por MA SOCORRO A REYES L » Dom Ago 11, 2013 6:02 pm
Hay un fuerte vínculo entre el misterio de la creación, en simple y pura verdad de comunión entre las personas. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: “Es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gén 2, 23), afirma sencillamente la identidad humana de ambos. El hombre en la dimensión del don recíproco, es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad como significado con el que el sexo entra en la teología del cuerpo. Este es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del Amor como fuente de la que nació este mismo donar. La masculinidad-feminidad -esto es, el sexo- es el signo originario de una donación creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, varón-mujer, de un don vivido, por así decirlo, de modo originario. Ese “comienzo” beatificante del ser y del existir del hombre, como varón y mujer, está unido con la revelación y con el descubrimiento del significado del cuerpo, que conviene llamar “esponsalicio”.