por mbenedithc1999 » Sab Oct 05, 2013 6:27 am
Leccion 2: TRABAJO Y SERVICIO: RESPUESTAS
Cuestiones para la reflexión para comentar en los foros del curso
1) ¿Cuáles te parece que son las razones por las que se ha perdido en muchos lugares el sentido del trabajo como servicio a los demás, y a la sociedad?
Después de leer el contenido del tema, encuentro algunas de las razones por las que se ha perdido el sentido del trabajo como servicio a los demás, y a la sociedad, las siguientes:
1. UNA SOCIEDAD SIN DIOS: La sociedad actual ha promovido una vida sin el Dios creador de todas las cosas, y ha puesto en su lugar el culto a la persona, al dinero como dios y el poder.
2. FALTA LA COMPASION: no sólo por lo de los salteadores con corbata, mangas largas y con smoking, sino también por la indiferencia de tantas y tantos ante estas situaciones! Algunos incluso parecen haber convertido el robo, la corrupción, la injusticia y el burlar las leyes en un verdadero “trabajo profesional”, y aunque me descubran, tengo “derechos” de querer enriquecerme sin ningún límite, a costa de hundir a otros más pequeños, y provocar el hambre en el mundo a consecuencia de mis actos.
3. EL DINERO Y EL PODER: Dioses que dominan el mundo con avaricia y codicia, provocan grandes injusticias a gran escala y poderosos que abusan los ha habido en todas las épocas y lugares, reinos regidos por uno solo todopoderoso, se reparten el botín según las normas de sus decretos. Si este mal crece, porque se le añaden hombres perdidos que se adueñan de lugares, fundan sedes, ocupan ciudades, someten pueblos. Ante este panorama, se promueve la vida fácil y que el trabajo lo hizo Dios como castigo, y no hay que esforzarse tanto para que otro viva y me exploten, y si viene una crisis económica pierdo todo lo ganado durante años.
4. LA INDIFERENCIA: La actitud del hombre hoy por hoy es de egoísmo e indiferencia, y con la llegada de la Revolución Francesa esto se llevó hasta el extremo, apelando a la solidaridad y considerando la pereza como un crimen social; y lo mismo sucedió en los EE.UU. Pero las sociedades que han convertido el trabajo en algo absoluto también lo han deshumanizado. Y en un mundo globalizado ya no tiene valor la fidelidad, se transforma al obrero en un autómata o un robot sin pensamiento, en un ejecutor de tareas diminutas y en una simple pieza de una maquinaria. Después la cosa cambió, aunque no mucho al principio: se pasó a controlar al trabajador con el cronómetro, exigiéndole una obediencia ciega, y estimulándole con el salario según resultados.
5. LO QUE IMPORTA ES LA RIQUEZA: En los últimos años estamos sufriendo las consecuencias del pasado. El trabajo ha dejado de ser una vocación personal para ser un elemento de una estructura externa, controlado mediante técnicas cada vez más perfectas. Y el trabajador ha pasado de sentirse un órgano vivo del cuerpo social a ser una pieza intercambiable de la gran máquina social. En muchos ámbitos ya no importa tanto “el hombre que trabaja” sino “el trabajo del hombre”; ya no importa la persona cuanto su producción, su rendimiento y eficacia. El trabajo ha dejado de ser un sentido, una orientación de la vida, para ser sólo un medio para adquirir bienes y dinero. Muchos han olvidado que “el trabajo está «en función del hombre» y no «el hombre en función del trabajo»”. El hombre ha logrado cosas realmente increíbles: viajes espaciales, avances antes inimaginables en telecomunicaciones e informática; pero, a pesar de ello, no consigue ser feliz. El problema es que entendemos el progreso como bienestar, y traducimos erróneamente bienestar por dinero. Con dinero se producen y se compran cosas que luego se usan y disfrutan. El juego consiste en producir y consumir frenéticamente.
6. PÉRDIDA DE VALORES Y LA ÉTICA: Hay un claro desequilibrio entre un progreso técnico y material muy veloz y, paralelamente, una gran falta de humanidad y energía moral. Las “sociedades de la abundancia”, que han eliminado la miseria o la extrema pobreza, que desconocen el hambre, que tienen escaso desempleo y que gozan de una jornada laboral suave y de abundantes medios de diversión, etc., pero que muestran los más altos índices de suicidio, de neurosis, de depresión, de aborto, de anticoncepción, de divorcio, de malos tratos, de desintegración familiar, de drogadicción, de alcoholismo, de pornografía, de explotación sexual, de aburrimiento y cansancio vital.
7. EGOISMO: PRIMERO YO, DESPUES YO, Y POR ULTIMO YO: es fácil caer en la tentación de preocuparme sólo de mi éxito profesional. En un corazón así, no resulta fácil encontrar tiempo para trabajar ayudando a otros. La humanidad espera a Dios, su cercanía. Pero cuando llega el momento, no tiene sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios.
8. EL DINERO: también es signo del trabajo del hombre. De sus sudores, de sus sacrificios y aun de su sangre. El capitalismo pervirtió esta significación, dando la primacía al lucro y poniendo el trabajo a su servicio. Ya no sabemos relacionar el dinero con el trabajo noble y duro de los campesinos, de los mineros, de los proletarios, o con el trabajo creador y agobiador de los intelectuales. El dinero se ha deshumanizado.
El dinero, signo «de los bienes de la tierra y del trabajo del hombre», en la perspectiva de Cristo, debería ser vehículo de fraternidad y reconciliación entre ricos y pobres, medios para restablecer la igualdad y la justicia rotas por la explotación del trabajo y el lucro en una civilización que adora la riqueza.
2) ¿Es compatible ser buen cristiano con ser un mal trabajador, con no esforzarse por hacer bien y mejorar en el propio modo de trabajar?
Imposible, no es compatible y no es de un buen cristiano, sin embargo, en medio de esta sociedad, hombres y mujeres estamos enfermos espiritualmente, ya no vemos que el trabajo forma parte muy importante de la vida cotidiana de todo ser humano, que no es un paréntesis en la vida del cristiano sino que forma parte de su cristianismo y llega a ser también un camino de santidad.
Un mal trabajador, no es leal consigo mismo, ni con su empresa, ni con su familia, menos con la sociedad, de quien ha recibido muchos bienes de las generaciones anteriores, por lo cual está en la obligación y el deber de hacer lo mismo por las generaciones futuras, y como dice la palabra de Dios: con la misma vara que se mide seremos remedidos, y si no me esfuerzo por hacer el bien, entonces no tengo amor para nadie, porque el que ama lo da todo, es decir me falta Dios, y si me falta Dios me falta todo, y no hay forma de que pueda mejorar mi propio modo de trabajar.
Ahora, nuestro compromiso, máxime que estamos estudiando este curso, es que hay que darle otro rumbo a ese trabajo, hay que trabajar con otra mente y de otra manera. Se trata de instaurar una nueva civilización, un modo de trabajar y de dar a cada uno lo que le corresponde, lo que necesita, con una delicadeza, un respeto y un deseo de ayudar, con un amor tan grande, que faciliten comprender mejor que la gran dignidad de cada persona humana está en su condición de imagen de Dios, de hijo de Dios. “El hombre siempre será más importante que su trabajo y todo trabajo honrado, se convierte en servicio a los demás, y llegar a ser ocasión para unirse con Dios, con sus deseos: es una vocación, una "llamada” e “invitación” de Dios. Sólo depende del modo como se viva, y no de la importancia social que se le asigne.
3) Explica por qué el trabajo, vivido cristianamente, y respetando sus leyes propias (naturales, dadas por Dios), no limita la libertad del cristiano en su actuación en la sociedad.
Si capto el significado profundo de mi trabajo, seré feliz haciéndolo, porque me servirá para unirme con Dios y buscar el bien de muchos, como los cristianos desde los primeros tiempos que trabajaron con ese espíritu: convencidos de que Dios se encuentra en todas partes, ahora, nosotros tenemos que aportar al mundo laboral, económico, político y social, cultivando los campos alabando al Señor, surcamos los mares y ejercitamos todos nuestros demás oficios, cantando sus misericordias. En donde cada quien en su profesión intentase realizar plenamente la idea que Dios tenía al principio, el motivo para el que quiso que existiera ese trabajo, respetando las reglas propias de cada actividad –reglas, por tanto, “naturales”, es decir, anteriores a cualquier decisión de Estados y Gobiernos–, nadie pretenda a toda costa el triunfo y el éxito, sino hacer las cosas de modo que puedan ser útiles a los demás; un trabajo bien hecho, con la constancia y el cuidado de los detalles que sabe poner un artista o un buen profesional.
Nuestra misión consiste en tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, es un legado de amor. Lo importante es que todos sumemos, que todos aportemos. A los creyentes nos “corresponde testificar cómo la fe cristiana constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad. Esto será posible si nosotros los fieles laicos a la luz del Evangelio, en nuestra vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, buscamos esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarnos en plenitud. Esta unidad interior, en el centro del alma, permite trabajar con una actitud de servicio verdaderamente desinteresado, colaborando así a edificar el mundo según la mente de Dios. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.
Por lo tanto, la religión no quita libertad al trabajo, ni a la ciencia, ni a la técnica. Porque cada quien tiene sus propias reglas. Como un todo, como un cuerpo, por el contrario, el trabajo de un cristiano: está tan iluminado por su fe, tan impulsado por su esperanza, tan empapado por su caridad, que no puede dejar de manifestarse como contribución al bien, como servicio.
En la Eucaristía, el cuerpo y la sangre de Cristo que se entregan para reconciliar a los hombres con Dios y entre sí, se ofrecen bajo los signos del pan y del vino, que representan «el fruto de la tierra y del trabajo del hombre» (oración del Ofertorio).
4) ¿Algún comentario o sugerencia sobre el tema de esta lección?
Ahora que estamos aprendiendo como ser los cristianos del Siglo XXI, debemos de asumir como un compromiso personal de poner nuestro granito de arena, aunque no seamos los mejores, en el sentido de darle otro rumbo al sentido del trabajo, hay que trabajar con otra mente y de otra manera, con una delicadeza, un respeto y un deseo de ayudar, con un amor tan grande, que faciliten comprender mejor, tanto al que da como al que recibe, la gran dignidad de cada persona humana, su condición de imagen de Dios, de hijo de Dios, hasta llegar a ser ocasión para unirse con Dios, con sus deseos, en su Divina Voluntad.
En la Laborem Exercens, Juan Pablo II subraya que “el hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo tiempo coartífice del futuro de aquellos que vendrán después de él con el sucederse de la historia. Todo esto constituye la obligación moral del trabajo, entendido en su más amplia acepción”[14].
Bendiciones, Paz y Bien en Jesucristo y la Virgen María.