
La orden basiliana fue fundada por el obispo Basilio el Grande, Magno de Cesárea de Capadocia en el siglo IV. Fue el primer legislador de la vida religiosa organizada como comunidad Consagrada a la oración, contemplación y acción o trabajo pastoral.
Con el correr del tiempo, la orden negó a Kiuw (Ucrania), luego a Lvow (Ucrania Occidental). Dicha orden, que se extendía tanto en la rama femenina como masculina se dedicó siempre a la educación de la niñez y la juventud. Las Hermanas Basilianas, aunque antes de la segunda guerra mundial, guardaban una clausura bastante estricta, tenían escuelas primarias, secundarias y hogares internados.
Desde principios del siglo XX, los Padres Basilianos estaban establecidos en Argentina para servir a los fieles de rito ucranio, como muy celosos y sacrificados misioneros. Solicitaron en reiteradas oportunidades ayuda en la acción pastoral mediante la presencia de las religiosas, pero sin éxito, porque la Orden no era misionera y visitar a América en aquella época era toda una hazaña. Hasta que por intermedio del obispo de rito ucranio de Yugoslavia, Monseñor Dionisio Nariadí, se ofreció para esta misión la Madre Sofronia Erdely, religiosa ejemplar y de grandes méritos. Fue ella, junto a la Madre Margarita Fendio, pionera de la Santa Orden de San Basilio Magno, que se introdujo en el país en 1939.
En Bowen, el Padre Basilio Wynnyczuk vio la necesidad imprescindible de la ayuda de las Hnas. Basilianas para orientar a sus fieles, tanto de rito oriental como de rito romano. Este pedido fue concedido en 1962, después de la muerte de la Madre Sofronia.
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Las primeras voluntarias que llegaron a estas zonas fueron la Madre Miguelina Teresa Ostrowski como responsable del grupo, Sor Macrina Gregoraz y la Hermana Verónica Rotchyn. Llegaron en diciembre del 1962 y se establecieron en el Chalet de La Montilla, propiedad del Dr. Salvador Calafat, vivienda cedida gentilmente por el nombrado y que ayudaron a amueblarla algunos fieles generosos, entre ellos, Clemira de Vistuer por entonces Directora de la Escuela de La Montilla. Durante las vacaciones de 1962-63, el chalet se convirtió en un activo centro de evangelización, de cultura ucrania con clases de idioma, canto y danzas. Para los niños que vivían lejos se transformó en un hogar de internos. Monseñor Sapelak, recién nombrado para Argentina, visitó y aprobó la obra hecha. En enero de 1963 llegaron dos hermanas más para colaborar en la organización del Centro de Vacaciones Útiles: Dionisia Seuchuk y la Hna. Gabriela Husulak Se radicaron en la Escuela Pedro Pascual Segura, donde impartían catequesis y formaron, coros y un teatro infantil.
Poco después el P. Basilio consiguió que las religiosas quedaran en forma definitiva en nuestro pueblo. La Madre Teresa Ostrowski fue designada Superiora de la nueva comunidad y la acompañaron las Hnas. Miguela Feyeka, Tenobia Angeluk y Laurentia Atamañuk.
La comunidad religiosa vivió en la casa parroquial que el padre Basilio acababa de construir. Poco a poco se construye la escuela de San Cayetano. En 1966, se incorporan dos docentes religiosas, las Hermanas Mónica Malañuk y Gabriela Husulak. A la par, la Madre Teresa trabajaba sin descanso para amueblar la escuela y el hogar que se destinó a los niños con problemas. Daba además clases de música y labores para ayudar en las necesidades materiales. En 1968 se trasladan al edificio donde hoy funciona la Guardería. También se trasladó el hogar.
En 1975 la Madre Teresa, en nombre de la Orden Basiliana, habilita una Guardería infantil relacionada a la Dirección Provincial del Menor. Debemos recordar que María Mondejas de Rubio donó las propiedades con este fin como asimismo la insistencia de la Dra. Mustoni durante largo tiempo, desde el Centro Materno Infantil, para la realización de esta obra pues constataba la necesidad de un lugar adecuado para albergar a los niños desamparados.
MADRE TERESA OSTROWSKI:
Nació en Azara, Provincia de Misiones, el 26 de diciembre de 1922. Sus padres fueron Jorge Ostrowzki y María Babi, pertenecía a una familia numerosa, de condición humilde y cristiana.
Miguelina Teresa realizó estudios primarios y aprendió manualidades y labores. Desde niña se sintió inclinada por la contemplación espiritual, el canto encendió aún más su vocación religiosa y a los 18 años inicia su noviciado en el convento del pueblo de Apóstoles, en el Colegio Cristo Rey.
Por orden de sus superiores, parte junto a dos hermanas a iniciar actividades en un nuevo colegio en Berisso, La Plata y prosigue sus estudios de música en el Conservatorio de Wagner. Diez años pasó en Berisso donde levantan un hermoso colegio, luego seis en el Colegio de Cristo Rey y desde allí la trasladarán nuevamente otros seis años al Colegio de Berisso.
En 1962, la destinan a Bowen, donde se radicará durante nueve años. Es nombrada Superiora de la comunidad de religiosas. En 1971 la designan otra vez en Berisso, donde permanece un año. En 1972 es enviada por los superiores como Representante y Consejera General a Roma. Una vez cumplida su misión en Roma, la envían a Brasil para hacer una nueva fundación de la misma congregación de Hnas. Basilianas. Poco después la destinaron en una misión Norte América, Nueva York, Yoyyi City y Filadelfia.
De regreso a Argentina, alterna su esfuerzo en la prosecución de la obra de San Pedro del Atuel y de Bowen, donde parte una vez más a Roma. En 1976-77, de nuevo en estas tierras concluye la obra de San Pedro del Atuel y se abre un centro de salud, una capilla, un salón y viviendas para las Hermanas. La Madre Teresa se preocupó por la electrificación de la Colonia de San Pedro del Atuel, el asfalto de los caminos, pensiones y jubilaciones de los colonos, etc. Aún en este año 1995, pese a su edad, permanece activa y laboriosa, conducta valorada por la comunidad entera del Departamento de Gral. Alvear, que al igual que al P. Basilio, los han premiado y han recogido múltiples elogios por su abnegada acción.
BREVE RESEÑA DE LA VIDA Y ESCRITOS DE SAN BASILIO

Nació Basilio el año 329, de una noble y rica familia del Ponto, ilustre no menos por la erudición, que por los cargos, obtenidos en la administración pública y, por la constancia en la fe cristiana.
Su abuelo había dado una prueba eximia de fe, en la persecución de Diocleciano, que le valió la confiscación de los bienes, y una vida errante en las desmesuradas montañas de su provincia.
El padre de nuestro Basilio, llamado también él Basilio, ejercía la profesión de abogado en Cesarea de Capadocia, capital de la vasta provincia del Ponto. Al mismo tiempo tenía a su cargo una escuela de retórica. Al referir esta circunstancia, San Gregorio Nazianzeno, no deja de reprender a aquellos que entre los cristianos despreciaban la literatura.
Más tarde Basilio abandonó Cesarea y se trasladó a Neocesarea del Ponto con el fin de estar más cerca de las vastas posesiones de su familia y poder atender con mayor comodidad y dedicación a la educación de sus hijos. El primero de éstos, Basilio, había nacido en el año 329, cuando aún estaban en Cesarea.
Basilio aprendió gramática en la escuela de su padre. Las conversaciones con la abuela, S. Macrina, hicieron germinar en su alma de niño la piedad, la fe y la admiración por los campeones de Cristo, que sellaban su fe con la propia sangre. A no pocos de éstos, Macrina los había conocido personalmente.
Para estudiar retórica y filosofía, fue primeramente a Cesarea de Capadocia. Pasó luego a Constantinopla y de allí a Atenas, donde se detuvo cuatro o cinco años, perfeccionándose en la retórica griega y en la filosofía, de la que aún florecían en aquella ciudad, varias escuelas. Allí, en compañía de unos pocos amigos igualmente enamorados de la virtud, de la religión y del saber, llevó una vida muy retirada, no conociendo otro camino sino el que conducía a la iglesia y el que llevaba a la escuela.
Al terminar sus cursos y después de visitar a sus padres, Basilio se trasladó a Cesarea, donde enseñó Retórica con grandes aplausos, del que no se mostró insensible.
El monje fundador
Las amonestaciones de Macrina, su hermana, que heredó el nombre de su abuela, le hicieron reflexionar sobre las vanidades del mundo. De ahí que concibió el designio de seguir los consejos evangélicos. Recibió ante todo el bautismo. Visitó después los monasterios de Egipto, de Palestina, de Celesiria y de Mesopotamia, para estudiar las prácticas de la vida monástica. Instruido de esta manera, se retiró a un pequeño valle que formaba parte de los bienes paternos, no lejos del lugar, donde hacía ya un tiempo se habían retirado su hermana y su madre con muchas mujeres de servicio, llegando a ser las esclavas, compañeras y hermanas.
Pronto creció la comunidad de Basilio y el amigo Gregorio, después Obispo de Nazianzo, no tardó en condividir con él la soledad, el estudio sagrado y el trabajo de la tierra.
Haciendo tesoro de lo que durante los viajes había observado,dictó sus reglas, de las que hizo dos ediciones, una más resumida (Regulae brevius tractatae) y otra más extensa (Regulae fusius tractatae).
Basilio prefirió la vida cenobítica a la anacorética, pero quiso también que los monasterios no fuesen demasiado numerosos, a fin de que el superior pueda consagrarse mejor a sus súbditos.
La ocupación del monje, es la divina alabanza, la lectura espiritual y el trabajo manual, de tal manera, sin embargo, que no ocasione disturbio a la vida en comunidad y a las normas de las reglas.
Ya desde el comienzo admitía Basilio en sus monasterios a jovencitos confiados por sus padres para que fuesen educados e instruidos en las disciplinas profanas y sagradas, inaugurando así un ramo proficuo de la acción de las órdenes religiosas: el colegio.
El fustigador de la herejía y el consejero del Obispo
Cuál fuese la estima de que ya desde entonces gozaba Basilio, nos la demuestra el hecho de Dianeo, Obispo de Cesarea. Este, más por debilidad de carácter que por malignidad, a las tantas rendiciones llevadas a cabo por los arrianos, había añadido también la de suscribir la fórmula de fe compuesta por los arrianos en Nice (Tracia) y sancionada en Rimini (359). Entonces Basilio, si bien era sólo lector en la jerarquía eclesiástica, se separó de la comunión eclesiástica del primado del Ponto. El Obispo, habiendo caído enfermo y presintiendo la muerte, llamó a Basilio y le confesó a él mismo su debilidad, profesando no haber tenido jamás intención de apartarse de la fe de Nicea. De ahí que no es de maravillar que el sucesor de Dianeo, Eusebio, lo admitiese a formar parte entre los sacerdotes de su ciudad. Sin embargo, la fama popular de que gozaba Basilio, turbó la buena armonía entre él y el Obispo. Por esta razón, el Santo, para precaver y cortar una situación escabrosa, volvió a su amada soledad. Pero muy pronto, las insistencias del Obispo, y más aún las de Gregorio, Obispo de Nazianzo, padre del amigo de Basilio, lo indujeron a volver a Cesarea, que había llegado a ser lugar de combate. Valente, Emperador de Oriente, estaba del todo entregado a las manos de los arrianos extremistas, llamados anomeos. Su secta debía triunfar, y con este fin envió a disposición de ellos toda la fuerza de su Gobierno. Basilio fue entonces el fiel consejero del Obispo; se debió a su vigilancia, a su doctrina, a su prudencia el haberse evitado hechos inconsiderados y el haber logrado que la misma presencia de Valente no pudiese apartar a la población de la adhesión a la verdadera fe.
Al mismo tiempo, secundando la autoridad del Obispo, reformó la liturgia, sea abreviándola, sea introduciendo en ella nuevos elementos tomados de la liturgia antioquena. En una palabra, el verdadero Obispo de Cesarea era Basilio.
El sucesor en el Episcopado
Muerto, pues, Eusebio (370), no podía caber duda sobre quién le debía suceder. No faltaba, sin embargo, una fuerte oposición, especialmente de parte de los Obispos de la Capadocia, que temían un primado del temple de Basilio.
Tampoco los magistrados civiles no disimulaban su aversión para aquel que había sido el alma de la defensa de la fe ortodoxa contra el Emperador.
Nuevamente el Obispo de Nazianzo fue quien, no obstante la vejez agravada por la enfermedad, se hizo llevar a Cesarea y obtuvo que se elegiese a Basilio, a quien él mismo confirió la consagración episcopal.
Celo y virtudes del Obispo
En el nuevo cargo, tocaba a Basilio la ardua tarea de resistir a la prepotencia del Emperador Valente que en todo el imperio Oriental pretendía hacer triunfar el arrianismo.
En ocasión del viaje de este Emperador a través de la Capadocia, tanto el Prefecto del Pretorio, Domicio Modesto, como el mismo príncipe, experimentaron la constancia adamantina del Santo, quien logró tanta estima con la doctrina y la firmeza, que en Capadocia el Emperador, avisado también de la muerte de su hijo, ahorraba a los católicos las persecuciones con que había vejado la Tracia y que seguidamente debía infligir a la Siria y a la Mesopotamia.
Con cuánto empeño vigilase Basilio sobre la disciplina del Clero y del pueblo, no sólo en su propia diócesis, sino en toda la vasta provincia eclesiástica a él confiada, aún hoy día lo vemos por su epistolario.
Mas no se preocupaba menos de las varias necesidades temporales de ciudades enteras o clases de personas o también de algunos particulares. Debemos mencionar sobre todo los institutos de caridad surgidos por obra suya en varios puntos de la diócesis, y aquel gran complejo de obras piadosas erigido por él fuera de la ciudad de Cesarea en medio del cual quiso también estuviese la residencia del Obispo. Tal complejo de instituciones en las que Basilio puso de manifiesto su saber práctico y su talento de organizador, formaba como una ciudad y el pueblo la llamaba Basiliade. La ciudad que hoy día se llama Kaisarí, se encuentra situada no en el lugar de la antigua Cesarea, sino más bien en el lugar de Basiliade.
Su inquebrantable adhesión a la Sede de Pedro
No debemos olvidar su inquebrantable adhesión a la Sede de S. Pedro y, en general, a toda la Iglesia de Occidente, de la que esperaba y pedía su estimable ayuda para la extinción de la herejía de Oriente, mientras que los arrianos eran precisamente los primeros que habían manifestado aversión contra los occidentales en general. Sobre todo hubiera querido que los occidentales indujesen al Emperador Valentiniano I a tutelar ante su hermano a los católicos de Oriente. Pero las cosas fueron lentamente y la repentina muerte de Valentiniano (375) impidió que su rescripto en favor de los católicos de Oriente fuese puesto en vigor. Más aún, entonces recrudeció por el contrario la persecución, transportada también a Capadocia. Pero Basilio tuvo también el consuelo de ver el fin definitivo de la persecución arriana, que cesó con la muerte de Valente (378).
Poco después, en enero del año 379, expiró a la edad de 49 años.
Sus escritos

Los escritos de Basilio son, o de índole dogmático-polémica (Adversus Eúñómium. De Spiritu Santo, Adversus Maniqueos), o son homilías entre las que comprendemos también sus trabajos exegéticos (In Hexaémeron, in Psalmos, etc.), de las demás homilías las primeras 24 están reconocidas como pertenecientes al Santo, mientras las otras están sujetas a duda. De la regla de San Basilio ya hemos hablado. De las 365 cartas que se conservan y que constituyen una preciosa fuente para la Historia Eclesiástica de la época, las tres que se denominan canónicas, escritas a Anfiloquio, Obispo de Iconio, tuvieron en la Iglesia griega autoridad de ley general.
Con sus homilías San Basilio inaugura dignamente la ilustre corona de los oradores sagrados de la Iglesia Oriental.
El despertar de la vida intelectual y literaria verificado bajo Constantino fue para provecho del cristianismo mismo.
En las homilías de San Basilio encontramos reunidas, verdad de la sustancia y belleza de la forma, requisitos de toda producción artística. Además la belleza de la forma, no se sobrepone exteriormente a la sustancia, sino que es como un esplendor que emana naturalmente de la verdad. No hay en ellas nada de rebuscado.
Finalmente, las controversias suscitadas por el arrianismo, y que tanto apasionaban los ánimos, habían creado una atmósfera de reflexión, que permitía aún a aquellos que no habían hecho estudios profundos, seguir con interés y con inteligencia un raciocinio especulativo, siempre que procediese con claridad y orden. Y estas son las dotes de Basilio.
En sus homilías, además, insiste Basilio principalmente sobre los deberes de la vida cristiana. Más aún, la mayor parte de éstas, tiene un móvil concreto que la provocaron y esta circunstancia da a las mismas un precio del todo especial. Nos revelan al Pastor solícito por el bien de sus ovejas en las contingencias reales de la vida