El deseo empequeñece el significado de lo que es la invitación y recíproca atracción de lo masculino y lo femenino, reduce o mejor aún produce una restricción que cierra el horizonte de la mente y del corazón. Esta reducción es de naturaleza axiológica, es decir, del valor. La atracción entre hombre y mujer, libera una gama de deseos espirituales carnales, de naturaleza más que todo personal y de comunión, a lo que corresponden una serie de valores.
Ahora bien, el “deseo” limita esa gama, ofuscando la jerarquía de valores que marca la atracción entre un hombre y una mujer. Se deja de tener conciencia, de que el valor del sexo forma parte de toda la riqueza de valores, con la que lo femenino y lo masculino se presenta, para pasar a reducir toda la riqueza personal de la feminidad o masculinidad al único valor del sexo, este visto ahora como objeto idóneo para satisfacer la propia sexualidad. “El deseo ciertamente hace que en el interior, esto es, en el "corazón", en el horizonte interior del hombre y de la mujer, se ofusque el significado del cuerpo, propio de la persona”. De deja de ver al otro como sujeto para convertirse en objeto.