por patricio » Lun Feb 13, 2012 6:03 pm
1. La pastoral vocacional es una tarea de todos los miembros de la Iglesia. Esto supone y exige concientizar a toda la comunidad en una cultura y espiritualidad del trabajo vocacional. Debemos pasar de una actitud de espera “a que vengan las vocaciones” a una pastoral de propuesta directa, de invitación y de llamamiento personal.
Por tanto, la responsabilidad es de toda la Iglesia. Todos debemos ser mediadores de la propuesta vocacional. Los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y consagradas tienen, sí, un lugar especial en esta mediación. Pero no se agota en ellos. Por fuerza de su fe, el discípulo de Jesús debe tomar sobre sí la vocación de otro. Todos: padres de familia, catequistas, educadores, profesores, especialmente los profesores de educación moral y religiosa católica, movimientos, parroquias, diócesis, etc.
2. La finalidad de la pastoral vocacional es un servicio a la persona para que sepa discernir el proyecto que Dios tiene desde toda la eternidad para dicha persona, para la edificación de la comunidad. En otras palabras, es ayudar al nacimiento, crecimiento y discernimiento del llamado de Dios para cada uno con el fin único de servir más y mejor al mundo, que tanto necesita de la verdad de Cristo.
Debemos tener esta certeza: toda persona tiene un don y una llamada de Dios específica en espera de ser descubierta. La pastoral vocacional ayuda a descubrir este plan de Dios y acompaña a la persona para que llegue a su plenitud vocacional soñada por Dios desde siempre.
3.
La oracion: Hemos de poner especial hincapié, primero, en la oración, porque del encuentro con Cristo es de donde nace la predicación, la catequesis y el testimonio eficaz, y es el mismo Cristo el que llama al corazón del joven para hacerlo participe de la vocación sacerdotal o consagrada al servicio de la Iglesia y de toda la humanidad.
Nuestra comunidad, siguiendo el ejemplo de toda la Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de Jesús, que nos pide que “roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt. 9, 3-8). Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al rogar por las vocaciones (mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y misión) reconoce que son un don de Dios y como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y confiada.
Predicación directa: la predicación directa sobre el misterio de la vocación en la Iglesia, sobre el valor del sacerdocio, de la vocación religiosa, y de la vocación laical; sobre su urgente necesidad para el pueblo de Dios. Una catequesis orgánica y difundida a todos los niveles en la Iglesia, además de disipar dudas y contrastar ideas desviadas sobre las vocaciones, y en especial sobre las vocación sacerdotal y religiosa, abre los corazones de los creyentes a la espera del don y crea condiciones favorables para el nacimiento de nuevas vocaciones. En nuestra comunidad, ha llegado el tiempo de hablar valientemente de las vocaciones de especial consagración, como de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida cristiana y de realización personal.
El propio testimonio de vida. Ya sabemos que un ejemplo vale más que mil palabras, pues “las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran”. Este trabajo debería ser confiado especialmente a personas capaces de transmitir con el entusiasmo y el ejemplo de su vida, el amor a Jesús. En nuestra comunidad hay personas que son de verdad, ejemplos de testimonio y ayudan a levantar nuestros grupos por su vida entregada al Señor y a la parroquia; debemos darnos trabajo de colocarlos en lugares para liderar grupos de pastoral vocacional.
Guías capacitados y expertos son otro medio en la pastoral vocacional. Acompañarán a los jóvenes por medio de una relación personal de amistad e, si es posible, de dirección y orientación espiritual, para ayudarles a identificar los signos del llamado de Dios y a buscar la fuerza para corresponder con la gracia de los sacramentos y con una vida de oración profunda.
En la comunidad, estos guías serán fundamentales en la ayuda a jóvenes y a identificar los signos del llamado de Dios.
4. Muchos de los intentos por impulsar un clima favorable a la pastoral vocacional quedan abortados con frecuencia por planteamientos teóricos, a veces implícitos pero siempre muy activos, que hacen nulo el anuncio del sentido fuerte de la vida como “vocación”. Citamos entre otros estos que nos parecen más difundidos.
- La cultura antí vocacional dominante que propone un modelo de “persona sin vocación”
- Los tres grandes males culturales que dañan la vitalidad y credibilidad de la Iglesia y de la
vida consagrada: el mal de comunicación (que la hace incapaz de transmitir especialmente a
los jóvenes el evangelio de la vocación), el mal de comunión(por no acabar de resolver
nuestros problemas de relación y de participación); el mal de identidad (por no haber
encontrado aún el nuevo rostro de la vida cristiana y religiosa).
- Las ideas pobres sobre la vocación, que la centran o polarizan en la vocación clerical (o de
especial consagración) y masculina, con la consiguiente infravaloración de otras vocaciones, o
que la reducen a un asunto privado al que sólo se permite el acceso a Dios y a la propia
conciencia.
- La cultura de la indecisión que debilita en los más jóvenes su valentía para hacer opciones
de vida e impide que su fe se traduzca cotidianamente en elecciones de vida
- La creencia errónea de que la pastoral vocacional es tarea exclusiva de unos pocos
encargados.
En nuestra comunidad, no se pasa por la mente, que este trabajo es de todos y no hay
intentos por cambiar de actitud; en el plan pastoral de este año, debería quedar como un punto
importante cambiar esta debilidad que es por desconocimiento de los feligreses.
- La “orfandad educativa” en la que se hallan muchos de nuestros jóvenes provocada por la
falta de auténticos educadores de la fe y por el descuido pastoral de la atención personalizada.
En nuestra comunidad, se observa este fenómeno; los ejemplos de vida que dan los
Sacerdotes distan mucho de ser un autentico testimonio, para que un joven quede de alguna
forma, marcado por la vida espiritual del principal educador de la fe para el pueblo que es el
prebístero.
- La impotencia ante tantos obstáculos que ponen las familias, la sociedad, la cultura actual a
los candidatos.
De alguna forma, este aspecto lo vivimos en forma diaria con todos los jóvenes que son perseguidos por la sociedad, la cultura actual y las mismas familias que también son arrastradas por el mundo del consumo y de la tecnología.
- La falsa interpretación de que es la “hora de los laicos” y que los consagrados estamos de sobra
- La convicción equivocada de que no se puede invitar a alguien a compartir nuestra vida
cuando se encontrará con comunidades mediocres y con algunos religiosos o religiosas de
poco espíritu.
5. Lo que se puede refundar:
I. una revisión:
Situación social. La agitación social actualmente es grande, la comunidad insertada en un mundo lleno de problemas recibe una bateria de desafios, y hay que ayudar a llevarlos a pesar de dificultades.
La Iglesia inmersa en un cumulo de problematicas, que van socavando en los mas debiles
esa alegría que presentaba nuestra fe. En ves de darle paz y tranquilidad a nuestros feligreses
, algunos nos sentimos avergonzados del comportamiento de nuestros pastores.
Vida consagrada: se observa un desencanto en el personal consagrado, posiblemente debido a
todos los problemas, a todos ataques que escuchan a diario por el mal actuar de parte de ellos.
Se va perdiendo esa vida espiritual y empiezan a vivir como todos.
Nos gusta lo fácil, que nos adulen y nuestro trabajo pastoral se hace minimo.
«refundar» significa ante todo. «Volver seriamente a los fundamentos de la vida consagrada y a la raíz originaria y esencial de la misma...para vivir el carisma de modo significativo en los nuevos contextos culturales en los que vivimos y actuamos. Es posible devolverlo a las
personas, las instituciones, la Iglesia, la VIDA CONSAGRADA. Para ello hay que retornar
al amor primero. Se precisa reavivar el fuego de la fe, de la esperanza y de la caridad
En torno a la VIDA CONSAGRADA hoy no falta empeño, sacrificio, búsqueda. En las
últimas décadas se ha sembrado mucho y se ha recogido poco. Por eso es urgente “discernir
lo que el Espíritu de Dios está haciendo surgir entre nosotros para responder a los desafíos de
nuestro tiempo y construir el Reino de Dios”, reforzar esa novedad y convertirla en punto de
partida de etapa nueva. En otras palabras, se necesita sembrar esperanza, poner pasión y
reforzar los signos claros de vitalidad.
La vida consagrada puede ofrecer a la pastoral vocacional de hoy:
El “frescor” de la centralidad de Jesús
El “atractivo” de la espiritualidad
La “fuerza” de la misión
El “grito desgarrador “del humanismo
La frescura del agua pura de las fuentes: Palabra de Dios y carisma de los Fundadores/as
La propuesta de encuentros que transforman: Hemos ido a beber al mismo pozo
El lenguaje del agua cantarina: mana y corre
El servicio a los pobres, para llegar al corazón del evangelio de la verdadera vida
II. modos de vida
1. Relaciones comunitarias, provinciales y a nivel general.
Es muy importante que la relación jerarquía- comunidades sea transparente y con un grado de humildad; es bueno que al cambiar la iglesia particular de pastor, el pastor nuevo que llega, lo haga con sencillez. No debe haber un individualismo exacerbado, arrogancia y solo pensando en la eficiencia. La iglesia es una comunidad de fe.
2. Cursos de formación permanente sobre el carisma y espiritualidad. Esto hace comunidades
mas fuertes y reflexivas.
3. Creación de Institutos de espiritualidad. Espiritualidad encarnada, liberadora e inculturalizada.
4. Reuniones periódicas con los Provinciales (cada dos años). Esto produce una mayor cercanía y ver los problemas que surgen, atacándolos con mayor agilidad.
5. Congresos internacionales sobre diversos aspectos del carisma y de la espiritualidad.