14. En el jardín del Edén

En esta primera parte se toca la creación del hombre en relación a la sexualidad y el amor humano, la inocencia y la desnudez, el significado "esponsal" del cuerpo, la donación mutua, la vocación original del matrimonio, la dignidad de la procreación y los problemas del matrimonio en la visión integral del hombre.

Esta es la primera parte de seis partes que se darán de manera consecutiva e ininterrumpida. El curso completo se dará a lo largo de un año y consta de: :

Parte I: Principios del amor humano (23 lecciones)

Parte II: La purificación del corazón (40 lecciones)

Parte III: La resurrección de la carne (9 lecciones)

Parte IV: La virginidad cristiana (14 lecciones)

Parte V: El sacramento del matrimonio (27 lecciones)

Parte VI: Amor y fecundidad (16 lecciones)

Moderadores: pilar calva, Catholic.net, Margarita Gonzalez, Gabirela Vega, Moderadores Animadores

14. En el jardín del Edén

Notapor pilar calva » Lun Jun 24, 2013 9:25 pm

14. En el jardín del Edén
El concepto de «instinto» implica ya una coacción interior, analógicamente al instinto que estimula la fecundidad y la procreación en todo el mundo de los seres vivientes (animalia).

(9-I-80/13-I-80)

1. Releyendo y analizando el segundo relato de la creación, esto es, el texto yahvista, debemos preguntarnos si el primer “hombre” (‘adam), en su soledad originaria, “viviría” el mundo realmente como don, con actitud conforme a la condición efectiva de quien ha recibido un don, como consta por el relato del capítulo primero. Efectivamente, el segundo relato nos presenta al hombre en el jardín del Edén (cf. Gén 2, 8); pero debemos observar que, incluso en esta situación de felicidad originaria, el Creador mismo (Dios Yahvé), y después también él “hombre”, en vez de subrayar el aspecto del mundo como don subjetivamente beatificante, creado para el hombre (cf. el primer relato y en particular Gén 1, 26-29), ponen de relieve que el hombre esta “solo”. Hemos analizado ya el significado de la soledad originaria; pero ahora es necesario observar que por vez primera aparece claramente una cierta carencia de bien: “No es bueno que el hombre (varón) esté solo -dice Dios Yahvé-, voy a hacerle una ayuda...” (Gén 2, 18). Lo mismo afirma el primer “hombre”; también él, después de haber tomado conciencia hasta el fondo de la propia soledad entre todos los seres vivientes sobre la tierra, espera una “ayuda semejante a él” (cf. Gén 2, 20). Efectivamente, ninguno de estos seres (animales) ofrece al hombre las condiciones básicas que hagan posible existir en una relación de don recíproco.

2. Así, pues, estas dos expresiones, esto es, el adjetivo “solo” y el sustantivo “ayuda” parecen ser realmente la clave para comprender la esencia misma del don a nivel de hombre, como contenido existencial inscrito en la verdad de la “imagen de Dios”. Efectivamente, el don revela, por decirlo así, una característica especial de la existencia personal, más aún, de la misma esencia de la persona. Cuando Dios Yahvé dice que “no es bueno que el hombre esté solo” (Gén 2,18), afirma que el hombre por sí “solo” no realiza totalmente esta esencia. Solamente la realiza existiendo “con alguno”, y aún más profundamente y más completamente: existiendo “para alguno”. Esta norma de existir como persona se demuestra en el libro del Génesis como característica de la creación, precisamente por medio del significado de estas dos palabras: “solo” y “ayuda”. Ellas indican precisamente lo fundamental y constitutiva que es para el hombre la relación y la comunión de las personas. Comunión de las personas significa existir en un recíproco “para”, en una relación de don recíproco. Y esta relación es precisamente el complemento de la soledad originaria del “hombre”.

3. Esta realización es, en su origen, beatificante. Está implícita sin duda en la felicidad originaria del hombre, y constituye precisamente esa felicidad que pertenece al misterio de la creación hecha por amor, es decir, pertenece a la esencia misma del donar creador. Cuando el “hombre-varón”, al despertar del sueño genesíaco, ve al “hombre-mujer”, tomado de él, dice: “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén 2, 3); estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo. En cuanto se ha verificado al “principio”, esto confirma el proceso de individuación del hombre en el mundo, y nace, por así decir, de la profundidad misma de su soledad humana, que él vive como persona frente a todas las otras criaturas y a todos los seres vivientes (animalia). También este principio, pues, pertenece a una antropología adecuada y puede ser verificado siempre según ella. Esta verificación puramente antropológica nos lleva, al mismo tiempo, al tema de la “persona” y al tema del “cuerpo sexo”. Esta simultaneidad es esencial. Efectivamente, si tratáramos del sexo sin la persona, quedaría destruida toda la adecuación de la antropología que encontramos en el libro del Génesis.

Y entonces estaría velada para nuestro estudio teológico la luz esencial de la revelación del cuerpo, que se transparenta con tanta plenitud en estas primeras afirmaciones.

4. Hay un fuerte vínculo entre el misterio de la creación, como don que nace del amor, y ese “principio” beatificante de la existencia del hombre como varón y mujer, en toda la realidad de su cuerpo y de su sexo, que es simple y pura verdad de comunión entre las personas. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: “Es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gén 2, 23), afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: ¡He aquí un cuerpo que expresa la “persona”! Atendiendo a un pasaje precedente del texto yahvista, se puede decir también: este “cuerpo” revela al “alma viviente”, tal como fue el hombre cuando Dios Yahvé alentó la vida en él (cf. Gén 2, 7), por la cual comenzó su soledad frente a todos los seres vivientes. Precisamente atravesando la profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el hombre en la dimensión del don recíproco, cuya expresión -que por esto mismo es expresión de su existencia como persona- es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad. El cuerpo, que expresa la feminidad “para” la masculinidad, y viceversa, la masculinidad “para” la feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal. Este es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del Amor como fuente de la que nació este mismo donar. La masculinidad-feminidad -esto es, el sexo- es el signo originario de una donación creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, varón-mujer, de un don vivido, por así decirlo, de modo originario. Este es el significado con el que el sexo entra en la teología del cuerpo.

5. Ese “comienzo” beatificante del ser y del existir del hombre, como varón y mujer, está unido con la revelación y con el descubrimiento del significado del cuerpo, que conviene llamar “esponsalicio”. Si hablamos de revelación y a la vez de descubrimiento, lo hacemos en relación a lo específico del texto yahvista, en el que el hilo teológico es también antropológico, más aún, aparece como una cierta realidad conscientemente vivida por el hombre. Hemos observado ya que a las palabras que expresan la primera alegría de la aparición del hombre en la existencia como “varón y mujer” (Gén 2, 23), sigue el versículo que establece su unidad conyugal (cf. Gén 2, 24), y luego el que testifica la desnudez de ambos, sin que tengan vergüenza recíproca (cf. Gén 2, 25). Precisamente esta confrontación significativa nos permite hablar de la revelación y a la vez del descubrimiento del significado “esponsalicio” del cuerpo en el misterio mismo de la creación. Este significado (en cuanto revelado e incluso consciente, “vivido” por el hombre) confirma hasta el fondo que el donar creador, que brota del Amor, alcanzó la conciencia originaria del hombre, convirtiéndose en experiencia de don recíproco, como se percibe ya en el texto arcaico. De esto parece dar testimonio también -acaso hasta de modo específico- esa desnudez de ambos progenitores, libre de vergüenza.

6. El Génesis 2, 24 habla del sentido o finalidad que tiene la masculinidad y feminidad del hombre, en la vida de los cónyuges-padres. Al unirse entre sí tan íntimamente, que se convierten en “una sola carne” someten, en cierto sentido, su humanidad a la bendición de la fecundidad, esto es, de la “procreación”, de la que habla el primer relato (Gén 1, 28). El hombre comienza “a ser” con la conciencia de esta finalidad de la propia masculinidad-feminidad, esto es, de la propia sexualidad. Al mismo tiempo, las palabras del Génesis 2, 25: “Estaban ambos desnudos sin avergonzarse de ello”, parecen añadir a esta verdad fundamental del significado del cuerpo humano, de su masculinidad y feminidad, otra verdad no menos esencial y fundamental. El hombre, consciente de la capacidad procreadora del propio cuerpo y del propio sexo, está al mismo tiempo libre de la “coacción” del propio cuerpo y sexo. Esa desnudez originaria, recíproca y a la vez no gravada por la vergüenza, expresa esta libertad interior del hombre. ¿Es ésta la libertad del “instinto sexual”? El concepto de “instinto” implica ya una coacción interior, analógicamente al instinto que estimula la fecundidad y la procreación en todo el mundo de los seres vivientes (animalia). Pero parece que estos dos textos del libro del Génesis, el primero y segundo relato de la creación del hombre, vinculen suficientemente la perspectiva de la procreación con la característica fundamental de la existencia humana en sentido personal. En consecuencia, la analogía del cuerpo humano y del sexo en relación al mundo de los animales -a la que podemos llamar analogía “de la naturaleza”- en los dos relatos (aunque en cada uno de modo diverso), se eleva también, en cierto sentido, a nivel de “imagen de Dios”, y a nivel de persona y de comunión entre las personas.

Será conveniente dedicar todavía otros análisis a este problema esencial. Para la conciencia del hombre -incluso para el hombre contemporáneo- es importante saber que en esos textos bíblicos que hablan del “principio” del hombre, se encuentra la revelación del “significado esponsalicio del cuerpo”. Pero es todavía más importante establecer lo que expresa propiamente este significado.

Pregunta: ¿ Qué expresan las palabras “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”?

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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor CasJor » Dom Jul 21, 2013 10:09 pm

¿Qué expresan las palabras “esto si que es ya hueso de mi hueso y carne de mi carne?

Esas palabras expresan el don de la felicidad originaria del hombre y que se vincula con el misterio de la creación, hecha con verdadero amor por parte de Dios. Ahora si es gratificante para el hombre varón su existencia en el mundo terrenal.

Implica también la individualidad de cada uno de los seres en el paraíso terrenal, individualidad en el aspecto relativo a la sexualidad y a la persona.

Se ha individualizado la identidad de cada uno. Sin embargo a pesar de ello también surge la dualidad en la dimensión del cuerpo, tenemos pues la feminidad para la masculinidad y la masculinidad para la feminidad. Ese dualismo manifiesta la reciprocidad y la comunión esponsalicia.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Patricia Zarate » Dom Jul 21, 2013 11:33 pm

estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor NELSON » Lun Jul 22, 2013 8:04 am

PREGUNTA: ¿QUÉ EXPRESAN LAS PALABRAS “ESTO SÍ QUE ES YA HUESO DE MIS HUESOS Y CARNE DE MI CARNE”?

CUANDO EL PRIMER HOMBRE, AL VER A LA PRIMERA MUJER EXCLAMA: “ES CARNE DE MI CARNE Y HUESO DE MIS HUESOS” (GÉN 2, 23), AFIRMA SENCILLAMENTE LA IDENTIDAD HUMANA DE AMBOS. EXCLAMANDO ASÍ, PARECE DECIR: ¡HE AQUÍ UN CUERPO QUE EXPRESA LA “PERSONA”! ATENDIENDO A UN PASAJE PRECEDENTE DEL TEXTO YAHVISTA, SE PUEDE DECIR TAMBIÉN: ESTE “CUERPO” REVELA AL “ALMA VIVIENTE”, TAL COMO FUE EL HOMBRE CUANDO DIOS YAHVÉ ALENTÓ LA VIDA EN ÉL (CF. GÉN 2, 7), POR LA CUAL COMENZÓ SU SOLEDAD FRENTE A TODOS LOS SERES VIVIENTES. PRECISAMENTE ATRAVESANDO LA PROFUNDIDAD DE ESTA SOLEDAD ORIGINARIA, SURGE AHORA EL HOMBRE EN LA DIMENSIÓN DEL DON RECÍPROCO, CUYA EXPRESIÓN -QUE POR ESTO MISMO ES EXPRESIÓN DE SU EXISTENCIA COMO PERSONA- ES EL CUERPO HUMANO EN TODA LA VERDAD ORIGINARIA DE SU MASCULINIDAD Y FEMINIDAD. EL CUERPO, QUE EXPRESA LA FEMINIDAD “PARA” LA MASCULINIDAD, Y VICEVERSA, LA MASCULINIDAD “PARA” LA FEMINIDAD, MANIFIESTA LA RECIPROCIDAD Y LA COMUNIÓN DE LAS PERSONAS. LA EXPRESA A TRAVÉS DEL DON COMO CARACTERÍSTICA FUNDAMENTAL DE LA EXISTENCIA PERSONAL. ESTE ES EL CUERPO: TESTIGO DE LA CREACIÓN COMO DE UN DON FUNDAMENTAL, TESTIGO, PUES, DEL AMOR COMO FUENTE DE LA QUE NACIÓ ESTE MISMO DONAR. LA MASCULINIDAD-FEMINIDAD -ESTO ES, EL SEXO- ES EL SIGNO ORIGINARIO DE UNA DONACIÓN CREADORA Y DE UNA TOMA DE CONCIENCIA POR PARTE DEL HOMBRE, VARÓN-MUJER, DE UN DON VIVIDO, POR ASÍ DECIRLO, DE MODO ORIGINARIO. ESTE ES EL SIGNIFICADO CON EL QUE EL SEXO ENTRA EN LA TEOLOGÍA DEL CUERPO
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor 15jccu » Lun Jul 22, 2013 9:11 am

Cuando Dios Yahvé dice que “no es bueno que el hombre esté solo” (Gén 2,18), afirma que el hombre por sí “solo” no realiza totalmente esta esencia. Solamente la realiza existiendo “con alguno”, y aún más profundamente y más completamente: existiendo “para alguno”. Esta norma de existir como persona se demuestra en el libro del Génesis como característica de la creación, precisamente por medio del significado de estas dos palabras: “solo” y “ayuda”. Ellas indican precisamente lo fundamental y constitutiva que es para el hombre la relación y la comunión de las personas. Comunión de las personas significa existir en un recíproco “para”, en una relación de don recíproco. Y esta relación es precisamente el complemento de la soledad originaria del “hombre”.
Esta realización es, en su origen, beatificante. Está implícita sin duda en la felicidad originaria del hombre, y constituye precisamente esa felicidad que pertenece al misterio de la creación hecha por amor, es decir, pertenece a la esencia misma del donar creador. Cuando el “hombre-varón”, al despertar del sueño genesíaco, ve al “hombre-mujer”, tomado de él, dice: “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén 2, 3); estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo. En cuanto se ha verificado al “principio”, esto confirma el proceso de individuación del hombre en el mundo, y nace, por así decir, de la profundidad misma de su soledad humana, que él vive como persona frente a todas las otras criaturas y a todos los seres vivientes (animalia). También este principio, pues, pertenece a una antropología adecuada y puede ser verificado siempre según ella. Esta verificación puramente antropológica nos lleva, al mismo tiempo, al tema de la “persona” y al tema del “cuerpo sexo”. Esta simultaneidad es esencial. Efectivamente, si tratáramos del sexo sin la persona, quedaría destruida toda la adecuación de la antropología que encontramos en el libro del Génesis.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor maguila » Lun Jul 22, 2013 9:51 am

El comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor itziar2 » Lun Jul 22, 2013 10:01 am

Desde la hermeutica del Don se comprende, porque la creacion del hombre no es solo llamada a la existencia desde la nada, por Dios que es amor, sino que es una donacion, cada criatura lleva en sí el signo del don originario y fundamental. El hombre en cuanto imagen de Dios es capaz de comprender esta dimension de don. Por tanto, si es llamado a la existencia por amor, en la soledad, unidad y desnudez originaria comprendemos que se plenifica en el don de sí al otro, a través del cuerpo, en sus dos formas de ser cuerpo, masculino y femenino. Por tanto, el don revela la esencia de la persona, que el hombre por si solo no puede realizar, es decir, solo varon o solo mujer, sino que es en el encuentro del hombre-varon con el hombre-hembra donde se inicia la existencia "dichosa" del hombre en el mundo. Felicidad originaria, esencia misma del donar creativo.
La exclamacion de hombre-varon al ver al hombre-hembra afirma la identidad humana entre ambos. Ahora, comprendemos desde la soledad originaria como el hombre surge en la dimension de don reciproco, es decir, cuya expresion es el cuerpo humana en toda la verdad originaria: el varon-masculinidad para la hembre-feminidad y la feminidad para la masculinidad, en reciproca relacion y comunion de personas.
El cuerpo es el testigo de la creacion como don fundamental; testigo del Amor como manantial del que ha nacido este donar
Todo ello sin olvidar que nos adentramos en el significado esponsal de cuerpo
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor mariaines » Lun Jul 22, 2013 11:24 am

¿ Qué expresan las palabras “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”?
afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: ¡He aquí un cuerpo que expresa la “persona”! Atendiendo a un pasaje precedente del texto yahvista, se puede decir también: este “cuerpo” revela al “alma viviente”, tal como fue el hombre cuando Dios Yahvé alentó la vida en él (cf. Gén 2, 7), por la cual comenzó su soledad frente a todos los seres vivientes. Precisamente atravesando la profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el hombre en la dimensión del don recíproco, cuya expresión -que por esto mismo es expresión de su existencia como persona- es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor marcela64 » Lun Jul 22, 2013 12:15 pm

Estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivo de la gran bondad y paz espiritual (beatificante) de la existencia del hombre en el mundo.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor lindoro50 » Lun Jul 22, 2013 3:13 pm

Cuando Dios Yahvé dice que «no es bueno que el hombre esté solo» (Gén 2,18), afirma que el hombre por sí «solo» no realiza totalmente la esencia del don de la existencia. Solamente la realiza existiendo con alguien, y aún más profundamente y más completamente: existiendo para alguien. Esta norma de existir como persona se demuestra como característica de la creación, precisamente por medio del significado de estas dos palabras: «solo» y «ayuda». Ellas indican precisamente lo fundamental y constitutiva que es para el hombre la relación y la comunión de las personas, es decir existir en un mutuo «para», en una relación de don recíproco.
Hay un fuerte vínculo entre el misterio de la creación, como don que nace del amor, y ese «principio» beatificante de la existencia del hombre como varón y mujer, en toda la realidad de su cuerpo y de su género, que es simple verdad de comunión entre las personas. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: «Es carne de mi carne y hueso de mis huesos» (Gén 2, 23), afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: ¡He aquí un cuerpo que expresa ese ‘alguien’ como «persona»! Es decir, este «cuerpo» revela al «alma viviente», tal como fue el hombre cuando Dios Yahvé alentó la vida en él (Gén 2, 7), por la cual comenzó su soledad frente a todos los seres vivientes.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Maria 2 » Lun Jul 22, 2013 4:09 pm

¿Qué expresan las palabras “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”?

Cuando el “hombre-varón”, al despertar del sueño, ve al “hombre-mujer”, tomado de él, dice: “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén 2, 3); estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo.

Hay un fuerte vínculo entre el misterio de la creación, como don que nace del amor, y ese “principio” beatificante de la existencia del hombre como varón y mujer, en toda la realidad de su cuerpo y de su sexo, que es simple y pura verdad de comunión entre las personas. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: “Es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gén 2, 23), afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: ¡He aquí un cuerpo que expresa la “persona”!.

Surge ahora el hombre en la dimensión del don recíproco, cuya expresión -que por esto mismo es expresión de su existencia como persona- es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad. El cuerpo, que expresa la feminidad “para” la masculinidad, y viceversa, la masculinidad “para” la feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal. Este es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del Amor como fuente de la que nació este mismo donar. La masculinidad-feminidad -esto es, el sexo- es el signo originario de una donación creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, varón-mujer, de un don vivido, por así decirlo, de modo originario.

COMENTARIO: Indica precisamente lo fundamental y constitutiva que es para el hombre la relación y la comunión de las personas que significa existir en un recíproco “para”, en una relación de don recíproco. Y aunque se ha individualizado la identidad de cada uno también surge la dualidad en la dimensión del cuerpo, tenemos pues la feminidad para la masculinidad y la masculinidad para la feminidad. Ese dualismo manifiesta la reciprocidad y la comunión esponsalicia.

Un abrazo y hasta pronto.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Bertha Verduzco » Lun Jul 22, 2013 4:49 pm

14. ¿Qué expresan las palabras "esto si que es ya huesos de mis huesos y carne de mi carne?
El hombre que ha experimentado su soledad humana frente a todos los seres vivientes, ve en el hombre-mujer alguien que es semejante a él mismo porque el cuerpo expresa a la persona, revela al alma viviente.
Adán ve en la mujer un cuerpo que se expresa para el otro como signo de una donación creadora, significado esponsalicio del cuerpo.

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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Alejandra S » Lun Jul 22, 2013 6:10 pm

¿ Qué expresan las palabras “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”?
Esas palabras expresan la alegría del hombre al descubrir a la mujer, persona humana sexuada que se complementa con él, para salir de su soledad y así poder alcanzar la comunión con alguien adecuado a sí mismo.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Lucia Ramirez Landin » Lun Jul 22, 2013 7:39 pm

R= El hombre valora y es conciente valor en la tierrs al tenerbuna compañera fisicamente igual a el de ahi la expresion huesos de mis huesos carne de mi carne pero el amor de Dios se refleja en esa creacion hombre- mujer y los traspasa a ellos a su vez los lleva a descubrir sus diferencias sexuales que los llevara a la procreacion haciendose un solo cuerpo desde el Amor
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Maria Rosario » Lun Jul 22, 2013 9:53 pm

La expresión “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne” afirma sencillamente la identidad humana de ambos, creando así una común unión entre las personas.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor patricio » Lun Jul 22, 2013 11:10 pm

¿ Qué expresan las palabras “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”?
Estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo. En cuanto se ha verificado al “principio”, esto confirma el proceso de la individuación del hombre en el mundo, y nace, por así decir, de la profundidad misma de su soledad humana, que él vive como persona frente a todas las otras criaturas y a todos los seres vivientes (animalia).
El hombre afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: ¡He aquí un cuerpo que expresa la “persona”! Atendiendo a un pasaje precedente del texto yahvista, se puede decir también: este “cuerpo” revela al “alma viviente”, tal como fue el hombre cuando Dios Yahvé alentó la vida en él (cf. Gén 2, 7), por la cual comenzó su soledad frente a todos los seres vivientes.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor Rosi » Mar Jul 23, 2013 12:48 am

La expresión de reconocimiento e identificación constituye una total conciencia del mismo don y de la complementariedad de lo femenino y masculino en el varón y en la mujer.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor josemartin » Mar Jul 23, 2013 9:18 am

"Esto sí ya es hueso de mis huesos y carne de mi carne" es la expresión de alegría, asombro y plenitud.
Es el descubrir del hombre la ayuda necesaria para su plenitud y realización.
Es el camino hacia la felicidad: "esto sí", es, descubrir la dimensión de la persona en la otra persona idéntica y al mismo tiempo diferente en la que se logra una complementariedad.
En ella y ella en el, logran el desbordamiento de su donación y entrega.
josemartin
 
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor freddy henao » Mar Jul 23, 2013 10:32 am

Estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo. En cuanto se ha verificado al “principio”, esto confirma el proceso de individualidad del hombre en el mundo, y nace, por así decir, de la profundidad misma de su soledad humana, que él vive como persona frente a todas las otras criaturas y a todos los seres vivientes. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: “Es carne de mi carne y hueso de mis huesos”, afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: ¡He aquí un cuerpo que expresa la “persona”. Se puede decir también: este “cuerpo” revela al “alma viviente”, tal como fue el hombre cuando Dios alentó la vida en él, por la cual comenzó su soledad frente a todos los seres vivientes.
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Re: 14. En el jardín del Edén

Notapor GUNI QUINTANILLA » Mar Jul 23, 2013 11:01 am

¿ Qué expresan las palabras “esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”?
Esas palabras afirman sencillamente la identidad humana, tanto del varón como de la mujer. Ello se puede expresar de la siguiente forma: ¡He aquí un cuerpo que expresa la “persona”! Atendiendo a un pasaje precedente del texto yahvista, se puede decir también: este “cuerpo” revela al “alma viviente”, tal como fue el hombre cuando Dios Yahvé alentó la vida en él (cf. Gén 2, 7). Indiscutiblemente, el reconocer que existe otro igual a mí me hace entender que somos hechura del mismo “material”, somos expresión viva de aquel que nos hizo. La pertenencia a un género es real y santificante.
GUNI QUINTANILLA
 
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