Respuestas lección 6
Alguien sin preparación religiosa, ¿Puede discernir entre el bien y el mal?
R= Sí; mediante la ley natural. «La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Citando los numerales 1956 y 1957 CIC “La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales” (Existe ciertamente una verdadera ley, la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. (…) Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo). “La aplicación de la ley natural varía mucho; puede exigir una reflexión adaptada a la multiplicidad de las condiciones de vida según los lugares, las épocas y las circunstancias. Sin embargo, en la diversidad de culturas, la ley natural permanece como una norma que une entre sí a los hombres y les impone, por encima de las diferencias inevitables, principios comunes.
¿Qué es la ley moral?
R= Ley Moral es el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que, con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural. Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. Es a la vez firme en sus preceptos y amable en sus promesas. La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos. “.
¿Qué es la ley natural?
R= Se entiende por ley natural la misma ley eterna en cuanto se refiere a las criaturas racionales. Los minerales, las plantas y los animales obedecen siempre a la ley de Dios, ya que están guiados por leyes físicas y biológicas. Pero al hombre, Dios le ha dado la inteligencia para conocer su ley, que descubre dentro de sí mismo. A esa ley grabada por Dios en el corazón del hombre, la llamamos ley natural, y obliga a todos los hombres de todos los tiempos. Por eso dice Santo Tomás de Aquino que la ley natural no es otra cosa que la participación de la ley eterna en la criatura racional (cfr. S. Th., I-II, q. 91, a. 2). Al crear al hombre, Dios dota su naturaleza de una ordenación concreta que le posibilite conseguir el fin para el cual fue creado. La ley natural «no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado al hombre en la creación. (Santo Tomás de Aquino, In duo pracepta caritatis et in decem Legis praecepta expositio, c. 1).
¿Podemos solos encontrar la Revelación plena para llegar a Dios?
R=No; Como sabemos en la historia del hombre, ha habido entre muchos pueblos un conocimiento imperfecto de Dios, lo vemos por ejemplo con los aztecas, los griegos los indios americanos, los chinos etc., en donde son politeístas, saben por medio de la razón que no pudieron haber sido creados sin ese poder absoluto, nada de lo que ven y de lo que no ven pudo haberse hecho solo. También vemos que es ley universal el no matar, o el no robar, algunos agnósticos o ateos dirán son solo de ética evolutiva, insostenible teoría, ya que consideran como casualidad hechos innegables. Está impreso en el alma del hombre que razona y busca el bien. El hombre con la sola razón y a partir de la Creación, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del universo y como sumo bien. El CIC en su numeral 35 nos dice: “Las facultades del hombre le hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en la intimidad de Él ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación. Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana.
Después del pecado original, ¿Dios nos abandonó para que aprendiéramos la lección?
R= No, Dios jamás ha abandonado al hombre, al contrario siempre acude a nuestro encuentro con Él.
“Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano al hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, qué el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Para lograrlo, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo como Redentor y Salvador. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos en adopción, y por tanto, los herederos de su vida bienaventurada. (Prólogo CIC I, 1).
¿Dónde se encuentra la Revelación plena? ¿Con los profetas? ¿En la ley Mosaica? ¿En la Biblia? ¿En la Iglesia (Magisterio, Tradición Apostólica, Biblia)?
R= Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.
Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación, con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras. En su tiempo llamó a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, al que luego instruyó por los Patriarcas, por Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio.
Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna. La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (cf. 1 Tim., 6,14; Tit., 2,13). (Constitución Dogmática Dei Verbum Capítulo 1).
¿Qué es la Tradición Apostólica?
R= Es toda la revelación, desde el comienzo de la historia hasta el final de la era Apostólica, transmitida por los fieles de generación en generación y preservada por la guía divina del Espíritu en la Iglesia instituida por Cristo. La Sagrada Tradición, más técnicamente, se refiere, dentro de la revelación, a aquella parte que no está contenida en las Sagradas Escrituras porque se escribió hasta más tarde.
¿Es la biblia suficiente para conocer la Revelación completa?
R= No. “Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad. (Constitución Dogmática Dei Verbum Capítulo 2, 9).
¿Qué es el depósito de la Fe?
R= Se llama depósito de la fe a la doctrina que Dios reveló y entregó a la Iglesia, Esposa de Cristo, para que la custodiase fielmente y la declarase infaliblemente (cf. Concilio Vaticano I, Constitución Dei Filius, 4).
¿Yahvé o Jehová?
R= En primer lugar, es importante saber que la palabra “Jehová” no existió hasta el año 1000 de nuestra era. La razón de esto es que el Antiguo Testamento estaba escrito solamente con las puras letras consonantes, las vocales no se escribían pero se sabían y usaban gracias a la tradición. En realidad muchos pueblos semíticos antiguos hacían eso con sus escritos, pues lo fuerte de ellos en el proceso de comunicarse no era precisamente la escritura, sino el lenguaje oral o de palabra.
Para explicar esto de una manera más sencilla piense que si se quería escribir Juan, ellos solamente ponían las consonantes Jn y al verlas sabían por su tradición que eso significaba Juan=Jn. Cuando ellos querían poner Marcos solamente escribían Mrcs. Entonces desde antes del tiempo de Jesucristo hasta el año 700 de la era cristiana los judíos lo entendían así. Pero del año 700 al 1000 varias familias de judíos llamados masoretas=tradición, empezaron a poner las vocales a todo al Antiguo Testamento y lo lograron excepto con el nombre de Dios.
Cuando encontraban algún pasaje bíblico que hablaba del nombre de Dios como Ex 3,14 veían su tradición y no encontraban nada de las vocales, solamente las consonantes YHWH (tetragrámaton). Esto se debía a que los judíos dejaron de pronunciar el nombre de Dios a partir del cautiverio o destierro en Babilonia en el 587 antes de Cristo para evitar que fuera profanado por los paganos.
Al no tener una tradición sobre las vocales del nombre de Dios lo que hacían era guardar silencio en señal de respeto o usar otros términos como títulos, usaban Adonai=Señor o Sebaot=Señor de los ejércitos o Elohim=un sólo Dios. También al margen de las letras YHWH pusieron Adonai=Señor como un recordatorio.
De esta manera todo el Antiguo Testamento ya se podía leer con las vocales y consonantes. Excepto el nombre de Dios, del cual sólo quedaron las cuatro letras YHWH. El error vino después, cuando algunos se imaginaron que las vocales de adonai(aoai) había que colocarlas en las letras YHWH y de allí salió la palabra Jehová=YaHoWaH. Por eso usted puede ir a cualquier diccionario, biblioteca o en Internet y al buscar esta palabra le dirá: Jehová es una palabra incorrecta o mala interpretación del nombre de Dios.
Seguramente que Charles Rusell, que fue el fundador de los Testigos de Jehová en 1876, no sabía nada de todo esto, y por eso lo puso como un distintivo de quienes supuestamente usarían el verdadero nombre de Dios, pero salió todo lo contrario, porque promueven el nombre más incorrecto. Esta es la primera razón porque no la usamos en la Iglesia Católica.
2.- En el Antiguo Testamento la palabra más correcta sería Yahvé.
La segunda razón para afirmar esto es la evidencia de los Padres de la Iglesia griega que usaban las formas Jave y Jao, así como formas acortadas hebreas como las palabras Jah ó Yah (Salmo 150,6 en la Biblia de los Testigos de Jehová) y Jahu (en nombres propios). Todo esto indica que originalmente el nombre debió pronunciarse Yahvé o Yaveh.
Otro aspecto que lo confirma es el hecho de que los samaritanos, que no fueron al destierro de Babilonia, y que se había separado del Reino del Sur, usaron Yahvé basándose en tradiciones antiguas.
3.- Los mismo “testigos” reconocen que ‘Jehová’ no es el nombre más correcto.
Tal vez se sorprenda al saber esto, pues la misma agrupación de los Testigos de Jehová en uno de sus libros llamado Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la tierra en el capítulo 4 titulado ‘Dios… quién es Él en la página 43 y 44 dice: “No se sabe exactamente cómo se pronunciaba, aunque algunos eruditos piensan que Yahweh ó Yavé es la pronunciación correcta… sin embargo, la forma Jehová ha estado en uso por muchos siglos y es más extensamente conocida".
La verdad entonces es que ni ellos mismos se lo creen, puesto que ellos mismo saben que no es el más correcto y simplemente lo hacen por el uso común que se le ha dado en el protestantismo. Es increíble que vayan diciendo casa por casa que hay que usarlo, que es importante, que es necesario y después muy tranquilamente reconocen que ese no es el más correcto. Ni modo, como dice un dicho: “El pez, por la boca muere".
4.- Vea lo que algunos diccionarios y enciclopedias mencionan al respecto.
Lea atentamente lo que los expertos dicen:
http://www.diccionarios.com: “Nombre de Dios. Modernamente se transcribe con más propiedad Iahveh o Iahvé".
http://www.enciclonet.com: “Nombre de Dios en Hebreo, Yahweh es la transliteración más correcta y apropiada, por ello es menos fiel la palabra Jehová".
Usted podrá revisar por su cuenta en varios diccionarios o enciclopedias y en la mayoría de ellos encontrará una respuesta parecida pues ahora se sabe que la palabra Jehová surgió de un error de comprensión del trabajo de los masoretas.
5.- Los judíos usan el término Adonai=Señor.
De hecho quienes saben muy bien sobre el Antiguo Testamento serían los judíos y ellos al encontrar las cuatro letras YHWH prefieren leerlo como Adonai. Para ellos es algo tan sagrado que fuera de la lectura de la Biblia rehúyen usar también la palabra Adonai. Si los testigos de Jehová se hubieran tomado la molestia de investigar con seriedad y preguntar a esos expertos del Antiguo Testamento se hubieran ahorrado todo el papel que han invertido en dar a conocer un nombre incorrecto.
6.- Jesucristo le llamó: Padre.
Sin duda que la razón principal por la que no usamos Jehová y usamos muy poco Yahvé, es que nosotros somos cristianos, y como católicos seguidores de Jesucristo seguimos el ejemplo y mandato que Él nos dejó. Jesucristo NUNCA, en ninguna parte, en ninguna Biblia y en ningún idioma, usó la palabra Yahvé y mucho menos Jehová.
Él cuando oraba le llamaba Padre (ver Mc 14,36) Más claramente, cuando Jesús dijo a los discípulos cómo orar, él les dijo háganlo así: “Padre Nuestro…” (Mt 6,9). Si nunca usó un nombre es porque lo importante no era eso, sino la relación con Dios como la de un Padre con su Hijo. Esta es realmente la forma bíblica como Jesucristo quiere que nos dirijamos a Dios: Padre.
¿La Iglesia nos pide leer la Biblia?
R= Sí y de muchas maneras cito algunos ejemplos: en la Misa leemos y escuchamos la Palabra de Dios, en el rezo del Rosario si reflexionamos cada uno de los misterios nos remitimos a la Biblia, la Lectio Divina, círculos bíblicos, etc… depende de cada uno de nosotros el leerla aún y cuando la Iglesia no lo pidiera. “Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.
De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de Jesucristo", con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo". Lléguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la aprobación o el cuidado de los Pastores de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque "a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas. (Constitución Dogmática Dei Verbum)