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Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

NotaPublicado: Jue Mar 13, 2014 2:26 pm
por marthika7
El deseo empequeñece el significado de lo que es la invitación y recíproca atracción de lo masculino y lo femenino, reduce o mejor aún produce una restricción que cierra el horizonte de la mente y del corazón. Esta reducción es de naturaleza axiológica, es decir, del valor. La atracción entre hombre y mujer, libera una gama de deseos espirituales carnales, de naturaleza más que todo personal y de comunión, a lo que corresponden una serie de valores.

Ahora bien, el “deseo” limita esa gama, ofuscando la jerarquía de valores que marca la atracción entre un hombre y una mujer. Se deja de tener conciencia, de que el valor del sexo forma parte de toda la riqueza de valores, con la que lo femenino y lo masculino se presenta, para pasar a reducir toda la riqueza personal de la feminidad o masculinidad al único valor del sexo, este visto ahora como objeto idóneo para satisfacer la propia sexualidad. “El deseo ciertamente hace que en el interior, esto es, en el "corazón", en el horizonte interior del hombre y de la mujer, se ofusque el significado del cuerpo, propio de la persona”. De deja de ver al otro como sujeto para convertirse en objeto.

Re: 40. El mal deseo, adulterio del corazón

NotaPublicado: Mié Abr 02, 2014 5:48 pm
por claudia corchado
Pregunta:
¿De qué naturaleza es la “reducción” intencional?
La “reducción” intencional es de naturaleza sobre todo axiológica, es decir, de los principios que permiten considerar que algo es o no valioso, de los valores como principios de los juicios morales y estéticos. La eterna atracción del hombre hacia la feminidad (Gen 2, 23), debería liberar una gama de deseos espirituales carnales de naturaleza sobre todo personal y “de comunión”, a los que corresponde una proporcional jerarquía de valores. Sin embargo, el “deseo” limita esta gama, perturbando la jerarquía de los valores que marca la atracción eterna de la masculinidad y de la feminidad.
Esta reducción intencional y axiológica puede verificarse, según las palabras de Cristo (cf. Mt 5, 27-28), ya en el ámbito de la “mirada” (del “mirar”) o más bien, en el ámbito de un acto puramente interior expresado por la mirada. La mirada o más bien el “mirar”, en sí misma, es un acto humano y cuando en la estructura interior entra la concupiscencia, la mirada asume un carácter de “conocimiento deseoso”. La expresión bíblica “mira para desear” puede indicar tanto un acto cognoscitivo, del que “se sirve” el hombre deseando (es decir, confiriéndole el carácter propio del deseo que tiende hacia un objeto), como un acto cognoscitivo que suscita el deseo en el otro sujeto y sobre todo en su voluntad y en su “corazón”. Como se ve, es posible atribuir una interpretación intencional a un acto interior, teniendo presente el uno y el otro polo de la psicología del hombre; el conocimiento o el deseo entendido como appetitus.

Saludos a todos.