por gache » Lun Oct 11, 2010 9:57 pm
A) Naturaleza:
La pastoral vocacional significa el conjunto de actividades espirituales y apostólicas, desarrolladas para que cada uno de los hombres y mujeres llamados por Dios pueda descubrir y madurar con la ayuda de Dios la propia vocación específica dentro de la Iglesia, según un carisma dado por Dios a una Congregación.
En todas las Congregaciones tiene que formarse como una “cultura” vocacional, donde todos los religiosos y religiosas sientan este deber como propio, urgente, necesario e intransferible: todos debemos trabajar por contactar, cultivar y concretar vocaciones para la propia congregación religiosa.
Por tanto, la pastoral vocacional, como parte integrante de la vida de la Iglesia, es una de sus preocupaciones fundamentales. Constituye una prioridad pastoral. Un generoso empeño ha de ser puesto, sobre todo a través de una oración insistente al Señor de la mies (cf. Mt 9,38), en la promoción de las vocaciones al sacerdocio y de especial consagración. Se trata de un problema de grande importancia para la vida de la Iglesia en todo el mundo.
La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y los apóstoles, y es enviada a continuar esta misión. Se sabe depositaria de la Buena Noticia que debe ser anunciada, y ella misma envía evangelizadores a cumplir este encargo en medio del mundo. La evangelización pretende generar cristianos adultos que han experimentado el amor de Dios, que viven según Dios, y que por tanto, se plantean su vida como respuesta y testimonio de la fe. Por ello podemos decir que toda la pastoral de la Iglesia es pastoral vocacional, ya que la tarea evangelizadora de la Iglesia está llamada a hacer descubrir a cada creyente su misión, su vocación.
B) Quién está llamado a la pastoral vocacional
La pastoral vocacional es una tarea de todos los miembros de la Iglesia. Esto supone y exige concientizar a toda la comunidad en una cultura y mística vocacional como explicaremos más tarde. Debemos pasar de una actitud de espera “a que vengan las vocaciones” a una pastoral de propuesta directa, de invitación y de llamamiento personal.
Por tanto, la responsabilidad es de toda la Iglesia. Todos debemos ser mediadores de la propuesta vocacional. Los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y consagradas tienen, sí, un lugar especial en esta mediación. Pero no se agota en ellos. Por fuerza de su fe, el discípulo de Jesús debe tomar sobre sí la vocación de otro. Todos: padres de familia, catequistas, educadores, profesores, especialmente los profesores de educación moral y religiosa católica, movimientos, parroquias, diócesis, etc.
C) Finalidad de la pastoral vocacional
La finalidad de la pastoral o promoción vocacional es un servicio a la persona para que sepa discernir el proyecto que Dios tiene desde toda la eternidad para dicha persona, para la edificación de la comunidad. En otras palabras, es ayudar al nacimiento, crecimiento y discernimiento del llamado de Dios para cada uno con el fin único de servir más y mejor al mundo, que tanto necesita de la verdad de Cristo.
Debemos tener esta certeza: toda persona tiene un don y una llamada de Dios específica en espera de ser descubierta. La pastoral vocacional ayuda a descubrir este plan de Dios y acompaña a la persona para que llegue a su plenitud vocacional soñada por Dios desde siempre.
D) Medios para la pastoral vocacional
La pastoral vocacional hemos de realizarla mediante los instrumentos válidos en toda pastoral: la predicación directa y clara del mensaje; la catequesis sistemática y fiel; el testimonio alegre y sincero; y sobre todo, la oración confiada al Padre por su Hijo en el Espíritu y a María, modelo de toda vocación.
Hemos de poner especial hincapié, primero, en la oración, porque del encuentro con Cristo es de donde nace la predicación, la catequesis y el testimonio eficaz, y es el mismo Cristo el que llama al corazón del joven para hacerlo participe de la vocación sacerdotal o consagrada al servicio de la Iglesia y de toda la humanidad.
Toda la Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de Jesús, que nos pide que “roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt. 9, 3-8). Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al rogar por las vocaciones (mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y misión) reconoce que son un don de Dios y como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y confiada. Esta oración, que empeña no sólo a individuos sino también a todas las comunidades eclesiales, es la base de toda pastoral vocacional y es camino para el discernimiento vocacional. Promover, pues, la vocación es facilitar el diálogo entre Dios y los jóvenes. La Palabra debe ser escuchada en todo encuentro vocacional. Es la oración ese diálogo que puede llevarnos a vivir una vocación, y de modo especial la oración centrada en la escucha de la Palabra.
Es necesaria, también, una predicación directa sobre el misterio de la vocación en la Iglesia, sobre el valor del sacerdocio, de la vocación religiosa, y de la vocación laical; sobre su urgente necesidad para el pueblo de Dios. Una catequesis orgánica y difundida a todos los niveles en la Iglesia, además de disipar dudas y contrastar ideas desviadas sobre las vocaciones, y en especial sobre las vocación sacerdotal y religiosa, abre los corazones de los creyentes a la espera del don y crea condiciones favorables para el nacimiento de nuevas vocaciones. Ha llegado el tiempo de hablar valientemente de las vocaciones de especial consagración, como de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida cristiana y de realización personal.
Otro medio importante: el propio testimonio de vida. Ya sabemos que un ejemplo vale más que mil palabras, pues “las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran”. Este trabajo debería ser confiado especialmente a personas capaces de transmitir con el entusiasmo y el ejemplo de su vida, el amor a Jesús.
Guías capacitados y expertos son otro medio en la pastoral vocacional. Acompañarán a los jóvenes por medio de una relación personal de amistad e, si es posible, de dirección y orientación espiritual, para ayudarles a identificar los signos del llamado de Dios y a buscar la fuerza para corresponder con la gracia de los sacramentos y con una vida de oración profunda. Ayudarán a orientar a los jóvenes sobre el camino a seguir y el grado de entrega que pide Dios a cada uno, considerando las cualidades y aptitudes que les llevarán a realizarse humana y espiritualmente y a ver cuál es el camino que Dios quiere para cada uno.
E) A modo de resumen
Por tanto nuestra labor es fundamental en esta pastoral y podemos seguir las siguientes líneas:
1. Orar convencidos de la necesidad y del gran don que supone para la Iglesia el contar con muchas y selectas vocaciones. Para ello hay que saber orar y enseñar a hacerlo.
2. Vivir conscientemente y con alegría la vocación propia, siendo cada día más fiel a la llamada de Dios, y con conciencia de ser testimonio para los demás.
3. Ayudará mucho plantear los interrogantes vitales ¿quién soy? ¿qué sentido tiene mi vida? ¿cuál es mi misión? Conscientes de que cada uno tiene una vocación en la Iglesia y contribuye positivamente a que cada joven se plantee cuál es su misión y su vocación. Cuando no domina el tema se ha de poner en contacto al joven con alguien con más experiencia (sacerdote, religioso/a).
4. Trabajar apostólicamente para ir creando en nuestras comunidades un ambiente propicio y una cultura vocacional.
5. Formar grupos de catequesis de adolescentes y jóvenes con una marcada orientación vocacional.
6. Invitar a niñas y adolescentes a participar en las actividades que se organizan con ese fin vocacional. Fomentar las experiencias de voluntariado como “pastoral de servicio” gratuito, especialmente a los más pobres y necesitados, educando para el valor del sacrificio, de la donación incondicional y gratuita, para el empeño desinteresado y para aceptar la invitación a “perder la vida”. De este modo el voluntariado se convertirá en camino de compromisos progresivos que pueden llevar a decisiones definitivas, incluso a una vocación de especial consagración.
7. Hacerse miembro de la Red de intercesores y comprometerte a rezar un día a la semana un rato por las vocaciones.
8. Colaborar económicamente con el Seminario y con las casas de formación de religiosas, en la medida de las posibilidades, para que no se pierdan las vocaciones por falta de dinero.
F) Dificultades para el desarrollo de la cultura vocacional
Muchos de los intentos por impulsar un clima favorable a la pastoral vocacional quedan abortados con frecuencia por planteamientos teóricos, a veces implícitos pero siempre muy activos, que hacen nulo el anuncio del sentido fuerte de la vida como “vocación”. Citamos entre otros estos que nos parecen más difundidos.
1. La cultura antivocacional dominante que propone un modelo de “persona sin vocación”, esto es, una óptica que al proyectar el futuro se limita a las propias ideas y gustos, en función de intereses estrictamente individualistas y económicos, sin apertura al misterio y a la trascendencia y con escaso sentido de responsabilidad respecto a la vida propia y ajena.
2. Los tres grandes males culturales que dañan la vitalidad y credibilidad de la Iglesia y de la vida consagrada: el mal de comunicación (que la hace incapaz de transmitir especialmente a los jóvenes el evangelio de la vocación); el mal de comunión (por no acabar de resolver nuestros problemas de relación y de participación); el mal de identidad (por no haber encontrado aún el nuevo rostro de la vida cristiana y religiosa).
3. Las ideas pobres sobre la vocación, que la centran o polarizan en la vocación clerical (o de especial consagración) y masculina, con la consiguiente infravaloración de otras vocaciones, o que la reducen a un asunto privado al que sólo se permite el acceso a Dios y a la propia conciencia, ignorando que la respuesta vocacional exige un ambiente favorable y mediaciones humanas que explícitamente propongan, acompañen, exijan e iluminen.
4. La cultura de la indecisión que debilita en los más jóvenes su valentía para hacer opciones de vida e impide que su fe se traduzca cotidianamente en elecciones de vida de manera que sean capaces de superar la falta se seguridad, de tomar decisiones que no estén condicionadas, frenadas o inhibidas por el miedo al mañana, por el temor de no cumplirlas, por las dudas sobre la propia capacidad, por la desconfianza en el otro, por el escepticismo sobre los propios sentimientos, por la incapacidad de elegir el uso de su tiempo libre, de las relaciones y amistades que han de cultivar, del comportamiento que deben manifestar con los otros...
5. La creencia errónea de que la pastoral vocacional es tarea exclusiva de unos pocos encargados. El formidable olvido de que la titularidad vocacional concierne a toda la comunidad cristiana, a todo creyente, provoca que las vocaciones se consideren hechos extraordinarios y no el fin natural del camino de fe. No se comprende que las vocaciones deberían ser fenómenos “normales” sea en el ámbito familiar, como parroquial sea también el ámbito de los movimientos e instituciones. La vocación es componente normal de la vida (dejarse llamar es signo de madurez y de libertad interior). Dichas vocaciones son la expresión-traducción de la fe en los proyectos personales de vida según la llamada particular de cada uno: a la vida matrimonial, a una profesión concreta, al sacerdocio, a la vida misionera, a una profesión concreta, al compromiso creyente en la política, a la consagración a Dios...
6. La “orfandad educativa” en la que se hallan muchos de nuestros jóvenes provocada por la falta de auténticos educadores de la fe y por el descuido pastoral de la atención personalizada. El acompañamiento personalizado no se erige entre las cosas más importantes de nuestra acción evangelizadora, no existe conciencia de su importancia, y por ello no se le dedica ni el tiempo y las energías suficientes, ni se facilita la disponibilidad para la acogida y la escucha, ni valentía para responsabilizarse del otro, acompañándole con comprensión y exigencia. “¡Cuántos abortos vocacionales a causa de este vacío educativo!” .
7. La impotencia ante tantos obstáculos que ponen las familias, la sociedad, la cultura actual a los candidatos. Los procesos vocacionales no producen la energía evangélica suficiente para plantarles cara. Y de esa manera, con frecuencia, ceden ante la presión ambiental, desarmados y desvitalizados, sin oponer resistencia, sin extraer de la experiencia de encuentro con el Señor de la llamada la necesaria capacidad de abnegación, de renuncia y de esfuerzo.
8. La falsa interpretación de que es la “hora de los laicos” y que los consagrados estamos como de sobra. Se empobrece así la Iglesia, con un reduccionismo vocacional de tendencia laical inversa a la clerical que hemos padecido secularmente. Es incapaz de generar una Iglesia constituida verdaderamente por todo el Pueblo de Dios, con vocaciones diversas, diferenciadas y complementarias. Una Iglesia sin carismas ni ministerios para la comunión y la misión no es la Iglesia pensada por Jesús y alentada por el Espíritu.
9. La convicción equivocada de que no se puede invitar a alguien a compartir nuestra vida cuando se encontrará con comunidades mediocres y con algunos religiosos o religiosas de poco espíritu. Es una especie de puritanismo que suele estar unido a frustraciones, desencanto, pesimismo, parálisis apostólica y desaliento ante el futuro. A veces con la dificultad de que quienes padecen esas situaciones, se erigen en protagonistas. Así no se engendra vida.
El padre Adrián López Galindo, s.j. anota estas otras dificultades que él llama de herejías a combatir para poder llevar adelante esta cultura vocacional.
La situación de muchas congregaciones nos obliga a actuar diligentemente para que no se pierda el don de Dios (1Tim 4,14; 2Tim 1,6) y antes de construir una cultura vocacional tenemos que afrontar algunas actitudes que nos lo impiden y nos bloquean.
Participación en el Foro
1. Describe de forma breve la naturaleza y finalidad de la pastoral vocacional
2. ¿Cuáles son los medios de la pastoral vocacional?
3. Menciona las labores fundamentales que se tienen que llevar a cabo en la pastoral vocacional, y ¿quiénes deben llevar a cabo dicha tarea.?