40. El mal deseo, adulterio del corazón

Este curso tiene el objetivo de difundir la catequesis del amor humano, también conocida como Teología del Cuerpo.

En esta segunda parte se toca el adulterio, la concupiscencia, la donación mutua del hombre y a mujer en el matrimonio, la dignidad del cuerpo y del sexo, lo «ético» y lo «erótico» en el amor humano y el respeto al cuerpo.

Fechas:
Este curso consta 40 sesiones que se impartirán todos los martes y sábados a partir del 27 de agosto de 2013 , la última será el 3 enero de 2014

Moderadores: pilar calva, Catholic.net, Margarita Gonzalez, Moderadores Animadores

40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor pilar calva » Dom Oct 20, 2013 8:13 pm

(17-IX-80/21-IX-80)

1. Durante la última reflexión nos preguntamos qué es el “deseo”, del que hablaba Cristo en el sermón de la montaña (<i>Mt</i> 5, 27-28). Recordemos que hablaba de él refiriéndose al mandamiento: “No cometerás adulterio”. El mismo “desear” (precisamente “mirar para desear”) es definido un “adulterio cometido en el corazón”. Esto hace pensar mucho. En las reflexiones precedentes hemos dicho que Cristo, al expresarse de este modo quería indicar a sus oyentes el alejamiento del significado esponsalicio del cuerpo, que experimenta el hombre (en este caso, el varón) cuando secunda a la concupiscencia de la carne con el acto interior del “deseo”. El alejamiento del significado esponsalicio del cuerpo comporta, al mismo tiempo, un conflicto con su dignidad de persona: un auténtico conflicto de conciencia.

Aparece así que el significado bíblico (por lo tanto, también teológico) del “deseo” es diverso del puramente psicológico. El psicólogo describirá el “deseo” como una orientación intensa hacia el objeto, a causa de su valor peculiar: en el caso aquí considerado, por su valor “sexual”. Según parece, encontraremos esta definición en la mayor parte de las obras dedicadas a temas similares. Sin embargo, la descripción bíblica, aun sin infravalorar el aspecto psicológico, pone de relieve sobre todo el ético, dado que es un valor que queda lesionado. El “deseo”, diría, es el engaño del corazón humano en relación a la perenne llamada del hombre y de la mujer -una llamada que fue revelada en el misterio mismo de la creación- a la comunión a través de un don recíproco.

Así, pues, cuando Cristo en el sermón de la montaña (<i>Mt</i> 5, 27-28) hace referencia al “corazón” o al hombre interior, sus palabras no dejan de estar cargadas de esa verdad acerca del “principio”, con las que, respondiendo a los fariseos (cf. <i>Mt</i> 19, 8) había vuelto a plantear todo el problema del hombre, de la mujer y del matrimonio.

La llamada perenne, de la que hemos tratado de hacer el análisis siguiendo el libro del Génesis (sobre todo <i>Gén</i> 2, 23-25) y, en cierto sentido, la perenne atracción recíproca por parte del hombre hacia la feminidad y por parte de la mujer hacia la masculinidad, es una invitación por medio del cuerpo, pero no es el deseo en el sentido de las palabras de Mateo 5, 27-28. El “deseo”, como actuación de la concupiscencia de la carne (también y sobre todo en el acto puramente interior), empequeñece el significado de lo que eran -y que sustancialmente no dejan de ser- esa invitación y esa recíproca atracción. El eterno “femenino” (”das ewig weibliche”), así como por lo demás, el eterno “masculino”, incluso en el plano de la historicidad tiende a liberarse de la mera concupiscencia, y busca un puesto de afirmación en el nivel propio del mundo de las personas. De ello da testimonio aquella vergüenza originaria, de la que habla el Génesis.

2. La dimensión de la intencionalidad de los pensamientos y de los corazones constituye uno de los filones principales de la cultura humana universal. Las palabras de Cristo en el sermón de la montaña confirman precisamente esta dimensión.

3. No obstante, estas palabras expresan claramente que el “deseo” forma parte de la realidad del corazón humano. Cuando afirmamos que el “deseo”, con relación a la originaria atracción recíproca de la masculinidad y de la feminidad, representa una “reducción”, pensamos en una “r<i> educción intencional</i> “, como en una restricción que cierra el horizonte de la mente y del corazón. En efecto, una cosa es tener conciencia de que el valor del sexo forma parte de toda la riqueza de valores, con los que el ser femenino se presenta al varón, y otra cosa es “reducir” toda la riqueza personal de la feminidad a ese único valor, es decir, al sexo, como objeto idóneo para la satisfacción de la propia sexualidad. El mismo razonamiento se puede hacer con relación a lo que es la masculinidad para la mujer, aunque las palabras de Mateo 5, 27-28 se refieran directamente sólo a la otra relación. La “reducción” intencional, como se ve, es de naturaleza sobre todo axiológica. Por una parte, la eterna atracción del hombre hacia la feminidad (cf. <i>Gén</i> 2, 23) libera en él -o quizá debería liberar- una gama de deseos espirituales carnales de naturaleza sobre todo personal y “de comunión” (cf. el análisis del “principio”), a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Por otra parte, el “deseo” <i> limita</i> esta gama, ofuscando la jerarquía de los valores que marca la atracción perenne de la masculinidad y de la feminidad.

4. El deseo ciertamente hace que en el interior, esto es, en el “corazón”, en el horizonte interior del hombre y de la mujer, se ofusque el significado dcl cuerpo, propio de la persona. La feminidad deja de ser así para la masculinidad sobre todo sujeto; deja de ser un lenguaje específico del espíritu; pierde el carácter de signo. Deja, diría, de llevar en sí el estupendo significado esponsalicio del cuerpo. Deja de estar situado en el contexto de la conciencia y de la experiencia de este significado. El “deseo” que nace de la misma concupiscencia de la carne, desde el primer momento de la existencia en el interior del hombre -de la existencia en su “corazón”- pasa en cierto sentido junto a este contexto (se podría decir, con una imagen, que pasa sobre las ruinas del significado esponsalicio del cuerpo y de todos sus componentes subjetivos), y en virtud de la propia intencionalidad axiológica tiende directamente a un fin exclusivo: <i> a satisfacer solamente la necesidad sexual del cuerpo</i>, como objeto propio.

5. Esta reducción intencional y axiológica puede verificarse, según las palabras de Cristo (cf. <i>Mt</i> 5, 27-28), ya en el ámbito de la “mirada” (del “mirar”) o más bien, en el ámbito de un acto puramente interior expresado por la mirada. La mirada (o mas bien, el “mirar”), en sí misma, es un acto cognoscitivo. Cuando en la estructura interior entra la concupiscencia, la mirada asume un carácter de “conocimiento deseoso”. La expresión bíblica “mira para desear” puede indicar tanto un acto cognoscitivo, del que “se sirve” el hombre deseando (es decir, confiriéndole el carácter propio del deseo que tiende hacia un objeto), como un acto cognoscitivo que suscita el deseo en el otro sujeto y sobre todo en su voluntad y en su “corazón”. Como se ve, es posible atribuir una interpretación intencional a un acto interior, teniendo presente el uno y el otro polo de la psicología del hombre; el conocimiento o el deseo entendido como <i> appetitus</i>. (El <i> appetitus</i> es algo más amplio que el “deseo”, porque indica todo lo que se manifiesta en el sujeto como “aspiración”, y como tal, se orienta siempre hacia un fin, esto es, hacia un objeto conocido bajo el aspecto del valor). Sin embargo, una interpretación adecuada de las palabras de Mateo 5, 27-28 exige que -a través de <i> la intencionalidad propia del conocimiento</i> o del “appetitus” percibamos algo más, es decir, <i> la intencionalidad de la existencia misma del</i> hombre en relación con el otro hombre; en nuestro caso: del hombre en relación con la mujer y de la mujer en relación con el hombre.

Nos convendrá volver sobre este tema. Al finalizar la reflexión de hoy, es necesario añadir aún que en ese “deseo”, en el “mirar para desear”, del que trata el sermón de la montaña, la mujer, para el hombre que “mira” así, deja de existir como sujeto de la eterna atracción y comienza a ser solamente objeto de concupiscencia carnal. A esto va unido el profundo alejamiento interno del significado esponsalicio del cuerpo, del que hemos hablado ya en la reflexión precedente.



Pregunta:
¿De qué naturaleza es la “reducción” intencional?
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pilar calva
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor mariaines » Mié Oct 23, 2013 8:02 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?
La reducción intencional y axiológica puede verificarse, según las palabras de Cristo ya en el ámbito de la "mirada" (del "mirar") o más bien, en el ámbito de un acto puramente interior expresado por la mirada. La mirada (o mas bien, el "mirar"), en sí misma, es un acto cognoscitivo. Cuando en la estructura interior entra la concupiscencia, la mirada asume un carácter de "conocimiento deseoso". La expresión bíblica "mira para desear" puede indicar tanto un acto cognoscitivo, del que "se sirve" el hombre deseando (es decir, confiriéndole el carácter propio del deseo que tiende hacia un objeto), como un acto cognoscitivo que suscita el deseo en el otro sujeto y sobre todo en su voluntad y en su "corazón". Como se ve, es posible atribuir una interpretación intencional a un acto interior, teniendo presente el uno y el otro polo de la psicología del hombre; el conocimiento o el deseo entendido como appetitus.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor Silviamaria » Jue Oct 24, 2013 2:59 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?

La “reducción” intencional es de naturaleza interior y está expresada con la mirada pues a través de ella se da a conocer. Si en el corazón del hombre entra la concupiscencia entonces tendrá una mirada diferente, mirada de deseo hacia a el objeto de su interés.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor Rutilo De Los Santos » Jue Oct 24, 2013 5:28 pm

Pregunta.- ¿De qué naturaleza es la " reduccion" intencional?
R= Es de naturaleza axiológica ,es decir perteneciente a la parte de la filosofía que se refiere a la teoría de los valores.Por una parte,la eterna atracción del varón hacia la feminidad,debería liberar un conjunto de deseos espirituales carnales de naturaleza sobre todo personal y de comunión como era en el " principio", a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores.Por otra parte el deseo" limita" este conjunto, oscureciendo la jerarquía de valores que marca la atracción que no se acaba de la masculinidad y de la feminidad.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor virginia castro » Vie Oct 25, 2013 12:03 pm

Virginia Castro #40

De que naturaleza es la " redencion intencional"?

Es de un gran valor moral; ya sea para el hombre como para la mujer, y que debemos tener mucho cuidado con nuestros deseos y en este caso dde los sexuales; pues mirar a otro fuera de nuestra pareja, con deseo o apetito sexual debera quitarse de inmediato de nuestros ojos y nuestra mente para no llegar a caer en la concunpiscencia y nuestros deseos se conviertan en pecado.Recordemos que nuestros ojos son el espejo del alma y una Mirada diferente nos llevara a pecar en alguna forma.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor fpelaez » Vie Oct 25, 2013 1:17 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?

La “reducción” intencional es de naturaleza interior, se expresa a través de la mirada misma. Ocurre cuando el hombre permite que la concupiscencia se adueñe de su corazón y deja nacer el deseo hacia el otro, deseo como de objeto y no deseo natural de entrega y don. Reduce a la mujer tan sólo a su sexualidad, al igual que al hombre y da su valor sólo en ese contexto y no en toda su escencia humana.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor lindoro50 » Vie Oct 25, 2013 3:46 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?
La «reducción» intencional es de naturaleza axiológica, es decir valora lo positivo y/o negativo de los actos del ser humano; manifestándose como una restricción o impedimento que interfiere entre la mente y el corazón, de tal forma que reduce la relación hombre-mujer/mujer-hombre a intereses meramente sexuales para satisfacción carnal mutua. Por una parte, la eterna atracción del hombre hacia la mujer (Gén 2, 23) libera en él -o quizá debería liberar- una gama de deseos espirituales de naturaleza sobre todo personal y «de comunión», a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Por la otra, el «deseo» limita esta gama, perturbando la jerarquía de valores que marca la atracción perenne de la masculinidad y de la feminidad.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor Titica » Vie Oct 25, 2013 8:20 pm

La “reducción” intencional, como se ve, es de naturaleza sobre todo axiológica. Por una parte, la eterna atracción del hombre hacia la feminidad (cf. Gén 2, 23) libera en él -o quizá debería liberar- una gama de deseos espirituales carnales de naturaleza sobre todo personal y “de comunión” ,a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Por otra parte, el “deseo” limita esta gama, ofuscando la jerarquía de los valores que marca la atracción perenne de la masculinidad y de la feminidad.
Esta reducción intencional y axiológica puede verificarse, según las palabras de Cristo (cf. Mt 5, 27-28), ya en el
ámbito de la “mirada” (del “mirar”) o más bien, en el ámbito de un acto puramente interior expresado por la mirada. La
mirada (o mas bien, el “mirar”), en sí misma, es un acto cognoscitivo
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor NELSON » Vie Oct 25, 2013 8:27 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?
Esta reducción intencional y axiológica puede verificarse, según las palabras de Cristo (cf. Mt 5, 27-28), ya en el ámbito de la "mirada" (del "mirar") o más bien, en el ámbito de un acto puramente interior expresado por la mirada. La mirada (o mas bien, el "mirar"), en sí misma, es un acto cognoscitivo. Cuando en la estructura interior entra la concupiscencia, la mirada asume un carácter de "conocimiento deseoso". La expresión bíblica "mira para desear" puede indicar tanto un acto cognoscitivo, del que "se sirve" el hombre deseando (es decir, confiriéndole el carácter propio del deseo que tiende hacia un objeto), como un acto cognoscitivo que suscita el deseo en el otro sujeto y sobre todo en su voluntad y en su "corazón".
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor patricio » Vie Oct 25, 2013 10:09 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?

Cuando afirmamos que el "deseo", con relación a la originaria atracción recíproca de la masculinidad y de la feminidad, representa una "reducción", pensamos en una "reducción intencional ", como en una restricción que cierra el horizonte de la mente y del corazón.

La "reducción" intencional, es de naturaleza sobre todo axiológica. Por una parte, la eterna atracción del hombre hacia la feminidad (cf. Gén 2, 23) libera en él o quizá debería liberar, una gama de deseos espirituales carnales de naturaleza sobre todo personal y "de comunión" (cf. el análisis del "principio"), a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Por otra parte, el "deseo" limita esta gama, ofuscando la jerarquía de los valores que marca la atracción perenne de la masculinidad y de la feminidad.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor lindoro50 » Sab Oct 26, 2013 11:44 am

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?
La «reducción» intencional es de naturaleza axiológica, es decir valora lo positivo y/o negativo de los actos del ser humano; manifestándose como una restricción o impedimento que interfiere entre la mente y el corazón, de tal forma que reduce la relación hombre-mujer/mujer-hombre a intereses meramente sexuales para satisfacción carnal mutua. Por una parte, la eterna atracción del hombre hacia la mujer (Gén 2, 23) libera en él -o quizá debería liberar- una gama de deseos espirituales de naturaleza sobre todo personal y «de comunión», a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Por la otra, el «deseo» limita esta gama, perturbando la jerarquía de valores que marca la atracción perenne de la masculinidad y de la feminidad.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor MA SOCORRO A REYES L » Dom Oct 27, 2013 3:17 am

La reducción intencional y axiológica, según las palabras de Cristo (Mt 5, 27-28), en el ámbito de un acto puramente interior expresado por la mirada. El mirar, es un acto cognoscitivo, del que se sirve el hombre deseando, un acto cognoscitivo que suscita el deseo en el otro sujeto y sobre todo en su voluntad y en su corazón, una interpretación intencional a un acto interior, teniendo presente el uno y el otro polo de la psicología del hombre; el conocimiento o el deseo entendido como appetitus. Sin embargo, una interpretación adecuada de las palabras de Mateo 5, 2 en el mirar para desear, del que trata el sermón de la montaña, la mujer, para el hombre que mira así, deja de existir como sujeto de la eterna atracción y comienza a ser solamente objeto de concupiscencia carnal, que va unido en el profundo alejamiento interno del significado esponsalicio del cuerpo.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor Ligia Barrios » Dom Oct 27, 2013 6:35 pm

De qué naturaleza es la "reducción" internacional?

Es el "mirar para desear", pero desear a aquella persona como un objeto y utilizarla para el place del sexo y reduce a la mujer a su sexualidad.
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor Maria 2 » Mié Oct 30, 2013 12:13 pm

¿De qué naturaleza es la "reducción" intencional?

El mismo "desear" (precisamente "mirar para desear") es definido un "adulterio cometido en el corazón". Cristo, al expresarse de este modo quería indicar a sus oyentes el alejamiento del significado esponsalicio del cuerpo, que experimenta el hombre (en este caso, el varón) cuando secunda a la concupiscencia de la carne con el acto interior del "deseo". El alejamiento del significado esponsalicio del cuerpo comporta, al mismo tiempo, un conflicto con su dignidad de persona: un auténtico conflicto de conciencia.

Aparece así que el significado bíblico (por lo tanto, también teológico) del "deseo" es diverso del puramente psicológico. El psicólogo describirá el "deseo" como una orientación intensa hacia el objeto, a causa de su valor peculiar: en el caso aquí considerado, por su valor "sexual". El "deseo", diría, es el engaño del corazón humano en relación a la perenne llamada del hombre y de la mujer -una llamada que fue revelada en el misterio mismo de la creación- a la comunión a través de un don recíproco.

Cuando Cristo en el sermón de la montaña (Mt 5, 27-28) hace referencia al "corazón" o al hombre interior, sus palabras no dejan de estar cargadas de esa verdad acerca del "principio", con las que, respondiendo a los fariseos (cf. Mt 19, 8) había vuelto a plantear todo el problema del hombre, de la mujer y del matrimonio.

el "deseo" forma parte de la realidad del corazón humano. Cuando afirmamos que el "deseo", con relación a la originaria atracción recíproca de la masculinidad y de la feminidad, representa una "reducción", pensamos en una "r educción intencional ", como en una restricción que cierra el horizonte de la mente y del corazón. La eterna atracción del hombre hacia la feminidad (cf. Gén 2, 23) libera en él -o quizá debería liberar- una gama de deseos espirituales carnales de naturaleza sobre todo personal y "de comunión" (cf. el análisis del "principio"), a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Por otra parte, el "deseo" limita esta gama, ofuscando la jerarquía de los valores que marca la atracción perenne de la masculinidad y de la feminidad.

El deseo ciertamente hace que en el interior, esto es, en el "corazón", en el horizonte interior del hombre y de la mujer, se ofusque el significado del cuerpo, propio de la persona. La feminidad deja de ser así para la masculinidad sobre todo sujeto; deja de ser un lenguaje específico del espíritu; pierde el carácter de signo.

Esta reducción intencional y axiológica puede verificarse, según las palabras de Cristo en un acto puramente interior expresado por la mirada. Cuando en la estructura interior entra la concupiscencia, la mirada asume un carácter de "conocimiento deseoso". Como se ve, es posible atribuir una interpretación intencional a un acto interior, teniendo presente el uno y el otro polo de la psicología del hombre; el conocimiento o el deseo entendido como appetitus.

Nos convendrá volver sobre este tema. Al finalizar la reflexión de hoy, es necesario añadir aún que en ese "deseo", en el "mirar para desear", del que trata el sermón de la montaña, la mujer, para el hombre que "mira" así, deja de existir como sujeto de la eterna atracción y comienza a ser solamente objeto de concupiscencia carnal. A esto va unido el profundo alejamiento interno del significado esponsalicio del cuerpo, del que hemos hablado ya en la reflexión precedente.

COMENTARIO: La “reducción” intencional es de naturaleza interior y se expresa a través de la mirada misma. Ocurre cuando el hombre permite que la concupiscencia se adueñe de su corazón y deja nacer el deseo hacia el otro como de objeto y no un deseo natural de entrega y don hacia la otra persona. Reduce a la mujer o al hombre tan sólo a su sexualidad, dando su valor sólo en este contexto y no en toda su escencia humana.

Un abrazo y hasta pronto.
Maria 2
 
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor marcela64 » Mié Oct 30, 2013 5:24 pm

¿De qué naturaleza es la “reducción” intencional?
a satisfacer solamente la necesidad sexual del cuerpo, como objeto propio.
marcela64
 
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor Jeanette Palacios » Mié Oct 30, 2013 7:06 pm

¿De qué naturaleza es la “reducción” intencional?

La reduccion intencional es una restriccion que cierra el horizonte de la mente y del corazon al sexo, como objeto Idoneo para la sastifaccion de la propia sexualidad. Su fin exclusivo es la nesecidad sexual del cuerpo como objeto propio.
Jeanette Palacios
 
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor CasJor » Jue Oct 31, 2013 10:27 am

El mal deseo, adulterio del corazón
¿De qué naturaleza es la “reducción” intencional?

La reducción intencional es de naturaleza axiológica, o bien estrechamente ligada al conjunto de valores del ser humano.

La atracción del hombre hacia la feminidad o viceversa, produce en él (o en ella) distintos deseos carnales de naturaleza personal y de “comunión” según su jerarquía de valores.

Ese deseo hace que internamente tienda directamente al fin exclusivo de satisfacer la necesidad sexual del cuerpo como objeto propio. La masculinidad o feminidad dejan de ser sujetos de amor para trastocarse en objetos de placer.

Ese “mal deseo” rompe con la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y la mujer, reduciéndose entonces hacia la necesidad de satisfacer exclusivamente sus necesidades.
CasJor
 
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor RoxanaGomez25 » Jue Oct 31, 2013 2:26 pm

La naturaleza de la reducción intencional se ve sobretodo de naturaleza axiológica, al existir deseo, ofusca en el interior en el corazón el significado del cuerpo, dejan de ser sujetos en su feminidad y masculinidad,, se pierde el lenguaje del espiritu, se dejan e ver la gama de valores y su jerarquía, se pierde el significado esponsalicio del cuerpo. La reducción intencional y axiológica se mencionan en las palabras de Criso, donde por la mirada, esto viene de un acto interior, de ver al otro como objeto y como se orienta hacia el otro y el fin que lleva en ese deseo, por la concupiscencia carnal.
RoxanaGomez25
 
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor garu » Vie Nov 01, 2013 8:22 pm

La reducción intencional a que se refiere el tema, es axiológica, es decir, tiene que ver con la valoración que pueda dársele al aspecto sexual, que si bien es importante y forma parte de un todo de valores, no puede reducirse al objeto único, como medio de satisfacción.
garu
 
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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

Notapor maguie » Sab Nov 02, 2013 3:53 pm

La naturaleza de la ‘reducción intencional’ cae en el campo de los valores, del juicio de valor que se hace sobre un asunto en particular. Cuando se valora a una mujer solamente por su cuerpo, o por el posible placer que podría reportar, se le reduce al nivel del objeto. Es decir, pierde el hombre lo mejor de ella, se queda solo con la envoltura y se deja llevar por una parte de su atractivo. Al perder de vista que una mujer fue hecha para ser compañera del varón, y que solo da placer, el hombre se coloca a sí mismo en un nivel ínfimo y se reduce a sí mismo también.
La realidad sexual forma parte de la persona, pero no es el todo. Para llevar a cabo una relación con una mujer que sea completa y por lo mismo que conduzca a la paz interior, -que refleje la semejanza del hombre con Dios- hay que aceptar y tomar toda la realidad de la persona. Esto es amarla.
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