4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor Al+100cia » Vie Ene 02, 2015 2:59 pm

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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor Al+100cia » Vie Ene 02, 2015 3:19 pm

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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor Al+100cia » Vie Ene 02, 2015 3:20 pm

JMJ

Un día, yendo de paso en un viaje de placer, entré a visitar la parroquia “San Antonio de Padua”...allí estaba entronizada la imagen del patrono. El párroco iba pasando y se me acercó diciéndome: -Récele, pídale con fe-. No sabía qué pedir, pero sí sentía que algo andaba necesitando. Fue ese impulso que luego me llevó a pedirle a un joven que oraba ante el sagrario en otra iglesia, que orara por mí, ya que yo no sabía cómo ni me sentía digna de pedir por mi misma. Al tiempo me enteré que San Antonio es el santo invocado por las “cosas perdidas”: la perdida era yo y era imposible encontrarme...así comenzó mi conversión de adulta, y me halla hoy ¡en estas rutas con ustedes peregrinos!

La pronta canonización de este santo por el fervor suscitado en el pueblo. Ser considerado “taumaturgo” por sus muchos milagros. Que sus cuerdas vocales permanecen incorruptas. La elocuencia en sus sermones. Que ansiar saber más de él, me llevara a conocer a San Francisco de Asís y a Santa Clara, a leer las obras de San Agustín; entre otras vivencias espirituales... Lo convierte en el instrumento de Dios, que me llevó de la mano, junto con nuestra Madre del Cielo, María, a poner mi confianza en el Señor: así comenzaron mis primeras direcciones, lecturas y retiros espirituales; la catequesis y mi preparación para recibir los sacramentos, la oportunidad que me brindó la Congregación que asistía espiritualmente a mi comunidad de servir en un apostolado, y el cuidado que me prodigaron mis hermanos en Cristo junto con mi familia y los médicos, en mis momentos críticos de salud. Y ahora el gozo de participar en este foro.

Dado que ya se han hecho aportes que hablan de las maravillas obradas por Dios, a través de esta alma humilde ofrecida a la Voluntad Divina (mientras en estos momentos me aparece la noticia de un sacerdote arrestado)...lo que me hace ofrecer esta tarea junto a un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria; por el esclarecimiento de la verdad, para bien de la Iglesia y del Pueblo de Dios, los hombres de buena voluntad y la paz en la tierra, todo para Gloria del Padre.

En la Octava de Navidad, primer viernes de mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús y aniversario del nacimiento de Santa Teresita del Niño Jesús, comparto lo que guardo de un calendario de la revista “EL MENSAJERO DE SAN ANTONIO; ENERO por San Juan Bosco, mi santo de nacimiento; OCTUBRE, porque se celebra a “Nuestra Señora del Pilar”, patrona de la localidad donde ejerce su sacerdocio un amigo; porque es el mes en que nació mi madre y mi actual párroco que me dio una bendición para que los médicos encontraran un diagnóstico...hoy Por Gracia de la Santísima Trinidad, estoy aquí alabando a mi Creador.

“En nuestra tierra se oyó la voz de la tórtola” (Cant 2,12) voz que dice: “¡Hagan penitencia!”(Mt 3,2). Cristo, en el invierno de la infidelidad y en el hielo de la persecución del demonio, descendió en el seno de la humildísima Virgen y habitó en este mundo pobre y abyecto, como un ave sin pluma. (Domingo IV después de Pascua, n.7).

La Vid simboliza la fe en Cristo, que tiene la fuerza de arraigarse rápidamente en el corazón del hombre (Ef 3,17). Ella ensancha las ramas de la caridad y enlaza así también a otras; por un lado tiene la hoja de la predicación y por el otro el racimo de la obra buena, lleno del mosto del amor. Las coles, o sea, las preocupaciones temporales y las seducciones de la carne, secan la linfa, o sea, la devoción de la fe.(Cátedra de San Pedro, n.6)


Oh mi Dios y mi Todo!!!
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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor ayga127 » Mar Ene 06, 2015 8:52 pm

Algunas iconografia de San Antonio de Padua

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[img]http://i.imgur.com/WiwGQFB.jpg[/img

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Esta es mi parroquia San Antonio de Padua en Tenares, República Dominicana
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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor ClauBA » Mié Ene 07, 2015 8:35 am

Capilla de los Scrovegni

La Capilla de los Scrovegni de Padua es una obra maestra absoluta del arte. Hoy se puede visitar sólo en pequeños grupos y previa reserva. Construida por deseo de un rico y potente usurero, Enrico Scrovegni, fue decorada con frescos realizados por Giotto en 855 días, entre 1302 y 1305. Destinada a ser usada como capilla familiar aneja al deslumbrante palacio, construido sobre un anfiteatro romano del año 60 a.C., su interior presenta casi 1000 metros cuadrados de pinturas dedicadas al Antiguo y Nuevo Testamento.
La Capilla de los Scrovegni en Padua photo by Rastaman3000-wikimediaLa Capilla, dedicada a la Virgen de la Anunciación, como protectora del alma de Reginaldo Scrovegni, padre de Enrico (colocado en la Divina Comedia por Dante en el Infierno debido a sus actividades de usura), se presenta como un ambiente único con un presbiterio al fondo que acoge el sarcófago del comitente. Una arquitectura sencilla, quizás del mismo Giotto, con ventanas estrechas y altas y decorada con una con trifora gótica en la fachada.

Para decorar la capilla, se encargó a Giovanni Pisano realizar tres estatuas de altar de mármol de la Virgen con el Niño entre dos diáconos y a Giotto llevar acabo el ciclo de frescos. El pintor en aquel momento se encontraba en Padua decorando la Basílica de San Antonio, siendo ya conocido por su trabajo en la Basílica de San Francisco de Asís y en la de San Juan de Letrán en Roma, además de por el famoso Palacio de la Ragione de Padua, otra obra maestra del siglo XIV.

Para el ciclo pictórico se usó la técnica del fresco – llamada así porque se pintaba sobre el encalado fresco, aplicando el color antes de que se secase para que se conservara adecuadamente – y destaca por los maravillosos efectos cromáticos, gracias en parte al famoso y costoso azul ultramar, que Giotto obtenía usando pigmentos que llegaban a Venecia de toda la cuenca mediterránea.
Contando distintas historias del Viejo y Nuevo Testamento, entre las pinturas surge el Juicio Universal, que ocupa toda la fachada de la capilla y que representa a Cristo Rey entre los apóstoles sobre las fuerzas del mal que se llevan a los pecadores a las profundidades.
La sensación del conjunto para el que se encuentra dentro de la capilla es la de estar dentro de un arca con numerosos ojos de buey que enmarcan los tondos de las imágenes de Cristo entre evangelistas y profetas.

Destacan además las escenas con las virtudes y los vicios capitales, un auténtico vademécum de comportamiento para los cristianos de la época.
Bajo la cubrición abovedada, que representa un cielo estrellado sostenido por falsos mármoles pintados, las formas aparecen naturales y realísticas con amplios drapeados que narran de un modo visual un pedazo de historia del cristianismo, inspirado en el teólogo San Agustín.
Giotto terminó la obra siendo aún joven, tenía menos de cuarenta años, y es considerada en todo el mundo al mismo nivel que la Capilla Sixtina de Miguel Ángel en Roma.

http://www.italia.it/es/ideas-de-viaje/ ... padua.html
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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor FARV » Mié Ene 07, 2015 7:01 pm

Muy buena noche compañer@s de ruta, me excuso por no haber ingresado antes, pues estaba de misión en Navidad y hasta esta semana volví a la oficina a trabajar, desde allí me conecto y tengo la oportunidad de profundizar en cada uno de los temas que se van presentando.

Comparto con ustedes lo relacionado a San Antonio y la piedad popular:

SAN ANTONIO

Hacia 1190 nació en Lisboa Fernando Martins, conocido hoy entre nosotros como San Antonio de Padua (en Portugal, en cambio, como "santo Antonio de Lisboa"). A los veinte años Fernando ingresó en el monasterio de San Vicente de Fora, en Lisboa; y dos años más tarde se trasladó al monasterio de Santa Cruz de Coimbra, donde se ordenó sacerdote.

Tras conocer a un grupo de franciscanos, dejó su monasterio y comenzó a seguir a San Francisco de Asís, tomando el nombre de Antonio. Se embarcó hacia Marruecos, pero una grave enfermedad le obligó a renunciar a su ideal de misionero, yendo a vivir a tierras italianas, donde se reveló como un extraordinario predicador. En 1230 llegó a Padua, ciudad de la que ya no se alejó y en cuyas cercanías murió el 13 de junio de 1231, siendo canonizado al año siguiente por Gregorio IX (Gama, pp. 57-58).

Esta es la esquemática biografía de San Antonio, uno de los santos más favorecidos, sin duda, por la religiosidad popular. Es significativo el hecho, por ejemplo, de que en Extremadura haya erigidas ermitas con la advocación de este santo en las localidades de Cáceres, Badajoz, Plasencia, Almendralejo, Montehermoso, Jerez de los Caballeros, Serradilla, Torrejoncillo, Villanueva del Fresno y Zarza la Mayor (Gran Enciclopedia Extremeña: "ermita").

Otro ejemplo: en la Comunidad de Madrid se celebran fiestas en honor de este santo, el día 13 de junio, en las localidades de La Cabrera, Collado-Villalba, Daganzo de Arriba, Fuenlabrada, Fuentidueña de Tajo, Horcajuelos de la Sierra, Navacerrada, Navas del Rey, Paracuellos del Jarama, Quijorna, Rascafría y Robledo de Chavela. En esta Comunidad, como dice González Casarrubios (Madrid, p. 121), de todos los santos del mes de Junio San Antonio es sin duda el más festejado entre los madrileños (exceptuando San Juan, ya en el ciclo de verano).

Aún más: el santuario de San Antonio en Padua es uno de los lugares de peregrinación más frecuentados, con más de cuatro millones de visitantes por año. En Lisboa, la iglesia levantada en el emplazamiento de su casa natal es también un lugar de peregrinación muy frecuentado. En París existe una sola parroquia dedicada a San Antonio de Padua; pero, de ciento tres iglesias, ochenta y cuatro poseen una estatua de él. En Estambul, la iglesia de San Antonio, situada en un lugar muy frecuentado, atrae a los transeúntes, en su mayoría musulmanes... (Strappazzon, pp. 127-128).

Quizá por ello, la presencia de este santo es más que abundante en numerosas manifestaciones del folklore o cultura popular: canciones, creencias y prácticas supersticiosas, oraciones, juegos infantiles, tradiciones y costumbres, etc., ya que la piedad popular conoce menos a San Antonio "en sus virtudes heroicas de humildad, caridad y pureza que porque ayuda a encontrar las cosas perdidas, concede lo que se le pide a cambio de una limosna para sus pobres y ayuda a encontrar un buen novio" (Alvarez, p. 6).

Según Strappazzon, el número de los milagros atribuidos a San Antonio plantea un problema particular. Las biografías más antiguas (la Assidua, de autor anónimo, 1232; el Oficio y la Vita secunda, compuestos por Julián de Spira, 1235), se muestran sobrias a propósito de los milagros realizados por San Antonio en su vida. En cambio las otras (Diálogo sobre las gestas del bienaventurado Antonio, anónimo, 1245-1246; Libro de los milagros, de Arnaldo de Serrano, entre 1369 y 1374), más tardías, abundan en relatos maravillosos, donde resulta difícil saber lo que pertenece realmente a San Antonio y lo que se ha tomado de otros santos (pp. 9-10).

Algunos hechos milagrosos, ciertos o no, se mantienen aún vivos en la mente del pueblo, debido a que la tradición oral los ha conservado en forma de canciones y romances. Tal es el caso de los dos milagros que paso a comentar.

El primer caso es un romance de ciego titulado "Rita", que narra el intento de una madre por vender la honra de su hija. Disponemos de una versión incompleta (falta el final) recogida por nosotros en Valdecaballeros (Badajoz). En otra versión que recogió Bonifacio Gil en Extremadura (1956, II, p. 59), Rita termina matando, con unas tijeras, al caballero que intentaba deshonrarla. En cambio, en una tercera versión procedente de Don Benito (Cancionero...s. p. ) el final es totalmente diferente: el tal caballero no es otro que San Antonio. He aquí algunos fragmentos de esta última versión:

RITA
(También se conoce por el milagro de San Antonio)

Sois San Antonio bendito
amparo de aquel devoto,
de aquel que llamáis contrito,
venid y ampararme pronto.
Veréis el milagro
que con una obró,
que quisó su madre
venderle su honor.
En Cádiz había una mujer
viuda y con una hija,
joven de buen parecer,
quince años tenía Rita.
Devota del santo
era aquella joven...
La madre cerró la puerta,
solos quedaron los dos,
el caballero se sienta:
yo no mancho vuestro honor,
decidme qué santo
es tu devoción.
Sólo San Antonio,
que es mi confesor...
Decidme quien sois,
si venís del cielo.
Yo soy San Antonio,
dijo el caballero...

El segundo caso que quiero traer a colación es el popular milagro de "Los pajaritos" (Gil, I, p. 30; Echevarría, p. 410; P. García de Diego, p. 499, etc.).

San Antonio bendito
suplicarle a Dios inmenso
que, por su divina gracia,
alumbre mi entendimiento,
para que mi lengua
refiera el milagro
que en el güerto obrastes
de edad de ocho años...
(Valdecaballeros)

Tan popular es esta canción que en Ahigal (Cáceres) la cantan incluso en las bodas. Efectivamente, tras la ceremonia, los invitados aguardan la salida del cura y cuando éste hace acto de presencia el cortejo marcha hacia la "Casa Concejo". Camina en cabeza el tamborilero, que entona "Los pajaritos de San Antonio". La gente acompaña el romance, intercalando a cada instante una serie de gritos, denominados "galluh" o "jijéuh" (Paniagua, pp. 51-56).

Pero, sin duda, las canciones u oraciones más conocidas en relación con este santo son las dos siguientes:

RESPONSORIO A SAN ANTONIO DE PADUA

Si buscas milagros, mira
muerte y error desterrados,
miseria y demonio huidos,
leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados,
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
El mar sosiega...
Gloria al Padre,
gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.
El mar sosiega...
Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio divino y santo
para que dignos así
de sus promesas seamos. Amén.

(Corredor, pp. 15-16)

Este responso litúrgico tradicional procede del Oficio rítmico compuesto por Julián de Spira, Hermano menor del poeta, y músico, hacia 1235 (Strappazzon, p. 134).

GOZOS DEL GLORIOSO PADRE SAN ANTONIO DE PADUA

Pues vuestros santos favores
dan de quién sois testimonio,
humilde y glorioso Antonio
ruega por los pecadores.
Vuestra palabra divina
forzó a los peces del mar
que saliesen a escuchar
vuestro sermón y doctrina;
y pues fue tan peregrina
que extirpó diez mil errores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores.
Vos sois de la tempestad
el amparo milagroso,
del incendio riguroso,
agua de la caridad,
puerto de seguridad
del mar y de sus rigores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores.
Sanáis mudos y tullidos,
paralíticos, leprosos,
endemoniados furiosos,
restituís los sentidos,
volvéis los bienes perdidos
y curáis todos los dolores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores.
Sanáis de gota coral,
ciegos, contrahechos, llagados,
consoláis desconsolados,
y curáis de cualquier mal,
cual médico celestial
a quien hace Dios favores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores,
De tres días ahogados
resucitaste diez niños,
y dos, cual bellos armiños,
de sucesos desastrados,
porque sus padres amados
lloraban por sus amores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores,
De una que no creía
que la perdonase Dios,
tomasteis vos sobre vos
la pena que merecía;
y al tomarla el mismo día
la hizo Dios mil favores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores,
Vos libráis a cualquier reo
de sus grillos y cadenas
y el que os clama se enajena
del pecado sucio y feo;
y pues sois divino Orfeo
de Jesús, Flor de las flores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores,
A la que con santo celo
y fervorosa oración,
el fruto de bendición
os pide por su consuelo,
vos se lo alcanzáis del cielo,
y aún otras cosas mayores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores,
Sois de Jesús tan amado
que a solas con él jugáis
haciéndoos porque le amáis
su profeta regalado,
su celador estimado
y luz de sus confesores,
humilde y glorioso Antonio,
ruega por los pecadores,
y pues aquestos favores
dan de quién sois testimonio,
humilde y glorioso Antonio,
rogad por los pecadores.

(Novena diaria del glorioso San Antonio de Padua, pp. 28-31).

11.-AN ANTONIO, OBRADOR DE MILAGROS

De las dos oraciones anteriores, el Responsorio y los Gozos, se desprende el poder tan grande que la tradición popular atribuye a San Antonio como remediador de todo tipo de calamidades y miserias. San Antonio es llamado el Taumaturgo, es decir, el obrador de milagros, porque "parece que Dios se complace en obrar maravillas por su medio, no sólo en el orden de la naturaleza sino también en el de la gracia" (Corredor, p. 137).

Según una encuesta realizada entre los peregrinos de Padua, se va a San Antonio como a un amigo para pedirle toda suerte de favores (36%), salud espiritual (23%), salud y protección contra accidentes y enfermedades (20%), ayuda en las dificultades (15%), seguirle como modelo de fe y de vida cristiana (7%), encontrar objetos perdidos (5%), éxito del noviazgo y el matrimonio (4%), etc. (Strappazzon, pp.133-134).

En Portugal, recoge Leite de Vasconcellos la costumbre de que, en la víspera de ciertas fiestas importantes, se leían por las calles unos versos llamados "famas", especies de loas o alabanzas al santo. Era una especie de función (además de la lectura había música y fuegos de artificio) para "convidar a povo pra o dia festivo e enaltecer as excelencias do santo homenageado" (p. 682).

Entre las "famas" que recoge Leite de VasconceIlos hay una dedicada a "Santo António", localizada en Aguas Belas. Está formada por 128 versos y, entre las alabanzas que se hacen del santo, transcribimos las siguientes (pp. 685-686):

Tal foi seu merecimento
pra con Deus Omnipotente,
que milagres mil obrou
militando entre a gente...
Quando evocado é seu nome,
e é justo o que se pede,
seja velho, seja moço,
tudo atende, tudo cede...
A sua voz o mar se abranda,
recupera-se o perdido,
e da pálida indigência
ninguém é jamais ferido...

En Galicia señala Vicente Risco (p. 376) que "das oraciós prós santos, a maís popular é o «responso de San Antonio». Ademáis do corrente: «Si buscas milagros, mira...», hai outro de tipo moi popular, do que temos unha versión procedente de Rodeiro"

En Portugal naciste,
en Portugal aprendiste,
nuestros padres iban orar,
vosotros íbais al berbiario,
perdiste el hijo de Dios,
lo halló tres veces por vós
y llamó: Antonio, Antonio,
en la tercera vez oíste
vós le pediste
que perdido fuese hallado
el lumbre fuese apagado,
y el ganado fuese encontrado
para que seamos dignos de tus promesas.
Amén.

Francisco Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles, recoge, entre otras, estas dos oraciones (nº 994 y 1002) al santo:

San Antonio,
bendito tú eres;
bendito es el fruto
que en tus brazos tienes.
Te lo pedimos,
te lo rogamos,
que no nos dejes
morir en pecado.

San Antonio,
bendito eres,
por el Niño que en los brazos tienes.
San Antonio ¿dónde nacistes? (sic)
En Portugal te criastes.
Por el hábito que gastastes,
por e cordón que ceñistes,
por la palma singulá,
ampararme, santo mío,
en esta necesidá.

En la zona meridional de la Península, señala José Nogales, que "podría formarse un libro con las extrañas oraciones a San Antonio. Citaré la más corriente y decisiva, que se ha de decir a media noche, y es como sigue:

Antonio, Antonio de Padua,
que en Portugal naciste,
en Lisboa te criaste,
donde predicó nuestro Señor Jesucristo predicaste;
estando predicando, una voz del cielo oíste:
“Antonio, que a tu padre lo van a ahorcar”.
Del púlpito te elevaste,
el santo breviario perdiste,
otra voz del cielo oíste:
“Antonio, vuélvete atrás
y el santo breviario encontrarás”.
Tres dones el Señor te dio:
encontrar lo perdido,
acercar lo lejano
y librar al preso.
Por este mérito,
santo mío, te suplico
me concedas lo que te pido.
Señas te pido,
señas me darás:
puertas abrir y cerrar,
niños llorar,
gallos cantar,
perros ladrar,
hombres con candela para arriba y para abajo pasar.
Estas señas son garantías de la concesión.
(pp.145-167).

Otras diversas peticiones al santo paduano encontramos en las siguientes oraciones (1):

San Antonio bendito,
tres cosas te pido:
salud, suerte
y buen marido.
(Don Benito)

¡San Antonio bendito!
Tres cosas te pido:
salvación y dinero
y un buen marido.
-Ya te lo he dado
jugador de las cartas
y enamorado.
(Romero y Espinosa, 1984, p. 84)

San Antonio bendito de Padua,
que en Padua nacistes,
en Portugal te criastes,
con los libros que estudiastes,
con tu cinturón ceñido,
concédeme lo que te pido.
(Cáceres)

Sois, San Antonio bendito,
amparo de aquel devoto
de aquél que llamáis contrito,
venid y amparadme pronto.
(Don Benito)

San Antonio bendito,
bendito eres, bendito seas,
bendito el Niño
que en brazos llevas,
bendito el hábito,
bendito el cordón;
dime sí o no
lo que te pregunto yo.

Se pregunta lo que cada uno quiera (Cumbres Mayores, Huelva).

Antonio, Antonio
Qu’en Padua nacihteh,
en Salamanca aprendihteh
letrah para predicar.
Ehtándolah pedricando
bino tu santo Albar
y te dijo:
Antonio, Antonio,
buélbete atráh,
Con tu ermano encontraráh,
treh cosah l'encargaráh,
olbidado, recordado,
guárdam' ehte ganado
qu’ehtá fuera de majá
entre bichoh yanimaleh
y de todo lo demáh.

Para guardar el ganado, se reza esta oración de San Antonio (Valdecaballeros).

También la siguiente oración de San Antonio, procedente de Maragatería, parece dirigida a buscar la protección del ganado, aunque se utiliza para encontrar las cosas perdidas:

San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
el breviario perdiste,
el Hijo de Dios te lo halló,
tres veces por ti llamó:
Antonio, Antonio, Antonio,
guardad mi ganado,
que anda por el monte
descabilado,
de lobos y lobas,
osos y osas,
raposos y raposas,
que todos los bienes
que por el mundo anden,
anden, anden,
padrenuestro y Ave María.
(Botas, pp. 90-99)

En las Hurdes, señala Félix Barroso (1982),
que para rezar el responso hay que recogerse profundamente, alejarse de todo ruido y concentrarse, "como si se quisiera dotar a la mente del orante de una fuerza paranormal, capaz de actuar sobre el instinto del lobo, o de la persona o animal perdidos" (p. 89). De las cuatro versiones que recoge Barroso en las Hurdes, transcribimos la que procede de ladrillar:

Nuestro Señol iba pol el caminu
y con Antoniu se encontró.
-Tú, Antoniu, ¿andi vas?
-Yo con vusotrus, Señol.
-Tú conmigo no vendrás;
tú en la tierra te quedarás.
Si argu se perdieri,
tú lo recogerás.
En la majá
El lobu no entrará.
Antoniu divinu y santu
guardalmi bien el ganadu,
que a vos lo tengu confiadu.
En la honra de la Virgin María
recemus tres padrenuestrus y tres avimarías.

A principios de siglo, recogió Publio Hurtado que en Nuñomoral (Cáceres) "se afirma que cuando un lobo se lanza sobre una cabra, con que el pastor rece la oración de San Antonio basta para que la suelte y resulte sana. Pero, como dicen en Barcarrota (Badajoz), es preciso que al rezar la oración no se equivoque el devoto, pues de trabucársele la lengua ¡adiós eficacia bienhechora!" (p. 109).

Estos ejemplos anteriores son prueba evidente de los poderes que los devotos atribuyen a San Antonio de Padua: aplacar el mar, recobrar los objetos perdidos, apagar el fuego, salvar las almas, amparar todo tipo de necesidades, acercar lo lejano, librar al preso, salud, suerte, buen marido, recordar lo olvidado, guardar el ganado y, en general, cualquier cosa que se le pida, pues por algo San Antonio es "refugio universal para todas las necesidades" (Corredor, p. 147).

Pero, en esta ocasión queremos centrarnos, especialmente, en dos de las peticiones que de forma más reiterada se hacen al santo. Nos referimos, claro está, a la solicitud de ayuda para encontrar novio y para encontrar las cosas perdidas. Y es que ya en el Calendario popular para 1885 señalaba Luis Romero y Espinosa con referencia a este santo: "S. Antonio de Padua, abogado de los enamorados y de las cosas perdidas" (p. 83).

111.-EL SANTO y LOS NOVIAZGOS

Una de las facetas que la piedad popular atribuye de modo sistemático a San Antonio es que ayuda a encontrar un buen novio. Es este un problema cuyo remedio lógicamente no se explicita en el Responsorio ni en los Gozos del santo.

Dos razones se nos ocurren para tratar de explicar esta curiosa atribución; por un lado, la citada consideración del santo como "refugio universal para todas las necesidades". Así se señala en los Gozos:

A la que con santo celo
y fervorosa oración,
el fruto de bendición
os pide por su consuelo
vos se lo alcanzáis del cielo,
y aún otras cosas mayores...

Y, por otro lado, la confusión que el pueblo sufre con estas oraciones ("De una que no creía...", "A la que con santo celo..."), que se refieren al alma, pero que el pueblo llano cree referidas a "una" mujer. Así, lógicamente es entre las mujeres donde la devoción a este santo alcanza su máxima popularidad. En Fregenal de la Sierra (Badajoz) llegan a nombrarle:

San Antonio bendito,
patrón de las mujeres.

En Portugal San Antonio es denominado "o santo casamenteiro" y se le cantan canciones como esta:

Eu pedi a Santo António
un rapazinho solteiro,
mas que nao fosse demónio
et que tivesse bom dinheiro.
(Strappazzon, p. 133)

Además, como señalan González Casarrubios y Sánchez Moreno el problema de conseguir novio parece centrarse exclusivamente en la mujer, porque no hay ninguna costumbre que demuestre que los hombres tengan alguna preocupación al respecto (Toledo, p. 91).

Para tal fin, encontrar un buen novio, todavía son muy comunes las ofrendas, las ofertas, los sacrificios, los rezos, las novenas, las velas y otras prácticas más o menos religiosas que realizan las jóvenes.

En Extremadura lo señaló ya a principios de siglo Publio Hurtado: "Otro de los santos objeto de una devoción supersticiosa es San Antonio. ¡Todas las niñas casaderas son idólatras del divino paduano!" (p. 109). y lo corrobora en nuestros días la Federación Extremeña de Grupos Folklóricos señalando que San Antonio de Padua es un "aviaol d'amoríus" en toda la provincia, acentuándose su abogacía en los pueblos limítrofes con Portugal (pp. 367-375).

Obviamente, también el folklore recoge con toda claridad, y con abundantes muestras, esta faceta del santo:

San Antonio portugués,
devoto de lo perdido,
mi amante se perdió anoche,
buscármelo, santo mío.
(Romero y Espinosa, 1984, p. 83)

San Antonio portugués
patrono de lo perdido;
mi novio se perdió anoche,
buscámelo, santo mío.
(Díaz Cassou, p. 55)

Pon blancas azucenas
a San Antonio
si quieres que a los quince
te salga novio.

Así decían las viejas de El Romeral en 1902 (González C. y Sánchez M., Toledo, p. 91).

Dice la Tarara que no tiene novio,
debajo la cama tiene un San Antonio.
La Tarara sí...
Canción "La Tarara" (Morales y otros, p. 131)

¿Qué tienes con San Antonio
que tanto te acuerdas de él?
San Antonio está en el cielo...
¡Quién estuviera con él!

A tus pies me arrodillo
hecho una ese,
que me caso contigo
aunque me pese.
Jota de San Antonio, recogida en Santa Amalia (Badajoz) por Antonio Guisado (1995, pp. 38-39).

San Antonio bendito
dam'un marido
que no fume tabaco
ni beba bino,
ni bay'a la taberna
con suh amigoh.
Canción infantil: "Al pasar el arroyo" (Valdecaballeros).

San Antonio bendito
búscame un novio, (bis)
que venga derechito
pa el matrimonio.
(Don Benito)

Por San Antonio bendito,
patrón de las solteras,
haz que esta noche me sueñe
con el chico que me quiera.
(Fuentes de León)

Por San Antonio bendito,
patrón de las mujeres,
que esta noche me sueñe
con el chico que me quiere.

Esta oración se repite tantas noches como años se tenga (Fregenal de la Sierra).

San Antonio bendito,
échame un maridito.
(Valdetorres)

No faltan ocasiones en que, además de los rezos y peticiones, para conseguir que el santo se decida a encontrarles el novio, las devotas pasan a la acción. He aquí brevemente algunas de estas acciones:

-Tirarle al santo del cordón de su hábito (Cumbres Mayores, Huelva).

-Besarle el pie (Cumbres Mayores).

-Enseñarle la tiranta del sujetador a San Antonio (Fregenal de la Sierra).

-Enseñarle la pierna (Fregenal de la Sierra).

-En Ceuta, las chicas que quieren encontrar novio se acercan a la ermita de San Antonio, en el monte Hacho, y pasan el trasero tres veces, cuidando que nadie las vea, sobre unas losetas en forma de cruz que hay en el suelo, delante del altar.

Lo que no deja de ser curioso es que, según una encuesta que realizamos en 1985, en el I. B. "Siete Colinas" de Ceuta, entre un centenar de alumnas de 2º y 3º de BUP, cuyas edades oscilaban entre los quince y dieciséis años, casi la mitad de ellas reconocía haber arrastrado el trasero sobre las losetas de la citada ermita de San Antonio.

-En 1883, señalaba Guichot y Sierra que "para que salgan novios a una mujer, ésta encenderá dos luces a San Antonio o meterá una imagen del mismo santo en un pozo, amarrada por el puescuezo con una soga. Copla:

Fuistes la que metistes
a San Antonio en el pozo,
y lo jartastes de agua
pa que te saliera un novio.

Y en una nota añadía este mismo autor: "Este santo es popularísimo. Cierta parte del pueblo lo considera tan milagroso que sería necesario creerlo si no observáramos que sirve de «comodín» para porción de prácticas supersticiosas, actos de brujería y hechicería, para ser el abogado de la gente «non sancta» y para otras cosas más" (superstición nº 233).

-En Murcia, en 1893, recogió Díaz Cassou una copla semejante:

Fuiste tú la que metiste
a San Antonio en el pozo
y lo ahogastes en el agua
pa que te saliera un novio.

"Alude a uno de los dos medios de que se valen las solteras para encargar al santo que les busque novio: se empieza por encender las luces, y, si anda remiso, se le ata a la soga del pzoo y se le chapuza dentro" (pp. 55-56).

-La copla la recogieron en Extremadura Luis Romero y Espinosa y Publio Hurtado. El primero la recoge como una interrogación (1984, p. 84), indicando que "para que salgan novios a una mujer ésta encenderá dos luces a San Antonio o meterá una imagen del mismo santo en un pozo, amarrado con una soga" (p. 86).

El segundo autor, en 1902, señala que "en algunos pueblos del partido de Llerena, a imitación de lo que hacen en Andalucía (y hasta en Méjico), si la jaculatoria de rúbrica no basta, sumergen al santo en los pozos a los indicados fines; como lo dice el cantar:

Tú fuiste la que metiste
a San Antonio en el pozo,
y le distes zambuyías
pa que te saliera novio.

¡Cuidado si el procedimiento hidroterápico está generalizado hace tiempo en nuestro país! (p. 109).

-En el condado de Niebla (Huelva), en 1907, recogió José Nogales: "En cierto pueblo del Condado existe una imagen de San Antonio pintada en azulejos, adornando la fachada de una casa en calle muy pasajera (Nota: también existe dicho San Antonio en las fachadas de varias casas de Extremadura).

Como no es posible volver al santo hacia la pared, echarlo al pozo ni colocarlo con la cabeza abajo, según es de rigor en determinadas peticiones, algunas devotas han ideado esta nueva especie de mortificación: tapan un ojo del santo con una pantalla de paño negro y si lo deseado se retarda o es apremiante, ponen dos pantallas, una en cada ojo; y así casi siempre está el milagroso San Antonio como mendigo con gafas, cosa que mueve de compasión" (pp. 145-167).

A tales castigos cabe suponer semejantes recompensas; pero en la mayoría de las ocasiones no parece este el caso, a la vista de lo que recogen algunos autores:

•"Si se consigue de San Antonio alguna petición debe pagársele echando de limosna, en el cepillo, siete ochavos (tres cuartos y medio)" (Guichot, superstición nº 129). El mismo pago recogen Romero y Espinosa (1984, p. 86 y Díaz Cassou, p. 56).

•"Así que entre deparar novios a las vacantes y deseosas, y proporcionar el hallazgo de las cosas perdidas, debe andar el elegido del Señor más que atareado.

Y luego, ¿mediante qué recompensa, amén de la consabida oración? Por siete ochavos solamente. ¡Es el colmo! (Hurtado, p. 109).

•"Si la petición a San Antonio es escuchada y el novio llega, la agradecida mostrará su alegría con una vela y unos reales de propina. Todavía los cepillos que en las iglesias se abren bajo el nombre de San Antonio son los que más pronto se llenan, según me confirmaba un párroco de una población cacereña" (Fed. Extr. de Grupos Folk., p. 370).

IV.-EL SANTO COMO RECUPERADOR DE OBJETOS PERDIDOS

Recuperar las cosas perdidas es otra de las facetas que la piedad popular atribuye también de modo sistemático a San Antonio. Pero, además, en este caso, la piedad popular se basa en una interpretación, más o menos libre, que tiene su razón de ser en unas afirmaciones que aparecen en el Responsorio ("miembros y bienes perdidos/recobran mozos y ancianos") y en los Gozos ("volvéis los bienes perdidos").

Según parece, el significado de la palabra "bienes" ha sido interpretado por el pueblo llano no en su sentido original de hacienda, riqueza, caudal, etc., sino en un significado muy genérico de cosas, objetos, etc.

Pero no sólo la devoción popular atribuye a San Antonio esta capacidad para encontrar las cosas perdidas, sino que también la reconoce la devoción más o menos oficial. Así, en la obra San Antonio de Padua. Devocionario completo, el padre Corredor, O. F. M., señala que San Antonio es el "abogado de las cosas perdidas" (p. 144) y que "es tan notorio este privilegio de hallar las cosas perdidas que todo el mundo acude al santo con la plena confianza de ser atendido..., rezándole siempre y con la mayor fe su Responsorio" (p. 145).

También en la Novena diaria del glorioso San Antonio de Padua se señala que Dios concedió a San Antonio "el singular privilegio de hallar las cosas perdidas" (p. 20).

Es en la ciudad francesa de Montpellier donde la tradición sitúa el episodio que será el origen del privilegio atribuido a San Antonio de encontrar los objetos perdidos: "Una noche, un novicio escapa del convento llevándose el Salterio del que se servía Antonio para sus oraciones; el diablo mismo le cierra el paso en plena noche y le obliga a rehacer el camino para llevar el objeto robado a su propietario" (Strappazzon, p. 86).

Es lógico, por tanto, que la religiosidad popular haya expresado esta faceta del santo a través de diversas formas; pero, especialmente, a través de una especie de oración fuertemente arraigada en la tradición oral, y conocida generalmente con los nombres de "Oración de San Antonio" o "Responso de San Antonio". Esta popularísima oración (que para Díaz Cassou no es sino "un ensarte de necedades") comienza con los versos: "San Antonio de Padua,/que en Padua naciste. ..", versos que evidencian cómo ha actuado sobre ella la tradición oral, recreando y añadiendo modificaciones al texto original, quizá de origen culto. Efectivamente, como ya hemos señalado, San Antonio no nació en Padua sino en Lisboa, aunque la confusión es fácilmente explicable por el sobrenombre con que se conoce al santo en España; en cambio, la confusión es incomprensible para los portugueses, debido a que allí el santo es conocido por "Santo António de Lisboa" o como "nosso santo António".

Que la tradición oral ha actuado y sigue actuando sobre este texto nos lo evidencian también las numerosas versiones que encontramos no sólo en lugares alejados geográficamente, sino en una misma localidad (por ejemplo, las cinco versiones, que transcribimos en este artículo, recogidas en Don Benito).

Teniendo en cuenta estas numerosas, y en algunos aspectos diferentes, versiones, señalaremos que esta oración hace un recorrido por algunos aspectos de la vida del santo: su nacimiento en Lisboa (recogido sólo por una mínima parte de las versiones, ya que la mayoría recogen la confusión debida a su sobrenombre), su crianza también en la capital portuguesa (una versión la sitúa erróneamente en Roma), su aprendizaje en Portugal para la predicación, su labor predicadora, etc.

También recoge la oración algunos aspectos con que es representado el santo por la iconografía: el hábito, el cordón, el Niño que sostiene en sus brazos (desde el siglo XV), el libro (símbolo de su ciencia), etc. Faltan alusiones al lirio blanco o azucena (símbolo de su pureza) y al pan (que recuerda su caridad con los pobres).

Y, por supuesto, se extiende la oración en aspectos relacionados con las leyendas populares en torno al santo: su venida milagrosa desde Italia a Lisboa para librar a su padre de la muerte y calumnia que le imponían; la pérdida del breviario (relicario, libro, rosario...) que da pie a que el Señor (La Virgen, el Niño...) le conceda tres dones: hallar lo perdido, guardar el ganado, recordar lo olvidado, acercar lo lejano o ausente, resucitar muertos, etc.

No podemos dejar de notar la recurrencia al número tres (tres voces que le da el Señor, la Virgen o el Niño; los tres dones que recibe el santo...), hecho que denota también el carácter popular de la oración.

Vayamos, pues, a los textos: En Asturias, cuando los pastores perdían alguna res, decían esta oración de San Antonio:

San Antonio de Papua
que en Padua naciste,
en Portugal deprendiste
letras para predicar,
y estando predicando
el rebaño perdiste,
el Hijo de Dios te lo halló
y tres dones te dio:
lo perdido hallado,
que ampares todo el ganado,
lo que esté mal amparado,
sin pastor, sin dolor
hasta que salga el sol.

(Recogido en Llerices, concejo de Cangas de Onís, 1921, por A. de Llano, p. 135).

Rodríguez Marín recoge tres versiones de esta oración. Copiamos la primera (nº 1057), muy semejante a la que recogió A. Machado y Alvarez en Carmona (p. 178).

San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes,
en Portugal te criastes,
en el púrpito donde Dios predicó predicastes.
Estando predicando el sermón
te bino un angel con la embajá
que a tu padre lo iban a'justiciá.
Por él fistes,
el brebiario perdistes,
la Birgen te se presentó,
tres dones te dio.
-Antonio, Antonio, Antonio,
buélbete atrás,
qu'el brebiario tú lo hayarás.
Lo olbidado será recordao,
lo perdío hayao,
lo ausente presente.
Santo mío,
que aparezca lo perdío.

Este mismo autor, anota que "son tres versiones de la llamada oración de San Antonio, a que se atribuye maravillosa eficacia para hacer parecer las cosas perdidas", Además, con la erudición que le caracteriza, añade que la leyenda que informa tal oración (San Antonio libra a su padre de ser ajusticiado) es popularísima en muchos países. Para corroborarlo transcribe en la nota 508 la rima siciliana "Il morto risuscitato", publicada por Pitré.

En 1893 recogió en Murcia, Díaz Cassou que "los gitanos y algunos que lo parecen dicen una que llaman oración para hallar lo perdido, que no es tal oración sino un ensarte de necedades. La mal llamada oración dice así:

San Antonio de Papua
que en Padua naciste,
y en el púlpito del Papa predicaste,
y estando en el sermón
te vino un ángel con la comisión
de que echaras a andar
que a tu padre lo iban a ajusticiar,
y andando, andando,
te se perdió el brebiario,
la Virgen se lo encontró,
tres voces te dio,
Antonio, Antonio, Antonio,
átale las patas al demonio
y lo olvidado
será hallado.
Santo mío
como a ti te pareció
que me parezca lo mío.

Se dice esta oración haciendo algunos nudos en cualquier pañuelo para atarle las patas al diablo y se piensa dónde podrá estar lo perdido, que parece por aquello de que lo que no se llevan los ladrones, parece por los rincones" (pp. 55-56).

En 1948 publicó Bonifacio Gil esta oración a San Antonio para encontrar una cosa que se pierde, oración que había sido recogida por Matías A. Martínez en Burguillos del Cerro (Badajoz) hacia 1884:

San Antonio 'e Pauda,
qu'en Pauda nacijtej,
en Roma te criajtej,
aonde Dios pedricó,
ayí predicajtej;
tubijtej la relación
qu'a tu padr'iban ajorcá,
tú lo salijtej a librá,
el brebiario perdijtej,
la Vigen se lo jayó,
er Niño e Dioj se sentó en er,
y trej boce te dio:
Antonio, Antonio, Antonio.
Tú la cara gorbijtej,
trej cosaj que le pedijtej,
trej cosaj te concedió:
lo perdío, jayao;
lo muerto, resucitao;
lo lejoj, acercao.

En Valdecaballeros (Badajoz), para hallar un objeto extraviado basta decir tres veces seguidas el responso de San Antonio, pero sin equivocarse, pues, en este caso, pierde todo su poder:

San Antonio de Padua,
qu'en Padua nacihteh,
el Lihboa te criahteh,
el santo ábito que t'echahteh,
el cordón que te ceñihteh,
treh cosah que le pedihteh
el Señor te lah concedió.
Concédeme, santo mío,
ehto que te pido yo.

Seguidamente se reza un padrenuestro (Rodríguez Pastor, Valdecaballeros, p. 765). Hemos recogido otra versión muy semejante en Don Benito.

En Castuera rezan una y otra vez la oración de San Antonio, mientras buscan lo perdido...La oración dice así:

San Antonio de Padua, (sic)
que en Padua nacistes,
estando predicando
tu libro perdistes;
se lo encontró el Señor
y estas palabras le habló,
y le dijo: -Vuérvete p'atrás,
que lo que has perdido
lo encontrarás.
(Rodríguez Pastor, Castuera, p. 41 )

San Antonio de Papua
que en Padua naciste,
al monte fuiste,
el berveario (sic) perdiste,
tres pasos atrás volvistes,
a la Madre de Dios te encontraste,
tres dobles la mandastes
para que lo perdido
sea aparecido;
lo olvidado
sea recordado;
lo alejado,
acercado;
San Antonio de Padua,
bienaventurado.

Se recita para encontrar los objetos perdidos; luego se reza un padrenuestro; y se repite lo mismo otras dos veces más (Don Benito).

San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes
y en Portugal aprendiste
palabras para predicar.
Estando un día predicando
a tu padre iban a ahorcar;
tú, por irle a salvar,
el devocionario se te perdió.
La Virgen María se lo encontró
y tres voces te dio:
¡Antonio, Antonio, Antonio!
Tú, que lo oístes,
te humillastes
y arrodillastes;
lo perdido
sea aparecido,
y lo olvidado
sea encontrado,
San Antonio de Padua,
bienaventurado.
(Don Benito)

San Antonio de Pauda (sic),
que en Pauda naciste
y en Lisboa os criaste;
yendo por un caminito
una voz del cielo oiste:
beato Atón, beato Atón, beato Atón,
vuélvete para atrás,
y a la Virgen María encontrarás,
tres cosas le pedirás:
lo perdido
sea aparecido,
lo olvidado
sea acordado;
lo ausente,
esté presente.

Se reza la oración y, después, un padrenuestro (Don Benito). Otra versión muy semejante recogida en esta misma localidad añade:

Quien diga esta oración
tres veces al día,
el santo le concederá
lo que se le pida.

Se reza un padrenuestro y un avemaría.

San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
fuiste a Portugal
por letras para estudiar.
Estando estudiando
tres voces te di:
¡Antón, Antón, Antón!
concédeme lo que te pido,
que te lo pido de corazón,
que te rezo tres padrenuestros
y tres salves
para que me concedas
lo que te pido,
que te lo pido de corazón,
San Antonio bendito.

Para que sea eficaz, debe rezarse sin confundirse (Don Benito).

San Antonio de Padua
que en Padua nacistes,
en Lisboa te criastes,
donde Cristo predicó,
predicastes,
te vino la sentencia
de que a tu padre
lo iban a ahorcar
por un falso delito
que le querían acumular.
El brivario se te perdió,
la Virgen María se lo encontró
y tres voces te dio
y te dijo:
Antonio, Antonio,
los muertos, resucitados;
lo lejos, alcanzado;
y lo perdido, encontrado.
(Fuentes de León)

San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes
y en Lisboa te criastes,
estando un día leyendo,
el breviario perdistes
y la Virgen se lo encontró
y estos dones te concedió:
que lo que fuera perdido,
por ti fuera encontrado;
y lo que fuera olvidado,
por ti fuera hallado;
y estas señales te dio:
un gallo cantar,
una puerta abrir o cerrar,
y la voz de un niño decir que sí.

Seguidamente se rezan tres avemarías y tres glorias. Si durante la oración oyes alguna de esas tres señales, encuentras el objeto perdido (Fregenal de la Sierra).

Glorioso San Antonio,
que en Lisboa naciste,
en Padua moriste,
y las tres voces que oistes
del Eterno Padre, que te dijo:
Antonio, Antonio, Antonio,
aquí está tu breviario
en tu corazón sellado,
y con estas palabras te pido
que lo perdido sea hallado,
lo lejos acercado,
y lo olvidado acordado.

Después se reza un padrenuestro (Bodonal de la Sierra).

San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes,
que en Roma te criastes,
donde predicó nuestro Señor Jesucristo
tú predicastes;
cuando te dijeron
que a tu padre lo iban a ahorcar,
perdistes el breviario
y la Virgen María se lo encontró
y tres voces te dio:
Antón, Antón, Antón,
vuelve atrás.
Y tú volvistes
y tres cosas te pidió:
de lo perdido, hallado;
de lo muerto, resucitado;
y de lo imposible, alzado.

(No recuerda si es "alzado" u otra cosa. Fregenal de la Sierra).

San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes,
en Portugal te criastes,
en el púlpito de Dios predicastes;
estando predicando
perdistes el abecedario,
tres voces te dieron:
Antonio, Antonio, Antonio,
que lo perdido sea hallado;
y lo muerto, resucitado.

Hay que rezar un padrenuestro y decir tres veces la oración (Fuentes de León).

San Antonio bendito,
en Padua naciste,
en Lisboa te criaste,
el púlpito que Jesucristo
predicó, predicaste.
Estando predicando,
se te apareció un ángel y te dijo:
San Antonio, vuélvete para atrás,
a Jesucristo te encontrarás,
tres cosas le pedirás,
una de ellas te concederá:
lo que se ha perdido, sea hallado;
lo que se ha olvidado, sea acercado.
(Valdetorres)

San Antonio de Papua
que en Padua naciste,
en Lisboa te criaste,
en el púlpito de Dios
predicó, predicaste,
el libro perdiste,
al Hijo de Dios se le oyó,
tres voces te dio:
Antonio, Antonio.
La cara volviste,
tres cosas le pediste:
lo perdido, hallado;
lo lejos, acercado;
y lo muerto, resucitado.

Estas oraciones se rezan todas las veces que se quiera; también se dice que se reza tres veces y, si no te confundes, aparece seguro (Valdetorres).

San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes,
en Lisboa te criastes,
en el púlpito donde Dios
predicó, predicastes.
A tu padre le iban a ahorcar,
santo bendito,
la vida le reservastes.
El beveario perdistes,
el Niño Dios se lo encontró
y te dijo tres veces:
Antonio, Antonio, Antonio,
las cosas que sean perdidas,
que por ti sean parecidas;
las cosas que sean olvidadas,
que por ti sean halladas.

Después se reza un padrenuestro. Este responso se repite tres veces (Villarta de los Montes).

San Antonio de Padua
que en Padua nacistes,
que a hombres y mujeres
a todos socorristes,
por el hábito que te echastes
y el cordón que te ceñistes,
tres cosas le pedistes
al Niñito de Dios
y a todas tres te las concedió.
Concédeme, San Antonio,
esta que te pido yo:
que me aparezca... (nombre de lo perdido).

Hay que rezarla con mucha devoción y sin equivocarse (Madrigalejo, Cáceres).

San Antonio divino,
que al monte Oliver subiste,
el breviario perdiste,
y a Dios tres cosas le pediste:
lo que sea perdido
sea hallado,
lo que sea ausente,
presente;
lo que sea olvidado,
recordao.
Te suplico, santo mío,
por tu cordón,
que le des lo que te pide
a mi amante corazón.
(Fuenlabrada de los Montes)

San Antonio de Padua,
que en Padua naciste,
por liberar a tu padre
el rosario perdiste.
Antonio, Antonio,
vuélvete atrás,
que lo que se te ha perdido
lo encontrarás.
(Don Benito)

San Antonio de Padua,
que en Padua has nacido,
lo perdido encontrado,
y lo olvidado recordado.
(Fuentes de León)

San Antonio bendito,
com'eg bonito,
arrebusca log niñoh
que s'han perdío.

Es una rima infantil de los niños perdidos recogida en Alcuéscar (Cáceres), en 1902, por García-Plata de Osma (p. 126).

San Antonio bendito
tiene un Niño chiquitito
que ni come ni bebe
y siempre está gordito.

Esta fórmula la repiten en Cuba mientras se busca un objeto perdido (Rodríguez Marín, nota 508).

San Antonio bendito,
a ver si encuentro esto.

Lo dicen en La Vellés (Salamanca), a la vez que rezan dos o tres padrenuestros a San Antonio (Blanco, p. 69).

4.1.-OTRAS FORMAS DE ENCONTRAR OBJETOS PERDIDOS

Son diversas las fórmulas que se utilizan para hallar objetos perdidos, aparte de la oración de San Antonio. Citaremos algunas, aunque nuestra intención es centrarnos en una pseudooración, irreverente en muchos casos, como es la del supuesto "San Cucufato". Y nos centraremos en ella para demostrar que en realidad no es sino una variación humorística, como signo de incredulidad, de la oración de san Antonio.

En Herrera del Duque (Badajoz), cuando se pierde una cosa, suelen tirar otra, o una moneda, donde se ha perdido la primera, para que así aparezca. Lo mismo hacen en Monterrubio de la Serena (Rodríguez Pastor, Castuera, p. 40).

En algunas localidades, mientras buscan el objeto perdido, van recitando:

Reluce, reluce,
aquí están las luces;
si no reluciera,
aquí no estuviera.
(Herrera del Duque)

Reluce aquí todas las cosas,
si no reluciera
en el cielo estuviera.
(Fuenlabrada de los Montes)

Reluce, reluce
en el cielo ay treh cruceh,
si no reluciera
en el cielo ehtubiera.
(Valdecaballeros)

Reluce, reluce
La Virgen de las Cruces,
Si no reluciera,
La Virgen apareciera.
(Don Benito)

En Fregenal de la Sierra, mientras buscan el objeto, repiten:

Santa Rita,
Santa Rita,
que aparezca
mi cosita.

4.1 .1 .La "Oración de San Cucufato"

Casi tan popular como la oración de San Antonio para encontrar los objetos perdidos, es esta falsa, y en muchos casos irreverente, "oración de San Cucufato". El origen de la misma quizá esté en la incredulidad de mucha gente, especialmente en el caso de los hombres, ante la efectividad de la oración a San Antonio.

Así, para reírse de la supuesta inocencia y credulidad de los devotos al santo, a lo que hay que unir un anticlericalismo semejante al que aparece en otras manifestaciones folklóricas, surge esta variante irónica, humorística y, en muchos casos, obscena.

La fórmula consiste básicamente en colocar dos piedras en un pañuelo y echar un nudo, dejándolo así hasta que aparezca el objeto perdido. La acción se acompaña del recitado de unos versos en los que se invoca a un santo, y aquí es donde el carácter irreverente y anticlerical presenta diversos niveles.

Así, las formulillas más irreverentes mencionan al propio San Antonio; sin embargo, son más abundantes las formulillas donde el nombre de San Antonio se sustituye por el de un supuesto santo (Cucufato, Cutufato, Cufato, Donato, Pilato, Cojonato, etc.).

La relación que une esta fórmula con la oración de San Antonio resulta explícita recordando las palabras que Díaz Cassou dedicaba en 1893 a la oración de San Antonio: "Se dice esta oración haciendo algunos nudos en cualquier pañuelo para atarle las patas al diablo y se piensa dónde podrá estar lo perdido" (p. 56; el subrayado es nuestro).

Quizá originariamente el hacer nudos en un pañuelo y la oración a San Antonio no fueran sino dos prácticas supersticiosas diferentes. Así, como superstición diferente (nº. 73) la recoge Guichot y Sierra en 1883: "Para encontrar un objeto perdido se sujeta un pie de una silla con una cuerda, y se dice: «Ahí estás amarrado hasta que aparezca lo perdido» (esto se conoce por atar la pata al diablo)”.

Y también como superstición diferente nosotros mismos la hemos recogido en Herrera del Duque: otra forma de encontrar objetos perdidos era atarle los huevos al diablo: en un pañuelo se ponían dos piedras blancas y se ataba fuerte; y al encontrarlo se tiraban las piedras.

También en Valdetorres afirman que se podían encontrar las cosas perdidas, haciendo un nudo en un pañuelo; aunque no falta quien afirma que se hacían tres nudos.

He aquí algunas de estas formulillas:

San Antonio, San Antonio,
los valentía te ato;
como no me lo devuelvas,
no te los desato.

Se echa un nudo bien apretado a un pañuelo (Bodonal de la Sierra).

San Antonio bendito,
el pito te ato,
y hasta que no aparezca
no te lo desato.
(Castilblanco)

San Antonio bendito,
un nudo te hago,
como no aparezca
no te deshago.
(Fregenal de la Sierra)

San Cucufato,
los güevos te ato,
y hasta que no aparezca
no te los desato.

Se meten dos piedras dentro de un pañuelo, y se esconde en un rincón de la casa hasta que aparezca (Rodríguez Pastor, Ceuta, p. 9).

San Cucufato,
si no aparece,
los huevos te ato,
y si aparece
te los desato.

A continuación se hace un nudo a un pañuelo, y hasta que no aparezca no se desata (Don Benito).

San Cucufato,
como no aparezca mi cosita
los cordones te ato.
(Higuera la Real)

San Cucurufaco,
si no aparece mi pendiente (o lo que sea)
las hombría te ato,
y si aparece te las desato.
(Herrera del Duque)

San Cutufato
los valentía te ato,
si no encuentro... (se nombra lo perdido)
no te desato.

Se coge un pañuelo y se le ata un pico. Se dice lo anterior y luego se reza un padrenuestro (Don Benito). La misma formulilla, con el padrenuestro posterior, utilizan también en Cumbres Mayores (Huelva).

San Cutufato,
los gadumbos te ato,
si no me aparece
no te lo desato.
(Fregenal de la Sierra)

San Cotufato bendito,
los valentía te ato,
y si no me concedes
lo que te pido,
no te desato.
(Fregenal de la Sierra)

San Cocufato,
San Cocufato,
si no encuentro...(lo que sea)
los valentía te ato.
(Fregenal de la Sierra)

San Cocufato,
los valentía te ato,
si no me encuentras... (el objeto perdido),
no te los desato.

Se echa un nudo en un pañuelo, tela, etc., mientras se dice lo anterior (Cumbres Mayores, Huelva)

Santo Cufato, Santo Cufato,
los valentía te ato,
y hasta que no aparezca
no te los desato.
(Fregenal de la Sierra)

San Donato,
calzones te ato,
si no me parece,
no te los desato.

Se coge un pañuelo, se le echa un nudo y se guarda en el bolsillo hasta que aparezca lo perdido (Fuentes de León). En Herrera del Duque, para encontrar objetos perdidos, rezan tres veces una oración y después de cada una rezan un padrenuestro a San Donato; si no se equivocan, afirman que el objeto aparece; pero si se equivocan, no aparece.

Pilato, Pilato,
si lo encuentro
te desato.

Se recita, mientras se hace un nudo en el pañuelo (Rodríguez Pastor, Ceuta, p. 9).

Santo Pilato,
no te desato,
hasta que no me parezca
lo que he perdido.
(Higuera la Real)

San Cojonato,
San Cojonato,
los valentía te ato,
hasta que no aparezca
no te los desato.

Se coge un pañuelo, se le echa un nudo y, cuando aparece el objeto perdido, se desata el pañuelo (Madrigalejo, Cáceres). En Don Benito recitan la misma formulilla, pero hacen dos nudos en el pañuelo.

Cojonato,
los valentía te ato;
hasta que no me aparezca
no te los desato.

Se dice mientras hacen un nudo a un pañuelo (Rodríguez Pastor, Castuera, p. 41).

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NOTAS

(1) Todas las poblaciones citadas, excepto donde se especifique otra cosa, pertenecen a la provincia de Badajoz. Han sido nuestros informantes: Juan M. Pimienta y Carmen Rebollo (Bodanal de la Sierra); Mª Eva Alonso (Cáceres); Eva Díaz (Castilblanco);Adelaida, Juan Pozo, Juan M. Tapia y Amador Tena (Castuera); Alejandro Largo, Esperanza Navarro y Eva del C. Rodríguez (Cumbres Mayores, Huelva); Manuel J. Cabanillas, Mª. Isidra Calderón, Pedro M. Capilla, Mª. Soledad Casado, Eva Mª. de la Corte, Matilde Delgado, Clara Díaz, Alicia Gómez, Maribel Gutiérrez, Mª. Teresa Guzmán, Mª. Caridad Manzano, Encarnación Mendoza, Francisco J. Parra, Mónica Pérez, Carlos Porro, Esther Ramos, Alberto A. Sánchez, Ana Mª Sánchez, Eva Mª. Sánchez y Juan S. Sánchez (Don Benito); Martín Garzón, Reme Márquez, Francisco J. Martínez, Mª. Angeles Morales, Jaime Nogales, Arancha Ordóñez, Montserrat Rodríguez y Carmen Romero (Fregenal de la Sierra); Maribel Patiño (Fuenlabrada de los Montes); Angel M. Matito, Eva Quintanilla y Monchi Rodríguez (Fuentes de León); Pedro Calero, Carlos Casco y Antonia Mª. Delgado (Herrera del Duque); Cati Martinez y Matilde Morón (Higuera la Real); Guadalupe Sánchez (Madrigalejo, Cáceres); María Parralejo y Engracia Pastor (Valdecaballeros); Anabel Gallego, Mª. Teresa Molina y Manoli Valadés (Valdetorres); y Mª. Isabel Villegas (Villarta de los Montes).

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FARV
 
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Re: 4. 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor Al+100cia » Jue Ene 08, 2015 8:27 pm

JMJ


FARV, comparto tu alegría por la misión en Navidad y te agradezco ¡muy enriquecedor tu aporte! sobre la devoción popular a San Antonio. El “Responsorio” sí lo conocía, los “Gozos” no...
Aprovecho entonces para orar, con todos ustedes peregrinos, por nuestras almas, a San Antonio

A la que con santo celo
y fervorosa oración,
el fruto de bendición
os pide por su consuelo
vos se lo alcanzáis del cielo,
y aún otras cosas mayores...


Oh mi Dios y mi todo!!!
Al+100cia
 
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Re: 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor juaman2003 » Jue Abr 09, 2015 9:17 pm

San Antonio de Padua
CARTA CON OCASIÓN DEL VIII CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SAN ANTONIO (1195-1995)
MINISTROS GENERALES FRANCISCANOS

. ANTONIO, HOMBRE EVANGÉLICO
«El Padre de toda consolación» nos ha concedido la gracia de celebrar, en estos años, una gran cantidad de conmemoraciones.
En 1981 recordamos y celebramos el Octavo Centenario del nacimiento de Francisco de Asís; con tal ocasión quisimos compartir nuestra alegría con todos ustedes, exponiéndoles nuestro pensamiento en una Carta-Mensaje centrada en aquellas dulces palabras que pronunció nuestro Padre, desnudo sobre la desnuda tierra, instantes antes de morir: «He concluido mi carrera; Cristo os enseñe la vuestra.»
En 1993 celebramos, con las hermanas clarisas, el Octavo Centenario del nacimiento de Clara y, con tal motivo, les hablamos sobre Clara de Asís, mujer nueva, la «plantita» de Francisco e inseparable de él, suma expresión del ideal femenino franciscano.
En 1995, la santa caridad que es Dios nos concederá a los franciscanos, a los fieles cristianos y a todos los hombres de buena voluntad la oportunidad de celebrar el Octavo Centenario del nacimiento de san Antonio de Padua, a quien la Iglesia venera como «Doctor Evangélico», más todavía, como «Hombre Evangélico». Es decir, como hombre no sólo llamado a anunciar, explicar y proponer el Evangelio, sino también, y sobre todo, a vivirlo, a convertirlo en forma y medida de la propia vida, según el estilo de la más pura espiritualidad franciscana.
Hoy quisiéramos dirigirles unas palabras fraternas que les ayuden a captar la belleza y la novedad del testimonio de san Antonio.
I. «HOMBRE EVANGÉLICO»
Permítannos recordar un día luminoso para los franciscanos. El 12 de septiembre de 1982, durante su visita a la Basílica de San Antonio, en Padua, el papa Juan Pablo II dijo:
«Quisiera referirme inmediatamente a esa nota peculiar que aparece como constante en las vicisitudes biográficas de este Santo, y que le distingue claramente en el panorama, aunque tan amplio y casi sin límites, de la santidad cristiana. Antonio —lo sabéis bien—, durante todo el arco de su existencia terrena fue un hombre evangélico; y si como tal le veneramos, es porque creemos que en él se posó con particular efusión el Espíritu mismo del Señor, enriqueciéndole con sus dones admirables e impulsándole, “desde el interior” a emprender una acción que aun siendo notabilísima en los 40 años de vida, lejos de agotarse en el tiempo, continúa vigorosa y providencial incluso en nuestros días… Os invito, ante todo, a meditar precisamente en ese aspecto evangélico, que constituye también la razón por la que Antonio es proclamado “el Santo”».
»Sin hacer exclusiones o preferencias, se trata de un signo, a saber: que en él la santidad ha alcanzado cotas de altura excepcional, imponiéndose a todos con la fuerza de los ejemplos y confiriendo a su culto la expansión máxima en el mundo. Efectivamente, resulta difícil encontrar una ciudad o un pueblo del orbe católico, donde no haya por lo menos un altar o una imagen del Santo.»
1. Un camino de búsqueda
Para llegar a ser un hombre evangélico, Antonio recorrió un camino en el que vemos las huellas de las visitas pacientes y solícitas de Dios.
Fernando Martins —ése es el nombre de bautismo de Antonio— nació, según la tradición más corriente, en Lisboa en 1195. Su padre, Martín de Alfonso, era caballero y su madre, María, provenía de una ilustre familia. Pertenecía, por tanto, a una familia «noble y poderosa».
Y conoció las ventajas y desventajas de la nobleza y del poder.
Estudió desde los 7 hasta los 14 años en la escuela episcopal de la catedral de Lisboa. Poco después de cumplir 15 años ingresó en el monasterio de San Vicente, de los Canónigos regulares de San Agustín, donde vivió su primera experiencia de vida consagrada.
Dos años después, deseando librarse de las injerencias de su familia y de los amigos, pasó al monasterio de Santa Cruz, en Coimbra, perteneciente también a los Canónigos regulares de San Agustín. Pero la vida en Coimbra no era fácil: el monasterio contaba con un gran número de religiosos, y una comunidad tan grande e influyente originaba, inevitablemente, tensiones con el poder de la corte y con el del obispo diocesano. Los estudios, el nivel cultural del monasterio y la posibilidad de conocer e investigar el pensamiento de los santos Padres en la óptima biblioteca del monasterio y en la escuela atendida por sacerdotes graduados en París eran satisfactorios. El canónigo Fernando supo mantenerse alejado de la mediocridad y, con un grupo de compañeros, se consagró con especial entrega a la oración y al estudio de la teología.
Fue ordenado sacerdote a los 25 años. Todo parecía indicar que su vida de canónigo agustino podía satisfacer y aquietar su alma.
2. Itinerario franciscano
Pero justamente por esas mismas fechas conoce a un grupo de franciscanos, provenientes de Asís, que le causan una impresión muy positiva. Este encuentro significará la toma de contacto con un mundo que acabará por sumirle en una profunda crisis. Poco después, en enero de 1220, llega a sus oídos la noticia de que aquellos cinco «penitentes de Asís», a los que él había conocido y hospedado en el monasterio, habían sido martirizados en Marrakech y de que sus cuerpos iban a ser sepultados precisamente en su monasterio de Santa Cruz de Coimbra.
La vida monástica de Fernando, consagrada a la oración y al estudio, recibe como una sacudida. Empieza a apremiarle la idea y la esperanza de testimoniar su fe con el martirio.
Abandona la Orden agustina, ingresa en la Orden franciscana y, en otoño de aquel mismo año de 1220, convertido ya en fray Antonio, emprende viaje a Marruecos. Pero su proyecto se trunca muy pronto. Una grave enfermedad le obliga a guardar cama. Se decide repatriarlo, para que se cure y, una vez restablecido, regrese de nuevo a Marruecos. La fuerza del viento lo «deposita» en una playa de Sicilia. Lo hospedan sus hermanos de hábito en Mesina.
Era el año 1221. Se desvanecía definitivamente el sueño del martirio. Antonio tenía 26 años. Apenas viviría otros diez, que serían los más intensos de su vida. Recordamos aquí algunas etapas del itinerario franciscano de san Antonio.
En ese mismo año participa en el «Capítulo de las esteras», en Asís. Seguidamente se sumerge en el silencio, la oración y el servicio humilde a los hermanos, en el eremitorio de Monte Paolo. En 1223 pronuncia en Forlì una conferencia espiritual improvisada, que asombra a todos por «la inesperada profundidad de su palabra».
A partir de ese día «tiene que interrumpir los silencios de la soledad» y dedicarse a la predicación itinerante.
La Romaña, plagada de la herejía cátara, fue su primer campo apostólico: predicación popular, conferencias al clero, ministerio de la reconciliación, lecciones de teología a los hermanos de la Orden. La vida de Antonio se vuelve cada vez más itinerante y más pública.
Tras la etapa romañola, lo encontramos en Bolonia, en el sur de Francia —donde bulle la herejía albigense—, en Limoges (donde en 1226 fue nombrado «custodio» de los hermanos menores del territorio), manteniendo siempre un difícil equilibrio entre la actividad apostólica y la soledad contemplativa. Posteriormente, a su regreso a Italia, es nombrado «Ministro provincial» de las regiones septentrionales. Predica en Vercelli y en muchas otras ciudades. En 1230, lo vemos en Asís, en Roma, en la Marca de Treviso y, sobre todo, en Padua, donde había redactado los Sermones dominicales y ahora redacta los Sermones festivi. Es su última etapa terrena. Durante la cuaresma de 1231 realizará una gesta memorable: la primera predicación cuaresmal diaria de la Iglesia occidental, que será también una gran experiencia eclesial de catequesis penitencial y social.
En mayo viaja a Verona, donde interviene, sin resultado positivo, ante Ezzelino III da Romano en favor del conde Pizzardo di San Bonifacio.
A finales del mismo mes de mayo se encuentra en Camposampiero, en las cercanías de Padua. Ante la proximidad del tiempo de la siega, Antonio despide al gentío y «busca lugares apartados… anhelando “quietud y soledad”». Le construyen una celda en un «robusto nogal, porque el lugar se prestaba a la soledad y a la quietud, amiga de la contemplación». En aquella celda, viviendo una vida celestial, Antonio persistía como abeja laboriosa en su entrega a la sagrada contemplación.
La enfermedad que lo había estado atormentando desde su aventura africana está a punto de consumirlo. El trabajo lo ha agotado; el alimento y el reposo ya no logran restablecer sus fuerzas. Antonio decide regresar a Padua. Durante el viaje, en Arcella, el 13 de junio de 1231 «aquella alma santísima, liberada de la cárcel de la carne, fue arrebatada y absorbida por el abismo de la luz». Concluía una vida de treinta y seis años escasos, once de ellos franciscanos. Al año siguiente, el 30 de mayo, el papa Gregorio IX canonizaba a Antonio en la ciudad de Espoleto.
3. Un perenne itinerario espiritual
Pero aquella vida que parecía haberse consumado prematuramente comenzaba una aventura que asombraría a los siglos.
El primer aniversario de la muerte de Antonio se celebró tributándole los honores de culto litúrgico, venerándole con el título de Doctor de la Iglesia, un título que, siglos más tarde, el 16 de enero de 1946 confirmaría el papa Pío XII.
Con todo, lo más asombroso es que la vida de Antonio fue una peregrinación veloz: desde la tranquila infancia y la vida monástica dedicada al estudio y la oración, hasta los breves años de franciscanismo, vividos en una itinerancia casi continua a lo largo de los caminos y, sobre todo, en el interior del propio espíritu.
Antonio sintió la fascinación del martirio, la desilusión del fracaso de su proyecto de entregar su vida en testimonio de la fe, la soledad y el anonimato, la fama inesperada y repentina, la vida consumada en una incesante entrega a los demás, la satisfacción del estudio bíblico y el agotador tumulto de las muchedumbres, la insaciable nostalgia de la contemplación, la experiencia de la Biblia como suma del saber, la alegría acrisoladora de la devoción, el reposo de las ansias en el encuentro con el Señor: «Veo a mi Señor.»
Su itinerario espiritual posee todos los rasgos esenciales del franciscanismo, incluida la libertad de espíritu capaz de las mayores novedades. Antonio es un franciscano que bebe y se empapa de franciscanismo sobre todo a través de la vida de los hermanos. Su franciscanismo es fascinante precisamente porque el carisma y el ideal de Francisco los encontró encarnados y enriquecidos en la convivencia cotidiana fraterna.
4. La novedad franciscana
Antonio no pertenecía al círculo de los amigos, compañeros y colaboradores de Francisco. A pesar de ello vivió el franciscanismo de los orígenes con total adhesión y con docilidad absoluta. Supo captar la esencia de la vida y de la espiritualidad de Francisco. Y, de hecho, su sensibilidad franciscana fue plenamente reconocida por los hermanos y por el mismo Francisco.
Así lo demuestra la carta que Francisco le escribió a finales de 1223 o a principio de 1224, cuando llamaron a Antonio a Bolonia para que «leyera» sagrada teología a los hermanos. Dice Francisco al joven «lector»: «Al hermano Antonio, mi obispo, el hermano Francisco: salud. Me agrada que enseñes la sagrada teología a los hermanos, a condición de que, por razón de este estudio, no apagues el espíritu de la oración y devoción, como se contiene en la Regla.» Era el recibimiento espiritual de Antonio en la familia de Francisco, su investidura oficial para la delicada misión de enseñar a los hermanos, la preocupación de que «este estudio» no apague la primacía del absoluto de Dios en la vida.
Una alusión de la Vida primera de Celano, redactada entre 1228 y 1229, es decir, cuando Antonio todavía vivía, revela la fidelidad con que el Santo de Padua siguió, tanto en su enseñanza en Bolonia como en su predicación itinerante, las indicaciones de Francisco. Hablando del Capítulo provincial de 1224 en Arlés, escribe Celano: «También estaba presente en aquel capítulo el hermano Antonio, a quien el Señor abrió la inteligencia para que entendiese las Escrituras y hablara de Jesús en todo el mundo palabras más dulces que la miel y el panal.»
Pero Antonio vivió y fue expresión del franciscanismo de los orígenes sobre todo porque éste reflejaba, en la vida de los hermanos, la imitación radical de Cristo pobre y humilde. Antonio supo captar la esencia cristológica del movimiento nacido de Francisco, distinguiéndolo de los condicionamientos y de las formas concretas que le imponían, a veces, la influencia franciscana en la Iglesia y en la sociedad, las necesidades internas del movimiento franciscano en evolución, el culto, la piedad popular o las inevitables tensiones internas de la Orden.
En el franciscanismo de los orígenes, Antonio aparece como la encarnación de una ideal todavía en plena evolución, muy libre en las formas pero firme en la expresión y en la defensa de lo esencial.
II. TRADICIÓN Y ORIGINALIDAD
La originalidad franciscana de san Antonio es expresión genuina de la originalidad radical del franciscanismo, nacido precisamente como afirmación de lo «nuevo», como un modelo de vida desconocido anteriormente, como un proyecto en marcha.
1. Tradición
Del espíritu franciscano de los orígenes Antonio tuvo:
— el espíritu de itinerancia, de provisionalidad, es decir, de atención y servicio a las necesidades de los hermanos, de la Iglesia y del mundo. Acudió a donde lo mandaba la obediencia y a donde lo esperaba «el pueblo sediento»;
— el sentido de la sacralidad de la palabra de Dios, que para Antonio es la «tierra fecunda», el resumen de todo el saber: «Litteras nescit qui sacra non novit» (Quien no conoce las sagradas letras, no conoce ninguna), la enseñanza de Cristo compasivo y misericordioso, humilde y crucificado;
— el espíritu de un cristocentrismo, que en los escritos y en la predicación de Antonio induce a considerar a Cristo como «el modelo» de la humildad y de la paciencia, «el salvador», «el rey», «el pobre y obediente» a quien hay que seguir; un modelo que invita a correr hasta la cruz; «Depone sarcinam, non enim me currentem sequi potes oneratus» (Deja tu equipaje, porque si vas cargado no puedes correr en mi seguimiento). «Ubi currit? Ad crucem, curre et tu post ipsum, ut sicuti ille pro te suam, sic et tu pro te tollas crucem tuam» (¿A dónde corre? Corre tú también, en pos de él, hacia la cruz, de manera que así como él ha cargado la cruz por ti, también tú cargues, por ti, tu propia cruz). Es un camino que empieza en la búsqueda de la meditación («seorsum quaere») y concluye en la saciedad «de la contemplación interior», tras pasar por la soledad «del espíritu y del cuerpo». Es necesario seguir a Cristo «pobre y obediente», porque «paupertas divitem, obedientia facit liberum» (la pobreza enriquece, la obediencia libera).
2. Originalidad
Pero Antonio también tuvo la tendencia a lo nuevo, característica del espíritu franciscano, así como la preocupación por encarnarlo en las distintas situaciones de la vida, que exigían respuestas nuevas y adecuadas.
— En un mundo que iba conociendo nuevas riquezas y nuevas pobrezas, el mensaje franciscano buscaba nuevos caminos.
— En una nueva situación eclesial a la que el Concilio IV de Letrán, con su fuerte sentido de reforma, había dado un fundamento y un impulso nuevos, la eclesiología de Francisco esperaba nuevas formas de expresión.
— En un mundo que se estaba laicizando en nombre de las nuevas libertades, la conversión necesitaba nuevos enfoques.
— En un mundo que, sobre la base de un evangelismo sin Iglesia, estaba asumiendo nuevas normas éticas y nuevos modelos de vida, la predicación debía centrarse en una nueva evangelización que no se limitara a la mera exhortación moral.
Antonio conocía estas urgencias, captaba el enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo, sabía que hacían falta nuevas respuestas tanto para los hermanos como, sobre todo, para el mundo laico y para el clero.
Con humilde audacia enseña teología a los hermanos y redacta sus «sermones para consolación de quienes los leen y de quienes los escuchan», se convierte, como le llamó Gregorio IX, en «Arca del Testamento» y «Receptáculo de las Sagradas Escrituras», en una palabra, en doctor de la Iglesia, en «el exegeta expertísimo en la interpretación de la Sagrada Escritura, el eximio teólogo que explica las verdades dogmáticas, el insigne doctor y maestro en los temas de ascética y mística».
Con Antonio el franciscanismo se abre a nuevos caminos, a nuevas experiencias espirituales.
Francisco y Antonio murieron cantando dos ejemplificaciones de la vida: el primero, el salmo de la espera; el segundo, el himno mariano. Recordemos algunos aspectos del franciscanismo de san Antonio.
3. El espíritu de pobreza-minoridad
Al igual que Francisco, Antonio abandonó una sociedad que le ofrecía la posibilidad de vivir otros horizontes y optó por vivir la alegría del «seguimiento de Cristo» en pobreza y minoridad. Antonio canta su pobreza de auténtico pobre, «contento con el mínimo», «deseoso del mínimo», capaz de nutrirse y de saciarse de Dios, de basarse exclusivamente sobre la bondad de Dios, de ser feliz compartiendo la miseria del mundo. El Santo de Padua predica la pobreza sobre todo en cuanto «espíritu de pobreza» que refleja el «espíritu del Señor» y fortalece para no «vacilar en la prosperidad ni en la adversidad» para no caer en la tentación, para denunciar la riqueza, para colmar de alegría: «El espíritu de pobreza y la herencia de la Pasión son más dulces que la miel y el panal en el corazón de quien ama de verdad.»
La pobreza de Antonio ya no era la de la época de las cabañas de paja y barro, sino la de las moradas pobrecillas, donde, no obstante, debía seguir viviéndose la pobreza de bienes materiales, de triunfo social, de valoración de uno mismo. Se trataba, por tanto, de un itinerario evangélico en el que la pobreza material era sólo un escalón, el primero, para llegar a otras pobrezas. Refiriéndose a la pobreza, Antonio emplea una expresión muy típica y personal, concretamente habla del «aurum paupertatis», del oro de la pobreza. Según Antonio la «aurea paupertas» se opone, ciertamente, a la tentación del «estiércol de las riquezas», pero sobre todo manifiesta el descubrimiento de la fascinante aventura que conduce a la posesión de las «cosas celestiales» y al «abandono total de uno mismo en las manos de Dios».
4. Amor a la Iglesia
Para Antonio, el amor a la Iglesia fue pasión y sufrimiento, juicio y opción por una actitud filial que renacía con más fuerza cada día, a pesar de la experiencia de una realidad eclesial que lo estremecía. Era inútil fingir; y, de hecho, Antonio no cedió a silencios ingenuos, cómplices o interesados. La sublime reforma querida y propuesta por el Concilio IV de Letrán corría el riesgo de quedarse en un ideal irrealizado. Los compromisos de la vida eran todavía demasiado fuertes. Antonio habla de su Iglesia con la pasión, la libertad y la esperanza del profeta.
A su Iglesia, santa pero siempre necesitada de conversión, Antonio le dirige una serie de llamadas, recordándole que es «el cuerpo místico de Cristo», «totum Christi corpus»16 (el cuerpo total de Cristo), «la mujer vestida de sol» que engendra, «del agua y del Espíritu Santo», a una multitud de hijos,17 «la casa del pan, es decir, de Cristo», «la ciudad de Dios», «el campo de Dios».
Pues bien, precisamente esta Iglesia, precisamente este cuerpo místico de Cristo está «crucificado y muerto». En este cuerpo místico unos son la cabeza, otros las manos, otros los pies, o el tronco. La cabeza la constituyen los contemplativos; las manos, los activos; los pies, los predicadores santos; el tronco, los auténticos cristianos. Y todos ellos son crucificados diariamente por el demonio, cada día se les da a beber vinagre y se les persigue.
El clero calla y se enriquece, se mancha con la simonía y el concubinato, prefiere los vestidos lujosos a las virtudes, el poder al servicio.
Hay «falsos religiosos» saciados de alabanzas humanas, divididos entre ellos, pobres en frutos espirituales: «Altercados en los capítulos, abandono del coro, murmuraciones en el convento, abundancia en el refectorio, comodidad en el lecho.»
Los fieles están enfermos de lujuria, avaricia, usura, violencia, abuso de poder.
Y, sin embargo, la Iglesia sigue siendo la «tierra buena» donde cae la palabra de Dios y produce más o menos fruto, en una gradación que adolece de los esquemas eclesiológicos de la época. Los que producen el treinta por uno son «los esposos fieles, siempre preocupados por convertirse, que distribuyen sus bienes entre los pobres, que no ofenden a nadie»; el sesenta por uno lo producen los religiosos de vida activa «que son verdaderamente hombres, es decir, que usan su razón. Se someten a los trabajos de la vida activa, se exponen a los peligros por amor al prójimo, predican la vida eterna con la palabra y con el ejemplo, se vigilan a ellos mismos y vigilan a sus súbditos»; el ciento por uno lo producen «las vírgenes y los contemplativos, quienes, gracias a sus virtudes, son elevados a las alturas y contemplan el esplendor del rey. Éstos son elevados, no en su cuerpo pero sí espiritualmente, en la contemplación hasta el tercer cielo, donde contemplan la gloria de la Trinidad y escuchan con los oídos del corazón lo que no pueden expresar con palabras ni comprender con la mente».
Con su teología, Antonio comprende a la Iglesia de manera diversa a como la entiende Francisco; capta su misterio, conoce su historia.
5. Lectura humanista del hombre
Antonio tuvo una visión humanista del hombre y la reflejó en su predicación. Esta visión comprende muy bien cuál es el camino de la conversión cristiana.
En la antropología antoniana late el optimismo fundado en la antigua imagen del hombre considerado como «un microcosmos, como un mundo en miniatura», espléndido y frágil, luminoso y ambiguo, virtuoso y pecador, creado a imagen y semejanza de Dios, capaz de tomar opciones radicales. Las opciones morales se toman en la conciencia y, en base a ellas, el hombre es justo o pecador. La conversión del pecador es una gracia que conduce a este hombre pecador al desierto «de la confesión», donde la conciencia se desnuda ante el confesor, quien, en un gesto que lo ata a Dios, «perdona los pecados y absuelve al pecador»: «Dios y el sacerdote desatan y absuelven».
Antonio es un cantor apasionado del sacramento de la confesión, a la que ensalza como reconciliación del pecador con Dios, del hijo con el padre, como casa de Dios y puerta del cielo. Hablando de ella, exclama y suplica:
«¡Oh casa de Dios! ¡Oh puerta del cielo! ¡Oh confesión de los pecados! ¡Dichoso quien habite en ti! ¡Dichoso quien entre gracias a ti! ¡Dichoso quien se humille en ti! Humillaos, hermanos queridísimos, y entrad por la puerta de la confesión.»
De la gracia de la confesión-reconciliación nace el hombre nuevo, que, en un «ventajoso intercambio», con las cosas de la tierra compra las del cielo, con las transitorias las eternas, feliz de «vender todo lo que tiene, de darlo a los pobres y seguir desnudo a Jesucristo desnudo».
La sacra mentalización de la conversión recuerda la universalidad de la invitación a la penitencia y, por tanto, universaliza la invitación franciscana, haciéndola expresión y gracia de la confesión-reconciliación, y llenándola de sentido teológico.
6. Respuesta a las nuevas preguntas
Antonio enriquece el franciscanismo ante el estímulo de las nuevas preguntas que plantea una sociedad en efervescencia. Además, siguiendo el surco de la espiritualidad franciscana, recoge muchos puntos provenientes de la doctrina patrística, de la reflexión teológica, de los documentos conciliares, de las escuelas espirituales más recientes, y elabora su propia doctrina, con la constante preocupación por ofrecer a su generación, que no tenía nada de tranquila ni de nostálgica, respuestas concretas y comprensibles.
Sabemos cuán desgarradoras eran las situaciones religiosas, sociales, políticas y culturales de su tiempo.
En nombre de un evangelismo a veces realmente despiadado, se atacaba la verdad de la historia de la salvación, de los sacramentos, de la Iglesia institucional. El maniqueísmo, cuyo signo histórico más dramático era el puritanismo cátaro, no había desaparecido en modo alguno.
La tentación de la «glosa», que parecía más pendiente de salvar una determinada ortodoxia que de captar la novedad evangélica, había apagado la luminosidad y el frescor del texto bíblico.
La predicación, abandonada durante siglos, estaba saliendo de los monasterios y de los grupos clericales y se estaba convirtiendo en el gran acontecimiento cristiano: las muchedumbres corrían a escuchar a san Norberto, san Bernardo, san Francisco, santo Domingo.
«El más célebre (de los predicadores de entonces) es san Antonio de Padua, de origen portugués, orador sagrado de clase internacional.»
Si tenemos en cuenta que Antonio sólo dedicó ocho años escasos a la predicación itinerante, durante los cuales debía atender, además, a otras tareas que le había encomendado la obediencia, comprendemos todavía mejor el significado de su itinerario evangelizador, un itinerario que puede calificarse de asombroso.
Un itinerario, en todo caso, que se sitúa y brilla con luz propia en la estela de la mejor tradición católica.
III. COMPROMISO Y ESTILO DE EVANGELIZACIÓN
Desearíamos proponerles fraternalmente algunos puntos de reflexión sobre nuestro compromiso de anunciar el Evangelio, a la luz de la tradición franciscana y de los últimos documentos de la Iglesia.
Desde la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, del 8 de diciembre de 1975, a la Christifideles Laici, del 30 de diciembre de 1989, y la Redemptoris Missio, del 7 de diciembre de 1990, la Iglesia católica está dedicando lo mejor de sí misma, de su investigación y de sus energías, a la misión de «anunciar el Evangelio» a una Iglesia y a una sociedad afectas de indiferentismo, secularismo, ateísmo práctico, difusión de nuevas sectas. La «pérdida del sentido de Dios» amenaza la fe cristiana que «se tiende a erradicar de los momentos más significativos de la existencia, como el nacimiento, el sufrimiento y la muerte».
Sabemos que, con frecuencia, en nuestro tiempo la verdad y la vida católica han de enfrentarse con los «nuevos desafíos» que presentan las «nuevas pobrezas», las «nuevas marginaciones», y, a otro nivel, las «nuevas verdades» y las «nuevas salvaciones», los «nuevos ídolos» y los «nuevos paraísos».
1. Siguiendo las huellas de Antonio
Ante nosotros se abre un período que nos interroga y nos obliga a redescubrir qué sentido tiene la celebración del Octavo Centenario del nacimiento de un hermano nuestro a quien la Iglesia venera con el título de «Doctor Evangélico», el más asombroso y fascinante que pueda dársele a un franciscano: un título asombroso, porque Antonio era hijo espiritual de un Francisco que se autoproclamaba «indocto y siervo»; y un título fascinante, porque el Evangelio era, y es, la forma y vida de todos los franciscanos.
¿Qué es lo que los franciscanos, y cuantos se relacionan seriamente con el franciscanismo, estamos llamados a vivir en nuestra Iglesia actual, comprometida con una nueva evangelización? A la luz del ejemplo y de la doctrina de Antonio les proponemos los tres siguientes puntos de reflexión.
2. Evangelizados para evangelizar
La evangelización nace como fruto de la gracia de haber sido evangelizados. El esquema «elegidos y enviados» es el esquema universal de la historia de la salvación.35 Pues la evangelización, por ser «la misión esencial de la Iglesia», es igualmente expresión de ese sacramento radical que es la misma Iglesia, en cuanto cuerpo de Cristo.
El evangelizador, enseña Antonio, es un contemplador gozoso de Dios, un testigo de la «vida angélica» y de la «ciencia madura». La Evangelii Nuntiandi recuerda que los «religiosos encuentran en la vida consagrada un medio privilegiado para una evangelización eficaz».
En una Iglesia «sedienta de absoluto», los religiosos son los testigos privilegiados del espíritu de las bienaventuranzas y de la disponibilidad.
Nuestra «predicación elocuente» radica en ser testigos silenciosos «de la pobreza y el desapego, de la pureza y la transparencia, de la entrega a la obediencia».
Llevamos en la sangre la tradición de la predicación del buen ejemplo. El recuerdo de la evangelización antoniana es una invitación austera a una relectura de nuestra vida franciscana.
Como sabemos muy bien, nuestra vida debe ser «observancia del santo Evangelio», más aún, «la vida del Evangelio», como dice la Regla no bulada.
Como sabemos también, el franciscanismo ha sido provocación y locura, y lo ha sido no por nostalgia de un evangelismo radical cuanto por deseo y empeño de encarnar el «escándalo de la cruz» y de las bienaventuranzas en las diferentes culturas y en las diversas formas de religiosidad.
Somos conscientes, así mismo, de la novedad de la pobreza, de la castidad y de la obediencia franciscana, que siempre han sido algo muy distinto de la ingenuidad simplona y de la populachería desaliñada y trivial.
3. De la contemplación a la acción
Existe un esquema de evangelización típico del franciscanismo: consiste en «exire de saeculo» (salir del siglo, del mundo) para, a continuación, «ire per mundum» (ir por el mundo). El esquema antoniano es idéntico: en la biografía de Antonio se subrayan con insistencia palabras cargadas de significado simbólico como: «abandonadas las cosas mundanas, se retiró a lugares aptos para el silencio», la oración, la devoción, la soledad, la lectura de los libros sagrados, la meditación, el reposo amigo de la contemplación. Luego «iba por el mundo» y una «multitud incontable» lo esperaba, lo escuchaba, se convertía. El esquema: «Los labios cerrados durante mucho tiempo se abren para anunciar la gloria de Dios» concluye con la frase: «mereciendo el nombre de evangelista por la importancia de las obras realizadas.»
Tal vez pueda afirmarse que en la tradición franciscana la contemplación no es medio para llegar a una fuente, ni siquiera un hábito interior: es un modo de ser. Francisco no era «un orante», sino un hombre hecho oración («oratio factus»); no era un teólogo, sino un «hombre teologal»; no era un hombre que se desnuda, sino «un hombre desnudo»; no era un imitador, sino un hombre «identificado» con su modelo. Antonio expresa con una imagen gráfica en qué consiste para un franciscano ser no sólo un contemplativo, sino un hombre- contemplación. Como el águila, el hombre justo, mediante la agudeza de la contemplación, puede fijar la mirada en el esplendor del verdadero sol. La verdad divina sólo puede comprenderse y anunciarse gracias a la plenitud de la inspiración interior.
De aquí brota la justicia de los «verdaderos penitentes, que consiste en el espíritu de pobreza, en el amor fraterno, en el llanto del arrepentimiento, en la mortificación corporal, en la dulzura de la contemplación, en el desprecio de la prosperidad terrena, en la aceptación amorosa de las adversidades, en el propósito de perseverar hasta el fin».
La contemplación antoniana es distinta de la contemplación que procura adquirir «material» para la evangelización (comunicar a los otros lo que se ha contemplado: «contemplata aliis tradere»). Para Antonio, la contemplación consiste en una adhesión a Dios («adhaesio Deo») que desnuda al evangelizador y lo purifica de tal manera que la palabra de Dios pasa a través de él sin contaminarse y puede, así, llegar en toda su pureza e integridad al corazón de los hombres.
Los evangelizadores deben estar siempre preparados para escuchar «con los oídos del corazón la voz de Aquel que ordena salir del secreto de la contemplación para ir a realizar las obras necesarias». Dios es quien guía a los predicadores y quien les proporciona su palabra. La palabra de Dios es la única capaz de hacer «lo que quiere, donde quiere, cuando quiere».
Más que una fuente de conocimiento y un modo de «ver a Dios», la contemplación antoniana es sobre todo una realidad ética, un modo de vida, la disponibilidad radical de la propia existencia.
Como se sabe, Antonio era llamado «martillo infatigable de los herejes»; con todo, resulta hasta casi conmovedor el hecho de que Antonio se dedicara a esta extraordinaria actividad evangelizadora «obligado» por la obediencia. Antonio es «un amante del desierto» que se ve obligado a salir del eremitorio y presentarse en público, donde anuncia «la gloria de Dios» de manera tan asombrosa y nueva que «merece el nombre de evangelista por la importancia de las obras realizadas».
Conocemos la importancia y las múltiples formas de nuestra acción como predicadores, investigadores, misioneros, testigos de la solidaridad.
Como se sabe, es alto el precio que el franciscanismo ha pagado y sigue pagando por estos ideales, son muchas las vidas que se han gastado, en el pasado, y se consumen cada día entregadas a estas tareas. Las figuras más hermosas del franciscanismo contemporáneo nos lo recuerdan con gozosa obstinación. Maximiliano Kolbe, Leopoldo Mandic, Ludovico de Casoria nos repiten con fuerza que la dimensión contemplativa es un elemento esencial del testimonio franciscano. Al mismo tiempo, nos recuerdan la necesidad del estudio de la teología, es decir, la profundización crítica de las ideas, sin dejarse arrastrar por las «modas» teológicas.
4. Evangelizar a los pobres
La celebración del Octavo Centenario del nacimiento de san Antonio nos induce, por su propia lógica, a exponer una breve reflexión sobre la evangelización de la piedad popular.
Todos conocemos la inmensa «popularidad» de san Antonio, la difusión de su culto, su presencia en las iglesias, en las familias, en lugares públicos, en revistas y publicaciones, en la iconografía piadosa, las peregrinaciones en su honor. En efecto, la devoción antoniana, dada su continuidad en el tiempo, su amplísima difusión y su incidencia en la vida, es una de las expresiones más significativas de la piedad popular.
El franciscanismo radical de Antonio se manifiesta en su opción por la minoridad, que lo acercaba al pueblo; en su elección de una predicación popular fundamentada en un estudio profundo de la teología; en su valoración del pueblo como lugar privilegiado de la salvación; en su entrega y atención al pueblo, que prefiere las obras a las palabras, el testimonio a las explicaciones.
El hecho de que Antonio sea aclamado con el título de Doctor Evangélico y, a la vez, se le proclame «dulce consolador de los pobres», es signo de un mensaje de gracia.
Antonio nos invita a leer la religiosidad popular como una experiencia religiosa que necesita ser purificada a la luz de la religiosidad pura; y, al mismo tiempo, nos invita a reexaminar la experiencia religiosa pura a la luz de la religiosidad popular.
En la exhortación Evangelii Nuntiandi se habla de la religiosidad popular como del ámbito donde el pueblo expresa su búsqueda de Dios, su fe, su sed de Dios, su capacidad de generosidad y de sacrificio, su comprensión de los atributos profundos de Dios (paternidad, providencia, presencia amorosa y constante).51 Es una piedad que no posee la exactitud lexicológica de la piedad docta, pero tampoco tiene la tentación de atribuir más valor e importancia a las palabras que a las obras, al saber que a la celebración.
Si leemos atentamente «los milagros» realizados por intercesión de Antonio (el de la mula hambrienta, el de la predicación a los peces, el del corazón del avaro, el del pie unido de nuevo, y muchos otros que nos recuerda su hagiografía), podemos entenderlo como expresión popular de la predicación antoniana.
No hay duda de que la religiosidad popular necesita una purificación de sus puntos de referencia, que pueden manifestar deformaciones del cristianismo y hasta supersticiones, ambigüedades, pesimismo exagerado y utilización interesada de Dios. Pero, siguiendo a Antonio, también podemos preguntarnos si nuestra piedad no debe ser más popular, a fin de expresar mejor nuestra minoridad, que no se limita, ni mucho menos, a la atención a los últimos.
IV. ANTONIO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO
Hasta este momento hemos expuesto algunas ideas sobre la dimensión evangélica de la persona y de la vida de san Antonio. Ahora quisiéramos ampliar nuestra reflexión fraterna, examinando la respuesta eclesial y popular a la vida y al mensaje antoniano.
En la hagiografía antoniana aparecen algunas expresiones que no pueden dejarnos indiferentes. A san Antonio se le llama simplemente «el Santo», o bien «el Santo de los milagros»; el papa León XIII lo llamó «el Santo de todo el mundo».
Causa asombro el hecho de que san Antonio, cuya vida fue tan breve, originara, inmediatamente después de su muerte y hasta nuestros días, semejante río de devoción litúrgica y popular. Y si, desde una orilla, el culto litúrgico coloca el acento en la veneración del «Doctor de la Iglesia», desde la otra, la devoción popular subraya el culto al «taumaturgo». Es, creemos, el signo de la integridad característica y propia de la devoción antoniana, que se manifiesta, de manera complementaria, en la esfera de la celebración litúrgica y en la de la vida cotidiana del pueblo de Dios.
De ahí nace esa compleja experiencia religiosa que se conoce con el nombre de «fenómeno antoniano» y que, a nuestro parecer, expresa el intercambio propio de la experiencia religiosa. La presencia de Antonio en la Iglesia, lejos de ser algo estereotipado, es una realidad viva y siempre dialogante. Es una presencia que interroga, pero que también es interrogada; que enriquece, pero que se enriquece a su vez. Es en ese espíritu como debemos saber comprender lo que la devoción antoniana ha construido en torno a Antonio, el modo como lo ha entendido, los mensajes que ha recogido y resaltado.
1. Antonio, signo ecuménico e interreligioso
Queremos ser cautos. Sabemos cuán complejo es el diálogo ecuménico e interreligioso, y no tenemos el propósito de trivializarlo. Simplemente deseamos recordar un punto que confirman las investigaciones socio-religiosas, a saber: la presencia de la devoción antoniana incluso en la religiosidad popular de las confesiones cristianas no católicas, tanto entre los hermanos protestantes como entre los ortodoxos, y en la de las religiones no cristianas, concretamente en el mundo islámico.
Ciertamente, esta devoción puede entenderse como signo de una necesidad genérica de lo sagrado, como búsqueda de protección, como preferencia de una relación con Dios que no esté sacra mentalizada ni institucionalizada.
No obstante, este dato es una indicación muy significativa para nosotros franciscanos. Antonio aparece como signo de la presencia del amor de Dios en la vida de cada día, como señal de un Dios que se preocupa por el hombre en su situación y en sus necesidades concretas. Lo cual equivale a la superación de las ideologías de la autosuficiencia humana. Es, en definitiva, la presencia de un Dios-Amor. La lengua materna con la que habla toda experiencia de fe.
Hay, además, otro aspecto del mensaje antoniano particularmente importante para el ecumenismo y el diálogo interreligioso: la llamada a la reforma, a la conversión, al respeto recíproco. Reforma de la Iglesia, conversión del corazón y respeto de los hermanos. Como es bien sabido, este entramado de ideas y actitudes empapó la predicación antoniana.
Por otra parte, el hecho de que la devoción antoniana se cultive fuera del catolicismo y de que en tales casos se vincule generalmente, como en el cristianismo, con obras de atención y ayuda a los hermanos más pobres, debería ser para nosotros una llamada a acoger dicha devoción como una preparación providencial al Evangelio a través de los caminos de la caridad, que siempre será el mejor camino para todo diálogo interreligioso y ecuménico.
2. Antonio, fermento de caridad a los pobres
La predicación de san Antonio se caracteriza, desde el punto de vista franciscano, por su compromiso «popular», por su atención preferencial a la gente sencilla, a los «minores», a los pobres. Antonio, aun siendo un docto teólogo, se siente enviado a llevar, en pos de Cristo, «la Buena Noticia a los pobres», anunciándoles el Evangelio como mensaje de liberación y de promoción humanas.
Baste recordar, a este respecto, su severa y vigorosa predicación contra la usura, contra el egoísmo de los ricos, contra la violencia del poder político, la explotación de los trabajadores, la opresión de los pobres.
Antonio, el «dulce consolador de los pobres», prosigue actualmente su obra en las iniciativas asistenciales que llevan su nombre. Recordemos «el pan de los pobres», surgido milagrosamente poco después de su muerte, así como las innumerables obras caritativas, educativas y de promoción social que se llevan a cabo bajo el patronazgo del Santo de Padua.
Nuestro léxico religioso habla de «nuevos pobres» y de «nuevas formas de pobreza». Los franciscanos, en recuerdo de Antonio y siguiendo su enseñanza, no debemos contentarnos con tener presente nuestro pasado, ni limitarnos a pensar en lo que estamos haciendo; también queremos, además, dar sentido a nuestros proyectos. Tal vez debamos redescubrir a los pobres. Para nosotros, los pobres no son sólo un problema social, de desigualdad económica o de marginación; son ciertamente todo esto, pero son, sobre todo, un problema que interpela nuestra vocación. Hay un modo franciscano y antoniano de situarnos ante los pobres: el del pobre por opción y voluntad de compartir, capaz de dar esperanza.
3. Estilo del anuncio evangélico de san Antonio
El título de «Doctor Evangélico» con que el culto litúrgico venera a san Antonio, la devoción popular lo expresa con palabras más sencillas y quizá más transparentes: «Antonio sabía decir las palabras del Evangelio.»
Las biografías y sermones del siglo XIII enaltecen a Antonio «por su luminosa doctrina y por su profunda bondad, por su solicitud pastoral y por el celo infatigable con que se entregaba a llevar por todas partes la paz». San Antonio mismo expresa su dedicación a la evangelización de los pobres, diciendo: «Sólo los pobres, es decir los humildes, son evangelizados.» Y prosigue, casi como con un grito de sufrimiento y de esperanza: «Hoy en día los pobres, los sencillos, los iletrados, la gente del pueblo, las viejecitas, tienen sed de la palabra de vida, del agua de la sabiduría de la salvación… Sólo los pobres son evangelizados… Los verdaderos pobres no se escandalizan, porque sólo ellos son evangelizados, es decir, alimentados con la palabra del Evangelio, pues ellos son el pueblo del Señor y las ovejas de su rebaño.»
Teniendo en cuenta este espléndido mensaje antoniano, los franciscanos hemos procurado que nuestra predicación, nuestro estudio, nuestra investigación científica, nuestra presencia (nada marginal) en el mundo editorial, nuestra actividad misionera, mantuvieran la misma atención a los pobres que caracterizaba la evangelización de san Antonio.
Como Antonio, debemos acercarnos a la palabra de Dios no por curiosidad científica, ni por orgullo intelectual o por instinto de dominio cultural, sino, sobre todo y primeramente, para acogerla como manantial de meditación fecunda, como llamada a la conversión diaria, como punto de referencia constante de la predicación, como estímulo de vida evangélica, en comunión fraterna con el nombre y la naturaleza.
Conclusión
Como conclusión de estas consideraciones fraternas, desearíamos añadir dos palabras: una nuestra y otra de san Antonio.
Una nuestra, para invitarles a celebrar el próximo Octavo Centenario del nacimiento de san Antonio con la alegría de quien, ante todo, da gracias a Dios Padre por haber concedido a la Familia Franciscana el don de un hermano al que veneran con devoción no sólo los católicos, sino también hermanos de otras confesiones. Es un signo de una universalidad religiosa que refleja la universalidad de la salvación.
Y otra de Antonio, que él colocó al final de su sermón del domingo XII después de Pentecostés:
«¡Señor Jesús! Vela sobre la heredad que, para no morir sin dejar nada, has querido confirmar, con tu sangre, a tus hijos, y concédeles anunciar con confianza tu palabra. No abandones las vidas de tus pobres, que tú mismo has redimido y que te tienen a ti como su única herencia. Sostenles, Señor, con la fuerza de tu cayado, porque son tus pobres. Guíales, no los abandones, para que no abandonen el camino recto; guíales hasta el final, para que, viviendo en ti, que eres su ideal, puedan alcanzarte, a ti que eres su meta.»
Roma, 13 de junio de 1994, Fiesta de San Antonio de Padua
Fr. Hermann Schalück, Ministro general OFM
Fr. Lanfranco Serrini, Ministro general OFMConv
Fr. Flavio Roberto Carraro, Ministro general OFMCap
Fr. José Angulo Quilis, Ministro general TOR
Emanuela De Nunzio, Ministra general de la Orden Franciscana Seglar
Sor M. Elena Echavarren, Presidente de la Conferencia Franciscana Internacional
Ministros Generales Franciscanos,
Antonio, hombre evangélico. Carta con ocasión del VIII centenario del nacimiento de San Antonio,
en Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, n. 69 (1994) 330-350.


EL ROSARIO DE SAN ANTONIO DE PADUA
SAN ANTONIO DE PADUA
1195-1231
4. ROSARIO

El rosario de San Antonio está formado por 39 cuentas distribuidas en 13 grupos de 3 cuentas. Cada grupo de 3 cuentas se inicia con una invocación y a continuación se reza un padrenuestro en la primera cuenta, un avemaría en la segunda y una gloria en la tercera. Concluidos los 13 grupos de cuentas, se finaliza el rosario con el rezo del Responsorio.


ORACIÓN PREPARATORIA.
Por la señal de la Santa Cruz… Señor mío Jesucristo...
Abrid, Señor mis labios para bendecir vuestro Santo nombre y el de vuestra Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María al rezar los Trece Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de vuestro siervo Antonio, cuyas virtudes deseo, con vuestra gracia, copiar en la tierra, para después gozar de vuestra gloria en el cielo. Amen.

INVOCACIONES.
• 1ª. San Antonio de Padua, apóstol por la Fe, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 2ª. San Antonio de Padua, Patriarca por la Esperanza, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 3ª. San Antonio de Padua, serafín por la Caridad, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 4ª. San Antonio de Padua, que practicasteis la Mansedumbre y la Humildad de Jesús, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 5ª. San Antonio de Padua, ángel por la Castidad, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 6ª. San Antonio de Padua, prodigio de Penitencia, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 7ª. San Antonio de Padua Espejo de Obediencia, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 8ª. San Antonio de Padua, mártir por la Paciencia, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 9ª. San Antonio de Padua, querubín por la Oración, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 10ª. San Antonio de Padua, celador de la Justicia, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 11ª. San Antonio de Padua, dechado de Templanza, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 12ª. San Antonio de Padua, perla de Pobreza, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.
• 13ª. San Antonio de Padua modelo de Constancia, ruega por nosotros. Padrenuestro, avemaría y gloria.

LAS TRES AVEMARÍAS.
• 1ª. Virgen purísima antes del parto, ruega por nosotros. Avemaría.
• 2ª Virgen purísima en el parto, ruega por nosotros. Avemaría.
• 3ª. Virgen purísima después del parto, ruega por nosotros. Avemaría.


RESPONSORIO DE SAN ANTONIO.
Tomando la medalla del Santo en la mano se concluye el rosario rezando el Responsorio y Oración de San Antonio.
Si buscas milagros, mira:
Muerte y error desterrado,
Miseria y demonio huido,
Leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira,
Redímanse encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
Los pobres van remediados;
Cuéntenlo los socorridos,
Díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
Redímanse encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Ruega a Cristo por nosotros, Antonio divino y santo, para que dignos así de sus promesas seamos.

Oración final. Haced, oh Señor, que la intercesión de vuestro Confesor San Antonio, llene de alegría a vuestra Iglesia, para que siempre sea protegida con los auxilios espirituales y merezca alcanzar los eternos gozos. Por Cristo, nuestro Señor. Amen.
juaman2003
 
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Re: 4. San Antonio de Padua. 22 diciembre

Notapor rosita forero » Sab Abr 18, 2015 1:35 am

..

la capilla de arena o de los Scrovegni en Padua.


exteriorImageninterior


Imagen..Imagen

La Capilla de los Scrovegni de Padua es una obra maestra absoluta del arte. Hoy se puede visitar sólo en pequeños grupos y previa reserva. Construida por deseo de, Enrico Scrovegni, fue decorada con frescos realizados por Giotto en 855 días, entre 1302 y 1305. construida sobre un anfiteatro romano del año 60 a.C.,

Toda la capilla aparece decorada de frescos que narran la historia de la Salvación pero enfocada al Nuevo Testamento y utilizando narraciones de los evangelios apócrifos como la historia de San Joaquín y la vida de la Virgen.

En las bandas inferiores de los muros, por debajo de las escenas de la vida de Cristo, Giotto pintó 14 alegorías de Vicios y Virtudes. El mensaje es claro: los Vicios conducen al infierno, y las Virtudes llevan a la salvación.




Algunas Pinturas de Giotto en la CAPILLA SCROVEGNI


ESCENAS DE LA VIDA DE SAN JOAQUÍN


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"San Joaquín entre los pastores" muestra a un entristecido e introspectivo Joaquín que llega al campamento de los pastores. Giotto muestra de manera magistral el estado de ánimo del santo.


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"La Anunciación a Santa Ana" que aparece en postura orante mientras escucha de boca del ángel que asoma por la ventana abierta el anuncio del nacimiento de una hija, María. Giotto utiliza aquí su sistema de realizar conjuntamente interiores y exteriores, donde una mujer aparece tejiendo.


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"El sueño de San Joaquín" que aparece dormido a la puerta de una cabaña a los pies de un monte. Dos pastores asisten a la escena en la que un ángel anuncia a Joaquín su próxima paternidad. Las dos figuras convergen en la misma diagonal, lo que nos hace entender que se trata de un diálogo entre las dos figuras.


ESCENAS DE LA VIDA DE LA VIRGEN se encuentran en el muro opuesto al que muestra las escenas de la vida de San Joaquín.

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"Nacimiento de la Virgen" . tiene lugar en el mismo enclave en el que tuvo lugar la anunciación a Santa Ana. Se reflejan en el fresco varias escenas diferentes: la comadrona entregando a Santa Ana a su hija recién nacida. A los pies de esta escena Giotto sitúa otra en la que Santa Ana aparece alimentando a su hija. Como gusta hacer al autor, combina escenas de interior y exterior.


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"La procesión de la boda" María se dirige a pie junto con sus acompañantes y familiares a la casa de José, donde es recibida por músicos. Su manera de caminar agarrándose el manto parece anunciar su próximo embarazo. La palma que aparece asomando por la ventana de la casa simboliza el próximo nacimiento del Salvador. La misma ventana aparecerá de nuevo en la escena de la Anunciación.

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"La Anunciación: El Ángel Gabriel enviado por Dios", situado en el lateral izquierdo del arco que abre paso al coro de la Capilla. Al igual que la representación de María, aparece de rodillas dentro de un marco arquitectónico gótico abierto y decorado con cortinajes.



"ESCENAS DE LA VIDA DE CRISTO"


"El Bautismo de Cristo" la composición nos lleva a fijar nuestra atención en el eje central de la misma: la Trinidad, el cielo se abre y aparece Dios Padre del que emana la fuerza del Espíritu Santo sobre el Hijo. A la izquierda un grupo de ángeles sostiene las vestiduras de Cristo, que aparece desnudo, únicamente parece cubierto por el agua.

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"La Última Cena" , todos rodean al Señor que tiene a San Juan recostado sobre su pecho. Judas aparece de espaldas y se distingue por no llevar el nimbo de santidad (aunque parece como si hubiera sido borrado)

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"La Crucifixión" la imagen de Cristo en la cruz divide en dos los grupos de figuras. A sus pies se encuentra María Magdalena a quien el manto se le ha caido a los pies dejando al descubierto una larga melena, mientras que el grupo de la izquierda muestra a María la Madre de Jesús sostenida por Juan y una mujer. Al otro lado de la Cruz los soldados se echan a suertes las vestiduras del Señor, entre ellos coloca a uno con el nimbo de santidad, probablemente aquel que reconocerá más tarde que Jesús es el Hijo de Dios. El cielo aparece lleno de ángeles que observan la escena.

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Giotto pintó 14 alegorías de Vicios y Virtudes. El mensaje es claro: los Vicios conducen al infierno, y las Virtudes llevan a la salvación.


vicios

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la desesperación, la envidia, la infidelidad, la injusticia,la ira, la inconstancia, la estupidez

virtudes .

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la prudencia, la fortaleza, la templanza, la justicia, la fe, la caridad,la esperanza

..
bajo estas escenas pueden verse alegorías, es decir figuras humanas que personifican las Virtudes y los Vicios, pintadas en monocromia, simulando ser esculturas.

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.fuente http://arelarte.blogspot.com/2013/01/pi ... tista.html
http://arteinternacional.blogspot.com/2 ... _5788.html

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rosita forero
 
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