2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor AnyM » Sab Ago 23, 2014 8:31 pm

Ora et labora

En español significa reza y trabaja, expresa la vocación y la vida monástica benedictina de alabanza a Dios junto con el trabajo manual diario.

La locución no se encuentra propiamente en la Regla de San Benito, sino que encontramos su esencia aunque con otras palabras en la Lectio Divina.

Los capítulos 8 al 18 de la Regla de San Benito enseñan en detalle la forma de cantar el oficio divino. El horario diario se establece teniendo en cuenta el verano y el invierno.

En el capítulo 48 leemos “La ociosidad es enemiga del alma. Los hermanos deberían participar en unos momentos concretos en la lectura de la palabra de Dios. En la época de San Benito el trabajo físico se consideraba degradante. Se dejó para los siervos y las clases más bajas.

El investigador francés Marie-Benoit D. Meeuws demostró que la expresión era et labora tiene su origen en un libro sobre la vida benedictina escrito en el siglo XIX por Mauro Wolter, el primer abad de la nueva abadía de Beuronese (Alemania).

A pesar de lo anterior, lo cierto es que la locución ora et labora se encuentra habitualmente en la entrada de los monasterios benedictinos. Se trata de una forma popular de expresar la espiritualidad monástica benedictina.

Mas o menos para tener una idea, en el capítulo 8 dice que en invierno, es decir, desde el primero de noviembre hasta Pascua, siguiendo un criterio razonable, levántense a la octava hora de la noche, a fin de que descansen hasta un poco más de media noche, y se levanten ya preparados. Lo que queda después de las Vigilias, empléenlo los hermanos que lo necesiten en el estudio del salterio y de las lecturas.

Pero desde Pascua hasta el mencionado primero de noviembre, el horario se regulará de este modo: Después del oficio de Vigilias, tras un brevísimo intervalo para que los hermanos salgan a las necesidades naturales, sigan los Laudes, que se dirán con las primeras luces del día.

Para tener una idea de lo que se menciona anteriormente enumero los capítulos del 8 al 18 de la Regla de San Benito

Regla de San Benito

Cap. 8 Oficios nocturnos
Cap. 9 Salmos nocturnos
Cap. 10 Alabanza nocturna
Cap. 11 Vigilias dominicales
Cap. 12 Oficio de Laudes
Cap. 13 Laudes feriales
Cap. 14 Vigilias de los santos
Cap. 15 el Aleluya
Cap. 16 Oficios durante el día
Cap. 17 Salmos diurnos
Cap. 18 Orden de los salmos
AnyM
 
Mensajes: 6
Registrado: Jue Oct 01, 2009 1:31 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Soni+ » Sab Ago 23, 2014 8:47 pm

Un saludo a todos, mi trabajo sobre la Orden Benedictina lo presento sobre lo que me llamó la atención de la Orden y es la convivencia, ya que es uno de los aspectos más dificiles que debemos afrontar los seres humanos y con mayor razón los cristianos. Más aun, conviviendo bajo un mismo techo y proviniendo de distintos lugares.
La vida fraterna
Todo monasterio está gobernado por un abad, que significa padre, y según san Benito hace las veces de Cristo. El abad es elegido por toda la comunidad y su tarea principal es trabajar por el bien espiritual de los monjes y atender la administración de los bienes del monasterio. (Ámense fraternalmente con pureza de corazón. RB 72, 8)
La vida fraterna de los hermanos es uno de los rasgos característicos del estilo de vida de los benedictinos, ya que son monjes cenobitas, es decir, viven en comunidad. San Benito en su testamento espiritual desea que exista entre ellos un amor sincero basado en el Evangelio, dice él "un celo bueno" que los impulse a una verdadera vida de hermanos.
La búsqueda de Dios es el objetivo principal de la vocación del monje. “Buscamos a Cristo que es nuestra paz (cf. Ef. 2, 14) dedicándonos a la oración, a la lectura de la Sagrada Escritura y al trabajo manual o intelectual”
Este es el camino que los monjes benedictinos transitan tras las huellas de su Padre san Benito, quien vivió en Italia en el siglo VI y escribió una Regla para monjes dando sabias y equilibradas disposiciones de organización y vida espiritual. Sus notas características, que reflejan también la personalidad de san Benito, son la discreción, la claridad de lenguaje, el gusto por el orden y su carácter realista, su humanidad y la importancia dada a la persona. Además la Sagrada Escritura es la principal fuente de inspiración de la Regla y se destaca en ella el lugar central que ocupa Cristo.

En la provincia de Argentina, dónde vivo hay un Monasterio Benedictino muy famoso y muy visitado, es la Abadía del Niño Dios. Les dejo el enlace de su página web para que los que no lo conocen http://www.abadiadelniniodios.org.ar/inicio.php

Sonia
Soni+
 
Mensajes: 3
Registrado: Jue Jul 31, 2014 3:09 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor sudamericana78 » Dom Ago 24, 2014 9:16 am

Hola a todos, bueno mi aporte sobre la Orden Benedictina es el sig . En el libro ll de sus diálogos, el papa San Gregorio Magno (540- 604 ) relata como un joven que estudiaba en Roma a finales del siglo V d. C. oyó la voz del Señor. Entonces dejándolo todo, siguió la Cristo e imitando a los antiguos monjes fue a vivir con Dios en la soledad de una cueva en Subiaco. Este joven llamado Benito, nació hacia el año 480 en Nursia, su hermana Escolástica había sido consagrada a Dios desde su infancia. Al cabo de tres años de vida solitaria, Benito decidió compartir el don recibido con otros jóvenes que se acercaban a él y funda en Subiaco varios monasterios. Basándose en el Evangelio, en la sabiduría de los antiguos monjes y en su propia experiencia, organiza y dirige la vida monástica de estos monasterios. Hacia el año 529, se traslada a Montecasino donde funda un nuevo monasterio, en el cual residirá hasta su muerte ocurrida el 21 de marzo de 547. Desde allí ejerce gran influencia en sus discípulos y en toda la región y contribuyó a la evangelización cristiana de Europa por lo cual es su patrón. Allí es donde escribe una regla para monjes cenobitas, es decir que viven en comunidad y que con el tiempo llegaría a ser la Santa Regla, norma de vida para el monacato cristiano occidental.

Esta Regla consta de un prólogo y 73 capítulos y en ella está sintetizada toda la tradición monástica. La regla ordena toda la vida de los monjes, orientándola hacia la oración, encuentro personal e íntimo con Dios. En el último capítulo de su Regla, San Benito nos muestra el alcance de la misma: "mínima regla de iniciación" que es sin embargo un instrumento poderoso para transformar los corazones, imitando a Cristo y agradando a Dios y que lleva a quienes la practican fielmente a las puertas del encuentro amoroso con Dios. San Benito y su Regla están de tal modo unidos que "si alguien quiere conocer más profundamente su vida y sus costumbres, podrá encontrar en la enseñanza de su Regla todas las acciones de su magisterio, porque el santo varón en modo alguno pudo enseñar otra cosa que lo que él mismo vivió" (Diálogos ll,36).

La orden Benedictina no es una orden cerrada en sí misma , sino que son benedictinos todos los monasterios que se han adheridos a la orden de San Benito y el conjunto de congregaciones que siguen esta disciplina común formó un movimiento muy coherente y muy activo, adaptado a la vez a los distintos tiempos y lugares.

Actualmente la Orden está extendida por todo el mundo, con monasterios masculinos y femeninos. Siguiendo su ejemplo e inspiración, diversos fundadores de órdenes religiosas han basado su normativa en la Regla dejada por Benito, cuyo principio fundamental es Ora y Labora, es decir Oración y Trabajo.

Los monasterios benedictinos están siempre dirigidos por un superior que dependiendo de la categoría del monasterio puede llamarse prior o abad, este es escogido por el resto de la comunidad. El ritmo de vida benedictino tiene como eje principal el Oficio Divino, también llamado Liturgia de las Horas, que se reza siete veces al día, tal como San Benito lo ordenó. Junto con la intensa vida de oración en cada monasterio, se trabaja intensamente en actividades manuales, agrícolas etc. para el sustento y el autoabastecimiento de la comunidad.

Su hábito es túnica negra c capucha y escapulario cinturón negro sobre la túnica.
sudamericana78
 
Mensajes: 1
Registrado: Lun Ago 11, 2014 11:55 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor nanxdo » Dom Ago 24, 2014 9:38 am

HISTORIA

Nació Benito en Nursia, en la Umbria, el año 480. Estudió en Roma y muy pronto se retiró a un eremitorio en Affile, de donde se trasladó al valle del Anio para crear allí unas comunidades pequeñas formadas por eremitas solitarios. Precisamente uno de esos anacoretas, llamado Román, fue quien le mostró una cueva muy retirada donde Benito pasó mucho tiempo aislado, sólo visitado por Román y por el demonio que, de vez en cuando le tentaba. Una de las veces se le presentó en forma de una joven a la que Benito recordaba por haberla visto en Roma y haberle parecido de hermoso rostro. Para vencer la tentación, el santo se desnudó y se arrojó sobre un espino lo que le hizo olvidar pronto la belleza de aquella mujer. Divulgados los sacrificios y penitencias de Benito por los alrededores, los eremitas quisieron hacerle su abad pero se arrepintieron de su elección por el esfuerzo y penitencia que les exigía. Cuando quisieron deshacerse del santo echaron veneno en su copa, pero al bendecir la mesa Benito, la copa se partió en mil pedazos. Tras esa experiencia negativa, Benito volvió a su soledad pero bien pronto llegaron gentes atraídas por su santidad y le pidieron ayuda espiritual y dirección para sus vidas, lo que le obligó a fundar hasta 12 pequeños monasterios. Finalmente se decidió a retirarse al Monte Casino, donde edificó una abadía sobre el lugar que había ocupado un templo del Dios Apolo. Atraída por la obra de su hermano y por su vida edificante, Santa Escolástica fundó también un monasterio, en este caso para mujeres, cerca de Monte Casino. Murió Benito el año 543 tras haber dejado su famosa Regla para la ordenación de los monasterios.
Cuando murió, dice el Flos Sanctorum que dos frailes tuvieron la misma visión: un camino cubierto de paños preciosos y alumbrado con muchas lámparas que se dirigía hacia el cielo. Al preguntar los monjes a un joven con hábito luminoso que estaba a la orilla del camino lo que significaba la visión, contestó:
Este camino es porque se va mi amigo San Benito para los cielos.
CREENCIAS
Los ciegos y copleros vendían papeles, llevados de pueblo en pueblo tras imprimirse en diferentes establecimientos de España, reforzados en su eficacia con la famosa oración de San Benito contra las brujas que se imprimía habitualmente en el reverso de una hoja dedicada a San Caralampio, protector contra la peste. En algún caso, el curandero que despachaba la hoja para uso terapéutico, no dudaba en limitar la duración de los efectos con un escrito de su puño y letra sobre la imagen que decía "Vale por un mes", marcando claramente una fecha de caducidad y animando al cliente a volver a por otro papel cuando se extinguiera supuestamente la eficacia del anterior. La prevención de males, particularmente para los niños, por medio de estas dóminas o nóminas que contenían escritos es una costumbre tan antigua como la propia historia del papel. Los primeros concilios advierten acerca de la inutilidad de colgar oraciones del cuello de los recién nacidos metidas en pequeños escapularios. Pese a ello, la costumbre no perdió vigencia, y sigue siendo habitual hoy día, entre las familias que van a tener un nuevo miembro, encargar a algunos conventos que todavía los fabrican, detentes conteniendo los cuatro evangelios, la cruz de San Benito contra las brujas o escritos sobre la cruz de Caravaca.


EXPRESIONES
La cruz de San Benito se suponía con mucho poder, especialmente para alejar los malos espíritus o las brujas. La creencia venía de la leyenda del santo en que se narra el episodio de su intento de envenenamiento por parte de los monjes que no le querían como abad, que se conjura cuando San Benito hace la señal de la Cruz sobre la copa que contiene el licor. La tradición supone que las palabras que pronunció fueron:
Cruz santa
Sé para mí la luz
No sea el dragón mi guía.

Retírate Satanás
No sugieras cosas vanas:
Pues son cosas malas las que bebes
Bebas tú mismo el veneno.
San Benito, en su Regla, siguiendo precisamente un Salmo del Antiguo Testamento, el 119, que se recitaba en el templo de Salomón y que mantenía el orden de las 22 letras del alfabeto hebreo, recogía uno de los dobles versos de la letra "sin" que decía : "Siete veces al día te alabo por tus justos juicios". "Y nosotros -decía San Benito- para cumplir con este sagrado número 7, hemos de celebrar los oficios de nuestro servicio a sus horas, o sea laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas, pues de estas horas diurnas dijo: durante el día te alabé siete veces, ya que el mismo profeta dice de las vigilias nocturnas: me levantaba a media noche para alabarte". El santo dividía pues el día en 7 espacios horarios y añadía un momento más a medianoche para rendir tributo a Dios. Cada uno de esos periodos de oración tenia unas lecturas y unos cánticos que estaban perfectamente determinados. La tradición del numero siete, aunque fijada por la Regla de San Benito, venía de antiguo: el séptimo día de la Creación descansó el Señor, pasadas siete semanas salió el pueblo de Israel de Egipto, en el séptimo mes se concedía absolución general a todo el pueblo, en el año séptimo descansaba la tierra de la siembra porque asi lo mandaba la ley, Noe esperó siete días a que la paloma volviera al arca y otros siete hasta que volvió a salir. El sumo sacerdote en el tiempo del perdón rociaba siete veces al pueblo con la sangre del cordero, los sacerdotes de Jericó rodearon la ciudad siete veces con siete trompetas, con siete bocinas se anunciaba el jubileo, pero además eran siete las peticiones del padre nuestro en el Nuevo Testamento, siete los sacramentos, siete los dones del Espíritu Santo, siete los panes que se distribuyeron a cuatro mil personas, siete los candelabros y los sellos, siete los ángeles que se dice estaban ante el trono de Dios en el Apocalipsis, etc. etc.

FIESTAS
Es fiesta local en:
Santo Domingo de Silos (Burgos)
nanxdo
 
Mensajes: 15
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor nanxdo » Dom Ago 24, 2014 10:07 am

Top 10 monasterios benedictinos en España


A todo lo largo y ancho de España, sobre todo en el interior, tenemos numerosos monasterios, abadías y conventos, de monjes y monjas. Se trata de hermosos lugares, muchos de ellos medievales, llenos de espiritualidad, arte y silencio.
Viajamos de vacaciones a playas, montaña, ciudades, a otros países, pero de vez en cuando visitar estos monasterios, e incluso hospedarse en ellos, para pasar unos días de paz y tranquilidad, lejos del bullicio de la ciudad con sus prisas, sus problemas y su estrés, nos viene de maravilla. Asistir a los oficios y escuchar el canto gregoriano, es algo que eleva el espíritu y sosiega el alma, algo que algunos echamos de menos en la vida cotidiana.
Enumeramos diez Monasterios Benedictinos, repartidos por toda la península y canarias. Hay muchos más monasterios, de otras ordenes, como el Cister, Carmelitas, Jerónimos, etc. Con similares características a los benedictinos.

1.- ABADIA DE SANTO DOMINGO DE SILOS.
Santo Domingo de Silos, es una bendición en estos tiempos acelerados, de estrés y ruido. Tiene uno de los claustros más bellos de España, con el solitario ciprés, al que cantó Gerardo Diego. Una botica del siglo XVIII y una biblioteca, con más de cien mil volúmenes.



Los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos, son los que con mayor perfección han conservado el canto gregoriano, en el que celebran todos los oficios.
No se que tiene Silos, que engancha, es como vivir en otro mundo de paz y silencio, y claro, esto supone volver una y otra vez, a disfrutar de ese refugio, donde sosegar el cuerpo y el alma.







2.- MONASTERIO DE MONTSERRAT.
Montserrat, es uno de los principales símbolos de Cataluña y uno de sus enclaves turísticos más visitados. El monasterio se asienta en una montaña de 1235 metros de altitud. Es un sitio de peregrinación para los fieles catalanes.



De obligada visita el museo y la basílica, donde se encuentra la Moreneta, una imagen del siglo XII, a la que se dirigen todas las miradas.
En medio del bullicio turístico, se encuentra el monasterio, que no admite visitas y que es una isla de calma y tranquilidad. Los monjes que se dedican a la oración y a trabajos manuales, tratan, que a las personas hospedadas allí, no les llegue el bullicio exterior.







3.- ABADÍA DEL VALLE DE LOS CAIDOS.
La Abadía Benedictina de Santa Cruz del Valle de los Caídos, está integrada en el conjunto monumental. La historia de la abadía, es reciente, data de julio de 1958, cuando un grupo de monjes benedictinos del Santo Domingo de Silos, se hicieron cargo de la abadía e iniciaron su andadura.



Por el Valle de los Caídos, pasan al año, miles de visitantes y por la hospedería de la abadía, otro monton de gente, pero estos buscando la paz y tanquilidad, de todos los monasterios benedictinos.






4.- ABADÍA DE SANTA MARIA DEL PAULAR.
El real Monasterio de Santa Maria del Paular, fue fundado en el año 1390, por Juan I de Castilla y fue durante 450 años un monasterio cartujo, hasta la Desamortización de Mendizábal.



Desde 1954, es una Abadía Benedictina y comparten una gran parte de la antigua cartuja con una Parador Nacional. Hoy día una pequeña comunidad de unos 14 benedictinos, mantienen el espíritu monacal de San Benito, manteniendo una hospedería, como es costumbre en esta orden, dando refugio y asistencia espiritual al visitante que acude en busca de paz.






5.- ABADÍA DE SAN JULIAN DE SAMOS.
El Monasterio de San Julian de Samos, fundado en el siglo VI, en la provincia de Lugo, hoy día Abadía benedictina.
Afectada por la Desamortización de Mendizábal, y por un gran incendio, tuvo que ser reconstruido, casi en su totalidad.



Fue Colegio de Teología y Filosofía, y es una parada importante en el Camino de Santiago. Cuenta con una iglesia abacial barroca y dos claustros.
Como es costumbre en todos los monasterios benedictinos, siguiendo la regla de San Benito, este tiene también hospedería, que acoge al visitante, ofreciéndole paz y tranquilidad, asistencia a los oficios monacales y comidas con la comunidad de monjes, sintiéndote, casi parte integrante de la vida monástica. Un lujo, para relajar la mente y el alma, tan necesitado en estos tiempos modernos supersónicos y superestresantes.






6.- ABADIA DE SAN SALVADOR DE LEYRE.
El Monasterio de Leyre, es uno de los conjuntos monacales más importantes de España, por su relevancia histórica y arquitectónica. Fundado por monjes benedictinos, paso luego a monjes cistercienses, hoy día, el conjunto monástico, pertenece a la Comunidad Foral de Navarra, que lo ha cedido a la orden benedictina, para su cuidado y mantenimiento.



El conjunto está construido con una piedra dorada, proveniente del entorno del monasterio, destacando la iglesia, con su cabecera, nave y cripta. La porta Speciosa. Ábside y torre. Panteón de los reyes navarros.
Hoy día cuenta, con hotel normal y hospedería monacal, como es costumbre en los monasterios benedictinos, dando al visitante, la posibilidad de integrarse en la vida monástica, y asesoramiento espiritual, si lo pide.







7.- ABADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE VALVANERA.
La abadía benedictina de Nuestra Señora de Valvanera está enclavada en plena sierra de la Demanda, en medio de un paisaje agreste y solitario.
En este santuario, se venera a la Virgen de Valvanera, patrona de al Rioja, una imagen románica del siglo XII.



Otra joya del monasterio, es un códice miniado del siglo X, con los comentarios de la Regla del San Benito.
A los visitantes de la hospedería, se les permite integrarse en la vida monástica, ya que el motivo de la estancia, por regla general es retiro, el silencio y la reflexión.
Desde el monasterio, parten gran número de caminos, que se pierden en los bosques y montes circundantes, ideales para largos paseos.







8.- MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE ESTIBALIZ.
El santuario de Santa Maria de Estibaliz, se remonta al siglo XII, de una impresionante sencillez, cuenta con una sola nave, tres ábsides y una portada, guarda la imagen de Nuestra Señora de Estibaliz, patrona de Alava.



En 1923, se instaló, en unas dependencias anexas a la iglesia, una comunidad benedictina, que coordinan la numerosas manifestaciones religiosas del santuario.
Tienen, como es costumbre en los benedictinos una pequeña hospedería, que acoge al viajero que busca silencio y aislamiento, integrándose en la pequeña comunidad de monjes.






9.- MONASTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
El Monasterio de la Santísima Trinidad, se encuentra en Gran Canaria, a pocos minutos de Santa Brígida, lejos de las playas y de los lugares turísticos de la isla. En un entorno, con bastante vegetación, dada su altitud, invita a dar largos paseos en busca de tranquilidad y sosiego. Dispone de una excelente biblioteca, con más de 40.000 ejemplares de todas las materias.



Cerca del monasterio, se encuentra el pueblo de la Atalaya, un importante centro alfarero de Canarias y el jardín botánico de Tafira.
Un lugar, para relajarse y retirarse unos días, del ruido y el estrés de la vida cotidiana, dentro de una isla con gran afluencia de turismo, que busca playa y diversión.


10.- ABADÍA DE SANTA TERESA DE LAZKAO.
El Monasterio Benedictino de Santa Teresa, se encuentra en la provincia de Guipúzcoa. Comenzó siendo un priorato, para en 1967, convertirse en abadía.
Tiene un importante biblioteca, que cuenta con obras desde XVI y que sobrepasa los 70.000 ejemplares.



Como todos los monasterios benedictinos, dispone de una hospedería interna, que da acogida al que acude en busca de paz y silencio y si lo desea apoyo espiritual. También dispone de una de una hospedería externa para ejercicios espirituales de grupos.


En fín 10 islas de paz y tranquilidad, que la orden benedictina ofrece para el viajero que busca paz, tranquilidad y sosiego, tanto para el cuerpo como para el alma, reductos de espiritualidad católica, a los que algunas personas acuden de vez en cuando a recargar las pilas, para seguir funcionando en esta vida tan estresante.

Artículo escrito por Eduardo Martínez
nanxdo
 
Mensajes: 15
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor nanxdo » Dom Ago 24, 2014 10:08 am

Top 10 monasterios benedictinos en España


A todo lo largo y ancho de España, sobre todo en el interior, tenemos numerosos monasterios, abadías y conventos, de monjes y monjas. Se trata de hermosos lugares, muchos de ellos medievales, llenos de espiritualidad, arte y silencio.
Viajamos de vacaciones a playas, montaña, ciudades, a otros países, pero de vez en cuando visitar estos monasterios, e incluso hospedarse en ellos, para pasar unos días de paz y tranquilidad, lejos del bullicio de la ciudad con sus prisas, sus problemas y su estrés, nos viene de maravilla. Asistir a los oficios y escuchar el canto gregoriano, es algo que eleva el espíritu y sosiega el alma, algo que algunos echamos de menos en la vida cotidiana.
Enumeramos diez Monasterios Benedictinos, repartidos por toda la península y canarias. Hay muchos más monasterios, de otras ordenes, como el Cister, Carmelitas, Jerónimos, etc. Con similares características a los benedictinos.

1.- ABADIA DE SANTO DOMINGO DE SILOS.
Santo Domingo de Silos, es una bendición en estos tiempos acelerados, de estrés y ruido. Tiene uno de los claustros más bellos de España, con el solitario ciprés, al que cantó Gerardo Diego. Una botica del siglo XVIII y una biblioteca, con más de cien mil volúmenes.



Los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos, son los que con mayor perfección han conservado el canto gregoriano, en el que celebran todos los oficios.
No se que tiene Silos, que engancha, es como vivir en otro mundo de paz y silencio, y claro, esto supone volver una y otra vez, a disfrutar de ese refugio, donde sosegar el cuerpo y el alma.







2.- MONASTERIO DE MONTSERRAT.
Montserrat, es uno de los principales símbolos de Cataluña y uno de sus enclaves turísticos más visitados. El monasterio se asienta en una montaña de 1235 metros de altitud. Es un sitio de peregrinación para los fieles catalanes.



De obligada visita el museo y la basílica, donde se encuentra la Moreneta, una imagen del siglo XII, a la que se dirigen todas las miradas.
En medio del bullicio turístico, se encuentra el monasterio, que no admite visitas y que es una isla de calma y tranquilidad. Los monjes que se dedican a la oración y a trabajos manuales, tratan, que a las personas hospedadas allí, no les llegue el bullicio exterior.







3.- ABADÍA DEL VALLE DE LOS CAIDOS.
La Abadía Benedictina de Santa Cruz del Valle de los Caídos, está integrada en el conjunto monumental. La historia de la abadía, es reciente, data de julio de 1958, cuando un grupo de monjes benedictinos del Santo Domingo de Silos, se hicieron cargo de la abadía e iniciaron su andadura.



Por el Valle de los Caídos, pasan al año, miles de visitantes y por la hospedería de la abadía, otro monton de gente, pero estos buscando la paz y tanquilidad, de todos los monasterios benedictinos.






4.- ABADÍA DE SANTA MARIA DEL PAULAR.
El real Monasterio de Santa Maria del Paular, fue fundado en el año 1390, por Juan I de Castilla y fue durante 450 años un monasterio cartujo, hasta la Desamortización de Mendizábal.



Desde 1954, es una Abadía Benedictina y comparten una gran parte de la antigua cartuja con una Parador Nacional. Hoy día una pequeña comunidad de unos 14 benedictinos, mantienen el espíritu monacal de San Benito, manteniendo una hospedería, como es costumbre en esta orden, dando refugio y asistencia espiritual al visitante que acude en busca de paz.






5.- ABADÍA DE SAN JULIAN DE SAMOS.
El Monasterio de San Julian de Samos, fundado en el siglo VI, en la provincia de Lugo, hoy día Abadía benedictina.
Afectada por la Desamortización de Mendizábal, y por un gran incendio, tuvo que ser reconstruido, casi en su totalidad.



Fue Colegio de Teología y Filosofía, y es una parada importante en el Camino de Santiago. Cuenta con una iglesia abacial barroca y dos claustros.
Como es costumbre en todos los monasterios benedictinos, siguiendo la regla de San Benito, este tiene también hospedería, que acoge al visitante, ofreciéndole paz y tranquilidad, asistencia a los oficios monacales y comidas con la comunidad de monjes, sintiéndote, casi parte integrante de la vida monástica. Un lujo, para relajar la mente y el alma, tan necesitado en estos tiempos modernos supersónicos y superestresantes.






6.- ABADIA DE SAN SALVADOR DE LEYRE.
El Monasterio de Leyre, es uno de los conjuntos monacales más importantes de España, por su relevancia histórica y arquitectónica. Fundado por monjes benedictinos, paso luego a monjes cistercienses, hoy día, el conjunto monástico, pertenece a la Comunidad Foral de Navarra, que lo ha cedido a la orden benedictina, para su cuidado y mantenimiento.



El conjunto está construido con una piedra dorada, proveniente del entorno del monasterio, destacando la iglesia, con su cabecera, nave y cripta. La porta Speciosa. Ábside y torre. Panteón de los reyes navarros.
Hoy día cuenta, con hotel normal y hospedería monacal, como es costumbre en los monasterios benedictinos, dando al visitante, la posibilidad de integrarse en la vida monástica, y asesoramiento espiritual, si lo pide.







7.- ABADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE VALVANERA.
La abadía benedictina de Nuestra Señora de Valvanera está enclavada en plena sierra de la Demanda, en medio de un paisaje agreste y solitario.
En este santuario, se venera a la Virgen de Valvanera, patrona de al Rioja, una imagen románica del siglo XII.



Otra joya del monasterio, es un códice miniado del siglo X, con los comentarios de la Regla del San Benito.
A los visitantes de la hospedería, se les permite integrarse en la vida monástica, ya que el motivo de la estancia, por regla general es retiro, el silencio y la reflexión.
Desde el monasterio, parten gran número de caminos, que se pierden en los bosques y montes circundantes, ideales para largos paseos.







8.- MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE ESTIBALIZ.
El santuario de Santa Maria de Estibaliz, se remonta al siglo XII, de una impresionante sencillez, cuenta con una sola nave, tres ábsides y una portada, guarda la imagen de Nuestra Señora de Estibaliz, patrona de Alava.



En 1923, se instaló, en unas dependencias anexas a la iglesia, una comunidad benedictina, que coordinan la numerosas manifestaciones religiosas del santuario.
Tienen, como es costumbre en los benedictinos una pequeña hospedería, que acoge al viajero que busca silencio y aislamiento, integrándose en la pequeña comunidad de monjes.






9.- MONASTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
El Monasterio de la Santísima Trinidad, se encuentra en Gran Canaria, a pocos minutos de Santa Brígida, lejos de las playas y de los lugares turísticos de la isla. En un entorno, con bastante vegetación, dada su altitud, invita a dar largos paseos en busca de tranquilidad y sosiego. Dispone de una excelente biblioteca, con más de 40.000 ejemplares de todas las materias.



Cerca del monasterio, se encuentra el pueblo de la Atalaya, un importante centro alfarero de Canarias y el jardín botánico de Tafira.
Un lugar, para relajarse y retirarse unos días, del ruido y el estrés de la vida cotidiana, dentro de una isla con gran afluencia de turismo, que busca playa y diversión.


10.- ABADÍA DE SANTA TERESA DE LAZKAO.
El Monasterio Benedictino de Santa Teresa, se encuentra en la provincia de Guipúzcoa. Comenzó siendo un priorato, para en 1967, convertirse en abadía.
Tiene un importante biblioteca, que cuenta con obras desde XVI y que sobrepasa los 70.000 ejemplares.



Como todos los monasterios benedictinos, dispone de una hospedería interna, que da acogida al que acude en busca de paz y silencio y si lo desea apoyo espiritual. También dispone de una de una hospedería externa para ejercicios espirituales de grupos.


En fín 10 islas de paz y tranquilidad, que la orden benedictina ofrece para el viajero que busca paz, tranquilidad y sosiego, tanto para el cuerpo como para el alma, reductos de espiritualidad católica, a los que algunas personas acuden de vez en cuando a recargar las pilas, para seguir funcionando en esta vida tan estresante.

Artículo escrito por Eduardo Martínez
nanxdo
 
Mensajes: 15
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor nanxdo » Dom Ago 24, 2014 10:08 am

Top 10 monasterios benedictinos en España


A todo lo largo y ancho de España, sobre todo en el interior, tenemos numerosos monasterios, abadías y conventos, de monjes y monjas. Se trata de hermosos lugares, muchos de ellos medievales, llenos de espiritualidad, arte y silencio.
Viajamos de vacaciones a playas, montaña, ciudades, a otros países, pero de vez en cuando visitar estos monasterios, e incluso hospedarse en ellos, para pasar unos días de paz y tranquilidad, lejos del bullicio de la ciudad con sus prisas, sus problemas y su estrés, nos viene de maravilla. Asistir a los oficios y escuchar el canto gregoriano, es algo que eleva el espíritu y sosiega el alma, algo que algunos echamos de menos en la vida cotidiana.
Enumeramos diez Monasterios Benedictinos, repartidos por toda la península y canarias. Hay muchos más monasterios, de otras ordenes, como el Cister, Carmelitas, Jerónimos, etc. Con similares características a los benedictinos.

1.- ABADIA DE SANTO DOMINGO DE SILOS.
Santo Domingo de Silos, es una bendición en estos tiempos acelerados, de estrés y ruido. Tiene uno de los claustros más bellos de España, con el solitario ciprés, al que cantó Gerardo Diego. Una botica del siglo XVIII y una biblioteca, con más de cien mil volúmenes.



Los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos, son los que con mayor perfección han conservado el canto gregoriano, en el que celebran todos los oficios.
No se que tiene Silos, que engancha, es como vivir en otro mundo de paz y silencio, y claro, esto supone volver una y otra vez, a disfrutar de ese refugio, donde sosegar el cuerpo y el alma.







2.- MONASTERIO DE MONTSERRAT.
Montserrat, es uno de los principales símbolos de Cataluña y uno de sus enclaves turísticos más visitados. El monasterio se asienta en una montaña de 1235 metros de altitud. Es un sitio de peregrinación para los fieles catalanes.



De obligada visita el museo y la basílica, donde se encuentra la Moreneta, una imagen del siglo XII, a la que se dirigen todas las miradas.
En medio del bullicio turístico, se encuentra el monasterio, que no admite visitas y que es una isla de calma y tranquilidad. Los monjes que se dedican a la oración y a trabajos manuales, tratan, que a las personas hospedadas allí, no les llegue el bullicio exterior.







3.- ABADÍA DEL VALLE DE LOS CAIDOS.
La Abadía Benedictina de Santa Cruz del Valle de los Caídos, está integrada en el conjunto monumental. La historia de la abadía, es reciente, data de julio de 1958, cuando un grupo de monjes benedictinos del Santo Domingo de Silos, se hicieron cargo de la abadía e iniciaron su andadura.



Por el Valle de los Caídos, pasan al año, miles de visitantes y por la hospedería de la abadía, otro monton de gente, pero estos buscando la paz y tanquilidad, de todos los monasterios benedictinos.






4.- ABADÍA DE SANTA MARIA DEL PAULAR.
El real Monasterio de Santa Maria del Paular, fue fundado en el año 1390, por Juan I de Castilla y fue durante 450 años un monasterio cartujo, hasta la Desamortización de Mendizábal.



Desde 1954, es una Abadía Benedictina y comparten una gran parte de la antigua cartuja con una Parador Nacional. Hoy día una pequeña comunidad de unos 14 benedictinos, mantienen el espíritu monacal de San Benito, manteniendo una hospedería, como es costumbre en esta orden, dando refugio y asistencia espiritual al visitante que acude en busca de paz.






5.- ABADÍA DE SAN JULIAN DE SAMOS.
El Monasterio de San Julian de Samos, fundado en el siglo VI, en la provincia de Lugo, hoy día Abadía benedictina.
Afectada por la Desamortización de Mendizábal, y por un gran incendio, tuvo que ser reconstruido, casi en su totalidad.



Fue Colegio de Teología y Filosofía, y es una parada importante en el Camino de Santiago. Cuenta con una iglesia abacial barroca y dos claustros.
Como es costumbre en todos los monasterios benedictinos, siguiendo la regla de San Benito, este tiene también hospedería, que acoge al visitante, ofreciéndole paz y tranquilidad, asistencia a los oficios monacales y comidas con la comunidad de monjes, sintiéndote, casi parte integrante de la vida monástica. Un lujo, para relajar la mente y el alma, tan necesitado en estos tiempos modernos supersónicos y superestresantes.






6.- ABADIA DE SAN SALVADOR DE LEYRE.
El Monasterio de Leyre, es uno de los conjuntos monacales más importantes de España, por su relevancia histórica y arquitectónica. Fundado por monjes benedictinos, paso luego a monjes cistercienses, hoy día, el conjunto monástico, pertenece a la Comunidad Foral de Navarra, que lo ha cedido a la orden benedictina, para su cuidado y mantenimiento.



El conjunto está construido con una piedra dorada, proveniente del entorno del monasterio, destacando la iglesia, con su cabecera, nave y cripta. La porta Speciosa. Ábside y torre. Panteón de los reyes navarros.
Hoy día cuenta, con hotel normal y hospedería monacal, como es costumbre en los monasterios benedictinos, dando al visitante, la posibilidad de integrarse en la vida monástica, y asesoramiento espiritual, si lo pide.







7.- ABADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE VALVANERA.
La abadía benedictina de Nuestra Señora de Valvanera está enclavada en plena sierra de la Demanda, en medio de un paisaje agreste y solitario.
En este santuario, se venera a la Virgen de Valvanera, patrona de al Rioja, una imagen románica del siglo XII.



Otra joya del monasterio, es un códice miniado del siglo X, con los comentarios de la Regla del San Benito.
A los visitantes de la hospedería, se les permite integrarse en la vida monástica, ya que el motivo de la estancia, por regla general es retiro, el silencio y la reflexión.
Desde el monasterio, parten gran número de caminos, que se pierden en los bosques y montes circundantes, ideales para largos paseos.







8.- MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE ESTIBALIZ.
El santuario de Santa Maria de Estibaliz, se remonta al siglo XII, de una impresionante sencillez, cuenta con una sola nave, tres ábsides y una portada, guarda la imagen de Nuestra Señora de Estibaliz, patrona de Alava.



En 1923, se instaló, en unas dependencias anexas a la iglesia, una comunidad benedictina, que coordinan la numerosas manifestaciones religiosas del santuario.
Tienen, como es costumbre en los benedictinos una pequeña hospedería, que acoge al viajero que busca silencio y aislamiento, integrándose en la pequeña comunidad de monjes.






9.- MONASTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
El Monasterio de la Santísima Trinidad, se encuentra en Gran Canaria, a pocos minutos de Santa Brígida, lejos de las playas y de los lugares turísticos de la isla. En un entorno, con bastante vegetación, dada su altitud, invita a dar largos paseos en busca de tranquilidad y sosiego. Dispone de una excelente biblioteca, con más de 40.000 ejemplares de todas las materias.



Cerca del monasterio, se encuentra el pueblo de la Atalaya, un importante centro alfarero de Canarias y el jardín botánico de Tafira.
Un lugar, para relajarse y retirarse unos días, del ruido y el estrés de la vida cotidiana, dentro de una isla con gran afluencia de turismo, que busca playa y diversión.


10.- ABADÍA DE SANTA TERESA DE LAZKAO.
El Monasterio Benedictino de Santa Teresa, se encuentra en la provincia de Guipúzcoa. Comenzó siendo un priorato, para en 1967, convertirse en abadía.
Tiene un importante biblioteca, que cuenta con obras desde XVI y que sobrepasa los 70.000 ejemplares.



Como todos los monasterios benedictinos, dispone de una hospedería interna, que da acogida al que acude en busca de paz y silencio y si lo desea apoyo espiritual. También dispone de una de una hospedería externa para ejercicios espirituales de grupos.


En fín 10 islas de paz y tranquilidad, que la orden benedictina ofrece para el viajero que busca paz, tranquilidad y sosiego, tanto para el cuerpo como para el alma, reductos de espiritualidad católica, a los que algunas personas acuden de vez en cuando a recargar las pilas, para seguir funcionando en esta vida tan estresante.

Artículo escrito por Eduardo Martínez
nanxdo
 
Mensajes: 15
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Antonio_Apostol » Dom Ago 24, 2014 10:41 am

El ejemplo de San Benito: “Ora et labora”
Juan Pablo II, Nursia, 23-3-1980


San Benito supo interpretar con perspicacia y de modo certero los signos de los tiempos de su época, cuando escribió su Regla en la que la unión de la oración y del trabajo llega a ser para los que la aceptan el principio de la aspiración a la eternidad: “Ora et labora, ora y trabaja”...Interpretando los signos de los tiempos, Benito vio que era necesario realizar el programa radical de la santidad evangélica...de una forma ordinaria, en las dimensiones de la vida cotidiana de todos los hombres. Era necesario que “lo heroico” llegara a ser lo normal, lo cotidiano, y que lo normal y lo cotidiano llegue a ser heroico. De este modo, como padre de los monjes, legislador de la vida monástica en Occidente, llegó a ser también pionero de una nueva civilización. Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración al trabajo...
Hola amigos del foro, se que esta atrasada la publicación,sobre mi participación he batallado un poco ya que no me llegó el documento o calificación, sobre el primer tema.

Pero estoy en la mejor disposición de seguir aprendiendo de todos ustedes. Gracias.
A continuación público un poco de lo que encontré sobre San Benito, dando este, importancia a la oración y también al trabajo, pues opino que orar es lo mejor pero el trabajo en la salvación de las almas es necesario

Oración a San Benito
Santísimo confesor del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.

Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas herejías, de malas lenguas y hechicerías.

Pídele al Señor, remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales. Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para que así confiado en Tu poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar las eternas alabanzas.

Amén. Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.

Se rezan 3 Padres Nuestros, Ave Marías y Glorias.

Con licencia eclesiástica.

En nuestra época, San Benito es el patrón de Europa. No lo es únicamente por sus méritos particulares de cara a este continente, su historia y su civilización. Lo es también en consideración a la nueva actualidad de su figura de cara a la Europa contemporánea. Se puede desligar el trabajo de la oración y hacer de él la única dimensión de la existencia humana. La época actual tiene esta tendencia... Se tiene la impresión de una prioridad de la economía sobre la moral, de una prioridad de lo material sobre lo espiritual. Por una parte, la orientación casi exclusiva hacia el consumo de bienes materiales quita a la vida humana su sentido más profundo. Por otra parte, en muchos casos, el trabajo ha llegado a ser un peso alienante para el hombre...y casi contra su propia voluntad, el trabajo se ha separado de la oración, quitando a la vida humana su dimensión trascendente...

No se puede vivir de cara al futuro sin comprender que el sentido de la vida es más grande que lo material y pasajero, que este sentido está por encima de este mundo. Si la sociedad y las personas de nuestro continente han perdido el interés por este sentido, tienen que recobrarlo... Si mi predecesor Pablo VI llamó a San Benito de Nursia patrón de Europa, es porque podía ayudar a este respecto a la Iglesia y a las naciones de Europa.

http://www.corazones.org/santos/benito.htm
Antonio_Apostol
 
Mensajes: 10
Registrado: Lun Ago 11, 2014 6:56 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor afiso » Dom Ago 24, 2014 1:02 pm

Muchos saludos a todos. Envio lo encontrado.
Sofía

Oración a San Benito
Santísimo confesor del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas herejías, de malas lenguas y hechicerías.
Pídele al Señor, remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales. Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para que así confiado en Tu poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar las eternas alabanzas.
Amén. Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.

Se rezan 3 Padres Nuestros, Ave Marías y Glorias.

Con licencia eclesiástica.

El ejemplo de San Benito: “Ora et labora”
Juan Pablo II, Nursia, 23-3-1980


San Benito supo interpretar con perspicacia y de modo certero los signos de los tiempos de su época, cuando escribió su Regla en la que la unión de la oración y del trabajo llega a ser para los que la aceptan el principio de la aspiración a la eternidad: “Ora et labora, ora y trabaja”...Interpretando los signos de los tiempos, Benito vio que era necesario realizar el programa radical de la santidad evangélica...de una forma ordinaria, en las dimensiones de la vida cotidiana de todos los hombres. Era necesario que “lo heroico” llegara a ser lo normal, lo cotidiano, y que lo normal y lo cotidiano llegue a ser heroico. De este modo, como padre de los monjes, legislador de la vida monástica en Occidente, llegó a ser también pionero de una nueva civilización. Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración al trabajo...

En nuestra época, San Benito es el patrón de Europa. No lo es únicamente por sus méritos particulares de cara a este continente, su historia y su civilización. Lo es también en consideración a la nueva actualidad de su figura de cara a la Europa contemporánea. Se puede desligar el trabajo de la oración y hacer de él la única dimensión de la existencia humana. La época actual tiene esta tendencia... Se tiene la impresión de una prioridad de la economía sobre la moral, de una prioridad de lo material sobre lo espiritual. Por una parte, la orientación casi exclusiva hacia el consumo de bienes materiales quita a la vida humana su sentido más profundo. Por otra parte, en muchos casos, el trabajo ha llegado a ser un peso alienante para el hombre...y casi contra su propia voluntad, el trabajo se ha separado de la oración, quitando a la vida humana su dimensión trascendente...

No se puede vivir de cara al futuro sin comprender que el sentido de la vida es más grande que lo material y pasajero, que este sentido está por encima de este mundo. Si la sociedad y las personas de nuestro continente han perdido el interés por este sentido, tienen que recobrarlo... Si mi predecesor Pablo VI llamó a San Benito de Nursia patrón de Europa, es porque podía ayudar a este respecto a la Iglesia y a las naciones de Europa.

San Benito de Nursia
480-547
Abad, Patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental.
Lema: "Ora y Labora", representado emblemáticamente por el arado y la cruz.
Fiesta: 11 de julio
Etimología: Benito: "bendecido"

No antepongan nada absolutamente a Cristo -de su regla de vida

Benito de Nursia, San -benedictinos.
Sbenito.org.ar

San Benito nació de familia rica en Nursia, región de Umbría, Italia, en el año 480. Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad.
Después de haber recibido en Roma una adecuada formación, estudiando la retórica y la filosofía.
Se retiró de la ciudad a Enfide (la actual Affile), para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20 años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva.

Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.
Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529 y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis.

Vida de oración disciplina y trabajo
Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos.

Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.

San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio.


Biografía de San Benito
Adaptada de "Vidas de los Santos" de Butler.

Si atendemos a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías contemporáneas del padre del monasticismo occidental. Lo poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona una historia completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los milagrosos incidentes de su carrera.

Benito nació y creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta región de Italia es quizás la que mas santos ha dado a la Iglesia. Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey de los Hérculos mató al último emperador romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se convertirán en centros de fe y cultura.

De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su infancia se había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de ella hasta el final de la vida de su hermano. El fue enviado a Roma para su "educación liberal", acompañado de una "nodriza", que había de ser, probablemente, su ama de casa. Tenía entonces entre 13 y 15 años, o quizá un poco más. Invadido por los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado parecía declinar rápidamente hacia la barbarie, durante los últimos años del siglo V: la Iglesia estaba agrietada por los cismas, ciudades y países desolados por la guerra y el pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos como entre gentiles y se ha hecho notar que no existía un solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje. En las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su ejemplo, decidió abandonar Roma. Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que lo acompañó. Existe una considerable diferencia de opinión en lo que respecta a la edad en que abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente a los veinte años. Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a treinta millas de Roma. No sabemos cuanto duró su estancia, pero fue suficiente para capacitarlo a determinar su siguiente paso. Pronto se dio cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las tentaciones de Roma; Dios lo llamaba para ser un ermitaño y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida, especialmente después de haber restaurado milagrosamente un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y accidentalmente roto.

En busca de completa soledad, Benito partió una vez más, solo, para remontar las colinas hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio, gracias a la represión de las aguas del Anio). En esta región rocosa y agreste se encontró con un monje llamado Romano, al que abrió su corazón, explicándole su intención de llevar la vida de un ermitaño. Romano mismo vivía en un monasterio a corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al joven, vistiéndolo con un hábito de piel y conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los tupidos bosques y malezas que la circundaban. En la desolada caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo subía en un canastillo que izaba mediante una cuerda. San Gregorio dice que el primer forastero que encontró el camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz que le decía: "Estás preparándote un delicioso platillo, mientras mi siervo Benito padece hambre". El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al ermitaño, al que encontró al fin con gran dificultad. Después de haber conversado durante un tiempo sobre Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el que no hay razón para ayunar. Benito, quien sin duda había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no tenía medios de calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era el día de tan grande solemnidad. Comieron juntos y el sacerdote volvió a casa. Poco tiempo después, el santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una piel 9de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano viviera entre las rocas. Cuando descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus enseñanzas. A partir de ese momento, empezó a ser conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos.

Aunque vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San Gregorio. "Cierto día, cuando estaba solo, se presentó el tentador. Un pequeño pájaro negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido, habría podido cogerlo con la mano, pero al hacer la señal de la cruz el pájaro se alejó. Una violenta tentación carnal, como nunca antes había experimentado, siguió después. El espíritu maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo, e inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que tuvo una gran dificultad para reprimirlo. Casi vencido, pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo, ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se arrojó entre ellos. Ahí se revolcó hasta que todo su cuerpo quedó lastimado. Así, mediante aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma", y nunca volvió a verse turbado en aquella forma.

En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron pedir a San Benito que tomara su lugar. Al principio rehusó, asegurando a la delegación que había venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían --quizá él había oído hablar de ellos--. Sin embargo, los monjes le importunaron tanto, que acabó por ceder y regresó con ellos para hacerse cargo del gobierno. Pronto se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina monástica no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino. Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su costumbre, éste se rompió en pedazos como si una piedra hubiera caído sobre él. "Dios os perdone, hermanos", dijo el abad con tristeza. "¿Por qué habéis maquinado esta perversa acción contra mí? ¿No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo con las vuestras? Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo entre vosotros". El mismo día retornó a Subiaco, no para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante estos años de vida oculta.

Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos, tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que vivían en las montañas. San Benito se encontró en posición de empezar aquel gran plan, quizás revelado a él en la retirada cueva, de "reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios". Por lo tanto, colocó a todos los que querían obedecerle en los doce monasterios hechos de madera, cada uno con su prior. El tenía la suprema dirección sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado. Hasta ahí, no tenía escrita una regla propia, pero según un antiguo documento, los monjes de los doce monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San Benito". Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se ponían a disposición del santo, quien no hacía distinción de categoría social o nacionalidad. Después de un tiempo, los padres venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran educados y preparados para la vida monástica. San Gregorio nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a estos jóvenes novicios. (Véase San Mauro, 15 de enero y San Plácido, 5 de octubre).

En contraste con estos aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue recibido con alegría y vistió el hábito monástico. Enviado con una hoz para que quitara las tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago, trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se salió del mango y desapareció en el lago. El pobre hombre estaba abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo conocimiento del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le arrebató el mango y lo arrojó al lago. Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de hierro y se ajustó automáticamente al mango. El abad devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma! Prosigue tu trabajo y no te preocupes". No fue el menor de los milagros que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra el trabajo manual, considerado como degradante y servil. Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles y plebeyos por igual. No sabemos cuanto tiempo permaneció el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su monasterio sobre una base firme y fuerte. Su partida fue repentina y parece haber sido impremeditada. Vivía en las cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien, viendo el éxito que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se reunía en torno suyo, sintió envidia y trató de arruinarlo. Pero como fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que le envió (que según San Gregorio fue arrebatado milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento. El abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente, resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en peligro. Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó desde Subiaco al territorio de Monte Cassino. Es esta una colina solitaria en los límites de Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las repetidas irrupciones de los bárbaros, se había convertido en pantanosa y malsana. La población de Monte Cassino, en otro tiempo lugar importante, había sido aniquilada por los godos y los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado. Estaban acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a Apolo, sobre la cuesta del monte. Después de cuarenta días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar, a predicar a la gente y a llevarla a Cristo. Sus curaciones y milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque sagrado. Sobre las ruinas del templo, construyó dos capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la más famosa abadía que el mundo haya conocido. Los cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San Benito, alrededor del año 530. De ahí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana. No fue solamente un museo eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra Mundial, cuando se bombardeó Monte Cassino.

Es probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus discípulos pronto acudieron también a Monte Cassino. Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no los mandó a casas separadas, sino que los colocó juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su supervisión general. Casi inmediatamente después, se hizo necesario añadir cuartos para huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco, era fácilmente accesible desde Roma y Cápua. No solamente los laicos, sino también los dignatarios de la Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya reputación de santidad, sabiduría y milagros habíase extendido por todas partes. Tal vez fue durante ese período cuando comenzó su "Regla", de la que San Gregorio dice que da a entender "todo su método de vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba". Aunque primordialmente la regla está dirigida a los monjes de Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay alguna razón para creer que fue escrita para todos los monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas. Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey", y prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, ("lectura sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un padre común. Entonces y durante mucho tiempo después, sólo en raras ocasiones un monje recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote. Pensó en proporcionar "una escuela para el servicio del Señor", proyectada para principiantes, por lo que el ascetismo de la regla es notablemente moderado. No se alentaban austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un mensaje que decía: "Si eres verdaderamente un siervo de Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo". La gran visión en la que Benito contempló, como en un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios, resume la inspiración de su vida y de su regla. El santo abad, lejos de limitar sus servicios a los que querían seguir su regla, extendió sus cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas y alimentó a los pobres y se dice que en más de una ocasión resucitó a los muertos. Cuando la Campania sufría un hambre terrible, donó todas las provisiones de la abadía, con excepción de cinco panes. "No tenéis bastante ahora", dijo a sus monjes, notando su consternación, "pero mañana tendréis de sobra". A la mañana siguiente, doscientos sacos de harina fueron depositados por manos desconocidas en la puerta del monasterio. Otros ejemplos se han proporcionado para ilustrar el poder profético de San Benito, al que se añadía el don de leer los pensamientos de los hombres. Un noble al que convirtió, lo encontró cierta vez llorando e inquirió la causa de su pena. El abad repuso: "este monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio del Todopoderoso. Con dificultad he logrado obtener misericordia para sus vidas". La profecía se cumplió cuarenta años después, cuando la abadía de Monte Cassino fue destruida por los lombardos.

Cuando el godo Totila avanzaba trinfante a través del centro de Italia, concibió el deseo de visitar a San Benito, porque había oído hablar mucho de él. Por lo tanto, envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a verlo. Para descubrir si en realidad el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes que acostumbraban asistirlo. La suplantación no engañó a San Benito, quien saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas". Su visitante se apresuró a partir para informar a su amo que había sido descubierto. Entonces, Totila, fue en persona hacia el hombre de Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó postrado. Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le sucederían. Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel. Esta entrevista tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo suficiente para ver el cumplimiento total de su propia profecía.

Anuncia su muerte

El santo que había vaticinado tantas cosas a otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima muerte. Lo notificó a sus discípulos y, seis días antes del fin, les pidió que cavaran su tumba. Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre. El 21 de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves Santo, recibió la Eucaristía. Después, junto a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de oración y murió de pie en la capilla, con las manos levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo". Fue enterrado junto a Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo, que él había destruido.

Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en el que moría el santo.

Que Dios nos envíe muchos maestros como San Benito, y que nosotros también amemos con todo el corazón a Jesús.

En 1964 Pablo VI declara a san Benito patrono principal de Europa.

QUE DE TAL MANERA BRILLE ANTE LOS DEMAS LA LUZ DE VUESTRO BUEN EJEMPLO, QUE ELLOS AL VER VUESTRAS BUENAS OBRAS, GLORIFIQUEN AL PADRE CELESTIAL. (S. Mateo 5)

LA SANTA REGLA
Inspirado por Dios, San Benito escribió un Reglamento para sus monjes que llamó "La Santa Regla" y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas comunidades religiosas monásticas. Muchos laicos también se comprometen a vivir los aspectos esenciales de esta regla, adaptada a las condiciones de la vocación laica.

La síntesis de la Regla es la frase "Ora et labora" (reza y trabaja), es decir, la vida del monje ha de ser de contemplación y de acción, como nos enseña el Evangelio.

Algunas recomendaciones de San Benito:

• La primera virtud que necesita un religioso (después de la caridad) es la humildad.

•La casa de Dios es para rezar y no para charlar.

•Todo superior debe esforzarse por ser amable como un padre bondadoso.

•El ecónomo o el que administra el dinero no debe humillar a nadie.

•Cada uno debe esforzarse por ser exquisito y agradable en su trato

•Cada comunidad debe ser como una buena familia donde todos se aman

•Evite cada individuo todo lo que sea vulgar. Recuerde lo que decía San Ambrosio: "Portarse con nobleza es una gran virtud".

•El verdadero monje debía ser "no soberbio, no violento, no comilón, no dormilón, no perezoso, no murmurador, no denigrador… sino casto, manso, celoso, humilde, obediente".

Milagros de San Benito.
He aquí algunos de los muchos milagros relatados por San Gregorio, en su biografía de San Benito

El muchacho que no sabía nadar. El joven Plácido cayó en un profundo lago y se estaba ahogando. San Benito mandó a su discípulo preferido Mauro: "Láncese al agua y sálvelo". Mauro se lanzó enseguida y logró sacarlo sano y salvo hasta la orilla. Y al salir del profundo lago se acordó de que había logrado atravesar esas aguas sin saber nadar. La obediencia al santo le había permitido hacer aquel salvamento milagroso.

El edificio que se cae. Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme pared y sepultó a uno de los discípulos de San Benito. Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente despertado de un sueño.

La piedra que no se movía. Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un centímetro. Entonces el santo le envió una bendición, y enseguida la pudieron remover de allí como si no pesara nada. Por eso desde hace siglos cuando la gente tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar, consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene prodigios. Es que este varó de Dios tiene mucho influjo ante Nuestro Señor.

Panes que se multiplican.

Muertes anunciadas. Un día exclamó: "Se murió mi amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al cielo un bello globo luminoso". Al día siguiente vinieron a traer la noticia de la muerte del obispo. Otro día vió que salía volando hacia el cielo una blanquísima paloma y exclamó: :Seguramente se murió mi hermana Escolástica". Los monjes fueron a averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa mujer. El, que había anunciado la muerte de otros, supo también que se aproximaba su propia muerte y mandó a unos religiosos a excavar……..

BIBLIOGRAFIA

Butler; Vida de los Santos
Sálesman, P. Eliécer, "Vidas de los Santos"
Sgarbossa, Mario; Giovannini, Luigi, "Un santo para cada día"

La Medalla de San Benito
La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en si misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.

Descripción de la medalla:

En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: "A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia". (Oración de la Buena Muerte).

El reverso muestra la cruz de San Benito con las letras:

C.S.P.B.: "Santa Cruz del Padre Benito"
C.S.S.M.L. : "La santa Cruz sea mi luz" (crucero vertical de la cruz)
N.D.S.M.D.: "y que el Dragón no sea mi guía." (crucero horizontal)

En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:
V.R.S. "Abajo contigo Satanás"
N.S.M.V. "para de atraerme con tus mentiras"
S.M.Q.L. "Venenosa es tu carnada"
I.V.B. "Trágatela tu mismo".
PAX "Paz"

Bendición de la medalla de San Benito
(deber ser por hecha por un sacerdote)

Exorcismo de la medalla
-Nuestra ayuda nos viene del Señor
-Que hizo el cielo y la tierra.
Te ordeno, espíritu del mal, que abandones esta medalla, en el nombre de Dios Padre Omnipotente, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos se contiene.
Que desaparezcan y se alejen de esta medalla toda la fuerza del adversario, todo el poder del diablo, todos los ataques e ilusiones de satanás, a fin de que todos los que la usaren gocen de la salud de alma y cuerpo.
En el nombre del Padre Omnipotente y de su Hijo, nuestro Señor, y del Espíritu Santo Paráclito, y por la caridad de Jesucristo, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego.

Bendición
-Señor, escucha mi oración
-Y llegue a tí mi clamor

Oremos:
Dios omnipotente, dador de todos los bienes, te suplicamos humildemente que por la intercesión de nuestro Padre San Benito, infundas tu bendición sobre esta sagrada medalla, a fin de que quien la lleve, dedicándose a las buenas obras, merezca conseguir la salud del alma y del cuerpo, la gracia de la santificación, y todas la indulgencias que se nos otorgan, y que por la ayuda de tu misericordia se esfuerce en evitar la acechanzas y engaños del diablo, y merezca aparecer santo y limpio en tu presencia.

Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
Amén


Indulgencias
El 12 de marzo de 1742 el Papa Benedicto XIV otorgó indulgencia plenaria a la medalla de San Benito si la persona se confiesa, recibe la Eucaristía, ora por el Santo Padre en las grandes fiestas y durante esa semana reza el santo rosario, visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe o participa en la Santa Misa. Las grandes fiestas son Navidad, Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión, Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi, La Asunción, La Inmaculada Concepción, el nacimiento de María, todos los Santos y fiesta de San Benito.

Número de indulgencias parciales: por ejemplo: 1) 200 días de indulgencia, si uno visita una semana a los enfermos o visita la Iglesia o enseña a los niños la Fe. 2) 7 años de indulgencia , si uno celebra la Santa Misa o esta presente, y ora por el bienestar de los cristianos, o reza por sus gobernantes. 3) 7 años si uno acompaña a los enfermos en el día de todos los Santos. 4) 100 días si uno hace una oración antes de la Santa Misa o antes de recibir la sagrada Comunión. 5) Cualquiera que por cuenta propia por su consejo o ejemplo convierta a un pecador, obtiene la remisión de la tercera parte de sus pecados. 6) Cualquiera que el Jueves Santo o el día de Resurrección, después de una buena confesión y de recibir la Eucaristía, rece por la exaltación de la Iglesia, por las necesidades del Santo Padre, ganará las indulgencias que necesita. 7) Cualquiera que rece por la exaltación de la Orden Benedictina, recibirá una porción de todas la buenas obras que realiza esta Orden.

Quienes lleven la medalla de San Benito a la hora de la muerte serán protegidos siempre que se encomienden al Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos invoquen el nombre de Jesús con profundo arrepentimiento.


El Crucifijo con medalla de San Benito

El Crucifijo de la Buena Muerte y la Medalla de San Benito han sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano en la hora de tentación, peligro, mal, principalmente en la hora de la muerte. Le ha dado al Crucifijo con la medalla Indulgencia Plenaria.

La indulgencia plenaria de la Cruz de la Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no será apartado de El, ganará indulgencia plenaria en la hora de la muerte. Si este se confiesa, recibe la Comunión o por lo menos con el arrepentimiento previo de sus pecados, llamando el Santo nombre de Jesús con devoción y aceptando resignadamente la muerte como venida de las manos de Dios. Para la indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo crucificado. Esta cruz también ayuda a los enfermos para unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Salvador.

Blog de ACI

Inicio » Recursos » Santos

San Benito de Nursia
11 de Julio
556
Padre del monasticismo occidental, decidió abandonar Roma y el mundo para evitar la vida licenciosa de dicha ciudad. Vivió como ermitaño por muchos años en una región rocosa y agreste de Italia. En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquél tiempo, una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto. Decidieron pedirle a San Benito que ocupara su lugar. Al principio se negó, pero luego cedió ante la insistencia. Pronto se puso en evidencia que las estrictas nociones de disciplina monástica que San Benito observaba, no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas. El mismo día retornó a Subiaco, no para seguir llevando una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante esos tres años de vida oculta. No tardaron en reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos.

San Benito se encontró entonces, en posición de empezar aquél gran plan de "reunir en aquél lugar a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios" Por lo tanto, colocó a todos los que deseaban obedecerle en los 12 monasterios de madera, cada uno con su prior. El tenía la suprema dirección sobre todos y vivía con algunos escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado.

A causa de algunos problemas con el sacerdote Florencio, se transladó a Monte Cassino. En esta región, sobre las ruinas del templo de Apolo, - al que los habitantes de este lugar rendían culto antes de su llegada - construyó dos capillas y la abadía de Monte Cassino, alrededor del año 530. De aquí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana. Fue tal vez durante este periodo que empezó a concretizar su "Regla", la que está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey". Prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, y trabajo, llevado socialmente, en una comunidad y con un padre común.

San Benito vaticinó el día de su muerte; el último día recibió el Cuerpo y la Sangre del Señor. Fue enterrado junto a santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo que él mismo destruyó, en Monte Cassino.



La Medalla de San Benito

La cruz-medalla de San Benito debe su origen a la gran devoción que el Santo y data de una época muy antigua. El Santo recomendaba el uso de la misma a sus discípulos para vencer las tentaciones, ahuyentar al demonio y obrar maravillas.

La medalla tiene dos caras, por un lado está la imagen del Santo Patriarca, y por el otro, una cruz, que a su alrededor lleva una letras que son iniciales de la oración: Crux Sancti Patris Benedicti (Cruz del Santo Padre Benito), Crux Sacra Sit Mihi Lux (Mi luz sea la Cruz Santa), Non Draco Sit Mihi Dux (No sea el demonio mi guía), Vade Retro Satana (¡Apártate, Satanás!), Numquam Suade Mihi Vana (No sugieras cosas vanas), Sunt Mala Quae Libas (Pues maldad es lo que brindas) Ipse Venena Bibas (Bebe tu mismo el veneno).

Por muchos años, esta devoción fue exclusiva de los monasterios benedictinos; pero posteriormente se propagó luego que el joven Bruno quien fuera más tarde el Papa León IX se curara milagrosamente de una enfermedad.









Compartir
afiso
 
Mensajes: 3
Registrado: Mié Jul 30, 2014 6:37 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor agape » Dom Ago 24, 2014 1:04 pm

Elegí analizar la historia de el [u][color=#4000FF]oficio divino[/color][/u], ya que Benito la incluyo en las reglas, porque en la actualidad la rezan los sacerdotes, religiosos y estamos llamados los laicos, también a recitar la oración universal que nos acompaña durante el día.

LITURGIA DE LAS HORAS[1]



I. NOMENCLATURA

Las denominaciones, al menos en el sector de la liturgia de que nos ocupamos, manifiestan la óptica con que se vio la Liturgia de las Horas en los diferentes momentos culturales.



1. LITURGIA DE LAS HORAS

Es el nombre del oficio divino editado por primera vez en 1959 acogido sucesivamente en diferentes publicaciones, escogido como altamente expresivo por las comisiones del Consilium para la puesta en práctica de la constitución Sacrosanctum concilium y consagrado finalmente por los documentos y por la edición oficial. Liturgia, por ser parte del culto público de la iglesia (SC 83-101), pertenecer a todo el cuerpo eclesial, manifestarlo e implicarlo (SC 26 OGLH 20); de las Horas, por ser esencialmente oración destinada a santificar las horas del día y de la noche, es decir, todo el tiempo (SC 84; OGLH 10).
2. OFICIO DIVINO
Adopta este nombre, junto con el anterior, el ordenamiento posconciliar (cf OGLH 2, etc.). Antiguamente designaba cada uno de los actos cultuales; luego se limitó a la oración litúrgica de la iglesia. A veces se quiso ver subrayada en él la obligación canónica (del latín officium, deber).
3. BREVIARIO
Este nombre está abandonado ahora, porque ponía de manifiesto un aspecto que sólo es ocasional y totalmente exterior. Venía de breviarium, equivalente de sumario, compendio, abreviación, síntesis, codificación de libros, y había surgido principalmente por el hecho de que en la baja edad media comenzaron a reunirse en uno solo los diferentes libros manuscritos necesarios para el rezo coral, lo cual implicaba reducciones notables de algunos componentes, o por lo menos la simple indicación de su incipit.
4. OTROS NOMBRES
Entre los autores o en los documentos circulaban expresiones como: cursus, preces horariae, opus Dei, pensum servitutis, horae canonicae. En el rito bizantino se designa con el término Horologion al libro del oficio divino: obvia referencia al carácter horario de esta oración.
II. LA LITURGIA DE LAS HORAS,

EXPRESIÓN PRIVILEGIADA DE LA ORACIÓN CRISTIANA
Existe la oración de los bautizados y la de los no bautizados. Una y otra pueden ser estrictamente privadas e individuales o bien revestir un carácter social, un desarrollo comunitario e incluso un valor oficial reconocido por la autoridad
II. LA LITURGIA DE LAS HORAS,

EXPRESIÓN PRIVILEGIADA DE LA ORACIÓN CRISTIANA

Existe la oración de los bautizados y la de los no bautizados. Una y otra pueden ser estrictamente privadas e individuales o bien revestir un carácter social, un desarrollo comunitario e incluso un valor oficial reconocido por la autoridad
II. LA LITURGIA DE LAS HORAS,

EXPRESIÓN PRIVILEGIADA DE LA ORACIÓN CRISTIANA

Existe la oración de los bautizados y la de los no bautizados. Una y otra pueden ser estrictamente privadas e individuales o bien revestir un carácter social, un desarrollo comunitario e incluso un valor oficial reconocido por la autoridad
III. LA LITURGIA DE LAS HORAS EN LAS IGLESIAS A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

Una ojeada histórica es indispensable no sólo para captar las grandes líneas evolutivas que han llevado a las formas con que estamos familiarizados ahora, sino también para valorar la colocación de la LH en el cuadro de la existencia y de la misión de la iglesia.

1. ORIGEN Y FUNDAMENTO

La historia de la LH, como oración específica de la iglesia, tiene su arranque decisivo en el ejemplo y el mandato de Cristo. De los evangelios se desprende que la oración jalonaba toda la vida del Salvador, hasta el punto de formar el alma de su ministerio mesiánico y de su éxodo pascual (OGLH 4). Además, está explícitamente documentado su pensamiento sobre la iglesia, comunidad de oración (OGLH 5). Es lo que recibieron plenamente los apóstoles y los primeros cristianos, que no sólo se hicieron eco de los mandatos de orar siempre, dados por el divino Maestro, sino que efectivamente perseveraron en la oración, así como en la escucha de la palabra, juntamente con la celebración eucarística y la comunión fraterna (cf OGLH 1). Es convicción profundamente enraizada en la conciencia de la iglesia que la función horaria del oficio divino se remonta fundamentalmente a la oración continua recomendada y también practicada por Jesús (OGLH 10 y const. apost. Laudis canticum, comienzo y n. 8 ) y por la comunidad apostólica. Si, además, se recuerda que Jesús, los apóstoles y la comunidad primitiva oraron también con los salmos (cf Mt 27,46; Lc 23,46; Col 3,16), como el pueblo hebreo al que pertenecían, se deduce que el mismo carácter salmódico de la LH empalma, al menos en cierto sentido y hasta cierta medida, con Cristo y con los primeros cristianos.



2. VARIEDAD DE PLANTEAMIENTOS

La historia de la LH es compleja, porque durante muchos siglos gran cantidad de iglesias locales y centros monásticos la organizaban de manera propia, y también porque la documentación a menudo es demasiado insuficiente para reconstruir, al menos en parte, la multitud de modelos que se crearon en el vasto panorama de las comunidades occidentales y orientales. Común a todos era el ideal de la oración horaria y su contenido salmódico, que se ampliaba a veces con el uso de los cantos bíblicos y con las lecturas de la Escritura; pero no había unidad para el número de los tiempos de oración diaria, para la distribución cíclica de los salmos y de eventuales lecturas bíblicas, para el recurso a himnos o a otras fórmulas de extracción eclesiástica. Además, existía una diferencia profunda entre el oficio celebrado en las catedrales o en las iglesias parroquiales, llamado a veces catedralicio, y el estrictamente monástico, que respondía a afanes ascéticos más elevados. Al no poder entrar en los particulares de esta compleja evolución, nos contentamos con unas pocas alusiones acerca de los tiempos de oración y a algunos aspectos estructurales.



3. TIEMPOS DE ORACIÓN

La comunidad apostólica observaba el uso nacional de los hebreos de la triple oración: por la mañana, a mediodía y por la tarde. Pero no se desconocía la oración nocturna (Lc 6,12; He 16,25).

A partir del siglo IV se difundió mucho la costumbre de los cinco tiempos, recordada ya por Tertuliano, y por otros: laudes, tercia, sexta, nona, vísperas. Sin embargo, algunos ambientes añadieron otros dos: prima, señalada para Belén y otros lugares por Casiano, y completas, de las que habla el mismo Casiano y antes todavía san Basilio. Es frecuente también un tiempo estrictamente nocturno, colocado y configurado de forma diferente. En la multiplicidad de esquemas, entre los que algunos alcanzaban extremos de doce tiempos de oración e incluso más, y otros que se limitaban sólo a la mañana y la tarde, se hizo común el de ocho tiempos, correspondientes a los siguientes oficios: nocturnos, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas, completas, aunque las fuentes siguen hablando a veces de siete horas, en atención al Sal 118,164: "Siete veces al día te celebro". Por respeto a este número simbólico, algunos no hacían entrar en la cuenta los nocturnos, como san Benito (Reg. 16), o consideraban una las dos horas de nocturnos y laudes, por ejemplo Casiano.

Uno de los vehículos más determinantes para la divulgación del sistema octonario en Occidente fue la Regla de san Benito, que recibió amplia difusión a partir del siglo VIII. El número permaneció en el oficio romano hasta el Vaticano II, que suprimió la hora de prima.



4. ESTRUCTURACIÓN

El oficio catedralicio, que comprende por lo regular sólo laudes y vísperas, se componía de pocos salmos y algún cántico bíblico, por lo común fijos y escogidos con criterios pastorales apropiados al momento celebrativo. Se completaba con las intercesiones y eventualmente con algún fragmento bíblico, la homilía correspondiente y algún himno. El canto y la ejecución alternante, entre solista y asamblea, de los salmos (forma responsorial) hacía fácil y agradable la celebración. El oficio monástico, programado con arreglo a un horario más denso, mostró pronto la tendencia a multiplicar el número de textos, llegando al rezo semanal, o incluso más frecuente, del salterio y a la lectura anual de toda la Biblia o gran parte de ella. En muchos monasterios se adoptaron también formas cada vez más sofisticadas de ejecución musical de salmos, antífonas, responsorios y otras fórmulas. Con el correr del tiempo encontramos el oficio monástico todavía más prolongado con oficios adicionales como el de la Virgen, de los difuntos, de los salmos graduales y penitenciales, sufragios, conmemoraciones, letanías y preces de distinto género. Este tipo de oficio, hacia el siglo IX, se va convirtiendo también en deber del clero, al menos del sujeto a la vida canónica, es decir, que vive según una norma o estatuto y está vinculado a la iglesia local. Por esta vía pasa poco a poco al horario de oración propuesto a cada clérigo. Era inevitable que en esta situación el oficio, que había llegado a ser tan imponente y prolongado, exigiera dispensas o abreviaciones y reformas diferentes. Las muchas intervenciones privadas o de autoridades locales corrían el riesgo de introducir abusos de todo género y la anarquía. Esto favoreció el propósito de Trento de avocarlo todo a la autoridad central.


Fuente: http://www.mercaba.org/LITURGIA/Horas/h ... ritu_d.htm
agape
 
Mensajes: 14
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Anatra » Dom Ago 24, 2014 1:34 pm

Luego de leer los trabajos tan completos de mis compañeros de curso, sólo atino a mostrar parte de una abadía a la cual suelo visitar y deseo compartir con ustedes el testimonio de tres hermanas. Los invito a verlo, vale realmente el tiempo

Seguidoras de Jesucristo, discípulas de San Benito. Abadía Gaudium Mariae

Esta abadía está situada en San Antonio de Arredondo, de la provincia de Córdoba, Argentina.
Este lugar es un pedacito de cielo, un anticipo del mismo.
Está enclavado a los pies de una sierra, las hermanas que viven y practican las reglas de San Benito, orando y trabajando, también atienden a los peregrinos o turistas con una gran amabilidad y disposición.
Tienen aparte de una bella capilla, casas para hospedar que ellas mismas atienden. Tuve la bendición de quedarme en ellas. Las hermanas oran por las personas que allí se quedan e invitan a los mismos a participar de los oficios si asó lo desean.
Las comparto el siguiente link https://www.youtube.com/watch?v=al7rUZj_jBI
Bendiciones para todos!
Anatra
 
Mensajes: 2
Registrado: Dom Ago 10, 2014 7:02 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor claudia bran » Dom Ago 24, 2014 2:10 pm

Cómo viven los monjes en la actualidad


Buenos días a todos y todas, he tenido problemas para enviar lo que he encontrado, espero con esto contribuir un poquito Dios los bendiga y los guarde, Claudia Bran.


Como viven los monjes Benedictinos en la actualidad

Hoy subsiste como la Orden Benedictina independiente que se divide en dos ramas: Orden del Císter y Orden cisterciense de la Estrecha Observancia.

Alrededor del mundo existen muchos monasterios benedictinos:

• Monasterios masculinos: 335 (270 abadías, 15 prioratos y 50 casas independientes) donde viven 8000 monjes.

• Monasterios femeninos: 840 abadías y monasterios donde conviven unas 1600 monjas y hermanas.

Los monasterios fueron creados para que monjes y hermanos tuvieran un lugar donde poder retirarse a meditar y orar, alejado de las ciudades y del bullicio. Estos establecimientos fueron llamados “ciudades de Dios”. Para poder subsistir por sigo mismos, necesitaron elaborar su propia comida, labrar sus tierras y crear nuevas herramientas. Los monjes desarrollaron un sinfín de aportaciones a la humanidad: copiando los escritos greco-romanos para que no se perdieran, ideando herramientas para la canalización del agua, ya que los monasterios siempre eran construidos en los altos de las montañas o en niveles elevados y otras contribuciones.
claudia bran
 
Mensajes: 4
Registrado: Jue Ago 14, 2014 10:05 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Aisquel137 » Dom Ago 24, 2014 3:03 pm

Buenas tardes. Aquí estoy en mi segunda semana de formación religiosa. San Benito de Nursia también. llamado San Benito Abad, nació en Nursia 480 después de MI SALVADOR. Fallece el 21 de Marzo de 547 y Venerado en la Iglesia católica. Asimismo su Canonización se realizo en 1220 por Honorio III, su pes larincipal Santuario Abadía de Montecasino Abadía de Fleury, Saint-Benoît-sur-Loire, Francia
San Benito de Nursia es considerado el iniciador de la vida monástica en Occidente. Fundó la orden de los benedictinos cuyo fin era establecer monasterios basados en la autarquía, es decir, autosuficientes. Éstos comúnmente estaban organizados en torno a la iglesia de planta basilical y el claustro. Es considerado patrón de Europa y patriarca del monacato occidental. Benito escribió una regla para sus monjes que fue llamada "La Santa Regla" que ha sido inspiración para muchas de las de otras comunidades religiosa.
La Regla de San Benito.
La regla benedictina es una regla monástica que Benito de Nursia escribió a principios del siglo VI destinada a los monjes. Cuando le destinaron al norte de Italia como abad de un grupo de monjes, éstos no aceptaron la Regla y además hubo entre ellos un conato de conspiración para envenenarle. Benito se trasladó entonces al monte Cassino, al noroeste de Nápoles, donde fundó el monasterio que sería conocido más tarde como Montecassino. Allí le siguieron algunos jóvenes, formando una comunidad que acató y siguió la Regla, conocida por las generaciones futuras como Regula Sancti Benedicti, de 73 capítulos, algunos añadidos y modificados después por sus seguidores. Esta regla benedictina fue acogida por la mayoría de los monasterios fundados durante la Edad Media.

El principal mandato es el ora et labora, con una especial atención a la regulación del horario. Se tuvo muy en cuenta el aprovechamiento de la luz solar según las distintas estaciones del año, para conseguir un equilibrio entre el trabajo (generalmente trabajo agrario), la meditación, la oración y el sueño. Se ocupó San Benito de las cuestiones domésticas, los hábitos, la comida, bebida, etc. Una de las críticas que tuvo esta regla al principio fue la "falta de austeridad" pues no se refería en ningún capítulo al ascetismo puro sino que se imponían una serie de horas al trabajo, al estudio y a la lectura religiosa, además de la oración.

La regla daba autoridad de patriarca al abad del monasterio que al mismo tiempo tenía la obligación de consultar con el resto de la comunidad los temas más importantes. Los discípulos de Benito se encargaron de difundir la Regla por toda Europa y durante siglos (hasta la adopción de la regla de San Agustín por los premostratenses en el siglo XII y los dominicos en el siglo XIII), fue la única ordenanza a seguir por los distintos monasterios que se fueron fundando.

Siguiendo los preceptos, el hábito benedictino debía estar formado por una túnica y un escapulario, cubiertas ambas piezas por una capa con capucha. No se dice el color que deban llevar dichas prendas, aunque se cree que seguramente serían de la coloración de la lana sin teñir, que era lo más fácil en los primeros tiempos. Después, el color negro fue el predominante hasta que llegó la reforma de los cistercienses, que volvieron a adoptar el blanco; de ahí la diferencia que se hace entre monjes negros y monjes blancos, ambos descendientes y seguidores de la orden benedictina.

Carlomagno en el siglo VIII encargó una copia e invitó a seguir esta regla a todos los monasterios de su imperio. Dio orden de que los monjes se aprendiesen de memoria todos los capítulos para estar siempre listos a recitar cualquiera de ellos cuando así se lo demandasen.
En la Edad Media los monjes benedictinos llevaban camisa de lana y escapulario. El hábito o vestidura superior es negro, por lo que el pueblo los llamó los monjes negros, en oposición a los cistercienses, que llevan túnica blanca y escapulario negro, denominados los monjes blancos.

Así también existen monjes que usan el hábito blanco no por contraposición sino por inspiración tal es el caso de los monjes benedictinos olivetanos según cuenta la tradición la Santísima Virgen le ofreció el habito blanco y la regla de San Benito a su fundador San Bernardo Tolomei.Hay también otras congregaciones que conjugan el habito blanco con el escapulario negro.Pero todos observan la regla de San Benito, en sus diferentes carismas.
Me atrae la vida en los monasterios, el claustro,el silencio, aislarse del mundo y poder escuchar la voz de Dios en la tranquilidad son las herramientas idóneas para entender cual es el propósito de Dios para nuestras vidas. :roll: PERMITEME SENOR VIVIR ESA EXPERIENCIA SI ES TU VOLUNTAD: AMEN. GRACIAS SENOR POR ESCUCHAR NUESTRAS ORACIONES. HASTA LA PRÓXIMA. :?
Aisquel137
 
Mensajes: 2
Registrado: Vie Ago 01, 2014 7:27 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Carmen Desantiago » Dom Ago 24, 2014 4:25 pm

Un saludo fraternal a todos los foristas


" San Benito nació de familia rica en Nursia, Italia, en el año 480. Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad. Fue enviado a Roma para estudiar la retórica y la filosofía. Desilusionado de la vida en la gran ciudad, se retiró a Enfide (la actual Affile),para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva. Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía. Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundó su primer monasterio en la montaña de Cassino en 529.

Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis. Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos.

Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos. Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito. San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió en marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta . (Adaptada de "Vidas de los Santos" de Butler.) Si atendemos a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías contemporáneas del padre del "monasticismo occidental." Lo poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona una historia completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los milagrosos incidentes de su carrera. Benito nació y creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta región de Italia es quizás la que mas santos ha dado a la Iglesia. Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey de los Hérculos mató al último emperador romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se convertirán en centros de fe y cultura.

De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su infancia se había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de ella hasta el final de la vida de su hermano. El fue enviado a Roma para su "educación liberal," acompañado de una "nodriza," que había de ser, probablemente, su ama de casa. Tenía entonces entre y años, o quizá un poco más. Invadido por los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado parecía declinar rápidamente hacia la barbarie, durante los últimos años del siglo V: la Iglesia estaba agrietada por los cismas, ciudades y países desolados por la guerra y el pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos como entre gentiles y se ha hecho notar que no existía un solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje. En las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su ejemplo, decidió abandonar Roma.

Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que lo acompañó. Existe una considerable diferencia de opinión en lo que respecta a la edad en que abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente a los veinte años.

Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a treinta millas de Roma.

No sabemos cuanto duró su estadía, pero fue suficiente para capacitarlo a determinar su siguiente paso. Pronto se dio cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las tentaciones de Roma; Dios lo llamaba para ser un ermitaño y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida, especialmente después de haber restaurado milagrosamente un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y accidentalmente roto. En busca de completa soledad, Benito partió una vez más, solo, para remontar las colinas hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio, gracias a la represión de las aguas del Anio).En esta región rocosa y agreste se encontró con un monje llamado Romano, al que abrió su corazón, explicándole su intención de llevar la vida de un ermitaño. Romano mismo vivía en un monasterio a corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al joven, vistiéndolo con un hábito de piel y conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los tupidos bosques y malezas que la circundaban. En la desolada caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo subía en una canastilla que izaba mediante una cuerda. San Gregorio dice que el primer forastero que encontró el camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz que le decía: "Estás preparándote un delicioso platito, mientras mi siervo Benito padece hambre." El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al ermitaño, al que encontró al fin con gran dificultad. Después de haber conversado durante un tiempo sobre Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el que no hay razón para ayunar. Benito, quien sin duda había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no tenía medios de calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era el día de tan grande solemnidad. Comieron juntos y el sacerdote volvió a casa. Poco tiempo después, el santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una piel de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano viviera entre las rocas. Cuando descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus enseñanzas. A partir de ese momento, empezó a ser conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos. Aunque vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San Gregorio:" Cierto día, cuando estaba solo, se presentó el tentador. Un pequeño pájaro negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido, habría podido tomarlo con la mano, pero al hacer la señal de la cruz el pájaro se alejó. Una violenta tentación carnal, como nunca antes había experimentado, siguió después. El espíritu maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo, e inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que tuvo una gran dificultad para reprimirlo. Casi vencido, pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo, ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se arrojó entre ellos. Ahí se revolcó hasta que todo su cuerpo quedó lastimado. Así, mediante aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma," y nunca volvió a verse turbado en aquella forma. En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron pedir a San Benito que tomara su lugar. Al principio rehusó, asegurando a la delegación que había venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían — quizá él había oído hablar de ellos —.Sin embargo, los monjes le importunaron tanto, que acabó por ceder y regresó con ellos para hacerse cargo del gobierno. Pronto se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina monástica no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino. Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su costumbre, éste se rompió en pedazos como si una piedra hubiera caído sobre él. "Dios os perdone, hermanos," dijo el abad con tristeza. "¿Por qué habéis maquinado esta perversa acción contra mí? No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo con las vuestras? Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo entre vosotros." El mismo día retornó a Subiaco, no para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante estos años de vida oculta. Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos, tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que vivían en las montañas. San Benito se encontró en posición de empezar aquel gran plan, quizás revelado a él en la retirada cueva, de "reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios." Por lo tanto, colocó a todos los que querían obedecerle en los doce monasterios hechos de madera, cada uno con su prior. El tenía la suprema dirección sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado. Hasta ahí, no tenía escrita una regla propia, pero según un antiguo documento, los monjes de los doce monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San Benito." Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se ponían a disposición del santo, quien no hacía distinción de categoría social o nacionalidad. Después de un tiempo, los padres venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran educados y preparados para la vida monástica. San Gregorio nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a estos jóvenes novicios. (Véase San Mauro, de enero y San Plácido, de octubre). En contraste con estos aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue recibido con alegría y vistió el hábito monástico. Enviado con una hoz para que quitara las tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago, trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se salió del mango y desapareció en el lago. El pobre hombre estaba abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo conocimiento del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le arrebató el mango y lo arrojó al lago. Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de hierro y se ajustó automáticamente al mango. El abad devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma! Prosigue tu trabajo y no te preocupes." No fue el menor de los milagros que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra el trabajo manual, considerado como degradante y servil. Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles y plebeyos por igual. No sabemos cuanto tiempo permaneció el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su monasterio sobre una base firme y fuerte. Su partida fue repentina y parece haber sido impremeditada. Vivía en las cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien, viendo el éxito que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se reunía en torno suyo, sintió envidia y trató de arruinarlo. Pero como fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que le envió (que según San Gregorio fue arrebatado milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento. El abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente, resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en peligro. Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó desde Subiaco al territorio de Monte Cassino. Es esta una colina solitaria en los límites de Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las repetidas irrupciones de los bárbaros, se había convertido en pantanosa y malsana. La población de Monte Cassino, en otro tiempo lugar importante, había sido aniquilada por los godos y los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado. Estaban acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a Apolo, sobre la cuesta del monte. Después de cuarenta días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar, a predicar a la gente y a llevarla a Cristo. Sus curaciones y milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque sagrado. Sobre las ruinas del templo, construyó dos capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la más famosa abadía que el mundo haya conocido. Los cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San Benito, alrededor del año 530. De ahí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana. No fue solamente un museo eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra Mundial, cuando se bombardeó Monte Cassino. Es probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus discípulos pronto acudieron también a Monte Cassino. Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no los mandó a casas separadas, sino que los colocó juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su supervisión general. Casi inmediatamente después, se hizo necesario añadir cuartos para huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco, era fácilmente accesible desde Roma y Cápua. No solamente los laicos, sino también los dignatarios de la Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya reputación de santidad, sabiduría y milagros habíase extendido por todas partes. Tal vez fue durante ese período cuando comenzó su "Regla," de la que San Gregorio dice que da a entender "todo su método de vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba." Aunque primordialmente la regla está dirigida a los monjes de Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay alguna razón para creer que fue escrita para todos los monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas. Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey," y prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, ("lectura sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un padre común. Entonces y durante mucho tiempo después, sólo en raras ocasiones un monje recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote. Pensó en proporcionar "una escuela para el servicio del Señor," proyectada para principiantes, por lo que el ascetismo de la regla es notablemente moderado. No se alentaban austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un mensaje que decía: "Si eres verdaderamente un siervo de Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo." La gran visión en la que Benito contempló, como en un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios, resume la inspiración de su vida y de su regla. El santo abad, lejos de limitar sus servicios a los que querían seguir su regla, extendió sus cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas y alimentó a los pobres y se dice que en más de una ocasión resucitó a los muertos. Cuando la Campaña sufría un hambre terrible, donó todas las provisiones de la abadía, con excepción de cinco panes. "No tenéis bastante ahora," dijo a sus monjes, notando su consternación, "pero mañana tendréis de sobra." A la mañana siguiente, doscientos sacos de harina fueron depositados por manos desconocidas en la puerta del monasterio. Estos ejemplos se han proporcionado para ilustrar el poder profético de San Benito, al que se añadía el don de leer los pensamientos de los hombres. Un noble al que convirtió, lo encontró cierta vez llorando e inquirió la causa de su pena. El abad repuso: "este monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio del Todopoderoso. Con dificultad he logrado obtener misericordia para sus vidas." La profecía se cumplió cuarenta años después, cuando la abadía de Monte Cassino fue destruida por los lombardos. Cuando el godo Totila avanzaba triunfante a través del centro de Italia, concibió el deseo de visitar a San Benito, porque había oído hablar mucho de él. Por lo tanto, envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a verlo. Para descubrir si en realidad el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes que acostumbraban asistirlo. La suplantación no engañó a San Benito, quien saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas." Su visitante se apresuró a partir para informar a su amo que había sido descubierto. Entonces, Totila, fue en persona hacia el hombre de Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó postrado. Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le sucederían. Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel. Esta entrevista tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo suficiente para ver el cumplimiento total de su propia profecía.

El santo que había vaticinado tantas cosas a otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima muerte. Lo notificó a sus discípulos y, seis días antes del fin, les pidió que cavaran su tumba. Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre. El de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves Santo, recibió la Eucaristía. Después, junto a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de oración y murió de pie en la capilla, con las manos levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo." Fue enterrado junto a Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo, que él había destruido. Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad." Era el momento preciso en el que moría el santo .Que Dios nos envíe muchos maestros como San Benito, y que nosotros también amemos con todo el corazón a Jesús.

Que de tal manera, brille ante los demás la luz de vuestro buen Ejemplo, que ellos al ver vuestras buenas obras, glorifiquen al padre celestial. (S. Mateo 5)

Milagros de San Benito.

He aquí algunos de los muchos milagros relatados por San Gregorio, en su biografía de San Benito. El muchacho que no sabía nadar. El joven Plácido cayó en un profundo lago y se estaba ahogando. San Benito mandó a su discípulo preferido Mauro: "Láncese al agua y sálvelo." Mauro se lanzó enseguida y logró sacarlo sano y salvo hasta la orilla. Y al salir del profundo lago se acordó de que había logrado atravesar esas aguas sin saber nadar. La obediencia al santo le había permitido hacer aquel salvamento milagroso. El edificio que se cae. Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme pared y sepultó a uno de los discípulos de San Benito. Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente despertado de un sueño. La piedra que no se movía. Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un centímetro. Entonces el santo le envió una bendición, y enseguida la pudieron remover de allí como si no pesara nada. Por eso desde hace siglos cuando la gente tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar, consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene prodigios. Es que este varón de Dios tiene mucho influjo ante Nuestro Señor. Panes que se multiplican. Muertes anunciadas. Un día exclamó: "Se murió mi amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al cielo un bello globo luminoso." Al día siguiente vinieron a traer la noticia de la muerte del obispo. Otro día vio que salía volando hacia el cielo una blanquísima paloma y exclamó: "Seguramente se murió mi hermana Escolástica." los Monjes fueron a averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa mujer. El, que había anunciado la muerte de otros, supo también que se aproximaba su propia muerte y mandó a unos religiosos a excavar…….(Bibliografía Butler; Vida de los Santos; Sálesman, P. Eliécer, "Vidas de los Santos" Sgarbossa, Mario; Giovannini, Luigi, "Un santo para cada día").

La Santa Regla.

Benedicto decidió que lo mejor era irse a vivir a un lugar solitario donde entregarse a la oración. No quería verse envuelto en las luchas por el poder, en la codicia, en la ambición y el egoísmo que suelen dominar la vida de los ricos y los poderosos.

En vez de eso quería tener tiempo para pensar en Dios, y en la vida de Jesucristo, y en cómo ser un buen cristiano. Durante una temporada vivió completamente solo en una cueva cerca de Subiaco, pero más adelante se le unieron otros hombres que acudían a pedirle que les enseñara a vivir como monjes. Para poder guiarles, Benedicto redactó su "regla para principiantes," donde explicaba lo principal que debía hacer un cristiano "si realmente busca a Dios." En ella decía que un cristiano debe vivir en paz con los demás, sin intentar salirse siempre con la suya, y sin tener una idea demasiado elevada de sí mismo. Debe vivir una vida sencilla, y no desear la posesión de muchas cosas que le hagan sentir importante y seguro. Un cristiano debe rezar a menudo, y también leer la Biblia.

Puesto que normalmente un grupo de gente que vive en común debe ponerse de acuerdo respecto a cómo hacer las cosas, Benedicto tuvo que descender también a detalles concretos: dijo cómo había que gobernar un monasterio, cuáles eran las tareas específicas que debían llevarse a cabo, qué oraciones había que rezar y cuándo había que rezarlas, qué tipo de persona debía ser el abad, cómo había que atender a los invitados, etc. Todos los monjes debían prometer obediencia al abad, y permanecer en la abadía durante toda su vida; y aunque los monjes hacían promesa de no casarse, la vida en el monasterio debía ser como una gran familia, de la cual el abad fuera el padre. Al abad lo elegían entre todos los monjes, y una vez elegido permanecía en el cargo durante toda su vida. El monasterio debía cubrir todas las necesidades de los monjes, y los hombres que llegaban allí venían de todos los estratos de la sociedad: desde hijos de campesinos que no sabían leer ni escribir hasta hijos de familias nobles que se habían educado en la escuela del monasterio. Sin embargo tenían que ser capaces de vivir juntos en paz y armonía.

Tuvo algunas dificultades, algunos monjes trataron a veces de matarle porque no estaban de acuerdo con sus ideas. En el año 520 se fue de Subiaco dirigiéndose hacia el sur, a Monte Cassino, donde fundó un nuevo monasterio. Pasó allí el resto de su vida, mientras Italia se convertía en un campo de batalla donde los godos y los ejércitos del emperador oriental libraban una guerra larga y salvaje que ningún lado podía ganar porque no era suficientemente poderoso. Mientras esta guerra cruel e inútil convertía una parte tras otra de Italia en una ruina asolada, San Benito trabajaba en Monte Cassino, donde murió hacia el año 555. Los reyes y generales dejaron tras ellos una tierra devastada, pero el Santo dejó su famosa "Regla."

Las ideas de Benedicto tuvieron una importancia especial en un mundo en el que el gobierno organizado, el comercio y las comunicaciones se estaban desmoronando ante las invasiones bárbaras. Sus monasterios eran una especie de islas" autosuficientes, que podían vivir durante larguísimos periodos de tiempo sin ayuda de ningún gobierno ni ninguna ciudad.

Esta Regla era tan práctica y funcionaba tan bien, que un monasterio tras otro decidió aceptarla, hasta que llegó a convertirse en la Regla principal de los monasterios de toda Europa durante los siguientes mil años. Durante una gran parte de ese tiempo, los monasterios serían los lugares más civilizados y Pacíficos de toda Europa.

A finales del siglo 6, un monje benedictino fue elegido papa: Gregorio el Grande, llamado así por todo lo que hizo por la Iglesia. Una de las cosas que hizo fue enviar un grupo de monjes a Inglaterra entre el 596 y el 597, dando comienzo con esta misión a la conversión de los ingleses al cristianismo; más tarde, el jefe de este grupo, Agustín, llegó a ser el primer arzobispo de Canterbury.

Con el paso de los siglos, la forma de vida de los grandes monasterios de Inglaterra y Francia fue cambiando, y se fue alejando de lo que predicaba San Benedicto. Los edificios se fueron haciendo cada vez más espléndidos y las oraciones más elaboradas; los monjes trabajaban menos en los campos y pasaban más tiempo dedicados al estudio y a la escritura y decoración de hermosos libros. Entre estos monasterios, los ingleses tenían unas características específicas. Los edificios se modificaron para adaptarse al clima frío de Inglaterra, e incluyeron una habitación especial en la que se encendía un fuego para calentarse en invierno. Además, los monasterios ingleses no estaban tan separados de la vida del país como pretendía San Benedicto: los reyes y las reinas se convirtieron en patrones de los monasterios, o en guardianes, y en muchas ocasiones la iglesia del monasterio era además la catedral de una región grande y el obispo vivía con los monjes. Además, las campanas de la abadía repicaban los domingos y los días festivos para avisar a la gente para que acudiera a la iglesia, y en ocasiones especiales los monjes y los ciudadanos organizaban procesiones por las calles de la ciudad.

Fuente: http://www.holytrinitymission.org/books ... oc77058119
"solo Dios Basta"
Carmen Desantiago
 
Mensajes: 4
Registrado: Sab Ago 23, 2014 6:08 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Carmen Desantiago » Dom Ago 24, 2014 4:37 pm

Los instrumentos del arte espiritual, según San Benito

Estos son los instrumentos del arte espiritual. Si los usamos día y noche, sin cesar, y los devolvemos el día del juicio, el Señor nos recompensará con aquel premio que Él mismo prometió: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni llegó al corazón del hombre lo que Dios ha preparado a los que lo aman." El taller, empero, donde debemos practicar con diligencia todas estas cosas, es el recinto del monasterio y la estabilidad en la comunidad.

- La Obediencia.

El primer grado de humildad es una obediencia sin demora. Esta es la que conviene a aquellos que nada estiman tanto como a Cristo. Ya sea en razón del santo servicio que han profesado, o por el temor del infierno, o por la gloria de la vida eterna, en cuanto el superior les manda algo, sin admitir dilación alguna, lo realizan como si Dios se lo mandara. El Señor dice de éstos: "En cuanto me oyó, me obedeció." Y dice también a los que enseñan: "El que a ustedes oye, a mí me oye." Estos tales, dejan al momento sus cosas, abandonan la propia voluntad, desocupan sus manos y dejan sin terminar lo que estaban haciendo, y obedeciendo a pie juntadas, ponen por obra la voz del que manda. Y así, en un instante, con la celeridad que da el temor de Dios, se realizan como juntamente y con prontitud ambas cosas: el mandato del maestro y la ejecución del discípulo. Es que el amor los incita a avanzar hacia la vida eterna. Por eso toman el camino estrecho del que habla el Señor cuando dice: "Angosto es el camino que conduce a la vida." Y así, no viven a su capricho ni obedecen a sus propios deseos y gustos, sino que andan bajo el juicio e imperio de otro, viven en los monasterios, y desean que los gobierne un abad. Sin duda estos tales practican aquella sentencia del Señor que dice: "No vine a hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió."

Pero esta misma obediencia será entonces agradable a Dios y dulce a los hombres, si la orden se ejecuta sin vacilación, sin tardanza, sin tibieza, sin murmuración o sin negarse a obedecer, porque la obediencia que se rinde a los mayores, a Dios se rinde. Él efectivamente dijo: "El que a ustedes oye, a mí me oye." Y los discípulos deben prestarla de buen grado porque "Dios ama al que da con alegría." Pero si el discípulo obedece con disgusto y murmura, no solamente con la boca sino también con el corazón, aunque cumpla lo mandado, su obediencia no será ya agradable a Dios que ve el corazón del que murmura. Obrando así no consigue gracia alguna, sino que incurre en la pena de los murmuradores, si no satisface y se enmienda.

-El Silencio.

Hagamos lo que dice el Profeta: "Yo dije: guardaré mis caminos para no pecar con mi lengua; puse un freno a mi boca, enmudecí, me humillé y me abstuve de hablar aun cosas buenas." El Profeta nos muestra aquí que si a veces se deben omitir hasta conversaciones buenas por amor al silencio, con cuanta mayor razón se deben evitar las palabras malas por la pena del pecado.

Por tanto, dada la importancia del silencio, rara vez se dé permiso a los discípulos perfectos para hablar aun de cosas buenas, santas y edificantes, porque está escrito: "Si hablas mucho no evitarás el pecado," y en otra parte: "La muerte y la vida están en poder de la lengua." Pues hablar y enseñar le corresponde al maestro, pero callar y escuchar le toca al discípulo.

Por eso, cuando haya que pedir algo al superior, pídase con toda humildad y respetuosa sumisión. En cuanto a las bromas, las palabras ociosas y todo lo que haga reír, lo condenamos a una eterna clausura en todo lugar, y no permitimos que el discípulo abra su boca para tales expresiones.

- La Humildad.

Clama, hermanos, la Divina Escritura diciéndonos: "Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado." Al decir esto nos muestra que toda exaltación es una forma de soberbia. El Profeta indica que se guarda de ella diciendo: "Señor, ni mi corazón fue ambicioso ni mis ojos altaneros; no anduve buscando grandezas ni maravillas superiores a mí." Pero ¿qué sucederá? "Si no he tenido sentimientos humildes, y si mi alma se ha envanecido, Tú tratarás mi alma como a un niño que es apartado del pecho de su madre."
Por eso, hermanos, si queremos alcanzar la cumbre de la más alta humildad, si queremos llegar rápidamente a aquella exaltación celestial a la que se sube por la humildad de la vida presente, tenemos que levantar con nuestros actos ascendentes la escala que se le apareció en sueños a Jacob, en la cual veía ángeles que subían y bajaban. Sin duda alguna, aquel bajar y subir no significa otra cosa sino que por la exaltación se baja y por la humildad se sube. Ahora bien, la escala misma así levantada es nuestra vida en el mundo, a la que el Señor levanta hasta el cielo cuando el corazón se humilla. Decimos, en efecto, que los dos lados de esta escala son nuestro cuerpo y nuestra alma, y en esos dos lados la vocación divina ha puesto los diversos escalones de humildad y de disciplina por los que debemos subir.
Así, pues, el primer grado de humildad consiste en que uno tenga siempre delante de los ojos el temor de Dios, y nunca lo olvide. Recuerde, pues, continuamente todo lo que Dios ha mandado, y medite sin cesar en su alma cómo el infierno abrasa, a causa de sus pecados, a aquellos que desprecian a Dios, y cómo la vida eterna está preparada para los que temen a Dios. Guárdese a toda hora de pecados y vicios, esto es, los de los pensamientos, de la lengua, de las manos, de los pies y de la voluntad propia, y apresúrese a cortar los deseos de la carne. Piense el hombre que Dios lo mira siempre desde el cielo, y que en todo lugar, la mirada de la divinidad ve sus obras, y que a toda hora los ángeles se las anuncian.

Esto es lo que nos muestra el Profeta cuando declara que Dios está siempre presente a nuestros pensamientos diciendo: "Dios escudriña los corazones y los riñones." Y también: "El Señor conoce los pensamientos de los hombres," y dice de nuevo: "Conociste de lejos mis pensamientos." Y: "El pensamiento del hombre te será manifiesto." Y para que el hermano virtuoso esté en guardia contra sus pensamientos perversos, diga siempre en su corazón: "Solamente seré puro en tu presencia si me mantuviere alerta contra mi iniquidad."

En cuanto a la voluntad propia, la Escritura nos prohibe hacerla cuando dice: "Apártate de tus voluntades." Además pedimos a Dios en la Oración que se haga en nosotros su voluntad. Justamente, pues, se nos enseña a no hacer nuestra voluntad cuidándonos de lo que la Escritura nos advierte: "Hay caminos que parecen rectos a los hombres, pero su término se hunde en lo profundo del infierno," y temiendo también, lo que se dice de los negligentes: "Se han corrompido y se han hecho abominables en sus deseos."

En cuanto a los deseos de la carne, creamos que Dios está siempre presente, pues el Profeta dice al Señor: "Ante ti están todos mis deseos."

Debemos, pues, cuidarnos del mal deseo, porque la muerte está instalada en la entrada del placer. Por eso la Escritura nos da este precepto: "No vayas en pos de tus concupiscencias."

Luego, si "los ojos del Señor vigilan a buenos y malos," y "el Señor mira siempre desde el cielo a los hijos de los hombres, para ver si hay alguno inteligente y que busque a Dios," y si los ángeles que nos están asignados, anuncian día y noche nuestras obras al Señor, hay que estar atentos, hermanos, en todo tiempo, como dice el Profeta en el salmo, no sea que Dios nos mire en algún momento y vea que nos hemos inclinado al mal y nos hemos hecho inútiles, y perdonándonos en esta vida, porque es piadoso y espera que nos convirtamos, nos diga en la vida futura: "Esto hiciste y callé."

El segundo grado de humildad consiste en que uno no ame su propia voluntad, ni se complazca en hacer sus gustos, sino que imite con hechos al Señor que dice: "No vine a hacer mi voluntad sino la de Aquel que me envió." Dice también la Escritura: "La voluntad tiene su pena, y la necesidad engendra la corona." El tercer grado de humildad consiste en que uno, por amor de Dios, se someta al superior en cualquier obediencia, imitando al Señor de quien dice el Apóstol: "Se hizo obediente hasta la muerte."

El cuarto grado de humildad consiste en que, en la misma obediencia, así se impongan cosas duras y molestas o se reciba cualquier injuria, uno se abrace con la paciencia y calle en su interior, y soportándolo todo, no se canse ni desista, pues dice la Escritura: "El que perseverare hasta el fin se salvará," y también: "Confórtese tu corazón y soporta al Señor." Y para mostrar que el fiel debe sufrir por el Señor todas las cosas, aun las más adversas, dice en la persona de los que sufren: "Por ti soportamos la muerte cada día; nos consideran como ovejas de matadero." Pero seguros de la recompensa divina que esperan, prosiguen gozosos diciendo: "Pero en todo esto triunfamos por Aquel que nos amó." La Escritura dice también en otro lugar: "Nos probaste, ¡oh Dios! nos purificaste con el fuego como se purifica la plata; nos hiciste caer en el lazo; acumulaste tribulaciones sobre nuestra espalda." Y para mostrar que debemos estar bajo un superior prosigue diciendo: "Pusiste hombres sobre nuestras cabezas." En las adversidades e injurias cumplen con paciencia el precepto del Señor, y a quien les golpea una mejilla, le ofrecen la otra; a quien les quita la túnica le dejan el manto, y si los obligan a andar una milla, van dos; con el apóstol Pablo soportan a los falsos hermanos, y bendicen a los que los maldicen.

El quinto grado de humildad consiste en que uno no le oculte a su abad todos los malos pensamientos que llegan a su corazón y las malas acciones cometidas en secreto, sino que los confiese humildemente. La Escritura nos exhorta a hacer esto diciendo: "Revela al Señor tu camino y espera en Él." Y también dice: "Confiesen al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia." Y otra vez el Profeta: "Te manifesté mi delito y no oculté mi injusticia. Dije: confesaré mis culpas al Señor contra mí mismo, y Tú perdonaste la impiedad de mi corazón."

El sexto grado de humildad consiste en que el monje esté contento con todo lo que es vil y despreciable, y que juzgándose obrero malo e indigno para todo lo que se le mande, se diga a sí mismo con el Profeta: "Fui reducido a la nada y nada supe; yo era como un jumento en tu presencia, pero siempre estaré contigo."

El séptimo grado de humildad consiste en que uno no sólo diga con la lengua que es el inferior y el más vil de todos, sino que también lo crea con el más profundo sentimiento del corazón, humillándose y diciendo con el Profeta: "Soy un gusano y no un hombre, oprobio de los hombres y desecho de la plebe. He sido ensalzado y luego humillado y confundido." Y también: "Es bueno para mí que me hayas humillado, para que aprenda tus mandamientos."

El octavo grado de humildad consiste en que el monje no haga nada sino lo que la Regla del monasterio o el ejemplo de los mayores le indica que debe hacer.

El noveno grado de humildad consiste en que el monje no permita a su lengua que hable. Guarde, pues, silencio y no hable hasta ser preguntado, porque la Escritura enseña que "en el mucho hablar no se evita el pecado." y que "el hombre que mucho habla no anda rectamente en la tierra."

El décimo grado de humildad consiste en que uno no se ría fácil y prontamente, porque está escrito: "El necio en la risa levanta su voz."

El undécimo grado de humildad consiste en que el monje, cuando hable, lo haga con dulzura y sin reír, con humildad y con gravedad, diciendo pocas y juiciosas palabras, y sin levantar la voz, pues está escrito: "Se reconoce al sabio por sus pocas palabras."

El duodécimo grado de humildad consiste en que el monje no sólo tenga humildad en su corazón, sino que la demuestre siempre a cuantos lo vean aun con su propio cuerpo, es decir, que en la Obra de Dios, en el oratorio, en el monasterio, en el huerto, en el camino, en el campo, o en cualquier lugar, ya esté sentado o andando o parado, esté siempre con la cabeza inclinada y la mirada fija en tierra, y creyéndose en todo momento reo por sus pecados, se vea ya en el tremendo juicio. Y diga siempre en su corazón lo que decía aquel publicano del Evangelio con los ojos fijos en la tierra: "Señor, no soy digno yo, pecador, de levantar mis ojos al cielo." Y también con el Profeta: "He sido profundamente encorvado y humillado."

Cuando el monje haya subido estos grados de humildad, llegará pronto a aquel amor de Dios que "siendo perfecto excluye todo temor," en virtud del cual lo que antes observaba no sin temor, empezará a cumplirlo como naturalmente, como por costumbre, y no ya por temor del infierno sino por amor a Cristo, por el mismo hábito bueno y por el atractivo de las virtudes. Todo lo cual el Señor se dignará manifestar por el Espíritu Santo en su obrero, cuando ya esté limpio de vicios y pecados.


Fuente : http://www.holytrinitymission.org/books ... oc77058119
"solo Dios Basta"
Carmen Desantiago
 
Mensajes: 4
Registrado: Sab Ago 23, 2014 6:08 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Carmen Desantiago » Dom Ago 24, 2014 4:47 pm

Los Banedictinos en Venezuela

En abril de 1923 llegaron a Venezuela desde la región de Baviera, al sur de Alemania, el primer grupo de padres y hermanos benedictinos de la congregación de Santa Otilia, procedentes de la archiabadía del mismo nombre para atender el llamado del padre Santiago Machado, que ya en esos años había notado en Caracas la proliferación de niños de la calle. Guiados por el ideal misionero que se resume en el lema “Por dentro monje, por fuera apóstol”, los religiosos desde aquel momento se instalaron en la zona de San José del Avila, en la capital venezolana, para iniciar una labor social y educativa que se prolongó en esa zona por más de cuatro décadas. Allí, al pie del monte Avila, aledaña a la avenida Baralt, los monjes construyeron poco a poco su primera iglesia y se encargaron de la escuela donde además de la educación formal dieron a los niños formación cristiana y les enseñaron oficios.

Antes de esto, ya existía una edificación que había levantado el padre Machado y allí con la ayuda de los benedictinos, su empuje y dedicación, se hizo una segunda planta y se amplío el colegio. Luego se completó con una cancha deportiva y una piscina. Los religiosos instauraron también, con ayuda de otras instituciones como la iglesia alemana, pequeñas escuelas a las que iban los hijos de muchas mujeres que habitaban por la zona y que no tenían a quien confiar a sus hijos mientras ellas trabajaban. En estas escuelitas ─según el Hermano Jesús María─ los niños eran atendidos por muchachos y muchachas de la parroquia que, además de cuidarlos, les enseñaban las primeras letras, y recibían las primeras nociones de vida cristiana.

“Con el boom del petróleo, en la década de los 40. 50, 60 y 70, y con la construcción de nuevas calles y avenidas, Caracas dejó de ser el ambiente propicio para una abadía porque en líneas generales nuestra tradición es establecernos fuera de las poblaciones”, explicó el religioso. Luego de conversar con el Cardenal José Alí Lebrún para transferir las responsabilidades de la escuela de San José del Avila a la Arquidiócesis de Caracas, los monjes de la Orden de San Benito de Nursia decidieron partir y buscar un lugar que fuese mucho más apropiado para “vivir con mayor fidelidad los valores y las exigencias de la vida benedictina”. Así empezó la búsqueda de ese lugar especial. “Vimos 28 lugares y Guigue fue el número 29”, dijo el benedictino. Luego de tres años y medio, la Abadía estuvo concluida y los monjes pudieron trasladarse. El 22 de septiembre de 1990 se realizó la bendición y consagración de la abadía, “comenzando para los hermanos otilienses una nueva etapa de su presencia en Venezuela”.

Vida monacal

La sentencia latina “Ora et labora” (Reza y trabaja) resume los principios de la vida que estos religiosos llevan en el monasterio. A diferencia de otras órdenes religiosas, para los benedictinos es muy importante vivir en la abadía los cinco principios que rigen su razón de ser: vida de comunidad; soledad y silencio; oración y “lectio divina” (oración personal); trabajo y compromiso de estabilidad, conversión y obediencia
No obstante, el hermano Jesús María advierte que “ellos no son ángeles que van volando y no comen”. Al contrario, cuando estaban buscando el lugar idóneo para trasladarse tenían la exigencia de dar con un sitio tranquilo y apartado pero bien comunicado. Los monjes que se levantan de lunes a domingo, a las 5:00 am, realizan cada día una rutina invariable que inicia a las 5:30 am con los maitines (oficio de lectura), continua con una oración personal, sigue el desayuno a las 7:00 am. De lunes a sábado se inician las actividades a las 8:00 am, mientras que el domingo comulgan a las 10 am. Al mediodía realizan una oración, almuerzan a las 12:15 pm, y de lunes a sábado el trabajo se retoma a las 2:00 pm. Asimismo, se comulga a las 6:00 pm, y a las 6:45 se hacen las vísperas u oración de la tarde. El domingo las vísperas es a las 6:00 pm. A las 7:10 pm toman la cena, luego un receso, para culminar el día a las 8:15 pm con la oración de la noche o “completas”. Los huéspedes se adaptan al ritmo de los benedictinos en las horas de comida y de oración. Y también se les pide mantener el ambiente de silencio, sosiego y recogimiento que impera en la abadía. No obstante, esta condición no es nada difícil de cumplir porque todo en este lugar ha sido deliberadamente realizado para que esto se cumpla.

Una abadía, un premio

El camino que lleva a la Abadía Benedictina de Guigue es una larga subida, flanqueada de casas en su mayoría humildes en medio de una vegetación espesa y florida. La llegada al monasterio puede pasar inadvertida, porque tan solo un letrero la anuncia. Nada anuncia su imponente presencia. Pero al traspasar el estacionamiento y caminar hasta el interior del monasterio y de la iglesia abacial, el cambio es notable, porque en medio de aquella naturaleza y bajo el sol inclemente surge esta abadía que luego de su construcción obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura. Jesús Tenreiro Degwitz encabezó el equipo de arquitectura que supo interpretar aquello que los monjes deseaban realizar. Un lugar de paz, sin muchos adornos, de fácil mantenimiento, y que contara con las condiciones necesarias para vivir de acuerdo a sus preceptos. Así, el arquitecto ideó una abadía de corte posmoderno, de líneas simples, de obra limpia, con la grata presencia de la madera y del ladrillo y el uso permanente de la luz natural a través de grandes ventanales. Asimismo se aprovechó la vista que el lugar tiene del lago de Valencialago de Valencia, fácilmente observable desde las celdas de los monjes. La iglesia abacial es relativamente pequeña lo que propicia un ambiente de intimidad. Aquí la naturaleza actúa en total confabulación para lograr la difícil tarea del silencio y el recogimiento, dos situaciones ajenas al ciudadano urbano contemporáneo.

Blog: http://siexdeusuntbenedictinosvenezuela.blogspot.com
"solo Dios Basta"
Carmen Desantiago
 
Mensajes: 4
Registrado: Sab Ago 23, 2014 6:08 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor ancris99 » Dom Ago 24, 2014 4:54 pm

Por: Angelica Romero Vega

Escogi el tema del habito benedictino, espero que aprendan y adjunto una pagina web con mucha informacion confiable. No hay mucho en el habito benedictino pero esto es lo que logre encontrar.

- El hábito benedictino
En la Edad Media los monjes benedictinos llevaban una camisa de lana y escapulario. El hábito o vestidura superior es negro, por lo que el pueblo los llamó los monjes negros, en oposición a los cistercienses, que llevan túnica y escapulario blanco, denominados los monjes blancos.
Alston, G. C. (n.d.). Benedictinos, San Benito. Retrieved 8 24, 2014, from http://mb-soft.com/believe/tso/benedic.htm
“Con ligeras modificaciones de forma en algunas congregaciones el hábito de la orden consiste en una túnica, confinado a la cintura por una faja de cuero o de tela, un escapulario, la anchura de los hombros y llegaba hasta las rodillas o la tierra, y una capucha para cubrir la cabeza.En el coro, en el capítulo, y en ciertos momentos ceremoniales, un vestido largo completo con grandes mangas que fluyen, llamada "la capucha", se coloca sobre el hábito común.El color no está especificado en el artículo, pero se conjetura que los primeros benedictinos se vestían de blanco o gris, como el color natural de la lana sin teñir.Durante muchos siglos, sin embargo, el negro ha sido el color predominante, de ahí el término "monje negro" ha llegado a significar un benedictino que no pertenecen a una de las congregaciones independientes que ha adoptado un color distintivo, por ejemplo, los cistercienses Camaldulenses, y Olivetana, que visten de blanco, o el Sylvestrines, cuyo hábito es de color azul.Las únicas diferencias en el color dentro de la federación benedictinos son las de los monjes de Monte Vergine, quien aunque ahora pertenece a la congregación de la Primitiva Observancia Casinense, aún conservan el hábito blanco adoptado por su fundador en el siglo XII, y los de la congregación de Santa Otilia, que llevan una faja de color rojo para significar su carácter misionero especial.”
ancris99
 
Mensajes: 1
Registrado: Dom Ago 17, 2014 12:35 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Cami100 » Dom Ago 24, 2014 5:42 pm

Vida de San Benito Abad

Si atendemos a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías contemporáneas del padre del monasticismo occidental. Lo poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona una historia completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los milagrosos incidentes de su carrera.

Benito nació y creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta región de Italia es quizás la que mas santos ha dado a la Iglesia. Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey de los Hérculos mató al último emperador romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se convertirán en centros de fe y cultura.

De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su infancia se había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de ella hasta el final de la vida de su hermano. El fue enviado a Roma para su "educación liberal", acompañado de una "nodriza", que había de ser, probablemente, su ama de casa. Tenía entonces entre 13 y 15 años, o quizá un poco más. Invadido por los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado parecía declinar rápidamente hacia la barbarie, durante los últimos años del siglo V: la Iglesia estaba agrietada por los cismas, ciudades y países desolados por la guerra y el pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos como entre gentiles y se ha hecho notar que no existía un solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje. En las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su ejemplo, decidió abandonar Roma. Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que lo acompañó. Existe una considerable diferencia de opinión en lo que respecta a la edad en que abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente a los veinte años. Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a treinta millas de Roma. No sabemos cuanto duró su estancia, pero fue suficiente para capacitarlo a determinar su siguiente paso. Pronto se dio cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las tentaciones de Roma; Dios lo llamaba para ser un ermitaño y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida, especialmente después de haber restaurado milagrosamente un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y accidentalmente roto.

En busca de completa soledad, Benito partió una vez más, solo, para remontar las colinas hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio, gracias a la represión de las aguas del Anio). En esta región rocosa y agreste se encontró con un monje llamado Romano, al que abrió su corazón, explicándole su intención de llevar la vida de un ermitaño. Romano mismo vivía en un monasterio a corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al joven, vistiéndolo con un hábito de piel y conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los tupidos bosques y malezas que la circundaban. En la desolada caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo subía en un canastillo que izaba mediante una cuerda. San Gregorio dice que el primer forastero que encontró el camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz que le decía: "Estás preparándote un delicioso platillo, mientras mi siervo Benito padece hambre". El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al ermitaño, al que encontró al fin con gran dificultad. Después de haber conversado durante un tiempo sobre Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el que no hay razón para ayunar. Benito, quien sin duda había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no tenía medios de calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era el día de tan grande solemnidad. Comieron juntos y el sacerdote volvió a casa. Poco tiempo después, el santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una piel 9de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano viviera entre las rocas. Cuando descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus enseñanzas. A partir de ese momento, empezó a ser conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos.

Aunque vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San Gregorio. "Cierto día, cuando estaba solo, se presentó el tentador. Un pequeño pájaro negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido, habría podido cogerlo con la mano, pero al hacer la señal de la cruz el pájaro se alejó. Una violenta tentación carnal, como nunca antes había experimentado, siguió después. El espíritu maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo, e inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que tuvo una gran dificultad para reprimirlo. Casi vencido, pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo, ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se arrojó entre ellos. Ahí se revolcó hasta que todo su cuerpo quedó lastimado. Así, mediante aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma", y nunca volvió a verse turbado en aquella forma.

En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron pedir a San Benito que tomara su lugar. Al principio rehusó, asegurando a la delegación que había venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían --quizá él había oído hablar de ellos--. Sin embargo, los monjes le importunaron tanto, que acabó por ceder y regresó con ellos para hacerse cargo del gobierno. Pronto se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina monástica no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino. Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su costumbre, éste se rompió en pedazos como si una piedra hubiera caído sobre él. "Dios os perdone, hermanos", dijo el abad con tristeza. "¿Por qué habéis maquinado esta perversa acción contra mí? ¿No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo con las vuestras? Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo entre vosotros". El mismo día retornó a Subiaco, no para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante estos años de vida oculta.

Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos, tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que vivían en las montañas. San Benito se encontró en posición de empezar aquel gran plan, quizás revelado a él en la retirada cueva, de "reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios". Por lo tanto, colocó a todos los que querían obedecerle en los doce monasterios hechos de madera, cada uno con su prior. El tenía la suprema dirección sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado. Hasta ahí, no tenía escrita una regla propia, pero según un antiguo documento, los monjes de los doce monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San Benito". Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se ponían a disposición del santo, quien no hacía distinción de categoría social o nacionalidad. Después de un tiempo, los padres venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran educados y preparados para la vida monástica. San Gregorio nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a estos jóvenes novicios. (Véase San Mauro, 15 de enero y San Plácido, 5 de octubre).

En contraste con estos aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue recibido con alegría y vistió el hábito monástico. Enviado con una hoz para que quitara las tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago, trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se salió del mango y desapareció en el lago. El pobre hombre estaba abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo conocimiento del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le arrebató el mango y lo arrojó al lago. Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de hierro y se ajustó automáticamente al mango. El abad devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma! Prosigue tu trabajo y no te preocupes". No fue el menor de los milagros que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra el trabajo manual, considerado como degradante y servil. Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles y plebeyos por igual. No sabemos cuanto tiempo permaneció el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su monasterio sobre una base firme y fuerte. Su partida fue repentina y parece haber sido impremeditada. Vivía en las cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien, viendo el éxito que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se reunía en torno suyo, sintió envidia y trató de arruinarlo. Pero como fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que le envió (que según San Gregorio fue arrebatado milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento. El abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente, resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en peligro. Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó desde Subiaco al territorio de Monte Cassino. Es esta una colina solitaria en los límites de Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las repetidas irrupciones de los bárbaros, se había convertido en pantanosa y malsana. La población de Monte Cassino, en otro tiempo lugar importante, había sido aniquilada por los godos y los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado. Estaban acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a Apolo, sobre la cuesta del monte. Después de cuarenta días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar, a predicar a la gente y a llevarla a Cristo. Sus curaciones y milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque sagrado. Sobre las ruinas del templo, construyó dos capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la más famosa abadía que el mundo haya conocido. Los cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San Benito, alrededor del año 530. De ahí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana. No fue solamente un museo eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra Mundial, cuando se bombardeó Monte Cassino.

Es probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus discípulos pronto acudieron también a Monte Cassino. Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no los mandó a casas separadas, sino que los colocó juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su supervisión general. Casi inmediatamente después, se hizo necesario añadir cuartos para huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco, era fácilmente accesible desde Roma y Cápua. No solamente los laicos, sino también los dignatarios de la Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya reputación de santidad, sabiduría y milagros habíase extendido por todas partes. Tal vez fue durante ese período cuando comenzó su "Regla", de la que San Gregorio dice que da a entender "todo su método de vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba". Aunque primordialmente la regla está dirigida a los monjes de Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay alguna razón para creer que fue escrita para todos los monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas. Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey", y prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, ("lectura sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un padre común. Entonces y durante mucho tiempo después, sólo en raras ocasiones un monje recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote. Pensó en proporcionar "una escuela para el servicio del Señor", proyectada para principiantes, por lo que el ascetismo de la regla es notablemente moderado. No se alentaban austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un mensaje que decía: "Si eres verdaderamente un siervo de Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo". La gran visión en la que Benito contempló, como en un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios, resume la inspiración de su vida y de su regla. El santo abad, lejos de limitar sus servicios a los que querían seguir su regla, extendió sus cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas y alimentó a los pobres y se dice que en más de una ocasión resucitó a los muertos. Cuando la Campania sufría un hambre terrible, donó todas las provisiones de la abadía, con excepción de cinco panes. "No tenéis bastante ahora", dijo a sus monjes, notando su consternación, "pero mañana tendréis de sobra". A la mañana siguiente, doscientos sacos de harina fueron depositados por manos desconocidas en la puerta del monasterio. Otros ejemplos se han proporcionado para ilustrar el poder profético de San Benito, al que se añadía el don de leer los pensamientos de los hombres. Un noble al que convirtió, lo encontró cierta vez llorando e inquirió la causa de su pena. El abad repuso: "este monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio del Todopoderoso. Con dificultad he logrado obtener misericordia para sus vidas". La profecía se cumplió cuarenta años después, cuando la abadía de Monte Cassino fue destruida por los lombardos.

Cuando el godo Totila avanzaba trinfante a través del centro de Italia, concibió el deseo de visitar a San Benito, porque había oído hablar mucho de él. Por lo tanto, envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a verlo. Para descubrir si en realidad el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes que acostumbraban asistirlo. La suplantación no engañó a San Benito, quien saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas". Su visitante se apresuró a partir para informar a su amo que había sido descubierto. Entonces, Totila, fue en persona hacia el hombre de Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó postrado. Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le sucederían. Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel. Esta entrevista tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo suficiente para ver el cumplimiento total de su propia profecía.

Anuncia su muerte

El santo que había vaticinado tantas cosas a otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima muerte. Lo notificó a sus discípulos y, seis días antes del fin, les pidió que cavaran su tumba. Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre. El 21 de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves Santo, recibió la Eucaristía. Después, junto a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de oración y murió de pie en la capilla, con las manos levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo". Fue enterrado junto a Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo, que él había destruido.

Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en el que moría el santo.

Que Dios nos envíe muchos maestros como San Benito, y que nosotros también amemos con todo el corazón a Jesús.

En 1964 Pablo VI declara a san Benito patrono principal de Europa.
Cami100
 
Mensajes: 35
Registrado: Sab Ene 23, 2010 4:12 pm

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Rocio Barbosa » Dom Ago 24, 2014 7:12 pm

LA ORACION DE SAN BENITO EN EL HOY DE CADA CRISTIANO

Palabras de Benedicto XVI : el 27 de abril de 2005,en su primera audiencia general ,Benedicto XVI hacia la siguiente reflexión:
nombre Benedictino evoca,además la extraordinaria figura del GRAN PATRIARCA DEL MONACATO OCCIDENTAL ,San Benito de Nursia,copatrono de europa juntamente con San Cirilo,y San Metodio,y las Santas Brigida de Suecia,Catalina de Siena y Edith Stein.
La progresiva expansión de la orden benedictina,por él fundada,ejerció un influjo inmenso en la difución del Cristianismo en toido el continente.Por eso San Benito es muy venerado en Alemania y,particularmente en Baviera,mi tierra de orígen constituye un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces de su cultura y su civilización.
De este padre del monacato occidental conocemos la recomendacion que hizo a los monjes en su regla: "no antepongais nada a Cristo".
Al inicio de mi servico como sucesor de Pedro pido a San Benito que nos ayude a mantener firmemente a Cristo en el centro de nuestra existencia.Que él ocupe siempre el primer lugar en nuestros pensamientos y en todas nuestras actividades".

Lo interesante de la propuesta de Benito es que,si bien él escribe para los monjes,la esencia de su mensaje es aplicable a todo cristiano.En este sentido ,Benedicto XVI nos orienta para descubrir uno de los ejes principales del camino espiritual de San Benito:
" Hay una aspecto tipico de su espiritualidad ,que hoy quisiera destacar en particular .Benito no fundó una institución monastica destinada principalmente a la evangelización de los pueblos bárbaros,como otros grandes misioneros de su época,sino que indicó a asus seguidores como objetivo fundamental de su existencia,más aún el único,la búsqueda de Dios : << Quaerere Deum >>.Pero sabia que ,cuando el creyente entra en relación profunda con Dios, no puede contentarse con vivir de modo mediocre según la ética minimalista y una religiosidad superficial"
tomado http://www.valledeloscaidos.es/files/be ... monjes.pdf
Me apoyo en estas hermosas palabras que más que hermosas son UNA GUIA PARA TODOS LOS QUE QUEREMOS SEGUIR AL SEÑOR Y SER ADORADORES EN ESPIRITU Y EN VERDAD YA QUE LA BELLEZA DE ESTE SANTO NOS MUESTRA UN CAMINO CLAVE PARA LLEGAR A PUERTO SEGURO: QUE JESUCRISTO SEA NUESTRA PRIORIDAD,NUESTRO AMOR,NUESTRA LOCURA Y POR TANTO NUESTRA VIDA Y NUESTRAS ACCIONES LO REFELJEN PARA PODER DEJAR QUE EL SE TRANSPARENTE EN NOSOTROS SI ASI PUEDE DECIRSE Y LO HILO PERFECTAMENTE CON EL EVANGELIO DE HOY " Y VOSOTROS QUIEN DECIS QUE SOY YO? . ¿SERA QUE EL SEÑOR ES LA RAZON DE NUESTRA VIDA?,NO UNA RAZON MÁS SINO LA RAZON DE LO QUE SOMOS!!!
Rocio Barbosa
 
Mensajes: 9
Registrado: Sab Ago 02, 2014 9:34 am

Re: 2. La Orden Benedictina. 18 agosto 2014

Notapor Idamis Sanchez » Dom Ago 24, 2014 8:27 pm

LA REGLA DE SAN BENITO.
INTRODUCCION

La Regla de los monjes escrita por San Benito Abad hacia el final de su vida, ha sido norma y guía espiritual de innumerables comunidades monásticas durante más de 1500 años. La gran vitalidad que encierra proviene de su doble enraizamiento en las Sagradas Escrituras y en la Tradición viva de la Iglesia, especialmente la tradición monástica de la que es heredera y continuadora. Escrita en latín, y luego traducida a todas las lenguas a lo largo de los siglos, consta de un Prólogo y 73 Capítulos. Los estudiosos concuerdan en señalar que fue escrita por San Benito de forma gradual. Es posible discernir en ella una estructura de base que ayuda a comprenderla mejor. Los índices Numérico y Estructural siguen el orden de los capítulos, el índice Temático los reagrupa desde otra perspectiva.
Idamis Sanchez
 
Mensajes: 95
Registrado: Sab Ago 02, 2014 2:18 pm

AnteriorSiguiente

Volver a Rutas monásticas

¿Quién está conectado?

Usuarios registrados: No hay usuarios registrados visitando el Foro

Reportar anuncio inapropiado |
Reportar anuncio inapropiado |
cron