41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y mujer

Este curso tiene el objetivo de difundir la catequesis del amor humano, también conocida como Teología del Cuerpo.

En esta segunda parte se toca el adulterio, la concupiscencia, la donación mutua del hombre y a mujer en el matrimonio, la dignidad del cuerpo y del sexo, lo «ético» y lo «erótico» en el amor humano y el respeto al cuerpo.

Fechas:
Este curso consta 40 sesiones que se impartirán todos los martes y sábados a partir del 27 de agosto de 2013 , la última será el 3 enero de 2014

Moderadores: pilar calva, Catholic.net, Margarita Gonzalez, Moderadores Animadores

41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y mujer

Notapor pilar calva » Mar Oct 22, 2013 9:24 pm

(24-IX-80/28-IX-80)

1. En el sermón de la montaña Cristo dice: “Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo <i>Os</i> digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (<i>Mt</i> 5, 27-28).
Desde hace algún tiempo tratamos de penetrar en el significado de esta enunciación, analizando cada uno de sus componentes para comprender mejor el conjunto del texto.

Cuando Cristo habla del hombre que “mira para desear”, no indica sólo la dimensión de la intencionalidad de “mirar”, por lo tanto del conocimiento concupiscente, la dimensión “psicológica”, sino que indica también la dimensión de la intencionalidad de la existencia misma del hombre. Es decir, demuestra quién “es”, o mas bien, en qué “se convierte”, para el hombre, la mujer a la que él “mira con concupiscencia”. En este caso la intencionalidad del conocimiento determina y define la intencionalidad misma de la existencia. En la situación descrita por Cristo esa dimensión pasa unilateralmente del hombre, que es sujeto, hacia la mujer, que se convierte en objeto (pero esto no quiere decir que esta dimensión sea solamente unilateral); por ahora no invertimos la situación analizada, ni la extendemos a ambas partes, a los dos sujetos. Detengámonos en la situación trazada por Cristo, subrayando que se trata de un acto “puramente interior”, escondido en el corazón y fijo en los umbrales de la mirada.

Basta constatar que en este caso <i> la mujer</i> -la cual, a causa de la subjetividad personal existe perennemente “para el hombre” esperando que también él, por el mismo motivo, exista “para ella” queda privada del significado de su atracción en cuanto persona, la cual, aun siendo propia del “eterno femenino”, se convierte, al mismo tiempo, para el hombre solamente en objeto: <i> esto es, comienza a existir intencionalmente como objeto dc potencial satisfacción de la necesidad sexual</i> inherente a su masculinidad. Aunque el acto sea totalmente interior, escondido en el corazón y expresado sólo por la “mirada”, en él se realiza ya un cambio (subjetivamente unilateral) de la intencionalidad misma de la existencia. Si no fuese así, si no se tratase de un cambio tan profundo, no tendrían sentido las palabras siguientes de la misma frase “Ya adulteró con ella en su corazón” (<i>Mt</i> 5, 28).

2. Ese cambio de la intencionalidad de la existencia, mediante el cual una determinada mujer comienza a existir para un determinado hombre no como sujeto de llamada y atracción personal o sujeto de “comunión”, sino exclusivamente como objeto de potencial satisfacción de la necesidad sexual, <i> se realiza en el “corazón” en cuanto que se ha realizado en la voluntad</i>. La misma intencionalidad cognoscitiva no quiere decir todavía esclavitud del “corazón”. Sólo cuando la reducción intencional, que hemos ilustrado antes, arrastra a la voluntad a su estrecho horizonte, cuando suscita su decisión de una relación con otro ser humano (en nuestro caso: con la mujer) según la escala de valores propia de la “concupiscencia”, sólo entonces se puede decir que el “deseo” se ha enseñoreado también del “corazón”. Sólo cuando la “concupiscencia” se ha adueñado de la voluntad, es posible decir que domina en la subjetividad de la persona y que está en la base de la voluntad y de la posibilidad de elegir o decidir, a través de la cual -en virtud de la autodecisión o autodeterminación- se establece el modo mismo de existir con relación a otra persona. La intencionalidad de semejante existencia adquiere entonces una plena dimensión subjetiva.

3. Sólo entonces -esto es, desde ese momento subjetivo y en su prolongación subjetiva- es posible confirmar lo que leimos, por ejemplo, en el Sirácida (23, 17-22) acerca del hombre dominado por la concupiscencia, y que leemos con descripciones todavía más elocuentes en la literatura mundial. Entonces podemos hablar también de esa “<i> constricción” más o menos completa</i>, que por otra parte se llama “constricción del cuerpo” y que lleva consigo la pérdida de la “libertad del don”, connatural a la conciencia profunda del significado esponsalicio del cuerpo, del que hemos hablado también en los análisis precedentes.

4. Cuando hablamos del “deseo” como transformación de la intencionalidad de una existencia concreta, por ejemplo, del hombre, para el cual según <i>Mt</i> 5, 27-28) una mujer se convierte sólo en objeto de potencial satisfacción de la “necesidad sexual” inherente a su masculinidad, no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa necesidad, como dimensión objetiva de la naturaleza humana con la finalidad procreadora que le es propia. Las palabras de Cristo en el sermón de la montaña (en todo su amplio contexto) están lejos del maniqueísmo, como también lo está la auténtica tradición cristiana. En este caso, no pueden surgir, pues, objeciones sobre el particular. Se trata, en cambio, del modo de existir del hombre y de la mujer como personas, o sea, de ese existir en un recíproco “para”, el cual -<i> incluso basándose en lo que</i>, según la objetiva dimensión de la naturaleza humana, <i> puede definirse como “necesidad sexual”</i> puede y debe servir <i> para la construcción de la unidad de “comunión”</i> en sus relaciones recíprocas. En efecto, éste es el significado fundamental propio de la perenne y recíproca atracción de la masculinidad y de la feminidad, contenida en la realidad misma de la constitución del hombre como persona, cuerpo y sexo al mismo tiempo.

A la unión o “comunión” personal, a la que están llamados “desde el principio” el hombre y la mujer recíprocamente, no corresponde, sino más bien esta en oposición la circunstancia eventual de que una de las dos personas exista sólo como sujeto de satisfacción de la necesidad sexual, y la otra se convierta exclusivamente en objeto de esta satisfacción. Además, no corresponde a esta unidad de “comunión” -más aún, se opone a ella- el caso de que ambos, el hombre y la mujer, existan mutuamente como objeto de la satisfacción de la necesidad sexual, y cada uno, por su parte, sea solamente sujeto de esa satisfacción.

Esta “reducción” de un contenido tan rico de la recíproca y perenne atracción de las personas humanas, en su masculinidad o feminidad, no corresponde precisamente a la “naturaleza” de la atracción en cuestión. Esta “reducción”, en efecto, extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer, a través del cual, según el Génesis 2, 24, “el hombre... se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne”. La <i> “concupiscencia” aleja</i> la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer <i> de las perspectivas personales y “de comunión”</i>, propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano “se sirve” del otro ser humano, <i> “usándolo”</i> solamente para satisfacer las propias “necesidades”.

5. Parece que se puede encontrar precisamente este contenido, cargado de experiencia interior humana, propia de épocas y ambientes diversos, en la concisa afirmación de Cristo en el sermón de la montaña. Al mismo tiempo, en algún caso no se puede perder de vista el significado que esta afirmación atribuye a la “anterioridad” del hombre, a la dimensión integral del “corazón” como dimensión del hombre interior. Aquí está el núcleo mismo de la transformación del <i>ethos</i> , hacia el que tienden las palabras de Cristo según Mateo 5, 27-28, expresadas con potente fuerza y a la vez con maravillosa sencillez.

Pregunta:
¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor raizques » Mié Oct 30, 2013 4:59 am

¿Que extingue el significado personal y de " comunión " propio del hombre y de la mujer?

Cuando un hombre "mira con deseo" es decir " mira con concupiscencia" a una mujer, la mujer comienza a existir para el hombre no como sujeto de atracción personal o como sujeto de "comunión" sino como "objeto" de satisfacción de la necesidad sexual.
Cuando una de las dos personas se combierte en objeto de satisfacción sexual del otro se reduce la atracción perenne de las personas humanas en su masculinidad y feminidad. Esta reducción extingue el significado personal y de "comunión" propio del hombre y de la mujer.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor lindoro50 » Mié Oct 30, 2013 11:51 am

¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?

Cuando la concupiscencia se adueña de la voluntad podemos decir que domina al sujeto y que éste con libre voluntad y posibilidad de decidir, y en virtud de dicha decisión, establece el modo mismo de existir con relación a la otra persona. La intencionalidad de dicha existencia adquiere entonces una plena dimensión subjetiva que extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor Maria 2 » Mié Oct 30, 2013 12:24 pm

¿Qué extingue el significado personal y "de comunión", propio del hombre y de la mujer?

Cuando Cristo habla del hombre que "mira para desear", no indica sólo la dimensión de la intencionalidad de "mirar", por lo tanto del conocimiento concupiscente, la dimensión "psicológica", sino que indica también la dimensión de la intencionalidad de la existencia misma del hombre. Es decir, demuestra quién "es", o mas bien, en qué "se convierte", para el hombre, la mujer a la que él "mira con concupiscencia".

Ese cambio de la intencionalidad de la existencia, mediante el cual una determinada mujer comienza a existir para un determinado hombre no como sujeto de llamada y atracción personal o sujeto de "comunión", sino exclusivamente como objeto de potencial satisfacción de la necesidad sexual, se realiza en el "corazón" en cuanto que se ha realizado en la voluntad. La misma intencionalidad cognoscitiva no quiere decir todavía esclavitud del "corazón". Sólo cuando la "concupiscencia" se ha adueñado de la voluntad, es posible decir que domina en la subjetividad de la persona y que está en la base de la voluntad y de la posibilidad de elegir o decidir, a través de la cual -en virtud de la autodecisión o autodeterminación- se establece el modo mismo de existir con relación a otra persona. La intencionalidad de semejante existencia adquiere entonces una plena dimensión subjetiva.

Cuando hablamos del "deseo" como transformación de la intencionalidad de una existencia concreta, por ejemplo, del hombre, para el cual según Mt 5, 27-28) una mujer se convierte sólo en objeto de potencial satisfacción de la "necesidad sexual" inherente a su masculinidad, no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa necesidad, como dimensión objetiva de la naturaleza humana con la finalidad procreadora que le es propia. Las palabras de Cristo en el sermón de la montaña (en todo su amplio contexto) están lejos del maniqueísmo, como también lo está la auténtica tradición cristiana. En este caso, no pueden surgir, pues, objeciones sobre el particular. Se trata, en cambio, del modo de existir del hombre y de la mujer como personas, o sea, de ese existir en un recíproco "para", el cual - incluso basándose en lo que, según la objetiva dimensión de la naturaleza humana, puede definirse como "necesidad sexual" puede y debe servir para la construcción de la unidad de "comunión" en sus relaciones recíprocas. En efecto, éste es el significado fundamental propio de la perenne y recíproca atracción de la masculinidad y de la feminidad, contenida en la realidad misma de la constitución del hombre como persona, cuerpo y sexo al mismo tiempo.

A la unión o "comunión" personal, a la que están llamados "desde el principio" el hombre y la mujer recíprocamente, no corresponde, sino más bien esta en oposición la circunstancia eventual de que una de las dos personas exista sólo como sujeto de satisfacción de la necesidad sexual, y la otra se convierta exclusivamente en objeto de esta satisfacción. Además, no corresponde a esta unidad de "comunión" -más aún, se opone a ella- el caso de que ambos, el hombre y la mujer, existan mutuamente como objeto de la satisfacción de la necesidad sexual, y cada uno, por su parte, sea solamente sujeto de esa satisfacción.

Esta "reducción" de un contenido tan rico de la recíproca y perenne atracción de las personas humanas, en su masculinidad o feminidad, no corresponde precisamente a la "naturaleza" de la atracción en cuestión. Esta "reducción", en efecto, extingue el significado personal y "de comunión", propio del hombre y de la mujer, a través del cual, según el Génesis 2, 24, "el hombre... se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne". La "concupiscencia" aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y "de comunión", propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano "se sirve" del otro ser humano, "usándolo" solamente para satisfacer las propias "necesidades".

COMENTARIO: Cuando un hombre "mira con deseo" es decir " mira con concupiscencia" a una mujer, la mujer comienza a existir para el hombre como sujeto de atracción personal o como "objeto" de satisfacción de la necesidad sexual.
Cuando una de las dos personas se convierte en objeto de satisfacción sexual del otro se reduce la atracción de las personas humanas en su masculinidad y feminidad. Esta reducción extingue el significado de "comunión" propio del hombre y de la mujer.

Un abrazo y hasta pronto.-
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor marcela64 » Mié Oct 30, 2013 5:34 pm

¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?
Una “reducción” de un contenido tan rico de la recíproca y perenne atracción de las personas humanas, en su masculinidad o feminidad, no corresponde precisamente a la “naturaleza” de la atracción en cuestión. Esta “reducción”, en efecto, extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer, a través del cual, según el Génesis 2, 24, “el hombre... se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne”. La “concupiscencia” aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y “de comunión”, propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano “se sirve” del otro ser humano, “usándolo” solamente para satisfacer las propias “necesidades”.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor Jeanette Palacios » Mié Oct 30, 2013 7:18 pm

¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?
El significado personal y de comunion propia del hombre y la mujer se extingue cuando tanto el hombre y la mujer se convierten exclusivamente solo como sujeto de sastifaccion de la nesecidad sexual. Es esta reduccion la que estingue el significado personal y de comunion.
Jeanette Palacios
 
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor mariaines » Jue Oct 31, 2013 9:02 am

¿Qué extingue el significado personal y "de comunión", propio del hombre y de la mujer?
La "concupiscencia" aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y "de comunión", propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano "se sirve" del otro ser humano, "usándolo" solamente para satisfacer las propias "necesidades".
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor fpelaez » Jue Oct 31, 2013 11:23 am

¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?

La concupiscencia, cuando un hombre o mujer una mujer ve al otro con deseo. Cuando se utiliza a la persona o se ve a la otra persona, sólo como algo que puede satisfacer los deseos sexuales, se ve como objeto y no como persona que se dona.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor RoxanaGomez25 » Jue Oct 31, 2013 2:36 pm

La reducción de la persona extingue el significado personal y de comunión, propio del hombre y la mujer, que en un principio eran don, comunión y vendrán a ser una sola carne, pero la concupiscencia, reduce, para hacerse uno al otro objeto de satisfacción, se sirvan uno del otro, para satisfacer las necesidades, existe una reducción de la feminidad y masculinidad, el sexo toma el plan o de ser lo único que satisfacer, se daña al hombre interior.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor virginia castro » Jue Oct 31, 2013 4:58 pm

Virginia Castro #41

Que extingue el significado personal y"de communion" propio del hombre y de la mujer?

Cuando el deseo entra en la mente y llega al Corazon humano se convierte en accion y el significado personal entre hombre y mujer se termina y el deseo sexual hace que brote el pecado de concuspicencia, ya que nuestra voluntad de elegir o decidir queda dominado por el placer mundane.
virginia castro
 
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor matrapaga » Jue Oct 31, 2013 5:27 pm

¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?
La "reducción intencional" es la que extingue el significado personal y de comunion entre el hombre y la mujer, pues en el momento en que la concupiscencia se apodera de la voluntad, y del corazón la inteción con que se "mira"cambia totalmente lo que "es" la otra persona teniéndola solo como objeto de satisfacción de sus "necesidades" (si se le puede llamar asi) sexuales.
La "concupiscencia" aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y "de comunión", propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y[b][b]
[/b] por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano "se sirve" del otro ser humano, "usándolo" solamente para satisfacer las propias "necesidades".
[/b]
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor CasJor » Vie Nov 01, 2013 11:05 am

La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y mujer
¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?

La atracción recíproca por parte del hombre hacia la feminidad y por parte de la mujer hacia la masculinidad, es una invitación por medio del cuerpo, pero no es el deseo en el sentido de las palabras de Mateo 5, 27-28. El "deseo", como actuación de la concupiscencia de la carne (también y sobre todo en el acto puramente interior), empequeñece el significado de lo que eran, esa invitación y esa recíproca atracción. El eterno "femenino", así como, por lo demás, el eterno "masculino", incluso en el plano de la historicidad tiende a liberarse de la mera concupiscencia, y busca un puesto de afirmación en el nivel propio del mundo de las personas.

No obstante, estas palabras expresan claramente que el "deseo" forma parte de la realidad del corazón humano. Cuando afirmamos que el "deseo", con relación a la originaria atracción recíproca de la masculinidad y de la feminidad, representa una "reducción", pensamos en una "reducción intencional", como en una restricción que cierra el horizonte de la mente y del corazón. En efecto, una cosa es tener conciencia de que el valor del sexo forma parte de toda la riqueza de valores, con los que el ser femenino se presenta al varón, y otra cosa es "reducir" toda la riqueza personal de la feminidad a ese único valor, es decir, al sexo, como objeto idóneo para la satisfacción de la propia sexualidad. El mismo razonamiento se puede hacer con relación a lo que es la masculinidad para la mujer, aunque las palabras de Mateo 5, 27-28 se refieran directamente sólo a la otra relación.

El "deseo" que nace de la misma concupiscencia de la carne, desde el primer momento de la existencia en el interior del hombre —de la existencia en su "corazón"—, pasa en cierto sentido junto a este contexto (se podría decir, con una imagen, que pasa sobre las ruinas del significado esponsalicio del cuerpo y de todos sus componentes subjetivos), y en virtud de la propia intencionalidad axiológica tiende directamente a un fin exclusivo: a satisfacer solamente la necesidad sexual del cuerpo, como objeto propio.

La mirada (o más bien, el "mirar"), en sí misma, es un acto cognoscitivo. Cuando en la estructura interior entra la concupiscencia, la mirada asume un carácter de "conocimiento deseoso". La expresión bíblica "mira para desear" puede indicar tanto un acto cognoscitivo, del que "se sirve" el hombre deseando (es decir, confiriéndole el carácter propio del deseo que tiende hacia un objeto), como un acto cognoscitivo, que suscita el deseo en el otro sujeto y sobre todo en su voluntad y en su "corazón". Como se ve, es posible atribuir una interpretación intencional a un acto interior teniendo presente el uno y el otro polo de la psicología del hombre: el conocimiento o el deseo entendido como apetito sexual.

Esa reducción en el aspecto cognoscitivo del hombre al mirar con deseo extingue el significado personal y “de comunión” propio de la pareja, según la dimensión intencional originaria establecida en el Libro del Génesis.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor Silviamaria » Vie Nov 01, 2013 2:56 pm

¿Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?
La concupiscencia cuando domina a la persona logra que ésta vea al otro como objeto y se pierde ese significado de comunión de la pareja.
Saludos a todos.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor garu » Vie Nov 01, 2013 8:57 pm

Como dijéramos en el tema anterior, la reducción en la valoración de la sexualidad, trae consigo el rompimiento del carácter esponsal del cuerpo, por el cual… el hombre se unirá a su mujer y formarán un solo cuerpo…limitándose a la satisfacción de un deseo y a la adjudicación del carácter de objeto del que uno con respecto al otro (hombre o mujer) hace uso, se sirve.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor patricio » Vie Nov 01, 2013 9:58 pm

¿Qué extingue el significado personal y "de comunión", propio del hombre y de la mujer?

Esta "reducción" de un contenido tan rico de la recíproca y perenne atracción de las personas humanas, en su masculinidad o feminidad, no corresponde precisamente a la "naturaleza" de la atracción en cuestión.
Esta "reducción", en efecto, extingue el significado personal y "de comunión", propio del hombre y de la mujer, a través del cual, según el Génesis 2, 24, "el hombre... se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne". La "concupiscencia" aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y "de comunión", propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano "se sirve" del otro ser humano, "usándolo" solamente para satisfacer las propias "necesidades".
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor maguie » Sab Nov 02, 2013 4:16 pm

La concupiscencia extingue el significado personal y de comunión propio del hombre y de la mujer. Cuando el hombre –o la mujer- reducen al otro al nivel de objeto le están quitando el significado subjetivo con lo que no pueden establecer una relación de unión con la otra persona, no hay posibilidad de comunión con ella, ni la intención siquiera. Y como habíamos mencionado anteriormente, al quitar lo que más distingue a una persona, se le quita la individualidad, lo propio de ella, se la hace igual a las otras y se impide la unión real, completa de las personas. Se reduce la relación a lo material de la persona quedándose con lo más poco que la persona puede ofrecer de sí misma. Se pierde la riqueza que estaba planeada que se ofrecieran y el resultado es una relación pobre, que no satisface a la persona porque no está tomando en cuenta la totalidad de la otra, sino solo una de sus facetas. Y al no tomar en cuenta a la otra persona en su totalidad, se reduce también a sí mismo.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor marielflo » Lun Nov 04, 2013 12:50 am

La “concupiscencia” aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y “de comunión”, propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano “se sirve” del otro ser humano, “usándolo” solamente para satisfacer las propias “necesidades”.
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor Rutilo De Los Santos » Lun Nov 04, 2013 10:39 am

Pregunta.- ¿Qué extingue el significado personal y de comunión propio del hombre y de la mujer?
R= La concupiscencia se opone a la unión o comunión personal, a la que están llamados desde el " principio" el hombre y la mujer, y esta oposición hace que una de las dos personas actúe como sujeto de satisfacción sexual, y la otra se convierta en objeto de esta satisfacción sexual .Esta "reducción" de un contenido tan rico de la recíproca e interminable atracción de las personas humanas, en su masculinidad y feminidad , no corresponde precisamente a la naturaleza de la atracción en cuestión .Esta "restricción" acaba con el significado personal y de comunión , propio del hombre y de la mujer , a través del cual , según el Génesis 2,24 "el hombre se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne". Ir
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor NELSON » Mar Nov 05, 2013 10:02 am

¿Qué extingue el significado personal y "de comunión", propio del hombre y de la mujer?
La “concupiscencia" aleja la dimensión intencional de la existencia recíproca del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y "de comunión", propias de su perenne y recíproca atracción, reduciéndola y, por decirlo así, empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano "se sirve" del otro ser humano, "usándolo “solamente para satisfacer las propias "necesidades".
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Re: 41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y m

Notapor yaluz » Mar Nov 05, 2013 7:47 pm

Qué extingue el significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer?
R:
El significado personal y “de comunión”, propio del hombre y de la mujer, es decir, personas, sujetos, seres cuya naturaleza le proporciona la necesidad reciproca de unirse en comunión en una sola carne, entendiéndose persona, cuerpo y sexo y esto ocurre por la perenne y reciproca atracción de la feminidad y masculinidad, llevándolos a constituir esa relación de unidad y comunión como fue “al principio”. Esta se puede extinguir cuando dicha relación obedece solo a la obtención de una satisfacción sexual de un sujeto deseando al otro, en este caso la mujer, como si fuera un objeto, convirtiéndola en una relación, como bien dice Juan Pablo II, “utilitaria” pudiendo esto ocurrir ,aún sin llegar a la concupiscencia carnal, basta mirar y desear, voluntariamente. A esto se refirió Cristo en el Sermón de la Montaña, tratando de transformar el ethos de aquella cultura y de aquel tiempo, pero tan vigente en la cultura y tiempo actual.
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