4. La Orden del Cister. 1 septiembre

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor Idamis Sanchez » Jue Sep 04, 2014 9:03 pm

Los monasterios y el arte cistercense
A lo largo de la época medieval, el románico se transformó en un nuevo estilo: el gótico. Esta corriente artística nació en Francia en el siglo XII y se extendió por todo el continente europeo. En Cataluña, la principal impulsora fue la orden monacal del Císter.

A lo largo del siglo XII, en Cataluña, se fundaron los monasterios cistercienses de Poblet (1150), Santes Creus (1160) y Vallbona de les Monges (1157). Estos centros de espiritualidad, de plegaria y de estudio fueron el máximo exponente del arte cisterciense en Cataluña. Sin embargo, su labor iba más allá de la religión: apoyaron al poder real en las disputas contra los nobles y ejercieron de motor económico en la Cataluña Nueva, al desplegar la colonización agraria. Los monasterios eran, de hecho, grandes haciendas agrícolas y talleres de manufactura. También hacían las veces de hostales, de hospitales y de residencias reales.

Arquitectónicamente, los edificios del Císter destacan por la verticalidad y la linealidad. El llamado arte cisterciense se enmarca en una etapa intermedia entre el primer arte gótico y el gótico clásico. Es una arquitectura funcional, que busca la utilización racional de los elementos y las técnicas más económicas y útiles.
La estructura de un monasterio cisterciense se basa en el capítulo LXVI de la regla de san Benito: el monasterio tiene que disponer de todo lo necesario para los monjes, para evitar que éstos tengan que salir al exterior. Así, en el monasterio se encuentra la iglesia, como centro de recogimiento y oración; la sala capitular de reunión de la comunidad monástica; y el refectorio y el dormitorio, que eran piezas clave de la vida monástica en comunidad, ya que favorecían y reafirmaban la unidad fraternal.
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Jue Sep 04, 2014 9:50 pm

Santa Matilde

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Santa Matilde de Hackeborn (Helfta, 1241-1299), Religiosa Cisterciense, mística, también conocida como Matilde de Helfta.

En la Catequesis que el Papa Benedicto XVI dirigió a los miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la audiencia general. Ciudad del Vaticano, miércoles 2 de septiembre 2010. Expreso: Santa Matilde de Hackeborn, "Ruiseñor de Dios”

Santa María de Helfta es el famoso Monasterio Cisterciense del Siglo XIII que fue llamado "la Corona de los monasterios de Alemania".- Imagen

Santa Matilde de Hackeborn, una de las grandes figuras del Monasterio de Helfta, que vivió en el Siglo XIII Iluminada por el don divino de la contemplación mística, Santa Matilde compuso numerosas oraciones. Fue maestra de fiel doctrina y de gran humildad, consejera, consoladora, guía en el discernimiento: “Ella distribuía la doctrina con tanta abundancia que nunca se había visto en el monasterio, y tenemos, ¡ay! gran temor de que nunca vuelva a verse algo semejante. Las monjas se reunían a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, como a un predicador. Era el refugio y la consoladora de todos, y tenía, como don singular de Dios, la gracia de revelar libremente los secretos del corazón de cada uno. Muchas personas, no sólo en el monasterio, sino también extraños, religiosos y seglares, llegados de lejos, atestiguaban que esta santa virgen les había liberado de sus penas y que nunca habían probado tanto consuelo como a su lado. Compuso además y enseñó tantas oraciones que si se reuniesen, superarían el volumen de un salterio” (Ibid., VI,1)

Santa Matilde nos confía al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María.
Invita a alabar al Hijo con el Corazón de la Madre y a alabar a María con el Corazón del Hijo: “¡Os saludo, oh Virgen veneradísima, en ese dulcísimo rocío, que del Corazón de la santísima Trinidad se difundió en vos; os saludo en la gloria y en el gozo con que ahora os alegráis eternamente, vos que con preferencia a todas las criaturas de la tierra y del cielo, fuisteis elegida antes aún de la creación del mundo! Amén” (Ibid., I, 45).

El 19 de noviembre de 1299 murió Santa Matilde a la edad de 59 años. La Iglesia la celebra el 19 de noviembre.

Fuentes: Página Web "Ora et Labora". Wikipedia. Corazones
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor sara08 » Jue Sep 04, 2014 10:20 pm

PADRES DEL DESIERTO, PADRES DE LA IGLESIA Y DOCTORES DE LA IGLESIA

Hablar de los Padres de Desierto es como ir en las raíces más próximas al Evangelio.
Despues de la paz constantiniana, cuando el emperador Constantino concedio la libertad de cultos los Cristianos, estos monjes, eremitas y anacoretas se fueron al desierto para vivir en soledad y buscar la paz «paz interior» para posibilitar la unión «unión mística» con Dios.

Llamamos Padres del Desierto, a los que empezaron la vida monástica en Egipto entre los años 350-450, que es la edad de oro de este movimiento.

El fundador fue S Antonio Abad. Nace en 252, se hace monje el 271, y muere el año 300. De él dice su biógrafo (S Atanasio), "hizo del evangelio su vida, practicando la justicia, la fortaleza, el amor a los pobres, la mansedumbre y la hospitalidad". Crea un estilo de vida donde las personas "respiran Cristo".
Sus seguidores ocuparon tres Desiertos del Egipto:

- El de NÍTRIA
- El desierto de ESCETE
- Y el de Las CELDAS o de la Tebaida


Entre los Padres del Desierto tenemos a:
Antonio Abad
Pablo, el Ermitaño
Simon el Etilita,
Pacomio, y otros que escapan mi memoria por ser menos conocidos

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Padres de la Iglesia
Los "Padres de la Iglesia" son los mas insignes pastores, generalmente obispos (no siempre), de la Iglesia de los primeros siglos. Sus enseñanzas, en sentido colectivo, son consideradas por la Iglesia como fundamento indispensable de la doctrina ortodoxa cristiana. Por su cercanía a los Apóstoles nos presentan la correcta interpretación de las Sagradas Escrituras.
Los cuatro principales criterios para ser reconocido como "Padre de la Iglesia": antigüedad, ortodoxia, santidad, aprobación de la Iglesia.

En los escritos de los Padres se encuentra una gran riqueza cultural, espiritual y apostólica. Predicaban o escribían con la mirada puesta en las necesidades de los fieles, que en gran medida son las mismas ayer que hoy; por eso se nos muestran como maestros de vida espiritual y apostólica. Constituyen además, especialmente en estos momentos, un ejemplo luminoso de la fuerza del mensaje cristiano, que ha de «inculturarse» en todo tiempo y lugar, sin perder por ello su mordiente y su originalidad.

Algunos de los Padres de la Iglesia son: San Ignacio de Antioquía, San Gregorio Magno, San Agustín, San Benito, entre otros muchos más.

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Doctores de la Iglesia.
"Doctor/a de la Iglesia" es un título que la Iglesia (el Papa o un concilio ecuménico) otorga oficialmente a ciertos santos para reconocerlos como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos.
Son teólogos cuyos escritos han ejercido una influencia especial sobre el desarrollo del cristianismo, sentando las bases de la doctrina sucesiva.

En la actualidad hay 35 Doctores, entre ellos cuatro mujeres (Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Lisieux y Santa Hildegarda de Bingen).

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<<Pax et Bonum>>


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sara08
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor Antonio_Apostol » Jue Sep 04, 2014 10:45 pm

Me ha gustado el curso aprendo, conozco cosas nuevas en la historia de la Iglesia, ademas me interesa conocer la historia de los temas en México,es decir, si tuvieron alguna función o participación aquí en este país.

Saludos Dios los acompañe en esta aventura de formación.

Fuente.
http://divinavocacion.blogspot.mx/2011/ ... ister.html
293. Orden del Císter



San Roberto de Molesmes recibe
a San Bernardo en la Orden

+ Orden Cisterciense de la Común Observancia (O.Cist)

La Orden del Císter tiene su origen en la fundación de la Abadía de Citeaux (Francia) en 1098 por San Roberto de Molesmes, con la colaboración de San Alberico y San Esteban Harding. El Santo Fundador y sus compañeros deseaban llevar a cabo una reforma del monacato benedictino que consideraban alejado del auténtico espíritu de San Benito, a tenor del género de vida relajado y mundano que se había instalado en tantas abadías benedictinas. Contribuyó a su desarrollo y expansión San Bernardo de Claraval (1090-1153), considerado el maestro espiritual de la Orden. En 1132 se funda el primer monasterio de monjas Cistercienses en Tart-l´Ábbaye (Francia). La restauración de la Regla Benedictina llevada a cabo por la Orden del Císter se centraba en el ascetismo monástico apoyado por el silencio y la soledad, el rigor litúrgico pues para cantar las alabanzas del Señor vinieron los monjes al monasterio, y el trabajo manual al que tanta importancia concedió San Benito y cuyo abandono es sintomático de la relajación del monacato.



San Bernardo imprimió un fuerte fervor mariano en la Orden

Gran novedad en la Orden del Císter fue el vínculo que unía en la observancia de la Regla y la caridad las diferentes abadías. Entre 1114 y 1118, el Abad de Citeaux, San Esteban Harding, redactó la Carta de Caridad que es el texto constitucional de la Orden. Este texto instauraba una disciplina uniforme en el conjunto de las abadías. Cada abadía, aun conservando una gran autonomía, dependía de una abadía madre: la que la fundó o aquella a la que estuviese vinculada. Establecía a su vez la figura del Abad Visitador y un Capítulo General de la Orden, supremo órgano moderador de la misma.



Ruinas del Monasterio de Moreruela (Zamora)

Con la Desamortización de Mendizábal de 1835, desaparecieron en España todos los monasterios cistercienses masculinos, quedando los de las monjas Cistercienses bajo la jurisdicción de los obispos. A finales del s. XIX comienza la restauración de los Cistercienses de la Común Observancia en España; no obstante son pocos los monasterios restaurados. Actualmente existen 2 monasterios masculinos. Los monasterios femeninos son 18.

En España existen a día de hoy dos Congregaciones de la O.Cist:



Comunidad del Monasterio de San Andrés de Arroyo (Palencia)

* Congregación de San Bernardo de Castilla (femenina):

- Monasterio de Santo Domingo de Silos (El Antiguo) en Toledo (Toledo).
- Monasterio de Santa María y San Andrés en San Andrés de Arroyo (Palencia).
- Monasterio de Nuestra Señora de la Anunciación en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).
- Monasterio de San Benito en Talavera de la Reina (Toledo).
- Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas en Valladolid (Valladolid).
- Monasterio de Nuestra Señora de Alconada en Ampudia de Campos (Palencia).
- Monasterio de San Quirce y Santa Julita en Valladolid (Valladolid).
- Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad Bernarda en Madrid (Madrid).
- Monasterio de la Asunción de Nuestra Señora en Puerto de la Torre (Málaga).
- Monasterio de Santa Ana en Brihuega (Guadalajara).
- Monasterio del Santísimo Sacramento en Boadilla del Monte (Madrid).
- Monasterio de la Santa Cruz en Casarrubios del Monte (Toledo).
- Monasterio de San Vicente el Real en Segovia (Segovia).
- Monasterio de Santa Ana en Lazcano (Guipúzcoa).
- Monasterio de Santa María de Barria en Oyón (Álava).



Monjes de Santa María de Poblet

* Congregación de Aragón:

. Monasterios masculinos:

- Monasterio de Santa María de Poblet en Poblet (Tarragona).
- Monasterio de Santa María de Solius en Santa Cristina de Aro (Gerona).

. Monasterios femeninos:

- Monasterio de Santa María de Vallbona en Vallbona de les Monges (Lérida).
- Monasterio de Santa María de Valldonzella en Barcelona (Barcelona).

+ Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (OCSO): Trapenses

La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia nace como una vuelta a los orígenes del Císter. Su promotor fue Dom Armand Jean le Bouthillier de Rancé, que lideró la vuelta a la primitiva observancia en el Monasterio de la Trapa (Francia) en 1664. Permaneció como una rama reformada de la Orden hasta su independencia concedida por León XIII en 1893. La nueva Orden se basaba en la Carta de Caridad y en las tradiciones cistercienses interpretadas por el Abad de Rancé. En 1902, León XIII les impuso el nombre de Orden de Cistercienses Reformados o de la Estricta Observancia. A raíz de la Desamortización de Mendizábal de 1835 que confiscó los bienes de las Órdenes monásticas y las suprimió, los monasterios Cistercienses de la Común Observancia de España quedaron abandonados. En el último cuarto del s. XIX comenzó la restauración de la vida monástica en España. Los Cistercienses de la Estricta Observancia con renovado impulso consiguieron a lo largo del s. XX recuperar algunos de los antiguos monasterios que habían sido de los Cistercienses de la Común Observancia y de los Benedictinos. A día de hoy, la inmensa mayoría de los monasterios masculinos de Cistercienses en España son de la Estricta Observancia (Trapenses).



Comunidad del Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos)

* Monasterios masculinos de la Orden en España:

- Monasterio de Santa María de Viaceli (Cantabria).
- Monasterio de San Isidro de Dueñas (Palencia).
- Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos).
- Monasterio de Santa María de las Escalonias (Córdoba).
- Monasterio de Santa María de Sobrado (La Coruña).
- Monasterio de Santa María la Real de Oseira (Orense).
- Monasterio de Santa María de la Oliva (Navarra).
- Monasterio de Cenarruza (Vizcaya).
- Monasterio de Santa María de Huerta (Soria).
- Monasterio de Monte Sión (Toledo).

* Monasterios femeninos de la Orden en España: Al llegar los Trapenses a España durante el s. XIX, algunos monasterios de monjas Cistercienses pasaron a la Estricta Observancia; otros son de nueva fundación. La primera “Trapa femenina” española fue la de Santa María de San José en Alloz (Navarra).

- Monasterio de Santa María Gratia Dei en Benaguacil (Valencia).
- Monasterio de Santa María de San José en Alloz (Navarra).
- Monasterio de Nuestra Señora de Vico en Arnedo (La Rioja).
- Monasterio de Santa María la Real en Arévalo (Ávila).
- Monasterio de Santa Ana en Ávila (Ávila).
- Monasterio de Santa María de Carrizo en Carrizo de la Ribera (León).
- Monasterio de Santa María de la Caridad en Tulebras (Navarra).
- Monasterio de Nuestra Señora de la Paz en La Palma (Murcia).
- Monasterio de Santa María de Armenteira en Armenteira (Pontevedra).



Comunidad del Monasterio de Villamayor de los Montes (Burgos)

* Congregación Cisterciense de San Bernardo de España o de las Huelgas Reales (femenina): Esta Congregación de la OCSO nace en 1994 con la integración de aquellos monasterios de monjas que si bien históricamente pertenecían a la Orden Cisterciense de la Común Observancia, habían iniciado un progresivo acercamiento y vinculación espiritual con la OCSO, promovido por el hecho de la práctica inexistencia de monjes O.Cist en España. Tras el proceso pertinente, los monasterios aglutinados en la Congregación de San Bernardo se integraron de manera definitiva en la OCSO.

- Monasterio de Sta. María la Real de Las Huelgas en Burgos (Burgos).
- Monasterio de San Miguel de las Dueñas en San Miguel de las Dueñas (León).
- Monasterio de San Clemente en Toledo (Toledo).
- Monasterio de Santa María la Real en Villamayor de los Montes (Burgos).
- Monasterio de S. Joaquín y Sta. Ana en Valladolid (Valladolid).
- Monasterio de Sta. María la Real en Gradefes (León).
- Monasterio de Santa María de Jesús en Salamanca (Salamanca).
- Monasterio de la Encarnación en Talavera de la Reina (Toledo).
- Monasterio de San Salvador en Cañas (La Rioja).
- Monasterio de San Bernardo en Burgos (Burgos).
- Monasterio del Salvador en Benavente (Zamora).
- Monasterio del Divino Salvador en Ferreira de Pantón (Lugo).
- Monasterio de San Clemente en Sevilla (Sevilla).
- Monasterio de la Encarnación en Córdoba (Córdoba).
- Monasterio de la Purísima Concepción en Villarrobledo (Albacete).
- Monasterio de la Purísima Concepción en Córdoba (Córdoba).
- Monasterio de San Ildefonso en Teror (Gran Canaria).
- Monasterio de San Bernardo en Granada (Granada).
- Monasterio de Ntra. Sra. del Río y San José en Liérganes (Cantabria).
- Monasterio de la Santísima Trinidad en Breña Alta (Tenerife).
- Monasterio de las Calatravas en Moralzarzal (Madrid).
- Monasterio de las Calatravas en Burgos (Burgos).



Comunidad del monasterio de San Bernardo (Burgos)

******************************
Es preciso recordar que tras la reforma del Císter y de la Trapa se encontraban verdaderas situaciones de necesidad, que obligaron en conciencia, bien a San Roberto de Molesmes o al Abad de Rancé, a comenzar de nuevo tras los pasos del Evangelio de Jesús y la Regla de San Benito. Por ejemplo, en el contexto histórico de San Roberto, los monasterios benedictinos se habían convertido en auténticos latifundios agrícolas, donde los abades actuaban como señores feudales, despreocupándose de la comunidad monástica que en muchos casos vivía alejada del primitivo fervor y observancia. San Roberto quiso retomar a la primitiva pobreza, la alabanza divina (abandonada en algunos monasterios) y el trabajo manual (abandonado por algunos benedictinos en pos de un más que sospechoso trabajo intelectual que se resolvía a efectos prácticos en holgazanería, con lo que los monjes no vivían de su trabajo sino de las rentas del monasterio).

Tristemente, con el transcurso del tiempo, la Orden del Císter volvió a caer en el mismo error, siendo escandaloso el hecho de que por abades cistercienses se encontrasen miembros de la nobleza y del alto clero que ni siquiera residían en los monasterios, pero que por dicho cargo recibían cuantiosas sumas de dinero. El Abad de Rancé quiso de nuevo retornar a la pobreza y simplicidad de vida del monje. A día de hoy, gracias a Dios, estas intromisiones del mundo en los monasterios no se dan con tanta virulencia, y tantos los Cistercienses de la Común Observancia como los Cistercienses de la Estricta Observancia viven su vida monástica centrada en la búsqueda de la unión con Dios a través de la oración litúrgica y personal, de la Lectio Divina y del trabajo manual, siguiendo el camino trazado por San Benito en su Regla.



Comunidad del Monasterio de Santa María de Huerta (Soria)

Conocer el monasterio para elegir la comunidad adecuada

Ahora bien, la observancia y las costumbres varían de un monasterio a otro. No es lo mismo ingresar en un monasterio que en otro aunque sean de la misma Orden. Lo prudente y aconsejable es visitar in situ varios monasterios para comprobar cómo transcurre en ellos la vida y verificar qué espíritu es con el que el vocacionado se siente más identificado. Y en nuestra opinión, lo más importante es el componente humano de dichos monasterios: sus monjes y monjas. Es necesario conocer a la comunidad monástica para intuir qué clases de relaciones fraternas basadas en la caridad se dan entre sus miembros. Y como en todas partes, en los monasterios hay de todo.

La espiritualidad del Císter



Madre de los Cistercienses

La Orden del Císter surgió como un intento de recuperar la vida benedictina en su naturalidad y sencillez originales, encarnando la Regla de San Benito en su pureza e integridad, en su rectitud y en su verdad. La vida cisterciense implica vida de desierto, ciudad y escuela. En cuanto desierto, el monasterio es un espacio de soledad, un lugar ascético, de combate espiritual y purificación, de vacío y silenciamiento interiores, que pretende abrir el alma a la escucha de la Palabra de Dios.



En tanto que ciudad expresa la dimensión comunitaria de la vida cisterciense como cristalización de la comunidad cristiana ideal: una comunidad mística de creyentes transformados en Cristo por la asimilación a la Palabra y unidos entre sí por el amor ordenado y la concordia.

"La Divina Providencia, por una gracia admirable, dispuso que en estos desiertos en que habitamos tengamos la quietud de la soledad sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía. Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la palabra; por otra parte, no puede decir: 'pobre del que está solo, porque no tiene a nadie que lo reanime ni lo levante si cae'. Vivimos rodeados de muchas personas, y a pesar de ello no estamos en medio del tumulto, vivimos como en una ciudad y, sin embargo, ningún ruido nos impide oír la voz del que clama en el desierto, con tal que guardemos el silencio interior tanto como el exterior". (Beato Guerrico O.Cist)



San Benito considera su monasterio como una escuela y un taller espiritual: la idea del monasterio como una escuela en la que Cristo es el Maestro. La escuela monástica ofrece una enseñanza existencial, espiritual, integral, impartida por la escucha de la Palabra de Dios, que enseña el camino de los mandamientos por el que los monjes corren, como dice la Regla, con el corazón dilatado. En definitiva, el objetivo de la vocación cisterciense consiste en buscar a Dios en una vida de sencillez, en la escucha de su Palabra, en oración personal y litúrgica y en el trabajo manual, todo ello en un marco de soledad y silencio, y gozosa compañía de hermanos.



Monjas de las Huelgas Reales de Burgos

Todos estos monasterios disponen de hospedería monástica, donde pasar unos días de retiro con la posibilidad de asistir a los oficios litúrgicos de la Comunidad.

* Orden Cisterciense de la Común Observancia- O.Cist (web)
* Orden Cisterciense de la Estricta Observancia- OCSO (web)
Antonio_Apostol
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor Derik » Vie Sep 05, 2014 12:26 am

Los vaivenes de la reforma

No es de extrañar que ante la opulencia y riqueza de los monasterios, y un cierto alejamiento de la disciplina benedictina, algunos de los monjes reaccionaran con celo apostólico para recuperar la riqueza de la regla de san Benito.

Este rechazo de la excesiva ornamentación en los monasterios es muy evidente en el pensamiento de Bernardo de Claraval, quien hace comentarios muy duros con respecto a las esculturas, pinturas y demás ornamentos de algunas iglesias. En su opinión, tales elementos decorativos tienen la función de distraer no sólo al fiel católico que va a participar de los sacramentos, sino del propio fraile, que puede caer en la tentación de posar su mirada sobre tanto y tan variado ornamento, en lugar de su propio libro de oraciones, cantos y alabanzas.

En consecuencia uno de los resultados de la reforma es la austeridad en la ornamentación de los edificios y sobre todo de las iglesias. En cuanto a la arquitectura, se dice que a mediados del siglo XII, el abad benedictino Suger de Saint-Denis, tuvo la genial idea de unir los estilos normando y burgundiano de arquitectura. En particular las bóvedas nervadas con los arcos apuntados. De esta manera nace el estilo gótico. El nuevo estilo es muy luminoso e intenta elevar al observador desde lo material hasta lo inmaterial, por lo que se le considera un monumento de teología aplicada.

Los cistercienses se mostraron abiertos y adoptron el nuevo estilo gótico a sus particulares necesidades dictadas por la austeridad de su estética, aunque fueron receptivos de las mejoras en las técnicas de los principios de construcción góticos.

La reforma cisterciense tomó un punto medio entre la regla benedictina que permite la total autonomía de las abadías, y el centralismo jerárquico y vertical del Cluny, de tal forma que cada monasterio es autónomo en el sentido de que tiene su propio abad, elegido por la propia comunidad, y mantienen la propiedad de sus tierras y dominios. Por otro lado, los abades se congregan una vez al año en un Capítulo General, donde se vigila la orden. La asistencia al Capítulo General es obligatoria bajo severas penas.

Como toda buena reforma, que intenta regresar honestamente a las raíces del seguimiento de Cristo, los cistercienses encontraron muchos seguidores. Esto es de esperarse, sabiendo que bajo la sabia regla benedictina pueden florecer robustas comunidades de monjes. En el periodo de apogeo, se multiplican las casas y abadías cistercienses, y la influencia de la orden sobre la Europa medieval se intensifica. En particular es importante señalar que los progresos tecnológicos se logran en las abadías. Ejemplos famosos son el uso del molino de agua para mover maquinaria de molienda de trigo, y el perfeccionamiento de los altos hornos.

La orden del Cister también experimentó un periodo de decadencia, que provocó una reforma, de la que surgen los Trapistas. En consecuencia, tenemos una escisión, con dos ramas que se distinguen por el tipo de observancia que profesan. Por un lado tenemos la orden de observancia regular y de observancia estricta.
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor felopero » Vie Sep 05, 2014 6:01 am

Sin ningún interés en particular me he inclinado en esta ocasión por san Bernardo de Claraval.- Son muchas las referencias que se nos dan y no resulta fácil abarcarlo todo.- Para mi elegir una faceta en concreto, es lo más apropiado, para poder profundizar mejor en su contenido.- Puedo entender que siendo Bernardo un niño de corta edad, surge la figura de Roberto de Molesmes, con ánimo de reformador, ya que al parecer los integrantes de la abadía de Cluny, se veían envueltos en un período de tiempo poco fructífero espiritualmente.- Este monje se retiró de Cluny, que no de la orden, con sus seguidores para hacer vida monacal a un lugar aislado llamado Citeaux (Císter), que cederá posteriormente su nombre a la orden.- Los lugares, que hasta ahora vamos citando y que han ido dando nombre a la orden, son, ni más ni menos, sitios geográficamente ubicados en lugares aislados, lugares alejados del mundanal ruido, buscando así el silencio y recogimiento propio de la orden.- El sucesor de Roberto sería alberico, después vino el abad Esteban Harding que continuó la obra emprendida años antes en el Císter, dotando de una regla propia llamada la Carta Charitatis que enuncia el propósito de volver a los orígenes de austeridad de la primitiva Orden Benedictina.-
San Bernardo, nace en 1090, es Doctor de la Iglesia.- Es fundador del Monasterio Cisterciense de Claraval y de muchos otros.- A él se debe el mayor impulso propagador de la Orden Cisterciense, al mismo tiempo que el hombre más importante del siglo XII en Europa.- Nació en Borgoña (Francia), en el Castillo Fontaines-les-Dijon.- Fue educado junto a sus siete hermanos como correspondía a la nobleza en su tiempo.- San Bernardo, es el último de los Padres de la Iglesia, pero es uno de los que más impacto ha tenido en ella.- Vivió 63 años, fue declarado santo 1.173 por el Papa Alejandro III, posteriormente fue declarado Doctor de la Iglesia.- Nos cuenta su biografía, que estaba dotado de hermosas cualidades humanas, que hacían de él un hombre buscado por sus contemporáneos.- Sus dotes naturales y sobre todo su vida de santidad, atraía a muchas personas que orientaba hacía Dios; él como cauce caudaloso acercaba a la gente para llegar a una vida más santa.-
También los santos han pasado sus tiempos difíciles, tiempos de lucha, de pasiones revueltas, días y, a veces, años sometidos a tentaciones muy duras y fuertes de vencer.- San Bernardo, no escapó de esta circunstancia, durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse a las cosas del mundo, sin embargo, las cosas del siglo no llenaban su corazón.- Una noche de Navidad, parece ser que tuvo un sueño y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, desde ese día ya no pensó sino en consagrarse a Dios y al apostolado.- Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Císter, y pidió ser admitido.- El superior, San Esteban Harding lo aceptó con mucha alegría.- El Císter, debe a San Bernardo de Claraval (1090-1153), el ser el más importante del siglo XII, Bernardo poseedor de un carisma excepcional consiguió los mejores frutos, tanto que no siendo el fundador, sigue siendo todavía hoy maestro espiritual de la orden.-
En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en el monasterio del Císter.- Más tarde, habiendo muerto su madre, entra en el monasterio su padre.- Su hermana Humbelina y su cuñado, de mutuo acuerdo decidieron también entrar en la vida religiosa, posteriormente Humbelina llegó a la gloria de los altares.- Vemos en la historia la gran influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.- Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones".- Es difícil encontrar en la Iglesia otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande.- Le llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo).- Fue el gran enamorado de la Virgen Santísima, se adelantó en su tiempo a llamarla medianera de todas las gracias.- A San Bernardo se le deben las últimas palabras de la salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María".- Siempre que pasaba ante una imagen le saludaba "Dios te salve María", la imagen un día le contestó: "Dios te salve, hijo mío Bernardo".- Las dos ideas fundamentales que nos trasmite San Bernardo son: 1- La mediación universal de la Virgen.- 2 - La necesidad filial de invocarla en todas las circunstancias.-
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor Faustinak » Vie Sep 05, 2014 12:51 pm

Aunque me llamaron la atención varios temas, quise indagar sobre la la diferencia entre Padres del Desierto, de la Iglesia y Doctores, buscando por ahí les dejo lo que resumí:

Padres del Desierto:

Con la denominación Padres del desierto, Padres del yermo o Padres de la Tebaida se conoce, en el Cristianismo, a los monjes, eremitas y anacoretas que en el siglo IV tras la paz constantiniana abandonaron las ciudades del Imperio romano (y otras regiones vecinas) para ir a vivir en las soledades de los desiertos de Siria y Egipto

El primero, entre los conocidos, de tales anacoretas fue el egipcio Pablo el Ermitaño, que fue conocido gracias a Antonio Abad, también anacoreta. En Siria hubo otros, como Simón el Estilita.
En la ascesis solitaria tales «padres» (en arameo sing.: abba) y «madres» (amma) buscaban lo que en griego se ha llamado hésykia, es decir una «paz interior» para posibilitar la re-unión o «unión mística» con Dios.

Al ser el testimonio de una especie de fe cristiana radical, tuvieron numerosos discípulos durante toda la Edad Media y sus dichos o Apotegmas fueron recopilados y traducidos a numerosos idiomas originando de este modo un género literario, el llamado de los Pateriká, con algunos de estos escritos se inicia también la tradición de la Filocalia.

Junto a la Vida de Antonio escrita por el obispo de Alejandría Atanasio el Grande y a la Historia Lausaiaca de san Paladio, las diversas recopilaciones resultan los documentos más importantes para tener nociones de la historia de estos personajes.

Algunos de ellos son:

San Antonio Abad
San Pablo Ermitaño
San Pafnucio
Santa Thais de la Tebaida
San Macario de Egipto
San Macario de Alejandría
San Onofre
San Pacomio de Tebas
San Palemón
San Besarión anacoreta
San Serapión de Alejandría
San Menas de Tebas
San Simón el Estilita
San Cristóbal


Padres de la Iglesia

Se llama Padres de la Iglesia a un grupo de pastores y escritores eclesiásticos autodidactas, obispos en su mayoría, de los primeros siglos del cristianismo, cuyo conjunto doctrinal es considerado fundamento de la fe y de la ortodoxia en la Iglesia católica. Para el protestantismo, sin embargo, los escritos patrísticos son eminentemente testimoniales, corroborativos en la medida en que se sometan a una sólida exégesis de las Escrituras


Doctor de la Iglesia

Doctor de la Iglesia es un título otorgado por el Papa o un concilio ecuménico a ciertos santos en razón de su erudición y en reconocimiento como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos.

Ocho primeros doctores de la Iglesia:
1. Ambrosio de Milán (340-397)
2. Jerónimo de Estridón (346-420), filólogo trilingüe y autor de la Biblia al latín conocida como Vulgata
3. Agustín de Hipona (354-430), gran escritor teólogo, autor de La ciudad de Dios, de comentarios a las Sagradas Escrituras y de su propia Biografía, intitulada Confesiones.
4. Gregorio Magno (540-604) quien evangelizó a los bárbaros, especialmente en Inglaterra; reformó las costumbres y renovó el canto eclesiástico.
5. Atanasio de Alejandría (296-373) quien combatió el arrianismo.
6. Juan Crisóstomo (347-407), patriarca de Constantinopla y el mayor de los oradores cristianos.
7. Basilio de Cesarea (329-379), quien se distinguió por su elocuencia, por su caridad hacia los pobres y su amor al monacato.
8. Gregorio Nacianceno (328-389), orador elocuentísimo, teólogo profundo y campeón de la unión de las dos iglesias.
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor albeitia » Vie Sep 05, 2014 2:34 pm

La primissima Carta Caritatis



Según el P. Van Damme la primerísima CC («la verdadera CC primitva») es del 1113, y se remonta por lo tanto, lo más tarde, al tiempo de la fundación de La Ferté. Él admite que los documentos a penas nos dicen explícitamente nada de esto100, pero piensa que el primer origen de la Carta Caritatis hay que remontarlo a aquellos años, porque en aquellos años Cister ciertamente ya pensaba en las nuevas fundaciones, y sin un documento jurídico la nueva Orden no hubiese estado al seguro de las ingerencias de los Obispos. Una nueva fundación de Cister, aún sin estar exenta de la jurisdicción del obispo, era una limitación del derecho del obispo diocesano sobre esta nueva abadía; por ello, al realizar una fundación era necesario presentar al obispo la Carta de Caridad, para evitar en el futuro malentendidos.

El P. Van Damme piensa que puede demostrar sus afirmaciones también por las palabras del Exordium Cistercii donde se dice que el abad Esteban «con gran previsión había previsto» y había redactado un escrito formulado con admirable discreción y prudencia, y precisamente(como por su parte dice el prólogo de la CC) «antequam Abbatiae Cistercienses florere inciperent». Por consiguiente, según el P. Van Damme la CC primerísima se remonta lo más tarde al 1113101, como ya había procurado probar el P. Otto Ducourneau con los mismos argumentos102. Él ve confirmada su teoría en el documento de fundación de Pontigny, donde se hace mención de la CC103.

Seguidamente el P. Van Damme trató de identificar el texto de esta primerísima CC, texto que Lefèvre y Winandy habían identificado en los tres primeros capítulos de la CC1 y el P. Bouton en los siete primeros104.

Después de una atenta lectura de la CC1, piensa que se pueda argumentar que la primerísima CC está formada por el primer capítulo de la CC1. Según él de hecho la primera palabra del prólogo de la CO «Antequam» tiene una estrecha relación con la primera palabra del segundo capítulo «Nunc». Lo que está antes de esta palabra «Nunc» del segundo capítulo y se introduce por «Antequam», primera palabra del prólogo, se escribió antes de la fundación de La Ferté, y por tanto constituye, la primerísima CC. Trata también de probar su argumentación confrontando el prólogo de la CC1 con el primer capítulo de la misma CC1: en ambos pasajes cree encontrar las mismas ideas105. No es fácil decir qué grado de certeza el P. Van Damme quiere atribuir a sus afirmaciones. ¿Se trata de una tesis o simplemente de una conjetura más o menos probable?. Comenta que no hay elementos positivos para precisar la evolución de la CC del 1113 al 1119: en estas condiciones se pueden elaborar solamente hipótesis y suposiciones, y el historiador tiene que mantener un prudente silencio. En cambio él, en el título que da a estas conclusiones promete una «respuesta simple y segura»; y un poco más adelante escribe: «La confrontación del prólogo con el primer capítulo de la CC1 demuestra con evidencia que el redactor de la CO pretendía separar de alguna manera el primer capítulo de la CO de todo el resto precisamente porque el capítulo primero de la CO constituía por sí mismo el texto del 1113106.

La exposición del autor no nos ha convencido. Que se hubiera tenido que llegar a un acuerdo con el obispo de Chalon.sur-Saône para la fundación de La Ferté, es cierto por el derecho general de la Iglesia107. Pero de este hecho a la conclusión de una CC originaria hay un salto que resulta tanto o más grande si se quiere identificar esta primerísima CC con el primer capítulo de la CC1. Los argumentos presentados no son sólidos.

Sería necesario examinar minuciosamente todavía una vez más el texto conocido como carta de fundación de Pontigny. ¿El texto es con seguridad del año 1114?108. ¿No se podría tratar de una interpolación posterior en la frase «Cartam vero Caritatis et unanimitates inter Novum Monasterium et Abbatias ab eo propagatas compositam et corroboratam»?109

Tenemos la impresión de que del Exordium Cistercii y del prólogo de la CC1 el P. Van Damme deduce mucho más de lo que los mismos textos refieren. «Porro a principio cum novos in ramos novella coepisset pullurare plantatio» (Exordium Cistercii) difícilmente significa la fundación de La Ferté: es más probable que esta frase se refiera a los años siguientes (pullurare)110. El texto del prólogo de la CC1 en ningún caso quiere precisar el año de la composición de la CC. El mismo P. Van Damme sabe que el texto del prólogo es problemático en algunos puntos111, y ha tenido dificultad para su datación112. Por consiguiente, nosotros estamos de acuerdo con el P. Van Damme en reconocer que hasta este momento no existe una prueba positiva para demostrar que la primerísima CC no pueda remontarse hasta el 1113; pensamos sin embargo, que tampoco se ha probado que desde el 1113 existiese ya una parte de la CC, aunque sólo fuera el primer capítulo. La función del historiador no consiste en demostrar que una posibilidad tenga que ser excluida, sino en remontarse de las fuentes a los hechos.

La Carta Caritatis del 1119



En relación con la CC del 1119 el P. Van Damme concuerda con la tesis de Dom Winandy, según el cual el texto aprobado por Calixto II el 1119 no era de ningún modo la Summa CC que nosotros conocemos hoy113; disiente sin embargo de Dom Winandy cuando se trata de definir el texto del 1119. Es decir, el P. Van Damme piensa, que Dom Winandy sostuvo la tesis de que la CC del 1119 estaba constituida por los capítulos 3º, 4º y 9º del manuscrito encontrado en Trento (Ms. 1711)114 y se maravilla no poco de que el Abad emérito de Claraval no haya probado su (pretendida) tesis115. Además el P. Van Damme excluye el 1119 y data la Summa CC al 1123-1124116.

Después de esta exposición, se esfuerza por reconstruir el texto aprobado el 1119, somete a un análisis la CC1 e intenta rechazar la aserción de Lefèvre y Winandy sobre el pretendido carácter híbrido de la CC1 demostrando su lógica
estructura117.

Al final de su análisis el P. Van Damme llega a la conclusión de que la CC1 «presenta una ligera evolución respecto a la CC del 1119»118. Piensa particularmente que:

1) El prólogo fue interpolado más tarde, porque la disposición de presentar la CC a los obispos para la ratificación se estableció después de la aprobación papal; los obispos eran aquellos en cuyas diócesis, se fundaban los monasterios119.
LAS DIVERSAS REDACCIONES DE LA CARTA CARITATIS



Existen tres versiones de la Carta Caritatis, es decir, la Carta Caritatis Prior, la Summa Cartae Caritatis y la Carta Caritatis Posterior.

Cister, después de no pocas dificultades iniciales32, en el 1113 podía fundar la abadía de La Ferté33. Éste es también el año de entrada de S. Bernardo en Cister34. En el 1114 siguió la fundación de Pontigny35, pero no conocemos el documento de aquel año que regulaba la relación entre Cister y Pontigny. Después en el 1115 fueron fundadas Claraval y Morimond. Para asegurar la cura animarum, para establecer las relaciones entre casa-madre y casa-hija se redactó la Carta Caritatis cuya primera aprobación papal es del 1119.

Hasta el año 1939 se consideraba que el texto conocido de la Carta Caritatis era el texto único y original, compuesto por S. Esteban Harding y sus hermanos hacia el 1118-1119. Pero en el 1939 se encontró una versión de la Carta Caritatis ciertamente más antigua que la hasta entonces conocida, que por su descubridor, monseñor J. Turk, fue llamada Carta Caritatis Prior; el texto tradicionalmente conocido recibió por lo tanto el nombre de Carta Caritatis Posterior. Además de estas dos redacciones existe todavía una especie de sumario de la Carta Caritatis, más precisamente de la Carta Caritatis Prior, el cual refleja, sin embargo, de alguna manera, un estadio intermedio entre las dos Cartas Caritatis, y es conocido con el nombre de Summa Cartae Caritatis.

De la Carta Caritatis Prior se conocen actualmente ocho manuscritos36, de los que el más antiguo está contenido en el ms. 31 de la Biblioteca Universitaria de Lubiana (redactado entre el 1147 y 1152), descubierto y publicado por Turk37: por consiguiente, para hablar cautamente, no hay que excluir para nada que este texto no sea en todo idéntico al que aprobó Calixto II en el 1119.

El texto de la Carta Caritatis Prior fue, más tarde, varias veces renovado, como nos lo demuestra no solamente la Summa Cartae Caritatis, sino también la comparación de las cinco bulas papales, introducidas siempre por las palabras Sacrosancta Romana Ecclesia, con las que los papas, desde el 1152 al 1165, confirmaron las constituciones cistercienses38.

Junto a las tres relaciones de la Carta Caritatis hay que recordar aquí también las dos narraciones primitivas sobre los orígenes de Cister, ya que en las Consuetudines, de hecho, la Carta Caritatis está generalmente precedida de un texto de carácter histórico39.

El Exordium Cistercii (incipit: In Episcopatu Lingonensi) está compuesto solamente de dos capítulos y sirve claramente para introducir la Summa Cartae Caritatis40.

El Exordium Parvum41 (incipit: Nos Cistercienses) es un “libro blanco”, revela su Sitz im Leben:

Nosotros Cistercienses, primeros fundadores de esta iglesia, damos a conocer por medio de este escrito anuestros sucesores con qué conformidad a las leyes canónicas, con qué alta autoridad,...su monasterio y su género de vida empezaron42.

Todo tiende a demostrar en este escrito que, en la fundación de Cister, todo los cánones han sido observados y que todo se ha hecho con aprobación papal y del obispo.
2) En el sexto capítulo, quizá un párrafo sea de origen posterior120.

3) La autenticidad del capítulo décimo no es del todo segura.

4) Hechas estas excepciones, el texto de la CC1 que nosotros hoy conocemos es el texto aprobado por Calixto II.



Nosotros estamos de acuerdo con el P. Van Damme en admitir que el texto presentado al Papa el 1119 no era la Summa CC, sino la CC, aunque podemos pensar que esta CC del 1119 sería un poco más breve y más sencilla que la CC1 que conocemos hoy.

La reconstrucción del prólogo hecha por el autor no nos ha convencido. Nos inclinamos mucho más a admitir que todo el prefacio es de origen posterior. La expresión del texto «in diversis mundi partibus», el hecho de que se hable de San Esteban Harding en tercera persona (mientras que en el primer capítulo se habla en primera persona del plural) parecen indicar un origen posterior121.

No sabríamos, en cambio, explicarnos cómo haya hecho el P. Van Damme para atribuir a Dom Winandy la tesis según la cual el texto aprobado en el 1119 consiste en los capítulos 3º, 4º y 9º del manuscrito 1711 de Trento (esto es, los capítulos 3º y 4º de la llamada Summa CC y el capítulo 9º de las Capitula). Nosotros hemos leído atentamente bastantes veces el texto de Dom Winandy, pero no hemos encontrado en ningún punto una semejante afirmación. La tesis de Dom Winandy relativa a los capítulos en cuestión tiene el siguiente sentido: El Exordium Cistercii, que con la Summa CC forman una sola cosa, es de origen posterior al 1119, y por eso no pudo ser presentado al Papa en el 1119122. Además, según Dom Winandy la Summa CC no ha llegado hasta nosotros en su forma original. La Summa CC con las Capitula que conocemos tiene un carácter híbrido: también por este motivo no pudo ser presentada al Papa en la forma que conocemos hoy. Dom Winandy trató después de reconstruir la forma original de la Summa CC, que él piensa haber encontrado en los tres capítulos en cuestión; pero no solamente no sostiene nunca que éstos fueron presentados en el 1119 a Calixto II, sino que excluye tal posibilidad al pensar que el Exordium Cistercii fue redactado después de 1119 (y antes del 1148) y que estos tres capítulos seguían al Exordium Cistercii y formaban una sola cosa con él.123.

El mismo P. Van Damme trata de construir un «sistema», sistema que él piensa que es sostenido también por Dom Winandy124. Pero el abad de Claraval era prudente, corrigió la tesis de Lefèvre125 en puntos esenciales y renunció a construir un sistema completo, que consideraba como cosa prematura.
(Autores varios)
albeitia
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor thelmigu2014 » Vie Sep 05, 2014 2:40 pm

Hola a todos, estoy leyendo las aportaciones de ustedes, y no me resta mas que agradecerles por ellas, todas, son muy valiosas. Gracias por el tiempo empleado, el esfuerzo y las fotos.
Cuántas cosas he aprendido.
Oí alguna vez sobre San Benardo, Santa Teresa de Ávila y otros más, pero nunca me detuve a averiguar sobre ellos. Cuánta riqueza tenemos en nuestra Iglesia Católica.
De nuevo gracias a todos por tan valiosas aportaciones.
Un abrazo .
thelmigu2014
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor Pacami » Vie Sep 05, 2014 5:33 pm

Concilios de Letran I y II
Primer Concilio de Letrán
El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán como sede, y desarrolló sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año.
Está considerado por la Iglesia Católica como el IX Concilio Ecuménico y el primero de los celebrados en Occidente.
Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122 inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras y a él asistieron, según la fuentes, entre 300 y 1000 participantes que promulgaron 25 cánones. El Concordato de Worms, fue un acuerdo entre el papa y el emperador, que había causado satisfacción general en la iglesia, por poner fin a la concesión arbitraria de beneficios eclesiásticos por parte de los laicos; restableció la libertad de las elecciones abaciales y episcopales, separó los asunto espirituales de los temporales y ratificó el principio de que la autoridad espiritual solamente podía emanar de la Iglesia y, en último lugar, abolía las exorbitantes exigencias de los emperadores para interferir en las elecciones papales.
La emoción causada por este Concordato, el primero firmado, fue tan profunda que en muchos documentos de la época, el año 1122 se menciona como el principio de una nueva era.
Cánones principales:
• Condena de la simonía (Canon 1).
• Se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las admitidas por los antiguos cánones. Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión (Cánones 3 y 11).
• Se declaran nulas todas las ordenaciones efectuadas por el antipapa Gregorio VIII desde el momento de su excomunión (Canon 6).
• Se concede el perdón de sus pecados y toma bajo su protección a las familias y posesiones de los cruzados, incurriendo en excomunión aquéllos que se atrevan a molestar o apoderarse de ellos en ausencia del propietario y extiende el mandato de excomunión si no retomaran la cruz en un año desde la próxima Pascua, aquéllos que han añadido anteriormente la cruz a su vestimenta y luego se han despojado de ella, no sólo a los que luchan en Jerusalén sino también en la Península Ibérica (Canon 11).
• Se condena con la excomunión a los laicos que se apoderasen de los ofrecimientos hechos a la Iglesia, y de aquellos que fortificasen las iglesias como fortalezas (Canon 14).
• Se establece también la excomunión para los que asaltasen a los peregrinos en su camino a Roma (Canon 16).
• Se prohíbe a los abades y religiosos alojar a pecadores penitentes, visitar los enfermos, administrar la extremaunción y cantar misas solemnes y públicas; sin haber obtenido antes santo crisma y el santo aceite de sus respectivos Obispos (Canon 17).

Segundo Concilio de Letrán
La muerte del papa Honorio II (febrero 1130) fue seguida por un cisma. Petrus Leonis (Pierleoni), con el nombre de Anacleto II mantuvo en jaque durante mucho tiempo al papa legítimo, Inocencio II, éste apoyado por S. Bernardo y S. Norberto. En 1135 Inocencio II celebró un concilio en Pisa y su causa fue ganando firmeza hasta que en enero de 1138 la muerte de Anacleto ayudó a resolver las dificultades. Sin embargo convocó un concilio en el mes de abril de 1138, en el Laterano, el décimo concilio ecuménico, con el objetivo de ratificar la condena del antipapa Anacleto II, y a él asistieron alrededor de mil participantes que promulgaron treinta cánones, en los que se trató sobre la simonía, la usura, falsas penitencias y sacramentos y así borrar los últimos vestigios del cisma, condenar estos errores y reformar los abusos del clero y de la gente.
El papa abrió el concilio con un discurso y depuso de sus puestos a los que habían sido ordenados por el antipapa y sus principales partidarios, Egidio de Tusculum y Gerardo de Angulema. Cuando Roger, partidario de Anacleto que se había reconciliado con Inocencio II persistió en querer mantener en la parte sur de Italia la actitud cismática, fue excomulgado.
El concilio condeno los errores de Petrobusianos y Henricianos, seguidores de dos peligrosos herejes que aún estaban activos, Pedro de Bruys y Arnaldo de Brescia. El concilio promulgó 30 cánones en los que tomó medidas para la corrección de la moral y disciplina eclesiástica que se había relajado durante el cisma, con la autoridad del Papa aumentó considerablemente.
Principales cánones:
• Que los obispos y eclesiásticos no debían escandalizar por los colores, la forma, o la extravagancia de sus ornamentos, por lo que vestirían de forma modesta. (Canon 4).
• La condena y persecución de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjes y monjas (Cánones 6, 7 y 11)
• La excomunión a los laicos quienes no pagasen los diezmos a los obispos, o no cediesen a éstos últimos las iglesias cuya posesión tuviesen retenidas, ya porque fueron recibidas de manos de los Obispos, u obtenidas de príncipes u otras personas (Canon 10).
• La fijación de los períodos y duración de los Armisticios de Dios (Canon 12).
• La condena de la usura.
• La prohibición de que los monjes se dedicaran al estudio de materias profanas como el Derecho o la Medicina.
• La prohibición, bajo pena de privación de un entierro cristiano, de justas y torneos que pusiesen en peligro la vida (Canon 14).
• La obligación de reyes y príncipes de dispensar justicia de acuerdo con los obispos (Canon 20).
• La excomunión de Arnaldo de Brescia y Pedro de Bruys, acusados de heréjes (Canon 23).
• La prohibición de aceptar beneficios de las manos de un laico (Canon 25).
• La prohibición a las monjas cantar el Oficio Divino en un mismo coro con los monjes o canónigos (Canon 27),
• La prohibición de que las iglesias dejaran la dignidad de obispo vacante por más de tres años desde la muerte del último (Canon 28).
• La prohibición del uso contra cristianos del honda, arco y la ballesta (Canon 29).
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor nanxdo » Vie Sep 05, 2014 6:09 pm

LA ORDEN DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

Sello de la Orden del Temple con la leyenda «Sigillum Millitum Xpisti»


La orden del Temple surgió a principios del siglo XII en Jerusalén, a partir de un grupo de caballeros que se declararon donados o servidores del Santo Sepulcro y se dieron como misión defender los Santos Lugares frente a los musulmanes. Dotada de una regla monástica y tutelada directamente por la Santa Sede, la Orden tenía un doble carácter, religioso y militar, rasgo que puede chocar a nuestra mentalidad del S. XXI, pero que resultaba ampliamente aceptado en el contexto de la Edad Media y del periodo de las Cruzadas. Pese a ello, no fue fácil, en el momento del nacimiento de la nueva orden, realizar la fusión entre el caballero y el religioso. La Iglesia cristiana, que en sus orígenes era esencialmente pacifista, tuvo que modificar su ideología sobre la guerra hasta llegar a una concepción nueva, cuyo modelo fue el Temple.
En sus primeros tiempos, el cristianismo se oponía a las acciones bélicas. No obstante, ya en las obras de san Agustín (S. V) y san Ildefonso (S. VII) se empieza a presentar una justificación de la guerra. El camino en esta evolución empezó con la elaboración del concepto de la guerra justa, es decir, «guerra legal» o «guerra lícita», aquella que se emprendía para defender a la Iglesia; por ejemplo, para oponerse a las invasiones de los bárbaros.

En una época en que el patrimonio de la Iglesia se encontraba amenazado por la anarquía feudal, la violencia era justificable si servía a la defensa de las posesiones del Papa (el Patrimonio de San Pedro) y en general de los bienes eclesiásticos. La Iglesia intentaba así encauzar la violencia de la aristocracia guerrera que amenazaba a los débiles e indefensos. Una primera manifestación de esta tendencia fueron los concilios de Paz y Tregua de Dios, que se hicieron frecuentes desde el S. XI y que prohibían la puesta en marcha de acciones armadas en determinados periodos del año.
El último eslabón en la adopción de una nueva mentalidad guerrera en la Cristiandad lo constituyó el concepto de guerra santa. La guerra resultó sacralizada por dos motivos: la bondad de la causa y la demonización del enemigo. Estos dos motivos se aunaron en las cruzadas, que tenían como fin la recuperación de los Santos Lugares, lo que a su vez entrañaba la lucha contra los infieles, los enemigos de la fe. De este modo, el combate contra los paganos adquirió carácter penitencial porque perdonaba los pecados, al mismo tiempo que abría las puertas del paraíso a los que morían en la batalla. La guerra santa de los cristianos confluyó de este modo con el concepto islámico de yihad (que se define, en sentido estricto, como la lucha para el verdadero triunfo de la religión sobre la impiedad). La diferencia reside en que en la doctrina de Mahoma, como en el Antiguo Testamento, la guerra estaba prohibida desde sus orígenes, ya que política y religión iban unidas. En cambio, en el cristianismo la sociedad civil era laica y autónoma respecto al clero; por este motivo, la Iglesia tuvo que seguir una sofisticada evolución doctrinal hasta llegar a sacralizar la guerra.
Con el triunfo del ideal de la guerra santa, los santos cristianos –que antes eran mártires, religiosos y anacoretas– se convirtieron en santos guerreros, participando en batallas o ayudando a los ejércitos. Baste recordar la leyenda de la intervención milagrosa del apóstol Santiago en la batalla de Clavijo (supuestamente librada en el S. IX entre Ramiro I de Asturias y Abderramán II), o la del caballero con armas blancas que los sarracenos dijeron haber visto en la conquista cristiana de Mallorca en 1229, que se identifica con san Jorge. De esta manera, los términos milites Dei y milites Christi, «soldados de Dios» y «soldados de Cristo», que hasta entonces se referían a los cristianos que libraban un combate espiritual con las armas de la oración, pasaron a designar a los guerreros que combatían con la espada a los infieles.
La aparición de la orden del Temple abrió a los cristianos una nueva vía de santidad a través de la guerra contra el enemigo, tanto en el plano espiritual como en el corporal. Hugo de Payens, el primer maestre de la orden, afirmaba que la culpa y el pecado residían en la intención y no en el acto en sí: de este modo, quien mataba a un enemigo pecaba si lo hacía con odio; en cambio, era inocente si lo hacía con ánimo puro.
A instancias de Hugo de Payens, san Bernardo, abad del Císter, escribió entre 1126 y 1129 el Elogio de la nueva caballería. Aunque este último quizá creía que el ideal del Temple era inferior al monástico, apoyó la nueva comunidad en bien de la Iglesia, lo que procuró a la Orden un precioso reconocimiento en el seno de la misma gracias al prestigio de su valedor. Pero era todavía necesario el reconocimiento oficial de las autoridades eclesiásticas, que llegó con el concilio celebrado en Troyes (Francia) en 1129, en el que se dotó a la orden de una Regla. Esta Regla, que no fue redactada directamente por san Bernardo pero sí inspirada por él, compendiaba la nueva religiosidad encarnada por los templarios: «Nos dirigimos en primer lugar a todos los que desprecian secretamente su propia voluntad y desean con un corazón puro servir al Rey Soberano en calidad de caballeros, y con firme diligencia desean llevar, y llevar permanentemente, la nobilísima armadura de la obediencia», se lee en su prólogo.
La Regla primitiva de la orden del Temple fue redactada en latín y traducida a la lengua d’oïl (francés) diez años más tarde. Sucesivamente, durante 150 años, se le fueron añadiendo artículos sobre diferentes aspectos del funcionamiento –jerarquías, penitencias, vida conventual, celebración de capítulos, ingreso en la Orden–, que se agruparon bajo el nombre genérico de Estatutos (Retraits). La Regla y los Estatutos debían ser conocidos por todos los miembros de la Orden y, por este motivo, se leía un resumen en la ceremonia de admisión de nuevos hermanos.
Conseguir la unión armónica de la vida religiosa y la vida guerrera no era tarea fácil y, por este motivo, la Regla suprimía lo superfluo de cada una de ellas. Así, mediante directrices «antiascéticas» se intentaba eliminar de la conducta de los templarios aquellos elementos de la vida religiosa que, llevados al extremo, podían afectar a su actividad como guerreros. Por ejemplo, se prohibía a los hermanos que comieran de un mismo plano a fin de evitar la tendencia a ayunos exagerados que los debilitarían en la batalla. Con el mismo objetivo, también se dispensaba de los rezos matinales o de asistir de pie al oficio divino si el caballero estaba fatigado. Además, impidiendo de esta forma las actitudes extremas de ascetismo, se conjuraban posibles desvíos heréticos. Por otra parte, por medio de normas «antiheroicas», se reducía a su mínima expresión el afán de lucimiento que caracterizaba a la caballería profana: se prohibía la exhibición de la fuerza física y se desaconsejaba la participación en justas y torneos para realizar proezas individuales. Los templarios tenían también prohibida una de las principales ocupaciones de los guerreros: la caza. La única excepción era la caza del león, a causa del peligro que este animal suponía en los caminos de Oriente y porque simbolizaba el mal, es decir, los enemigos de la Cristiandad.
En el contexto de las nuevas ideas sobre la sacralización de la guerra, la institución de los templarios suponía un cambio en la sociedad y en la espiritualidad de la Edad Media. Hasta entonces, los fieles que deseaban consagrarse a Dios, los clerici, debían abandonar el mundo, y el claustro o el sacerdocio constituían las vías de la religiosidad suprema. Con la aparición de la orden del Temple se abría una tercera vía para alcanzar la santidad: ser religiosos y al mismo tiempo pertenecer a la clase de los guerreros, alcanzar la Jerusalén celeste y la Jerusalén terrestre. Esta nueva vía entrañaba una alteración en la división tradicional de la sociedad medieval en tres estamentos absolutamente separados entre sí: oratores (religiosos), bellatores (guerreros) y laboratores (los que trabajan). Los templarios, en efecto, fueron a la vez oratores y laboratores. Por esta razón, su regla resultaba, en palabras de la historiadora Simonetta Cerrini, «antiascética para los frailes y antiheroica para los caballeros».
Los templarios vivían en conventos en los que ingresaban después de una ceremonia de recepción, como en otras órdenes religiosas. Como en ellas, hacían votos de pobreza, castidad y obediencia. Aunque su Regla es de inspiración claramente benedictina, la liturgia procedía de la antigua basílica del Santo Sepulcro y se adaptaba a la religiosidad de los lugares en los que la Orden se implantaba, como muestran los libros litúrgicos atribuidos a los templarios que se han conservado. Una constante del Temple fue la asimilación de las peculiaridades lingüísticas, artísticas y de todo tipo de los lugares en que se hallaba implantada.

Los templarios representaban el ideal del monje-guerrero
En las actas del proceso de supresión de la Orden, los templarios dieron cuenta de sus hábitos religiosos: limosnas a los pobres, rezos y devoción a la Virgen. También se decía que las capillas templarias tenían gran riqueza de ornamentos para el culto divino, sólo igualada por las catedrales. Esta afirmación parece un poco extraña a la luz de nuestros conocimientos, puesto que pocas riquezas de este tipo se han conservado. Por los inventarios realizados después de la supresión de la Orden sabemos, sin embargo, que los templarios poseían valiosos objetos de culto como cruces, hermosos libros, casullas bordadas o preciosos relicarios.
El Temple, como la orden del Hospital de san Juan y la orden Teutónica, hizo una importante contribución al arte de la guerra en la Edad Media. En este punto hay que distinguir entre la guerra –que comprendía emboscadas, asedios y resistencias– y la batalla, el encuentro frente a frente. Contrariamente a la impresión general, las batallas eran escasas, aunque en Tierra Santa fueran algo más frecuentes que en los países de Occidente. Las órdenes militares tenían la misión, gracias a su conocimiento político-militar, de conducir y orientar el ímpetu incontrolado del conjunto de los cruzados, ante quienes representaban el papel de una élite militar profesional.

En Tierra Santa, los cruzados fueron siempre inferiores en número a sus adversarios musulmanes, aunque su caballería era superior. Por ello, el principal objetivo de la guerra era defensivo, lo que hizo necesario organizar una red de fortalezas para defender el territorio. Estos castillos debían albergar una gran cantidad de personas y resistir largos asedios, y sólo las órdenes militares poseían medios suficientes para construirlos y mantenerlos, hasta el punto de que en el siglo XIII estaban en sus manos la casi totalidad de las fortalezas de Tierra Santa. Baste recordar los enormes complejos templarios de Safet, Safita o Athlit, los castillos hospitalarios de Margat y el Krak de los Caballeros, y el teutónico de Monfort. Los templarios asumieron la defensa de sectores fortificados en poblaciones de la costa como Acre y Tortosa (Siria) o Sidón (Líbano).
La función de la organización de la orden del Temple en Occidente fue siempre subsidiaria de Tierra Santa y encaminada a obtener beneficios que eran enviados a Oriente en especias o en dinero. Sin embargo, la Península Ibérica constituye una excepción ya que aquí los templarios participaron de manera activa en la conquista cristiana. Para defender los territorios conquistados, los templarios hispanos construyeron fortalezas que, a medida que la conquista avanzaba, abandonaban su función bélica y se convertían en centros de explotación agropecuaria a la manera de las encomiendas europeas. Los edificios militares peninsulares incorporaron innovaciones poliorcéticas procedentes de Tierra Santa que se conjuraron con la tradición constructiva de las fortalezas anteriores de origen islámico y autóctono.
Al mismo tiempo, los castillos templarios, como los de las demás órdenes militares, presentan una particularidad que los distingue de los feudales: incorporaban junto a la capilla una galería que hacía las veces de claustro, mostrando de manera evidente la doble vocación de frailes y soldados. Importantes castillos peninsulares como Tomar y Almourol (Portugal) o Miravet (Cataluña) nada tienen que envidiar en cuanto a sistemas defensivos a los de Tierra Santa. Eran, eso sí, de dimensiones más reducidas, pues mientras en la Península Ibérica la conquista avanzaba, en Oriente resistía o retrocedía.
Los Estatutos abundan en prescripciones relativas a la actividad guerrera de la Orden, hasta el punto de que la Regla puede ser interpretada como un manual militar. En sus diversos artículos se señalan las funciones de cada estamento, las jerarquías o la organización del campamento: «Cuando el abanderado acampe, los hermanos deberían levantar sus tiendas alrededor de la capilla y fuera de las cuerdas, y cada uno debería estar con su tropa». Es posible que existiera un adiestramiento, aunque la Regla no es explícita en este punto; pero las prescripciones sobre el comportamiento en campaña, sobre cómo formar la línea de marcha o cómo ir en escuadrón, están perfectamente reguladas.
Como en un ejército, la jerarquía del Temple estaba claramente delimitada según los grados y las atribuciones correspondientes. Sus miembros sabían cuál era su lugar y conocían perfectamente sus deberes. Del mismo modo, se establecían las penas que se debían aplicar a los hermanos que incumplían las normas: el estandarte no podía ser utilizado para golpear; no se debía abandonar las filas sin permiso, actuar temerariamente o emprender acciones individuales. Los castigos tenían diferentes grados; los más graves acarreaban la pérdida del hábito y, en casos más extremos, la pérdida de la Maison, «la Casa», es decir, la expulsión de la Orden.

A principios del S. XIV, el Temple había cambiado. Como los cristianos, los cistercienses o cualquier organización, la Orden había sufrido una evolución, apartándose de los ideales de los primeros tiempos. Tampoco tenía ya sentido entonces la caballería, y menos la religiosa. La diferencia entre la orden del Temple y otras órdenes militares estribó en que éstas evolucionaron o pudieron ser reformadas, mientras que aquélla no tuvo esta oportunidad.

Después de los últimos intentos de recuperar Tierra Santa, Jacques de Molay, último maestre de la Orden, regresó de la sede de Chipre a Europa. El Papa lo había llamado para discutir sobre una nueva cruzada y sobre la unión de las órdenes del Temple y del Hospital, fusión que Molay rechazó tajantemente. Mientras, los caballeros hospitalarios se habían instalado en la isla griega de Rodas, y podían presentarse como un elemento de contención de los ataques turcos y como continuadores de la obra de cruzada. La orden Teutónica había formado también un Estado teocrático en Prusia.



Los reyes europeos, en un periodo de desarrollo de las monarquías centralizadas, consideraban las órdenes militares, que dependían del Papado, como un obstáculo en su afán por controlar las iglesias de sus respectivos países. El Temple se convirtió así en el objetivo codiciado del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso.

En la lucha por la supremacía entre el Papado y el rey de Francia, éste resultó vencedor. El papa Clemente V, que debía ser el garante de la independencia de la Orden, tuvo que elegir entre los templarios y el honor del Papado. La elección no ofrecía dudas: a su pesar, en 1312, en el concilio de Viena, el papa sacrificó la Orden y la suprimió, sin embargo, nunca condenó a los templarios por herejía. Jacques de Molay, el último maestre, murió en la hoguera en 1314 por orden de Felipe el Hermoso, acabando así la historia del Temple.

Ejecución de caballeros templarios en una plaza de París

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Director del Instituto Padre Sarmiento
Eduardo Pardo De Guevara : ´Es falso que exista una orden del Temple hoy´
03:59






Eduardo Pardo de Guevara.
MAR MATO | SANTIAGO Profesor e investigador del CSIC en Galicia y director del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, Eduardo Pardo de Guevara (Ponteceso, 1952) es, además, caballero seglar de la Orden de Malta y coordinador del III Seminario Internacional dedicado al grupo que hoy da comienzo en Santiago de Compostela.

-¿Cuándo comenzó el declive de la Orden en Galicia?

-Fue con el proceso de desamortización (desde finales del siglo XVIII ) cuando la Orden pierde sus patrimonios. De esta manera, dejó de tener presencia activa como tenía antes.

-Cuesta imaginar en el siglo XXI alguna actividad de una orden que nació hace más de mil años y que en sus inicios tuvo un gran protagonismo en las contiendas o la Reconquista de los reyes castellanos.

-Ahora, la Orden continúa de otra forma, de una manera asistencial, manteniendo la asistencia sanitaria en hospitales pero no articulada alrededor del Camino de Santiago, aunque sí tiene algún centro en la ruta, como el de Navarra o el hospital de campaña de la Catedral de Santiago. Además, la Orden se vuelca con causas en el tercer mundo, en lugares con situaciones de extrema dureza en un determinado momento como puede ser Haití.

-¿Por qué se conoce tan poco de esta Orden frente a otras como Los Templarios?

-Es una buena pregunta. A la gente le gusta mucho oír de cosas extrañas. La Orden del Temple fue víctima de una situación determinada en el siglo XIV cuando fue condenada, excomulgada y liquidada y sus miembros fueron quemados. Eso generó un mito recurrente, porque crea un misterio al partir del cual se inventan muchas cosas. Se inventa tanto que hasta hay gente que dice que hay una Orden del Temple hoy, lo que es totalmente falso. Ocurre lo mismo con Pardo de Cela y Pedro Madruga, se habla mucho de ellos pero nadie se acuerda de el conde de Gondomar o de Londes. En la calle, no se sabe quiénes eran esos señores.
nanxdo
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Vie Sep 05, 2014 7:54 pm

El Monasterio Cisterciense de Moreruela en una de las fundaciones Cistercienses más importantes de la Edad Media.

Su dominio era tal que no solo abarcaba los territorios de la provincia de Zamora, España sino que la expansión llegó hasta la provincia de Salamanca y la zona portuguesa de Bragança.

Todo este esplendor quedó sepultado tras la desamortización sufrida en el Siglo XIX.

Don Pedro de Mendoza fue el Cardenal que dirigió la Diócesis de Osma antes de hacerse cargo de la Abadía de Moreruela.

La Orden del Císter fue una de las más importantes en la Europa medieval y tuvo una gran influencia no sólo religiosa, sino política, social y muy especialmente arquitectónica.

Monasterio de Santa María de Moreruela.- Imagen

En una época conflictiva la nueva Orden del Císter plantea regresar a “la perfección” a través de la observancia de la Regla de San Benito Abad, al “Ora et Labora”, tras el intento de Cluny medio siglo antes. La austeridad, la disciplina y el trabajo inspiran la organización de los monasterios, que además buscan la autosuficiencia económica.

Todos esos valores configuran una arquitectura muy especial, sin decoración, de muros limpios que no distraigan a los monjes de su tarea y orientada a la vida conventual.

Los grandes monasterios cistercienses se extendieron durante los Siglos XII y XIII desde Escocia hasta Oriente Próximo. Bernardo de Clareval, consiguió que llegara a tener hasta 762 monasterios; muchos de ellos se perdieron completamente y de otros, solo quedan ruinas que permiten hacerse una idea muy precisa de lo que fueron.

Todos los monasterios del Císter tienen una estructura arquitectónica parecida, basada en la “austeridad”

Precisamente, en el origen de la orden estaba la denuncia de la suntuosidad de Cluny y, por oposición a ella, la adopción de la sencillez y la sobriedad en todos los aspectos de la vida monástica; también, en las edificaciones abaciales. En un principio las construcciones que componían las múltiples dependencias monacales, iglesia incluida, solían ser de madera, adobe o un humilde mampuesto. Las grandes realizaciones en sillería pétrea formando recios muros y amplias bóvedas que han llegado hasta nosotros son obras de la época más magnificente y duraderas. Aun en éstas se advierte la falta de ornamentación, la carencia de elementos superfluos y la adusta desnudez de los paramentos; nada debía haber que pudiera distraer a los monjes: ni pinturas, ni esculturas, ni cromáticas vidrieras.

Las Abadías Cistercienses respondían a un vasto programa constructivo que comprendía instalaciones tan diversas como la hospedería, la enfermería, el molino, la fragua, el palomar, la granja, los talleres y todo aquello que prestara servicio a una comunidad autosuficiente.

El antiguo Monasterio Cisterciense de Santa María de Moreruela se encuentra a 4 kilómetros de la población "Granja de Moreruela", cerca de la ciudad de Zamora, España.

Moreruela fue fundado nuevamente en el Siglo XII, uno de los centros monásticos que se crearon en tiempos de Alfonso III, a finales del Siglo IX, llegando a ser uno de los más destacados lugares medievales del Císter en España.

En Moreruela, la Comunidad Benedictina Pre-Cisterciense debió pasar a depender de la Orden de los Monjes Blancos en el año de 1162, pues en esta fecha parece que la antigua advocación de Santiago pasa a la de Santa María.

La iglesia data de la segunda mitad del Siglo XII, probablemente se iniciaría en el año 1162 como indica una inscripción en la cabecera con el texto "ERA: MCC" es decir: "Era 1200" ó año 1162.

La construcción es de estilo románico puro evolucionado a lo ojival y se ha asociado por diversos autores, sin ponerse de acuerdo, a otros edificios tardío-románicos y góticos franceses; se han centrado en explicar la hermosa cabecera con girola de esta iglesia y parece que se parece a la influencia directa de algún Monasterio Cisterciense Borgoñón hoy desparecido.

La construcción es realmente bella, a base de grandes sillares de piedra cuarzo.

Originalmente, la iglesia fue un enorme edificio ya que sus dimensiones son propias de una catedral.

Su planta estaba constituida por 3 naves de 9 tramos. La nave central era mucho más ancha que las laterales. Un amplio transepto, bien conservado, la inmensa y compleja cabecera constituida por presbiterio y capilla mayor semicircular rodeada por girola de una nave que se abre a siete capillas radiales de planta ultra semicircular. En el exterior de la iglesia la cabecera tiene una armónica superposición de tres niveles.

El primero compuesto por 7 pequeños ábsides o capillas radiales con vanos de iluminación de medio punto sencillos, rodeados de contrafuertes prismáticos. El segundo nivel corresponde a la girola que rodea el ábside central, con ventanales con arquivolta baquetonada y columnas. La capilla mayor, en el tercer nivel, con contrafuertes y ventanales. La cornisa es muy hermosa con frisos de arquillos sobre ménsulas.

Los hastiales de los brazos del transepto son un ejemplo de la monumentalidad y austeridad perseguida por los Cistercienses

Del cuerpo de las naves quedan los muros exteriores recrecidos en el Siglo XVI con una galería de ladrillo en la que se aprecia la altura original de las naves laterales al haberse conservado los canecillos.

El interior del templo del Monasterio de Moreruela es de admirarse por su arquitectura. Historiadores memorables dejaron escritos de admiración sobre esta construcción: “La obra más grande de nuestra arquitectura medieval”

La capilla principal es un espacio que se comunica con el resto del templo mediante un arco triunfal de medio punto. Este espacio está compuesto por el extremo absidal que tiene planta semicircular, prolongado al oeste por un presbiterio rectangular.

El muro de la capilla central con ventanales que dan iluminación al interior, formados por arquivoltas baquetonadas semicirculares sobre columnas de capiteles lisos. Entre ellos hay haces de 3 columnas sobre ménsulas vegetales excelentemente esculpidas que se ocupan de recoger una serie de nervios que refuerzan la bóveda.

Es probable que el cuadrado del crucero tuviese una bóveda octagonal mientras que la nave principal de la iglesia la tuviese de cañón apuntado y las laterales de crucería.

Contiguo al templo se observa el gran solar del claustro, que tras la construcción medieval fue reformado completamente en el Siglo XVII y del que se conserva parte del pódium y otros restos menores. Las dependencias que mejor han sobrevivido son las adosadas a la panda este y que se corresponden con las tareas de los monjes: sacristía, sala capitular, la escalera de acceso al dormitorio de los monjes, pasillo de comunicación entre el claustro, la huerta y la sala de los monjes.

Sala Capitular rectangular dividida en 9 tramos originalmente abovedados y delimitados por pilares. Se conserva bien los 3 espacios orientales, mientras que el resto se ha reconstruido en tiempos modernos respetando sus formas originales, pero diferenciando visualmente con facilidad lo auténtico de lo reconstruido.

La Sala de los monjes ocupa la esquina noreste del claustro y está bien conservada. Esta sala de trabajo para los monjes tiene 6 espacios abovedados y separados por dos enormes pilares con cuatro semi columnas adosadas. Había espacios que comunicaban el área de los monjes con la de los conversos o hermanos legos: el refectorio de monjes, cocina y calefactorio.

Una hermosa construcción de finales del Siglo XII.

Fuentes: Wikipaces. http://www.areguias. Wikipedia. La Opinión de Zamora.
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor margarita-17 » Vie Sep 05, 2014 8:09 pm

San Bernardo de Claraval: (pensamientos)

https://www.youtube.com/watch?feature=p ... Bauw_GTBF0



La orden de los templarios:

Es la segunda de las grandes ordenes militares, sus orígenes fueron muy modestos, su fundación en 1119, correspondió a una serie de caballeros franceses, liderizados por quien fue su primer maestre Hugo de Payens (muere en el ll36), bajo la formula de una cofradía asistencial. Unidos por los votos monásticos característicos, al que sumaron otro de tipo militar, centrado un una defensa de los peregrinos, recibieron de Balduino II de Jerusalén una residencia, según la leyenda, sobre el antiguo templo de Salomón, adoptando así el nombre de “Milites Temple”.
En 1127 la Orden fue reconocida por el papa Honorio III, al año siguiente bajo la protección del Cister, adopto como regla una versión modificada de la regla benedictina, a mediados del siglo XIII, el Temple estaba dividida en 17 provincias con unos 20.000 miembros.
Su directa dependencia del papado, y sobre todo la dedicación a negocios especulativos y crediticios, recelos de los monarcas al caer San Juan de Acre en 1291, último de los territorios del reino de Jerusalén, la Orden del Temple, privada de su principal función, como era la militar, entro en una profunda crisis que no superó.
La enemistad del Rey de Francia, la debilidad del papado y el fracaso de un último intento de acuerdo, rechazado por los templarios, de fusionar la orden con la del hospital, dieron lugar a la tragedia d 1037-1312 (me cuesta enviar las imagenes lo intentare en otra publicacion)
buenas noches. bendiciones en el Señor.
margarita-17
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor JeimmyRP » Vie Sep 05, 2014 10:52 pm

Hola compañeros!!!

"LAS BERNARDAS"

El Convento Cisterciense de San Bernardo de Alcalá de Henares (Madrid) fue fundado en 1613 por el Cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas. Es un edificio barroco, declarado monumento arquitectónico-artístico en 1924.1 Es un Bien de Interés Cultural de tipo inmueble con el código RI-51-0000261.2
Arquitectura
Inicialmente se pensó que había sido diseñado por el alcalaíno Sebastián de la Plaza. En la actualidad el edificio se atribuyen al arquitecto Juan Gómez de Mora, fijándose en las trazas manieristas del templo de Santa Anna dei Palafrenieri, erigido en Roma. El madrileño Juan Gómez de Mora es también autor de la Plaza Mayor de Madrid, Clerecía de Salamanca o el Panteón de Reyes del Escorial.

Su fachada principal, de tipo de telón con decoración en línea central de arriba a abajo, separada en tres cuerpos y acabada en ladrillo rojo, corresponde al clásico modelo del barroco complutense, en el que se combina el empleo del ladrillo como material constructivo con la piedra de las portadas. En la hornacina central, sobre la puerta, aparece la imagen del titular (San Bernardo de Claraval) escultura atribuida a Juan Bautista Monegro y Manuel Pereira, rodeado por grandes escudos del fundador (Cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas) y óculos. Los diferentes cuerpos los recorre una imposta con tres inscripciones paralelas y horizontales que describen a los personajes históricos del momento y la dedicación del edificio.
Imagen

fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Convento_de_las_Bernardas

La iglesia, de planta elíptica y con seis capillas laterales, de las que las diagonales repiten a menor escala el modelo del gran espacio central, cubierto por una soberbia cúpula encamonada igualmente oval, la mayor en su género hecha en España. El baldaquino exento, donde se encuentra el sagrario, se sitúa delante del altar mayor.

En la clausura hay dos claustros, el archivo conventual y la sala capitular.

Imagen
"Más de Dios, menos de mí"
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor marthe » Vie Sep 05, 2014 11:47 pm

El ARTE CISTERIENSE
En los siglos XI, XII y XIII, la influencia de las ordenes de Cluny y de cister fue determinante en todas las manifestaciones artísticas, puesto que el arte tenía un profundo componente religioso, ya se tratara de Arquitectura, escultura, pintura música, etc. Como ya se había dicho en en relación con la orden de Cluny, el movimiento o estilo arquitectónico desarrollado fue el “románico”, cuyo nombre fue tomado de las lengua románicas. El arte Cisterciense, conserva en un principio algunas características del arte románico en cuanto a la estructura del templo que continua construyéndose en en cruz latina, con la nave central de mayor longitud que las adyacentes; aunque con menos decoración y suntuosidad sobre todo en los monasterios ya que toda decoración relacionada con pintura, escultura o relieves, fue duramente rechazada por San Bernardo de Claraval quien lo justificaba según el ascetismo y austeridad que debía rodear a los monjes. De tal manera que la decoración era para las iglesias; La iglesia es el edificio más importante de la abadía y la casa deDios.” Arquitectónicamente, las características de estas iglesias son:
• Nave central con bóvedas de cañón apuntadas (en el periodo inicial, románicas) o bóvedas de crucería ligeramente ojivales con nervaduras y ventanas laterales (en el segundo periodo, góticas).
• Dos naves laterales de menor altura que sirven como contrafuertes de la bóveda de la nave central.
• Una cornisa suele recorrer longitudinalmente la base de la bóveda.
• Pilares cruciformes con pilastras circulares embebidas que se prolongan, una hasta el arco fajón de la bóveda de la nave central, otras dos en los arcos formeros y la cuarta en la nave lateral.
• Las pilastras circulares de la nave central, frecuentemente, se interrumpen antes de llegar al suelo en una ménsula.
• Alzados de la nave central de un solo piso con arcos formeros.
• Coro plano con ventanas en el arco testero (inicialmente), luego aparecerían también los circulares.
• Transepto con otros cuatro coros secundarios planos (donde los otros monjes-sacerdotes celebraban su misa diaria).
• Iluminación monocroma, normalmente blanca.”
En un principio se eligió la madera como elemento constructivo, pasando luego a la utilización de piedra sillar pulida, en Italia se utilizó el ladrillo. El objetivo principal de las construcción austera y la estilización de estas, pasando de aquellos muros macizos a la elevación de arcos y adelgazamiento de estructuras, era tanto el favorecimiento de la vida espiritual como la simbolización de esta por medio de estructuras que buscaban elevarse hacia el cielo.
En cuanto a la escultura, ésta comienza a tener más movimiento y expresividad en los rostros de los personajes que continúan siendo de santos, ángeles y personajes bíblicos. Se da paso a la escultura en bulto ya sea tallada en piedra o en madera policromada.
En pintura, aparece la técnica del retablo continua la técnica del mural al fresco que relata la vida de los Santos por ejemplo la vida de San francisco de Asís, de san Benito de Nursia y de los monjes en general. Un aspecto importante es que en este momento comienza a develarse en Italia, la figura del artista como figura independiente, en personajes como GIotto, Cimabue, Duccio, Fray Angélico, Fray Filipo Lippi entre otros.

El canto gregoriano se mantiene como parte del oficio religioso, con modificaciones según las recomendaciones de Bernardo de Claraval expresando la armonía y el equilibrio propios del arte Cisteriense. «Que esté lleno de gravedad, ni lascivo ni rudo. Que sea dulce, sin ser ligero, que encante al oído a fin de emocionar el corazón, que consuele la tristeza, que calme la ira, que no vacíe al texto de su sentido sino que lo fecunde.» La música un tanto poética y florida compuesta por Santa Hildegarda Von Bingen (Doctora de la iglesia), pertenece a los comienzos de Cister (incluyo este link para escuchar esta bella música) http://www.youtube.com/watch?v=Q8gK0_PgIgY , (también recomiendo la película)
Una de las actividades de los monjes era la escritura. Es preciso recordar que fueron ellos los encargados de recoger el pensamiento y cultura de la edad media, en códices hermosamente decorados. “En las grandes bibliotecas cistercienses de Cîteaux, Claraval o Pontigny se encuentran Biblias, textos de los padres fundadores de la Iglesia, de escritores de finales de la Edad Antigua o de principios de la Edad Media como Boecio, Isidoro de Sevilla o Alcuino y de algunos historiadores como Flavio Josefo. Se encuentran más raramente textos de autores clásicos.Los monjes cistercienses desarrollaron una caligrafía redonda, regular y muy legible. Inicialmente, los manuscritos se decoraban con motivos florales, escenas de la vida cotidiana o del trabajo en el campo, alegorías sobre el combate de la fe o sobre el misterio divino. La Virgen está especialmente representada. Pero bajo el impulso de Bernardo de Claraval, movido por un ideal de austeridad, hacia 1140 apareció un estilo más depurado. Se caracterizaba por grandes iniciales pintadas en claroscuro de un solo color, sin representación humana o animal ni uso del oro.110 Los cistercienses desarrollaron a partir de entonces un estilo sobrio, aunque permaneció un cuidado por la estética. Por otra parte, fueron a menudo muy exigentes en lo referente a la calidad de los soportes utilizados, como el pergamino, y los colores, obtenidos frecuentemente a partir de piedras preciosas, como el lapislázuli.”
marthe
 
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor NOEMAR » Sab Sep 06, 2014 11:45 am

San Alberico, abad

Los esfuerzos de san Alberico por encontrar un instituto religioso que correspondiese a sus aspiraciones de gran perfección arrojan una luz que nos hace temblar, sobre el temperamento de acero de los monjes del siglo XII. No sabemos nada de la niñez de Alberico. Cuando oímos hablar de él por primera vez, formaba parte de un grupo de siete ermitaños que vivían en el bosque de Collan, no lejos de Chatillon-sur-Seine. Ahí habitaba cierto abad Roberto, hombre de buena familia y muy reputado por su virtud. A pesar de que había fracasado anteriormente en el gobierno de una comunidad de monjes revoltosos, los ermitaños lograron con cierta dificultad que Roberto aceptase ser su superior, y en 1075, emigraron a las cercanías de Molesmes, donde construyeron un monasterio. Roberto era el abad y Alberico el prior. Pronto empezaron a llover regalos al monasterio; la comunidad aumentó, pero el fervor decayó. Durante cierta época, un grupo de monjes se rebeló contra la disciplina religiosa. Roberto, desalentado, se retiró del monasterio. Alberico ocupó su lugar e intentó restablecer el orden; pero los monjes le golpearon y le encerraron finalmente. Alberico y un inglés llamado Esteban Harding, no pudiendo ya soportar tal estado de cosas, abandonaron también el monasterio. Probablemente cuando el pueblo se enteró de la rebelión, las limosnas empezaron a escasear y entonces los rebeldes prometieron enmienda. Roberto, Alberico y Esteban retornaron al monasterio. Pero pronto reaparecieron los síntomas de la relajación, y Alberico parece haber lanzado la idea de partir con un grupo de los más fervorosos a fundar aparte una comunidad más observante.

Así se hizo y, en 1098, veintiún monjes se establecieron en Cister, un poco al sur de Dijón, a unos cien kilómetros de Molesmes. Tales fueron los principios de la gran Orden Cisterciense. Roberto, Alberico y Esteban fueron elegidos abad, prior, y subprior, respectivamente. Pero poco después, san Roberto retornó a la comunidad de Molesmes, y Alberico le sucedió en el cargo de abad, de manera que a él deben atribuirse con toda probabilidad, algunas de las principales características de la reforma cisterciense. Se trataba de una restauración de la primitiva observancia benedictina, pero con mucha más austeridad. Una de las manifestaciones externas del cambio fue la adopción del hábito blanco, con escapulario negro y capucha, para los monjes de coro. Según la leyenda, este cambio se debió a un deseo que comunicó la Santisima Virgen a san Alberico en una aparición. Una modificación más profunda fue la institución de una clase especial de "fratres conversi" o hermanos legos, a los que se confió el trabajo casero y, sobre todo, la explotación de las granjas distantes del convento. Sin embargo, todos los monjes estaban obligados en alguna forma al trabajo manual. El coro fue simplificado y abreviado; y se dejó más tiempo para la oración privada.

Alberico no gobernó durante mucho tiempo, y probablemente muchos de los rasgos característicos en la organización definitiva del Cister se deben a su sucesor, san Esteban. Fue él quien nos dejó la noticia más personal sobre san Alberico, en una exhortación que pronunció con motivo de la muerte de éste, ocurrida el 26 de enero de 1109:

«A todos nos afecta igualmente esta gran pérdida -dijo-, y difícilmente podré consolaros yo, que necesito de consuelo tanto como vosotros. Vosotros habéis perdido a un padre y a un director de vuestras almas; yo no sólo he perdido a un padre y un guía, sino también a un amigo, a un compañero de armas, a un valiente soldado del Señor, a quien nuestro venerable padre Roberto había educado con ciencia y piedad admirables, desde los primeros días de nuestro instituto monástico... Ha quedado entre nosotros el cuerpo de nuestro amado padre como una forma de su presencia, y él nos ha llevado consigo al cielo en su corazón... El guerrero ha triunfado, el atleta ha recibido el premio merecido, el vencedor ha ganado su corona; dueño ya del triunfo, pide que también a nosotros nos sea concedida la palma de los vencedores... No lloremos por el soldado que descansa ya; lloremos más bien por nosotros que seguimos en el frente de batalla, y transformemos en oraciones nuestras palabras de tristeza, rogando a nuestro padre triunfante que no permita que el león rugiente y el feroz enemigo nos derroten».
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor iCristinai » Sab Sep 06, 2014 12:03 pm

La Orden de La Trappe (Francia)

Imagen
Abbaye La Trappe, France

Histoire
1122 : Rotrou III, el Conde de Perche, hizo construir, sobre un lugar llamado "La Trappe", una iglesia en honor de la Virgen María. De este modo, quería perpetuar la memoria de su mujer que pereció en la mar dos años antes del naufragio de Blanca Nieve, delante de Basfleur. Siendo poco frecuentada la iglesia, debido a lo desierto del lugar, el Conde llamó a los benedictinos de la Congregación de Savigny y en 1140 los monjes enviaron un grupo a La Trappe para habitar el nuevo monasterio fundado por Rotrou.
1147: Bula del Papa Eugenio III, que es el primero en poner la abadía de la Trappe bajo la protección de la Santa sede, confirma sus bienes y entradas con la exención de diezmos (cfr. Cartulario de la Trappe publicado por el Cte. de Chaseney, p. 580).
1148 La Trappe, que pertenecía a la Congregación de Savigny, se unió a la Orden de Cîteaux.
1664 En el siglo XVII, la Abadía estaba gobernada por el Abad de Rancé que allí restauró la observancia monástica.
1789 : Durante la Revolución Francesa, una parte de la comunidad de la Trappe prefirió el exilio a la dispersión y se retiró a Suiza, cerca de Friburgo, en la antigua cartuja de la Val-Sainte. El Abad era entonces Dom Augustin de Lestrange. Bien pronto los monjes debieron buscar otros refugios y eso constituyó una nueva odisea a través de Austria, Rusia, Prusia, Inglaterra y, finalmente, América. Estos viajes fueron ocasión de nuevas fundaciones, notoria la de Westmalle en Bélgica.
1815: La Comunidad volvió a su punto de partida después de veinticuatro años de exilio.
1829: Fue iniciada la construcción de la segunda iglesia de la Trappe, elevada en el lugar mismo del antiguo oratorio de Rotrou, destruido por los revolucionarios.
1895 : Se da comienzo a la iglesia actual, que es la tercera de la Trappe.
1966 Se renuncia al nombre de GRANDE TRAPPE para conservar solamente el de La Trappe.

Padre Inmediato: Cîteaux

Casas Hijas: Bellefontaine, Timadeuc, Tre Fontane, Echourgnac (since1952).

Antiguos(as) Superiores(as)
Joseph Marie HERCELIN --- Abbot --- 28/11/1833 - 13/07/1855
Timothée GRUYER --- Abbot + Vicar General --- 05/09/1855 - 17/11/1880
Etienne SAnLASC --- Abbot + Vicar General --- 06/08/1881 - 14/09/1891 (v.22)
Etienne SAnLASC --- Vicar General til the General Chatper of 1884
Bernard CHEVALIER --- Abbot --- 04/06/1912 - 09/11/1924 (v.17)
Jean Marie CLERC --- Abbot --- 02/12/1924 - 21/11/1939
Raymond PRANEUF --- Sup.ad nutum --- 02/03/1940 - 07/03/1944
Gabriel SORTAIS --- Administrator --- 1944 - 1945
Etienne CHENEVIèRE --- Abbot --- 07/11/1945 - 16/09/1949
Eugène DELAMARE --- Abbot --- 05/10/1949 - 27/06/1965
Gérard GUÉROUT --- Abbot --- 17/07/1965 - 15/07/1975 (v.24)
Irénée FRITSCH --- Sup.ad nutum --- 15/07/1975 - 17/11/1975
Gérard DUBOIS --- Sup.ad nutum --- 02/02/1976 - 02/02/1977
Gérard DUBOIS --- Abbot --- 02/02/1977 - 27/10/2003

Trabajo y fuentes de ingresos Farm; dairy products (yogurt, cottage cheese, cream, dairy desserts); fruit gums; shop selling monastic products and religious goods.

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En Los Andes de Venezuela, América del Sur.

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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor iCristinai » Sab Sep 06, 2014 12:26 pm

Los Orden de los Templarios
Desaparición de La Orden del Temple, luego en América y los Dominicos (PP. Dominicanos)

En Portugal fue creada especialmente para los templarios supervivientes la Orden de Cristo, que usaba la cruz templaría, la cruz de gules pateada. Cuando los portugueses de Enrique el Navegante se lanzaron al descubrimiento de los océanos pareciendo saber exactamente a donde iban, sus velas debían llevar obligatoria mente la cruz roja de la Orden del Temple. Los marinos portugueses tenían prohibido navegar más allá de Cabo Mogador sino portaban dicho pabellón. Cruz, que por otra parte, también se hallaba en las tres embarcaciones colombinas. Precisamente en el país vecino estuvo el almirante genovés, no sólo para encontrar financiación para su empresa, sino con el fin de estudiar las cartas marítimas que guardaba la Orden de Cristo y que se consideraban las más competas del mundo.
Después de la publica desaparecion del Orden de los Templarios sus tradiciones siguieron vigentes en otras ordenes militar-religiosas, como la Orden de Calatrava que utilizaron como logo la cruz de Calatrava cual también era usado como logo por la Orden de Predicadores (Ordo Praedicatorum, O.P.), conocidos popularmente como Dominicos y Orden Dominicana. Es una orden mendicante fundada por Santo Domingo de Guzmán en Toulouse, Francia. Su hábito es blanco con una túnica, escapulario, capucha y una capa de color negro.

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Cada vez son más los expertos que opinan que la flota templaria alcanzó América y estableció una ruta comercial secreta que posteriormente les pudo servir para escapar cuando la orden fue perseguida en el año 1307. Algunos grabados con simbología templaria descubiertos en la costa estadounidense de Maine, o en diversos enclaves de Centro y Sudamérica, lo sugieren, así como representaciones de amerindios en monumentos templarios europeos.
Un siglo antes, hacia 1206 Santo Domingo tuvo la idea de organizar un grupo que fuera a predicar en tierras de herejes, buscando su conversión. Dicho grupo debía vivir pobremente sin criados ni posesiones.
El Papa aprobó la idea, pero la experiencia no tuvo éxito inmediato, por lo que los gobiernos civil y eclesiástico optaron por utilizar la fuerza, llevando a cabo una guerra contra estos.
Los Dominicos también intervinieron en la propagación de prácticas y devociones que aún hoy están presentes entre la población católica, como la devoción a la Virgen María a través del rezo del rosario.


Paz y bien,
CrisTina
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor sor nilda rivera » Sab Sep 06, 2014 12:40 pm

Historia de los Trapenses

LA HISTORIA DE LA ORDEN DE LOS TRAPENSES

Durante la historia del cristianismo se han creado muchas ordenes monásticas que suelen definirse en gran parte por el nombre de sus fundadores, aunque diferencias entre los seguidores de un mismo fundador sobre sus ideas y reglas llevaron a menudo a cismas y a la creación de nuevas ordenes.

Logotipo de Trappist

Los trapenses pertenecen a la orden de los cistercienses y siguen la regla de San Benito (480-547), por lo que a su vez son benedictinos. La regla de San Benito se basa en la idea de que el trabajo manual es fundamental para acercarse más a Dios. Así, los benedictinos vivían en clausura, alternando el trabajo manual con la oración.

San Benito decía que "había que vivir del trabajo de nuestras manos". Por eso todos los monasterios benedictinos se dedicaron a fertilizar los campos y a producir algún que otro producto para vender.

Como la Iglesia monopolizaba el conocimiento y la ciencia, y los monasterios eran los lugares donde se copiaban los libros y se estudiaba, no es de extrañar que los monjes hayan sido fundamentales en el desarrollo de la ciencia de la elaboración de cerveza.

Cartel anuncio de Chimay

En el monasterio donde vivía San Benito, Monte Cassino, en el sur de Italia, se servía vino a los huéspedes, pero a medida que la orden de los Benedictinos se extendió al norte de Europa comenzó a elaborarse cerveza en los monasterios . Así, el misionero San Columba, que cumplía su misión en Irlanda, escribió en el siglo VII sobre la cerveza que se elaboraba en su monasterio y en el monasterio de Sankt Gall, cerca de Zurich. Este último tenía en el siglo IX tres salas de elaboración de cerveza que se diferenciaban en función de las personas a las que iba destinada la bebida: una para los monjes, otra para los huéspedes y otra para los peregrinos.

A principios de nuestro milenio ciertos benedictinos, convencidos de que en sus monasterios no se seguían ya las reglas de San Benito, formaron otra orden con sede en Citeaux (Francia), en la que se retomaron las bases de la regla original.

Por el nombre de la ciudad de su sede esta orden recibió el nombre de Cistercienses.


En el Siglo XVII el abad Rancé del monasterio cisterciense de La Trappe, en Francia, llevó a cabo una reforma en su monasterio caracterizada por una severidad extrema. Otros monasterios siguieron su ejemplo y así se formó la orden de los trapenses, conocida por sus reglas muy estrictas.

Los problemas originados por la Revolución Francesa y su anticlericalismo produjeron un éxodo de los monjes de Francia hacia países más seguros, y así se fundaron los monasterios trapenses en Bélgica y Holanda a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
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Re: 4. La Orden del Cister. 1 septiembre

Notapor juaman2003 » Sab Sep 06, 2014 3:21 pm

Caballeros templarios

.Orden de los Pobres Caballeros de Cristo
Caballeros del Templo de Salomón

Sello de los caballeros templarios que muestra a dos miembros de la orden subidos en un solo caballo, símbolo de su pobreza. También es visible: "Sigillum Militum Xpisti" ("Sello de los soldados de Cristo").
________________________________________
Activa 1119-1314
Fidelidad Santa Sede

Tipo Orden religiosa y militar

Tamaño 15.000-20.000 miembros, de los cuales un 10 % eran caballeros.1 2

Cultura e historia
Mote Orden del Temple
Patrón San Bernardo de Claraval

Lema "Non nobis, Domine, Non Nobis. Sed Nomini Tuo Da Gloriam"
Guerras y batallas
Reconquista.
Cruzadas:
• Batalla de Montgisard
• Batalla de los Cuernos de Hattin
• Batalla de Arsuf
• Caída de Acre


La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón (en latín, Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici), también llamada la Orden del Temple (Ordre du Temple en francés) y cuyos miembros son más comúnmente conocidos como caballeros templarios (templiers en francés), fue una de las más poderosas órdenes militares cristianas de la Edad Media. Se mantuvo activa durante poco menos de dos siglos. Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista. La orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, quien les impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro.
Aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129, durante el Concilio de Troyes (celebrado en la catedral de la misma ciudad), la Orden del Temple creció rápidamente en tamaño y poder. Los caballeros templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz paté roja dibujada en él. Militarmente, sus miembros se encontraban entre las unidades mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas. Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica dentro del mundo cristiano. Crearon, incluso, nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco. La orden, además, edificó una serie de fortificaciones por todo el mar Mediterráneo y Tierra Santa.
El éxito de los templarios se encuentra estrechamente vinculado a las Cruzadas. La pérdida de Tierra Santa derivó en la desaparición de los apoyos de la orden. Además, los rumores generados en torno a la secreta ceremonia de iniciación de los templarios crearon una gran desconfianza. Felipe IV de Francia, fuertemente endeudado con la orden y atemorizado por su creciente poder, comenzó a presionar al papa Clemente V con el objeto de que tomara medidas contra sus integrantes. En 1307, un gran número de templarios fueron apresados, inducidos a confesar bajo tortura y posteriormente quemados en la hoguera.8 En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe IV y disolvió la orden. Su brusca erradicación dio lugar a especulaciones y leyendas que han mantenido vivo el nombre de los caballeros templarios hasta nuestros días.
INDICE
• 1 Antecedentes
• 2 Historia
o 2.1 Fundación y primeros tiempos
o 2.2 El principio del fin
o 2.3 Tras su expulsión de Tierra Santa
• 3 Historia por territorios
o 3.1 En Aragón
o 3.2 En Castilla y León
o 3.3 En Portugal
o 3.4 En Inglaterra, Escocia e Irlanda
o 3.5 En Polonia
o 3.6 En Hungría
• 4 El final de la orden
• 5 Creencias heréticas atribuidas a los templarios
• 6 Processus contra Templarios
• 7 Economía de la Orden
o 7.1 La banca
o 7.2 La encomienda
o 7.3 Comerciantes de reliquias
• 8 La Cruz paté roja
o 8.1 Uso de la cruz y los colores
• 9 Templarios en la actualidad
• 10 Templarios notables
o 10.1 Los nueve fundadores
o 10.2 Grandes maestres de la orden
• 11 Templarios en la literatura
• 12 Templarios en videojuegos
• 13 Referencias
• 14 Bibliografía
• 15 Enlaces externos
Antecedentes
Controladas las invasiones musulmanas y vikingas, bien por vía militar, bien por asentamiento, comenzó en la Europa occidental una etapa expansiva. Se produjo un aumento de la producción agraria íntimamente relacionado con el crecimiento de la población. Asimismo, el comercio experimentó un nuevo renacer, al igual que las ciudades.
La autoridad religiosa, matriz común en dicha región y única visible en los siglos anteriores, había logrado introducir en el belicoso mundo medieval ideas como la paz de Dios o la tregua de Dios, que dirigían el ideal de caballería hacia la defensa de los débiles. No obstante, no rechazaba el uso de la fuerza para la defensa de la Iglesia. “Ya el pontífice Juan VIII, a finales del siglo IX, había declarado que aquellos que murieran en el campo de batalla luchando contra el infiel verían sus pecados perdonados. Es más, se equipararían a los mártires por la fe”.
Existía, pues, un arraigado y exacerbado sentimiento religioso que se manifestaba en las peregrinaciones a lugares santos, habituales en la época. Roma, como lugar tradicional de peregrinación, fue paulatinamente sustituido, a principios del siglo XI, por Santiago de Compostela y Jerusalén. Estos nuevos destinos no estaban exentos de peligros y obstáculos, como salteadores de caminos o fuertes tributos para los señores locales, pero el sentimiento religioso, unido a la espera de encontrar aventuras y fabulosas riquezas en Oriente, sedujo a muchos peregrinos, que al volver a sus hogares relataban sus penalidades.

Manuscrito en pergamino sellado con nueve vueltas de hilo de seda y lacre rojo. Se puede distinguir el sello de la Orden.
El pontífice Urbano II, tras asegurar su posición al frente de la Iglesia, continuó con las reformas de su predecesor, Gregorio VII. La petición de ayuda realizada por los bizantinos, junto con la caída de Jerusalén en manos turcas, propició que en el Concilio de Clermont (en noviembre de 1095) Urbano II expusiera, ante una gran audiencia, los peligros que amenazaban a los cristianos occidentales y las vejaciones a las que se veían sometidos los peregrinos que viajaban a Jerusalén. La expedición militar propuesta por Urbano II pretendía también rescatar esta ciudad de manos musulmanas.
Las recompensas espirituales prometidas, aunadas al ansia de riquezas, hicieron que príncipes y señores respondiesen pronto al llamamiento del pontífice. La Europa cristiana se movió con un ideario común bajo el grito de “Dios lo quiere” ("Deus vult"), frase que encabeza el discurso del Concilio de Clermont, en el que Urbano II convocó la Primera Cruzada.
Dicha expedición militar culminó con la conquista de Jerusalén en 1099 y con la constitución de territorios latinos en la zona: los condados de Edesa y Trípoli, el principado de Antioquía y el reino de Jerusalén, en donde Balduino I no tuvo inconveniente en asumir, ya en 1100, el título de rey.
Historia
Fundación y primeros tiempos
Apenas creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su segundo rey, tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillón, algunos de los caballeros que participaron en la Primera Cruzada decidieron quedarse a defender los Santos Lugares y a los peregrinos cristianos que viajaban a ellos. Balduino I necesitaba organizar el reino y no podía dedicar muchos recursos a la protección de los caminos, ya que no contaba con efectivos suficientes para hacerlo. Esto, y el hecho de que Hugo de Payens fuese pariente del conde de Champaña (y probablemente pariente lejano del mismo Balduino), llevó al rey a conceder a aquellos caballeros un lugar donde reposar y mantener sus equipos, así como a otorgarles derechos y privilegios, entre los que figuraba un alojamiento en su propio palacio, que no era sino la mezquita de Al-Aqsa, ubicada a la sazón en el interior de lo que en su día había sido el recinto del Templo de Salomón.10 Y, cuando Balduino abandonó la mezquita y sus alrededores como palacio para fijar el trono en la Torre de David, todas las instalaciones pasaron, de hecho, a los templarios, que de esta manera adquirieron no solo su cuartel general, sino su nombre.

Coronación de Balduino I (de la Histoire d'Outremer, siglo XIII).
Además, el rey Balduino se ocupó de escribir cartas a los reyes y príncipes más importantes de Europa a fin de que prestaran ayuda a la recién nacida orden, que había sido bien recibida no solo por el poder político, sino también por el eclesiástico, ya que fue el patriarca de Jerusalén la primera autoridad de la Iglesia que la aprobó canónicamente. Nueve años después de la creación de la orden en Jerusalén, en 1129 se reunió el llamado Concilio de Troyes, que se encargaría de redactar la regla para la recién nacida Orden de los Pobres Caballeros de Cristo.
El concilio fue encabezado por el legado pontificio D'Albano, y a este concurrieron los obispos de Chartres, Reims, París, Sens, Soissons, Troyes, Orleans, Auxerre y demás casas eclesiásticas de Francia. Hubo también varios abades, como san Esteban Harding, mentor de san Bernardo, el mismo san Bernardo de Claraval y laicos como los condes de Champaña y de Nevers. Hugo de Payens expuso ante la asamblea las necesidades de la orden, por lo que se decidieron, artículo por artículo, hasta los más mínimos detalles de esta, desde la forma de ayunar hasta la de llevar el peinado, pasando por rezos, oraciones e incluso armamento.
Por lo tanto, la regla más antigua de la que se tiene noticia es la redactada en ese concilio. Escrita casi seguramente en latín, estaba basada hasta cierto punto en los hábitos y usos anteriores al concilio. Las modificaciones principales vinieron del hecho de que hasta ese momento los templarios estaban viviendo bajo la Regla de San Agustín, que en el concilio se sustituyó por la Regla Cisterciense (la de san Benito, pero modificada) y que profesaba san Bernardo.
La regla primitiva constaba de un acta oficial del concilio y de un reglamento de 75 artículos, entre los que figuran algunos como:
Artículo X: Del comer carne en la semana. En la semana, si no es en el día de Pascua de Natividad, o Resurrección, o festividad de Nuestra Señora, o de Todos los Santos, que caigan, basta comerla en tres veces, o días, porque la costumbre de comerla, se entiende, es corrupción de los cuerpos. Si el martes fuere de ayuno, el miércoles se os dé con abundancia. En el domingo, así a los caballeros como a los capellanes, se les dé sin duda dos manjares, en honra de la santa Resurrección; los demás sirvientes se contenten con uno y den gracias a Dios.
Una vez redactada, fue entregada al patriarca latino de Jerusalén Esteban de la Ferté, también llamado Esteban de Chartres, si bien algunos autores estiman que el redactor pudo ser más bien su predecesor, Garmond de Picquigny, quien la modificó eliminando 12 artículos e introduciendo 24 nuevos, entre los cuales se encontraba la referencia a que los caballeros solo vistieran el manto blanco y los sargentos un manto negro.
Después de recibir la regla básica, cinco de los nueve integrantes de la orden viajaron, encabezados por Hugo de Payens, por Francia primero y por el resto de Europa después, con el objeto de recoger donaciones y alistar caballeros en sus filas. Se dirigieron inicialmente a los lugares de los que provenían, con la certeza de que serían aceptados y asegurándose cuantiosas donaciones. En este periplo consiguieron reclutar en poco tiempo una cifra cercana a los trescientos caballeros, sin contar escuderos, hombres de armas y pajes.

Balduino II de Jerusalén cede el Templo de Salomón a Hugo de Payens y a Godofredo de Saint-Omer.
Importante fue para la orden la ayuda que en Europa les concedió el abad san Bernardo de Claraval, quien, por sus parentescos y su cercanía con varios de los nueve primeros caballeros, se esforzó sobremanera en darla a conocer por medio de sus altas influencias en Europa, sobre todo en la Corte Papal. San Bernardo era sobrino de André de Montbard, quinto gran maestre de la orden, y primo por parte de madre de Hugo de Payens. Era también un creyente convencido y hombre de gran carácter, de una sapiencia y una independencia admiradas en muchas partes de Francia y en la propia Santa Sede. Reformador de la Regla Benedictina, sus discusiones con Pedro Abelardo, brillante maestro de la época, fueron muy conocidas.
Así pues, era de esperar que san Bernardo les aconsejara a los miembros de la orden una regla rígida y que los hiciera aplicarse a ella en cuerpo y alma. Participó en su redacción en 1129, en el Concilio de Troyes, durante el cual introdujo numerosas enmiendas al texto básico que redactó el patriarca de Jerusalén Esteban de la Ferté. Posteriormente ayudó de nuevo a Hugo de Payens en la redacción de una serie de cartas en las que defendía a la Orden del Temple como el verdadero ideal de la caballería e invitaba a las masas a unirse a ella.
Los privilegios de la orden fueron confirmados por las bulas Omne Datum Optimum (1139), Milites Templi (1144) y Militia Dei (1145). En ellas, de manera resumida, se daba a los caballeros templarios una autonomía formal y real respecto de los obispos y se los dejaba sujetos tan solo a la autoridad papal. Asimismo, se los excluía de la jurisdicción civil y eclesiástica, se les permitía tener sus propios capellanes y sacerdotes pertenecientes a la orden y se les otorgó el poder de recaudar bienes y dinero de variadas formas (por ejemplo, tenían derecho de óbolo ——esto es, las limosnas que se entregaban en todas las iglesias—— una vez al año). Además, estas bulas papales les daban derecho sobre las conquistas en Tierra Santa y les concedían atribuciones para construir fortalezas e iglesias propias, lo que les dio gran independencia y poder.
En 1167 (o en 1187, según algunos estudiosos13 ) se redactaron los estatutos jerárquicos de la orden, una especie de reglamento que desarrollaba artículos de la regla y normaba aspectos necesarios que no habían sido tenidos en cuenta por la regla primitiva (como la jerarquía de la orden, detallada relación de la vestimenta, vida conventual, militar y religiosa o deberes y privilegios de los hermanos templarios, por ejemplo). Consta de más de 600 artículos, divididos en secciones.

Hugo de Payens. Pintura del siglo XIX. Palacio de Versalles.
Durante su estancia inicial en Jerusalén se dedicaron únicamente a escoltar a los peregrinos que acudían a los Santos Lugares, y, ya que su escaso número (nueve) no permitía que realizaran actuaciones de mayor magnitud, se instalaron en el desfiladero de Athlit, desde donde protegían los pasos cerca de Cesarea. Hay que tener en cuenta, de todas maneras, que se sabe que eran nueve caballeros, pero, siguiendo las costumbres de la época, no se conoce exactamente cuántas personas componían en verdad la orden en principio, ya que todos los caballeros tenían un séquito menor o mayor. Se ha venido a considerar que por cada caballero habría que contar tres o cuatro personas más, por lo que estaríamos hablando de unas treinta a cincuenta personas entre caballeros, peones, escuderos, servidores, etc.
Sin embargo, su número aumentó de manera significativa al ser aprobada la regla, y ese fue el inicio de la gran expansión de los pauvres chevaliers du temple. Hacia 1170, unos cincuenta años después de su fundación, los caballeros de la Orden del Templo se extendían ya por tierras de las actuales naciones de Francia, Alemania, Reino Unido, España y Portugal. Esta expansión territorial contribuyó al enorme incremento de su riqueza, como la cual no había otra en todos los reinos de Europa.
Los templarios tuvieron una destacada participación en la Segunda Cruzada, durante la cual protegieron al rey Luis VII de Francia luego de las derrotas que este sufrió a causa de los turcos. Hasta tres grandes maestres cayeron presos en combate en un lapso de 30 años: Bertrand de Blanchefort (1157), Eudes de Saint-Amand y Gerard de Ridefort (1187).
El principio del fin.
Pero las derrotas ante Saladino, sultán de Egipto, los hicieron retroceder. Así, en la batalla de los Cuernos de Hattin, que tuvo lugar el 4 de julio de 1187 en Tierra Santa, al oeste del mar de Galilea, en el desfiladero conocido como Cuernos de Hattin (Qurun-hattun), el ejército cruzado, formado principalmente por contingentes templarios y hospitalarios a las órdenes de Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y de Reinaldo de Châtillon, se enfrentó a las tropas de Saladino. Este les infligió una gran derrota, en la cual cayó prisionero el gran maestre de los templarios Gérard de Ridefort y perecieron muchos templarios y hospitalarios. Saladino tomó posesión de Jerusalén y terminó de un manotazo con el reino que había fundado Godofredo de Bouillón. Sin embargo, la presión de la Tercera Cruzada y las gestiones de Ricardo I de Inglaterra (llamado Corazón de León) lograron un acuerdo con Saladino para convertir Jerusalén en una especie de ciudad libre para el peregrinaje.

Batalla de los Cuernos de Hattin, en 1187, momento decisivo de las Cruzadas.
Después del desastre de los Cuernos de Hattin, las cosas fueron de mal en peor, y en 1244 cayó definitivamente Jerusalén, recuperada 16 años antes por el emperador Federico II por medio de pactos con el sultán Al-Kamil. Los templarios se vieron obligados a mudar sus cuarteles generales a San Juan de Acre, junto con otras dos grandes órdenes monástico-militares: los hospitalarios y los teutónicos.
Las posteriores cruzadas (esto es, la Cuarta, la Quinta y la Sexta), a las que evidentemente se alistaron los templarios, no tuvieron repercusiones prácticas en Tierra Santa o fueron episodios demenciales (como la toma de Bizancio en la Cuarta Cruzada).
En 1248, Luis IX de Francia (después conocido como san Luis) decide convocar la Séptima Cruzada, la cual lidera, pero el objetivo de esta no es Tierra Santa, sino Egipto. El error táctico del rey y las pestes que sufrieron los ejércitos cruzados condujeron a la derrota de Mansura y a un desastre posterior en el que el propio Luis IX cayó prisionero. Fueron los templarios, tenidos en alta estima por sus enemigos, quienes negociaron la paz y prestaron al monarca la fabulosa suma que componía el rescate que se debía pagar por su persona.
En 1291 se dio la Caída de Acre, con los últimos templarios luchando junto a su maestre, Guillaume de Beaujeu, lo que constituyó el fin de la presencia cruzada en Tierra Santa, pero no el fin de la orden, que mudó su cuartel general a Chipre, isla de su propiedad tras comprarla a Ricardo Corazón de León, pero que hubieron de devolver al rey inglés ante la rebelión de los habitantes.
Esta convivencia de templarios y soberanos en Chipre (de la familia Lusignan) fue incómoda a tal punto que la orden participó en la revuelta palaciega que destronó a Enrique II de Chipre para entronizar a su hermano Amalarico. Este hecho permitió la supervivencia de la orden en la isla hasta varios años después de su disolución en el resto de la cristiandad (1310).
Tras su expulsión de Tierra Santa
Los templarios intentarían reconquistar cabezas de puente para su nueva penetración en Oriente Medio desde Chipre, siendo la única de las tres grandes órdenes de caballería que lo intentó, pues tanto los hospitalarios como los caballeros teutónicos dirigieron sus intereses a diferentes lugares. La isla de Arwad, perdida en septiembre de 1302, fue la última posesión de los templarios en Tierra Santa. Los jefes de la guarnición murieron (Barthélemy de Quincy y Hugo de Ampurias) o fueron capturados (fray Dalmau de Rocabertí).
Este esfuerzo se revelaría a la postre inútil no tanto por la falta de medios o de voluntad como por el hecho de que la mentalidad había cambiado y a ningún poder de Europa le interesaba ya la conquista de los Santos Lugares, con lo que los templarios se hallaron solos. De hecho, una de las razones por las que al parecer Jacques de Molay se encontraba en Francia cuando lo capturaron era la intención de convencer al rey francés de emprender una nueva cruzada.
Historia por territorios.
En Aragón.
Artículo principal: Templarios en la Corona de Aragón
La orden comienza su implantación en la zona oriental de la Península Ibérica en la década de 1130. En 1131, el conde de Barcelona Ramón Berenguer III pide su entrada en la orden, y en 1134, el testamento de Alfonso I de Aragón les cede su reino a los templarios, junto a otras órdenes, como los hospitalarios o la del Santo Sepulcro. Este testamento sería revocado, y los nobles aragoneses, disconformes, entregaron la corona a Ramiro II, aunque hicieron numerosas concesiones, tanto de tierras como de derechos comerciales a las órdenes para que renunciaran. Este rey buscaba la unión con Barcelona de la que nacería la Corona de Aragón.
Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón pronto llegaría a un acuerdo con los templarios para que colaboraran en la Reconquista, la concordia de Gerona, en 1143, por la que recibieron los castillos de Monzón, Mongay, Chalamera, Barberá, Remolins y Corbins, junto con la Orden militar de Belchite de Lope Sanz, favoreciéndoles con donaciones de tierras, así como con derechos sobre las conquistas (un quinto de las tierras conquistadas, el diezmo eclesiástico, parte de las parias cobradas a los reinos taifas). También, según estas condiciones, cualquier paz o tregua tendría que ser consentida por los templarios, y no sólo por el rey.
Como en toda Europa, numerosas donaciones de padres que no podían dar un título nobiliario más que al hijo mayor, y buscaban cargos eclesiásticos, militares, cortesanos o en órdenes religiosas, enriquecieron a la orden.

El castillo de Monzón en Aragón.
En 1148, por su colaboración en las conquistas del sur del Patrimonio del Casal de Aragón, los templarios recibieron tierras en Tortosa (de la que tras comprar las partes del príncipe de Aragón y conde de Barcelona y los genoveses quedaron como señores) y de Lérida (donde se quedaron en Gardeny y Corbins). Tras una resistencia que se prolongaría hasta 1153, cayeron las últimas plazas de la región, recibiendo los templarios Miravet, en una importante situación en el Ebro.
Tras la derrota de Muret, que supuso la pérdida del imperio transpirenaico aragonés, los templarios se convirtieron en custodios del heredero a la corona en el castillo de Monzón. Este, Jaime I el Conquistador, contaría con apoyo templario en sus campañas en Mallorca (donde recibirían un tercio de la ciudad, así como otras concesiones en ella), y en Valencia (donde de nuevo recibieron un tercio de la ciudad).
Los templarios se mantuvieron fieles al rey Pedro III de Aragón, permaneciendo a su lado durante la excomunión que sufrió a raíz de su lucha contra los angevinos de Francia en Italia.
Finalmente los Templarios se asentarán en Aragón gracias a la absorción de la Orden del Santo Redentor, de Teruel, en 1196, que a su vez se había beneficiado de la disolución de la Orden de Monte Gaudio en 1188, fundada en Alfambra.
En Castilla y León[editar]
Los templarios ayudaron a la repoblación de zonas conquistadas por los cristianos, creando asentamientos en los que edificaban ermitas bajo la advocación de mártires cristianos, como es el caso de Hervás, población del Señorío de Béjar.
Ante la invasión almohade, los templarios lucharon en el ejército cristiano, venciendo junto a los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212).
En 1265, colaboraron en la conquista de Murcia, que se había levantado en armas, recibiendo en recompensa Jerez de los Caballeros, Fregenal de la Sierra, el castillo de Murcia y Caravaca.
En Portugal.

El castillo de Soure en Portugal.
Los templarios entran en Portugal en tiempos de la condesa Teresa de León, de la que reciben el castillo de Soure en 1127 a cambio de su colaboración en la Reconquista. En 1145 reciben el castillo de Longroiva por su ayuda a Alfonso Henriques en la toma de Santarém. En 1147 reciben el castillo de Cera, cerca de Tomar, que se convertiría en su sede regional. Los templarios serían una orden bien asentada en Portugal.
Tras la bula papal ordenando la disolución, los reyes portugueses cambiaron el nombre de la orden en Portugal por el de Orden de Cristo, aunque con sustanciales diferencias respecto a la Orden del Templo original, sobre todo en cuanto a regla, votos y forma de elección de los cargos.
En Inglaterra, Escocia e Irlanda.
En Inglaterra, país muy unido a Francia dado que en la época el rey inglés era a la sazón duque de Normandía y señor de numerosos feudos franceses, la Orden estuvo presente desde sus inicios.
Si bien su presencia no alcanzó la extensión que poseía en Francia, no es menos cierto que fue de vital importancia, tanto territorial como políticamente. De hecho, Ricardo Corazón de León fue un benefactor de la Orden y uno de sus magnates, hasta el punto de que su escolta personal la componían templarios y de que, a su muerte, fue enterrado con su hábito. Asimismo, tuvo gran simpatía por los templarios Guillermo El Mariscal, que fue considerado el mejor caballero de su época.
En Polonia.
Los templarios no estuvieron presentes en Polonia hasta el siglo XIII, cuando el príncipe silesio Henryk Brodaty les cedió propiedades en las tierras de Oławy (Oleśnica Mała) y Lietzen (Leśnica). Más tarde Władysław Odoniec les donaría Myślibórz, Wielka Wieś, Chwarszczany y Wałcz. El príncipe polaco Przemysław II les entregaría Czaplinek. La Orden llegaría a tener en Polonia al menos doce komandorie (comendadores), que según algunos historiadores pudieron ser hasta cincuenta. A pesar de su lejanía de Tierra Santa y del Mediterráneo, que era el centro de la Orden, llegaría a haber entre ciento cincuenta y doscientos caballeros en Polonia, de procedencia mayoritariamente germánica. El número de caballeros polacos es difícil de estimar. A la disolución de la Orden, la inmensa mayoría de ellos se pasaron a la Orden de los Caballeros Hospitalarios o a la de los Caballeros Teutónicos.
En Hungría.
La presencia de los templarios en Hungría, así como en la mayor parte de Europa Oriental, se debió al afán colonizador de los monarcas de aquella región. Los caballeros del Temple nunca tuvieron grandes propiedades en suelo húngaro, pues allí las órdenes Teutónica y del Hospital fueron las más favorecidas. Sin embargo, contaron con un mínimo de dos casas en Hungría central, una en Esztergom y otra en Egyházasfalu, además de un castillo en Léka. En Croacia (en aquel entonces parte del reino húngaro) tuvieron varias fortalezas, como las de Vrana y de Kliss, y fue esta la región donde ejercieron más influencia. Los registros sobre la extinción de la orden bajo el reinado de Carlos I de Hungría son muy escasos, por lo que resulta difícil reconstruir lo que sucedió. Tras la disolución de la orden, las propiedades de esta pasaron a manos de los caballeros hospitalarios, quienes también heredaron el título de ispán de Dubica, ostentado hasta entonces por el maestre templario.
El final de la orden.

Ilustración de un manuscrito medieval en el que se acusa a los templarios de sodomía.
El último gran maestre, Jacques de Molay, se negó a aceptar el proyecto de fusión de las órdenes militares bajo un único rey soltero o viudo (Proyecto Rex Bellator, impulsado por el gran sabio Ramón Llull), a pesar de las presiones papales. El 6 de junio de 1306 fue llamado a Poitiers por el papa Clemente V para un último intento, tras cuyo fracaso, el destino de la orden quedó sellado. Felipe IV de Francia, ante las deudas que había adquirido su país, entre otras cosas, por el préstamo que su abuelo Luis IX solicitó para pagar su rescate tras ser capturado en la Séptima Cruzada, y su deseo de un Estado fuerte, con el rey concentrando todo el poder (que, entre otros obstáculos, debía superar el poder de la Iglesia y las diversas órdenes religiosas como los templarios), convenció (o más bien, intimidó) a Clemente V,[cita requerida] fuertemente ligado a Francia, pues era de su hechura, de que iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a ídolos paganos (se les acusó de escupir sobre la cruz, renegar de Cristo a través de la práctica de ritos heréticos, de adorar a Baphomet y de tener contacto homosexual, entre otras cosas).
En esta labor contó con la inestimable ayuda de Guillermo de Nogaret, canciller del reino, famoso en la historia por haber sido el estratega del incidente de Anagni, en el que Sciarra Colonna había abofeteado al papa Bonifacio VIII, con lo que el Sumo Pontífice había muerto de humillación al cabo de un mes;[cita requerida] del Inquisidor General de Francia, Guillermo Imberto, más conocido como Guillermo de París; y de Eguerrand de Marigny, quien al final se apoderará del tesoro de la orden y lo administrará en nombre del rey, hasta que sea transferido a la orden de los Hospitalarios.
Para ello se sirvieron de las acusaciones de un tal Esquieu de Floyran, espía a las órdenes tanto de la Corona de Francia como de la Corona de Aragón.
Parece ser que Esquieu le fue a Jaime II de Aragón con la historia de que un prisionero templario, con quien había compartido una celda, le había confesado los pecados de la orden. Jaime no le creyó y lo echó "con cajas destempladas"..., así que Esquieu se fue a Francia a probar suerte ante Guillermo de Nogaret, que no tenía más voluntad que la del Rey, y que, creyera o no creyera en el mismo, no perdió la oportunidad de usarlo como pie para montar el dispositivo que, a la postre, llevó a la disolución de la orden.
Felipe despachó correos a todos los lugares de su reino con órdenes estrictas de que nadie los abriera hasta un día concreto: el jueves, 12 de octubre de 1307, en la que se podría decir que fue una operación conjunta simultánea en toda Francia.[cita requerida] En esos pliegos se ordenaba la captura de todos los templarios y la requisa de sus bienes.
De esta manera, en Francia, Jacques de Molay, último gran maestre de la orden, y ciento cuarenta templarios fueron encarcelados y seguidamente sometidos a torturas, método por el cual consiguieron que la mayoría de los acusados se declararan culpables de los cargos, inventados o no. Cierto es que algunos efectuaron similares confesiones sin el uso de la tortura, pero lo hicieron por miedo a ella; la amenaza había sido suficiente. Tal era el caso del mismo gran maestre, Jacques de Molay, quien luego admitió haber mentido para salvar la vida.
Por otra parte, esta misma misiva papal de 1308 arribó a varios reinos europeos incluyendo el Reino de Hungría, donde el recientemente coronado Carlos I Roberto de Hungría, tenía otros problemas mayores, pues una serie de "reyezuelos" (altos nobles) no reconocían su reinado y estaba en constante guerra contra ellos. En 1314 en el concilio de Zagrab, el rey húngaro y el alto clero decidieron finalmente la disolución de la provincia templaria húngara. Posteriormente se procedió con la confiscación de sus propiedades en Hungría y en la región de Eslavonia (ubicada dentro del reino de húngaro para esa época), las cuales pasaron a manos del rey directamente. Carlos I las donó posteriormente a nobles y en su mayoría a la orden Hospitalaria, asunto que se concreció en la década de 1340, pues el rey dejó asentado en uno de sus documentos que entregaba momentáneamente las propiedades templarias (a un noble) mientras se aclaraba la situación y el destino de la orden.
Llevada a cabo sin la autorización del papa, quien tenía a las órdenes militares bajo su jurisdicción inmediata, esta investigación era radicalmente corrupta en cuanto a su finalidad y a sus procedimientos,[cita requerida] pues los templarios habían de ser juzgados con respecto al Derecho canónico y no por la justicia ordinaria. Esta intervención del poder temporal en la esfera de personas que estaban aforadas y sometidas por ello a la jurisdicción papal, no sólo produjo de Clemente V una enérgica protesta, sino que el Pontífice anuló el juicio íntegramente y suspendió los poderes de los obispos y sus inquisidores. No obstante, la acusación había sido admitida y permanecería como la base irrevocable de todos los procesos subsiguientes.
Felipe el Hermoso sacó ventaja del "desenmascaramiento", y se hizo otorgar por la Universidad de París el título de «campeón y defensor de la fe», y, en los Estados Generales convocados en Tours supo poner a la opinión pública en contra de los supuestos crímenes de los templarios. Más aún, logró que se confirmaran delante del papa las confesiones de setenta y dos presuntos templarios acusados, quienes habían sido expresamente elegidos y entrenados de antemano. En vista de esta investigación realizada en Poitiers (junio de 1308), el papa, que hasta entonces había permanecido escéptico, finalmente se mostró interesado y abrió una nueva comisión, cuyo proceso él mismo dirigió. Reservó la causa de la Orden a la comisión papal, dejando el juicio de los individuos en manos de las comisiones diocesanas, a las que devolvió sus poderes.
La comisión papal asignada al examen de la causa de la orden había asumido sus deberes y reunió la documentación que habría de ser sometida al papa y al concilio convocado para decidir sobre el destino final de la orden. La culpabilidad de las personas aisladas, que se evaluaba según lo establecido, no entrañaba la culpabilidad de la orden. Aunque la defensa de la orden fue efectuada deficientemente, no se pudo probar que ésta, como cuerpo, profesara doctrina herética alguna o que una regla secreta, distinta de la regla oficial, fuese practicada. En consecuencia, en el Concilio General de Vienne, en el Delfinado, el 16 de octubre de 1311, la mayoría fue favorable al mantenimiento de la orden, pero el papa, indeciso y hostigado por la corona de Francia principalmente, adoptó una solución salomónica: decretó la disolución, no la condenación, y no por sentencia penal, sino por un decreto apostólico (bula Vox clamantis del 22 de marzo de 1312).
El papa reservó para su propio arbitrio la causa del gran maestre y de sus tres primeros dignatarios. Ellos habían confesado su culpabilidad y sólo quedaba reconciliarlos con la Iglesia una vez que hubiesen atestiguado su arrepentimiento con la solemnidad acostumbrada. Para darle más publicidad a esta solemnidad, delante de la catedral Notre Dame de París fue erigida una plataforma para la lectura de la sentencia, pero en el momento supremo, Molay recuperó su coraje y proclamó la inocencia de los templarios y la falsedad de sus propias supuestas confesiones. En reparación por este deplorable instante de debilidad, se declaró dispuesto al sacrificio de su vida y fue arrestado inmediatamente como herético reincidente, junto a otro dignatario que eligió compartir su destino, y fue quemado junto a Geoffroy de Charnay atados a una estaca frente a las puertas de Notre Dame en l'Ille de France el día de la Candelaria (18 de marzo) de 1314.

Quema de templarios en Francia.
En los otros países europeos, las acusaciones no fueron tan severas, y sus miembros fueron absueltos, pero, a raíz de la disolución de la orden, los templarios fueron dispersados. Sus bienes fueron repartidos entre los diversos estados y la orden de los Hospitalarios: en la Península Ibérica pasaron a la corona de Aragón en el este peninsular, a Castilla en el centro y norte, a Portugal en el oeste y a los Hospitalarios. Tanto en Aragón como en Castilla surgieron varias órdenes militares que tomaron el relevo a la disuelta, como la orden de los Frates de Cáceres, Santiago, Montesa, Calatrava o Álcantara, a las que se concedió la custodia de los bienes requisados. En Portugal, el rey Dionisio les restituye en 1317 como "Militia Christi" o Caballeros de Cristo, asegurando así las pertenencias (por ejemplo, el castillo de Tomar) de la orden en este país. En Polonia, los Hospitalarios recibieron la totalidad de las posesiones de los Templarios.
Actualmente se encuentra en los archivos vaticanos el pergamino de Chinon, que contiene la absolución del papa Clemente V a los Templarios. Aun cuando este documento tiene una gran importancia histórica, pues demuestra la vacilación del papa, nunca fue oficial y aparece fechado con anterioridad a las Bulas Vox in excelso, Ad providam y Considerantes, donde se procedió a la disolución de la Orden y la distribución de sus bienes. Así, según el texto de Vox in excelso: "Nos suprimimos (...) la Orden de los templarios, y su regla, hábito y nombre, mediante un decreto inviolable y perpetuo, y prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este sentido, incurre automáticamente en excomunión". En concreto, el Manuscrito de Chinon está fechado en agosto de 1308. En esas mismas fechas (agosto de 1308), el papa emite la bula Facians Misericordiam, donde confirma la devolución de la jurisdicción a los inquisidores y emite el documento de acusación a los templarios, con 87 artículos de acusación. Asimismo, emite la bula Regnans in coelis, por la que convoca el Concilio de Vienne. Por tanto, estas dos bulas, que sí fueron promulgadas oficialmente, tienen validez desde el punto de vista canónico, mientras que el documento de Chinon es un mero "borrador" de gran importancia histórica, pero escasa importancia jurídica.
Creencias heréticas atribuidas a los templarios.
Durante el proceso contra la Orden, se realizaron numerosas acusaciones, de las cuales la que incluye el culto a Baphomet es una de las que más popularidad ha adquirido, habiendo sido recuperada por el ocultismo a partir del siglo XIX. También se incluían rituales de renegación de la cruz o de Cristo.
Dentro de la lista de cargos reunidos contra los templario aparecen más de cien acusaciones. Las referentes a la idolatría son: adoración de un gato que se les aparecía en las asambleas, que en cada provincia había ídolos, a saber, cabezas, alguna con tres caras, otras con una, y otras era una calavera humana, que adoraban a esos ídolos, o a ese ídolo, y especialmente durante los grandes capítulos y asambleas, que las veneraban, que las veneraban como a Dios, que las veneraban como a El Salvador, que decían que esa cabeza podía salvarlos, que podía hacerlos ricos, que les dio la riqueza de la Orden, que hizo que los árboles florecieran, que hizo que la tierra germinase, que tocaban o rodeaban cada cabeza de los citados ídolos con pequeños cordones, que luego se ceñían alrededor del cuerpo, cerca de la camisa o de la carne, y que actuaban así como veneración a un ídolo.
Processus contra Templarios.
El jueves 25 de octubre de 2007, los responsables del Archivo Vaticano publicaron el documento Processus contra Templarios, que recopila el Pergamino de Chinon, o las actas de exculpación del Vaticano a la Orden del Temple, precisamente el año en que se conmemoraba el 700º aniversario del inicio de la persecución contra la Orden.
El acto tuvo lugar en la Sala Vecchia del Sínodo, en el Vaticano, con la asistencia de Raffaele Farina, archivista bibliotecario de la Santa Romana Chiesa; Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano; Bárbara Frale, descubridora del pergamino y oficial del archivo; Marco Maiorino, oficial del archivo; Franco Cardini, medievalista, y Valerio Massimo Manfredi, arqueólogo y escritor.
Los documentos que sirvieron al Tribunal papal para decidir la suerte de los templarios se encuentran en el Archivo Secreto del Vaticano, y se habían extraviado desde el siglo XVI, después de que un archivero los guardase en un lugar erróneo. En 2001, la investigadora italiana Bárbara Frale los encontró y su estudio mostró que el Papa Clemente V no quiso en principio condenar a los templarios, aunque finalmente, cediendo a las presiones del rey de Francia, Felipe IV, terminaría haciéndolo.
El "Pergamino de Chinon", uno de los documentos del volumen Processus contra Templarios presentado por el Vaticano, corrige la leyenda negra sobre la Orden y muestra que todas las acusaciones fueron injurias que hizo Felipe IV para beneficio propio. A pesar de ello, y habida cuenta de que el "Pergamino de Chinon" es anterior a la fecha de las bulas papales de disolución de los templarios, en realidad aquel quedó como una expresión de la conciencia personal del Papa. En cambio, la postura oficial de la Iglesia es la de la disolución de la Orden. En efecto, el documento de Chinon data de agosto de 1308. Ese mismo mes de agosto de 1308, el Papa promulga la bula Facians Misericordiam, por la que se devolvió a los inquisidores su jurisdicción. En la segunda sesión del Concilio de Vienne, el 3 de abril de 1312, se aprueba la Bula Vox in Excelso, emitida por el propio Papa Clemente V el 22 de marzo de 1312, confirmada por la Bula Ad Providam de 2 de mayo de 1312. En ambas se declara la disolución definitiva de la Orden.
Processus contra Templarios establece que:
1. El Papa Clemente V no estuvo convencido de la culpabilidad de la Orden del Temple.
2. La Orden del Temple, su Gran Maestre Jacques de Molay y el resto de los templarios arrestados, muchos de ellos ajusticiados posteriormente, fueron absueltos por el Santo Padre luego de ser ajusticiados o quemados vivos.
3. La Orden nunca fue condenada, sino disuelta, fijando la pena de excomunión a quien quisiera reeditarla.
4. El Papa Clemente V no creyó en las acusaciones de herejía y por ello permitió a los templarios ajusticiados recibir los Sacramentos, a pesar de lo cual, fueron ajusticiados en la forma en que la jurisdicción canónica establecía para los herejes relapsos (aquellos que después de confesar, se echan atrás en sus confesiones).
5. Clemente V negó las acusaciones de traición, herejía y sodomía con las que el Rey de Francia acusó a los templarios, no obstante lo cual, convocó el Concilio de Vienne para confirmar dichas acusaciones.
6. El proceso y martirio de templarios fue un “sacrificio” para evitar un cisma en la Iglesia católica, que no compartía en su gran parte las acusaciones del Rey de Francia, y muy especialmente de la Iglesia francesa.
7. Las acusaciones fueron falsas y las confesiones conseguidas bajo torturas.
A la vista de los documentos históricos cabe resumir que, aunque el Papa Clemente V intentara en su fuero interno evitar la condena a los templarios, su debilidad frente a Felipe IV de Francia hizo que continuara con el proceso de disolución de la Orden. Este proceso de disolución acaba en 1312. Recojamos en este punto lo que la bula Ad Providam, que no ha sido al día de hoy derogada, dice al respecto:
"... Hace poco, Nos, hemos suprimido definitivamente y perpetuamente la Orden de la Caballería del Templo de Jerusalén a causa de los abominables, incluso impronunciables, hechos de su Maestre, hermanos y otras personas de la Orden en todas partes del mundo... Con la aprobación del sacro concilio, Nos, abolimos la constitución de la Orden, su hábito y nombre, no sin amargura en el corazón. Nos, hicimos esto no mediante sentencia definitiva, pues esto sería ilegal en conformidad con las inquisiciones y procesos seguidos, sino mediante orden o provisión apostólica."
Fragmento de la bula Ad Providam
Economía de la Orden
Cien años más tarde de su fundación oficial, hacia 1220, eran la organización más grande de Occidente, en todos los sentidos (desde el militar hasta el económico), con más de 9.000 encomiendas repartidas por toda Europa, unos 30.000 caballeros y sargentos (más los siervos, escuderos, artesanos, campesinos, etc.), más de 50 castillos y fortalezas en Europa y Oriente Próximo, una flota propia anclada en puertos propios en el Mediterráneo (Marsella) y en La Rochelle (en la costa atlántica de Francia).
Todo este poder económico se articulaba en torno a dos instituciones características de los templarios: la encomienda y la banca.
La banca.
Uno de los aspectos en los que la orden destacó de una manera extremadamente rápida y sobresaliente fue a la hora de afianzar todo un sistema socio-económico sin precedentes en la historia. La dura tarea de llevar un frente en ultramar les hizo proveerse de una increíble flota, una red de comercio fija y establecida, así como de un buen número de posesiones en Europa para mantener en pie un flujo de dinero constante que permitiera subsistir al ejército defensor en Tierra Santa.
A la hora de dar donaciones, la gente lo hacía de buena gana; unos, interesados en ganarse el cielo; otros, por el hecho de quedar bien con la Orden. De este modo la misma recibía posesiones, bienes inmuebles, parcelas, tierras, títulos, derechos, porcentajes en bienes, e incluso pueblos y villas enteras con los derechos y aranceles que sobre ellas caían. Muchos nobles europeos confiaron en ellos como guardianes de sus riquezas e incluso muchos templarios fueron usados como tesoreros reales, como en el caso del reino francés, que dispuso de tesoreros templarios que tenían la obligación de personarse en las reuniones de palacio en las que se debatiera el uso del tesoro.
Para mantener un flujo constante de dinero, la Orden tenía que tener garantías de que el capital no fuera usurpado o robado en los largos viajes. Con este fin se estableció en Francia una serie de redes de encomiendas que se esparcían por prácticamente toda la geografía francesa y que no distaban unas de otras más que un día de viaje. Con esta idea se aseguraban de que los comerciantes durmieran siempre a resguardo bajo techo y poder así garantizar siempre la seguridad de sus caminos.
No sólo supieron crearse todo un sistema de mercado, sino que se convirtieron en los primeros banqueros desde la caída de Roma. Y lo hicieron a sabiendas de la escasez de moneda en la vieja Europa y ofreciendo en sus tratos intereses mucho menos usurarios que los ofrecidos por los mercaderes judíos. Así pues, crearon libros de cuentas, la contabilidad moderna, los pagarés e incluso la primera letra de cambio. En esta época pesaba mucho la idea de transportar dinero en metálico por los caminos, y la Orden dispuso de documentos acreditativos para poder recoger una cantidad anteriormente entregada en cualquier otra encomienda de la orden. Solamente hacía falta la firma, o en su caso, el sello.
La encomienda.
La encomienda es un bien inmueble, territorial, localizado en determinado lugar, que se formaba gracias a donaciones y compras posteriores y a cuya cabeza se encontraba un Preceptor. Así, a partir de un molino (por ejemplo) los templarios compraban un bosque aledaño, luego unas tierras de labor, después adquirían los derechos sobre un pueblo, etc., y con todo ello formaban una encomienda, a manera de un feudo clásico. También podían formarse encomiendas reuniendo bajo un único preceptor varias donaciones más o menos dispersas. Tenemos noticia de encomiendas rurales (Mason Dieu, en Inglaterra, por ejemplo) y urbanas (el "Vieux Temple", recinto amurallado en plena capital francesa).
Al poco, su red de encomiendas derivó en toda una serie de redes de comercio a gran escala desde Inglaterra hasta Jerusalén, que ayudadas por una potente flota de barcos en el Mediterráneo consiguió hacerle la competencia a los mercaderes italianos (sobre todo, de Génova y Venecia). La gente confiaba en la Orden, sabía que sus donaciones y sus negocios estaban asegurados y por ello no dejaron nunca de tener clientela. Llegaron hasta el punto de hacerles préstamos a los mismísimos reyes de Francia e Inglaterra.
Comerciantes de reliquias.
Los templarios tuvieron uno de sus más lucrativos negocios en la comercialización de reliquias. Los templarios distribuían el óleo del milagro de Saidnaya, un santuario a 30 km de Damasco a cuya Virgen se atribuía el milagro de exudar un líquido oleoso. Los templarios lo embotellaban en pequeños frascos y lo distribuían en Occidente.[cita requerida] Al parecer, también comercializaron numerosos fragmentos del Lignum Crucis, la Santa Cruz en la que se decía había estado crucificado Jesucristo y que se decía habían encontrado ellos.
Sin embargo, sus operaciones económicas siempre tuvieron como meta el dotar a la Orden de los fondos suficientes como para mantener en Tierra Santa un ejército en pie de guerra constante. Y por ello el lema de la Orden:
Non nobis, Domine, non nobis,
sed Nomini Tuo da gloriam No para nosotros, Señor, no para nosotros
sino para la Gloria de Tu Nombre
La Cruz paté roja.

La Cruz paté roja.
El 27 de abril de 1147, el papa Eugenio III, presente en Francia cuando partía la Segunda Cruzada, asistió al capítulo de la orden celebrado en París. Concedió a los templarios el derecho a llevar permanentemente una cruz sencilla, pero ancorada o paté, que simbolizaba el martirio de Cristo. El color autorizado para tal cruz fue el rojo, «que era el símbolo de la sangre vertida por Cristo, así como también de la vida. Puesto que el voto de cruzada se acompañaba de la toma de la cruz, llevarla permanentemente simbolizaba la persistencia del voto de cruzada de los templarios».
Uso de la cruz y los colores.
La cruz estaba colocada sobre el hombro izquierdo, encima del corazón. En el caso de los caballeros, sobre el manto blanco, símbolo de pureza y castidad. En el caso de los sargentos, sobre el manto negro o pardo, símbolo de fuerza y valor. Así mismo, el pendón del Temple, que recibe el nombre de baussant o bauceant, significa semipartido, ya que también incluía estos dos colores, el blanco y el negro.
Templarios en la actualidad.

Caballero templario tallado en el tronco de un árbol en Priaranza del Bierzo (León).
Debido al misterio con que se ha adornado siempre la historia de la Orden del Temple, después de su disolución han ido apareciendo autoproclamados sucesores de la misma.
A principios de 1981, la Santa Sede se tomó el trabajo de confeccionar una lista de organizaciones que se declaraban sucesoras de los templarios y encontró más de cuatrocientas.
Cierto que la inmensa mayoría de ellas no son sino grupos de pantalla para cubrir otros fines, con prácticas que bordean el límite de lo lícito, y, algunas otras, con un claro comportamiento sectario (como la famosa secta Orden del Templo Solar). Incluso existen organizaciones delictivas.
Algunas asociaciones de esta lista, sin embargo, dedican su trabajo a fines altruistas (los Caballeros de la Alianza Templaria, por ejemplo) o a fines menos prácticos pero inocuos (la Orden de los Caballeros del Temple y de la Virgen María y su dedicación a la alquimia) o algunas "Hermandades o Maestrazgos", que en definitiva no son de linaje templario, sino más bien proyectos personales.
Algunas corrientes masónicas también dicen descender de los templarios, como el Rito Masónico Templario y la Estricta Observancia Templaria del Barón d'Hund, y algunos ritos masónicos tienen grados relacionados con los templarios. De hecho, Andrew Mitchell Ramsay, considerado el padre de la masonería escocesa como la conocemos hoy en día, en su "Discurso" afirmaría sin ambages que los cruzados habían fundado la masonería en Tierra Santa, y que dicha masonería no era sino la Orden del Temple. Así, la famosa Capilla Rosslyn sería atribuida sin fundamento a los templarios, dando inicio a leyendas en las que se dice que escondieron en su ornamentación las claves de su supuesto saber hermético y del lugar de su tesoro.
Pero ninguna de las organizaciones existentes hoy en día puede probar, en manera alguna, su efectiva y legal descendencia de la Orden fundada por Hugo de Payens y sus Pobres Caballeros de Cristo.
Para terminar, fue el inmortal Dante en su magna obra La Divina Comedia, en el «Libro del Paraíso», Capítulo XXX, versos 127-129, el que dio la última noticia real de los Templarios:
"Como al que quiere hablar y no halla acento
me llevó Beatriz y dijo: Mira
de estolas blancas este gran convento"
Templarios notables.
Los nueve fundadores.
1. Hugo de Payens
2. Godofredo de Saint-Omer
3. Godofredo de Bisol
4. Payen de Montdidier
5. André de Montbard
6. Arcimbaldo de Saint-Amand
7. Hugo Rigaud
8. Gondemaro
9. Rolando
Grandes maestres de la orden.

Jacques de Molay, el último gran maestre de la orden.
Artículo principal: Grandes Maestres del Temple.
1. Hugo de Payens (1118-1136)
2. Robert de Craon (1136-1146)
3. Evrard des Barrès (1147-1151)
4. Bernard de Tremelay (1151-1153)
5. André de Montbard (1154-1156)
6. Bertrand de Blanchefort (1156-1169)
7. Philippe de Milly (1169-1171)
8. Eudes de Saint-Amand (1171-1179)
9. Arnaud de Torroja (1180-1184)
10. Gérard de Ridefort (1185-1189)
11. Robert de Sablé (1191-1193)
12. Gilbert Hérail (1193-1200)
13. Phillipe de Plaissis (1201-1208)
14. Guillaume de Chartres (1209-1219)
15. Pedro de Montaigú (1219-1230)
16. Armand de Périgord (1232-1244)
17. Richard de Bures (1245-1247)
18. Guillaume de Sonnac (1247-1250)
19. Renaud de Vichiers (1250-1256)
20. Thomas Bérard (1256-1273)
21. Guillaume de Beaujeu (1273-1291)
22. Thibaud Gaudin (1291-1292)
23. Jacques de Molay (1292-1314)
Templarios en la literatura.
En la novela El Señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco, se recogen la historia, usos y costumbres de los templarios.
Uno de los personajes del libro El péndulo de Foucault, de Umberto Eco, llamado Casaubon, prepara su tesis doctoral sobre los templarios.
Iacobus de Matilde Asensi.
La trilogía El caballero templario de Jan Guillou, cuyo protagonista es Arn Magnusson.
La Hermandad de la Sábana Santa de Julia Navarro.
La sombra del templario de Núria Masot.
1305: Cuervos y Espadas de Mark Schindler.
El Último Templario de Edward Burman.
La salvación de los Templarios de Raymond Khoury
La Catedral de César Mallorquí.
El Templario de Paul Doherty.
El fin de los templarios de Andreas Beck
La Orden del Temple de Raymond Khoury (2006)
El tesoro de los nazareos de Jerónimo Tristante (2009)
El caballero del temple de José Luis Corral (2006)
También se habla de ellos en las novelas El código Da Vinci de Dan Brown, El enigma sagrado y La lápida templaria, del novelista Nicholas Wilcox (seudónimo del escritor español Juan Eslava Galán).

era menor a 7.000, con la exclusión de empleados y dependientes, los cuales debieron haber sido siete u ocho veces ese sobre 970 casas, incluyendo comandancias y castillos en el este y el oeste, asistido por un número de miembros.
Bibiografia
• Barber, Malcolm: The Trial of the Templars. Cambridge. Canto Edition, 1993. (Barber, Malcolm (1999). El juicio de los templarios. Editorial Complutense. ISBN 978-84-89784-76-5.)
• Barber, Malcolm (2001). Templarios: la nueva caballería. Barcelona: Martínez Roca. ISBN 84-270-2723-0.
• Barceló, E. (1998). Los Templarios.
• Bordonave, George: La vie quotidienne des Templiers au XIIIe Siècle. París. Librarie Hachette, 1975. Hay Traducción al Castellano. De la serie "La vida cotidiana". ISBN 978-84-7880-751-2
• Burman, Edward.: The Templars. Knights of God. Crucible, 1986. ISBN 0-89281-221-4
• Claraval, Bernardo de: Elogio de la Nueva Milicia Templaria. Madrid. Ediciones Siruela, 1994. ISBN 84-7844-867-5
• Demurger, Alain. Vie et mort de l'ordre du Temple, 1120-1314. Edition Nathan, Paris, 1998, ISBN 2-02-020815-6.
• Domínguez, Javier, Ferrer, Ramón, y Montesinos, Josep (editores): Palacio del Temple. Real y Sacro Convento de Nuestra Señora de Montesa y Santa María del Temple, Ministerio de Administraciones Públicas, Universitat de València, Universidad Politécnica, CAM, Televisión Española. Libro + CD interactivo + Audiovisual, 2004. Carece de ISBN, pero se puede encontrar la referencia aquí
• Duby, Georges: Guillermo el Mariscal. Madrid. Alianza Editorial, colección El Libro de Bolsillo, 1997. ISBN 978-84-20-63502-2
• Garrido, Luis, 1001 preguntas y respuestas sobre los templarios. Ediciones Libro Hobby, 2003. ISBN 978-84-9736-469-0
• Gobry, Iván: Le procès des Templiers. París. Perrin, 1995. ISBN 2-262-00041-7
• Lamy, Michelle: La otra historia de los templarios. Editorial: MR 1999. Título original: Les Templiers. ISBN 978-84-270-3110-4
• Ledesma Rubio, Mª.L.(1982). Templarios y Hospitalarios en el Reino de Aragón.
• Lynn Picknet-Clive Prince, La revelación de los templarios. Prólogo de Íker Jiménez. Ediciones Martínez Roca, 1997 S.A. ISBN 978-84-270-3204-0
• Martínez Díez, Gonzalo: Los Templarios en la Corona de Castilla. Burgos. Editorial La Olmeda. 1993.
• Mestre Godes, Jesús. Los Templarios. Trd. de Antoni Cardona. Círculo de Lectores, 1999. ISBN 978-84-226-8153-6
• Moxó y de Montoliu, Francisco de: "Los Templarios en la Corona de Aragón". Artículo en el anuario Aragón en la Edad Media, 1993, Nº X-XI, pags. 661-674.
• Nicholson, Helen. Los guerreros de Cristo: Templarios. Editorial Osprey. ISBN 9788493974817
• Partner, Peter: El asesinato de los magos: los templarios y su mito. Barcelona. Martínez Roca, 1987. ISBN 978-84-270-1164-9
• Pascual, Fernando, “Los templarios, más allá de la leyenda” (Revista Ecclesia 21 (2007), pp. 91-106)
• Pascual Martínez, Lope: "Los Templarios en el Reino de Murcia". Artículo en el Anuario de Estudios Medievales, nº 11. Barcelona, 1981
• Reznikov, Raimonde: Cathares et Templiers. Porte-sur-Garonne. Editions Loubatières, 1991. ISBN 978-2-86266-158-2
• Robinson, John. J. Mazmorra, hoguera y espada. Editorial Planeta, 1994 título original: Dungeon, Fire and Sword. ISBN 978-84-08-01150-7
• Runciman, Steven. Historia de las Cruzadas. Madrid. Alianza Editorial, colección Alianza Universidad, 1985. ISBN 978-84-206-2059-6 (Vol. I) e ISBN 978-84-206-2060-2 (Vol. II)
• Sans i Travé, Josep Mª: "Els Templers Catalans", en Els Ordes militars, nº 4. Lérida, Pagès Editors, 1996.
• Templespaña: Codex Templi. Ed. Aguilar, Madrid, 2005.
• Upton-Ward, J.M.: El Código Templario. Barcelona, Ediciones Martínez-Roca, 2000. ISBN 978-84-270-2593-9
• Walker, Martin: Historia de los Templarios. Barcelona. Edicomunicación, 1973. ISBN 978-84-7672-503-0
• Arnaud de la Croix: "Los Templarios en el corazón de las cruzadas". Barcelona. Editorial Ariel, 2005. ISBN 84-344-6759-3
Enlaces externos[editar]
• Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Caballeros templarios.
• FOREY, A.J. The Library of Iberian resources online: The Templars in the Corona de Aragón.
• El proceso a los Caballeros Templarios en Francia y España
• Absolución del papa Clemente V para los jefes de la Orden Templaria (en al Archivo Secreto Vaticano)
• Artículo sobre los Maestres de la Orden del Temple en los Reinos de Galicia, León y Castilla por Carlos Pereira Martínez
• "Historia del Orden y Caballería de los templarios" por Pedro Rodríguez Campomanes
• Edad Media
• Caballeros templarios
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