por Carlos64 » Jue Dic 19, 2013 6:43 pm
Pregunta: "¿A qué específicamente se refiere el Papa, cuando habla sobre la necesidad de discernimiento en este capítulo?"
Doctora Pilar, usted inicia el capítulo con unas palabras que vienen a resumir el qué, el por qué y el para qué del discernimiento objeto de la pregunta. Textualmente dice:
"Es necesario encontrar en lo que es "erótico" el significado esponsalicio del cuerpo y la auténtica dignidad del don. Esta es la tarea del espíritu humano, tarea de naturaleza ética."
Y concluye usted la idea señalando que el Ethos ha de ser la forma constitutiva del eros, y además advierte que si esta tarea de discernimiento no se lleva a cabo el resultado es la prevalencia de la concupiscencia de la carne.
El Papa nos recuerda en qué consiste esencialmente la llamada ética que nos hace Cristo. Se nos llama de ser sobretodo hombre interiores, tomando conciencia gradual de nuestros impulsos carnales, individuándolos, discerniéndolos, de modo que seamos capaces de diferenciar aquellos que provienen del designio divino (que nos constituyó en ambos géneros, llamados a sentirse atraídos y a unirse a través del don de si) de aquellos otros que provienen de la concupiscencia y deben ser controlados, dominados, renunciados y rechazados de forma consciente, madura y libre. En este sentido se puede citar:
"Las palabras de Cristo son rigurosas. Exigen al hombre que, en el ámbito en que se forman las relaciones con las personas del otro sexo, tenga plena y profunda conciencia de los propios actos y, sobretodo, de los actos interiores; que tenga conciencia de los impulsos internos de su "corazón" de manera que sea capaz de individuarlos y calificarlos con madurez."
Así pues, el discernimiento del que nos habla el Papa, y al que nos llama Jesucristo en el Sermón del Monte, indica que debemos ser cada día más conscientes de nuestros propios impulsos interiores, sobretodo los de naturaleza erótica o sexual, y que debemos asumir esta tarea de progresivo auto-conocimiento como un imperativo ético. Entonces, se trata de un discernimiento para la toma de decisiones morales acerca de lo que somos, lo que valoramos, lo que aceptamos y rechazamos en relación a nuestro cuerpo, a la atracción erótica, a la vida sexual como un todo. La esencia de dicho discernimiento es la necesidad de aprender a diferenciar lo que corresponde al significado esponsalicio del cuerpo, base ontológica del don de si, de lo que proviene de su distorsión por la concupiscencia.
Pregunta: "¿Cuáles son las verdaderas dimensiones del eros?"
Según el Ethos del Evangelio, las verdaderas dimensiones del eros humano radican en la complacencia noble, en la emoción profunda que acompaña a esta complacencia, y, en última instancia, en la pureza de corazón a que refieren las bienaventuranzas.
En la medida en que el hombre interior discierne y controla los impulsos eróticos, éstos se ven trascendidos por la complacencia ante la dimensión erótica querida por Dios (que es el significado esponsalicio del cuerpo, la libertad para el don de sí, la experiencia de la masculinidad y de la feminidad como dimensiones humanas que se atraen de forma creadora y co-creadora), a la que se contempla con nobleza por provenir de la voluntad misma del Padre al crearnos varón y mujer. El ser humano aprende a mirar con complacencia pura su propia naturaleza erótica (contrapuesta a la morbosidad o lascivia con que esta naturaleza es vista --deformada-- desde la concupiscencia), y la mera excitación sexual se ve trascendida por la contemplación del sentido espiritual del cuerpo (y de lo erótico) como signo. Esto conlleva una emoción profunda que es muy superior a la falsa, por superficial, satisfacción del hombre carnal.
La pureza de corazón, ideal espiritual de la ética de Cristo, se produce posteriormente, en la medida en que la complacencia noble descrita se torne convicción en la conciencia y orientación para la voluntad. Pero esta transformación apunta a un nivel muy superior de bienaventuranza y su explicación requeriría un tratamiento aparte.
Dios la bendiga, Dra. Pilar.
Discípulo de Cristo por amor del Padre y unción del Espíritu. Miembro de la Iglesia por gracia divina. Amar a Jesús es mi mayor alegría.
Dios te salve, María, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.