por maguisena » Dom Jun 16, 2013 11:13 pm
Lo complemente leyendo en extenso las opiniones de Juan Pablo II en donde Génesis 2, 25 marca la experiencia “estaban desnudos, el hombre y la mujer, pero no sentían vergüenza”. Entonces se les abrieron sus ojos y los dos se dieron cuenta que estaban desnudos; entretejieron unas hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores' (Gen 3, 7). El adverbio 'entonces' indica un nuevo momento y una nueva situación consiguiente a la rotura de la primera Alianza; es una situación que sigue al fallo de la prueba ligada al árbol de la ciencia del bien y del mal, que al mismo tiempo constituía la primera prueba de 'obediencia', esto es, de escucha de la Palabra en toda su verdad y la aceptación del Amor, según la plenitud de las exigencias de la Voluntad creadora. Este nuevo momento o nueva situación comporta también un nuevo contenido y un nuevo tipo de la experiencia del cuerpo, de tal modo que ya no se puede decir; 'estaban desnudos, y no sentían vergüenza'.
Es un cambio radical del significado de la desnudez originaria de la mujer respecto al hombre y del hombre respecto a la mujer. Este emerge desde su conciencia, como fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal: '¿quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Has comido, quizá, del árbol del que te había prohibido comer?' (Gen 3, 11). Tal cambio mira directamente a la experiencia del significado del propio cuerpo delante del Creador y de las criaturas. Lo cual viene confirmado inmediatamente después de las palabras del hombre: 'He oído tu paso en el jardín, y he tenido miedo, porque estoy desnudo, y me he escondido' (Gen 3, 10). Pero particularmente este cambio, que el texto yahvista delinea de un modo claramente conciso y dramático, mira directamente, quizá del modo más directo posible, a la relación hombre-mujer, feminidad-masculinidad. En la experiencia del pudor, el ser humano experimenta el temor con relación al 'segundo yo' (así, p. e., la mujer frente al hombre), y esto es substancialmente temor por el propio 'yo'. En el matrimonio se puede explicar que la pareja no debe de sentir vergüenza de su desnudez en el momento de entrega pues se constituye en momento de intimidad, y comunicación recíproca en toda su radical simplicidad y pureza. La 'desnudez' significa el bien originario de la visión divina. Significa toda la sencillez y plenitud de la visión a través de la cual se manifiesta el valor 'puro' del cuerpo y del sexo. La situación que se indica de manera tan concisa y a la vez sugestiva de la revelación originaria del cuerpo, como resulta especialmente del Génesis 2, 25, no conoce la ruptura interior y contraposición entre lo que es espiritual y lo que es sensible, así como no conoce ruptura y contraposición entre lo que humanamente constituye la persona y lo que en el hombre determina el sexo: lo que es masculino y femenino. Dios nos creó hombre y mujer como el complemento el uno del otro. Dios no creo la soledad, pues el hombre no debe de estar solo. Hay un fuerte vínculo entre el misterio de la creación, como don que nace del amor, y ese 'principio' beatificante de la existencia del hombre como varón y mujer, en toda la realidad de su cuerpo y de su sexo, que es simple y pura verdad de comunión entre las personas. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: 'Es carne de mi carne (...)' (Gen 2, 23), afirma sencillamente la identidad humana de ambos. El sexo entra en la teología del cuerpo. Ese "comienzo" beatificante del ser y del existir del hombre, como varón y mujer, está unido con la revelación y con el descubrimiento del significado del cuerpo, que conviene llamar "esponsalicio"
El Génesis 2, 24 habla del sentido o finalidad que tiene la masculinidad y feminidad del hombre, en la vida de los cónyuges padres. Al unirse entre sí tan íntimamente, que se convierten en 'una sola carne', someten, en cierto sentido, su humanidad a la bendición de la fecundidad, esto es, de la 'procreación', de la que habla el primer relato (Gen 1, 28). El hombre comienza 'a ser' con la conciencia de esta finalidad de la propia masculinidad feminidad, esto es, de la propia sexualidad.