3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sverbi » Mar Ago 26, 2014 9:34 am

Cuales son los antecedentes históricos que motivan a la reforma de la Regla benedictina
La Regla de Benito de Aniano, gracias a la institución de las capitulares, se había convertido en ley oficial del Imperio Carolingio (Siglo IX), obligatoria para todos los monasterios. A partir de este momento podemos decir, pues, que la Regla benedictina se convierte teóricamente en la única regla de todo el monacato occidental. Pero el trabajo de Benito de Aniane se apoyaba excesivamente en la personalidad del reformador y en el apoyo de su protector Ludovico Pio. Cuando estas dos figuras desaparezcan (821, 840), todo el esfuerzo reformador se verá seriamente comprometido.
Habrá que esperar un siglo, hasta las grandes reformas centroeuropeas y francesas del siglo X, para hallarnos de nuevo ante un fuerte, serio esfuerzo reformador de la vida monástica.

Es así que en el Siglo X nos encontramos con una urgente necesidad de reforma:
Situación social: el feudalismo:
. crisis de poder en el mundo carolingio
. feudalismo-particularismo
. consecuencias: predominio de la esfera privada sobre la esfera pública

Situación eclesial: crisis romana:
. decadencia del pontificado: saeculum ferreum
. causas de la crisis: feudalismo, concepción germanizante del derecho, rapacidad de los laicos
. iglesia fuera de Roma: sumisión a los poderes locales, con una menor decadencia que a Roma.

Situación de la vida religiosa: crisis y renacimiento:
. crisis: control y explotación del monacato por obra de los poderes laicos
. causas de la crisis: como para el resto de la Iglesia
. renacimiento: parte de diferentes monasterios en el área del centro y norte de Europa: Lorena, Borgoña.
Cluny nace en Borgoña, zona muy particular en el mosaico europeo de la época. Es una región de paso y encuentro, influenciada por tantas realidades diversas:
. cercanía y dependencia del reino de Francia, sin pertenecer estrictamente a dicho reino.
. influjo romano
. puente entre la Francia occidental y Alemania

En la estructura monástica clásica, el fundador, si era laico, dejaba el control del monasterio en manos de los monjes, guiados por el respectivo abad religioso, canónicamente elegido.
Pero con la llegada del feudalismo este esquema sufrirá profundas transformaciones: el monasterio entra de lleno en el ámbito de las relaciones feudales, con sus características de primacía del ámbito privado sobre el público, y el sistema de dependencias personalizadas verticales. Por lo que se refiere al derecho de propiedad, basta decir que las leyes favorecen la apropiación por parte de privados de esferas que normalmente deberían pertenecer al derecho público.
Este último aspecto tendrá una gran importancia en la vida monástica: los fundadores de monasterios, incluso los más santos, se considerarán siempre revestidos de un derecho de propiedad sobre sus fundaciones, derecho que les permitía, en cierto sentido, dirigir la vida interna de los mismos monasterios, sin tener en cuenta para nada, al menos teóricamente, las necesidades de carácter espiritual-vocacional de los monjes.

En el caso de Cluny, en cambio, la cosa será bastante diferente de lo habitual, en teoría desde el primer momento de la fundación, en la práctica desde la muerte del fundador.
En septiembre del 909 un noble laico, Guillermo, duque de Aquitania y conde de Borgoña, decide fundar un monasterio en las cercanías de Macon, en sus tierras del ager Cluniacum: Cluny. En el documento fundacional motiva el acto “por devoción a s. Pedro y para remisión de sus pecados”. Se habla también de un acto de donación del monasterio a los santos Pedro y Pablo, bajo cuya excelsa protección se pone la nueva casa: así pues, Cluny, teóricamente, nace libre de los poderes locales, laicos o eclesiales que sean, y sometido solamente a la autoridad de la Iglesia y de la Regla benedictina.
Y hablar de la historia de Cluny significa hablar de la historia de sus grandes abades, hombres de excepcionales dotes humanas y religiosas, que harán del monasterio la cabeza de una verdadera congregación monástica
sverbi
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Dulmarc » Mar Ago 26, 2014 10:24 am

CLUNY Y EL CAMINO DE SANTIAGO

La Orden Benedictina de Cluny, fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo europeo medieval. Desde su fundación en el siglo X la Orden alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El Abad de Cluny sólo es tributario del Papado y responde de sus actos únicamente ante el Papa.

Resulta comprensible el interés de Cluny por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista de la Península Ibérica y la cristianización del sur musulmán.
Desde el siglo IX, el hallazgo de “las reliquias del apóstol”, difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela - en el extremo Oeste europeo- un centro de peregrinaje. Pero el verdadero apogeo de la peregrinación jacobea, se produce, cuando la orden cluniacense, convierte el Camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas. Esta pasión fundadora de "los Monjes Negros" es el factor determinante en la dinamización de la peregrinación a Jacobea.
Una labor apoyada por los monarcas peninsulares, en su deseo de romper con el aislamiento con el resto de la Cristiandad, y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos.
Los reyes de León, de Castilla y de Navarra, favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de la red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas, la orden de Cluny alzó, puentes, hospitales iglesias y monasterios, como San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) San Benito en Sahagún. En el siglo XII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron el Códice Calixtino y la Historia Compostelana.
Saludos
Dulmarc
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor felopero » Mar Ago 26, 2014 10:45 am

Se nos dice que la abadía de Cluny fue fundada en plena edad media, en el año 910 por Guillermo I de Aquitania en una reserva forestal de caza en la región de Borgoña.- La abadía de Cluny, como benedictina que es, debía someterse al mismo reglamento que todos los monasterios de la orden de San Benito.- En los primeros siglos del Medievo, el trabajo, la oración y la guerra definían la organización social.- El que oraba, lo hacía por todos los demás; el trabajador, hace su trabajo en beneficio de todos y finalmente el luchador o guerrero, estaba para proteger las ciudades y la sociedad.- En esta estructura social, el religioso era una figura importante, ya que se convertía en vehículo a través del cual los laicos encontraban camino para su perfección.- Apartir del siglo IX, la iglesia entra en un proceso de decadencia debido a sus excesos y abusos: donaciones de tierras a los monasterios por los señores feudales, compraventa de cargos espirituales, incumplimiento del celibato,... la iglesia sufría un descrédito considerable.- Carlomagno rey, y primer emperador de occidente, intentó en el siglo VIII frenar esta tendencia sometiendo a todos los monasterios a la Regla de San Benito; posteriormente su hijo Luis el Piadoso recogió su testigo.- Deseaba resucitar el espíritu benedictino como norma de obligado cumplimiento.- No consiguió su objetivo.- La orden de San Benito fundada por Benito de Nursia a principio de siglo VI para la abadía de Montecasino, está considerado Patrón de Europa, por contribuir a la evangelización cristiana del Europa.-
La Iglesia fundada por Jesús de Nazaret, ha estado siempre sometida a los vaivenes de las diferentes épocas capitaneadas por los seres humanos.- Todo esto nos demuestra la fragilidad, la inconstancia, la falta de correspondencia al amor de Dios por parte de los hombres.- La historia de todos los tiempos nos avisa de los valles y montañas por los que ha tenido que navegar la Iglesia a través de los siglos.- El hombre, la mujer, somos pobres pecadores.- Jesús, nos lo dejó dicho y nos previno de los peligros que podían su cedernos en el tiempo de nuestra vida.- Cuando fijamos la atención en los tiempos de decadencia de la Iglesia, podemos sentir rubor y vergüenza de aquellas épocas; pero cabe preguntarnos cómo actuamos hoy nosotros, a nivel personal.-
En el siglo X cuando la reforma se alzó con mayor determinación, para luchar contra el desgaste espiritual de la iglesia, el privilegio de exención, establecía la independencia de la abadía respecto a los poderes feudales.- Cluny estaba sometida únicamente a la autoridad de papal, y disfrutaba de total autonomía.- Con la firme resolución de resucitar la tradición benedictina, la orden de Cluny se convirtió en poco tiempo en epicentro de religiosidad y devoción.-
Desde su nacimiento hasta su expansión durante los siglos XI y XII, la orden de Cluny hizo lo posible por implantar entre sus monjes el modo de vida austero que exigía la regla benedictina, el ora et labora, oración y trabajo.- Se nos cuenta que, más o menos, cada tres horas las campanas llamaban a plegaría: a media noche, maitines; a las tres, laudes; a las seis, prima; a las nueve, tercia; a mediodía, sexta; a las tres de la tarde, nona; a las seis, vísperas; a las nueve de la noche completas.- El ritmo era tan exigente, que los monjes dormían con el hábito puesto para no llegar tarde.- La abadía de Cluny fue un foco cultural de Occidente.- Su biblioteca llegó a disputarse la primacía en Occidente con la de Montecasino, la primera de las abadías benedictinas.- Todo este enorme prestigió atrajo innumerables donativos, así como adeptos de la alta aristocracia, que tomaron los hábitos seducidos por la vida cómoda que se desarrollaba allí.- "La madera se volvió mármol, y la sencillez boato".- A finales del siglo XI, algunos abandonaron aquel modo de vida para ir a buscar zonas más apartadas y dedicarse a cumplir eficazmente el espíritu de san Benito.-
En el tiempo de máximo desarrollo, Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.-
La influencia de la orden de Cluny en la España Medieval, se puede clasificar en tres puntos: Impulso del camino de Santiago, Abolición del rito mozárabe y Fundación de Monasterios.-
La crisis de la orden de Cluny llega en las primeras décadas del siglo XII, el que había sido foco de luz de la Edad Media fue perdiendo poco a poco hasta verse superado por movimientos mucho más revolucionarios.- Excesiva rigidez de su propia estructura, incorporación masiva de nobles sin vocación para beneficiarse de los privilegios y comodidades de la vida monástica, llevó a una relajación de costumbres.- En este mismo siglo surgió la orden del Císter de las propias filas cluniacenses que pedía una vuelta al ascetismo más radical.- Un modelo sobrio que, con los siglos, adquiriría un gran esplendor.-
La historia nos cuenta el desarrollo de los hechos ocurridos a lo largo del tiempo, lo bueno para imitarlo y lo malo para advertirnos del posible peligro.- El hombre va dejando a través de sus días una estela, a veces luminosa, a veces oscura y ciega, que nos enseña a dirigir nuestros pasos hacía un destino que promete verdad y vida.- La decadencia de esta orden, la torpeza que refleja llevada a cabo por los seres humanos, la ambición desordenada de aprovechamiento, de representación exhibiendo la imagen ante los demás, contribuyó de forma decisiva al desgaste espiritual de la Iglesia en aquel momento en perjuicio de todos.-
felopero
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor claudia guerrero » Mar Ago 26, 2014 12:59 pm

Historia

El origen del Canto Gregoriano y la liturgia

El nombre de canto gregoriano proviene del papa Gregorio I (590-604), quien introdujo importantes modificaciones en la música eclesiástica utilizada hasta ese momento para la liturgia del rito romano. Además de dichas modificaciones, fue autor de numerosas obras y melodías, como la Regula pastoralis, el Libri quattuor dialogorum o diversas homilías.

La música en la liturgia cristiana existente hasta entonces tenía su origen en las sinagogas judías, por lo que fue, al principio, exclusivamente vocal, sin la utilización de instrumentos musicales y con predominio de la lengua helenística; para ello, un cantor solista, generalmente el sacerdote, dirigía los rezos, que eran contestados por los asistentes a la celebración mediante la utilización de sencillos motivos.

Poco a poco, en Occidente fue evolucionando, y se produjeron tres cambios importantes:

Apareció a finales del siglo VII un pequeño grupo de cantores elegidos que asumió el papel del solista, la "schola"
La utilización del latín como lengua principal obligó a traducir los salmos utilizados hasta entonces a prosa latina
La Iglesia Romana empezó a considerar como excesivo el empleo de los himnos en las funciones litúrgicas, y se buscó más el carácter improvisatorio de los cánticos, de forma que fuesen más la expresión libre de los sentimientos de los celebrantes.
Es en este marco donde encaja el Canto Gregoriano, como fuente de inspiración para la música eclesiástica occidental, sobre todo en ciertas partes de la celebración eucarística, como el Introito, el Ofertorio y la Comunión.

Son muy escasos los ejemplos de cantos escritos que han llegado hasta nosotros de los primeros siglos del cristianismo, pero hay que destacar el Códice Alejandrino, un salterio del siglo V que contiene trece de los cánticos empleados en el desarrollo de la liturgia. En esas obras se recogen los textos, pero no la forma de entonar los cantos, por lo que la aparición de una rudimentaria forma de notación musical en Hispania o en la Galia, durante el siglo IX, supuso un gran avance al respecto.

La reforma carolingia

Entre los años 680 y 730, con los primeros carolingios, se produjo la refundición del repertorio romano existente en lo que desde entonces pasó a conocerse como Canto Gregoriano, en centros como Corbie, Metz o Sankt Gallen, y ello permitió su rápida divulgación por el norte de Europa. Los ritos anteriores eran, básicamente, el céltico, el ambrosiano, el galicano y el mozárabe o visigótico; todos ellos, enfrentados al rito romano tradicional, fueron desapareciendo paulatinamente tras la aparición de la liturgia Gregoriana, aceptada definitivamente a finales del siglo X.

Pipino el Breve, padre de Carlomagno, fue consagrado como rey de los francos por el papa Esteban II, quien se encontró con que en el reino se practicaba un rito distinto del romano, el galicano.

Desde ese momento, Roma empezó a formar chantres enviados desde la Galia y a suministrar libros que permitiesen llevar a cabo la reforma de la liturgia; las escuelas de Rouen y Metz se convirtieron en centros fundamentales de enseñanza del canto gregoriano. El repertorio impuesto inicialmente fue ampliado por los carolingios con piezas nuevas, y llegaron a ser tan numerosas que se vio pronto la necesidad de conservarlas por escrito, incluyendo la melodía. Para conseguir esto último, aparecieron unos signos aislados similares a acentos del lenguaje, los neumas; para lograr una mejor representación de los sonidos, los neumas se agrupaban o separaban en función del lugar exacto en que se localizaba cada sonido.

Apogeo del Canto Gregoriano

Este primer esquema iba a experimentar importantes modificaciones en los siglos posteriores, que se centran, básicamente, en cuatro puntos: la introducción del pautado hacia 1050, la diferencia entre las modalidades de ejecución, la generalización del canto a varias voces, con la aparición de la polifonía, y la imposición del compás regular.

En primer lugar, durante el siglo XI quedaron establecidas las reglas que iban a determinar la notación musical de una forma homogénea, y los neumas se convertirían con el tiempo en lo que hoy son notas musicales, mediante la indicación del tono y la duración de cada sonido; para ello, se anotaban en un tetragrama, antecedente del pentagrama actual.

La ejecución pasó a ser de dos tipos: silábico, cuando cada sílaba del texto se corresponde con una única nota, o melismático, cuando cada sílaba es entonada por más de una nota musical.

La polifonía marcó un hito importante. Hasta el siglo IX, el canto era exclusivamente monódico, es decir, con una sola melodía. Mediante la polifonía, se combinan sonidos y melodías distintas y simultáneas para cada nota musical. Un sencillo ejemplo de ello es el canto conjunto de hombres y mujeres, que combina voces agudas con graves. Finalmente, el compás permitió mantener un equilibrio entre distintas voces superpuestas, pues introducía un elemento de medida, imponiendo un ritmo más o menos preciso.

El declive y la situación actual

Dichas innovaciones condujeron al Canto Gregoriano hacia una situación de crisis que se vio agravada con el Renacimiento, mucho más inclinado a recuperar las tradiciones de la antigüedad clásica. Tras el Concilio de Trento, la Santa Sede decidió reformar todo el canto litúrgico, encomendando inicialmente tal misión a Giovanni Palestrina y Aníbal Zoilo en 1577, pero en los siglos posteriores fueron desapareciendo poco a poco los rasgos principales: eliminación de las melodías en los manuscritos, supresión de los signos y desaparición del viejo repertorio.

Sin embargo, con la instalación de los benedictinos en la abadía de Solesmes en 1835, se produjo su resurgimiento, reforzado con la creación de una escuela para organistas y maestros cantores laicos, gracias a Luís Nierdermeier en 1853. Poco a poco, el Canto Gregoriano se ha ido recuperando y, desde la citada abadía, se ha ido extendiendo a otras, como Silos, Montserrat o María Laach, recuperándose gran número de manuscritos de los siglos X al XIII. En las abadías, el monje se identifica con la vida monástica a través de la oración, recitada siempre según el Canto Gregoriano, siete veces al día: maitines, laudes, tercia, sexta, nona, vísperas y completas.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS: Javier Bravo)
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Ger16 » Mar Ago 26, 2014 1:07 pm

Me parece interesante conocer los motivos por los que se funda el monasterio de Cluny por el Duque Guillermo de Aquitania.
Copio dos párrafos donde se puede ver la cosmovisión de la época y de la nobleza de Francia donde, conscientes de que los bienes materiales son pasajeros deciden, en lo posible, hacer el bien y buscar con ello sus salvación.

Esta claro para todos los que tienen la capacidad de considerar sanamente las cosas, que la disposición de Dios ha decidido para los ricos, que de los bienes que poseen transitoriamente, de ellos harán buen uso y así puedan conseguir los bienes que siempre permanecerán... Por ello yo, Guillermo, por el don de Dios, Conde y Duque, considerando con solicitud, y queriendo proveer para mi salvación, e considerado bien hecho y también absolutamente necesario confiar para provecho de mi alma una parte de los bienes que me han sido otorgados temporalmente. El que no se veo como se pueda de ninguna manera o de ningún modo hacer más justamente, sino según el precepto de Cristo : "me haré amigo de sus pobres", y con el fin de que tal acción no temporalmente, sino continuamente sea desarrollada, sustentaré con mis riquezas a aquellos que se recojan en profesión monástica". (No nos habla del lugar dónde se puedan encontrar los monjes, ya que en la Edad Media, primero se funda el monasterio y luego los monjes se encuentran fácilmente, ya que no había falta de vocaciones).

A continuación sigue la "dispositio", que es la parte más importante del documento :

"Por lo tanto a todos los que viven en la unidad de la fe y esperan la misericordia de Cristo, y se sucederán unos a otros, y vivirán hasta la consumación del siglo, sea sabido que por amor de Dios y de Nuestro Salvador Jesucristo, los siguientes bienes de mi legítima propiedad transmito de mi señoría a la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, es decir, la Villa de Cluny "cum cortile et manso indominicato" (cortile quiere decir el centro de un poder "fundiario", es decir, casa y jardín, la hacienda que el señor tiene bajo control propio, pero no sólo consiste en una hacienda, sino que es también el centro administrativo de toda una villa, de toda la propiedad) y la capilla que allí está en honor de la Santa Madre de Dios, María y de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, con todas las pertenencias, valga decir villas, capillas, siervos de los dos sexos , viñas, campos, prados bosques, agua y cursos de agua, molinos, vías de acceso y de salida, culto e inculto, en toda su integridad. Todos estos bienes se encuentran en la corte de Mâcon y en sus contornos y cada uno tiene sus precisos límites".

Quise copiar los párrafos anteriores para apreciar todo el bien que se puede hacer con los bienes materiales cuando se decide utilizarlos para servir a Dios tratando de evitar los cambios y ambiciones de los hombres ya que al ser fundados, el mismo Duque de Aquitania les da autonomía de los laicos e incluso episcopal, lo que se conoce como "libertas romana".

Otra característica de la época que llama la atención es que el monasterio material se construye, como ya se ha dicho, por el Duque de Aquitania, pero ¿y los monjes, de donde saldrán? Pues era tal la vida religiosa y la espiritualidad de la época que existía abundancia de vocaciones y los monasterios se llenaban. La siguiente pregunta puede ser ¿que tipo de personas estaban dispuestas a entrar al monasterio? Por que se pensará que algunos entraban para tener una vida segura y "fácil", sin embargo de acuerdo a la fuente que consulté, no fueron pocos los nobles que dejando su posición social, riquezas y todo lo que implicaba ser noble en esa época, decidían someterse a una vida de austeridad, oración y trabajo. Esta característica de algunos de los monjes puede ser la causa de que después se hay abandonado esa vida de oración, trabajo y sacrificio por algunas comodidades o "contemporizaciones" como las llama Raymond en su primer libro que sobre el Sister escribe y que es "Tres monjes rebeldes".
Saludos.
Ger 16
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Llohanna » Mar Ago 26, 2014 3:34 pm

San Benito de Aniane

Martirologio Romano: En el monasterio de San Cornelio de Indam, en Germania, tránsito de san Benito, abad de Aniano (o de Aniane), que propagó la Regla benedictina, confeccionó un Consuetudinario para uso de monjes y trabajó con empeño en la instauración de la liturgia romana (821).

Etimología: Benito = Benedicto = Aquel a que Dios bendice, es de origen latino.

Benito fue hijo de Aigulfo de Maguelone; servía de escanciador al rey Pepino y a su hijo Carlomagno. A la edad de veinte años resolvió buscar el Reino de Dios con todo su corazón. Tomó parte en la campaña de Lombardía, pero, después de haberse casi ahogado en Tesino, cerca de Pavía, tratando de salvar a su hermano, hizo voto de abandonar el mundo por completo. A su vuelta a Languedoc, confirmó su determinación por consejo de un ermitaño llamado Widmar, y fue a la abadía de Saint-Seine, a veinticuatro kilómetros de Dijon, donde lo admitieron como monje. Pasó allí dos años y medio aprendiendo la vida monástica y llegó al dominio de sí mismo por medio de severas austeridades. No satisfecho con guardar la regla de San Benito, practicaba otros puntos de perfección que encontró prescritos en las reglas de San Pacomio y San Basilio. Cuando el abad murió, los hermanos estaban dispuestos a elegirlo para que lo substituyera, pero no quiso aceptar el cargo, porque sabía que había monjes que se oponían a todo lo que fuera reforma sistemática.

Con este motivo, Benito abandonó Saint-Seine y, al regresar a Languedoc, construyó una pequeña ermita junto al arroyo Aniane, en sus propias tierras. Aquí vivió algunos años en privación voluntaria, orando continuamente a Dios para que le enseñara a hacer su voluntad. Algunos ermitaños, de los cuales uno era el santo Widmar, se pusieron bajo su dirección. Ganaban su sustento con el trabajo manual, vivían a pan y agua, excepto los domingos y grandes fiestas, cuando añadían un poco de vino o leche, si se los daban de limosna. El superior trabajaba con ellos en los campos y algunas veces se dedicaba a copiar libros. Cuando el número de sus discípulos aumentó, Benito dejó el valle y construyó un monasterio en un sitio más espacioso. Amaba tanto la pobreza, que por mucho tiempo utilizó cálices de madera o vidrio o peltre para celebrar la misa, y si le daban ornamentos valiosos de seda, los obsequiaba a otras iglesias. Sin embargo, posteriormente, cambió su modo de pensar sobre este punto, y construyó un claustro y una majestuosa iglesia adornada con pilares de mármol, y la dotó de cálices de plata, ricos ornamentos; además compró libros para la biblioteca. En breve tuvo muchos religiosos bajo su dirección. Al mismo tiempo, llevaba al cabo la inspección general de todos los monasterios de Provenza, Languedoc y Gascuña, y llegó a ser, con el tiempo, el director y supervisor de todos los monasterios del imperio; reformó a muchos con tan buen tino, que no encontró gran oposición. El que principalmente recibió su influencia fue el monasterio de Gellone, fundado por San Guillermo de Aquitania en 804.

Para tenerlo a la mano, el emperador Luis el Piadoso obligó a Benito primero a habitar en la abadía de Maurmünster, en Alsacia, y después, como todavía quería tenerlo más cerca, construyó un monasterio en el Inde, conocido más tarde como Cornelimünster, a unos 11 kilómetros de Aquisgrán, residencia del emperador y su corte. Benito vivió en el monasterio, pero continuó ayudando a la restauración de la observancia monástica por toda Francia y Alemania. A él se debe principalmente, la redacción de los cánones para la reforma de los monjes del concilio de Aquisgrán en 817. En ese mismo año presidió la asamblea de abades para poner en vigor el restablecimiento de la disciplina. Su estatutos, los Capitula de Aquisgrán, fueron añadidos a la regla de San Benito e impuestos a todos los monjes del imperio. Benito también escribió el "Codex Regularum" (Código de Reglas), una colección de todas las reglas monásticas existentes en su tiempo; compiló asimismo un libro de homilías para uso de los monjes, sacado de las obras de los Padres de la Iglesia; pero su obra más importante fue la "Concordia Regularum," la "Concordancia de Reglas," en la cual compara las reglas de San Benito de Nursia con las de otros patriarcas de la observancia monástica para mostrar su semejanza.

Este gran restaurador del monasticismo en el occidente, agotado por las mortificaciones y fatigas, sufrió mucho de continuas enfermedades en sus últimos días. En 821 murió tranquilamente, en Inde, a la edad de setenta y un años. Grande como era la energía e influencia de San Benito de Aniane, hay que admitir que su plan para una revolución pacífica de la vida monástica no pudo ser llevado al cabo como él había proyectado. De acuerdo con Edmund Bishop, la idea que tenía Benito y su patrono, el emperador Luis, era ésta:

Todas las casas habían de reducirse a una uniformidad absoluta de disciplinas, observancia, y aun hábito, de acuerdo con el modelo de Inde; se nombrarían visitadores para que vigilaran la observancia de la regla según las constituciones. El nuevo plan sería lanzado en la asamblea de abades en Aquisgrán en 817. "Pero planear es una cosa," el Sr. Bishop agrega, "y llevar al cabo es otra. Es claro que en la asamblea general de abades, Benito, respaldado como estaba por el emperador para conservar la paz y poder llevar a cabo reformas substanciales, tuvo que renunciar a muchos detalles de observancia que él estimaba mucho. Parece que esto mismo afirma su biógrafo y amigo Ardo, quien había observado todo personalmente. Sin embargo, los decretos de esta asamblea, de la cual era Benito al mismo tiempo autor, alma y vida fueron un punto decisivo en la historia de los benedictinos, porque éstos formaron la base de la legislación y práctica posterior. Después del gran fundador, Benito de Nursia, ningún otro hombre ha influido tanto en el monasticismo occidental como lo hizo el segundo Benito, el de Aniane." ("Liturgia Histórica," 1918, pp. 212-213).

Pocos de los entendidos en esta materia tienen tanto derecho para opinar sobre la historia monástica del siglo nueve, como Edmud Bishop.

Estas palabras suyas forman un tributo notable a la obra que el gran reformador monástico llevó al cabo; pero, como ha señalado Dom David Knowles, su influencia fue bastante diferente de la de Benito de Nursia: "Benito de Aniane nunca fue un guía espiritual para monjes."
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Nep » Mar Ago 26, 2014 5:09 pm

DECADENCIA DE LA ORDEN DE CLUNY

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A pesar de sus grandes realizaciones Cluny empezó a mostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII.

La rigidez de su propia estructura y la excesiva centralización orgánica de la Orden haciendo descansar todo el peso en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas. Mientras que en los siglos X y XI ello había sido razón para el éxito en su desarrollo, a partir del siglo XII será razón para su agotamiento organizativo e incluso parálisis.

Otro elemento a destacar fue el de la ordenación de nuevos miembros, que desde fines del siglo XI había atraído gran numero de nobles, más por el prestigio, privilegios, seguridad y comodidad de la vida monástica que la Orden ofrecía, que por una verdadera vocación monacal. Lo cual había llevado a una relajación de costumbres alejadas de la vida espiritual. El abad de Cluny, Pedro el Venerable, intentó atajar este problema pero no tuvo éxito. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por San Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde y no se hicieron efectivas.

Tampoco sería correcto presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental - más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos - el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica. Desde comienzos del siglo XII el gran atractivo especialmente en la nobleza europea son las Ordenes Militares de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, los Templarios y otras.
Nep
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Antonio_Apostol » Mar Ago 26, 2014 8:17 pm

La abadía de Cluny: 1.100 años de historia
Publicado el 1 octubre, 2010 por agueda

http://www.monasteriosantacruz.com/blog/?p=1463

«Cluny representó el alma de una profunda renovación de la vida monástica»

El monaquismo occidental, que floreció algunos años antes con san Benito, había decaído mucho por diversas causas: las inestables condiciones políticas y sociales debidas a las continuas invasiones y devastaciones de pueblos no integrados en el tejido europeo, la pobreza difundida y sobre todo la dependencia de las abadías de los señores locales, que controlaban todo lo que pertenecía a los territorios de su competencia.

San Benito de Aniane, el «Segundo Benito», era consciente de que los monjes negros no podían seguir sustentándose a sí mismos simplemente con el trabajo físico en las instituciones monásticas que había concebido en el año 817 para gobernar todos los monasterios carolingios.

La Orden de Cluny es una reforma de la Orden Benedictina. Fue creada hace 1.100 años, el 11 de septiembre de 910 cuando Guillermo I el Piadoso, duque de Aquitania, donó la villa de Cluny al papado para que fundara en ella un monasterio con doce monjes bajo la guía del abad Bernón. Bernón estableció la observancia de la regla de San Benito de Nursia, reformada por Benito de Aniane, respetando, no obstante, las directrices de los monasterios. El monasterio se situó en Mâconnais, en Saona y Loira. La donación hecha por Guillermo I no es gratuita, pretende obtener la protección y la garantía de la Santa Sede dado que su poder era muy escaso. Guillermo I el Piadoso intentó evitar su control por los laicos. En la carta de la fundación de la abadía se establece la libre elección, por parte de los monjes, del abad; un punto de suma importancia en la orden benedictina. La carta condena gravemente a los que transgredan este artículo. Bernón murió en 926 tras una vida dedicada a la expansión de la Regla por numerosos monasterios.

Cluny representó el alma de una profunda renovación de la vida monástica, para reconducirla a su inspiración original, un movimiento de gran importancia en la Edad Media, que restauró la observancia de la Regla de San Benito con algunas adaptaciones ya introducidas por otros reformadores. Sobre todo se quiso garantizar el lugar fundamental que debe ocupar la Liturgia en la vida cristiana, los monjes estaban convencidos de que así participaban en la liturgia del Cielo.

Los monjes cluniacenses se dedicaban con amor y gran cuidado a: la celebración de las Horas Litúrgicas, al Canto de los Salmos, a Procesiones tan devotas como solemnes, la celebración de la Santa Misa, incrementaron el culto de la Virgen María, promovieron la música sacra, quisieron que la arquitectura y el arte contribuyeran a la belleza y a la solemnidad de los ritos, enriquecieron el calendario litúrgico de celebraciones especiales, por ejemplo, al principio de noviembre, la Conmemoración de los fieles difuntos, pues se sentían responsables de interceder ante el altar de Dios por los vivos y los difuntos, dado que muchísimos fieles les pedían con insistencia que se les recordara en la oración.

Precisamente por este motivo había querido Guillermo I el Piadoso el nacimiento de la Abadía de Cluny. En el antiguo documento, que atestigua su fundación, leemos: «Establezco con este don que en Cluny sea construido un monasterio de regulares en honor de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y que en él se recojan monjes que viven según la Regla de san Benito […] que allí se frecuente un venerable refugio de oración con votos y súplicas, y se busque y se implore con todo deseo e íntimo ardor la vida celeste, y se dirijan al Señor asiduamente oraciones, invocaciones y súplicas».

La Regla Cluniacense

Para custodiar y alimentar este clima de oración, la regla clunisienne o cluniacense acentuó la importancia del silencio, a cuya disciplina los monjes se sometían de buen grado, convencidos de que la pureza de las virtudes, a las que aspiraban, requería un íntimo y constante recogimiento. No sorprende que bien pronto, una fama de santidad envolviera el monasterio de Cluny, y que muchas otras comunidades monásticas decidieran seguir sus costumbres. Muchos príncipes y Papas pidieron a los abades de Cluny que difundieran su reforma, de modo que en poco tiempo se extendió una tupida red de monasterios ligados a Cluny, con una especie de afiliación carismática, un verdadero imperio monástico de prioratos autónomos pero sometidos al gobierno común del abad de Cluny. Se iba así dibujando una Europa del espíritu en las varias regiones de Francia, Italia, España, Alemania y Hungría. De este modo, hace mil años, cuando estaba en pleno desarrollo el proceso de formación de la identidad europea, la experiencia cluniacense, difundida en vastas regiones del continente europeo, ha aportado su contribución importante y preciosa.

Tras la gran expansión realizada en el siglo X, la Orden continuó desarrollándose durante el siglo XI y la primera mitad del siglo XII, ganando en organización al aplicar unos reglamentos muy precisos.

El éxito de Cluny

El éxito de Cluny fue asegurado ante todo por la elevada espiritualidad que allí se cultivaba, en contra posición por la relajación moral del clero secular y la baja estima del celibato, pero también por algunas otras condiciones que favorecieron su desarrollo. A diferencia de cuanto había sucedido hasta entonces, el monasterio de Cluny y las comunidades dependientes de él fueron reconocidas exentas de la jurisdicción de los obispos locales y sometidas directamente al Romano Pontífice, y gracias a su protección, los ideales de pureza y de fidelidad, de la reforma cluniacense pudieron difundirse rápidamente. Además, los abades eran elegidos sin injerencia alguna por parte de las autoridades civiles, a diferencia de lo que sucedía en otros lugares.

Los monasterios cluniacenses aportaron a la sociedad significativos beneficios: La caridad con los indigentes y los peregrinos necesitados; contribuyeron al desarrollo de la economía con el trabajo manual; no faltaron tampoco algunas típicas actividades culturales del monaquismo medieval, como las escuelaspara niños, la puesta en marcha de bibliotecas, los scriptoria para la transcripción de los libros.En una época fuertemente marcada por la violencia y por el espíritu de venganza, no menos importantes fueron otras dos instituciones, típicas de la civilización medieval, promovidas por Cluny: las llamadas «treguas de Dios» se aseguraban largos periodos de no beligerancia, con ocasión de determinadas fiestas religiosas y de algunos periodos de la semana y la «paz de Dios» se pedía, bajo pena de una censura canónica, el respeto de las personas inermes y de los lugares sagrados. Así educó a un espíritu de paz e inspiró y favoreció iniciativas e instituciones para la promoción de los valores humanos.

La primera mujer que entró como miembro de la orden, lo hizo entrado el siglo XI. En parte debido a la opulencia de la orden, las monjas cluniacenses no fueron consideradas especialmente rentables, lo que se reflejó en un aparente desinterés por fundar conventos cluniacenses para mujeres.

La orden benedictina fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI, y en parte debido a su estricta adhesión al código benedictino reformado, Cluny se convirtió en el monasterio ejemplarizante del estilo de vida monacal en Occidente desde finales del siglo X. Una sucesión de abades competentes fueron también figuras relevantes en el terreno internacional. El mismo monasterio de Cluny se convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa. La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII. Cluny es, en el siglo XI, el instrumento más eficaz en la consecución de la paz y en la reforma gregoriana. En el siglo XII, cuenta con dos mil prioratos, algunos de ellos considerados como los más grandes monasterios de la época: La Charité-sur-Loire, Souviny, Saint-Martin-des-Champs, cercano a París. Si la mayoría de los monasterios pasan a ser simples prioratos, un reducido número de ellos, conserva, sin embargo, su rango de abadía, aceptando, no obstante, la disciplina común y la autoridad del abad de Cluny.

Acusada por su enriquecimiento y un poder temporal excesivo, la orden de Cluny pierde su influencia espiritual a finales del siglo XI y principios del siglo XII, cuando eclosionan nuevas órdenes inspiradas en un idealismo de pobreza y austeridad: Cister, Prémontrés, la Chartreuse. San Bernardo sostiene una áspera disputa con Pedro el Venerable defendiendo el ideal cisterciense frente a los ideales de Cluny, uno de los principales focos de la vida intelectual y artística de Occidente.

Cluny fue el origen de muchos teólogos, moralistas, poetas e historiadores.

La abadía de Cluny fue saqueada y destruida en su mayor parte por una turba de revolucionarios en 1790. Hoy, sólo una pequeña parte del conjunto arquitectónico original sobrevive.


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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor ++00 » Mar Ago 26, 2014 8:40 pm

CLUNY EN EL CAMINO DE SANTIAGO:
Hola amigos en Cristo nuevamente los saluda Evelyn, esta vez voy aportar información sobre el camino de Santiago, sin antes comentarles que para mi era ajeno este tema pero gracias a sus aportaciones me estoy documentando más y ahora puedo hablar sobre lo que es la Orden de Cluny.

Las novedades fundamentales de Cluny (910), dependencia directa de Roma, dominio sobre las abadías y casas filiales, organización feudal propia, de ramificaciones internacionales, producen a lo largo de los s. XI y XII una serie interminable de monasterios tendidos por toda Europa, organizados por las características de la Orden: vida comunitaria, liturgia propia, largos y lentos cánticos y procesiones de suntuosidad buscada, «espectáculo edificante y magnífico, en el cual toma el cuerpo tan gran parte como el espíritu» (Cabroll, Leclerq), imponiendo la construcción de las dependencias en derredor del claustro procesional, lo más rico posible, así como mayores dimensiones para sus templos.

Las excavaciones de Cluny (v. CLUNY, ABADÍA DE) han mostrado el crecimiento sucesivo de la iglesia (la mayor de la cristiandad) y del claustro entre los s. X al XII. Los trabajos del campo, de artesanía y oficios artísticos, se dejan en manos de donados y laicos, agrupados en torno e integrando poblados y aun ciudades, con las calles distribuidas por oficios. Por esto no crea escuela peculiar, ni siquiera tipo uniforme de monasterios como los cistercienses (v.), porque no lleva los artífices propios a las nuevas edificaciones, ni son monjes la mayoría de los maestros conocidos. Su estilo es el románico (v.), que acepta las variantes regionales y excita las genialidades de canteros y escultores hasta límites ahora inconcebibles por su tremenda crudeza y brutal mofa. Cierto es que para la clientela directa de los monasterios, integrada por refugiados (a causa del derecho de asilo), peregrinos y gentes de toda índole, iletrada en su casi totalidad y de costumbres duras, era necesario ese lenguaje imponente de portadas y gráfico de capiteles, reflejo por otra parte de los sermones a base de anécdotas (exempla) para la exposición de las verdades de la fe, vicios y virtudes, premios y castigos escatológicos. Y la enorme difusión de la Orden propagó, más que la arquitectura, la rica y expresiva escultura románica, tan varia de iconografía, prestándole vitalidad no alcanzada por ningún otro estilo. Por tanto, lo más característico son sus claustros y portadas, aunque no exclusivo, porque los repiten iguales otras congregaciones. Tampoco la bóveda de cañón apuntado, que nace de la tercera iglesia de Cluny, se extiende por Borgoña y la copian fuera de Francia, constituye rasgo característico, porque hay muchas casas posteriores de «monjes negros» que no la tienen.

Así, pues, más que hablar de un estilo propio es posible definir sus influjos y soplos animadores, con dos potentes medios en su mano: cambio de liturgia y Camino de Peregrinos de Santiago (v. CAMINO DE SANTIAGO). El primero, encomendado a ellos, impuso la reforma y renovación de templos y de libros sagrados, en Aragón, a partir de 1071; en Castilla-León, a partir de 1080, con el triunfo de la letra francesa y del nuevo culto, que llamaron tanto romano como francés; clunicense. El Camino de Peregrinos y en competencia con los antiguos Canónigos Regulares de S. Agustín, los templarios y hospitalarios, lo van jalonando desde fines del s. XI de prioratos, hospitales y hospederías, hasta quedar a su cuidado largos tramos del Camino Francés. La organización c. repara senderos y puentes, aumenta privilegios y reliquias eXImias; todo pensado y medido, según el testimonio de la coetánea Guía, inserta en el Códice Calixtino, de Compostela; relación curiosa, más puntual de lo francés por las cuatro vías: en la de Provenza el cuerpo venerado de S. Trófimo, de Arlés (1170-80); el milagrero SaintGiles-du-Gard (1160-70), con su sarcófago de oro; SaintGuilhem-du-Desert, lugar de penitencia del portaestandarte de Carlomagno; en la monumental Toulouse, Saint Sernin (construida en 1096) y la famosísima Daurade (restos del claustro, 1120-30); la sede arzobispal de Auch; el hospital de Summo portu, la catedral de laca, S. Juan de la Peña y Leyre. Por la de Borgoña el Hospital junto a la Virgen Negra de Puy; Sainte-Foy, de Conques (ref. 1107) y su Majestad vetusta; el estupendo claustro de Saint-Pierre, de Moissac (1100) y su deslumbrante tímpano (1120), y, más allá, el propio Cluny. A la del E peor definida, corresponde La Madeleine de Vézelay (1125-30); el liberador de cautivos Saint-Leonard; SaintSever y su bello Beato (s. XI). Por último, en la de Orleáns, el cáliz de Saint-Euverte, reliquia de Jesús; Saint-Martin de Tours (rec. 1123, a semejanza de Santiago); el hospital y monumento de Saint-Jean-d'Argély, custodio de la cabeza de S. Juan Bautista; Saint-Eutrope de Saintes (cripta construida en 1096), alivio de los enfermos; la tumba de Roldán en Saint-Romain de Blaye, su trompa (Saint-Sernin de Burdeos), la tumba de sus guerreros (Belin) y la piedra rota por su espada (Roncesvalles); siguiendo por España; Estella, Irache (s. XII), Nájera (reconstruida en gótico), S. Colomba (Burgos, desaparecida), S. Zoil de Carrión (reconstruida en gótico) y Sahagún. Si añadimos Beaulieu (Correze, 1130), Souillac (Lot) y su tímpano del milagro de Teófilo (1140), así como Saulieu (Cóte-d'Or, 1120), tendremos lo fundamental c. de Francia y gran parte de lo español, completado con el grupo gallego (casi todo reconstruido en barroco), S. Domingo de Silos (claustro s. XI-XII) y los catalanes de Ripoll (1032, reconstruido claustro s. XII) y Galligans (1130), entre los más destacados.

Por otros países son típicos regionales los lombardos (v. ROMÁNICO); . IOS toscanos, de mármoles recortados (S. Antimo, S. Miniato al Monte, 1113) y los bizantinizantes del sur de Italia. En Inglaterra, S. Albano (1077), York (ap. 1090); en Suiza, Romainm6tier; en Alemania, Laak (1156), Paderborn (famoso por su claustro), más otras de Austria, Países Bajos, etc., hasta la increíble suma de 2.000 casas en tiempo de Odón el Grande (abad de 1048 a 1109).
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor marthe » Mar Ago 26, 2014 11:13 pm

La abadía de Cluny
Como ya lo han expresado otros foristas, esta fue una construcción realizada en el siglo X en la región francesa de Borgoña, por los monjes constructores. La abadía de Cluny da origen al estilo románico que se extendió por varios países europeos (España, Italia, Francia y Alemania) . Se destacan especialmente los monasterios más que la arquitectura civil ya que es un arte fundamentalmente religioso; las construcciones se caracterizan por su aspecto sólido, de gruesos y amplios muros de piedra en forma de sillares. Como herencia de la antigua Roma utiliza el arco de medio punto y la bóveda. Otros elementos novedosos en este estilo son:
la bóveda de cañón, originada por la repetición de arcos de medio punto
La bóveda de crucería• Planta en forma de cruz latina, con; una, tres o cinco naves
Capiteles decorados con formas vegetales, personajes fantásticos o motivos geométricos.
Rosetones, que permiten la entrada de luz al interior de la construcción.
Contrafuerte, para sostener el peso de las bóvedas
Puertas, con abundante decoración y elementos como: archivoltas, cimborrio, parteluz, dintel.
La escultura es adosada a las paredes, es una escultura un tanto hierática que representa personajes bíblicos.

La pintura es generalmente mural al fresco, en las bóvedas y amplios muros. La figura característica es el Pantocrátor o todo poderoso Padre e hijo. Los colores más utilizados son el rojo, amarillo, azul y naranja. La composición es simétrica, frontal, sin perspectiva como se verá en el renacimiento. También se pintan madonas, rodeadas de personajes siguiendo las mismas características compositivas y estilísticas ajustándose a las formas arquitectónicas.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor iCristinai » Mié Ago 27, 2014 8:29 am

Estimada Hini y compañeros, con preocupación veo que han sido borrados todos mis envios a este foro. Conservo registro de aceptación y además los leí. Por alguna razón hoy no los veo. Los volveré a subir para el bien de todos. Espero acepten mis dsculpas. Este curso me interesa al igual que a ustedes y me parecen muy interesantes cada uno de sus aportes.. Que Dios los bendiga a todos! Paz y bien. Cristina
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Adriana Espinoza » Mié Ago 27, 2014 11:40 am

Los invito a ver este video, es un recorrido por la Abadía de Cluny. Es corto, sólo les tomará 15 minutos, pero está lleno de imágenes y algo de historia. (Si no abre directamente el vínculo, copien y peguen la dirección de página web)
Espero les sea de utilidad en este aprendizaje.
Saludos.
https://www.youtube.com/watch?v=pgDO6ycAIIk
Adriana Espinoza
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Maria 2 » Mié Ago 27, 2014 3:39 pm

CLUNY EN ROMA

INTRODUCCIÓN

Es también un siglo de muchos avatares, tanto en el mundo como en la Iglesia que trabaja en este mundo. Sólo al final se esboza cierta estabilidad, restaurándose el imperio en beneficio de un soberano alemán, Otón I, el año 962.

Los sarracenos seguían asolando el sur de Europa, los húngaros el centro, y la sede romana estaba cada vez más más a la merced de las familias nobles de la ciudad que hacían todo lo posible, con engaños y violencia, por colocar en la sede de Pedro un papa de su partido. Roma alcanzó los niveles más bajos de degradación y corrupción, como ya apuntamos al final del siglo anterior.

Y Dios, ¿dónde estaba?


I. SUCESOS

Época del feudalismo

En este tiempo estuvo vigente en Europa el sistema económico, político y social llamado feudalismo: los nobles gozaban de todos los privilegios; los campesinos eran subordinados inermes. El trabajo lo realizaban los hombres de la gleba que no tenían retribución alguna. Los funcionarios eran militares a quienes los emperadores y señores feudales retribuían con tierras y territorios.

Como no había comunicaciones ni justicia organizada, el más fuerte se apropiaba de todo lo que podía; surgen así reyes, príncipes, condes, marqueses. Los honestos, los menos favorecidos, vivían de prestado en tierra ajena; se les hacía concesión con cláusulas, humanas a veces, inhumanas casi siempre. El que poseía y mandaba hacía la ley, era el señor feudal; el que nada poseía era vasallo; y, ¡a obedecer sin chistar!

De esta manera, la unidad europea soñada por Carlomagno desapareció, pues estaba dividida en multitud de reinos, principados, ducados, etc. El cargo de emperador resultaba, salvo excepciones, nominal.

Otón I, el grande
El Sacro Imperio romano germánico

El imperio germánico de occidente empezó a cobrar fuerza a partir de Otón el Grande, hijo de Enrique I, duque de Sajonia. Otón I tuvo para la historia europea una importancia semejante a la que había tenido Carlomagno siglo y medio antes. Su fortalecimiento lo procuró, sobre todo, a través de una íntima colaboración de la Iglesia en los negocios públicos del reino. Los grandes eclesiásticos habrían de ser, en el pensamiento político de Otón, la clave de la estabilidad de la monarquía germánica.

Otón fue coronado por el papa Juan XII, a quien éste llamó a Roma para defenderlo de los ataques de Berengario63 que gobernaba gran parte de Italia. El Papa Juan XII tenía que respetar unas obligaciones de fidelidad con Otón, pero pronto empezó a ignorarlas, volviendo a reanudar relaciones con sus antiguos enemigos, Berengario y Lamberto.

Otón regresó a prisa a Roma, y aprovechando que el Papa llevaba una vida un tanto frívola, convocó un concilio de obispos, para deponer al papa Juan y elegir a su secretario León. Aprovechó en esta ocasión Otón para que le volvieran a conferir un derecho que en el pasado pertenecía al emperador de oriente con un añadido considerable: la elección del papa no sólo tenía que gozar de la aprobación del emperador, sino que además el que fuera elegido tenía que jurarle fidelidad. Para acapararse el apoyo de los obispos les dio poder también político en las ciudades desvinculadas de la autoridad de los condes y haciéndoles independientes.

Nació así la institución de los obispos-condes, causa a lo largo de mucho tiempo de luchas entre iglesia e imperio. Juan no dio su brazo a torcer: huyó de Roma y regresó con un ejército. Convocó un sínodo que depuso a León, que ya se había refugiado en la corte de Otón, y se dedicó a perpetrar acciones de venganza contra sus enemigos. Otón fue obligado a volver a Roma por tercera vez. Pero Juan murió antes de que él llegara. El sacro imperio romano germánico durará hasta 1806. Pero, a pesar de su voluntad de universalismo, seguirá siendo una realidad alemana.

Este sacro imperio romano germánico trajo consigo nuevamente la ingerencia de los emperadores y de los diversos señores feudales, especialmente italianos64 , en los asuntos de la Iglesia. Quisieron poner y deponer Papas a su antojo, aun valiéndose del asesinato, por ejemplo, el cometido contra Benedicto VI en 974, estrangulado y arrojado en el Tíber. Estaban en lucha las familias de los Crescencios, italianos, contra las familias de la corte imperial de los Otón, alemanes, que gobernaban el Sacro Imperio Romano Germánico.


II. RESPUESTA DE LA IGLESIA 65

La Iglesia de Cristo sigue sufriendo y desangrándose...

Continúa el siglo de hierro o siglo oscuro de la Iglesia. Los pontífices de esta centuria, impuestos por los señores feudales, fueron o mediocres o indignos. El clero estaba muy relajado. Cundían dos graves pecados: simonia o compraventa de cargos eclesiásticos; y nicolaísmo o concubinato de los sacerdotes66 .

Cómo respondían los Papas a estos graves problemas?

Los Papas, acechados por tantos peligros que les amenazaban, se habían olvidado de las funciones de protección que los emperadores desempeñaban en otro tiempo. Pero, para librarse de la violencia de las familias nobles romanas, el papa pidió ayuda a Otón. Otón efectivamente ayudó al papa y le otorgó el llamado privilegio otoniano, por el que confirmaba las donaciones territoriales hechas a la Iglesia romana por Pipino el Breve y Carlomagno. Pero restableció a la vez los derechos soberanos contenidos en la constitución romana de Ludovico Pío del año 824, en virtud de los cuales el emperador ejercía una función de vigilancia sobre la administración de los territorios de la iglesia romana y, más todavía, controlaba las elecciones pontificias, ya que ningún nuevo papa habría de ser consagrado hasta prestar juramento de fidelidad al emperador.

Así, el Papa y el emperador eran las cabezas de la cristiandad: uno en el orden espiritual –el papa-, y otro en el orden temporal –el emperador-. Altar y Trono. La armonía entre ambos poderes era la clave del buen orden de la Europa medieval, aunque en la realidad histórica de los siglos sucesivos fueron frecuentes los enfrentamientos que contribuyeron a destruir el sistema de la cristiandad.

Los problemas graves no se solucionaron con la ayuda del emperador. Se necesitaba una fuerza espiritual de renovación. Y Dios la hizo surgir en su bondad y misericordia: la Orden de Cluny.


Dios mandó la Orden de Cluny

Dios no abandona nunca a su Iglesia en los momentos cruciales, y suscitó la renovación del monasterio de Cluny en el 910, en Borgoña (Francia), que contribuyó a la reforma de la Iglesia mediante la creación de monasterios en los que se observaba estrictamente las reglas monásticas y dio origen a una nueva rama del árbol de san Benito.

Esta orden restaura los grandes principios de la regla benedictina: elección libre del abad, independencia respecto a los príncipes y los obispos. Además, a las abadías dependientes de Cluny se les concedió la dependencia directa del papa. Por tanto, estos monasterios estaban libres de toda autoridad laical y de la jurisdicción del obispo diocesano. Esta situación se conoce con el nombre de “exención” canónica. Los monjes dedicaban su vida a cumplir con perfección la regla de san Benito; practicaban mucha oración, disciplina rígida, y total adhesión a Roma. Desde los pueblos vecinos acudían a los actos litúrgicos y pedían oración por vivos y muertos 67.

En los siglos XI y XII se convierte Cluny en la cabeza de una serie de monasterios que se extienden por toda Europa, pero siempre bajo la autoridad espiritual de Cluny. En sus mejores días llega a haber 50.000 monjes repartidos en 1.200 monasterios. Cluny pone el acento en la liturgia y la oración perpetua, pues la principal ocupación era la celebración litúrgica del Oficio divino en el coro. Esta actividad ocupaba gran parte de la jornada del monje, reduciendo por tanto su trabajo intelectual y manual. Este último quedaba en manos de trabajadores agrícolas dependientes del monasterio. La longevidad y la personalidad de sus primeros abades contribuyen a explicar el extraordinario influjo que ejerció Cluny en Europa. Algunos de sus abades más famosos fueron: Odón, Máyolo, Odilón, Hugo, Pedro el Venerable.

Cluny participaba en la reforma de los otros monasterios y en la reforma general de la Iglesia, pues el abad de Cluny extendía su autoridad sobre los demás monasterios, nombrando o controlando la elección de los abades, para impedir la intromisión de los señores laicos. Mantenía una fuerte adhesión al papa y a la liturgia romana, y fue cuna de la que salieron numerosos obispos y algunos papas. Practicaba ampliamente la caridad con los pobre y promovía el arte románico68 . Los establecimientos cluniacenses ven agruparse a su alrededor pequeñas aglomeraciones.

Contemporáneas de Cluny, otras abadías benedictinas ejercen gran influencia en sus regiones: la Chaise-Dieu de Auvergne, Saint-Victor en Marsella, Camaldoli fundada por san Romualdo en Toscana.

La reforma de Cluny fue tan grande que influyó en otros monasterios y hasta en la curia romana. El éxito de Cluny se debió sin duda a la vida espiritual que infundió en sus monasterios y a la disciplina y buena organización que impuso; pero también se debió a la eminente personalidad de sus abades y a una circunstancia que vale la pena resaltar: su extraordinaria longevidad, que aseguraba la estabilidad y consolidación de su obra.

Cluny había triunfado y también se había enriquecido. Pero no existe para la Iglesia mayor peligro que el triunfo y el dinero y como no se puede servir a dos señores, en los siguientes siglos en Cluny, el dinero desplazó a la pobreza, el espíritu mundano a la austeridad y, como hombres que eran, la ambición de cargos eclesiásticos acabó con la humildad. Estaban atrapados en el aburguesamiento.

Siguen las conversiones

Dios seguía su obra en el interior de los corazones, gracias a la evangelización. Por eso, hubo también en este siglo conversiones de reyes y pueblos, y se expandió la semilla cristiana. El siglo de hierro del pontificado fue también una época de fecunda cristianización y durante ella se incorporaron a la Iglesia algunas de las naciones que estaban destinadas a ser en los tiempos venideros los más firmes baluartes cristianos en el centro y oriente de Europa.

La princesa rusa Olga recibió el bautismo en 945. Al recibir el bautismo en las aguas del río Dnieper en el año 989, su nieto, el gran duque Wladimiro, extendió la iglesia de Constantinopla hacia el norte y hizo entrar a la Rusia de Kiev en la órbita de los estados europeos.

El duque san Wenceslao, héroe nacional, y el obispo de Praga, san Adalberto, mártires los dos, fueron los principales autores de la conversión de los checos de Bohemia. Haakon fue el primer rey católico de Noruega. San Adalberto fue el apóstol de Polonia y Hungría. En 996 recibió el bautismo el duque de Polonia Miecislao. Una expedición de Normandos que formaba parte del séquito del rey Rollón, se asentó en la parte septentrional de Francia y también se convirtió. Los magiares, que durante mucho tiempo habían sido el azote de la Europa central, fueron decisivamente vencidos por Otón I y obligados a asentarse en la Panonia. Poco después, el duque Geisa recibió el bautismo y en el año 1001 su hijo, san Esteban, era coronado rey. Así nació el reino cristiano de Hungría.

Los eslavos que se integraron en la Iglesia católica y permanecieron unidos a Roma –croatas, eslovenos, polacos...- así como los húngaros, cumplieron a lo largo de los siglos la histórica misión de constituir el firme valladar de la cristiandad occidental frente a las invasiones y peligros que tantas veces la amenazaron desde el oriente.

CONCLUSIÓN

La Iglesia continúa entre luces y sombras. Así es nuestra peregrinación en esta vida, pero el Señor nos prometió la asistencia del Espíritu Santo que nunca nos abandona. Por eso, si bien hubo sombras muy densas, también hubo luces espléndidas. No olvidemos que la Iglesia está compuesta de hombres falibles, débiles y limitados; no olvidemos que el enemigo de la Iglesia sigue activo siempre y tratará por todos los medios posibles de destruir la Iglesia de Cristo. Pero vivimos confiados porque “las puertas del infierno no podrán derribarla”. Estas sombras de nuestra madre Iglesia nos entristecen, pero no nos desalientan; al contrario, nos ponen en guardia para que no hagamos nosotros otro tanto. ¡Embellezcamos a la Iglesia con nuestra vida santa y fervorosa!

___________________________
63. Este rey Berengario es aquel que negó la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y a quien la Iglesia hizo hacer un acto de fe en la Eucaristía, en elñ siglo XI. Así dice l confesión de fe: “Yo, Berengario, creo en mi corazón y mis labios confiesan: que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la declaración sagrada y de las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la carne verdadera, propia y vivificante y en la sangre de Jesucristo, Nuestro Señor; que después de la consagración está el verdadero cuerpo de Cristo, que nació de la Virgen y que fue colgado de la Cruz, ofrecido por la salvación del mundo, que está sentado a la derecha del Padre, así como la verdadera sangre de Cristo que salió de su costado; que todo eso se hace no sólo en símbolo y en virtud espiritual del Sacramento, sino en la realidad propia de la naturaleza de las cosas, y en la verdad de su sustancia, como está escrito en esta nota, como os he leído y como lo comprendéis. En eso creo, y no daré ninguna enseñanza más contra esta creencia. A eso me ayuden Dios y los santos Evangelios de Dios” (Denzinger 335).regresar
64. Entre ellos, la familia de los Condes de Túsculo y la familia de los Crescencios. regresar
65. También aquí tenemos que decir lo que dijimos en el siglo anterior: un siglo oscuro y triste para nuestra madre la Iglesia, no porque la Iglesia no sea santa, sino porque algunos hijos de la Iglesia no estuvieron a la altura de la santidad de la Iglesia, a la que representaban. El Papa León V fue depuesto por el cardenal Cristóforo por la fuerza e fue encerrado en un monasterio, donde murió poco tiempo después, tal vez asesinado. Este mismo cardenal Cristóforo se apoderó de la sede papal durante un año, pero fue depuesto con la fuerza y quizás mandado estrangular por Sergio III. Sergio III dejó mucho que desear como papa, como sacerdote y como cristiano, hasta el punto que el emperador de oriente, León VI, le recordó sus deberes de pastor y sus obligaciones sacerdotales. En esta ciénaga de escándalos del que es protagonista este papa, encontramos dos méritos: la reconstrucción de la basílica de san Juan de Letrán y la fundación de la abadía de Cluny, que confirió nuevo vigor al monacato benedictino, y se convirtió en uno de los centros de espiritualidad más importantes en la vida de la Iglesia. Otro hecho triste: el papa Juan X fue encerrado en una cárcel por orden de una de las mujeres que señoreaban en Roma, Marozia, porque el papa quiso ser digno y autónomo; y allí en la cárcel murió asfixiado. El papa Benedicto VI fue estrangulado por el partido antialemán, capitaneado por la familia de los Crescencios, y arrojado en el Tíber porque apoyaba al emperador alemán Otón II.regresar
66. A decir verdad, no estaba muy clara, en este siglo, la legislación eclesiástica en materia de matrimonio y de celibato de los sacerdotes.regresar
67. Tanto oraban los monjes por los muertos que el abad san Odilón fijó un día en el año que lo llamó “de los fieles difuntos” –el dos de noviembre- festividad litúrgica que llegó hasta nosotros. regresar
68. De hecho, la iglesia de Cluny fue por mucho tiempo la mayor de Europa.regresar
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TEMA DE DISCUSIÓN EN EL FORO

1. ¿Cuáles eran los grandes pecados y faltas de algunos hombres de Iglesia en este siglo? ¿Por qué?
2. ¿Para qué Dios suscitó la Orden de Cluny en la Iglesia?
3. ¿Qué conversiones se dieron en este siglo? ¿A qué se debió?

http://es.catholic.net/conocetufe/876/3 ... p?id=20658

Un abrazo y hasta pronto.-
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor FARV » Mié Ago 27, 2014 4:31 pm

Muy buena tarde, que maravilla poder ir profundizando esta vez en La Orden de Cluny y todo lo que se deriva de ella, por tal razón agrego y comparto las siguientes respuestas:

•¿Cuales son los antecedentes históricos que motivan a la reforma de la Regla benedictina?

Los Cistercienses | Arte


El arte de decoración de los manuscritos

El primer principio de la reforma cisterciense es el del estricto retorno a la Regla de san Benito. Esta Regla prescribía la copia, hecha por los mismos monjes, de los manuscritos indispensables para su cultura religiosa; el estilete y las tablillas, materiales que en la época (siglo VI) eran utilizados para la escritura, se nombran en la Regla como utensilios que forman parte de sus costumbres.

La propia abadía de Cister nos presenta una bien conocida composición – hecha al final del siglo XV – de su colección de manuscritos, que la Biblioteca francesa de Dijon conserva con el número 610.
El primero y más célebre de los manuscritos primitivos cistercienses es la Biblia en 4 volúmenes, llamada comúnmente Biblia de San Esteban Harding, o Biblia de Cîteaux, ricamente decorada con miniaturas (pequeñas grabaciones insertadas entre los textos de los manuscritos, o a su inicio) por los monjes de la naciente Orden.

Aunque el papel de San Esteban Harding en Cister no se restrinja a la copia y a la decoración de los manuscritos – con razón los historiadores le dan un papel preponderante en la definición de las primeras constituciones de la Orden, con la redacción de la “Carta de Caridad” (Carta Caritatis) –, San Esteban, segundo abad de Cister, cuya poderosa personalidad motiva en la actualidad cada vez más y más estudios sobre él, dio al naciente Scriptorium su impulso artístico y su primera tradición decorativa.
Una arquitectura heredada

El proyecto más antiguo de una abadía benedictina, que llegó hasta nuestros días, es el que se conserva en la biblioteca del monasterio benedictino suizo de St. Gallen. Éste muestra la disposición de los edificios en un “monasterio modelo” de principios del siglo IX (“modelo” en cuanto en lo que en la actualidad se considera como un proyecto específico que no llega a realizarse rigurosa y estrictamente como fue concebido, y que solamente se muestra a los futuros abades como planta ideal para inspirar sus respectivas nuevas fundaciones).

La arquitectura cisterciense no señala una ruptura con el pasado, sino que construye sobre una continuidad histórica, tal y como es la razón de ser de la vida cisterciense, heredera de la benedictina. Por lo tanto, no hay modelos ni plantas ideales para los proyectos de las abadías cistercienses medievales. Las modificaciones cistercienses al esquema benedictino – el diseño absidal de las iglesias, la disposición de los refectorios en sentido perpendicular al claustro, en lugar de en paralelo, y el desarrollo del edificio destinado a los hermanos conversos, por dar algunos ejemplos, - parecen ser resultado de soluciones empíricas.

La Jerusalén Celeste


La construcción cisterciense se revistió de una grandeza que todavía hoy es evidente, incluso después de múltiples mutilaciones, dado que el estilo de vida monástica concebido por Roberto de Molesme, trabajado, perfilado y iluminado por la palabra de San Bernardo, se proyectó a través de los cuatro puntos cardinales del mundo, respondiendo a las expectativas de una sociedad que se transformaba rápidamente, sin dejar de lado el arte.

El arte es símbolo, metáfora, memoria y, para los cistercienses, especialmente en cuanto a la construcción de los edificios, el símbolo tiene una importancia fundamental. El edificio es cuadrado como la ciudad de Dios, la Jerusalén Celestial (Cf. Ap 21-22), y esa cuadratura evoca simultáneamente al espíritu meditativo los cuatro ríos de los Jardines del Edén (Gn 2,10-14), los cuatro Evangelios, o también las cuatro virtudes cardinales (templanza, prudencia, justicia y fortaleza – Cf. Sab 8,7).

Por tanto, considerar la arquitectura cisterciense como señal de la Jerusalén Celestial, no significa en manera alguna reproducir las mismas dimensiones, que no se podrían realizar materialmente, por la descripción literal del libro del Apocalipsis de San Juan, sino encontrar los vestigios, los símbolos que conlleva esa descripción: forma, medida y números, que indican estabilidad, perfección y totalidad. De ese proyecto resulta una Jerusalén Celestial con dos características fundamentales: la ciudad preciosa y la ciudad medida. En las reproducciones artísticas a través de los siglos, se verifica que las dos cualidades no están necesariamente y simultáneamente presentes en las representaciones de cada construcción en particular.
San Bernardo y la Palabra


A pesar de la libertad de elección de las dos cualidades (preciosa y medida) en el mundo cisterciense existe una dificultad para representar la “preciosidad” de la ciudad celestial, debido también a la autoridad de San Bernardo de Claraval en su tratado intitulado “Apología al Abad Guillermo” (Apologia ad Guillelmum Abbatem), especialmente en el capítulo XII, donde habla contra el lujo y la riqueza de las iglesias cluniacenses: “Decidme, pobres, si es que lo sois, ¿qué hace el oro en el santuario? (…) Nosotros, los que ya hemos salido del pueblo, los que hemos dejado por Cristo las riquezas y los tesoros del mundo con tal de ganar a Cristo, lo tenemos todo por basura”.

No hay duda de que la transcripción y la difusión de la Apologia de Bernardo, en los inicios del segundo decenio del siglo XII, asumió un papel significativo para reforzar el principio de simplicidad en la arquitectura cisterciense. En realidad, la Apologia no es un tratado sobre arte, sino sobre la espiritualidad monástica y las ideas que manifiesta se consideran en un contexto fundamental: la medida con la que se debe valorar cada cosa no es la de los estetas, sino la del itinerario de cada hombre en dirección a la restauración de la “imagen de Dios” (imago Dei) y de la salvación de la propia alma. Por lo tanto, Bernardo no se opone al arte por el arte, sino a todo aquello que distraiga al monje de la búsqueda de Dios. Bernardo no es contrario a la belleza; él es contrario a aquellas manifestaciones que desvían los ojos de la mente de la imago Dei, atrayéndolos para las imagines mundi (imágenes del mundo).

Sea cual sea la manifestación artística, San Bernardo desea cimentarla en la Palabra de Dios. Para Bernardo, como hombre que habla y que escucha, el Verbo, que es Cristo, es todo. El Verbo es todo para los monjes, es el material que constituye internamente su cultura. Quien desea entender la creación artística de la que la Orden cisterciense fue la oficina, debe constantemente tener presente el lugar central que la Biblia ocupaba en el espíritu de sus monjes.

Entre los cistercienses, la búsqueda de Dios es una búsqueda interior y cualquier cosa que contribuya a esa búsqueda se vuelve útil. El objetivo del arte y de la arquitectura de la Orden cisterciense es crear el ambiente propicio para alcanzar este objetivo. La arquitectura cisterciense es “la devoción hecha piedra”.

¿Cuáles fueron las reformas concretas que hizo Cluny a la Regla benedictina?
Historia institucional cisterciense

Fundamentos de la Reforma cisterciense
La reforma cisterciense fue, sobre todo, un movimiento de renovación espiritual y a la narración auténtica de sus orígenes debe seguir, por tanto, un análisis de los ideales que inspiraron al pequeño grupo de monjes fundadores de Cister. La primera etapa de su desarrollo ideológico transcurrió en Molesme. Durante los debates, prolongados y por el momento ásperos, los futuros fundadores de Cister tuvieron amplia oportunidad de esclarecer sus ideas y expresarlas en una forma simple y concreta: volver a la Regla de san Benito. La aplicación práctica de esos principios tuvo lugar en Cister bajo la administración de Alberico, aunque el proceso se asemeja más a una improvisación dictada por las necesidades diarias que a una legislación consciente. No hay ninguna indicación concreta de que Roberto o Alberico hayan intentado más que afianzar la vida de la comunidad reformista, con los mismos medios usados por numerosos monasterios similares para su supervivencia. La expansión del movimiento a través de las nuevas fundaciones, indujo a Esteban Harding a sentar, por escrito, los elementos básicos de las observancias en Cister, y asegurar la cohesión de la congregación monástica en franca expansión, proyectando el número de una trabazón constitucional. El éxito inesperado de Cister despertó los celos, no sólo de Molesme, sino también de la poderosa Cluny y se entabló un debate de amplia resonancia, que puso sobre el tapete cada faceta de la nueva organización. Un programa concreto, dirección capaz, cohesión y una cierta sensación de victoria lograda sobre una oposición poderosa, se convirtieron en los elementos constituyentes de la primera Orden medieval, una organización manifiestamente distinta a las muchas autónomas, o al conglomerado de las casas benedictinas, afiliadas sin mayor cohesión.
Para el historiador de algunos años, la tarea de relatar esta historia era bastante simple. Se aceptaba plenamente que la descripción básica de los orígenes cistercienses, el Exordium Parvum, no sólo relataba los hechos y exponía la doctrina fundamental con incuestionable fidelidad, sino que había surgido de la pluma de uno de los fundadores, san Esteban Harding. De la misma forma, se reconocía a la Carta de Caridad, la constitución de la Orden naciente, como la materialización de los principios que habían hecho posible al mismo abad llevar a cabo su programa con perdurable éxito. Bajo este punto de vista tradicional, la verdadera razón de ser de Cister radicaba en la observancia estricta, casi al pie de la letra, de la Regla de san Benito. La Carta de Caridad ha servido como guía práctica para la reconstrucción de la vida monástica dentro del mismo contexto ideológico.
Pero a partir de la década de 1930, un nuevo estudio de la tradición manuscrita condujo a una revalorización cabal de todo lo escrito anteriormente sobre los comienzos cistercienses. El descubrimiento del Exordium Cistercii, una narración más breve, pero anterior y más auténtica que el Exordium Parvum, arrojó serias dudas sobre la autenticidad de este documento. El Abad Esteban no parece haber sido su autor, sino un monje de la misma generación de san Bernardo, que lo publicó poco después de la muerte de Esteban en el año 1134. Está escrito como un «documento apologético» cisterciense para defender la naturaleza legal de la fundación de Cister, contra los cargos de los «monjes negros» de Cluny, quienes sostenían que al establecerse el «Nuevo Monasterio», no se habían observado las debidas formalidades canónicas.
Con la intención de probar «cuán canónicamente» se había realizado el hecho en discusión, reunió y transcribió un buen número de documentos, pero algunos no tienen rasgos de autenticidad, inclusive los cruciales Instituta de Alberico. Las referencias constantes a la Regla de san Benito, que se encuentran especialmente en los Instituta, tenían el propósito obvio de crear una atmósfera de rígida legalidad.
La misma pretensión del autor anónimo, de que la oportuna llegada de san Bernardo salvó a Cister de la extinción, tiende a corroborar el argumento de que era un joven atraído a la Orden por la personalidad de san Esteban.
En forma similar, las ultimas investigaciones sobre la Carta de Caridad, revelan que no fue el fruto de las primeras reuniones abaciales, sino que vio la luz después de décadas de evolución. Esteban Harding había comenzado su redacción, pero quedan sin aclarar su sentido exacto, así como el texto primitivo, todavía sin descubrir, y la fecha y extensión de las explicaciones. Dado que el material de que disponemos en este momento no es suficiente para aclarar las dudas surgidas en el transcurso de las últimas décadas, no es posible todavía reemplazar la imagen antigua, tradicional del Cister primitivo, con un cuadro igualmente claro y nítido, bosquejado con la ayuda de los conocimientos modernos. Para compensar esos inconvenientes, investigaciones recientes han tratado de arrojar mayor luz sobre los movimientos monásticos contemporáneos en general, y sobre el impacto de la vida eremítica en particular. Esto ha aumentado nuestro aprecio de fuentes no cistercienses, ha dado nuevo énfasis al conflicto entre Cister y Cluny, y ha situado los problemas jurídicos de la nueva fundación dentro del contexto de la ley canónica del siglo XII.
Sin embargo, después de tomar en cuenta todas estas consideraciones, sigue siendo válido el hecho de que los fundadores de Cister intentaron volver a una interpretación más nítida de la Regla. Sus esfuerzos no dieron por resultado la restauración de la vida monástica tal como era en el siglo vi, sino el comienzo de la una vida fuertemente influenciada por los ideales del monacato pre-benedictíno. La búsqueda de mayor soledad, pobreza y austeridad obraron. seguramente como incentivos poderosos para Roberto y sus compañeros. Lo mismo había sucedido en otras muchas abadías hacia el final del siglo XI. La gran proximidad de Cluny hace resaltar más aún los rasgos peculiares de Cister. En Borgoña, la defensa de la disciplina eremítica dentro de una comunidad monástica era considerada como un desafío al modo de vida aceptado universalmente en todo el «imperio» de Cluny. Desde el comienzo, los padres fundadores de Cister se vieron forzados a una postura defensiva. La táctica más efectiva contra la acusación de introducir novedades mal vistas fue tomar la Regla por escudo. Roberto y sus monjes insistieron que no intentaban ninguna novedad, sino volver a la recta observancia del venerable código para monjes, escrito por san Benito.
Al hacer esto, los primitivos cistercienses acentuaban instintivamente aquellos elementos de la Regla que satisfacían mejor su estilo de vida eremítica, especialmente el capítulo setenta y tres, donde el autor declaraba modestamente que la Regla estaba destinada a principiantes; aquellos que.phpiran a una perfección más alta en la vida religiosa, debían consultar las enseñanzas de «los Santos Padres», ricos en referencias a la vida heroica de los anacoretas orientales, y especialmente los trabajos de san Basilio († 379).
Se produjeron disputas acaloradas entre los dos grupos, porque la reconciliación de la Regla con el ascetismo eremítico parecía no sólo imposible, sino inaceptable para los monjes de Molesme. Las dos fuentes que proveen de una información sorprendentemente detallada acerca de la naturaleza de la argumentación esgrimida son las crónicas de Guillermo de Malmesbury y Orderico Vital, ambos benedictinos, agudos observadores de su tiempo, e historiadores bien informados. El pasaje que nos interesa de la Gesta regum Anglorum de Guillermo de Malmesbury, escrita entre 1122 y 1123, se basa con toda seguridad en fuentes cistercienses y enfoca la atención sobre Esteban Harding.
El capítulo correspondiente a la Historia eclesiástica de Orderico Vital fue escrito unos diez años más tarde y repite las exhortaciones de san Roberto, tal como se las recordaba en Molesme. No es necesario suponer que Esteban o Roberto hayan pronunciado exactamente las mismas palabras citadas por esos autores, pero, por otro lado, no hay razón para dudar sobre si los temas allí discutidos han sido o no los auténticos.
Según Guillermo de Malmesbury, Esteban, todavía en Molesme, atacaba vigorosamente el tipo de vida basado en las costumbres de Cluny. A su juicio, la tradición por sí sola no bastaba para justificarlas. Insistía en que los usos permitidos debían estar fundamentados en una regla y apoyados por la razón y la autoridad a la vez, y añadía que todos esos requisitos se cumplían en la Regla de san Benito. Cuando sus oponentes «rechazaban persistentemente las cosas nuevas porque amaban las viejas», los futuros cistercienses redoblaban sus esfuerzos para demostrar que todas sus propuestas estaban tomadas de una fuente más antigua que los usos de Cluny, y por esa razón «estaban estudiando la Regla con todo cuidado para no perder ni un ápice de la misma».
Orderico Vital relata también los mismos debates cruciales, pero da importancia al Abad de Molesme y a sus reticentes monjes. Según él, Roberto había criticado violentamente las violaciones de la pobreza, el abandono del trabajo manual, la aceptación de diezmos y otras prebendas eclesiásticas, e impulsaba a sus monjes «a observar la Regla de san Benito en todo… de tal suerte que por las huellas de los Padres podamos seguir fervientemente a Cristo». Roberto no hacía una distinción clara entre las observancias de los Padres del Desierto y las exigidas por la Regla, y salpicaba sus exhortaciones con referencias frecuentes a «las vidas dignas de imitación de los Padres Egipcios». Sus opositores se empeñaron en demostrar que los criterios imperantes en el Desierto ya no eran aplicables en esas circunstancias, y expresar su intención de adherirse a las costumbres tradicionales de Cluny, no fuera que todos los hermanos los condenaran como inventores de novedades temerarias. El debate terminó en la misma forma en que lo relatara Guillermo de Malmesbury. Para evitar el oprobio de ser considerados innovadores, los fundadores de Cister «resolvieron observar la Regla de san Benito al pie de la letra, del mismo modo que los judíos observaron la ley de Moisés».
Después de 1124 se encendieron aún más las disputas sobre las observancias monásticas, cuando san Bernardo inició un ataque a fondo contra Cluny, en la Apología (Apología ad Guillelmum), su primer trabajo de vasta difusión. Por entonces los cistercienses habían ganado gran popularidad, mientras Cluny sufría notorios reveses, bajo la turbulenta administración de Ponce de Melgueil (1109-1122). Era el momento propicio para una contraofensiva a fondo, no sólo contra Cluny, sino también contra «las instituciones monásticas viejas y anticuadas», a las que ésta simbolizaba. La Apología es la mejor prueba de que muchos cistercienses, después de un cuarto de siglo, llegaron a creer, según las palabras de un monje anónimo, citado por Bernardo, que «eran los únicos con alguna virtud, más santos que ningún otro, y los únicos monjes que vivían de acuerdo a la Regla; en su opinión, el resto eran simples transgresores». Algo más tarde, san Bernardo vuelve a citar en el texto al mismo cisterciense anónimo que afirmaba: «todos aquellos que hacen profesión de la Regla están obligados a cumplirla literalmente, sin ninguna dispensa». Sin embargo, es evidente que la estricta observancia de la Regla fue sólo uno de los muchos rasgos de los cuales podía estar orgullosa la nueva Orden. San Bernardo contrasta, con su estilo magistral y su fuerza arrolladora, a los Monjes Negros, ricos, pomposos y comodones, con los cistercienses, heraldos del nuevo monacato profundamente reformado según los ideales gregorianos: pobres con el Cristo pobre, viviendo del fruto de su propio trabajo manual, como los Apóstoles; separados del mundo, y sin ningún interés por él; parcos en el vestir y en todo lo que usan; moderados en el comer y beber; modestos en sus viviendas; sencillos y austeros, sobre todo en sus servicios litúrgicos, acercándose al exceso únicamente en materia de ascesis.
Pedro el Venerable, el nuevo abad de Cluny (1132-1156), cuya primera tarea fue reparar el daño causado por su antecesor, replicó digna y mesuradamente. Se defendía de la acusación de que en Cluny se había descuidado ciertos preceptos de la Regla, dando énfasis a la moderación y la caridad como elementos esenciales de las enseñanzas de san Benito. Reconoce de buena gana las virtudes extraordinarias de sus rivales cistercienses, quienes, hace observar irónicamente, sólo necesitaban humildad. El debate continuó durante décadas y produjo casi una docena de panfletos, que todavía se conservan. Uno de los últimos, el Diálogo entre dos monjes (Dialogus duorum monachorum), escrito alrededor de 1155 por Idung de Prüfening, un benedictino que pasó a ser cisterciense, fue el más detallado, e hizo amplio uso de dos grandes novedades: el derecho canónico y el escolasticismo. El Diálogo es una larga disputa entre un monje cisterciense y otro de Cluny, en el cual las ingenuas preguntas y las respuestas desacertadas de este último, ofrecían simplemente una oportunidad al cisterciense para exponer con notable erudición temas que demostraban la superioridad de los monjes blancos sobre los benedictinos. El de Cluny repetía los viejos cargos de «inestabilidad», hacía alusión a Roberto y a sus adictos, que abandonaron el «viejo y discreto» Molesme por las imprudentes novedades de Cister. Sus contrincantes calificaron las acusaciones de calumnias e insistieron en los rasgos distintivos de la vida cisterciense, antiguos, discretos, acordes con la Regla, en detrimento de las costumbres de Cluny, que eran «a menudo supersticiosas, contrarias a los decretos de la Iglesia, a las sanciones de los Sínodos y aun a la Santa Regla». Por el contrario, ellos vivían de acuerdo con la Regla de san Benito que juraron observar, con la ley que Dios dio a los monjes por medio de san Benito, un legislador, al igual que Moisés».
Difícilmente podemos calibrar las excelencias debatidas en tales batallas verbales, pero el prolongado debate fomentó enormemente el espíritu de cuerpo en el campo cisterciense. Con seguridad, los monjes blancos gustaron el sabor de la victoria, cuando Pedro el Venerable abogaba por introducir en su abadía algunos de los caracteres distintivos de la reforma cisterciense, lo que logró al final de su gobierno.
La primera evidencia concreta de los esfuerzos cistercienses por traducir sus ideales en normas prácticas se encuentra en una colección de 20 párrafos, los capitula. Es muy probable que algunos de ellos estuvieran unidos a la versión primitiva de la Carta de Caridad y al Exordium Cistercii, cuando éstos fueron presentados a Calixto II para su aprobación en 1119. En esos párrafos se hace referencia por primera vez a la admisión de hermanos legos, que debían ayudar a los monjes en las tareas agrícolas. Se los recibía, al igual que a los monjes, con la autorización de sus obispos, «como nuestros hermanos y ayudantes necesarios, que participan de nuestros beneficios materiales y espirituales en la misma medida que los monjes». Después de un año de prueba, podían hacer profesión en la sala capitular, pero nunca podrían .phpirar a ser admitidos entre los monjes de coro.
Otros párrafos regulaban las nuevas fundaciones. Cada nueva abadía debía contar por lo menos doce monjes bajo la autoridad de un abad, sumados a algunos hermanos legos, y estar bien provista de libros litúrgicos. Todas las casas debían estar dedicadas a la Santísima Virgen María y situadas lejos de las aldeas y ciudades. Tras la construcción de los «lugares regulares», ningún monje podía permanecer fuera de la clausura. Lo que es más importante, el texto establecía lo que sigue: «para conservar perpetuamente la indisoluble unión entre nuestras abadías, acordamos en primer lugar que todos los miembros sigan en la misma forma la Regla de san Benito, de la cual no se deben desviar ni siquiera en cosas de mínima importancia». De esto se deduce, «que deben usar los mismos libros para el oficio divino, vestir el mismo hábito, comer la misma comida; en una palabra, en todos los lugares debían prevalecer los mismos usos y costumbres». Describía con gran detalle el tipo y calidad de la ropa, así como la dieta del monje, muy simple, que excluía la carne y sus derivados. La subsistencia de la comunidad debía provenir exclusivamente del «trabajo manual, del cultivo de la tierra y la cría de animales». Se establecía con claridad que las tierras no debían estar muy cerca de posesiones de seglares, aunque no ponían límite a las haciendas de los monjes, y aprobaba implícitamente el establecimiento de granjas al cuidado de hermanos legos. Las iglesias, derechos de entierro, diezmos, aldeas, siervos, impuestos, derechos provenientes de hornos o molinos, y «todas las otras cosas contrarias a la pureza monástica» estaban estrictamente excluidas como fuentes de ingresos. Para evitar esas tentaciones, los monjes no debían realizar trabajos parroquiales o pastorales de ninguna índole, sino vivir en aislamiento completo con respecto al mundo. Los negocios inevitables con extraños debían ser realizados por los hermanos legos. Se debería evitar cualquier ostentación de abundancia, aun en el proyectar y construir las iglesias, y en su decoración y amueblamiento.
Desde 1119 a 1151, la reunión anual de abades, el «capítulo general», especificó aún más esas normas, agregando algunos puntos nuevos y editando finalmente una colección de noventa y dos párrafos como las Instituciones del Capítulo General (Instituta generalis capituli). Fueron únicas en su género sus aclaraciones sobre procedimiento y otras cuestiones puramente legales; el desarrollo de los capítulos generales, la adquisición de privilegios, las formalidades de la visita anual, el castigo de diversos delincuentes, el procedimiento para la elección abacial, las relaciones con los obispos, la recepción de huéspedes, el trabajo en el scriptorium, la administración de granjas, las reglas relativas a la compraventa, el comportamiento de los monjes durante los viajes, y el cuidado de los enfermos. Por último decidieron sobre algunas materias litúrgicas y sobre un hecho muy significativo: no fueron admitidos los niños a la profesión.
Al mismo tiempo, se escribieron otros dos conjuntos de directivos íntimamente relacionados. Uno, los Ecclesiastica officia trata problemas litúrgicos comunes a todas las casas; el otro, los Usus conversorum, la conducta de los hermanos legos. Ambos unidos a los Instituta constituían el manual básico de la vida diaria de los individuos y las comunidades, llamado Consuetudines o «Libro de Usos». Estas dos colecciones no tienen nada de original. Sus autores habían calibrado el material proporcionado por un siglo y medio de experiencia monástica, especialmente en Cluny y Molesme. Sin embargo, pueden considerarse como típicamente cistercienses por su relativa simplicidad y brevedad, su universal aplicación y su concisa terminología legal.
Cualquier proyecto minucioso para ser observado en forma uniforme hubiera resultado ineficaz, si no se asentaba en una firme trabazón constitucional que, mantuviera unido el creciente número de abadías cistercienses. La Carta de Caridad, documento atribuido tradicionalmente a Esteban Harding, respondía a este propósito. Como vimos anteriormente, el tercer Abad de Cister debe ser reconocido como el iniciador del esquema, pero pasaron unos cincuenta años antes de que éste reuniera sus características definitivas. La primera referencia proviene del documento de la fundación de Pontigny, sin fecha, redactado poco después de que el obispo Humbaldo de Auxerre invitara a «los amantes de la santa Regla» a establecerse en su diócesis. Al mismo tiempo (1114 ?), tal como establece el documento, «dicho obispo, conjuntamente con el cabildo eclesiástico, aceptan íntegramente la validez de la Carta de Caridad y unanimidad, compuesta y confirmada por el Nuevo Monasterio y las abadías por él fundadas». No se ha encontrado el texto de esta «primitiva» Carta de Caridad, y, por tanto, no puede conocerse con certeza su contenido. La siguiente referencia a una «constitución» se encuentra en la Bula de Calixto II, en 1119, que plantea un problema de naturaleza distinta: investigaciones recientes desenterraron dos versiones contemporáneas de la Carta, que parecen ser ampliaciones del texto primitivo, y que fueron escritas con toda probabilidad alrededor de 1119. Una lleva el título de Summa Cartae Caritatis, la otra es conocida como Carta Caritatis prior. Sigue siendo incierto cuál de estos dos documentos fue el aprobado por otra bula, firmada en 1152 por Eugenio III. Únicamente podemos suponer con seguridad, que la Carta final, Carta Caritatis posterior, surgió entre los años 1165 y 1190, después de sucesivas modificaciones.
La importancia capital de la Carta de Caridad en su forma definitiva, tal como ha sido conocida durante siglos enteros, radica en que logró el feliz equilibrio entre autoridad central y autonomía local, evitando de esta forma, por un lado, los peligros latentes en controles demasiados rígidos, como el de Cluny, y por el otro, la falta de cohesión que ha sido la ruina de muchas prometedoras congregaciones reformadas. Cister seguía siendo el corazón y centro de la nueva Orden, y su abad, el símbolo viviente de la unidad. Pero, en franco contraste con Cluny, no podía ejercer poderes ilimitados en el gobierno. La máxima autoridad recaía en la reunión anual de todos los abades cistercienses, el Capítulo General, congregado tradicionalmente en Cister el 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. La función primordial del Capítulo, bajo la presidencia del abad de Cister, consistía en mantener una disciplina monástica uniforme al más alto nivel posible, de forma que «todos pudieran vivir unidos por el lazo de la caridad, bajo una misma regla, y en la práctica de las mismas costumbres». En consecuencia, se esperaba que el Capítulo reprimiera abusos, castigara delitos e hiciera reajustes ocasionales por medio de una nueva legislación o modificaciones oportunas a las costumbres establecidas. La visita anual a cada abadía por el abad de la casa fundadora constituía el medio de ejecución y de control local. La visita de «los padres inmediatos» tenía por objeto hacer correcciones, o en casos extremos, comunicar sus impresiones al Capítulo, que autorizaba medidas adicionales para ser llevadas a cabo por ellos mismos. Cister, al no tener casa madre, debía ser visitada simultáneamente por los abades de sus cuatro primeras hijas, los abades de La Ferté, Pontigny, Claraval y Morimundo, conocidos posteriormente bajo el nombre colectivo de «protoabades». Sin embargo, a pesar de los múltiples controles, cada abad era libre de gobernar su comunidad sin interferencias externas indebidas, siempre y cuando su monasterio se mantuviera dentro de las normas fijadas. Al lado de las disposiciones constitucionales, el Capítulo instaba a la ayuda mutua cuando había necesidades materiales o una emergencia, alentaba la hospitalidad, regulaba el orden de precedencia entre los abades, dictaba procedimientos para las elecciones abaciales, y especificaba medidas admonitorias o punitivas contra los abades negligentes o indignos.
Es necesario hacer resaltar, que todos estos rasgos que acabamos de señalar pertenecen únicamente a la versión final de la Carta, mientras las versiones primitivas exhibían características diferentes muy significativas. Por ejemplo, los obispos diocesanos gozaban inicialmente de considerable autoridad sobre los monasterios cistercienses. Privilegios episcopales tales como las visitas canónicas, la supervisión de las elecciones abaciales, poderes punitivos, así como el derecho de tomar juramento de lealtad al abad recientemente electo, se fueron reduciendo y eliminando de forma paulatina a medida que la Orden lograba su exención total de la jurisdicción diocesana, gracias al constante aflujo de privilegios papales favorables. De forma similar, al comienzo, el Abad de Cister gozaba de gran poder, y las primeras sesiones del Capítulo General apenas parecían algo más que capítulos de la casa madre con mayor audiencia, o «capítulos de faltas» anuales para abades. Alrededor de 1135, el Abad de Cister aparecía todavía ante los ojos de Orderico Vital como el «jefe» (archimandrita), de los otros 65 abades de la Orden. El aumento gradual del número de participantes dio por resultado la creciente autoridad del Capítulo General, aunque su papel legislativo no se hizo importante antes de 1180. La talla de san Bernardo y los demás que encabezaban las primeras fundaciones de Cister explican la creciente influencia de los «protoabades», quienes podían actuar colectivamente, como un contrapeso, frente a cualquier Abad de Cister ambicioso.
Al igual que para la reforma cisterciense en general, ninguno de los elementos constitutivos de la Carta de Caridad era completamente nuevo. Mucho antes de la fundación de Cister, habían sido evidentes en el mundo monástico los esfuerzos por mantener una disciplina uniforme, por medio de visitas y ocasionales reuniones abaciales. Tales tendencias eran evidentes en una reforma organizada por Ricardo de Saint-Vanne († 1046), en el este de Francia, y aún más visible en la Congregación de Vallombrosa, bien conocida por Esteban Harding. El fundador de esta última, San Juan Gualberto († 1073), legó como «vínculo de caridad» un conjunto de normas para ser observadas en sus fundaciones. Aseguraba preeminencia a sus sucesores de Vallombrosa, exigía reuniones abaciales dotadas de amplios poderes legislativos, introdujo un sistema de visitas, e insistía en mantener una disciplina uniforme; todas estas características se encuentran en la Carta de Caridad cisterciense. En 1110, justo antes del primer anteproyecto de la Carta cisterciense, se escribió un proyecto bastante similar regulando las relaciones de Aulps, con su nueva fundación, Balerne. Ambas eran miembros de la congregación de Molesme y, con el tiempo, se unieron a los cistercienses. Esta carta, llamada «Acuerdo de Molesme», también estipulaba visitas por parte de la casa fundadora, asistencia mutua «por amor a la caridad, y cierta supervisión de ambas casas ejercida por Molesme».
Pese al duro legado recibido, los cistercienses supieron amalgamar los elementos de la Carta de Caridad, formando un esquema coherente, de perfección única, adaptado a su ambiente contemporáneo. La Carta refleja la subordinación feudal predominante, basada en la fidelidad y confianza mutuas, exigiendo obediencia absoluta en tiempos de crisis, pero respetando la autonomía local. Sin embargo, en lugar de basarse en relaciones puramente consultodinarias, la constitución cisterciense se apoyaba en una ley escrita, cuidadosamente formulada. Bajo la influencia cada vez mayor del revitalizado Derecho Romano, ambas legislaciones, civil y eclesiástica, experimentaron un renacimiento, reemplazando las regulaciones tradicionales y primitivas en uso con estatutos, cédulas y constituciones. En especial, el Capítulo General, una asamblea electa, representativa, de sello aristocrático, se desarrolló al mismo tiempo que los parlamentos feudales incipientes y las comunas urbanas de Francia e Italia en rápida multiplicación.
La Carta de Caridad juega un papel preponderante, no sólo en el desarrollo cisterciense, sino también en la estructuración de las constituciones de otras órdenes religiosas. El capítulo general premostratense siguió de cerca el modelo cisterciense, hasta el punto de conceder un lugar especial a sus tres protoabades. Durante la primera mitad del siglo XII, frecuentemente bajo la influencia personal de san Bernardo, los capítulos anuales fueron introducidos por los Canónigos Regulares de san Víctor, por los Cartujos, en Grandmont, entre los Gilbertinos, en la Congregación de Valdes-Choux, y entre varias órdenes militares y hospitalarias. Cluny también adoptó esta importante institución e invitó a cuatro abades cistercienses para asesorarla en materia de procedimientos. Otras congregaciones benedictinas siguieron su ejemplo. El IV Concilio de Letrán (1215) hizo obligatorios los capítulos generales para todas las congregaciones monásticas que todavía no los hubieran adoptado, y pidió la supervisión de los dos abades cistercienses más cercanos a esa localidad. Desde el comienzo, los franciscanos y dominicos, recién fundados, incluyeron los capítulos generales en sus constituciones.
¿Cómo puede reconciliarse la devoción inicial de Cister a la Regla con la legislación y estructura constitucional de la tercera y cuarta generación? ¿Fueron los cistercienses tan sincera y profundamente devotos de la estricta observancia de la Regla, como pensaron de ellos algunos contemporáneos, y ellos mismos, quizá, pretendieron ser? Puede que el Exordium Parvum no sea un relato fiel e imparcial de los comienzos, pero reflejó con toda claridad la mentalidad de la segunda generación cisterciense. Su autor insiste en que los fundadores de Cister habían tomado «la rectitud de la Regla como norma de conducta para todos los .phpectos de su vida», que habían rechazado costumbres que no pudieron encontrar en la Regla, y que por consiguiente las consideraban contrarias a la misma. Repudiaban específicamente modificaciones recientes relativas a la vestimenta y la dieta monástica, así como las formas de posesión y las fuentes de ingresos feudales, que habían hecho de los monasterios activos participantes en la vida social y económica contemporánea. Basaban su rechazo en la reconocida intención del monje de «apartarse de las maneras de obrar del mundo», y de permanecer «pobres, con Cristo pobre».
Sin embargo, de acuerdo con el mismo texto, los primeros cistercienses comenzaron a preguntarse «cómo y con qué trabajo u ocupación se debían proveer de lo necesario en este mundo». Respondieron comprando para su exclusiva explotación propiedades rurales situadas lejos de los poblados, y las cultivaron por medio de los hermanos legos y asalariados, tomando conciencia de que, sin esa ayuda, «no habrían sido capaces de cumplir perfectamente los preceptos de la Regla día y noche». Para justificar aún más la existencia de los hermanos legos, decidieron también que cuando establecieran granjas para la práctica de la agricultura, tendrían que ser dirigidas por hermanos legos, y no por monjes, cuya residencia, según la Regla, debía ser dentro de su clausura.
Las primeras líneas de ese texto parecen introducir un firme principio de interpretación implicando que lo que no está en la Regla es contrario a la misma, y por lo tanto debe rechazarse. Sin embargo, pocas líneas después, el autor olvidó esos principios y aprobaba la institución de los legos, una institución trascendental, tan extraña a la Regla como lo era la repudiada posesión de diezmos y altares. Esta contradicción aparente puede solucionarse fácilmente si aceptamos que el autor hace referencia a la Regla sólo para justificación de los ideales básicos cistercienses. La causa real de la prohibición de novedades por un lado, y su introducción por el otro, fue el deseo ardiente de los monjes de vivir una vida de soledad que no fuera perturbada. El mantener y administrar propiedades según el sistema feudal, los hubiera forzado a estar en íntimo contacto con la sociedad laica, y por esta razón se rechazaron estas cargas. Por otro lado, se aceptó la existencia de la institución de hermanos legos, debido a que las extensas áreas situadas lejos, hubieran sacado a los monjes de la soledad de su claustro.
Dado que no podemos analizar aquí los noventa y dos párrafos de los Instituta generalis capituli, algunas observaciones sobre sus rasgos característicos más evidentes confirmarán este argumento. Difícilmente puede ser calificada esta secuela de normas como meros comentarios, o notas aclaratorias, añadidas a diversos capítulos de la Regla. Las distintas disposiciones relativas al Capítulo General, y a las visitas de los abades o a la administración de las granjas están por completo fuera del alcance de la Regla. Un número bastante largo de prescripciones aplican en forma práctica los principios de pobreza, simplicidad y separación del mundo. En materia de alimentación, vestidos, ayuno, abstinencias y castigos, los Instituta son más detallistas, y considerablemente más restrictivos que la indulgente Regla de san Benito.
Sorprende la absoluta exclusión de niños oblatos en los recintos monásticos, en contraste a un rasgo significativo de la Regla (cap. 59). La justificación es obvia: la presencia de niños sólo podría perturbar la atmósfera de soledad monástica. Un problema especial pasa a primer plano en el segundo y tercer párrafo de los Instituta, debido a la insistencia en mantener absoluta uniformidad no sólo en materia litúrgica, sino que en todas las casas «debe haber la misma comida, la misma vestimenta, seguirse en todo las mismas costumbres». Aunque la Regla considerara las variedades del clima, circunstancias y costumbres locales y abriera el camino para una diversa disposición del Opus Dei, los cistercienses fueron rígidos en su decisión «de que la Regla de san Benito debía ser interpretada y seguida por todos en la misma forma».
Otra cuestión que intriga, es cómo pueden armonizar con la Regla los principios dictados en la Carta Caritatis. La posibilidad de un control central sobre un número de monasterios, no sólo está ausente de la Regla, sino que parece haber sido del todo extraña a la mentalidad de su autor. Activas fuerzas centralizadoras externas, tales como el Capítulo General y las visitas anuales, conducían inevitablemente hacia una disminución de la autoridad local y de la independencia, que la Regla aseguraba claramente a cada abadía.
Los primitivos cistercienses no sólo estaban desprovistos de una devoción ciega a la letra de la Regla, sino que de hecho manejaron el venerable documento de legislación monástica con notable libertad. Lo invocaban y aplicaban cuando servía a sus propósitos; los ignoraban y aun contradecían cuando no se adecuaba a su propio concepto de vida monástica, arraigada ampliamente en los ideales de la reforma del siglo XI. Indudablemente, en los primeros años de Cister la Regla jugó un papel importante, pero fue sólo un instrumento, sirvió como medio para alcanzar la auténtica meta: el establecimiento de una vida austera en pobreza, sencillez e imperturbable soledad.

Bibliografía
(…)
L.J. Lekai, Los Cistercienses Ideales y realidad, Abadia de Poblet Tarragona , 1987.
© Abadia de Poblet

Cluny y la liturgia
La exuberante liturgia de la abadía de Cluny

LA LITURGIA SE CONVIRTIÓ PRÁCTICAMENTE EN LA ÚNICA OCUPACIÓN DE LOS MONJES EN CLUNY
Entre los nombres importantes en la historia del monacato de occidente destaca sin duda, para bien y para mal, el de la Abadía de Cluny. Un nombre admirado y venerado por unos, debatible o simplemente condenable, según otros. Los monjes cluniacenses aparecen en el mundo monástico como una “bandera discutida", por su estilo peculiar de vida y por la gran importancia que en la edad media alcanzó su monasterio, hasta poder calificarse como “la abadía más célebre de la cristiandad medieval”.
La gran familia monástica que tomó su nombre de la abadía borgoñona de Cluny y creció hasta comprender más de mil casas, grandes y pequeñas, ofrece al historiador el espectáculo de desarrollo numérico e institucional, de influencia religiosa y eclesiástica y de importancia política y sociológica sin paralelo en la Edad Media anteriormente. Creó un imperio espiritual y temporal único en su época, y en el interior de los monasterios que se le sometían y se abrían a su influencia, un orden especial, en relación con el caos ambiental que fue la primera época feudal. Desde el punto de vista eclesiástico, se ha afirmado que, como pocos papas fueron capaces de morar establemente en Roma, Cluny se convirtió, durante casi todo el siglo XI, en centro espiritual de la cristiandad y pudo comunicar su espíritu a toda la época.
Se diría que frente a Cluny no se puede ser neutral. Desde siempre ocurrió lo mismo. Es normal que Urbano II, un cluniacense elevado al sumo pontificado, llamara a Cluny la “luz del mundo” y que un monje y cardenal tan cortés como Pedro Damián, en varias cartas dirigidas a san Hugo tras su visita a la abadía, donde fue, sin duda, agasajado espléndidamente, se deshiciera en elogios enfáticos de los monjes que había visto y tratado: su aspecto edificante, su comportamiento modesto, el garbo con que soportaban sus jornadas repletas de obligaciones, el sumo cuidado, tan emocionante, con que celebraban la liturgia…; para él, Cluny era un monasterio sencillamente incomparable. Pero por aquel mismo tiempo empezaron a correr escritos en que se criticaba abiertamente el monacato cluniacense.. Ya a principios del siglo XI, el obispo Adalberón de Laon denunciaba al rey de Francia Roberto el Piadoso algunos abusos que había observado: Los monjes, caballeros en sus mulas y rodeados de gran boato, recorrían el reino, acudían a la corte, visitaban a los obispos, viajaban a Roma para entrevistarse con el papa, todo ello con un solo fin: defender los intereses de su soberano, el abad de Cluny.

Dejando aparte el acierto o la exageración de ambas posturas con respecto Cluny, y con el propósito de dedicar más artículos al gran fenómeno monástico que fue durante siglos la abadía borgoñona, hoy centraremos la atención sobre uno de los aspectos más llamativos de la vida regular en dicho cenobio: Su exuberante vida litúrgica.
Se ha dicho que la clave para penetrar en el secreto de Cluny es la imagen de la Jerusalén celestial que baja a la tierra y la liturgia de la gloria que describe el Apocalipsis. Gloria de Dios y felicidad de los hombres que lo han dejado todo para seguir a Cristo, la basílica constituye, como indica su mismo nombre, el palacio donde el Rey de la gloria recibe el homenaje de sus súbditos, todavía ciudadanos del mundo, pero deseosos de anticipar la liturgia celestial, de pregustar las delicias eternas. Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.
El monacato cluniacense no innovó, ni intentó empalmar con el monacato primitivo, el original, ni volver a la pureza de la Regla benedictina: fue esencialmente una continuación del monacato carolingio, aunque se distingue de él, aparte la centralización de los monasterios, y algún otro punto, sobre todo por haber subrayado más y más algunos de sus rasgos más relevantes, especialmente todo lo referente al culto divino. Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").
Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), por el contrario, condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.
La liturgia lo invadió todo. El oficio divino ya no era la principal ocupación del monje, al lado de la lectio divina y el trabajo, como quería la Regla de san Benito, sino prácticamente la única; apenas quedaba tiempo para otra cosa, y si quedaba, el espíritu y el cuerpo estaban tan fatigados que no tenían humor para nada. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable. El propio Pedro Damián, un asceta durísimo, declara que no podría aguantar semejante carga.
Pedro Damián conocía por experiencia lo que era la liturgia cluniacense. Escribió incluso su Apología preguntándose Porqué tanta insistencia en los oficios eclesiásticos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora de intercambio fraterno en toda la jornada. Y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.
Alabar, bendecir, glorificar a Dios era el objeto principal de la vida monástica. El santuario y el culto debían ser espléndidos, porque Dios tiene derecho a que se le sacrifique lo más precioso que la creación produce: la basílica debía ser tan rica y tan bella como el tabernáculo de Moisés y el tempo de Salomón; los cluniacenses hacían del fasto por Dios el símbolo de su unión con la ciudad de arriba, de su tensión hacia la gloria del Reino. Nada era demasiado bello ni demasiado suntuoso para la casa de Dios, donde el brillo del oro, el resplandor de las lámparas y el perfu¬me de los inciensos concurrían para ofrecer a quienes se acercaban a ella un anticipo de los esplendores de la corte celestial.
La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitataban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.
Pero, con toda seguridad, no tuvieron en cuenta que los monjes no eran ángeles, ni espíritus bienaventurados y la fatiga y el hastío harían presa en unos monjes sometidos a un horario insoportable. El mismo san Ulrico confiesa que tan larga salmodia le pesaba a veces como una “massa plumbea"; a él y a los demás monjes, pues, según dice, entre oficio y oficio cada cual, sentado en el coro, hacía lo que podía; poniéndose él mismo como ejemplo, añade que a veces oraba fervorosamente, otras se dedicada a rumiar salmos y otras dormitaba.
Además, según Jean Leclercq, en tiempo de Pedro el Venerable (1092-1156) sólo una tercera parte de los monjes de Cluny vivía en el monasterio, lo cual según dicho experto en la vida monástica medieval tuvo que ver no poco con la liturgia: La vida de comunidad -una comunidad de varios cente¬nares de monjes -en la abadía borgoñona, con su interminable salmodia, sus ceremonias, sus numerosos oficios y solemnidades, se hacía literalmente insoportable para muchos tempera¬mentos. Por falta de fervor o por necesidad, no pocos, tal vez en su gran mayoría, procuraban evadirse, al menos por una temporada. La administración de prioratos rurales o granjas, las peregrinaciones a Roma o a Tierra Santa, el cumplimiento de un encargo en beneficio de la comunidad, de la Orden o de la Iglesia, el pasar una temporada en una ermita eran otras tantas ocasiones de liberarse de la massa plumbea. Servir al Rey de la gloria en su palacio de Cluny era un honor, pero no una tarea cómoda y leve y se le podía servir, evidentemente, de otras maneras en prioratos y granjas.
Hay que decir, en honor a la verdad, que no fue Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio que establece la Regla de san Benito entre el opus Dei (como le llama él) o liturgia, la lectio divina y el trabajo manual, pues la tradición del monacato carolingio que heredó ya lo había roto, pero tampoco lo restauró; al contrario, acabó por destruirlo del todo y contribuyó más que ninguna otra institución benedictina a mantener y propagar semejante desequilibrio. Desequilibrio que, como veremos, producirá grandes reacciones en el ámbito monástico.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor MontseGomez » Mié Ago 27, 2014 6:14 pm

La orden de Cluny, esplendor y decadencia

Como la historia nos lo dice, los monasterios que se erigieron hacia la época del feudalismo eran erigidos bajo la consigna de rendir un tributo al señor feudal que gobernaba el territorio donde se asentaba. El monasterio de Cluny fue la primera gran excepción.

Este monasterio al instalarse en un terreno donado directamente del Rey Guillermo de Antioquía hacia el año 911, logra alcanzar su autonomía frente a todo poder laico y se declara como tributario exclusivo del Papa.

Este famoso monasterio de Cluny logró gran acierto al crear una estructura orgánica centralizada, motivo por el que con el tiempo se convirtió en modelo y casa madre para al rededor de 1500 abadías. Su máximo esplendor lo alcanzó gracias a Odilony Hugo el grande y llegó a contar en esta primera casa con un número de entre 400 y 700 monjes.

El poderío de la orden se comenzó a extender a Francia, Alemania, Italia, la Gran Bretaña y la península Ibérica, agrupando a más de 10 000 monjes en unas 850 casas o monasterios.

Además de su vasallaje único al Romano Pontífice, manejaba una estructura jerárquica piramidal entre prioratos, abadías, subordinados y abadías afiliadas; no obstante, siempre mantuvieron buenas relaciones con los Obispos y nobles de los territorios donde se instalaban.

En el monasterio de Cluny se le dará primacía al rezo litúrgico y a la celebración coral de la eucaristía frente al trabajo físico. Harán también un apostolado de la difusión de la cultura siendo copistas a través de la famosa scriptoria.

Una vez entrado el siglo XII la Orden entra en declive, algunas de las razones son: 1. La excesiva rigidez y la mínima flexibilidad, 2. La incorporación masiva de nobles a los monasterios que no tenían una vocación, y 3. Una notable diferenciación entre dos grupos, por un lado unos relajados a los que no se les exigía mucho, y otros subyugados a quienes los superiores no se les tienen misericordia.

La Orden de Cluny, sin embargo, no se deja morir del todo, surgen los Cisterciences, que protestan con su forma de vida ante la centralidad de Cluny y apuestan por la independencia de cada uno de sus monasterios y abadías.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Mié Ago 27, 2014 8:00 pm

San Alferio Pappacarbone.- Imagen .- nació en Salerno en el Siglo X en el seno de una noble familia al servicio de los príncipes lombardos que dominaban la zona desde el Siglo VII.

San Alferio fue enviado por Guaimario III de Salerno como embajador ante el emperador Enrique II para solicitar ayuda contra los bizantinos, que amenazaban las fronteras del principado de Salerno.

Enfermó y pidió hospitalidad al Monasterio de Chiusa di San Michele, prometiendo que si se curaba, renunciaría a su carrera diplomática, y se haría Benedictino. Una vez curado, cumplió su promesa, tomó el hábito de San Benito de Nursia en la Abadía de Cluny y se ordenó sacerdote en el año 991.

Un año después, Guaimario le llamó para reformar los monasterios de su estado, e inició San Alferio la obra.

En 1011 sintiéndose atraído por la vida de soledad, abandonó Salerno en secreto, se refugió en la cueva Arsiccia; una gruta al pie del Monte Finestra, cerca de Cava de' Tirreni, con dos compañeros, entregándose completamente a la oración, penitencia y al trabajo manual, llevando una vida de ermitaño, lo cual atrajo a muchos discípulos con el fin de construir un monasterio pequeño, núcleo original de la abadía actual.

Se formó una comunidad de 12 discípulos, dedicada a la Santísima Trinidad, que sería uno de los centros principales de la reforma monástica. La comunidad se organizó según las normas y el espíritu de Cluny. El monasterio se debió a la benevolencia de Guaimario, que por un decreto de 1025 reconoce su existencia y dona una gran extensión de tierra, con plena libertad de gobierno, incluido el derecho de elección del Abad, sin interferencia secular.

Hoy la Abadía de la Santísima Trinidad de Cava de' Tirreni.-
Imagen

Entregó su alma al Señor e la Abadía de Cava 12 de abril de 1050, un Jueves Santo, después de haber celebrado los servicios litúrgicos, y nombrado a su sucesor, León de Lucca, confortado por una imagen del Redentor que le había predicho su muerte inminente. Fue sepultado en la misma gruta, que luego sería el núcleo de la Abadía de Cava, canonizado en 1893 por el Papa Leone XIII.

Es venerado como santo por la Iglesia Católica, recordado como el fundador de la Abadía de Cava.

Fuentes: Wikipedia. Abadía de Cluny. Santoral
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Monike Stephany » Mié Ago 27, 2014 8:28 pm

¿Cuales son los antecedentes históricos que motivan a la reforma de la Regla benedictina?

Durante el transcurso de la historia, la orden benedictina sufrió muchas reformas, la primera fue hecha por Odón de Cluny en el siglo X, esta reforma se denominó cluniacense, por ser Cluny, en Francia, donde se fundó el primer monasterio de esta reforma. Los cluniacenses adquirieron gran poder económico y político y los abades más importantes llegaron a formar parte de las cortes imperiales y papales.La primera de las reformas dirigidas hacia la confederación de las casas monásticas de un solo reino se puso en pie a principios del siglo IX por Benito de Aniano, bajo los auspicios de Carlomagno y Luis el Piadoso.

A pesar de un benedictino nacido en Aquitania mismo y se formó en Saint-Seine, cerca de Dijon, Benedicto fue impregnada de la rígida austeridad de Oriente, y en su abadía de Aniane practica un modo de vida que fue grave en extremo. Más de Luis adquirió un ascendiente que se hizo más fuerte con los años pasó. En su iniciativa Louis construyó para él un monasterio al lado de su propio palacio en Aix-la-Chapelle, que está destinado a servir como un modelo según el cual todos los demás iban a ser reformada, y para lograr este fin Benedicto XVI fue investido con un general autoridad sobre todos los monasterios del imperio. uniformidad absoluta de la disciplina, el respeto, y el hábito, según el modelo del Real Monasterio, que entonces era el régimen general que se lanzó en una asamblea de todos los abades en Aquisgrán (Aix-la-Chapelle) en 817 y consagrados en una serie de capítulos ochenta aprobada por la reunión.

Aunque debido a la pequeñez misma de estos capítulos, que los hizo vejatorias e intolerable en última instancia, este esquema de autoridad centralizada sólo duró durante toda la vida de Benedicto a sí mismo, los capítulos (impreso en su totalidad en Herrera, "Vetus Disciplina Monastica", París, 1726) fueron reconocidos como el suministro de un complemento muy necesario a la Regla de San Benito sobre puntos no suficientemente previstos en el mismo, y como llenar mucho el mismo lugar a continuación, como las Constituciones aprobadas de un monasterio o congregación hacer ahora. Un siglo más tarde, en 910, la primera reforma real que produce un efecto amplio y general, se inició en la Abadía de Cluny, en Borgoña, en San Berno, su primer abad.

El objeto es un desarrollo del ideal benedictino, para la preservación uniforme de que un sistema centralizado de gobierno, hasta ahora desconocido para monaquismo benedictino, excepto según lo sugerido por san Benito de Aniano, fue presentado. De hecho, fue el establecimiento de un verdadero orden, en la aceptación común de este término, dentro de la familia benedictina, el abad de Cluny mantener un liderazgo efectivo sobre todas las casas dependientes, que se rigen únicamente por los priores como sus vicarios. Durante dos siglos o más Cluny fue probablemente la principal influencia religiosa en la Iglesia latina, como lo fue también la primera abadía de obtener la exención de la supervisión episcopal. Gracias a los esfuerzos de los sucesores inmediatos Berno de la congregación creció a buen ritmo, en parte, con la fundación de nuevas casas y en parte mediante la incorporación de los ya existentes, de modo que por el siglo XII Cluny se había convertido en el centro y la cabeza de una orden que abarca unos 314 monasterios en toda Europa , Francia, Italia, el Imperio, Lorena, España, Inglaterra, Escocia y Polonia. Aunque la congregación tenía sus propias constituciones y era absolutamente autónomo, sus miembros siempre dijo ser y fueron reconocidos como realmente benedictinos real, por lo que no era estrictamente un nuevo orden, sino sólo una congregación reformada dentro del orden.


•¿Cuáles fueron las reformas concretas que hizo Cluny a la Regla benedictina?

Los Monasterios Cluny era también un genero de vida y, a la postre, una peculiar forma de entender la espiritualidad. Desde un principio el objetivo originario, que no era otro que el de volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizada por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenció el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía se convirtió pronto en la principal, por no decir única, actividad del monje. Esta predilección por lo litúrgico, que no hacía sino subrayar el sesgo fundamentalmente cenobítico dado a la regla benedictina, tenía en los rezos y cantos de los oficios horarios su plasmación práctica, si bien encontraba en la misa conventual de la hora de tercia (mediodía) su verdadero cenit. A tales rezos se añadían los denominados "psalmi familiares", o preces por los protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los principales linajes aristocráticos europeos. El importante papel concedido en concreto a las preces por los patronos desaparecidos no hacía sino favorecer por lo demás las donaciones y otras continuas muestras de favor por parte de los poderosos del siglo, muchos de cuyos segundones formaban parte además de la orden.

¿Quién fue san Benito de Aniane?

Benito fue hijo de Aigulfo de Maguelone; servía de escanciador al rey Pepino y a su hijo Carlomagno. A la edad de 20 años resolvió buscar el Reino de Dios con todo su corazón. Tomó parte en la campaña de Lombardía, pero, después de haberse casi ahogado en Tesino, cerca de Pavía, tratando de salvar a su hermano, hizo voto de abandonar el mundo por completo. A su vuelta a Languedoc, confirmó su determinación por consejo de un ermitaño llamado Widmar, y fue a la abadía de Saint-Seine, a veinticuatro kilómetros de Dijon, donde lo admitieron como monje. Pasó allí dos años y medio aprendiendo la vida monástica y llegó al dominio de sí mismo por medio de severas austeridades. No satisfecho con guardar la regla de San Benito, practicaba otros puntos de perfección que encontró prescritos en las reglas de San Pacomio y San Basilio. Cuando el abad murió, los hermanos estaban dispuestos a elegirlo para que lo substituyera, pero no quiso aceptar el cargo, porque sabía que había monjes que se oponían a todo lo que fuera reforma sistemática.

Las casas habían de reducirse a una uniformidad absoluta de disciplinas, observancia, y aun hábito, de acuerdo con el modelo de Inde; se nombrarían visitadores para que vigilaran la observancia de la regla según las constituciones. El nuevo plan sería lanzado en la asamblea de abades en Aquisgrán en 817. Benito, respaldado como estaba por el emperador para conservar la paz y poder llevar a cabo reformas substanciales, tuvo que renunciar a muchos detalles de observancia que él estimaba mucho. Parece que esto mismo afirma su biógrafo y amigo Ardo, quien había observado todo personalmente. Sin embargo, los decretos de esta asamblea, de la cual era Benito al mismo tiempo autor, alma y vida fueron un punto decisivo en la historia de los benedictinos, porque éstos formaron la base de la legislación y práctica posterior. Después del gran fundador, Benito de Nursia, ningún otro hombre ha influido tanto en el monasticismo occidental como lo hizo el segundo Benito, el de Aniane." ("Liturgia Histórica," 1918, pp. 212-213).

La abadía de Cluny

La abadía de Cluny (Cluni o Clugny) situada en Francia fue fundada en la zona de lo que más tarde sería el municipio francés homónimo el 2 de septiembre del año 909 por Guillermo I de Aquitania, conde de Auvernia, el cual instaló allí al abad Bernón de Baume, y puso la abadía bajo la autoridad inmediata del Papa Sergio III. La abadía y su constelación de dependencias se convirtieron pronto en el ejemplo del tipo de vida religioso del siglo XI.La localidad de Cluny, situada en el departamento de Saona y Loira, en la región de Borgoña, en el centro-este de Francia, creció alrededor de la antigua abadía.La orden benedictina fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI, y, en parte debido a su estricta adhesión a un código benedictino reformado, Cluny se convirtió en el monasterio reconocido como ejemplo del estilo de vida monacal en Occidente desde finales del siglo X.

Una sucesión de abades competentes fueron también figuras relevantes en el terreno internacional. El propio monasterio de Cluny se convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa. La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII.
La abadía fue saqueada y destruida en su mayor parte por una turba de revolucionarios en 1790. En la actualidad sólo permanece una pequeña parte del conjunto arquitectónico original.

El Hotel de Cluny de París, datado alrededor de 1334, fue antiguamente la residencia de los abades de Cluny en la ciudad. Fue convertido en museo público en1833, y aparte de su nombre, nada le relaciona directamente con la abadía.
En el año 2007 la abadía de Cluny fue considerada como Patrimonio europeo.Actualmente, y desde la fin del siglo XIX, la Gran Escuela de ingeniería Arts et Métiers ParisTech esta installado en una parte de la abadía.


Cluny y la liturgia

En el monasterio cluniacense, la jornada litúrgica era muy extensa, y será prácticamente igual a la de otras órdenes monásticas que le siguieron. Comenzaba en nocturnos o maitines, aproximadamente a la medianoche. Tras ello, los monjes podían volver a la cama hasta laudes, que es el rezo del final de la noche o del comienzo del alba. Tras ello, tocaba prima, que se rezaba a la salida del sol y que era cuando ya abandonan totalmente el lecho. Entonces comienza el capítulo conventual, que consistía en la lectura de la regla, se reza por los monjes muertos y se tratan asuntos internos de la comunidad. Luego se pasa a tercia, misa de difuntos y misa mayor, tras la que se hace una parada de para la comida, que consistía en hortalizas, legumbres, queso, algunos huevos, pero en todo caso nada de carne.
Después de la comida tocaba sexta, tras la que había un momento de esparcimiento, y se podía ir al locutorio, único lugar donde se podía hablar, aunque nunca de dos en dos. Tras ello venía nona, vísperas, cuando comenzaba a caer el sol, tras ello una cena muy frugal (y en días de ayuno ni siquiera). porúltimo, rezaban completas antes de irse a dormir, en invierno hacia las 6:oo p.m. y en verano entre las 7:30 y las 8:00 de la tarde.


Canto gregoriano

El canto gregoriano es, además de una forma musical, representativo de una época no limitada solo a las arte y letras sino a la historia de la civilización. Fue en la temprana Edad Media oficialmente conocido, enseñado y practicado en el mundo cristiano, aunque ha debido de arrastrar en España luchas prolongadas contra clérigos defensores del canto ambrosiano, o cuando ni siquiera lograba imponerse sobre las religiosas costumbres lugareñas en Milán.Muchas las leyendas remontadas a comienzos de la Edad Media en torno a la figura del grande pontífice Gregorio el Grande, como así de su obra de organización de la Iglesia en tiempos de decadencia de la antigüedad pagana más sus indiscutibles conocimientos musicales que han hecho palidecer la fama de los demás Vicarios de Cristo. En una de esas leyendas se dice que a pocos días de la consagración en el Vaticano Gregorio dedicó la mayor parte de su tiempo a deshacer la influencia de la música sin armonía ni ritmo de la sinagoga judía, la de sonidos sensuales de las diócesis orientales y la del sistema modal bizantino y griego en el canto cristiano, y que finamente elaboró y ornamentó una nueva musical litúrgica de cadencias y tonalidades variables, esencialmente rítmica, contrapuntística y melódica.

A resultas, el estilo gregoriano comenzaba a estar presente en los himnos, salmos, cantos litúrgicos alternados entre un cantor y coro y hasta en el ‘Kyrie’, el ‘Gloria’, ‘Aleluya’, Sanctus’ y ‘Agnus’. Data de por entonces el‘Antifonario Gregoriano’ , libro rector de la música occidental en la temprana Edad Media, que durante siglo ha estado en el altar vaticano de San Pedro bajo el título ‘Antiphonarium Gregorianum’. Según documentos históricos exhumados de bibliotecas europeas por arqueólogos e historiadores de la música, Gregorio el Grande, en ocasión del‘Concilium Rumanum’ celebrado en 595, promulgó un decreto que ordenaba a diáconos, subdiáconos y clérigos cantar las partes vocales del ‘Evangelio’ en estilo gregoriano. Breve tiempo después, fundó la escuela de canto, ‘Schola Cantorum’, cercana a la Iglesia San Juan de Letrán, donde a los futuros cantores y coristas se les inculcaba tanto el amor a las bellas como a las manifestaciones vocales. El plan de estudios consistía en formar coros de cantores profesionales que merecieran el aprecio de vastos círculos de la cristiandad, en reorganizar la música litúrgica, y en enseñar el canto de las salmodias, extraídas de las partes líricas de las Testamentos, y de las aleluya. El individuo con buena voz era elegido diácono, aunque en otros sentidos careciera de méritos.

A pesar de las opiniones en contrario, unas más fundadas que otras, de pontífices sucesores de Gregorio como Dámaso I, León I, Gelasio I, Bonifacio II y Juan II, el canto gregoriano había de convertir a Roma en el centro indiscutido del canto eclesiástico y de la música en general. Y cabe destacar también el hecho que este canto, sin pretensiones artísticas ni estéticas sino de estricta devoción, llevaba el nombre de quien por primera vez lanzó con autoridad y poder la idea del papado universal.

El adornado y melodiosos canto gregoriano había de transmitirse de generación en generación por verdaderamente significativo; de ahí, infalible desde la temprana era medieval hasta en los presentes oficios religiosos de las iglesias católicas de Occidente.


•Decadencia de la Orden

A pesar de sus grandes realizaciones Cluny empezó a mostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII.La rigidez de su propia estructura y la excesiva centralización orgánica de la Orden haciendo descansar todo el peso en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas. Mientras que en los siglos X y XI ello había sido razón para el éxito en su desarrollo, a partir del siglo XII será razón para su agotamiento organizativo e incluso parálisis. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación de nuevos miembros, que desde fines del siglo XI había atraído gran numero de nobles, más por el prestigio, privilegios, seguridad y comodidad de la vida monástica que la Orden ofrecía, que por una verdadera vocación monacal. Lo cual había llevado a una relajación de costumbres alejadas de la vida espiritual.

El abad de Cluny, Pedro el Venerable, intentó atajar este problema pero no tuvo éxito. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por San Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde y no se hicieron efectivas.Tampoco sería correcto presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental - más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos - el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica. Desde comienzos del siglo XII el gran atractivo especialmente en la nobleza europea son las Ordenes Militares de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, los Templarios y otras.

Cibergrafía:

http://mb-soft.com/believe/tsom/benedic.htm

http://www.sinfoniavirtual.com/revista/ ... oriano.php

http://www.arteguias.com/cluniacense.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Abad%C3%ADa_de_Cluny
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sandel » Jue Ago 28, 2014 12:13 am

CANTO GREGORIANO Y LITURGIA.
El canto llamado gregoriano es un tipo de canto llano (simple, monódico y con una música supeditada al texto) utilizado en la liturgia de la Iglesia Católica Romana, aunque en ocasiones es utilizado en un sentido amplio o incluso como sinónimo de canto llano...Deben rastrearse sus orígenes en la práctica musical de la sinagoga judía y en el canto de las primeras comunidades cristianas. La denominación canto gregoriano procede de atribuírsele su recopilación al Papa Gregorio Magno, siendo una evolución del canto romano confrontado al canto galicano. Debe aclararse y entenderse que el canto gregoriano no fue compuesto ni siquiera recopilado por el Papa Gregorio I Magno. Fue a partir del siglo IX que empezó a asociarse su nombre a este compendio musical, sobre todo a partir de la biografía de Juan el Diácono...
Desde su nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción o, como decía Pablo de Tarso: «Cantando a Dios en vuestro corazón». El texto era pues la razón de ser del canto gregoriano. En realidad el canto del texto se basa en el principio, según San Agustín, «El que canta bien, ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber entendido muy bien el sentido del texto. En consecuencia, se debe evitar cualquier impostación de voz (sin sobresaltos) de tipo operístico en que se intente el lucimiento del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos, que dan base a la música de Occidente. De ellos vienen los modos mayores y menores, y otros menos conocidos.

Características generales
* Las partituras del canto gregoriano están escritas en tetragramas (a partir del trabajo de Guido d'Arezzo).
* Tiene un ritmo sometido ante todo al texto latino. Se considera pues que es de ritmo libre.
* Es una plegaria cantada y la expresión de una religiosidad.
* Es un canto monódico (solo existe una línea melódica) y a cappella (carece de acompañamiento), interpretado por voces masculinas. Las voces lo interpretan en forma coral (tanto la Asamblea de fieles como la schola cantorum), en forma solista (el celebrante o presidente de la celebración,o uno de los cantores de la schola cantorum).
* Están escritos en latín, exceptuando el Kyrie Eleison, que es en lengua griega, y que significa " Señor ten piedad".
* Todas las piezas gregorianas son siempre modales, y dentro de los modos gregorianos o modos eclesiásticos existen 8 tipos (protus, deuterus, tritus y tetrardus; cada uno de ellos podrá ser auténtico o plagal).
* Usa tres sistemas según el número de notas por sílaba: silábico, con una nota por cada sílaba; neumático o adornado: dos o tres notas por sílaba, y florido o melismático, muy adornado, con más de tres notas por sílaba.
* En el canto gregoriano, la forma musical está definida por el contexto litúrgico en donde se interpretan las piezas.
* En este tipo de canto, la línea melódica no es muy movible, es decir, no hay grandes saltos en la voz. Por lo regular la línea se mueve por segundas, terceras, cuartas o quintas.
* El repertorio gregoriano es anónimo.

Hay varios tipos de canto gregoriano:
* Según la forma del canto pueden ser: estilo responsorial (alternancia de un solista con un coro), estilo antifonal (alternancia de dos coros) y estilo directo (sólo hay un coro o un solista)
* Según el tratamiento melódico: canto melismático (más de una nota por sílaba), canto silábico (una sola nota por sílaba) y canto neumático (alternancia entre canto melismático y silábico)
* Según el tipo de texto: bíblicos (aparecen en la Biblia) y no bíblicos (no aparecen en la Biblia)
Las principales expresiones del canto gregoriano son el recitativo litúrgico, la Salmodia, la Santa Misa y el Oficio divino.

Los cantos del Propio de la Misa
Los propios están constituidos por piezas que se cantan según el tiempo litúrgico o según la fiesta que se celebra. Estos cambian cada domingo, lo opuesto a los cantos del Ordinário, cuyos textos nunca cambian. Los cantos de Intróito, Gradual, Aleluya, Tracto, Secuencia, Ofertorio, y Comunión forman parte del Propio de la Misa, o Proprium Missae en latín.
-Introito: canto de entrada
-Gradual, aleluya o tracto: después de las lecturas
-Secuencias
-Ofertorio para acompañar la procesión de las ofrendas
-Comunión

Los cantos del Ordinario de la Misa
El Ordinario está compuesto por textos que se repetían en todas las Misas. Los textos se mantenían invariables. Todos los textos son en latín, excepto el Kyrie, que está en griego.
-El Kyrie consiste de la repetición de "Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison" ("Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad"). En la forma extraordinaria, cada parte es repetida tres veces y en misales aún más antiguos, se encuentra "Kyrie eleison imas" (Señor ten piedad de nosotros"). Se distingue el Kyrie por ser el único canto en griego en lugar de latín. Frecuentemente se le canta en un estilo melismático.
-El Gloria canta la Gran Doxología. Ambos son largos y frecuentemente el texto es alternado entre partes del coro o entre el coro y la congregación.
-Credo:Su título es "Misa del Día de Navidad: Credo". Compuesto en el S.VII en adelante. Su textura es monofónica. Lo canta un solista (oficiante de la ceremonia) y un coro de voces masculinas sin acompañamiento instrumental. El oficiante entona la primera frase "Credo in unum Deum (Creo en un solo Dios)", y el coro continúa desde "Patrem omnipotente (Padre Omnipotente)" hasta el final del Credo. En cuando a los aspectos melódicos, tiene un ámbito estrecho, no tiene saltos melódicos y su estilo es silábico. Tiene un ritmo libre determinado por la palabra. Es una composición modal. En el "Liber Usualis", como todas las composiciones gregorianas, la pieza está escrita en notación cuadrada sobre tetragrama.
-Sanctus y Benedictus
-Agnus Dei

Diferencias entre el ordinario y el propio de la misa
La diferencia básica está en la letra. Los cantos del ordinario siempre tienen la misma letra mientras que en los cantos del propio la letra varía y también puede cambiar la música. Todo esto depende de la fiesta que se celebre y del calendario litúrgico.

Los cantos del Oficio Divino
- El Oficio Divino (También conocido Liturgia de las Horas) es la oración litúrgica cotidiana que han de cantar los cristianos, sean religiosos o laicos. En los monasterios, los monjes hacían una pausa en sus labores y se reunían regularmente a determinadas horas (horas canónicas) del día para hacer su oración. Estas oraciones son largamente cantadas, especialmente los himnos al empezar, los antifonarios usados para los salmos, los salmos mismos, y para los antifonarios Marianos. Estos son cuatro canciones (Alma Redemptoris Mater, Ave Regina caelorum, Regina caeli laetare, y Salve Regina) que vienen del siglo XI y son más complejos que la mayoría de los antifonarios de los salmos,
- Maitines: plegaria de vigilia.
- Laudes: plegaria de la mañana.
- Prima: seis de la mañana.
- Tercia: nueve de la mañana.
- Sexta: doce del mediodía.
- Nona: tres de la tarde.
- Vísperas: seis de la tarde.
- Completas: antes de ir al descanso.
El repertorio de cantos para el oficio divino consta de:
- El canto de los salmos
- Simples recitativos (cantillatio) de lecturas y oraciones.
- Antífonas de invitatorio
- Himnos
- Antífonas cantadas antes y después de los salmos.
- Responsorios
- Te Deum
- Cantos del antiguo y del nuevo Testamento (Benedictus, Magníficat, Nunc dimittis)

INFLUENCIA
El canto gregoriano tuvo gran impacto en el desarrollo de la música occidental, especialmente en la música medieval y del renacimiento. El pentagrama moderno procede directamente de las neumas gregorianas. La notación musical que fue creada por Guido para el canto llano fue adaptada para otros tipos de música y los grupos de neumas fueron designados para representar ritmos musicales. Las notas modernas ya remplazaban los neumas en los siglos XV y XVI, aunque los libros de música sagrada conservan las neumas hasta hoy en día.

Saludos,
Sandel
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor LuisManuel25 » Jue Ago 28, 2014 8:54 am

San Benito de Aniane
Nacido alrededor de 745-750; fallecido en Cornelimünster, el 11 de febrero de 821. Benito, originalmente conocido como Witiza, hijo del Godo Aigulf, Conde de Maguelone en el sur de Francia, fue educado en la corte franca de Pepino, y entró en el servicio real. Tomó parte en la campaña Italiana de Carlomagno (773), después de lo cual dejó a su real señor para entrar a la vida religiosa, y fue recibido en el monasterio de San Sequanus (Saint –Seine). Se entregó muy celosamente a prácticas de ascetismo, y comprendió el valor de la Regla de San Benito como el mejor fundamento para la vida monástica.

Al volver a su hogar en 779, estableció en sus propias tierras, cerca del pequeño río de Aniane, un nuevo establecimiento monástico, que pronto se transformó en un gran monasterio, bajo el nombre de Aniane y se convirtió en el modelo y centro de la reforma monástica en Francia, introducida por Luis el Piadoso. El principal consejero del Emperador fue Benito, y la adopción generalizada de la Regla de San Benito en los monasterios del Imperio fue el paso más importante hacia la reforma. Benito tomó parte prominente en los sínodos realizados en Aquisgrán en 816 y 817, cuyos resultados se materializaron en las importantes prescripciones para la restauración de la disciplina monástica, fechadas el 10 de julio de 817; fue el entusiasta líder de esas asambleas, y él mismo reformó muchos monasterios bajo los lineamientos establecidos en las ordenanzas allí promulgadas. Con el objeto de tenerlo en cercanía de la residencia real, Luis había fundado, en el Inde, un arroyo cercano a Aquisgrán, la Abadía de Cornelimünster, la que sería un ejemplo para todas las otras abadías, y estaría bajo la guía de Benito.

En la controversia dogmática sobre el adopcionismo, bajo el liderazgo de Félix de Urgel, Benito tomó partido por la ortodoxia. Para promocionar las reformas monásticas, recopiló una colección de reglas monásticas. Uno de sus alumnos, el monje Ardo, escribió la biografía del gran abad.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Ignacio S » Jue Ago 28, 2014 9:25 am

Queridos amigos peregrinos:
Me da gusto saludarles. Este tema es muy interesante. Les felicito por sus aportaciones y todo lo que han investigado y compartido en este foro. La reforma de Cluny marcó, sin duda, la historia de la Iglesia en un periodo importante de su historia. Fue algo suscitado por Dios a través de ciertos hombres que le respondieron con generosidad para que en la Iglesia brillara más la santidad y el amor. Constantemente Dios interviene de este modo y yo creo que también hoy suscita e inspira, por ejemplo a través del Papa Francisco, una auténtica reforma de la Iglesia. No tanto por el cambio de estructuras y de organización (que también puede estar relacionado) sino sobre todo por la reforma que empieza en nuestro propio corazón, cuando queremos vivir el Evangelio en su pureza y radicalidad.
Con mi bendición, P. Ignacio
Ignacio S
 
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