por G+J » Mié Dic 01, 2010 9:13 am
Respuestas al capítulo XI. Falacias y Objeciones:
1 Analiza ¿Regulación de la natalidad o explosión demográfica?
“Muchos manifiestan el temor de que la población mundial aumente más rápidamente que las reservas de que dispone, con creciente angustia para tantas familias y pueblos en vía de desarrollo, siendo grande la tentación de las autoridades de oponer a este peligro medidas radicales” (HV, 2).
(i) El panorama mundial
Desde hace muchos años, como parte de campañas políticamente manejadas, se ha tratado de crear un temor al fenómeno de la llamada superpoblación: miedo al progresivo y amenazador aumento de la población mundial. Se viene diciendo, por ejemplo, que si no hay una seria reducción de la tasa de natalidad, nos enfrentaremos a un desastre demográfico por razón de la superpoblación del planeta. Es el argumento de la “Bomba P” (bomba población);
Para combatir esta “plaga de nuestro siglo” se han propagado y voceado masivas campañas de esterilización, difusión de anticonceptivos y legalización del aborto. El resultado ha sido una disminución de la tasa de fecundidad por debajo del ´umbral de reemplazo´ de las generaciones.
[…] El New York Times ha resumido la nueva preocupación mundial -la implosión (= disminución brusca o derrumbe hacia adentro) demográfica- diciendo que con una esperanza de vida en aumento al mismo tiempo que decae la fertilidad, muchos países desarrollados se encuentran con sociedades desequilibradas, que serán imposibles de sostener, porque tienen un gran número de ancianos y les falta gente joven que trabaje. Este cambio afecta a todos los programas que usan fondos públicos, como el cuidado de la salud, la educación, los planes de pensión y los gastos militares. No hay ningún país de Europa donde la población tenga niños suficientes para reemplazar a los padres cuando mueran.
De ahí que en la actualidad se alcen muchas voces para hablar más bien de la amenaza de un “invierno demográfico” para algunos continentes como, por ejemplo, el europeo. Así, el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, durante una intervención en el hemiciclo del Consejo de Europa, en Estrasburgo (fines de 2008) elevaba a los principales políticos europeos esta voz de alarma dando datos muy preocupantes:
* En Europa el índice de fecundidad es de 1,56 por cada mujer, netamente, bajo el nivel de “recambio generacional”, que es de 2,1. Desde 1980 cada año, nace en promedio un millón de niños menos.
* Anualmente se cometen 1,2 millones de abortos. La Unión Europea se vuelve cada vez más vieja: la población de ancianos de más de 65 años es más numerosa que los niños menores de 14 años: las casas están cada vez más vacías: el promedio de miembros de una familia es de 2,4. Los solteros son 54 millones, un cuarto de las familias.
* Además, a la crisis demográfica se agrega la emergencia educativa, provocada por el hecho de que muchos niños no tienen la posibilidad de crecer en una familia unida y estable.
* Nacen fuera del matrimonio 1,7 millones de niños, es decir, un tercio de la totalidad. En los últimos diez años 15 millones de menores han vivido la dolorosa experiencia de la separación de sus padres. Los divorcios afectan a la mitad de los matrimonios.
* Este “utilitarismo miope” ni siquiera es capaz de ver que la tasa de natalidad comporta graves riesgos económicos, sociales y culturales. Se puede prever que en un futuro próximo habrá carencia de trabajadores, disminuirá la producción de bienes y servicios, se volverá insostenible el pago de las pensiones y la asistencia a los ancianos por la ausencia de recursos económicos y humanos. La inmigración de personas exteriores a la Unión Europea no será suficiente para llenar los vacíos y además, si no se maneja bien, podría comprometer la contribución de los pueblos europeos y la transmisión de su patrimonio cultural. Los datos hablan por sí solos.
(ii) Las causas
Las causas del fenómeno son muy complejas, pero se pueden señalar las que ha indicado Jean Claude Chesnais, del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de París:
a) La disminución de la nupcialidad: las personas se casan cada vez menos. Podemos añadir que en la Argentina la nupcialidad ha descendido notablemente mientras que han aumentado las uniones de hecho, con 2.500.000 según el último censo antes del año 2000; es decir, 5 millones de habitantes de los 35 que componen nuestro país. De los 22.000 matrimonios que se celebraron en Buenos Aires en 1990, el número bajó a 16.000 en 1996. En la última década aumentaron en un 62% los hogares monoparentales, es decir, compuestos por un solo padre.
b) La edad media de la maternidad ha aumentado claramente y sigue aumentando.
c) Las leyes de trabajo no facilitan el deseo de las mujeres de conciliar armoniosamente vida familiar y actividad profesional.
d) La ausencia de una verdadera política familiar en los países afectados por el decrecimiento demográfico.
e) El pesimismo cultural y la pérdida del sentido de la vida, de la esperanza en un futuro, del descreimiento en la felicidad.
f) La difusión de las técnicas químicas de anticoncepción, del aborto y de la esterilización de masas. Hay que mencionar, por ejemplo, las campañas masivas de esterilización masculina y femenina realizadas en la India entre 1954 y 1976, las impuestas a las mujeres de Brasil (alrededor del 40% de las mujeres en edad fértil han sido esterilizadas), en Perú y en muchos otros países.
(iii) Las consecuencias
De estas causas se derivan preocupantes consecuencias para los países comprometidos y para la humanidad en general. Las principales son:
a) La fuerte disminución de los jóvenes.
b) La inversión de la pirámide de las edades, con una escasa población de adultos jóvenes, que deben asegurar la producción del país y sostener el peso muerto de una amplia población de personas ancianas, inactivas y que requieren cada vez más cuidados y material médico.
c) Influjos negativos en el sistema educativo, pues para afrontar el peso de las personas ancianas, es grande la tentación de recortar los presupuestos dedicados normalmente a la formación de las nuevas generaciones. Esto genera lo que se conoce como “la pérdida de la memoria colectiva”, es decir, queda gravemente hipotecada la transmisión de las conquistas culturales, científicas, técnicas, artísticas, morales y religiosas.
d) Se agrava también, contrariamente a lo que suele decirse, el desempleo.
e) El aumento de la edad media (cada vez más adultos y menos jóvenes y niños) cambia el perfil psicológico de la población: el carácter de la sociedad se torna sombrío, con falta de dinamismo intelectual, económico, científico y social, poco creativo; éstas son, de hecho, las características de ciertas naciones “viejas”.
f) Al aumentar el número de personas ancianas (de las que debe hacerse cargo la sociedad), y, por otro lado, reducirse las fuentes de ingresos públicos, crece la tentación de recurrir a la eutanasia para librarse del peso inútil de la ancianidad y de los enfermos. Ya se practica en varios países de Europa.
g) También hay que señalar los desequilibrios violentos previsibles desde ahora en muchos países: hay naciones ricas que van hacia la despoblación, como Francia, España e Italia, mientras que otras marcadamente pobres tienen una gran expansión demográfica, como Marruecos y Turquía; unido esto a la imposibilidad de los países ricos de limitar la inmigración clandestina de los países más pobres, se va prefigurando un futuro cambio en la fisonomía cultural, étnica y religiosa de los países ricos; se está produciendo una invasión silenciosa, especialmente en Europa, con la consiguiente pérdida de los valores culturales y religiosos de las naciones invadidas por la inmigración. Por otra parte, siendo real su despoblación, no tienen otra vía para mantener su cultura que el recurso a la represión racial, y esto es lo que se está viendo en los últimos años en Europa.
Por todo esto, es necesario tomar conciencia de la falacia y nocividad de muchas campañas que intentan atemorizar a las familias con amenazas inexistentes, llevando a muchos países al suicidio demográfico. Y además se debe trabajar desde bases espirituales. Chesnais señalaba también que no puede esperarse un aumento de la fertilidad en los países donde se da el decrecimiento demográfico sin un cambio en el “humor” de estos países, haciéndolos pasar del pesimismo actual a un estado espiritual de esperanza e ilusión.
Tal vez alguno no quede convencido con estos estudios demográficos o no se fíe de las fuentes documentales. En este caso sigue en pie el problema fundamental: si existe (al menos localizado en algunos países) un verdadero problema demográfico, esto no autoriza a solucionarlo por cualquier medio. Al respecto ha escrito el Papa Juan Pablo II en la Evangelium vitae: “La problemática demográfica constituye hoy un capítulo importante de la política sobre la vida. Las autoridades públicas tienen ciertamente la responsabilidad de ´intervenir para orientar la demografía de la población´; pero estas iniciativas deben siempre presuponer y respetar la responsabilidad primaria e inalienable de los esposos y de las familias, y no pueden recurrir a métodos no respetuosos de la persona y de sus derechos fundamentales, comenzando por el derecho a la vida de todo ser humano inocente. Por tanto, es moralmente inaceptable que, para regular la natalidad, se favorezca o se imponga el uso de medios como la anticoncepción, la esterilización y el aborto.
Los caminos para resolver el problema demográfico son otros:
• los Gobiernos y las distintas instituciones internacionales deben mirar ante todo a la creación de las condiciones económicas, sociales, médico-sanitarias y culturales que permitan a los esposos tomar sus opciones procreativas con plena libertad y con verdadera responsabilidad;
• deben además esforzarse en ´aumentar los medios y distribuir con mayor justicia la riqueza para que todos puedan participar equitativamente de los bienes de la creación.
• Hay que buscar soluciones a nivel mundial, instaurando una verdadera economía de comunión y de participación de bienes, tanto en el orden internacional como nacional´. Este es el único camino que respeta la dignidad de las personas y de las familias, además de ser el auténtico patrimonio cultural de los pueblos”.
2 Da ejemplos y analiza políticas familiares que son básicamente antifamiliares
Reconocía Pablo VI: “Las condiciones de trabajo y de habilitación y las múltiples exigencias, que van aumentando en el campo económico y en el de la educación, con frecuencia hacen hoy difícil el mantenimiento adecuado de un número elevado de hijos” (HV, 2). De aquí que muchos invoquen estas dificultades como presión para cambiar la moral sexual. El Magisterio nunca ha sido sordo a estas aflicciones; pero también ha mostrado que tales dramas no se arreglan imponiendo la limitación de los nacimientos sino tratando de cambiar las condiciones sociopolíticas en que se encuentra la familia en nuestros días. Es muy claro que muchas políticas familiares son básicamente antifamiliares; y no es éste un problema de origen económico sino ideológico, en que se defiende y promociona una cultura a la que le molesta el concepto de la vida, de la fecundidad y de la familia. ¿Qué se puede hacer? Ante todo, no resignarse; los esposos y padres deben seguir confiando en la Divina Providencia, y las familias deben ayudarse mutuamente para promocionar familias numerosas y ayudar a las que lo son y no pueden mantenerse por sí solas. Ha dicho el Papa Juan Pablo II: “Lanzo esta invitación a cuantos trabajan en la edificación de una nueva sociedad en la que reine la civilización y el amor: defended, como don precioso e insustituible, ¡don precioso e insustituible!, vuestras familias; protegedlas con leyes justas que combatan la miseria y el azote del desempleo y que, a la vez, permitan a los padres que cumplan con su misión. ¿Cómo pueden los jóvenes crear una familia si no tienen con qué mantenerla? La miseria destruye la familia, impide el acceso a la cultura y a la educación básica, corrompe las costumbres, daña en su propia raíz la salud de los jóvenes y los adultos.¡Ayudadlas! En esto se juega vuestro futuro”.
REFLEXIÓN PERSONAL: En nuestro mundo altamente globalizado, cada vez nos asedian más fuertemente ideologías y políticas claramente ANTI-FAMILIARES, promovidos por una cada vez más evidente IDEOLOGÍA DE GÉNERO:
• Feminismo radicalizado (que lleva a la mujer a renunciar a su verdadera identidad y dignidad, a la diferencia intrínseca y natural que la hace específicamente femenina)
• Reconocimiento de las llamadas uniones homosexuales (y equiparación jurídico – legal con los auténticos matrimonios entre hombre – mujer)
• Anticoncepción (en todas sus vertientes, con todo lo que ello supone de intervencionismo desde instancias sanitarias y de política social)
• Aborto (en unos años ha pasado de ser considerado delito a derecho, con la despenalización sucesiva y el relativismo de la conciencia social). Esto ha provocado una falsa defensa de la mujer y un olvido del no-nacido y de las consecuencias que sufre la que ya es madre tras el drama del aborto.
• Eutanasia (las sociedades del bienestar deciden quién tiene derecho a seguir viviendo, en vez de desarrollar una red profesional de verdaderos cuidados paliativos y de auténtica “caridad organizada”)
• Adoctrinamiento desde el Estado a la infancia y juventud. Con programas escolares de “Educación para la Ciudadanía” (o similares) se deforma la conciencia de las futuras generaciones, se borran los límites objetivamente reconocibles entre el Bien y el Mal, se invade el derecho de los padres a educar en libertad y responsabilidad a sus hijos…
Ante todas estas amenazas a la persona y a la familia, sólo nos queda formarnos rectamente, trabajar por el Bien común y orar para que la Verdad prevalezca y la Vida sea respetada. Creamos en la fuerza poderosa de la oración que el Señor nos enseñó (y que ahora, al comienzo del Adviento, se torna clamor): “Venga a nosotros Tu Reino” (Lc 11, 2)