por tamy100 » Lun Mar 04, 2013 11:43 am
TEMA 10 Optatam Totius - Perfectae Caritatis
1. ¿ Cuales son las responsabilidades que atribuye el decreto Optatam Totius a los obispos y sacerdotes?
R/ es un sacerdote que recibe el sacramento del orden sacerdotal en su máximo grado, que es el episcopado. Casi todas las confesiones cristianas cuentan con obispos, como la Iglesia católica, las Iglesias ortodoxas y algunas iglesias protestantes.
Desde un punto de vista etimológico, el obispo es aquella dignidad eclesiástica encargada del control y vigilancia del cumplimento de las leyes de la Iglesia o Derecho canónico en el territorio de su jurisdicción o diócesis.
La Iglesia católica, de acuerdo con su Derecho canónico, considera al obispo como el miembro de la Iglesia que ha recibido la plenitud del sacerdocio ministerial por el sacramento del orden, sucesor de los apóstoles y pastor encargado del gobierno de una diócesis; en virtud de la colegialidad, comparte con el Papa y con los demás obispos la responsabilidad sobre la Iglesia entera.
Los obispos poseen símbolos distintivos que muestran su dignidad. En el catolicismo, usan vestiduras de color, un anillo y una cruz. En las ceremonias solemnes, llevan la mitra y el báculo.
Cualidades exigibles en un obispo
Siguiendo los consejos paulinos a Timoteo, el Código de Derecho Canónico de 1983 en su canon 378, establece que, para la idoneidad de los candidatos al episcopado, se requiere que el interesado sea:
• Insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata.
• De buena fama.
• De, al menos, treinta y cinco años.
• Ordenado presbítero al menos cinco años antes.
• Doctor, o al menos licenciado, en Sagrada Escritura, teología o derecho canónico por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas.
El juicio definitivo sobre la idoneidad del candidato corresponde al pontífice.
El sacerdote es una persona que se dedica profesionalmente, en exclusiva o a tiempo compartido, a realizar actos de intermediación entre los miembros de una comunidad religiosa y la divinidad a la que estos adoren. Se llama «sumo sacerdote» a quien ejerce la máxima autoridad religiosa en algunas confesiones, normalmente como heredero de alguna tradición histórica (así los católicos llaman sumo pontífice a su máxima autoridad, porque la expresión pontífice, significa ‘constructor de puentes’, entre Dios y sus creyentes). En casi todas las culturas, la casta sacerdotal constituía una clase social dominante, asociada o en ocasiones enfrentada al poder civil. El corpus de sacerdotes suele recibir otros nombres en cada cultura concreta.
El Papa enumeró así "las aptitudes que se piden a los futuros sacerdotes": "la madurez humana, las cualidades espirituales, el celo apostólico, el rigor intelectual...".
"Para alcanzar estas virtudes --dijo-- los candidatos al sacerdocio no sólo deben poder verlas en sus formadores, sino que más aún deben poder ser los primeros beneficiarios de estas cualidades vividas y dispensadas por aquellos que tienen la tarea de hacerles crecer".
"Es una ley de nuestra humanidad y de nuestra fe el hecho de que, con gran frecuencia, no somos capaces de dar lo que no hemos recibido de Dios a través de las mediaciones eclesiales y humanas que él ha instituido".
"Quien tiene la tarea del discernimiento y la formación debe recordar que la esperanza que tiene por los demás es, en primer lugar, un deber para él mismo".
2. ¿ Cuán importante es la formación sacerdotal y porqué?
R/ Es esencial a la formación sacerdotal y por ende en el ejercicio del ministerio, una profunda espiritualidad que se forja en la diaria meditación. Como cristiano, el candidato al sacerdocio está llamado a vivir en el Espíritu el compromiso adquirido en el bautismo: “Por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva (Rm 6,4)
El apóstol Pablo, dirigiéndose a los Efesios refiere estas palabras que iluminan con claridad la espiritualidad específica de los presbíteros:
“Yo el prisionero por amor al señor, les ruego que, como corresponde a la vocación a la que han sido llamados, se comporten con gran humildad, amabilidad y ciencia, aceptándose mutuamente con amor.
Uno sólo es el cuerpo y uno sólo es el Espíritu, como también es una la esperanza que encierra la vocación a la que han sido llamados…A cada uno, sin embargo, le ha sido dada la gracia según el don de Cristo…(Ef 4,1-13).
La vocación al sacerdocio ministerial comienza con un encuentro con Cristo, quien quiere que su llamamiento se prolongue en una vida espiritual que conduce a una entera consagración a la obra de la evangelización: “Llamó a los que él quiso para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13-14).La espiritualidad sacerdotal posee una llave secreta que abre la puerta
de lo divino. Esta llave es la meditación. En Jn 1,39 descubrimos como los primeros discípulos fueron a ver donde vivía Jesús “se quedaron con Él aquel día”, lo que nos indica que estuvieron en una experiencia de meditación. La meditación simplifica nuestra vida externa, le da sentido energiza la vida interna. La meditación es un regalo divino que nos dice que nuestra vida humana es algo secreto y sagrado y confirma nuestra herencia divina. Es en la meditación que vamos descubriendo como la espiritualidad sacerdotal establece las bases de la unidad en la diversidad y lleva a la convicción de que la respuesta es libre y generosa. Tanto para el candidato al sacerdocio como para el Sacerdote la espiritualidad fortalecida en la continua meditación es el
“reconocimiento y la aceptación” absoluta de la fe en Dios, es la confianza para hacer su voluntad y estar a su servicio “aquí estoy para hacer tu voluntad”.
La espiritualidad no se halla en los libros, aunque nos dediquemos a esprimir un libro no vamos a obtener espiritualidad alguna para
fortalecer la fidelidad o la eficiencia en la acción pastoral. Si se quiere asegurar la meta del sacerdocio como el servicio a Cristo Buen Pastor,es necesario tener una profunda espiritualidad, es necesario crecer y fortalecerse desde dentro. La mente levanta a los pensamientos y a las ideas de su sueño. La espiritualidad despierta el compromiso y la convicción.
Sin espiritualidad no hay respuesta segura al llamado del Señor. Sin una constante y profunda meditación, no hay espiritualidad. Sin
espiritualidad y sin meditación, no hay compromiso de fe. Esto nos hace entender que todo el proceso vocacional ha de estar siempre en un ambiente de espiritualidad, vida en el Espíritu.
3. ¿Qué papel desempeñan los seminarios mayores y menores en la formación sacerdotal?
R/ El seminario menor es una comunidad eclesial educativa destinada a la formación de aquellos adolescentes y jóvenes con indicios de vocación al sacerdocio ministerial. Su finalidad es proporcionar elementos de formación humana, espiritual, intelectual y apostólica en un proceso de acompañamiento y discernimiento vocacional, para que respondan al llamado de Dios, mediante una opción libre, consciente, responsable y gozosa. .
Su fin específico, según el decreto Optatam Totius, es el cultivar los gérmenes de la vocación , el beato Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis, menciona como fin del seminario menor, la preparación de los adolescentes al seguimiento de Cristo Redentor con un espíritu generoso y con pura intención, mencionado en el documento Optatam Totius, bajo la dirección paterna de sus superiores, secundada por la oportuna cooperación de los padres, lleven un género de vida que se avenga bien con la edad, espíritu y evolución de los adolescentes, y se adapte de lleno a las normas de la sana psicología, sin dejar a un lado la razonable experiencias de las cosas humanas y el trato con la propia familia .
La Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis menciona que el fin propio del seminario menor es ayudar a los adolescentes, que parecen tener gérmenes de vocación, a que la disciernan más fácilmente y puedan responder a ella, para así hacerse más aptos para percibir en su verdadera naturaleza humana el don sublime de la vocación sagrada .
Con el paso de los tiempos, se ha tomado una errónea idea del seminario menor tomándolo como un seminario mayor en pequeño, pero, sin duda, fue el Concilio de Baltimore (1866) el que marco más diferenciadamente la distancia entre seminario mayor y menor. Sus disposiciones han sido casi calcadas por el Concilio Vaticano II en lo relativo a seminarios menores: son estos centros “preparatorios” para el paso o ingreso en los seminarios mayores, centros de formación específicamente sacerdotal ; pero, aunque el seminario menor no reciba una educación específicamente sacerdotal, si integra en su línea formativa, el fin de formar próximos sacerdotes, y los va integrando al proceso de formación en el seminario mayor.
Juan Espinoza menciona que el seminario menor es una comunidad eclesial que educa al adolescente en la libertad y responsabilidad para disponerlo a la elección de una opción vocacional , de la que el adolescente ha de estar consciente y con libre voluntad de responder.
Seminario Mayor
El seminario sacerdotal es una casa de formación para adultos que de manera voluntaria y aceptados por las autoridades eclesiásticas de la Iglesia Católica, inician un itinerario de estudios que los conduce al ministerio sacerdotal. Los seminarios pertenecen jurídicamente a la diócesis bajo la autoridad del obispo. En adición a esto, las iglesias que poseen este sistema de formación sacerdotal, cuentan también con la forma de “Seminario menor” que no es otra cosa que un colegio que puede ir desde la educación básica a la secundaria para menores de edad, bajo la tutela de la diócesis con proyección sacerdotal
Propósito del seminario
En el seminario, el candidato al sacerdocio vive una vida intensa de oración, estudios y vida litúrgica.
Como dice el Decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal (Presbyterorum Ordinis, 7 de diciembre de 1965), el propósito del Seminario mayor es la formación de pastores bajo el ejemplo de Jesús sacerdote y Buen Pastor.
4. ¿Qué modelo de vida propone el decreto Optatam Totius para los futuros sacerdotes?
R/ Que los alumnos aprendan a vivir según el modelo del Evangelio, a fundamentarse en la fe, en la esperanza y en la caridad, para adquirir mediante su práctica el espíritu de oración, robustecer y defender su vocación, obtener la solidez de las demás virtudes y crecer en el celo de ganar a todos los hombres para Cristo.
5. ¿Cuál es la clave sobre la perspectiva para entender la vida religiosa según el decreto Perfectae caritatis?
R/ La clave para entender la vida religiosa no es ya la perspectiva de la santidad, sino la caridad perfecta hacia cuya consecución tiende la práctica de los consejos evangélicos, perspectiva que se desarrolla en el número 6.
6. Mencione algunos criterios prácticas del decreto Perfectae caristatis para la renovación de la vida religiosa.
R/ La manera de vivir, de orar y trabajar ha de ajustarse debidamente a las actuales condiciones físicas y psíquicas de los miembros y, en cuanto lo requiere el carácter de cada instituto, a las necesidades del apostolado, a las exigencias de la cultura, a las circunstancias sociales y económicas, en todas partes, pero señaladamente en los lugares de misiones.
Según los mismos criterios, ha de revisarse también la forma de gobierno de los institutos.
Se revisarán, por tanto, convenientemente las constituciones, «directorios», libros de costumbres, preces y ceremonias y otros códigos por el estilo, y, suprimidas tas ordenaciones que resulten anticuadas, adáptense a los documentos de este sagrado Concilio.
7. Mencione los tipos de vida religiosa mencionados en el decreto Perfectae caristatis
R/ Institutos puramente contemplativos
Los institutos que se ordenan íntegramente a la contemplación, de suerte que sus miembros vacan sólo a Dios en soledad y silencio, en asidua oración y generosa penitencia, mantienen siempre un puesto eminente en el Cuerpo Místico de Cristo, en el que no todos los miembros tienen la misma función (Rom 12,4), por mucho que urja la necesidad del apostolado activo. Ofrecen, en efecto, a Dios un eximio sacrificio de alabanzas, ilustran al pueblo de Dios con ubérrimos frutos de santidad, lo mueven con su ejemplo y lo dilatan con misteriosa fecundidad apostólica. Así son honor de la Iglesia y hontanar de gracias celestes. Sin embargo, su manera de vivir ha de revisarse de acuerdo con los antedichos principios y criterios de una adecuada renovación, guardando, no obstante, fidelísimamente, su apartamiento, del mundo y los ejercicios propios de la vida contemplativa.
Institutos dedicados a la vida apostólica
Hay en la Iglesia muchísimos institutos, clericales o laicales, consagrados a las obras de apostolado, que tienen dones diferentes según la gracia que les ha sido dada: ora de ministerio, para servir; ora el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con sencillez; el que ejerce la misericordia, con alegría (cf. Rom 12,5-8). Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el espíritu (1 Cor 12,4).
En estos institutos, la acción apostólica y benéfica pertenece a la naturaleza misma de la vida religiosa, como sagrado ministerio y obra propia de la caridad que les han sido encomendados por la Iglesia y deben cumplirse en su nombre. Por eso, toda la vida religiosa de sus miembros debe estar imbuida de espíritu apostólico, y toda la acción apostólica, informada de espíritu religioso. Así, pues, a fin de que sus miembros respondan ante todo de su vocación de seguir a Cristo y sirvan a Cristo mismo en sus miembros, es necesario que su acción apostólica proceda de la intima unión con El. Con lo cual se fomenta la caridad misma para con Dios y el prójimo.
Dichos institutos deben, por tanto, ajustar convenientemente sus observancias y prácticas con los requisitos del apostolado a que se consagran. Ahora bien, como quiera que la vida religiosa dedicada a las obras apostólicas reviste múltiples formas, es menester que su adecuada renovación tenga en cuenta esta diversidad, y que, en los varios institutos, la vida de sus miembros en servicio de Cristo se sostenga por los medios propios y congruentes.
Hay que conservar fielmente la vida monástica y conventual
Consérvese fielmente y brille más y más cada día en su genuino espíritu, tanto en Oriente como en Occidente, la venerable institución de la vida monástica, que en el largo curso de los siglos ha adquirido méritos preclaros en la Iglesia y en la sociedad humana. El oficio principal de los monjes es rendir a la Divina Majestad un servicio a la vez humilde y noble dentro de los muros del monasterio, ora se consagren íntegramente, en vida retirada, al culto divino, ora emprendan legítimamente algunas obras de apostolado o de cristiana caridad. Manteniendo, pues, el carácter de su propio instituto, renueven las antiguas tradiciones benéficas y adáptenlas a las actuales necesidades de las almas, de suerte que los monasterios sean como semilleros de edificación del pueblo cristiano.
Igualmente, las religiones que, por regla o instituto, unen íntimamente la vida apostólica con el oficio coral y las observancias monásticas, de tal forma ajusten su manera de vivir con el apostolado que les conviene, que mantengan fielmente su forma de vida, como quiera que cede en bien extraordinario de la Iglesia.
La vida religiosa laical
La vida religiosa laical, tanto de varones como de mujeres, constituye en sí misma un estado completo de profesión de los consejos evangélicos. Por lo tanto, estimándola altamente el sagrado Concilio, por ser tan útil para el oficio pastoral de la Iglesia en la educación de la juventud, en el cuidado de los enfermos y otros ministerios, confirma a sus miembros en su vocación y los exhorta a que ajusten su vida a las exigencias actuales.
El sagrado Concilio declara que nada obsta a que, en las religiones de hermanos, permaneciendo firme su carácter laical, por disposición del capítulo general, algunos de sus miembros reciban las sagradas órdenes, a fin de atender a las necesidades del ministerio sacerdotal en sus propias casas.
Los institutos seculares
Los institutos Seculares, aunque no sean institutos religiosos, llevan, sin embargo, consigo la profesión verdadera y completa, en el siglo, de los consejos evangélicos, reconocida por la Iglesia. Esta profesión confiere una consagración a los hombres y mujeres, laicos y clérigos, que viven en el mundo. Por lo tanto, tiendan ellos principalmente a la total dedicación de si mismos a Dios por la caridad perfecta, y los institutos mismos mantengan su carácter propio y peculiar, es decir, secular, a fin de que puedan cumplir eficazmente y por dondequiera el apostolado en el mundo y como desde el mundo, para el que nacieron.
Sepan, no obstante, muy bien que no pueden cumplir tan alta misión si sus miembros no se forman cuidadosamente en las cosas humanas y divinas, de suerte que sean en realidad fermento del mundo para robustecimiento e incremento del Cuerpo de Cristo. Cuiden, por tanto, seriamente los directores de la instrucción, sobre todo espiritual, que ha de darse a sus miembros y de promover su formación ulterior.