3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor ESTIMADO » Lun Ago 25, 2014 4:25 pm

Fundación de Cluny (909):
Por amor de Dios y de nuestro salvador Jesucristo hago tradición de bienes de mi propio derecho a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo: a saber, la villa de Cluny con una corte y manso dominical y una capilla consagrada a la Virgen y a San Pedro, con todo lo que depende de ella, pueblos, capillas, siervos de ambos sexos, viñas, campos, prados, bosques, aguas y cursos de agua, molinos, entradas y salidas, tierras cultivadas e Incultas sin ninguna restricción. Todos estos bienes están situados en el condado de Macon o en su entorno y exactamente delimitados... Dono todas estas cosas a condición de que se construya en Cluny un monasterio regular en honor de los apóstoles Pedro y Pablo y que en él se congreguen monjes que vivan bajo la regla de San Benito... Que cada dieciocho años dichos monjes paguen a Roma diez sueldos a la tumba de los apóstoles para mantener sus luminarias. Que tengan la protección de los dichos apóstoles y del pontífice romano... Nos ha placido también hacer constar en esta acta que, desde hoy, dichos monjes no estarán sometidos al yugo de ningún poder terrestre, ni nuestro ni de nuestros parientes, ni de la grandeza regia. Que ningún rey secular, conde, obispo, ni el mismo pontífice romano... invada los bienes de los servidores de Dios, sustraiga cualquier cosa de ellos, los disminuya, cambie ni dé en beneficio a nadie...
(A. Bernard y Bruel, Recueil des Chartres de l'abbaye de Cluny. París, 1876, t, I. pp. 124-128)
ESTIMADO
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor AMunozF » Lun Ago 25, 2014 5:13 pm

Como anteriormente, he puesto dos colaboraciones que no van en sus respectivos temas, pero como lo señalé no existe un apartado de INTRODUCCIÓN y en esta ocasión me permitiré poner la última colaboración de lo que he llamado Introducción, Gracias)

1A. PARTE

----------------------------------------------MONASTERIOS EN ESPAÑA---------------------------------------------


--------------------------------------------Imagen--------------------------------------------
El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Mandado construir por Felipe II de España para conmemorar la victoria en la batalla de San Quintín que fue el día 10 de agosto día de San Lorenzo mártir. El monasterio se le dedicó a este santo y su planta posee la forma del atributo del santo, la parrilla. Es el monasterio más grande e importante de España y poseía también las funciones de palacio y templo.

Los monasterios en España constituyen un rico patrimonio histórico, artístico y cultural de este país. Son testimonio de su propia historia religiosa y de la historia político-militar tanto en la Edad Media como en tiempos anteriores, con la llegada y asentamiento de los visigodos. Los monasterios tuvieron un papel importante en la repoblación llevada a cabo por los distintos reyes y condes cristianos tras el avance de la Reconquista y el consiguiente retroceso de los musulmanes hacia el sur de la península.

Su presencia en la península data de los primeros siglos del cristianismo, cuando la primitiva vida eremítica dio lugar a la formación de comunidades religiosas y a la construcción de pequeños monasterios hispanos en los siglos VI y VII. Durante la repoblación, muchos de estos edificios evolucionaron, o incluso fueron levantados de nueva planta, hacia un estilo que tradicionalmente viene llamándose mozárabe.

La segunda fase se desarrolló con la llegada de los benedictinos de Cluny, ya en época de la Reconquista y a partir de ese momento fueron evolucionando o cambiando, de acuerdo con las nuevas órdenes: císter, órdenes militares, premostratenses, cartujos, jerónimos, agustinos, camaldulenses y mendicantes. En el s. XVII tuvo lugar una eclosión de conventos situados o muy cerca o dentro de la ciudad.

Desde la actual Cataluña hasta Galicia fueron apareciendo conjuntos monasteriales de diversas dimensiones que se transformarían unos en edificios más importantes y consistentes y otros serían abandonados o destruidos. La mayor parte de los monasterios en España están distribuidos en la mitad norte en consonancia con el discurrir histórico de la zona en la Edad Media. Son mucho menos numerosos en el sur, Andalucía y Canarias.

La creación de monasterios durante la Edad Media fue primordial desde un punto de vista social y cultural así como para la repoblación. Supuso un gran avance en la agricultura y surgieron poblamientos en derredor de los grandes edificios. También se beneficiaron el arte y la cultura.

Otro factor importante a tener en cuenta para la construcción de monasterios en España fue el Camino de Santiago, a lo largo del cual fueron surgiendo estas instituciones religiosas cuyo principal objetivo fue la ayuda al peregrino.

0.11.1 ] - Características y evolución del monasterio en España
La primera referencia a un monasterio en España la hace San Agustín en 398 en una carta dirigida al abad del Monasterio de Cabrera. En 410, el monje Baquiario utilizó por primera vez la palabra monasterio en un texto escrito en Hispania. Él como monje y Egeria o Eteria como monja (quizá más propiamente una virgen consagrada) serían los primeros monjes hispanos de nombre conocido.

Los primeros monasterios surgieron en el s. IV y fueron humildes edificaciones levantadas a la sombra de santuarios o de enterramientos de mártires locales muy queridos. Muchos de estos monasterios eran trogloditas, pues los ermitaños o eremitas (los primeros monjes) preferían vivir en cuevas que habilitaban como alojamiento u oratorio. Tal es el origen del monasterio de San Millán de la Cogolla, que conserva tanto las grutas donde habitó el santo Aemilianus o Millán como la que sirvió de oratorio. En las cuevas del entorno habitaban sus discípulos. La práctica de vivir el alejamiento del mundo en soledad fue transformándose por la agrupación de monjes en cenobios, que aunque vivieran en comunidad, mantenían sus prácticas ascéticas, y la localización en un lugar despoblado (en desierto).

El éxito cuantitativo del monacato en la época visigótica llevó a no pocos enfrentamientos con el clero secular, y sus disputas llegaron hasta los Concilios de Toledo. Buena parte de ello provenía de las ventajas sociales y económicas que proporcionaban los privilegios de la vida monástica. En algunos casos, como en la zona de El Bierzo se crearon monasterios que acogían a familias enteras como Compludo y el Monasterium Ruphianensi, que fueron fundaciones de Fructuoso (y se han llegado a llamar la Tebaida berciana), que tenían más bien el aspecto de verdaderas aldeas. En otras zonas, como la Bética, no hubo monasterios mixtos y se separaron por sexos. Algunas fuentes también atribuyen a los rasgos más extremos del movimiento eremítico, sobre todo en zonas como Burgos, Álava y Logroño, rasgos de protesta social, en paralelismo con otros movimientos religiosos como la herejía priscilianista, que pervivió en algunas zonas (Galicia) hasta el s. VI.

En los siglos siguientes surgieron los monasterios hispanos y los monasterios de repoblación, con sus características propias dentro de una necesidad y un arte puramente hispano. Con el románico y la llegada de los monjes de Cluny (s. XI), de la orden de San Benito y observadores de su regla, el conjunto monástico tomó nueva forma y se hizo mucho más importante e influyente. Apareció el claustro por antonomasia y los edificios que se levantaron fueron de grandes proporciones. Muchos de estos conjuntos han llegado hasta nuestros días (año 2014) en mejor o peor estado, aunque muchos de ellos sirvan para otros usos ajenos al monacato. El papel político de los cluniacenses y su vinculación con las monarquías y las casas nobles fue decisivo para la europeización de los reinos cristianos peninsulares y la conformación de la sociedad feudal. En cuanto al papel social y económico de los monasterios benedictinos, las interpretaciones materialistas clásicas -para las que serían un señor feudal más- están siendo matizadas por la historiografía más reciente, que estudia muchos más aspectos, como su inclusión en redes clientelares más complejas y sus funciones de todo tipo (ideológico, jurídico, institucional ...), con ayuda de la metodología de la antropología cultural y la microhistoria.

Tras el impulso de Cluny llegaron los cistercienses con nuevas fábricas y sus reformas, así como los cartujos, y en el s. XIII los franciscanos y dominicos, a los que se añadirían los premostratenses y jesuitas. De todos ellos se conservan bastantes muestras monacales. Durante los siglos XVI y XVII fueron muy numerosos los monasterios y conventos femeninos.
Los últimos monasterios fundados y construidos en España fueron:
1909 Monasterio de Santa María de Viaceli (Cóbreces, Cantabria), impulsado y patrocinado por los hermanos Manuel y Antonio Bernaldo de Quirós y Pomar como fundación cisterciense en.
1928 Monasterio de San Lorenzo en Oñate (femenino), Guipúzcoa.
1940 Monasterio del Valle de los Caídos (abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos), 1940-1958, bajo proyecto de Pedro Muguruza y Diego Méndez.
1952 Casa de Espiritualidad de los Padres Dominicos (Caleruega, Burgos)
1961 Monasterio del Rollo (o monasterio de la Purísima Concepción), en Salamanca, cuyo autor fue el arquitecto Antonio Fernández Alba.
1986 Monasterio de Santa María de las Escalonias (Hornachuelos, Córdoba)

0.11.2 ] - Fundaciones
A lo largo de la historia los monasterios fueron fundados principalmente por reyes, obispos o nobles. Las razones de cualquiera de ellos para fundar un monasterio podían ser su propio interés, con el fin de reservar allí un enterramiento, lo cual supondría el rezo perpetuo de los monjes por la salvación de su alma; o también para dar cobijo a una princesa viuda, soltera o bastarda, en el caso de los reyes. A veces el motivo de fundación o de protección de un determinado monasterio se debía a razones políticas o de guerra ya que muchos de ellos se situaron en lugares fronterizos de Castilla con León o con Navarra, como fue el caso del monasterio de Matallana (en la provincia de Valladolid), situado en la frontera castellano-leonesa, o el de Bujedo en la frontera castellano-navarra. Los obispos tuvieron también gran interés en la construcción de un monasterio sobre el que ejercer su autoridad, especialmente en el periodo feudal lo que garantizaba territorio e ingresos; la nobleza tenía un afán en la salvación de su alma y la de su familia, además de demostrar su gran influencia política y su gran poder al patrocinar una de estas grandes obras. Los votos monásticos (pobreza, castidad y obediencia) hacían particularmente adecuado el destino monástico de los hijos segundones, con independencia de la sinceridad o no de su vocación, que de este modo no disputaban la herencia de los primogénitos, manteniendo indivisos los patrimonios (institución del mayorazgo). Esta estrecha identificación entre clero y nobleza, ambos estamentos privilegiados, pervivió como un fenómeno de larga duración durante toda la Edad Media y la Edad Moderna hasta el final del Antiguo Régimen.

Hay otros monasterios que van surgiendo por sí solos, a partir de un oratorio alrededor del cual se va formando una comunidad. Es el caso del monasterio de San Juan de Ortega que en su origen fue un humilde oratorio fundado por este santo para guardar las reliquias de San Nicolás de Bari y que la llegada de más gentes para cuidar el lugar hizo que se formara una comunidad con la necesidad de levantar las dependencias de un monasterio. O a partir de anacoretas, en algunos casos dúplices, que se dejaban guiar por alguna regla, como el Real Monasterio de Santa María de Vallbona (Vallbona de les Monges); el monasterio de Santo Domingo de Ocaña (Toledo) del s. XVI tiene la particularidad de haber sido fundado por un vecino que quería tener cerca a los predicadores.

Hay fundaciones recientes (del s. XX) cuyo destino está muy claro desde el origen, como es el monasterio o Casa de espiritualidad de los Padres Dominicos de Caleruega (Burgos), de 1952, destinado para convento-universidad-casa de espiritualidad. En este campo de la enseñanza se puede incluir también el monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles de Palma de Mallorca, de 1914, concebido como Seminario mayor, Casa Noviciado, Colegio y Centro ecuménico que prestan habitualmente a los Protestantes Evangélicos Luteranos Alemanes.

0.11.3 ] - Los primeros monasterios hispanos
Durante los siglos VI y VII la cultura hispano visigoda se manifestó en una riqueza monacal donde aun florecía la tradición antigua y donde los propios monjes hispanos redactaban las reglas de convivencia monástica. Surgen en este periodo gran cantidad de monasterios.

En algunas fuentes se considera al Monasterio de San Victoriano de Asán (Sobrarbe, provincia de Huesca) como el primer monasterio fundado en España, aunque más probablemente, dada la existencia de referencias a monasterios anteriores, lo que pueda decirse con más seguridad es que sea la primera fundación a iniciativa real: la del rey visigodo Gesaleico en el 506. Otras se debieron a los suevos, en la zona noroccidental, con la actividad de San Martín de Dumio, procedente de Panonia. Otros santos fundadores, como San Donato, vinieron de África a Játiva. San Fructuoso de Braga, a principios del s. VII fundó el monasterio de Compludo y otras veinte fundaciones desde Galicia hasta la Bética. En el mismo siglo, San Leandro y su hermano San Isidoro compusieron sus propias reglas monásticas.

Morfológicamente, en los monasterios hispanos se distinguen claramente dos conceptos:
Clausura del conjunto, que es denominada con el nombre de claustra
Dependencias claustrales, denominadas domus.
La claustra era un cerramiento exterior que aislaba y protegía el edificio monacal, algo muy importante para la vida religiosa que se pretendía cultivar. En uno de los capítulos de la regla de San Isidoro se dice:
«La fábrica del monasterio solamente tendrá en su recinto una sola puerta y un solo postigo para salir al huerto.»
Aconseja luego que la ciudad quede alejada y que se respete ante todo la clausura. Para ello sugiere construir un cerramiento o tapia para las dependencias monásticas y otro que incluya el huerto. Este primer cerramiento es el llamado claustral o claustro.

El segundo concepto es el referido al domus, es decir, el conjunto de casas que constituyen el monasterio. Dentro del domus, los documentos hacen referencia a dos lugares distintos: domus domorum, es decir la casa por excelencia, o sea, la iglesia, y domus maior, que es el pabellón de monjes y que servía de dormitorio y para uso de la vida en comunidad. Según los comentarios que se conservan, la domus maior debía ser una dependencia de gran calidad arquitectónica y gran tamaño, que solía situarse junto a la iglesia, a la altura del atrio.

En el conjunto del domus se encontraban también otras dependencias necesarias como la cilla, la enfermería, la celda de castigo, el noviciado, la portería, etc. Lo que siglos más tarde (con la orden de los benedictinos) se llamará sala capitular, en estos monasterios hispanos recibe el nombre de sala de conferencia. Se habla mucho de este espacio y su utilidad en los documentos pero no se sabe a ciencia cierta dónde estaba ubicada. Se sabe que para asuntos menores los monjes se reunían en el coro.

La documentación sobre los monasterios hispanos es bastante abundante y descriptiva. Sin embargo sólo algunas iglesias del conjunto monacal se han conservado; el resto del recinto está perdido y las pocas investigaciones arqueológicas que hay no dan resultados concluyentes.

[1] - Monasterios de repoblación

Son aquellos monasterios que surgieron a partir del s. X en tierras de repoblación, lo que había sido hasta el momento zonas yermas, tierra de nadie, lugares abandonados de la cuenca del Duero y tierras del Bierzo, en León. Podía tratarse de edificios de nueva planta o bien iglesitas anteriores medio derruidas y descuidadas que los nuevos monjes transformaban y completaban con las dependencias monacales. Estos núcleos despoblados no lo estaban en muchos casos en un cien por cien sino que a veces se encontraban habitados por pequeños grupos, pastores o agricultores, apegados a su tierra.
Los monjes que fueron levantando este tipo de monasterio procedían tanto del sur (sobre todo de Córdoba, en un momento de persecuciones a los cristianos en esa ciudad) como del norte, aportando unos y otros las influencias del lugar de procedencia, pero sin olvidar las formas tradicionales hispano-godas. El patrimonio arquitectónico que sobrevivió casi dos siglos a pesar del abandono será restaurado por estas gentes repobladoras. Las tierras del Valle del Duero serán testigos del resurgir de una arquitectura neovisigótica durante los siglos X y XI, mientras que las tierras catalanas entrarán en el año 1000 en el primer románico. Tal es el testimonio que dan las pequeñas iglesias, único resto de los monasterios de esa época que han llegado hasta nuestros días (año 2014).

Muchas de estas construcciones aprovecharán antiguas edificaciones religiosas del periodo visigodo y, también, mezquitas, sobre todo en Aragón primero y, más tarde, Andalucía.

[2] - Elementos constructivos y ornamentales

Casi todos los edificios de esta época tienen bastante en común, así pues se puede hacer una descripción generalizada de los elementos de construcción y de la ornamentación.

Materiales empleados. Los principales son el mampuesto, la piedra y la madera. Los muros se levantan o bien en mampostería o bien en grandes hiladas de sillares escuadrados. Esto último es propio de los lugares que tienen canteras próximas. Donde existe la pizarra se suele emplear este material. En el trabajo en mampostería, en muchos casos se refuerzan las esquinas y los vanos de las ventanas con grandes sillares bien trabajados.

Bóvedas, cubiertas, arcos y columnas. La tendencia y el ideal de los constructores era cubrir todos los espacios con bóveda pétrea de cañón, pero no siempre se podía hacer así, en unos casos por lo costoso de la obra, en otros por dificultades técnicas. Muy pocos monumentos consiguieron cubrir todas sus zonas con bóveda, siendo lo normal abovedar solamente los ábsides y cubrir el resto de las naves con armadura de madera. No obstante en las iglesias pequeñas se procuraba el abovedamiento aunque se emplearan materiales pobres con piedra de toba mezclada con ladrillo y mampostería.
El perfil de los cañones de las bóvedas se hacía en arco de herradura siguiendo la tradición de la arquitectura asturiana (con ascendencia en el arte visigodo) y en algunos casos siguiendo el influjo de los mozárabes cordobeses. La gran influencia sobre estos edificios del arte cordobés se manifiesta en las bóvedas de nervios.

El arco más empleado es el de herradura que convive con el de medio punto. El arco de herradura mozárabe se diferencia del asturiano y del islámico en ser más peraltado (se cierra a ²/³ del radio). A veces ese peralte varía en un mismo edificio, como ocurre en San Miguel de Escalada.

Las columnas son siempre aprovechadas de otros edificios, generalmente romanos. Su descubrimiento por parte de los constructores, apropiación y acarreo supone un hecho usual y de gran conveniencia. A veces proceden de lugares muy alejados de su destino final. Muchos de los capiteles son también reutilizados; los elaborados expresamente para el edificio siguen una tradición corintia con la característica del dibujo trenzado del collarino (como el sogueado asturiano).
En cuanto a la escultura ornamental, no alcanzó un gran desarrollo. Los aleros, muy volados, estaban copiosamente adornados, así como los vanos de las ventanas que se llenaban con hermosas celosías de piedra. Muchas veces las puertas y ventanas estaban enmarcadas con alfiz. Sin embargo son muy numerosos los epígrafes a modo de decoración paramental; los hay de todo tipo; funerarios, de consagración, fundacionales, etc. Están escritos con buena caligrafía y sobre una base de buen material, generalmente mármol.

[3] - La pintura

La pintura constituía siempre el acabado del edificio. Una iglesia no se consideraba concluida si no se habían pintado sus muros tanto en el interior como en el exterior. Pocos rastros de pintura se han mantenido a través de los siglos ya que, por un lado es el elemento decorativo que menos resiste el paso del tiempo y por otro, los arquitectos restauradores del s. XIX pusieron de moda el lavado de cara, respetando tan sólo en algunos casos la poca pintura mural historiada. Si los exteriores estaban enlucidos eran raspados hasta hacer aparecer la piedra o el ladrillo o la mampostería. Esta moda continuó a lo largo del s. XX y continúa en el s. XXI.

Los edificios se cubrían pues con una determinada tonalidad y luego se daban colores diversos sobre los distintos detalles (arcos, molduras, capiteles, impostas). Se sabe que la Iglesia de Santiago de Peñalba tuvo un zócalo pintado de color rojo, de 73 cm de altura, tanto en el exterior como en el interior.

[4] - Disposición geográfica de algunos de los monasterios de repoblación

Monasterio de San Cebrián de Mazote, en la localidad vallisoletana de San Cebrián de Mazote, fundado en tiempos de Ordoño II por unos monjes venidos de Córdoba.
Monasterio de San Miguel de Escalada, en la provincia de León, fundado por el abad Alfonso que llegó de Córdoba; existía en tiempos de Alfonso III un antiguo templo dedicado a San Miguel. El monasterio fue consagrado en el 913 por el obispo Genadio de Astorga.
Monasterio de San Román de Hornija. Se sabe por los documentos que Chindasvinto murió en 653 y fue sepultado en un monasterio que ya existía en este lugar. En el s. XII ya era un priorato del monasterio de San Pedro de Montes en la comarca de El Bierzo (León).

0.11.4 ] - Cluny en España

En Cataluña el abad Oliba tuvo gran relación con la abadía de Cluny, pero no pasó de ser una relación de tipo espiritual sin que hubiera vínculos jurídicos de ninguna clase. Por mediación de este abad, el rey Sancho III de Navarra estableció relaciones con el abad San Odilón de Cluny y una de las consecuencias inmediatas fue poner al frente del monasterio de San Juan de la Peña a un abad procedente de Cluny en el año 1028. A partir de ese hecho, la influencia cluniacense se extendió por los monasterios que estaban en los dominios de Sancho III. El vínculo espiritual y la relación con la abadía de Cluny continúa con los descendientes de Sancho III hasta llegar al reinado del rey Alfonso VI con quien la relación pasa de ser puramente espiritual y de simpatía a tener también fuertes vínculos económicos y una gran influencia política y religiosa. El monasterio de Sahagún en León fue de gran importancia y autoridad, el mayor propagador de la observancia cluniacense en la península. Alfonso VI lo convirtió en centro de Cluny en la península y se hizo su protector. Se llamó “La Cluny española”, siendo la abadía más poderosa de los reinos de León y Castilla, de la que dependían cerca de 100 monasterios. Fue dueña de tierras que iban desde el mar Cantábrico hasta el río Duero. En cuanto a su aspecto cultural, fue el centro más importante de lo que hoy es España durante los siglos XI y XII.

0.11.5 ] - El Císter en España

El monasterio de Moreruela (en Zamora) fue el primer enclave cisterciense en el territorio de la Península Ibérica, fundado en 1133 en el reinado de Alfonso VII, seguido por el de Fitero (1140), Santa María de Sobrado, 1142, (en Sobrado dos Monxes, La Coruña) y por el monasterio de Poblet (1150) en tierras catalanas, patrocinado por el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona y que formó parte del gran grupo de abadías cistercienses constituido por Claraval (en el valle de Absinthe, Francia), la Gran Selva (en Languedoc), Fontfreda (cerca de Narbona) y Poblet. El primer monasterio femenino fue el de Santa María de la Caridad de Tulebras (Navarra). Desde este monasterio partieron las monjas fundadoras de los monasterios de Perales (Palencia), de Gradefes, de Cañas (La Rioja), Trasobares en Zaragoza, Vallbona en Lérida y Las Huelgas en Burgos. Los monasterios cistercienses, tanto femeninos como masculinos, se multiplicaron a lo largo de toda la geografía de la península.

0.11.6 ] - Monasterios de las órdenes mendicantes

Las órdenes mendicantes (también llamadas de predicadores) son las nuevas órdenes que surgieron en los albores del s. XIII con el nombre de dominicos y franciscanos. Surgieron como respuesta espiritual y necesaria en un momento en que de nuevo las órdenes monacales habían relajado las normas y el comportamiento. Aportaban como novedad su modo de actuación fundamentado en la acción directa hacia los fieles y el sistema de organización que se basaba en división por provincias.

Los conventos o monasterios de estos monjes estuvieron siempre muy cercanos de la ciudad o dentro de ella. También en los caminos (especialmente en el Camino de Santiago) donde ofrecían asistencia y caridad a los viajeros.

El complejo de edificios monásticos va a la par con el modelo de monasterio ya usual, sin embargo ofrece en la mayoría de los casos ciertas diferencias de acuerdo con las necesidades y el trabajo de estos monjes. Muchas de las fundaciones se hicieron aprovechando donaciones de casas que se adaptaban más o menos para la vida en comunidad. Las iglesias se hicieron de nueva planta (o en algunos casos ampliando alguna ermita o humilladero ya existentes), con características propias. Una de las mayores exigencias a la hora de construir era la acústica, pues los sermones y pláticas con los fieles eran práctica habitual. Casi siempre la iglesia se dividía en dos partes, una para el vulgo y otra para la clausura de monjes. Estas iglesias no aportaron un estilo propio sino que se adaptaron a la moda del momento y a las necesidades geográficas. Otra de las características era el reducido número de capillas en la cabecera, en contraste con las iglesias del Císter. Esto es debido a que la normativa no obligaba a decir misa diaria a cada monje, sino todo lo contrario. Francisco de Asís dice en el Capítulo General:
«En los lugares donde moran los frailes se ha de celebrar una sola misa al día [...] mas si en algún lugar hubiere muchos sacerdotes, con amor de caridad el uno esté contento oyendo la misa del otro.»

En cuanto a la construcción se caracteriza por los materiales pobres, fachada severa sin apenas esculturas; el ábside suele ser poligonal y en él se abren largos ventanales. Se adaptaron y asimilaron las técnicas y tradiciones constructivas del lugar donde se establece la nueva fundación; por eso las iglesias pueden variar dependiendo de la zona geográfica. En España se dieron dos modelos: edificios con planta de cruz latina y edificios de una sola nave con capillas entre contrafuertes.

En Navarra hubo una gran proliferación de conventos mendicantes durante la monarquía de Champagne, sobre todo con Teobaldo II que se definió como protector y principal patrono. En Castilla y León se hicieron muchos conventos pero la mayor parte llegaron al s. XXI muy deteriorados.

0.11.7 ] - Monasterios dúplices

Los monasterios dúplices eran aquellos constituidos conjuntamente por comunidades femeninas y masculinas; en la Alta Edad Media alcanzaron una gran importancia. Estos monasterios tenían su origen en las casas familiares convertidas en cenobios cuando familias enteras decidían acogerse a reglas religiosas y formar una comunidad monacal cuyos miembros pasaban el resto de sus días sin salir de las casas. Fue una especie de moda exaltada y con el tiempo se llegaron a cometer tales faltas y excesos que en múltiples ocasiones recibieron advertencias y regañinas serias por parte de las autoridades religiosas. Incluso se llegó a redactar un texto llamado Regula Communis especialmente estudiado para este tipo de monasterios. Esta regla reformadora dejó también muy claro el aspecto arquitectónico que debían tener: todos los espacios debían ser dobles para que la comunidad femenina estuviera separada de la masculina; sólo podían compartir la sala capitular, pero aun así debían ocupar espacios separados. En cuanto a los dormitorios, no sólo se ordenaba que estuvieran separados sino bien lejos los unos de los otros.

En un momento dado estos monasterios llegaron a estar oficialmente suprimidos, pero aun así, en el s. XII, las llamadas monjas tuquinegras convivían en sus monasterios con un gran número de monjes varones que se suponía las protegían y que eran conocidos con el nombre de milites. No se conservan los edificios de estos monasterios pero sí algunas de sus iglesias.

0.11.8 ] - Monasterios de la órdenes militares

Las Órdenes Militares edificaron sus propios monasterios que les sirvieron a la vez como fortaleza de defensa. Seguían una regla monacal y las dependencias de la casa eran como las de los otros monasterios. Una buena referencia de este tipo de monasterio está en el de Calatrava la Nueva, sede de la Orden de Calatrava fundada por el abad de Fitero llamado Raimundo, a instancias del rey Sancho III de Castilla, para proteger la zona recuperada a los musulmanes. Algunas Órdenes como la de Santiago, Temple y Santo Sepulcro dedicaron gran parte de su empeño en proteger y cuidar a los peregrinos del Camino de Santiago.

El Castillo de Montesa (actual provincia de Valencia) lo fue de la aragonesa Orden de Montesa.
El Castillo de Ponferrada de la Orden del Temple.
El Monasterio de Uclés (actual provincia de Cuenca) fue desde 1174 la casa central de la Orden de Santiago.
La Conventual de San Benito de Alcántara lo fue de la Orden de Alcántara.

0.11.9 ] - El monasterio en el Camino de Santiago

A lo largo de todo el Camino de Santiago fueron surgiendo bastantes monasterios, algunos desaparecidos del todo. Lo más característico para el cuidado de los peregrinos fueron los hospitales u hospederías regidos por una pequeña comunidad de monjes pertenecientes a distintas órdenes pero muchos de los monasterios de esta ruta tenían adjuntos sus propios hospitales también. He aquí una relación de los monasterios más importantes de esta ruta:
En Huesca
San Juan de la Peña. Panteón de reyes aragoneses y navarros.
En Navarra
Convento de Santo Domingo (Estella), fundación de Teobaldo II de Navarra en 1259.
Monasterio de Leyre, benedictino, foco impulsor de la Reconquista y refugio de reyes y obispos navarros. Tiene una Hospedería adjunta para los peregrinos.
Monasterio de Nuestra Señora la Real de Irache, que no está en la misma ruta del Camino sino en una desviación desde Ayegui. Es uno de los monasterios benedictinos navarros más antiguo; su origen puede ser visigodo. Fue un Hospital fundado por García Sánchez III el de Nájera, en 1051. En la actualidad (año 2014) lo regentan los Padres Escolapios.
En La Rioja
Convento de San Antón en Navarrete del que sólo quedan ruinas. Está a las afueras como corresponde a estas instituciones.
Monasterio de Cañas (patria de Santo Domingo de Silos). Abadía cisterciense femenina fundada en 1170.
Monasterio de Santa María la Real de Nájera, fundado por García Sánchez III de Pamplona, junto con un hospital de peregrinos. Alfonso VI incorporó el monasterio a Cluny en 1079, para promocionar la peregrinación; fue en contra del obispo de Nájera que desde entonces trasladó la sede a Calahorra en señal de protesta. Este monasterio es panteón de los reyes de Navarra. Desde 1895 está regentado por padres franciscanos.
En Burgos
Convento de San Antón de Castrojeriz. Monasterio fundado por Alfonso VII de León en 1146 para la orden de los antonianos de origen francés. Son ruinas del s. XIV con la particularidad de que la carretera pasa por debajo de un arco gótico quedando a la izquierda la gran portada.
Monasterio benedictino dependiente de Rocamador con donaciones y privilegios de Alfonso XI de Castilla. Fue fundado para facilitar a los peregrinos el difícil paso desde Hornillos del Camino a Castrojeriz.
Monasterio cisterciense que surgió en Castrojeriz junto al Hospital de peregrinos fundado por el conde Nuño Pérez de Lara y su esposa Teresa. Se encontraba junto al puente Fitero (pons Fiteria), sobre el río Pisuerga.
Monasterio de las Huelgas, que dirigían el Hospital del Rey fundado por Alfonso VI para los peregrinos.
Monasterio de San Félix de Oca en la colina de San Felices cuyo origen data del s. IX. En 1049 fue anexionado a San Millán de la Cogolla. Según la tradición en este monasterio fue enterrado Diego Porcelos, el fundador de la ciudad de Burgos. Del conjunto monacal solo quedan unas ruinas del ábside de la iglesia.
Monasterio de San Juan de Ortega. San Juan de Ortega fundó este recinto más como Hospital de peregrinos que como monasterio. En 1170 Alfonso VIII cedió este centro benéfico a la jurisdicción de Burgos y más tarde en1432 la Iglesia de Burgos puso al frente a la Orden de San Jerónimo.
Monasterio de San Juan Evangelista, extramuros de Burgos, anterior conjunto hospitalario que Alfonso VI puso en 1091 bajo la protección de la abadía benedictina de Chaise-Dieu en el Haute-Loire, con San Lesmes como prior. Del monasterio se conservan íntegras algunas dependencias (la sala capitular y el claustro), mientras que de la iglesia conventual se mantiene sólo la fachada.
En Palencia
Abadía de Santa María de Benevívere, s. XII, en Benevívere. Sólo quedan ruinas.
Monasterio benedictino, fundación de la reina doña Mayor en 1035 en la localidad de Frómista, del cual solo queda la iglesia de San Martín (buen ejemplo del románico del s. XII).
Monasterio de San Zoilo, cruzando el río Carrión desde Carrión de los Condes; gran centro de refugio para peregrinos: allí están los sepulcros de los Infantes de Carrión.
Monasterio de Santa Clara (Carrión de los Condes), fundado en el s. XIII.
Monasterio de Santa María de las Tiendas, s. XI, perteneciente a la orden de Santiago, en la localidad de Tiendas. Quedan vestigios de la iglesia. Con los restos del monasterio se levantó el actual caserío.
En León
Monasterio de San Agustín en Mansilla de las Mulas, desaparecido; su único vestigio es el Arco de San Agustín cerca de la calle de Peregrinos.
Monasterio de San Benito el Real de Sahagún, cluniacense cuyos monjes llegaron en 1080. Fue la principal abadía de todo el territorio peninsular. Llegó a tener 60 camas para peregrinos en su propio Hospital.
En Lugo
Monasterio de la Magdalena, en Sarria, fundación de dos clérigos italianos de la orden de San Agustín. En la actualidad (año 2014) está a cargo de padres Mercedarios que son acogedores tradicionales de peregrinos. Su hospital adjunto tuvo fama como hito jacobeo de socorro a los peregrinos.
Monasterio de Samos, benedictino, con refugio propio para peregrinos de alcurnia. El vulgo era alojado en casas aparte dependientes de esta abadía.
Monasterio de Santa María de Loio, en el pequeño núcleo lucense de Loio. De origen eremita, fue restaurado en el s. IX por el monje Quintilla. Fue la cuna de los Caballeros de Santiago hacia 1170. Casi no quedan vestigios de su primitivo emplazamiento.
Monasterio de Villar de Donas, pasado el lugar llamado Ligonde; es necesario desviarse del Camino para llegar aquí. En su origen fue un pequeño cenobio de mujeres de la familia de Arias de Monterroso y en 1184 perteneció a la Orden de Santiago. En la actualidad (año 2014) solo queda en pie la iglesia románica que conserva pinturas del s. XIV.
En La Coruña
Convento de Agustinos (Arzúa) con su propio hospital, en la localidad de Arzúa; se conserva su iglesia de la Magdalena y parte de la fábrica del hospital.
Monasterio de Caaveiro, en las Fragas del Eume.
Monasterio de San Martín Pinario, en Santiago de Compostela; antiguo monasterio benedictino, actual Seminario Mayor.
Monasterio de Sancti Spiritus (Melide) situado a la entrada de Melide frente al Hospital. Sólo queda la iglesia románica de Santa María, s. XII, actual parroquia.

0.11.10 ] - Palacios en los monasterios

El palacio real dentro de esta institución es una de las características del monasterio español.
A veces los palacios ya construidos se convertían en monasterios por voluntad real. Tal es el caso de Tordesillas, Miraflores y el Paular. En otros ejemplos ocurre que el monasterio ofrece una residencia palaciega al rey o a la nobleza en los tiempos en que se ven obligados a viajar por asuntos referentes a la propia Reconquista o por el hecho concreto de la itinerancia de las cortes castellanas y aragonesas. En algunos monasterios esa residencia palaciega se llega a hacer estable, por lo que se construye una nueva edificación dentro del recinto, como ocurre en los monasterios de Poblet, Carracedo o Yuste. El monasterio de El Escorial fue concebido desde el principio con una arquitectura determinada para cobijar a los monjes y al rey y su corte.

0.11.11 ] - Monasterios como panteón real o de nobleza

Muchos monasterios españoles fueron erigidos desde el principio con el propósito de albergar los enterramientos de familias reales o de caballeros de la nobleza. Con este fin, los promotores hicieron grandes donaciones de tierras, dinero y hombres. Hay que tener en cuenta que durante la Edad Media y el Renacimiento se consideraba de vital importancia que los monjes mantuvieran en sus oraciones la memoria de los difuntos enterrados cerca de ellos (en las iglesias, claustros, panteones); y no sólo se consideraba esto importante para la salvación de las almas sino como vanitas perpetua y recordatorio a las generaciones futuras de lo importantes que ellos fueron. Entre los grandes monasterios considerados como panteones reales o de nobleza se distinguen:
Cartuja de Miraflores en Burgos, donde eligió su enterramiento Juan II de Castilla y donde se enterró también a su segunda mujer y a su hijo Alfonso.

El Escorial, considerado como prototipo en su aspecto funerario, aunque es el más moderno de todos. Allí se encuentran los panteones de las familias reales de los Austrias y los Borbones.
Las Huelgas Reales de Burgos, lugar elegido por los monarcas castellanos.
Las Salesas de Madrid, donde yace Fernando VI (su fundador) junto con su esposa Bárbara de Braganza.
Nájera y Leyre, monasterios elegidos por las dinastías de Navarra.
Ripoll, con los condes de Barcelona antes de su unión con Aragón.
San Isidoro de León, donde están enterrados muchos de los reyes de León.
San Juan de la Peña y San Pedro el Viejo de Huesca, donde están enterrados los reyes de Aragón hasta la unión con Cataluña. En el primero hay también reyes del reino de Pamplona, de cuando el territorio era navarro.
San Román de Hornija, en Valladolid, cuyo origen fue un cenobio visigodo fundado por Chindasvinto para su propio enterramiento y el de su esposa Reciberga (o Reciwerga).
San Salvador de Oña (Burgos), convertido en panteón condal y regio en la segunda mitad del s. XII.
Santes Creus y Poblet, reyes de la Corona de Aragón.

[1] - Entre los monasterios con panteones o enterramientos familiares de la nobleza, cabe distinguir:

Monasterio de Loeches con el enterramiento del conde-duque de Olivares y sus descendientes los duques de Alba. Se trata de una capilla lateral.
Monasterio de Porta Coeli en Valladolid, con el enterramiento de su promotor y benefactor Rodrigo Calderón, valido del duque de Lerma.
Monasterio de San Pedro de Cardeña, donde fue enterrado El Cid, cuya familia estaba especialmente vinculada a él (su mujer e hijas se refugiaron en él durante su destierro). En la guerra de Independencia fue saqueado por el ejército francés y su tumba profanada.
Monasterio de Santa María la Real de Nájera, que tiene un importante panteón de Caballeros.
Monasterio de Santa Paula de Sevilla, con los marqueses de Montemayor.
Monasterio del Parral en Segovia, que mantiene la tumba del marqués de Villena.
San Francisco de Guadalajara, con los duques del Infantado que construyen una cripta.
San Jerónimo de Cotalba en Alfahuir, (Valencia), donde están enterrados los Infantes Don Juan y Doña Blanca de Aragón.
San Jerónimo de Granada, cuyo fundador, el Gran Capitán, quiso enterrarse allí.

0.11.12 ] - Monasterios (o conventos) como centro de enseñanza

Estos monasterios tienen su principal actividad en la enseñanza y educación de escolares, de lo que se ocupa la propia comunidad. Las dependencias y el modo de vida religioso no se diferencian de los demás monasterios; sólo son distintas sus horas de trabajo pues en lugar de cultivar la tierra, su labora va encauzado a la instrucción y educación. Ejemplos de este tipo de monasterio son el convento de Santo Domingo como Universidad de Orihuela (conocido como Colegio de Santo Domingo) y el convento de San Esteban de Murcia.

Las grandes universidades (Universidad de Salamanca, Universidad de Valladolid y Universidad de Alcalá) estuvieron estrechamente vinculadas al clero regular, a través de las órdenes religiosas que controlaban sus Colegios, sobre todo dominicos y agustinos, a los que se añadieron los jesuitas desde el s. XVI. En las ciudades universitarias hubo importantes fundaciones monásticas o conventuales, como el dominico Convento de San Esteban de Salamanca.

0.11.13 ] - Monasterio o convento urbano

En general se denomina convento a aquellos monasterios que se ubican dentro del casco urbano y que además suelen pertenecer a las llamadas Órdenes Mendicantes; pero no debe tomarse como una regla general pues a veces estos conventos no se edifican dentro sino fuera de la ciudad, aunque desde luego en lugares próximos y nunca en plena Naturaleza y alejados de las urbes como lo vinieron haciendo los benedictinos y cistercienses, incluso los pequeños eremitorios.

Aunque en lo esencial no se distancian de los monasterios tradicionales, tienen sus propias características arquitectónicas. Los edificios no están en la mayoría de los casos rodeados por una muralla o cerca que los aísle, siendo las únicas tapias las que se levantan para el jardín o huerta. Las ventanas se asoman a las calles de la ciudad por lo que es necesario proteger la clausura con un cerramiento de celosías. Los ciudadanos tienen acceso directo al edificio de la iglesia y solo dentro de ella se hace un apartado de clausura para los religiosos (monjes o monjas). Dentro de la iglesia, el púlpito llega a ser un elemento muy importante puesto que estas congregaciones tienen como principal meta instruir y hablar directamente con los fieles.

En los conventos femeninos hay otros elementos que los caracterizan, como la existencia de un torno, único elemento de contacto con el exterior desde la portería, y el hecho de construir en la iglesia (a veces) un coro alto y un coro bajo a los pies, o un coro bajo en el lateral del presbiterio, con comulgatorio provisto de reja.
La mayor cantidad de este tipo de conventos urbanos proliferó durante los siglos XVI y XVII en todo el territorio español.

0.11.14 ] - Decadencia y eventos acaecidos en los monasterios españoles

Muchos de los cenobios hispanos fueron abandonados, olvidados y perdidos, algunos incluso en la memoria histórica. Los monasterios medievales se fueron manteniendo, aunque algunos sufrieron expolios e incendios, recuperándose de estas desgracias con nuevas reconstrucciones.

El s. XIX fue decisivo para la conservación de estos edificios monacales. La Guerra de la Independencia Española aportó gran número de calamidades, siendo elegidos estos lugares para acuartelamiento y aprovisionamiento de tropas francesas y en algunos casos las iglesias fueron convertidas en caballerizas o cocinas. Se hizo fuego para calentarse y cocinar, con las subsiguientes consecuencias. Muchos de los sarcófagos fueron profanados en busca de posibles tesoros o por el solo placer de destruir, aparte del expolio y robo de obras de arte que conlleva el ambiente especial de una guerra. En algunos casos, la destrucción fue planificada conscientemente con un fin de transformación social: tal fue el caso de la demolición de conventos en Madrid o el convento de San Francisco (Valladolid).

Tras unos años de paz, restauración de edificios y recuperación de obras desperdigadas, los monasterios se vieron de nuevo envueltos en los avatares de las Guerras Carlistas, por la identificación entre el bando carlista y el clero, entre los que destacó la quema de conventos de 1835, que incluyó una matanza de frailes. Finalmente, en este mismo siglo, las distintas desamortizaciones terminaron con el patrimonio de la mayoría de los monasterios medievales. Muchas de sus iglesias se salvaron porque pasaron a ser parroquias que tomaron una nueva vida. En algunos casos, distintas instituciones provinciales o particulares salieron al paso ideando museos donde poder guardar las piezas artísticas rescatadas, incluso partes de su arquitectura. Las ruinas monásticas pasaron a convertirse en un tópico del romanticismo, y poetas y músicos buscaban inspiración en ellas. Son destacables las estancias de Fryderyk Chopin y George Sand en la secularizada Cartuja de Valldemosa (Mallorca) y de los hermanos Gustavo Adolfo Bécquer y Valeriano Domínguez Bécquer en el cisterciense Monasterio de Veruela (Zaragoza).

En el último cuarto del s. XIX, con la Restauración, se produjo un clima político más favorable a la fundación de nuevas órdenes religiosas y la restauración de las antiguas, y algunos monasterios pudieron reavivar la vida monacal.

En el primer tercio del s. XX, encrespado el ambiente político y social por coyunturas críticas, salió de nuevo a la luz el viejo anticlericalismo español en momentos como la Semana Trágica de Barcelona de 1909. En 1910 se promulgó la Ley del candado que impedía el establecimiento de nuevas congregaciones religiosas. En 1931, al poco de proclamarse la Segunda República Española tuvo lugar una nueva quema de conventos; aunque mucho más graves fueron las destrucciones durante la Guerra Civil Española, con miles de víctimas entre el clero.

En el último cuarto del s. XX, tanto el Estado Español como estamentos particulares (Cajas de Ahorro, Asociaciones, Patronatos, etc.) tomaron conciencia del gran patrimonio monacal ruinoso que se perdía, grandes edificios abandonados o mal cuidados pero que aun mantenían en pie parte de su arquitectura y comenzó el afán por otorgarles un sentido y una utilidad, como rehabilitación para museos, casas de cultura, escuelas de capataces o de granjas, etc.

0.11.15 ] - El conjunto arquitectónico de los monasterios españoles

El monasterio y sus dependencias acabó de consolidarse con la orden benedictina de Cluny en época del románico, en la Alta Edad Media. Los monjes de Cluny se extendieron por toda Europa fundando los monasterios cuya estructura arquitectónica sería en adelante el ejemplo a seguir, con pequeñas variantes en algunas órdenes monacales. De una manera general y teniendo siempre en cuenta las posibles diferencias, se pueden describir someramente las partes del complejo monástico español.

[1] - Signos externos de los edificios

En muchos monasterios o conventos suele ser habitual la construcción de cruceros o de pequeñas ermitas que servían como humilladero, ubicadas en la gran extensión de la huerta. También lo es la construcción de fuentes y del pozo que se suele abrir en el centro o en un lateral del patio.

En los muros aparece repetidamente la imagen del santo patrono de la orden correspondiente o la advocación titular de la iglesia. A veces se mantiene la advocación original de la fundación del monasterio y otras veces se cambia al recibir las reliquias de algún santo local o foráneo.

Como decoración escultórica abundan los escudos entre los que se encuentran los de la orden monacal que corresponda, los de los reyes o nobles fundadores o patrocinadores, los episcopales (cuando ha lugar) y la armas de la ciudad. También es frecuente ver figuras representando al fundador.

Un complemento importante es la torre o la simple espadaña cuyas campanas hacen las veces de reloj municipal. El lenguaje de las campanas fue muy importante durante la Edad Media y Renacimiento pues además de representar el tiempo era el pregonero que anunciaba los acontecimientos.

[2] - La iglesia

Las iglesias de los monasterios presentan algunos rasgos que las diferencian de aquellas del clero secular, sobre todo en lo que se refiere a los coros, sacristías y celdas penitenciales. En todo lo demás siguen las mismas normas y su espacio está destinado a practicar la liturgia, siendo el centro de vida espiritual y religiosa de las comunidades.

Siempre se orientan al este, como el resto de las iglesias cristianas (salvo en aquellos casos en que la toponimia obliga a otra colocación). Su planta es de cruz latina, con crucero y ábside o ábsides. Suelen tener tres puertas: la principal a los pies, que da acceso al exterior, otra abierta en uno de los muros laterales para dar paso al claustro (con uso exclusivo de los monjes) y una tercera ubicada en el crucero, que conduce a la sacristía.

[3] - Capillas y altares laterales

En los monasterios masculinos existe una gran cantidad de capillas o simplemente altares emplazados en espacios pequeños, debido a la obligación que tenían los monjes de decir misa diaria cada uno. Sin embargo en los monasterios femeninos no existe esta necesidad pues cuentan con un solo capellán para toda la comunidad. Este razonamiento es aplicable a las sacristías, que son muy espaciosas en los monasterios masculinos ya que en ellas se revisten a la vez varios oficiantes.

[4] - Presbiterio

Es el lugar donde se coloca el altar mayor y el retablo (en la época en que se instalan retablos) que suele estar presidido por la escultura del santo patrón del monasterio. En algunos, esta imagen se encuentra metida en un camarín cuya trasera está adecuada a la visita y peregrinación de los fieles. Tal es el caso del monasterio de la Virgen de Guadalupe.

[5] - Coro

En los monasterios españoles es costumbre que el coro se encuentre en medio de la nave central de la iglesia, separado del presbiterio por la nave del crucero. También puede ubicarse en el ábside, tras el altar mayor, rodeando la pared circular. El coro en el centro de la nave es un espacio acotado que suele estar rodeado por una reja. Dentro, está amueblado con la sillería que por lo general es de gran importancia artística pues su elaboración se solía encargar a artistas consagrados. Tanto los tableros de los respaldos como los reposabrazos y misericordias están profusamente adornados con tallas que siguen programas iconográficos de símbolos de animales, mitología, alegorías, escenas cotidianas, etc. En el centro del coro se halla un mueble llamado facistol que sirve de soporte al gran libro litúrgico de música coral, escrito con grandes caracteres para que pueda ser leído desde lejos por los monjes. En un lateral se encuentra el órgano, instrumento musical por excelencia.

[6] - El claustro

El claustro medieval español por antonomasia es el benedictino cuyo patrón se difundió por toda la Europa cristiana. Su construcción consta de cuatro galerías llamadas pandas, una de ellas pegada a la nave sur o nave norte de la iglesia. La panda este se dedica siempre a la sala capitular y alguna otra pequeña dependencia. La panda oeste alberga por lo general la cilla y la zona de legos, y la panda frontera a la iglesia tiene el refectorio, calefactorio y cocina y en algunos monasterios la sala llamada de profundis que hace de paso para el refectorio y donde los religiosos entonan el salmo:
«De profundis clamavi ad te Dominum…»
Salmo 130 (129)

[7] - Enfermería, botica y jardín de plantas aromáticas

Una de las ordenanzas más claras y más insistentes de San Benito era la de ejercer la caridad para con los enfermos pobres. Con este fin se crearon muchos hospitales en el mismo recinto del monasterio o en espacios algo alejados. Dentro del monasterio existía la enfermería que usaban los propios frailes o, en ocasiones, algún visitante enfermo. Como complemento para la enfermería se fueron creando las boticas y para suministrar productos a estas boticas se crearon los jardines de plantas aromáticas o jardín de la botica. El monasterio quedaba así autoabastecido para el capítulo de la salud. En algunos casos fue preciso crear una farmacia aun mayor que pudiera atender a las necesidades requeridas por el pueblo o la aldea que se había ido formando alrededor del monasterio. Así ocurrió con la botica del monasterio de Santo Domingo de Silos que se fundó en 1705 a petición del pueblo de Silos. Llegó a ser una botica famosa y reconocida en la región y hoy (año 2014) se conserva bastante bien y se muestra como museo y como ejemplo y estudio de lo que fue una botica monacal. Tiene la particularidad de conservar el botamen fabricado en Talavera de la Reina, especialmente para este centro, con el escudo heráldico del monasterio.

De los jardines aromáticos cultivados por los monjes se tiene noticia escrita de muchos de ellos. En el monasterio de Santa María de Matallana en la provincia de Valladolid, tras la reconstrucción de sus ruinas se recuperó el espacio que los monjes habían dedicado a este jardín, sembrando las plantas que se sabía que habían estado en ese mismo lugar. Otra botica importante fue la del monasterio de San Julián de Samos en la provincia de Lugo; todavía se muestra como museo.
Las boticas estaban atendidas por los propios monjes especializados. En ellas se llevaba a cabo todas las labores pertinentes para la fabricación de medicamentos, ungüentos, y licores tanto medicinales como de otro tipo. En muchas de estas boticas se conservan entre otros utensilios, los alambiques usados para las destilaciones.

[8] - Scriptorium (escritorio) y biblioteca

En la Alta y Baja Edad Media la cultura estaba en manos de los monjes de los monasterios. Era allí donde se fraguaba la literatura y la ciencia, donde se escribían libros, o se copiaban manuscritos y donde se hacían traducciones. Muchos de estos monasterios de alta cultura tenían sus propios scriptoria, en una zona recogida y bien ambientada, amueblada con pupitres, atriles y estanterías y dotada de cálamos, pergaminos, tintas y distintos utensilios necesarios para la escritura y la pintura de miniaturas. A juzgar por los manuscritos iluminados que se conservan en Cataluña se sospecha que el número de monasterios con escritorios debió ser abundante. El Real Monasterio de Santa María de Vallbona tuvo un escritorio importante de donde salieron grandes ejemplares. También su biblioteca fue muy afamada.

En el monasterio de Montserrat existe una buena biblioteca a pesar de los avatares de guerras e incendios, que cuenta con 400 incunables. Del escritorio de Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda en Aragón todavía se conserva su espacio.
Otra biblioteca a tener en cuenta fue la de Santa María de Huerta, en Soria cuyo salón fue construido en el s. XII y decorado en el XVII. En el monasterio de Valvanera perdura aun su rica biblioteca donde se conservan documentos que hablan de un ejemplar que hubo de la Biblia Políglota de Valvanera; Felipe II se lo llevó a El Escorial y allí desapareció en un incendio. En Galicia el célebre monasterio de San Julián de Samos tenía una gran biblioteca que se quemó en un incendio a finales del s. XX. Famosa y abundante es también la biblioteca de El Escorial.

[9] - Cementerio para monjes

Por lo general los monjes eran enterrados en las pandas de los claustros donde se construía una cripta. Los monjes cistercienses se enterraban directamente en la tierra (sin ataúd) y bocabajo. Los abades eran enterrados en la sala capitular.

[10] - Otras dependencias

Una de las zonas más importante en un monasterio es la huerta, ya sea grande o pequeña. Es el abastecimiento para la subsistencia, por lo que era tratada con sumo cuidado. Los monasterios grandes tenían huertas enormes con todo tipo de instalaciones, como fuentes, canales y norias. En algunos conventos de órdenes menores se solían construir pequeñas ermitas u oratorios donde acudían por épocas los monjes para hacer penitencia y retiro espiritual.

A veces se construían hospederías fuera de la zona de clausura. Con el paso del tiempo y con la autoridad cada vez mayor del abad fue costumbre edificar su casa aparte, lugar donde recibía las visitas importantes.

En los grandes monasterios no solo había abastecimiento para la subsistencia sino para una poderosa economía; había talleres de todo tipo, ferrerías, molinos, alfarerías, lagares, etc.

[11] - Patrimonio

Pese a los grandes avatares sufridos por los monasterios españoles (incendios, robos, expolios, desamortizaciones, desidia) se conserva aun un cuantioso patrimonio de arte mueble.

Desde su origen las fundaciones de los monasterios trataron de que la casa fuera de lo más austero, sin admitir signos externos de riqueza. Pero mantener este criterio fue prácticamente imposible debido a la voluntad de los fundadores laicos, patrocinadores y donantes que consideraban sus regalos como algo muy especial que iba a demostrar su puesto en la sociedad, su poder, o simplemente su buen gusto. Por otro lado, los enterramientos elegidos por estos personajes ya constituían por sí solos una demostración de lujo y valor artístico. Por todo esto los monasterios fueron acumulando a lo largo de los siglos un patrimonio rico en obras de arte, ostentación de la que no pudo librarse ni siquiera la orden de cartujos, considerada como la más estricta y dura.

En el Renacimiento y en época barroca se construyeron los grandes retablos de las capillas mayores y los de menor tamaño en otras capillas, siguiendo el nuevo concepto de vida litúrgica post-contrarreformista. Así surgieron retablos como el del escultor Damián Forment en el monasterio de Poblet, que resultó de un gasto tan elevado que propició la revuelta de sus monjes contra el abad. Otro ejemplo de retablo grandioso se dio en el monasterio de San Benito el Real de Valladolid, obra maestra de Alonso Berruguete, cuyas tallas se guardan en la actualidad (año 2014) en el Museo Nacional de Escultura de esta ciudad.

Las sacristías fueron especialmente enriquecidas no solo con los muebles necesarios sino con adornos de obras de pintores famosos, generalmente rodeados con marcos valiosos. También en los muros de las iglesias o de los claustros o de las escaleras y pasillos de los edificios se colgaron pinturas que los reyes o la nobleza encargaban a sus pintores favoritos para enriquecer su patronazgo.

Son todavía numerosas las piezas litúrgicas, grandes obras de orfebrería, que se guardan en muchos monasterios expuestas en vitrinas, así como los elementos textiles de ternos, casullas y otras vestimentas. Algunos monasterios son por sí solos un auténtico museo de obras de arte, como ocurre con las Descalzas Reales de Madrid. Otros han abierto dentro de sus muros (aprovechando antiguas estancias) un museo donde colocar piezas perdidas y recuperadas; tal es el caso de Poblet cuyo museo ocupa la zona que fue del Palacio del rey Martín el Humano en Poblet. En cuanto al tesoro que supone la conservación de libros valiosos, ya se hace una referencia en la sección Bibliotecas.

Fuente | Autor : http://www.wikipedia.org
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor AMunozF » Lun Ago 25, 2014 5:17 pm

2A. PARTE

----------------------------------------------MONASTERIOS EN ESPAÑA---------------------------------------------


0.11.16 ] - Algunos monasterios destacables

Algunos monasterios tienen una historia especialmente destacable o simplemente curiosa. La corta relación que se hace aquí no implica que estos monasterios sean los mejores o los más importantes sino simplemente que tienen en su historia algo diferente que ofrecer.

[1] - Monasterio de San Benito el Real de Sahagún

Tuvo tal importancia y tal poder que se le ha llegado a llamar el Cluny español. Fue el monasterio benedictino más poderoso y arrogante de la Edad Media en el Reino de León. Protegido y promocionado por el rey Alfonso VI que entre otros privilegios le concedió el de coto, protegido también por doña Urraca que le dio el derecho a acuñar moneda propia y favorecido por el rey Alfonso VII que le hace donación de los judíos de la villa en calidad de vasallos. Su patrimonio acabó abarcando parte de las actuales provincias de León, Valladolid, Palencia, Zamora y Cantabria, contando así con un número enorme de vasallos bajo su jurisdicción, mucho más numerosos que los que tenían algunas gentes principales de la época. Desde el punto de vista religioso, Sahagún fue el centro donde se implantó oficialmente y por primera vez (a instancias del papa Gregorio VII) la nueva liturgia romana en sustitución de la antigua hispana de rito mozárabe. El padre Sandoval y el padre Yepes llegan a enumerar hasta 60 monasterios y una gran cantidad de iglesias que dependían de Sahagún. Además de que su influencia llegaba desde Toledo a Cantabria y desde La Rioja a Galicia.

[2] - Monasterio de San Benito el Real de Valladolid

Su fundación en el año 1389 supuso una nueva reforma de la orden benedictina bajo la protección real de Juan I y la bendición del papa Clemente VII, ya que de nuevo se había apoderado la relajación en las costumbres de los monjes negros que, olvidando la estricta regla de San Benito, llegaron incluso a dormir fuera de los monasterios. Aquí se instauró una vida religiosa ejemplar sometida a la regla de San Benito. La clausura fue la característica de este monasterio, no sólo desde el punto de vista espiritual sino también físico, ya que se instaló doble reja en los vanos. Desde el principio se estableció con dureza y autoridad la abstinencia perpetua, el ayuno diario, severidad en los hábitos y en las habitaciones, generosidad con los más necesitados a la hora de compartir alimentos, dinero y leña. El ejemplo de este monasterio vallisoletano cundió pronto a lo largo del s. XV y al amparo de la reforma varios monasterios benedictinos pasaron a depender de éste vallisoletano, hasta tal punto que surgió la Congregación de San Benito de Valladolid, tras la bula del papa Alejandro VI. Para este fin hubo un gran número de capítulos generales en que se redactaron las Constituciones pertinentes.

[3] - Monasterio de Poblet

Fundación del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Formó parte de las cuatro grandes abadías cistercienses de la cristiandad junto con Claraval (en el valle de Absinthe, Francia), la Gran Selva (en Languedoc), Fontfreda (cerca de Narbona). En 1340 Pedro el Ceremonioso mandó crear el panteón real y nobiliario, con lo que se convirtió en un importante centro de enterramiento. Los abades de Poblet llegaron a ser muy poderosos formando parte del estamento eclesiástico que tenía potestad en las Cortes Generales. Hubo algún abad que llegó incluso a ser presidente de la Generalitat. La intervención de estos abades en las guerras catalanas se hizo patente.

[4] - Monasterio de La Rábida

Es un monasterio franciscano en el término municipal de Palos de la Frontera, en la provincia de Huelva. Éste fue un lugar importante para la historia de España pues en su clausura tuvieron lugar las largas conversaciones entre los frailes Fray Antonio de Marchena y Fray Juan Pérez y Colón durante las cuatro visitas que hizo. Los frailes ayudaron y apoyaron a Colón ante los Reyes Católicos. Se encuentra en la ruta llamada Lugares colombinos.

[5] - Monasterio de San Millán de la Cogolla

En este pequeño y humilde monasterio se escribió por primera vez las anotaciones o glosas llamadas Glosas Emilianenses, escritas en romance (un castellano poco evolucionado todavía respecto del latín) y dos o tres en euskera, por lo que se ha considerado la cuna de dichas lenguas.

[6] - Monasterio de Guadalupe

Contó con un afamado scriptorium que dio lugar a una serie de libros miniados muchos de los cuales se conservan en el museo del monasterio. Es de interés resaltar la imagen de la Virgen de Guadalupe a la que se tuvo desde la Edad Media una considerable devoción que fue trasladada por los descubridores extremeños a tierras americanas. Sobre todo en México goza de una gran veneración.

El monasterio es un lugar de peregrinación y se sabe de personajes históricos que pasaron por él en calidad de peregrinos: Cristóbal Colón, Hernán Cortés, el rey Sebastián de Portugal, Teresa de Jesús, Lope de Vega y el papa San Juan Pablo II en 1982.

[7] - Monasterio de Santo Toribio de Liébana

Fundado en el s. VI en la cántabra comarca de Liébana, acoge desde el s. VIII una reliquia del Lignum Crucis (supuestamente el mayor fragmento conservado). En esa misma época el monje Beato de Liébana escribió dos obras de gran trascendencia: los Comentarios al Apocalipsis (de los que se conservan varios ejemplares valiosísimos con ilustraciones) y la refutación de la herejía adopcionista que se había extendido entre los cristianos mozárabes bajo ocupación musulmana (obispo Elipando de Toledo). Periódicamente se celebra un jubileo o Año Santo Lebaniego.

[8] - Monasterio de San Salvador de Tábara

Fue un monasterio dúplice de monjes y monjas, de tradición visigoda, fundado por el abad Froila, bajo el patronazgo de Alfonso III y ubicado 43 km al noreste de Zamora. Las excavaciones de la torre sacaron a la luz dos columnas y un arco que daba acceso a la sala inferior de dicha torre. En esta torre estaba el scriptorium donde el monje Emeterio terminó de iluminar con miniaturas el Beato de Tábara, iniciado por su maestro Magio. El mismo Emeterio escribe la siguiente consideración:

¡Oh torre de Tábara, alta torre de piedra! Es ahí, en la parte más alta y en la primera habitación de la biblioteca, donde Emeterio estuvo sentado y encorvado sobre su tarea, a lo largo de tres meses, quedando todos los miembros baldados por el trabajo del cálamo. Terminose este libro el 6 de las Calendas de Agosto, el año 1008 de la era hispánica, a la ochava hora”.

Este comentario junto con un dibujo en que se aprecia el lugar de trabajo en la torre han sido muy valorados por dar una idea muy buena de cómo era dicho trabajo en los monasterios.

[9] - Monasterio de El Palancar

Fundado por San Pedro de Alcántara en Pedroso de Acim (provincia de Cáceres) en 1557, era considerado el más pequeño del mundo. Ampliado posteriormente, se conserva la zona original con la denominación de el conventico. En un espacio diminuto, se construyeron varias piezas: una capilla para los oficios donde sólo cabía el oficiante y un acólito, y adosada la celda del fundador, que describe Santa Teresa de Jesús de esta manera:
Paréceme fueron cuarenta años los que me dijo había dormido sola hora y media entre noche y día, y que éste era el mayor trabajo de penitencia que había tenido en los principios de vencer el sueño; y para esto estaba siempre o de rodillas o en pie. Lo que dormía era sentado y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda –como se sabe– no era más larga de cuatro pies y medio.
Libro de su vida

[10] - Monasterio de El Escorial

Concebido no sólo para monasterio sino como residencia real y como panteón de reyes de las casas de Austria y Borbón. Es un monasterio mundialmente conocido y admirado. Su arquitectura herreriana supuso una revolución en el arte español. Conserva grandes tesoros y su biblioteca y su pinacoteca están consideradas como espacios con colecciones muy ricas y valiosas.

[11] - Monasterio del Valle de los Caídos

Situado en la sierra de Guadarrama de Madrid, motivó en los años de su edificación un gran impacto social, no sólo por la proporción inmensa de la obra sino por su construcción y por el destino que se iba a dar a la parte de enterramientos.

0.11.17 ] - El monasterio español en el siglo XXI

Muchos monasterios han ido desapareciendo a través de los siglos y no se halla ningún vestigio de su construcción. Sin embargo, de algunos puede hacerse una descripción gracias a los investigadores que han tenido acceso a los documentos relacionados. En algunos casos sólo se habla de historia, pero en otros casos se conservan contratos o compras que refieren con bastante exactitud los edificios. De una gran parte de los monasterios sólo queda la iglesia como testigo del complejo que pudo ser. En otras ocasiones se presentan como ruinas que poco a poco se van rehabilitando generalmente para dedicar a algún uso fructífero. También a veces el edificio sin necesidad de haber llegado a la ruina, se ha convertido en un hotel, en un colegio o en un restaurante. En ninguno de estos casos se ha conservado como propiedad la huerta ni los edificios aledaños.

También muchos de estos monasterios medievales han recuperado su función primitiva y subsisten como comunidad de monjes o religiosas. Al no existir ya la costumbre del patronazgo ni las donaciones, estos religiosos se adaptan a la vida moderna con medios modernos y subsisten gracias a los trabajos que realizan sus miembros: elaboración de dulces, de vino y licores, de queso; cultivo de huertas pequeñas, colmenas, granjas de aves; talleres de confección de ropa, talleres de lencería fina, equipos de novia, encuadernación de todo tipo, cosméticos; lavandería, planchado, zurcido artístico, bordados; escritura de partituras, tesis doctorales, esquelas, a partir de un avanzado equipo informático; cerámica de todas clases, decoración de piezas de porcelana blanca; comida por encargo, labores agrícolas, ornamentos sagrados, formas para consagrar; cuidado de enfermos y ancianos; colegios y guardería.

Además, cerca de 250 monasterios cuentan con una hospedería para seglares que deben seguir unas normas básicas, con un costo mínimo.

Fuente | Autor : http://www.wikipedia.org

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor AMunozF » Lun Ago 25, 2014 6:12 pm

---------------------------------------------SAN HUGO EL GRANDE---------------------------------------------


..............................................Imagen◄ SAN HUGO EL GRANDE (HUGO DE CLUNY – HUGO DE SEMUR)

Abad de Cluny, nacido en Semur (Brionnais en la Diocesis def Autun, 1024; m. en Cluny, el 28 de abril de 1109. Era el hijo mayor del conde Dalmatuis de Semur y Aremberge (Aremburgis) de Vergy, descendiente de las familias más nobles de Borgoña. Damatius, dedicado a la guerra y la caza, deseaba que Hugo adoptara la misma carrera de caballero y le sucediera en sus ancestrales territorios. Pero su madre, influenciada, al parecer, por una visión de un sacerdote al que consultaba, quiso que su hijo se dedicara al servicio de Dios. Desde sus primeros años Hugo dio muestras de una extraordinaria seriedad y piedad que su padre, reconociendo su evidente aversión al oficio de caballero, se lo confío a su tío- abuelo Hugo, obispo de Auxerre, para que se preparara para el sacerdocio. Bajo la protección de este familiar, Hugo recibió su primera educación en la escuela del monasterio adjunta al priorato de S. Marcelo. A los catorce años entró en el noviciado de Cluny donde mostró tal fervor religioso que se le permitió hacer sus votos al año siguiente sin completar el severo noviciado acostumbrado en este monasterio.

El privilegio especial de la Congregación Cluniacense le permitió convertirse en diácono a los dieciocho y sacerdote a los veinte. En reconocimiento por el maravilloso celo por la disciplina de la orden y por la confianza que despertó su sobresaliente talento para el gobierno enseguida fue elegido gran prior a pesar de su juventud. Esto significaba estar al cargo de la dirección doméstica del claustro tanto en lo espiritual como en lo material y representaba al abad durante su ausencia (Cfr. D'Achery, "Spicilegium", 2ª ed., I, 686). Al morir S. Odilón el 1 de enero de 1049, después de una administración de casi medio siglo, Hugo fue unánimemente elegido Abad. El día de su toma solemne de posesión ofició el arzobispo Hugo de Besançon el día de la fiesta de la Cátedra de Pedro de Antioquía (22 de febrero de 1049).

[1] - Hugo como abad

El carácter de Hugo tiene muchas semejanzas con el de su contemporáneo Gregorio VII. Ambos ardían en el deseo de extirpar los abusos que abundaban entre el clero, deseaban acabar con la investidura y sus corolarios, con la simonía y la incontinencia clerical, y querían rescatar a la sociedad cristiana de la confusión en la que la inestabilidad política en que se hallaba debido a la avaricia y ambición de los gobernantes. El emperador reclamaba el derecho de nombrar a los obispos, abades y hasta al papa mismo (CONFLICTO DE LAS INVESTIDURAS) y en demasiados casos su selección se debía a motivos políticos sin tener en cuenta en absoluto los motivos religiosos. Los grandes propósitos tanto de Hugo como de Gregorio, fueron evitar que la iglesia se convirtiera en un mero patrimonio del Estado y reestablecer la disciplina eclesiástica. Si en ciertos casos Gregorio permitió que su pasión sobrepasara la discreción, encontró en Hugo un aliado sin fisuras y hay que atribuir el mérito a la orden benedictina, sobre todo a la rama cluniacense, de extender entre la gente y llevando a efecto en Europa occidental, las muchas y saludables reformas que emanaban de la Santa Sede.

Al fundar Cluny en 909 y dotarla de todos sus territorios, Guillermo el Piadoso de Aquitania la había colocado bajo la directa protección de Roma. Así, Cluny con su red de fundaciones dependientes de ella (ver Cluny, Congregación de; Gallia Christ., II, 374), era un arma formidable para la reforma, en manos de los sucesivos papas. Hugo delegó la elección de sus superiores de todos los claustros e Iglesias bajo su autoridad, en manos espirituales y les prometió – además de los privilegios de la congregación – el apoyo y protección de Cluny, salvando así a cientos de claustros de la avaricia de los señores seculares que procuraban no interferir con los derechos de una congregación tan poderosa que tenía el favor del emperador y de los reyes. Para asegurarse esa protección muchos claustros se afiliaron con Cluny, se abrieron nuevas casa en Francia, Alemania, España e Italia, mientras que bajo Hugo también se fundó en S. Pancras cerca de Lewes, la primera casa benedictina en Inglaterra. (ver, sin embargo, SAN AGUSTIN DE CANTERBURY; SAN DUNSTAN). Puesto que los superiores de la mayoría de estas casas estaban directa o indirectamente nombrados por Hugo y puesto que, como abad, tenía que ratificar las elecciones, es fácil de entender el importante papel que tuvo en la gran lucha entre el imperialismo y la Santa Sede.

Ya en 1049, con veinticinco años, Hugo apareció en el concilio de Reims. Y a petición y ante León IX, expresó tan enérgicamente contra los abusos que se daban que ni los obispos simoníacos pudieron oponerse a su celo. Este fervor contribuyó mucho a que se aceptaran muchas ordenanzas para remediar la disciplina eclesiástica (cfr. Labbe, "Conc.", IX, 1045-6), y León IX se lo llevó a Roma para tener el apoyo del joven abad en el gran concilio que se celebró en 1050 en el que se decidieron muchas cuestiones de disciplina eclesiástica y se condenó la herejías de Berengario (cfr. Hefele, Conciliengesch.", IV, 741).

Victor II, sucesor de León, también mantuvo a Hugo en la más alta estima y confirmó en 1055 todos los privilegios de Cluny. Al llegar Hildebrando a Francia como legado papal (1054) se apresuró a ir a Cluny a consultar con Hugo y asegurar que asistiría al concilio de Tours. Esteban IX, nada más ser elegido, llamó a Hugo a Roma, le hizo su acompañante en los viajes y finalmente murió en sus brazos en Florencia (1058). También fue acompañante de Nicolás II y con él tomo parte en el concilio de Roma que promulgó el importante decreto sobre las elecciones papales (Pascua, 1059). Fue enviado a Francia con el cardenal Esteban, un monje de Monte Cassino, para hace cumplir los decretos del sínodo romano y proceder a Aquitania, mientras su compañero iba a al noroeste. La ayuda activa de numerosos claustros pertenecientes a Cluny le permitieron realizar la misión con gran éxito. Reunió concilios en Aviñón y Vienne y logró el apoyo de los obispos para muchas importantes reformas. El mismo año presidió el concilio de Toulouse. En el concilio de Roma de 1063 defendió los privilegios de Cluny que estaba siendo atacado duramente en Francia.

Alejandro II envió a S. Pedro Damián, cardenal obispo de ostia, como legado en Francia para afrontar esta y otras cuestiones, mientras ratificaba todos los derechos y privilegios de los predecesores de Hugo. Tras una estancia en Cluny, durante la cual concibió una gran admiración y venenración por el monasterio y sus abades, como se refleja en sus cartas (cfr. "Epist.", VI, 2, 4, 5 en P.L., XCLIV, 378), el legado reunió un concilio en Chalons, que decidió a favor de Hugo.
Apenas había ascendido Hildebrando a la silla de S. Pedro como Gregorio VII cuando escribió a Cluny para asegurarse la cooperación de Hugo en la promoción de varias reformas. A Hugo le encargó ocuparse del desagradable asunto del obispo Manasse de Reims así como de comisiones en relación a la expedición del conde Evroul de Roucy contra los sarracenos en España. Gregorio le pedía frecuentemente que fuera a Roma, pero no pudo dejar Francia hasta después de los desagradables acontecimientos de 1076 (ver GREGORIO VII), apresurándose entonces a visitarle en Canossa. Con la ayuda de la condesa Matilde, se las arregló para conseguir la reconciliación -- desafortunadamente de corta duración – entre Gregorio y Enrique IV, que ya había escrito una carta afectuosa declarando su gran deseo de paz con la Iglesia (cfr. "Hist. Lit. de la France", loc. cit. infra)

Hugo trató con el legado papal en España el asunto de la reforma eclesiástica y como resultado de su diligencia y el gran favor que le dispensaba Alfonso VI de Castilla, se cambió el rito mozárabe por el ritual romano en todo su reino. (N. del T. El primer lugar en cambiar el rito fue el Monasterio de S. Juan de la Peña en Aragón; ver la crónica Pinatense). Gracias a la ayuda de muchas fundaciones cluniacenses en Aragón, Castilla, Cataluña y León etc., y a los muchos obispos cluniacenses elegidos fue capaz de dar un gran ímpetu a la reforma eclesiástica en estos lugares. En 1077 fue comisionado para presidir el concilio de Langres y después de encargarse de deponer al obispo de Orleans y al arzobispo de Reims. Gregorio le escribió muchas cartas afectuosas y en el sínodo romano de 1091 se refirió a Hugo en términos laudatorios raramente empleados por un sucesor de Pedro para una persona aún viva. Y que la opinión no era solo la del papa está claro porque Gregorio pidió a los conciliares que si compartían su opinión y contestaron: "Placet, laudamus" (Bullar. Clun., p. 21)

Al volver a comenzar la lucha entre Enrique IV y la Santa Sede, Hugo salió inmediatamente para Roma, pero fue apresado por el camino y llevado ante el rey. Habló al rey de someterse al sucesor de Pedro con tanto interés que pareció haber evitado de nuevo la guerra, de no haber sido este otro ejemplo de la bien conocida duplicidad del monarca. No es necesario volver a afirmar que la relación de Hugo con la Santa sede continuó sin cambios bajo Urbano II y Pascual II, puesto que ambos habían salido de entre las filas de sus monjes. Rodeado de cardenales y obispos, Urbano consagró el 25 de octubre de 1095 el altar mayor de la nueva iglesia de Cluny y concedió al monasterio nuevos privilegios, que fueron aumentados por Pascual durante su visita de 1107. En el gran concilio de Clermont de 1095 donde se decidió organizar la primera cruzada se vio el gran entusiasmo religioso resultado de los trabajos de Gregorio y Hugo. El abad realizó los más valiosos servicios en la composición y promulgación de los decretos, por lo que el papa se lo agradeció especialmente.
Hasta la muerte en 1106, de Enrique IV que en ese año dirigió dos cartas a su “más querido padre”, pidiéndole que rezara por él y que intercediera ante la Santa Sede (cfr. "Hist. Lit. de la France", loc. cit. infra), Hugo nunca dejó en su empeño de conseguir la reconciliación entre los poderes espiritual y temporal. En la primavera de 1109 Hugo, agotado de tantos años de trabajo y sintiendo de que aproximaba su fin, pidió los últimos sacramentos, reunió en torno a si a sus hijos espirituales y dando a cada uno el beso de paz los despidió con el saludo: Benedicite. Entonces pidió que le llevaran a la capilla de La Virgen, se vistió con tela de saco y cenizas ante el altar y así expiró su alma a su creador en la tarde del lunes de pascua (28 de abril). Su tumba, en la iglesia, fue pronto testigo de milagros; el papa Gelasio peregrinó a ella en 1119, muriendo en Cluny el 20 de enero. El 2 de febrero fue elegido en el monasterio Calixto II, que inició inmediatamente el proceso de canonización y el 6 de enero de 1120 le declaró santo, designando el 29 de abril como su fiesta. En honor de S. Hugo, se concedió al abad de Cluny en adelante el título y dignidad de cardenal. A instancias de Honorio III el traslado de sus restos se realizó el 23 de mayo de 1220. Pero con la revuelta de los hugonotes (1575), los restos y el costoso sarcófago desaparecieron quedando apenas unas pocas reliquias.

[2] - Personalidad e influencia

En pocos casos de santos se ha dado tanta unanimidad ya en el tiempo en que vivió ya después, como en el de S. Hugo. Viviendo en un edad distorsionada y de abusos, cuando la iglesia tenía que luchar contra mayores fuerzas enemigas domésticas y externas más fuertes aún que la que manejaba la Reforma, ni siquiera una voz se levantó contra este santo – ya que no tenemos en cuenta las palabras del obispo francés que en el calor de una discusión pronunció alguna palabras precipitadas y que de hecho se convertiría en uno de los principales panegiristas de Hugo. En una de sus cartas, Gregorio declara que espera con confianza el éxito de la reforma eclesiástica en Francia por la misericordia de Dios y por medio de Hugo “a quien ninguna imprecación, ningún aplauso o favor, ningún motivo personal puede desviar del camino de la rectitud” (Gregorii VII Registr., IV, 22)

En la “Vida del obispo Arnulfo de Soissons”, Arnulfo dice de Hugo:”Más puro en pensamiento y obra, como el perfecto promotor y perfecto guardián de la disciplina monástica y de la vida regular, el firme apoyo de lo verdaderamente religioso y de los hombres probos, el campeón vigoroso y defensor de la Santa Iglesia” (Mabillon, op. cit. infra, saec. VI, pars II, P. 532). Y el Obispo Bruno de Segni dice de sus últimos días:” Anciano y cargado de años reverenciado y amado por todos, aun gobernó el venerable monasterio (es decir, Cluny) con la misma consumada sabiduría – un hombre laudable en todas las cosas, difícil de comparar y de maravillosa santidad “(Muratori, "Rerum Ital. script.", III, pt. ii, 347).
Emperadores y reyes compitieron con el soberano pontífice en mostrar su veneración y estima por Hugo. Enrique el Negro en una carta que nos ha llegado se dirige a Hugo como su “muy querido padre, digno de todo respeto”, y declara que le debe a las oraciones del abad el haber recuperado la salud y el feliz nacimiento de su hijo, urgiéndole a que vaya a la corte de Colonia la próxima pascua para ser el padrino de su hijo (el futuro Enrique IV)

Durante su viudedad, la emperatriz Inés escribió a Hugo en términos no menos respetuosos y afectuosos, pidiéndole que rogara por el feliz descanso del alma de su marido y por el próspero reino de su hijo. Ya hemos hablado de las cartas que envió Enrique IV a Hugo, quien a pesar de su larga lucha para intentar someter a la Iglesia al poder imperial, parece que nunca perdió el profundo respeto y afecto de su santo padrino.

En reconocimiento por los beneficios derivados de las fundaciones cluniacenses, Fernando I el Magno de Castilla y León (m.1065), hizo a su reino tributario de Cluny; sus hijos Sancho y Alfonso (VI) doblaron los tributos y éste último, además de introducir el ritual romano a instancias de Hugo, mantuvo una afectuosa correspondencia con el abad. En 1081 Hugo fue elegido por los reyes y príncipes de varios reinos cristianos de España como árbitro para decidir las cuestiones sucesorias.

Cuando Roberto II de Borgoña rehusó asistir al concilio de Autun (1065) en el que su presencia era necesaria, Hugo fue enviado a convencerle y lo hizo tan bien y tan elocuentemente en interés de la paz que Roberto acompañó al abad sin resistirse al concilio, se reconcilió con los que habían matado a su hijo y prometió respetar en adelante las propiedades de la iglesia.

Guillermo el Conquistador, poco después de la batalla de Hastings (1066) hizo ricos regalos a Cluny y pidió ser admitido como un confrater de la abadía como los reyes españoles. Le pidió que enviara seis monjes a Inglaterra para las necesidades espirituales de la corte, petición que renovó en 1078, prometiendo nombrar a doce cluniacenses a los obispados y abadías dentro del reino.

Hugo se desentendió del tema de los nombramientos eclesiásticos y cuando un poco más tarde fundó el Priorato de S. Pancras en Lewes, tomó todas las precauciones para asegurar a sus claustros dependientes la libertad de elección y respeto del derecho canónico. Poco después se vio la necesidad de esa precaución al estallar la guerra de las investiduras bajo el hijo de Guillermo. El campeón de la iglesia en esta lucha, Anselmo de Canterbury era uno de los muchos obispos que consultaban con Hugo en sus dificultades y en tres ocasiones – una durante su exilio de Inglaterra – visitó al abad en Cluny.

Para los monjes confiados a él, Hugo fue un modelo de previsión paternal, de devoción a la disciplina y oración y de obediencia sin dudas a la Santa Sede. En el cumplimiento de los grandes objetivos de su orden, el servicio de Dios y la santificación personal, intentó hacerlo con el máximo esplendor y solemnidad en los servicios litúrgicos de Cluny. Algunas de sus ordenanzas litúrgicas, como el canto del Veni Creator en tercia del domingo de Pentecostés (y durante la octava) se extendió a toda la iglesia romana. Comenzó la magnífica iglesia de Cluny que fue, hasta la erección de S. Pedro de Roma, la más grande de la cristiandad, y considerada el más excelso ejemplo de románico de Francia. El papel de Cluny en la evolución de este estilo y de su escuela especial de escultura, el lector debe buscar los tratados sobre la historia de la arquitectura. Hugo dio el primer impulso a la introducción de la clausura estricta en los conventos de monjas, prescribiéndola por primera vez en el de Marcigny, del que su hermana fue la primera priora, en 1061 (Cucherat, op. cit. infra), y donde su madre también tomo el velo. Conocido por su caridad para con los pobres que sufrían, construyó un hospital para leprosos, donde él mismo realizaba los más básicos trabajos.

Es imposible seguir aquí el efecto que han tenido para la civilización, la concesión de la libertad personal y cívica a los siervos de la gleba y a los colonos feudatarios de Cluny, y el impulso hacia la formación de organizaciones de oficios y comerciantes – de cuyos núcleos surgieron la mayoría de las ciudades modernas de Europa.

Aunque su estudio favorito era la Escritura, Hugo animó al estudio de la ciencia en todas las formas posibles y mostró profundo interes en la educación enseñando personalmente en la escuela adjunta al monasterio. A pesar de la tremenda actividad de su vida, encontró tiempo para mantener una extensa correspondencia. Se han perdido casi todas sus cartas y su “Vida de la Virgen María”, por la que tenía una gran devoción, así como por las almas del purgatorio. Sin embargo, las que quedan y su sermón sobre el mártir S. Marcelo bastan para mostrar “ lo bien que sabia escribir y con cuanta habilidad podía hablar a los corazones” (Hist. Lit. de la France, IX, 479).

BIBLIOGRAFÍA

Las Fuentes para la biografía de Hugo son las “ Vitae” de RAINALD, HILDEDETER, el monje HUGO, GILO, ANONYMUS PRIMUS y SECUNDUS.
Las Vitae de Rainald y Anonymus Primus, unto con una sinopsis del mismo, también de Rainald, se pueden ver en Acta S.S., III, Apr., 648 58; las de Hildebert, Hugo y Anonymus Secundus en Bibliotheca Cluniacensis, ed. MARRIER y DU CHESNE (Paris, 1614), 413 38; 447 62, 557-69; LEHMANN, Forschungen zur Gesch. des Abtes Hugo I von Cluny (Gottingen, 1869) es una cuidadosa consideración de la información contenida en todas las anteriores “Vitae” excepto la de Gilo. La Vita de Gilo se editó por primera por L'HUILLIER, Vie de St-Hugurs (Solesmes, 1888) y es probablemente la mejor de todas. Respecto a la disciplina cluniacense, ver HEROOTT, Vetus disciplina monastica (Paris, 1726), 371 ss, y P.L., XCLIX (Paris, 1882). Se pueden consultar también las siguientes obras: DUCKETT, Charters and Records of Cluni (Lewes, 1890); IDEM, Record-Evidences among Archives of the Ancient Abbey of Cluni from 1077 to 1537 (Lewes, 1886), que contiene documentos relacionados con las fundaciones de la orden en Inglaterra;MABILLON, Annales O.S.B., III V (Paris, 1703-38); SAINTE-MARTHE, Gallia Christ., IV (Paris, 1728), 1117; HELVOT, Hist. des ordres religieux, V (Paris, 1792); CHAMPLY, Hist. de Cluny (Macon, 1866); Hist. Lit. de la France, IX, 465 ss.; HEIMBUCHER, Die Orden u. Kongreg. der kath. Kirche, I (Paderborn, 1896), 116 ss.; BAUMER in Kirchenlex., s.v.; BOURGAIN, Chaire Francaise, XII s. (1879), 72; BRIAL, Rec. hist. France, XIV (1896), exi, 71 3; PIGNOT, Hist. de Cluny, II (Paris, 1868), 1-372; WATTENBACH, Deutsch. Geschichtsquell., II (1874), 150; CUCHERAT, Cluny au onzieme siecle (Autun, 1886); BERNARD and BRUEL, Recucil des chartes de l'Abbaye de Cluny (Paris, 1876-); GREEVEN, Die Wirksankeit der Cluniacenser auf kirchl. u. polit. Gebiete im 11. Jahrhunderete (Wesel, 1870).

Fuente | Autor : ENCICLOPEDIA CATÓLICA | Kennedy, Thomas (1910). | Transcrito por Michael T. Barrett. Dedicado a las almas benditas del purgatorio. | Traducido por Pedro Royo

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor JeimmyRP » Lun Ago 25, 2014 6:20 pm

HOLA COMPAÑEROS EN CRISTO JESÚS!!!!!
YO ESCOGÍ:

CLUNY Y LA LITURGIA

La vida en Cluny

La Regla de Cluny (s.X), que obviamente sigue la de San Benito (s.VI), presenta características propias. Se va a primar sobre todo la vida espiritual, plasmada en dos conceptos: la oración y la lectura de la Biblia y textos de los padres fundadores; y el acto litúrgico que alcanzará especial esplendor y complejidad.
[img]<a%20target="_blank"%20href="http://imageshack.com/f/p9v7nZOlj"><img%20src="http://imagizer.imageshack.us/v2/100x75q90/909/v7nZOl.jpg"%20border="0"></a>[/img]
Si la regla original de San Benito establecía un horario más o menos equilibrado entre sus tres componentes: cuatro horas para lectura de textos sagrados y autores, tres horas y media para liturgia y seis horas para trabajo y comidas; la reforma cluniacense primará claramente el aspecto espiritual, el "Opus Dei" (especialmente los oficios litúrgicos) reduciéndose el trabajo a alguna actividad simbólica y bastante limitada, como trabajo en el huerto . Así el trabajo de los terrenos será hecho por colonos dependientes, lo cual no quiere decir que Cluny no se destacara por su papel organizador y colonizador de nuevas tierras.

Un horario de veinticuatro horas se dividiría en dos turnos: uno nocturno de doce horas, dividido a su vez entre horas de luz y noche; y otro diurno, dividido a su vez en otras horas de día y noche. Es de destacar que los principales actos religiosos, las "Grandes Horas", tengan lugar durante la noche, destacando esa importancia que se da a la actividad espiritual-litúrgica, en detrimento del trabajo que requeriría horas de luz. Quedaría tal que así:



Ca. 0´30 Oficio de las Vigilias o Nocturnas.

Ca. 4´30 Maitines o Laudes.

Antes de las 6´0 De la 2ª quincena de septiembre a todos los Santos, se dedican a misas particulares de los monjes.

a las 6´00 Recitación de la Prima, seguida del reunión del capítulo de la comunidad.

Ca. 7´30 Misa Matinal.

Ca. 8´30 De los Santos a mediados de Septiembre> misas particulares.

a las 9´00 Tercias, seguida de la misa conventual y solemne.

11´30 o 12´00 Sexta.

a las 15´00 Novenas.

ca 16´30 Canto de las Vísperas (oficio comparable a los Laudes de la noche).

a las 18´00 Las Completas...fin de las horas del día.



Así pasaba la noche, siendo el sueño interludio entre dos tiempos de oración. Los monjes se reunían en el coro para las plegarias, oraciones, de las Vigilias o Nocturnas. Una vez reunidos allí, todos se inclinaban a la vez para saludar hacia delante y detrás, la cabeza en la horizontal y levantándola lentamente. Cantaban dos salmos, una quincena y oían pasajes de los dos testamentos o de escrituras de los padres de la iglesia. Se retiraban a sus celdas para descansar cuatro horas y luego volvían a la iglesia para los cantos de maitines o Laudes (tres salmos, varias "lecciae", una cantiga y el himno de san Ambrosio). A las 6´00 el día comenzaba.


Fuente: http://www.uned.es/temple/cluny2.htm

En Cluny se restableció la observancia de la Regla de san Benito con algunas adaptaciones ya introducidas por otros reformadores. Sobre todo se quiso garantizar el papel central que debe ocupar la liturgia en la vida cristiana. Los monjes cluniacenses se dedicaban con amor y gran esmero a la celebración de las Horas litúrgicas, al canto de los Salmos, a procesiones tan devotas como solemnes y, sobre todo, a la celebración de la santa misa. Impulsaron la música sagrada; quisieron que la arquitectura y el arte contribuyeran a la belleza y solemnidad de los ritos; enriquecieron el calendario litúrgico con celebraciones especiales como, por ejemplo, a principios de noviembre, la Conmemoración de los fieles difuntos, que también nosotros acabamos de celebrar; incrementaron el culto a la Virgen María. Los monjes de Cluny otorgaban tanta importancia a la liturgia porque estaban convencidos de que era participación en la liturgia del cielo. Y se sentían responsables de interceder ante el altar de Dios por los vivos y los difuntos, puesto que muchísimos fieles les pedían con insistencia que los recordaran en la oración.

Por otro lado, esta era precisamente la finalidad con la que Guillermo el Piadoso había querido que naciera la abadía de Cluny. En el antiguo documento que atestigua su fundación, se lee: "Establezco con este don que en Cluny se construya un monasterio de regulares en honor de los Apóstoles san Pedro y san Pablo; que en él se congreguen monjes que vivan según la Regla de san Benito (...); que allí sea frecuentado un venerable refugio de oración con votos y súplicas; que allí se busque y se aspire con todo deseo e íntimo ardor la vida celestial; y que asiduamente se dirijan allí al Señor oraciones, invocaciones y súplicas".

Fuente: http://www.vatican.va/holy_father/bened ... 11_sp.html


No pude subir imágenes... Lo siento profe!
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor betyruta51 » Lun Ago 25, 2014 6:21 pm

Buena noche amigas y amigos del foro.
El Señor me concede la gracia de encontrar la audiencia general de Benedicto XVI del miércoles 11 de noviembre de 2009, en la que se refiere a la orden de Cluny, la cual me permito compartirles y también el capítulo VII que aparece en la página de la Abadía Santa María de los benedictinos en Medellín, Colombia, que habla de San Benito de Aniano.

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 11 de noviembre de 2009

La reforma cluniacense
Queridos hermanos y hermanas:
Esta mañana quiero hablaros de un movimiento monástico que revistió gran importancia en los siglos de la Edad Media, y al que ya me he referido en catequesis anteriores. Se trata de la Orden de Cluny, que, a comienzos del siglo XII, en el momento de su máxima expansión, contaba con cerca de mil doscientos monasterios: ¡una cifra verdaderamente impresionante! En Cluny, hace mil cien años, en 910, gracias a la donación de Guillermo el Piadoso, duque de Aquitania, se fundó un monasterio que se encomendó al abad Bernón. En aquel tiempo el monaquismo occidental, que había florecido algunos siglos antes con San Benito, sufría una fuerte decadencia por diversas causas: las condiciones políticas y sociales inestables, debidas a las continuas invasiones y devastaciones de pueblos no integrados en el tejido europeo, la pobreza generalizada y, sobre todo, la dependencia de las abadías de los señores locales, que controlaban todo lo que pertenecía a los territorios de su competencia. En ese contexto, Cluny representó el alma de una profunda renovación de la vida monástica, a fin de reconducirla a su inspiración originaria.
En Cluny se restableció la observancia de la Regla de san Benito con algunas adaptaciones ya introducidas por otros reformadores. Sobre todo se quiso garantizar el papel central que debe ocupar la liturgia en la vida cristiana. Los monjes cluniacenses se dedicaban con amor y gran esmero a la celebración de las Horas litúrgicas, al canto de los Salmos, a procesiones tan devotas como solemnes y, sobre todo, a la celebración de la santa misa. Impulsaron la música sagrada; quisieron que la arquitectura y el arte contribuyeran a la belleza y solemnidad de los ritos; enriquecieron el calendario litúrgico con celebraciones especiales como, por ejemplo, a principios de noviembre, la Conmemoración de los fieles difuntos, que también nosotros acabamos de celebrar; incrementaron el culto a la Virgen María. Los monjes de Cluny otorgaban tanta importancia a la liturgia porque estaban convencidos de que era participación en la liturgia del cielo. Y se sentían responsables de interceder ante el altar de Dios por los vivos y los difuntos, puesto que muchísimos fieles les pedían con insistencia que los recordaran en la oración.
Por otro lado, esta era precisamente la finalidad con la que Guillermo el Piadoso había querido que naciera la abadía de Cluny. En el antiguo documento que atestigua su fundación, se lee: "Establezco con este don que en Cluny se construya un monasterio de regulares en honor de los Apóstoles san Pedro y san Pablo; que en él se congreguen monjes que vivan según la Regla de san Benito (...); que allí sea frecuentado un venerable refugio de oración con votos y súplicas; que allí se busque y se aspire con todo deseo e íntimo ardor la vida celestial; y que asiduamente se dirijan allí al Señor oraciones, invocaciones y súplicas".
Para salvaguardar y alimentar este clima de oración, la regla cluniacense subrayó la importancia del silencio, a cuya disciplina los monjes se sometían de buena gana, convencidos de que la pureza de las virtudes, a la que aspiraban, requería un recogimiento íntimo y constante. No sorprende que muy pronto la fama de santidad envolviera al monasterio de Cluny, y que muchas otras comunidades monásticas decidieran seguir sus costumbres. Muchos príncipes y Papas pidieron a los abades de Cluny que difundieran su reforma, de manera que en poco tiempo se extendió una tupida red de monasterios vinculados a Cluny o por auténticos vínculos jurídicos o por una suerte de afiliación carismática. De este modo se iba delineando una Europa del espíritu en las diferentes regiones de Francia, en Italia, en España, en Alemania y en Hungría.
El éxito de Cluny se debió ante todo a la elevada espiritualidad que allí se cultivaba, pero asimismo a otras condiciones que favorecieron su desarrollo. A diferencia de lo que había sucedido hasta entonces, al monasterio de Cluny y a las comunidades que dependían de él se los eximió de la jurisdicción de los obispos locales y se los sometió directamente a la del Romano Pontífice. Esto conllevaba un vínculo especial con la sede de Pedro y, justamente gracias a la protección y el aliento de los Pontífices, los ideales de pureza y de fidelidad, que la reforma cluniacense quería buscar, pudieron difundirse rápidamente. Además, los abades eran elegidos sin ninguna injerencia de las autoridades civiles, a diferencia de lo que sucedía en otros lugares. Personas verdaderamente dignas se sucedieron en el gobierno de Cluny y de las numerosas comunidades monásticas dependientes: el abad Odón de Cluny, del que hablé en una catequesis hace dos meses, y otras grandes personalidades, como Emardo, Mayolo, Odilón y sobre todo Hugo el Grande, que desempeñaron su servicio durante largos periodos, asegurando estabilidad a la reforma emprendida y a su difusión. Además de Odón, se venera como santos a Mayolo, Odilón y Hugo.
La reforma cluniacense tuvo efectos positivos no sólo en la purificación y en un nuevo esplendor de la vida monástica, sino también en la vida de la Iglesia universal. La aspiración a la perfección evangélica representó un estímulo para luchar contra dos males graves que afectaban a la Iglesia de ese tiempo: la simonía, es decir, la adquisición de cargos pastorales comprándolos, y la inmoralidad del clero secular. Los abades de Cluny con su autoridad espiritual y los monjes cluniacenses que llegaron a obispos, algunos de ellos incluso a Papas, fueron protagonistas de tan imponente acción de renovación espiritual. Y no faltaron los frutos: el celibato de los sacerdotes volvió a ser estimado y vivido, y en la asunción de los cargos eclesiásticos se introdujeron procedimientos más transparentes.
Asimismo, fueron significativos los beneficios que los monasterios inspirados en la reforma cluniacense aportaron a la sociedad. En una época en la que sólo las instituciones eclesiásticas prestaban ayuda a los indigentes, la caridad se practicó con empeño. En todas las casas el limosnero tenía la obligación de hospedar a los viandantes y los peregrinos necesitados, a los sacerdotes y los religiosos que estaban de viaje y, sobre todo, a los pobres que acudían para pedir comida y un techo durante algunos días. No menos importantes fueron otras dos instituciones, típicas de la civilización medieval, promovidas desde Cluny: las llamadas "treguas de Dios" y la "paz de Dios". En una época fuertemente marcada por la violencia y por el espíritu de venganza, con las "treguas de Dios" se aseguraban largos periodos sin beligerancia, con ocasión de determinadas fiestas religiosas y de algunos días de la semana. Con "la paz de Dios" se pedía, bajo la pena de una censura canónica, que se respetara a las personas inermes y los lugares sagrados.
De este modo, en la conciencia de los pueblos de Europa se incrementaba el proceso de larga gestación que llevaría a reconocer, cada vez con más claridad, dos elementos fundamentales para la construcción de la sociedad, es decir, el valor de la persona humana y el bien primario de la paz. Además, como sucedía con las demás fundaciones monásticas, los monasterios cluniacenses disponían de amplias propiedades que hacían rendir diligentemente, contribuyendo así al desarrollo de la economía. Junto al trabajo manual, se llevaban a cabo también algunas actividades culturales típicas del monaquismo medieval como las escuelas para los niños, las bibliotecas y los scriptoria para la transcripción de libros.
De este modo, hace mil años, cuando estaba en pleno desarrollo el proceso de formación de la identidad europea, la experiencia cluniacense, difundida en amplias regiones del continente europeo, aportó su contribución importante y valiosa. Recordó la primacía de los bienes del espíritu; mantuvo viva la tensión hacia las cosas de Dios; inspiró y favoreció iniciativas e instituciones para la promoción de los valores humanos; educó en un espíritu de paz.
Queridos hermanos y hermanas, oremos para que todos los que se interesan por un humanismo auténtico y por el futuro de Europa sepan redescubrir, apreciar y defender el rico patrimonio cultural y religioso de estos siglos.


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HISTORIA DE LA ORDEN BENEDICTINA
CAPITULO VII
BENITO DE ANIANO. SEGUNDO FUNDADOR

TOMADO DE ABADIA SANTA MARIA, monjes benedictinos, Medellín, Colombia.


Convenía exponer en sus fases principales el largo itinerario seguido por la regla casiniense antes de llegar al giro de la historia que la instalaría en su vocación universal. Salida de un modesto monasterio y como rodeada en el curso de dos siglos y medio por diversas experiencias de vida ascética, contemplativa, intelectual y apostólica, va a convertirse, al cerrarse la era de la conquista misional, no sólo en la guía apreciada por su equilibrio, su sabiduría y su apertura a lo divino, sino también en un código jurídico llamado a regir la familia Sancti Benedicti dispersa por una Europa en formación desde el Ebro hasta el Elba, desde el norte de Gran Bretaña al sur de Italia, más allá del patrimonio de san Pedro. Este acontecimiento, perdido en los remolinos del tiempo, aparece como especialmente solemne dentro de la perspectiva de la historia.

Hacia 751-755, en un medio estabilizado alrededor de la sede episcopal de Metz, el obispo Chrodegango (V766), deseoso de imponer a sus clérigos una vida regular, había escogido como base la regla casiniense, aligerada y aliviada para uso de un clero que, sin ser monástico, tenía como misión principal vivir en comunidad regular y ocuparse de la celebración del oficio divino. El efecto fue concluyente y los clerici canonici de Metz se han convertido en los antepasados de nuestros canónigos. El estilo de su oficio debía ser muy cuidadoso y se sabe que Metz llegó a ser un reputado centro de celebración litúrgica y de canto romano. Además, el modo de vida monástico templado de los canónigos fue adoptado incluso en sus propios monasterios por individuos aparentemente fatigados de las observancias del monaquismo integral. Así en Saint-Denis y en Tours.

Correspondería a Carlomagno el promover en todo el imperio la adopción de la regla casiniense. Aunque él no sintió una atracción especial por el monaquismo, intentaba servirse de él para poner orden en la Iglesia franca. Pero el instrumento no era perfecto. El monaquismo franco estaba desorganizado en sus observancias y en sus bienes por las numerosas donaciones de abadías y otras propiedades que los príncipes carolingios distribuían a sus fieles, fuesen obispos o laicos. Estas donaciones constituían una renta de la que los beneficiarios sacaban el máximo, no siendo tomados los monjes a menudo más que en consideración secundaria. El propio Carlomagno recurrió a esta política de secularización. Su amigo Alcuino, que no era monje, estuvo simultáneamente a la cabeza de cinco abadías. A pesar de este género de prácticas, el emperador había decidido que los monasterios se alinearan sobre la regla casiniense por ser ésta la que mejor debía responder a su espíritu de organización.

En 787 había hecho pedir a Teodomaro, abad de Montecassino, una copia de la Regla (el famoso códice 914 de Saint-Gall transcrito sobre el origina de dos monjes de Reichenau). Siguiente este texto, los monjes en condición de estabilidad llevarían una vida de oración, de estudio y, mediante la creación de escuelas, contribuirían a elevar el nivel intelectual y moral de las gentes de iglesia, que tenían necesidad urgente de él y no sólo en el campo. Como anteriormente, los monasterios seguirían siendo centros de evangelización en país pagano y auxiliares de la política imperial entre las tribus sometidas. Las promesas de la empresa imperial fueron mantenidas en parte. Si las conversaciones obtenidas por los bautismos colectivos resultaron superficiales en muchos sitios, la reforma monástica obtuvo brillantes resultados en el terreno de la observancia regular y de la cultura cristiana.

A decir verdad, el emperador se había reservado el nombramiento de los abades. Sus elecciones fueron afortunadas a menudo, pero la intervención del soberano en este dominio reservado a la comunidad iba en contra del espíritu y de la letra de la Regla. Como los obispos en favor imperial, los abades corrían el riesgo de convertirse en funcionarios a las órdenes del príncipe. Carlomagno es el creador de esta casta de prelados que aún no siendo todos moscones de corte, no mantenían más que relaciones distantes con la fidelidad a la Regla. Unos serían responsables de la alta administración, lo que podía ser normal en una sociedad donde los clérigos y los monjes era casi los únicos en monopolizar el saber. Los mismos y otros tendrían su puesto en el círculo de los letrados que el soberano reunía alrededor de su persona. Otros se encargarán de misiones de control (missi). Y otros, por último, figurarían como soldadores mirados, mejor dispuestos a conducir la hueste a la batalla que a cantar la alabanza divina. Vendrán tiempos en que algunos de ellos, que no eran de los mediocres, se mezclarán en las disputas del trono y se sentirán lo bastante fuertes para hacer o deshacer emperadores y príncipes en nombre de la prioridad de lo espiritual y de sus propios partidismos. Este especie suministrará más tarde una casta de poderosos feudales, con frecuencia muy alejados del ideal monástico.

Carlos había distinguido a un monje de buena cuna, originario de Septimania, que había fundado, hacia los años 780, junto al río Aniane (Hérault), un monasterio cuya observancia empezaba a hacerse célebre. El abad se llamaba Benito, como el Padre de Montecassino.

Rápidamente Benito de Aniano había puesto en su activo la reforma de numerosos monasterios, pero no dio toda su medida hasta el reinado de Luis el Piadoso. Cuando éste no era todavía más que rey de Aquitania (Aquitania comprendió aproximadamente todo el país al sur del Loira y al norte del Garona), Benito había hecho pasar ya veintiséis monasterios a la regla casiniana. Convertido en emperador, el soberano proporcionó al abad la autoridad y los medios para organizar la observancia benedictina en todo el imperio. En consecuencia, hizo construir no lejos de Aquisgrán en Inde (Cornelimünster) un monasterio que sirviera de casa de formación y de centro de irradiación para la reforma general del monaquismo. También en Aquisgrán, en julio de 818, una asamblea de abades y de monjes presidida por Benito elaboró un “Capitular monástico” (Capitulare Institutum) que ponía a punto, adaptaba y completaba el texto de Montecassino. Los setenta y cinco artículos de este documento precisan, a veces con el más minucioso detalle –y dentro del sentido de austeridad-, la observancia practicada en Inde y que permanecerá bajo su vigilancia una vez propagada. En diciembre y enero de 818-819, fue autorizada una asamblea monástica para reconocer a ciertas comunidades el derecho de elegir sus abades. Contra las usurpaciones de los beneficiarios, estaba fijada una mensa conventual que aseguraba la subsistencia de los monjes independientemente de la mensa abacial atribuida al abad.

Benito murió en 821, sin haber tenido tiempo de consolidar su reforma. Pero desde entonces, el monaquismo, más o menos espontáneo y gradualmente unificado, había tomado una nueva forma. Aparecía como un medio social centralizado bajo un superior general que gobernaba a partir de un monasterio de formación común.

Este sistema de organización había sido juzgado conveniente a causa del número de monasterios esparcidos por todo el imperio entre pueblos de origen y de expresión diferentes. Tal preocupación, que no existía en los tres monasterios fundados por Benito desde Montecassino, resultaba de una situación histórica peculiar.

Al mismo tiempo, la celebración litúrgica se había recargado de ejercicios de piedad gratuitos, poco compatibles con la sobriedad y el equilibrio de las estructuras del Opus Dei tradiciona y desde luego ajenos al espíritu del legislador casiniano, con exceso de salmos y de oficios. La oración, que era fundamentalmente litúrgica, corría el riesgo de convertirse en individualmente devota sin contar con que la prolongación de la presencia en la iglesia reducía el tiempo de la lectio divina, sustancia espiritual de la vida coral y del trabajo manual, punto reglamentario precios, comprendido como servicio a la dignidad humana, de penitencia, de provecho legítimo y de equilibrio comunitario. La supresión de las escuelas externas contribuía a cerrar herméticamente la clausura. Estas innovaciones discutibles y discutidas no dañaron a lo esencial según creemos. Según Benito de Aniano, todo el que sea monástico vendrá a cantar el oficio de san Benito, siguiente el orden establecido (Ut monachi omnes cursum sancti Benedicti cantarent ordine regular) [Anales de Lorsch, 816].

No faltan los grandes nombres. Aparte de Reichnau (724), Fulda (744), Gorze (Lorena, 748), Lorsch (Worms, 764), Hersfeld (764) ya antiguos, citaremos Aniano (782), Conques (restauración en 795), Gellone (804), Rohr (815, Turingia), Corvey (fundación de Corbie en Sajonia, 816-822), Vézclay (821), Hirsau (830, Wurtemberg), Santa Giulia (840, Brescia) y Charlieu (872), Había escuelas abiertas en comunidades de gran estilo en Saint-Riquier, en Corbie, en Saint-Wandrille, en Gorze, en Saint-Denis, en Lorsch, en Fulda, en Reichenau, que ilustraban con hechos lo que se ha llamado el renacimiento carolingio.

Maestros extranjeros (entre ellos Alcuino) llamados en torno a Carlomagno inauguraron este movimiento literario, artístico y espiritual, que se prolongó con maestros francos, germanos e irlandeses bajo Luis el Piadoso (V840) y bajo Carlos el Calvo (V877). A los monjes les correspondió una parte preponderante. El estudio del latín, comenzado y llevado al éxito por los monjes celtras y anglosajones, permitía a los monjes y a los clérigos del imperio, casi los únicos que sabían leer y escribir, expresarse en una lengua de Iglesia con prestigio y que tenía algo que decir. Muchos monasterios llegaron a ser centros de cultura intelectual. Los escribas no descansaban. Los de Corbir y de Tour afinaban una escritura llamada carolina, antepasada de nuestra “romana” actual. Transcribían la Biblia y los tratados de los Padres de la Iglesia, pero no descuidaban los textos de la antigüedad latina. Obras maestras de escritura con letras de oro o de plata sobre fondo de púrpura se adornaban con miniaturas. Los monjes celtras habían imaginado una pintura abstracta, habían estilizado los animales, anudado toda clase de entrelazos y desfigurado las formas humanas en la visión de un mundo fantástico. Los anglosajones habían preferido dar formas armoniosamente humanas a las grandes páginas de sus evangelios. Los merovingios formaban sus grandes títulos con pájaros, peces, árboles y follaje. Tan diversos ensayos debían ceder el lugar a las grandes composiciones carolingias; y la ilustración de biblias, de sacramentarios, de salterios alcanzó cimas que hicieron salir la miniatura de la categoría de las artes llamadas comúnmente menores. Y las ricas encuadernaciones y los marfiles esculpidos y los cantos de Saint-Gall.

Poco iba a sobrevivir de la obra de Benito de Aniano (V821). Tras él, el mundo monástico fue profundamente trastornado por los escándalos surgidos entre los hijos de Luis el Piadoso, las intervenciones en política de los prelados más notorios, entre ellos Wala, primo de Carlomagno y prestigioso abad de Corbie, y de grandes dignatarios hacedores de reyes. Sobre todo después de 843, los seglares, los grandes y otros señores, aparte de ciertos personajes de iglesia, se veían gratificados con un abadiato temporal, oneroso y a menudo ruinoso para el abad regular o el prior que habían escogido y más aún para las comunidades. Simples caballeros se convertían en abades, con la carga de llevar a la guerra el contingente requerido y de hospedar a sus señores y donantes. Las bandas de vikingos y de sarracenos se dirigían sobre todo a los monasterios que sabían ricos. Entonces los monjes erraban por los caminos llevando los tesoros y las reliquias de sus sacristías. Otros compraban a precio de oro una seguridad provisional. Algunos resistían dentro de sus muros transformados en fortalezas. Franco, obispo de Lieja y abad de Liessies, es citado entre los más valerosos. Frisia y la actual Bélgica ofrecen un ejemplo que podríamos llamar clásico de la penetración normanda. La relativa proximidad de las bases de partida desde Dinamarca, la amplitud de los estuarios del Escalda, del Mosa y del Rin (Lek y Waal) favorecían la incursión y la penetración interior en un país llano. Durante cincuenta años, del 804 al 891, los monasterios fueron robados, vaciados e incendiados y los monjes dispersados. Y cuando volvían sobre lo que podía subsistir de la prueba, era a veces para hablar en su lugar a un señor, instalado con su propia autoridad. Aparte de los daños materiales, la desorganización había comprometido gravemente las observancias y los reclutamientos. Los normandos, derrotados en Lovaina en 891, no insistieron más por estos parajes. Las regiones abiertas a las incursiones fluviales no se vieron libres de su amenaza con tanta rapidez. Sólo prosperaban todavía en las provincias alejadas del alcance de los piratas o de los saqueadores. Fulda, Corvey, Reichenau, Saint-Gall u otros, esperando también ellos con temblores la cercanía de los caballeros húngaros que, salidos de Panonia en 898, aterrorizaron durante cerca de sesenta años a Germania, Francia e Italia. Llegaron a amenazar Roma. Las verdaderas pruebas debía infligírselas Roma a sí misma, en el curso del largo período en que estuvo bajo el poder de laicos (868 - 1057).

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Lun Ago 25, 2014 6:50 pm

Monasterio de San Pedro de Camprodón

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El origen de este monasterio hay que situarlo en una antigua iglesia, dedicada a San Pedro, que se consagró en noviembre de 904.

En el Siglo X, el conde Guifré II de Besalú tomó la decisión de fundar un monasterio en el lugar de aquella iglesia, que previamente había tomado en posesión. Para esta fundación, el conde obtuvo del Rey Luis IV de Francia (936-954) un precepto por el que se confirmaban las propiedades de la iglesia, al tiempo que se estableció que el nuevo monasterio siguiera la Regla de San Benito.

El monasterio fue creciendo en importancia y propiedades. En 1017 obtuvo del Papa Benedicto VIII una bula donde le fueron confirmadas las propiedades y se reafirmaba su independencia. A su alrededor se fue agrupando una nueva población, lo que obligó que a principios del Siglo XI se levantara una iglesia, dedicada a Santa María, como parroquia, dejando la de San Pedro para uso de la comunidad

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El monasterio de San Pedro de Camprodón o Sant Pere de Camprodon, en catalán, está ubicado en la parte más alta de la villa, en Gerona, Cataluña, fue construido en el Siglo XII y es el monumento de estilo artístico románico más representativo de la comarca y su origen se debe a la construcción de la Iglesia de Santa María.

Originariamente, el monasterio tenía forma de cruz griega, pero tras alargar una de sus naves tiene planta de cruz latina.

La nave central tiene una extensión de 34 metros y la nave lateral de 24, sostenida con cuatro arcos de medio punto en su cruce, y cuatro ábsides de forma cuadrada. En su interior se encuentran restos de las tumbas de algunos de los abades. La cúpula, octogonal, sostiene el campanario cuadrado, con 15 metros de altura, de dos pisos con ventanas de arco simple en el piso inferior y doble en el superior, la torre tiene en el interior una cúpula decorada con una cornisa.
Esta iglesia fue el origen del monasterio que se construyó más tarde como consecuencia de la expansión religiosa y cultural de la época, y en 1169 se construyó el templo de Sant Pere.

Torre Campanario.- Imagen

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En el año 1460 el claustro ya estaba muy destruido, únicamente se conservaba la iglesia, y en el Siglo XVII, el monasterio estaba en tan mal estado que los monjes y el abad debía residir en casas particulares.

Jardín.- Imagen

En 1932 el antiguo monasterio fue derribado, pues se encontraban en ruinas, esto permitió diseñar unos jardines que dan una hermosa vista y tranquilidad a la villa y después se restauró la iglesia y el claustro que quedaron destruidos por el terremoto de Cataluña 1428.

Este Monasterio de San Pedro, es Bien de Interés Cultural, Patrimonio Histórico de España, desde el 3 de junio de 1931.

Fuentes: Benedictinos cluniacenses. rutasconhistoria.es. Google
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Pachelli1960 » Lun Ago 25, 2014 7:34 pm

En 1073, Alfonso VI donaba a Cluny el monasterio de San Isidro de Dueñas, su primer priorato en el reino de León. Desde entonces y hasta inicios del siglo XVI los cluniacenses permanecieron en el occidente de España. Su número fue relativamente reducido : unos 135-180 monjes en la primera mitad del siglo XIII repartidos por 34 monasterios – la mitad obediencias dependientes de otros prioratos –, entre los que destacan San Zoilo de Carrión y Santa María de Nájera. La historiografía sobre Cluny en España se ha centrado en las relaciones entre abades y reyes hasta mediados del s. XII (C. J. Bishko, P. Segl), su papel en la introducción de la regla benedictina (A. Linage Conde) y en sus dominios monásticos – M. Cantera Montenegro, J. A. Pérez Celada. Este trabajo analiza la compleja red de relaciones con la monarquía, la nobleza, los obispos, los clérigos o las comunidades locales a lo largo de dos siglos, así como su integración en la ecclesia cluniacensis.

2La protección dispensada a Cluny por la monarquía hispana es bien conocida, tanto en lo referente al generoso censo de Fernando I y Alfonso VI o la liturgia cluniacense por los reyes leoneses, como a la donación de dos terceras partes de los prioratos cluniacenses en estos reinos – Nájera, Dueñas, Villafranca, Pombeiro, Rates… Más allá de lo estudiado por Peter Segl, cabe destacar el papel de las infantas leonesas en algunas donaciones fracasadas (León, Escalada), que puede relacionarse con la propia existencia del Infantado, guardián del panteón regio y encargado de su memoria litúrgica. Las relaciones entre los reyes y los prioratos cluniacenses siguieron siendo importantes hasta 1230 : en Nájera fue enterrada la reina Blanca, en Carrión fueron armados caballeros Alfonso VIII y Alfonso IX ; un hijo de Fernando II fue prior de Ciudad Rodrigo…

3Un aspecto importante es la relación personal entre los reyes y los monjes cluniacenses. Los contactos directos con los abades de Cluny fueron escasos, pero no con los monjes establecidos en el reino : Roberto y Bernardo con Alfonso VI, los camareros Raimundo y Umberto con Alfonso VIII… Esteban, prior de Carrión, jugó un destacado papel político en época de Urraca y Alfonso VII. Es posible que se trate del mismo Esteban que luego fue abad de Sahagún, prior de Nájera y obispo de Osma, bajo la protección de Alfonso VII. Cuando estos contactos directos con la monarquía desaparecieron, los cluniacenses recurrieron a la mediación de clérigos del rey – el arcediano Geraldo, Peregrinus abad del Puerto – o la alta nobleza (los Haro), para conseguir la protección regia.

4El destacado papel jugado por los reyes leoneses en la implantación de Cluny en España ha dejado siempre en segundo término a la nobleza. Con todo, la tercera parte de los prioratos hispanos fueron donados por familias de la nobleza, ligadas por lazos de fidelidad y parentesco a la monarquía : los Beni Gómez (Carrión) u otras emparentadas con Jimena Muñoz, la amante de Alfonso VI – monasterios en Asturias, Galicia y Portugal. Su relación con Cluny se prolongó hasta mediados del siglo XII, e incluso más (los Traba). Además de las donaciones, varios miembros de esta aristocracia se hicieron monjes o monjas en Cluny o Marcigny, establecieron el pago de censos directos a Cluny, fueron inscritos en sus necrologios. Con todo el número de familias aristocráticas relacionadas con Cluny es reducido.

5La complejidad de las relaciones mantenidas entre la aristocracia y los cluniacenses se puede ejemplificar en los Haro y Santa María de Nájera. Se conocen donaciones suyas desde 1121 a 1275, a menudo unidas a la dotación de un aniversario y elección de sepultura en su claustro, en el que llegaron a construir una gran capilla. Además los Haro protegieron al monasterio – en los tribunales y por las armas – frente al obispo de Calahorra y otros nobles o habitantes de la comarca, intercedieron ante el rey en su favor, le prestaron dinero y dieron alimentos cuando fue necesario ; pero también se atribuyeron la protección de los monjes claustrales frente a sus propios priores, camareros, visitadores y los mismos abades de Cluny. Las funciones desempeñadas por los Haro en Nájera eran compartidas en otros monasterios por varias familias de nobles de la comarca, que se convirtieron en sus amici, término que conlleva la defensa y auxilio del monasterio, recibieron bienes en prestimonio o encomienda, se hicieron fratres, familiares o racioneros del monasterio…

6La relación con los obispos hispanos oscila entre la protección y el conflicto. Se ha incidido especialmente en el carácter cluniacense de algunos obispos, como Bernardo de Toledo, aunque en muchos casos sin pruebas. También se señala que sólo Mauricio de Coimbra donó un priorato a Cluny ; sin embargo Bernardo II de Palencia, Jimeno II de Burgos, Diego Gelmírez de Compostela, Munio de Mondoñedo, Pelayo de Astorga o Berenguer de Salamanca jugaron un papel muy activo en otras donaciones. Varios prelados buscaron la intercesión de las oraciones de los monjes cluniacenses, sin por ello haber sido ellos monjes de Cluny – Alón de Astorga, Diego Gelmírez, Pedro de Pamplona, Mauricio de Coimbra, Raimundo de Palencia.

7Los conflictos con los prioratos cluniacenses en torno a los derechos episcopales en las iglesias parroquiales dependientes de los mismos y en los propios prioratos, marcan la etapa que transcurre entre mediados del siglo XII y mediados del XIII. El enfrentamiento entre los priores de Nájera y el obispo de Calahorra puede resultar ejemplar. Los conflictos se prolongaron durante décadas en medio de recursos a la autoridad pontificia, violencias, pesquisas, privilegios papales, falsificación de documentos, sentencias incumplidas, excomuniones, interdictos, compra de voluntades, propaganda entre el pueblo… Todo ello agotó económicamente a los prioratos, que tras el IV Concilio de Letrán, se vieron obligados a pactar. Entre 1222-1228 se alcanzaron acuerdos con los obispos de Calahorra y Burgos sobre los prioratos y parroquias dependientes de Nájera, con el de Braga sobre Vimieiro, con el de Zamora sobre el de Toro, o con el de Palencia sobre Entrepeñas, Dueñas y Carrión. Un nuevo grupo de acuerdos se alcanzó tras el I Concilio de Lyon (1245). Todos ellos confirmados por el abad y capítulo de Cluny.

8Las relaciones con reyes, nobles y obispos no agotan las redes sociales de los cluniacenses en España. Los protagonistas de los « Milagros de San Zoilo », escritos en Carrión hacia 1136, son los campesinos y burgueses del contorno, o los peregrinos a Santiago, a quienes se proponen diversas formas de servir al santo. No es extraño, pues los prioratos más importantes se encontraban en villas y ciudades. A pesar de los conflictos, también los monjes incluyeron a los concejos entre sus benefactores, dándoles parte en todos sus bienes espirituales, oraciones y buenas obras, como hizo San Boal con Cuellar.

9San Zoilo de Carrión y San Román de Entrepeñas pactaron con varios concejos la forma de elección – preferencia de los clérigos naturales del lugar a la hora de servir la iglesias, obligación de los clérigos de ser vasallos del prior – y retribución de los clérigos de las respectivas iglesias parroquiales – reparto de los diezmos y otras rentas eclesiásticas. Los clérigos de las parroquias jugaron un papel fundamental como intermediarios en las relaciones entre los prioratos y las comunidades locales. La documentación de San Román ilumina una red de clérigos en torno al monasterio, con relaciones tan complejas como las establecidas con la nobleza : donan solares, eligen sepultura en el monasterio, se hacen sus vasallos pagando una renta pactada, se convierten en familiares del monasterio o en racioneros – es decir, obtienen el derecho a ser alimentados y vestidos en el mismo –, reciben un beneficio en una iglesia o una capellanía, administran las propiedades del priorato, incluso han sido criados y formados en él.

10Los prioratos intentaron crear lazos espirituales que reforzasen su contacto con servidores, vasallos y vecinos. Se conoce la participación de los habitantes de la comarca en la fiestas principales de los prioratos y la constitución de una cofradía, que reunía a clérigos y laicos de la comarca, en torno a San Martín de Jubia (1190). Los cofrades trabajarían en la reedificación de la iglesia ; a cambio obtendrían indulgencias, serían partícipes en las buenas obras que se hiciesen en ese monasterio y en todos los cluniacenses ; los monjes rezarían por los difuntos y celebrarían anualmente un treintenario en el que alimentarían un pobre diariamente. Con ello los cofrades conseguían de forma colectiva beneficios similares a los ofrecidos a los reyes y nobles leoneses un siglo antes.

11El estudio de las comunidades monásticas resulta difícil por la escasez de noticias. El estudio onomástico y prosopográfico de cerca de 400 monjes permite conocer la organización de los conventos y la movilidad de los monjes. Hasta el primer cuarto del siglo XIII la casi totalidad de los priores fueron de origen « francés », pues el principal sistema que los abades de Cluny tuvieron para controlar los monasterios de una provincia lejana como España fue el nombramiento de los priores entre monjes de su entorno. A partir de 1225, el establecimiento de nuevos sistemas de control, como los visitadores, permitió la hispanización de estos priores, salvo los de Carrión, que eran simultáneamente camareros. Entre los oficiales destaca la presencia de « franceses » entre priores claustrales y sacristanes hasta inicios del XIII. También los había en otros oficios y entre los simples monjes, pero la onomástica hispana es cada vez más importante. Los análisis prosopográficos revelan además el movimiento de los monjes de uno a otro lado de los Pirineos, pero también entre uno y otro priorato hispano por distintas razones : nombramiento de un prior de un monasterio menor como prior de uno conventual, o de un monje de un monasterio conventual como prior de uno menor u obedienciario ; traslados por razones disciplinarias ; necesidades de la orden…

12De la organización interna de los monasterios cabe destacar el contraste entre los grandes prioratos (Carrión, Nájera), con variedad de oficios, y los conventuales y menores, donde en todo caso aparece un « mayordomo ». Así mismo al cillerero se le denominaba también mayordomo o claviger, al socillerero, cellerarius coquine, coquinarius, dominus coquine, procurator coquine o sennor de la cozina, y al camarero, « señor del vestuario », para distinguirle del camarero provincial. Hay que destacar también las tensiones internas entre el convento de Nájera y sus priores a lo largo del siglo XIII, con un trasfondo económico y una clara separación de mesas.

13Junto a los monjes, los documentos mencionan a los fratres, en especial en los prioratos menores. Confirmaban documentos, participaban en la toma de decisiones, administraban bienes del monasterio como mayordomos, encargados de las construcciones, recibiendo propiedades en prestimonio… Sin duda jugaban un papel fundamental como enlace entre el monasterio y el mundo de los laicos, contribuyendo a sostener la posición de los cluniacenses en cada comarca.

14Los prioratos hispanos formaron parte de la ecclesia cluniacensis y luego de la Orden de Cluny. Su control por el abad era difícil dada su lejanía. Al margen de algunas visitas, la supervisión se realizó mediante los camareros, que aparecen desde época del abad Ponce. Se trata primero de enviados temporales al reino, luego de priores de monasterios hispanos que asumen este cargo. Entre 1169 y 1222 existieron dos camareros al frente de sendas provincias (España y Galicia), pero desde 1223 ambas se unifican en la camarería de Carrión. Los camareros jugaron un papel clave en la vida de los prioratos, recibiendo donaciones, recaudando censos para Cluny, autorizando operaciones económicas en nombre del abad…

15Entre los cambios organizativos de Cluny en el siglo XIII, los que la transformaron en Orden, se encuentra también la creación de los visitadores. Se tiene constancia de su presencia en España desde 1214, aunque hay que esperar a 1245 para encontrar las primeras actas de las visitas. Además, desde 1200 se institucionalizó el Capítulo General de Cluny, al que debían acudir los priores hispanos cada dos años para informar de su gestión temporal – se detecta un creciente endeudamiento en el siglo XIII – y espiritual, lo que no siempre ocurría. Los capítulos provinciales, de los que hay indicios desde 1228, paliaban este problema.

16En la segunda mitad del siglo XIII los prioratos hispanos manifestaban crecientes problemas disciplinarios y económicos, mientras su red de relaciones sociales se degradaba. Todo ello abrió una etapa de crisis, que necesita su propio estudio.

17La obra cuenta con índices general, onomástico y toponímico, que pueden consultarse en http://www.uni-muenster.de/​Fruehmittelalter/​Projekte/​Cluny/​BiblClun/​reglero_cluny-espagne.htm. También se incluye un breve apéndice documental.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Clara Gloria » Lun Ago 25, 2014 7:36 pm

La abadía de la Orden de Cluny
Antecedentes Históricos.-
En el año 909 surge la inquietud por reformar las órdenes monásticas,
El 11 de septiembre de 910 fue creada la Orden de Cluny, cuando el duque de Aquitania Guillermo I hace la donación de la Villa de Cluny al papado para que se fundara un monasterios con 12 monejes, se ubicaba en las tierras fértiles del valle del Grosne, en la Borgoña francesa, cabe señalar que esta donación llevaba la intención de solicitar la protección de la Santa Sede así fortalecería su poder, con esto Guillermo I conocido como Guillermo el Piadoso trata de evitar el control por los laicos. En esta época se nombra al abad Bernón, quien vendría a expandir la Santa Regla de los mojes impuesta por San Benito de Nursia, y es Benito de Aniane quien se encargaría de hacer algunas reformas a dicha regla, logra su expansión por todo Europa y durante la edad Media la Orden Cluny llega a convertirse en la orden más importante, ya que comienza a imponerse logrando agrupar a un gran número de conventos.
200 años más, a partir de su fundación de 909, la Orden Cluny fue gobernada por seis abades siguientes:
 Beato Bernor (+927)
 San Odón (+942)
 Beato Aymard (dimitió sus funciones 948)
 San Maieul (+994)
 San Odilón (+1048)
 San Hugo (+1109)

Algunas de las Reformas.-
El regreso a la iglesia primitiva renunciar a la propiedad privada y a la vida social, quedando así a las órdenes del Papa como director principal logrando en cierta forma una independencia religiosa sometida solamente a las órdenes del papales, con esto se libera del feudalismo episcopal y la iglesia propia. Se le resta importancia a los trabajos manuales para priorizar las labores intelectuales y a impulsar el crecimiento en la vida espiritual.
El rezo, que se desarrollaba en comunidad en la iglesia del monasterio, tenía lugar mediante oficios litúrgicos programados a determinadas horas del día y de la noche. Más o menos cada tres horas las campanas llamaban a plegaria. A medianoche, maitines; a las tres, laudes; a las seis, prima; a las nueve, tercia; a mediodía; sexta; a las tres de la tarde, nona; a las seis, vísperas; a las nueve de la noche, completas. El ritmo era tan exigente, que los monjes dormían con el hábito para no llegar tarde.

Decadencia de la Orden Cluny
Su decadencia comienza cuando se deterioran los dos pilares de los cuales se sostenía, su libertad religiosa y la exención civil. El feudalismo monástico fue la causa cuando la abadía es considerada como la mejor para la casa de los nobles, se disputan y se suceden en la sede cluniacense.
Al paso del tiempo a causa de unos revolucionarios en el año de 1790 la abadía sufrió un fuerte ataque ya que fue saqueada y destruida, lográndose conservar solo una pequeña parte de la estructura que originalmente la conformaba. Finalizando sobre la información que encontré puedo mencionar que la abadía de Cluny fue nombrada como Patrimonio Europeo en el año 2007.

Traté de realizar un análisis breve pero completo de mi investigación, espero sea de su agrado.
Clara Gloria
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Anatra » Lun Ago 25, 2014 7:49 pm

Comparto con ustedes algo que me ayudó mucho a entender y relacionar y es el contexto histórico y antecedentes de la creación de la Orden Cluny. El texto es extraído de otro curso de Catholic.net: Historia de la Iglesia siglo a siglo
Espero les sea de utilidad como a mi

Época del feudalismo

En este tiempo estuvo vigente en Europa el sistema económico, político y social llamado feudalismo: los nobles gozaban de todos los privilegios; los campesinos eran subordinados inermes. El trabajo lo realizaban los hombres de la gleba que no tenían retribución alguna. Los funcionarios eran militares a quienes los emperadores y señores feudales retribuían con tierras y territorios.

Como no había comunicaciones ni justicia organizada, el más fuerte se apropiaba de todo lo que podía; surgen así reyes, príncipes, condes, marqueses. Los honestos, los menos favorecidos, vivían de prestado en tierra ajena; se les hacía concesión con cláusulas, humanas a veces, inhumanas casi siempre. El que poseía y mandaba hacía la ley, era el señor feudal; el que nada poseía era vasallo; y, ¡a obedecer sin chistar!

De esta manera, la unidad europea soñada por Carlomagno desapareció, pues estaba dividida en multitud de reinos, principados, ducados, etc. El cargo de emperador resultaba, salvo excepciones, nominal

Otón I, el grande
El Sacro Imperio romano germánico[/size]

El imperio germánico de occidente empezó a cobrar fuerza a partir de Otón el Grande, hijo de Enrique I, duque de Sajonia. Otón I tuvo para la historia europea una importancia semejante a la que había tenido Carlomagno siglo y medio antes. Su fortalecimiento lo procuró, sobre todo, a través de una íntima colaboración de la Iglesia en los negocios públicos del reino. Los grandes eclesiásticos habrían de ser, en el pensamiento político de Otón, la clave de la estabilidad de la monarquía germánica.

Otón fue coronado por el papa Juan XII, a quien éste llamó a Roma para defenderlo de los ataques de Berengario63 que gobernaba gran parte de Italia. El Papa Juan XII tenía que respetar unas obligaciones de fidelidad con Otón, pero pronto empezó a ignorarlas, volviendo a reanudar relaciones con sus antiguos enemigos, Berengario y Lamberto.

Otón regresó a prisa a Roma, y aprovechando que el Papa llevaba una vida un tanto frívola, convocó un concilio de obispos, para deponer al papa Juan y elegir a su secretario León. Aprovechó en esta ocasión Otón para que le volvieran a conferir un derecho que en el pasado pertenecía al emperador de oriente con un añadido considerable: la elección del papa no sólo tenía que gozar de la aprobación del emperador, sino que además el que fuera elegido tenía que jurarle fidelidad. Para acapararse el apoyo de los obispos les dio poder también político en las ciudades desvinculadas de la autoridad de los condes y haciéndoles independientes.

Nació así la institución de los obispos-condes, causa a lo largo de mucho tiempo de luchas entre iglesia e imperio. Juan no dio su brazo a torcer: huyó de Roma y regresó con un ejército. Convocó un sínodo que depuso a León, que ya se había refugiado en la corte de Otón, y se dedicó a perpetrar acciones de venganza contra sus enemigos. Otón fue obligado a volver a Roma por tercera vez. Pero Juan murió antes de que él llegara. El sacro imperio romano germánico durará hasta 1806. Pero, a pesar de su voluntad de universalismo, seguirá siendo una realidad alemana.

Este sacro imperio romano germánico trajo consigo nuevamente la ingerencia de los emperadores y de los diversos señores feudales, especialmente italianos64 , en los asuntos de la Iglesia. Quisieron poner y deponer Papas a su antojo, aun valiéndose del asesinato, por ejemplo, el cometido contra Benedicto VI en 974, estrangulado y arrojado en el Tíber. Estaban en lucha las familias de los Crescencios, italianos, contra las familias de la corte imperial de los Otón, alemanes, que gobernaban el Sacro Imperio Romano Germánico.


La Iglesia de Cristo sigue sufriendo y desangrándose...

Continúa el siglo de hierro o siglo oscuro de la Iglesia. Los pontífices de esta centuria, impuestos por los señores feudales, fueron o mediocres o indignos. El clero estaba muy relajado. Cundían dos graves pecados: simonia o compraventa de cargos eclesiásticos; y nicolaísmo o concubinato de los sacerdotes66 .

Cómo respondían los Papas a estos graves problemas?

Los Papas, acechados por tantos peligros que les amenazaban, se habían olvidado de las funciones de protección que los emperadores desempeñaban en otro tiempo. Pero, para librarse de la violencia de las familias nobles romanas, el papa pidió ayuda a Otón. Otón efectivamente ayudó al papa y le otorgó el llamado privilegio otoniano, por el que confirmaba las donaciones territoriales hechas a la Iglesia romana por Pipino el Breve y Carlomagno. Pero restableció a la vez los derechos soberanos contenidos en la constitución romana de Ludovico Pío del año 824, en virtud de los cuales el emperador ejercía una función de vigilancia sobre la administración de los territorios de la iglesia romana y, más todavía, controlaba las elecciones pontificias, ya que ningún nuevo papa habría de ser consagrado hasta prestar juramento de fidelidad al emperador.

Así, el Papa y el emperador eran las cabezas de la cristiandad: uno en el orden espiritual –el papa-, y otro en el orden temporal –el emperador-. Altar y Trono. La armonía entre ambos poderes era la clave del buen orden de la Europa medieval, aunque en la realidad histórica de los siglos sucesivos fueron frecuentes los enfrentamientos que contribuyeron a destruir el sistema de la cristiandad.

Los problemas graves no se solucionaron con la ayuda del emperador. Se necesitaba una fuerza espiritual de renovación. Y Dios la hizo surgir en su bondad y misericordia: la Orden de Cluny.


Dios mandó la Orden de Cluny

Dios no abandona nunca a su Iglesia en los momentos cruciales, y suscitó la renovación del monasterio de Cluny en el 910, en Borgoña (Francia), que contribuyó a la reforma de la Iglesia mediante la creación de monasterios en los que se observaba estrictamente las reglas monásticas y dio origen a una nueva rama del árbol de san Benito.
Anatra
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sor maria franco » Lun Ago 25, 2014 9:04 pm

CLUNY Y LA LITURGIA

La orden de Cluny es una reforma de la orden benedictina. Fue creada el 11 de septiembre de 910 cuando Guillermo I, duque de Aquitania, donó la villa de Cluny al papado para que fundara en ella un monasterio con doce monjes. El monasterio se situó en Mâconnais, en Saona y Loira. La donación hecha por Guillermo I no es gratuita, pretende obtener la protección y la garantía de la Santa Sede dado que su poder era muy escaso. Guillermo el Piadoso intentó evitar su control por los laicos. En la Carta de fundación de la abadía se establece la libre elección del abad por parte de los monjes, un punto de suma importancia en la orden benedictina. La Carta condena gravemente a los que transgredan este artículo. La donación de Cluny no es la única. En esta época, numerosos dominios son legados al papado, como Vézelay. El prestigio de los pontífices del siglo X es relevante. La reforma monástica es apoyada por el monasterio de San Martín d’Autun y el de Fleury-sur-Loire. En el 914, se funda el monasterio de Brogne convirtiéndose en un centro de gran influencia junto con su fundador Gérard.

Guillermo el Piadoso nombró al abad Bernón, hombre importante de la reforma, como abad de Baume. Bernón estableció la observancia de la regla de Benito de Nursia, reformada por Benito de Aniane, respetando, no obstante, las directrices de los monasterios. Bernon murió en 926 tras una vida dedicada a la expansión de la regla por numerosos monasterios.

LA LITURGIA SE CONVIRTIÓ PRÁCTICAMENTE EN LA ÚNICA OCUPACIÓN DE LOS MONJES DE CLUNY
Entre los nombres importantes en la historia del monacato de occidente destaca sin duda, para bien y para mal, el de la Abadía de Cluny. Un nombre admirado y venerado por unos, debatible o simplemente condenable, según otros. Los monjes cluniacenses aparecen en el mundo monástico como una “bandera discutida", por su estilo peculiar de vida y por la gran importancia que en la edad media alcanzó su monasterio, hasta poder calificarse como “la abadía más célebre de la cristiandad medieval”.
La gran familia monástica que tomó su nombre de la abadía borgoñona de Cluny y creció hasta comprender más de mil casas, grandes y pequeñas, ofrece al historiador el espectáculo de desarrollo numérico e institucional, de influencia religiosa y eclesiástica y de importancia política y sociológica sin paralelo en la Edad Media anteriormente. Creó un imperio espiritual y temporal único en su época, y en el interior de los monasterios que se le sometían y se abrían a su influencia, un orden especial, en relación con el caos ambiental que fue la primera época feudal. Desde el punto de vista eclesiástico, se ha afirmado que, como pocos papas fueron capaces de morar establemente en Roma, Cluny se convirtió, durante casi todo el siglo XI, en centro espiritual de la cristiandad y pudo comunicar su espíritu a toda la época.
Se diría que frente a Cluny no se puede ser neutral. Desde siempre ocurrió lo mismo. Es normal que Urbano II, un cluniacense elevado al sumo pontificado, llamara a Cluny la “luz del mundo” y que un monje y cardenal tan cortés como Pedro Damián, en varias cartas dirigidas a san Hugo tras su visita a la abadía, donde fue, sin duda, agasajado espléndidamente, se deshiciera en elogios enfáticos de los monjes que había visto y tratado: su aspecto edificante, su comportamiento modesto, el garbo con que soportaban sus jornadas repletas de obligaciones, el sumo cuidado, tan emocionante, con que celebraban la liturgia…; para él, Cluny era un monasterio sencillamente incomparable. Pero por aquel mismo tiempo empezaron a correr escritos en que se criticaba abiertamente el monacato cluniacense.. Ya a principios del siglo XI, el obispo Adalberón de Laon denunciaba al rey de Francia Roberto el Piadoso algunos abusos que había observado: Los monjes, caballeros en sus mulas y rodeados de gran boato, recorrían el reino, acudían a la corte, visitaban a los obispos, viajaban a Roma para entrevistarse con el papa, todo ello con un solo fin: defender los intereses de su soberano, el abad de Cluny.

Dejando aparte el acierto o la exageración de ambas posturas con respecto Cluny, y con el propósito de dedicar más artículos al gran fenómeno monástico que fue durante siglos la abadía borgoñona, hoy centraremos la atención sobre uno de los aspectos más llamativos de la vida regular en dicho cenobio: Su exuberante vida litúrgica.
Se ha dicho que la clave para penetrar en el secreto de Cluny es la imagen de la Jerusalén celestial que baja a la tierra y la liturgia de la gloria que describe el Apocalipsis. Gloria de Dios y felicidad de los hombres que lo han dejado todo para seguir a Cristo, la basílica constituye, como indica su mismo nombre, el palacio donde el Rey de la gloria recibe el homenaje de sus súbditos, todavía ciudadanos del mundo, pero deseosos de anticipar la liturgia celestial, de pregustar las delicias eternas. Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.
El monacato cluniacense no innovó, ni intentó empalmar con el monacato primitivo, el original, ni volver a la pureza de la Regla benedictina: fue esencialmente una continuación del monacato carolingio, aunque se distingue de él, aparte la centralización de los monasterios, y algún otro punto, sobre todo por haber subrayado más y más algunos de sus rasgos más relevantes, especialmente todo lo referente al culto divino. Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").
Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), por el contrario, condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.
La liturgia lo invadió todo. El oficio divino ya no era la principal ocupación del monje, al lado de la lectio divina y el trabajo, como quería la Regla de san Benito, sino prácticamente la única; apenas quedaba tiempo para otra cosa, y si quedaba, el espíritu y el cuerpo estaban tan fatigados que no tenían humor para nada. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable. El propio Pedro Damián, un asceta durísimo, declara que no podría aguantar semejante carga.
Pedro Damián conocía por experiencia lo que era la liturgia cluniacense. Escribió incluso su Apología preguntándose Porqué tanta insistencia en los oficios eclesiásticos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora de intercambio fraterno en toda la jornada. Y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.
Alabar, bendecir, glorificar a Dios era el objeto principal de la vida monástica. El santuario y el culto debían ser espléndidos, porque Dios tiene derecho a que se le sacrifique lo más precioso que la creación produce: la basílica debía ser tan rica y tan bella como el tabernáculo de Moisés y el tempo de Salomón; los cluniacenses hacían del fasto por Dios el símbolo de su unión con la ciudad de arriba, de su tensión hacia la gloria del Reino. Nada era demasiado bello ni demasiado suntuoso para la casa de Dios, donde el brillo del oro, el resplandor de las lámparas y el perfu¬me de los inciensos concurrían para ofrecer a quienes se acercaban a ella un anticipo de los esplendores de la corte celestial.
La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitataban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.
Pero, con toda seguridad, no tuvieron en cuenta que los monjes no eran ángeles, ni espíritus bienaventurados y la fatiga y el hastío harían presa en unos monjes sometidos a un horario insoportable. El mismo san Ulrico confiesa que tan larga salmodia le pesaba a veces como una “massa plumbea"; a él y a los demás monjes, pues, según dice, entre oficio y oficio cada cual, sentado en el coro, hacía lo que podía; poniéndose él mismo como ejemplo, añade que a veces oraba fervorosamente, otras se dedicada a rumiar salmos y otras dormitaba.
Además, según Jean Leclercq, en tiempo de Pedro el Venerable (1092-1156) sólo una tercera parte de los monjes de Cluny vivía en el monasterio, lo cual según dicho experto en la vida monástica medieval tuvo que ver no poco con la liturgia: La vida de comunidad -una comunidad de varios cente¬nares de monjes -en la abadía borgoñona, con su interminable salmodia, sus ceremonias, sus numerosos oficios y solemnidades, se hacía literalmente insoportable para muchos tempera¬mentos. Por falta de fervor o por necesidad, no pocos, tal vez en su gran mayoría, procuraban evadirse, al menos por una temporada. La administración de prioratos rurales o granjas, las peregrinaciones a Roma o a Tierra Santa, el cumplimiento de un encargo en beneficio de la comunidad, de la Orden o de la Iglesia, el pasar una temporada en una ermita eran otras tantas ocasiones de liberarse de la massa plumbea. Servir al Rey de la gloria en su palacio de Cluny era un honor, pero no una tarea cómoda y leve y se le podía servir, evidentemente, de otras maneras en prioratos y granjas.
Hay que decir, en honor a la verdad, que no fue Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio que establece la Regla de san Benito entre el opus Dei (como le llama él) o liturgia, la lectio divina y el trabajo manual, pues la tradición del monacato carolingio que heredó ya lo había roto, pero tampoco lo restauró; al contrario, acabó por destruirlo del todo y contribuyó más que ninguna otra institución benedictina a mantener y propagar semejante desequilibrio. Desequilibrio que, como veremos, producirá grandes reacciones en el ámbito monástico.
servidora en Cristo Jesús.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor fcofdzm » Lun Ago 25, 2014 9:14 pm

Buenas noches, Santiago Apóstol es uno de los Santos que han marcado mi vida, tanto es así que mi primer hijo lleva el nombre del Apóstol para que le sirva de ejemplo en su vida.

Cuando tenga edad suficiente espero, con ayuda de Dios, poder recorrer junto con el el Camino de Santiago, y es por ello que tomo este tema.

CLUNY Y EL CAMINO DE SANTIAGO

La Orden Benedictina de Cluny, fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo europeo medieval. Desde su fundación en el siglo X la Orden alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El Abad de Cluny sólo es tributario del Papado y responde de sus actos únicamente ante el Papa. Con tamaña libertad de acción, se pretendía evitar que la abadía fuera entorpecida en la tarea que se había impuesto, la reforma integral del monacato.
La intensificación decisiva del clero regular, multiplicando el número de sacerdotes entre los monjes. El predominio en la vida monástica del rezo litúrgico que quedó unificado en un solo rito “el gregoriano”. La trascendental importancia dada a la celebración coral de la eucaristía. La organización de los monasterios conforme a la jerarquía feudal, en el que los trabajos físicos son realizados por los siervos, reservando a los monjes la labor intelectual scriptoria donde se realizaban la copia de manuscritos.
Esta "inmunidad" internacional (por su directa dependencia del Papa) frente a reyes y nobles y obispos, y una estructura jerárquica y centralizadora, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces, permitieron a Cluny involucrarse en una auténtica renovación espiritual a escala europea. La gran cantidad de fundaciones tuvo relevantes consecuencias sociales, políticas, económicas e incluso militares, en los distintos reinos. En el siglo XI, el de máximo esplendor para la Orden, la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.
Resulta comprensible el interés de Cluny por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista de la Península Ibérica y la cristianización del sur musulmán.
Desde el siglo IX, el hallazgo de “las reliquias del apóstol”, difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela - en el extremo Oeste europeo- un centro de peregrinaje. Pero el verdadero apogeo de la peregrinación jacobea, se produce, cuando la orden cluniacense, convierte el Camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas. Esta pasión fundadora de "los Monjes Negros" es el factor determinante en la dinamización de la peregrinación a Jacobea.
Una labor apoyada por los monarcas peninsulares, en su deseo de romper con el aislamiento con el resto de la Cristiandad, y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos.
Los reyes de León, de Castilla y de Navarra, favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de la red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas, la orden de Cluny alzó, puentes, hospitales iglesias y monasterios, como San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) San Benito en Sahagún. En el siglo XII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron el Códice Calixtino y la Historia Compostelana.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor fray martin » Lun Ago 25, 2014 9:26 pm

Me parece muy interesante esto que encontre:

Cluny y la reforma religiosa

Inicio: Año 900
Fin: Año 1100

Aunque el ambiente, favorable al renacimiento monástico era general en Occidente, la importancia histórica de Cluny reside en su originalidad institucional. Su acierto consistió, en efecto, no tanto en potenciar o encabezar el retorno a los ideales benedictinos en una serie de monasterios, cuanto en ligar a todos ellos a una misma estructura orgánica. La fundación de una orden superadora del aislamiento, hasta entonces crónico, entre las distintas casas, permitió así sentar las bases de una nueva unidad del mundo cristiano, que encontraría en la centralización pontificia su otro pilar básico. De forma paralela, aunque sin presentar la uniformidad institucional cluniacense, se desarrollaría en Alemania un movimiento de renovación monástico de importancia equiparable en el que, a diferencia del modelo francés, la vinculación a determinados linajes aristocráticos resultaría altamente beneficiosa. Ambos movimientos junto a otros de rango menor localizados en Flandes e Italia, constituyen la primera gran oleada de renovación monástica del tronco benedictino que se plasmaría, con el tiempo, en el nacimiento de nuevas órdenes. El 11 de septiembre de 909 Guillermo III de Aquitania concedía al monje Bernon un solar en la región de Maçon (Borgoña) para que edificara un monasterio. El hecho en si, equiparable a otros muchos coetáneos, ofrecía sin embargo la peculiaridad de que, desde un principio, Bernon y sus compañeros se acogían a la "inalienable propiedad de los Santos Pedro y Pablo", o lo que es lo mismo, a la directa protección de la sede de Roma. Esta directa ligazón -libertas romana-confirmada en 932 por Juan XI mediante un solemne privilegio, implicaba la independencia del monasterio respecto de cualquier poder laico o eclesiástico, lo que unido a la indudable valía de los primeros abades, iba a permitir a Cluny convertirse en el principal de los monasterios europeos hasta bien entrado el siglo XII. La importancia del privilegio de exención resulta difícil de exagerar y superaba con mucho la simple inmunidad al estilo carolingio. Gracias a la exención el monasterio se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de Francia, sentando así las bases de una verdadera supranacionalidad. La idea de ligar a toda una serie de monasterios mediante la formación de una orden o familia monástica no era nueva en absoluto, y así puede encontrarse en los proyectos reformistas de san Benito de Aniano (muerto en 821), pero sólo el privilegio cluniacense iba a facilitar su realización práctica. Desde el punto de vista organizativo Cluny tuvo además la suerte de contar durante sus periodos fundacional y de madurez, entre 909-1109, con la presencia de una serie de abades de excepcional valía y extraordinaria longevidad, lo que no hizo sino favorecer el desarrollo de la orden. Más en concreto, durante todo el siglo XI, considerado con razón el del apogeo de Cluny, la figura de sus dos abades, Odilón (994-1049) y Hugo (1049-1109) permitió acentuar la estabilidad del movimiento. Durante el gobierno de Hugo el Grande, calificado por sus adversarios como verdadero "rey de Cluny", se sistematizaron definitivamente los aspectos organizativos de la orden. La abadía de Cluny, que en su máximo apogeo llegó a contar entre 400 y 700 monjes, era el centro de la federación y poseía una autoridad indiscutida sobre los monasterios dependientes. A fines del siglo XI se calcula que la orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar el innumerable personal subalterno. A su vez, los monasterios se dividían en prioratos -la mayoría- cuyo prior era designado por el abad de Cluny, y que debían pagar un importante censo anual (modelo del que Cluny enviaba a su vez a Roma) como signo de sumisión; abadías subordinadas, con poderes de elección del abad aunque de limitada autonomía; y abadías afiliadas, con poderes mayores. Predominaba en cualquier caso la estructura piramidal, similar en todo a la del tipo vasallático, por la que las casas dependían de manera idéntica, e independientemente de su concreto origen (fundación o centro asociado) de la abadía madre. Este verdadero imperio monástico era regido con mano de hierro por los abades de Cluny, elegidos por cooptación, y cuyas frecuentes visitas a cada uno de sus monasterios recuerdan grandemente la actitud de los señores feudales contemporáneos. Sus viajes, igualmente frecuentes a Roma y el hecho de que numerosos Pontífices salieran de las filas de la Orden, demuestra hasta que punto esta justificada la consideración de los abades de Cluny como segundos jefes de la Cristiandad. Mas Cluny era también un genero de vida y, a la postre, una peculiar forma de entender la espiritualidad. Desde un principio el objetivo originario, que no era otro que el de volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizada por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenció el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía se convirtió pronto en la principal, por no decir única, actividad del monje. Esta predilección por lo litúrgico, que no hacía sino subrayar el sesgo fundamentalmente cenobítico dado a la regla benedictina, tenía en los rezos y cantos de los oficios horarios su plasmación práctica, si bien encontraba en la misa conventual de la hora de tercia (mediodía) su verdadero cenit. A tales rezos se añadían los denominados "psalmi familiares", o preces por los protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los principales linajes aristocráticos europeos. El importante papel concedido en concreto a las preces por los patronos desaparecidos no hacía sino favorecer por lo demás las donaciones y otras continuas muestras de favor por parte de los poderosos del siglo, muchos de cuyos segundones formaban parte además de la orden. Esta dedicación litúrgica orientó además el género de vida de los cluniacenses. Las "consuetudines" de la orden, adaptación de la primitiva regla, apostaban por una moderna ascesis que se plasmaba tanto en el régimen alimenticio como en la práctica ausencia de trabajos físicos. Para evitar el cansancio y permitir el necesario decoro en las celebraciones colectivas, la alimentación de los monjes era abundante y variada: pescado, leche, huevos, legumbres, carne (en caso de enfermedad) e incluso una medida de vino diaria. En cuanto al trabajo manual estaba prácticamente pospuesto, y era efectuado tan sólo por los "conversi", personal subalterno que no tomaba parte en el oficio divino y que a su vez era auxiliado por siervos y aparceros. Se ha dicho con razón que, por todas esas causas, unidas a la especial atención a la calidad de los vestidos y a las normas de higiene, cualquier personaje de origen aristocrático podía encontrarse a gusto en Cluny, como en efecto así fue. La especialización litúrgica impidió sin embargo un verdadero desarrollo intelectual, por más que los "scriptoria" de la orden realizasen una permanente y febril actividad de copia de manuscritos. Aunque Cluny llegó a disputar, con Montecassino, la primacía de las bibliotecas de Occidente entre los siglos X-XII, su escuela monástica jamás alcanzó un puesto de relevancia. Ello no obsta para que se reconozca a Cluny su importante tarea en la difusión del arte románico y como foco inspirador de intelectuales tan destacados como Abdón de Fleury, Raul Glaber, Orderico Vital, Walter de Coincy, Guillermo de Dijon, etc. Un último aspecto a destacar en relación con la actividad litúrgica de los cluniacenses fue su apoyo, sin duda inconsciente, a la definitiva clericalización del monacato. Frente a la figura antigua y altomedieval del monje como laico, asistido por uno o dos sacerdotes por comunidad, Cluny multiplicó el numero de sacerdotes entre sus miembros. El decisivo papel otorgado a la misa en la espiritualidad cluniacense, hasta el punto de que tras la celebración conventual numerosos monjes solían celebrar misas privadas, explica por que el cluniacense, más que un penitente ya, "tiende a ser un clérigo regular que oficia" (Chelini). Más difícil resulta en cambio valorar la concreta relación que la orden de Cluny mantuvo con la nobleza, el clero secular y, en general, el movimiento de la reforma gregoriana. Respecto a sus contactos con la nobleza, evidenciados incluso en el gran número de personajes de origen aristocrático que profesaron en la orden, hay que reconocer que Cluny, lejos de enfrentarse al orden feudal, apoyó su legitimación. Esto no impide, antes al contrario, aceptar la extraordinaria habilidad de la orden en reforzar su propia autonomía partiendo del acuerdo con la nobleza. Tampoco sería correcto presentar el privilegio de exención de Cluny como una continua fuente de, enfrentamientos con la estructura diocesana. Por lo general la orden mantuvo relaciones más que cordiales con los obispos y a menudo se ejerció desde los monasterios una positiva labor catequética sobre el medio rural, lo que no podía sino favorecer los intereses de los prelados. En su función supletoria de una estructura parroquial todavía incipiente y como propagadores de la "paz y tregua de Dios" los monasterios favorecieron la cristalización de la autoridad episcopal. Finalmente, respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia, parece indudable que aunque se bate de fenómenos distintos, gregorianismo y reforma cluniacense coincidieron en su objetivo fundamental de devolver a la Iglesia su libertad frente a los poderes laicos. Lo cual no impide reconocer, en el plano concreto, la existencia de importantes diferencias entre ambos movimientos. Ante todo, Cluny jamás rechazó per se el sistema de la iglesia propia, sino que lo utilizó en su favor mediante la cesión a la orden de los derechos de los propietarios. De hecho "el sistema de la iglesia privada es la base jurídica de la orden de Cluny" (Paul). Tampoco ésta actuó como tal en la querella de las investiduras apoyando al Papado, ni intervino en el espinoso asunto de las relaciones monarquía-episcopado. Sin embargo, por la simple reforma impuesta en sus monasterios, por el papel de los intelectuales vinculados directa o indirectamente a la orden, acervos contrincantes del nicolaísmo y la simonía, por su positiva acción educadora de la capa dirigente y en suma , por su directa vinculación a Roma, cuyo primado moral siempre defendieron, los cluniacenses constituyeron globalmente un elemento fundamental en la consolidación de la reforma gregoriana. Desde luego a largo plazo, el Papado no dudó en utilizar siempre que tuvo ocasión a la orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización, como fue el caso de la Península Ibérica, en donde la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica estuvieron unidas íntimamente. A pesar de sus grandes realizaciones, Cluny empezó a demostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII. Tras el negativo gobierno de Pons de Melqueil (1109-1132), el encabezado por su último gran abad, Pedro el Venerable (1132-1156), no pudo detener la crisis que tras su muerte se apoderó de la orden. Son varias las causas que parecen explicar el agotamiento del modelo de Cluny, pero sin duda la más importante parece estar en la rigidez de su propia estructura. La excesiva centralización orgánica de la orden, que hacía descansar todo en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación, imparable desde fines del siglo XI, de gran numero de monjes atraídos más por el prestigio y la seguridad que la orden ofrecía que por una verdadera vocación. Este hecho, puesto de manifiesto por un autor como Serlon de Bayeux, que denunciaba la entrada en el claustro de caballeros arruinados, con el único objetivo de salir de su pobreza, intentó ya ser atajado sin éxito por Pedro el Venerable. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por san Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde como para poder hacerse efectivas. Sería injusto, sin embargo, presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental, más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos, el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica.
fray martin
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor manujguerra » Lun Ago 25, 2014 9:45 pm

CLUNY Y EL CAMINO DE SANTIAGO

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La Orden Benedictina de Cluny, fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo europeo medieval. Desde su fundación en el siglo X la Orden alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El Abad de Cluny sólo es tributario del Papado y responde de sus actos únicamente ante el Papa. Con tamaña libertad de acción, se pretendía evitar que la abadía fuera entorpecida en la tarea que se había impuesto, la reforma integral del monacato.

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Odon de Cluny-miniatura del s. XI

La intensificación decisiva del clero regular, multiplicando el número de sacerdotes entre los monjes. El predominio en la vida monástica del rezo litúrgico que quedó unificado en un solo rito “el gregoriano”. La trascendental importancia dada a la celebración coral de la eucaristía. La organización de los monasterios conforme a la jerarquía feudal, en el que los trabajos físicos son realizados por los siervos, reservando a los monjes la labor intelectual scriptoria donde se realizaban la copia de manuscritos.
Esta "inmunidad" internacional (por su directa dependencia del Papa) frente a reyes y nobles y obispos, y una estructura jerárquica y centralizadora, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces, permitieron a Cluny involucrarse en una auténtica renovación espiritual a escala europea. La gran cantidad de fundaciones tuvo relevantes consecuencias sociales, políticas, económicas e incluso militares, en los distintos reinos. En el siglo XI, el de máximo esplendor para la Orden, la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.

Resulta comprensible el interés de Cluny por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista de la Península Ibérica y la cristianización del sur musulmán.
Desde el siglo IX, el hallazgo de “las reliquias del apóstol”, difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela - en el extremo Oeste europeo- un centro de peregrinaje. Pero el verdadero apogeo de la peregrinación jacobea, se produce, cuando la orden cluniacense, convierte el Camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas. Esta pasión fundadora de "los Monjes Negros" es el factor determinante en la dinamización de la peregrinación a Jacobea.

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Una labor apoyada por los monarcas peninsulares, en su deseo de romper con el aislamiento con el resto de la Cristiandad, y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos.
Los reyes de León, de Castilla y de Navarra, favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de la red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas, la orden de Cluny alzó, puentes, hospitales iglesias y monasterios, como San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) San Benito en Sahagún. En el siglo XII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron el Códice Calixtino y la Historia Compostelana.

http://elcaballeroinexistente-teo.blogs ... tiago.html
manujguerra
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor MECHA1 » Lun Ago 25, 2014 11:01 pm

Hola. Me interesó investigar sobre la ruta a Jerusalén. Espero les resulte interesante esta pequeña síntesis. Gracias. Buenas Noches.
CLUNY EN JERUSALÉM/N
Al llegar el año 1.000 la orden de Cluny organizó las Rutas de Peregrinación para unir a toda Europa en un acto de religiosidad. Son largos viajes que parten desde Cluny a través de caminos que recorren prácticamente toda Europa y otros Continentes. Los viajeros que hacían estas rutas iban ganando indulgencias. Es un proyecto internacional, probablemente como acción de gracias del Milenario. Barral i Altet las define como “un viaje a un lugar sagrado, de devoción, en el que los fieles esperan, por lo general, la obtención de una gracia divina. La ruta incluye numerosas etapas en lugares de piedad… Se trata de un acto de Fe que hace el creyente, pues el camino es peligroso, hasta el punto de arriesgar la vida”.
La Rutas o Peregrinaciones crearon una red de comunicación que unió pueblos, regiones y naciones, lo que facilitó el intercambio de ideas, el conocimiento de mentalidades, la proliferación del comercio internacional y todo tipo de actividad mercantil. Logra la unificación cultural y artística, permitiendo la extensión el Estilo Románico. Se denomina Románico al arte que se dio en Europa entre los siglos X y XII. Tras la disgregación estilística y espacial del arte Prerrománico, el nuevo estilo impuso una uniformidad de criterios que consiguió edificar por toda Europa miles de iglesias construidas según idénticos principios. En este proceso tuvieron mucha importancia las Cruzadas, ya que la Primer Cruzada, en 1093, se originó para volver a dejar expedita la gran ruta Cluny-Tierra Santa, dada la toma de Jerusalén por los árabes.
Cluny organizó 4 grandes rutas (1 nacional y 3 internacionales):
a. RUTAS NACIONALES: Concentradas en Francia iban desde Cluny hasta Mont-Saint-Michelle (Bretaña).
b. RUTA A ROMA: Que iba desde Cluny (Borgoña) hasta Roma. Esta ruta daba pocas indulgencias. Se llamaba Romero al caminante que seguía esta ruta o vía.
c. CAMINO DE SANTIAGO: Desde Cluny hasta Santiago de Compostela. Era una ruta internacional. En Santiago de Compostela de veneraban los restos mortales del apóstol. Se llamaba Peregrino, del lat. “per agrum” al caminante que seguía esta ruta o vía.
d. GRAN RUTA: Desde Cluny hasta Jerusalén: era la ruta más larga y que más indulgencias daba. Era una ruta Intercontinental. Se llamaba Palmero al caminante que seguía esta ruta o vía. Este trayecto se hacía en tres años.
La Gran Ruta que llegaba hasta Santos Lugares, para veneración de los lugares donde vivió Jesucristo, cruzaba Italia de norte a sur, pasando por Roma, Montecasino y Brindisi, continuaba por mar hasta las costas asiáticas y, nuevamente por tierra, concluía en Jerusalén. Constantino el Grande dio gran impulso a esta peregrinación, levantando la Iglesia del Santo Sepulcro. A pesar de que la peregrinación a Jerusalén no se interrumpió con la dominación musulmana, cuando ésta amenazó la peregrinación, surgió el movimiento de las Cruzadas. Los musulmanes eran derrotados, sus tierras confiscadas y sus ciudades ocupadas, pero no habían sido conquistadas. En vez de ello, permanecían en los límites de los recién establecidos dominios cristianos, haciendo estragos contra todos los que se aventuraban a ir a Tierra Santa. La peregrinación segura a los lugares santos era una de las razones de las Cruzadas, y los peajes de ruta eran la principal fuente de ingresos para el recién constituido Reino Cristiano de Jerusalén. Los peregrinos acudían a diario a Tierra Santa, llegando solos, por parejas, en grupos o, a veces, como enteras comunidades desarraigadas. Desgraciadamente, los caminos no eran nada seguros. Los musulmanes permanecían al acecho, los bandidos vagaban libremente, incluso los soldados cristianos constituían una amenaza, ya que el pillaje era, para ellos, una forma normal de proveerse.
Santiago el Mayor lideró la primera comunidad cristiana de Jerusalén, siendo ejecutado por ello.
Una Orden originada por la influencia de Cluny fue la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén y de Rodas. La hermandad fue fundada en Jerusalén en 1048 por comerciantes italianos muy activos en Tierra Santa, para brindar cobijo, comida y servicios médicos a los peregrinos de cualquier raza y credo. El califa de Egipto, que gobernaba la región, permitió a fray Gerardo, líder de la comunidad monástica, edificar con estos fines una iglesia (consagrada a San Juan Bautista), un convento y un hospicio-enfermería junto al templo del Santo Sepulcro. Tras la toma cristiana de Jerusalén en la primera cruzada (1.096-1.099), una bula papal oficializó la existencia de la orden. Sus monjes hacían votos de obediencia, castidad y pobreza, abrazaban la regla agustina y tomaban el hábito, uno negro al que después se incorporó una cruz blanca de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas. La inestabilidad de los estados latinos de Oriente deparó a los hospitalarios un destino diferente al de otras cofradías. A la muerte de fray Gerardo, su sucesor, Raimundo de Puy militarizó la orden para proteger a los enfermos y peregrinos y para defender los territorios cristianos. Esta nueva casta de monjes guerreros se convirtió en la elite de los efectivos cruzados. Valientes y disciplinados, sus miembros se jugaban la vida por la fe, no por tierras o botines. Les importaba menos esta vida que la otra, convencidos de que sacrificando en batalla la primera obtendrían la paz en la del más allá.
Otra Orden La del Santo Sepulcro nace en Jerusalén el año1099, poco después de que fuera conquistada la ciudad por Godofredo de Bouillon durante la Primera Cruzada. Este caudillo borgoñón, tras ser aceptado como protector del Santo Sepulcro, organizó un servicio religioso con canónigos del clero regular, a cuyo frente nombró a un prior. Creó asimismo una guardia de honor con caballeros cruzados que prestaron voto de obediencia con el juramento de consagrar su vida a la defensa del Santo Sepulcro. Se distinguió por unir el carácter militar de sus caballeros con el religioso de sus canónigos. Los caballeros, bajo la obediencia del patriarca latino de Jerusalén, prior general de la orden, concretaron su organización durante el reinado de Balduino I (1100-1118).
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Gar » Mar Ago 26, 2014 2:24 am

La abadía de Cluny (Cluni o Clugny) situada en Francia fue fundada en la zona de lo que más tarde sería el municipio francés homónimo el 2 de septiembre del año 909 por Guillermo I de Aquitania, conde de Auvernia, el cual instaló allí al abad Bernón de Baume, y puso la abadía bajo la autoridad inmediata del Papa Sergio III. La abadía y su constelación de dependencias se convirtieron pronto en el ejemplo del tipo de vida religioso del siglo XI.

La localidad de Cluny, situada en el departamento de Saona y Loira, en la región de Borgoña, en el centro-este de Francia, creció alrededor de la antigua abadía.

La orden benedictina fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI, y, en parte debido a su estricta adhesión a un código benedictino reformado, Cluny se convirtió en el monasterio reconocido como ejemplo del estilo de vida monacal en Occidente desde finales del siglo X. Una sucesión de abades competentes fueron también figuras relevantes en el terreno internacional. El propio monasterio de Cluny se convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa. La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII.

La abadía fue saqueada y destruida en su mayor parte por una turba de revolucionarios en 1790. En la actualidad sólo permanece una pequeña parte del conjunto arquitectónico original.

El Hotel de Cluny de París, datado alrededor de 1334, fue antiguamente la residencia de los abades de Cluny en la ciudad. Fue convertido en museo público en 1833, y aparte de su nombre, nada le relaciona directamente con la abadía.

En el año 2007 la abadía de Cluny fue considerada como Patrimonio europeo.1

Actualmente, y desde la fin del siglo XIX, la Gran Escuela de ingeniería Arts et Métiers ParisTech esta installado en una parte de la abadía.
Gar
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Gar » Mar Ago 26, 2014 2:42 am

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Florpine » Mar Ago 26, 2014 7:16 am

Hablar de la Abadía de Cluny es hablar del arte Románico.
 EL ROMÁNICO. Será expresión  de los monjes  del monasterio de Cluny ( Borgoña, Francia ) , este estilo responde al  gran desarrollo alcanzado por la cultura monástica y la religiosidad de la época. Responde a las mismas características que en Europa Occidental donde el modelo político, económico y social será el FEUDALISMO. Hay que relacionar este estilo con una economía fundamentalmente rural y con los monasterios que se convierten en centros culturales y artísticos. Como características de este estilo estarían:
Iglesias de planta de cruz latina, muros de piedra, contrafuertes exteriores y gruesos pilares y columnas en su interior.
El uso de arcos de medio punto y arcos de refuerzo o fajones.
Las bóvedas más representativas serán las de cañón y las de aristas. estas necesitan gruesos muros.
Los espacios semicirculares se cubren con bóvedas de CASCARON o de HORNOS.
Las portadas son fundamentales con arquivoltas y esculturas en las JAMBAS
Los edificios más significativos serán las IGLESIAS BASILICALES  o bien las iglesias de peregrinación con pórticos monumentales y claustros.  Además expresión de este estilo será también EL CASTILLO con su torre de homenaje, capilla etc, reflejo del poder feudal del señor sobre los campesinos. Lo mismo sucede con LOS MONASTERIOS verdaderos centros político, cultural y económico [ disponían de  grandes extensiones de tierras ]


Añadido a la arquitectura se encuentra la escultura  con dos funciones: decorativa ( se adapta al marco ) y docente: es una especie de libro pétreo que ilustraba a los cristianos. Además también había escultura exenta policromada y cuyo tema fundamental es el religioso ( La Virgen ). Las iglesias, en su interior  se decoraban con pinturas al FRESCO con una función docente  y donde el hieratismo,  la solemnidad y los colores planos es lo más característico.


Les muestro un diagrama en lo que consiste el arte Románico.

Imagen


Esta es una reproducción de como es la Abadía y sus edificios dispuestos en forma de cruz latina


Imagen


Imagen



El claustro en Cluny hoy en dia, se puede apreciar las características del periodo Románico.

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Esta es una fotografía maravillosa de la parte sur de la Abadía.


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Y esta es una curiosidad de una pintura de Francisco de Zurburán de San Hugo en el Refectorio en Cluny. Aunque fue pintada siglos despues el escenario es Cluny.


Imagen
Florpine
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Marigel » Mar Ago 26, 2014 7:41 am

San Benito de Aniano. Un reformador monástico

El 12 de febrero, celebra la Orden Benedictina la memoria de san Benito de Aniano.

Era un joven de origen visigodo, llamado Witiza, que se educó en la corte de los reyes francos Pipino el Breve y Carlomagno. En el 774 profesó como monje en el Monasterio de Saint-Sein, cerca de Dijon. Sin embargo, consideró relajada la disciplina monástica y decidió abandonar el Monasterio.

Se marchó a Aniano, cerca de Montpellier, donde vivió como anacoreta.

En el 782, en compañía de un grupo de discípulos, funda el Monasterio de Aniano, donde lleva a la práctica sus ideales ascéticos y de vivencia literal de la Regla de San Benito.

A él se debe la llamada Concordia Regularum, que es una colección de reglas monásticas (Pacomio, Basilio, Columbano y Benito), que pretendía ser un compendio de la legislación monástica. Desde Aniano fue extendiéndose la influencia de la reforma, hasta el punto de que el rey Luis el Piadoso, en los sínodos de Aquisgrán del 816 al 819, impone la observancia benedictina a todos los monasterios. Moriría Benito de Aniano, a los 70 años, el año 821.

De la pluma de san Benito de Aniano, podemos leer en su Munimenta Fidei:
"Pide incansablemente la sabiduría y tendrás larga vida.
La misericordia y la verdad no te abandonarán, pues con la sabiduría te vendrán todos los bienes juntos, es decir, a tu derecha larga vida y a tu izquierda riqueza y gloria.
Búscala mediante una lectura asidua, meditando día y noche la ley de Dios, y cuando la hallares serás dichoso, según dice la Escritura:
"Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor, al que enseñas tu ley"
Llama con vigilante constancia y se te abrirán las puertas del cielo".
PAZ Y VIDA
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor LeslyCha » Mar Ago 26, 2014 9:16 am

Buenos días hermanos, que la Gracia de Dios esté con todos ustedes.

Al buscar información de San Benito de Anaine pude observar que él buscaba una forma de servir a Dios, las normas que vio en el convento no le llenaban o no eran las que él consideraba correctas, deseaba vivir una vida moderada.

Esto me llama la atención, de que al ser nuestra Iglesia Universal (Católica) ofrece a los hijos de Dios mucha diversidad para que cada hermano se ubique en el ministerio,´asociación o movimiento que le llene, donde sienta que se mueva el Espíritu Santo.

Bendecidos sean todos!!!!!!!




San Benito de Aniane
De Enciclopedia Católica
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Nacido alrededor de 745-750; fallecido en Cornelimünster, el 11 de febrero de 821. Benito, originalmente conocido como Witiza, hijo del Godo Aigulf, Conde de Maguelone en el sur de Francia, fue educado en la corte franca de Pepino, y entró en el servicio real. Tomó parte en la campaña Italiana de Carlomagno (773), después de lo cual dejó a su real señor para entrar a la vida religiosa, y fue recibido en el monasterio de San Sequanus (Saint –Seine). Se entregó muy celosamente a prácticas de ascetismo, y comprendió el valor de la Regla de San Benito como el mejor fundamento para la vida monástica.
Al volver a su hogar en 779, estableció en sus propias tierras, cerca del pequeño río de Aniane, un nuevo establecimiento monástico, que pronto se transformó en un gran monasterio, bajo el nombre de Aniane y se convirtió en el modelo y centro de la reforma monástica en Francia, introducida por Luis el Piadoso. El principal consejero del Emperador fue Benito, y la adopción generalizada de la Regla de San Benito en los monasterios del Imperio fue el paso más importante hacia la reforma. Benito tomó parte prominente en los sínodos realizados en Aquisgrán en 816 y 817, cuyos resultados se materializaron en las importantes prescripciones para la restauración de la disciplina monástica, fechadas el 10 de julio de 817; fue el entusiasta líder de esas asambleas, y él mismo reformó muchos monasterios bajo los lineamientos establecidos en las ordenanzas allí promulgadas. Con el objeto de tenerlo en cercanía de la residencia real, Luis había fundado, en el Inde, un arroyo cercano a Aquisgrán, la Abadía de Cornelimünster, la que sería un ejemplo para todas las otras abadías, y estaría bajo la guía de Benito.
En la controversia dogmática sobre el adopcionismo, bajo el liderazgo de Félix de Urgel, Benito tomó partido por la ortodoxia. Para promocionar las reformas monásticas, recopiló una colección de reglas monásticas. Uno de sus alumnos, el monje Ardo, escribió la biografía del gran abad.
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