por Carlos64 » Jue Oct 17, 2013 12:45 am
Pregunta: ¿Qué se pierde con la concupiscencia?
Tal como lo señala usted explícitamente en el texto de referencia, Dra. Calva, la concupiscencia lleva a la pérdida de la libertad interior de la donación mutua que corresponde al significado esponsalicio o nupcial del cuerpo, significado que fuera según designo de Dios antes del pecado. Lo que se pierde, en otras palabras, a causa de la concupiscencia es la capacidad de donarse al otro de forma íntegra, en cuerpo y espíritu, de manera que tanto el varón como la mujer alcancen en su relación mutua la comunión que, en cierto sentido, se asemeja a la comunión misma de Dios en su Misterio Trinitario.
Esta pérdida de la capacidad para donarse libremente puede entenderse en varias dimensiones. Primero, el sustrato corpóreo o somático de la comunión se ha ubicado en una dinámica "autógena", lo que implica que ahora el cuerpo es rebelde al hombre interior (espíritu) y busca imponer su sensualidad por sobre la trascendencia del vínculo; con ello, se produce una escisión en la unidad cuerpo-espíritu característica del estado de la gracia original. Segundo, el cuerpo pierde la capacidad de expresar el amor como don íntegro de la persona al otro, limitándose más bien a una vivencia distorsionada(por limitada) y falsa del amor como deseo sensual. Tercero, se asiste a una despersonalización del hombre en el tanto se le aleja de su sentido original, orientado a la comunión, y se le reduce a la condición de objeto concupiscible (objeto del deseo) que afecta sobretodo a su cuerpo; así, pasamos de ser sujetos a ser objetos, y nuestras relaciones como varones y mujeres dejan de ser encuentros de subjetividades íntegras, queridas por Dios y que se donan a si mismas en una dinámica de reciprocidad, para pasar a ser relaciones de desencuentro (confrontación) distorsionadas por el dominio, el deseo, la cosificación del otro y la insaciabilidad.
Todos estos aspectos, frutos de la concupiscencia que limitan en nosotros la vivencia del verdadero amor, entran en conflicto constante con nuestro ser interior, llamado por Dios a la comunión a imagen y semejanza de Él, por lo que ahora la donación de sí en el vínculo de pareja deja de ser espontánea, natural, y pasa a ser una lucha diaria. Si bien seguimos llamados por Dios a vivir el amor como comunión plena, la concupiscencia constantemente nos afecta en los sentidos que he expuesto, librándose en lo profundo de nuestro corazón esa lucha entre amor y deseo sensual (falso amor).
Pregunta: ¿Qué significa el que el significado esponsal del cuerpo esté ligado a la libertad interior del don?
Para poder donarnos a nosotros mismos de forma íntegra, es menester el autodominio. Según el designio divino, el hombre interior (corazón, espíritu), en el que yace de forma más profunda nuestra semejanza con Dios (nuestra verdadera imagen) ha de ejercer dominio sobre el cuerpo de manera tal que los aspectos somáticos del vínculo entre el varón y la mujer se supediten a la trascendencia de este vínculo, trascendencia ligada a la vivencia de la comunión íntegra como imagen de la comunión divina. El cuerpo debe entonces ser sumiso al espíritu, no en el sentido de que se nieguen las experiencias corporales del vínculo sexual, sino en el sentido de que éstas se orienten a la comunión como fin último y genuino, y no a sí mismas como fin distorsionado o limitado. La dinámica espiritual del vínculo de comunión entre dos subjetividades queridas por Dios y llamadas a ser "una sola carne" ha de regir sobre la dinámica corporal, física, de manera que el cuerpo no sea un "objeto del deseo" únicamente, sino más bien la expresión material, tangible, de la comunión cuya meta última es la trascendencia en Dios. Nuestro cuerpo ha de ser instrumento de nuestro espíritu y no instrumento de sí mismo.
El autodominio es inherente a la armonía. Y la armonía es atributo de la unidad o integridad del ser del hombre. En el estado de la gracia original, cuerpo y espíritu formaban una unidad armoniosa, perfecta a los ojos de Dios. No existían contradicciones entre nuestras aspiraciones espirituales más legítimas y nuestra corporeidad, que a las mismas aspiraciones tendía y contribuía desde su propia materialidad. La rebeldía de la sensualidad para con el verdadero amor no existía tampoco. La relación entre el varón y la mujer era don y comunión a semejanza del Ser mismo de Dios.
El Señor la bendiga, Doctora.
Discípulo de Cristo por amor del Padre y unción del Espíritu. Miembro de la Iglesia por gracia divina. Amar a Jesús es mi mayor alegría.
Dios te salve, María, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.