Sesión 12. Curso Santuarios Marianos. 19 marzo 2012

Con este curso, se pretende realizar un viaje virtual por los santuarios marianos más importantes del catolicismo en base a un itinerario espiritual caracterizado por la devoción a María, así como conocer los diversos aspectos culturales, tradicionales y religiosos de la devoción a la Virgen.

Fecha de inicio del curso: 2 de enero de 2012

Fecha de finalización del curso: 2 de abril de 2012

Periodicidad de envió de las lecciones: semanal

Moderadores: Catholic.net, Gustavo d Apice, Ignacio S, hini, Moderadores Animadores

Sesión 12. Curso Santuarios Marianos. 19 marzo 2012

Notapor Francisco-Javier » Mié Mar 28, 2012 12:47 am

No se conoce el origen de ésta imagen milagrosa que por muchos siglos ha estado íntimamente relacionada con la historia del pueblo polaco.
Según una leyenda, después de la crucifixión de Jesús, cuando la Virgen María se trasladó a la casa de San Juan, llevó consigo algunos artículos personales, entre ellos una mesa hecha por el mismo Redentor en el taller de San José. Se cuenta que, cuando las mujeres piadosas de Jerusalén le pidieron a San Lucas que hiciese una pintura de la Madre de Dios; fue la parte superior de esta mesa la que el Apóstol utilizó para pintar la imagen. Mientras aplicaba los broches y la pintura, San Lucas escuchó con atención como la Madre de Jesús hablaba de la vida de su Hijo; muchos de estos hechos fueron plasmados en su Evangelio.
La leyenda cuenta que la imagen permaneció en los alrededores de Jerusalén hasta que fue descubierta por Santa Elena, en el siglo cuarto. El cuadro, junto con otras reliquias, fue trasladado a la ciudad de Constantinopla, donde el hijo de Santa Elena, el Emperador Constantino el Grande, erigió una Iglesia para su entronización.  La imagen de la Madre de Dios y el Niño fue honrada por el pueblo. 
Cuando los Saracenos invadieron la ciudad, los senadores y ciudadanos cargaron la preciada imagen en procesión por las calles. Los Saracenos se llenaron de pánico y huyeron en consternación.
Más tarde, durante el terrible reinado del Emperador Izauryn, quien rechazaba los objetos sagrados y había destruido muchos a fuego, la imagen fue salvada por su esposa, la Emperatriz Irene, quien demostró una gran astucia al esconder la imagen de la Virgen en el palacio del Emperador, lugar donde los enemigos de Nuestra Señora nunca pensarían en buscarla.
La imagen permaneció en Constantinopla por quinientos años, hasta que se convirtió en objeto de varios dotes y así fue, eventualmente, a parar en Rusia y la región rusa que más tarde se convirtió en la actual Polonia.
Después de que la imagen vino a formar parte de las posesiones del príncipe polaco, San Ladislao, fue instalada en un lugar especial de su palacio en Belz. Poco tiempo después, cuando el castillo fue asediado por los Tártaros, una flecha enemiga penetró en la Capilla por una ventana hasta el icono, causando un rasguño en la garganta de la Virgen María. La lesión permanece hasta el día de hoy, a pesar de los muchos intentos hechos a través de los años para repararla.
Las crónicas narran que San Ladislao se determinó a salvaguardar la imagen de las subsecuentes invasiones de los Tártaros trasladándola a Opala, su ciudad natal, donde estaría más segura. Este viaje lo llevó hasta Czestochowa, lugar donde decidió pasar la noche. Durante esta breve pausa de su viaje, la imagen fue trasladada a Jasna Gora (que significa "colina luminosa"). Ahí fue colocada en una pequeña Iglesia de madera llamada La Asunción. A la mañana siguiente, después de haber colocado la imagen con sumo cuidado en su vagón correspondiente, los caballos se rehusaban a moverse. Aceptando esto como una señal del cielo de que la imagen había de permanecer en Czestochowa, San Ladislao hizo regresar la imagen solemnemente, a la Iglesia de la Asunción. Esto ocurrió el día 26 de agosto de 1382, día que aún se observa como fiesta de la imagen de Nuestra Señora. Dado que fue el deseo de San Ladislao que la imagen fuese custodiada por los más santos varones, ordenó la construcción de una Iglesia y monasterio de los Padres Paulinos, quienes devotamente se han encargado de su cuidado por los últimos seis siglos.
Habiendo escapado de la furia del Emperador Izauryn, y el daño causado por la flecha de los tártaros en la garganta de la Virgen María, la imagen fue puesta en peligro por los husitas, quienes abrazaron herejías extravagantes. Estos últimos invadieron el monasterio de los Padres Paulinos en 1430 y saquearon el suntuoso santuario. Entre los objetos robados estaba la imagen de Nuestra Señora. Después de haberla colocado en el vagón, los husitas avanzaron tan sólo una corta distancia antes de que los caballos se rehusaran a caminar. Recordando que un incidente similar había ocurrido a San Ladislao hacía unos cincuenta años atrás, y dándose cuenta de que la imagen había sido la causa, los herejes arrojaron la imagen al suelo. Ésta se quebró en tres pedazos. Uno de los ladrones sacó su espada, golpeó la imagen y le causó dos cortaduras profundas. Cuando se preparaba para golpearla por tercera vez, cayó al suelo y se retorció en agonía, hasta que murió. Las dos cortaduras en la mejilla de la Virgen, junto con el daño causado anteriormente por la lanza en su garganta, han reaparecido siempre a pesar de los repetidos intentos de restauración.
La imagen estuvo nuevamente en peligro en el año 1655. En aquel entonces, 12,000 suecos se enfrentaron a los 300 hombres que protegían el santuario. Aunque grandemente superados en número, los protectores de la Virgen lograron un gran éxito derrotando a los enemigos. Al año siguiente, la Virgen María fue aclamada como Reina de Polonia.
Cercano a nuestros tiempos, el día 14 de septiembre de 1920, cuando el ejército ruso se estableció en el Río Vístula y se preparaba para invadir la ciudad de Varsovia, el pueblo recurrió a la Virgen María. Al día siguiente, fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, el ejército ruso se retiró después que la imagen de la Virgen apareció en una nube sobre la ciudad. En la historia de Polonia, ésta victoria es conocida como El Milagro de Vístula.
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes invadieron y capturaron Polonia. Después de haberse tomado la ciudad de Varsovia, una de las órdenes de Hitler fue la de suspender y cancelar todas las peregrinaciones ya que estas fortalecían al pueblo polaco. En demostración al amor por Nuestra Señora y la confianza en su protección, medio millón de polacos secretamente viajaron hasta el santuario en contra de las órdenes de Hitler. Después de la liberación de la ciudad en el año 1945, un millón y medio de personas expresaron su gratitud a Nuestra Señora rezando frente a su imagen milagrosa.
Veintiocho años después del primer intento del ejército ruso por capturar la ciudad, lograron esclavizar al país completo a partir del año 1948. Sin embargo, durante ese año, más de 800,000 personas valientes peregrinaron al santuario durante la fiesta de la Asunción, una de las tres fiestas de la imagen, aunque pasaron bajo la mirada de los soldados comunistas que rutinariamente patrullaban las calles. Hoy día, el pueblo continúa rindiendo honores a la venerada imagen de Nuestra Señora y el Niño, especialmente el día 26 de agosto, día que ha sido reservado para su celebración desde tiempos del Príncipe Ladislao.
Dado el color tan oscuro de la cara y las manos de Nuestra Señora, la imagen ha sido afectuosamente llamada "la Madona Negra", frase que nos recuerda del Cantar de los Cantares, "Soy morena pero bella". Su oscuridad se atribuye a varias condiciones, de las cuales la edad es la primordial.  Otro factor es las pobres condiciones de los lugares donde fue escondida para salvaguardarla; además, infinidad de velas han sido quemadas ante ella, causando que estuviese constantemente rodeada de humo; y ha sido tocada por multitudes.
Sin contar el marco, la imagen es de aproximadamente 19 pulgadas de alto, unas 13 pulgadas de ancho y casi media pulgada de grueso. Hay una tela detrás del cuadro con dibujos y representaciones de su historia y de algunos milagros obtenidos a través de la intercesión de Nuestra Señora.
Los milagros atribuidos a la intercesión de Nuestra Señora de Czestochowa son numerosos y espectaculares. La documentación de estos milagros y curaciones se encuentra preservada en los archivos de los Padres Paulinos en Jasna Gora.
La imagen milagrosa fue reconocida oficialmente por el Papa Clemente XI en el año 1717. La corona dada por el Papa fue utilizada durante la primera coronación oficial de la imagen, pero este símbolo del reinado de Nuestra Señora fue robado en el año 1909. La corona fue reemplazada por una de oro incrustada con joyas, regalada por el Papa San Pío X.
Jan Casmir, Rey de Polonia, quien peregrinó allá en el año 1656. Después de haber colocado su corona a los pies del altar de la Virgen, prometió, "Yo, Jan Casmir, Rey de Polonia, os tomo a Vos como Reina y Patrona de mi reino; coloco a mi pueblo y a mi ejército bajo vuestra protección..." Mayo 3, el día en que se hizo este voto, fue designado por el Papa Pío XI con la fiesta de María bajo el titulo de "Reina de Polonia".
En tiempos modernos, el Papa Juan Pablo II, ha visitado varias veces a la Virgen de Czestochowa, siendo la primera en el año1979, pocos meses después de haber sido elegido Papa.  También el Papa tiene una réplica de su querida Virgen de Czestochowa en el altar de su capilla privada donde cada día pasa horas en oración. 
La Virgen de Czestochowa, herida en el cuello y en su rostro por sus enemigos, es una elocuente invitación a entregar nuestras vidas para reparar por tantas injurias que se siguen cometiendo contra nuestra Madre Amadísima.
Francisco-Javier
 
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Re: Conclusiones actividad 12: Recorrido mariano Europa oriental

Notapor maria vargas » Mié Mar 28, 2012 7:57 am

Como no sabía bien sobre la Rosa de oro, encontré este artículo, que puede interesar. Saludos a todos

Antigua y venerable costumbre al par que poco conocida en nuestros tiempos es la de la bendición de la Rosa de Oro, ceremonia vinculada a la Domínica Laetare o mediana (por ser como el meridiano de la Cuaresma) y por cuya razón se llama asimismo “Domingo de la Rosa”. Es ésta una altísima distinción que, bajo la forma de esta flor hecha de oro, otorga el Papa a personalidades católicas principales, particularmente princesas, y a santuarios e imágenes de la Cristiandad. No está claro el origen de esta costumbre, en la que hay que distinguir el acto mismo de la bendición de la Rosa de Oro y su consigna, que no parecen haber tenido un origen simultáneo. Algunos autores, como Fr. José de Sigüenza, hacen remontar la bendición a la Antigüedad cristiana; otros la retrasan hasta la época de San León IX (imagen abajo), quien la habría instituido en 1049 al autorizar la fundación de un monasterio en Benevento, con la obligación de sus monjas de ofrecer cada año a la Sede Apostólica, a cambio de las inmunidades y privilegios concedidos a su comunidad, una rosa hecha de oro para ser bendecida en la cuarta domínica de Cuaresma. Lo cierto es que, si bien en muchos documentos antiguos de los Romanos Pontífices se habla del sentido místico de la Rosa, no hay datos ciertos de una solemne atribución de la misma antes de 1148, cuando el beato Eugenio III la envió a Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla y León, de lo cual consta documentación cierta y circunstanciada. Sólo hay una mención –sin que hasta ahora se haya podido contrastar históricamente– a la presunta consigna que hizo de la Rosa Áurea el beato Urbano II al conde Foulques IV de Anjou al término del concilio de Tours, por el cual quedaban confirmados los acuerdos del concilio de Clermont para organizar la Primera Cruzada.

¿En qué consiste la Rosa de Oro? Al principio fue simplemente una flor hecha de oro esmaltada de color de rosa. Con el paso del tiempo, se perdió la costumbre de teñirla colocando, en vez de ello, un rubí en medio de ella. En algunas ocasiones, además del rubí, se adornaba el follaje con multitud de piedras preciosas. La joya podía tener como soporte un tallo con hojas o un vaso de oro o de plata dorada. El historiógrafo Gaetano Moroni, ayudante de Cámara de los papas Gregorio XVI y el beato Pío IX, da detalles interesantes sobre esta verdadera joya en distintos momentos de la Historia (cfr. Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica da San Pietro sino ai nostri giorni, 1852): así, en tiempos de Calixto III (1455-1458) la Rosa de Oro se reducía a la sola flor adornada de doce perlas. Bajo Sixto IV (1471-1484) era un ramo con rosas y espinas entre el que sobresalía una rosa de mayor tamaño en cuyo centro había una cavidad en forma de pequeña copa que es donde el Papa ponía el crisma y el almizcle cuando la bendecía. Más tarde, el ramo, solo o puesto sobre un vaso, descansaba sobre un pedestal de planta triangular, cuadrangular u octogonal, todo él adornado de pedrería. En él estaban grabadas las armas del Papa que bendecía la Rosa de Oro. Una Rosa de Oro enviada por Clemente IX a la reina de Francia María Teresa y al Delfín pesaba ocho libras.

Pero el valor de la Rosa de Oro no reside en la cantidad del precioso metal ni en las gemas de las que está adornada, sino en su significado. En un libro de autor anónimo publicado en Roma en 1560 se declara su simbolismo. Copiamos a continuación lo que de él extracta el académico gerundense Enrique Claudio Girbal en su tratadito sobre la Rosa de Oro publicado en 1880: «Desde la flor sencilla, quizás de los valles de los antiguos tiempos, hasta la rosa cuajada de perlas y pedrería, que algún autor describe en los pasados siglos, el valor material de la sagrada joya varía según las circunstancias y hasta según el gusto de los artistas y de las épocas; lo que es incalculable, y no varía, es el tesoro de misterios que la Rosa encierra. Según enseñan los mismos Soberanos Pontífices en repetidas cartas, esta Rosa significa y declara a nuestro Redentor, el cual ha dicho: “Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles”; indica el oro de que se compone que Jesucristo es Rey de los reyes y Señor de los señores, cuyo profundo sentido mostraron ya los Magos, cuando como a Rey, le ofrecieron rendidamente el oro. El fulgor y alto precio del metal y las piedras con que la Rosa está compuesta, significan la luz inaccesible en la que habita el que es Luz de luz y Dios verdadero: el olor de los perfumes que sobre ella vierte en la bendición el Sumo Pontífice, representa en invisible esencia la gloria de la Resurrección de Jesucristo que fue de espiritual alegría para todo el mundo, pues con ella terminó el corrompido ambiente de las antiguas culpas y por todo el universo se esparció el suave aroma de la divina gracia; el color encarnado, de que en otro tiempo se teñía, representa la Pasión de Jesucristo; las espinas ofrecen la santa enseñanza de que en las espinas del dolor puso Jesús todas sus delicias, y recuerdan aquella corona que ensangrentó la cabeza del Redentor. En la Rosa, por último, se figura y simboliza la felicidad eterna».
[img]"C:\Documents%20and%20Settings\mvarg\Plantillas\Mis%20documentos\Abraham\rosa.tif"[/img]
El ceremonial de la bendición de la Rosa se encuentra así descrito en el mismo libro que acabamos de citar:

«Costumbre fue de los Romanos Pontífices en la Domínica cuarta de Cuaresma, en la cual se canta en la Iglesia Laetare, Hierusalem, bendecir una Rosa de oro y entregarla después de la Misa solemne, a algún Príncipe que esté presente en la Corte; si no hubiese en la Corte digno de tan alto obsequio, suele enviarse fuera a algún Rey o Príncipe, a voluntad de nuestro Padre Santo, previo el consejo del Sacro Colegio; pues fue también costumbre de los Romanos Pontífices, antes o después de la Misa, convocar ad circulum a los Cardenales en su Cámara, o donde Su Santidad a bien tuviere, y deliberar con ellos a quién ha de darse o remitirse la Rosa.

«Para su bendición, que se hace junto a la mesa del vestuario donde nuestro Santísimo Padre recibe sus ornamentos, se prepara un pequeño altar y se ponen sobre él dos candelabros; el Pontífice, vestido de amito, alba, cíngulo, estola, capa pluvial y mitra, dice: Adiutorium nostrum in nomine Domini. R. Qui fecit coelum et terram. Dominus vobiscum. R. Et cum spiritu tuo. Oremos. “Dios, por cuya palabra y poder se hicieron todas las cosas y por cuya voluntad se rigen los Universos; que eres la alegría y gozo de todos los fieles, humildemente rogamos a Tu Majestad que por tu misericordia te dignes bendecir y santificar esta rosa gratísima de aroma y de vista, que hoy en signo de espiritual alegría llevamos en nuestras manos, a fin de que el pueblo que te pertenece, sacado del yugo de la cautividad de Babilonia por la gracia de tu Hijo unigénito que es gloria y regocijo de la plebe de Israel, anticipe a los corazones sinceros el gozo de aquella Jerusalén de lo alto que es nuestra Madre. Y pues en honor de tu nombre tu Iglesia se alegra y regocija hoy con este signo, dígnate, Señor, darle verdadero y perfecto gozo, y así, aceptando su devoción, perdones los pecados, llenes con la fe, ayudes con la indulgencia, protejas con la misericordia, destruyas las adversidades, y concedas todo género de prosperidad, hasta que por fruto de la buena obra, en olor de los aromas de aquella flor que procede de la raíz de Jesé, y que a sí misma se llama flor del campo y lirio de los valles, con ella en la eterna gloria con todos los Santos se regocije sin fin. Por Nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén”.

«Terminada la oración, unta con bálsamo la Rosa de oro que está en el mismo ramillete, y le echa almizcle molido que se le ministra por el Sacristán, y pone el incienso en el turíbulo según la rúbrica, y rocía la rosa con agua bendita, y quema el incienso. En tanto un Clérigo de la Cámara Apostólica tiene la Rosa en su mano, que pasa al punto a las del Diácono Cardenal, y éste la entrega al Pontífice, quien, tomándola y llevándola en la mano izquierda, se pone en marcha hacia la capilla, bendiciendo con la derecha; y los Diáconos Cardenales elevan la capa pluvial: al llegar al faldistorio da la Rosa al dicho Diácono, quien a su vez la entrega al Clérigo de la Cámara, y éste la pone sobre el altar. Acabada la Misa, y hecha oración ante el altar por el Pontífice, recibe la Rosa como antes y la lleva a su Cámara. Si aquel a quien quiere darla está presente, se le hace llegar a sus pies; y estando de rodillas le da el Pontífice la Rosa diciendo: “Recibe la Rosa de nuestras manos, que aunque sin méritos, tenemos en la tierra el lugar de Dios. Por ella se designa el gozo de una y otra Jerusalén; es a saber, de la Iglesia triunfante y militante, por la cual a todos los fieles de Cristo se manifiesta aquella flor hermosísima que es gozo y corona de todos los Santos. Recibe ésta tú, hijo amadísimo, que eres noble según el siglo, poderoso y dotado de gran valor, para que más y más te ennoblezcas en Cristo Nuestro Señor con todo género de virtudes, como rosas plantadas junto al río de aguas abundantes, cuya gracia, por un acto de su infinita clemencia, se digne concederte el que es Trino y Uno por lo siglos de los siglos. Amén. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

«Alguna vez se ha hecho esta ceremonia en la capilla terminada la Misa, antes de que el Papa bajara de su silla; pero es más conveniente que el Papa vuelva a la Cámara con la Rosa, y así lo encuentro practicado por nuestros mayores. Aquel a quien se da la Rosa, después que ha besado la mano y el pie del Pontífice y dádole gracias, y una vez que el Papa de ha desnudado ya en la Cámara de sus sagradas vestiduras, es acompañado, llevando es su mano la Rosa, hasta la casa de su habitación, por el Colegio de Cardenales, en medio de los dos más antiguos, seguidos de todos los otros, y rodeándole a pie los servidores de la Curia Romana con sus varas, que suelen en aquel día recibir gajes de parte del favorecido con la Rosa».

Cuando el beneficiario de la Rosa de Oro no se hallaba en la Corte Pontificia el Papa se la enviaba por medio de un embajador. Desde León X se encargaba de la consigna un ablegado (el mismo que llevaba el birrete a algún cardenal residente fuera de Roma), camarero secreto o protonotario apostólico. En contra de la creencia generalizada, la Rosa de Oro no se concede sólo a soberanas o princesas católicas, aunque así haya sido en muchas ocasiones y casi invariablemente desde el siglo XVI. También han sido gratificados ilustres varones de la Cristiandad por méritos contraídos en la defensa de la Fe Católica y de los derechos de la Iglesia. Y no sólo se concede a personas, sino, como queda dicho al inicio, a santuarios e imágenes insignes. El enviado papal portador de la Rosa de Oro era recibido con gran ceremonia a su llegada al lugar donde se encontraba el agraciado con ella. En España era un Grande el que, comisionado por el Rey, se adelantaba al enviado pontificio para recoger la distinción y llevarla a la iglesia donde se debía verificar su recepción solemne. En el día indicado, el propio representante papal, si tenía el orden episcopal, celebraba misa pontifical. Antes de dar la bendición final, se sentaba en medio del altar, estando frente a él la persona regia destinataria de la Rosa de Oro. El notario real debía entonces leer la bula papal de concesión y las indulgencias otorgadas en la ocasión, acabado lo cual se levantaba el prelado y tomaba aquélla en sus manos para entregarla a dicha persona –que la recibía de rodillas– con estas palabras: “Accipe Rosam de manibus nostris quam de speciale commissione Sanctissimi Domini Nostri NN (nombre del Papa) conferimus tibi”. Dada la bendición, la Rosa de Oro era llevada con gran acompañamiento por la persona distinguida por ella o por su capellán al oratorio donde se iba a colocar permanentemente.


Como dato erudito va a continuación la lista (no exhaustiva) de las concesiones ¡de la Rosa de Oro:

1096: Beato Urbano II a Fulco IV de Anjou
1148: Beato Eugenio III a Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla y León
1163: Alejandro III a Luis VII, rey de Francia
1177: Alejandro III a Sebastiano Ziani, dux de Venecia
1182: Lucio III a Guillermo I de Escocia
1220: Honorio III al cardenal Niccolò Chiaramonti
1226: Honorio III a Alfonso IX, rey de León
1227: Gregorio IX al príncipe Raimondo Orsini
1244: Inocencio IV a la iglesia de los Canónigos de San Justo en Lyon
1304: Benedicto XI a la iglesia del Convento de Santo Domingo de Perusa
1330: Juan XXII a Rodolfo III de Nidau, conde de Neuchâtel
1348: Clemente VI a Luis I de Anjou, rey de Hungría
1350: Clemente VI a Niccolò Accaiuoli, gran senescal del reino de Sicilia
1364: Beato Urbano V a Valdemar IV, rey de Dinamarca
1368: Beato Urbano V a Juana I de Anjou, reina de Nápoles y Sicilia
1369: Beato Urbano V a la Basílica de San Pedro del Vaticano
1389: Urbano VI a Raimondo del Balzo Orsini, conde de Nola y gonfaloniero de la Iglesia
1391: Clemente VII de Aviñón a Juan Sin Miedo, duque de Borgoña
1391: Bonifacio IX de Roma a Alberto de Este, marqués de Ferrara
1393: Bonifacio IX de Roma a Astorre Manfredi di Bagnacavallo
1394: Benedicto XIII de Aviñón a Martín I el Humano, rey de Aragón
1398: Bonifacio IX de Roma a Ugolino III Trinci, señor de Foligno
1399: Bonifacio IX de Roma a Benuttino Cima di Cingoli
1410: Aejandro V de Pisa a Niccoló d’Este, llamado el Cojo, marqués de Ferrara
1411: Juan XXIII de Pisa a Carlos VI el Bienamado, rey de Francia
1414: Juan XXIII de Pisa a Lovovico Alidosi, señor de Imola
1419: Martín V a la Señoría de Florencia
1420: Martín V a Guido II de Montefeltro, conde de Urbino
1434: Eugenio IV al emperador Segismundo del Sacro Imperio
1435: Eugenio IV al condotiero Ranuccio Farnese el Viejo
1437: Eugenio IV a la catedral de Santa María de las Flores de Florencia
1442: Eugenio IV a Domenico Rinaldo Orsini, conde de Tagliacozzo y señor de Piombino
1443: Eugenio IV al oratorio de San Lorenzo, llamado Sancta Sanctorum, de Roma (Scala Santa)
1444: Eugenio IV a Enrique VI de Lancaster, rey de Inglaterra
1448: Eugenio IV a Casimiro IV, rey de Polonia
1449: Nicolás V a Luigi Campo Fregoso, dux de Venecia
1450: Nicolás V a Guillermo II el Valiente, landgrave de Turingia y conde de Hesse
1452: Nicolás V al emperador Federico III del Sacro Imperio y su esposa Leonor
1453: Nicolás V a Federico II, elector de Brandeburgo
1454: Nicolás V a Alfonso V, rey de Portugal
1457: Nicolás V a Carlos VII, rey de Francia
1459: Pío II al Senado de Siena
1460: Pío II a Juan II, rey de Aragón y de Navarra
1462: Pío II a Tomás Paleólogo, príncipe bizantino, hermano del último basileus.
1463: Pío II a Pienza, su ciudad natal (antigua Corsignano)
1470: Pablo II a Federico de Aragón, príncipe de Tarento, hijo del rey de Nápoles
1471: Pablo II a Borso de Este, duque de Ferrara
1472: Sixto IV a la catedral de Savona, su ciudad natal
1474: Sixto IV a Cristián I, rey de Dinamarca
1476: Sixto IV a Andrea Vendramin, dux de Venecia
1482: Sixto IV a Eberardo V, conde y después duque de Würtemberg
1485: Inocencio VIII a Hércules de Este, duque de Ferrara
1486: Inocencio VIII a Jacobo III, rey de Escocia
1493: Alejando VI a Isabel I de Castilla, la Reina Católica
1494: Alejandro VI a la iglesia de Santa María en Flandes
1495: Alejandro VI a Agostino Barbarigo, dux de Venecia
1496: Alejandro VI a Francisco II, marqués de Mantua
1497: Alejandro VI a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán
1498: Alejandro VI a Felipe de Habsburgo, archiduque de Austria
1500: Alejandro VI a su hijo César Borgia, duque de Valentinois y de la Romaña y gonfaloniero de la Iglesia
1504: Julio II a la República de Génova
1505: Julio II a Alejandro I Jagellon, rey de Polonia
1506: Julio II al rey Don Manuel de Portugal
1507: Julio II al rey Fernando el Católico
1508: Julio II a Alfonso I de Este, duque de Ferrara

Enrique VIII, recibió la Rosa de Oro tres veces
1510: Julio II a Enrique VIII, rey de Inglaterra
1514: León X al rey Don Manuel de Portugal
1517: León X a Carlos III, duque de Saboya
1518: León X a Federico, duque de Sajonia
1521: León X a Enrique VIII, rey de Inglaterra
1523: Adriano VI a Segismundo I Jagellon, rey de Polonia
1524: Clemente VII a Enrique VIII, rey de Inglaterra
1525: Clemente VII a Carlos III, duque de Saboya
1526: Clemente VII a la Archicofradía del Gonfalón de Roma
1532: Clemente VII a la imagen Acheropita recién descubierta
1537: Pablo III a Federico II Gonzaga, duque de Mantua
1543: Pablo III a Hércules II, duque de Ferrara
1548: Pablo III a Catalina de Médicis, reina de Francia
1550: Julio III a Juan, príncipe del Brasil, heredero del rey Don Juan III de Portugal
1552: Julio III a la imagen de la Madonna Salus Populi Romani en Santa María la Mayor
1555: Julio III a María I Tudor, reina de Inglaterra
1557: Pablo IV a Dª María Enríquez de Guzmán, duquesa de Alba
1561: Pío IV a Ana de Bohemia y Hungría
1564: Pío IV a la República de Lucca
1565: Pío IV a Catalina de Médicis, reina viuda de Francia
1567: San Pío V al oratorio de San Lorenzo, llamado Sancta Sanctorum, de Roma (Scala Santa)
1568: San Pío V a Juana de Habsburgo-Jagellon, esposa del príncipe de Toscana
1570: San Pío V a Cosme I de Médicis, gran duque de Toscana
1571: San Pío V a la reina Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II de España
1573: Gregorio XIII a Enrique de Anjou, rey de Polonia
1577: Gregorio XIII a Sebastiano Venier, dux de Venecia
1578: Gregorio XIII a Bolonia, su ciudad natal
1579: Gregorio XIII a Margarita de Austria, duquesa de Parma y Plasencia
1583: Gregorio XIII a Leonor de Médicis, esposa del duque Vincenzo I de Mantua
1584: Gregorio XIII al santuario de Loreto
1586: Sixto V a Bianca Capello, viuda del gran duque Cosme I de Toscana
1589: Sixto V a Cristina de Lorena, esposa del gran duque Fernando I de Toscana
1592: Clemente VIII a Ana de Austria, esposa del emperador Matías del Sacro Imperio
1593: Clemente VIII a Fernando I de Médicis, gran duque de Toscana
1597: Clemente VIII a la dogaresa Morosina Morisini, esposa del dux Marino Grimani
1598: Clemente VIII a Margarita de Austria-Estiria, esposa del rey Felipe III de España
1601: Clemente VIII al santuario de Loreto
1607: Pablo V a la iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma
1608: Pablo V a la basílica de San Pedro del Vaticano
1610: Pablo V al oratorio de San Lorenzo, llamado Sancta Sanctorum, de Roma (Scala Santa)
1613: Pablo V a la Capilla Paulina o Borghese de la Basílica Liberiana
1618: Pablo V a Isabel de Borbón, esposa del príncipe Felipe de España (futuro Felipe IV)
1625: Urbano VIII a Enriqueta María de Francia, reina de Inglaterra
1627: Urbano VIII a Fernando II de Médicis, gran duque de Toscana
1628: Urbano VIII a Magdalena de Austria, viuda del gran duque Cosme II de Toscana
1630: Urbano VIII a María de Austria, reina de Hungría
1631: Urbano VIII a Taddeo Barberini, prefecto de Roma
1634: Urbano VIII a la basílica de San Pedro del Vaticano
1635: Urbano VIII a María Ana de Austria, esposa del elector Maximiliano I de Baviera
1649: Inocencio X a Mariana de Austria, prometida del rey Felipe IV de España
1654: Inocencio X a Lucrecia Barberini, esposa del duque de Módena
1658: Alejandro VII a la catedral metropolitana de Siena
1662: Alejandro VII a María Teresa de Austria, reina de Francia
1668: Clemente IX al Delfín de Francia
1669: Clemente IX a la iglesia de la Santísima Virgen de la Humildad de Pistoya
1671: Clemente X a Leonor de Habsburgo, reina de Polonia, esposa de Miguel Wiśniowiecki
1684: Beato Inocencio XI a María Casimira, reina de Polonia, esposa de Juan III Sobieski
1699: Inocencio XII a Amalia de Brünswick, prometida de José, rey de Romanos, hijo del emperador Leopoldo I del Sacro Imperio
1701: Clemente XI a María Luisa Gabriela de Saboya, reina de España, primera mujer de Felipe V
1714: Clemente XI a Isabel de Farnesio, reina de España, segunda mujer de Felipe V
1725: Benedicto XIII (Orsini) a la ciudad de Benevento, de la que era arzobispo
1726: Benedicto XIII (Orsini) a la catedral metropolitana de Capua
1727: Benedicto XIII (Orsini) a Violante Beatriz de Baviera, princesa viuda de Toscana
1728: Benedicto XIII (Orsini) a la catedral metropolitana de Génova
1739: Clemente XII a la archiduquesa María Teresa de Austria, hija del emperador Carlos VI del Sacro Imperio
1740: Benedicto XIV a María Amalia de Sajonia, reina de Nápoles y Sicilia
1759: Clemente XIII a Francesco Loredan, dux de Venecia
1770: Clemente XIV a la iglesia de San Antonio de los Portugueses en Roma
1776: Pío VI a María Cristina, archiduquesa de Austria, esposa del duque Alberto de Sajonia-Teschen
1780: Pío VI al archiduque Fernando de Habsburgo, gobernador de Milán, y a su esposa María Beatriz de este, princesa de Módena
1784: Pío VI a la archiduquesa María Amalia, duquesa de Parma y Plasencia
1791: Pío VI a la archiduquesa María Carolina, reina de Nápoles y Sicilia
1794: Pío VI a la iglesia de San antonio de los Portugueses en Roma
1819: Pío VII a Carlota Augusta de Baviera, emperatriz de Austria, mujer del emperador Francisco I
1825: León XII a María Teresa de Austria-Este, reina viuda de Cerdeña
1830: Pío VIII a la ciudad y catedral de Cingoli, su tierra natal.
1832: Gregorio XVI a María Ana de Saboya, reina de Hungría
1833: Gregorio XVI a la Basílica de San Marcos de Venecia
1842: Gregorio XVI a María II, reina reinante de Portugal
1848: Beato Pío IX a María Pía de Saboya, princesa de Cerdeña
1849: Beato Pío IX a María Teresa de Austria, reina de las Dos Sicilias
1856: Beato Pío IX a la emperatriz Eugenia de los Franceses, esposa de Napoléon III
1868: Beato Pío IX a Isabel II, reina propietaria de España
1886: León XIII a María Cristina de Habsburgo-Lorena, reina regente de España, viuda de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII
1889: León XIII a Isabel I, emperatriz del Brasil
1892: León XIII a Amelia de Orléans, reina de Portugal
1893: León XIII a María Enriqueta de Austria, reina de los Belgas, esposa de Leopoldo II
1914: Benedicto XV a Victoria-Eugenia de Battenberg, reina de España, esposa de Alfonso XIII
1920: Benedicto XV al santuario de Lisieux
1926: Pío XI a Isabel de Baviera, reina de los Belgas, esposa de Alberto I
1937: Pío XI a Elena de Montenegro, reina de Italia, esposa de Víctor Manuel III
1956: Venerable Pío XII a Josefina Carlota, princesa de Bélgica y gran duquesa de Luxemburgo, esposa de Juan II
1965: Pablo VI al santuario de Nuestra Señora de Fátima en Portugal
1966: Pablo VI al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Méjico
1967: Pablo VI al santuario de Nuestra Señora de Aparecida en Brasil
1979: Venerable Juan Pablo II al santuario de Jasna Gora en Cestokowa (Polonia)
1979: Venerable Juan Pablo II al santuario de Knock en Irlanda
1982: Venerable Juan Pablo II al santuario de Nuestra Señora de Luján en Argentina
1987: Venerable Juan Pablo II al santuario de Matka Boża Kalwaryjska en Polonia
1988: Venerable Juan Pablo II a la imagen de la Virgen de la Evangelización en Lima
2003: Venerable Juan Pablo II a la basílica de Nuestra Señora de la Concepción del Sameiro en Portugal
2004: Venerable Juan Pablo II al Oratorio de San José en el Québec
2004: Venerable Juan Pablo II a la basílica de Lourdes en Francia
2006: Benedicto XVI al santuario de Jasna Gora en Cestokowa (Polonia)
2007: Benedicto XVI al santuario de Nuestra Señora de Aparecida en Brasil
2007: Benedicto XVI al santuario de Mariazell en Austria
2008: Benedicto XVI al santuario nacional de la Inmaculada Concepción en Washington (Estados Unidos)
2008: Benedicto XVI al santuario de la Virgen de Bonaria en Cagliari (Cerdeña)
2008: Benedicto XVI al santuario papal de Nuestra Señora de Pompeya en Campania
2009: Benedicto XVI al santuario de Nuestra Señora de Europa en Gibraltar

El que un papa haya concedido más de una Rosa de Oro en el mismo año no significa que haya bendecido otras tantas, sino que otorga de las que ya están bendecidas de otros años y no han sido conferidas.
maria vargas
 
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Re: Conclusiones actividad 12: Recorrido mariano Europa oriental

Notapor BlancaElena » Mié Mar 28, 2012 7:47 pm

Hini, te agradezco a ti y a todos los que nos enriquecen con sus respuestas este Curso tan especial. Nuestra Madre María,cuida a sus hijos y nos acompaña en todo el mundo fortaleciendo la unidad dentro de la Iglesia haciendonos sentir como hermanos a pesar de las distancias geográficas . Mi aporte a estas conclusiones con estas bellas imagenes.

NUESTRA SEÑORA PRESAGIO - Catedral Santa Sofia Nóvgorod Rusia

Imagen

NUESTRA SEÑORA DE LEVISH - Iglesia Nuestra Señora de Lévish Prizren Serbia

Imagen

NUESTRA SEÑORA DE POCHAYEU - Monasterio Ucrania

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BlancaElena
 
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Re: Conclusiones actividad 12: Recorrido mariano Europa oriental

Notapor J Julio Villarreal M » Lun Abr 02, 2012 9:24 am

Desde el año 1054, el Papa Gregorio VII, realizó una reforma religiosa para fortalecerla, e imponer la autoridad del Papa sobre cualquier otro poder, además de dotar a la iglesia de un cuerpo legal propio, que originó el Derecho Canónico.
Nacieron en este período dos órdenes religiosas con gran influencia en Europa: la de Cluny y la de Cister. Y se produjo la definitiva división de ambas iglesias cristianas: la de Roma, cuya fe adoptó la denominación de católica apostólica romana, profesada en Europa Occidental, y la bizantina, con sede en Constantinopla, cuya religión se denominó católica ortodoxa griega, que tuvo adeptos en Europa Oriental, el Imperio Bizantino y Rusia.

La estructura europea en la actualidad es de Iglesia católicos en 23 países, Iglesia ortodoxos en 11, protestantes en 9 y los musulmanes en 4 (Albania, Azerbaiyán, Bosnia-Herzegovina, Turquía).

Estas dos religiones ponen a la Virgen María en el más alto nivel después de Jesucristo, su admiración respeto y adoración hacia la Virgen, se ve en el trascurso de los años.
En Europa de Oriente la Iglesia Católica da una marcada renovación en su estructura que hace más humana y alcanzable para todos los individuos, se acerca más a la juventud y s responsabilizándose de las actualizaciones de nuestra época.

Es un paseo religioso impresionante las advocaciones en estos países de Europa oriental.



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"Qué el Espíritu Santo nos ilumine el camino y la Santísima Virgen María nos cubra y proteja con su manto".
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J Julio Villarreal M
 
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