por Carlos64 » Dom Oct 27, 2013 12:42 am
Pregunta: “Explica la relación que tiene los llamamientos que hacen los profetas en el Antiguo Testamento al pueblo de Israel, para mejor comprender el alcance de lo que son las palabras de Cristo en el Sermón de la Montaña con respecto a la sexualidad humana cuando habla de no cometer adulterio”
Cito:
“…es característica propia del lenguaje de los Profetas más bien la analogía con el adulterio que el adulterio mismo; sin embargo, tal analogía sirve para comprender también el mandamiento “no cometer adulterio” y la correspondiente interpretación, cuya carencia se advierte en los documentos legislativos. En los oráculos de los Profetas, y especialmente de Isaías, Oseas y Ezequiel, el Dios de la Alianza-Jahvé es representado frecuentemente como Esposo, y el amor con que se ha unido a Israel puede y debe identificarse con el amor esponsal de los cónyuges. Y he aquí que Israel, a causa de su idolatría y del abandono del Dios-Esposo, comete para con El una traición que se puede parangonar con la de la mujer respecto al marido: comete, precisamente, “adulterio”.
Y vuelvo a citar:
“Los Profetas con palabras elocuentes y, muchas veces, mediante imágenes y comparaciones extraordinariamente plásticas, presentan lo mismo el amor de Jahvé-Esposo, que la traición de Israel-Esposa que se abandona al adulterio”.
El llamado de Jesucristo al sentido original del mandato divino (“Mas yo os digo...”) se aparta significativamente de la interpretación legislativa acerca del adulterio –interpretación que, como se ha visto, incurría en la contradicción de legalizar una estructura social de pecado, consistente en la poligamia, mediante la delimitación punitiva en extremo (levítica) de la infracción sexual , y que era sostenida como discurso de ordenamiento social por la tradición doctoral (rabínica) en torno a la Ley de Moisés—y se acerca más bien a la tradición de los Profetas, que establece una analogía entre el amor de Dios a Israel y el amor conyugal, mancillado a lo largo de la historia vétero-testamentaria por la traición de Israel a dicho amor al incurrir reiteradamente en idolatría, de forma semejante al adulterio de la mujer que traiciona a su esposo.
Los Profetas denuncian y lamentan en sus escritos y exhortaciones esta idolatría del pueblo elegido como acto adultero de cara al amor divino. Lo adultero remite al sentido de lo impuro y de la traición a un pacto establecido. El Señor Jesucristo, en el Sermón del Monte, apela al corazón humano para llamarle a reencontrar el sentido de la pureza original, que en un análisis final y de cara a la unión matrimonial entre el varón y la mujer, significa fidelidad mutua como imagen de la fidelidad al Padre que en su gratuidad infinita ha querido establecer un pacto con el hombre. Y es en esta dinámica de la fidelidad entendida desde su dimensión teológica, más profunda y trascendente, y desde su expresión en el ámbito humano, más concretamente en la comunión de la masculinidad y la feminidad, que Cristo introduce su Ethos, que es el Ethos del Padre desde un principio y que corresponde al hombre interior (imagen y semejanza de Dios) antes del pecado.
Tal como puede colegirse, los alcances de las palabras de Jesús esclarecen un significado nuevo (en el sentido de recuperado) a la sexualidad humana al colocarla a la luz del designio primordial del Creador, libre de la concupiscencia y resuelto en la pureza del corazón expresada en la fidelidad absoluta como ámbito irrenunciable de la comunión. Y en el Ethos de Cristo dicha fidelidad debe sobreabundar en el corazón del hombre para que así haya congruencia entre el valor interior y la praxis, de manera que incluso las miradas sean castas y libres de concupiscencia, no sea que se incurra en adulterio (impureza, traición) con el mirar y el pensamiento (“…, mas yo os digo: todo aquel que mire a una mujer con mal deseo hacia ella, ya adulteró en su corazón.” Mateo V, 28).
Bendiciones para usted y los suyos, Doctora.
Discípulo de Cristo por amor del Padre y unción del Espíritu. Miembro de la Iglesia por gracia divina. Amar a Jesús es mi mayor alegría.
Dios te salve, María, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.