Respuestas: Diplomado Apologética. Tema 6,Modulo I
1. Alguien sin preparación religiosa, ¿Puede discernir entre el bien y el mal?Sí, sí puede. Mediante la ley natural, como nos da a comprender el numeral #1954 de nuestro catecismo.
El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:
«La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos» (León XIII, Carta en. Libertas praestantissimum).
De acuerdo al #1955 La ley divina y natural (GS 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana:
«¿Dónde, pues, están inscritas [estas normas] sino en el libro de esa luz que se llama la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo» (San Agustín, De Trinitate, 14, 15, 21). La ley natural «no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado al hombre en la creación. (Santo Tomás de Aquino, In duo pracepta caritatis et in decem Legis praecepta expositio, c. 1)
Como ven, Dios en su infinita sabiduría imprime en nuestras almas esa ley natural, con esa gran ayuda podemos discernir con nuestra inteligencia el bien del mal, y lo más importante: Tener la apertura de Su existencia. Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas.
2. ¿Qué es la ley moral?Según el # 1950 del Catecismo “La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Se la puede definir, en el sentido bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios. Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. Es a la vez firme en sus preceptos y amable en sus promesas.
La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos.”
3. ¿Qué es la ley natural?La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira.
4. ¿Podemos solos encontrar la Revelación plena para llegar a Dios?No, no podemos hacerlo de ninguna manera ya que el ser humano con sólo sus fuerzas alcanzar la revelación Divina no es capaz, Dios con toda libertad y por su propia decisión se revela y se entrega, es Dios quien toma la iniciativa, toda la revelación está orientada y centrada en Cristo Jesús por lo que Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre por medio de acontecimientos y palabras, EL se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que EL mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres.
Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
5. Después del pecado original, ¿Dios nos abandonó para que aprendiéramos la lección?De ninguna manera hermanos míos, Dios no nos abandona nunca. Claramente vemos que después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza a todos los seres vivientes.
6. ¿Dónde se encuentra la Revelación plena? ¿Con los profetas? ¿en la ley Mosaica? ¿En la Biblia? ¿En la Iglesia (Magisterio, Tradición Apostólica, Biblia)?Interesante pregunta, la cual tiene un propósito claro, el que sepamos que la revelación se hace de una manera progresiva que significa que Dios se nos da a conocer de una forma progresiva, que ha de dejar ver paso a paso de una manera lógica que se pueda conectar con el fin de ser lo que dice ser, y con ello justificar en sí.
Tenemos que aprender que la Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de nuestra salvación. Viene de la palabra «revelar», que quiere decir «quitar el velo», o «descubrir».
Es preciso señalar que Dios se reveló gradualmente a los israelitas primero y luego al mundo entero, y esto no es una invención de los apologistas cristianos, sino que se encuentra claramente enseñado en nuestras fuentes.
Sin ir más lejos, el Concilio Vaticano II en la Dei Verbum señala:
15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. Más los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos los conocimientos de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación. Con esto queremos destacar que lo que llamamos revelación progresiva no es una excusa sacada de un sombrero, sino que forma parte central de nuestra comprensión de la forma como Dios se ha dado a conocer a los hombres.
Por lo tanto, la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.
7. ¿Qué es la Tradición Apostólica?Entiendo que La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús, además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una manera de orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo mismo recibí esta tradición que, a su vez, les he transmitido» (1 Cor. 11, 23).
Es preciso hacer énfasis que cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos referimos siempre a la «Tradición Apostólica». No debemos confundir «la Tradición Apostólica» con la «tradición» que en general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente humana y puede ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas tradiciones del pueblo judío: «Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los hombres» (Mc.7,8). Siendo así que La Tradición Apostólica es la transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto y los escritos inspirados. Los Apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que habían recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo.
8. ¿Es la biblia suficiente para conocer la Revelación completa?En primera instancia podemos decir que nuestro amado Señor Jesús mandó a «predicar», y no «escribir» su Evangelio, EL nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que permanecerá hasta el fin del mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición Apostólica, sin tener los libros sagrados del Nuevo Testamento. Por consiguiente, solo una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por escrito por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación. Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento (NT), que es la parte más importante de toda la Biblia. Está claro que, al escribir el NT, no se puso por escrito «todo» el Evangelio de Jesús. «Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).
La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra de Dios, que nos manifiesta al Hijo en quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).
Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición Apostólica fue puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una veneración muy especial por las Divinas Escrituras. Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros por la Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas como dos fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II lo describe muy bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas, de modo que ninguna puede subsistir sin la otra.
9. ¿Qué es el depósito de la Fe?La Revelación Divina abarca la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Este depósito de la fe (cf. 1 Tim. 6, 20; 2 Tim. 1, 12-14) fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. Ahora bien, el oficio de interpretar correctamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia. Ella lo ejercita en nombre de Jesucristo. Este Magisterio, según la Tradición Apostólica, lo forman los obispos en comunión con el sucesor de Pedro que es el obispo de Roma o el Papa.
Es decir, La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la Palabra de Dios, en el cual, como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de todas sus riquezas. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia, a los obispos en comunión con el Papa. La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están íntimamente unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de los hombres.
10. ¿Yahvé o Jehová?Aclaremos que los judíos no escribían ni pronunciaban el nombre de Dios. En su lugar usaban el tetragrama Y-H-W-H o la palabra Adonai o Elohim. En el Nuevo Testamento tampoco aparece explícitamente ni “Jehová” ni “Yahveh” sino “Kyrios” (Señor) y otras.
Ambas formas de escribir el nombre de Dios: Yahveh y Jehová pretenden ser la traducción del tetragrama. Ninguno de estos dos nombres existe en el idioma hebreo ni aparecen en las Sagradas Escrituras.
Por lo tanto, queda establecido que la palabra “Jehová”, es un error del siglo VII A.D. los maestros rabínicos de la escuela del Tiberíades, llamados “masoretas” (masoreta es derivado de masora: tradición) quisieron ponerle vocales a las palabras de las sagradas escrituras (pues se escribían sin vocales y aumentaba cada vez más la confusión sobre como pronunciarlas). En cuanto al tetragrama YHWH, como nunca se pronunciaba, nadie sabía que vocales le correspondían. Tomaron entonces las vocales correspondientes a la palabra ADONAI (a-o-a), que era la palabra que leían en substitución del Tetragramma. La letra “i” al final de ADONAI no la contaron porque para los hebreos es consonante y no vocal. Además, cambiaron la primara “a” por la letra “e” por razones de fonética semítica (Según el sistema inventado por los masoretas, la consonante y primera letra del Tetragrama, por ser consonante fuerte no puede llevar la vocal “a” que es débil, sino que debe cambiarla por la vocal “e” que es una vocal fuerte). No obstante, estos trabajos de los masoretas, el nombre YHVH (YodHayVahHay) seguía remplazándose en las lecturas por “Adonai”. (Cf. Enciclopedia Británica, Micropedia, vol. 10).
A partir del siglo XIV de nuestra era, se comenzó por primera vez a leer el nombre sagrado del Tetragrama con las vocales que los masoretas le habían colocado según su invento, es decir, con las vocales “e-o-a”, lo cual dio como resultado YeHoVaH. Esta versión errada se extendió a la cristiandad.
Algunos protestantes y sectas insisten en la importancia de llamar a Dios “Jehová” como si esta fuese la forma divinamente revelada del nombre divino. (Ver: Los Testigos de Jehová).
Ahora hablemos sobre la palabra “YaHVéH”.
En el siglo XX los exegetas bíblicos descubrieron el error.
Pruebas:
1-Muchos de los nombres bíblicos llevan la partícula corta de YaHVéH: Ex.15, 6; 17, 16; Is.12,2; Ps.68, 5; Cant.8, 6). Por ejemplo- Abdías: Abd Yah que quiere decir, siervo de YaHVéH. Elías: El Yah que quiere decir, mi Dios es YaHVéH. Jeremías: Jerem Yah que significa, sostiene YaHVéH. Isaías: Isa Yah… salva YaHVéH. La exclamación
litúrgica: “Hallel-u-Yah” significa: “Alabad a YaHVéH”. Por lo tanto, la primera vocal no es la letra “e” como pensaban los masoretas sino la letra “a”.
2- Clemente de Alejandría (siglo IV) y otros escritores muy anteriores a los inventos hechos por los masoretas en el siglo VII AD, transcribieron en griego este nombre como “Yavé”.
3-Teodoreto de Ciro, autor del siglo V, al comentar el libro del Exodo observa que, aunque los judíos nunca pronunciaban el Tetragrama, los samaritanos lo pronunciaban “IABE”. Los samaritanos, desde su cisma con los judíos, rechazaron toda la evolución religiosa de estos. Hay que reconocer que en la pronunciación de los samaritanos tenemos la pronunciación de los judíos del siglo V a.C.
Por lo que concluyo colocando lo que La Santa Sede nos pide, y es el omitir el término "Yahvé" en la Liturgia y usar "Señor"
Carta a las conferencias episcopales sobre el nombre de Dios del cardenal Arinze
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 11 de septiembre de 2008 (ZENIT.org). -
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha enviado una carta a las conferencias episcopales del mundo sobre el nombre de Dios en la que pide no usar el término "Yahvé" en las liturgias, oraciones y cantos.
La carta se refiere al uso del nombre "YHWH" con el que se designa a Dios en el Antiguo Testamento y que en español se lee "Yahvé". El texto explica que este término debe traducirse de acuerdo al equivalente hebreo "Adonai" o del griego "Kyrios"; y pone como ejemplos traducciones aceptables en cinco idiomas: Lord (inglés), Signore (italiano), Seigneur (francés), Herr (alemán) y Señor en español.
La misiva está firmada por el cardenal Francis Arinze y por el arzobispo Albert Malcom Ranjith, respectivamente prefecto y secretario de la Congregación vaticana, siguiendo una directiva de Benedicto XVI.
Tras comentar que el nombre de Dios exige a los traductores un gran respeto, el cardenal explica que la palabra "YHWH" es "una expresión de la infinita grandeza y majestad de Dios", que se mantuvo "impronunciable y por ello fue reemplazada en la lectura de las Sagradas Escrituras con el uso de la palabra alternativa ´Adonai´ que significa Señor".
Esta tradición de la traducción es importante para entender a Cristo, señala la carta vaticana, ya que el título de "Señor" se vuelve "intercambiable entre el Dios de Israel y el Mesías de la fe cristiana".
"Las palabras de las Escrituras contenidas en el Antiguo y Nuevo Testamento expresan la verdad que trasciende los límites del tiempo y el espacio. Son la palabra de Dios expresada en palabras humanas, y por medio de estas palabras de vida, el Espíritu Santo introduce a los fieles en el conocimiento de la verdad total, y por ello la palabra de Cristo aparece ante los fieles en toda su riqueza", explica la indicación de la Santa Sede.
11. ¿La Iglesia nos pide leer la Biblia?Sí, un sí contundente es la respuesta precisa, además de que el cristiano católico de hoy está llamado a una lectura inteligente y espiritual de la Biblia. La Iglesia alienta a los católicos a que hagan la lectura de la Biblia parte de su vida diaria de oración. Al leer estas palabras inspiradas, las personas profundizan en su relación con Dios y llegan a entender su lugar en la comunidad de aquellos que Dios ha llamado para sí. Leer no es suficiente. Si la Sagrada Escritura se queda sólo en palabras en una página, nuestra tarea no ha terminado. Necesitamos meditar sobre el mensaje y ponerlo en práctica en nuestra vida. Sólo entonces puede la palabra ser “viva y eficaz” (hebreos 4:12). Los católicos leemos la Biblia al menos en cada misa que asistimos (Lecturas y Evangelio), y la Iglesia nos insta a hacer Lectio Divina (leer la Biblia), así nos nutrimos de la Palabra de Dios.
La Iglesia tiene gran veneración por la Sagrada Escritura, destacando los cuatro evangelios que ocupan un lugar verdaderamente privilegiado, pues su centro es Cristo Jesús. En la Misa, después de leer el Evangelio, el sacerdote lo besa en señal de veneración y de respeto. Es lógico que todo cristiano conozca la Sagrada Escritura, especialmente los Evangelios, y que dedique un tiempo a leerla y meditarla. Como dice San Jerónimo, "desconocer la Escritura es desconocer a Cristo".
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