por Joaquin Caldevilla » Lun Sep 30, 2013 1:39 pm
Vuelvo a publicar aquí, lo que, por error, coloqué el sábado en los comentarios al tema 2.
Antes de entrar a comentar vuestras respuestas, quiero hacer algunas aclaraciones:
- Juanan51: como se indica en la presentación del libro, KAROL es el apodo que elegí para firmar las consideraciones que hacen algunos jóvenes estudiantes sobre los distintos temas. ¿Por qué Karol? Como un homenaje a Karol Wojtyla, Juan Pablo II, el papa de los jóvenes.
- Mary_Manzanita: la historia de los 3 canteros es un excelente modo de entender las distintas actitudes que tiene mucha gente ante el trabajo. Aunque probablemente hay otras, ésta me pareció la más clara y sencilla.
- Malmazan: rezo por tu difícil situación matrimonial. No pienses que está todo perdido, puedes conseguir cambiar lo que hiciste mal, mediante un amor nuevo y pidiendo perdón. Hay una película que se llama "Prueba de fuego", en la que se cuentan las dificultades conyugales de un bombero, y cómo las resuelve: te inspirará mucho.
Después de leer bastantes de vuestras aportaciones al tema 2, y algunas más al tema 1, hago algunos comentarios:
0) Varios aludís al compromiso cristiano en el trabajo. Como iréis comprobando a lo largo del curso, la vida cristiana es un organismo vivo: hay interacción entre sus elementos, todo está más o menos relacionado. Esto explica que en el capítulo sobre trabajo esté presente también el compromiso cristiano, e incluso el sentido de la esperanza. De hecho, el libro (que incluye casi otros tantos capítulos que no se usarán en este curso) está pensado como un plan completo de valores básicos para la vida cristiana: "Personas solidarias", "El combate interior", "Ser inteligente de verdad" (fe y razón), "La verdadera humildad", "La civilización del amor", "La nueva evangelización", etc.
Os animo a descargar el libro completo: os dará la visión de conjunto y mucho material para evangelizar y para la catequesis de jóvenes y adultos.
1) Razones por las que se ha perdido en muchos lugares el sentido del trabajo como servicio a los demás, y a la sociedad.
Bastantes de vosotros habláis del materialismo: sólo se busca ganar dinero para poder consumir y disfrutar de cosas. Y esto provoca un ritmo estresante de trabajo, pues los avances tecnológicos (generados a su vez por el trabajo de muchos) inventan nuevos productos y "necesidades" de consumo. Y así se crea un círculo vicioso, un sistema perverso, que a su vez genera la envidia de tener lo que otros tienen y yo no. Aunque no todos se dejan atrapar en esas redes, gracias a Dios.
Además, a medida que se descristianiza una sociedad, aparecen con más fuerza en las personas algunas pasiones que antes se luchaba por controlar con la ayuda de Dios y de la vida espiritual: ser famoso, importante (vanidad). Y esto sucede incluso en personas que ponen mucho empeño y profesionalidad en su trabajo: pero lo hacen para sí mismos, su horizonte no es ser útiles a los demás. Se fomenta con ello un afán de superación y competitividad excesivo, que se percibe claramente hasta en el deporte, que se hace de élite, cada vez más exigente.
Pienso que todo lo anterior es sólo la punta del iceberg, la manifestación superficial de un problema más profundo. El beato Juan Pablo II distinguía en una de sus encíclicas ("Laborem exercens") la doble dimensión del trabajo humano: objetiva o exterior (producir objetos y resultados, alcanzar objetivos), y subjetiva o interior (el poso de hábitos y actitudes interiores, de mejora personal, que deja el trabajo en quien lo realiza: orden, paciencia, humildad, fortaleza, prudencia, sabiduría, amistad, servicio, entrega generosa, etc.). Y recordaba que la dimensión más importante de las dos es la subjetiva.
El problema es que, con los grandes avances tecnológicos modernos, muchos han identificado el mejor modo de trabajar con el de las máquinas, muy rápidas y perfectas en la ejecución de sus tareas, y en ellas lo que importa es el resultado, la eficiencia: sólo tienen dimensión objetiva, producción de objetos y resultados. Por eso se tiende a marginar de la sociedad (o, al menos, del mundo del trabajo) a aquellos que no pueden "producir eficientemente" (ancianos, enfermos, discapacitados, etc.). Y como no todos alcanzan un nivel máximo de rendimiento (los hombres no son máquinas), son frecuentes las depresiones y frustraciones profesionales por no alcanzar los objetivos que me he o me han puesto.
Los cristianos estamos llamados a recuperar el verdadero sentido del trabajo: que el hombre se haga mejor a sí mismo realizándolo; pero esto sólo puede lograrlo dando lo mejor de sí mismo a los demás, sirviendo, siendo útil. No es mala una cierta búsqueda de la excelencia (educativa, profesional, etc.), razonable, pero entendida como la tarea del agricultor: trabajar bien la tierra, para poder aportar a los demás todos los frutos, todos los talentos recibidos desarrollados lo más posible. De esto hablo al final de un capítulo del libro titulado "La verdadera humildad", que no forma parte de este curso.
Pienso que a esto se refería Benedicto XVI cuando hablaba de la "lógica de la gratuidad" en el mundo laboral y social: es lógico que te paguen y te reconozcan socialmente por el trabajo que realizas, pero el motivo principal por el que lo haces no puede ser el dinero o la fama, sino el servicio. de lo contrario, no será nunca un acto de AMOR.
2) ¿Es compatible ser buen cristiano con ser un mal trabajador, con no esforzarse por hacer bien y mejorar en el propio modo de trabajar?
Evidentemente no, pero teniendo en cuenta lo que he dicho en la respuesta a la primera pregunta: pues no hay que confundir ser un mal profesional con no alcanzar unos objetivos de producción o eficiencia. Puede ser que coincidan, pero puede que no.
A mí me gusta más verlo de manera positiva. Para la mayoría de los cristianos, su trabajo, su oficio, su vocación profesional, forma parte de su vocación cristiana, por lo que decíamos en el capítulo 1: nada queda fuera de mi compromiso con Dios, de mi llamada a la santidad, tampoco mi trabajo. Así se expresaba a menudo san Josemaría, fundador del Opus Dei. Y añadía que, para un verdadero cristiano, que procura hacer todas sus cosas en unión con Dios, por amor a Él, buscando cumplir su Voluntad y hacer realidad sus deseos, el trabajo no es sólo algo que santifica a quien lo realiza, y a los demás a través de él, sino que ese trabajo es ya, en sí mismo, algo santo: pues se ofrece a Dios realizado con la mayor perfección posible, como ofrecemos una oración o un sacrificio: es el sacrificio de Abel, no el de Caín. Así es un acto de AMOR a Dios y a los demás.
Pues cada profesión tiene en la mente de Dios un sentido: Dios la pensó para algo, para contribuir a desarrollar la Creación en algún aspecto determinado, antes del pecado original; o para contribuir a mejorar algo que fue estropeado por el pecado. Y cada persona, procurando identificarse con esa mente de Dios al realizar su trabajo, está siendo de algún modo Cristo mismo en ese trabajo, obedeciendo a su Padre del Cielo mientras trabajaba en el taller de Nazaret. Jesús santificó el trabajo humano siendo Él mismo un trabajador. Y de Él se decía: "Todo lo ha hecho bien".
3) Explica por qué el trabajo, vivido cristianamente, y respetando sus leyes propias (naturales, dadas por Dios), no limita la libertad del cristiano en su actuación en la sociedad.
Me parece que con lo dicho en la respuesta 2) ya se intuye: se trata de hacer realidad los deseos de Dios para cada profesión y oficio. Pero como la inteligencia humana es limitada, Dios admite un cierto pluralismo y evolución en el modo de resolver los problemas en cada ámbito (política, economía, medicina, etc.). En este sentido, cada cristiano, respetando los únicos límites necesarios (las verdades de la fe y la enseñanza moral de la Iglesia, así como las reglas naturales propias de cada profesión), tiene libertad para hacer el bien de la manera que su conciencia, procurando tenerla bien formada, le indique, con creatividad e iniciativa.
Me ha salido un poco largo, pero espero que estas reflexiones os ayuden.
Que Dios os bendiga.