Re: Taller tema 3: Lugares del cristianismo en Galilea
Publicado: Dom Sep 15, 2013 7:22 pm
El tiempo parece detenerse donde las verdes colinas de Galilea descienden hasta el lago más famoso de la Biblia. Ése es el secreto de la emoción que embarga a los visitantes cristianos que llegan a esta región. No es necesario cerrar los ojos para ver aquí a Jesús.
Según relata Mateo 4:13, Jesús fue desde Nazaret, en el corazón de Galilea, hasta Cafarnaún por la orilla del lago al que denominaban Genesaret. Aquí encontró a sus primeros discípulos, unos pescadores que echaban sus redes desde los bajíos (Mateo, 4:18). Puede pasear por esa costa, por los mismos lugares por los que caminaron Jesús y sus discípulos, y ver cómo cobra vida la Biblia.
Aquí tal vez desee levantarse temprano, quizás al amanecer, cuando los antiguos pescadores volvían a casa con su pesca (o sin ella). Mientras contempla el frenesí de los peces que comen cerca de la orilla, entenderá por qué Jesús eligió a pescadores para que fueran sus primeros apóstoles: “...el reino de Dios es semejante a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces...” (Mateo, 13:47). Ese fue el telón de fondo del momento en que Jesús alimentó a 4.000 personas (Mateo, 15:32-37) o 5.000 (Marcos, 6:39-43) con sólo unos panes y unos peces. Aquí se recuerda la hermosa historia de la pesca milagrosa, quizás especialmente la del capítulo 21 de Juan, cuando Pedro se reconcilió con Jesús (Juan, 21:15-17). El relato de los endemoniados en la tierra de los gadarenos (Mateo, 8:28-33) adquiere un nuevo significado al llegar al abrupto acantilado donde, según los cristianos, se arrojó la piara de cerdos al lago. Este lugar, perdido durante siglos, ha sido redescubierto y restaurado hace sólo unas décadas por arqueólogos israelíes.
A los visitantes cristianos les encanta caminar por la senda de piedra creada por el Ministerio de Turismo a lo largo de la parte norte del lago, desde cerca de Cafarnaúm hasta el lugar donde se produjo la multiplicación de los panes y de los peces. Entretanto, no podrá por menos que sentir cómo vibra la tierra con estos antiguos relatos llenos de gloria y fe. Mire a su alrededor: en invierno y en primavera abundan los “lirios del campo” (Mateo, 6:28), y las semillas caen en tierra buena y dan fruto lozano y crecido (Marcos, 4:8). A finales del verano y en otoño, los cardos que ahogaban la semilla en la parábola del sembrador siguen tomando estos campos tal como Jesús lo describió (Marcos, 4:7).
En el norte de Galilea, las montañas se alinean a ambos lados de la carretera del valle que antes llegaba a los antiguos reinos del norte. Aquí encontrará Hazor, conquistada por Josué y urbanizada por Salomón, así como Dan, desde donde podrá situarse en el altozano que a pesar de los esfuerzos de Jeroboam no podía compararse con Jerusalén, y Cesarea de Filipo, en la cabecera del Jordán, donde Jesús preguntó a sus discípulos “¿quién dicen que soy?” (Marcos, 8:27).
Es en estos momentos en los que nos dejamos llevar por los recuerdos de esta hermosa tierra cuando nos llega el entendimiento que nos acompañará ya para siempre en nuestro camino espiritual.
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Según relata Mateo 4:13, Jesús fue desde Nazaret, en el corazón de Galilea, hasta Cafarnaún por la orilla del lago al que denominaban Genesaret. Aquí encontró a sus primeros discípulos, unos pescadores que echaban sus redes desde los bajíos (Mateo, 4:18). Puede pasear por esa costa, por los mismos lugares por los que caminaron Jesús y sus discípulos, y ver cómo cobra vida la Biblia.
Aquí tal vez desee levantarse temprano, quizás al amanecer, cuando los antiguos pescadores volvían a casa con su pesca (o sin ella). Mientras contempla el frenesí de los peces que comen cerca de la orilla, entenderá por qué Jesús eligió a pescadores para que fueran sus primeros apóstoles: “...el reino de Dios es semejante a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces...” (Mateo, 13:47). Ese fue el telón de fondo del momento en que Jesús alimentó a 4.000 personas (Mateo, 15:32-37) o 5.000 (Marcos, 6:39-43) con sólo unos panes y unos peces. Aquí se recuerda la hermosa historia de la pesca milagrosa, quizás especialmente la del capítulo 21 de Juan, cuando Pedro se reconcilió con Jesús (Juan, 21:15-17). El relato de los endemoniados en la tierra de los gadarenos (Mateo, 8:28-33) adquiere un nuevo significado al llegar al abrupto acantilado donde, según los cristianos, se arrojó la piara de cerdos al lago. Este lugar, perdido durante siglos, ha sido redescubierto y restaurado hace sólo unas décadas por arqueólogos israelíes.
A los visitantes cristianos les encanta caminar por la senda de piedra creada por el Ministerio de Turismo a lo largo de la parte norte del lago, desde cerca de Cafarnaúm hasta el lugar donde se produjo la multiplicación de los panes y de los peces. Entretanto, no podrá por menos que sentir cómo vibra la tierra con estos antiguos relatos llenos de gloria y fe. Mire a su alrededor: en invierno y en primavera abundan los “lirios del campo” (Mateo, 6:28), y las semillas caen en tierra buena y dan fruto lozano y crecido (Marcos, 4:8). A finales del verano y en otoño, los cardos que ahogaban la semilla en la parábola del sembrador siguen tomando estos campos tal como Jesús lo describió (Marcos, 4:7).
En el norte de Galilea, las montañas se alinean a ambos lados de la carretera del valle que antes llegaba a los antiguos reinos del norte. Aquí encontrará Hazor, conquistada por Josué y urbanizada por Salomón, así como Dan, desde donde podrá situarse en el altozano que a pesar de los esfuerzos de Jeroboam no podía compararse con Jerusalén, y Cesarea de Filipo, en la cabecera del Jordán, donde Jesús preguntó a sus discípulos “¿quién dicen que soy?” (Marcos, 8:27).
Es en estos momentos en los que nos dejamos llevar por los recuerdos de esta hermosa tierra cuando nos llega el entendimiento que nos acompañará ya para siempre en nuestro camino espiritual.
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