por charmin » Lun Abr 28, 2014 2:19 pm
) ¿ Cómo puede el dolor dejar de ser un obstáculo para la felicidad?
Cuando se toma el dolor como parte importante dentro de la felicidad es un factor muy valioso ya que para poder crecer internamente este necesario saber enfrentar el dolor como parte de la vida ya que, si encerramos la felicidad en solo placer no estamos hablando de una felicidad autentica.
2) ¿Cuál es la trayectoria que ordinariamente se sigue a partir de un suceso doloroso?
1) Lo normal es que la primera reacción, cuando el hecho doloroso aparece sin esperarlo, sea de rechazo, de huida o incluso de negación: no reconocerlo, no afrontarlo o pensar que aquello no es real. Si no se supera esta disposición, es imposible encauzar el problema, pues el hecho sigue presente aunque se pretenda mantener la venda en los ojos para no verlo, lo cual resulta artificial y tarde o temprano la realidad acaba por imponerse. Pero además, cuando la realidad se hace presente y no se quiere aceptar, se genera un conflicto interior que desequilibra y puede llevar hasta la desesperación.
2) En cambio, si esa primera reacción se supera y se reconoce con realismo el hecho doloroso, se estará en posibilidades de afrontarlo. Pero esto no significa que el camino será fácil. La conciencia del suceso puede provocar parálisis interior, hundimiento o depresión que incapaciten para enfrentar lo ocurrido y buscar alguna salida o algún cauce. Si este estado de pasividad no se supera, el sufrimiento crecerá hasta hacerse insoportable. Hasta esta fase, resulta muy difícil encontrar o descubrir algún sentido al dolor experimentado, porque el estado anímico dificulta comprender cualquier argumento.
3) En algunos casos, la única razón que se comprende es que no se puede permanecer en ese estado de parálisis y pasividad, porque los efectos negativos que se están experimentando resultan perniciosos y que, por tanto, es preciso realizar un esfuerzo para sobreponerse a la situación y reaccionar de alguna manera. Aunque la motivación pueda estar muy centrada en la necesidad de que el propio yo salga de la cárcel en que se encuentra, también pueden pesar positivamente otros motivos referentes a los demás: la madre entiende que debe reaccionar para sostener a sus hijos, el jefe de la empresa a sus empleados, etcétera.
4) Una vez que el hecho doloroso se ha reconocido y la persona se ha sobrepuesto para superar el estado de parálisis y pasividad —aunque el dolor y la tristeza sigan carcomiendo el corazón—, ordinariamente se experimentará que el esfuerzo realizado ha valido la pena. Y esto será suficiente para dar paso a la resignación, que no es todavía aceptación del dolor, sino sometimiento a un destino inevitable, sin identificarse del todo con él.
5) Paradójicamente, el realismo de enfrentarse con el hecho doloroso produce una cierta sensación de dominio
de la situación que genera paz, por contraste con la inquietud derivada de no querer reconocer lo ocurrido. Además, el conocimiento de la verdad sobre la situación clarifica la mente y permite intuir, aunque de manera confusa todavía, que algo bueno puede encontrarse en lo sucedido o de-rivarse de ello.
6) Todos estos factores favorecen un siguiente paso, de gran importancia, que corresponderá a la voluntad: una incipiente aceptación de algo que inicialmente se rechazaba y de ninguna manera se podía asumir. La aceptación en este nivel depende del beneficio subjetivo que se ha experimentado al reconocer y enfrentar el hecho, y de la intuición sobre el posible bien que puede encerrarse en lo sucedido.
7) Una vez que se ha aceptado, aunque sea minimamente, el hecho doloroso, será posible preguntarse: ¿habrá algo positivo en todo esto; qué beneficios pueden derivarse de lo ocurrido; cabe aprovecharlo para conseguir alguna mejora, en uno mismo o en los demás? Son preguntas que apuntan al sentido del dolor: ¿por qué y para qué este sufrimiento? El solo hecho de hacerse la pregunta incluye ya la aceptación de que puede existir una respuesta y de que, si la hay, esa respuesta podrá ser asumida.
8) Pero antes de intentar la respuesta, advirtamos lo que significa aceptar el sufrimiento, último paso del proceso. La aceptación es un acto de la voluntad que consiste en querer algo que encierra alguna razón para ser querido, a pesar de que en sí mismo pueda provocar un natural rechazo. Exige valentía para superar tanto esa resistencia como el miedo al dolor, de manera que la voluntad quede libre para querer el bien que se encierra en el sufrimiento.
3) ¿ Que beneficios humanos pueden derivar del sufrimiento?
1) El sufrimiento enriquece la inteligencia
2) El dolor perfecciona la voluntad
3) El sufrimiento transforma el corazón
Quien gana en comprensión, suele ser también más cordial, más amable, más acogedor, cualidades todas de gran importancia para la convivencia humana y para el perfeccionamiento personal, y que colaboran de manera determinante a la felicidad.
4) ¿ Se puede ser realmente feliz si no se cree en Dios y en la vida después de la muerte? ¿Qué sentido da Jesucristo al sufrimiento?
No porque es necesario tener como fortaleza a Dios para saber que el caminar de esta vida no termina aquí sino que tiene que trascender para llegar a la plenitud de nuestro espíritu que es estar al lado del gran Señor Jesús.
Por tanto, el amor al prójimo se puede manifestar de manera efectiva mediante el sufrimiento: si se ofrece a Dios por los demás, se convierte en una oración de incalculable valor, porque una persona que es capaz de pedir por otra a través de su propio dolor está demostrando un amor generoso como el de Jesucristo; está uniendo su dolor al de Cristo, con el consiguiente beneficio para el prójimo: "Con su Pasión y Muerte, Jesús da un nuevo sentido al sufrimiento, el cual, unido al suyo, puede convertirse en medio de purificación y salvación, para nosotros y para los demás". Si cualquier servicio realizado por el prójimo suele traer consigo un incremento de felicidad en quien lo realiza, cuando la ayuda se dirige a lo más importante de la persona —su relación con Dios— se comprende que la felicidad que deriva de ahí adquiera unas dimensiones especialmente elevadas. Por eso no es de extrañar que San Pablo expresara: "Me alegro de mis padecimientos por ustedes".