberador, Venecia, 7 de marzo de 1973

7. Quietismo y pelagianismo.-«...no tengo ningún deseo de convertirme en heresiólogo; sin embargo, a veces siento fuerte dentro de mi la tentación de señalar huellas de quietismo y semiquietismo, de pelagianismo y semipelagianismo en escritos y discursos que, o describen el trabajo pastoral como si todo dependiera de los hombres o de las técnicas sociológicas, o hablan de nosotros, los pobres humanos, como si no tuviéramos ya nada que ver con el pecado». Invitación al clero para los ejercicios espirituales, Venecia, 5 de agosto de 1974

8. El amor a la Tradición.-«No se hace necesario hoy recomendar el estudio y la lectura devota (que no es estudio) de la Biblia: por suerte, ambas cosas han entrado en los corazones después del Concilio. Os recomiendo, en cambio, el amor a la Tradición: no seáis de esos que, deslumbrados y ciegos, más que iluminados, por algún relámpago, piensan que el sol existe sólo desde este momento y que a todo le quieren dar la vuelta y cambiar». Comienzo de curso del seminario, Venecia, 20 de septiembre de 1977.

9. Sólo Dios puede tocar el corazón.-«Uno de los obispos más brillantes fue san Pablo apóstol, quien decía de su predicación en Corinto "Yo eché la semilla, pero nada hubiera ocurrido si Dios no la hubiera hecho crecer". No es cuestión de correr, es cuestión sólo de misericordia y delicadeza de Dios. Yo, obispo, y mis sacerdotes podemos instruir, iluminar, convencer también, pero no más; sólo Dios puede tocar el corazón y convertiros». Primera homilía en la Catedral, Vittorio Véneto, 11 de enero de 1959

10. El pecado cometido se convierte casi en una joya.-«En Pascua, Dios espera. Un pródigo que regresa le da más consuelo que noventa y nueve que siguieron siendo fieles; dada su infinita misericordia, mientras un pecado aún por cometer es evitado a costa de cualquier sacrificio, el pecado ya cometido se convierte en nuestras manos casi en una joya, que podemos regalar a Dios para darle el consuelo de perdonar. ¡Intentémoslo! Uno queda como un señor cuando se regalan joyas». Carta a los fieles de Vittorio Véneto, 7 de febrero de 1959

11. El cónclave.-«Un escrito de san Bernardo se utilizó una vez de una manera muy curiosa. Ocurrió durante un cónclave para elegir al papa, los cardenales estaban muy indecisos sobre a quién elegir. Uno de ellos pidió la palabra e hizo la siguiente reflexión: "Queridos colegas, el criterio que hay que seguir en este momento ya fue expuesto con claridad y limpidez por san Bernardo en la carta tal y tal: "Si alguien es sabio, que nos dé buenas lecciones; si tiene piedad, que ore por nosotros; si es prudente, que nos gobierne". Arrodillémonos, pues, ante aquellos que entre nosotros son sabios y tienen piedad, pero elogiemos a aquel que está dotado de prudencia"». Elogio de la prudencia. Discurso en la Universidad Federal de Santa Maria, Brasil, noviembre de 1975

12. Roma y los pobres.-«Algunas de sus palabras [del alcalde de Roma] me han hecho recordar una de las oraciones que de muchacho rezaba con mi madre. Decía así "Los pecados que gritan venganza ante Dios son... oprimir a los pobres, robarles a los obreros en su salario". A su vez, el párroco me preguntaba en la escuela de catecismo: "Los pecados que gritan venganza ante Dios, ¿por qué están entre los más graves y funestos?". Y yo respondía con el catecismo de Pio X: "!. .. por ser directamente contrarios al bien de la humanidad y tan odiosos que provocan, como ningún otro, los castigos de Dios". Roma será una verdadera comunidad cristiana si honra a Dios no sólo con la afluencia de los fieles a las iglesias, no sólo con una vida privada vivida con morigeración, sino también con el amor por los pobres. Estos -decía el diácono romano Lorenzo- son los verdaderos tesoros de la Iglesia; quien pueda, pues, debe ayudarlos para tener y ser más sin ser humillados y ofendidos con riquezas ostentadas, con dinero derrochado en cosas fútiles y no invertido -cuando fuera posible- en empresas de interés común». Basílica de san Juan de Letrán, 23 de septiembre de 1978
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor jair ovallos » Jue Jun 28, 2012 11:45 am

Albino Luciani fue el primer pontífice nacido en el siglo XX. Fue elegido como el 263.er papa de la Iglesia Católica el 26 de agosto de 1978. Fue el primer papa con dos nombres, gesto con el que pretendía honrar a sus dos predecesores: Juan XXIII y Pablo VI.

Su elección se produjo en la tercera votación de un cónclave inusualmente breve, el más corto del siglo XX.[2]

Juan Pablo I eligió como lema de su papado la expresión latina Humilitas (humildad), lo que se reflejó en su polémico rechazo de la coronación y de la tiara papal en la ceremonia de entronización,[3] en contra de lo prescrito por la Constitución Apostólica de Pablo VI.

Como papa, Juan Pablo I estableció un ambiente de optimismo y cercanía que nunca llegaría a avanzar por la brevedad de su pontificado. Murió, según las fuentes oficiales, de un infarto, 33 días después de su elección, el 28 de septiembre de 1978, siendo el cuarto pontificado más breve de la historia.[4]
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor jair ovallos » Jue Jun 28, 2012 11:47 am

CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO I
AL CARDENAL JOSEPH RATZINGER
ENVIADO EXTRAORDINARIO
PARA EL III CONGRESO MARIANO NACIONAL DE ECUADOR



A nuestro venerable hermano,
cardenal Joseph Ratzinger,
arzobispo de Munich y Freising (Alemania).

El concierto de alabanzas, con que suele honrarse a la Virgen María en todo el orbe de la tierra tendrá un punto culminante —como es fácil suponer— en este mes de septiembre en una ciudad del Ecuador, Guayaquil, donde se reunirá un Congreso nacional para clausurar el Año Mariano que en honor a la Virgen ha venido celebrándose en todo el país. Todavía se recuerda allí una reunión similar que tuvo lugar en la misma ciudad hace veinte años y que resultó muy importante por sus solemnes ceremonias y abundancia de frutos espirituales.

Con decisión realmente muy acertada, habida cuenta de las exigencias y necesidades de los actuales tiempos, se han propuesto dos documentos del magisterio del Romano Pontífice para estudiarlos detenidamente durante esas celebraciones: las Exhortaciones Apostólicas: Marialis cultus y Evangelii nuntiandi. Con ello, se espera un doble fruto de este Congreso: el aumento de la devoción a la Madre de Dios y un intensificado ardor por esparcir en todo el mundo el mensaje salvador de Cristo.

Nos. que amamos sinceramente al pueblo ecuatoriano, quisiéramos participar de algún modo en estas solemnidades, para infundirles mayor fuerza y esplendor. Por lo cual, con esta Carta, te elegimos, nombrarnos y designamos como Enviado Ex­raordinario Nuestro, encargándote que presidas, en Nuestro Nombre y con Nuestra Autoridad; esas celebraciones marianas. Y no dudamos que sabrás cumplir acertada, diligente y fructíferamente esa noble tarea, dada la densa doctrina que posees y la acendrada devoción que siempre has demostrado hacia la Madre de Cristo Salvador y Madre nuestra.

Que resplandezca. por tanto, en Guayaquil, con nuevo esplendor el misterio mariano, sobre el cual exclamaba estupefacto San Agustín: «¿Qué mente podrá pensar y qué lengua explicar no solamente que en un principio fue el Verbo, sin haber tenido principio alguno, sino también que el Verbo se hizo carne, eligiendo una virgen para hacerla su madre y haciéndose una madre conservándola virgen...? ¿Qué es esto? ¿Quién puede hablar de ello? ¿Quién puede callarlo? Es algo admirable: lo que no somos capaces de explicar, no lo podemos silenciar; predicamos hablando lo que ni siquiera comprendemos pensando» (Sermo 215, 3; PL 38, 1073).

Deseando y pidiendo a Dios que esas solemnidades tengan saludables resonancias en la vida de los individuos y de la sociedad, a ti, Venerable hermano Nuestro, así como a tu colega, el eminentísimo cardenal Pablo Muñoz Vega, arzobispo de Quito —el cual, con sus auxiliares, han trabajado con gran esmero en la preparación de ese Congreso— lo mismo que a los demás prelados, autoridades, sacerdotes, religiosos y fieles que ahí se reúnen con este motivo, impartimos de buen grado la bendición apostólica, prenda de dones celestiales.

Roma, junto a San Pedro, día 1 de septiembre de 1978, año I de nuestro Pontificado.

IOANNES PAULUS PP. I
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Jue Jun 28, 2012 11:54 am

EL PAPA RECUERDA LAS INICIATIVAS ECUMENICAS DEL PATRIARCA ATENAGORAS Y DE LOS PONTIFICES
JUAN XXIII Y PABLO VI


Ciudad del Vaticano, 28 de junio 2012 (VIS).-Como es tradición, con motivo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, Benedicto XVI recibió en el Vaticano a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el Patriarca Bartolomé I, en el marco del intercambio de visitas entre la Iglesia de Roma y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, en ocasión de las fiestas de sus respectivos patronos.

La delegación, que entregó al Papa un mensaje del Patriarca, estaba compuesta por el Metropolita de Francia Emmanuel Adamakis; el obispo Ilias Katre, de Philomelion (EE.UU); y el reverendo Paisios Kokkinakis, del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico.

La festividad de los Santos Pedro y Pablo, dijo Benedicto XVI a los representantes del Patriarcado Ecuménico “nos da la oportunidad de agradecer al Señor las obras extraordinarias que ha hecho y sigue haciendo a través de los Apóstoles en la vida de la Iglesia. Su predicación, sellada por el testimonio del martirio -observó- es la base sólida solida y perenne sobre la cual se asienta la Iglesia y ,en la fidelidad al depósito de la fe que nos han transmitido, encontramos las raíces la comunión que ya experimentamos entre nosotros”.

“En nuestro encuentro -al mismo tiempo que encomendamos a la intercesión de los gloriosos apóstoles y mártires Pedro y Pablo nuestra súplica para que el Señor (...) nos conceda llegar pronto al día bendito en que podamos compartir la mesa eucarística- le damos gracias por el camino de paz y reconciliación que nos ha hecho recorrer juntos. Este año se cumple el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, ()(...) Y fue en ese concilio en el que, como bien sabéis, estuvieron presentes algunos representantes del Patriarcado Ecuménico en calidad de Delegados fraternos, cuando se abrió una nueva fase importante de las relaciones entre nuestras Iglesias. Alabamos al Señor, ante todo, por el redescubrimiento de la hermandad profunda que nos une, y también por el camino recorrido en estos años por la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, con la esperanza de que, también en la fase actual, se progrese”.

“Recordando el aniversario del Concilio Vaticano II, creo que es justo rememorar la figura y la actividad del inolvidable Patriarca ecuménico Atenágoras (...) que junto con el beato Juan XXIII y el siervo de Dios Pablo VI, animados por la pasión por la unidad de la Iglesia que nace de la fe en Cristo el Señor, promovieron valerosas iniciativas que allanaron el camino a relaciones renovadas entre el Patriarcado Ecuménico y la Iglesia Católica. Me alegra profundamente que Su Santidad Bartolomé I continúe, con renovada fidelidad y creatividad fecunda, la senda trazada por sus predecesores, los patriarcas Atenágoras y Dimitrios, y sea conocido en todo el mundo por su apertura al diálogo entre los cristianos y por su compromiso para anunciar el Evangelio en el mundo contemporáneo”, finalizó el Santo Padre
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor MA SOCORRO A REYES L » Vie Jun 29, 2012 6:12 pm

A Pinocho
Cuando te enamores...

Querido Pinocho,
Tenía siete años cuando leí por primera vez tus Aventuras. No podría decirte cuánto me gustaron ni cuántas veces he vuelto a leerlas desde entonces. La verdad es que en ti, niño, me reconocía a mí mismo; en tu ambiente, mi ambiente.

¡Cuántas veces corrías por el bosque, a través de los campos, por la playa, por las calles! Y contigo corrían la Zorra y el Gato, el perro Medoro, los niños de la batalla de los libros. Parecían mis carreras, mis compañeros, las calles y los campos de mi aldea.

Corrías a ver los carromatos que llegaban a la plaza; también yo. Te quejabas, retorcías la boca, metías la cabeza bajo las sábanas antes de beber la amarga medicina; también yo. La rebanada de pan con mantequilla por los dos lados, el pastel de canela, el terrón de azúcar y, en algunos casos, hasta un huevo, una pera, o incluso sus mondaduras, representaban un manjar delicioso para ti, glotón y hambriento como estabas; lo mismo me pasaba a mí.

También yo, al ir y venir de la escuela, me veía enzarzado en "batallas": con bolas de nieve en invierno; a puñetazos y patadas en todas las estaciones del año; unas veces "encajaba"; otras, daba, tratando siempre de equilibrar el "haber" con el "debe" y de no lloriquear en casa, donde, si me hubiera quejado, me habrían quizá dado "el resto".

Y ahora has vuelto. Ya no hablas desde las páginas del libro, sino desde la pantalla de TV. Pero sigues siendo el mismo niño de otro tiempo.

Yo, en cambio, he envejecido. Me encuentro ya, si se puede hablar así, al otro lado de la barricada. Ya no me reconozco en ti, sino en tus consejeros: el maestro Gepeto, Pepe Grillo, el Mirlo, el Papagayo, la Luciérnaga, el Cangrejo, la Marmota.

Ellos intentaron - ¡ay!, sin éxito, excepto en el caso del Atún - darte consejos para tu vida de niño.

Yo intento dártelos para tu futuro de muchacho y de joven. ¡Mucho cuidado! ¡Ni se te ocurra tirarme a mí también el martillo, porque no estoy dispuesto a acabar como el pobre Pepe Grillo!
***
¿Te has dado cuenta de que no he nombrado al Hada entre tus "consejeros"? No me gusta su sistema. Cuando te persiguen los asesinos, llamas desesperado a su puerta; ella se asoma a la ventana con su rostro blanco, como una figura de cera, se niega a abrirte y deja que te cuelguen de un árbol.

Te libra, sí, más tarde, de la encina, pero luego te gasta la pesada broma de meter en tu cuarto de enfermo a aquellos cuatro conejos, negros como el betún, con un pequeño ataúd a sus espaldas.

Aún más. Escapado por milagro de la sartén del Pescador verde, vuelves a casa aterido de frío cuando la noche está ya entrada y el agua cae a cántaros sobre tus espaldas. El Hada hace que te encuentres con la puerta cerrada y, tras muchas llamadas desesperadas, te envía al Caracol, que tarda nueve horas en bajar desde el cuarto piso y en llevarte - medio muerto como estás de hambre - un pan de yeso, un pollo de cartón y cuatro melocotones de alabastro pintados al natural.

Bueno, no se trata así a los niños que se equivocan, sobre todo si están entrando, o han entrado ya, en la edad llamada preciosa o, también, difícil, que va de los 13 a los 16 años, y que de ahora en adelante será la tuya, Pinocho.

La probarás: edad difícil, tanto para ti como para tus educadores. Ya no eres un niño, y rechazarás la compañía, las lecturas, los juegos de los pequeños; pero tampoco eres un hombre, y te sentirás incomprendido y casi rechazado por los adultos.

Y mientras pasas por la extraña experiencia de un rápido crecimiento físico, tendrás la impresión de encontrarte de improviso con unas piernas kilométricas, unos brazos de Briareo y una voz extrañamente cambiada, insólita, irreconocible.

Sentirás una fuerte necesidad de afirmar tu yo: por una parte, entrarás en conflicto con el ambiente de la familia y del colegio; por otra, entrarás a velas desplegadas en la solidaridad de las "pandillas". Por un lado, exiges independencia de la familia; por otro, tienes hambre y sed de ser aceptado por tus compañeros y de depender de ellos.

¡Cuánto miedo a ser distinto de los demás! Adonde va la pandilla, allí quieres ir también tú. Los chistes, el lenguaje y los pasatiempos de los demás los haces tuyos. Vistes como ellos visten: un mes, todos en sweater y vaqueros; al siguiente, todos con cazadoras de cuero, pantalones de color, cordones blancos sobre botas negras. En unas cosas, anticonformistas; en otras, sin daros siquiera cuenta, conformistas al cien por ciento.

¡Y de humor mudable! Hoy, tranquilo y dócil, como cuando tenías 10 años; mañana, arisco como un ulceroso de 70. Hoy quieres ser aviador, mañana estás decidido a ser actor de teatro. Hoy, audaz y despreocupado; mañana, tímido y casi ansioso. ¡Cuánta paciencia, cuánta indulgencia, cuánto amor y comprensión deberá tener contigo el maestro Gepeto!

Hay más: te volverás introspectivo, es decir, comenzarás a mirar dentro de ti y descubrirás cosas nuevas. Aflorará en ti la melancolía, la necesidad de soñar con los ojos abiertos, el sentimiento e incluso el sentimentalismo. Y hasta podrá ocurrir que, en séptimo u octavo de EGB, te "enamores", como el joven David Copperfield, que decía: "Adoro a miss Shepherd. Es una chica de chaquetilla corta, cara redonda y cabellos rizados. Cuando estoy en la iglesia, no puedo leer el misal porque tengo que mirar a miss Shepherd. Pongo a miss Shepherd entre los miembros de la familia real..., en mi cuarto a veces me siento impulsado a exclamar: '¡Oh, miss Shepherd!'... Me gustaría saber por qué he regalado secretamente a miss Shepherd doce nueces. No son un símbolo de afecto... y, sin embargo, siento que es un regalo que le va bien. También doy a miss Shepherd insípidas galletas e innumerables naranjas... Miss Shepherd es la única visión que invade mi alma".

"¿Cómo es posible que, en el espacio de unas pocas semanas, rompa con ella? Se dice por ahí que prefiere al señorito Jones... Un día miss Shepherd hace un gesto al pasar a mi lado y se ríe con su amiga. Todo ha terminado. La devoción de toda una vida ha desaparecido. Miss Shepherd sale de la función religiosa de la mañana dominical, y la familia real ya no la reconoce".

Le pasó a Copperfield. Les pasa a todos. ¡Te pasará también a ti, Pinocho!
***
Pero ¿cómo te ayudarán tus "consejeros"?

Durante el "fenómeno de crecimiento", tu nuevo Pepe Grillo debería ser el viejo Vittorino de Feltre, un pedagogo que quiso mucho a los niños de tu edad y que dio una gran importancia en la educación a los ejercicios al aire libre.

La equitación, el salto, la natación, la esgrima, la caza, la pesca, el tiro al arco, el canto. Pretendía, con estos medios, crear un ambiente sereno en su "Casa alegre" y dar una salida útil a la exuberancia física de sus jóvenes alumnos. De muy buen grado habría hecho suyo lo que más tarde diría Parini:

"¿Qué no podrá hacer un alma audaz si tiene vida en miembros fuertes?"

Luego, tu amigo Atún, que te llevó sano y salvo a la orilla cuando saliste del vientre del tiburón podrá ayudarte, con su calma y fuerza persuasiva, en la próxima crisis de la autoafirmación de que te he hablado.

Hoy, el sueño de vosotros jóvenes no es sólo el automóvil. Vosotros soñáis con todo un garaje de autos morales: autoelección, autodecisión, autogobierno, autonomía. Hace muy poco, unos muchachos de Bolzano comenzaron una autoescuela dirigida por ellos mismos.

"Justo, diría con su típica calma el sabio Atún, llegar a la autodecisión. Pero poco a poco, paso a paso. No se puede pasar de repente de la total obediencia de niño a la plena autonomía de adulto". Ni se puede usar hoy, para todo, el método duro de un tiempo. A medida que vayas creciendo en edad, Pinocho, crecerá en ti el deseo de autonomía. Pues, bien, haz que crezca también - con la ayuda externa de buenos educadores - la recta conciencia de tus derechos y deberes; haz que crezca el sentido de la responsabilidad, para usar bien de la tan deseada autonomía.

Escucha cómo eran educados, hace más de un siglo, los hermanos Visconti - Venosta. Uno de ellos, Giovanni, era escritor; el otro, Emilio, un político de nuestro Risorgimento: "Uno de los métodos de educación de mi padre consistía en estar con sus hijos el mayor tiempo posible, en exigirnos una confianza ilimitada, devolviéndonos mucha por su parte, y en considerarnos como personas un poco superiores a nuestra edad. Así inculcaba en nosotros el sentido de la responsabilidad y del deber. Nos trataba como a hombres pequeños, cosa que nos halagaba bastante. Por ello nos esforzábamos también por estar a la altura".
***
En tu viaje hacia la autonomía, chocarás quizá, querido Pinocho, como casi todos los jóvenes entre los 17 y los 20 años, con un difícil escollo: el problema de la fe.

Respirarás, en efecto, objeciones antirreligiosas como se respira el aire, en el colegio, en la fábrica, en el cine, etc. Si tu fe es un montón de buen trigo, vendrá todo un ejército de ratones a tomarlo por asalto. Si es un traje, cien manos tratarán de desgarrártelo. Si es una casa, el pico querrá derribarla piedra a piedra. Tendrás que defenderte: hoy, de la fe sólo se conserva lo que se defiende.

Y ten presente dos cosas..

Primera: toda certeza merece estima, aunque no comparta la evidencia de la matemática. La existencia de Napoleón, César o Carlomagno no goza de la certeza del 2 + 2 = 4, pero no por ello deja de ser cierta con una certeza humana, histórica. Del mismo modo es también cierto que existió Cristo, que los apóstoles lo vieron muerto y luego resucitado.

Segunda cosa: al hombre le es necesario el sentido del misterio. De nada sabemos todo, decía Pascal. Sé muchas cosas de mí mismo, pero no todo. No sé exactamente qué es mi vida, mi inteligencia, el grado de mi salud, etc. ¿Cómo puedo entonces pretender comprender y saber todo de Dios?

Las objeciones más frecuentes que oirás irán dirigidas contra la Iglesia. Podrá quizá ayudarte una anécdota contada por Pitigrilli. En Londres, en Hyde Park, un predicador está hablando al aire libre. De cuando en cuando lo interrumpe un individuo despeinado y sucio. "La Iglesia existe desde hace ya dos mil años - salta de repente el individuo - y el mundo está todavía lleno de ladrones, de adúlteros, de asesinos". "Tiene usted razón - responde el predicador -. Pero hace también dos millones de siglos que existe el agua en el mundo y mire cómo tiene usted el cuello".

En otras palabras: ha habido malos Papas, malos sacerdotes, malos católicos. Pero ¿qué significa eso? ¿Que se ha aplicado el Evangelio? No, todo lo contrario. En esos casos no se ha aplicado el Evangelio.

Pinocho mío, sobre los jóvenes hay dos frases famosas. Te recomiendo la primera, de Lacordaire: "Ten una opinión y hazla valer". La segunda es de Clemenceau, y no te la recomiendo en absoluto: "No tiene ideas, pero las defiende con ardor".
***
¿Puedo volver a David Copperfield? El recuerdo de miss Shepherd se ha alejado de él, desde hace algún tiempo, y David, ahora con 17 años, se vuelve a enamorar. Esta vez adora a la señorita Larkins. Se siente feliz con tal de poder hacerle una reverencia cada día. Sólo encuentra alivio si se pone los mejores trajes y se limpia continuamente los zapatos. Sueña: «¡Ay!, si mañana viniera Larkins padre y me dijera: 'Mi hija me ha contado todo. Toma 20 mil libras esterlinas. Sed felices'». Sueña con su tía, que se emociona y bendice su matrimonio. Pero, mientras él sueña, la chica se casa con un cultivador de lúpulo.

David pasa dos semanas hundido: se quita el anillo, se pone los peores trajes, deja de darse brillantina, no se limpia ya los zapatos.

Más tarde llegó el flechazo de Dora: "Era un ser sobrehumano para mí. Era un hada, una sílfide... no sé qué era... todo lo que nadie ha visto jamás... Quedé engullido por un abismo de amor en un instante... precipitado, de cabeza, antes de haberle dicho una sola palabra".

Son citas transparentes: a través de ellas se vislumbran los problemas del amor y del noviazgo, para el que deberás también prepararte, querido Pinocho.

Sobre este punto, algunos defienden hoy una moral muy permisiva. Pero, aún admitiendo que en el pasado se ha sido un poco demasiado rígidos en este tema, los jóvenes no deben aceptar esa permisividad. Su amor debe ser con A mayúscula, hermoso como una flor, precioso como una joya, y no vulgar como un fondo de vaso.

Conviene que acepten imponerse algún sacrificio y mantenerse alejados de personas, lugares y diversiones que les sirvan de ocasión de mal. "No tenéis confianza en mí", dices, "Sí, la tenemos, pero no es desconfianza recordar que todos estamos expuestos a tentaciones. Y sí es, en cambio, amor quitar del camino, al menos, las tentaciones innecesarias".

Mira a los automovilistas: encuentran policías de tránsito, semáforos, pasos peatonales, sentidos únicos, prohibiciones de estacionamiento, cosas todas que, a primera vista, parecen fastidios y límites contra el conductor, cuando en realidad están ahí en su favor, porque lo ayudan a conducir con mayor seguridad.

Y si un día tienes novia - Shepherd o Larkins o Dora -, respétala. Defiéndela de ti mismo. ¿Quieres que se conserve intacta para ti? Muy bien, pero tú consérvate del mismo modo para ella y no hagas caso de ciertos amigos que cuentan sus "hazañas", alardeando y creyéndose "unos machotes" por sus aventuras con mujeres. El verdadero "machote", el hombre fuerte, es el que sabe conquistarse a sí mismo y toma su puesto en las filas de los jóvenes, que son la aristocracia de las almas. Mientras se es novio, el amor debe procurar no tanto el placer sensual cuanto la alegría espiritual y sensible; ha de manifestarse de manera afectuosa, sí, pero correcta y digna.

Consejos parecidos han de impartirse también a la otra parte, con tal que sepa aguantar los "sermones".

"Querida Dora (o señorita Larkins o Shepherd) - le dice su madre -, déjame que te recuerde una ley biológica. La chica, por lo general, tiene mayor dominio de sí que el chico en el aspecto sexual. Si el hombre es más fuerte físicamente, la mujer lo es espiritualmente. Podría casi decirse que Dios decidió hacer depender la bondad de los hombres de la de la mujer. Mañana dependerán un poco de ti el alma de tu marido y las de tus hijos. Hoy, la de tus amigos y la de tu novio. Debes, pues, tener sentido común por dos y saber decir que no en ciertas cosas, incluso cuando todo parecería invitar a decir que sí. El novio mismo, si es bueno, te lo agradecerá en sus mejores momentos y se dirá: 'Mi Dora tiene razón. Tiene una conciencia y la obedece. Mañana me será fiel'. La novia demasiado fácil, en cambio, no ofrece las mismas garantías y corre el riesgo de sembrar desde ahora, con su condescendencia demasiado despreocupada, semillas peligrosas, de las que brotarán en un futuro celos y sospechas por parte del marido".

Aquí paro, Pinocho, pero no me salgas ahora con que no venía a cuento hablar de Dora. Cuando eras niño, tenías al Hada, primero como hermana y luego como madre. Ahora eres adolescente y joven; la única hada que puede hacerte compañía es una novia o una esposa. ¡A no ser que quieras meterte a cura!

¡Pero no te veo la vocación!
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor luismar » Sab Jun 30, 2012 9:43 am

Un hombre de Dios, lleno de alegría, un hombre humilde... gRACIAS SU SANTIDAD PORQUE HAS CONTRIBUIDO A FORTALECER MI FE Y MI AMOR POR LA IGLESIA Y A TRABAJAR INCANZABLE POR ELLA.
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor Raul22 » Sab Jun 30, 2012 11:57 am

Hola a todos:

Juan Pablo I a pesar de haber estado en la Sede de Pedro solo 33 días, lo mismo que los años de la Vida terrena de Nuestro Señor, dejó para la Iglesia y para el Mundo un gran legado y una gran herencia.

La primera cosa que nos hizo ver y que Él lo vivió con especial ahinco fue el sonreir constantemente, sonreir porque Dios nos ama y si estamos con Él debemos de sonreir siempre, estar contentos, y así mostrar al mundo todo el amor que nos tiene el Señor Jesús, por eso le llamaban el Papa de la sonrisa. Debemos aprender de él para también a través de nuestra mirada y sonrisa mostrar al mundo a Cristo para que la alegría que nosotros sentimos también la llevemos a los demás.

También debo de contar una anecdota sobre cuando fue elegido Sumo Pontífice. El eligió el nombre de Juan Pablo I y algunas personas de la Curia Vaticana le preguntaron que porqué se ponía primero si para que eso pase tiene que haber un segundo, y Él respondió que habría un Juan Pablo II.

Este video no tiene desperdicio pero está en italiano: http://www.youtube.com/watch?v=OkZtTTgLo7U
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor jacqui50 » Sab Jun 30, 2012 3:20 pm

Me parece que el texto completo de las cartas del libro Illustrissimi están en el mismo sitio que nos ha compartido la instructora, sólo que en la versión italiana:

http://www.papaluciani.com/ita/insegnam ... issimi.htm

Dado que me llamó la atención el personaje de Hipócrates y porque la traducción no está disponible al español, me voy a centrar en esa carta con ayuda del traductor en línea de google.

Pienso que tanto el análisis de Hipócrates y del Papa Juan Pablo I es simplista al identificar sólo 4 temperamentos: impulsivo, flemático, irascible y melancólico. Quizás la personalidad de cada uno pudiera tener más tintes de uno. Pero creo que no en todos los casos uno se comporta siempre igual; no todo es blanco y negro. Aunque me gustó el ejemplo de la escalada para diferenciar las actitudes de los 4 temperamentos.

En esta época de lo “políticamente correcto” tampoco me gustan los estereotipos que presenta en Papa, y que quizás reproduce de los ideales del psicólogo Cojazzi: ingleses flemáticos, franceses irascibles o emocionales, italianos bromistas, alemanes conformistas, daneses observadores y esquimales ignorantes.

Como lo escribe el Papa, pareciera que siempre será mejor ser flemático, midiendo nuestras acciones a pesar de parecer fríos frente a los demás.

En un mensaje previo, compartieron una liga al libro íntegro en español pero se requiere una suscripción y el documento está marcado como privado. A continuación, la carta íntegra traducida al español:

Los cuatro temperamentos

Sr. Hipócrates,

Usted ha sido un contemporáneo de Sócrates, filósofo y médico usted también. Usted, sin embargo, adquirió muchos logros más en el campo de la medicina que en la filosofía.

Primer mérito: después de recorrer medio mundo, observando y notando con gran exactitude, usted escribió muchos libros, que han estimulado a la medicina por muchos siglos.

Segundo mérito: usted es el autor del famoso “Juramento Hipocrático”, código moral de valor atemporal. En éste, los doctores deben jurar prescribir un tratamiento adecuado a los pacientes, protegiéndoles de cualquier cosa injusta y dañina, no terminar un embarazo, con el único objetivo – regresando a casa – de sanar al enfermo, abstenerse de todo tipo de corrupción de hombres y mujeres siendo antes esclavos, de mantener el secreto profesional como una cosa sagrada.

Tercero: usted ha clasificado cuatro temperamentos básicos del hombre: impulsivo, flemático, melancólico e irascible. Sé que después de usted, Incola Pende y otros han probado y propuesto nuevas clasificaciones, más científicas, pero también más complicadas. Su clasificación, templada y correcta, sin embargo sigue en pie después de 25 siglos.

***

Pero veamos los cuatro temperamentos a prueba. La prueba será una pared de roca a escalar.

Viene, primero, el impulsivo.

Uno lo ve y dice: “¡Es algo pequeño! Lo haré bien.” Y de hecho, intenta escalar el muro con voluntad y entusiasmo. Pero no tiene casi nada, no tiene las herramientas más básicas. Considerables dificultades inician pronto, antes de que nuestro impetuoso alpinista encuentra que la voluntad y la fuerza muscular son insuficientes.

Después inicia con gran entusiasmo el extremo opuesto: “Renunciaré a todo: la roca no es pan para mis dientes.” Similar a Tartarin de Tarascón, que pasa del emocionado caballero Don Quijote al tranquilo burgués Sancho Panza: “Me voy, dice, al África de leones y panteras.” Pero media hora después: “Oh no, otra vez, ¿qué me hace ir a África?” “¡Cúbrete a ti mismo de gloria, Tartarin!”, pero más tarde: “¡Qué gloria de Egipto! Cubierto de buena franela.” “Larga vida a los combatientes de África! Para mí y usted, rifles de doble barril, para usted, dagas, lazos y mocasines.” Poco después, “Venga, sin embargo, el chaleco de franela y las rodilleras son muy suaves y ¡el cálido gorro con orejeras! Es Giovannina con chocolate.” La campana sonaba y aparecía Giovannina con chocolate caliente, obscuro, humeante, y galletas que hacen reír al Tartarin-Panza, sofocando los gritos de Tartarino Quijote!

Así es el impulsivo: fácil entusiasmo, pero voluble; optimista cuando se trata de ellos y sus habilidades, pero irracionales, también abraza el sentimiento y la imaginación. Es bueno, pero si quiere terminar todo en la vida, tiene que aprender a pensar, a realizar planes detallados y pensados, seguir el consejo del obispo al nuevo párroco, “¡Ve! Primero que todo, ¡observa! Después, ¡pronostica! Finalmente, provee.”

***

Viene ahora el flemático al muro.

Vio hacia arriba una vez, dos veces, varias veces, hace sus cálculos: “Aquí predigo, una escalada a un borde, luego un descenso, luego una escalada en hielo.”

Ve mapas, toma notas, hace una lista de objetos necesarios y si se requiere: cuerda, hacha para hielo y martillo, clavos y cuñas de madera, mochila y botas con crampones. Todo esto, sin perder tiempo, pero sin prisa. Y mientras trabaja y se prepara, mascando chicle, y suele decirse: “Quizás puedo hacerlo.” Bueno, ahí está la realidad, a pesar de todos los obstáculos.

Éste era el estilo del General de Gaulle, frío y helado de niño, de modo que sus hermanos le decían: “Charles debió caer en una hielera.”

Durante una batalla, un teniente, portador de un mensaje, buscaba al General De Gaulle pero no lo encontró: “Ve a los campos, dijo un conductor, si no lo vez de inmediato, fíjate en la tierra, lo encontrarás siguiente el rastro de colillas de cigarros.” Así hizo el teniente y encontró al general, calmado y sentado bajo un árbol, fumando como una locomotora. Leyó el mensaje y dio algunas órdenes a los oficiales, que estaban parados cerca y, sin perder su temperamento, continuó fumando, diciendo sólo: “Verás que las cosas mejorarán ahora.” Así pasó.

El temperamento feliz, de un lado. Del otro, sin embargo, es probable hacer a la gente apática, indiferente, no muy comunicativa y sociable. Un poco más de entusiasmo, y expresando mayor interés en las cosas de otras personas, los haría más cariñosos y simpáticos.

***

Pero ahí está el colérico e irritable.

Resopla. “¿Obstáculos en este muro? Pero los obstáculos están hechos par superarse, por Baco”, y va a la pared con vehemencia, como encontrarse con un enemigo. Es generoso, compromete todas sus energías a la lucha, frecuentemente obtiene brillantes resultados parciales, no siempre alcanzando la meta.

El colérico tiene una vida sensible y profunda, es rápido en sus decisiones, tenaz en la ejecución, sin embargo, debe ser el más callado y reflexivo, debe defenderse del entusiasmo excesivamente negativo. Para él, el abisinio Ras Tafari diría: “Es verdad que puedes tener dos piernas, pero sólo puedes escalar un árbol a la vez.” Si uno mira, ¡lo verá escalando el bosque entero a la vez!

En él, por tanto, con todo y el lastre es bueno, pero debe manejarse. Entre otras cosas, estar enojado es un riesgo, y con este impulso elimina obstáculos y crea nuevos, atrayendo enemistades. Aún con la ira divina de Xanthippe, no tiene la suerte de encontrarse sólo con gente con la paciencia de Sócrates.

A esto, el esposo de Xanthippe dice: “Me casé con ella a propósito, es amargo, porque todo lo que ella tuvo que soportar, estoy seguro que nadie lo podría soportar.” Pero un día, no escuchó más quejas, fue a la casa y se sentó en la entrada. Irritada, ella virtió sobe el una cubeta de agua desde la ventana. “Debo imaginar, Sócrates, dijo calmadamente, después del trueno viene la lluvia.”

***

El melancólico, al contrario del iracundo, se deprime y se subestima. “¿Pero no ves que es imposible escalar un muro como este? ¿Pero quieres que yo vaya y me golpeé?” Es asustado por las dificultades desde el inicio, nacido pesimista.

Es de eso que, frente a media botella de vino, solloza: “Esta es la primera vez en la vida que me ha llegado la bebida deseada, y ¡encontré una botella medio vacía! ¡Esto es una maldición!” Debería, sin embargo, decir: “¡Qué! Todavía hay media botella para tomar, ¿quién pudo imaginarlo? Una mina de oro.”

El esfuerzo para ver el major lado debe caracterizar al cristiano, es verdad que el evangelio significa buenas noticias, el cristiano es un hombre feliz que repartee emociones. “El sombrío gruñe, dice San Felipe, no están hechos para el hogar feliz del Paraíso.”

***

Como ve, ilustre Hipócrates, de la biotipología salté al Paraíso. El hecho es que tratamos de llegar allá, aceptando el temperamento que nos dieron nuestros padres, pero mejorándolo y tratando de extraer, con un poco de esfuerzo, un buen carácter.

Ahí está Santo Tomás de Aquino, santo tan flemático que si un buey entrara a su cuarto, él continuaría sus estudios. Y también está San Juan Eudes, que hubiera herbido de ira al ver a un solo hereje. Ahí está Francisco de Sales, el santo de las buenas obras, un artista en oratoria y escritora, y ahí está el Cura de Ars, que tuvo marcas de disciplina en su espalda y comió papas con moho después de una semana de cocinadas.

Y San Pedro, el gran portero, al pesar nuestros méritos, tomará en consideración algunas de nuestras buenas obras, incluso pondrá sobre la balanza las dificultades, impedimentos, obstáculos, el beneficio que ha llegado de nuestro temperamento ¡para hacernos más o menos felices! Y si toma la lista o los obstáculos, o se basa en clasificaciones científicas de Spranger, o Kertshmer, o Jung, o Künke, o sino, en cambio, sigue la prueba Cojazzi, no sé. Esta prueba no es científica, sin puramente empírica, quizás usted no lo sabe. Déjeme decirle ahora, como oí del mismo Cojazzi.

Él dijo, Codazzi, que un gran lugar para aprender de temperamentos es el restaurante. Más precisamente, un restaurante, un caballero hambriento ordena una cerveza; si ésta llega con una gran mosca, el cliente lucha en su interior.

¿Ese caballero es un inglés? Flemático, pone en la mesa el vaso, calmadamente suena la campana y calladamente ordena, “Otra cerveza fresca y limpia, por favor.” Ebrio, paga y no se muestra emocional o molesto. Si hay una molestia, está porque el mesero no vio, ¡pero no habrá propina!

¿El tarro con cerveza está en las manos de un francés? La ve y se desmaya. En impulso, quita la taza, vocifera, grita, contra gerentes y meseros; sale, azotando la puerta y continua gritando hacia el restaurante, cerveza y moscas.

¿Es italiano? Ve la mosca, la busca, sonriendo, golpetea con el dedo medio, bromeando con el mesero: “Por ejemplo, pedí por una bebida y me ha traído comida.” Sin embargo, bebe y se va, ¡olvidando pagar la cuenta! ¡La mosca se ha tomado la cerveza de golpe!

Es el turno del alemán: Con la mosca, toma la taza hasta su nariz, su frente se arruga, cierra sus ojos, baja su cabeza un poco y, extremadamente disciplinada, ¡toma aire, cerveza y mosca!

Viene el danés: lo divierte mucho la torpe marcha de la mosca en la espuma de la cerveza, saca sus lentes, todo lo ve como un bello espectáculo, hasta se olvida de beber, incluso el mesero, notando el insecto, sin inmutarse, con miles de disculpas, ¡cambia la primera taza de cerveza por una segunda!

Al final viene el esquimal. Él nunca ha visto moscas, piensa que ésta, frente a él, es una delicia, una especialidad local, ¡come la mosca y tira la cerveza!

***

Y ahora, discúlpeme, querido Hipócrates. Puede parecer una profanación el acercamiento a la gran ciencia, con estas representaciones, estas pequeñeces. ¿Le sirven? Esto muestra que incluso el buen juicio coge y flagela el ridículo, ¿que es un temperamento primitivo, no controlado o mejorado?

Mayo 1973.
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mié Jul 04, 2012 12:41 pm

LES COMPARTO ESTO QUE ENCONTRE EN INTERNET, MUY INTERESANTE

RADIOMENSAJE «URBI ET ORBI» DEL SANTO PADRE JUAN PABLO I Imagen

Venerables hermanos, queridos hijos e hijas de todo el orbe católico:

Llamado por la misteriosa y paterna bondad de Dios a la gravísima responsabilidad del Supremo Pontificado, os damos nuestro saludo; e inmediatamente lo extendemos a todos los hombres del mundo, que nos escuchan en este momento, y a los cuáles, según las enseñanzas del Evangelio nos place considerar únicamente como amigos y hermanos. A todos vosotros nuestro saludo, paz, misericordia, amor: « La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sea con todos vosotros » (2 Cor 13,13).

Tenemos todavía el ánimo turbado por el pensamiento del tremendo ministerio para el que hemos sido elegido. Como Pedro, nos parece haber puesto los pies sobre el agua movediza y, agitado por el viento impetuoso, hemos gritado con él al Salvador: « Señor, sálvame » (Mt 14, 30). Pero hemos sentido dirigida también a Nos la voz, alentadora y al mismo tiempo amablemente exhortadora de Cristo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Mt 14, 31). Si las fuerzas humanas, por sí solas, no pueden sostener tan gran peso, la ayuda omnipotente de Dios, que guía a su Iglesia a través de los siglos en medio de tantas contradicciones y adversidades, no nos faltará ciertamente, tampoco a Nos, humilde y último servus servoum Dei.

Teniendo nuestra mano asida a la de Cristo, apoyándonos en Él, hemos tomado también Nos el timón de esta nave, que es la Iglesia, para gobernarla; ella se mantiene estable y segura, aun en medio de las tempestades, porque en ella está presente el Hijo de Dios como fuente y origen de consolación y victoria. Según las palabras de San Agustín, que recoge una imagen frecuente en los Padres de la antigüedad, la nave de la Iglesia no debe temer, porque está guiada por Cristo: «Pues aun cuando la nave se tambalee, sólo ella lleva a los discípulos y recibe a Cristo. Ciertamente peligra en el mar; pero sin ella al momento se sucumbe» (Sermo 75, 3; PL 38, 475). Sólo en ella está la salvación: sine illa peritur! Apoyados en esta fe, caminaremos. La ayuda de Dios no nos faltará, según la promesa indefectible: «Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt 28, 20). Vuestra adhesión unánime y la colaboración generosa de todos nos hará más ligero el peso del deber cotidiano.

Nos disponemos a asumir esta tremenda misión consciente de que la Iglesia católica es insustituible, de que su inmensa fuerza espiritual es garantía de paz y de orden, como tal está presente en el mundo, y como tal la reconocen los hombres esparcidos por todo el orbe.

El eco que la vida de la Iglesia levanta cada día es testimonio de que ella, a pesar de todo, está viva en el corazón de los hombres, incluso de aquellos que no comparten su doctrina y no aceptan su mensaje. Como dice el Concilio Vaticano II: «La Iglesia, que debe extenderse a todos los pueblos, entra en la historia humana, pero rebasando a la vez los límites del tiempo y del espacio. Y mientras camina a través de peligros y tribulaciones, es confortada por la fuerza de la gracia divina que el Señor le prometió, para que a pesar de la debilidad humana no falte a su fidelidad absoluta, antes bien, se mantenga esposa digna de su Señor y no cese de renovarse a sí misma, bajo la acción del Espíritu Santo, hasta que por la cruz llegue a la luz sin ocaso» (Lumen gentium, 9). Según el plan de Dios, que «congregó a quienes miran con fe a Jesús como autor de la salvación y principio de la unidad y de la paz», la Iglesia ha sido fundada por Él «a fin de que sea para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salvadora» (ibíd.).

Bajo esta deslumbrante luz, nos ponemos enteramente, con todas nuestras fuerzas físicas y espirituales, al servicio de la misión universal de la Iglesia, lo cual implica la voluntad de servir al mundo entero: en efecto, pretendemos servir a la verdad, a la justicia, a la paz, a la concordia, a la cooperación, tanto en el interior de las naciones, como de los diversos pueblos entre sí. Llamamos ante todo a los hijos de la Iglesia a tomar conciencia cada vez mayor de su responsabilidad: «Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,13 s.).

Superando las tensiones internas que se han podido crear aquí y allá, venciendo las tentaciones de acomodarse a los gustos y costumbres del mundo, así como a las seducciones del aplauso fácil, unidos con el único vínculo del amor que debe informar la vida íntima de la Iglesia, como también las formas externas de su disciplina, los fieles deben estar dispuestos a dar testimonio de la propia fe ante el mundo: «Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere» (1P 3,15). La Iglesia, en este esfuerzo común de responsabilización y de respuesta a los problemas acuciantes del momento, está llamada a dar al mundo ese «suplemento de alma» que tantos reclaman y que es el único capaz de traer la salvación. Esto espera hoy el mundo: él sabe bien que la perfección sublime a la que ha llegado con sus investigaciones y con sus técnicas ha alcanzado una cumbre más allá de la cual aparece ya aterrador el vértigo del abismo; la tentación de sustituirse a Dios con la decisión autónoma que prescinde de las leyes morales, lleva al hombre moderno al riesgo de reducir la tierra a un desierto, la persona a un autómata, y la convivencia fraterna a una colectivización planificada, introduciendo no raramente la muerte allí donde en cambio Dios quiere la vida.

La Iglesia, llena de admiración y simpatía hacia las conquistas del ingenio humano, pretende además salvar al mundo, sediento de vida y de amor, de los peligros que le acechan. El Evangelio llama a todos sus hijos a poner las propias fuerzas, y la misma vida, al servicio de los hermanos, en nombre de la caridad de Cristo: «Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos» (Jn 15,13). En este momento solemne, pretendemos consagrar todo lo que somos y podemos a este fin supremo, hasta el último aliento, consciente del encargo que Cristo mismo nos ha confiado: «Confirma a tus hermanos» (Lc 22, 32).

Necesitamos, para darnos fuerzas en la ardua tarea, del recuerdo suavísimo de Nuestros Predecesores, cuya amable dulzura e intrépida fuerza Nos será de ejemplo en el programa pontificio: recordamos en particular las grandísimas lecciones de gobierno pastoral dejadas a Nosotros por los Papas que Nos están cercanos, como Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, que con su sabiduría, dedicación, bondad y amor a la Iglesia y al mundo han dejado una huella imborrable en nuestro tiempo atormentado y magnífico. Pero es, sobre todo, al llorado Pontífice Pablo VI, Nuestro inmediato Predecesor, a quien va nuestro conmovido afecto del corazón y de la veneración. Su muerte rápida, que ha dejado atónito al mundo, según el estilo de los gestos proféticos de los cuales ha circundado su inolvidable pontificado, ha puesto en la justa luz la estatura extraordinaria de aquel grande y humilde hombre, al cual la Iglesia debe la irradiación extraordinaria, aún entre las contradicciones y las hostilidades, alcanzada en estos quince años, así como también la obra gigantesca, infatigable, incansable, puesta por él en la realización del Concilio y en asegurar al mundo la paz: tranquiltitas ordinis.

Nuestro programa será el de continuar el suyo, en la huella ya marcada con tanta aceptación por el gran corazón de Juan XXIII:

— Queremos continuar en la prosecución de la herencia del Concilio Vaticano II, cuyas sabias normas deben ser todavía llevadas a cumplimiento, vigilando para que un empujón, generoso tal vez, pero imprudente, no tergiverse los contenidos y los significados, y, asimismo, que fuerzas de freno y tímidas no hagan lento el magnífico impulso de renovación y de vida.

— Queremos conservar intacta la gran disciplina de la Iglesia en la vida de los sacerdotes y de los fieles, como la probada riqueza de su historia ha asegurado en los siglos con ejemplos de santidad y heroísmo, ya sea en el ejercicio de las virtudes evangélicas, como en el servicio a los pobres, a los humildes, a los indefensos; y, a este propósito, llevaremos adelante la revisión del Código de Derecho Canónico, ya sea en la tradición oriental como en la latina, para asegurar, a la linfa interior de la santa libertad de los hijos de Dios, la solidez y la firmeza de las estructuras jurídicas.

— Queremos recordar a la Iglesia entera que su primer deber es el de la evangelización, cuyas líneas maestras Nuestro Predecesor, Pablo VI, ha condensado en un memorable documento: animada por la fe, nutrida por la Palabra de Dios y sostenida por el alimento celeste de la Eucaristía, ella debe estudiar toda vía, buscar todo medio, «oportuno o inoportuno» (2Tm 4, 2), para sembrar el Verbo, para proclamar el mensaje, para anunciar la salvación que pone en las almas la inquietud de la búsqueda de lo verdadero y en ella las sostiene con la ayuda de lo alto; si todos los hijos de la Iglesia supieran ser incansables misioneros del Evangelio, un nuevo florecimiento de santidad y de renovación surgirá en el mundo, sediento de amor y de verdad.

— Queremos continuar el esfuerzo ecuménico que consideramos la extrema consigna de Nuestros inmediatos Predecesores, vigilando con fe inmutable, con esperanza invicta y con amor indeclinable la realización del gran mandato de Cristo: «Ut omnes unum sint» (Jn 17, 21), en el cual vibra el ansia de su Corazón en la vigilia de la inmolación del Calvario; las mutuas relaciones entre las iglesias de distinta denominación han cumplido progresos constantes y extraordinarios, que están a la vista de todos; pero la división no cesa, por otro lado, de ser motivo de perplejidad, de contradicción y de escándalo a los ojos de los no cristianos y de los no creyentes: por esto pensamos dedicar Nuestra inmediata atención a todo lo que pueda favorecer la unión, sin ceder en lo doctrinal pero también sin vacilaciones

— Queremos proseguir con paciencia y firmeza el diálogo sereno y eficaz que el Sumo Pontífice Pablo VI, nunca bastante llorado, fijó como fundamento y estilo de su acción pastoral, dando las líneas maestras de dicho diálogo en la Encíclica Ecclesiam suam, a saber: es necesario que los hombres, a nivel humano, se conozcan mutuamente, aun cuando se trate de los que no comporten nuestra fe: y es necesario que nosotros estemos siempre dispuestos a dar testimonio de la fe que poseemos y del encargo que Cristo nos encomendó, para « que el mundo crea » (Jn 17, 21).

— Queremos, finalmente, secundar todas las iniciativas laudables y buenas encaminadas a tutelar e incrementar la paz en este mundo turbado; con este fin, pediremos la colaboración de todos los hombres buenos, justos, honrados, rectos de corazón, para que, dentro de cada nación, se opongan a la violencia ciega que sólo destruye sembrando ruina y luto; y, en la convivencia internacional, guíen a los hombres a la comprensión mutua, a la unión de los esfuerzos que impulsen el progreso social, venzan el hambre corporal y la ignorancia del espíritu, fomenten el desarrollo de los pueblos menos dotados de bienes materiales, pero al mismo tiempo ricos en energías y aspiraciones.

Hermanos e hijos queridísimos: En esta hora que nos hace temblar, pero en la que al mismo tiempo nos sentimos confortado por las promesas divinas, saludamos a todos nuestros hijos; desearíamos tenerlos aquí a todos para mirarles en los ojos y para abrazarlos infundiéndoles valor y confianza, y pidiéndoles comprensión y oración por nosotros.

A todos nuestro saludo.
— A los cardenales del Sacro Colegio, con los que hemos compartido horas decisivas y en quienes confiamos ahora y confiaremos en el futuro, agradeciéndoles sus sabios consejos y la valiosa colaboración que querrán seguir ofreciéndonos, como prolongación del consenso amplio que por voluntad de Dios nos ha traído a esta cumbre del ministerio apostólico.

— A todos los obispos de la Iglesia de Dios, «que representan cada uno a su Iglesia, y todos ellos juntamente con el Papa a la Iglesia universal en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad » (Lumen gentium, 23), y cuya colegialidad queremos consolidar firmemente solicitando su colaboración en el gobierno de la Iglesia universal, sea mediante el Sínodo, sea a través de los dicasterios de la Curia, en los que ellos toman parte según las normas establecidas.

— A todos nuestros queridos colaboradores, a quienes corresponde ejecutar fiel y continuamente nuestra voluntad; ellos tienen el honor de realizar una actividad que les compromete a una vida de santidad, a un espíritu de obediencia, a una dedicación apostólica y a un amor ferviente a la Iglesia que sirva de ejemplo a los demás. Los amamos uno a uno, y pidiéndoles que continúen prestándonos a nosotros, como a nuestros predecesores, su ya probada fidelidad, estamos seguro de poder contar con su trabajo preciosísimo que nos servirá de gran ayuda.

— Saludamos a los sacerdotes y fieles de la diócesis de Roma a ellos nos une la sucesión de Pedro y el ministerio único y singular de esta Cátedra Romana «que presido en la caridad universal» (cf. San Ignacio de Antioquía, Epístola a los romanos, Funk I, 252).

— Saludamos de modo especial a los fieles de nuestra diócesis de Belluno, de la cual procedemos; y a los que en Venecia nos habían sido confiados como hijos afectuosos y queridos, en los que pensamos ahora con nostalgia sincera, recordando sus magníficas obras eclesiales y las energías que hemos dedicado juntos a la buena causa del Evangelio.

— Y abrazamos con amor también a todos los sacerdotes, especialmente a los párrocos y a cuantos se dedican a la cura directa de las almas, en condiciones muchas veces de penuria o de auténtica pobreza, pero sostenidos al mismo tiempo luminosamente por la gracia de la vocación y por el seguimiento heroico de Cristo, «pastor y guardián de vuestras almas» (1P 2, 25).

— Saludamos a los religiosos y religiosas de vida contemplativa o activa, que siguen irradiando en el mundo el encanto de su adhesión intacta a los ideales evangélicos; y les rogamos que «sin cesar se esmeren para que por medio de ellos, ante los fieles y los infieles, la Iglesia manifieste de veras cada vez mejor a Cristo» (Lumen gentium, 46).

— Saludamos a toda la Iglesia misionera, animando y aplaudiendo con amor a los hombres y mujeres que ocupan un puesto de vanguardia en la proclamación del Evangelio: sepan que entre todos aquellos a quienes amamos, ellos nos son especialmente queridos; nunca los olvidaremos en nuestras oraciones y en nuestra solicitud, porque tienen un puesto privilegiado en nuestro corazón.

— A las Asociaciones de Acción Católica, así como a los Movimientos de denominación diversa que contribuyen con energías nuevas a la vivificación de la sociedad y a la consecratio mundi, como levadura en la masa (cf. Mt 13, 33), va todo nuestro aliento y nuestro apoyo, porque estamos convencido de que su actividad, en colaboración con la sagrada jerarquía, es hoy indispensable para la Iglesia.

— Saludamos a los adolescentes y a los jóvenes, esperanza de un mañana más limpio, más sano, más constructivo, advirtiéndoles que sepan distinguir entre el bien y el mal, y realicen el bien con las energías frescas que poseen, procurando aportar su vitalidad a la Iglesia y para el mundo del mañana.

— Saludamos a las familias, «santuario doméstico de la Iglesia» (Apostolicam actuositatem, 11), más aún, « verdadera y propia Iglesia doméstica » (Lumen gentium, 11), deseando que en ellas florezcan vocaciones religiosas y decisiones santas, y que preparen el mañana del mundo; les exhortamos a que se opongan a las perniciosas ideologías del llamado hedonismo que corroe la vida, y a que formen espíritus fuertes, dotados de generosidad, equilibrio y dedicación al bien común.

— Pero queremos enviar un saludo particular a cuantos sufren en el momento presente; a los enfermos, a los prisioneros, a los emigrantes, a los perseguidos, a cuantos no logran tener un trabajo o carecen de lo necesario en la dura lucha por la vida; a cuantos sufren por la coacción a que está reducida su fe católica, que no pueden profesar libremente sino a costa de sus derechos primordiales de hombres libres y de ciudadanos solícitos y leales. Pensamos de modo particular en la atormentada región del Líbano, en la situación de la Tierra de Jesús, en la faja del Sahel, en la India tan probada, y en todos aquellos hijos y hermanos que sufren dolorosas privaciones, sea por las condiciones sociales y políticas, sea a consecuencia de desastres naturales.

¡Hombres hermanos de todo el mundo!

Todos estamos empeñados en la tarea de lograr que el mundo alcance una justicia mayor, una paz más estable, una cooperación mas sincera; y por eso invitamos y suplicamos a todos, desde las clases sociales más humildes que forman la urdimbre de las naciones, hasta los Jefes responsables de cada uno de los pueblos, a hacerse instrumentos eficaces y « responsables » de un orden nuevo, más justo y más sincero.

Una aurora de esperanza flota sobre el mundo, si bien una capa espesa de tinieblas con siniestros relámpagos de odio, de sangre y de guerra, amenaza a veces con oscurecerla; el humilde Vicario de Cristo que comienza con temblor y confianza su misión, se pone a disposición total de la Iglesia y de la sociedad civil, sin distinción de razas o ideologías, con el deseo de que amanezca para el mundo un día más claro y sereno. Solamente Cristo puede hacer brotar la luz que no se apaga, porque Él es el «sol de justicia» (cf. Mal 4, 2); pero Él pide también el esfuerzo de todos; el nuestro no faltará.

Pedimos a todos nuestros hijos la ayuda de su oración, porque sólo en ésta esperamos; y nos abandonamos confiados a la ayuda del Señor quien, al igual que nos ha llamado a la tarea de Representante suyo en la tierra, no permitirá que nos falte su gracia omnipotente.

María Santísima, Reina de los Apóstoles, será la fúlgida estrella de nuestro pontificado.

San Pedro, «fundamento de la Iglesia » (San Ambrosio, Exp. Ev. Sec. Lucam, IV, 70; CSEL 32, 4, pág. 175), nos asista con su intercesión y con su ejemplo de fe invicta y de generosidad humana.

San Pablo nos guíe en el impulso apostólico dirigido a todos los pueblos de la tierra; nos asistan nuestros santos Patronos.

Y en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo impartimos al mundo nuestra primera y afectuosísima bendición apostólica.

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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mié Jul 04, 2012 12:43 pm

jueves, 24 de mayo de 2012
JUAN PABLO I: CASO ABIERTO


Pepita:

Lo siento mucho pero este es el tercer aviso. Estarás un día baneada por insistir en levantar sospechas sobre la muerte de Juan Pablo I. Por favor sé más cuidadosa con lo que copias. Estamos aquí para crecer en la fe y el amor a la Iglesia, no para transmitir rumores tendenciosos.
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor BlancaElena » Mié Jul 04, 2012 12:46 pm

PAPA JUAN PABLO I

Imagen


http://vaticaninsider.lastampa.it/es/ho ... apa-14496/

http://www.periodistadigital.com/religi ... ibro.shtml


En el libro se afirma que ya el día después de su elección como Papa, que tuvo lugar el 26 de agosto de 1978, Juan Pablo I hubiera querido dar marcha atrás. «No se como he podido aceptar. El día después ya estaba arrepentido, pero era demasiado tarde», se lee en una carta escrita por el Papa cuyo contenido ha sido revelado por el expresidente de Azione Cattolica Mario Agnes. Y para terminar, hay que citar el testimonio del padre javierano Gabriele Ferrari, que el 2 de mayo de 1978, durante un encuentro con el patriarca Luciani, este le dijo: «Desde hace algún tiempo no estoy bien...». «Mientras lo decía se tocó el pecho con la mano y añadió: "Desde hace algún tiempo tengo un gran dolor aquí”».
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Re: S.S. Juan Pablo I (Agosto- Septiembre 1978)

Notapor BlancaElena » Mié Jul 04, 2012 1:13 pm

hini escribió:La beatificación del Papa Luciani cada vez más cerca
http://vaticaninsider.lastampa.it/es/homepage/vaticano/dettagliospain/articolo/papa-el-papa-pope-luciani-16445/

Una gran noticia!


Estimada Hini, excelente noticia!. Lamentablemente la muerte del Papa Juan Pablo I se ha prestado para múltiples interpretaciones con bastante publicidad por los declarados enemigos de la Iglesia o quienes tienen desacuerdos con nuestra Jerarquia. Tenemos que ser conscientes que se pretende acabar con la Iglesia en este siglo XXI marcado por el relativismo moral y la generalización que se hace de los hechos que la han salpicado. DIOS nos siga fortaleciendo y la Virgen Santísima nos cubra con su manto protector. El bien siempre supera al mal y la barca que es la Iglesia a pesar de las tempestades seguirá hasta el final de los tiempos ...
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Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor joseluismr » Jue Jul 05, 2012 5:10 pm

Escudo papal
S. S. Juan Pablo I
(Albino Luciani)

El escudo papal de S. S. Juan Pablo I, estaba representado por un león alado en campo de plata que tiene entre sus zarpas un libro abierto, con la leyenda: "Pax tibi, Marce, Evangelista". Bajo el león veneciano aparece el escudo propio del Papa que, jugando con el nombre (Luciani) derivado de la palabra latina "lux", consiste principalmente en tres estrellas de cinco puntas en campo azul. Pero se añade —y aquí aparece el recuerdo del Papa Montini.— el "monte de seis cimas a la italiana, saliendo de la base", que era uno de los motivos del escudo montiniano (nótese aquí el juego de palabras: monti, montini). El monte de seis cimas va acompañado de tres estrellas. Si queremos concluir con una interpretación un poco audaz, digamos que el nuevo Papa, llegado al pie de la montaña de su pontificado y, en su humildad, un poco incierto sobre sus fuerzas, alza los ojos y descubre sobre los montes, como los Reyes Magos, una espléndida luz estelar que le ilumina y le da buena esperanza para llegar a lo alto. Ésto, se aplica, en el fondo, a todos nosotros.
Que nuestra vida pueda ser una continua ascensión, iluminada por la luz que viene de lo alto, la luz de la fe, la luz de Cristo Señor, la luz que nos den las enseñanzas de Su Vicario en la tierra.
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor Vcky » Vie Jul 06, 2012 3:20 pm

Me encantaron las cartas, especialmente: Cartas a Jesus, a Santa Teresita, a Pinocho. Que sencillez en el estilo de sus cartas, que bonita forma de educar, de evangelizar. Los consejos que da en estas obras son dignos de admirar. Me parece que es una metodología interesante, práctica, pero sobre todo con mucha riqueza de contenido. Gracias por compartirnos este link.
Vcky
 
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor monicarte » Vie Jul 06, 2012 5:42 pm

Hola amigos!! :)
En esta ocasion quisiera comentar uno de los capitulos que seleccione al azar del libro "Ilustrísimos Señores" de S.S. Juan Pablo I. Se titula "El oso de San Riomedio".
Del siglo IV proviene una leyenda que señala que San Riomedio en un viaje que realizó, logró domesticar a un oso salvaje que se habia comido su caballo. Le ordeno que en adelante el haria las funciones de su caballo.
Albino Luciani (futuro Juan Pablo I) se dirige al oso y le explica que los hombres consideran a los osos, animales torpes, salvajes y poco elegantes pero al saber de la leyenda del oso, el cual se sometió a la voluntad de Dios y se vuelve obediente a San Riomedio, señala que como quisiera que algunos hombres se convirtieran en osos.
Luciani señala que ¿de que le sirve a los hombres vestir de manera tan elegante y afanarse tanto en su apariencia si sus palabras los vuelven salvajes? con ello se refiere específicamente a los blasfemos.
La vida personal Albino Luciani, asi como su contacto con las corrientes socialistas que le tocó enfrentar, seguramente lo llevaron a tal reflexion.
Hoy en dia no tenemos esas ideologias tan arraigadas, sin embargo los blasfemos siguen atacando.

[*]Un aspecto interesante para comentar es que el escudo del actual papa Benedicto XVI lleva un oso pardo, el cual se explica por una leyenda similar a la de San Riomedio
Saludos!!

Pasando a otras cosas les agrego informacion sobre la heráldica de S.S. Juan Pablo I que aparece en la página del vaticano.
Así como el nuevo nombre del Papa recuerda los de sus dos inmediatos predecesores, también se puede decir que en su escudo se encuentra algo de cada uno de ellos. Del Papa Juan, por el simple hecho de haberle sucedido en. Venecia, ha heredado la parte alta del blasón. En este caso, el escudo patriarcal de la sede de San Marcos: un león alado en campo de plata que tiene entre sus zarpas un libro abierto, con esta leyenda: «Pax tibi, Marce, Evangelista». Bajo el león veneciano aparece el escudo propio del Papa que, jugando con el nombre (Luciani) derivado de la palabra latina "lux", consiste principalmente en tres estrellas de cinco puntas en campo azul. Pero se añade —y aquí aparece el recuerdo del Papa Montini.— el "monte de seis cimas a la italiana, saliendo de la base", que era uno de los "motivos" del escudo montiniano (nótese también aquí el juego de palabras: monti, montini). El monte de seis cimas, que va acompañado, en el escudo del Papa Juan Pablo I, de tres estrellas, iba en el del Papa Pablo VI acompañado de tres lirios, otro "motivo" muy frecuente en heráldica. ¿Quién sabe, por otra parte, si el Papa Luciani habrá querido recordar así también las montañas de su pueblo natal?... Si queremos concluir con una interpretación un poco audaz, digamos que el nuevo Papa, llegado al pie de la montaña de su pontificado y, en su humildad, un poco incierto sobre sus fuerzas, alza los ojos y descubre sobre los montes, como los Reyes Magos, una espléndida luz estelar que le ilumina y le da buena esperanza para llegar a lo alto. Y esto se aplica, en el fondo, a todos nosotros. Que nuestra vida pueda ser una continua ascensión, iluminada por la luz que viene de lo alto, la luz de la fe, la luz de Cristo Señor, la luz que nos den las enseñanzas de Su Vicario en la tierra.
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Vie Jul 06, 2012 9:31 pm

S.S.JUAN PABLO I

ÁNGELUS


Domingo 27 de agosto de 1978

Ayer por la mañana, fui a la Sixtina a votar tranquilamente. Nunca habría imaginado lo que iba a suceder. Apenas comenzó el peligro para mí, los dos colegas que tenía al lado me susurraron palabras de ánimo. Uno me dijo: «ánimo, si el Señor da un peso, dará también las fuerzas para llevarlo» Y el otro compañero: «no tenga miedo, en el mundo entero hay mucha gente que reza por el nuevo Papa». Al llegar el momento, he aceptado.

Después vino la cuestión del nombre, porque preguntan también qué nombre se quiere tomar, y yo había pensado poco en ello. Hice este razonamiento: el Papa Juan quiso consagrarme él personalmente aquí, en la basílica de San Pedro. Después, aunque indignamente, en Venecia le he sucedido en la cátedra de San Marcos, en esa Venecia que todavía está completamente llena del Papa Juan. Lo recuerdan los gondoleros, las religiosas, todos. Pero el Papa Pablo, no sólo me ha hecho cardenal, sino que algunos meses antes, sobre el estrado de la plaza de San Marcos, me hizo poner completamente colorado ante veinte mil personas, porque se quitó la estola y me la puso sobre los hombros. Jamás me he puesto tan rojo. Por otra parte, en quince años de pontificado, este Papa ha demostrado, no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y se sufre por la Iglesia de Cristo. Por estas razones dije: me llamaré Juan Pablo.

Entendámonos, yo no tengo la sapientia cordis del Papa Juan, ni tampoco la preparación y la cultura del Papa Pablo, pero estoy en su puesto, debo tratar de servir a la Iglesia. Espero que me ayudaréis con vuestras plegarias.

© Copyright 1978 - Libreria Editrice Vaticana
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¿QUE ES EL ANGELUS? Imagen
El Ángelus es una devoción católica en recuerdo de la Anunciación y Encarnación del Verbo. Toma su nombre de sus primeras palabras en la versión latina, Angelus Domini nuntiavit Mariæ. Consta de tres textos que resumen el misterio. Se recitan de manera alternante un versículo y la respuesta. Entre cada uno de los tres textos se recita el Ave María. Es una oración diaria en la Iglesia Católica.

La redacción del Ángelus es atribuida por algunos al Papa Urbano II y por otros al Papa Juan XXII. La costumbre que existe de recitarla tres veces al día se le atribuye al rey francés Luis XI, quien en 1472 ordenó que fuera recitado tres veces al día.

Al momento de rezar el Ángelus se le llama también la hora del ave maría.

La fiesta de la Encarnación se celebra el 25 de marzo. Nueve meses antes de la Navidad.

Durante el tiempo pascual, en lugar del Ángelus, se reza el Regina Coeli.

El Papa cada domingo reza el Ángelus, sin importar donde este. Usualmente desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano.
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Jul 10, 2012 8:34 am

La beatificación de S.S. Juan Pablo I, S.S.el Papa Luciani, entra en su recta final y podría ser rápida

El postulador, el obispo Dal Covolo, anuncia: «La "positio" de S.S.Juan Pablo I será entregada en octubre». Y hay milagro: curado de un tumor por la intercesión del Papa.

El último Papa que ha sido beatificado fue S.S. Juan Pablo II, hace un año. Pero también hay otros sucesores de Pedro del último siglo que están en lista de espera: Pío XII, de quien S.S. Benedicto XVI ya aprobó la heroicidad de las virtudes; S.S. Pablo VI y su inmediato sucesor S.S.Juan Pablo I.

«El 17 de octubre, en el centenario de Albino Luciani del nacimiento de Albino Luciani, en compañía de mi colaboradora Stefania Falasca, entregaré oficialmente al cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la “positio” relativa al “Siervo de Dios” S.S.Juan Pablo I», anunció ante de ayer en Agordo el obispo Enrico Dal Covolo, rector de la Pontificia Universidad Lateranense y postulador de la causa para la beatificación del Papa Luciani.

Dal Covolo dio el anuncio durante la homilía que pronunció por la fiesta de los santos Pedro y Pablo, padrones de Agordo, pueblo natal del obispo.

«La “positio” –explicó el postulador– es un expediente que consta de dos grandes volúmenes rojos: el primero recoge los testimonios sobre la vida y sobre las virtudes de Luciani, mientras el segundo se centra sobre todo sobre la historia del personaje. En tales obras se demuestran lo mejor posible las virtudes y la heroicidad de Juan Pablo I, que después serán examinadas en dos niveles: por los expertos de la Congregación y por los miembros de la misma».

Si el resultado de este examen es positivo, añade Dal Covo, «como estoy seguro, entonces el Papa autorizará la atribución del título de “venerable”. El proceso preseguirá luego sobre la verificación completa del milagro, sigilio del iter, y que ya está en buena marcha, por lo que dentro de pocos años vuestro ilustre coterráneo subirá al honor de los altares como beato».

Un posible milagro.-
El postulador, de hecho, indicó un presunto milagro: la curación inexplicable del tumor de un italiano. Un presunto milagro también fue indicado en la postulación de la causa de Pablo VI: se trata de la curación de un niño que todavía no había nacido. Por el momento, la causa más avanzada es la del Papa Pacelli, pero parece que no se ha encontrado ningún presunto milagro que permita continuar adelante.

Relación conS.S. Pablo VI y S.S.Juan Pablo I.-
S.S Benedicto XVI está muy relacionado tanto con S.S. Pablo VI como con S.S. Juan Pablo I. El Papa Montini fue el que eligió al teólogo de cincuenta años y profesor en Ratisbona para el arzobispado de Múnich de Baviera y pocas semanas después le creó cardenal durante su último consistorio.

EL CARDENAL.
- Ratzinger participó en el cónclave de 1978, que eligió al Papa Luciani, así como en el que eligió al Papa Juan Pablo II. Si las causas de beatificación de Su Santidad Pablo VI y Su Santidad Juan Pablo I proceden con buen ritmo, es probable que Su Santidad Benedicto XVi les beatifique juntos, y se convertiría en el primer Papa en la historia de la iglesia que habría elevado a los altares a sus 3 inmediatos antecesores.
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Re: Invitado especial: S.S. Juan Pablo I (Semana 25 junio)

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mié Jul 11, 2012 5:18 pm

PRIMER MENSAJE «URBI ET ORBI» DEL SANTO PADRE JUAN PABLO I Imagen

Venerables hermanos, queridos hijos e hijas de todo el orbe católico: Llamado por la misteriosa y paterna bondad de Dios a la gravísima responsabilidad del Supremo Pontificado, os damos nuestro saludo; e inmediatamente lo extendemos a todos los hombres del mundo, que nos escuchan en este momento, y a los cuáles, según las enseñanzas del Evangelio nos place considerar únicamente como amigos y hermanos. A todos vosotros nuestro saludo, paz, misericordia, amor: « La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sea con todos vosotros » (2 Cor 13,13).

Tenemos todavía el ánimo turbado por el pensamiento del tremendo ministerio para el que hemos sido elegido. Como Pedro, nos parece haber puesto los pies sobre el agua movediza y, agitado por el viento impetuoso, hemos gritado con él al Salvador: « Señor, sálvame » (Mt 14, 30). Pero hemos sentido dirigida también a Nos la voz, alentadora y al mismo tiempo amablemente exhortadora de Cristo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Mt 14, 31). Si las fuerzas humanas, por sí solas, no pueden sostener tan gran peso, la ayuda omnipotente de Dios, que guía a su Iglesia a través de los siglos en medio de tantas contradicciones y adversidades, no nos faltará ciertamente, tampoco a Nos, humilde y último servus servoum Dei.

Teniendo nuestra mano asida a la de Cristo, apoyándonos en Él, hemos tomado también Nos el timón de esta nave, que es la Iglesia, para gobernarla; ella se mantiene estable y segura, aun en medio de las tempestades, porque en ella está presente el Hijo de Dios como fuente y origen de consolación y victoria. Según las palabras de San Agustín, que recoge una imagen frecuente en los Padres de la antigüedad, la nave de la Iglesia no debe temer, porque está guiada por Cristo: «Pues aun cuando la nave se tambalee, sólo ella lleva a los discípulos y recibe a Cristo. Ciertamente peligra en el mar; pero sin ella al momento se sucumbe» (Sermo 75, 3; PL 38, 475). Sólo en ella está la salvación: sine illa peritur! Apoyados en esta fe, caminaremos. La ayuda de Dios no nos faltará, según la promesa indefectible: «Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt 28, 20). Vuestra adhesión unánime y la colaboración generosa de todos nos hará más ligero el peso del deber cotidiano.

Nos disponemos a asumir esta tremenda misión consciente de que la Iglesia católica es insustituible, de que su inmensa fuerza espiritual es garantía de paz y de orden, como tal está presente en el mundo, y como tal la reconocen los hombres esparcidos por todo el orbe.

El eco que la vida de la Iglesia levanta cada día es testimonio de que ella, a pesar de todo, está viva en el corazón de los hombres, incluso de aquellos que no comparten su doctrina y no aceptan su mensaje. Como dice el Concilio Vaticano II: «La Iglesia, que debe extenderse a todos los pueblos, entra en la historia humana, pero rebasando a la vez los límites del tiempo y del espacio. Y mientras camina a través de peligros y tribulaciones, es confortada por la fuerza de la gracia divina que el Señor le prometió, para que a pesar de la debilidad humana no falte a su fidelidad absoluta, antes bien, se mantenga esposa digna de su Señor y no cese de renovarse a sí misma, bajo la acción del Espíritu Santo, hasta que por la cruz llegue a la luz sin ocaso» (Lumen gentium, 9). Según el plan de Dios, que «congregó a quienes miran con fe a Jesús como autor de la salvación y principio de la unidad y de la paz», la Iglesia ha sido fundada por Él «a fin de que sea para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salvadora» (ibíd.).

Bajo esta deslumbrante luz, nos ponemos enteramente, con todas nuestras fuerzas físicas y espirituales, al servicio de la misión universal de la Iglesia, lo cual implica la voluntad de servir al mundo entero: en efecto, pretendemos servir a la verdad, a la justicia, a la paz, a la concordia, a la cooperación, tanto en el interior de las naciones, como de los diversos pueblos entre sí. Llamamos ante todo a los hijos de la Iglesia a tomar conciencia cada vez mayor de su responsabilidad: «Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,13 s.).

Superando las tensiones internas que se han podido crear aquí y allá, venciendo las tentaciones de acomodarse a los gustos y costumbres del mundo, así como a las seducciones del aplauso fácil, unidos con el único vínculo del amor que debe informar la vida íntima de la Iglesia, como también las formas externas de su disciplina, los fieles deben estar dispuestos a dar testimonio de la propia fe ante el mundo: «Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere» (1P 3,15). La Iglesia, en este esfuerzo común de responsabilización y de respuesta a los problemas acuciantes del momento, está llamada a dar al mundo ese «suplemento de alma» que tantos reclaman y que es el único capaz de traer la salvación. Esto espera hoy el mundo: él sabe bien que la perfección sublime a la que ha llegado con sus investigaciones y con sus técnicas ha alcanzado una cumbre más allá de la cual aparece ya aterrador el vértigo del abismo; la tentación de sustituirse a Dios con la decisión autónoma que prescinde de las leyes morales, lleva al hombre moderno al riesgo de reducir la tierra a un desierto, la persona a un autómata, y la convivencia fraterna a una colectivización planificada, introduciendo no raramente la muerte allí donde en cambio Dios quiere la vida.

La Iglesia, llena de admiración y simpatía hacia las conquistas del ingenio humano, pretende además salvar al mundo, sediento de vida y de amor, de los peligros que le acechan. El Evangelio llama a todos sus hijos a poner las propias fuerzas, y la misma vida, al servicio de los hermanos, en nombre de la caridad de Cristo: «Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos» (Jn 15,13). En este momento solemne, pretendemos consagrar todo lo que somos y podemos a este fin supremo, hasta el último aliento, consciente del encargo que Cristo mismo nos ha confiado: «Confirma a tus hermanos» (Lc 22, 32).

Necesitamos, para darnos fuerzas en la ardua tarea, del recuerdo suavísimo de Nuestros Predecesores, cuya amable dulzura e intrépida fuerza Nos será de ejemplo en el programa pontificio: recordamos en particular las grandísimas lecciones de gobierno pastoral dejadas a Nosotros por los Papas que Nos están cercanos, como Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, que con su sabiduría, dedicación, bondad y amor a la Iglesia y al mundo han dejado una huella imborrable en nuestro tiempo atormentado y magnífico. Pero es, sobre todo, al llorado Pontífice Pablo VI, Nuestro inmediato Predecesor, a quien va nuestro conmovido afecto del corazón y de la veneración. Su muerte rápida, que ha dejado atónito al mundo, según el estilo de los gestos proféticos de los cuales ha circundado su inolvidable pontificado, ha puesto en la justa luz la estatura extraordinaria de aquel grande y humilde hombre, al cual la Iglesia debe la irradiación extraordinaria, aún entre las contradicciones y las hostilidades, alcanzada en estos quince años, así como también la obra gigantesca, infatigable, incansable, puesta por él en la realización del Concilio y en asegurar al mundo la paz: tranquiltitas ordinis.

Nuestro programa será el de continuar el suyo, en la huella ya marcada con tanta aceptación por el gran corazón de Juan XXIII:
— Queremos continuar en la prosecución de la herencia del Concilio Vaticano II, cuyas sabias normas deben ser todavía llevadas a cumplimiento, vigilando para que un empujón, generoso tal vez, pero imprudente, no tergiverse los contenidos y los significados, y, asimismo, que fuerzas de freno y tímidas no hagan lento el magnífico impulso de renovación y de vida.
— Queremos conservar intacta la gran disciplina de la Iglesia en la vida de los sacerdotes y de los fieles, como la probada riqueza de su historia ha asegurado en los siglos con ejemplos de santidad y heroísmo, ya sea en el ejercicio de las virtudes evangélicas, como en el servicio a los pobres, a los humildes, a los indefensos; y, a este propósito, llevaremos adelante la revisión del Código de Derecho Canónico, ya sea en la tradición oriental como en la latina, para asegurar, a la linfa interior de la santa libertad de los hijos de Dios, la solidez y la firmeza de las estructuras jurídicas.
— Queremos recordar a la Iglesia entera que su primer deber es el de la evangelización, cuyas líneas maestras Nuestro Predecesor, Pablo VI, ha condensado en un memorable documento: animada por la fe, nutrida por la Palabra de Dios y sostenida por el alimento celeste de la Eucaristía, ella debe estudiar toda vía, buscar todo medio, «oportuno o inoportuno» (2Tm 4, 2), para sembrar el Verbo, para proclamar el mensaje, para anunciar la salvación que pone en las almas la inquietud de la búsqueda de lo verdadero y en ella las sostiene con la ayuda de lo alto; si todos los hijos de la Iglesia supieran ser incansables misioneros del Evangelio, un nuevo florecimiento de santidad y de renovación surgirá en el mundo, sediento de amor y de verdad.
— Queremos continuar el esfuerzo ecuménico que consideramos la extrema consigna de Nuestros inmediatos Predecesores, vigilando con fe inmutable, con esperanza invicta y con amor indeclinable la realización del gran mandato de Cristo: «Ut omnes unum sint» (Jn 17, 21), en el cual vibra el ansia de su Corazón en la vigilia de la inmolación del Calvario; las mutuas relaciones entre las iglesias de distinta denominación han cumplido progresos constantes y extraordinarios, que están a la vista de todos; pero la división no cesa, por otro lado, de ser motivo de perplejidad, de contradicción y de escándalo a los ojos de los no cristianos y de los no creyentes: por esto pensamos dedicar Nuestra inmediata atención a todo lo que pueda favorecer la unión, sin ceder en lo doctrinal pero también sin vacilaciones
— Queremos proseguir con paciencia y firmeza el diálogo sereno y eficaz que el Sumo Pontífice Pablo VI, nunca bastante llorado, fijó como fundamento y estilo de su acción pastoral, dando las líneas maestras de dicho diálogo en la Encíclica Ecclesiam suam, a saber: es necesario que los hombres, a nivel humano, se conozcan mutuamente, aun cuando se trate de los que no comporten nuestra fe: y es necesario que nosotros estemos siempre dispuestos a dar testimonio de la fe que poseemos y del encargo que Cristo nos encomendó, para « que el mundo crea » (Jn 17, 21).
— Queremos, finalmente, secundar todas las iniciativas laudables y buenas encaminadas a tutelar e incrementar la paz en este mundo turbado; con este fin, pediremos la colaboración de todos los hombres buenos, justos, honrados, rectos de corazón, para que, dentro de cada nación, se opongan a la violencia ciega que sólo destruye sembrando ruina y luto; y, en la convivencia internacional, guíen a los hombres a la comprensión mutua, a la unión de los esfuerzos que impulsen el progreso social, venzan el hambre corporal y la ignorancia del espíritu, fomenten el desarrollo de los pueblos menos dotados de bienes materiales, pero al mismo tiempo ricos en energías y aspiraciones.

Hermanos e hijos queridísimos:
En esta hora que nos hace temblar, pero en la que al mismo tiempo nos sentimos confortado por las promesas divinas, saludamos a todos nuestros hijos; desearíamos tenerlos aquí a todos para mirarles en los ojos y para abrazarlos infundiéndoles valor y confianza, y pidiéndoles comprensión y oración por nosotros.

A todos nuestro saludo.
— A los cardenales del Sacro Colegio, con los que hemos compartido horas decisivas y en quienes confiamos ahora y confiaremos en el futuro, agradeciéndoles sus sabios consejos y la valiosa colaboración que querrán seguir ofreciéndonos, como prolongación del consenso amplio que por voluntad de Dios nos ha traído a esta cumbre del ministerio apostólico.
— A todos los obispos de la Iglesia de Dios, «que representan cada uno a su Iglesia, y todos ellos juntamente con el Papa a la Iglesia universal en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad » (Lumen gentium, 23), y cuya colegialidad queremos consolidar firmemente solicitando su colaboración en el gobierno de la Iglesia universal, sea mediante el Sínodo, sea a través de los dicasterios de la Curia, en los que ellos toman parte según las normas establecidas.
— A todos nuestros queridos colaboradores, a quienes corresponde ejecutar fiel y continuamente nuestra voluntad; ellos tienen el honor de realizar una actividad que les compromete a una vida de santidad, a un espíritu de obediencia, a una dedicación apostólica y a un amor ferviente a la Iglesia que sirva de ejemplo a los demás. Los amamos uno a uno, y pidiéndoles que continúen prestándonos a nosotros, como a nuestros predecesores, su ya probada fidelidad, estamos seguro de poder contar con su trabajo preciosísimo que nos servirá de gran ayuda.
— Saludamos a los sacerdotes y fieles de la diócesis de Roma a ellos nos une la sucesión de Pedro y el ministerio único y singular de esta Cátedra Romana «que presido en la caridad universal» (cf. San Ignacio de Antioquía, Epístola a los romanos, Funk I, 252).
— Saludamos de modo especial a los fieles de nuestra diócesis de Belluno, de la cual procedemos; y a los que en Venecia nos habían sido confiados como hijos afectuosos y queridos, en los que pensamos ahora con nostalgia sincera, recordando sus magníficas obras eclesiales y las energías que hemos dedicado juntos a la buena causa del Evangelio.
— Y abrazamos con amor también a todos los sacerdotes, especialmente a los párrocos y a cuantos se dedican a la cura directa de las almas, en condiciones muchas veces de penuria o de auténtica pobreza, pero sostenidos al mismo tiempo luminosamente por la gracia de la vocación y por el seguimiento heroico de Cristo, «pastor y guardián de vuestras almas» (1P 2, 25).
— Saludamos a los religiosos y religiosas de vida contemplativa o activa, que siguen irradiando en el mundo el encanto de su adhesión intacta a los ideales evangélicos; y les rogamos que «sin cesar se esmeren para que por medio de ellos, ante los fieles y los infieles, la Iglesia manifieste de veras cada vez mejor a Cristo» (Lumen gentium, 46).
— Saludamos a toda la Iglesia misionera, animando y aplaudiendo con amor a los hombres y mujeres que ocupan un puesto de vanguardia en la proclamación del Evangelio: sepan que entre todos aquellos a quienes amamos, ellos nos son especialmente queridos; nunca los olvidaremos en nuestras oraciones y en nuestra solicitud, porque tienen un puesto privilegiado en nuestro corazón.
— A las Asociaciones de Acción Católica, así como a los Movimientos de denominación diversa que contribuyen con energías nuevas a la vivificación de la sociedad y a la consecratio mundi, como levadura en la masa (cf. Mt 13, 33), va todo nuestro aliento y nuestro apoyo, porque estamos convencido de que su actividad, en colaboración con la sagrada jerarquía, es hoy indispensable para la Iglesia.
— Saludamos a los adolescentes y a los jóvenes, esperanza de un mañana más limpio, más sano, más constructivo, advirtiéndoles que sepan distinguir entre el bien y el mal, y realicen el bien con las energías frescas que poseen, procurando aportar su vitalidad a la Iglesia y para el mundo del mañana.
— Saludamos a las familias, «santuario doméstico de la Iglesia» (Apostolicam actuositatem, 11), más aún, « verdadera y propia Iglesia doméstica » (Lumen gentium, 11), deseando que en ellas florezcan vocaciones religiosas y decisiones santas, y que preparen el mañana del mundo; les exhortamos a que se opongan a las perniciosas ideologías del llamado hedonismo que corroe la vida, y a que formen espíritus fuertes, dotados de generosidad, equilibrio y dedicación al bien común.
— Pero queremos enviar un saludo particular a cuantos sufren en el momento presente; a los enfermos, a los prisioneros, a los emigrantes, a los perseguidos, a cuantos no logran tener un trabajo o carecen de lo necesario en la dura lucha por la vida; a cuantos sufren por la coacción a que está reducida su fe católica, que no pueden profesar libremente sino a costa de sus derechos primordiales de hombres libres y de ciudadanos solícitos y leales. Pensamos de modo particular en la atormentada región del Líbano, en la situación de la Tierra de Jesús, en la faja del Sahel, en la India tan probada, y en todos aquellos hijos y hermanos que sufren dolorosas privaciones, sea por las condiciones sociales y políticas, sea a consecuencia de desastres naturales.

¡Hombres hermanos de todo el mundo!
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