por Carlos64 » Mar Feb 18, 2014 7:43 pm
Pregunta: "¿Cómo conciliar en el arte el respeto por el sujeto y la expresión del cuerpo como objeto? Que dice el Santo Padre?"
Lograr esta conciliación en particular es algo sumamente difícil, si bien no imposible. Considero que uno de los parámetros más esenciales se deriva del manejo de la postura y de la expresión del modelo, pues existen posturas y expresiones que indican dignidad, recato y respeto, mientras otras más bien son indicio de lascivia, irrespeto y morbosidad. El manejo que haga el artista de parámetros como estos que menciono puede por ende ser crucial para que en su obra el cuerpo desnudo sea tratado de modo que el sujeto (tanto el modelo como el espectador) no vea comprometida en demasía su dignidad, o de lo contrario se trate de un caso de porno-visión en la que se cosifica al modelo y al espectador en una clara expresión de concupiscencia.
No obstante el acceso a recursos por medio de lo cuales el artista puede tratar al modelo desnudo con respeto, he de reiterar que esta conciliación es difícil y requiere un continuo ejercicio de autocrítica por parte del artista. Esto porque toda obra de arte, aún la más respetuosa en el trato del cuerpo, implica irremediablemente la escisión entre el significado esponsalicio del cuerpo, su significado esencial como vehículo material del don al otro, y el significado del cuerpo en tanto objeto artístico que se ha de exhibir en una dinámica que rompe con la intimidad y es, por tanto, contraria en su naturaleza al sentido del don. Por ello es que toda obra artística implica algún grado de ruptura con el sentido original del pudor o de la vergüenza, esa experiencia subjetiva, de raíces claramente espirituales y de connotaciones morales, que nos permite salvaguardar la dignidad de nuestro cuerpo a través de la intimidad y del respeto a esta intimidad. Un artista con convicciones morales es consciente de esto y ha de procurar que su obra no implique un grado de ruptura significativo --valga decir, moralmente inaceptable-- entre la necesidad artística de plasmar de forma estética el cuerpo y el sentido de pudor que ha de preservarse (lo que señalé en el primer párrafo, acerca del manejo de la postura y de la expresión, puede coadyuvar en este sentido).
El Santo Padre nos recuerda que este sentido del pudor, de la vergüenza, que es expresión de la caída del ser humano en el pecado pero a la vez también lo es de la dignidad original de su cuerpo, nunca ha de ser obviado en la producción artística: la subjetividad del artista ha de conciliarse con la moral del cuerpo, que es símbolo de la dignidad inalienable del sujeto que lo habita, de modo que su obra muestre al cuerpo humano sin vejarlo y sin reducirlo a una dinámica concupiscente. Esto implica que el derecho a la intimidad también ha de ser respetado, de modo que no se caiga en un exhibicionismo grosero y morboso (recuerdo al respecto esa triste "moda artística", muy en boga hoy día, de reunir a una muchedumbre de personas de ambos sexos para fotografiarles desnudos, en un claro y mercantilizado afán exhibicionista, reduciéndoles al anonimato de la masa, carentes de expresión personal y a la postre hasta de dignidad). Y, aspecto que considero crucial de su exhortación, el cuerpo nunca ha de ser tratado en el arte sin que se destaque de alguna manera su significado original, esto es, su papel como vehículo del don recíproco inscrito en los arquetipos de la feminidad y de la masculinidad. En suma, la obra artística ha de procurar ceñirse a la necesidad de favorecer la castidad como virtud, de manera que la expresión del cuerpo desnudo sea a su vez expresión de la dignidad de la persona humana y de la bondad intrínseca de la complementariedad entre el varón y la mujer en todas sus dimensiones.
Dios la bendiga, doctora.
Discípulo de Cristo por amor del Padre y unción del Espíritu. Miembro de la Iglesia por gracia divina. Amar a Jesús es mi mayor alegría.
Dios te salve, María, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.