El sexo oral contradice toda la belleza del amor humano tal como Dios lo ha pensado, esta relación íntima de la pareja casada que debe integrar todas las dimensiones del amor; la afectiva y sentimental, la personal y amistosa, la espiritual y la sexual. Sólo así la sexualidad viene ennoblecida, de lo contrario, viene rebajada.
Dentro del matrimonio y en un contexto propio de la familiaridad entre los esposos y la intimidad del lecho conyugal, el sexo oral - consistente en los besos que los esposos se obsequian - no solo es lícito sino que forma parte de los juegos, caricias y atenciones que los esposos se ofrecen y que nada tiene que ver con el vicio ni con el pecado. Forman parte del desarrollo de una relación sexual saludable que responde a las necesidades afectivas y unitivas de la pareja.
Decir que el sexo oral NO es pecado lo mismo que decir que el sexo NO es pecado y siempre con las advertencias propias de su licitud dentro del matrimonio y no como una mera satisfacción egoísta y carnal sino como expresión del afecto de los esposos.
El cuidado de la intimidad matrimonial y el desarrollo de una vida sexual saludable en la que los esposos se entreguen el uno al otro sin ñoñerías que no ayudan a nada más que a pervertir la natural confianza con que deberían tratarse, debería ser de suma importancia. ¿ Con qué argumentos puede una esposa efrentarse al deseo del esposo de participarle con besos y caricias cuya impudicia solo tendría sentido fuera del amor conyugal?
Seamos sensatos, por favor.