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Mivida escribió:1.-¿Qué elementos corresponderían a la felicidad según el autor Julián Marías?
Las virtudes y fortalezas humanas para conseguir la felicidad en una lucha continua. Siempre debemos situarnos en el contexto de cada cultura, de cada grupo humano, y de todos los elementos psico-sociales que se fueron impreganando en cada civilizacion, lo que implica una manera distinta de ver la felicidad en cada grupo humano y en cada ser humano, pero que en el fondo existen muchos puntos en común, una ética que subyace al ser humano y capta la noción del buen carácter. Cuan importante es descubrir la esencia de estos elementos (virtudes y fortalezas) y realizar diferentes estudios que nos permitan construir nuestra felicidad individual y colectiva. Elementos como la sabiduría, el conocimiento, el valor, el amor, la humanidad, la justicia, la templanza, la espiritualidad, la trascendencia dentro de rasgos morales que se forjan con el tiempo y la práctica, la perseverancia, la buena educación y dedicación.
Desarrollar todos estos elementos es un proceso de construcion y de toma de decisiones, el fomentarlas no supone un aprendizaje sino más bien guarda relación con el descubrimiento, la creatividad, entendida como la capacidad de crear, de producir cosas nuevas y valiosas, es la capacidad de un cerebro para llegar a conclusiones nuevas y resolver problemas en una forma original, dentro de una espiritualidad, de fe, de sentido religioso pensando y sintiendo que existe un propósito o un significado universal en las cosas que ocurren en el mundo y en la propia existencia, ese algo superior (DIOS) que da forma a determina nuestra conducta y nos protege, por ello es nuestro deber desarrollar nuestras fortalezas.
2..-¿El cristianismo presenta algún tipo de felicidad con características propias?
El cristianismo ha transferido el concepto de felicidad primariamente a la salvación, y esa transferencia tiene un carácter muy interesante y que plantea problemas teológicos. En la concepción cristiana más admitida, el destino personal del hombre depende del último momento; es decir, una vida enormemente pecaminosa puede desembocar en la salvación mediante el arrepentimiento (Don Juan Tenorio dice que «un punto de contrición / da a un alma la salvación»). A la inversa, una vida llena de virtudes puede terminar con un pecado mortal sin arrepentimiento, y conducir a la condenación, a la definitiva infelicidad. Es un extraño actualismo en que se hace pender el destino del hombre de un momento, de un instante (la justificación de esto no está clara para muchos, lo que tiene no pocas consecuencias).
En el Evangelio, se nos presenta dos pasajes como son las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12), y San Lucas, en Hch 20,35. Las bienaventuranzas son un canto a la identificación y el seguimiento a Cristo, pero también, un programa de vida: pobres en el espíritu (voluntad personal, obediencia, escucha); los que lloran (la alegría y la compasión en el sufrimiento), los humildes (sencillez); los que tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios (Palabra y Buena Noticia); los misericordiosos (poner el corazón, el cariño); los que tienen un corazón limpio (sinceridad, generosidad); los que hacen la paz (sosiego, reconciliación); los perseguidos e injuriados por la voluntad de Dios (hijos de Dios). En el fondo, la búsqueda y el encuentro para estar en júbilo y la permanencia en el bien. Por su parte, San Lucas, nos dice, en los Hechos de los Apóstoles que “mayor felicidad hay en dar que en recibir”. Dar y recibir son verbos que invitan a la participación y el compartir. Como bien relata Julián Marías, los conflictos de la felicidad se comparan con los enfrentamientos que produce la vida (ser, pensar y decir). Los mayores problemas humanos (decía Sartre que la escasez mueve el mundo) son el egoísmo y la avaricia que engendra divisiones y discordias. En la felicidad, pasa lo mismo. La inmoderación y el afán desordenado conllevan al descontento y la insatisfacción de los demás (cercanía) pero nunca al afectado (lejanía) que admite las cosas. El abuso y realizar favores en nombre de los actos de caridad y la ayuda puede alcanzar un nivel muy dañino. Un ejemplo coloquial, los pobres también quieren irse de vacaciones al Caribe. La vida, hay que aceptarla como viene. No se puede rebelarse contra nadie, ni atacar al prójimo.
3.-Hay ciertos autores que presentan el cristianismo como una religión que no busca la felicidad, ¿según el autor esto sería así?
El Autor hace una lectura directa de los textos evangélicos, con la que llega a conclusiones muy significativas sobre la esencia de la felicidad: su carácter personal, su vinculación con lo que es más propio del hombre, la continuidad entre la felicidad antes y después de la muerte. Al hilo de estas consideraciones, enjuicia la reflexión teológica sobre las bienaventuranzas, que no le parece que haya sido especialmente iluminante; quizá atribuye demasiado peso al influjo de la filosofía griega en la religión y en la teología cristiana. Avanza también una apreciación de lo que suelen entender las personas sobre la felicidad temporal y la eterna. A su luz, muchas de las consideraciones cobran más fuerza y profundidad; es el caso, de las observaciones que se hacen sobre la vida cotidiana, fuente de novedad, que excluye toda monotonía, para la persona que es verdaderamente feliz; o lo que se afirma sobre ilusión y felicidad, o sobre el valor de las contrariedades. Así en el capítulo dedicado a las bienaventuranzas, señala que con frecuencia se presenta la felicidad eterna como ligada a unas condiciones que serían como externas a ella, y no como esencialmente conectadas con la verdadera felicidad también terrena: "ha predominado la idea de que para conseguir la beatitud, la bienaventuranza, la salvación, hace falta cumplir ciertas condiciones, fundamentalmente morir en estado de gracia, no en pecado mortal. No es que esto no sea cierto, sino que elimina toda conexión entre nuestra vida aquí y esa vida sobrenatural prometida". Puede ser que haya predominado; pero no es desde luego lo que nos enseñó nuestro Padre, que nos hizo ver siempre nuestra vida cristiana aquí en perfecta continuidad con lo que nos espera en el cielo; y nos enseñaba a entender que sólo serían felices en el cielo los que lo hubieran sido de verdad, con felicidad auténtica, aquí en la tierra.
4.-¿No es acaso el cristianismo una religión por la que se busca, trámite una relación personal con Cristo, una vivencia de la felicidad interior, personal, en la que toda la vida tiene ese tinte coloreado de la felicidad particular del vivir cerca de Dios?
La felicidad es presente en su pensamiento originario: resulta que viviendo y mirando mi vida veo que tiene un horizonte que se extiende desde el nacimiento, entendido como el pasado más absoluto, hasta el futuro más lejano: mi muerte. Y a la vista del horizonte limitado, mi carácter futurizo y amoroso aúnan un deseo de felicidad, en consecuencia una problemática contingente cargada del dramatismo particular de cada vida humana donde estos dos elementos, amor e ilusión serán los componentes esenciales. La vida consiste pues en constantes elecciones, y si no se ve con claridad que es lo que realmente proporciona sorbos de felicidad, entonces se elige lo que no importa y la decisión es equivocada. El hombre es una realidad utópica, que es y no es, que es lo todavía no es y tal vez no pueda ser. Consiste en ser una realidad proyectiva, futuriza, deseante, nunca lograda, nunca conclusa, en suma, utópica (…). Nuestra vida consiste en el esfuerzo por lograr parcelas, islas de felicidad, anticipaciones de la felicidad plena. Y ese intento de buscar la felicidad la felicidad nutre de ilusión, la cual, es ya una forma de felicidad. En cada instante tiene que elegir entre las posibilidades. Y ninguna posibilidad basta ni satisface, porque cada cosa -como veíamos antes- no es la realidad; es real, tiene algo de la realidad, pero no es la realidad; al captar cualquier cosa tenemos la cosa real en la mano, pero la realidad se nos escapa. La felicidad, por tanto, consiste en la realización de cierta pretensión o proyecto vital que se construye dentro de un repertorio de circunstancias determinadas. Es decir se trata de cierta presión que yo ejerzo sobre las circunstancias, las cuales me permiten o no realizar esa pretensión, proyecto, programa o vocación. Si lo consigo , decimos que soy feliz; si no lo consigo, decimos que soy infeliz, desgraciado, desdichado, desventurado. El hombre es el único ser del mundo que no renuncia ni quiere renunciar a su felicidad, para ser feliz cada uno necesita unas u otras cosas, pero la felicidad está intrínsicamente ligada al ser humano; en cada una de las pequeñas cosas que realmente nos interesan hay un halo de felicidad, buscamos a DIOS, que es lo que quiero, lo que me interesa, por tanto, es la felicidad en cada acto que hago en cada palabra que pienso, por que el eje de todo ello es DIOS. La vida feliz es por tanto, la que esta conforme con nuestra naturaleza, y esa naturaleza es DIOS.
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