por enrique4 » Mié Dic 18, 2013 10:04 pm
UN RESUMEN DEL CAPITULO TERCERO PARA ENTENDER MÁS FACILMENTE LA EXHORTACIÓN:
CAPÍTULO TERCERO
EL ANUNCIO DEL EVANGELIO
“La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos. Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios… ser el lugar de la misericordia, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio (nn. 112-114).
“Este Pueblo de Dios se encarna en los pueblos de la tierra, cada uno de los cuales tiene su cultura propia… el cristianismo no tiene un único modo cultural, sino que, «permaneciendo plenamente uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial, llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado» (Novo Millennio ineunte, 40). No podemos pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los modos que encontraron los pueblos europeos en un determinado momento de la historia, porque la fe no puede encerrarse dentro de los confines de la comprensión y de la expresión de una cultura (nn. 115-118).
“En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cfr. Mt 28,19)… no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo… miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos (Jn 1,41)… ¿A qué esperamos nosotros?” (nn. 119-120). Por supuesto que todos estamos llamados a crecer como evangelizadores. Procuramos una mejor formación… todos tenemos que dejar que los demás nos evangelicen constantemente” (n. 121).
“En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo… Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos… son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización (nn. 123-126).
“Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata (nn. 127-129)
“El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos” (n. 132). “Las Universidades son un ámbito privilegiado para pensar y desarrollar este empeño evangelizador de un modo interdisciplinario e integrador. Las escuelas católicas, que intentan siempre conjugar la tarea educativa con el anuncio explícito del Evangelio, constituyen un aporte muy valioso a la evangelización de la cultura” (n. 134).
“La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo… puede ser realmente una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento (n. 135). La preparación de la predicación es una tarea tan importante que conviene dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral (n. 145).
“Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos « lectio divina » (n. 152).
La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. La educación y la catequesis están al servicio de este crecimiento. El evangelizador requiere ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena (nn. 160-165). “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana” (n. 174).
DEL RESUMEN ANTERIOR PODEMOS COMENTAR LO SIGUIENTE:
El anuncio del Evangelio
Francisco continúa su exhortación hablando de quienes deben anunciar el evangelio y de qué forma y manera. En este capítulo subraya que la Iglesia es el pueblo de Dios y debe ser, conforme al proyecto de amor de nuestro Padre Dios, ‘el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio’. A través del Bautismo nos convertimos en pueblo de Dios y nos convertimos en discípulos misioneros, en ‘agentes evangelizadores‘. Así que la evangelización es tarea de todos los que somos Iglesia, ‘un pueblo con muchos rostros‘.
“Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados [...] no es indispensable imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea, junto con la propuesta del Evangelio. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador”
El Obispo de Roma también habla de la fuerza evangelizadora de la piedad popular que no debemos menospreciar sino más bien alentar y fortalecer, y hace un llamamiento a la evangelización informada ‘de persona a persona’, la que cada uno de los bautizados debemos realizar llevando el amor de Jesús a otros de forma espontánea en nuestras conversaciones y acciones diarias.
Respecto a la homilía (acto de predicación del sacerdote durante la liturgia) explica que no puede ser un espectáculo entretenido sino dar fervor y sentido a la celebración, pide brevedad, así como evitar que parezca una charla o clase, y debe transmitirse el mensaje con el espíritu de amor de una madre hacia un hijo. El Papa desarrolla las claves para una buena homilía: preparar bien el mensaje, alimentarse de la palabra de Dios, personalizar la palabra, macerarla en lectura espiritual, poner un oído en el pueblo de Dios y cuidar los recursos pedagógicos
Al anunciar el evangelio a los demás, el Santo Padre destaca la importancia de utilizar siempre un lenguaje positivo que indique cómo podemos hacer mejor las cosas y, en cualquier caso, ‘no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento‘. E invita a recuperar el primer anuncio o ‘kerigma‘: ‘Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte’.
Finaliza este capítulo central insistiendo en que la evangelización necesita del acompañamiento personal en los procesos de crecimiento, escuchando, prestando una mirada respetuosa y llena de compasión, con paciencia y prudencia, despertando la confianza de quien es evangelizado, su apertura y su disposición para crecer.