3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Ger16 » Jue Ago 28, 2014 9:39 am

Estimado P. Ignacio y amigos peregrinos, gracias por sus aportaciones y por sus bendiciones.
En días pasados SS Francisco convocó a una jornada de ayuno y oración para el próximo domingo 7 para pedir por nuestros hermanos que están siendo perseguidos en Siria, Iraq y en los países musulmanes. En roma, en la plaza de San Pedro, habrá un acto de oración de 7 PM a 12 PM. Los invito a unirnos para pedir por la situación de nuestros hermanos en desgracia.
Se calcula que entre un millón y millón y medio de personas han tenido que abandonar sus hogares para escapar de la muerte y hay mucho otros que han sido ejecutados por ser cristianos. Pidamos por ellos y unámonos a Su Santidad Francisco en esta jornada de oración y ayuno.
Ger16
 
Mensajes: 16
Registrado: Jue Ago 07, 2014 1:37 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor marce685 » Jue Ago 28, 2014 11:18 am

buen día,, espero me excusen por colocar hasta ahora mi aporte.

Cordial saludo y Dios los bendiga.

Martha Cecilia

LA LITURGIA SE CONVIRTIÓ PRÁCTICAMENTE EN LA ÚNICA OCUPACIÓN DE LOS MONJES EN CLUNY
Entre los nombres importantes en la historia del monacato de occidente destaca sin duda, para bien y para mal, el de la Abadía de Cluny. Un nombre admirado y venerado por unos, debatible o simplemente condenable, según otros. Los monjes cluniacenses aparecen en el mundo monástico como una “bandera discutida", por su estilo peculiar de vida y por la gran importancia que en la edad media alcanzó su monasterio, hasta poder calificarse como “la abadía más célebre de la cristiandad medieval”.
La gran familia monástica que tomó su nombre de la abadía borgoñona de Cluny y creció hasta comprender más de mil casas, grandes y pequeñas, ofrece al historiador el espectáculo de desarrollo numérico e institucional, de influencia religiosa y eclesiástica y de importancia política y sociológica sin paralelo en la Edad Media anteriormente. Creó un imperio espiritual y temporal único en su época, y en el interior de los monasterios que se le sometían y se abrían a su influencia, un orden especial, en relación con el caos ambiental que fue la primera época feudal. Desde el punto de vista eclesiástico, se ha afirmado que, como pocos papas fueron capaces de morar establemente en Roma, Cluny se convirtió, durante casi todo el siglo XI, en centro espiritual de la cristiandad y pudo comunicar su espíritu a toda la época.
Se diría que frente a Cluny no se puede ser neutral. Desde siempre ocurrió lo mismo. Es normal que Urbano II, un cluniacense elevado al sumo pontificado, llamara a Cluny la “luz del mundo” y que un monje y cardenal tan cortés como Pedro Damián, en varias cartas dirigidas a san Hugo tras su visita a la abadía, donde fue, sin duda, agasajado espléndidamente, se deshiciera en elogios enfáticos de los monjes que había visto y tratado: su aspecto edificante, su comportamiento modesto, el garbo con que soportaban sus jornadas repletas de obligaciones, el sumo cuidado, tan emocionante, con que celebraban la liturgia…; para él, Cluny era un monasterio sencillamente incomparable. Pero por aquel mismo tiempo empezaron a correr escritos en que se criticaba abiertamente el monacato cluniacense.. Ya a principios del siglo XI, el obispo Adalberón de Laon denunciaba al rey de Francia Roberto el Piadoso algunos abusos que había observado: Los monjes, caballeros en sus mulas y rodeados de gran boato, recorrían el reino, acudían a la corte, visitaban a los obispos, viajaban a Roma para entrevistarse con el papa, todo ello con un solo fin: defender los intereses de su soberano, el abad de Cluny.

Dejando aparte el acierto o la exageración de ambas posturas con respecto Cluny, y con el propósito de dedicar más artículos al gran fenómeno monástico que fue durante siglos la abadía borgoñona, hoy centraremos la atención sobre uno de los aspectos más llamativos de la vida regular en dicho cenobio: Su exuberante vida litúrgica.
Se ha dicho que la clave para penetrar en el secreto de Cluny es la imagen de la Jerusalén celestial que baja a la tierra y la liturgia de la gloria que describe el Apocalipsis. Gloria de Dios y felicidad de los hombres que lo han dejado todo para seguir a Cristo, la basílica constituye, como indica su mismo nombre, el palacio donde el Rey de la gloria recibe el homenaje de sus súbditos, todavía ciudadanos del mundo, pero deseosos de anticipar la liturgia celestial, de pregustar las delicias eternas. Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.
El monacato cluniacense no innovó, ni intentó empalmar con el monacato primitivo, el original, ni volver a la pureza de la Regla benedictina: fue esencialmente una continuación del monacato carolingio, aunque se distingue de él, aparte la centralización de los monasterios, y algún otro punto, sobre todo por haber subrayado más y más algunos de sus rasgos más relevantes, especialmente todo lo referente al culto divino. Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").
Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), por el contrario, condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.
La liturgia lo invadió todo. El oficio divino ya no era la principal ocupación del monje, al lado de la lectio divina y el trabajo, como quería la Regla de san Benito, sino prácticamente la única; apenas quedaba tiempo para otra cosa, y si quedaba, el espíritu y el cuerpo estaban tan fatigados que no tenían humor para nada. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable. El propio Pedro Damián, un asceta durísimo, declara que no podría aguantar semejante carga.
Pedro Damián conocía por experiencia lo que era la liturgia cluniacense. Escribió incluso su Apología preguntándose Porqué tanta insistencia en los oficios eclesiásticos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora de intercambio fraterno en toda la jornada. Y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.
Alabar, bendecir, glorificar a Dios era el objeto principal de la vida monástica. El santuario y el culto debían ser espléndidos, porque Dios tiene derecho a que se le sacrifique lo más precioso que la creación produce: la basílica debía ser tan rica y tan bella como el tabernáculo de Moisés y el tempo de Salomón; los cluniacenses hacían del fasto por Dios el símbolo de su unión con la ciudad de arriba, de su tensión hacia la gloria del Reino. Nada era demasiado bello ni demasiado suntuoso para la casa de Dios, donde el brillo del oro, el resplandor de las lámparas y el perfu¬me de los inciensos concurrían para ofrecer a quienes se acercaban a ella un anticipo de los esplendores de la corte celestial.
La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitataban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.
Pero, con toda seguridad, no tuvieron en cuenta que los monjes no eran ángeles, ni espíritus bienaventurados y la fatiga y el hastío harían presa en unos monjes sometidos a un horario insoportable. El mismo san Ulrico confiesa que tan larga salmodia le pesaba a veces como una “massa plumbea"; a él y a los demás monjes, pues, según dice, entre oficio y oficio cada cual, sentado en el coro, hacía lo que podía; poniéndose él mismo como ejemplo, añade que a veces oraba fervorosamente, otras se dedicada a rumiar salmos y otras dormitaba.
Además, según Jean Leclercq, en tiempo de Pedro el Venerable (1092-1156) sólo una tercera parte de los monjes de Cluny vivía en el monasterio, lo cual según dicho experto en la vida monástica medieval tuvo que ver no poco con la liturgia: La vida de comunidad -una comunidad de varios cente¬nares de monjes -en la abadía borgoñona, con su interminable salmodia, sus ceremonias, sus numerosos oficios y solemnidades, se hacía literalmente insoportable para muchos tempera¬mentos. Por falta de fervor o por necesidad, no pocos, tal vez en su gran mayoría, procuraban evadirse, al menos por una temporada. La administración de prioratos rurales o granjas, las peregrinaciones a Roma o a Tierra Santa, el cumplimiento de un encargo en beneficio de la comunidad, de la Orden o de la Iglesia, el pasar una temporada en una ermita eran otras tantas ocasiones de liberarse de la massa plumbea. Servir al Rey de la gloria en su palacio de Cluny era un honor, pero no una tarea cómoda y leve y se le podía servir, evidentemente, de otras maneras en prioratos y granjas.
Hay que decir, en honor a la verdad, que no fue Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio que establece la Regla de san Benito entre el opus Dei (como le llama él) o liturgia, la lectio divina y el trabajo manual, pues la tradición del monacato carolingio que heredó ya lo había roto, pero tampoco lo restauró; al contrario, acabó por destruirlo del todo y contribuyó más que ninguna otra institución benedictina a mantener y propagar semejante desequilibrio. Desequilibrio que, como veremos, producirá grandes reacciones en el ámbito monástico.

Fuente: http://infocatolica.com/blog/historiaig ... rgia-de-la. Tema Historia de la Iglesia.
marce685
 
Mensajes: 32
Registrado: Mar Ago 12, 2014 12:21 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor bisiesto_1976 » Jue Ago 28, 2014 2:20 pm

De las páginas que leí acerca de la Reforma Cluniacense, creo que la de http://www.mercaba.orgme pareció la más completa para dar respuesta a las dos primeras interrogantes: 1) ¿Cuales son los antecedentes históricos que motivan a la reforma de la Regla benedictina? y 2) ¿Cuáles fueron las reformas concretas que hizo Cluny a la Regla benedictina?, la cual muestro a continuación.

REFORMA CLUNIACENSE
SaMun


Al finalizar el imperio carolingio (-> reforma carolingia), habían comenzado a disolverse las estructuras políticas, sobre todo en Francia; en un feudalismo decadente, los bienes y a veces incluso las funciones eclesiásticas, habían pasado a manos de señores laicos, generalmente poco solícitos de los intereses espirituales. Poco a poco la Iglesia va reformándose y reconquistando la libertad de sus instituciones: en el marco de todo este esfuerzo viene a situarse la r. c. (-> reforma eclesiástica, movimientos de).

I. Aspecto institucional

Puesto que el mal provenía de que la mayor parte de las iglesias y de las abadías pertenecían a seglares que las habían fundado, o que las habían recibido en herencia o en encomienda, o que, encargados de protegerlas, se las habían apropiado; el remedio había de consistir, ya en hacer que se restituyeran los monasterios a monjes auténticos, ya en fundar nuevas casas que poco a poco se incorporaran a las antiguas y les restituyeran la libertad. Se emprendieron otras reformas, en particular, a partir de 933, en la abadía de Gorze en Lotaringia. La originalidad de Cluny proviene de haber recibido un estatuto jurídico independiente de los señores y luego, poco a poco, de la misma autoridad episcopal. Este proceso se desarrolló como aplicación lógica, cada vez más rigurosa, de un principio admitido desde los comienzos.

Las etapas de esta evolución fueron las siguientes: en los orígenes el fundador mismo, el duque de Aquitania, hace a san Pedro y a sus sucesores donación del nuevo establecimiento y de todo lo que en lo sucesivo se le pudiera agregar. Cluny venía así a ser propiedad de la Iglesia romana y quedaba por ello mismo sustraído a la injerencia del poder temporal. Poco a poco esta libertas se extenderá a la autoridad episcopal. Efectivamente Cluny quedó exento de la potestad de jurisdicción y de orden del obispo de la diócesis, que era el de Milcon. En adelante la abadía de Cluny podrá pedir a otro obispo que confiera las órdenes sagradas a los monjes de su monasterio. En la primera mitad del xi, ese doble privilegio se extenderá a todas las casas dependientes de Cluny. Esta exención respecto de las autoridades locales obliga a Cluny a crearse una organización centralizada, que se apoya en la autoridad universal del papa. Cluny, sin haber buscado otra cosa queda independencia necesaria para su propia vida religiosa, se veía preparado para contribuir en forma indirecta, aunque eficaz, a la reforma general de la Iglesia, cuyo apogeo lo marca el pontificado de Gregorio vii (-> reforma gregoriana). Los papas hallaron excelentes auxiliares en monjes de Cluny elevados al cargo de obispos, cardenales y legados pontificios. La acción reformadora de Cluny se extendió a monasterios de Francia, de Italia, de España, de Inglaterra; pero encontró resistencias en Flandes y en algunas abadías de otros países. Los monasterios reformados quedaron sometidos por privilegio papal a la potestad de Cluny, que así, ya bajo el abad Odón, se había hecho una congregación poderosa. Además, a fines del siglo xi, Cluny había recibido tantas riquezas, tantos privilegios y derechos eclesiásticos especiales — diezmos y otros —, que esta misma prosperidad había de llegar a serle gravosa.

De ahí se seguirá una cierta decadencia de la institución, crisis que por reacción provocará la aparición de formas de vida monástica más simples, más austeras, más verdaderamente pobres, más separadas del mundo, en particular en la orden del Císter, que en la primera mitad del siglo xii tendrá en Bernardo su representante más preclaro. Entonces Cluny, bajo el sabio régimen de Pedro el Venerable, sabrá reformarse inspirándose en los ejemplos recibidos de este monaquismo más joven, que asumirá la influencia que hasta entonces había ejercido Cluny en la reforma de la Iglesia.

II. Aspecto espiritual


La nueva concepción institucional que había constituido la originalidad de Cluny, fue de la mano con un gran arranque de fervor religioso, sin el cual las estructuras jurídicas no habrían bastado para llevar a cabo y mantener la reforma. Durante doscientos años a partir de su fundación en 909, Cluny fue gobernado por seis abades, hombres de carácter, cuyo largo tiempo de gobierno les hizo posible asegurar la continuidad de la reforma emprendida. Estos fueron el beato Bernon (+ 927), san Odón (+ 942), el beato Aymard (que dimitió sus funciones en 948), san Maïeul (+ 994), san Odilón (+ 1048), san Hugo (+ 1109). En la primera mitad del siglo xii, Pedro el Venerable fue también un gran eclesiástico digno de tales predecesores. Gracias a sus escritos, a los de varios de sus monjes y a numerosos testimonios coetáneos, estamos mejor informados sobre el programa religioso de Cluny que sobre el de otros muchos centros de reforma. Pero esos mismos testimonios permiten concluir que el ideal era prácticamente el mismo que en otros centros semejantes de reforma. Cluny es, pues, un símbolo de la espiritualidad de los siglos x y xi.

Ahora bien, la idea dominante, que une a Cluny con todos los movimientos de reforma de la edad media, es la de un retorno a la Iglesia primitiva (cf. la Occupatio de Odón).

Para los cluniacenses el monasterio es la realización perfecta del misterio de la Iglesia: en la renuncia a toda propiedad privada y en la vita socialis se realiza el misterio del amor, fundamentado en el misterio del amor divino. El monasterio se convierte en símbolo de la «ciudad santa», de la «Jerusalén celeste», a la que aspira la Iglesia peregrinante. Para estar totalmente a disposición de la Iglesia, Cluny queda sometido inmediatamente al papa como director de la Iglesia apostólica, con la esperanza de liberar así al monacato de las redes del poder político-eclesiástico del tiempo (iglesia propia, feudalismo episcopal) y ponerlo a servicio de la auténtica tarea escatológica.

La vida monástica se rige por las Consuetudines, código religioso que se apoyaba en la interpretación de la regla de Benito hecha por Benito de Arriano. Ciertamente preside la forma de vida una disciplina rigurosa, pero ésta queda suavizada por la discretio, es decir, por la recta medida en todo, unida con la prudencia y el juicio acertado sobre lo que puede pedirse a cada uno. La oración común se alimenta de la lectura de la Escritura y de los padres, especialmente de Gregorio Magno, y ocupa la mayor parte de la vida monástica. En cambio el trabajo manual retrocede considerablemente, aunque las consuetudines no prescinden completamente de él. La liturgia, centro de la piedad benedictina se celebra con especial solemnidad. Todos están obligados a coro; raramente se conceden dispensas. En los días feriales de invierno se recita todo el cursus de oraciones. Silencio y oración (son características: la devoción a la cruz y a María, la recitación de los salmos, las intercesiones por los difuntos) determinan el ritmo de la vida cotidiana, útil para la devoción personal y no menos también para la musa de la actividad literaria y artística.

No pocas alusiones de las Consuetudines descubren una asombrosa capacidad de acomodación en la legislación, que deja amplio espacio a la libertad espiritual.

III. Su influencia


En algún caso se ha querido ver en la r. c. una especie de política, la cual, guiada por el afán de conquista y posesión quería eliminar el sistema feudal, abusando de la protección y autoridad del papa con el único fin de superar obstáculos. Tal interpretación ha quedado ya excluida por los resultados convergentes de estudios recientes y minuciosos sobre los documentos. Ha quedado establecido que Cluny se comportó con gran flexibilidad respecto de los medios feudales y que apenas intervino directamente en la disputa de las -> investiduras. La mayor parte de las iglesias propias fueron confiadas o devueltas a Cluny por sus propietarios mismos, que actuaron así guiados por motivos religiosos. En reconocimiento de la libertas que se restituía a los monasterios dependientes de Cluny, éstos otorgaban a sus bienhechores la specialis familiaritas, por la que venían a formar parte de la familia religiosa; es decir, el laico quedaba unido con la comunidad monástica, se asociaba a sus intenciones, participaba del provecho de su oración y de su ejemplo, y podía estar seguro de sus sufragios después de la muerte. El movimiento cluniacense aspiraba en primer lugar a una renovación de la vida de la orden. Por la ventajosa situación geográfica de Cluny en el occidente de la edad media, por su independencia jurídica, por el centralismo de su constitución y por el hecho de que una serie de obispos importantes y de papas estaban acuñados por la r. c., ésta no pudo menos de tener también repercusiones políticas (donde más claramente en la reforma gregoriana y en las -> cruzadas). Con ello Cluny en gran parte se convirtió en la fuerza espiritual decisiva de los siglos x y xi.

BIBLIOGRAFÍA: Sackur; G. de Valous, Le monachisme clunisien, 3 vols. (Ligugé 1935) (bibl.); Schmitz GB; Schreiber G; A. Chagny, Cluny et son empire (Ly 41949); Hallinger 1-II; K. Hallinger: ECatt III 1883-1898 (bibl.); Th. Schieffer, Cluniazensische oder Gorzische Reformbewegung?: AM-rhKG 4 (1952) 24-44; G. de Valous, Cluny: DHGE XIII 35-174 (bibl.); K. Hallinger, Zur geistlichen Welt der Anfänge Clunys: DA 10 (1954) 417-445; ídem: Revue Mabillon 46 (Ligugé 1956) 117-140; H. Diener, Studien zur Geschichte Clunys in der Zeit seines Abtes Hugo (1049-1109) (tesis mecanogr. Fr 1955) (bibl.); Neue Forschungen über Cluny und die Cluniacenser, bajo la dir. de J. Wollasch, H.-E. Mager, H. Diener); J.-F. Lemarignier, Institutions ecclésiastiques: Histoire des institutions frangaises au moyen äge, bajo la dir. de F. Lot - R. Fawtier, III (P 1962) 26-139; A. Stacpoole, Hildebrand, Cluny and the Papacy: DR 81 (1963) 142-164 254-272; H. Hoffmann, Von Cluny zum Investiturstreit: AKG 45 (1963) 165-209; J. Leclercq: Spiritualité occidentale, 1. Sources (P 1964) 91-173, II. Témoins (P 1965) 127-154.

Jean Leclercq
http://www.mercaba.org/Mundi/5/reforma_cluniacense.htm


Me deja :o porque entre la información de las páginas a las que accedí una de ellas mencionaba que entre las propuestas para buscar la paz, era que los que estaban en guerra dejarán de hacerlo en los días que se dedicaba al Señor; es decir, no había guerra desde el Sábado hasta el Lunes, ya después se incremento me imagino para promover lo que Dios propone desde el Sábado hasta el Miércoles, aunque claro dicen que después vino la guerra Santa.

En estos tres temas que llevamos, veo muchos casos de éxito y lamentablemente muchos errores humanos que personas tan astutamente utilizan, para poner a prueba nuestra fe para que busquemos desesperadamente otras puertas y/o hacer lo mismo que nos hicieron a otros/as.

Me siento muy atraída al curso por todo lo que falta por conocer ;)
La fe implica conocimiento, que Dios ilumine nuestro entendimiento para que sea mejor nuestro camino en la ruta de las buenas obras porque no es nada sencillo transitarlo con nuestras debilidades humanas
.
bisiesto_1976
 
Mensajes: 39
Registrado: Lun Oct 05, 2009 10:28 am
Ubicación: Irapuato, Gto. México

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor iCristinai » Jue Ago 28, 2014 4:04 pm

Estimados compañeros,
He encontrado en you tube un texto oral de S. Benedicto XVI en el cual revaloriza la Orden del Cluny en nuestros dias. Quisiera compartirlo con ustedes, solo dura 1:14min.

https://www.youtube.com/watch?v=PuHQHk6MbWw

La Orden de Cluny ha recordado el primado de los bienes del espíritu; ha tenido abierta la tensión hacia las cosas de Dios; ha inspirado y favorecido las iniciativas e instituciones para la promoción de los valores humanos; ha educado a un espíritu de paz. Con estas palabras, en el Aula Pablo VI, Benedicto XVI subrayó los frutos de la reforma cluniacense, que en siglo XII, al restaurar el seguimiento de la Regla de san Benito, contagió a Europa de espiritualidad. Son casi 1.200 monasterios que en el viejo continente promovieron el papel central de la liturgia en la vida cristiana, el valor de la oración y el celibato de los sacerdotes. En una época fuertemente marcada por la violencia y por el espíritu de antagonismo...

Paz y bien, Dios los bendiga, Cristina
iCristinai
 
Mensajes: 100
Registrado: Sab Ago 09, 2014 12:45 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Reynaldo Perez » Jue Ago 28, 2014 5:46 pm

Para el ańo 909 dc.surge dentro de la Iglesia Católica la voluntad de reformar las órdenes religiosas monásticas, que para ese tiempo se regían bajo la regla de Benito de Nursia, y que había alcanzado su máximo desarrollo con la intervención de Benito de Aniane; aunque limitada por sus tradiciones y la rutina de su aplicación. En este proceso la abadía de Cluny decide imponer otra forma más llamativa y práctica y agrupa un gran número de conventos, convirtiéndose en la orden más imoportante de esa época (siglo X,XI,XII)
La Orden Cluny es una consecuencia de la orden Benedictina. Fue creada el 11 de Septiembre de 1910, cuando Guillermo I, conocido como Guillermo él Piadoso, dono la Villa de Cluny al papado, para que se fundase un monasterio con 12 monjes, así se comienza a diseminar la regla que crecía ahora por toda Europa occidental, tomando mayor fuerza en 954-994, cuando el Abad Mayolo dirige Cluny. La regla fue llamada cluniciense y adaptada rápidamente por muchos otros monasterios y que juntó con Cluny formaron un gran imperio monástico de prioratos autónomos pero sometidos todos al un gobierno común guiados por el Abad de Cluny que a su vez era apoyado por la grande clase aristocrática y política de ese tiempo.
Este gran personaje Mayolo fue llamado " El Árbitro de los Reyes" por su relación con la aristocracia y propuesto para el papado, el cual rechazó humildemente en el año 973. A su muerte fue beatificado, convirtiéndose en uno de los santos más populares.
La orden continuo creciendoen el siglo XI, y a mitad del XII, aplicandose sus reglamentos muy precisos. Personajes que hicieron crecer el cluniscismo fuero: el Abad Bernon, san Odon, Aiman, Mayolo,y Odilon, este Abad dirigió el monasterio por 55 años que fueron los más difíciles tiempos de la época, porque fue tiempos de guerra y abandono de los que apoyaban esta orden con mucha fuerza como los aristocráticos, al morir san Odilon deja construidos 70 conventos. Luego después surge en 1049 , san Hugo de Semar como Abad de Cluny, el cual sigue las mismas directrices de Odilon, confirma fuertemente el poder de Cluny, añadiendose más abadías de otras órdenes con el privilegio de mantenerse con sus abades a como estaban originalmente, para esta época se comenzó a darse el feudalismo en los territorios. Este Abad san Hugo fue muy importante en la famosa querella que enfrentó el papado de Gregorio VII con el emperador germano Enrique IV, (Querella de las Investiduras. 1075-1122), debido a que el papa manda una orden de autoridad sobre toda persona so pena de excomunión a su desobediencia,a seguido da 27 Axiomas papales los que se resumen en:
1) El papa está por encima de todo, no sólo del clero, sino de toda la Iglesia local,regional,nacional y por encima de todos los concilios.
2) Los príncipes, inclusive el Emperador está sometido al Papa.
3) La Iglesia romana no ha errado en el pasado ni errara en el futuro.
Esta fue la causa del enfrentamiento de los dos, y se le llamó " QUERELLA DE LAS INVESTIDURAS" donde san Hugo ayudo a buscar La Paz y el entendimiento entre estos dos poderosos de la época, porque la guerra fue larga y de estrategias políticas y militares.
Continuando con los abades de Cluny, en 1109 es nombrado Abad Pons de Mengueil, que comienza a construir Cluny III, una abadía tan gigante y lujosa, que sus costos son tan elevados que se gastan todo los recursos económicos y esto provoca una gran protesta dentro de su comunidad, este derroche de bienes y su falta de humildad, ofende al voto de pobreza provocando el desarrollo de una orden más espiritual la cual se le llamó " Los Cistercienses" fundada en 1098, y que ya se comenzaba a extender, Pons solicitud ayuda al papado y fue a hablar con el Papa Calixto II, presentando su dimisión de su cargo, ya después no se supo nada de el, sustituyendole, Pedro el Venerable, en el 1112, hombre culto y muy inteligente, en su mandato como Abad sucedieron cosas lamentables como los asaltos por mercenarios a las abadías y monasterios, lo cual fue otra causa de su debilitamiento de Cluny, Pedro muere para el año de 1157. Entra nueva época de los monacatos con San Bernardo, votos de pobreza y austeridad que lucha por el ideal Cistercienses .
Recopilación de datos hecha por Reynaldo Pérez .28 de Agosto,2014.
Reynaldo Perez
 
Mensajes: 4
Registrado: Sab Ago 16, 2014 9:58 am

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor hel » Jue Ago 28, 2014 5:55 pm

DECADENCIA DE LA ORDEN DE CLUNY
Los cluniacenses lograron gran poder económico y político y consecuencia de ello la Orden llevó a cabo una innovación importante de la política eclesiástica, logra depender exclusivamente de la Santa Sede, de la forma anterior los abades más importantes llegaron a formar parte de las cortes imperiales y papales.
Varios pontífices romanos fueron benedictinos provenientes de los monasterios cluniacenses, entre ellos Alejandro ll, San Gregorio Vll, beato Victor lll, beato Urbano ll.
Otro elementos destacados fue la entrada al claustro de caballeros arruinados, con el único fin de salir de su pobreza, y la ordenación de nuevos miembros que, a fines del siglo Xl, había atraído a numerosos nobles más por el prestigio , privilegios, seguridad y comodidad de la vida monástica que la Orden ofrecía sin tener ellos una verdadera vocación monacal. Con el tiempo terminarían traicionando el espíritu de pobreza que impuso San Benito, a pesar que cada monje no poseía riqueza material el enriquecimiento colectivo fue enorme ya que la comunidad monacal no estaba obligada a la renuncia de bienes terrenales.
Tanto poder adquirido llevó a la decadencia, pues se había caído en la indisciplina llegando a una relajación de costumbres ajenas a la vida espiritual y monástica.
Al inicio del siglo Xll, empezaron los síntomas de agotamiento del sistema de reformas de Cluny cuyas causas apuntan a la excesiva centralización orgánica de la Orden, que descansaba en el Abad del monasterio fundacional, lo que generaba rigidez entre las distintas casas monacales llevando a un agotamiento organizativo y a su paralización.
El Abad de Cluny era Pedro El Venerable (1132-1156), quién intentó tomar medidas para atajar éste problema pero llegaron demasiado tarde, no se hicieron efectivas, no pudiendo detener la crisis que tras de su muerte asumió a la Orden.
hel
 
Mensajes: 10
Registrado: Dom Ago 24, 2014 3:39 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor gutierrezdaniel74 » Jue Ago 28, 2014 8:05 pm

SOBRE EL ORIGEN Y LA ORGANIZACIÓN DE LA ORDEN DE CLUNY

Cluny es fundado como monasterio en una villa, de una gran propiedad cercana a la ciudad de Mâcon. El fundador y propietario de aquella villa era Guillermo, Conde de Mâcon, que se hacía llamar Duque de Aquitania. La fecha de la fundación fue el 11 de septiembre del 09/910. Guillermo ha recordado esta fundación en un solemne y largo documento de extraordinaria importancia en la historia de la vida monástica. En él se nos informa sobre los motivos de la fundación.
De la lectura del documento podemos concluir algunos elementos fundamentales:
1. Cluny se convierte en propiedad de los Apóstoles Pedro y Pablo, no es un don al Papa. Se excluyen todos los derechos de la familia del fundador. Se renuncia incluso a los derechos de la iglesia privada.
2. El monasterio deberá pagar una pequeña cantidad cada año a San Pedro y San Pablo, como reconocimiento de su propiedad, pasando a ser el vasallo de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
3. Libertad de toda injerencia de la parte laica y también episcopal, que es la famosa "libertas romana".
4. La fuerza dada a la "potestas et dominatio" del abad, como nuevo lugarteniente de San Pedro.
Cluny desde el comienzo tiene la gran ventaja de crecer dentro de un movimiento político, en una zona protegida de las grandes tempestades políticas. El condado de Mâcon pertenecía al reino de Francia, pero el rey franco occidental de este momento (909-910), era un carolingio, Carlos III el simple, un rey lejano y débil que ni siquiera es mencionado en el documento de donación. Los primeros monjes de Cluny venían de la Burgundia superior, Borgoña. En esta zona, que no era muy fuerte, Cluny se podrá desarrollar libremente.
El papel del abad de Cluny era muy importante. El primer abad que viene mencionado en el documento de donación era Vernone, abad de la abadía de Baume, que se encontraba en Borgoña, morirá en el 926. Después de Vernone vendrán una serie de abades muy longevos:

1.- Odón (927-942).
2.- Aimardo (942-954).
3.- Magiolo (954-994)
4.- Odilón (994-1049)
5.- Hugo I (1049-1109).

Cluny es el primer intento, todavía imperfecto, de la formación de una orden religiosa en occidente. El modelo al cual Cluny se inspiraba era el de un monasterio principal al cual se unían conventos dependientes. Cluny ha desarrollado consecuentemente este modelo bastante conocido en la época carolingia. La finalidad era tener en dependencia todos los monasterios que aceptaban la forma impuesta por Cluny, no sólo reformar en el sentido de la propia forma, sino hacerles depender del monasterio central. Por eso abadías que fueron reformadas por Cluny, en general perdieron el rango abacial y pasan a ser simples prioratos. A la cabeza de estos prioratos figuraban los cinco hijos de Cluny, que son los grandes monasterios y prioratos de:
1) Souvigny (921).
2) Sauxillanges5 (950)
3) La Charité-Sur-Loire (1059).
4) Lewes (1078).
5) Saint Martin-Des-Champs. (1079).
Estos grandes prioratos tenían a la cabeza un gran prior y podían tener bajo su responsabilidad otros prioratos que eran dependientes de Cluny. Estos prioratos eran numerosos, por ejemplo la Charité tenía 52 prioratos dependientes en varios países. Cuando se trataba de monasterios muy famosos Cluny hacía compromisos y se conformaba con el reconocimiento de una supremacía del abad de Cluny, que podía supervisar la elección del abad de las abadías dependientes que poseían su propio abad o prior
Desde el siglo XI la expresión Clunyacensis ecclesia designa la totalidad de todos los profesos cluniacenses, todos los que han hecho profesión monástica bajo el monasterio de Cluny, sin tener en cuenta su residencia o su carrera eclesiástica. Su jefe era el abad de Cluny.
Sin embargo la expresión Ordo Clunyacensis quiere señalar la forma de vida monástica practicada en Cluny que se desarrolló en varias etapas. El Ordo Clunyacensis no estaba unido a la misma congregación sino que podía ser asumido por otros. Era algo que podía ser enseñado, no era una organización sino el modo de vivir. De este modo encontramos muchos cluniacenses que no pertenecían a la congregación de Cluny, los llamados neo-clunyacensis, siendo uno de sus representantes más conocidos el abad Guillermo de Dijon, fundador del monasterio de Fructuaria próximo a Turín.
El centro de la vida cluniacense era la liturgia solemne, la cual poco a poco suplantó a todas las demás actividades de los monjes. Al comienzo era una liturgia similar a la de los monjes carolingios, pero a partir del año 980, Cluny comienza a aumentar las oraciones litúrgicas, de modo que 100 años después los monjes cantaban durante el invierno cada día por lo menos 215 salmos. Podemos decir que en general el oficio divino ocupaba más de 7 horas al día, con dos misas cantadas al día, además de las numerosas misas privadas de los monjes sacerdotes, frecuentes procesiones. Donde más se engrandecía la liturgia era en las principales solemnidades del año.
Si bien tenía el privilegio de la libertad romana, Cluny no pensó desvincularse de la mentalidad del feudalismo. En el interior de la organización utilizaba conceptos feudales. La relación de cada monje con el abad de Cluny seguía el modelo del vasallaje. El señor del monasterio era el abad. Cada monje en el momento de la profesión ofrecía también el homenaje al abad. La mayor parte de los monjes procedía de la nobleza, de la cual también provenían los "oblatii”.
Cluny también tenía relaciones con los señores laicos de casi toda Francia y de otros países. Al mundo laico Cluny ofrecía no sólo el servicio de la oración por los benefactores sino también el nuevo ideal de santidad, que fue presentado por el abad Odón en la "Vita del Santo conde Gerardo de Aurillac" muerto en el 909; en ella afirma que no sólo la vida en un monasterio era una vía segura para la santidad, sino que un caballero también podía llegar a ser santo si sigue en cuanto le es posible el ideal monástico. Este era el primer paso hacia una espiritualidad laica que se va a desarrollar durante los primeros siglos posteriores a la edad media.
gutierrezdaniel74
 
Mensajes: 16
Registrado: Jue Jun 06, 2013 6:57 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Vianka » Jue Ago 28, 2014 8:40 pm

Buenas Tardes encontre esta informacion, espero nos enriquezca a todos un poquito bye.

Influencia de la Orden de Cluny en la España Medieval

La influencia de los monjes cluniacenses en España se puede clasificar en tres puntos esenciales:

Impulso del Camino de Santiago

Indudablemente, la Orden de Cluny fue uno de los principales motores de dinamización del Camino de Santiago.

Fiel a la regla benedictina, la abadía cluniacense se autoinvistió como difusora del cristianismo, sobre todo a lo largo del Camino.
Desde ese punto de vista, resulta comprensible su interés por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista y la cristianización del sur musulmán.

También es posible que tal devoción jacobea se debiera en parte al anhelo de poder, ya que durante los siglos XI y XII, la orden duplicó sus propiedades gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos.
La orden de Cluny alzó monasterios, puentes, iglesias y hospitales, pero también recibió infinidad de edificios, tierras, prioratos y villas a través de decretos reales.
Abolición del rito mozárabe

Tímpano de la portada del Monasterio de San Benito de SahagúnOtra influencia de Cluny ejerció sobre la España cristiana del siglo XI fue el apoyo a Roma para la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica.

Fundación de Monasterios
Cluny encontró en los reyes de León del siglo XI el apoyo necesario para el establecimiento o reforma de varios monasterios en Tierra de Campos.

Entre estos monasterios destacan San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) y por supuesto, San Benito de Sahagún, que fue el monasterio más poderoso de ese periodo.

En estos tres monasterios se producen manifestaciones románicas valiosísimas.

De San Benito de Sahagún (Anteriormente llamado "San Facundo y Primitivo) se conserva la lauda sepulcral de Alfonso Ansúrez más una Virgen procedente del tímpano de una portada que se exponen en el Museo Arqueológico Nacional.

San Isidro de Dueñas tiene una iglesia transformada que debió ser muy similar a San Martín de Frómista. Afortunadamente, la portada occidental se conserva bien.
Por último, en San Zoilo de Carrión de los Condes, se descubrió en 1993 una portada oculta de excelente calidad artística. Tiene cinco arquivoltas y cuatro columnas con capiteles relacionados con Jaca y San Isidoro de León.



Cluny y el románico

En el año 910 se comienza la construcción del primer templo de Cluny, denominada "Cluny I" que fue consagrada en el año 927. Debió ser un edificio de estilo otoniano.

Años más tarde se acomete la segunda obra del Monasterio de Cluny ("Cluny II") que es consagrada en el año 981 y que fue abovedada en 1010.

Se ha podido reconstruir la distribución interior del templo por el reflejo que dejó en varios edificios cluniacenses, principalmente de la zona suiza.

Se trataba de una iglesia sin pórtico, sólo con una especie de atrio abierto con galerías porticadas.

Por este atrio se accedía a la iglesia, que tenía tres naves, seguramente separadas por pilares de sección circular.

Había un crucero destacado en planta y una cabecera muy compartimentada con siete capillas en torno a la cabecera. El presbiterio estaba dividido en tres naves. Tenía dos torres a los pies y otra en el crucero, seguramente con influencia decorativa lombarda.


A finales del siglo XI aparece la necesidad no sólo de ampliar la iglesia de Cluny II sino también el resto de dependencias del recinto.

Entre 1088 y 1118 se edificó una nueva inmensa iglesia, "Cluny III", pero durante su construcción, Cluny II sigue en funcionamiento hasta su desaparición casi por completo para ampliar el claustro.

La construcción fue financiada por el rey de Inglaterra y el rey Alfonso VI de Castilla Y León, hecho favorece que la orden se extienda rápidamente en la Península.

Cluny III, fue expropiada, vendida y estúpidamente derribada a comienzos del siglo XIX, salvo algunos fragmentos del crucero,
indudablemente se puede considerar como una de las obras cumbres del románico europeo.

Cluny III era un enorme templo de casi 200 metros de longitud. Tenía un pórtico de tres naves precedido por dos torres. Desde este pórtico se accedía a la iglesia de cinco naves de gran altura, dos cruceros con dos capillas. La cabecera tenía una girola y cinco absidiolos. El crucero más cercano a la nave era más alto, largo y ancho. Tenían un gran número de ventanas, especialmente en la cabecera. No hay tribuna, pero se empiezan a utilizar los arbotantes. Tenía decoración de arquillos lombardos.

Parece que en el gran edificio de Cluny III influyeron algunos edificios, tales como:

Charité Sur Loire
Se comienza hacia el 1080 y se concluye en el 1135. Tiene cinco naves. La articulación del muro era de tres pisos: arcadas, triforio ciego y ventanas (no hay tribuna). También tenía una girola con absidiolos, y sólo 3 torres.

Saint Etienne de Nevers
Se construyó entre el 1063 y el 1097. Tiene tres naves, girola con tres absidiolos y transepto marcado en planta. La articulación del muro también tiene tres pisos: arcos, tribuna y ventanas (similar a las iglesias de peregrinación). La cubrición era la característica del románico: en la nave central cañón, en las laterales arista y en la tribuna cuarto de cañón. Toda la iglesia destaca por su perfecta sillería.

Por su parte, Cluny III influyó arquitectónicamente en algunos edificios románicos de Borgoña, donde el visitante puede hacerse una idea aproximada de cómo era la última iglesia abacial cluniacense:

Saint Benît Sur Loire
Iglesia de tres naves con un solo crucero y un presbiterio muy profundo con girola. Es una iglesia ad triangulum. Tiene una sólo una torre en el cimborrio. Articulación del muro en tres pisos: arcadas, triforio ciego muy alto y ventanas. Está precedida por una torre pórtico.

Paray-Le-Monial
Fue una fundación directa de Hugo el Grande, promotor de las obras de Cluny III. Es el mejor ejemplo de cómo debía ser Cluny III.

Edificio con tres torres, dos a los pies, entre las que se desarrolla un pórtico. La cabecera también tiene girola, con tres absidiolos, y una capilla en cada brazo del crucero, que destaca en planta.

Esta iglesia forma un juego de volúmenes muy marcado y se ilumina con numerosas ventanas.

Utiliza arcos apuntados y está cubierta por bóveda de cañón apuntado. La articulación del muro es igual a la que debía haber en Cluny: piso de arcadas (con arcos apuntados), triforio ciego (tres arcos ciegos por cada arcada) y piso de ventanas.

El triforio de las naves se convierte en una galería en la cabecera. Los pilares son compuestos con columnas embebidas y pilastras con acanaladuras de tipo clásico adosadas, que también se daba en Cluny.
Vianka
 
Mensajes: 3
Registrado: Lun Ago 04, 2014 3:03 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Fabian_Jaramillo » Jue Ago 28, 2014 8:58 pm

San Benito de Aniane
En principio Benito se llamaba Witiza, hijo de Aigulfo, conde visigodo de Maguelona. Se educa en la corte de Pipino el Breve y después en la de Carlomagno. En 774 hace su profesión monástica en Saint-Seine, cerca de Dijón, pero abandona la abadía ante la falta de rigor de los monjes. Marcha a Aniane, cercano a Montpellier donde lleva una vida de anacoreta. En 782 funda un cenobio próximo a Aniane donde, con unos cuantos discípulos, puede llevar la vida ascética que predica. Éste tarda en desarrollarse debido a su rigor y, Benito decide adoptar la Regla de san Benito de Nursia (c. 480-547) cuya aplicación, en sentido estricto, le parece más práctica. De todos modos, a Benito de Aniane se debe una gran colección de reglas anteriores — una de las poquísimas que se han conservado — llamada Liber ex regulis, que luego le permitió elaborar una Concordia regularum, donde muestra cómo todo lo mejor de las reglas anteriores se encontraba en la Regla de San Benito.1

En 792, la abadía pasa a ser real y, en consecuencia, un centro de radiación por medio del cual Benito busca imponer el benedictismo en Aquitania que es aceptado en Languedoc, Auvergne y Borgoña. Luis el Piadoso se interesa por la nueva regla ya que quiere imponer la unidad religiosa en el Imperio para que enmarque su territorio. Llama a Benito a Inden donde prepara tres sínodos en los que se trata la reforma del monaquismo en 816, 817 y 818-819. Imponen la Regla de san Benito de Nursia y la libre elección del abad. Desde missi monastici, velan por su aplicación y decisiones. Benito quiere integrar la abadía en las instituciones del Imperio, al igual que Luis el Piadoso. El abad se convierte en un verdadero jefe de la comunidad.

La obra de Benito no es sólo una obra de unificación, sino también una lucha contra el adopcionismo, difundida por la liturgia romano-franca y la escritura minúscula. Los cambios aportados se adoptan rápidamente en Sajonia e Italia desde 820-830. El benedictismo va imponiéndose en Europa y termina creándose Cluny. Sin embargo, a partir de esta regla única, se crearán normas propias en cada abadía.

Fundación de Cluny (909):
Por amor de Dios y de nuestro salvador Jesucristo hago tradición de bienes de mi propio derecho a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo: a saber, la villa de Cluny con una corte y manso dominical y una capilla consagrada a la Virgen y a San Pedro, con todo lo que depende de ella, pueblos, capillas, siervos de ambos sexos, viñas, campos, prados, bosques, aguas y cursos de agua, molinos, entradas y salidas, tierras cultivadas e Incultas sin ninguna restricción. Todos estos bienes están situados en el condado de Macon o en su entorno y exactamente delimitados... Dono todas estas cosas a condición de que se construya en Cluny un monasterio regular en honor de los apóstoles Pedro y Pablo y que en él se congreguen monjes que vivan bajo la regla de San Benito... Que cada dieciocho años dichos monjes paguen a Roma diez sueldos a la tumba de los apóstoles para mantener sus luminarias. Que tengan la protección de los dichos apóstoles y del pontífice romano... Nos ha placido también hacer constar en esta acta que, desde hoy, dichos monjes no estarán sometidos al yugo de ningún poder terrestre, ni nuestro ni de nuestros parientes, ni de la grandeza regia. Que ningún rey secular, conde, obispo, ni el mismo pontífice romano... invada los bienes de los servidores de Dios, sustraiga cualquier cosa de ellos, los disminuya, cambie ni dé en beneficio a nadie...
Fabian_Jaramillo
 
Mensajes: 6
Registrado: Mar Ago 12, 2014 8:28 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Manuel_Azmitia » Jue Ago 28, 2014 9:01 pm

Cluny y la reforma religiosa

Aunque el ambiente, favorable al renacimiento monástico era general en Occidente, la importancia histórica de Cluny reside en su originalidad institucional. Su acierto consistió, en efecto, no tanto en potenciar o encabezar el retorno a los ideales benedictinos en una serie de monasterios, cuanto en ligar a todos ellos a una misma estructura orgánica. La fundación de una orden superadora del aislamiento, hasta entonces crónico, entre las distintas casas, permitió así sentar las bases de una nueva unidad del mundo cristiano, que encontraría en la centralización pontificia su otro pilar básico. De forma paralela, aunque sin presentar la uniformidad institucional cluniacense, se desarrollaría en Alemania un movimiento de renovación monástico de importancia equiparable en el que, a diferencia del modelo francés, la vinculación a determinados linajes aristocráticos resultaría altamente beneficiosa. Ambos movimientos junto a otros de rango menor localizados en Flandes e Italia, constituyen la primera gran oleada de renovación monástica del tronco benedictino que se plasmaría, con el tiempo, en el nacimiento de nuevas órdenes.
El 11 de septiembre de 909 Guillermo III de Aquitania concedía al monje Bernon un solar en la región de Maçon (Borgoña) para que edificara un monasterio. El hecho en si, equiparable a otros muchos coetáneos, ofrecía sin embargo la peculiaridad de que, desde un principio, Bernon y sus compañeros se acogían a la "inalienable propiedad de los Santos Pedro y Pablo", o lo que es lo mismo, a la directa protección de la sede de Roma. Esta directa ligazón -libertas romana-confirmada en 932 por Juan XI mediante un solemne privilegio, implicaba la independencia del monasterio respecto de cualquier poder laico o eclesiástico, lo que unido a la indudable valía de los primeros abades, iba a permitir a Cluny convertirse en el principal de los monasterios europeos hasta bien entrado el siglo XII. La importancia del privilegio de exención resulta difícil de exagerar y superaba con mucho la simple inmunidad al estilo carolingio. Gracias a la exención el monasterio se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de Francia, sentando así las bases de una verdadera supranacionalidad. La idea de ligar a toda una serie de monasterios mediante la formación de una orden o familia monástica no era nueva en absoluto, y así puede encontrarse en los proyectos reformistas de san Benito de Aniano (muerto en 821), pero sólo el privilegio cluniacense iba a facilitar su realización práctica.
Desde el punto de vista organizativo Cluny tuvo además la suerte de contar durante sus periodos fundacional y de madurez, entre 909-1109, con la presencia de una serie de abades de excepcional valía y extraordinaria longevidad, lo que no hizo sino favorecer el desarrollo de la orden. Más en concreto, durante todo el siglo XI, considerado con razón el del apogeo de Cluny, la figura de sus dos abades, Odilón (994-1049) y Hugo (1049-1109) permitió acentuar la estabilidad del movimiento.
Durante el gobierno de Hugo el Grande, calificado por sus adversarios como verdadero "rey de Cluny", se sistematizaron definitivamente los aspectos organizativos de la orden. La abadía de Cluny, que en su máximo apogeo llegó a contar entre 400 y 700 monjes, era el centro de la federación y poseía una autoridad indiscutida sobre los monasterios dependientes. A fines del siglo XI se calcula que la orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar el innumerable personal subalterno. A su vez, los monasterios se dividían en prioratos -la mayoría- cuyo prior era designado por el abad de Cluny, y que debían pagar un importante censo anual (modelo del que Cluny enviaba a su vez a Roma) como signo de sumisión; abadías subordinadas, con poderes de elección del abad aunque de limitada autonomía; y abadías afiliadas, con poderes mayores. Predominaba en cualquier caso la estructura piramidal, similar en todo a la del tipo vasallático, por la que las casas dependían de manera idéntica, e independientemente de su concreto origen (fundación o centro asociado) de la abadía madre. Este verdadero imperio monástico era regido con mano de hierro por los abades de Cluny, elegidos por cooptación, y cuyas frecuentes visitas a cada uno de sus monasterios recuerdan grandemente la actitud de los señores feudales contemporáneos. Sus viajes, igualmente frecuentes a Roma y el hecho de que numerosos Pontífices salieran de las filas de la Orden, demuestra hasta que punto esta justificada la consideración de los abades de Cluny como segundos jefes de la Cristiandad.
Mas Cluny era también un genero de vida y, a la postre, una peculiar forma de entender la espiritualidad. Desde un principio el objetivo originario, que no era otro que el de volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizada por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenció el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía se convirtió pronto en la principal, por no decir única, actividad del monje. Esta predilección por lo litúrgico, que no hacía sino subrayar el sesgo fundamentalmente cenobítico dado a la regla benedictina, tenía en los rezos y cantos de los oficios horarios su plasmación práctica, si bien encontraba en la misa conventual de la hora de tercia (mediodía) su verdadero cenit. A tales rezos se añadían los denominados "psalmi familiares", o preces por los protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los principales linajes aristocráticos europeos. El importante papel concedido en concreto a las preces por los patronos desaparecidos no hacía sino favorecer por lo demás las donaciones y otras continuas muestras de favor por parte de los poderosos del siglo, muchos de cuyos segundones formaban parte además de la orden.
Esta dedicación litúrgica orientó además el género de vida de los cluniacenses. Las "consuetudines" de la orden, adaptación de la primitiva regla, apostaban por una moderna ascesis que se plasmaba tanto en el régimen alimenticio como en la práctica ausencia de trabajos físicos. Para evitar el cansancio y permitir el necesario decoro en las celebraciones colectivas, la alimentación de los monjes era abundante y variada: pescado, leche, huevos, legumbres, carne (en caso de enfermedad) e incluso una medida de vino diaria. En cuanto al trabajo manual estaba prácticamente pospuesto, y era efectuado tan sólo por los "conversi", personal subalterno que no tomaba parte en el oficio divino y que a su vez era auxiliado por siervos y aparceros. Se ha dicho con razón que, por todas esas causas, unidas a la especial atención a la calidad de los vestidos y a las normas de higiene, cualquier personaje de origen aristocrático podía encontrarse a gusto en Cluny, como en efecto así fue.
La especialización litúrgica impidió sin embargo un verdadero desarrollo intelectual, por más que los "scriptoria" de la orden realizasen una permanente y febril actividad de copia de manuscritos. Aunque Cluny llegó a disputar, con Montecassino, la primacía de las bibliotecas de Occidente entre los siglos X-XII, su escuela monástica jamás alcanzó un puesto de relevancia. Ello no obsta para que se reconozca a Cluny su importante tarea en la difusión del arte románico y como foco inspirador de intelectuales tan destacados como Abdón de Fleury, Raul Glaber, Orderico Vital, Walter de Coincy, Guillermo de Dijon, etc.
Un último aspecto a destacar en relación con la actividad litúrgica de los cluniacenses fue su apoyo, sin duda inconsciente, a la definitiva clericalización del monacato. Frente a la figura antigua y altomedieval del monje como laico, asistido por uno o dos sacerdotes por comunidad, Cluny multiplicó el numero de sacerdotes entre sus miembros. El decisivo papel otorgado a la misa en la espiritualidad cluniacense, hasta el punto de que tras la celebración conventual numerosos monjes solían celebrar misas privadas, explica por que el cluniacense, más que un penitente ya, "tiende a ser un clérigo regular que oficia" (Chelini).
Más difícil resulta en cambio valorar la concreta relación que la orden de Cluny mantuvo con la nobleza, el clero secular y, en general, el movimiento de la reforma gregoriana.
Respecto a sus contactos con la nobleza, evidenciados incluso en el gran número de personajes de origen aristocrático que profesaron en la orden, hay que reconocer que Cluny, lejos de enfrentarse al orden feudal, apoyó su legitimación. Esto no impide, antes al contrario, aceptar la extraordinaria habilidad de la orden en reforzar su propia autonomía partiendo del acuerdo con la nobleza.
Tampoco sería correcto presentar el privilegio de exención de Cluny como una continua fuente de, enfrentamientos con la estructura diocesana. Por lo general la orden mantuvo relaciones más que cordiales con los obispos y a menudo se ejerció desde los monasterios una positiva labor catequética sobre el medio rural, lo que no podía sino favorecer los intereses de los prelados. En su función supletoria de una estructura parroquial todavía incipiente y como propagadores de la "paz y tregua de Dios" los monasterios favorecieron la cristalización de la autoridad episcopal.
Finalmente, respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia, parece indudable que aunque se bate de fenómenos distintos, gregorianismo y reforma cluniacense coincidieron en su objetivo fundamental de devolver a la Iglesia su libertad frente a los poderes laicos. Lo cual no impide reconocer, en el plano concreto, la existencia de importantes diferencias entre ambos movimientos. Ante todo, Cluny jamás rechazó per se el sistema de la iglesia propia, sino que lo utilizó en su favor mediante la cesión a la orden de los derechos de los propietarios. De hecho "el sistema de la iglesia privada es la base jurídica de la orden de Cluny" (Paul). Tampoco ésta actuó como tal en la querella de las investiduras apoyando al Papado, ni intervino en el espinoso asunto de las relaciones monarquía-episcopado.
Sin embargo, por la simple reforma impuesta en sus monasterios, por el papel de los intelectuales vinculados directa o indirectamente a la orden, acervos contrincantes del nicolaísmo y la simonía, por su positiva acción educadora de la capa dirigente y en suma , por su directa vinculación a Roma, cuyo primado moral siempre defendieron, los cluniacenses constituyeron globalmente un elemento fundamental en la consolidación de la reforma gregoriana. Desde luego a largo plazo, el Papado no dudó en utilizar siempre que tuvo ocasión a la orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización, como fue el caso de la Península Ibérica, en donde la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica estuvieron unidas íntimamente.
A pesar de sus grandes realizaciones, Cluny empezó a demostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII. Tras el negativo gobierno de Pons de Melqueil (1109-1132), el encabezado por su último gran abad, Pedro el Venerable (1132-1156), no pudo detener la crisis que tras su muerte se apoderó de la orden.
Son varias las causas que parecen explicar el agotamiento del modelo de Cluny, pero sin duda la más importante parece estar en la rigidez de su propia estructura. La excesiva centralización orgánica de la orden, que hacía descansar todo en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación, imparable desde fines del siglo XI, de gran numero de monjes atraídos más por el prestigio y la seguridad que la orden ofrecía que por una verdadera vocación. Este hecho, puesto de manifiesto por un autor como Serlon de Bayeux, que denunciaba la entrada en el claustro de caballeros arruinados, con el único objetivo de salir de su pobreza, intentó ya ser atajado sin éxito por Pedro el Venerable. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por san Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde como para poder hacerse efectivas.
Sería injusto, sin embargo, presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental, más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos, el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica.
Manuel_Azmitia
 
Mensajes: 12
Registrado: Lun Ago 11, 2014 5:25 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor agape » Jue Ago 28, 2014 9:32 pm

Comparto un video que encontre:

https://www.youtube.com/watch?v=vRy92AmNDHQ

Bendiciones!
agape
 
Mensajes: 14
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor agape » Jue Ago 28, 2014 9:42 pm

agape
 
Mensajes: 14
Registrado: Mié Jul 22, 2009 9:35 am

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor ClauBA » Jue Ago 28, 2014 9:54 pm

Aunque el ambiente, favorable al renacimiento monástico era general en Occidente, la importancia histórica de Cluny reside en su originalidad institucional. Su acierto consistió, en efecto, no tanto en potenciar o encabezar el retorno a los ideales benedictinos en una serie de monasterios, cuanto en ligar a todos ellos a una misma estructura orgánica. La fundación de una orden superadora del aislamiento, hasta entonces crónico, entre las distintas casas, permitió así sentar las bases de una nueva unidad del mundo cristiano, que encontraría en la centralización pontificia su otro pilar básico. De forma paralela, aunque sin presentar la uniformidad institucional cluniacense, se desarrollaría en Alemania un movimiento de renovación monástico de importancia equiparable en el que, a diferencia del modelo francés, la vinculación a determinados linajes aristocráticos resultaría altamente beneficiosa. Ambos movimientos junto a otros de rango menor localizados en Flandes e Italia, constituyen la primera gran oleada de renovación monástica del tronco benedictino que se plasmaría, con el tiempo, en el nacimiento de nuevas órdenes.
El 11 de septiembre de 909 Guillermo III de Aquitania concedía al monje Bernon un solar en la región de Maçon (Borgoña) para que edificara un monasterio. El hecho en si, equiparable a otros muchos coetáneos, ofrecía sin embargo la peculiaridad de que, desde un principio, Bernon y sus compañeros se acogían a la "inalienable propiedad de los Santos Pedro y Pablo", o lo que es lo mismo, a la directa protección de la sede de Roma. Esta directa ligazón -libertas romana-confirmada en 932 por Juan XI mediante un solemne privilegio, implicaba la independencia del monasterio respecto de cualquier poder laico o eclesiástico, lo que unido a la indudable valía de los primeros abades, iba a permitir a Cluny convertirse en el principal de los monasterios europeos hasta bien entrado el siglo XII. La importancia del privilegio de exención resulta difícil de exagerar y superaba con mucho la simple inmunidad al estilo carolingio. Gracias a la exención el monasterio se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de Francia, sentando así las bases de una verdadera supranacionalidad. La idea de ligar a toda una serie de monasterios mediante la formación de una orden o familia monástica no era nueva en absoluto, y así puede encontrarse en los proyectos reformistas de san Benito de Aniano (muerto en 821), pero sólo el privilegio cluniacense iba a facilitar su realización práctica.
Desde el punto de vista organizativo Cluny tuvo además la suerte de contar durante sus periodos fundacional y de madurez, entre 909-1109, con la presencia de una serie de abades de excepcional valía y extraordinaria longevidad, lo que no hizo sino favorecer el desarrollo de la orden. Más en concreto, durante todo el siglo XI, considerado con razón el del apogeo de Cluny, la figura de sus dos abades, Odilón (994-1049) y Hugo (1049-1109) permitió acentuar la estabilidad del movimiento.
Durante el gobierno de Hugo el Grande, calificado por sus adversarios como verdadero "rey de Cluny", se sistematizaron definitivamente los aspectos organizativos de la orden. La abadía de Cluny, que en su máximo apogeo llegó a contar entre 400 y 700 monjes, era el centro de la federación y poseía una autoridad indiscutida sobre los monasterios dependientes. A fines del siglo XI se calcula que la orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar el innumerable personal subalterno. A su vez, los monasterios se dividían en prioratos -la mayoría- cuyo prior era designado por el abad de Cluny, y que debían pagar un importante censo anual (modelo del que Cluny enviaba a su vez a Roma) como signo de sumisión; abadías subordinadas, con poderes de elección del abad aunque de limitada autonomía; y abadías afiliadas, con poderes mayores. Predominaba en cualquier caso la estructura piramidal, similar en todo a la del tipo vasallático, por la que las casas dependían de manera idéntica, e independientemente de su concreto origen (fundación o centro asociado) de la abadía madre. Este verdadero imperio monástico era regido con mano de hierro por los abades de Cluny, elegidos por cooptación, y cuyas frecuentes visitas a cada uno de sus monasterios recuerdan grandemente la actitud de los señores feudales contemporáneos. Sus viajes, igualmente frecuentes a Roma y el hecho de que numerosos Pontífices salieran de las filas de la Orden, demuestra hasta que punto esta justificada la consideración de los abades de Cluny como segundos jefes de la Cristiandad.
Mas Cluny era también un genero de vida y, a la postre, una peculiar forma de entender la espiritualidad. Desde un principio el objetivo originario, que no era otro que el de volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizada por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenció el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía se convirtió pronto en la principal, por no decir única, actividad del monje. Esta predilección por lo litúrgico, que no hacía sino subrayar el sesgo fundamentalmente cenobítico dado a la regla benedictina, tenía en los rezos y cantos de los oficios horarios su plasmación práctica, si bien encontraba en la misa conventual de la hora de tercia (mediodía) su verdadero cenit. A tales rezos se añadían los denominados "psalmi familiares", o preces por los protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los principales linajes aristocráticos europeos. El importante papel concedido en concreto a las preces por los patronos desaparecidos no hacía sino favorecer por lo demás las donaciones y otras continuas muestras de favor por parte de los poderosos del siglo, muchos de cuyos segundones formaban parte además de la orden.
Esta dedicación litúrgica orientó además el género de vida de los cluniacenses. Las "consuetudines" de la orden, adaptación de la primitiva regla, apostaban por una moderna ascesis que se plasmaba tanto en el régimen alimenticio como en la práctica ausencia de trabajos físicos. Para evitar el cansancio y permitir el necesario decoro en las celebraciones colectivas, la alimentación de los monjes era abundante y variada: pescado, leche, huevos, legumbres, carne (en caso de enfermedad) e incluso una medida de vino diaria. En cuanto al trabajo manual estaba prácticamente pospuesto, y era efectuado tan sólo por los "conversi", personal subalterno que no tomaba parte en el oficio divino y que a su vez era auxiliado por siervos y aparceros. Se ha dicho con razón que, por todas esas causas, unidas a la especial atención a la calidad de los vestidos y a las normas de higiene, cualquier personaje de origen aristocrático podía encontrarse a gusto en Cluny, como en efecto así fue.
La especialización litúrgica impidió sin embargo un verdadero desarrollo intelectual, por más que los "scriptoria" de la orden realizasen una permanente y febril actividad de copia de manuscritos. Aunque Cluny llegó a disputar, con Montecassino, la primacía de las bibliotecas de Occidente entre los siglos X-XII, su escuela monástica jamás alcanzó un puesto de relevancia. Ello no obsta para que se reconozca a Cluny su importante tarea en la difusión del arte románico y como foco inspirador de intelectuales tan destacados como Abdón de Fleury, Raul Glaber, Orderico Vital, Walter de Coincy, Guillermo de Dijon, etc.
Un último aspecto a destacar en relación con la actividad litúrgica de los cluniacenses fue su apoyo, sin duda inconsciente, a la definitiva clericalización del monacato. Frente a la figura antigua y altomedieval del monje como laico, asistido por uno o dos sacerdotes por comunidad, Cluny multiplicó el numero de sacerdotes entre sus miembros. El decisivo papel otorgado a la misa en la espiritualidad cluniacense, hasta el punto de que tras la celebración conventual numerosos monjes solían celebrar misas privadas, explica por que el cluniacense, más que un penitente ya, "tiende a ser un clérigo regular que oficia" (Chelini).
Más difícil resulta en cambio valorar la concreta relación que la orden de Cluny mantuvo con la nobleza, el clero secular y, en general, el movimiento de la reforma gregoriana.
Respecto a sus contactos con la nobleza, evidenciados incluso en el gran número de personajes de origen aristocrático que profesaron en la orden, hay que reconocer que Cluny, lejos de enfrentarse al orden feudal, apoyó su legitimación. Esto no impide, antes al contrario, aceptar la extraordinaria habilidad de la orden en reforzar su propia autonomía partiendo del acuerdo con la nobleza.
Tampoco sería correcto presentar el privilegio de exención de Cluny como una continua fuente de, enfrentamientos con la estructura diocesana. Por lo general la orden mantuvo relaciones más que cordiales con los obispos y a menudo se ejerció desde los monasterios una positiva labor catequética sobre el medio rural, lo que no podía sino favorecer los intereses de los prelados. En su función supletoria de una estructura parroquial todavía incipiente y como propagadores de la "paz y tregua de Dios" los monasterios favorecieron la cristalización de la autoridad episcopal.
Finalmente, respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia, parece indudable que aunque se bate de fenómenos distintos, gregorianismo y reforma cluniacense coincidieron en su objetivo fundamental de devolver a la Iglesia su libertad frente a los poderes laicos. Lo cual no impide reconocer, en el plano concreto, la existencia de importantes diferencias entre ambos movimientos. Ante todo, Cluny jamás rechazó per se el sistema de la iglesia propia, sino que lo utilizó en su favor mediante la cesión a la orden de los derechos de los propietarios. De hecho "el sistema de la iglesia privada es la base jurídica de la orden de Cluny" (Paul). Tampoco ésta actuó como tal en la querella de las investiduras apoyando al Papado, ni intervino en el espinoso asunto de las relaciones monarquía-episcopado.
Sin embargo, por la simple reforma impuesta en sus monasterios, por el papel de los intelectuales vinculados directa o indirectamente a la orden, acervos contrincantes del nicolaísmo y la simonía, por su positiva acción educadora de la capa dirigente y en suma , por su directa vinculación a Roma, cuyo primado moral siempre defendieron, los cluniacenses constituyeron globalmente un elemento fundamental en la consolidación de la reforma gregoriana. Desde luego a largo plazo, el Papado no dudó en utilizar siempre que tuvo ocasión a la orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización, como fue el caso de la Península Ibérica, en donde la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica estuvieron unidas íntimamente.
A pesar de sus grandes realizaciones, Cluny empezó a demostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII. Tras el negativo gobierno de Pons de Melqueil (1109-1132), el encabezado por su último gran abad, Pedro el Venerable (1132-1156), no pudo detener la crisis que tras su muerte se apoderó de la orden.
Son varias las causas que parecen explicar el agotamiento del modelo de Cluny, pero sin duda la más importante parece estar en la rigidez de su propia estructura. La excesiva centralización orgánica de la orden, que hacía descansar todo en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación, imparable desde fines del siglo XI, de gran numero de monjes atraídos más por el prestigio y la seguridad que la orden ofrecía que por una verdadera vocación. Este hecho, puesto de manifiesto por un autor como Serlon de Bayeux, que denunciaba la entrada en el claustro de caballeros arruinados, con el único objetivo de salir de su pobreza, intentó ya ser atajado sin éxito por Pedro el Venerable. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por san Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde como para poder hacerse efectivas.
ClauBA
 
Mensajes: 18
Registrado: Jue Ago 14, 2014 4:38 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor laura valeriano » Vie Ago 29, 2014 4:14 pm

Monasterio de Cluny
¿Cuales son los antecedentes históricos que motivan a la reforma de la Regla benedictina?

Edad Media: decadencia de la Iglesia.
En los primeros siglos del Medievo, el trabajo, la oración y la guerra definían la organización social. Los laboratores, con su trabajo proporcionaban los medios de subsistencia; los oratores, intercedían ante Dios; y los bellatores, protegían las ciudades y defienden las tierras de los invasores. En esta estructura social, el religioso era una figura indispensable, ya que tenía el monopolio sobre el rezo comunitario y se constituía en el vehículo a través del cual los laicos podían asegurarse la salvación.
En cambio, en el siglo IX, la iglesia empezó un proceso de decadencia debido a sus excesos y abusos: donaciones de tierras a los monasterios por los señores feudales para ganarse el cielo, compraventa de cargos espirituales, incumplimiento del celibato,… Por tanto, la Iglesia sufría un descrédito considerable. Carlomagno, rey franco y primer emperador de occidente, intentó en el siglo VIII frenar esta tendencia sometiendo a todos los monasterios a un mismo reglamento, el de san Benito. Tras Carlomagno, su hijo Luis el Piadoso recogió su testigo. Deseaba resucitar el espíritu benedictino e imponerlo como norma de obligado cumplimiento. No consiguió su objetivo.
La Orden de san Benito fue fundada por Benito de Nursia, que sigue la regla dictada por éste a principios del siglo VI para la abadía de Montecasino. Benito de Nursia es considerado Patrón de Europa ya que, contribuyó a la evangelización cristiana de Europa.
Es en el siglo X cuando la reforma se alzó con mayor determinación, para luchar contra la depravación y el desgaste espiritual de la Iglesia. Cluny fue fundada en 910 gracias a la cesión, por parte de Guillermo I de Aquitania, de las fértiles tierras del valle del Grosne, en la Borgoña francesa. La cesión se acompañaba de algo muy importante: el privilegio de exención, que establecía la independencia de la abadía respecto a los poderes feudales locales. Cluny estaba sometida únicamente a la autoridad papal y, dada la lejanía de ésta, en la práctica disfrutaba de total autonomía. Con la firme decisión de resucitar la tradición benedictina lejos de la sociedad civil, la orden de Cluny se convirtió en poco tiempo en epicentro de religiosidad y devoción.


La abadía que se construyó en un principio para dar cábida a una docena escasa de monjes, tuvo que triplicar sus dimensiones en apenas 200 años. Solo el templo, que fue reformado y ampliado hasta tres veces, llegó a contar con casi 200 metros de longitud y una altura de 30 metros, y aún sigue considerándose una de las obras cumbres del Románico.
Desde su nacimiento hasta su expansión durante los siglos XI y XII, la orden de Cluny hizo lo posible por implantar entre sus monjes el modo de vida austero que exigía la regla benedictina, el ora et labora, oración y trabajo. Sin embargo, a diferencia de la venidera del Cister, se consagró más al servicio divino que al trabajo manual. El trabajo manual lo fueron dejando en manos de los conversos, personal subalterno que se encargaba de velar por el cultivo de tierras del monasterio. Así, la orden podía priorizar las labores intelectuales y entregarse a la vida espiritual, que pivotaba entre el rezo comunitario y algunos ratos de tiempo libre para leer y reflexionar en soledad.
El rezo, que se desarrollaba en comunidad en la iglesia del monasterio, tenía lugar mediante oficios litúrgicos programados a determinadas horas del día y de la noche. Más o menos cada tres horas las campanas llamaban a plegaria. A medianoche, maitines; a las tres, laudes; a las seis, prima; a las nueve, tercia; a mediodía; sexta; a las tres de la tarde, nona; a las seis, vísperas; a las nueve de la noche, completas. El ritmo era tan exigente, que los monjes dormían con el hábito para no llegar tarde.
laura valeriano
 
Mensajes: 6
Registrado: Mar Ago 19, 2014 4:43 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor claudia bran » Vie Ago 29, 2014 6:10 pm

bendiciones a todos u a todas, les copio lo que encontré en: infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1010020207-la-exuberante-liturgia-de-la. las fotos las enviaré por aparte ya que no me fue posible insertarlas aquí mismo, El tema que me llamó mucho la atención fue Cluny y la Liturgia, se los comparto,

Su exuberante vida litúrgica.
Se ha dicho que la clave para penetrar en el secreto de Cluny es la imagen de la Jerusalén celestial que baja a la tierra y la liturgia de la gloria que describe el Apocalipsis. Gloria de Dios y felicidad de los hombres que lo han dejado todo para seguir a Cristo, la basílica constituye, como indica su mismo nombre, el palacio donde el Rey de la gloria recibe el homenaje de sus súbditos, todavía ciudadanos del mundo, pero deseosos de anticipar la liturgia celestial, de pregustar las delicias eternas. Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.
El monacato cluniacense no innovó, ni intentó empalmar con el monacato primitivo, el original, ni volver a la pureza de la Regla benedictina: fue esencialmente una continuación del monacato carolingio, aunque se distingue de él, aparte la centralización de los monasterios, y algún otro punto, sobre todo por haber subrayado más y más algunos de sus rasgos más relevantes, especialmente todo lo referente al culto divino. Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").
Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), por el contrario, condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.
La liturgia lo invadió todo. El oficio divino ya no era la principal ocupación del monje, al lado de la lectio divina y el trabajo, como quería la Regla de san Benito, sino prácticamente la única; apenas quedaba tiempo para otra cosa, y si quedaba, el espíritu y el cuerpo estaban tan fatigados que no tenían humor para nada. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable. El propio Pedro Damián, un asceta durísimo, declara que no podría aguantar semejante carga.
Pedro Damián conocía por experiencia lo que era la liturgia cluniacense. Escribió incluso su Apología preguntándose Porqué tanta insistencia en los oficios eclesiásticos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora de intercambio fraterno en toda la jornada. Y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.
La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitataban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.
]<img src="http://www.traditioninaction.org/SOD/SODimages/022AbbotCluny.jpg" align="right" alt="" title="">
claudia bran
 
Mensajes: 4
Registrado: Jue Ago 14, 2014 10:05 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor ma_allegretti » Vie Ago 29, 2014 6:17 pm

LA ORDEN DE CLUNY

Definición de Orden de Cluny
Orden perteneciente a la regla benedictina cuyo origen se remonta al 2 de septiembre del año 909, fecha en la que el abad del monasterio de Baume, Bernon, fundó el monasterio de Cluny, sito en la localidad del mismo nombre, al norte de Maçon y a orillas del río Grosne, en plena Borgoña francesa, gracias a la cesión de los terrenos por parte de Guillermo III, duque de Aquitania, quien lo dotó de la exención de toda autoridad civil y religiosa, poniéndolo bajo la jurisdicción directa e inmediata del Romano Pontífice para evitar los gérmenes de decadencia imperantes en la Iglesia y hacer de él un lugar constante de reforma, no sólo en el aspecto religioso interno, sino también como guía perfecta para el pueblo cristiano.

Antecedentes y origen de Cluny
El llamado Siglo de Hierro (IX-X), a pesar de los males que trajo a la Iglesia, fue un período en el que el cristianismo no dejó de crecer y expandirse, además de producirse un sentimiento profundo de religiosidad y de reforma generalizado, que posteriormente eclosionaría en todo un movimiento reformista a lo largo del siglo XI. La restauración monástica emprendida en la época carolingia se había diluido paulatinamente al calor de la anarquía feudal. La secularización de los monasterios, anteriores puntos de referencia, hizo muy difícil el mantenimiento de la vida religiosa, en muchos casos debido a los innumerables privilegios e inmunidades de que fueron objeto, liberándoles de la sujeción a los condes y demás funcionarios reales o señoriales, lo cual no ayudaba mucho en el sostenimiento de las mínimas garantías requeridas para la disciplina monacal. Los monasterios y demás cenobios, al convertirse en señoríos análogos a los de los nobles, con sus tierras y bienes, acabaron por despertar las apetencias de los nobles más poderosos. El resultado fue la secularización absoluta de los monasterios más importantes, que cayeron bajo el dominio e influjo de los grandes señores en calidad de abades o de patronos protectores.
Fue entonces, en medio de tan deplorable y lamentable situación, cuando se produjo la aparición del abad Bernon, noble de Borgoña que acababa de fundar el monasterio de Gigny y de restaurar el de Baume, estableciendo en ambos la Regla de San Benito. Bernon, siguiendo su ideal de reforma, pidió al duque de Aquitania y la Auvernia la cesión de una oscura aldea, rodeada de bosques solitarios, que se llamaba Cluny ( lat. cluniacum). Tras el consentimiento ducal, el 2 de septiembre del año 909, se fundó el nuevo monasterio, naciendo así la célebre abadía borgoñesa, cabeza de un extenso movimiento reformador y heredera de la misión y del espíritu de San Benito de Nursia. De la carta fundacional de la nueva Orden destacaron dos cláusulas que indicaban que, pese al reducido número de monjes que se le asignaba al nuevo monasterio, el proyecto en sí era totalmente innovador: el monasterio nació desde un primer momento exento de todo poder, tanto laico como religioso (episcopal), sometido únicamente a la autoridad directa del Papado, como consecuencia de una reacción contra el continuo intrusismo civil que minaba los mejores proyectos de reforma monástica; y, aunque el duque Guillermo de Aquitania se reservó el derecho de nombrar al primer abad, elección que lógicamente recayó sobre la persona de Bernon, el monasterio se sometió a la autoridad del abad o superior, el cual debía ser nombrado en adelante por los propios monjes de la comunidad.
Bernon, hombre capaz y austero, ejerció como abad de los tres monasterios que fundó (Gigny, Baume y Cluny) hasta su muerte, acaecida en el año 926. Durante los dieciséis años que estuvo al frente, Bernon implantó la más fiel y fervorosa observancia benedictina, haciendo de Cluny un monasterio modelo que atrajo a numerosos candidatos para ingresar. Prácticamente todos los monjes y nobles deseosos por fundar o restaurar monasterios se los encomendaron al abad de Cluny, viéndose éste obligado a enviar colonias de monjes cluniacenses que inauguraron o reformaron nuevos claustros y prioratos, los cuales fueron puestos bajo la dependencia directa del abad de Cluny. Todas las vinculaciones al abad de Cluny se llevaron a cabo de manera personal por lo que, antes de morir, Bernon renunció a ellos, nombrando para cada casa filial un abad. El gobierno de Cluny se lo encomendó a su mejor discípulo, San Odón, perfecto heredero de su espíritu y vocación y con el que dio comienzo realmente la Orden de Cluny.

Desarrollo histórico de Cluny
Fue en el transcurso del largo y fecundo gobierno de San Odón (926-942) al frente de la abadía de Cluny cuando la Orden se asentó definitivamente y adquirió sus plenas características. La primera tarea a realizar por Odón fue la imposición de la clausura y del silencio como norma básica, con el objeto de alejarse más del mundo y facilitar el necesario espíritu de oración que se requería. Odón insistió, sobre todo, en aspectos litúrgicos, aumentando las horas dedicadas al oficio divino y confiriendo a las ceremonias una solemne magnificencia desconocida hasta entonces. Por contra, se vio obligado a reducir el número de horas dedicadas al trabajo manual. También se acentuó la división entre los sacerdotes o clérigos, es decir, los miembros plenos de la Orden, y los legos (fratri laici conversi), los cuales eran una evolución de los antiguos famuli seglares, al servicio del monasterio y que, incorporados a la comunidad, atendían las faenas domésticas y del campo que los monjes no podían realizar debido a la nueva estructuración de la Orden.
La fuerza de Cluny estuvo en la exención de toda autoridad civil y eclesiástica que no fuera el Papa, o sea, en su íntima unión con Roma, lo que pudo propiciar la constitución “federal” de la Orden que agrupó en torno de la abadía madre de Cluny a una infinidad de monasterios, abadías y prioratos de todos los países de la cristiandad, robusteciendo sobremanera el prestigio y la autoridad del abad de la casa madre. En el año 931, el papa Juan XI (931-35) confirmó la carta fundacional del año 909, poniendo la abadía bajo la protección directa de Roma y otorgándole plena inmunidad, tanto a nivel interno como de las casas filiales que fundase en adelante. Esta última disposición hizo posible la formación de una verdadero “imperio monástico”, en el que una nube de casas filiales dependían, en mayor o menor grado, de la abadía madre, número que alcanzó las 1.184 casas en la segunda mitad del siglo XI, época de oro de la Orden. Tales privilegio provocaron un sin fin de escandalosos conflictos entre los abades cluniacenses y los obispos.
Odón logró llevar más allá de la Borgoña y de la Aquitania la reforma cluniacense, con la creación de nuevos monasterios en otras regiones de Francia. El propio Odón en persona realizó varios itinerarios peregrinatorios, de monasterio en monasterio, rompiendo la natural desconfianza y resistencia que muchos cenobios mostraron ante la reforma, todo ello montado en un humilde asno del que se desmontaba cuando se encontraba con alguien más fatigado por el camino. Varias veces tuvo que ir a Roma, bien para pagar el censo debido a San Pedro, bien para interceder —la mayoría de las veces— en las terribles discordias entre el rey Hugo de Provenza e Italia y el princeps omnium romanorum, Alberico, hijo de la famosa Marozia. En Roma, Odón fundó la abadía-escuela de Nuestra Señora, auténtico nido de intelectuales de donde saldría, entre otros muchos, el monje Hildebrando (futuro papa Gregorio VII). En su periplo italiano introdujo la reforma en monasterios y abadías tan importantes como San Pablo extramuros de Roma, en los monasterios de Monte Casino y Subíaco, en San Agustín de Pavía, en San Elías de Suppentone, etc.
Tras su muerte, Odón fue sucedido por el monje Aymard (942-54), persona muy anciana y ciega, quien no pudo seguir la obra de su antecesor, pero sí darse cuenta de la prudencia, valía y erudición de su bibliotecario Mayeul, a quien promovió como su sucesor. Mayeul (954-994), hijo de noble familia aviñonesa, se encargó de acrecentar todavía más el prestigio y la influencia cluniacense, gracias a su especial don de gentes, sazonado de una aureola de simpatía y elegancia que no le impedía, no obstante, comportarse como una verdadero reformador cluniacense. Al igual que hiciese su predecesor Odón, Mayeul viajó constantemente promoviendo la reforma y dejando posos de su gran cultura y elocuencia, factor éste último que le ayudó bastante para ganarse la admiración, el respeto y la amistad personal de Papas y monarcas que le apoyaron en la renovación de la vida benedictina, además de encomendarle las reformas de un gran número de abadías a las que favorecían con generosas donaciones, de las que una buena parte iban a parar directamente a la casa madre de Cluny. En el verano del año 983, mientras que Mayeul atravesaba los Alpes, fue capturado por los sarracenos y liberado tras el pago de una fuerte suma. Finalmente, Mayeul murió el 11 de mayo del año 994, a la edad de 88 años. Pero antes, al igual que hiciera Odón y Aymard, se preocupó de escoger al que había de ser su sucesor, recayendo la elección en Odilón, quien fue inmediatamente reafirmado por los miembros de la abadía.
La elección de Mayeul no pudo ser más acertada, pues la organización que había bosquejado se acabó de perfilar bajo el también largo abadiato de Odilón (994-1048). Si Mayeul gobernó Cluny por cuarenta años, Odilón lo hizo por cincuenta y cuatro. Entre ambos pudieron imprimir a la abadía su carácter definitivo y una adecuada dirección espiritual, segura y firme. De condición asceta, Odilón viajó por toda Europa agrupando abadías, prioratos y cellas en torno a Cluny, de tal suerte que la reforma fue adoptando la forma de una congregación monástica u Orden, bajo la autoridad y supervisión de un archiabad. La influencia de Odilón fue grande en las cortes del emperador Enrique II, Roberto el Piadoso de Francia, Sancho el Mayor de Navarra e, incluso, Estaban de Hungría, recién convertido al cristianismo, promoviendo más que nadie la Tregua de Dios (Treuga Dei).
Con Odilón dio comienzo la gran serie de grandes abades que elevaron a la abadía de Cluny a una altura increíble y la convirtieron en la pieza maestra de la reforma eclesiástica, auténtico vivero de papas, cardenales, obispos, intelectuales y reformadores. Entre los 61 abades que tuvo la Orden a la largo de sus 880 años de existencia, destacaron los cinco siguientes, exceptuando el breve período de Aymard y de Pons (1109-22): Odón I (926-42), Mayeul (954-94), Odilón, 994-1048, Hugo (1048-1109) y Pedro el Venerable (1122-1157), cinco hombres que llenaron, con luz propia, los dos primeros siglos de la historia cluniacense y que, gracias a su gran longevidad y dotes de gobierno, contribuyeron a acentuar la continuidad de Cluny y la consolidación de su obra.
Con Mayeul en el gobierno, Cluny contó con 160 monjes. Al morir Odilón, en el año 1048, Cluny mandaba sobre un total de 65 abadías, sin contar los prioratos dependientes de la casa madre. Sesenta años más tarde, a la muerte de Hugo, en el año 1109, el número de abadías filiales ascendía a la mareante cifra de 1.184, momento en el que se alcanzó, sin duda alguna, el punto álgido de la Orden. Hugo mandó construir la gran basílica de cinco naves y mandó redactar las Consuetudines, escritas por los monjes Bernardo y Ulrich, en los años 1063 y 1080, respectivamente.
Tras este período fulgurante, Cluny empezó a sufrir un lógico período de desgaste y decadencia, debido, en parte, a una gradual pérdida de los dos pilares básicos que habían cimentado su grandeza: la exención civil y su independencia religiosa. Un hecho sintomático fue que, a partir del siglo XIII, el abaciológico cluniacense (listado de los abades cluniacenses) se vio mediatizado por una serie de abades impuestos por la monarquía francesa, con la consiguiente pérdida de independencia a favor de la Corona. Los reyes, aunque siguieron prodigando todo tipo de favores a la abadía y la Orden en general, desgastaron metódicamente por su administración los privilegio de la jurisdicción cluniacense. La imposición de abades procedentes de las grandes familias de la nobleza franca obstaculizó la vida religiosa de la Orden y la privó de su primigenio espíritu reformista, que originó congregaciones tan importantes como las de Saint-Vanne y la de San Mauricio. Desde los tiempos del abad Odilón, el abad de Cluny tuvo tal influencia que trataba por igual a los propios soberanos. Este detalle no se le escapó al propio sistema feudal, haciendo de los monasterios cluniacenses una de las mejores encomiendas para disfrutar por parte de los grandes nobles, los cuales se disputaban y se sucedían en la sede cluniacense: los Anjou, los Borbón, los condes de Lorena, los Guisa, familiares de Richelieu y Mazarino, los duques de Este, los Bovillón, etc. Los miembros de estas familias poderosas pasaron a ocupar la sede del gran Hugo y de Pedro el Venerable, confiriendo a la Orden un efímero esplendor de puertas afuera, pero perpetuando una vida sin empuje y dinamismo en el interior de los monasterios cluniacenses, hasta la supresión de la Orden por parte de la Revolución Francesa, el 13 de enero del año 1790. El 25 de octubre de 1793, el último gran prior de la Orden, Juan Bautista Rollet, dio la última misa en la abadía desierta de Cluny, tras lo cual fue deportado a la isla de Ré, muriendo el 21 de septiembre de 1799. Dos años más tarde, la gran basílica monástica fue arrasada por los últimos ecos de la tormenta revolucionaria, dejando en pie, tan sólo, el ala derecha del gran transepto y otros restos menores.

Estructura y organización interna de la Orden de Cluny
A pesar de que al principio los monasterios que pasaron a depender directamente de la casa madre de Cluny consiguieron preservar constitucionalmente su propia autonomía, durante el siglo XI la casa madre comenzó a reunir un gran número de dependencias sobre las que mantuvo un control estricto. Todos los monjes negros de la Orden (llamados así por el color de sus hábitos) debían obediencia directa al abad de Cluny, mientras que todos los prioratos o abades de los monasterios fundados o reformados debían asistir regularmente al Capítulo General que se celebraba una vez al año en la casa madre. Dado que Cluny había sido fundada como dependencia directa del Pontificado, con el paso del tiempo la Orden pudo librarse de la jurisdicción episcopal y señorial, y, por lo tanto, designar a sus propios inspectores, los cuales estaban encargados de supervisar el buen funcionamiento religioso y económico de todo el entramado de prioratos y monasterios dependientes. Debido al gran énfasis puesto en el componente litúrgico, los monjes cluniacenses tuvieron poco tiempo para dedicarse a los trabajos manuales, imprescindibles para el sistema y mantenimiento autosuficiente de las células monásticas, utilizando para dichos menesteres los ya mencionados fratri laici conversi (laicos al servicio de sus señores, los monjes negros de Cluny). La organización de la Orden fue un calco exacto de la estructura feudal de la época: las casas hijas, reducidas muchas de ellas a simples prioratos o cellas mínimas, debían obediencia a la casa madre, al igual que el vasallo se la debía a su señor.

Actividades principales de la Orden de Cluny
Cluny, como orden religiosa, experimento un vertiginoso crecimiento, particularmente a lo largo del siglo XI. Su objetivo principal y primigenio fue volver a la letra de la regla benedictina, por lo que los oficios religiosos ocuparon la mayor parte de la jornada de los monjes negros, cada vez más acaparadores y solemnes (138 salmos diarios en el Oficio Divino, el cual era cantado y no recitado como se hacía normalmente), en claro detrimento del opus manuum, es decir, del trabajo manual, lo que acabó por convertir al monje cluniacense en un auténtico profesional y especialista de la oración litúrgica.
Aunque en el plano intelectual Cluny no estuvo a la altura que pudiera sugerir su grandeza y su gran significación eclesial, no hubo, sin embargo —en contra de lo que generalmente se ha admitido—, un rechazo sistemático por los estudios, los cuales fueron impulsados por algunos abades como Odón, que hizo que Cluny disfrutase de una de las más ricas bibliotecas de Francia, manteniéndose relaciones con todo el conjunto de la cristiandad, desde Bizancio a la España mozárabe e islámica. Pero, en lo general, la Orden demostró un interés escaso por la ciencia y la literatura, además de un nimio recelo por los clásicos y un mediocre cuidado por sus escuelas que hizo que de sus aulas no saliera ningún escritor de altura, razón ésta que movió al prometedor joven San Anselmo a no entrar en Cluny. Donde sí destacaron con sobrada maestría y solvencia fue en la labor de copistas, desplegando una gran actividad en los escritorios, con el consiguiente enriquecimiento de sus códices, obras ascéticas, hagiografía y colecciones epistolares.
En el orden social y económico, el influjo de la Orden fue enorme, sobresaliendo siempre por sus obras de caridad y beneficencia para con los rústicos y colonos, por sus préstamos sin interés y seguros de vida, por el impulso prestado a la industria y a la repoblación de tierras baldías, desiertos demográficos y selvas impenetrables.
En lo artístico, el influjo de Cluny fue realmente considerable. Los monjes negros descollaron en el arte de la miniatura y en la construcción y pintura de vidrieras. Pero su mayor título de gloria artística residió en la arquitectura románica, con las innumerables y magníficas iglesias que levantaron en todas partes, repletas de suntuosidad y elegancia, que fueron profusamente imitadas, hasta el punto de que el arte románico pasó a denominarse “arte cluniacense”. La obra cumbre y representativa de la arquitectura cluniacense fue la abadía de Cluny, levantada por el primer abad, Bernon, y reconstruida varias veces, hasta el 25 de octubre del año 1095, cuando el papa Urbano II (1088-99), perteneciente a la Orden, consagró el altar definitivo de la basílica de Cluny (tan grande como la de San Pedro de Roma antes de su remodelación).
El espíritu de Cluny rebasó con creces los límites impuestos en un primer momento por la propia Orden. Destacadas individualidades, como Raoul Glaber, Orderico Vital o Gualterio de Coincy, tuvieron contactos estrechos con la Orden durante algunas etapas de sus vidas. Algunas comunidades, como la de Hirsau, que se mantuvieron al margen de la obediencia cluniacense, inspiraron sus normas en las del cenobio borgoñón. Finalmente, la reforma cluniacense y la gregoriana, aunque distintas en su origen, acabaron convergiendo en un mismo deseo e ideal: el restablecimiento de la disciplina eclesiástica. Con el tiempo, la Orden se convirtió en uno de los brazos ejecutores de la política de centralización papal. Recuérdese a los papas salidos de la Orden y que desempeñaron un papel de absoluto protagonismo en la reforma de la Iglesia: Gregorio VII (1073-85), Urbano II (1088-99), Pascual II (1099-1118) y demás.

El legado cluniacense a la Iglesia
La trascendencia de la reforma emprendida por la Orden cluniacense en la historia del momento y de la Iglesia en general es un hecho manifiesto e innegable por parte de la gran mayoría de especialistas e historiadores. No obstante, muchos de éstos siguen cuestionando hasta qué punto la Orden de Cluny respetó e interpretó al pie de la letra la Regla de San Benito, debido, sobre todo, al exceso en la extensión concedida a la salmodia litúrgica.
Otro punto de discusión alude al influjo, positivo o negativo, que la Orden tuvo en los posteriores movimientos reformistas de la Iglesia. Mientras que para un grupo nutrido de historiadores Cluny ejerció un positivo influjo en la posterior reforma emprendida por los pontífices en contra del poder secular y la intromisión de éstos en los asuntos internos de la iglesia, en el transcurso del siglo XI, para otro, no menos numeroso, Cluny no fue más que una restringida reforma monástica, sin miras universalistas.
Al margen del debate historiográfico sobre la herencia dejada por la Orden, la acción bienhechora de Cluny fue innegable, no sólo en el marco de los propios monasterios y demás organismos eclesiásticos que la Orden levantó, sino también en las cortes de los reyes, papas y en los palacios obispales y castillos de nobles. Gracias a los monjes negros se pudo meter en todas partes el germen evangelizador que, tarde o temprano, fermentó y produjo verdaderos frutos de santidad, de espiritualidad y de reforma de las costumbres. Los monjes negros combatieron con ahínco las prácticas comunes de nicolaísmo y simonía, a la vez que reforzaron la acción de Roma con la dócil fidelidad que pusieron al servicio directo de Pontificado. Como conclusión, los monjes negros fueron los que dieron un paso adelante en el viraje definitivo del monaquismo occidental, acercándose más y más al pueblo y preocupándose no sólo de su propia santificación, sino también de la reforma moral del mundo cristiano en general.

La Orden de Cluny en España
Los monjes benedictinos reformados de Cluny desempeñaron en la España de la Reconquista un papel decisivo como vanguardia de la influencia papal, además de ejercer de agentes eficaces de una política eclesiástica que muy bien podríamos llamar “europeizante”. Esta directriz se conjugó a la perfección con la ejercida por los legados pontificios, cuyo resultado final fue el incorporar a los reinos cristianos en el conjunto de la cristiandad occidental y sacarlos de su anterior ostracismo debido a su excentricidad geográfica.
La influencia cluniacense en la Península arrancó bajo el reinado de Sancho el Mayor de Navarra (1000-35), quien, hacia el año 1020, colocó al frente de la prestigiosa abadía de San Juan de la Peña al abad cluniacense Paterno, el cual antes había sido preparado en la abadía de Cluny. La reforma siguió su evolución, extendiéndose a la antigua abadía de San Victoriano de Asán, donde residió un tiempo el obispo de Roda. En Navarra, el monasterio de Leyre fue el que recibió la reforma cluniacense, de manos del obispo Sancho de Pamplona. En San Millán de la Cogolla coincidió la reforma con el traslado de las reliquias del santo patrono, en el año 1030. El rey navarro García Sánchez III (1035-54) mantuvo relaciones de amistad con el abad Odilón, fundando, en el año 1052, la abadía de Santa María de Nájera.
En el reino de Castilla, el abad Paterno expulsó a las monjas de los monasterios dúplices, poniendo al frente de estos a hombres capacitados. A tal impulso le siguieron una serie de monasterios reformados, como el de Cardeña y el de San Zoilo de Carrión, que en el año 1047 llegó a tener treinta monasterios sometidos a él. La reforma cluniacense se redujo, en ciertos casos, a la mera introducción de los usos de la abadía central y, en otros, se tradujo en una total sujeción a la abadía madre, llegando así Cluny a tener en España veintiséis prioratos, decanatos y abadías dependientes directamente de ella. Los abades de Cluny supieron captar la devoción de los reyes castellanos. Fernando I (1037-65) les concedió un censo anual de cien onzas de oro, suma doblada por su hijo Alfonso VI (1072-1109), en pago al apoyo prestado por la Orden en sus disputas por el trono con su hermano Sancho II de Castilla (1065-72). Bajo el reinado de Alfonso VI se produjo el cambio de rito mozárabe por el romano, eficazmente apoyado por la Orden. La política cluniacense siguió activa en los turbulentos días que siguieron a la muerte de Alfonso VI, en el año 1109, apoyando las pretensiones y objetivos del todopoderoso prelado español Diego Gelmírez. Pero al florecimiento cluniacense en la Península le siguió una rápida decadencia, tanto en lo material como en lo espiritual, circunstancia que se empezó a acelerar y a hacer patente a partir de los dos siglos siguientes. Por todas partes había pobreza, como consecuencia de una pésima administración y aseglaramiento de monjes públicamente amancebados. Los Reyes Católicos terminaron con la sujeción de los monasterios españoles a Cluny.

Bibliografía
ÁLVAREZ GÓMEZ, Jesús: Historia de la vida religiosa: desde los orígenes hasta la reforma cluniacense. (Madrid: Ed. Publicaciones Claretianas. 1987).
BENITO, Santo: Regla del gran padre y patriarca San Benito. (Burgos: Ed. Abadía de Santo Domingo de Silos. 1980).
BREDERO, Adriaan: Cluny et Citeaux au doziéme siécle: l´histoire d´une contreverse monastique. (Amsterdam: Ed. Holland University Press. 1985).
COLOMBÁS GARCÍA, M: La tradición benedictina: ensayo histórico. (Zamora: Ed. Ediciones Monte Casino. 1997).
ESLANDE-BRANDENBURG, Alain: L´Abbaye de Cluny. (París: Ed. Caisse Nationale des Monuments Historiques et des Sites. 1981).
GARCÍA GONZÁLEZ, Juan José: Vida económica de los monasterios benedictinos en el siglo XIV. (Valladolid: Ed. Universidad de Valladolid. 1972).
JEAN-NESMY, Claude: San Benito y la vida monástica. (Madrid: Ed. Aguilar. 1963).
LINAGE CONDE, Antonio: Los orígenes del monacato benedictino en la Península Ibérica. (León: Ed. Centro de Estudios e Investigación San Isidoro. 1973).
MITRE FERNÁNDEZ, Emilio: Las claves de la Iglesia en la Edad Media: 313-1492. (Barcelona: Ed. Planeta. 1991).
PACAUT, Marcel: L´Odre de Cluny (909-1789). (París: Ed. Fayard. 1986).
ma_allegretti
 
Mensajes: 20
Registrado: Mar Ago 05, 2014 12:04 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Jose Nicolas » Vie Ago 29, 2014 8:29 pm

Encontramos particularmente que en dicha orden, desde es primer momento fundacional la Orden de Cluny alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico.

Esta independencia temporal de la orden se debe a que el abad Bernon exigió el derecho de ser sólo tributario del Papado y responder de sus actos únicamente ante el Papa, lo que le permitió una gran cantidad de privilegios y de donaciones, saltándose la autoridad de señores laicos y obispos. Con tamaña libertad de acción, la abadía se involucró en decisiones de ámbito social, político, económico e incluso militar en los distintos reinos europeos.

otro factor que permitió el engrandecimiento de la Orden de Cluny fue el acierto de crear una estructura orgánica centralizadora, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces. Esto sólo fue posible gracias a la "inmunidad" internacional frente a reyes y nobles que la dependencia papal le había conferido.

El siglo XI fue el de máximo esplendor para la Orden, y en ello intervino la extrema longevidad y estabilidad de los mandatos de dos abades que abarcaron todo el siglo XI. Nos referimos al abad Odilón (994-1049) y a Hugo el Grande (1049-1109).
Jose Nicolas
 
Mensajes: 2
Registrado: Vie Ago 29, 2014 8:24 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Jose Nicolas » Vie Ago 29, 2014 8:34 pm

Situada en Francia fue fundada en la zona de lo que más tarde sería el municipio francés homónimo el 2 de septiembre del año 909 por Guillermo I de Aquitania, conde de Auvernia, el cual instaló allí al abad Bernón de Baume, y puso la abadía bajo la autoridad inmediata del Papa Sergio III. La abadía y su constelación de dependencias se convirtieron pronto en el ejemplo del tipo de vida religioso del siglo XI.

El monasterio de Cluny se diferenciaba en tres aspectos del resto de las casas de la Orden Benedictina y sus confederadas: en su estructura organizativa, en la prohibición de poner en alquiler tierras para su uso en el sistema feudal, y en su ejecución de la liturgia como principal forma de trabajo. Mientras la mayoría de los monasterios benedictinos permanecían autónomos y asociados entre ellos sólo de manera informal, Cluny creó una extensa orden federada en la que los administradores de las casas subsidiarias estaban subordinados al abad de Cluny y respondían ante éste. Las casas de Cluny, permaneciendo directamente bajo la supervisión del abad de Cluny, autócrata de la orden, estaban regidas por priores, y no por abades. Los priores o jefes de priores, se reunían en Cluny una vez al año para tratar de los temas administrativos y exponer sus informes. Otras casas benedictinas, incluso de fundación anterior a Cluny, tomaron como guía el sistema cluniacense. Cuando en 1016 el papa Benedicto VIII decretó que los privilegios de Cluny se extendieran a sus casas subordinadas, el resto de las comunidades benedictinas se sintieron si cabe aún más motivadas para seguir el modelo.

En parte debido a la opulencia de la orden, las monjas cluniacenses no fueron consideradas especialmente "rentables", lo que se reflejó en un aparente desinterés por fundar conventos cluniacenses para mujeres.
Jose Nicolas
 
Mensajes: 2
Registrado: Vie Ago 29, 2014 8:24 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor AnyM » Sab Ago 30, 2014 12:01 am

Cluny en el camino de Santiago

La Orden Benedictina de Cluny, fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo europeo medieval. Desde su difusión espiritual del cristianismo europeo medieval. Desde su fundación en el silgo X la Orden alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico.

El Abad Cluny sólo es tributario del Papado y responde de sus actos únicamente ante el Papa. Con tamaña libertad de acción, se pretendía evitar que la abadía fuera entorpecida en la tarea que se había impuesto, la reforma integral del monacato.

La intensificación decisiva del clero regular, multiplicando el número de sacerdotes entre los monjes. El predominio en la vida monástica del rezo litúrgico que quedó unificado en un solo rito “el gregoriano”. La trascendental importancia dada a la celebración coral de la eucaristía. La organización de los monasterios conforme a la jerarquía feudal, en el que los trabajos físicos son realizados por los siervos, reservando a los monjes la labor intelectual scriptoria donde se realizaban la copia de manuscritos.
Esta “inmunidad” internacional (por su directa dependencia del Papa) frente a reyes y nobles y obispos, y una estructura jerárquica y centralizadora, frente a la habitual dispersión disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces, permitieron a Cluny involucrarse en una auténtica renovación espiritual a escala europea. La gran cantidad de fundaciones tuvo relevantes consecuencias sociales, políticas, económicas e incluso militares, en los distintos reinos.
En el siglo XI, el de máximo esplendor para la Orden, la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10, 000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.
Resulta comprensible el interés de Cluny por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista de la Península Ibérica y la cristianización del sur musulmán.
Desde el siglo IX, el hallazgo de “las reliquias del apóstol”, difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela – en el extremo oeste europeo- un centro de peregrinaje. Pero el verdadero apogeo de la peregrinación jacobea, se produce, cuando la orden cluniacense, se convierte el Camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas . Esta pasión fundadora de los “monjes Negros” es el factor determinante en la dinamización de la peregrinación a Jacobea.
Una labor apoyada por los monarcas peninsulares, en su deseo de romper con el aislamiento con el resto de la Cristiandad, y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos.

Los reyes de León, de Castilla y de Navarra, favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de la red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas, la orden de Cluny alzó, puentes hospitales iglesias y monasterios, como San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia San Benito en Sahagún. En el silgo XII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron el Códice Calixtino y la Historia Compostelana

Imagen

Monasterio San Zoilo en Carrión


Imagen
Ruta de Santiago
AnyM
 
Mensajes: 6
Registrado: Jue Oct 01, 2009 1:31 pm

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor chilecito-renata » Sab Ago 30, 2014 8:48 am

CLUNY EN EL CAMINO DE SANTIAGO

La Orden Benedictina de Cluny fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo medieval. En el siglo IX la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes y extendió su poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a mas de 10.000 monjes, sin contar el personal subalterno.
Es comprensible el interés de Cluny en el Camino de Santiago.
Desde el siglo IX el hallazgo de las reliquias del apóstol, difundido por Carlomagno, quien veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela un centro de peregrinaje. Pero el apogeo de la peregrinación jacobea es cuando la Orden de Cluny convierte el Camino de Santiago en el eje de la difusión de sus ideas. La pasión fundadora de los "Monjes Negros" es el factor determinante de la dinamización de la peregrinación jacobea.
Gracias a generosas donaciones hechas por monarcas hispanos, Cluny alzó puentes, hospitales, iglesias y monasterios y en el siglo XUII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron la Historia Compostelana.

CLUNY Y LA LITURGIA

Cluny fué la Abadía mas celebre en la cristiandad medieval. La gran familia monástica tomó su nombre de la Abadía borgoñona de Cluny y ofrece al historiador el desarrollo numérico e institucional de influencia religiosa y eclesiástica y de importancia política y sociológica sin paralelo anteriormente en la Edad Media. Creó un imperio espiritual y temporal único en su época. Cluny se convirtió en todo el siglo XI en centro espiritual de la cristiandad.
En tiempos de San Hugo (1024-1109) el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo. La liturgia lo invadió todo y no quedaba tiempo para otras actividades. Durante el siglo XI los monjes cantaban o recitaban diaria<mente 215 salmos, asistían a dos misas conventuales-la matinal y la mayor-, tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas, escuchaban en la vigilia la lectura de la Biblia entera durante años, además de largos pasajes de los padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme e insoportable. Pedro Damián, un asceta durisimo, declaró que no podía soportar semejante carga. Escribió su Apología preguntándose Porque tanta insistencia en los oficios religiosos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora para fraternizar durante la jornada, y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante dispuesto con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Pero los monjes no eran ángeles ni espíritus bienaventurados y el hastío hizo presa de los monjes.
Hay que decir que no fué Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio de la Regla de San Benito, pues la tradición del monacato carolingio que heredó, ya lo había roto y acabó por destruirlo todo y contribuyó mas que ninguna institución benedictina a mantener y propagar semejan te desequilibrio, el cual produjo grandes reacciones en el ámbito monástico
chilecito-renata
 
Mensajes: 141
Registrado: Mié Ene 16, 2013 4:59 pm

AnteriorSiguiente

Volver a Rutas monásticas

¿Quién está conectado?

Usuarios registrados: Google [Bot]

Reportar anuncio inapropiado |
Reportar anuncio inapropiado |
cron