Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 nov.

En este curso, haremos un recorrido turístico-religioso por los Santos Lugares, conoceremos y comprenderemos cómo conviven las tres grandes religiones monoteístas en Tierra Santa: Cristianismo Judaísmo e Islam, sus costumbres y tradiciones, visitaremos los lugares de la vida de Cristo y la Santísima Virgen.

Conjuntamente al curso de turismo religioso, que se enviará cada semana por correo y se desarrollará en el foro como hacemos habitualmente, cada domingo nos uniremos a la plataforma de http://www.evangelizaciondigital.org/encuentros-on-line/tierra-santa/ Evangelización Online para peregrinar por los lugares que vayamos visitando y conocer la Tierra Santa, de primera mano, con guías conocedores de los lugares santos, y además con materiales de estudio y de formación.

Fecha de inicio
2 de septiembre de 2013

Fecha final:
22 diciembre 2013

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Moderadores Animadores

Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Dom Nov 17, 2013 7:43 pm

Jueves Santo...

Después de la entrada triunfal a Jerusalén, entre hosannas, gritos, cantos, alegrías y palmas inicia el peregrinar de Jesús hacia la Pascua, pero que paso antes de la Pascua?.

Estando ya para entrar en la ciudad Jesús llamó a dos de sus discípulos: Pedro y Juan y les pidió que fueran adelantándose para que prepararan la cena pascual, como era la tradición. Ellos preguntaron qué en donde quería que se realizara y Él les respondió que, a la entrada de la ciudad encontrarían a un hombre que lleva un cántaro de agua, que lo sigan y que cando llegue a su casa le digan que le Maestro quiere que le preparemos una cena pascual para Él y para nosotros y que el les enseñaría un salón grande, en donde allí prepararemos la cena.

Los discípulos que había escogido Jesús: Pedro y Juan se adelantaron y encontraron todo como les había dicho Jesús, quedando sorprendidos de ver que el lugar era el Cenáculo.

Cuando llego Jesús con los demás apóstoles ya estaba todo listo para cenar.

Judas ya tenía la idea de traicionar a su Maestro y mientras estaban cenando Jesús les dijo a sus discípulos:"uno de ustedes me va a traicionar” Todos se quedaron muy sorprendidos de esa afirmación de Jesús y entre ellos se comenzaron a mirar y se preguntaban quien sería. También Judas se preguntaba tal vez para que no sospecharan de él. Jesús respondiendo, dijo: "El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, más ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido" Entonces Judas, le dice con mucha “valentía”: ¿Soy yo, Maestro? Y Jesús le contesta: Tú lo has dicho.

Entonces Jesús le dijo: "Lo que vas a hacer, hazlo más pronto" Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. Mr.14. 12-25; Lc. 22. 7-23; Jn.13. 21-30; 1 Co. 11.23-26; Mt. 26.19-29

Jesús tomo en sus benditas manos el pan y, partiéndolo se lo dio a sus apóstoles diciendo:”tomad y comed todos, Esto es mi Cuerpo"; tomo en sus manos la copa de vino, lo bendijo y lo paso a los discípulos diciéndoles. “tomen y beban todos” "Esta es mi Sangre". Y termino diciendo: "lo que acabo de hacer YO, háganlo también ustedes.
Háganlo en memoria mía".-
Imagen

Los discípulos no entendían las palabras de su Maestro y Judas después de comer y beber; se salió del Cenáculo.

Ahora es el Jueves Santo, que en recuerdo de ello, en la Celebración Eucarística de este día se lleva a cabo el lavatorio de los pies como lo hizo Él con sus discípulos dándoles ejemplo de humildad y amor, instituyó el Sacerdocio con las palabras “Haced esto en memoria mía” al convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, momento en el que también instituye la Eucaristía para así quedarse con nosotros para siempre.

Un día de mucho dolor para muchos, que deberíamos acompañar a Jesús en este paso tan difícil y que muchas veces nosotros no lo acompañamos, en su dolor, un dolor que fue por nosotros para nuestra salvación.


Fuentes: Biblia de Jerusalén, Historia Sagrada; Vive la Semana Santa.
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Lun Nov 18, 2013 1:05 pm

JUEVES SANTO

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Fragmento Evangelio de San Juan, Capítulo 13, V. 1 – 15

Lavatorio de los pies.-Imagen

Reflexión
Para nosotros, los cristianos, la nueva Pascua, el acontecimiento histórico decisivo, es la Muerte y Resurrección de Cristo, el sacrificio del verdadero Cordero pascual, la nueva Alianza que ÉL selló con su sangre en la Cruz. Este nuevo éxodo –paso a la nueva vida- lo celebramos sacramentalmente con la Eucaristía, la comida que Cristo nos dejó como Testamento y signo eficaz del que participamos en su Pascua. Finalmente, la caridad fraterna y el sacerdocio, temas centrales también de hoy, no son algo añadido. La Eucaristía sin apertura al hermano no puede ser la que quiso Cristo. El que preside que, personificando a Cristo, el Siervo, lava los pies a sus hermanos es la encarnación visible de la actitud de Cristo, Siervo de la comunidad.

En el Jueves Santo, Jesús nos pregunta: “¿Comprenden lo que he hecho por ustedes?” Les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan lo mismo” “¿Qué valor le damos al servicio que prestamos? ¿Somos agradecidos con el servicio que recibimos de los otros? ¿De qué otra manera o con qué acciones lavamos los pies de nuestros hermanos?

No solamente en el Jueves Santo debemos prestar este servicio a nuestros hermanos, sino todos los dias.

Fuentes: 365 Días con Dios. Biblia de Jerusalén
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor Limaobo » Lun Nov 18, 2013 2:05 pm

Jueves Santo

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La Última Cena del Señor

Jesús realiza la institución de la Eucaristía, anticipa de forma sacramental –“mi Cuerpo entregado, mi Sangre derramada”-el sacrificio que va a consumar al día siguiente en el Calvario. Jesús se nos da en la Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad, acompañar nuestra soledad y como un anticipo del Cielo. Jesús, aquella noche dió a sus Apóstoles y sus sucesores, los obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el prodigio hasta el final de los tiempos:Haced esto en memoria mía (Lucas 22,19;1 Corintios 2,24)

I. Jesús celebra la Pascua rodeado de los suyos. Todos los momentos de esta Última Cena reflejan la Majestad de Jesús, que sabe que morirá al día siguiente, y su gran amor y ternura por los hombres. Jesús encomendó la disposición de lo necesario a sus discípulos predilectos: Pedro y Juan. Los dos Apóstoles se esmeran en los preparativos. Pusieron un especial empeño en que todo estuviera perfectamente dispuesto. Jesús se vuelca en amor y ternura hacia sus discípulos. Es una cena testamentaria; es una cena afectuosa e inmensamente triste, al tiempo que misteriosamente reveladora de promesas divinas, de visiones supremas. Lo que Cristo hizo por los suyos puede resumirse en estas breves palabras de San Juan: los amó hasta el fin (Juan 13, 1). Hoy meditamos en ese amor de Jesús por cada uno de nosotros, y en cómo estamos correspondiendo: en el trato con Él, en los actos de desagravio, en la caridad con los demás, en nuestro amor a la Eucaristía...

II. Jesús realiza la institución de la Eucaristía, anticipa de forma sacramental –“mi Cuerpo entregado, mi Sangre derramada”- el sacrificio que va a consumar al día siguiente en el Calvario. Jesús se nos da en la Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad, acompañar nuestra soledad y como un anticipo del Cielo. Jesús, aquella noche memorable, dió a sus Apóstoles y sus sucesores, los obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el prodigio hasta el final de los tiempos: Haced esto en memoria mía (Lucas 22, 19; 1 Corintios 2, 24). Junto con la Sagrada Eucaristía instituye el sacerdocio ministerial. Jesús se queda con nosotros. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. Esta tarde, cuando vayamos a adorarle en el Monumento, nos encontraremos con Él: nos ve y nos reconoce. Le contaremos lo que nos ilusiona y lo que nos preocupa y le agradeceremos su entrega amorosa. Jesús siempre nos espera en el Sagrario.

III. Jesús habla a sus Apóstoles de su inminente partida, y es entonces cuando enuncia el Mandamiento Nuevo, proclamado, por otra parte, en cada página del Evangelio: Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Juan 15, 12). Hoy, Jueves Santo, podemos preguntarnos si nos conocen como discípulos de Cristo porque vivimos con finura la caridad con los que nos rodean, mientras recordamos, cuando está tan próxima la Pasión del Señor, la entrega de María al cumplimiento de la Voluntad de Dios y al servicio de los demás. “La inmensa caridad de María hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Juan 15, 13)” (SAN JOSEMARIA ESCRIVÁ, Amigos de Dios).

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Lun Nov 18, 2013 2:13 pm

Arresto de Jesús

Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto y entraron allí ÉL y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?”
Le contestaron: “A Jesús, el Nazareno” Les dijo Jesús: “Yo soy”

Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa, que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
Lucas 22, Juan 18, 1-19

El Prendimiento.- Imagen............... Imagen

Reflexión
El sacrificio de Cristo sobre la cruz es el sacrificio que nos regenera, nos trae perdón y nos conduce a la salvación. Sin embargo, sigue siendo incomprensible si lo contemplamos solamente desde el punto de vista humano. En el relato de la pasión encontramos diversas actitudes: los que acusan y piden su muerte, los que niegan ser sus discípulos, los que se esconden, los que lo golpean y lo humillan, los que se lavan las manos, los que lo ignoran, los que se escandalizan pero no hacen nada por ayudarle, los que le siguen y no lo abandonan en el momento de su muerte. ¿Cuál será nuestra actitud ante este siervo doliente?

El sufrimiento y la muerte son dos realidades de la vida humana que más temor despiertan en nosotros. Por eso, no dejamos de preguntarnos: “¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué la muerte? Jesús nos responde con el ejemplo de su propio sufrimiento.

Fuentes: La Santa Biblia de Jerusalén. 365 Días con Dios.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor Rodolfo1971 » Lun Nov 18, 2013 2:30 pm

JUEVES SANTO EN JERUSALEN

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La jornada del Jueves Santo es quizá la más densa del triduo pascual e incluso la que hace vivir a los fieles los sentimientos más variados.
Se empieza en el Santo Sepulcro, a las 8 de la mañana. Acompañando al Patriarca, Monseñor Fouad Twal había alrededor de 150 sacerdotes, que han participado en la bendición de los santos óleos y que han renovado junto a él sus promesas sacerdotales. La liturgia se desarrolla en todo su esplendor durante esta celebración, que dura cuatro horas y que concluye con una procesión solemne al término de la cual el Santísimo es depositado en el repositorio instalado sobre la piedra misma del Sepulcro.

Apenas concluye la celebración, las puertas de la basílica se cierran, debiendo permanecer en el interior algunos fieles, e incluso algunos turistas que no han escuchado el aviso. Se reabrirán sólo, durante unos pocos minutos, hacia las 15 horas, cuando el Vicario custodial traerá las llaves del edificio, según la disposición del Status Quo que indica que en este día, durante una hora, la llave sea consignada a los franciscanos (ver: Jueves Santo con las puertas cerradas en el Santo Sepulcro, en la sección “Para saber más”, a la derecha).

Cuando las puertas se abran de nuevo será para hacer entrar a los fieles que quieran sumarse a la adoración eucarística animada por los franciscanos, frente a la tumba, que se convierte así en Tabernáculo de la Presencia viva.

Durante este tiempo, otros frailes franciscanos acompañados de una gran muchedumbre se acercan a rezar al Cenáculo. Un Cenáculo que este año se resiente de las labores de restauración y pintura, realizadas bajo el patrocinio del Ministerio de Turismo y del Interior, con ocasión de la venida de Benedicto XVI.

En el Cenáculo sucede durante la liturgia, a la tradicional peregrinación de los frailes se añade el lavatorio de pies a 12 chicos de la parroquia, realizado por el Custodio de Tierra Santa. Un gesto que el Custodio ha vuelto a hacer después frente a la asamblea parroquial reunida en San Salvador.

Por la tarde, todas las realidades eclesiales de Tierra Santa se han reunido para una vigilia de oración en la Basílica de las Naciones, en Getsemaní, junto al huerto de los olivos.

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La Basílica de las Naciones, aún siendo la iglesia con mayor capacidad de toda Jerusalén, está llena a rebosar de fieles y no es capaz de dar cabida a la gran multitud que se aglomera en la entrada. Así, un sistema de megafonía en el exterior permite seguir, a quien lo desea, la celebración. Los demás han esperado, en un relativo recogimiento, a que comenzase la peregrinación con las antorchas a la que después se unieron centenares, miles de fieles camino de San Pedro en Gallicanto. De entre todos ellos, algunos permanecen en oración y meditación en su puesto, los más valerosos hasta el canto del gallo, mientras que otros prefieren permanecer en silencio en la basílica de Getsemaní.

Destino final...El Santo Sepulcro

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http://es.custodia.org/default.asp?id=784&id_n=7977

Les anexo un video de Franciscan Media Center. Luego lo ubico en el link de los videos

http://www.youtube.com/watch?v=9z_vPDjFgQ4
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor BlancaElena » Lun Nov 18, 2013 5:20 pm

JUEVES SANTO: INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

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La liturgia del Jueves Santo es riquísima de contenido. Es el día grande de la institución de la Sagrada Eucaristía, don del Cielo para los hombres; el día de la institución del sacerdocio, nuevo regalo divino que asegura la presencia real y actual del Sacrificio del Calvario en todos los tiempos y lugares, haciendo posible que nos apropiemos de sus frutos.

Se acercaba el momento en el que Jesús iba a ofrecer su vida por los hombres. Tan grande era su amor, que en su Sabiduría infinita encontró el modo de irse y de quedarse, al mismo tiempo. San Josemaría Escrivá, al considerar el comportamiento de los que se ven obligados a dejar su familia y su casa, para ganar el sustento en otra parte, comenta que el amor del hombre recurre a un símbolo: los que se despiden se cambian un recuerdo, quizá una fotografía... Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. Bajo las especies del pan y del vino está Él, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

¿Cómo corresponderemos a ese amor inmenso? Asistiendo con fe y devoción a la Santa Misa, memorial vivo y actual del Sacrificio del Calvario. Preparándonos muy bien para comulgar, con el alma bien limpia. Visitando con frecuencia a Jesús oculto en el Sagrario.

En la primera lectura de la Misa, se nos recuerda lo que Dios estableció en el Viejo Testamento, para que el pueblo israelita no olvidara los beneficios recibidos. Desciende a muchos detalles: desde cómo debía ser el cordero pascual, hasta los pormenores que habían de cuidar para recordar el tránsito del Señor. Si eso se prescribía para conmemorar unos hechos, que eran sólo una imagen de la liberación del pecado obrada por Jesucristo, ¡cómo deberíamos comportarnos ahora, cuando verdaderamente hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado y hechos hijos de Dios!

Ésta es la razón de que la Iglesia nos inculque un gran esmero en todo lo que se refiere a la Eucaristía. ¿Asistimos al Santo Sacrificio todos los domingos y fiestas de guardar, sabiendo que estamos participando en una acción divina?

San Juan relata que Jesús lavó los pies a los discípulos, antes de la Última Cena. Hay que estar limpios, en el alma y en el cuerpo, para acercarse a recibirle con dignidad. Para eso nos ha dejado el sacramento de la Penitencia.

Conmemoramos también la institución del sacerdocio. Es un buen momento para rezar por el Papa, por los Obispos, por los sacerdotes, y para rogar que haya muchas vocaciones en el mundo entero. Lo pediremos mejor en la medida en que tengamos más trato con ese Jesús nuestro, que ha instituido la Eucaristía y el Sacerdocio. Vamos a decir, con total sinceridad, lo que repetía San Josemaría Escrivá: Señor, pon en mi corazón el amor con que quieres que te ame.

En la escena de hoy no aparece físicamente la Virgen María, aunque se hallaba en Jerusalén en aquellos días: la encontraremos mañana al pie de la Cruz. Pero ya hoy, con su presencia discreta y silenciosa, acompaña muy de cerca a su Hijo, en profunda unión de oración, de sacrificio y de entrega. Juan Pablo II señala que, después de la Ascensión del Señor al Cielo, participaría asiduamente en las celebraciones eucarísticas de los primeros cristianos. Y añade el Papa: aquel cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar, para María, como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo (Ecclesia de Eucharistia, 56).

También ahora la Virgen María acompaña a Cristo en todos los sagrarios de la tierra. Le pedimos que nos enseñe a ser almas de Eucaristía, hombres y mujeres de fe segura y de piedad recia, que se esfuerzan por no dejar solo a Jesús. Que sepamos adorarle, pedirle perdón, agradecer sus beneficios, hacerle compañía.


http://www.opusdei.es/art.php?p=48342
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor tralalá » Mar Nov 19, 2013 7:03 pm

El Jueves Santo se celebra:

la Última Cena,

el Lavatorio de los pies,

la institución del Sacerdocio,

la institución de la Eucaristía,

la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

Todos memoriales y sacramentos importantísimos que Jesucristo mismo, como cabeza de su cuerpo que es la Iglesia, hace perdurables.
Dentro y a través de tan admirables dones y regalos, nos convierte en amigos suyos porque los siervos no saben lo que hace su Señor y ÉL nos comunica todo lo que escuchó a su Padre. (Cfr. Juan:15:15).
Nos pide que nos amemos los unos a los otros como ÉL nos ama. (Cfr. Juan:15:12).
Su Amor, que debemos brindar también nosotros, es hasta dar la vida por los amigos, (Cfr. Juan:15:13).

La amistad es no sólo mutuo conocimiento, "es sobre todo comunión del deseo. Significa que mi voluntad crece hacia el "sí" de la adhesión a la suya. En efecto, su voluntad no es para mí una voluntad externa y extraña, a la que me doblego más o menos de buena gana. No, en la amistad (con Cristo) mi voluntad se une a la suya a medida que va creciendo; su voluntad se convierte en la mía, y justo así llego a ser yo mismo. Además de la comunión de pensamiento y voluntad, el Señor menciona un tercer elemento nuevo: Él da su vida por nosotros".
Benedicto XVI, 29 de junio de 2011.

Da su vida a sabiendas, por anticipado, pudiendo no hacerlo, por el infinito e inconmensurable amor que nos tiene.
Como los apóstoles, muchas veces no comprendemos, oímos hasta donde nos resulta soportable, lo demás nos cae en saco roto. Tomamos sus palabras como metáforas que achicamos a nuestra medida frágil y temerosa.
ÉL, en la actualidad, nos sigue llamando amigos y nos sigue confiando las necesidades de nuestros hermanos más prójimos para que los sirvamos con la humildad con que ÉL lavó los pies a sus discípulos, dispuestos a dar la vida por ellos si es necesario.
Fuente: Partes de Catholic.net
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor Pascu » Mar Nov 19, 2013 7:56 pm

Comparto con ustedes unos fragmentos de "Celebración de la Cena Pascual", de Mons. Mario De Gasperín, publicados en el blog Un sacerdote en Tierra Santa. Son muy interesantes ya que cuentan cómo era la celebración de la Cena Pascual en la época de Jesús y proveen las recetas para preparar las comidas tal como se comían en aquella época.

La Pascua Judía en tiempos de Jesús y la Última Cena

La Cena Pascual evolucionó durante los siglos de su celebración. En tiempo de Cristo parece que contenía los siguientes elementos, cada uno de los cuales tenía un significado especial para los judíos. El primero en importancia era el cordero, que era sacrificado en el templo. Toda la sangre le era sacada; el mandato del Señor de que ninguno de sus huesos fuese quebrado, era seguido cuidadosamente. Era asado en un asador en forma de cruz con ramas de granado, y les recordaba a los judíos el cordero cuya sangre había salvado a sus antepasados en el tiempo del Éxodo. El nombre "pesaj" (Pascua: "paso de largo") era aplicado en particular al cordero, así como a la liberación de los egipcios y la fiesta en general.
El pan ázimo “matzás” era llamado el pan de aflicción porque estaba hecho de harina y agua únicamente. Representaba el pan hecho por los judíos durante su presurosa huida de Egipto cuando no tuvieron tiempo de fermentarlo con levadura. La división de un solo pedazo de matzás entre los presentes simbolizaba la unidad. Las hierbas amargas, sumergidas en vinagre --maror-- les recordaba la amargura de su esclavitud y sufrimiento en Egipto. También estaban las harosés, que eran una mezcla de manzanas, nueces, canela y vino, con su color rojizo recordaba la argamasa usada por los judíos en la construcción de palacios y las pirámides de Egipto, durante sus siglos de esclavitud.
Elemento fundamental es el vino: bebido de una sola vasija, como el pan ázimo, expresaba la unidad del pueblo, su hermandad como hijos de Abraham y como herederos de la promesa. Se beben cuatro copas durante el curso de la comida porque el libro del Éxodo anota cuatro palabras diferentes, todas significando redención habladas por Dios cuando El mandó a Moisés liberar a los judíos. Las bendiciones de la comida eran una expresión de gracias a Dios por sus obsequios a ellos, un símbolo de su reconocimiento de que todo lo que tenía venía del Señor y debía serle regresado. La historia de la liberación de Egipto “la hagadah” era triunfalmente relatada del libro del Éxodo. La palabra "hagadah" significa "decir" Dios había ordenado que esta historia se mantuviera viva entre ellos: "Dirás entonces a tus hijos en ese día (Pascua): Esto es en memoria de lo que por mí hizo Yavé al salir de Egipto". (Ex 13,8). Los salmos del Halel eran cantados como una oración de acción de gracias y alabanza a Dios porque liberó a los judíos.
Todos eran elementos de la cena pascual en tiempos de Cristo: cordero al horno, vino tinto o jugo de uvas si se prefiere, el matzás (pan sin levadura).El jaroses (mezcla de manzanas molidas, nueces picadas, canela y pasas). Las hierbas amargas (rábanos, ó raíz fuerte). Las hierbas verdes (perejil, berros ó apio), y agua salada.


Recetas para Celebrar la Cena Pascual como en la época de Jesús

El cordero asado: de ser posible, úsese un cordero entero. Deberá asarse, ya sea al aire libre, en un asador o en un horno. El cordero, de acuerdo con la costumbre, deberá estar atado al asador en forma de cruz; si es necesario, este puede ser puesto después de haber sido asado el cordero. El simbolismo cristiano del cordero se remarcará si el cordero es llevado a la mesa en un asador de este tipo. Si el cordero entero es demasiado para el grupo de participantes, puede sustituirse por una pierna del mismo. (Nota: cuando se este asando el cordero untarlo con una brocha con agua de sal, no hacerlo antes para que no se endurezca, hacerlo poco a poco para que se impregne).
El matzás: en caso de desearlo, se podrá hacer la matzá en casa. Se requieren tres matzás grandes para la ceremonia de distribución a todo el grupo y algunas más pequeñas para cada persona. Para ello añadir 4 tazas de harina integral y 1 taza de agua tibia. Luego mézclense la harina y añada el agua caliente. Amásese la harina golpeando la masa durante quince minutos. Emparéjese con un rodillo hasta formar una lámina muy delgada; córtese con un cortador circular de aproximadamente 6 cms. de diámetro y colóquese en una hoja de hornear galletas engrasadas. Colóquese otra hoja de galletas directamente arriba de las matzás para evitar que se enrosquen. Después hay que hornear a 375 grados Fº durante 20 minutos. Estas proporciones son suficientes para tres matzás grandes, que serán usadas en la ceremonia, (de aproximadamente 12 cms. de diámetro) y cuatro docenas de matzás chicas, aproximadamente de 6 cms. de diámetro. Para decoración podrá trazarse una cruz sobre la masa antes de hornear. Las matzás pueden adquirirse, ya listas para comerse, en tiendas de abarrotes y supermercados antes de la semana Santa Judía. Pueden comprarse por cajas.
Las jarosés: Utilícese una cantidad de manzanas suficientes para servir al grupo. Se picarán la mitad de las manzanas y la otra mitad se molerán. Mezclar las manzanas picadas y molidas y añadir la nuez picada, canela, pasas y vino.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor Silviamaria » Mié Nov 20, 2013 2:46 pm

http://www.aciprensa.com/Semanasanta/jueves.htm

JUEVES SANTO

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.
En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.
San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.
La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).
Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).
Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).
De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).
Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".
En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.
Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.
Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.
Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.
Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).
Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor catolica9soy » Jue Nov 21, 2013 2:20 pm

Hola a todos, leamos este interesante artículo de aciprensa sobre el lavatorio de los pies :Inicio » Recursos » Oraciones

La cena del Señor y el lavatorio de pies

Entre todas las obras memorables que obró nuestro Salvador en este mundo, una de las más dignas de perpetua recordación es aquella postrera cena que cenó con sus discípulos. Donde no solamente se cenó aquel cordero figurativo que mandaba la ley, sino el mismo Cordero sin mancilla, que era figurado por la ley.

En el cual convite resplandece primeramente una maravillosa suavidad y dulzura de Cristo, en haber querido asentarse a una mesa con aquella pobre escuela, que es con aquellos pobres pescadores, y juntamente con el traidor que lo había de vender, y comer con ellos en un mismo plato. Resplandece también una espantosa humildad, cuando el Rey de la gloria se levantó de la mesa, y ceñido con un lienzo a manera de siervo, echó agua en un baño, y postrado en tierra, comenzó a lavar los pies de los discípulos, sin excluir de ellos al mismo Judas que lo había vendido. Y resplandece sobre todo esto una inmensa liberalidad y magnificencia de este Señor, cuando a aquellos primeros sacerdotes, y en aquellos a toda la Iglesia, dio su sacratísimo cuerpo en manjar, y su sangre en bebida: para que lo que había de ser el día siguiente sacrificio y precio inestimable del mundo, fuese nuestro perpetuo viático y mantenimiento, y también nuestro sacrificio cotidiano.

Mas ¿quién podrá explicar los efectos y virtudes de este nobilísimo sacramento? Porque con él por una manera maravillosa es unida el ánima con su esposo, con él se alumbra el entendimiento, avívase la memoria, enamórase la voluntad, deléitase el gusto interior, acreciéntase la devoción, derrítense las entrañas, ábrense las fuentes de las lágrimas, adorméscense las pasiones, despiértanse los buenos deseos, fortaléscese nuestra flaqueza, y toma con el aliento para caminar hasta el monte de Dios. Oh maravilloso sacramento, ¿qué aire de ti? ¿Con qué palabras te alabaré? Tú eres vida de nuestras ánimas, medicina de nuestras llagas, consuelo de nuestros trabajos, memorial de Jesucristo, testimonio de su amor, manda preciosísima de su testamento, compañía de nuestra peregrinación, alegría de nuestro destierro, brasas para encender el fuego del divino amor y prenda y tesoro de la vida cristiana.

¿Qué lengua podrá dignamente contar las grandezas de este Sacramento? ¿Quién podrá agradecer tal beneficio? ¿Quién no se derretirá en lágrimas, viendo a Dios corporalmente unido consigo? Faltan las palabras y desfallece el entendimiento, considerando las virtudes de este soberano misterio: mas nunca debe faltar en nuestras ánimas el uso, el agradecimiento de él.

La Oración del Huerto
Acabada, pues, la sacratísima cena y ordenados los misterios de nuestra salud, abrió el Salvador la puerta a todas las angustias y dolores de su pasión, para que todos viniesen a embestir sobre su piadoso corazón, para que primero fuese crucificado y atormentado en el ánima que lo fuese en su misma carne. Y así dicen los evangelistas que tomó consigo tres discípulos suyos de los más amados, y comenzando a temer y angustiarse, díjoles aquellas tan dolorosas palabras: Triste esta mi ánima hasta la muerte; esperádme aquí, y velad conmigo. Y Él, apartándose un poco de ellos, fuese a hacer oración: para enseñarnos a recorrer a esta sagrada áncora todas las veces que nos halláremos cercados de alguna grave tribulación. Y la tercera vez que oró, fue tan grande la agonía y tristeza de su ánima, que comenzó a sudar gotas de sangre, que corrían hasta el suelo, y a decir aquellas palabras: Padre, si es posible, traspasa este cáliz de mí.

Considera, pues, al Señor en este paso tan doloroso, y mira como representándosele allí todos los tormentos que había de padecer, y aprehendiendo perfectísimamente con aquella imaginación suya nobilísima tan crueles dolores como se aparejaban para el más delicado de los cuerpos, y poniéndosele delante todos los pecados del mundo, por los cuales padecía, y el desagradecimiento de tantas ánimas que ni habían de reconocer este beneficio, ni aprovecharse de este tan grande y tan costoso remedio, fue su ánima en tanta manera angustiada, y sus sentidos y carne delicadísima tan turbados, que todas las fuerzas y elementos de su cuerpo se destemplaron, y la carne bendita se abrió por todas partes y dio lugar a la sangre que manase por toda ella hasta correr en tierra. Y si la carne, que de sola recudida padecía estos dolores, tal estaba, ¡qué tal estaría el ánima que derechamente los padecía.

Testigos de esto fueron aquellas preciosas gotas de sangre que de todo su sacratísimo cuerpo corrían: porque una tan extraña manera de sudor como éste, nunca visto en el mundo, declara haber sido éste el mayor de todos los dolores del mundo, como a la verdad lo fue. Pues, oh Salvador y Redentor mío, ¿de dónde a ti tanta congoja y aflicción, pues tan de voluntad te ofreciste por nosotros a beber el cáliz de la pasión?

Esto hiciste, Señor, para que mostrándonos en tu persona tan ciertas señales de nuestra humanidad, nos firmases en la fe, y descubriéndonos en ti este linaje de tremores y dolores, nos esforzases en la esperanza, y padeciendo por nuestra causa tan terribles tormentos como aquí padeciste, nos encendieses en tu amor.

Fray Luis de Granada
ACIPRENSA.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Jue Nov 21, 2013 5:40 pm

La oración de Jesús

“Aconteció por aquellos días que Jesús salió hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios” Lc 6,12

Después de la cena, Jesús dio gracias a los apóstoles y luego salieron fuera de la ciudad de Jerusalén por el camino que llevaba al Monte de los Olivos. En el camino Jesús empezó a decirles. “esta noche se cumplirá lo que dice la Escritura…” “esta noche todos ustedes me abandonaran, por miedo y me dejaran solo”

Esa noche mientras avanzaba entre los olivos se retiró un poco mas y se llevo con el a Pedro, Santiago y Juan, y entraron a la huerta. Les pidió a los tres que lo esperaran allí y que mientras rezaran.

Jesús se retiro un poco más y se puso de rodillas y empezó a orar. Esta fue la hora de la gran Decisión; lo que significaba que Getsemaní seria la escena de características estremecedoras. Sudor de sangre, lagrimas, miedo, pavor, tristeza…

El corazón como es sabido es un poderoso musculo de función mecánica y en constante movimiento, y por lo mismo atravesado por una red tupida de fibras motoras. Cuando una situación emocional aprieta este musculo con una alrisma presión, el mismo puede empezar a bombear sangre con tal potencia y rapidez por los vasos capilares, no pudiendo contener el caudal de la sangre recibida con semejante empuje y velocidad, revienten, produciéndose el “sudor de sangre”

La Carta de los Hebreos nos dice, que Jesús oro en aquella noche con “clamores y lágrimas” es decir, gritando y gimiendo. Hay que tener en cuenta que cuando la angustia llega hacer desmesuradamente aguda, deja de ser una sensación somática, como una garra que se clavara sobre todo en la zona gástrica. El ser humano tiende a oponer a una dolorosa sensación física cualquier reacción, también de carácter físico. Gemidos gritos, contorciones, llanto...

Jesús orando.- Imagen

Describiendo la crisis de Jesús podríamos decir que fue temor y miedo, síntomas típicos de los agonizantes. La crisis estaba en su apogeo. Jesús sentía la necesidad de consolación humana. Se levanto y se acerco al lugar de los acompañantes con la esperanza de recibir un poco de aliento, pero ellos se encontraban dormidos. Regreso al lugar convencido de que a la hora de la verdad, los consuelos humanos son engañosos paliativa y de que era Él mismo debía inclinar la balanza de la victoria en la más completa soledad, cara a cara con la muerte y con la voluntad del Padre.

…oró por segunda vez, diciendo: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. Mt 26: 42 solo ntregandose a la voluntad del Padre., que permitía la muerte violenta del Hijo, se obtendría la victoria sobre la misma muerte, y estas palabras de mateo revelan que la resistencia mental de Jesús estaba ya debilitada, pero no anulada.

Jesús calló y se postro en el suelo, con la cabeza entre sus mansos. La luz se extinguió y se hizo un silencio.

Jesús se acerco a sus discípulos, que aun dormían y les dijo: “… He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega" Mt 26:49

Llegó la hora.-Imagen

Repitiendo Jesús las palabras: “Hágase”, repetía “No se haga lo que yo quiero, si no lo que quieras Tu”

Con una gran paz, y de una belleza desconocida, que solo podría llegarle del otro lado, Jesús fue avanzando serenamente en la peregrinación del dolor y del amor… hasta el final.

Reflexión.- Ojala que nosotros veláramos y acompañáramos a Jesús en su dolor y no dormirnos. Cuando Él dio la vida por nosotros. Despertemos: despertemos a acompañarlo, a estar con Él, no cuando lo necesitemos para pedir, acompañémoslo cuando esta solo en el Sagrario, démosle gracias, en familia, en la casa, por el trabajo, por los alimentos, demos gracias y no dejemos de dárselas siempre, por la vida que nos dio, por la Eucaristía que nos dejó.

Fuentes: Biblia de Jerusalén, El Pobre de Nazaret. Historia Sagrada
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor rosita forero » Vie Nov 22, 2013 12:26 am

por Hini.......texto de Jose Luis Martín Descalzo. el vértice de la pasión de Cristo hay que situarlo mucho más en la noche del jueves que en la tarde del viernes.



Jerusalem - Prisión donde fue retenido Jesús la noche del jueves al viernes Santo

Imagen...Imagen


, quería mostrar un lugar que se venera por los griegos ortodoxos como aquel donde paso nuestro Señor encerrado la noche del jueves al viernes Santo. Está en la Via Dolorosa, Se trata de una prisión de los tiempos de Jesús, que ha sido convertida en una misteriosa y oscura Iglesia Ortodoxa Al entrar en ella, en la parte de abajo, se puede caminar entre húmedas y tétricas grutas, cerradas con enrejados. Si al entrar se gira a la izquierda, en vez de bajar, hay una entrada a otro tipo de cuevas excavadas en la roca, pero unidas entre sí por un pequeño pasadizo. Hay que agachar la cabeza y, al seguir la luz de las velas, se puede acceder a una pequeña dependencia con una capilla repleta de iconos. Hay uno principal -que se muestra en la fotografía- en el que se ve a Jesús atado de manos y con los pies metidos en una roca de piedra con dos agujeros.

Imagen...Imagen

Delante está situado el bloque de roca que tiene dos agujeros en los que a los presos se les hacía meter las piernas para luego ponerles cadenas en los pies.

Imagen

Los ortodoxos aseguran que ese fue el lugar exacto en que estuvo encarcelado Jesús. También dicen de otro habitáculo más grande en la misma zona, que era el que correspondía al lugar donde estuvo encerrado el ladrón Barrabás. Dentro se respira un fuerte olor a incienso, y esto junto con la luz tenue del lugar hacen que se facilite mucho el recogimiento y la oración.
Es una pena pues mucha gente pasa de largo porque no se puede ver con facilidad el lugar. lo que más impresiona es la roca donde el Señor quedó aprisionado toda aquella noche. Esa roca es un buen símbolo del daño que hacen al Señor los corazones duros -como rocas- que no quieren corresponder a su inmenso amor.

fuente http://unsacerdoteentierrasanta.blogspo ... jesus.html

.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Sab Nov 23, 2013 8:34 pm

Sacramento por Excelencia

Cena del Señor, Fracción del Pan, Eucaristía, son algunos de los nombres que se dan al acto central del culto católico, instituido por Jesucristo en la celebración de la Cena Pascual, el primer Jueves Santo de la historia, después de lo cual procedió a establecer el Sacramento de la Eucaristía como lo relatan los evangelistas San Mateo, San Marcos y San Lucas, así como el Apóstol Pablo en su Primera Epístola a los Corintios.

Habiendo terminado el solemne acto de la consagración del pan y del vino en que se convierte en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y habiendo disfrutado sus apóstoles por primera vez de la Comunión Sacramental, Nuestro Señor Jesucristo, expresa su voluntad en esta frase: “Haced esto en conmemoración mía”

La Iglesia fiel a Su deseo, practica la celebración del “memorial de Cristo”, el memorial de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión por nosotros junto al Padre.

Es sobre todo “el primer día de la semana” es decir, el domingo, el día de la Resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para “partir el pan” Hch 20, 7

En los Hechos de los Apóstoles, 2:42 leemos: “…los que habían sido bautizados se dedicaban con perseverancia a escuchar las enseñanzas de los apóstoles, vivían unidos y participaban en la “Fracción del Pan y en las oraciones…”
.....
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En el mismo capítulo 2: 46 leemos: …“ Y con perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón…”

Desde entonces hasta nuestros días la Celebración de la Eucaristía se ha perpetuado y hoy la encontramos en todas partes de la Iglesia, con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.

Otro detalle de la antigua forma de celebrar la Eucaristía, la podemos ver en la primera epístola del apóstol San Pablo a los corintios, 11, 17-34 donde se habla de cómo celebraba esa comunidad la “Cena del Señor”. De allí se desprende que la reunión constaba de dos partes: el acto eucarístico y la comida de hermandad, y juntas eran llamadas: “Asamblea” ó “Cena del Señor”

El acto de la comida de hermandad empezó a perder sus características cristianas de fraternidad y de caridad, degenerando en abusos funestos nada edificantes, como el llevar comida y no ponerla en común para todos los asistentes.

San Pablo dice en el capítulo 11: 20-22 de la ya citada primera carta a los corintios donde protesta y aclara: “… Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la “Cena del Señor”, porque cada uno come allí lo que ha llevado para cenar sin atender a los demás y así sucede que unos no tienen nada que comer, mientras otros comen con exceso. ¿No tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? ¡En esto no os alabo!”

Desde el Siglo II, según testimonio de San Jerónimo mártir,
tenemos las grandes líneas del desarrollo de la Celebración Eucarística. Estas han permanecido invariables hasta nuestros días a través de la diversidad de tradiciones rituales litúrgicas. San Jerónimo escribe en el año 155 d.C. para explicar al emperador Antonio Pio lo que hacen los cristianos.

El día que se llama “día del sol” tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo.

Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los Profetas, tanto tiempo como es posible.

Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas.

Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros… y por todos los demás donde quiera que estén a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna.

Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros.

Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados.

El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones.

Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén.

Cuando el que preside ha hecho la accionde gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua “eucaristizados”, y los llevan a los ausentes.San Justino

La Liturgia de la Eucaristía
se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros.

Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica.
- La Liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía, y la oración universal.
- La Liturgia Eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias y la comunión.


La Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística
constituyen juntas un solo acto de culto SC (Sacrosantum Concilium) En efecto, la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor DV (Dei Verbum)

La Misa actual sigue los mismos pasos fundamentales:

Se inicia con un Acto Penitencial, en el que se pide perdón por los pecados, al que le sigue el Señor ten piedad...
Luego, si la liturgia del día lo prescribe, se canta o se dice el Gloria.

Terminado el himno, el sacerdote con las manos extendidas dice la Oración Colecta, dando paso a la Liturgia de la Palabra.

Esta parte comprende “los escritos de los Profetas”, que tenemos en el Antiguo Testamento. “las memorias de los Apóstoles”, es decir, sus cartas y Evangelios. En seguida viene la homilía que exhorta a acoger la Palabra como Palabra de Dios y a ponerla en práctica.

Se hace la Profesión de Fe y se recita el Credo, cuando la liturgia lo indica. Después de lo cual viene la Anáfora, con la Plegaria Eucarística, oración de acción de gracias y de consagración, llegando así al corazón y a la cumbre de la celebración.
.....Imagen
En el Prefacio
la Iglesia da gracias al Padre, por Jesucristo, en su Espíritu Santo, por todas las obras de la creación, la redención y la santificación. Toda la asamblea se une a la alabanza incesante que la Iglesia Celestial, los ángeles y todos los santos, cantan a Dios tres veces Santo.

En la Epiclesis pide al Padre que envíe al Espíritu Santo sobre el pan y el vino, para que conviertan por su poder en el Cuerpo y la Sangre de Cristo y quienes toman parte de la Eucaristía sean un solo cuerpo y un solo espíritu.

Luego viene el relato de la institución: “El cual, cuando iba a ser entregado a su pasión voluntariamente aceptada…”

Después de haberse efectuado la Consagración del Pan y del Vino, y de haberlos elevado para adoración de los fieles, el pueblo recuerda que la Misa es un memorial de muerte y resurrección de Jesús y dicen a coro:
“Anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!”

En seguida vienen las intenciones. La Iglesia expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia del cielo y de la tierra, de los vivos y de los difuntos y en comunión con todos los pastores de la Iglesia. El Santo Padre, el Obispo de la Diócesis, los presbíteros, los diáconos y todos los obispos del mundo entero con sus Iglesias.

[i]Se termina esta parte con forma solemne, cuando el Sacerdote toma el cáliz y la hostia consagrada, los eleva en actitud de ofrecimiento a Dios Padre diciendo: Imagen -.Por Cristo con El y en El, a ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.


La asamblea responde: Amén, uniéndose al ofrecimiento hecho por el Sacerdote.

Se continúa con el Rito de la Comunión precedido del rezo del Padre Nuestro, seguido de otras oraciones, del abrazo de paz, entre los asistentes, de la “fracción del pan” del Angus Dei.

Comulgan el celebrante y los fieles, tras de los cual el Sacerdote dice la última oración y bendice la asamblea.[/i]

Si los cristianos celebramos la Eucaristía desde los orígenes y de forma que, en sustancia, no ha cambiado a través de la gran diversidad de liturgias, se debe a que todos estamos sujetos al mandato del Señor, dado la víspera de su Pasión: “Haced esto en memoria mía” 1Co 11,24-25

Por lo tanto debemos considerar la Eucaristía
Como acción de gracias y alabanza al Padre
Como memorial del Sacrificio de Cristo y de su Cuerpo y
Como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.


Fuentes: Biblia de Jerusalén. Curso de Biblia
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor AMunozF » Sab Nov 23, 2013 11:36 pm

----------------------------------------------------------LA HORA DEL VÉRTIGO----------------------------------------------------------

Es escalofriante llamarle al artículo que nos trae aqui “La Hora del Vértigo”, como le llama Fray Martín Descalzo; nuestra frágil condición humana es muy dada a asustarse con facilidad y más a donde sí da el vértigo en las alturas, al que sube la montaña o voltea hacia abajo hacia una sima muy honda.

Sin embargo, la PASIÓN DEL SEÑOR, no es para menos, lo veamos desde el punto de vista espiritual o desde el punto de vista puramente humano, no hay palabras para expresar lo que EL SEÑOR sufrió desde que lloró a la entrada de Jerusalén hasta que terminó su vida en el Gólgota.

Apoyándome en los estudiosos de la Escuela Bíblica de Jerusalén y con el análisis que hacen del capítulo 22 del Evangelio según San Lucas, pongo los siguientes puntos que nos llevan a través de esas últimas horas, que hemos dado en llamar “JUEVES SANTO, LA HORA DEL VÉRTIGO”.

----------------------------------------------EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS, CAPÍTULO 22----------------------------------------------
LA PASIÓN. (En todo el relato de la Pasión, Lc depende de Mc mucho menos que en lo que le precede. En cambio, tiene numerosos puntos de contacto con Jn.)
-------. Conspiración contra Jesús y traición de Judas. Lc. 22, 1-6.
-------. Preparativos para la Cena pascual. Lc. 22, 7-13.
-------. La Cena Pascual. Lc. 22, 14-18.
-------. Institución de la Eucaristía. Lc. 22, 19-20.
-------. Anuncio de la traición de Judas. Lc. 22, 21-23.
-------. ¿ Quién es el mayor ? Lc. 22, 24-27.
-------. Recompensa prometida a los apóstoles. Lc. 22, 28-30.
-------. Anuncio de la negación y del arrepentimiento de Pedro. Lc. 22, 31-34.
-------. La hora del combate decisivo. Lc. 22, 35-38.
-------. Agonía de Jesús. Lc. 22, 39-46.
-------. Prendimiento de Jesús. Lc. 22, 47-53.
-------. Negaciones de Pedro. Lc. 22, 54-62.
-------. Primeros ultrajes. Lc. 22, 63-65.
-------. Jesús ante el Sanedrín. Lc. 66-71.

Hasta aquí nos narra San Lucas lo que podría decirse “la primera media hora del vértigo”, porque hasta este momento, Jesús aún se encuentra en el Huerto de Getsemaní y es cuando es aprehendido. En esta lectura, se dan varias situaciones que marcan nuestra Fe, como son la Institución de la Eucaristía, nuestra idea de ser los que tengamos recompensa en la Gloria, nuestras múltiples negaciones al Señor cuando no estamos en Gracia, nuestras traiciones al SEÑOR representadas por Judas, situaciones en las que queremos cortar la oreja al hermano por un pleito.

Sin embargo, CRISTO no se detuvo ante todo lo anterior, sino que hubo de sudar sangre, tuvo que deshidratarse, soportar 5,480 latigazos, escupitajos y burlas y finalmente sufrir la CRUZ y MORIR para poder Redimirnos, para que nosotros seamos aptos para tener la Gloria y la Vida Eterna; y me pregunto ¿ acaso hacemos algo para remediar nuestras faltas, tenemos la suficiente Fe o no tenemos Temor de Dios ? Quiero creer que hacemos todo lo posible para estar bien con Nuestro Dios, Señor y Creador de todo.

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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor sorines » Dom Nov 24, 2013 2:10 pm

Jueves Santo. El banquete del Reino de Dios.

Jesús, consciente de la inminencia de su pasión y muerte, cuando está en la cena con sus discípulos, les expresa que ardientemente ha deseado celebrar “esta Pascua” antes de que todo aquello suceda. Este el comienzo de su entrega máxima. La pasión no estuviera completa sin este gesto, de entrega pasiva (sacrificio incruento), es por eso que la liturgia así como muchos autores, escritores y teólogos expresan que la Pasión de Jesús comenzó el jueves santo.

Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que se entrega
por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, tomó la copa,
diciendo: Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros”.

(Lc. 22, 19-20)

Con estas palabras Jesús deja claro que a la Pascua judía le sigue la Pascua cristiana. El cordero y la copa del rito antiguo ceden ahora su paso, su lugar, al pan y a la copa del rito nuevo. Jesús parte el pan, rompe el pan, y lo reparte… este hecho es un símbolo que dice mucho, de su vida de su pasión, de su entrega por quienes lo coman, y es un símbolo explicado a través de sus propias palabras: que será entregado por ustedes… es un sacrificio de expiación y de comunión.

Imagen

La copa que ofrece Jesús era en el rito judío la tercera copa, la que se tomaba después de comer el cordero de Pascua, esta se llamaba “copa de la bendición”. Ahora, en la nueva Pascua la copa y el vino tienen un nuevo simbolismo, si la copa era de bendición, el vino de color rojo que era exigido para la ceremonia de Pascua ahora evoca la sangre de Cristo derramada. "Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros”. Jesús se sitúa en la misma perspectiva de la biblia, donde las antiguas Alianzas se habían sellado con sangre (Noé, Abraham, Moisés) la “nueva Alianza es sellada con la propia sangre de Jesús”.

La Cena Pascual conmemoraba la liberación de la esclavitud de Egipto y la Alianza de Dios con su pueblo, en el Sinaí. Jesús inaugura una nueva Alianza como conmemoración de otra liberación, que es sellada con su sangre. Aquel sacrificio era reemplazado ahora por otro nuevo el de Cristo, el Mesías. Esta nueva Alianza prometida por Dios, es el Reino de Dios inaugurado por Jesús. La sangre Cristo no fue entonces ofrecida para aplacar a un Dios severo y vengativo, sino para dar una prueba de amor a través de la cual un Dios de amor quiere y permite que su criatura caída por el pecado, se levante: “será derramada por vosotros”.

Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre. (Jn. 10, 18). Creo que esa frase puede resumir el final de Jesús y el porqué de su acto de amor que comienza en su última Cena con los discípulos y termina el Viernes Santo. Libremente se entregó para la salvación, para liberación del género humano.

LIBRO CONSULTADO:
Carrillo Alday Salvador, El Evangelio de Lucas, Ed. San Pablo, 2004, pags. 333 ss
NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE. SOLO DIOS BASTA. QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor enrique4 » Lun Nov 25, 2013 1:55 pm

DE LA PASCUA JUDÍA A LA PASCUA CRISTIANA
La eucaristía es una cena pascual, y como tal hay que explicarla en relación con la «última cena pascual de Cristo», que a su vez se entiende desde la cena pascual judía.

a) La pascua del pueblo hebreo

Pueden distinguirse en ella varias etapas de sentido y configuración.

— La etapa primitiva naturalista: el pueblo, que todavía no ha caído en la esclavitud de Egipto, celebra una fiesta familiar al comienzo de la primavera (mes de Nisán), con el fin de consagrar a Dios la nueva vida y pedir su protección, a través de unos ritos llamados «apotropaicos» (=atraer protección). Estos ritos son diversos según el tipo de vida del pueblo: en la etapa nómada-ganadera el rito es el cordero que se sacrifica, con su sangre se untan las entradas de las tiendas, se come... (cf. Ex 8,21-24; 12,1-14); en la etapa sedentaria-agrícola, el rito es los panes ázimos, que se preparan y se comen como signo de ofrenda a Dios (cf. Gen 4,3ss; Ex 13,1ss).

— La etapa soteriológica: es aquella en la que el rito pascual coincide con el acontecimiento de la liberación del pueblo de Egipto. Exodo, cap. 12, nos describe el significado teológico de esta Pascua, subrayando la acción salvífica de Dios que, en coincidencia con el momento ritual, «pasa» para castigar a Egipto y salvar a Israel: «Yavé pasará y herirá a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas, Yavé pasará de largo por aquella puerta y no permitirá que el Exterminador entre en vuestras casas para herir» (Ex 12,33). Este acontecimiento salvador lo recordará y celebrará el pueblo de generación en generación: en la repetición ritual está la actualización salvífica del mismo acontecimiento, como describe el Deuteronomio, cap. 13-14 y 16: «Guarda el mes de abril y celebra en él la Pascua en honor de Yavé tu Dios, porque fue en el mes de abril cuando Yavé tu Dios te sacó de Egipto» (16,1). «Este día será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yavé de generación en generación» (Ex 12,14). Y cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: «¿Qué significa esto?», le dirás: «Con mano fuerte nos sacó Yavé de Egipto, de la casa de la servidumbre» (Ex 13,14). Acontecimiento y rito, narración y actualización van unidos.

Evoluciones posteriores: si en un principio la celebración pascual era un rito familiar con un cordero pequeño (Ex 12), más tarde pasó a ser una celebración para todo el pueblo congregado de Jerusalén, con gran abundancia de víctimas (Dt 16). La centralización pascual va unida a la conciencia de unidad e identidad nacional religiosa del pueblo. En cambio en la Diáspora se conserva más el carácter familiar, debido a la imposibilidad de asistir a Jerusalén, y el sentido se moraliza, entendiendo en ello un «paso» del vicio a la virtud, del mundo a Dios.

b) La Pascua de Cristo

— Cristo es la verdadera Pascua: es así porque toda su vida es un «paso» o «tránsito» (phase) hacia el Padre, en el que está implicada la humanidad entera. Este carácter pascual permanente está marcado en Cristo por acontecimientos (obras, gestos, milagros, drama personal, rechazo o aceptación...), por palabras (predicación, anuncio y denuncia profética, diálogos y hasta discusiones...), y por ritos (celebración anual de Pascua, participación en la sinagoga y en el templo, imposición de manos y unciones...). Por todo ello la tradición cristiana ha considerado siempre la encarnación y toda la vida de Cristo como comienzo verdadero de la Pascua: «Este es aquel que se encarnó de una Virgen, que fue colgado del madero, que fue sepultado en la tierra, que resucitó de entre los muertos, que fue elevado a lo alto de los cielos» (Homilía de Melitón, 70).

— Pero el momento culminante de la Pascua de Cristo se encuentra en lo que San Juan llama la «hora». Porque es entonces cuando el acontecimiento pascual (pasión-muerte-resurrección) y rito pascual (última cena) llegan a su realización más plena y densa, en una coincidencia con la conmemoración del acontecimiento pascual hebreo (liberación de Egipto) y del rito pascual judío (Pascua en Jerusalén). Los evangelios sinópticos sitúan sobre todo en la última cena el momento del «paso» de la antigua a la nueva Pascua. Jesús instituye la eucaristía como cena pascual de la nueva alianza (cf. Mc 14,12-16; Mt 26,17ss; Lc 22,14-16), como estaría confirmado por los siguientes datos: Jesús se queda en Jerusalén para celebrar el banquete pascual; este banquete lo celebra por la noche, como era costumbre en la cena pascual; el número de comensales (los Doce) y la solemnidad del acto destacan la importancia; Jesús parte el pan en el curso de la cena, lo que es propio de la Pascua, y no al principio como en las comidas usuales; se pronuncia el cántico de alabanza, con el Hallel pascual, propio del momento... Ahora bien, no es lo más importante la coincidencia ritual, sino el acontecimiento y la salvación nueva que estos ritos ya representan, y que no son otros que la nueva Pascua de la pasión, muerte y resurrección del mismo Cristo.

Es sobre todo San Juan quien ve en la muerte de Cristo el cumplimiento de la antigua Pascua. La nueva Pascua nace en el calvario, donde Jesús es inmolado como cordero, precisamente en el momento en que se inmolaban en el templo los corderos pascuales para la cena judía. Esto llevará a Juan a decir que «Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo...» (Jn 1,29). Y Pablo, insistiendo en lo mismo dirá: «Nuestra Pascua o nuestro Cordero pascual es Cristo» (1 Co 5,7). El que al crucificado no se le quebrara ningún hueso, porque así lo prohibían las Escrituras respecto al Cordero pascual (Jn 19,36; cf. Ex 12,46), confirmará el pensamiento de Juan. Por todo ello, Juan ve el origen de la eucaristía como nueva Pascua, no tanto en la última cena, cuanto en la muerte de Jesús en la cruz. Con todo, la visión de los sinópticos y la de Juan se complementan: la una es ya el anuncio profético y la anticipación ritual de un acontecimiento pascual, que sucedía cronológicamente después, pero que salvíficamente está llenando de un nuevo y original contenido el rito.

c) La Pascua de la Iglesia

La Pascua de Cristo, momento culminante de la historia y de su vida, tejida de acontecimiento y rito, pasa a ser la Pascua de la Iglesia, en un nuevo rito: la eucaristía, que necesariamente remite al nuevo acontecimiento de salvación en Cristo. En la eucaristía se dan también: «anámnesis» y «mimesis», memoria histórica y acción ritual. De este modo se cumplen las mismas palabras de Cristo: «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22,19; 1 Co 11,24), y se actualiza para la comunidad creyente el acontecimiento pascual. «La eucaristía es denominada con todo derecho «Pascua», no porque continúa y lleva a cumplimiento el banquete veterotestamentario de la Pascua, sino porque en ella se celebra sacramentalmente todo el misterio de la Pascua: la gran salida de la esclavitud de los pecados a la nueva vida de libertad, en recuerdo (anámnesis) de la muerte y resurrección del Señor, el primogénito de entre los muertos (Col 1,18), y en comunidad de banquete con él. Por eso, la Iglesia nunca ha celebrado su fiesta de Pascua sino con la Pascua eucarística (cf. H. Haag, De la antigua a la nueva Pascua,Salamanca 1980, 155). Así pues, la Pascua de la Iglesia no es otra cosa que la Pascua de Cristo, vivida en el HOY histórico eclesial, sobre todo en la eucaristía, verdadero banquete pascual, que especialmente el domingo y la pascual anual, rememora y actualiza el gran acontecimiento de la Pascua de Cristo. La eucaristía es banquete pascual, porque es representación de la última cena, memorial de la pasión-muerte-resurrección, signo eficaz de liberación y salvación, reconciliación sacrificial en el cordero inmolado, renovación de la alianza nueva y eterna.

2. Celebración: configuración litúrgica

— Como indicábamos, el Triduo Pascual es la misma Pascua de Cristo, celebrada unitaria y sacramentalmente en tres días: el viernes santo: pasión y muerte; el sábado santo: sepultura; y el domingo: resurrección. Los tres días constituyen como las secuencias de un gran día pascual, cuyo centro lo ocupa la Vigilia con la celebración eucarística. Por ello, el jueves santo no pertenece en sí al triduo pascual: es un día intermedio, que hace de culminación de la cuaresma y de apertura de la Pascua. De ahí que no deba ser considerado como el día más importante, ni se le deba destacar desproporcionadamente en relación con otros días.

Su configuración litúrgica nos es conocida hacia el siglo V, y gira en torno a tres misas: una, a la mañana, para la conclusión del ayuno cuaresmal, unida a la reconciliación de los penitentes (tradición romana); otra, al medio día, para consagrar los óleos; y la tercera, en la tarde, para conmemorar la cena del Señor (Sacramentarios romanos). Las fechas en que fueron introduciéndose son aproximadas.

A partir de la Edad Media se produjeron cambios considerables en la celebración: la hora de celebración oscilaba entre tercia y nona, mientras al principio era al atardecer; el lavatorio de los pies (del que ya habla Egeria en el siglo V) cobra especial importancia como celebración aparte, después de la misa; el traslado del Santísimo y el monumento vienen a ser un momento central para el pueblo, sobre todo a partir del s. XIII-XIV, debido a la extensión de la devoción eucarística; el «despojo de los altares», que al principio tiene un sentido práctico, luego se le llenó de dramatismo, en relación con el despojo y abandono de Cristo; más tarde se añadirán otras prácticas de devoción eucarística, como la «hora santa», las visitas a los monumentos, etc.

Actualmente, con la reforma del Vaticano II se ha querido recuperar su carácter festivo, unitario y comunitario. La celebración queda reducida a dos misas: ' la de la mañana o misa crismal, en la catedral; y la de la tarde, o «Missa in Coena Domini» para conmemorar la cena pascual. Se prohiben las misas sin pueblo en este día, así como la comunión fuera de la misa, a no ser para enfermos. La hora de celebración se fija al atardecer... Por lo demás la misa se ha enriquecido de textos, oraciones, prefacio... De este modo se ha recuperado su sentido más originario.

3. Expresión: gestos y símbolos

Los gestos y símbolos del jueves santo expresan el sentido del misterio que se celebra y mueven a la participación.

Los óleos o misa crismal: tienen lugar por la mañana del jueves, como conclusión cuaresmal en perspectiva pascual. Aunque hubiera sido mejor trasladar esta misa a otro día de la semana santa, y haber dejado el jueves por la mañana para la celebración de la reconciliación, la misa crismal encuentra aquí verdadero sentido.

Por una parte, la misa crismal aparece como una celebración sacerdotal por excelencia, no sólo de los ministros ordenados, sino de todo el pueblo de Dios, invitado también a participar. Cristo es el verdadero «ungido», de donde deriva el sentido cristológico de la unción crismal, y por tanto de la consagración de todos los fieles, a quienes por lo mismo se nos llama «cristianos» (cf. Lc 4,18; Heb 11,26...). Además la misa crismal, congregando en torno al obispo al presbiterio, que renueva sus promesas sacerdotales, es una verdadera epifanía del sacerdocio ministerial, de la unidad de la Iglesia, cuerpo de Cristo orgánicamente estructurado que crece por la diversidad de carismas y ministerios.

Por otra parte, la consagración del crisma y bendición de los óleos subraya el carácter sacramental de la Iglesia, que a partir de los sacramentos (bautismo, confirmación, orden, unción de enfermos) actualiza el misterio pascual, se responsabiliza de la misión, crece con nuevos miembros, y se edifica en medio del mundo. Desde la cabeza, por el cuerpo, se difunde al mundo entero el buen olor de Cristo. La entrega de los óleos a los presbíteros párrocos por parte del obispo, expresa esta misión sacramental para la extensión de la Iglesia. El que todo esto suceda dentro de la eucaristía, indica su centralidad en relación con los otros sacramentos.

Pan y vino: ningún día como hoy debe resaltarse el pan y el vino, como elementos de una estructura del signo eucarístico, donde destaca su carácter de banquete pascual. Por eso, hoy debería hacerse una especial presentación de ofrendas de pan y vino (comunión bajo las dos especies), y el pan podría tener más figura de pan. De este modo, se expresa mejor lo propio de la última cena, se manifiesta la grandeza del amor de Dios en la humildad de los signos, se expresa la unidad eclesial. Pues, como dice la Didajé (s. I): «Como este pan partido, esparcido antes por los montes, ha sido recogido y se ha hecho uno, así tu Iglesia sea reunida en tu reino, desde los confines de la tierra».

Lavatorio de los pies: en un principio, este gesto fue interpretado como un gesto de iniciación - purificación bautismal. Por eso se repetía durante la Vigilia Pascual. Pero al difundirse en Europa la liturgia romana (s. VII-VIII), se comienza a realizar este rito en los monasterios, lavando los pies a los pobres, como signo de humildad y fraternidad. El concilio XVII de Toledo (a. 694) determinaba que todo obispo y sacerdote realizara este rito el jueves santo con sus dependientes, imitando el ejemplo de Cristo. Mientras el Misal de Pío V (1570) prevé el lavatorio después de la misa, la reforma actual (1970) lo coloca después de la homilía. En verdad, lo importante es la elocuencia y el sentido profético que el gesto comporta, conmemorando la actitud y el ejemplo de Cristo. «Lavar los pies», es la expresión de una actitud radical de servicio y amor, de igualdad y fraternidad, que debe manifestarse en toda la vida del cristiano. Con este gesto, Jesús muestra su amor hasta el extremo (Jn 13,1 ss; 15, 13) y ejemplifica el amor que quiere de sus amigos.

Reserva de la eucaristía-monumento: la reserva del pan eucarístico está destinada sobre todo al servicio de los enfermos (comunión) o de los moribundos (viático) o de aquellos que no han podido participar en la eucaristía. Pero la reserva de este día (que se extiende entre el s. XIII - XIV como expresión de la devoción eucarística) tiene también otros sentidos, como son: la admiración, contemplación y adoración del misterio de la eucaristía, como misterio de entrega y amor; la significación de la originalidad de una despedida que es al mismo tiempo permanencia, de una marcha que implica un nuevo quedarse con los amigos. Tal vez ningún día como hoy aparece con tanta claridad que, si el amor de Cristo permanece, la eucaristía no puede ser otra cosa que el «sacramento permanente» (sacramentum permanens). Una permanencia que, sin embargo, señala e invita a la apertura y esperanza, ya que es también prenda y anticipo del banquete escatológico del Reino: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva» (1 Co 11,26).

El despojo de los altares: este rito, cuyo origen puede situarse hacia el s. VII, quiere expresar el despojo y expolio de Cristo que, apresado, es abandonado por los suyos. A partir de este momento los signos de alegría desaparecen (gloria), las campanas enmudecen, y el corazón de la comunidad creyente guarda un silencio emocionado participando en el «drama de Jesús».

4. Vida: misterio

El jueves santo, sobre todo en la celebración de la «Missa in coena Domini» y en los ritos que la acompañan, condensa de algún modo el misterio total de la Pascua. Estos son los aspectos más destacables:

De Pascua en Pascua:
La eucaristía aparece hoy más cerca que nunca corno el verdadero banquete pascual en el que se concentran simbólicamente la pascua hebrea (liberación de Egipto), la Pascua judía (celebración memorial judía con el rito de la cena pascual), la Pascua de Cristo (inmolación en la cruz y paso al Padre), la Pascua de la Iglesia (celebración memorial cristiana, semanal y anual de la Pascua de Cristo). El centro referente y de sentido de esta pluralidad pascual es la Pascua de Cristo: toda pascua anterior está a ella orientada, y toda pascua posterior está por ella vivificada. Pero la presencia y actualización pascual es la eucaristía: ella es el memorial por excelencia de la Pascua.

Amor sin límites:

El amor verdadero no puede medirse. Se siente, se expresa en palabras y obras, se hace entrega, autodonación, comunicación y comunión, sacrificio y muerte... El jueves santo expresa de múltiples maneras el amor sin límites de Cristo. Cristo ama y se hace amar en la reunión que ardientemente ha deseado, en el gesto de lavar los pies, en la radical voluntad de servicio (vosotros no sois siervos), en la declaración de amistad (vosotros sois mis amigos), en la fracción del pan y en el pasar la copa (cuerpo y sangre derramada por vosotros), en la disposición a asumir su misión y a perdonar (uno de vosotros me va a entregar), en la despedida emocionada y en la humilde permanencia... «Amar hasta el fin significa, pues, para Cristo, amar mediante la muerte y más allá de la barrera de la muerte. Amar hasta los extremos de la eucaristía. Antes aún de darse a sí mismo en la cruz, como Cordero que quita el pecado del mundo, se ha repartido a sí mismo como comida y bebida; Cristo se prepara a irse a través de la muerte, y a través de la muerte se prepara a permanecer» (Juan Pablo II).

Fraternidad eucarística:

La última cena y, por tanto, la «Missa in coena Domini» tiene una cualidad profética muy elocuente, por cuanto conmemora y actualiza la radicalidad del amor hecho servicio hasta la muerte de cruz. En ella se ven contestadas todas las falsificaciones del amor, todos los poderes que, lejos de servir, se sirven de los demás, todas las divisiones que lesionan la fraternidad humana y cristiana... Pero en ella también se anuncia y renueva el ideal del amor cumplido (Agapa), la verdad gozosa del servicio humilde (Diakonía), la nueva comunión de la fraternidad reconciliada (koinonía). Sólo desde la conversión del corazón a la pobreza y grandeza del evangelio, es posible vivir la pobreza y grandeza del amor. Sólo desde la participación sincera en el banquete pascual, es posible vivir la fraternidad cristiana. En la «pascualidad» de la eucaristía está la exigencia de su eclesialidad. Y en la eclesialidad está implicada la fraternidad.


FUENTE: LITURGIA, Borobio Dionisio
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor enrique4 » Lun Nov 25, 2013 3:56 pm

Del capítulo 6 del libro de “Jesús de Nazaret”, (Desde la entrada de Jerusalén hasta la Resurrección), de S.S. Emérito Benedicto XVI:

6. GETSEMANÍ
1. EN CAMINO HACIA EL MONTE DE LOS OLIVOS
«Cantados los himnos, salieron para el Monte de los Olivos». Mateo y Marcos concluyen con estas palabras su narración de la Última Cena (Mt 26,30; Mc 14,26). La última comida de Jesús —fuera cena pascual o no— es sobre todo un acontecimiento cultual. En su centro está la oración de acción de gracias y de bendición, y desemboca al final de nuevo en la oración. Jesús sale con los suyos para orar en la noche, que recuerda aquella noche en la que mataron a los primogénitos de Egipto, e Israel fue salvado por la sangre del cordero (cf. Ex 12), la noche en la que Él debe asumir el destino del cordero.
Se supone que Jesús, en el contexto de la Pascua que había celebrado a su propio modo, haya cantado quizás algunos Salmos del Hallel (113-118 y 136),en los cuales se da gracias a Dios por la liberación de Israel de Egipto, pero en los que se habla también de la piedra que desecharon los constructores, convertida ahora prodigiosamente en piedra angular. En estos Salmos la historia pasada se convierte siempre en momento presente.
La acción de gracias por la liberación es al mismo tiempo un grito de socorro en medio de las pruebas y las amenazas siempre nuevas; y, en las palabras sobre la piedra descartada, se hacen presentes tanto la oscuridad como la promesa de aquella noche.
Jesús recita con sus discípulos los Salmos de Israel: éste es un dato fundamental para comprender, por una parte, la figura de Jesús, pero, por otra, también los Salmos mismos, que en cierto aspecto adquieren en Él un nuevo sujeto, un nuevo modo de presencia y a la vez una expansión más allá de Israel hacia la universalidad.
Veremos que con esto surge también una nueva visión de la figura de David: en el Salterio canónico se considera a David como el autor principal de los Salmos. Aparece así como quien guía e inspira la oración de Israel, quien resume todos sus sufrimientos y esperanzas, los lleva consigo y los transforma en oración. Por eso, Israel puede rezar continuamente con él y expresarse en los Salmos, de los que siempre recibe también nuevas esperanzas en cualquier oscuridad. En la Iglesia naciente, Jesús fue considerado muy pronto como el nuevo, el auténtico David, y por eso, sin rupturas pero de modo nuevo, los Salmos podían ser recitados como una oración en comunión con Jesucristo. Agustín ha explicado perfectamente este modo cristiano de orar con los Salmos —un modo desarrollado muy tempranamente— diciendo que, en los Salmos, es siempre Cristo quien habla, a veces como Cabeza, a veces como Cuerpo (cf. p. ej. En. in Ps., 60,1s; 61,4; 85,1.5). Pero por El, Jesucristo, nosotros somos ahora un único sujeto y podemos por tanto, junto con Él, hablar realmente con Dios.
Este proceso de asumir y trasponer que comienza cuando Jesús recita los Salmos caracteriza la unidad de ambos Testamentos, tal como Él nos la enseña. Jesús oró en perfecta comunión con Israel y, sin embargo, Él mismo es Israel de un modo nuevo: la antigua Pascua aparece ahora como el anticipo de un gran boceto. La nueva Pascua, sin embargo, es Jesús mismo, y la verdadera «liberación» se realiza ahora mediante su amor que abarca a toda la humanidad.
Esta compenetración entre fidelidad y novedad, que hemos podido ver en la figura de Jesús a lo largo de todos los capítulos de este libro, se manifiesta también en otro detalle del relato del Monte de los Olivos. En otras noches Jesús se había retirado a Betania. En ésta, que celebra como su noche de Pascua, sigue la prescripción de no salir del territorio de la ciudad de Jerusalén, cuyos confines habían sido ampliados para aquella ocasión con el fin de dar la posibilidad a todos los peregrinos de ser fieles a esta ley. Jesús observa la norma, y precisamente por eso va conscientemente al encuentro del traidor y de la hora de la Pasión.
Si en este momento miramos retrospectivamente el camino de Jesús en su conjunto, podemos comprobar también aquí el mismo trenzado entre fidelidad y novedad total: Jesús es «observante». Celebra con los demás las fiestas judías. Ora en el templo. Se atiene a Moisés y los Profetas. Pero, al mismo tiempo, todo se hace nuevo: desde su explicación del sábado (cf. Mc 2,27; a este respecto, cf. también la primera parte, pp. 136-144), pasando por las prescripciones sobre pureza ritual (cf. Mc 7) y la nueva interpretación del Decálogo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5,17-48), hasta la purificación del templo (cf. Mt 21,12s par.), que anticipa el fin del templo de piedra y anuncia el nuevo templo, la nueva adoración «en espíritu y en verdad» (jn 4,24). Hemos visto cómo todo esto está en profunda continuidad con la voluntad originaria de Dios, a la vez que supone un cambio decisivo en la historia de las religiones, que se hace realidad en la cruz. Precisamente esta intervención —la purificación del templo— ha contribuido decisivamente a su condena a muerte en la cruz, y justamente así se ha cumplido su profecía, ha comenzado el culto nuevo.
«Fueron a una finca, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras voy a orar"» (Mc 14,32). A este respecto, Gerhard Kroll observa: «En los tiempos de Jesús, en este terreno en la ladera del Monte de los Olivos había una finca con una almazara en la que se prensaban las aceitunas... ésta daba a la finca el nombre de Getsemaní... Muy cerca de allí había una gran cueva natural, que podía ofrecer a Jesús y sus discípulos un alojamiento seguro, aunque no precisamente cómodo para la noche» (p. 404). Ya a finales del siglo IV, la peregrina Eteria encontró aquí una «iglesia magnífica», que en los tiempos turbulentos que sobrevinieron después quedó en estado ruinoso, pero que fue redescubierta en el siglo XX por los franciscanos. «La iglesia actual de la agonía de Jesús, completada en 1924, abarca de nuevo, además del espacio de la "ecclesia elegans" [la iglesia de la peregrina Eteria], la roca sobre la que, según la tradición... oró Jesús» (Kroll, p. 410).
Éste es uno de los lugares más venerados del cristianismo. Ciertamente, los árboles no se remontan a la época de Jesús; durante el asedio de Jerusalén, Tito hizo talar todos los árboles en los vastos alrededores de la ciudad. El Monte de los Olivos, sin embargo, es el mismo de entonces. Quien se detiene en él, se encuentra aquí ante un dramático punto culminante del misterio de nuestro Redentor: Jesús ha experimentado aquí la última soledad, toda la tribulación del ser hombre. Aquí, el abismo del pecado y del mal le ha llegado hasta el fondo del alma. Aquí se estremeció ante la muerte inminente. Aquí le besó el traidor. Aquí todos los discípulos lo abandonaron. Aquí Él ha luchado también por mí.
San Juan recoge todas estas experiencias y da una interpretación teológica del lugar, diciendo: Fueron «al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto» (18,1). La misma palabra clave retorna de nuevo al final del relato de la Pasión: «Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía» (19,41). Es evidente que con la palabra «huerto» Juan alude a la narración del Paraíso y del pecado original. Nos quiere decir que aquí se retoma aquella historia. En aquel huerto, en el «jardín» del Edén, se produce una traición, pero el huerto es también el lugar de la resurrección. En efecto, en el huerto Jesús ha aceptado hasta el fondo la voluntad del Padre, la ha hecho suya, y así ha dado un vuelco a la historia.
Después de la oración habitual de los Salmos, todavía en camino hacia el lugar del reposo, Jesús hace tres profecías.
Se aplica a sí mismo la profecía de Zacarías, cuando dijo que se heriría al «pastor» —que sería asesinado— y que, consiguientemente, se dispersarían las ovejas (cf. Za 13,7; Mt 26,31). Zacarías había aludido en una misteriosa visión a un Mesías que sufre la muerte y, por tanto, a una nueva dispersión de Israel. Sólo esperaba la salvación de Dios a través de estas tribulaciones extremas. Jesús da una forma concreta a esta visión, en sí misma sombría y dirigida hacia un futuro desconocido: sí, se hiere al pastor. Jesús mismo es el Pastor de Israel, Pastor de la humanidad. Y toma sobre sí la injusticia, la carga destructiva de la culpa. Se deja golpear. Se pone de parte de los vencidos de la historia. Ahora, en esta hora, eso significa también que la comunidad de los discípulos se dispersa, que esta nueva familia incipiente de Dios se disgrega antes incluso de haber comenzado a establecerse verdaderamente. «El pastor da la vida por las ovejas» Un 10,11). Estas palabras de Jesús, basándose en Zacarías, aparecen bajo una nueva luz: ha llegado el momento en que se cumplen. Sin embargo, a la profecía de adversidad sigue inmediatamente la promesa de salvación: «Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea» (Mc 14,28). «Ir delante» es una expresión típica en el lenguaje de los pastores. Jesús, pasando a través de la muerte, vivirá de nuevo. Como el Resucitado, es plenamente ese Pastor que en la travesía de la muerte guía por el camino de la vida. Ambas dimensiones forman parte del Buen Pastor: dar la propia vida e ir por delante. Más aún, el dar la vida es ya un preceder. Él guía precisamente por este dar la vida. Justamente mediante este «dar», Él abre la puerta hacia la inmensidad de la realidad. A través de la dispersión se produce la reunión definitiva de las ovejas. Al comienzo de la noche en el Monte de los Olivos aparece la palabra sombría del golpear y del dispersar, pero también la promesa de que precisamente así Jesús se manifestará como el verdadero Pastor, reunirá a los dispersos y los guiará hacia Dios, introduciéndolos en la vida.
La tercera profecía es una ulterior modificación de las conversaciones con Pedro en la Última Cena. Pedro no se fija en la profecía de la resurrección. Percibe sólo el anuncio de muerte y dispersión, y esto le ofrece la oportunidad de ostentar su valor inquebrantable y su fidelidad radical a Jesús. Al ser contrario a la cruz, no puede entender la palabra resurrección y quisiera —como ya en Cesarea de Felipe— el éxito sin la cruz. Él confía en sus propias fuerzas. ¿Quién puede negar que su actitud refleja la tentación constante de los cristianos, e incluso también de la Iglesia, de llegar al éxito sin la cruz? Por eso se le ha de anunciar su debilidad, su triple negación. Nadie es por sí mismo tan fuerte como para recorrer hasta el final el camino de la salvación. Todos han pecado, todos necesitan la misericordia del Señor, el amor del Crucificado (cf. Rm 3,23s).

2. LA ORACIÓN DEL SEÑOR
De la oración en el Huerto de los Olivos, que viene a continuación, tenemos cinco relatos: en primer lugar los tres de los Evangelios sinópticos (cf. Mt 26,36-46; Mc 14,32-42; Lc 22,39-46); a los que se han de añadir un breve texto en el Evangelio de Juan, pero que el autor ha colocado en el conjunto de las palabras pronunciadas el «Domingo de Ramos» (cf. 12,27s); y, finalmente, un texto de la Carta a los Hebreos, basado en una tradición particular (cf. Hb 5,7ss). Tratemos ahora de acercarnos en lo posible al misterio de aquella hora de Jesús atendiendo al conjunto de los textos. Después del rezo ritual en común de los Salmos, Jesús oraba solo, como había hecho antes tantas otras noches. Pero deja cerca al grupo de los tres, conocido también en otras ocasiones, y particularmente en el relato de la Transfiguración: Pedro, Santiago y Juan. Así, aunque vencidos continuamente por el sueño, éstos se convierten en testigos de su lucha nocturna. Marcos nos dice que Jesús comenzó a «entristecerse y angustiarse». El Señor dice a sus discípulos: «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo» (14,33s). El llamamiento a la vigilancia había sido ya un tema central en el anuncio en Jerusalén, y ahora aparece con una urgencia muy inmediata. Pero aunque se refiere a aquella hora precisa, este llamamiento apunta anticipadamente a la historia futura del cristianismo. La somnolencia de los discípulos sigue siendo a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal. Esta somnolencia es un embotamiento del alma, que no se deja inquietar por el poder del mal en el mundo, por toda la injusticia y el sufrimiento que devastan la tierra. Es una insensibilidad que prefiere ignorar todo eso; se tranquiliza pensando que, en el fondo, no es tan grave, para poder permanecer así en la autocomplacencia de la propia existencia satisfecha. Pero esta falta de sensibilidad de las almas, esta falta de vigilancia, tanto por lo que se refiere a la cercanía de Dios como al poder amenazador del mal, otorga un poder en el mundo al maligno. Ante los discípulos adormecidos y no dispuestos a inquietarse, el Señor dice de sí mismo: «Me muero de tristeza». Estas son palabras del Salmo 43,5, en las que resuenan también expresiones de otros salmos.
También en su pasión —tanto en el Monte de los Olivos como en la cruz— Jesús habla de sí mismo a Dios Padre usando las palabras de los Salmos. Pero estas palabras tomadas de los Salmos se han hecho del todo personales, palabras absolutamente propias de Jesús en su tribulación; en efecto, Él es en realidad el verdadero orante de estos Salmos, su auténtico sujeto. La plegaria totalmente personal y el rezar con las palabras de invocación del Israel creyente y afligido son aquí una misma cosa. Después de esta exhortación a la vigilancia Jesús se aleja un poco. Comienza propiamente la verdadera oración del Monte de los Olivos. Mateo y Marcos nos dicen que Jesús cayó rostro en tierra: la postura de oración que expresa la extrema sumisión a la voluntad de Dios, el abandono más radical a Él; una postura que la liturgia occidental incluye aún en el Viernes Santo y en la profesión monástica, así como en la Ordenación de diáconos, presbíteros y obispos.
Sin embargo, Lucas dice que Jesús oró de rodillas. Introduce así, basándose en la postura de oración, esta lucha nocturna de Jesús en el contexto de la historia de la oración cristiana: mientras le lapidaban, Esteban dobla las rodillas y ora (cf. Hch 7,60); Pedro se arrodilla antes de resucitar a Tabita de la muerte (cf. Hch 9,40); se arrodilla Pablo cuando se despide de los presbíteros de Leso (cf. Hch 20,36), y también en otra ocasión, cuando los discípulos le dicen que no suba a Jerusalén (cf. Hch 21,5). Alois Stöger dice al respecto: «Todos éstos, de cara a la muerte, rezan de rodillas; el martirio sólo puede ser superado por la oración. Jesús es el modelo de los mártires» (Das Evangelium nach Lukas, p. 247). Sigue después la oración propiamente dicha, en la que aparece todo el drama de nuestra redención. Marcos dice primero de modo sucinto que Jesús oró para que, «si era posible, se alejase de él aquella hora» (14,35). Después refiere la frase esencial de la oración de Jesús de la siguiente manera: «¡Abbá! (Padre): Tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres» (14,36). En esta plegaria de Jesús podemos distinguir tres elementos. En primer lugar la experiencia primordial del miedo, el estremecimiento ante el poder de la muerte, el pavor frente al abismo de la nada, que le hace temblar e incluso, según Lucas, le hace sudar como gotas de sangre (cf. 22,44). En Juan (cf. 12,27), este estremecimiento se expresa, como en los Sinópticos, en referencia al Salmo 43,5, pero con una palabra que destaca de manera especialmente clara la dimensión abismal de temor de Jesús: tetáraktai, que es la misma palabra, tarássein, usada por Juan para describir la profunda turbación de Jesús ante la tumba de Lázaro (cf. 11,33), así como su conmoción interior al referirse a la traición de Judas en el Cenáculo (cf. 13,21). Juan expresa sin duda con ello la angustia primordial de la criatura frente a la cercanía de la muerte, pero hay todavía algo más: el estremecimiento particular de quien es la Vida misma ante el abismo de todo el poder de destrucción, del mal, de lo que se opone a Dios, y que ahora se abate directamente sobre Él, que ahora debe tomar de modo inmediato sobre sí, más aún, lo debe acoger dentro de sí hasta el punto de llegar a ser él mismo «hecho pecado» (cf. 2 Co 5,21). Precisamente porque es el Hijo, ve con extrema claridad toda la marea sucia del mal, todo el poder de la mentira y la soberbia, toda la astucia y la atrocidad del mal, que se enmascara de vida pero que está continuamente al servicio de la destrucción del ser, de la desfiguración y la aniquilación de la vida. Precisamente porque es el Hijo, siente profundamente el horror, toda la suciedad y la perfidia que debe beber en aquel «cáliz» destinado a Él: todo el poder del pecado y de la muerte. Todo esto lo debe acoger dentro de sí, para que en Él quede superado y privado de poder.
Bultmann dice con razón: Jesús es aquí «no sólo el prototipo en el que se hace visible de manera ejemplar la actitud que se requiere del hombre..., sino que Él es también y sobre todo el Revelador, cuya decisión es la única que hace posible la opción humana por Dios en una hora como ésta» (p. 328). La angustia de Jesús es algo mucho más radical que la angustia que asalta a cada hombre ante la muerte: es el choque frontal entre la luz y las tinieblas, entre la vida y la muerte, el verdadero drama de la decisión que caracteriza a la historia humana. En este sentido podemos aplicarnos a nosotros mismos, como hace Pascal, de manera totalmente personal, el acontecimiento del Monte de los Olivos: también mi pecado estaba en aquel cáliz pavoroso. Pascal oye al Señor en agonía en el Monte delos Olivos que le dice: «Aquellas gotas de sangre, las he derramado por ti» (cf. Pensées, VII, 553). Las dos partes de la oración de Jesús aparecen como una contraposición entre dos voluntades: una es la «voluntad natural» del hombre Jesús, que se resiste ante el aspecto monstruoso y destructivo de aquello a lo que se enfrenta, y quisiera pedir que el «cáliz se aleje de él»; la otra es la «voluntad del Hijo» que se abandona totalmente a la voluntad del Padre. Si queremos tratar de entender en lo posible este misterio de las «dos voluntades», es útil volver la mirada una vez más a la versión de Juan de aquella oración. También en Juan encontramos las dos peticiones de Jesús: «Padre, líbrame de esta hora»; «Padre, glorifica tu nombre» (12,27s). En el fondo, la articulación entre las dos peticiones no es diferente en Juan de la que se ve en los Sinópticos. La aflicción del alma humana de Jesús («Mi alma está agitada», que Bultmann traduce como «tengo miedo», p. 327) impulsa a Jesús a pedir ser salvado de aquella hora. Pero la conciencia de su misión, de que Él ha venido precisamente para esa hora, le hace pronunciar la segunda petición, la petición de que Dios glorifique su nombre: justamente la cruz, la aceptación de algo terrible, el entrar en la ignominia del exterminio de la propia dignidad, en la ignominia de una muerte infamante, se convierte en la glorificación del nombre de Dios. En efecto, Dios hace ver claramente así precisamente lo que es: el Dios que, en el abismo de su amor, en la entrega de sí mismo, opone a todos los poderes del mal el verdadero poder del bien. Jesús pronunció las dos peticiones, pero la primera, la de ser «librado» se funde con la segunda, en la que ruega por la glorificación de Dios en la realización de su voluntad; así, el conflicto en lo más íntimo de la existencia humana de Jesús se recompone en la unidad.

3. LA VOLUNTAD DE JESÚS Y LA VOLUNTAD DEL PADRE
Pero ¿qué significa esto? ¿Qué significa «mi» voluntad contrapuesta a «tu» voluntad? ¿Quiénes son los que se confrontan? ¿El Padre y el Hijo o el hombre Jesús y Dios, el Dios trinitario? En ningún otro lugar de las Escrituras podemos asomarnos tan profundamente al misterio interior de Jesús como en la oración del Monte de los Olivos. Por eso no es una casualidad que la búsqueda apasionada de la Iglesia antigua para comprender la figura de Jesucristo haya encontrado su forma conclusiva en la meditación creyente de esta oración. En este punto quizás sea necesario echar una rápida mirada a la cristología de la Iglesia antigua, para entender su idea del entramado entre la voluntad divina y humana en la figura de Jesucristo. El Concilio de Nicea (325) había aclarado el concepto cristiano de Dios. Las tres personas —Padre, Hijo y Espíritu Santo— son uno en la única «substancia» de Dios. Más de cien años después, el Concilio de Calcedonia (451) trató de entender conceptualmente la unión de la divinidad y la humanidad en Jesucristo con la fórmula de que, en Él, la única Persona del Hijo de Dios lleva consigo y comprende las dos naturalezas —la humana y la divina— «sin confusión ni división».
Se preserva de este modo la diferencia infinita entre Dios y hombre: la humanidad permanece humanidad y la divinidad sigue siendo divinidad. La humanidad en Jesús no queda absorbida o reducida por la divinidad. Existe por completo como tal y, sin embargo, está sostenida por la Persona divina del Logos. Al mismo tiempo, en la diversidad no anulada de las naturalezas, con la palabra «única Persona» se expresa la unidad radical en la que Dios, en Cristo, ha entrado con el hombre. Esta fórmula —dos naturalezas, una única Persona— fue acuñada por el papa León Magno con una intuición que iba mucho más allá de aquel momento histórico, y que inmediatamente encontró el asentimiento entusiasta de los padres conciliares.
Pero se trataba de una anticipación: su significado concreto no había sido todavía sondeado a fondo. ¿Qué quiere decir «naturaleza? Pero, sobre todo: ¿Qué significa «persona»? Como esto no se había aclarado en modo alguno, muchos obispos decían después de Calcedonia que preferían pensar como pescadores y no como Aristóteles; la fórmula seguía siendo oscura. Ésta es la razón por la que la recepción de Calcedonia ha avanzado de un modo muy complicado y entre enconadas discusiones. Finalmente ha quedado la división: sólo las Iglesias de Roma y Bizancio han aceptado definitivamente el Concilio y su fórmula. Alejandría (Egipto) ha preferido mantener la fórmula de «una naturaleza divinizada» (monofisismo); en Oriente, Siria permaneció escéptica ante el concepto de «una única persona», en cuanto parecía comprometer precisamente la humanidad real de Jesús (nestorianismo). Pero más que los conceptos, influían ciertos tipos de devoción, que se oponían entre sí y hacían crecer el contraste con el ímpetu propio de los sentimientos religiosos, haciéndolo así insoluble.
El Concilio ecuménico de Calcedonia sigue siendo para la Iglesia de todos los tiempos la indicación vinculante de la vía que introduce en el misterio de Jesucristo. Pero debe ser adquirida de nuevo en el contexto de nuestro pensamiento, en el que los conceptos de naturaleza y persona han asumido un significado distinto del que tenían entonces. Este esfuerzo por adquirirlo de nuevo debe ir acompañado por el diálogo ecuménico con las Iglesias pre-calcedonenses, para reencontrar la unidad perdida precisamente en el centro de la fe, en la confesión del Dios hecho hombre en Jesucristo.
En la gran lucha que se desarrolló después de Calcedonia, especialmente en el ambiente bizantino, se trataba esencialmente de la siguiente cuestión: si en Jesús hay una sola persona divina que comprende las dos naturalezas, ¿cómo quedan las cosas respecto a la naturaleza humana? ¿Puede subsistir ésta como tal, en su particularidad y su esencia propia, si está sostenida por la persona divina? ¿No debe acaso ser absorbida necesariamente por lo divino, al menos en su componente superior, la voluntad? Y así, la última de las grandes herejías cristológicas se llama «monotelismo». Dada la unidad de la persona —afirma— sólo puede existir una única voluntad: una persona con dos voluntades sería esquizofrénica; la persona, en última instancia, se manifiesta en la voluntad, y si hay una sola persona, no puede haber más que una sola voluntad. Pero contra esto surge la pregunta: ¿Qué hombre es el que no tiene su propia voluntad humana? Un hombre sin voluntad, ¿es verdaderamente hombre? ¿Se ha hecho Dios verdaderamente hombre en Jesús si este hombre resulta que no tenía una voluntad?
El gran teólogo bizantino Máximo el Confesor (t 662) ha elaborado la respuesta a esta pregunta en su esfuerzo por comprender la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. Máximo es ante todo y sobre todo un decidido adversario del monotelismo: la naturaleza humana de Jesús no queda amputada por su unidad con el Logos, sino que permanece completa. Y la voluntad es parte de la naturaleza humana. Esta incontestable dualidad dela voluntad humana y divina en Jesús no debe, sin embargo, llevar a la esquizofrenia de una doble personalidad.
Por tanto, se ha de ver naturaleza y persona cada una en su propio modo de ser. Esto significa que hay en Jesús la «voluntad natural» propia de la naturaleza humana, pero hay una sola «voluntad de la persona», que acoge en sí la «voluntad natural». Y esto es posible sin destruir el elemento esencialmente humano, porque, partiendo de la creación, la voluntad humana está orientada a la divina. Al asumir la voluntad divina, la voluntad humana alcanza su cumplimiento, y no su destrucción. Máximo dice a este propósito que la voluntad humana, según la creación, tiende a la sinergia (a la cooperación) con la voluntad de Dios, pero, a causa del pecado, la sinergia se ha convertido en contraposición. El hombre, cuya voluntad se cumple en la adhesión a la voluntad de Dios, siente ahora comprometida su libertad por la voluntad de Dios. No ve en el «sí» a la voluntad de Dios la posibilidad de ser plenamente él mismo, sino la amenaza a su libertad, contra la cual opone resistencia.
El drama del Monte de los Olivos consiste en que Jesús restaura la voluntad natural del hombre de la oposición a la sinergia, y restablece así al hombre en su grandeza. En la voluntad natural humana de Jesús está, por decirlo así, toda la resistencia de la naturaleza humana contra Dios. La obstinación de todos nosotros, toda la oposición contra Dios está presente, y Jesús, luchando, arrastra a la naturaleza recalcitrante hacia su verdadera esencia.
Christoph Schönborn dice que «la transición de la oposición a la comunión de ambas voluntades pasa por la cruz de la obediencia. En la agonía de Getsemaní se cumple este paso» (El icono de Cristo, p. 114). Así, la petición: «No se haga mi voluntad sino la tuya» (Le 22,42), es realmente una oración del Hijo al Padre, en la que la voluntad natural humana ha sido llevada por entero dentro del Yo del Hijo, cuya esencia se expresa precisamente en el «no yo, sino tú», en el abandono total del Yo al Tú de Dios Padre. Pero este «Yo» ha acogido en sí la oposición de la humanidad y la ha transformado, de modo que, ahora, todos nosotros estamos presentes en la obediencia del Hijo, hemos sido incluidos dentro de la condición de hijos.
Con esto llegamos a un último punto de esta oración, la verdadera clave para comprenderla, al apelativo «Abbá, Padre» (Mc 14,36). Joachim Jeremías escribió en 1966 un libro importante sobre esta palabra de la oración de Jesús, un libro del que quisiera citar dos ideas esenciales: «Mientras que en la literatura judía de la plegaria no hay prueba alguna del apelativo Abbá dirigido a Dios, Jesús (exceptuada la exclamación en la cruz, Mc 15,34 par.) lo ha llamado siempre así. Por tanto, estamos ante un signo absolutamente evidente de la ipsissima vox Jesu» (Abbá, p. 59). Jeremías demuestra además que esta palabra, Abbá, pertenece al lenguaje de los niños. Es la forma con la que el niño se dirige a su padre en familia. «Para la sensibilidad judía habría sido irreverente, y por tanto impensable, dirigirse a Dios con esta expresión familiar. Era algo nuevo e inaudito que Jesús osara dar este paso. Él hablaba con Dios como un niño habla con su padre... El Abbá usado por Jesús para dirigirse a Dios revela la íntima esencia de su relación con Dios» (p. 63). Por tanto, es del todo absurdo que algunos teólogos sostengan que, en la oración en el Monte de los Olivos, el hombre Jesús haya invocado al Dios trinitario. No, precisamente aquí habla el Hijo, que ha tomado sobre sí toda voluntad humana y la ha transformado en voluntad del Hijo.
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Nov 26, 2013 11:55 am


Bendita Comida Celestial


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... en la celebración de la Semana Santa, tenemos la oportunidad de celebrar el Jueves Santo, que nos recuerda el gran amor de Dios por la humanidad, al dejarnos Jesús a través de la Iglesia y a través de los Sacerdotes, su Presencia real en la Eucaristía.

Cada vez que tenemos la oportunidad de asistir a una Eucaristía, y más cuando lo hacemos con fervor, con cariño, con respeto, escuchamos la Palabra de Dios y también en el momento culmen de la Eucaristía, el momento en que el Sacerdote en presencia de Cristo dice las palabras "Consagratorias" "Envía Señor tu Espíritu sobre este pan y este vino para que se nos conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo Nuestro Señor".

Que milagro mas grande, el de Jesús en la Eucaristía, y cuantas veces desperdiciado por tantos al preferir muchas cosas del mundo sin tener la consciencia profunda en nosotros de lo que perdemos, al no acercarnos al "Pan de la Vida" al misterio de Dios hecho Hostia.

Pan transformado en el Cuerpo de Cristo, Vino transformado en la Sangre del Señor.
Así lo decimos en un bello canto y así lo podemos hacer vibrar en el interior de nosotros mismos al tener hambre y sed de Aquel que es el alimento por excelencia, Aquel que nos nutre más que el mismo pan de los ángeles, "El Cuerpo y la Sangre de Jesús".

Tantas veces he sido testigo del Milagro profundo y bello de Jesús en la Eucaristía, donde Jesús nos dice, acércate a Mi quiero compartir contigo este gran momento de amor, porque: “El que Come mi Carne y Bebe mi Sangre" permanece en Mi y Yo en el.

Jesús nos invita hoy, mañana y siempre a recibirlo en este hermoso Milagro de la Eucaristía, podemos vivirlo con más gusto, alegría, amor, preparándonos a ella, teniendo presentes a todos los seres humanos, a los más pequeños e indefensos, a los más ancianos y a todos los que de alguna manera necesitan alguien que pida por ellos, luego entonces nosotros tenemos la oportunidad de alabar a Jesús-Hostia, por ellos a través de nuestras bocas, nuestras manos, nuestras actitudes. la Eucaristía siendo la cena bendita con el Amado, es momento especial para decirle cuanto le agradecemos Su Presencia entre nosotros, cuanto Lo necesitamos y cuanto queremos seguirlo teniendo con nosotros, en nosotros y que El viva a través de nosotros.

Este Jueves Santo que conmemoramos el día en que Jesús Instituyo la Sagrada Eucaristía, agradezcámosle, alabémoslo, bendigámoslo, porque nuestra vida se ha visto engrandecida, enriquecida por Su Presencia en nosotros cada vez que lo hemos recibido.

Gracias Jesús por hacerte real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Gracias Padre por la Institución del Sacerdocio, Tu, siendo El Sumo Sacerdote por excelencia has querido compartir con hombres sencillos, limitados tu Sacerdocio, para así darte a todos. Gracias por cada uno de los Sacerdotes que te han hecho presente en nuestras vidas y gracias por cuantos como Sacerdotes te hemos hecho presente en tantos santos altares, llevándote como Alimento Bendito y Celestial a muchas almas, hambrientas de Ti.

Gracias Jesús por quedarte también en todos los Sagrarios y porque cuantas veces lo necesitamos, podemos ir y visitarte y tener una muy especial comunicación y oración contigo, por nosotros, por nuestras queridas familias, por el mundo entero.

Gracias porque te podemos llevar a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Ellos también hoy a través de nosotros te bendicen una y mil veces, ahora Jesús Bendito te pido "danos siempre hambre y sed de Ti", que sepamos amar, respetar y adorar tu presencia real en el Santísimo Sacramento del Altar. Que siempre te amemos y te hagamos amar.

Que Dios nos bendiga a todos, vivamos el Jueves Santo en gratitud por la Institución de la Sagrada Eucaristía y la Institución del Sacerdocio.

¡Alabado sea Jesucristo... por siempre sea Alabado!

Fuente: "Ora et Labora". http://padreeugeniogsosb.galeon.com/pro ... 80113.html
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor Sergio Arturo » Mar Nov 26, 2013 9:15 pm

Noche de Jueves Santo: La oración de Jesús en Getsemaní

La agonía de Jesús en Getsemaní es una narración llena de vida y de energía. "Agonía" significa lucha y combate. Cada evangelista nos ha transmitido detalles propios que enriquecen la contemplación de la escena. Son cuatro retratos diferentes de un mismo personaje: Jesús que sufre y que ora.

Jesús oró muchas veces en su vida; pero ahora su oración reviste un carácter único y trascendental de combate y de lucha: se trata de aceptar el sacrificio de su propia vida, a pesar del dolor que eso implica. Jesús no quiere estar solo. Quiere testigos, pero desea una compañía reducida, más íntima que la de los Doce; por eso toma consigo sólo a Pedro, Santiago y Juan, los discípulos preferidos (cf. Mc 5,37; 9,2).

Jesús "comenzó a sentir pavor y angustia", y una "tristeza mortal". La intensidad de ese dolor hace que Jesús se aparte aun de los tres amigos, para hundirse él solo en una plegaria a su Padre. Las actitudes y palabras de Jesús, con ser parecidas, presentan sin embargo matices diferentes en cada uno de los evangelistas.

Marcos escribe: "Caía sobre la tierra y oraba...: '¡Abbá, Padre, todo te es posible; aparta este cáliz de mí. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú!'". Mateo, por su parte, afirma: "Habiéndose adelantado un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: '¡Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Sin embargo, no como yo quiero, sino como tú!'". Y Lucas observa: "Habiendo doblado las rodillas, oraba diciendo: '¡Padre, si quieres, aparta este cáliz de mí. Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya!'".

La lucha interior de Jesús, su intensa oración y su enorme sufrimiento fueron tan hondos, que "su sudor se hizo como gotas de sangre que caía sobre la tierra". Dos fueron los motivos que causaron el terrible sufrimiento de Jesús.

Primero: Jesús sufrió con pavor, angustia y tristeza, al presentir su muerte: una muerte próxima y terriblemente infame, que pondría término violento a su existencia en la plena madurez de su vida, y que sería fraguada por sus enemigos. Jesús siente, en efecto, que es "la hora de ellos y del poder de la Tiniebla" (Le 22,53).

Segundo: Jesús sufrió sobre todo "en su espíritu"; lo que pasó en el alma de Jesús durante esa agonía es secreto exclusivo de él y de su Padre. Su oración y sus sufrimientos tuvieron un carácter salvífico. Jesús sabía que su Padre le había confiado una misión dolorosa y redentora, figurada en la del Siervo de Yahveh. En varias ocasiones él había presentido ese destino de dolor y lo había predicho; y en los últimos días ese presentimiento se había agudizado (Me 8,31; 10,32-34; 12,1-12; 14,8.17-31).

El cáliz es en el AT una metáfora que sirve para designar un castigo de la cólera divina. Cuando en su oración Jesús alude al cáliz y lo acepta, está aceptando voluntariamente que sobre él caiga el juicio que normalmente debería caer sobre sus hermanos los hombres a causa de sus pecados. Jesús está exento de pecado, pero si sufre por los pecados de los demás, su sufrimiento es entonces vicario y redentor (Cf. Cat. Igl. C. n. 612).

Nuevamente aquí se dibuja la misión de Jesús, Sacerdote y Víctima, que se entrega para la salvación de los hombres, derramando su sangre. El autor de la Epístola a los Hebreos escribirá: "Si la sangre de machos cabríos santifica los contaminados..., ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Santo se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!" (Hb 9,14).

El ángel del cielo que viene a confortarlo es signo de la asistencia soberana y llena de amor del Padre para su Hijo Jesús, en este momento trágico de su vida. El no está solo. ¡Adelante! ¡A la lucha y al triunfo; al combate y a la victoria!

Juan no ha narrado la oración de Jesús; pero lo presenta en perfecto dominio de sí mismo y con toda la autoridad de su fuerte personalidad. Él es quien guía los acontecimientos. Todo depende de él. Por eso, cuando llegan a prenderlo, él mismo sale al encuentro de la gente y pregunta: "¿A quién buscáis?". Al saber que es a él a quien buscan, responde con un "¡YO SOY!" lleno de majestad divina, que hace caer por tierra a los que van a prenderlo. Esto quiere decir que al Verbo-hecho-carne nadie le puede echar mano. Si Jesús es aprendido, es porque él mismo se entrega voluntariamente. Y se entrega porque ésa es la voluntad de su Padre. El, como buen pastor, va a dar libremente su vida por sus ovejas (Jn. 10,18); por eso precisa: "Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos". Así se cumplía lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me has dado" (Jn. 18,8-9).

Salvador Carrillo Alday, El Señor es mi pastor, Pp.
Sergio Arturo
 
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Re: Tema 12: Jueves Santo, la hora del vértigo. Semana 18 no

Notapor MA SOCORRO A REYES L » Mié Nov 27, 2013 6:35 pm

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.

La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).

Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).

Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.

Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.

Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.

Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.

Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).

Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.
http://www.corazones.org/biblia_y_litur ... _santo.htm
MA SOCORRO A REYES L
 
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