¿Qué nombres se le ha dado a la Eucaristía en el transcurso de los tiempos?A lo largo de los siglos y en la historia de las diversas tradiciones eclesiales – precisamente por su grandeza – los crsitianos hemos utilizado varias expresiones para tan gran sacramento. El Catecismo de la Iglesia Católic, en los nn. 1328 – 1332, recoge varios de ellos, junto con una clave de lectura: no han de verse como visiones contradictorias y contrapuestas, sino que cada nombre “evoca alguno de sus aspectos” de manera complementaria:
1328 La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos. Se le llama:
Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras eucharistein (Lc 22,19; 1 Co11, 24) y eulogein (Mt 26,26; Mc 14,22) recuerdan las bendiciones judías que proclaman —sobre todo durante la comida— las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación.
1329 Banquete del Señor (cf 1 Co 11,20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero (cf Ap 19,9) en la Jerusalén celestial.
Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1 Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1 Co 10,16-17).
Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (cf 1 Co 11,17-34).
1330 Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor.
Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también Santo Sacrificio de la Misa, "sacrificio de alabanza" (Hch 13,15; cfSal 116, 13.17), sacrificio espiritual (cf 1 P 2,5), sacrificio puro (cf Ml 1,11) y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza.
Santa y divina liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la llama también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario.
1331 Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1 Co 10,16-17); se la llama también las cosas santas [ta hagia; sancta] (Constitutiones apostolicae 8, 13, 12; Didaché 9,5; 10,6) —es el sentido primero de la "comunión de los santos" de que habla el Símbolo de los Apóstoles—, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephsios, 20,2), viático...
1332 Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles ("missio") a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana.
Los fieles cristianos le denominan también: cosas santas, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad, viático, etc.
Pero sin lugar a duda, en el día a día el nombre más utilizado es Santa Misa, o sencillamente Misa. Esta denominación proviene de las palabras en latín con las que concluye el rito: “Ite, missa est”. Antiguamente missa significaba “terminada”, pero con el paso del cristianismo, fue evolucionando su significado para acabar siendo “misión”. De este modo el sacerdote o el diácono despiden a la asamblea “para que cada uno regrese a su bien obrar, alabando y bendiciendo a Dios” (OGMR, n. 90), es decir, para continuar la labor cristiana en el mundo. De modo que el cristiano tiene que vivir lo celebrado en la Misa, hacer de este sacramento el centro de su vida y llevar una vida digna donde la Eucaristía sea su centro, su punto de referencia. Así, el envío del “Ite, missa est” es un recordatorio de las invitaciones evangélicas de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo” (cf. Mt 5,13-14) y de “id, y haced que todos los pueblos sean mis discípulos” (cf. Mt 28,19).
¿Por qué quiso Jesús hacer presente el sacrificio de la Cruz?La respuesta a esta pregunta sólo Jesús la sabe. Nosotros podemos solamente vislumbrar algunas intuiciones y atisbos; entre ellas podemos decir que el profeta Malaquías, cinco siglos antes del nacimiento de Jesús, anunció el sacrificio de la Misa, siendo éste el que había de sustituir a todos los antiguos sacrificios. Malaquías reprende a los sacerdotes de su tiempo, porque los sacrificios que ofrecían a Dios no tenían valor verdadero y en ellos no podía complacerse El, pues no ofrecían los animales sin mancha, ordenados por la ley, sino lo peor de los ganados, "lo mutilado, lo cojo, lo enfermo" y por eso el Señor les dice por el profeta:
“No me son gratas vuestras ofrendas, porque desde que nace el sol hasta el ocaso es grande mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio, una oblación pura; porque grande es mi nombre entre las naciones” (Mal. 1,11).
Según esta profecía, vendría un día en que en todo lugar se ofrecería al Señor una hostia pura, un sacrificio renovado en toda la redondez de la tierra. Tal sacrificio no es otro que el de la Misa, renovación perpetua del sacrificio de la cruz, que vino a sustituir a todos los sacrificios de la ley mosaica.
La profecía de Malaquías es evidente que se refiere a la Misa como único y verdadero sacrificio de la Nueva Ley, pues sólo en ella tiene su cumplimiento porque en ella se ofrece una Hostia pura en todo lugar. Más de trescientas mil misas se celebran todos los días en la tierra, y no hay instante del día y de la noche en que no se ofrezca este sacrificio. Cuando acaba en Europa empieza en América. San Agustín dirá a este propósito:
"Abrid los ojos por fin, y ved cómo de Levante a Poniente, no en un solo lugar... sino en todos, se ofrece el sacrificio de los cristianos; no a un Dios cualquiera, sino al que predijo esto, al Dios de Israel".Otra razón, por la que decimos que la Misa es el mismo sacrificio del Calvario es ésta: Porque Jesucristo dijo a sus apóstoles: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo... y el pan que Yo daré (en comida) es mi carne...” (Jn. 6,22s). Esta fue la promesa que hizo Jesús de dar carne en comida (de un modo sacramental, pero real) y la cumplió al instituir en la última Cena el Santísimo Sacramento. Víspera de su muerte y después de la cena legal, Jesús dijo a sus apóstoles: Tomad y comed:
ESTO ES MI CUERPO, que será entregado por vosotros...
ESTA ES MI SANGRE que será derramada por vosotros (Mt. 26,26).
Notemos que Jesús dijo: Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros..., y como no fue entregado por nosotros en la cruz, ni derramada otra sangre que la de Jesús, síguese necesariamente que Cristo verdadero Dios y verdadero hombre está en la Eucaristía.
Notemos también que entonces pronunció Jesús estas significativas palabras:
HACED ESTO EN CONMEMORAClÓN MÍA. Es decir:
HACED ESTO, lo que Yo mismo he hecho y como lo he hecho. Hacedlo en memoria de mis padecimientos y de mi muerte, que renovaréis cuantas veces hagáis esto, hacedlo en memoria de la nueva alianza que he hecho con los hombres, ofreciendo mi sangre en sacrificio...
El sacerdote ahora "en persona de Cristo", al decir:
ESTO ES MI CUERPO, hace presente a Cristo sobre el altar. De este modo la santa Misa es un recuerdo vivo del Señor, una conmemoración llena de vida, porque en el momento que celebramos este memorial, el Señor se presenta realmente en medio de nosotros, aunque bajo las especies de pan y vino, esto es, en el momento de la consagración, sobre el altar está aquel cuerpo que murió por nosotros en la cruz, aquella sangre que fue derramada en la cruz hasta la última gota por nosotros.
Ahora, cabe preguntar, cuáles son los fines que tiene la Santa Misa.
Son los mismos que tuvo Jesucristo en la cruz: Adorar, dar gloria a Dios Padre, reparar por los pecados de los hombres y pedir gracias y favores...
Bien podemos decir que la Misa es Jesucristo presente en el altar, que se ofrece por nosotros, así como se ofreció en la cruz, y se sacrifica también por nosotros.
Por eso decimos que la Misa es el mismo sacrificio de la cruz renovado y actualizado de modo incruento sobre el altar.
Los deberes fundamentales que todo hombre tiene para con Dios son: La adoración ("Adorarás al Señor tu Dios", pues somos seres dependientes de Él), la acción de gracias ("¿Qué tienes que no hayas recibido?"); la expiación o reparación de las ofensas..., y la petición de sus beneficios, mas para poder cumplir estos deberes de una manera perfecta e infinita, cual Dios se lo merece, sólo por medio de Jesucristo lo podemos hacer. Y esto lo realiza Él en la Misa.
Jesucristo, pues, en la Misa adora, alaba y glorifica a Dios Padre, y se ofrece en holocausto de propiciación por nuestros pecados, y da gracias por nosotros, sus hijos ingratos y colmados de beneficios, y conociendo nuestras necesidades e indigencia, impenetra una lluvia de bendiciones y de gracias que El y sólo Él puede obtenernos... Su adoración, su expiación, su acción de gracias y su impetración, son divinas, son de un valor infinito.
El sacrificio de Cristo en la cruz se reproduce, como tenemos dicho, ahora diariamente en la santa Misa; más conviene advertir que entre el sacrificio del Calvario y el de la Misa no existe diferencia alguna, a no ser accidental o en el modo de ofrecerse.
- En el Calvario Jesucristo (Sacerdote y Víctima) se ofreció por Sí mismo, y en la Misa se ofrece por el ministerio de los sacerdotes. Notemos que en el Calvario hubo un solo Sacerdote que fue Jesucristo, y en la Misa hay dos; uno invisible y principal: Jesucristo, y otro visible, secundario e instrumental: el sacerdote celebrante.
- En la Cruz Jesucristo padeció y murió y en ella se sacrificó ofreciéndose en forma cruenta, o sea, con derramamiento de sangre y sufriendo terribles dolores, mas en la Misa se ofrece reproduciendo su muerte en forma incruenta, esto es, sin derramamiento de sangre y sin padecer ni morir.
- En la Cruz Jesucristo "mereció" por nosotros todas las gracias; en la Misa "aplica, distribuye" el tesoro de las gracias.
Hemos de reconocer que el sacrificio de la Cruz bastó para redimirnos por ser de valor infinito, y reparó potencialmente nuestras ofensas, y si ahora se renueva y actualiza en el sacrificio de la Misa, no es para añadir eficacia a aquél, sino para "aplicarnos" los frutos o gracias del sacrificio del Calvario.
Cristo nos obtuvo la redención, pero para que nos aproveche a cada uno en persona, puso algunas condiciones, como son, por ejemplo: la fe, la detestación del pecado, el uso de los sacramentos, la guarda de los mandamientos, etc., sin lo cual no se nos aplican los méritos y satisfacciones de Cristo.
Esto lo aclararemos con un ejemplo:
Si un padre gana en abundancia pan para sus hijos, y estos no lo comen y mueren de hambre, ¿quién, sino ellos son los culpables? Pues esto ocurre en la Misa: en ella se halla inmolado Jesucristo, océano y cúmulo inmenso de todas las gracias necesarias para salvamos, ya que El las ganó para todos, y si ahora no nos acercamos y nos ponemos en contacto con El y no participamos de ese cúmulo de gracias que nos "mereció" en la Cruz, por medio de la Eucaristía y demás sacramentos..., no nos salvaremos y moriríamos en nuestro pecado...
- En la última Cena se ofrecía una Víctima que iba a ser inmolada; en la Cruz la Víctima quedó inmolada en aquel mismo acto; en la Misa se ofrece una Víctima que ya fue inmolada.
El Concilio de Trento nos dice: "El único sacrificio que Cristo ofreció de manera cruenta en la Cruz, se renueva y prolonga de manera incruenta en el altar y nos aplica los frutos de la redención."
En consecuencia: La Misa es esencialmente el mismo sacrificio del Calvario, es el signo o actualización de aquel sacrificio de Jesucristo en la cruz, pues ha querido por medio de sus sacerdotes y en virtud de las palabras de la consagración aparecer sobre el altar inmolado como Víctima bajo las especies de pan y vino.
Amemos la Misa. Amarla no es estar solamente presente, sin más, sino estar con fe, con devoción tomando parte en ella, contestando a las oraciones y contenido de la Misa, es decir, rezando con el sacerdote, con la Iglesia con Jesucristo, no entreteniéndose con otras lecturas ajenas a la Misa. Como dijo San Pío X: "No recéis en la Misa, sino rezad la Misa", y así estableced contacto con el altar, y no ser meros espectadores.
La Misa tiene un valor infinito, porque la Víctima que se ofrece, Jesucristo, es de valor infinito, aunque lo que se nos aplique depende de nuestras disposiciones.
Una sola Misa glorifica más a Dios que le glorificarán en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y los santos, incluyendo a la Virgen María. La razón es porque la glorificación que las criaturas ofrecerán a Dios será todo lo grande que se quiera, pero no es infinita, mientras que la Misa glorifica infinitamente a Dios... y por ello la Misa debe anteponerse a todas las devociones particulares...
La Misa tiene, pues, un gran valor. Vale para adorar y alabar a Dios, para darle gracias por tantos beneficios recibidos, para reparar al Dios ofendido por nuestros pecados, para impetrar gracias...
Los frutos de la Misa son los que parten de la Redención de Cristo, y son especialmente frutos de salvación, gracias espirituales, bien para pedir la conversión de los pecadores, bien para vencer una tentación, para enmendarse... y también gracias de alivio o redención para las almas del Purgatorio... Del fruto de la Misa participan todos, pero más especialmente los que asisten a ella...
Tomado de:
http://www.mercaba.org/ARTICULOS/E/euca ... tante.htm#¿Porqué decimos que el sacrificio de la Misa es el mismo del Calvario?
¿Qué significa el misterio de la transubstanciación? Con la palabra transubstaciación o transustanciación, la Igleia quiere expresar la vedad revelada de que en las especies de pan y vino consagradas está verdaderamente presente el Cuepo y la Sangre del Señor.
Transubstanciación es un término que nos remite al concepto filosófico de sustancia y accidentes, tal como lo formuló Arsitóteles (recogido más tarde por Santo Tomás de Aquino). De este modo, para explicar el cambio producido por la Consagración en las especies de pan y vino, afirmamos que mientras sus accidentes (color, apariencia, sabor, textura, etc.) no han cambiado, sin embargo su sustancia (la de pan) si se ha transformado en la sustancia del Cuerpo de Cristo. Lo mismo se predicaría de su sangre. Transubstanciación por tanto, nos habla del cambio de sustancia (trans – sustancia) realizado en el pan y vino consagrados. Ya no son pan y vino, aunque parezcan pan y vino, pues son el Cuerpo y Sangre del Señor. A ese cambio radical, a ese cambio en la sustancia es al que se refiere la Transubstanciación.
Los milagros que se conozcan y que se han producido en relación a la Eucaristía, desde hace más de dos mil años, son unos 400 aproximadamente, pero el milagro de la Transubstanciación también relacionado con la Eucaristía, se está produciendo diariamente, cada vez que un sacerdote en cualquier parte del mundo consagra el pan y el vino. Y este maravilloso milagro de la Transubstanciación, lo contemplan todos los que asisten a la Eucaristía, pero no lo ven los ojos de la cara. Solo en la medida que una persona tenga abiertos los ojos de su alma, podrá ver con mayor o menos claridad este milagro. Y esto ocurrirá, cuando nuestra mente acepte con más firmeza lo que le dicen los ojos de nuestra alma, que lo que le dicen los ojos de nuestra cara, entonces será, cuando estamos en el buen camino del amor a Dios, que es el Todo de todos nosotros.
Porque da la impresión de que Nuestro Señor, a fin de quitarle justificaciones a los incrédulos, que niegan el misterioso milagro de la Transustanciación, haya querido, que sea precisamente en la Eucaristía, donde se han realizado y se realizan, también en nuestros días, un mayor número de milagros, alrededor del milagro básico y fundamental, que es el de la misma Transubstanciación. Curiosamente la intensidad cronológica con la que se dan estos milagros, relacionados con la Transustanciación, coincide siempre con aquellas épocas de la historia, en la que la fe de las personas y de los pueblos ha sido más intensa. Todo esto, en mi opinión tiene una lectura, y es la de que el Señor, que es consciente, como no podía ser de otra forma, de lo difícil que nos resulta aceptar su real presencia, en el pan y el vino eucarístico, quiere recordarnos continuamente, que a pesar de nuestras dudas, Él realmente está ahí, tras la luz roja que alumbra cualquier sagrario de cualquier iglesia del mundo. Está esperándonos para que le amemos, para que le adoremos, para que comulguemos con su cuerpo y con su sangre.
Tomado de:
http://principioscatolicos.blogspot.com ... acion.htmlhttp://www.religionenlibertad.com/miste ... -17570.htm