por lindoro50 » Mié Ago 26, 2015 11:31 am
30. La Iglesia: Esposa de Cristo
1. ¿Qué quiere decir que Jesús es el sacramento del Padre?
Cristo es el sacramento del Padre para la salvación de los hombres, y como Él con su humanidad santa y gloriosa, está presente en cada sacramento, Él es el “sacramento interior” a todo sacramento exterior. El sacramento exterior, compuesto de cosas materiales en su aspecto material, recibe de Cristo –a través de las palabras humanas pronunciadas por el sacerdote ministerial- toda su capacidad para producir la gracia que comunica a los hombres. Es Cristo quien actúa con su poder divino, comunicando la gracia en el momento de la confección de los sacramentos. Los sacramentos producen la gracia en modo instrumental, son un instrumento que Cristo utiliza para producir y transmitir la gracia cada vez que los sacramentos son producidos.
Los sacramentos son actos del Señor glorioso, resucitado, vivo y presente en su Iglesia.
2. ¿Qué cita da testimonio de ello?
Juan 14, 9: El que me ve a mí ve al Padre.
3. La Iglesia es sacramento de Jesús porque:
En Jesús no solo se encuentra la plenitud de la revelación, sino que también en El se encuentra presente la vivencia sacramental de la iglesia que ve en Jesús la imagen viva de Dios, por tanto Jesús es el sacramento del Padre y sabiendo que la iglesia es el cuerpo místico de Cristo, entonces así se ha de entender también la necesidad de la vivencia sacramental dentro de la iglesia universal. "En Cristo, el Dios invisible e inaccesible se hace cercano "El que me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9); es la única realidad que expresa cabalmente lo que Dios es (Jn 1,18) y la que asume en plenitud la experiencia que de Dios puede tener el hombre. De ahí que podamos afirmar que Jesucristo es el sacramento por excelencia, el sacramento primordial, del que beben todas las demás realidades sacramentales.
4. ¿Qué cita da testimonio de ello?
Juan 1, 18: Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer; él está en el seno del Padre y nos lo dio a conocer.
5. Cuando pensamos en la iglesia de Jesús como su cuerpo, debemos ser conscientes de tres cosas:
Que somos un solo Cuerpo (Místico) de Cristo;
Que Cristo es la cabeza de ese cuerpo, y
Que la Iglesia es esposa de Cristo y Templo del Espíritu Santo.
6. ¿De qué manera entramos a formar parte del cuerpo de Cristo en su iglesia? ¿Qué cita da testimonio de ello?
Se llega a ser miembro del cuerpo de Cristo no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.
7. ¿Cuál es mi función como miembro de la iglesia, como cuerpo que soy de Jesús?
a. Como miembro de la Iglesia, lo primero que hay que hacer es conocerla: su origen, sus enseñanzas, sus reglas, su finalidad.
b. El segundo paso es cumplir con mi misión específica dentro de la Iglesia. (Ver respuestas a las preguntas 2 y 3 de la sesión anterior). Trabajar por fortalecer la unión con la cabeza, que es Cristo, a través de los sacramentos; trabajar por fortalecernos como miembros con el ejercicio diario de las virtudes; cumplir con mi función sabiendo que soy miembro necesario de este Cuerpo. Nadie va a cumplir mi misión dentro de la Iglesia, pues cada quien tiene una función distinta.
c. Dar a conocer las enseñanzas de la Iglesia a los demás. Dar a conocer a todos los que encuentre en mi camino la necesidad que la Iglesia tiene de ellos. Concientizar a todos los cristianos de que ellos son la Iglesia y de que es necesario que conozcan sus enseñanzas y su doctrina.
8. Cuando san Pablo y san Juan nos hablan de la iglesia como esposa de Cristo, nos están hablando de:
No basta que vivamos unidos a Cristo, la Cabeza; es necesario, además, que cuidemos mucho de guardar entre nosotros la unidad del Espíritu, que es Espíritu de amor, ligados por vínculos de paz.
Ese fue el voto supremo que hizo Cristo en el momento de acabar su divina misión en la tierra: «Padre que sean uno como Tú y yo somos uno; que sean consumados en la unidad» (Jn 17, 21-23). Porque, dice San Pablo: «sois todos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gál 3,26). «No hay ya judío ni griego, esclavo o libre -todos sois uno en Cristo Jesús» (Col 3,2).- La unidad en Dios, en Cristo y por Cristo, es la suprema aspiración: «y Dios será todo en todos» (1Cor 15,28).
San Pablo, que supo hacer resaltar tanto la unión de Cristo con su Iglesia, no podía menos de decirnos algo sobre la gloria final del cuerpo místico de Jesús; y nos dice, «que en el día fijado por los divinos decretos, cuando ese cuerpo místico haya alcanzado la plenitud y medida de la estatura perfecta de Cristo» (Ef 4,13), entonces surgirá la aurora del triunfo que debe consagrar por siempre la unión de la Iglesia y de su Cabeza. Asociada hasta entonces tan íntimamente a la vida de Jesús, la Iglesia, ya perfecta, va a «compartir su gloria» (2Tim 2,12; Rm 8,17). La resurrección triunfa sobre la muerte, último enemigo que ha de ser vencido; después, reunidos todos los elegidos con su jefe divino, Cristo presentará a su Padre, en homenaje, esta sociedad, no ya imperfecta ni militante, rodeada de miserias, de tentaciones, de luchas, de caídas; no ya padeciendo el fuego de la expiación, sino transfigurada para siempre y gloriosa en todos sus miembros.