Querido hermano en Jesús y María:
Es un problema aparente que es fácil de solucionar, como todas las aparentes contradicciones en la Escritura Santa. Pensando con una sincera y desprejuiciada búsqueda de la verdad, y sabiendo que Dios no puede contradecirse en lo que nos dice, con el tiempo, con el auxilio de la gracia, el Espíritu nos ilumina la inteligencia para hallar la solución.
La solución es que primero sucedió lo que nos narra San Juan; pero Pedro y Andrés, luego, regresaron a su trabajo como pescadores. Hasta que volvió a encontrárselos Jesús, según lo narra San Mateo, y allí los llamó de nuevo, ya para que no se separaran de Él.
Esta solución la dan los Padres de la Iglesia, que son los testigos de la tradición. San Agustín, según lo recoge Santo Tomás de Aquino en su
Catena Aurea, explica esto sobre la cita que hacés del Evangelio según San Mateo, paralelo de Marcos 1, 16-18; y de Lucas 5, 1-11:
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,17
Puede llamar la atención el por qué San Juan dice que San Andrés siguió al Señor, no en Galilea sino junto al Jordán, con otro cuyo nombre se calla y que, después, San Pedro recibió el nombre del Señor. Los otros tres evangelistas dicen que fueron llamados de la pesca y en ello están conformes principalmente San Mateo y San Marcos, porque San Lucas no nombra a San Andrés, el cual (según se sabe), estaba en la misma barca. Esto también está poco conforme con lo que dijo el Señor a San Pedro, como recuerda San Lucas: "Desde ahora serás pescador de hombres". Lo que San Mateo y San Lucas cuentan que dijo a los dos. Pero pudo primero decírselo a San Pedro, según San Lucas, y después decírselo a los dos, según los demás. Con todo lo que ya hemos dicho de San Juan, debe entenderse con toda exactitud, puesto que hay diferencia de lugares, de tiempo y de vocación. Pero debe entenderse también que San Pedro y San Andrés no vieron al Señor junto al Jordán y se le unieron ya para siempre, sino que sólo conocieron quién era y admirados de El volvieron a sus casas. Recopila casualmente lo que había pasado en silencio, porque habla sin ninguna diferencia de tiempo consiguiente: "Andando, pues, junto al mar". Debe averiguarse también cómo los llamó separadamente de dos en dos, según cuentan San Mateo y San Marcos. San Lucas dice que Santiago y San Juan fueron llamados como compañeros de San Pedro para ayudarlo y que todos juntos, habiendo sacado sus barcas a la tierra, siguieron a Jesucristo. Aquí debe entenderse que en este primer llamado sucedió lo que dice San Lucas y que ellos volvieron otra vez a tomar peces según su costumbre. No se le había dicho a San Pedro que ya nunca pescaría, puesto que siguió ejerciendo este oficio después de la resurrección del Señor, sino que habría de pescar hombres. Y después sucedió lo que dicen San Mateo y San Marcos. No lo siguieron después de sacar sus barcas a la tierra, prescindiendo del cuidado de volver, sino que lo siguieron entonces, porque así se les mandaba.
Fuente: Catena Aurea, por Santo Tomás de Aquino
http://hjg.com.ar/catena/c0.html
Y esto sobre el Evangelio según San Juan:
San Agustín, De cons. Evang. 3, 17
Y no puede considerarse como pequeña la contradicción de que antes de que Jesús fuese a Galilea desde junto al Jordán, sólo por el testimonio del Bautista le siguieron dos, uno de los cuales era Andrés, el cual trajo a su hermano Simón, siendo entonces cuando recibió el nombre, esto es que se llamase Pedro; mientras que dicen los otros Evangelistas que los encontró pescando en Galilea, y los llamó al apostolado. Pero no debe entenderse que Jesús no los hubiese visto junto al Jordán, y ya se hubiesen unido a El para siempre, sino únicamente que conocieron quién era, y después de admirarle se volvieron a sus propias faenas. Y no se crea que San Pedro recibió el nombre cuando el Señor le dijo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" ( Mt 16,18), sino cuando se recuerda que le dijo: "tú te llamarás Cephas, que significa Pedro".
Fuente: Catena Aurea, por Santo Tomás de Aquino
http://hjg.com.ar/catena/c0.html
Tengamos presente que la Sagrada Escritura no busca satisfacer curiosidades literarias, ni históricas, ni geográficas, etc... pero si se lo exigimos, lo hace
Los exégetas modernos no estarían de acuerdo con esta solución. Digo modernos en el peor sentido de la palabra: lo que está «de moda». Para ellos es más fácil decir que ambos pasajes son una total creación literaria y por eso realmente se contradicen, que los hechos no sucedieron realmente así, porque los Evangelios no serían más que una catequesis que recoge poco más o menos algunas palabras y gestos de Jesús, muchos de los que tendrían su origen en la creativísima elaboración teológico-literaria de los autores de los Evangelios. Lo mismo con el resto de las Escrituras. Pero bueno, vos y yo sabemos que estos exégetas son unos ignorantes, no entienden de teología, no tienen la menor idea de qué implica que la Escritura sea la Palabra de Dios, muchos de ellos ni siquiera tienen fe, ignoran toda la tradición de la Iglesia (jamás citarían a San Agustín defendiendo la historicidad de estos relatos, y considerarían la selección de la
Catena de Santo Tomás como «poco crítica» según su criterio pseudocientífico).
Pero dejando a los pobres miserables exégetas modernos que han destruído toda la teología al haber asesinado la teología bíblica con su mediocridad, repito, dejándolos de lado, hago un pequeño comentario espiritual sobre el significado profundo que podemos hallar en la Sagrada Escritura al comparar estos dos relatos. Pues el significado profundo que nos deja la Palabra de Dios, es que nos muestra cómo se dio también en los santos apóstoles que tuvieron una primera experiencia del Salvador (Evangelio según San Juan), y luego retornaron a su vida cotidiana. Puede hablarse de una primera conversión, de una fe incipiente en Jesús. Pero finalmente el Salvador los volvió a llamar y ya no se separaron de Él (Evangelio según San Mateo, San Marcos, y San Lucas), comenzando a revelarles el Señor su vocación particular. Esto mismo nos sucede a nosotros a medida que progresamos en las edades espirituales, con una primera experiencia de Cristo, que cuando dejamos que crezca, llega a ser un llamado que nos compromete y nos une más a Él, para ya no dejarlo nunca más. Es algo normal que primero nos convirtamos y creamos en Jesús, y luego más adelante el Señor nos revele con cierta claridad nuestra vocación particular, como a los apóstoles. Y es normal también que aún en nuestro primer encuentro con Él, nos comience ya a revelar oscuramente nuestra vocación particular, como en el Evangelio según San Juan ya le dice Jesús a Simón, sin explicárselo, que se llamará Cefas, Pedro.
Podemos maravillarnos cómo de esa aparente contradicción en la Escritura, en realidad, el Espíritu Santo nos instruye sobre la cuestión espiritual de la vocación cristiana que se da en dos etapas: primero, la de creer en Jesús; y luego, la de recibir nuestra vocación cristiana particular.