por marthika7 » Vie Oct 03, 2014 12:23 pm
Preguntas:
1. El recíproco don de sí mismo a Dios -don en el que el hombre concentrará y expresará todas las energías de la propia subjetividad personal y, a la vez psicosomática- será la respuesta al don de sí mismo por parte de Dios al hombre. En este recíproco don de sí mismo por parte del hombre, don que se convertirá, hasta el fondo y definitivamente, en beatificante, como respuesta digna de un sujeto personal al don de sí por parte de Dios, la «virginidad», o mejor, el estado virginal del cuerpo se manifestará plenamente como cumplimiento escatológico del significado «esponsalicio» del cuerpo, como el signo específico y la expresión auténtica de toda la subjetividad personal. Así, pues, esa situación escatológica, en la que «no tomarán mujer ni marido», tiene su fundamento sólido en el estado futuro del sujeto personal, cuando, después de la visión de Dios «cara a cara», nacerá en él un amor de tal profundidad y fuerza de concentración en Dios mismo, que absorberá completamente toda su subjetividad psicosomática.
En base a todo lo estudiado explica el párrafo anterior.
En la visión beatífica, se produce un don recíproco entre el hombre y Dios, emanado precisamente de ese don de Dios. El hombre vuelve a su Creador. En esa realidad escatológica se concentran y se expresan las energías de la subjetividad y de su ser psicosomático, es decir, su integralidad. La Virginidad escatológica de la que nos habla Jesús, expresa ese cumplimiento escatológico del significado esponsal del cuerpo, siendo entonces, este estado, el signo específico y expresión auténtica de la subjetividad. Este estado virginal surge de la experiencia del amor en toda su profundidad, que absorbe toda la subjetividad psicosomática, es decir, la experiencia del amor infinito de Dios, en la realidad beatífica, por obra de ese mismo don de Dios, obra la transformación integral de la persona de forma perfecta.
2. Profundizar además en esto. Las palabras con las que Cristo afirma que en el «otro mundo... no tomarán mujer ni marido», constituyen la base de estos contenidos de nuestra fe y, al mismo tiempo, requieren una adecuada interpretación precisamente a la luz de la fe. Debemos pensar en la realidad del «otro mundo» con las categorías del descubrimiento de una nueva, perfecta subjetividad de cada uno y, a la vez, del descubrimiento de una nueva, perfecta intersubjetividad de todos. Así, esta realidad significa el verdadero y definitivo cumplimiento de la subjetividad humana y sobre esta base la definitiva realización del significado «esponsalicio» del cuerpo.
En el otro mundo, se perfecciona nuestra subjetividad y las relaciones entre cada uno, restaurando esas experiencias, que remiten al principio del que habla Jesús en Mateo 19, 39, de donación, ese don recíproco del cuerpo.