1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 11 ag

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor Ger16 » Mar Ago 19, 2014 2:23 pm

Hola, he elegido escribir un resumen de la vida de San Pacomio.

Es conocido como Sn Pacomio abad, o San Pacomio el viejo o San Pacomio de Tebas.
Nace en el año 292 en Egipto en una familia pagana y al prestar su servicio militar conoce la Caridad de los Cristianos para los soldados, lo que lo mueve a la conversión decidiéndose a prepararse con los catecúmenos para ser bautizado. Aquí tenemos una primera enseñanza: la importancia del testimonio, particularmente de la Caridad.
Sabe de la vida del eremita Palemón y va con el para pedirle que lo reciba como discípulo. Palemón no le oculta el rigor y los trabajos de la vida anacoreta y lo acepta dándole el hábito monacal.
Aunque se considera a San Antonio Abad el padre de la vida monacal, se le debe a San Pacomio la organización y el establecimiento de reglas que aportan seguridad a quienes deciden seguir esa vida.
San Pacomio funda un primer monasterio junto al río Nilo al cual se une, en primer lugar, Juan, su hermano mayor, y en poco tiempo, el monasterio, cuenta con más de cien monjes que son atraídos por la vida monacal. Funda más de seis monasterios y uno para mujeres.
La vida de Pacomio y la obra que inicia tiene mucho en común con la vida de otros grandes de los cuales ya antes han escrito en este foro pero conviene reflexionar en la decisión de estos hombres que dejando comodidades deciden seguir a Cristo quitando toda distracción que los aparte de El.
En el tema doctrinal se opone a los Arrianos y conoce a San Atanasio quien es un campeón en la defensa de la Fe frente al arrianismo.
Además de sus reglas, San Pacomio aporta la importancia del conocimiento y la caracterización de las personas que deciden ser monjes para poder conducirlos mejor en ese camino.
Muere en el año 348 como consecuencia del contagio en una epidemia que mata a muchos monjes, y la Iglesia lo recuerda el día 9 de mayo.
Se representa con la imagen tipo bizantino como un anciano con los brazos en cruz frente a un ángel que le está mostrando un escrito ("Par cet habit toute chair sera sauvée o pacome").
Tomado de: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI.
en: http://www.eltestigofiel.org/
Ger16
 
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor thelmigu2014 » Mar Ago 19, 2014 2:37 pm

Hola, les envío lo que investigué sobre Santa Thais de la Tebaida. No está como el que envié primero, muy ordenadito y según lo pedido pero contiene lo esencial. Disculpen.
Biografía:
Se dice que Thais vivió en el siglo IV en el Egipto romano. Se la incluye en la literatura en las vidas de los santos de la iglesia griega. Existen dos esbozos biográficos: uno en griego quizá del siglo V (está traducido al latín en la Vita Thaisis por Dionisio el Exiguo (Dionisio el pequeño) durante el siglo VI o VII); el otro esbozo ha llegado a tiempos modernos en latín medieval por Marbodio de Rennes (m. 1123). También aparece en martirologios griegos por Maurolico y Greven, aunque no en los martirologios latinos.1 Las vidas de los santos y eremitas del desierto egipcio, incluida santa Tais, fueron recopiladas en la Vitae Patrum.2 3 Ha surgido recientemente la perspectiva de que su historia es "probablemente sólo un cuento moral inventado con propósitos edificantes."4 5 No obstante, santa Thais sigue apareciendo en el calendario eclesiástico, con fiesta el 8 de octubre.6
Thais es descrita primero como una cortesana rica y bella viviendo en la prestigiosa ciudad de Alejandría, a los ojos de la iglesia una pecadora pública. Con el tiempo, sin embargo, indagó sobre el cristianismo y luego se convirtió. En su Vita un monje disfrazado entró en sus habitaciones para desafiarla y convertirla, pero se encuentra con que ya cree en Dios, a quien nada queda oculto. La identidad de esta persona que instruye y ofrece a Thais la oportunidad de transformación espiritual no queda clara, y son tres los nombres se mencionan: san Pafnucio (obispo egipcio de la Tebaida Superior), san Besarión (discípulo de san Antonio Abad en el desierto egipcio) y San Serapión el Escolástico (San Serapión de Thmuis, obispo en el Delta del Nilo).7 Después de su aceptación en la Iglesia, entró en una celda conventual con provisiones para tres años, y durante ese tiempo hizo penitencia por sus pecados. Cuando salió después, se dice que vivió entre las monjas del desierto egipcio sólo durante un breve período de quince días, luego murió.
Hermosa como pocas, Tais de Egipto fue la prostituta más reclamada de su tiempo. Convertida por el abad Pafnucio, dedicó sus últimos días a la penitencia y oración. Un elocuente ejemplo de la vida de los cristianos de los primeros tiempos. Está claro que el reino de los Cielos no pide antecedentes de honorabilidad antes de abrir sus puertas.

El calendario nos presenta en este día a la inocencia nunca perdida luchando en el amor a Cristo y en el afán de penitencia con la inocencia recobrada. Por un lado, la santa escandinava Brígida de Suecia, gloria de la corte de San Olaf, princesa por la sangre, reina por el espíritu sediento de lejanías terrenas y celestes, peregrina infatigable, que después de encerrar a su marido en un claustro para trasladarle desde allí a la gloria, baja de las nieves septentrionales, recorre la Europa central, llega hasta el fin de la tierra para visitar el sepulcro de Santiago, tuerce de dirección y penetra en el Oriente, siguiendo los caminos de su divino Crucificado, vuelve a fijar su residencia en Roma y sigue la corte de los pontífices, dejando volar a la vez su espíritu por los infinitos espacios de la teología y de la mística en maravillosas revelaciones, cuyo relato trae hasta nosotros el varonil aliento de aquella alma inquieta y apasionada (1302-1372).

Pero al lado de Brígida, margarita perenne entre los hielos del Norte, aparece la rosa de Alejandría, que después de marchitarse al contacto abrasador de los fuegos del desierto, vuelve a renacer más bella bajo la caricia de los aires de la gracia. Es Tais, la bella pecadora, que despertaba gérmenes de tentación hasta en los carcomidos anacoretas de la Tebaida. Su nombre ilustra las hagiografías antiguas y los poemas modernos. Las leyendas contaron su gesta prodigiosa y los poetas celebraron su deslumbrante hermosura. Allá en el siglo x, siglo de hierro y de oscuridad, una monja alemana, Roswita, hacía de ella la protagonista de una de sus producciones dramáticas, y frente a ella colocaba la figura austera del santo anacoreta, galán afortunado, que lograba dominar aquel veleidoso corazón.
Fue Tais una prostituta de extraordinaria belleza.

En el libro titulado Vidas de los Padres se lee que muchos hombres acabaron en suma pobreza tras vender sus haciendas y emplear todo su dinero en satisfacer los caprichos de esta mujer, ante cuya casa corría a menudo la sangre, porque los jóvenes, celosos unos de otros, se disputaban su amor y entablaban frecuentemente entre sí duelos y peleas.

Cuenta en su cándido latín Roswita que el abad Pafnucio, que había oído hablar de estos escándalos, estaba triste al ver las almas que caían en las redes de la cortesana alejandrina; pero he aquí que deja su túnica de piel de oveja y su cilicio metálico, derrama sobre su cabeza el bálsamo hecho de resinas y flores maceradas, cubre su cuerpo con una brillante túnica de escarlata, se echa al cuello una cadena de oro, y apoyándose en su bastón de puño de marfil, emprende la marcha en dirección a la ciudad.

Tais vive en la inmensa plaza donde se juntan las dos calles principales, de sesenta metros de anchura. Su casa es elegante y señorial: pórtico de columnas y capiteles, amplio peristilo, en cuyo centro se esconden, entre palmeras, deliciosos rincones adornados y perfumados por los rosales, los terebintos y los miosotis; largos senderos de mullidas alfombras polícromas, lo más exquisito de las fábricas de Egipto y Capadocia. Pafnucio los pisa confiado, como si no hubiera pasado lo mejor de su vida lejos del contacto con los hombres. Una fuerza interior le guía. No ha dudado, ni ha temblado siquiera. cuando poco antes de pisar los umbrales, unos muchachos le han ponderado la seducción irresistible de la cortesana.

Entrando en la morada, como si hubiese ido allí a pecar, entregó una moneda de oro a la ramera. Esta recibió el dinero y dijo a Pafnucio:

-Vamos a mi dormitorio.

Al pasar a la habitación, Pafnucio dijo a Tais:

-No me gusta este sitio. ¿No hay en esta casa otro más íntimo y reservado?

Tais llevó a Pafnucio a otra estancia y a otra, y a otra, porque en cuanto entraban en alguna de ellas Pafnucio invariablemente repetía lo mismo:

-Este cuarto no me agrada. ¿No tienes algún otro más secreto en que podamos estar sin que nadie nos vea?

Cuando ya habían recorrido varias habitaciones, Tais dijo a Pafnucio:

-Pues ya no nos queda por ver más que un lugar de esta vivienda en el que jamás entra nadie; pero no nos va a valer; porque si lo que pretendes es que nadie nos vea, ni siquiera Dios, pretendes algo imposible, ya que no hay en todo el mundo escondrijo alguno, por muy oculto que parezca, a donde los ojos de Dios no lleguen.

Pafnucio, al oír esto, exclamó:
-¡Ah! ¿De modo que tú crees en Dios y sabes que existe?
Tais respondió:
-Claro que creo en Dios y que sé que existe; como también sé que existen la vida futura, el reino de los cielos y tormentos para los pecadores.
-Y sabiendo esas cosas -inquirió Pafnucio-, ¿cómo es posible que estés contribuyendo a la perdición de tantas almas? ¿Ignoras acaso que tendrás que dar cuenta al Señor no sólo de ti, sino también de todos cuantos por tu culpa tal vez se hayan descarriado?

En oyendo esto, Tais se arrojó a los pies del abad Pafnucio y deshecha en lágrimas, dijo:

-¡Oh padre! Yo sé que existe la posibilidad de borrar los efectos de mi mala vida con la penitencia. Cierto que estoy en una situación horrible; pero si tu me ayudas puedo salir de ella. Concédeme, por favor, un plazo de tres días para arreglar algunas cosas; yo te prometo que después iré a donde digas y haré lo que me ordenes.

El abad accedió a la demanda y le indicó el sitio en que habían de verse tres días mas tarde.

La pecadora, inmediatamente, recogió sus enseres, riquezas y cuanto había obtenido durante su vida con el comercio de su cuerpo, lo amontonó en la plaza principal de la ciudad y prendió fuego a todo aquello en presencia de muchísimas personas que asistieron curiosas al espectáculo. Mientras sus muebles, ropas y alhajas ardían, Tais decía a voces:

-¡Eh! ¡Vosotros, todos los que habéis pecado conmigo! ¡Venid y ved cómo quemo todo lo que me habéis dado!

Unas cuatrocientas libras de oro valían aproximadamente los objetos que en aquella ocasión quemó. En cuanto quedaron reducidos a pavesas, la hasta entonces pecadora marchó al lugar previamente convenido con el abad. Este la condujo a un monasterio de monjas situado en el desierto, y la recluyó en una angosta celda cuya puerta cerró por fuera con precintos de plomo. La pequeña dependencia en que Tais quedó encerrada no tenía más comunicación con el exterior que una reducida ventanilla a través de la cual, por disposición de Pafnucio, pasarían a la reclusa diariamente una módica ración de pan y agua.

Cuando el anciano iba a retirarse, Tais le preguntó:

-Padre, al hacer mis necesidades naturales, ¿a dónde tiraré los excrementos y orines?
El abad respondió:
-Déjalos contigo; esa es la compañía que mereces.
Tais hizo a Pafnucio una última pregunta:
-¿Cómo debo adorar a Dios?
Pafnucio le respondió:
-Puesto que no eres digna de pronunciar su nombre ni de invocar con tus labios a la Trinidad ni de extender tus manos hacia el cielo, porque tu boca está llena de iniquidad y tus manos se hallan repletas de inmundicias, limítate a volverte hacia oriente y decir una y otra vez y muchas cada día: "Tú que me has creado, ten misericordia de mí".

Tres años después Pafnucio se compadeció de la reclusa y se fue a visitar al abad Antonio para preguntarle si a su juicio Dios habría perdonado ya a la penitente. Antonio, tras oír el relato que Pafnucio le hiciera, reunió a sus monjes y les dijo:

-Esta noche no os acostéis: permaneced en vuestras celdas orando hasta que amanezca.

Antonio abrigaba la confianza de que el Señor, durante aquella vigilia, revelaría a alguno de sus religiosos algo que le permitiera responder acertadamente a la consulta que Pafnucio le había hecho.

Los monjes, por supuesto, no sabían de qué se trataba, pero obedientes, no se acostaron, sino que pasaron la noche entera en oración; uno de ellos, el abad Pablo, el más aventajado discípulo de Antonio, durante la vigilia tuvo un éxtasis y vio lo siguiente: las puertas del cielo se abrían; en medio de él había un lecho muy engalanado y al lado del mismo tres hermosísimas doncellas que representaban, respectivamente: una, el temor a las penas futuras, gracias al cual alguien se había apartado del mal camino que llevaba; otra, el arrepentimiento, por cuya virtud la persona que se había apartado del mal había obtenido el perdón de sus pasadas culpas; otra, el amor a la justicia, merced al cual la persona perdonada tenía ya asegurada su eterna salvación. El abad Pablo, al ver a las tres doncellas y entender lo que cada una de ellas significaba, preguntó al Señor: "¿Pretendes manifestarme a través de esas tres alegorías que el alma por ellas representada es la de mi maestro Antonio?". El Señor le contestó diciéndole: "No, la persona convertida, perdonada y salvada, representada por estas tres hermosísimas doncellas, no es tu maestro, el abad Antonio, sino Tais, una mujer que hasta hace unos años fue ramera".

A la mañana siguiente Pablo refirió a Antonio la visión que durante la vigilia había tenido; Antonio a su vez dio cuenta de ella a Pafnucio, y éste, rebosante de alegría, regresó a su ermita y en seguida, desde ella, puesto que ya conocía cuál era la divina voluntad al respecto, se trasladó al monasterio de las monjas, quebró los sellos de los precintos que tres años antes pusiera en la puerta de la celda de Tais, abrió la susodicha puerta y dijo a la reclusa:

-¡Sal! El tiempo de tu penitencia ha terminado.
Tais le respondió:
-Permíteme continuar aquí.
Pafnucio insistió:
-¡Sal! El Señor ya te ha perdonado.
Desde dentro la reclusa manifestó:

-Pongo a Dios por testigo de que lo que voy a decirte es cierto: tan pronto como me quedé sola, encerrada en esta celda, hice un recuento minucioso de todos mis pecados, formé con ellos una especie de fardo que resultó inmensamente voluminoso y, desde entonces hasta ahora, así como no he dejado ni un solo instante de respirar, así tampoco he cesado de llorar amargamente al ver la cantidad, enormidad y gravedad de las innumerables malas acciones que en mi pasada vida he cometido.

-Debes saber -le aclaró Pafnucio- que, si has sido perdonada, esto no se ha debido precisamente a la penitencia que has practicado, sino al hecho de haber conservado vivo en tu alma durante todo este tiempo el santo temor de Dios.

Acto seguido salió Tais de la celda en que había permanecido recluida; pero quince días después reposó para siempre en la paz del Señor.

No lejos del Nilo, en los alrededores de Antinoé, la ciudad del emperador Adriano, se encontró a principios de este siglo la tumba de Pafnucio el anacoreta. Su momia aparecía cubierta del tosco sayal oscuro y acompañada de las pesadas cadenas con que quiso martirizarse en la vida. Del cuello le colgaba un feo collar de hierro sosteniendo una cruz. Bajo una bóveda cercana reposaba la momia de una mujer. La durmiente había querido presentarse a Cristo con los mejores atavíos de los días de fiesta, guiada por aquel mismo pensamiento que hacía decir a San Macario: "Guardo mi vestido nuevo para comparecer delante del Señor." Viste una túnica inferior de lino, guarnecida en los bordes de una banda de terciopelo azul con dibujos de flores de un color pálido oscuro. Sobre la túnica, un manto de lana amarillo, adornado de franjas de seda con medallones, arabescos y hojas estilizadas de tonos mortecinos. Los pies se esconden en pequeñas sandalias de cuero, con realces de filigranas doradas, entre las cuales campea la cruz, y los cabellos en una amplia gasa de color carmín, que cuelga holgadamente por la espalda. Cubriendo el rostro de la yacente había un canastillo de mimbre, que nos recuerda la costumbre primitiva de colocar la sagrada Eucaristía en los sepulcros, según aquellas palabras de San Jerónimo: "Nadie es más dichoso que aquel que guarda el cuerpo del Señor en un cestillo de mimbres." Sus manos sostenían una rosa de Jericó, la anastásica, la flor que resucita como Jesús, símbolo de la inmortalidad. Unas tablitas de madera y de marfil, taladradas con muchos agujeros, descansaban sobre el pecho. Era un instrumento para llevar la cuenta exacta, de las oraciones: un rosario. Cerca de ellas, una cruz ansada, que en el viejo Egipto era una figura de la vida y del eterno renacimiento; y bajo cada uno de los brazos, tocando la frente con las extremidades, dos palmas, símbolo clásico de gloria y de renovación. A un lado del nicho se leía esta inscripción en letras rojas:

"Aquí descansa Tais, la bienaventurada."
Se celebra el 8 de octubre.
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor Rogilberto » Mar Ago 19, 2014 3:26 pm

Buenas tardes desde Panamá: Yo envié mi investigación sobre Simón el Estilista, pero no se donde esta(no soy muy diestro en estos asuntos), lo adjunto de nuevo saludos. No pude adjuntar fotos o imágenes.
SAN SIMÓN EL ESTILISTA
Biografia
Simón el Estilista el Santo o el Viejo, para diferenciarlo de otros estilistas de nombre Simón. , Nace cerca del año 400 en el pueblo de Sisan, en Cilicia, cerca de Tarso, donde nació San Pablo. (Estilita significa: el que vive en una columna).
De pequeño se dedicaba a pastorear ovejas por los campos, pero un día, al entrar en una iglesia, oyó al sacerdote leer en el sermón de la Montaña las bienaventuranzas, en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo. Se entusiasmó al oír que Jesús anuncia: "Dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Se acercó a un anciano y le preguntó qué debería hacer para cumplir esas bienaventuranzas y ser dichoso. El anciano le respondió: "Lo más seguro seria irse de religioso a un monasterio".

Se estaba preparando para ingresar a un monasterio, y pedía mucho a Dios que le iluminara qué debía hacer para lograr ser santo e irse al cielo, y tuvo un sueño: vio que empezaba a edificar el edificio de su santidad y que cavaba en el suelo para colocar los cimientos y una voz le recomendaba: "Ahondar más, ahondar más". Y al fin oyó que la voz le decía: "Sólo cuando seas lo suficientemente humilde, serás santo".

A los 15 años entró a un monasterio y como era muy difícil conseguir libros para rezar, se aprendió de memoria los 150 salmos de la S. Biblia, para rezarlos todos cada semana, 21 cada día.
Se le considera el inventor del cilicio, o sea de una cuerda hiriente que algunos penitentes se amarran en la cintura para hacer penitencia. Se ató a la cintura un bejuco espinoso y no se lo quitaba ni de día ni de noche. Esto para lograr dominar sus tentaciones. Un día el superior del monasterio se dio cuenta de que derramaba gotas de sangre y lo mandó a la enfermería, donde encontraron que la cuerda o cilicio se le había incrustado entre la carne. Difícilmente lograron quitarle la cuerda, con paños de agua caliente. Y el abad o superior le pidió que se fuera para otro sitio, porque allí su ejemplo de tan extrema penitencia podía llevar a los hermanos a exagerar en las mortificaciones.

Se fue a vivir en una cisterna seca, abandonada, y después de estar allí cinco días en oración se le ocurrió la idea de pasar los 40 días de cuaresma sin comer ni beber, como Jesús. Le consultó a un anciano y éste le dijo: "Para morirse de hambre hay que pasar 55 días sin comer. Puede hacer el ensayo, pero para no poner en demasiado peligro la vida, dejaré allí cerca de usted diez panes y una jarra de agua, y si ve que va desfallecer, come y bebe." Así se hizo. Los primeros 14 días de cuaresma rezó de pie. Los siguientes 14 rezó sentado. Los últimos días de la cuaresma era tanta su debilidad que tenía que rezar acostado en el suelo. El domingo de Resurrección llegó el anciano y lo encontró desmayado y el agua y los panes sin probar. Le mojó los labios con un algodón empañado en agua, le dio un poquito de pan, y recobró las fuerzas. Y así paso todas las demás cuaresmas de su larga vida, como penitencia de sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores
Se fue a una cueva del desierto para no dejarse dominar por la tentación de volverse a la ciudad, llamó a un cerrajero y se hizo atar con una cadena de hierro a una roca y mandó soldar la cadena para no podérsela quitar. Pero varias semanas después pasó por allí el Obispo de Antioquía y le dijo: "Las fieras sí hay que atarlas con cadenas, pero al ser humano le basta su razón y la gracia de Dios para no excederse ni irse a donde no debe". Entonces Simeón, que era humilde y obediente, se mandó quita la cadena.

De todos los países vecinos y aun de países lejanos venían a su cueva a consultarlo y a pedirle consejos y las gentes se le acercaban para tocar su cuerpo con objetos para llevarlos en señal de bendición, y hasta le quitaban pedacitos de su manto para llevarlos como reliquias.

Entonces para evitar que tanta gente viniera a distraerlo en su vida de oración, se ideó un modo de vivir totalmente nuevo y raro: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Después mandó hacer una columna de 7 metros, y más tarde, como la gente todavía trataba de subirse hasta allá, hizo levantar una columna de 17 metros, y allí pasó sus últimos 37 años de su vida.
Las gentes acudían por montones a pedir consejos. El les predicaba dos veces por día desde su columna y los corregía de sus malas costumbres. Y entre sermón y sermón oía sus súplicas, oraba por ellos y resolvía pleitos entre los que estaban peleados, para amistarlos otra vez. A muchos ricos los convencía para que perdonaran las deudas a los pobres que no les podían pagar.

Convirtió a miles de paganos. Un famoso asesino, al oírlo predicar, empezó a pedir perdón a Dios a gritos y llorando.

Algunos lo insultaban para probar su paciencia y nunca respondió a los insultos ni demostró disgusto por ellos.

Hasta Obispos venían a consultarlo, y el Emperador Marciano de Constantinopla se disfrazó de peregrino y se fue a escucharlo y se quedó admirado del modo tan santo como vivía y hablaba.

Para saber si la vida que llevaba en la columna era santidad y virtud y no sólo un capricho, los monjes vecinos vivieron y le dieron orden a gritos de que se bajara de la columna y se fuera a vivir con los demás. Simeón, que sabía que sin humildad y obediencia no hay santidad, se dispuso inmediatamente a bajarse de allí, pero los monjes al ver su docilidad le gritaron que se quedara otra vez allá arriba porque esa era la voluntad de Dios.


La vida de San Simeón Estilita la escribió Teodoreto de Ciro, quien era monje en aquel tiempo y fue luego Obispo de Ciro, ciudad cercana al sitio de los hechos. Un siglo más tarde, un famoso abogado llamado Evagrio escribió también la historia de San Simeón y dice que las personas que fueron testigos de la vida de este santo afirmaban que todo lo que cuenta Teodoreto es cierto.

Murió algún día del año 459, mientras rezaba arrodillado, su muerte causó un disputa entre Antioquía y Constantinopla por su reliquias, acabando estas al final en Antioquía, donde se construyó un gran edificio en su honor (su superficie total era similar a la Santa Sofía en Constantinopla), compuesto por cuatro basílicas dispuestas en torno a un patio donde se encontraba la base de la columna de San Simeón. Las ruinas de este edificio con conocidas en árabe como Qal at Siman (la Mansión de Simeón) y aún se pueden visitar.

LUGARES DONDE SE VENERA Y FIESTAS PATRONALES: En Occidente era admirado aun antes de morir, es muy venerado por la iglesia asiria. La iglesia romana lo festeja el 5 de enero, pero solo en el rito romano, los católicos de otros ritos lo celebran el 27 de julio(sirios, maronitas,coptos, etíopes, melquitas, armenios y caldeos) y los católicos bizantinos lo celebran el 1 de septiembre


Remanentes del Pilar
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor sorines » Mar Ago 19, 2014 5:56 pm

Un modo de ascetismo muy común y con gran reputación durante más de seis siglos fue el fenómeno llamado “stylitoe” o estilitas. Se trataba de ermitaños que deseaban vivir su entrega y ascetismo elevados sobre un pilar.
San Simón Estilita, el viejo. Nació alrededor del año 388 en Sisan, cerca de la frontera norte de Siria. De joven fue pastor entrando antes de los dieciséis años en un monasterio entregándose a una gran y extravagante austeridad, lo cual hizo que se llegara a pensar de él que no tenía cualidades para la vida comunitaria.
Al ser forzado a salir del monasterio se encerró en una choza en Tell-Neschin, donde por primera vez paso una Cuaresma sin comer ni beber, lo cual se llegó a convertir en un hábito para él. También practico otras mortificaciones como estar de pie mientras sus piernas lo sostuvieran.

Después de pasar tres años en la choza, Simeón busco un promontorio de roca en el desierto y ahí permaneció voluntariamente prisionero en un reducido espacio de menos de veinte metros de diámetro. A pesar de su voluntario aislamiento se dice que multitudes de peregrinos acudían a él para pedirle consejos y oración hasta dejarlo sin tiempo para sus propias prácticas devocionales, lo cual lo hizo buscar otro tipo de vida: aislarse sobre una columna, la cual mandó a erigir con una pequeña plataforma en la parte superior. Sobre esa columna decidió vivir hasta su muerte.

Al principio, la columna no pasaba de tres metros de alto, pero luego fue sustituida por otras más altas. La última al parecer medía más de quince metros de altura. Por más extravagante que pueda parecer este estilo de vida, sin duda produjo una profunda impresión en sus contemporáneos, y la fama del asceta se extendió por toda Europa. Aun en la más alta de sus columnas, Simeón nunca se alejó de la relación con sus semejantes. Los visitantes subían utilizando una escalera que estaba preparada para recargarse contra la columna para poder subir; se sabe que escribió cartas, algunos de cuyos textos aún existen; instruyó discípulos y que también dirigió discursos a los que se congregaban a sus pies. Probablemente había una especie de balaustrada alrededor de la pequeña plataforma que coronaba el capitel del pilar, pero el conjunto estaba expuesto a la intemperie, y parece que Simeón jamás se permitió ningún tipo de techo o refugio. Durante sus primeros años sobre la columna, había en la cumbre una estaca a la que se ataba durante la Cuaresma para mantenerse erguido, pero este fue un alivio del cual prescindió después.

Se dice que el emperador Teodosio y la emperatriz Eudocia, demostraban un gran respeto y reverencia al santo y escuchaban con agrado su consejos. También escribió a favor del Concilio de Calcedonia sobre lo cual fue escuchado y respetado aun por el emperador de turno llamado León. Tenía una gran confianza en Dios y aun en la enfermad confiaba plenamente más en Dios que en los propios médicos.

Pasó treinta y seis años sobre la columna, y entregó su vida al Señor el viernes 2 de septiembre de 459. Antioquía y Constantinopla se disputaron sus restos mortales. Recibiendo la preferencia Antioquia donde se depositaron la mayor parte de las reliquias como protección de la ciudad que no tenía murallas.

Las ruinas del edificio levantado en su honor se conocen como Qal’at Sim’ân (la mansión de Simeón) y aún existen. Dicho edificio consistía en cuatro basílicas construidas en un patio central octagonal, y orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. En el centro del patio se encuentran restos de la columna de San Simón. Autores y arquitectos expresan textualmente: “el edificio, indudablemente influenció en un grado notable la construcción de iglesias contemporáneas y posteriores”.

Tomado de: http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Sime%C ... -pPIcIg_IU

(Me hubiera gustado colocar algunas fotos interesantes que pude encontrar durante el trabajo pero me fue imposible subirlas por problemas de tecnologia, en otro momento o tema sera. Gracias por la paciencia)
NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE. SOLO DIOS BASTA. QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA.
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Ago 19, 2014 7:18 pm

PEPITA GARCIA 2 escribió:San Antonio Abad

Nació en una población del alto Egipto, al sur de Menfis, el año 251, hijo de acaudalados campesinos.

Durante una celebración Eucarística escucho las Palabras de Jesús: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”

..........Imagen..........

Al morir sus padres, San Antonio entregó a su hermana al cuidado de las vírgenes consagradas, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto, donde comenzó a llevar una vida de penitencia y soledad, una vida eremítica en el desierto, junto a un cierto experto llamado Pablo. Más tarde vivió junto a un cementerio, siendo testigo de la vida de Jesús que vence el temor a la muerte.

El trabajo manual, la oración y la lectura constituyeron en adelante su principal ocupación.

A los 54 años de edad, abandonó la montaña y fundó un monasterio en Fayo, que consistía originalmente en una serie de celdas aisladas, y otro monasterio llamado: Pispir, cerca del Nilo, organizó comunidades de oración y trabajo; exhortaba a sus hermanos a preocuparse lo menos posible por su cuerpo, en el amor de Dios, con la mortificación. Aconsejaba a sus monjes que pensaran cada mañana que tal vez no vivirían hasta el fin del día, y que ejecutaran cada acción, como si fuera la última de su vida.

Tuvo muchos discípulos; trabajó en favor de la Iglesia, confortando a los confesores de la fe durante la persecución de Diocleciano, también llamada «Gran Persecución», fue la última y quizá más sangrienta persecución a los cristianos en el Imperio romano, y apoyando a San Atanasio en sus luchas contra los arrianos.

Una colección de anécdotas, conocida como apotegmas; demuestra su espiritualidad evangélica clara e incisiva.

Murió de edad avanzada, se dice que de 105 años, en el año 356, en el monte Colzim, próximo al mar Rojo. Parece que en el año 561, sus restos fueron descubiertos y trasladados a Alejandría, después a Constantinopla, y finalmente a Vienne de Francia.

Iconografía.- Imagen Las imágenes representan generalmente a San Antonio con una cruz en forma de T, varios animales y un libro.

Fue nombrado patrón y abogado de la Ciudad de México, en 1723, con el fin de ponerse bajo su custodia y protegerse de los incendios.

Su festividad el 17 de enero, en el que en este día en varios Templos de la Republica Mexicana, se lleva a cabo la bendición para los animales, una tradición en la que la feligresía lleva a sus animales adornados con ropa, listones, flores, en jaulas decoradas, etc. etc. San Antonio, es considerado protector de los animales.

“El demonio teme al ayuno, la oración, la humildad y las buenas obras, y queda reducido a la impotencia ante la señal de la cruz”
San Antonio Abad

Fuentes: Aci Prensa. Calendario Galván, Corazones.

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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mar Ago 19, 2014 7:26 pm

Nike escribió:San Antonio Abad no es San Antonio de Padua. Por favor corríjalo. Este último no tiene nada que ver con los eremitas, ni vivió en el desierto.


Mil disculpas, fue error de dedo. La biografía, si la leiste, es de: San Antonio Abad.

Ya está corregido.
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor kmurillo » Mar Ago 19, 2014 9:54 pm

De ante mano quiero pedir disculpas por la demora en iniciar.

Me ha parecido bien interesante el camino de fe y sobre todo de AMOR que siguio esta Amma del desierto, les dejo algo de la historia de Santa Macrina la Joven:

II- SANTA MACRINA LA JOVEN
La hagiografía de Santa Macrina es, cronológicamente la primera que conservamos sobre una Amma. Se cree que fue escrita por su hermano San Gregorio de Nisa hacia el año 380.
Macrina la Joven es nieta de Santa Macrina la Antigua; ésta fue discípula de San Gregorio Taumaturgo (siglo III). Cuando el emperador Maximino Galerio decretó una persecución contra la Iglesia, Macrina la antigua y su esposo huyeron al desierto abandonando todas sus riquezas. Hacia el 313, regresaron a la ciudad pero el marido murió en la persecución de Maximino Daia.

II.1- PERÍODO HISTÓRICO

El período en que Santa Macrina vivió (325-380), fue marcado por una fuerte controversia entre varias corrientes de pensamiento dentro del cristianismo. De ser una religión perseguida por los emperadores romanos fue la religión oficial del imperio a partir del Edicto de Milán del emperador Constantino (313). Lo que entonces se trataba era sobre “la Creación, la naturaleza de Cristo y su relación con el Padre y el Espíritu Santo; es decir: el cimiento del cristianismo, la Santísima Trinidad”[20].
En el año 325, el Concilio de Nicea que fue convocado por Constantino, condenó las ideas de Arrio (260-336), obispo de Alejandría, ya que afirmaba que Dios y Cristo no poseían la misma substancia (ousía), es decir, el Hijo sería inferior al Padre, diferente en substancia, aunque hubiese sido creado antes del tiempo y fuese superior al resto de la Creación. En Nicea se adoptó el concepto de homousios (de substancia idéntica) para establecer la relación entre Padre e Hijo, y así se describió en el Credo de Nicea.
Mas no hubo unanimidad en Nicea, y después del Concilio, el arrianismo siguió su andadura durante sesenta años más, prácticamente durante toda la vida de Macrina, que junto a las persecuciones imperiales a los cristianos de Oriente van a ser el telón de fondo en la redacción de la vida de Macrina escrita por su hermano Gregorio entre los años 380-383. San Gregorio fue un fuerte opositor al arrianismo y participó activamente en el Concilio de Constantinopla (381), convocado por el emperador Teodosio I (379-395), donde se reafirmó la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo. Confirmada en el Credo de Nicea[21].

II. 2- LA FAMILIA DE ANNESI
Fallecida Macrina la Antigua, hacia el año 350, quizás un poco más tarde, encontramos a miembros de su familia viviendo en Annesi, una posesión que se alzaba a la orilla del río Iris, en el Ponto -riberas del Mar Negro-. Annesi quedaba cercana a la ciudad de Neocesárea.
Aquí nos encontramos con una familia compuesta por la madre, Emelia, su hija Macrina y sus dos hermanos Naucracio y Pedro y compartían una vida ascética bajo la dirección de Eustacio de Sebaste.
y su marido tuvieron diez hijos; la mayor, Macrina, nació sobre el 327y fue prometida con doce años a un joven capadocio que murió. Y ante tal desgracia, Macrina decidió permanecer fiel al recuerdo de su prometido y consagrar su virginidad al Esposo inmortal manteniendo una piedad profunda y una gran ascesis. Macrina fue de gran ayuda a su madre en la educación de sus hermanos; tres de ellos, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, fueron santos y obispos. Naucracio, destacó por su piedad y su vida de gran ascesis y murió siendo joven todavía.
Pedro, el menor, fue educado íntegramente por Macrina. Dirigió algunos años un monasterio en el Ponto antes de ser nombrado obispo de Sebaste. Este hermano hizo una inteligente defensa del Espíritu Santo en el primer Concilio ecuménico de Constantinopla.
Gregorio, debido a sus triunfos, había entibiado su fervor religioso y a los veinte años, siendo lector, abandonó el ministerio y quizás, contrajo matrimonio. Pero debido a la educación de sus padres y a la influencia ejercida por sus hermanos Macrina y Basilio, tomó la resolución de consagrarse a Dios. El joven volvió a Annesi para ejercitarse como monje antes de ser obispo de Nisa. Es elocuente el influjo de su hermana en la vida y escritos de Gregorio y también escribió una Vida de su hermana
Neucracio, gracias a la educación recibida por Macrina, dio abundante frutos de virtudes cristianas en su joven existencia. Era considerado por un ángel por quienes le conocían y murió debido a un accidente de caza. Poseía una profunda vida interior y un fuerte espíritu de renuncia a favor de los pobres ancianos que recogía en un edificio construido en el bosque. De él, Gregorio escribe: “…era superior a los demás por la bondad de su carácter y belleza física, por su complexión atlética, capacidad de trabajo y por sus muchas habilidades… Atraído por Dios, despreció un porvenir halagüeño, y siguiendo los impulsos de su corazón se retiró a una vida solitaria e indigente sin llevar consigo más que así mismo…; cuidaba a unos ancianos enfermos y pobres en extremo… Era solícito y obediente a cuanto su madre pudiera mandarle”.
Es posible que Basilio, ante el ejemplo de la vida de su hermano Naucracio, se inspirara para en el 366 construir una ciudad que él llamo Basilíades, en donde hallaban cobijo y caridad cristiana los peregrinos, enfermos e incluso leprosos, a quienes besaba el santo; también había alojamiento para miembros del clero y obispos de Cesarea[22].

II.3- VIDA DE SANTA MACRINA
La vida de esta piadosa mujer fue escrita por su hermano Gregorio recordando también a su abuela Macrina. Basilio la recuerda con ternura a su abuela y dice que fue debido a esta ilustre mujer por la que su hermana recibió este nombre de Macrina.
Su madre Emelia la dio desde los seis años, una educación no profana en aquella niña de grandes dotes naturales y clara inteligencia y sembró en ella todo lo que la Escritura da y son asequibles para las primeras edades. Ya recitaba el Salterio a lo largo de su jornada.

A- Macrina, la hija
Para salvaguardar su virginidad, Macrina pensó que el mejor modo era permanecer junto a su madre. Existía una gran compenetración entre ambas además de una íntima comunión espiritual.
Macrina ayudaba a su madre en los asuntos temporales y compartía con ella la educación de sus hermanos. A cambio, la madre se encargó de educar a Macrina para que llevase una vida intachable y así, Macrina acabó atrayendo a su madre a una vida pura y de total desprendimiento.
Macrina absorta en Dios, daba mucha importancia al trabajo manual; no ignoraba la sentencia de los Padres antiguos: “Ora el labora”, que más tarde recogería San Benito. Y fue ella quien interesó a la madre por la vida monástica.
La fue convenciendo para que se despojase del lujo y la preocupación por el servicio, rechazando todos los privilegios que esto conllevaba.
También fue la fortaleza de su madre ante la muerte de su hermano a pesar del dolor que le producía la pérdida de este hermano tan querido.
Y así, consiguió que Emelia entrase de lleno en la observancia monástica de Annesi, alejándose de todas las ataduras mundanas.

B- Muerte de Emelia
Cuando renunció su hermano Pedro a los honores del mundo, vivió con ellas su hermano Pedro y quizás en la hambruna que asoló Capadocia en los años 368-369, gracias a las dotes administrativas de Pedro se consiguió incluso dar alimentos a los pobres.
En este tiempo Emelia era una anciana que abandonó este mundo en los brazos de sus hijos Macrina y Pedro.

C - Legado espiritual de Amma Macrina
El legado monástico femenino de Santa Macrina, fue modelo de las generaciones sucesivas. Ella marcó con su propio ejemplo, unas pautas de vida que constituían un eco fiel de lo practicado en los desiertos de Egipto: desprendimiento de todo lo mundano; carencia de lo superfluo; pobreza en el vestir; austeridad en la comida; canto ininterrumpido de salmos, bien el Oficio coral o como rumia a lo largo de la jornada; trabajo manual moderado.
Mas en Annesi también hubo notas distintivas y originales dotadas de más sensibilidad: espíritus más instruidos; sentimientos más delicados; formación ascética más íntima; y apariencias externas menos espectaculares. Hasta el mismo paisaje era encantador pues estaba constituido por las bellas riberas del Iris.
Macrina debió legar a su hermano Basilio la simiente de su monacato muy diferente a las extravagancias del monaquismo de Eustacio de Sebaste. Basilio llegó a Annesi en el 356 y quedando asombrado del cenobio de vírgenes y de su pujanza e influenciado por su hermana, renunció al mundo y sus seducciones y abrazó la vida monástica.
Basilio muere en el 379 y Macrina, libre ya de compromisos familiares, vende lo que le queda del patrimonio familiar repartiéndolo seguidamente a los pobres, y se entregó de lleno a la vida espiritual.

D- Su tránsito
La muerte de Santa Macrina nos es narrada por su hermano San Gregorio de Nisa, para éste, Macrina era su hermana preferida, se sentía muy querido por ella. “Pocas descripciones habrá en su género que dejen un sedimento más emocionante de lo divino. Por otra parte, el espíritu que en toda la narración se respira da una idea más precisa que largos comentarios acerca de aquel momento de la virginidad cristiana en sus comienzos claustrales”[23].
Al llegar a Annesi, Gregorio es recibido por los monjes del monasterio fundado por su hermano Basilio, y Gregorio recuerda: “Entré en el monasterio donde ella habitaba. Tenía Camuy avanzado el mal, y la vi tendida sobre un lecho, ni siquiera sobre un triste camastro, sino sobre el suelo mismo, sin más intermedio entre y su cuerpo y la tabla que el saco, y a modo de almohada, otro trozo de madera, que sostenía algo elevada su cabeza, no sin grave dignidad”[24].
Siguiendo el relato de Gregorio, vamos “viviendo” paso a paso la muerte de esta santa mujer: “…alzando las manos al cielo exclamó:´Gracias a Ti, mi Dios y Señor, que me has concedido esto y has satisfecho lo que tanto ansiaba en mi corazón, moviendo a tu siervo para que hiciese esta visita a tu esclava`… Hacía por sembra alegría en su alrededor, introduciendo ella misma conversaciones gustosas y haciéndome mil preguntas para dar materia de conversación.
“Pero cuando en el curso de esta llegamos a hablar de Basilio -había muerto a los 49 años. El 1 de enero del 378 ó 379- ya no pude contener más la emoción: una honda tristeza cubrió mi rostro, y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Ella, serena, tomando precisamente ocasión de la muerte de nuestro hermano para remontarse a la más subida filosofía cristiana, explayó en magnífica exposición las causas de los acontecimientos humanos y las ocultas leyes de la Providencia, aun lo que se tiene por desgracia entre los hombres. Como inspirada por luz celestial, disertó largamente sobre los bienes de la vida futura; e hizo esto de modo que al influjo de sus palabras, mi misma alma, sobrecogida de lo que oía de sus labios, transportada a regiones más altas, quedó como fuera de todo lo humano…
“Recordó muy al vivo la vida de nuestros padres y todo cuanto sucedió antes y después de mi nacimiento. Todo ello venía para terminar en una acción de gracias a Dios. Respecto a sus padres, no insistía en su nobleza o en su posición social, sino en el gran beneficio que Dios les había otorgado de sufrir, siendo perseguidos y vejados por confesar a Cristo.
“Como en el curso de la conversación le indicase lo mucho que hube yo que padecer, primero por parte del emperador Valente, que ordenó mi destierro, y después por la agitación y luchas internas de tantas Iglesias entre sí, que me obligaron a salir en defensa de la verdad con tanto peligro, díjome ella:´¿Y dejarás de agradecer esos divinos beneficios al Señor? ¿Serás capaz de tener el vicio de la ingratitud? Pórtate como aquellos de quienes somos hijos. Dichoso de ti, de cuya fama se sirven ciudades, pueblos y naciones, pudiendo con tus idas y venidas proporcionarles alguna ayuda espiritual y restablecer las cosas de la Iglesia. ¡Gran don y merced es ese de Dios! ¡No desconozcas su fuente!”[25]
Después, Gregorio sigue recordando el curso de esa noche en que él se fue a rezar Vísperas y dejó a su hermana sumergida en Dios. Y entonces, sigue recordando el ya último día de Macrina:
“Agonía admirable. Nada de zozobra; nada de turbación… Al oírla filosofar, creía verme no ante un ser humano, sino ante un ángel que por providencia de Dios hubiera tomado forma humana.
“Para mí era evidente: lo único que allí actuaba era el amor purísimo hacia su Esposo Jesús, siempre escondido en el más secreto sagrario de su ser, pero que en esta coyuntura salía fuera de sí y rompiendo el velo del corazón, se manifestaba al exterior en ansias de volar hacia el que era las delicias de su alma. Su cuerpo le estorbaba; su único anhelo era llegar cuanto antes a su amor. Completa en toda virtud, ¿Cómo podría interesarle ya ni atraer sus ojos cosa alguna que no fuera Él?
“A todo esto, el día estaba muy avanzado y el sol desaparecía pronto del horizonte. Ella conservaba aún vivacísima la actividad de su alma. Cuanto más se acercaba a su fin, tanto más se despertaban sus ansias de volar a Dios. Parecía contemplar cada momento con mayor claridad la belleza de su Amado, con lo cual, su corazón pujaba por ir a sus brazos, y así, sin hablar ya con los presentes tenía sus ojos clavado en Aquél a quien dirigía sus anhelosas súplicas… Su oración era tal, que evidentemente subía hasta el mismo Dios y el Señor la escuchaba”[26].
Ahora Gregorio nos transcribe la oración que su hermana lanzó al corazón de Su Amado Señor y sin darse cuenta ya de lo que le rodeaba:
“Tú, Señor, nos quitaste el miedo a la muerte.
Tú has hecho que el remate de esta vida sea comienzo de la vida verdadera.
Tú, que has mandado que entreguemos nuestros cuerpos al sueño del sepulcro, harás que a la voz de la trompeta salgan de él resucitados.
Arcilla somos plasmada por tus manos. Ahora la confías en depósito a la tierra, pero volverás a reclamarla, haciendo lo que en nosotros es actualmente mortal y deforme sea hermoseado con la inmortalidad y con tu gracia…
Tú, Dios eterno, diste a quienes te temen, para destrucción del enemigo y seguridad de nuestra verdadera vida, la señal de la cruz; esa cruz a la que pertenezco desde las entrañas de mi madre, a la que he amado con todas las fuerzas de mi corazón y a la que desde mi niñez tengo consagrados mi alma y mi cuerpo…
Si en algo te he ofendido por debilidad, de palabra, obra o deseo, Señor, apiádate de mí.
Tú, que tienes en la tierra el poder de perdonar los pecados, haz que mi alma halle alivio y no se encuentre indigna de presentarse ante Ti, sino que sin mancha ni culpa sea recibida en tus brazos como incienso de holocausto”[27].
Hermosa plegaria de esta mujer ya pronta a unirse eternamente con el Amor de su alma. Pero no acabó aquí su súplica sino que la continuó, pero debido a la fiebre y a su debilidad, sólo se la oía balbucir palabras y emitir voces inconexas.
“A todo esto, la noche se echaba encima, y cuando ya la oscuridad iba dominando todo, ella abriendo por completo los párpados, como si quisiera absorber las últimas luces, se disponía a recitar las preces de acción de gracias vespertinas. La falta de voz suplíala con el corazón y con el movimiento de las manos, mientras un movimiento casi imperceptible de sus labios mostraba el afecto del corazón. Terminadas las preces, se santiguó con la mano, dando señales de que sus deseos estaban ya cumplidos; luego exhalando un suspiro profundo, dio fin justamente a su vida y a su oración”[28].
En discurso piadoso hermano y hermana dialogaban de la vida del más allá y de su encuentro en el cielo. Habiendo muerto ya su hermana, Gregorio escribió "Diálogo sobre el alma y la Resurrección", basada en la última conversación mantenida con su moribunda hermana. En dicho escrito, Macrina aparece como profesora, y trata temas como el alma, la muerte, la resurrección, y la restauración de todas las cosas.
Muerta Macrina, su hermano continúa el relato:
“Mi alma se hallaba bajo dos fuertes impresiones diversas: por una parte, lo que veían mis ojos; por otra, los gemidos de las vírgenes, que rompieron a sollozar a mi lado con un llanto que taladraba el corazón. Hasta entonces se habían conservado valientes y silenciosas, cohibiendo su dolor y la expresión de sus lágrimas, por el respeto que profesaban a su gran maestra y por temor que aun sin palabras las reprendiese. NO querían en modo alguno darle ocasión de disgusto. Pero ahora ya sin fuerza posible que cohibiese el ímpetu de sus lágrimas, prorrumpieron en sollozos y gemidos tan hondos y amargos como si el fuego abrasase sus corazones, fatigados de tanto reprimirse. Yo mismo sentía que mi espíritu perdía fuerzas de contención, como si un golpe irresistible arrastrase violentamente en pos de sí toda mi alma entre gemidos. ¿No era obvio y justo que aquellas vírgenes dieran expansión tan natural a su dolor?”[29].
Estas vírgenes de las que nos habla Gregorio, llamaban a Macrina “Madre” y “Nodriza”, y era debido a que a muchas de ellas las había recogido estando en la indigencia, quizás en aquel período de hambre ya citado. A otras las recogió cuando erraban sin rumbo y sometidas a miles de peligros. Las nobles, recordaban que Macrina las había salvado de la esclavitud del cuerpo y las había devuelto a la libertad de los hijos de Dios.
Gregorio, con acento cálido, sigue con esta narración, pero tomando las riendas de la situación y diciéndoles a las vírgenes llorosas:
“Ved a vuestra madre, miradla y recordad sus consejos, sus exhortaciones que en cada momento de vuestra vida monástica os ha dado a conocer lo que es propio y correcto. Esta alma pura y divina, al prescribiros que solamente dejarais correr vuestras lágrimas durante la oración, ya os fijó el tiempo para este desahogo. Ahora podéis convertir las lamentaciones en salmodia”[30].
Aquella muerte habría de cubrir con sus semillas, naciones enteras. En efecto, los monasterios llamados basilianos[31], tanto masculinos como los femeninos, fueron gota de aceite que se corrió por el mapa del imperio oriental.
E- Mortaja y sepelio
Habiendo expirado Macrina, y retirándose las vírgenes, en la celda permanecen sólo Gregorio y las vírgenes que más habían compartido la vida con Santa Macrina, en especial Veciana, que siendo noble y de gran belleza, quedando viuda muy joven, se fue a Anneci con Macrina. San Gregorio le comunica a esta virgen su deseo de vestir a su hermana para la sepultura adornada con ricos y hermosos vestidos y velos; pero Veciana que conocía bien a Macrina no le parece que ese fuera el deseo de Macrina, y así es la diaconisa Lampadión, maestra de coro, la que informa de la voluntad de Macrina y preguntada, responde a San Gregorio: “El aderezo por el que se esforzó la santa es una vida pura. Ese fue su ornamento durante su vida y la mortaja durante su muerte. En lo que concierne al ornato del cuerpo, no poseyó nada durante su vida, ni preparó nada para la presente situación, de forma que, ni queriéndolo nosotros, se encontrará algo más que lo que hay aquí”. Sin embargo, Gregorio entonces pregunta si no hay nada para adornar el féretro, y la respuesta de Lampadión es la misma: “¿Qué reservas? Tienes en tus manos todas sus reservas. He aquí su manto, he aquí el manto con el que se cubría, las sandalias usadas, esta era su riqueza, esta es su fortuna. Fuera de lo que está a la vista, no hay nada de cofres escondidos o puestos a seguro en aposentos interiores. Ella solo conocía un lugar seguro para su tesoro: el Reino de los Cielos, y ha colocado allí todas las cosas; nada ha dejado en la tierra”.
Gregorio desde su cariño a su hermana no se da por vencido y vuelve a la carga y esta vez pidiéndole a Lampadión que le acepten algo de lo que él tenía para su propia sepultura y ésta acepta declarándole: “Incluso viva habría aceptado semejante honor de ti por dos razones: por tu sacerdocio al que siempre reverenció y por el parentesco. Ella, en efecto, no habría tenido por extraño lo que le viniese de su hermano. Por esta razón pidió que la amortajaras con tus manos”.
Entonces, Gregorio cubre el cuerpo de su hermana con lino y Veciana, pasando la mano por el cuello de Macrina le dijo a Gregorio: “He aquí el adorno que pende en torno al cuelo de la santa”; y así, le mostró a Gregorio una cruz de hierro y un anillo de la misma materia que colgaban de un fino cordón y que siempre habían permanecido junto al corazón de la santa mujer. Gregorio le dio a Veciana la cruz y él quedó con el anillo, el cual tenía grabado una cruz. Veciana entonces, dijo a Gregorio: “Has hecho la elección de este bien con buen sentido. El anillo está hueco en su engarce, y dentro está escondido un trozo del árbol de la vida. Lo que está grabado en el exterior, con la propia figura, manifiesta lo que hay en su interior”[32].
Macrina llevaba el anillo con la reliquia del lignum crucis, con seguridad, uno de las primeras manifestaciones de la devoción a la Cruz de Cristo. Lampadión le cuenta a su hermano otro secreto de la santo donde se pone de manifiesto la ternura, la delicadeza y la fe en el Señor de Macrina. Ésta tenía una pequeña cicatriz muy cerca del cuello. Se debía a que hacía muchos años se lo formó en el cuello un pequeño tumor que iba creciendo y que amenazaba con paralizarle el corazón. Su madre Emelia le dijo que fuera al médico, pero a causa de su pudor, no quería ir a que le extirpasen el mal, aunque sabía que era grave. Así que una noche, en el oratorio postrada hasta la aurora le rogó al Señor la curación de su enfermedad. Al día siguiente su madre siguió pidiéndole que fuera al médico y Macrina rebosando de confianza divina y de ternura filial, le dijo a su madre que el mejor remedio era que ella misma trazara con su mano la señal de la cruz en su pecho enfermo. Emelia lo hizo como señalaba su hija y quedó curada en ese mismo instante, quedando sólo una insignificante cicatriz como recuerdo del milagro obrado en ella[33].
Es San Gregorio el que relata cómo es vestida su hermana, conforme a sus deseos, y así es ataviada con un manto oscuro, e incluso así, Macrina resplandecía “porque el poder de Dios -pienso yo- otorgaba esta gracia al cuerpo, de forma que su belleza parecía irradiar algunos resplandores exactamente como en la visión que yo tuve en sueños”[34].
Después, Gregorio nos relata como al entierro de Macrina acudió el obispo Araxios, de Ibora, con todo el presbiterio. El féretro fue transportado por sacerdotes -en lo que Gregorio llama como “una procesión mística”- que la llevaron a la Capilla de los Cuarenta Mártires donde fue enterrada. Allí también habían sido enterrados sus padres, y Macrina fue colocada al lado de su madre, dando cumplimiento al deseo de ambas que habían orado para que después de la muerte, sus cuerpos estuviesen enterrados juntos, para que la muerte no separase la unión de la que habían gozado en esta vida mortal[35].
Macrina murió en julio del año 379 ó 380, un año después de su hermano Basilio, y Gregorio nos cuenta que recibió el don de profecía, de realizar milagros, curar enfermedades y expulsar demonios. La iglesia griega celebra su fiesta el 19 de julio[36].

III- INFLUENCIA DE MACRINA EN SUS HERMANOS BASILIO DE CESAREA, GREGORIO DE NISA Y PEDRO DE SEBASTE

Gregorio, al escribir la vida de su hermana, recuerda su papel de guía en toda la familia y como fue relata que de Pedro fue esencial en su educación cuando murió su padre, ya que según él, su hermana fue a la vez madre, padre, profesora, maestra, consejera de tal manera que antes de salir de su niñez, Pedro, deseara adquirir la “alta marca” de la filosofía.
De adulto, Pedro se fue a vivir retirado como Macrina. En cada una de las márgenes del río Iris se localizaba una comunidad: la de mujeres, gobernada por Macrina desde la muerte de su madre, y la de hombres que primero fue dirigida por Basilio y al morir éste, por su hermano Pedro.
Sobre Gregorio, sabemos por su propio testimonio que su hermana le dio fuerzas para preservar sus creencias. Gregorio sufrió mucho al luchar contra la herejía arriana y fue depuesto de su cargo de obispo y expulsado de Nisa en 376, aunque reasumió sus funciones cuando murió el emperador Valenciano. Gregorio se quejó a su hermana de sus penas y ésta le animó a ser fuerte y dar gracias a Dios por la persecución recibida como un don de Él.
Sobre Basilio - seguimos con lo que dice Gregorio en su Vida - habiendo estudiado retórica en Atenas y lleno de orgullo por sus conocimientos considerándose superior a todos por su posición y liderazgo, fue conducido por su hermana a despreciar todo orgullo y las glorias de este mundo y lo condujo por los caminos de la humildad, de tal manera que su renuncia a la propiedad fue completa para poder llevar una vida virtuosa.
Este Basilio, el mayor de los hermano, es llamado Basilio el Grande y ha sido nombrado como Doctor de la Iglesia.Visitó a ascetas de Egipto, Siria y Palestina. Considerado como Padre del monacato oriental, su Regla se inspira en la escrita por su hermana Macrina para su retiro en Annesi. Fundó hospitales y cuidó a los pobres, y su principal proyecto fue la formación de fraternidades que se fundaban en la ayuda mutua y en el voto de pobreza.
Basilio, escribió en contra del arrianismo y a él se debe la fórmula de Dios como única esencia (hypostasis) con tres Personas (hypostases). Murió nueve meses antes que Macrina, en el año 379[37].

CONCLUSIÓN

Macrina influyó notablemente en la historia del cristianismo del siglo IV. Gracias a su influencia sobre su hermano Basilio, éste se hizo eremita, fundó monasterios y trazó las reglas que regirían la vida monástica en la Iglesia Ortodoxa.
Debido a su fuerte e importante influencia sobre sus hermanos Macrina también ha influido mucho en la construcción del monacato cristiano: San Benito se inspiró en Basilio de Cesarea para redactar su Regla. De Macrina a San Benito, la historia del monacato cristiano, fue modelado basándose en un fuerte ascetismo, el la lectura de las Sagradas Escrituras y en el papel de las vírgenes como metáforas vivas del Paraíso Perdido.
A través de su vida, vemos que es una mujer la conductora intelectual de la familia. Como guía y protectora espiritual era ella la “maestra”, mi “señora”. Y esto representa un cambio en la mirada masculina en relación a la mujer. Nació dentro de una familia cristiana y se creía que el principal beneficiario con la devoción de la virgen, era el dueño de la casa, y por eso, la asceta era un ejemplo de comportamiento, de pureza. Según nos relata Gregorio en su obra “De la Virginidad”, las vírgenes se mantenían siempre unidas y a tiempo completo con Dios, y por eso Macrina se encontraba en la frontera entre el mundo visible y el invisible.
El modelo de Macrina, fortaleció la idea vigente de aquel entonces, donde la mujer consagrada era un depósito de valores para las comunidades cristianas. Estas mujeres consagradas, eran las kanonikai, es decir, mujeres comprometidas con un canon, una vida regular y ascética cotidiana en un pequeño grupo espiritual y orgánico que las destacaba de las otras fieles. Nacía así, el ideal ascético cristiano femenino. Macrina también influyó en la actitud ambivalente de la sociedad patriarcal de Bizancio en relación a la mujer: entre Eva y María, entre el ideal ascético cristiano de la virginidad y el del celibato, y la “promoción” del matrimonio. Por tanto, Macrina es modelo de mujer santa y de abadesa medieval.
A largo plazo, Macrina y su modelo ascético fortaleció el discurso del polo positivo femenino cristiano: la exaltación de la virgen, con su pode e donación, intrínseco a su sexo, su influencia cristiana dentro de la familia (2 Tim), y su papel de ayuda y auxilio en la conversión de los pueblos al cristianismo.
Y este papel dentro de la conversión, es un atributo plenamente femenino y se ve en una carta de Basilio de Cesarea a los habitantes de Neocesarea, que muestra la fuerza de la imagen de Macrina, la fuerza cristiana femenina en la difusión del cristianismo en el siglo IV, y como ella les transmitió a todos los hermanos la doctrina de Gregorio (Taumaturgo) que había conservado de la tradición oral y así, los formó en los dogmas de la piedad.
La virgen, además de ser un espejo de la pureza de Dios, el principal papel femenino que los hombres veían en las mujeres, era la transmisión de la fe en las familias. Propagar la fe por medio de su amor infinito resguardado en su virginidad eterna[38].
Realizando este estudio por la vida de Santa Macrina, sólo me cabe exclamar: ¡QUÉ MUJER! Sí, realmente, una gran mujer que sabía lo que quería y a ello se dedicó con todas las fuerzas de su corazón sin dejar que ningún obstáculo se interpusiera en su camino. No fue una decisión que acabara en el olvido, la llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias, día a día, sin cansarse pues en Dios encontraba su fuerza, su gozo y su descanso. Con la mirada dirigida hacia las realidades celestiales desestimó los bienes de este mundo caduco en nada comparables a los eternos. El inmenso amor hacia el Señor, permitió a Macrina vivir una vida de total consagración a Él a través de la austeridad y la ascesis vividas en el amor. Por ella, muchas otras mujeres abrazaron el mismo estado de vida y aprendieron de ella la vida de renuncia por Dios.
También resulta admirable el influjo que causó en los miembros de su familia, ya que sin ella, la historia no sería la misma. A ella le debemos un San Basilio como hoy día es conocido y lo mismo podemos decir de San Gregorio de Nisa. Y ni decir tiene, que la Regla de San Basilio le debe mucho a su hermana y su vida de virginidad junto con otras vírgenes.
De Santa Macrina se puede hablar, escribir y aprender mucho más de lo que estas pobres páginas pueden decir. Sólo baste leer lo que de ella se sabe y gustarlo con la inspiración del Espíritu para sacar provecho espiritual de esta virgen que supo dedicar su vida a Dios sin otra ocupación que el servirle y amarle. :D :D

link: http://caminocisterciense.blogspot.com/ ... ierto.html

Paz y Bien
!!!
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor Rosario Gua » Mar Ago 19, 2014 10:24 pm

Un saludo de PAZ desde Guatemala, les agradezco el que me permitan seguir esta ruta junto a ustedes. Investigué sobre San Cristóbal.

Su nombre significa “El que carga o portador de Cristo. Se le reconoce como mártir del siglo tercero. Realmente no se conoce algo cierto de su vida. Cuenta la leyenda que fue hijo de un rey incrédulo cananéo o árabe, y que por las oraciones de su esposa tuvo a un hijo quien recibió el nombre de Offerus y fue consagrado a dioses paganos. Creció y adquirió gran estatura y fuerza. Al ser mayor decidió servir solamente al más fuerte y bravo, como todo hombre sirvió en vano al que creía ser el más poderoso, pero se dio cuenta que no existía nadie que no le temiera a algo. En su búsqueda de seguir y servir a un maestro, encontró a un ermitaño, quien le propuso ofrecer su fortaleza a Cristo, le transmitió la fe y lo bautizó.
Cristóbal como se le conocería desde ahora, no tenía la práctica de ayunar o de orar, lo suyo fue voluntariamente aceptar el oficio de transportar a las personas por amor de Dios, de un lado al otro de un río caudaloso. Cristóbal después de realizar un gran prodigio como lo fue trasportar a Jesús Niño, (según la leyenda) Tal acontecimiento hizo que muchos se convirtieran y esto desató una gran ira en el prefecto de la región Dagnus de Samos, en Lycia. Fue encarcelado, torturado y después de mucho sufrimiento fue decapitado.
Leyenda
Cuenta la leyenda que en una ocasión, se le presentó un niño que cargó en sus hombros y al trasladarlo a la otra orilla, el niño crecía y crecía y Cristóbal sentía que cargaba a todo el mundo; El niño se dio a conocer como el Creador y Redentor del mundo y para respaldar lo que decía pidió a Cristóbal que fijara su bastón en lo fondo del río y al día siguiente éste se había convertido en una palmera llena de frutos.
Por esta razón los transportistas lo adoptan como su protector, también los automovilistas, los viajeros, etc.

Imágenes que artísticamente han plasmado a San Cristóbal
http://www.carleso.com/wp-content/uploads/2013/07/San_Crist_bal.jpg


Lugares que llevan el nombre de San Cristóbal, en su honor.
Son muchos los lugares que han sido puestos bajo la protección de este Santo. Por ejemplo en Guatemala, Centro América existen muchos pintorescos pueblos y ciudades con este nombre:
• San Cristóbal Totonicapán, Guatemala, C.A.
• San Cristóbal Acasaguastlán, en el departamento del Progreso, Guatemala, C.A.
• San Cristóbal Verapáz, Guatemala, C.A.
En Toledo España, también se eleva una gran imagen de él, la cual inspira protección y confianza. En todos estos lugares su devoción inspira a muchas personas.

En Guatemala se tiene la tradición que el 30 de julio adornan con toda clase de materiales, las unidades de transporte, se celebra Santa Eucaristía y luego se cierra la festividad con una buena comida. También encontré la información que desde 1969, la Iglesia ya no incluye en el santoral, por no tener mayor información histórica de él.
Rosario Gua
 
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor AMunozF » Mar Ago 19, 2014 11:01 pm

Me permito poner esta participación, que hago la aclaración de que no debía de ir aquí, sino más bien en un Tema de Introducción, pero al no haber éste, pues es por eso que aquí está.

Es algo interesante, porque según vi el Temario no está incluído, y habla de la IGLESIA ANGLOSAJONA.
A continuación lo pongo:

.........................................IGLESIA ANGLOSAJONA........................................

OCUPACIÓN DE BRITANIA POR LOS ANGLOSAJONES

La palabra anglosajón se usa como un nombre colectivo para los colonizadores teutónicos – la base fundacional de la raza inglesa – que, después de de eliminar a los habitantes celtas de Britania a mediados del s. V, permanecieron como los dueños del país hasta que en 1066 se creó un nuevo orden de cosas con la llegada de los normandos.
Aunque está abierta a alguna objeción etnológica (Cf. Stevenson's "Asser", 149) el término anglosajón es conveniente en la práctica sobre todo porque no conocemos mucho respecto a la procedencia del las tribus germanas bajas que hacia el 449 comenzaron a invadir Britania.

Los Jutos que ocuparon primero Kent y la Isla de Wight, se han identificado supuestamente con los habitantes de Jutlandia, pero se ha visto que puede ser un error (Stevenson, ibid., 167). Sin embargo eran una tribu frisia.

Los Sajones del s. V eran mejor conocidos y se extendieron más, ocupando Westfalia, Hanover y Brunswick. Los Anglos de tiempos de Tácito estaban asentados en la orilla derecha del Elba cerca de la desembocadura. Parecen haber tenido lazos familiares con sus vecinos, los Lombardos, que después de mucho moverse se apoderaron de Italia. Es curioso que Pablo el Diácono, el gran historiador de los Lombardos describa sus vestidos como “aquellos que los anglosajones suelen llevar”
Después de establecerse en el sur y este de Inglaterra, en las localidades representadas ahora por Sussex y Essex, los sajones fundaron un gran reino en el oeste que gradualmente fue absorbiendo casi todo el país al sur del Támesis. De hecho, el reino de Wessex acabó siendo el dueño de toda la tierra de Britania.

Los Anglos, que siguieron poco después siguiendo las huellas de los Sajones, fundaron los reinos de East Anglia (Norfolk y Suffolk), Mercia (Midlands), Deira (Yorkshire), y Bernicia (el territorio más al norte)

El exterminio de los habitantes nativos probablemente no fue tan completa como se pensó; Hodgkin declaró que "Anglo-Celta es más apropiado que Anglo-Sajón para nuestra raza”. Pero, aunque los habitantes de Britania eran cristianos, los supervivientes no fueron lo suficientemente importantes para convertir a sus conquistadores. Solo en los extremos norte y oeste, donde los teutones no pudieron penetrar, mantuvo la iglesia celta su sucesión de obispos y sacerdotes. No parece que se hicieran esfuerzos para predicar a los sajones y más tarde, cuando S. Agustín y S, Lorenzo intentaron comenzar unas relaciones amistosas, la iglesia británica tuvo una postura muy alejada.

CONVERSIÓN

Todos saben la historia de la Misión Romana que trajo por primera vez a los ingleses el conocimiento del evangelio. La profunda compasión de. S. Gregorio por la cara de ángel de unos niños ingleses cautivos en el mercado romano de esclavos le llevó con el tiempo a enviar a un monje, S. Agustín y a sus compañeros. Fueron bien recibidos por Etelberto de Kent que se había casado con una cristiana. Agustín desembarcó en Thanet en 597 y antes del fin de siglo la mayoría de los Jutos de Kent se habían convertido. Actuando sobre instrucciones recibidas previamente fue a Arlés a recibir la consagración episcopal. Había comunicaciones frecuentes con Roma y S. Gregorio envió en 601 a Agustín el pallium, emblema de al jurisdicción arzobispal, dándole instrucciones para que consagrara a otros obispos y que estableciera su sede en Londres. Pero esto no fue posible por entonces y Canterbury se convirtió en la iglesia madre de Inglaterra. pero poco después, Londres tenía su iglesia y Mellitus fue consagrado para que residiera allí como obispo de los sajones orientales mientras se erigía otra iglesia en Rochester con Justus como obispo.

Al Morir Etelberto en 616 la causa del cristianismo sufrió grandes reveses. Essex y parte de Kent apostataron, pero S. Lorenzo, el nuevo arzobispo se mantuvo firme. Unos pocos años después se avanzó mucho con el matrimonio del poderoso rey Easwine de Northumbria con una princesa cristiana de Kent. Paulino, un romano enviado por Agustín, fue consagrado obispo acompañándola como capellán, pudo bautizar a Eadwine en 627 construyendo la iglesia de S. Pedro en York. Es cierto que una reacción pagana seis años después barrió la mayoría de los resultados conseguidos, pero aún así el diácono James permaneció trabajando en Yorkshire. Mientras tanto, Félix, un monje borgoñón actuando bajo las órdenes de Canterbury había vuelto a recuperar East Anglia y Birinus, enviado directamente desde Roma, comenzó en 634 la conversión de la gente de Wessex. Parecía que la fe se había extinguido en el norte, sobre todo por la constante oposición de Penda, el rey pagano de Mercia, pero llegó ayuda inesperada. S. Osvaldo, en 634, que había sido educado en el exilio por lo monjes irlandeses de Iona, donde se había convertido en cristiano, recogió los restos del reino de Northumbria. Cuando este joven príncipe derrotó a sus enemigos y se estableció más firmemente reclamó misioneros (635) de Iona. Llegó S. Aidán que estableció una comunidad en la isla de Lindisfarne desde la que evangelizó las tierras del norte. S. Aidan siguió las tradiciones celtas en los puntos en que diferían de Roma (por ejemplo, en la celebración de la Pascua de Resurrección), pero no hay duda alguna respecto a su santidad y a los maravilloso efectos de su predicación.

Desde Lindisfarne llegaron S. Cedd y S. Chad dos hermanos que evangelizaron respectivamente Essex y Mercia. También se debe a Lindisfarne, al menos indirectamente, la obra de S. Cuthbert, que consolidó el cristianismo en el norte y la de S. Wilfrid que, además de convertir a los Sajones del sur, los últimos de los invasores teutones en recibir el evangelio, realizó la gran obra de reconciliar a los cristianos de Northumbria con la Pascua de Resurrección romana y con otras instituciones que apoyaban la autoridad papal. Por abreviar, se ha dicho, no sin razón, que en la conversión de los anglosajones “los romanos plantaron, los escoceses regaron y los bretones no hicieron nada”

DESARROLLO BAJO LA AUTORIDAD ROMANA

Mientras tanto se estaba realizando una gran obra de organización. Teodoro de Tarso, un monje griego consagrado arzobispo de Canterbury por el papa Vitaliano, llegó a Inglaterra en 669. Fue calurosamente recibido por todos y en 673 celebró un concilio nacional de los obispos ingleses en Hertford y otro en 680 en Hatfield. En ambos sínodos se hizo mucho para promover la unidad, definir los límites de la jurisdicción y restringir las idas y venidas e interferencias mutuas del clero. Y lo que era más importante, S. Teodoro que visitó toda Inglaterra, consagró nuevos obispos y dividió las diócesis que en muchos casos coincidían con los reinos de la heptarquía. Parece que estos procedimientos causaron algunas dificultades entre Teodoro y Wilfrid, que fue sacado de su diócesis de Ripon y apeló a Roma. Después de unos años tempestuosos, marcados por la capacidad de aguante y celo misionero de Wilfrid, Teodoro reconoció que había hecho un grave daño a su hermano obispo. Se reconciliaron y durante el corto tiempo que les quedaba trabajaron juntos armoniosamente en la causa de la disciplina y orden romanos.

Parece que en interés de la controversia antipapal se hizo demasiado énfasis en la diferencia de las costumbres entre misioneros romanos y celtas. Tanto en escocia como en el continente la cristiandad irlandesa era completamente leal en espíritu a la sede de Roma. Hombres como S. Cuthbert, S. Cedd, S. Chad y S. Wilfrid cooperaban de corazón en los esfuerzos que hacían para predicar el evangelio los maestros enviados desde Canterbury. Las costumbres celtas habían recibido el golpe definitivo al elegir el rey Oswiu de Northumbria, cuando en el sínodo de Whitby (664) eligió permanecer con el portador de la llaves de Roma, S. Pedro, de hecho. Después de un lapso de unos pocos años no se volvió a oír hablar de ellas.

En el s. VIII el papa concedió el pallium a Egbert, obispo de York y así restauró la sede arzobispal según los planes que constaban en la carta de S. Gregorio a Agustín. Más aún, se celebraron dos sínodos muy importantes en este período. Uno en 747, Novas reunido por deseos del papa Zacarías, donde se leyó en voz alta su carta y se dedicó completamente a la legislación para la reforma interna del clero. El otro, en 787, presidido por dos legados papales Jorge y Teofilacto, que entregaron al papa un informe en el que incluían entre otras cosas la aceptación formal de los diezmos. En este sínodo, ayudado por la influencia del rey de Mercia, Offa, que envió a Roma información confusa, se erigió como arzobispado a Lichfield, aunque dieciséis años después, muertos ya Offa y el papa Adriano, León III anuló la decisión de su predecesor. Se ha sugerido que la institución del óbolo de S. Pedro (Peter´s pence) que data de este período fue el precio pagado por Offa para conseguir de Adriano ese favor, aunque es una pura conjetura.

Durante el s- IX, en el curso del cual Essex adquirió gradualmente una posición de supremacía, las incursiones danesas destruyeron muchas grandes sedes y centros de disciplina monástica, como por ejemplo Jarrow, la patria de S. Beda, calamidades que pronto dejaron sentir su influencia en las vidas de los clérigos. El rey Alfredo el Grande intentó con mucho esfuerzo volver a poner las cosas en pie y, en general, la devoción de los legisladores seculares hacia el papado y la iglesia nunca fue más clara que en este período. A esta época pertenece la famosa concesión a la Iglesia de un décimo de la tierra de Ethelwulf, padre de Alfredo. Esto no tienen nada que ver con los diezmos, pero muestra lo reconocido que estaba ese principio y la íntima unión de Iglesia y Estado. La victoria final de Alfredo sobre los daneses, el tratado con su líder Guthrum en Wedmore, y la posterior recepción del cristianismo por los invasores, hicieron mucho para restaurar a la Iglesia a condiciones mejores. En el código publicado conjuntamente por Alfredo y Guthrum, se declaraba que la apostasía era un crimen, se había de poner multas a los sacerdotes negligentes, ordenaba el pago del “penique de Pedro” y se prohibía la práctica de ritos paganos.

La unión durante este período, y en realidad en todo el período anglosajón, era muy estrecha de manera que algunos de los concilios nacionales parecían tenerle carácter de sínodos de la Iglesia. Pero el clero, muy, identificado con el pueblo, realizaba funciones oficiales estatales en cada distrito, parece haber recuperado el espíritu religioso que se perdió durante las incursiones danesas. De ahí que, en tiempos de S. Dunstan, arzobispo de Carterbury de 960 a 988, se hizo sentir un fuerte movimiento (fomentado por S. Æthelwold de Winchester, y S. Oswald de Worcester y York), para remplazar el clero secular por monjes en los ministerios más importantes. No hay duda de que la ley del celibato no era demasiado observada en esta época por los sacerdotes, siendo la costumbre de casarse tan general que parecía imposible erradicarla ni con las más severas penas contra los delincuentes. De ahí los grandes esfuerzos de los tres santos citados y del rey Edgar para renovar y espiritualizar el monacato en las líneas de la gran regla benedictina, esperando con ello levantar también el tono del clero secular e incrementar su influencia. Con la misma finalidad, S. Dunstan intentó remediar el aislamiento de la iglesia inglesa con intercambios con Francia, Flandes y, en palabras del obispo Stubbs, “estableciendo una comunicación más intima con la Sede Apostólica”. Desde entonces, casi todos los arzobispos se trasladaban a Roma a por el “pallium”

Estos esfuerzos dieron como resultado un claro avance en la cultura general, que ya no dirigía Inglaterra, sino que se centraba en los maestros del continente. Se ganó mucho y cuando, después de las nuevas invasiones, una dinastía danesa se hizo dueña de Inglaterra, “la sociedad que fue incapaz de oponerse a las armas de Canuto, inmediatamente lo humanizaron y elevaron”. Canuto fue un converso fervoroso. Hizo una gran peregrinación a Roma en 1026-27. Su legislación era en gran parte de carácter eclesiástico insistiendo de nuevo en el pago del “penique de Pedro”

Las influencias romanas se incrementaron en el reinado de Eduardo el Confesor con el nombramiento de varios extranjeros para las sedes inglesas y por un gran renacimiento de las peregrinaciones a Roma. Probablemente los extranjeros eran más devotos y más capaces que los sacerdotes nativos disponibles. No hay razón alguna para pensar que competentes clérigos ingleses fueran pasados por alto. Al contrario, cuando en 1062 los legados papales visitaron de nuevo Inglaterra fueron responsables del nombramiento de uno de los más grandes eclesiásticos nativos de los tiempos anglosajones, S. Wulstan, obispo de Worcester, “un carácter intachable” (Dict. Nat. Biog., s.v.), que siguió viviendo bajo el dominio normando durante casi treinta años perpetuando las mejores tradiciones de la iglesia anglosajona en la jerarquía que se reorganizó tras la conquista.

ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA

No hay duda de que en la cristianización de Britania los monjes van delante de los sacerdotes seculares; el “minster” (monasterium) era anterior a la catedral. S. Agustín y sus compañeros fueron monjes, perteneciendo, seguramente, a comunidades fundadas por el mismo S. Gregorio, aunque sería un error verlas idénticas en disciplina o hasta en espíritu que las de los benedictinos de épocas posteriores. Aún sería un error mayor utilizar los estándares modernos para juzgar a los monjes de la iglesia celta, esos misionaros rudos ascetas que se establecieron en la solitaria isla de Lindisfarne y que en sus excursionas bajo el liderazgo de S. Aidan construyeron gradualmente la iglesia de Northumbria.
La tempranas instituciones monásticas del oeste, tanto romanas como celtas, eran muy adaptables y parecen estar bien preparadas para los esfuerzos misioneros; pero no fueron capaces, sin embargo de proveer permanentemente a las necesidades espirituales de la población cristiana, puesto que esencialmente llevaban una vida en común y reunían a sus miembros en un centro monástico. Entonces, tan pronto como la conversión había progresado algo, la finalidad de los obispos o abades – los abades del sistema celta eran con frecuencia superiores religiosos de los obispos para llevar a los jóvenes a relacionarse con su comunidad y tras un período más o menos largo de instrucción ordenarlos como sacerdotes y enviarlos a vivir entre la gente donde su ministerio era más necesitado o dende se le ofrecía antes medios para vivir. En gran manera, el sistema parroquial de Inglaterra fue construido por lo que se podría llamar capellanías privadas (Cf. Earle, Land Charters, 73). No fue, como se pensaba, una creación del arzobispo Teodoro o de ningún otro organizador. El gesith, o propietario noble de la tierra, construía en cualquier lugar un centro dado de población (según las divisiones rurales) una iglesia para su conveniencia privada, con frecuencia a continuación de su propia casa y después obtenía del obispo un sacerdote para que la atendiera o más comúnmente, presentaba a un individuo concreto de su elección para que fuera ordenado. Sin duda el mismo obispo participaba activamente en proveer a las iglesias y al clero para centros conocidos de población. De hecho, Beca, en carta al arzobispo Egbert de York, le urgía que debiera haber un sacerdote en cada uno de esos centros (conocidos como “parroquias civiles”) y en otros distritos menos poblados con unos centros de población. Así comenzaron a existir parroquias que surgían en los oratorios de los señores y parece que los obispos pusieron mucho empeño desde el principio en evitar los abusos y en asegurar medios de subsistencia de naturaleza permanente para los sacerdotes.

Esto tomó con frecuenta la forma de tierras formalmente inscritas en nombre del santo al que la iglesia estaba dedicada. Al principio parece que fueron los obispos lo que se apropiaron de estos, tomaron estas dotaciones así como de los diezmos y de las contribuciones generales para finalidades eclesiásticas conocidas como “Church-shot”, pero pronto el párroco mismo adquirió, con el empleo fijo, la administración de esos emolumentos. Es muy posible que la prevalencia general en Inglaterra de patrones laicos con el derecho a presentar beneficios haya de trazarse hasta el hecho de que la iglesia parroquial en tantos casos se originó en los oratorios privados el señor de la población. Es difícil decidir en que fecha se pueda considerar terminado el sistema parroquial. Solo podemos decir que la comisión” Domesday” en el reinado de Guillermo el Conquistador da por hecho que cada población tenía su propio párroco. Las diócesis que fueron divididas en primer lugar con cierto grado de adecuación por el arzobispo Teodoro se añadieron después. Con el paso del tiempo, York, como hemos notado, se convirtió en arzobispado bajo Egbert, pero la provincia de York siempre fue muy detrás de Canterbury en número de sufragáneas. Por otra parte el reconocimiento casi universal de Canterbury y los votos de fidelidad de los obispos a los arzobispos probablemente contribuyeron mucho a la idea de de la unidad nacional.

Al final del período anglosajón había unos diecisiete obispados, pero las numerosas subdivisiones, supresiones, traslados y amalgamas de sedes durante los siglos precedentes son demasiado complicadas para detallarlas aquí.

El asunto ha sido discutido completamente en "English Dioceses", de. Hill, que da la siguiente lista de obispados en 1066, se añade la fecha de la fundación; aunque en algunos casos (entre paréntesis), la sede fue suprimida o transferida y después refundada:

Canterbury, 597;
Cornwall (S. Germans), 931;
Crediton, c. 909;
Dorchester (634), 870 con Leicester;
East Anglia (Elmham), 673;
Lichfield, 656;
Lindisfarne, 635, después Durham;
London 604;
Ramsbury, c. 909;
Rochester, 604;
Sherborne, 705;
Sussex (Selsey), 708;
Wells, c. 909;
Winchester, Hereford, 609; 662;
Worcester, 620;
York, (625), 664.

Algunas de estas diócesis se volvieron más famosas después con otros nombres. Así Ramsbury fue conocida después como Salisbury o Sarum, y por la influencia de S. Osmund (m 1009), un obispo posterior a la conquista, adquirió una especie de primacía litúrgica entre otras diócesis inglesas. De igual manera, las sedes establecidas en Dorchester, Elmham y Crediton fueron transferidas después de la conquista a las mucho más famosas ciudades de Lincoln, Norwich y Exeter.
Otras sedes episcopales famosas durante un tiempo, como Hexham y Ripon, fueron suprimidas o unidas a otras más importantes. En el período de la conquista Normanda York sólo tenía una sufragánea, la de Lindisfarne o Durham, pero tenía una especie de superioridad irregular sobre Worcester, debido al abuso que durante mucho tiempo había hecho el mismo arzobispo que mantenía ambas sedes bajo su mando. Sin duda que una gran parte de la poda y de los cambios que se ven en las delimitaciones de las antiguas diócesis sajonas deben atribuirse al efecto de las irrupciones danesas, también responsables de la decadencia del antiguo sistema monástico, aunque no hay que olvidar tampoco que alguna responsabilidad se debe atribuir a la relajada organización y a la indebida importancias de las influencias familiares en la sucesión de los superiores, que con frecuencia permitían que en los claustros las vida religiosa brillara por su ausencia. La “asignación” de tierras en los libros a estos pretendidos monasterios parece haber sido en los períodos tempranos un medio fraudulento conocido de evadir ciertas obligaciones a las que estaba sujeta la tierra. El sistema de “Dobles monasterios” que era el más frecuente, en el que los dos sexos residían aunque, naturalmente, en edificios separados, las monjas bajo la autoridad de la abadesa, no parece que haya sido aprobada nunca por la autoridad romana. No está claro si los ingleses tomaron esta institución de Irlanda o de Galia. Los ejemplos más conocidos son Whitby, Coldingham, Bardney, Wenlock, Repton, Ely, Wimborne y Barking.

Algunos de ellos son de puro origen celta; otros, por ejemplo Barking, fueron ciertamente fundados bajo la influencia romana. Solo en el caso de Coldingham hay pruebas directas de los graves escándalos resultantes. .Sin embargo, cuando, en el s. IX, después de la sumisión de los daneses, los monasterios comenzaron de nuevo a revivir, los monjes ingleses fueron a Fleury recientemente reformado por S. Odon de Cluny, y la tradición de Fleury se importó a Inglaterra. (Eng. Hist. Review, IX, 691 ss.).

En ese espíritu de Fleury, bajo la guía de S. Dunstan y S. Æthelwold, se animaron los centros de la vida monástica inglesa tales como Winchester, Worcester, Abingdon, Glastonbury, Eynsham, Ramsey, Peterborough y muchos más. Debemos recordar como explicación a los esfuerzos hechos en este tiempo para desalojar a los canónigos de las catedrales que estos canónigos que ya llevaban siglos eran los sucesores y algunas veces la progenie de monjes degenerados.

Se sentía como que se alzaba una voz cada vez más alta de todas las tradiciones sagradas para que se diera la restauración de un clero más digno y de observancia más estricta. Hasta en tiempos de la más grande corrupción, la autoridad eclesiástica nunca consintió del todo en el matrimonio de los sacerdotes anglosajones, aunque era la práctica más común. Por otra parte hay que recordar que la palabra preost (como opuesta a messe-preost) significa en si solamente clérigo de órdenes menores y consiguientemente la mención del hijo de un sacerdote no supone necesariamente una violación flagrante de los cánones.

En general, desde un punto de vista social se concedieron grandes privilegios al clero que la ley reconoció completamente. El sacerdote, o mass-thegn, disfrutaba de un alto wergeld (i.e. precio-hombre), una reclamación de una proporcionada compensación y un mayor mundbyrd, o derecho a protección. Era considerado como perteneciente a la baja nobleza (Thane) y el párroco, junto con el juez local y los cuatro mejores burgueses de cada población asitían al Consejo de Cien por derecho propio. Por otra parte, el clero y sus propiedades, al menos en tiempos algo posteriores, no estaban exentos de las caras públicas comunes a todos. Salvo en el caso de corsned, una forma de ordalía con pan bendito, los clérigos eran juzgados por los tribunales ordinarios y además el frithborh, u obligación de encontrar un fiador para las prendas entregadas para el mantenimiento de la paz que les obligaba como a todos los demás.

OBSERVANCIAS ECLESIÁSTICAS

La estrecha unión de los aspectos religiosos y sociales de la vida anglosajona se ven claramente en el sistema penitencial. Desde muy temprano aparecen los Códigos de penitencias por las ofensas morales, conocidos como Penitenciales y que se atribuyeron a nombres tan venerables como Teodoro, Beda y Egbert. La aplicación de estos códigos, al menos de una forma imperfecta, duró hasta la conquista y la penitencia pública impuesta a los ofensores parece haber tenido el mismo efecto que un sistema policial. Y muy relacionada con esto estaba la practica de confesarse con el párroco el martes de Carnaval o poco después. En los casos de ofensas públicas contra la moralidad, la reconciliación se posponía normalmente hasta el Jueves Santo, al final de la Cuaresma y era un derecho reservado a los obispos. La confesión pudo ser relativamente infrecuente y con bastante probabilidad su necesidad solo se admitía en casos de pecados de carácter grave, pero es cierto que el secreto se respetaba en caso de pecados ocultos y que la absolución se daba en forma deprecativa.

La formula más moderna de la forma declarativa de absolución en Occidente es probablemente de origen anglosajón. Y la prueba de que la confesión era frecuente está en que el término comúnmente utilizado en anglosajón para llamar a un párroco era scriftscir (i.e. shrift shire, distrito de confesión). De la misma forma que ciertos días de ayuno y festivos, la obligación de confesar fue objeto de legislación seglar por el rey y su Witan (Consejo real). Otra obligación impuesta por la ley en el Witena gemot (Consejo de Sabios) era el Cyricsceat (i.e. impuestos de la iglesia). La naturaleza de este pago está clara pero parece haber consistido en frutas de las cosechas de semillas (Cf. Kemble, Saxons in England, II, 559). Aparentemente era distinta de los diezmos y probablemente más antiguo que la formación de las parroquias regulares (Baldwin Brown, Arts in Early Eng., I, 314-316). Los pagos de los diezmos del incremento se incluyó claramente en el sínodo legal celebrado en Cealchythe (Chelsea?) en 787 y la obligación fue confirmada en una ordenanza de Athelstan, 927.
El impuesto por las ánimas (Soul-shot; saul sceat), fue también un pago impuesto por sanción legal y parece que se debía pagar a la parroquia para que el donante fuera enterrado en el cementerio parroquial. La importancia que se le daba muestra lo íntimamente que estaban unidos con los conceptos religiosos anglosajones el deber de rezar por los muertos. Ofrecer misas por los muertos se legisla en algunos de los más tempranos documentos de la Iglesia Inglesa que nos han llegado, es decir, en el “Penitencial de Teodoro” El mismo deseo de obtener oraciones de los vivos por las almas de los que habían partido a otra vida se manifiesta igualmente en las palabras de las cartas sobre tierras y en los primeros monumentos de piedra.

La cruz erigida en Bewcastle en Cumberland alrededor de 671, en honor del rey de Northumbia Alchfrith, tiene una inscripción rúnica pidiendo oraciones por su alma. Las comunidades religiosas ya desde la primera mitad del s. VIII se reunían en asociaciones con la finalidad de recitar el Psalterio y ofrecer misas por sus miembros fallecidos y este movimiento que se extendió ampliamente por Alemania y por el continente tuvo su origen en Inglaterra ( ver Ebner, Gebetsverbrüderungen, 30.)

Igualmente se formaron asociaciones entre los seglares cuyo principal objeto era asegurarse de las oraciones por las almas de sus miembros después de la muerte (Kemble, Saxond, I, 511).

Con el mismo propósito, en las exequias de los grandes, se distribuían comúnmente limosnas con alimentos y se manumitía a algunos esclavos.

Otra institución muchas veces mencionada en las leyes posteriores anglosajonas el “Penique de Pedro” ( Peter's-Pence, Rom-feoh, Rom-pennig). Aparece en una carta de León III (795-816) que el rey Offa de Mercia prometió enviar 365 mancusos anuales a Roma para el mantenimiento de los pobres y de las luces y Asser habla de un regalo similar a S. Pedro de Ethelwulf, el padre del rey Alfred. No mucho después parece que tomó la forma de un impuesto regular pagado por el pueblo y enviado anualmente a Roma. Esta contribución voluntaria da testimonio sin duda de una íntima unión entre Inglaterra y la Santa Sede y esto se ve además de otras muchas formas. Beda dirige la atención a las constantes peregrinaciones desde Inglaterra a la Ciudad Santa y la abdicación de reyes como Cædwalla e Ine, que renuncian al trono para ir morir a Roma. Los generosos regalos de hombres como el abad Coelfrith que regaló al papa el magnífico manuscrito de Northumbria conocido ahora como “"Codex Amiatinus", que se conserva, así como el lenguaje empleado en varios sínodos ingleses, todo ello apunta en la misma dirección. Hasta contemporáneos continentales comentan el hecho y la "Gesta Abbatum Fontanellensium" (Saint Vandrille), escrita alrededor de 840, habla de “los ingleses siempre dedicados especialmente a la Sede Apostólica” (Hauck, Kirchengeschichte . Deutschlands, I, 457, 3ª ed.).

Tenemos buenas pruebas de la existencia en la Iglesia Anglosajona de todo el sistema sacramental actual, incluida la extremaunción, las órdenes sagradas y el matrimonio. La misa era el centro del culto religioso y el Santo Sacrificio se ofrecía privadamente, a veces hasta tres o cuatro veces en el mismo día por el mismo sacerdote, pero siempre ayunando. El intento de basarse en la autoridad de ciertas expresiones del abad Aelfric para demostrar que los anglosajones no creían en la presencia real es completamente ilusorio (Ver Bridgett, Hist. of Holy Eucharist, I, 119 ss.).

En estas materias de fe y de ritual Inglaterra no difiere sustancialmente del resto de la Cristiandad. El latín se usaba tanto en la liturgia como en las horas canónicas, Los libros eran los del servicio romano sin adiciones importantes de origen nativo o celta.

La principal influencia extranjera que puede discernirse es una semejanza con las observancias rituales del sur de Italia ( por ejemplo Nápoles) una peculiaridad de la que el obispo Edmundo y Dom Germain Morin han llamado la atención en muchas ocasiones. Probablemente se deba a que Adrian, abad de S. Agustín, en Canterbury, que llegó a Inglaterra en el séquito del arzobispo Teodoro, trajo consigo las tradiciones de Monte Cassino. Hasta el ritual de la coronación, que comenzaba en celta fue remodelado en tiempos de Eadgar (973) imitando las costumbres de la coronación del emperador de occidente (Robertson, Historical Essays, 203 sq.; Thurston, Coronation Ceremonial, 18 ss.). De ahí los interesantes detalles de la costumbre litúrgica, es decir la procesión por el cementerio el domingo de Ramos, el dramático diálogo junto a la sepultura en la víspera de Pascua de Resurrección, la bendición episcopal después del Pater Noster de la misa, la multiplicación de los prefacios, las grandes antífonas de Adviento que comienzan por Oh! (Oh sapientia etc), la comunión de los laicos bajo ambas especies etc…que no eran exclusivos de Inglaterra aunque en algunos casos los primeros ejemplos conocidos son ingleses. Respecto a la veneración de los santos y de sus reliquias, ninguna iglesia estaba más lejos que la anglosajona de los principios de la Reforma. Las alabanzas de Nuestra Señora son cantadas por Aldhelm y Alcuino en latín, y por el poeta Cynewulf (c. 775) en Anglosajón, en brillantes versos. Un escritor anglicano (Church Quarterly Rev., XIV, 286) ha admitido francamente que la mariolatría no es producto muy moderno del romanismo –La Santísima Virgen no solo era Dei Genitrix y Vigo Virginum, sino que en una letanía inglesa del s. X se dice de ella:

Sancta Regina Mundi, ora pro nobis;
Sancta Salvatrix Mundi, ora pro nobis;
Sancta Redemptrix Mundi, ora pro nobis."

Los cuerpos de los santos, por ejemplo el de S. Cuthbert, eran honrados reverentemente desde el principio, considerándolos como el más preciado de los tesoros. Además de las fiestas de Cristo y de Nuestra Señora, a lo largo del año se observaban las de varios santos, a los que se añadieron especialmente en el sínodo de 747 las fiestas de S. Gregorio y S. Agustín, los verdaderos apóstoles de Inglaterra. Más tarde la legislación civil determinó el número de tales fiestas y prescribió la abstención de trabajo servil Todas las fiestas de los Apóstoles tenían vigilias en las que se ayunaba. Los días de S. Pedro y S. Pablo tenían una octava.

Las ordalías, una forma de juzgar “por el juicio de Dios”, aunque iban acompañadas de oraciones y se celebraban bajo la supervisión del clero no eran exactamente una institución eclesiástica y mucho menos eran peculiares de la iglesia anglosajona.

MISIONES

Sobre las empresas misioneras de los anglosajones hay que buscar los relatos detallados bajo los nombres de los principales misioneros y de las tierras que evangelizaron. Baste decir aquí, en general, que la predicación de los monjes irlandeses, de los que S. Columbano fue el más conocido, en Europa central y occidental, fue continuada y eclipsada por los esfuerzos de los anglosajones, en particular por los de S. Willibrord de Northumbria y del sajón occidental Winfrith mejor conocido como S., Bonifacio, a quien una edad posterior le dio el nombre de apóstol de Alemania y que fueron apoyados por muchos seguidores como Lull, Willibald, Burchard y otros.

La obra de evangelización en Alemania se realizó en el s. VIII y el esfuerzo que la coronó fue hecho por S. Willehad entre 772 y 789, en el norte, junto a las orillas del Elba y del Weser. A esta empresa misionera sumaron sus esfuerzos muchas mujeres inglesas, como las santas Walburg, Lioba, Tecla, y otras que fundaron comunidades de monjas y con ello hicieron mucho para educar y cristianizar a la juventud de su propio sexo. Un poco más tarde otro gran campo de misiones se abrió para los anglosajones en las tierras norteñas de Dinamarca y Escandinavia. S. Sigfrido abrió el camino bajo la protección del rey Olaf Tryggvesson, aunque el acceso al trono de Inglaterra del rey Canuto fue un factor importante en esta nueva empresa. Aunque no se conoce muy bien la historia de las misiones en Suecia y Noruega especialistas como Taranger y Freisen, han mostrado tanto por consideraciones lingüísticas como litúrgicas que la impresión de la iglesia anglosajona es reconocible en las instituciones cristianas del norte extremo.

LITERATURA Y ARTE

Tanto la literatura como el arte entre los anglosajones estuvieron íntimamente unidos al servicio de la Iglesia y debe casi toda la inspiración a sus ministros. En algo más de un siglo que precede a la terrible incursión vikinga de 974 se consiguió un progreso extraordinario. Aldhelm, Beda y Alcuino representaron el sello de calidad de la cultura en latín en el occidente cristiano de su tiempo y la literatura narrativa, en tanto en cuento podemos juzgar de la poesía que ha sobrevivido de Cædmon y Cynewulf (si es que éste es realmente el autor, como parece, de “Cristo” y “Sueño de la Cruz” – “Dream of the Rood”), de excelencia sin paralelo. Este alto nivel de las artes traído de Roma, especialmente siguieron manteniéndolo S. Wilfrid y S. Benedict Biscop. Nada hay tan notable y de bello diseño como la ornamentación lleno de belleza de las cruces de piedra de Northumbria de este período, es decir las de Bewcastle y Ruthwell.

Los manuscritos de la época que han sobrevivido no son menos maravillosos a su manera. Hemos hablado de la copia de la Biblia escrita en Jarrow y llevada a Roma por Ceolfrid como regalo para el papa. Otras dos auténticas reliquias son los Evangelios de Lindisfarne y la copia del Evangelio de S. Juan, que está en el Stonyhurst College, que se colocó en la tumba de S. Cuthbert al ser enterrado y allí fue descubierto. Pero todas esta eclosión cultural fue arrasada por los daneses.
Con el rey Alfredo hay señales de recuperación. Su propia prosa anglosajona, sobre todo traducciones, es conspicua por su gracia y libertad. La notable obra de arte conocida como la “joya de Alfredo”(Alfred jewel) manifiesta, justo con anillos y otros objetos de la misma época el alto grado de habilidad técnica en el trabajo de los orfebres.

En el siglo de la muerte de Alfredo encontramos también que este periodo de relativa paz y renacimiento religioso surge una admirable escuela de caligrafía e iluminación que parece tener su principal centro en Winchester. El libro de las Bendiciones de S. Æthelwold y el llamado Misal de Roberto de Jumièges son manuscritos famosos que deben ser considerados como típicos del período.

También en literatura observamos un gran desarrollo, con motivos de inspiración casi exclusivamente religiosos. Considerables colecciones de homilías han sido conservadas, muchas de ellas de estructura rítmica, lo que las conecta especialmente con nombres como Ælfric y Wulfstan.

Hay además muchos manuscritos que contienen traducciones, o al menos paráfrasis, de libros de las Escrituras. La última obra de Beda, como es bien sabido, consistió en traducir a su lengua nativa el evangelio de S. Juan, aunque no se ha conservado. Se transcribieron muchos textos latinos más comunes añadiendo unas glosas anglosajonas sobre cada palabra para ayuda de los estudiantes. Este fue el caso del famoso Evangelios de Lindisfarne, escritos e iluminados alrededor del 700, aunque la traducción interlinear anglosajona se añadió 250 años después. El manuscrito, uno de los tesoros del Museo Británico, también es notable por la belleza de sus ornamentos entrelazados. Esta forma de decoración, aunque derivada originalmente de los misioneros irlandeses que acompañaron a S. Aidan a Northumbria, pronto se convirtió en rasgo identificativos del arte anglosajón. Es igualmente conspicuo en las tallas de la piedra (compárense las primeras cruces mencionadas arriba) como en la decoración de los manuscritos, sobreviviendo durante mucho tiempo aunque de forma modificada.

En el campo de la historia, de nuevo, poseemos la llamada “Crónica Anglosajona” que alcanza, en algunos de los manuscritos desde la conquista sajona hasta la mitad del s. XII y es la más maravillosa crónica en lenguaje vernacular conocida de cualquier pueblo europeo, mientras que en "Beowulf" tenemos una transcripción comparativamente tardía de un poema teutónico pagano que tanto en inspiración como en el tema es anterior al s. VIII.
Pero es imposible enumerar dentro de los estrechos límites los más importantes elementos de la rica literatura del período anglosajón. Tampoco podemos describir las muchas remodelaciones arquitectónicas,, sobre todo en iglesias, que sobreviven de antes de la Conquista y que , aunque son notables por su fuerza masiva, de ninguna manera carecen del sentido de belleza y carecen de agradable ornamentación. La antigua torre sajona del la iglesia de Earl Barton cerca de Northampton puede ser tomada como un ejemplo del resto.

BIBLIOGRAFÍA

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Las conclusiones de LINGARD han sido discutidas en varios volúmenes por SOAMES desde un punto de vista extremista protestante.
TEMAS ESPECIALES.
Organización eclesiástica y monacato.
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La Heptarquía etc.
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Peter's-Pence.
JENSEN Der Englische Peterspfennig (1903); also in Tr. R. Hist. Soc., XV, N. S.; FABRE, in Melanges G. B. de Rossi (1892); MOYES, in Dublin Review (1893), 255.
Práctica devocional.
ROCK, Church of Our Fathers (2d ed, London, 1904); BRIDOETT, Holy Eucharist in Great Britain (London, 1881); ID., Our Lady's Dowry (3d ea., London, 1892); BISHOP AND KUYPERS, The Book of Cerne (Cambridge, 190X); BISHOP, The Origins of Our Lady's Primer (Early English Texts Society, 1897): ID., Feast of Our Lady's Conception, in Downside Review, April, 1886, reimpresa; BISHOP AND MORIN, Neapolitan and English Calendars, en Revue Benedictine, Nov. y Dic., 1891, y Sept., 1895, y en MORIN. Liber Comicus (Maredsous, 1893); THURSTON, Lent and Holy Week (London, 1904); WARREN, The Leofric Missal (Oxford, 1883); WILSON, Missal of Robert of Jumièges (London, 189G), and other Publications of the Henry Bradshaw SOC.; THURSTON Confession in England before the Conquest, en The Tablet, Feb. y Marzo, 1905; ID., The Month, Nov., 1896; Oct., 1901 Junio y julio, 1902; Mayo y Dic., 1904; Dic., 1905.
Vida Social.
ROEDER, Die Familie bei den Angelsachsen Halle, 1899); LARSON, The King's Household (Madison, 1904); LIEBERMANN, Die Englische Gilde in Archin. f. d. Studium d. neueren Sprachen (1896); Id Ordalien, in Sitzungsberichte d. Akad. d. Wissenschaft. (Berlin, 1896), II, 829; PATETTA, Le Ordalie (Turin, 1890).- Anglo-Saxon Missions.- BISHOP, Engish Hagiology, in Dublin Review, Jan, 1885; ID., St. Boniface and his Correspondence, Trans. Devonshire Ass., VIII, 497 (1876); HAHN, Bonifaz und Lul, (1883); TAUCK, Kirchengeschichte Deutschlands (3d ed., (1904) I: Taranger, Den Angelsaksiske Kirkes Indflydelse paa den Norske (Christiania, 1890); FREISEN, Manunle Lincopense (Halle, 1904). Literature. WARREN, A Treasury of Eng. Lit., (London, 1906); Morley, H English Writers, I, II; junto con varias historias de la Lit. Inglesa, las de TEN BRINK;, T. ARNOLD, STOPFORD BROOKE, WOLCHER, etc.; y las ediciones de escritores anglosajones del PROF. COOK, de Yale, e.g., Cynewulf's Christ (New York, 1900) y Poem of the Rood (New York, 1904). El texto de varios clásicos anglosajones hay que buscarlo en las ediciones de los autores separados o en obras colectivas como la de GRETN Bibliothek d. Angelsachs. Poesie, y WOLKER, Bibliothek d. Angelsachs. Prose. El Texto de las Rolls Series del la Crónica Anglosajona (ed. THORPE.) va acompañada de una traducción. Otras dos obras especialmente útiles son las de SWEET, the Oldest English Texts (early English Text Society, 1885); ROGER, L'enseignement des lettres classiques d'Ausone a Alcuin (Paris, 1905)), y MACGILLIVRAY, Christianity and the Vocabulary of Old English (Halle, 1902).
Arte, etc.
BALDWIN BROWN, The Arts in Early England (London, 1903), EARLE, The Alfred Jewel (Oxford, 1900); NAPIER, The Franks Casket (Oxford, 1901 ); ANDERSON AND Allen, Early Christian Monuments of Scotland (Edinburgh, 1903)- WARNER, Illuminated MSS. at the British Museum (London, 1903), WESTWOOD) Miniatures and Ornaments of Anglo-Saxon and Irish MSS. (London, 1868), CALVERLEY, Early Sculptured Crosses (Kendal 1899); E. M THOMPSON, English Illuminated MSS, (London, 1895); MICHEL, Histoire de l'art (Paris, 1905, I, 118, 511,737).

Fuente | Autor : ENCICLOPEDIA CATÓLICA | Thurston, H. (1907). Transcrito por Fred Dillenburg. | Traducido por Pedro Royo

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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor AMunozF » Mar Ago 19, 2014 11:11 pm

Imagen SAN CHARBEL MAKHLOUF


Nacido en Beqaa-Kafra, el lugar habitado más alto del Líbano, cercano a los famosos Cedros, el joven Joseph Makhlouf creció con el ejemplo de dos de sus tíos, ambos ermitaños. A la edad de veintitrés años, dejó su casa en secreto y entró al monasterio de Nuestra Señora de Mayfuq, tomando el nombre de un mártir Sirio, Charbel, al ser admitido. Ordenado sacerdote en 1859, fijó como su residencia el monasterio de San Marón en Annaya, que se encuentra 3,500 pies por arriba del Mar Mediterráneo.

El Padre Charbel vivió en esta comunidad por quince años, y fue un monje modelo en el sentido estricto de la palabra: se recuerda que, aunque se regocijaba al poder ayudar y asistir a su vecino, siempre fue un deseo dejar su monasterio. Disfrutaba pasar su tiempo cantando el oficio en el coro, trabajando en los campos y gozaba de la lectura espiritual, así que nadie se sorprendió cuando eventualmente él pidió, y recibió el permiso para ir a vivir la vida de un ermitaño. Mientras que los monjes Maronitas son generalmente comprometidos con el trabajo parroquial y pastoral, la provisión se hace siempre a aquellas almas elegidas que sienten el llamado a la vida ermitaña para impulsar su vocación, generalmente en grupos de dos o tres.

Así comenzó para el Nuevo ermitaño esa vida sagrada que ha sido inalterada desde los días de los Padres en el desierto: ayuno perpetuo, con abstinencia de carne, frutas y vino, trabajos manuales santificados por la oración, un lecho compuesto de hojas y cubiertos con goatskin como cama y un pedazo de madero colocado en el lugar habitual de una almohada, con la interdicción de dejar la ermita sin permiso expreso. San Charbel se puso bajo la obediencia de otro ermitaño, y pasó veintitrés años así, sus diversas austeridades parecían sólo incrementar la robustez de su salud. La única perturbación a su oración venía en la forma de la siempre creciente ola de visitantes atraídos por su reputación de santidad que buscaban consejo, la promesa de oración o algún milagro.Entonces una mañana, a mediados de Diciembre de 1898, se enfermó sin previo aviso, justo antes de la consagración mientras celebraba una Misa. Sus compañeros le ayudaron a llegar su celda, la cual nunca volvió a dejar. La parálisis gradualmente se apoderó de él. La noche de Navidad murió, repitiendo la oración que no había podido terminar en el altar: "Padre de Verdad, tu hijo amado, que hace un increíble sacrificio por nosotros. Acepta esta ofrenda: Él murió para que yo pudiera vivir. Toma esta ofrenda! Acéptala....." Estas palabras resumieron una vida de setenta años.

Su fiesta se celebra el 23 de julio.

Fuente | Autor : ACI PRENSA | Congregación Obispo Alois Hudal

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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor strella » Mié Ago 20, 2014 2:51 am

1. Pablo de Tebas
Se le considera Santo yel primer ermitaño, por la iglesia catolica. Su fiesta se celebra el 15 de enero.
Era de una familia rica, egipcio, su educacion era muy buena en la cultura egipcia y el idioma griego. Vivio la traicion de unos familiares que querian quedarse con sus propiedades y lo denunciaron como cristiano, motivo por el cual se va hacia el desierto aproximadamente en el año 250 vivio´la persecucion del emperador romano Decio. Se dice que no volvio jamas que se quedo en el desierto y se alimentaba de pan. Antonio Abad, lo visito al final de sus dias, pidio ser sepultado en una fosa, que segun la historia fue cavada por animales.
Es una historia interesante.

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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor JeimmyRP » Mié Ago 20, 2014 6:50 am

Bueno pues personalmente el leer sobre la vida de los santos me ha ayudado mucho en mi proceso de conversión, ya que es muy lindo ver como cada santo tiene relación con otro y así se refleja la unidad de la Iglesia.

Yo escogí a San Pablo Ermitaño

San Pablo
Primer ermitaño


Festividad: 15 de Enero

La vida de este santo fue escrita por el gran sabio San Jerónimo, en el año 400.

Nació hacia el año 228, en Tebaida, una región que queda junto al río Nilo en Egipto y que tenía por capital a la ciudad de Tebas.

Fue bien educado por sus padres, aprendió griego y bastante cultura egipcia. Pero a los 14 años quedó huérfano. Era bondadoso y muy piadoso. Y amaba enormemente a su religión.

En el año 250 estalló la persecución de Decio, que trataba no tanto de que los cristianos llegaran a ser mártires, sino de hacerlos renegar de su religión. Pablo se vio ante estos dos peligros: o renegar de su fe y conservar sus fincas y casas, o ser atormentado con tan diabólica astucia que lo lograran acobardar y lo hicieran pasarse al paganismo con tal de no perder sus bienes y no tener que sufrir más torturas. Como veía que muchos cristianos renegaban por miedo, y él no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad para ser capaz de sufrir toda clase de tormentos sin renunciar a sus creencias, dispuso más bien esconderse. Era prudente.

Pero un cuñado suyo que deseaba quedarse con sus bienes, fue y lo denunció ante las autoridades. Entonces Pablo huyó al desierto. Allá encontró unas cavernas donde varios siglos atrás los esclavos de la reina Cleopatra fabricaban monedas. Escogió por vivienda una de esas cuevas, cerca de la cual había una fuente de agua y una palmera. Las hojas de la palmera le proporcionaban vestido. Sus dátiles le servían de alimento. Y la fuente de agua le calmaba la sed.

Al principio el pensamiento de Pablo era quedarse por allí únicamente el tiempo que durará la persecución, pero luego se dio cuenta de que en la soledad del desierto podía hablar tranquilamente a Dios y escucharle tan claramente los mensajes que Él le enviaba desde el cielo, que decidió quedarse allí para siempre y no volver jamás a la ciudad donde tantos peligros había de ofender a Nuestro Señor. Se propuso ayudar al mundo no con negocios y palabras, sino con penitencias y oración por la conversión de los pecadores.

Dice San Jerónimo que cuando la palmera no tenía dátiles, cada día venía un cuervo y le traía medio pan, y con eso vivía nuestro santo ermitaño. (La Iglesia llama ermitaño al que para su vida en una "ermita", o sea en una habitación solitaria y retirada del mundo y de otras habitaciones).

Después de pasar allí en el desierto orando, ayunando, meditando, por más de setenta años seguidos, ya creía que moriría sin volver a ver rostro humano alguno, y sin ser conocido por nadie, cuando Dios dispuso cumplir aquella palabra que dijo Cristo: "Todo el que se humilla será engrandecido" y sucedió que en aquel desierto había otro ermitaño haciendo penitencia. Era San Antonio Abad. Y una vez a este santo le vino la tentación de creer que él era el ermitaño más antiguo que había en el mundo, y una noche oyó en sueños que le decían: "Hay otro penitente más antiguo que tú. Emprende el viaje y lo lograrás encontrar". Antonio madrugó a partir de viaje y después de caminar horas y horas llegó a la puerta de la cueva donde vivía Pablo. Este al oír ruido afuera creyó que era una fiera que se acercaba, y tapó la entrada con una piedra. Antonio llamó por muy largo rato suplicándole que moviera la piedra para poder saludarlo.

Al fin Pablo salió y los dos santos, sin haberse visto antes nunca, se saludaron cada uno por su respectivo nombre. Luego se arrodillaron y dieron gracias a Dios. Y en ese momento llegó el cuervo trayendo un pan entero. Entonces Pablo exclamó: "Mira cómo es Dios de bueno. Cada día me manda medio pan, pero como hoy has venido tú, el Señor me envía un pan entero."

Se pusieron a discutir quién debía partir el pan, porque este honor le correspondía al más digno. Y cada uno se creía más indigno que el otro. Al fin decidieron que lo partirían tirando cada uno de un extremo del pan. Después bajaron a la fuente y bebieron agua cristalina. Era todo el alimento que tomaban en 24 horas. Medio pan y un poco de agua. Y después de charlar de cosas espirituales, pasaron toda la noche en oración.

A la mañana siguiente Pablo anunció a Antonio que sentía que se iba a morir y le dijo: "Vete a tu monasterio y me traes el manto que San Atanasio, el gran obispo, te regaló. Quiero que me amortajen con ese manto". San Antonio se admiró de que Pablo supiera que San Atanasio le había regalado ese manto, y se fue a traerlo. Pero temía que al volver lo pudiera encontrar ya muerto.

Cuando ya venía de vuelta, contempló en una visión que el alma de Pablo subía al cielo rodeado de apóstoles y de ángeles. Y exclamó: "Pablo, Pablo, ¿por qué te fuiste sin decirme adiós?". (Después Antonio dirá a sus monjes: "Yo soy un pobre pecador, pero en el desierto conocí a uno que era tan santo como un Juan Bautista: era Pablo el ermitaño").

Cuando llegó a la cueva encontró el cadáver del santo, arrodillado, con los ojos mirando al cielo y los brazos en cruz. Parecía que estuviera rezando, pero al no oírle ni siquiera respirar, se acercó y vio que estaba muerto. Murió en la ocupación a la cual había dedicado la mayor parte de las horas de su vida: orar al Señor.

Antonio se preguntaba cómo haría para cavar una sepultura allí, si no tenía herramientas. Pero de pronto oyó que se acercaban dos leones, como con muestras de tristeza y respeto, y ellos, con sus garras cavaron una tumba entre la arena y se fueron. Y allí depositó San Antonio el cadáver de su amigo Pablo.

San Pablo murió el año 342 cuando tenía 113 años de edad y cuando llevaba 90 años orando y haciendo penitencia en el desierto por la salvación del mundo. Se le llama el primer ermitaño, por haber sido el primero que se fue a un desierto a vivir totalmente retirado del mundo, dedicado a la oración y a la meditación.

San Antonio conservó siempre con enorme respeto la vestidura de San Pablo hecha de hojas de palmera, y él mismo se revestía con ella en las grandes festividades.

San Jerónimo decía: "Si el Señor me pusiera a escoger, yo preferiría la pobre túnica de hojas de palmera con la cual se cubría Pablo el ermitaño, porque él era un santo, y no el lujoso manto con el cual se visten los reyes tan llenos de orgullo".

San Pablo el ermitaño con su vida de silencio, oración y meditación en medio del desierto, ha movido a muchos a apartarse del mundo y dedicarse con más seriedad en la soledad a buscar la satisfacción y la eterna salvación.

Orden Húngara en su honor

En la iconografía cristiana se le representa a menudo junto a Antonio Abad, con el cuervo, los dos leones y su túnica hecha de hojas de palmera. En este santo católico se inspira la Orden de San Pablo Primer Eremita (monjes paulinos), fundada en Hungría en el siglo XIII por el beato Eusebio de Esztergom. Posteriormente durante el reinado de Luis I de Hungría el relicario de su cuerpo fue llevado clandestinamente desde Venecia al reino magiar, donde se les rindió culto primero en la capilla real del palacio de la ciudad de Buda a partir de del 4 de octubre de 1381, y posteriormente el 14 de noviembre fue llevada al monasterio de la orden Paulina de Budaszentlőric, el cual se convirtió en el centro de muchos peregrinos húngaros y extranjeros que acudían a honrar al santo (se sabe por registros posteriores que en 1426 fue en preregrinación el caballero Rainaldo degli de Albizz, y Pierre Choqué). En esta época el relicario de la cabeza de San Pablo aún se hallaba en el castillo de Karlstein en Bohemia, hasta que en 1523 los checos se la entregaron al rey Luis II de Hungría, y el 23 de mayo se unieron por vez primera después de muchos siglos los dos relicarios del cuerpo y cabeza. Luego de la invasión turca otomana de 1521 pocas reliquias de santos lograron ser salvadas y llevadas a sitios seguros. Se desconoce el paradero exacto de los restos de San Pablo y se presume que fueron destruidos.



Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Orden_de_S ... er_Eremita
https://www.ewtn.com/spanish/saints/Pablo_Hermitaño.htm


Bueno traté de colocar las imágenes pero no me dejó :(
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor albeitia » Mié Ago 20, 2014 8:17 am

San Simeón o Simón el Estilita (459 d.C.).

(5 de enero).

La vida y la conducta de San Simeón, llamaron la atención, no sólo de todo el Imperio Romano, sino también de los pueblos bárbaros, que le tenían en gran admiración. Los emperadores romanos se encomendaban a sus oraciones y le consultaban sobre asuntos de importancia. Sin embargo, debe reconocerse que se trata de un santo más admirable que ejemplar. Su vida es profundamente edificante, en el sentido de que no podemos menos de sentirnos confundidos, al comparar su fervor con nuestra indolencia en el servicio divino.

San Simeón fue hijo de un pastor de la Cilicia, en la frontera de Siria, y comenzó su vida guardando las ovejas de su padre. Hacia el año 402, cuando Simeón sólo tenía catorce años, se sintió profundamente conmovido al oír en la iglesia la lectura de las Bienaventuranzas, sobre todo por las palabras: "Bienaventurados los que sufren," "Bienaventurados los limpios de corazón." El joven acudió a un anciano para que le explicara su sentido, y le rogó que le dijera cómo podía alcanzar la felicidad prometida. El anciano le respondió que el texto sagrado proponía como camino a la felicidad, la oración, la vigilia, el ayuno, la humillación y la paciencia en las persecuciones, y que la vida de soledad era la mejor manera de practicar la virtud. Simeón se retiró a cierta distancia y rogó a Aquél que quiere la salvación de todos los hombres que le guiara en la búsqueda de la felicidad y de la perfección. Después de orar largamente, se quedó dormido y tuvo un sueño, como él mismo lo refirió más tarde repetidas veces. Se vio a sí mismo cavando los cimientos de una casa. Las cuatro veces que interrumpió su trabajo para tomar aliento, oyó una voz que le ordenaba seguir excavando. Finalmente, recibió la orden de cesar, porque el foso era ya tan profundo, que podía abrigar los cimientos de un edificio de la forma y el tamaño que él escogiera. Como comenta Teodoreto, "los hechos verificaron la predicción, ya que los actos de ese hombre estaban tan por encima de la naturaleza, que los cimientos debían ser muy profundos para soportar peso tan enorme."

Al despertar, Simeón se dirigió a un monasterio de las proximidades, cuyo abad se llamaba Timoteo y se detuvo a las puertas durante varios días sin comer ni beber, suplicando que le admitieran como el último de los sirvientes. Su petición fue bien acogida y por fin se le recibió por un plazo de cuatro meses. Ese tiempo le bastó para aprender de memoria el salterio. Este contacto con el texto sagrado iba a alimentar su alma durante el resto de su vida. Aunque era muy joven, practicaba toda clase de austeridades, y su humildad y caridad le ganaron el aprecio de los monjes. Al cabo de dos años, pasó al monasterio de Heliodoro, el cual había vivido sesenta y dos años en dicha comunidad, tan absolutamente alejado del mundo, que lo ignoraba por completo, según nos cuenta Teodoreto, quien le conoció personalmente. Simeón intensificó ahí sus mortificaciones. Considerando que la tosca cuerda del pozo, tejida con hojas de palma, constituía un excelente instrumento de mortificación, se desnudó, la ató con fuerza alrededor de su cuerpo y se vistió en seguida. Así permaneció largo tiempo, sin que el superior o alguno de los monjes sospechara su sufrimiento, hasta que la cuerda se le incrustó en la carne. En todo el cuerpo se le formaron grandes llagas y durante los tres días siguientes, tuvo que mojar sus vestiduras para poder quitárselas, pues estaban completamente pegadas a la carne herida. Las incisiones que se le hicieron para arrancar las cuerdas le produjeron tal dolor, que se desmayó. Al recobrar el conocimiento, el superior le despidió del monasterio, para demostrar a los otros monjes que no estaba dispuesto a soportar tales singularidades.

Simeón sé retiró a una ermita en las cercanías del monte Telanisa, en donde resolvió pasar los cuarenta días de la cuaresma, en total abstinencia, siguiendo el ejemplo de Cristo. Un sacerdote llamado Basso, con quien consultó, su propósito, le dio diez piezas de pan y un poco de agua, para que pudiera comer en caso de necesidad. Basso fue a visitarle al acabar la cuaresma; el pan y el agua estaban intactos, pero Simeón yacía por tierra como muerto. Con una esponja Basso mojó los labios de Simeón y depositó en ellos la sagrada Eucaristía. Vuelto en sí, Simeón se incorporó y pudo comer, lentamente, algunas hojas de lechuga. En adelante ayunó del mismo modo cada cuaresma hasta el fin de su vida. Cuando Teodoreto escribió sobre él, Simeón había ya soportado así veintiséis cuaresmas. Teodoreto nos explica que empezaba la cuaresma haciendo oración de pie; cuando las fuerzas comenzaban a faltarle, continuaba su oración sentado; hacia el fin de la cuaresma, oraba tendido en tierra, pues era ya incapaz de sostenerse en otra posición. Sin embargo, es probable que en sus últimos años haya mitigado un poco esta increíble austeridad. Cuando vivía ya en su columna, se ataba a una estaca durante el ayuno cuaresmal para no caer; pero al fin de su vida, estaba ya tan acostumbrado, que no necesitaba atarse. Algunos atribuyen su resistencia a una recia complexión, que le había permitido habituarse a tan extraordinario ayuno. Como es bien sabido, el clima cálido permite largos períodos de abstinencia a los fakires de la India. En nuestros días, un monje francés ayunó durante toda la cuaresma, casi tan rigurosamente, como San Simeón. [Dom Claude Léauté, monje benedictino de la Congregación de San Mauro. Cf. Dom L´Isle, History of Fasting, Sens, 1731; y The Month, febrero y marzo de 1921: The Mystic as a Hunger Striker]. Pero hay muy pocos ejemplos de personas que resistan el ayuno total prolongado, a no ser que la práctica les haya preparado para ello.

Habiendo pasado tres años en la ermita, Simeón se fue a vivir a la cumbre del monte, donde se construyó una especie de cabaña sin techo para estar a la intemperie. Como símbolo de su resolución de proseguir en ese género de vida, encadenó su pie derecho a una roca. Melecio, vicario del Patriarca de Antioquía, le aseguró que, si su decisión era realmente firme, con la gracia de Dios podría vivir en su retiro, sin salir jamás de él. Al oír esto, el santo mandó llamar a un herrero para que soldara definitivamente sus cadenas. Pero los visitantes comenzaron a frecuentarlo y la soledad que su alma deseaba se veía constantemente interrumpida por las multitudes que acudían a recibir su bendición, que sanaba a los enfermos. Algunos no se daban por satisfechos, hasta tocar con sus propias manos al santo.

Para huir de estas causas de distracción, Simeón ideó un nuevo género de vida sin precedentes. El año 423 se construyó una columna de unos tres metros de altura, y sobre ella vivió durante cuatro años. En otra de seis metros vivió tres años. En una tercera de doce metros vivió diez años. Los últimos veinte años de su vida los pasó en una columna de veinte metros, que le construyó el pueblo. En total pasó treinta y siete años en las cuatro columnas; por ello recibió el nombre de estilita, pues la palabra griega "stylos" significa columna. Al principio, todos criticaron esta forma de vida como una singularidad. Para probar su humildad, los obispos y abades de los alrededores le dieron la orden de renunciar a tal extravagancia. El santo se mostró inmediatamente dispuesto a obedecer; pero el mensajero le dijo que, puesto que se había mostrado obediente, los obispos y abades le autorizaban a seguir su vocación.

Su columna no pasaba de tener unos dos metros de superficie, lo cual le permitía apenas acostarse. Por lo demás, carecía de todo asiento. Sólo se recostaba para tomar un poco de descanso; el resto del tiempo lo pasaba encorvado en oración. Un visitante contó, en una ocasión, 1244 reverencias profundas. Dos veces al día, el santo hacía exhortaciones al pueblo. Se vestía de pieles de animales, y jamás permitió que una mujer penetrara en el espacio cerrado en el que se levantaba su columna. Su discípulo Antonio nos cuenta que el santo oró muy especialmente por su madre, a la muerte de ésta.

Dios se complace algunas veces en conducir a ciertas almas por caminos extraños, donde otras sólo encontrarían peligros de ilusiones y de vanidad. Sin embargo, hay que hacer notar que la santidad de dichas almas no consiste, ni en sus acciones extraordinarias, ni en sus milagros, sino en la perfección de su caridad, de su paciencia y de su humildad; y estas virtudes brillaron esplendorosamente en la vida de San Simeón. Exhortaba ardientemente al pueblo a corregirse de su inveterada costumbre de blasfemar, a practicar la justicia, a desterrar la usura, a la seriedad en la piedad, y a orar por la salvación de las almas. El respeto con que los mismos bárbaros le oían era indescriptible. Muchos persas, armenios e iberos se convirtieron por sus milagros o por sus sermones a los que acudían grandes multitudes. Los emperadores Teodosio y León I, le consultaban con frecuencia y se encomendaban a sus oraciones. El emperador Marciano se disfrazó para ir a visitarle. El santo soportó con invencible paciencia todas las contradicciones y oposiciones, sin una palabra de queja. Se consideraba sinceramente como el peor de los hombres, y hablaba a todos con la mayor suavidad y caridad. El patriarca de Antioquía, Domno, y otros sacerdotes le llevaban la comunión a su columna. El miércoles 2 de septiembre del año 459, o tal vez el viernes 24 de julio del mismo año, según otra fuente, el santo entregó su alma a Dios, a los sesenta y nueve años de edad, en la posición en que acostumbraba orar. Su cuerpo fue trasladado dos días después a Antioquía, donde lo esperaban los obispos y todo el pueblo. Evagrio, Antonio y Cosme relatan muchos milagros obrados en tal ocasión.

Por increíbles que puedan parecer algunos de los rigores atribuidos a San Simeón el Viejo y a otros estilitas, las pruebas históricas son indiscutibles. Por ejemplo, Teodoreto, historiador de la Iglesia, que es una de las principales autoridades sobre San Simeón, le conoció personalmente, fue su confidente, y escribió su narración durante la vida misma del santo. El problema de esta fase extraordinaria del ascetismo ha sido discutido a fondo por Hippolyte Delehaye, en su monografía Les Saints Stylites (1923). Esta obra supera a todas las anteriores sobre el mismo tema. Basándose en las investigaciones de Delehaye, Fr. Thurston publicó un artículo de vulgarización sobre el tema, en la revista irlandesa Studies, diciembre de 1923, pp. 584-596. Además de la narración de Teodoreto, existen otras dos fuentes importantes sobre la vida de San Simeón: la biografía griega escrita por su discípulo y contemporáneo, Antonio, y la biografía siria, escrita ciertamente menos de cincuenta años después de la muerte del santo. Lietzmann publicó una edición crítica de ambos textos en Das Leben des reiligen Symeon Stylites (1908); ver también P. Peeters, Analecta Bollandiana, vol. LXI (1943), pp. 71 ss., a propósito de los primeros biógrafos de San Simeón. Las biografías griega y siria difieren en una buena cantidad de detalles, pero no podemos ocuparnos de ello aquí. El Martirologio Romano conmemora a San Simeón el 5 de enero: los Bolandistas y Butler han seguido su ejemplo. A. Vasiliev, Life of David of Thessalonika, en Traditio, vol. IV (1946), pp. 115-147, trata el problema de un asceta que vivió en un árbol (dendrita).
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor rocio del pilar » Mié Ago 20, 2014 8:49 am

San Antonio, Abad
• Biografía San Antón o Antonio Abad al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable 251 d. C., Heracleópolis Magna, Egipto, ermitaño egipcio. Festividad: 17 de enero. Murió el año de 356
• Fundaciones fundó un monasterio en Fayo y el otro monasterio llamado Pispir, cerca del Nilo.
• Monasterios fundo dos monasterios, exhortaba a sus hermanos a preocuparse lo menos posible por su cuerpo, pero se guardaba bien de confundir la perfección, que consiste en el amor de Dios, con la mortificación. Aconsejaba a sus monjes que pensaran cada mañana que tal vez no vivirían hasta el fin del día, y que ejecutaran cada acción, como si fuera la última de su vida. "El demonio-decía- teme al ayuno, la oración, la humildad y las buenas obras, y queda reducido a la impotencia ante la señal de la cruz". Esto lo realizaban a través del trabajo manual, la oración y la lectura bíblica constituyendo esta su principal ocupación.
• Leyenda
PROTECTOR DE LOS ANIMALES En las estampas siempre se representa a Antonio Abad acompañado de animales domésticos, tal y como puedes ver en la foto que hay al principio de esta página: gallinas, burros, ovejas... Y en las iglesias que veneran a este santo, encontramos su imagen al lado de un cerdito. Y es que... Antonio fue un gran admirador de los animales, luchó por su protección en todo momento y sintió una gran pasión por ellos. Tal y como has leído, él se pasó toda su vida
solitaria en el desierto donde tuvo que convivir con todo tipo de reptiles
e insectos. Cuenta la tradición que le fue fácil familiarizarse con ellos y que no tuvo ningún tipo de problema. Cuando veía que un animal estaba herido lo curaba y se cuenta que
llegó incluso a sacarle a un león la espina que tenía en una de sus garras.
• Lugares, tradiciones y fiestas patronales
1. Benisanó (España) Tras las fiestas navideñas y durante el mes de enero, el pueblo ha recuperado una de sus fiestas más populares: la de San Antonio Abad (Sant Antoni del Porquet), que se celebra el 17 de enero. Este día comienza con la bendición de los Panes de San Antonio en la misa primera. Por la tarde, los niños y mayores acuden a la Plaza de la Iglesia para participar en la Bendición de los Animales, y todos pueden degustar las rosquillas ("els rollets") de San Antonio que se reparten a todos los que pasan sus animales para la bendición.
2. Las Fiestas Patronales en honor a San Antonio abad en la población de Canals se celebran todos los años los días 16, 17 (festividad de San Antonio Abad) y 18 de enero. Siempre en los mismos tres días y con una antigüedad como avalaremos más adelante desde hace siglos. Las Fiestas Patronales de Canals, dedican el día 16 a la quema de una Hoguera (La Foguera) que se ofrece al patrón de la localidad, San Antonio, el día 17 se celebra la festividad del patrón y el día 18 se celebra la fiesta Dels Parells.

Desde hace siglos y constatado documentalmente desde mediados del siglo XVII la festividad de San Antonio se ha venido celebrando tal y como hoy se realiza, adecuada eso si a los nuevos tiempos, y aunque con nuevos actos que completan la festividad, siempre con un eje central radicado en los tres días que hemos comentado. El cronista local, Sebastián Sivera Font, en su obra Apuntes histórico descriptivos de la Villa de Canals del año 1907, explica como en el siglo XVII y después de un gran terremoto, la festividad de San Antonio, y también la Dels Parells que se venían celebrando desde la Edad Media, adquiere la costumbre de quemar un hoguera que con el tiempo se ha convertido en monumental, como acto de ofrenda al patrón y que el inicio de la tradición fue debido a una acción de gracias a San Antonio que protegió el pueblo de Canals de los estragos del citado terremoto que asoló la comarca. Durante todo el siglo XX hay constancia documentada de la festividad, existe en la biblioteca municipal de Canals, un documento sobre los actos de la festividad de San Antonio para el año 1902. Igualmente otros documentos constatan la festividad y desde 1950 hasta el presente se encuentra ininterrumpida y en la biblioteca municipal la colección de libros de fiestas patronales de Canals que atestiguan y explican la tradición, reconocimiento y valor de la festividad de San Antonio.
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor Pachelli1960 » Mié Ago 20, 2014 8:57 am

b]SAN PAFNUNCIO, Obispo y Confesor.[/b]

El ilustre confesor de Cristo, y venerable Obispo de la Tebaida Superior, San Pafnuncio, fue natural de Egipto, é hijo de padres cristianos y virtuosos. Oyendo desde niño la admirable vida que llevaban los santos anacoretas de los desiertos de la Tebaida, se sintió tocado del Señor para imitar sus ejemplos; y llegado á la mocedad dio libelo de repudio a todas las cosas del siglo, para servir sólo a Dios en la soledad, debajo de la disciplina y magisterio del grande Antonio.

Teniendo delante de los ojos aquel perfectísimo ejemplar de todas las virtudes, hizo tan grandes progresos en el camino de la perfección, que extendiéndose la fama de su gran santidad y de sus divinas letras, le obligaron a recibir las órdenes sagradas, y poco después de haber sido ordenado sacerdote, fue elegido por común consentimiento para la silla episcopal de la Tebaida.

San Pafnuncio.- Imagen

Gobernaba santísimamente su Iglesia como verdadero pastor del rebaño de Jesucristo, cuando el tirano Maximino-Daia levantó una de las más grandes y sangrientas persecuciones que afligieron aquella santa cristiandad. Entonces fue preso y cargado de cadenas el venerable obispo Pafnuncio; y fue el primero de los santos confesores a quienes cortaron los nervios de la corva izquierda, y le sacaron el ojo derecho, y les condenaron a trabajar en las minas. Pero habiendo sucedido a la persecución de los tiranos, la paz que dio a la Iglesia el emperador Constantino, el santo volvió a su silla con nuevo celo y con grande jubilo de todos los fieles de su diócesis; los cuales le recibieron como a su amado Obispo y como a valeroso confesor de la fe.

Por este título le hicieron también mucha honra los Padres del Concilio de Nicea, en el cuál se halló, y señaladamente el emperador Constantino el Grande, que se holgaba conversando con él largas horas, y jamás se despedía del siervo de Dios, sin besarle con reverencia el hueco del cual le habían arrancado el ojo. Gozaba el santo de tan grande autoridad en aquel Concilio, que viendo desasosegados los ánimos en cierta controversia de nuevas doctrinas en las cosas de fe, se levantó y dijo en alta voz: Nada se mude: estad firmes en la sagradas tradiciones, y todos se aquietaron y le obedecieron.

Fue San Pafnuncio amigo de San Atanasio y estuvo con él en el Concilio de Tiro, donde al ver seducido por los Arrianos al obispo Máximo, llegó a él y tomándolo por la mano, lo sacó de entre ellos diciéndole; No puedo sufrir ver entre herejes un obispo que a padecido por la fe; y escuchando las razones de Pafnuncio volvió Máximo a confesar la fe católica. Finalmente después de haber gobernado muchos años santamente su Iglesia, entrego su espíritu en manos del Creador.

Reflexión: Por ventura te parecerá cosa extraña que un obispo como Máximo que había sido confesor de la fe y había padecido por ella como nuestro San Pafnuncio, cayese en los errores de los herejes Arrianos: pero has e recordar que la fe es siempre libre en sus actos y que es sobremanera pestilencial la herejía y maligno su veneno. Para librarnos pues del contagio de toda herejía é impiedad, es menester creer con fortaleza las verdades que nos enseña la santa Iglesia depositaria legítima de la doctrina de Dios, y estimarlas sobre toda doctrina humana, y preferirlas a nuestras propias ideas y discursos: porque es insensata soberbia querer poner la verdad de Dios en tela de juicio, y gran presunción el pretender tragar la ponzoña de los herejes e impíos sin envenenarse.

Oración:
Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable solemnidad del bienaventurado Pafnuncio, tu confesor y pontífice, acreciente en nosotros la gracia de la devoción de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.

Autor: Francisco de Paula Morell de la Compañía de Jesús.

No hay una biografía antigua de San Pafnuncio, pero en el Acta Sanctorum, sept, vol III, se publican varios párrafos tomados de las obras de los historiadores Sócrates, y Teodoreto. Ver también el DCB., vol, IV, p. 185. A menudo se ha discutido la autenticidad de la declaración sobre el celibato, atribuida a Pafnuncio. Para esto, consultar el DTC., vol. II, cç 2078. Autor: Wilfredo Guinea, S.J.

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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor Sor Miriam » Mié Ago 20, 2014 9:00 am

Hola, me he interesado por la vida de San Simeón el estilita.
Aquí les comparto la información que busqué, la misma la he accedido en la pagina de internet: http://www.eltestigofiel.org

San Simeón el estilita
La vida y la conducta de san Simeón, llamaron la atención, no sólo de todo el Imperio Romano, sino también de los pueblos bárbaros, que le tenían en gran admiración. Los emperadores romanos se encomendaban a sus oraciones y le consultaban sobre asuntos de importancia. Sin embargo, debe reconocerse que se trata de un santo más admirable que ejemplar. Su vida es profundamente edificante, en el sentido de que no podemos menos de sentirnos confundidos, al comparar su fervor con nuestra indolencia en el servicio divino.
San Simeón fue hijo de un pastor de la Cilicia, en la frontera de Siria, y comenzó su vida guardando las ovejas de su padre. Hacia el año 402, cuando Simeón sólo tenía catorce años, se sintió profundamente conmovido al oír en la iglesia la lectura de las Bienaventuranzas, sobre todo por las palabras: «Bienaventurados los que sufren», «Bienaventurados los limpios de corazón». El joven acudió a un anciano para que le explicara su sentido, y le rogó que le dijera cómo podía alcanzar la felicidad prometida. El anciano le respondió que el texto sagrado proponía como camino a la felicidad, la oración, la vigilia, el ayuno, la humillación y la paciencia en las persecuciones, y que la vida de soledad era la mejor manera de practicar la virtud. Simeón se retiró a cierta distancia y rogó a Aquél que quiere la salvación de todos los hombres que le guiara en la búsqueda de la felicidad y de la perfección. Después de orar largamente, se quedó dormido y tuvo un sueño, como él mismo lo refirió más tarde repetidas veces. Se vio a sí mismo cavando los cimientos de una casa. Las cuatro veces que interrumpió su trabajo para tomar aliento, oyó una voz que le ordenaba seguir excavando. Finalmente, recibió la orden de cesar, porque el foso era ya tan profundo, que podía abrigar los cimientos de un edificio de la forma y el tamaño que él escogiera. Como comenta Teodoreto, «los hechos verificaron la predicción, ya que los actos de ese hombre estaban tan por encima de la naturaleza, que los cimientos debían ser muy profundos para soportar peso tan enorme».
Al despertar, Simeón se dirigió a un monasterio de las proximidades, cuyo abad se llamaba Timoteo y se detuvo a las puertas durante varios días sin comer ni beber, suplicando que le admitieran como el último de los sirvientes. Su petición fue bien acogida y por fin se le recibió por un plazo de cuatro meses. Ese tiempo le bastó para aprender de memoria el salterio. Este contacto con el texto sagrado iba a alimentar su alma durante el resto de su vida. Aunque era muy joven, practicaba toda clase de austeridades, y su humildad y caridad le ganaron el aprecio de los monjes. Al cabo de dos años, pasó al monasterio de Heliodoro, el cual había vivido sesenta y dos años en dicha comunidad, tan absolutamente alejado del mundo, que lo ignoraba por completo, según nos cuenta Teodoreto, quien le conoció personalmente. Simeón intensificó ahí sus mortificaciones. Considerando que la tosca cuerda del pozo, tejida con hojas de palma, constituía un excelente instrumento de mortificación, se desnudó, la ató con fuerza alrededor de su cuerpo y se vistió en seguida. Así permaneció largo tiempo, sin que el superior o alguno de los monjes sospechara su sufrimiento, hasta que la cuerda se le incrustó en la carne. En todo el cuerpo se le formaron grandes llagas y durante los tres días siguientes, tuvo que mojar sus vestiduras para poder quitárselas, pues estaban completamente pegadas a la carne herida. Las incisiones que se le hicieron para arrancar las cuerdas le produjeron tal dolor, que se desmayó. Al recobrar el conocimiento, el superior le despidió del monasterio, para demostrar a los otros monjes que no estaba dispuesto a soportar tales singularidades.
Simeón sé retiró a una ermita en las cercanías del monte Telanisa, en donde resolvió pasar los cuarenta días de la cuaresma, en total abstinencia, siguiendo el ejemplo de Cristo. Un sacerdote llamado Basso, con quien consultó su propósito, le dio diez piezas de pan y un poco de agua, para que pudiera comer en caso de necesidad. Basso fue a visitarle al acabar la cuaresma; el pan y el agua estaban intactos, pero Simeón yacía por tierra como muerto. Con una esponja Basso mojó los labios de Simeón y depositó en ellos la sagrada Eucaristía. Vuelto en sí, Simeón se incorporó y pudo comer, lentamente, algunas hojas de lechuga. En adelante ayunó del mismo modo cada cuaresma hasta el fin de su vida. Cuando Teodoreto escribió sobre él, Simeón había ya soportado así veintiséis cuaresmas. Teodoreto nos explica que empezaba la cuaresma haciendo oración de pie; cuando las fuerzas comenzaban a faltarle, continuaba su oración sentado; hacia el fin de la cuaresma, oraba tendido en tierra, pues era ya incapaz de sostenerse en otra posición. Sin embargo, es probable que en sus últimos años haya mitigado un poco esta increíble austeridad. Cuando vivía ya en su columna, se ataba a una estaca durante el ayuno cuaresmal para no caer; pero al fin de su vida, estaba ya tan acostumbrado, que no necesitaba atarse. Algunos atribuyen su resistencia a una recia complexión, que le había permitido habituarse a tan extraordinario ayuno. Como es bien sabido, el clima cálido permite largos períodos de abstinencia a los fakires de la India. En nuestros días, un monje francés ayunó durante toda la cuaresma, casi tan rigurosamente, como san Simeón. [Dom Claude Léauté, monje benedictino de la Congregación de San Mauro. Cf. Dom L´Isle, History of Fasting, Sens, 1731; y The Month, febrero y marzo de 1921: The Mystic as a Hunger Striker]. Pero hay muy pocos ejemplos de personas que resistan el ayuno total prolongado, a no ser que la práctica les haya preparado para ello.

Habiendo pasado tres años en la ermita, Simeón se fue a vivir a la cumbre del monte, donde se construyó una especie de cabaña sin techo para estar a la intemperie. Como símbolo de su resolución de proseguir en ese género de vida, encadenó su pie derecho a una roca. Melecio, vicario del Patriarca de Antioquía, le aseguró que, si su decisión era realmente firme, con la gracia de Dios podría vivir en su retiro, sin salir jamás de él. Al oír esto, el santo mandó llamar a un herrero para que soldara definitivamente sus cadenas. Pero los visitantes comenzaron a frecuentarlo y la soledad que su alma deseaba se veía constantemente interrumpida por las multitudes que acudían a recibir su bendición, que sanaba a los enfermos. Algunos no se daban por satisfechos, hasta tocar con sus propias manos al santo.
Para huir de estas causas de distracción, Simeón ideó un nuevo género de vida sin precedentes. El año 423 se construyó una columna de unos tres metros de altura, y sobre ella vivió durante cuatro años. En otra de seis metros vivió tres años. En una tercera de doce metros vivió diez años. Los últimos veinte años de su vida los pasó en una columna de veinte metros, que le construyó el pueblo. En total pasó treinta y siete años en las cuatro columnas; por ello recibió el nombre de estilita, pues la palabra griega «stylos» significa columna. Al principio, todos criticaron esta forma de vida como una singularidad. Para probar su humildad, los obispos y abades de los alrededores le dieron la orden de renunciar a tal extravagancia. El santo se mostró inmediatamente dispuesto a obedecer; pero el mensajero le dijo que, puesto que se había mostrado obediente, los obispos y abades le autorizaban a seguir su vocación.
Su columna no pasaba de tener unos dos metros de superficie, lo cual le permitía apenas acostarse. Por lo demás, carecía de todo asiento. Sólo se recostaba para tomar un poco de descanso; el resto del tiempo lo pasaba encorvado en oración. Un visitante contó, en una ocasión, 1244 reverencias profundas. Dos veces al día, el santo hacía exhortaciones al pueblo. Se vestía de pieles de animales, y jamás permitió que una mujer penetrara en el espacio cerrado en el que se levantaba su columna. Su discípulo Antonio nos cuenta que el santo oró muy especialmente por su madre, a la muerte de ésta.
Dios se complace algunas veces en conducir a ciertas almas por caminos extraños, donde otras sólo encontrarían peligros de ilusiones y de vanidad. Sin embargo, hay que hacer notar que la santidad de dichas almas no consiste, ni en sus acciones extraordinarias, ni en sus milagros, sino en la perfección de su caridad, de su paciencia y de su humildad; y estas virtudes brillaron esplendorosamente en la vida de san Simeón. Exhortaba ardientemente al pueblo a corregirse de su inveterada costumbre de blasfemar, a practicar la justicia, a desterrar la usura, a la seriedad en la piedad, y a orar por la salvación de las almas. El respeto con que los mismos bárbaros le oían era indescriptible. Muchos persas, armenios e iberos se convirtieron por sus milagros o por sus sermones a los que acudían grandes multitudes. Los emperadores Teodosio y León I, le consultaban con frecuencia y se encomendaban a sus oraciones. El emperador Marciano se disfrazó para ir a visitarle. El santo soportó con invencible paciencia todas las contradicciones y oposiciones, sin una palabra de queja. Se consideraba sinceramente como el peor de los hombres, y hablaba a todos con la mayor suavidad y caridad. El patriarca de Antioquía, Domno, y otros sacerdotes le llevaban la comunión a su columna. El miércoles 2 de septiembre del año 459, o tal vez el viernes 24 de julio del mismo año, según otra fuente, el santo entregó su alma a Dios, a los sesenta y nueve años de edad, en la posición en que acostumbraba orar. Su cuerpo fue trasladado dos días después a Antioquía, donde lo esperaban los obispos y todo el pueblo. Evagrio, Antonio y Cosme relatan muchos milagros obrados en tal ocasión.
Por increíbles que puedan parecer algunos de los rigores atribuidos a san Simeón el Viejo y a otros estilitas, las pruebas históricas son indiscutibles. Por ejemplo, Teodoreto, historiador de la Iglesia, que es una de las principales autoridades sobre san Simeón el Viejo, le conoció personalmente, fue su confidente, y escribió su narración durante la vida misma del santo. El problema de esta fase extraordinaria del ascetismo ha sido discutido a fondo por Hippolyte Delehaye, en su monografía Les Saints Stylites (1923). Esta obra supera a todas las anteriores sobre el mismo tema. Basándose en las investigaciones de Delehaye, Fr. Thurston publicó un artículo de vulgarización sobre el tema, en la revista irlandesa Studies, diciembre de 1923, pp. 584-596. Además de la narración de Teodoreto, existen otras dos fuentes importantes sobre la vida de san Simeón: la biografía griega escrita por su discípulo y contemporáneo, Antonio, y la biografía siria, escrita ciertamente menos de cincuenta años después de la muerte del santo. Lietzmann publicó una edición crítica de ambos textos en Das Leben des reiligen Symeon Stylites (1908); ver también P. Peeters, Analecta Bollandiana, vol. LXI (1943), pp. 71 ss., a propósito de los primeros biógrafos de san Simeón. Las biografías griega y siria difieren en una buena cantidad de detalles, pero no podemos ocuparnos de ello aquí.
En la foto inferior puede verse las ruinas del monasterio con los restos de la columna de san Simeón; lamentablemente, los turistas -llevándose una a una las piedras como recuerdos de su visita- han terminado con la columna.
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor Cami100 » Mié Ago 20, 2014 2:14 pm

San Antonio Abad
17 de Enero
Patrono de los ganaderos, veterinarios y protector de los animales.
Nació en una población del alto Egipto, al sur de Menfis, el año 251. Antonio se retiró a la soledad siguiendo el ejemplo de un anciano ermitaño de los alrededores. El trabajo manual, la oración y la lectura constituyeron en adelante su principal ocupación. A los 54 años de edad, hacia el año 305, abandonó su celda en la montaña y fundó un monasterio en Fayo.El monasterio consistía originalmente en una serie de celdas aisladas, pero no podemos afirmar con certeza que todas las colonias de ascetas fundadas por san Antonio estaban concebidas de igual manera. Más tarde, fundó otro monasterio llamado Pispir, cerca del Nilo.
San Antonio exhortaba a sus hermanos a preocuparse lo menos posible por su cuerpo, pero se guardaba bien de confundir la perfección, que consiste en el amor de Dios, con la mortificación. Aconsejaba a sus monjes que pensaran cada mañana que tal vez no vivirían hasta el fin del día, y que ejecutaran cada acción, como si fuera la última de su vida. "El demonio-decía- teme al ayuno, la oración, la humildad y las buenas obras, y queda reducido a la impotencia ante la señal de la cruz".
Hacia el año 355, hizo un viaje a Alejandría a petición de los obispos para refutar a los arrianos. Ahí predicó la consustancialidad del Hijo con el Padre, acusando a los arrianos a confundirse con los paganos "que adoran y sirven a la creatura más bien que al Creador", ya que hacían del Hijo de Dios una creatura.
Murió en el año 356, a la edad de 105 años. Parece que en 561, sus restos fueron descubiertos y trasladados a Alejandría, después a Constantinopla, y finalmente a Vienne de Francia. Las imágenes representan generalmente a San Antonio con una cruz en forma de T, una campanita, un cerdo, y a veces un libro. La liturgia bizantina invoca el nombre de San Antonio en la preparación eucarística, y el rito copto.
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor R G Morales Torres » Mié Ago 20, 2014 5:16 pm

Elegí a San Simeón el Estilita. Siempre me llamó la atención la extraña idea de subirse a una columna para pasar el resto de sus vidas alejados del mundo en un modo literal... Estos son los datos que recopilé sobre él.
San Simeón el Estilita nació en Sisan, Cilicia, cerca de Tarso, alrededor del año 390 y murió en las cercanías de Alepo, Siria, en el año 459, según la mayoría de las fuentes el 5 de enero (día en que se lo celebra) aunque algunas otras ubican su fallecimiento en el mes de septiembre. Se lo suele nombrar también como Simeón Estilita el Viejo para diferenciarlo de Simeón Estilita el Joven (siglo VI).
Fue un anacoreta diferente, ya que a los 32 años decidió subirse a lo alto de una columna (stylos en griego) buscando la tranquilidad que no había encontrado en otros sitios y no volvió a bajar hasta su muerte 37 años después
De niño fue pastor de ovejas hasta que un día se entusiasmó al oír en la iglesia el sermón de la montaña, quedando deslumbrado por las bienaventuranzas: "Dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos, dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Preguntó a un anciano monje por su significado, y le rogó que le dijera cómo podía alcanzar la felicidad prometida. El anciano le explicó que el texto sagrado proponía como camino a la felicidad, la oración, la vigilia, el ayuno, la humillación y la paciencia en las persecuciones, y que la vida de soledad era la mejor manera de practicar la virtud.
Se retiró a orar largamente. Al quedarse dormido tuvo un sueño en el que se vio a sí mismo cavando los cimientos de una casa. Cuando interrumpía su trabajo para tomar aliento, una voz le ordenaba seguir excavando. Cuando finalmente recibió la orden de cesar, el foso era ya tan profundo que podía abrigar los cimientos de un edificio de la forma y el tamaño que él escogiera. Según su biógrafo Teodoreto, “los hechos verificaron la predicción, ya que los actos de ese hombre estaban tan por encima de la naturaleza, que los cimientos debían ser muy profundos para soportar peso tan enorme”.
Cuando despertó se dirigió a un monasterio de las proximidades, cuyo abad se llamaba Timoteo, y se detuvo a las puertas durante varios días sin comer ni beber, suplicando que le admitieran como el último de los sirvientes. Su petición fue bien acogida y se le recibió a prueba por un plazo de cuatro meses. En ese tiempo aprendió de memoria los 150 salmos de la Biblia y rezándolos a razón de 21 por día. Este contacto con el texto sagrado iba a alimentar su alma durante el resto de su vida.
No pareciéndole bastante rigurosa aquella vida, al cabo de dos años se fue cerca de Teleda, a una colonia de monjes que vivían bajo la obediencia del santo abad Heliodoro. Los otros compañeros pasaban días alternos sin comer nada. Al joven le pareció eso poca abstinencia y sólo comía los domingos. Habiendo hallado una cuerda rústica, tejida con mirto silvestre, se construyó un cilicio con ella (se considera que él es el creador de esta práctica) y la enrolló estrechamente al cuerpo, con tanta violencia que se le incrustó y le llagó la carne hasta manar sangre. Eso fue la causa por la cual se descubrió tan áspera mortificación. El abad intervino. Los hermanos fueron despegando la cuerda con extrema dificultad, humedeciéndola. Una vez curado, el abad le despidió con buenas palabras, pues creyó que aquel fervor extremado podría ser motivo de escándalo para otros más débiles.
Simeón dejó el lugar y se internó en el monte. Pronto encontró una cisterna abandonada y sin agua. Se introdujo en ella y se pasó cinco días en oración. Entre tanto sus antiguos compañeros, arrepentidos de haber perdido tan ejemplar compañía, fueron en su busca y, guiados por unos pastores, pudieron dar con él. Le ayudaron a salir de la cisterna y le rogaron que volviera al cenobio, con gran admiración del joven, que no comprendía por qué tenían con él tales muestras de afecto, pues se consideraba un gran pecador.
Poco tiempo después se dirigió a un monte cerca del pueblo de Telaniso y allí emprendió vida de penitencia en absoluta soledad y sin reservas. Esto sucedía hacia el año 412, cuando Simeón contaba unos veintitrés años de edad. Al llegar la Cuaresma, pensó que podría pasarla sin comer. Pidió el parecer a un anciano sacerdote llamado Baso, que era guía espiritual de otros anacoretas. El anciano aprobó aquella santa locura, pero con la condición de que tuviese consigo agua y pan: no fuera a tentar a Dios. Simeón le dijo entonces: "Ponme, padre, diez panes y un jarro de agua; si mí cuerpo lo necesita, los tomaré".
Baso tapió la puerta del anacoreta con lodo y le dejó. Simeón pasó los primeros días en pie; después rezaba el oficio divino sentado. Los últimos días era tanta su debilidad, que los pasó echado. Terminada la Cuaresma, su director fue a visitarle y lo encontró exánime. Le avivó, mojándole los labios y le hizo probar alimento.
Aún insatisfecha buscó un lugar más agreste en el desierto y, pretendiendo permanecer prisionero el resto de sus días, si hizo encadenar en una pequeña cueva, para evitar la tentación de volverse, Pero varias semanas después pasó por allí el Obispo de Antioquía y le dijo: “A las fieras sí hay que atarlas con cadenas, pero al ser humano le basta su razón y la gracia de Dios para no excederse ni irse a donde no debe”. Entonces Simeón, que era humilde y obediente, se mandó quita la cadena. Ya para esta época se había convertido en un personaje conocido, razón por la cual era constante el ir y venir de peregrinos que solicitaban su consejo o, simplemente tocaban su cuerpo con objetos para llevarlos en señal de bendición, llegando hasta a quitarle pedacitos de su manto para llevarlos como reliquias. Esto no le dejaba dedicarse, como era su deseo, a una vida de oración y sacrificio. Por tal motivo ideó un nuevo modo de vivir totalmente diferente, que tendría múltiples seguidores y que lo transformaría en una figura admirada.
Fue en este momento cuando decidió vivir subido a una columna, sobre la que había una pequeña plataforma y una suerte de barandilla para evitar caerse. No obstante nada lo protegía del sol, el agua, las tormentas o el viento, sobre todo si consideramos que se encontraba en una zona desértica, expuesto a grandes variaciones climáticas aún dentro del mismo día.
La primera columna en la que vivió era de unos 3 metros de alto; pero dado que aún lo continuaban importunando los peregrinos que venían a verle (intensificados por la novedad de la columna) se hizo construir una segunda de 7 metros. Como aún la gente trataba de subirse a ella, hizo levantar una tercera que se elevaba a 20 metros.
Cuenta la tradición que sólo comía una vez a la semana. Pasaba casi todo el día y la noche en oración unos ratos de pie, otro arrodillado y otros tocando el piso de su columna con la frente y un sacerdote le llevaba la Comunión a diario. Su extraño modo de vida debió impresionar grandemente a las gentes, lo que extendió su fama a toda Europa. Predicaba dos veces al día a las multitudes que acudían a verlo y a su vez resolvía los pleitos que se le presentaban. Cuentan que no permitía a ninguna mujer acercarse al pilar, ni siquiera a su propia madre.
Además de quienes iban a escucharlo concurrían a los pies de la columna gente que se dedicaba a insultarlo para probar su paciencia. Para saber si la vida que llevaba en la columna era santidad y virtud y no sólo un capricho, los monjes vecinos vinieron y le dieron la orden de que se bajara de la columna y se fuera a vivir con los demás. Simeón, que sabía que sin humildad y obediencia no hay santidad, se dispuso inmediatamente a bajarse de allí, pero los monjes al ver su docilidad le gritaron que se quedara otra vez allá arriba porque esa era la voluntad de Dios. Su fama era extensa y se dice que el Emperador Theodosio y su mujer Eudocia acudieron para oír sus consejos y el Emperador Marciano de Constantinopla disfrazado de peregrino, fue a escucharlo y se quedó admirado del modo tan santo como vivía y hablaba... Se cree que mantuvo correspondencia con Santa Genoveva de París y con el Emperador Bizantino Leo al que aconsejó sobre concilios y reformas.
Simeón nunca pudo perder, como quizá hubiese sido su deseo, el contacto con el mundo, ya que mientras más alta era su columna más gente acudía a verlo, ya sea que se tratara de peregrinos o simplemente curiosos atraídos por la novedad. A algunos visitantes les permitió subir a la columna por medio de una escalera para otorgarles sus consejos.
Se cuenta que sus prédicas eran moderadas, estando fuertemente marcadas por su gran compasión y su sentido común.
Murió mientras rezaba arrodillado. Tras su muerte hubo una gran disputa entre Antioquía y Constantinopla por sus reliquias, venciendo la primera de estas ciudades. Se construyó en su honor un complejo compuesto por cuatro basílicas dispuestas en torno a un patio donde se encontraba la base de la columna de San Simeón. Las ruinas de este edificio con conocidas en árabe como Qal at Siman (la Mansión de Simeón) y aún se pueden visitar.
Para el tiempo de su muerte Simeón ya contaba con cientos de seguidores. La práctica fue popular en Oriente hasta el siglo VII, no siéndolo tanto en Occidente. Posteriormente, durante los siglos X y XI la misma volvió a ganar popularidad. Era un orgullo para una ciudad contar con un estilita, siendo que para ese entonces podía tratarse de un hombre o una mujer. Algunas de las columnas poseían una pequeña casilla y mucho tenían discípulos en las inmediaciones. No obstante ninguno llevaba una vida de austeridad extrema como la de San Simeón.
La mayoría de lo que conocemos nos ha llegado a partir de su biógrafo, Teodoreto de Ciro, si bien muchos detalles son resultado de la mezcla de realidad y leyenda.
La vida y la conducta de San Simeón llamaron la atención, no sólo de todo el Imperio Romano, sino también de los pueblos bárbaros, que le tenían en gran admiración. Los emperadores romanos se encomendaban a sus oraciones y le consultaban sobre asuntos de importancia. Sin embargo, debe reconocerse que se trata de un santo más admirable que ejemplar. Su vida es profundamente edificante, en el sentido de que no podemos menos de sentirnos confundidos, al comparar su fervor con nuestra indolencia en el servicio divino. Sin embargo, hay que hacer notar que la santidad de almas como la de San Simeón no consiste, ni en sus acciones extraordinarias, ni en sus milagros, sino en la perfección de su caridad, de su paciencia y de su humildad; y estas virtudes brillaron esplendorosamente en la vida de San Simeón. Exhortaba ardientemente al pueblo a corregirse de su inveterada costumbre de blasfemar, a practicar la justicia, a desterrar la usura, a la seriedad en la piedad, y a orar por la salvación de las almas.
En su mensaje de santidad, San Simeón nos enseña además el valor de la oración, de la obediencia, de la humildad y de la penitencia corporal, para llegar a la santidad. La oración, porque la oración es el alimento del alma, alimento por el cual el hombre recibe la substancia misma de Dios; la obediencia, porque así se imita mejor a Jesucristo, Hombre-Dios, que “se hizo obediente hasta la muerte”, por amor, para salvar a la humanidad; la humildad, que es la virtud, junto con la obediencia, que más nos asemeja al Hombre-Dios, infinitamente humilde y bueno y obediente a Dios, su Padre; la penitencia corporal, que es una forma de rezar con el cuerpo, al tiempo que se expían los pecados propios y los de los demás, siendo necesaria para entrar en el cielo según las palabras de Jesús: “Si no hacéis penitencia, todos pereceréis”. La celebración de la memoria de Simeón el Estilita nos debe llevar a recordar las palabras de Jesucristo y a dedicarnos a ofrecer penitencias por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero.
R G Morales Torres
 
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor agape » Mié Ago 20, 2014 5:33 pm

[quote="Carlos M L"]Saludos, comparto con uds hermanos lo que me llamó la atención de Santa Thais de la Tebaida.

Taide (o Thais) de Egipto, Santa Taide (o Thais) de Egipto, Santa Penitente

Etimología: Taide = habitante de Tebas. Viene de la lengua egipcia.

En ocasiones se piensa que llegar a ser santo presupone una existencia de oración, enclaustramiento o martirio; si bien en muchos casos así ha sido, en otros no: ya que acérrimos pecadores recalcitrantes han logrado la santidad, y así lo demuestra la vida de Thais. Era egipcia.

Se desconocen la fecha y el lugar de su nacimiento, y los detalles de su familia e infancia. Su biografía se remonta a su juventud, cuando, por su belleza se dedicó al oficio de la prostitución y vivió con riquezas y lujos; sin embargo, se dice que no era feliz.

El hecho que cambió su vida pecadora fue conocer a un eremita dedicado a la oración y la penitencia, en la soledad del desierto de la Tebaida, y este eremita, con el tiempo, sería conocido como San Pafnucio (11 de septiembre); aconsejándola, logró el sincero arrepentimiento de Thais, quien abandonó su conducta disipada.

El venerable varón le dijo que como penitencia, para que demostrara que estaba sinceramente arrepentida, permanecería el resto de sus días en la celda de un monasterio femenino, en continua oración y penitencia extrema.

Tiempo después, por su piedad, Thais profesó en la vida religiosa, en la cual fue ejemplo de santidad y fidelidad al Creador hasta su muerte en aquel lugar.

Su culto se pierde en la memoria de los tiempos. Iconografía: con burda túnica, en actitud orante; a su lado una calavera, alusiva a la penitencia.

Intercesora de pecadores arrepentidos que llevaron una vida desordenada.

Ver el link.
Santa Taís - hjg.com.ar hjg.com.ar/txt/lc/lc_tais.pdf para ver su historia completa

Hasta el próximo foro. Dios nos bendiga.[/quote]



Gracias por el PDF! Carlos M L
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Re: 1. Monjes, eremitas y anacoretas: Padres del Desierto. 1

Notapor agape » Mié Ago 20, 2014 7:31 pm

Hola, ya paso la semana , y no alcance a presentar al Padre del desierto, de todas formas lei lo que se compartio en el foro, y entre los Santos que no publicaron de la lista elegí a San Macario de Egipto. Creo que uno elige al que mas lo identifica por el carisma, este mas allá que no fue presentado, también me gusto.


Macario el Grande, Santo
Abad, 19 de enero

Martirologio Romano: Conmemoración de san Macario el Grande, presbítero y abad del monasterio de Scete, en Egipto, que, considerándose muerto al mundo, vivía sólo para Dios, enseñándolo así a sus monjes (c. 390).

Etimología: Macario = Aquel que ha encontrado la felicidad, es de origen griego.

Macario nació en el alto Egipto, hacia el año 300, y pasó su juventud como pastor. Movido por una intensa gracia, se retiró del mundo a temprana edad, confinándose en una estrecha celda, donde repartía su tiempo entre la oración, las prácticas de penitencia y la fabricación de esteras. Una mujer le acusó falsamente de que había intentado hacerle violencia. A resultas de ello, Macario fue arrastrado por las calles, apaleado y tratado de persona que finge sentir lo que no siente disfrazado de monje. Todo lo sufrió con paciencia, y aun envió a la mujer el producto de su trabajo, diciéndose: "Macario, ahora tienes que trabajar más, pues tienes que sostener a otro". Pero Dios dio a conocer su inocencia: la mujer que le había calumniado no pudo dar a luz, hasta que reveló el nombre del verdadero padre del niño. Con ello, el furor del pueblo se tornó en admiración por la humildad y paciencia del santo. Para huir de la estima de los hombres, Macario se refugió en el vasto y melancólico desierto de Scete, cuando tenía alrededor de treinta años. Ahí vivió sesenta años y fue el padre espiritual de innumerables servidores de Dios que se confiaron a su dirección y gobernaron sus vidas con las reglas que él les trazó. Todos vivían en ermitas separadas. Sólo un discípulo de Macario vivía con él y se encargaba de recibir a los visitantes. Un obispo egipcio mandó a Macario que recibiera la ordenación sacerdotal a fin de que pudiese celebrar los divinos misterios para sus ermitaños. Más tarde, cuando los ermitaños se multiplicaron, fueron construidas cuatro iglesias, atendidas por otros tantos sacerdotes.

Las austeridades de Macano eran increíbles. Sólo comía una vez por semana. En una ocasión, su discípulo Evagrio, al verle torturado por la sed, le rogó que tomase un poco de agua; pero Macario se limitó a descansar brevemente en la sombra, diciéndole: "En estos veinte años, jamás he comido, bebido, ni dormido lo suficiente para satisfacer a mi naturaleza". Su cuerpo estaba debilitado y tembloroso; su rostro, pálido. Para contradecir sus inclinaciones, no rehusaba beber un poco de vino, cuando otros se lo pedían, pero después se abstenía de toda bebida durante dos o tres días. En vista de lo cual, sus discípulos decidieron impedir que los visitantes le ofrecieran vino. Macario empleaba pocas palabras en sus consejos, y recomendaba el silencio, el retiro y la continua oración -sobre todo esta última- a toda clase de personas. Acostumbraba decir: "En la oración no hace falta decir muchas cosas ni emplear palabras escogidas. Basta con repetir sinceramente: Señor, dame las gracias que Tú sabes que necesito. O bien: Dios mío, ayúdame". Su mansedumbre y paciencia eran extraordinarias, y lograron la conversión de un sacerdote pagano y de muchos otros.

Macario ordenó a un joven que le pedía consejos que fuese a un cementerio a insultar a los muertos y a alabarlos. Cuando volvió el joven, Macario le preguntó qué le habían respondido los difuntos. "Los muertos no contestaron a mis insultos, ni a mis alabanzas", le dijo el joven. "Pues bien, --le aconsejó Macario--, haz tú lo mismo y no te dejes impresionar ni por los insultos, ni por las alabanzas. Sólo muriendo para el mundo y para ti mismo, podrás empezar a servir a Cristo". A otro le aconsejó: "Está pronto a recibir de la mano de Dios la pobreza, tan alegremente como la abundancia; así dominarás tus pasiones y vencerás al demonio". Como cierto monje se quejara de que en la soledad sufría grandes tentaciones para quebrantar el ayuno, en tanto que en el monasterio lo soportaba gozosamente, Macario le dijo: "El ayuno resulta agradable cuando otros lo ven, pero es muy duro cuando está oculto a las miradas de los hombres". Un ermitaño que sufría de fuertes tentaciones de impureza, fue a consultar a Macario. El santo, después de examinar el caso, llegó el convencimiento de que las tentaciones se debían a la indolencia del ermitaño; así pues, le aconsejó que no comiera nunca antes de la caída del sol, que se entregara a la contemplación durante el trabajo, y que trabajara sin cesar. El otro siguió estos consejos y se vio libre de sus tentaciones. Dios reveló a Macario que no era tan perfecto como dos mujeres casadas que vivían en la ciudad. El santo fue a visitarlas para averiguar los medios que empleaban para santificarse, y descubrió que nunca decían palabras ociosas ni ásperas; que vivían en humildad, paciencia y caridad, acomodándose al humor de sus maridos, y que santificaban todas sus acciones con la oración, consagrando a la gloria de Dios todas sus fuerzas corporales y espirituales.

Un hereje de la secta de los hieracitas, que negaban la resurrección de los muertos, había inquietado en su fe a varios cristianos. Sozomeno, Paladio y Rufino relatan que San Macario resucitó a un muerto para confirmar a esos cristianos en su fe. Según Casiano, el santo se limitó a hacer hablar al muerto y le ordenó que esperase la resurrección en el sepulcro. Lucio, obispo arriano que había usurpado la sede de Alejandría, envió tropas al desierto para que dispersaran a los piadosos monjes, algunos de los cuales sellaron con su sangre el testimonio de su fe. Los principales ascetas. Isidoro, Pambo, los dos Macarios y algunos otros, fueron desterrados a una pequeña isla del delta del Nilo, rodeada de pantanos. El ejemplo y la predicación de los hombres de Dios convirtió a todos los habitantes de la isla, que eran paganos. Lucio autorizó más tarde a los monjes a retornar a sus celdas. Sintiendo que se acercaba a su fin, Macario hizo una visita a los monjes de Nitria y les exhortó, con palabras tan sentidas, que estos se arrodillaron a sus pies llorando. "Sí, hermanos, --les dijo Macario--, dejemos que nuestros ojos derramen ríos de lágrimas en esta vida, para que no vayamos al sitio en que las lágrimas alimentan el fuego de la tortura". Macario fue llamado por Dios a los noventa años, después de haber pasado sesenta en el desierto de Scete. Según el testimonio de Casiano, Macario fue el primer anacoreta de este vasto desierto. Algunos autores sostienen que fue discípulo de San Antonio, quien vivía a unos quince días de viaje del sitio en donde estaba Macario.

En los ritos copto y armenio, el canon de la misa conmemora a San Macario.




FUENTE: http://www.es.catholic.net/santoral/art ... p?id=40249
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