3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

En este curso, haremos un viaje en el tiempo para situarnos en los orígenes del monacato cristiano. Conoceremos las distintas órdenes monásticas, a sus fundadores, sus monasterios, su arte, cultura, forma de vida y su importancia para la civilización a través de la historia hasta la actualidad.

Fecha de inicio:
11 de agosto de 2014

Fecha final:
27 de octubre de 2014

Responsable: Hini Llaguno

Moderadores: Catholic.net, Ignacio S, hini, Betancourt, PEPITA GARCIA 2, rosita forero, J Julio Villarreal M, AMunozF, Moderadores Animadores

Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor chilecito-renata » Sab Ago 30, 2014 8:48 am

CLUNY EN EL CAMINO DE SANTIAGO

La Orden Benedictina de Cluny fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo medieval. En el siglo IX la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes y extendió su poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a mas de 10.000 monjes, sin contar el personal subalterno.
Es comprensible el interés de Cluny en el Camino de Santiago.
Desde el siglo IX el hallazgo de las reliquias del apóstol, difundido por Carlomagno, quien veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela un centro de peregrinaje. Pero el apogeo de la peregrinación jacobea es cuando la Orden de Cluny convierte el Camino de Santiago en el eje de la difusión de sus ideas. La pasión fundadora de los "Monjes Negros" es el factor determinante de la dinamización de la peregrinación jacobea.
Gracias a generosas donaciones hechas por monarcas hispanos, Cluny alzó puentes, hospitales, iglesias y monasterios y en el siglo XUII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron la Historia Compostelana.

CLUNY Y LA LITURGIA

Cluny fué la Abadía mas celebre en la cristiandad medieval. La gran familia monástica tomó su nombre de la Abadía borgoñona de Cluny y ofrece al historiador el desarrollo numérico e institucional de influencia religiosa y eclesiástica y de importancia política y sociológica sin paralelo anteriormente en la Edad Media. Creó un imperio espiritual y temporal único en su época. Cluny se convirtió en todo el siglo XI en centro espiritual de la cristiandad.
En tiempos de San Hugo (1024-1109) el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo. La liturgia lo invadió todo y no quedaba tiempo para otras actividades. Durante el siglo XI los monjes cantaban o recitaban diaria<mente 215 salmos, asistían a dos misas conventuales-la matinal y la mayor-, tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas, escuchaban en la vigilia la lectura de la Biblia entera durante años, además de largos pasajes de los padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme e insoportable. Pedro Damián, un asceta durisimo, declaró que no podía soportar semejante carga. Escribió su Apología preguntándose Porque tanta insistencia en los oficios religiosos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora para fraternizar durante la jornada, y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante dispuesto con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Pero los monjes no eran ángeles ni espíritus bienaventurados y el hastío hizo presa de los monjes.
Hay que decir que no fué Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio de la Regla de San Benito, pues la tradición del monacato carolingio que heredó, ya lo había roto y acabó por destruirlo todo y contribuyó mas que ninguna institución benedictina a mantener y propagar semejan te desequilibrio, el cual produjo grandes reacciones en el ámbito monástico
chilecito-renata
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Faustinak » Sab Ago 30, 2014 9:07 am

Hola, me llamó la atención todo lo relacionado con esta orden, nunca antes había escuchado o leído algo sobre ellos. Me he entretenido leyendo algunas de las publicaciones que han realizado...No sabía por qué tema decidirme, finalmente me quedé con la Orden de Cluny, aunque no estaba dentro de los hilos sugeridos a seguir.

LA ORDEN DE CLUNY (LOS MONJES NEGROS-FRANCIA Siglo X d.C.)


La llamada “Edad de Hierro” fue un período de luchas por dominar la Iglesia Católica desde Roma, éste es el momento en que surge la “Orden de Cluny” cuyo monasterio fundado al sur de Dijón en la Borgoña, a principios del siglo X, aseguró su dominio sobre la Iglesia y Europa por más de doscientos años, los abades que aseguraron esta continuidad fueron Odón, Maieul, Hugo el Grande y Pedro el venerable.-

Aunque cada convento que seguía las reglas de San Benito tenía su independencia, los abades eran designados por el superior de Cluny y existía una relación de dependencia feudal entre la casa madre y los demás monasterios. La época más brillante de Cluny suele ubicarse durante el abad Hugo, hacia el 1050, cuando los 60 monjes se convirtieron en más de 300 y la Iglesia y el convento fueron los edificios más importantes de Europa, obra maestra de la arquitectura románica.-

En el plano espiritual los monjes cluniacenses sobresalieron por la manifiscencia de su vida litúrgica y su difusión fue muy rápida y efectiva. Hacia el año 1000 en todos los paises de la Europa Occidental los “Monjes Negros”, no conocidos aún como benedictinos, aparecían establecidos como terratenientes, administradores, obispos, escritores, artistas. Un mapa monástico de esta época mostraría una prolongada línea de iglesias cluniacenses a lo largo de las rutas de peregrinación del norte de España y sus afluentes a través de Francia desde París, Dijón y Tolosa, Francia estaba cubierta por dependencias de Cluny. En Flandes, los Países Bajos, y el Rhin abía abadías reformadas por Gorze y Verdún en Gante, Lieja, Stavelot, y Metz. En Suiza y en el sur de Alemania las fundaciones de Columbano y Bonifacio eran venerables bastiones de la vida eclesiástica, mientras que en Italia existían casas cluniacenses recién reformadas o a punto de serlo, como Farfa y las antiguas abadías de Monte Cassino, Subiaco y La Cava.-

Durante el siglo y medio que va del nombramiento de Odilio (1094) a la muerte de Pedro el venerable (1156), se produce la culminación del movimiento de los “Monjes Negros” y la mitad de las grandes sedes europeas y las legaciones papales estaban ocupadas por “monjes negros” y como agentes de la reforma gregoriana imprimían por lo menos parte de su vida a toda la Iglesia.-

Monjes de Cluny fueron los personajes más importantes que ascendieron a cargos directivos en el gobierno de la Iglesia en el siglo XI y dirigieron una serie de modificaciones en la disciplina del clero, que han sido conocidas como “reformas gregorianas”. También imprimieron una concepción centralista y teocrática del Papado. El más importante de ellos fue indiscutiblemente Hildebrando, quien ocupó el pontificado como “Gregorio VII” y dio el nombre a la reforma, con él debemos destacar entre los más distinguidos al cardenal Humberto de la Silva Cándida y a Pedro Damiano.-

Los cluniacenses sostenían fundamentalmente “en el dominio de la piedad, el ascetismo, el dominio político, la libertad completa de la Iglesia, la ruptura de los lazos que la unen a la sociedad civil” y en un principio la reforma ayudó a la designación de pontífices alemanes.-

La teoría política dominante en la primera parte de la llamada Edad Media fue el agustinismo político,basado en las teorías del obispo Agustín de Hipona en su “Ciudad de Dios” caracterizadas por una tendencia basada en la visión de una sociedad cristiana omnicomprensiva, la “Ciudad de Dios” sobre la tierra.-

La situación existente en el seno de la Iglesia con motivo de la feudalización había derivado en que los obispos eran verdaderos señores del Imperio, especialmente en Germania y la designación de estos, que debía hacerse por elección de clero y pueblo, había pasado a convertirse en un privilegio real, en Francia este sistema había concluido y del rey dependían solo unas 20 de las 80 diócesis.-

Hacia el siglo X y especialmente mediante la reforma ottoniana en Germania los obispos adquirieron gran importancia como funcionarios públicos y la administración central en muchos casos estuvo en manos de un obispo con el título de canciller. Los eclesiásticos en general, formaban parte de la estructura del régimen señorial, avanzando sobre derechos de señorío o gobierno laico, aún más, las invasiones sarracenas, normandas y húngaras les obligaron en más de una ocasión a empuñar las armas y hacerse cargo de los ejércitos.-

Ya en el 1050 el papa Nicolás II influido por las ideas reformistas cluniacenses, acabó con la tutela imperial sobre el Papado, creando el cónclave cardenalicio para la elección del Pontífice, el reformismo llegó a su punto culminante en el 1073 al ser elegido el monje Hildebrando como papa con el nombre de Gregorio VII.-

En el siglo XII la Orden de Cluny cuenta con 2.000 prioratos, algunos de ellos considerados como los más grandes monasterios de la época. Directamente sometida a la Santa Sede Cluny en el siglo XI es el instrumento más eficaz en la consecución de la paz y en la reforma gregoriana. La “red de Cluny” difunde los principios de la reforma contra los vicios de la iglesia ligada a los reyes feudales. Luego acusada de enriquecimiento y poder excesivo la orden pierde paulatinamente influencia cuando aparecen nuevas órdenes inspiradas en ideales de pobreza y austeridad como los cistercienses, prémontrés, etc.-

La arquitectura es otra muestra de la pujanza y el poder de Cluny, a la iglesia de su fundación, le sucede la abadía de Bemón, después las de Aymard y Maieul, cuyos planos característicos se reproducen en casi todas las iglesias monásticas.-

Conf.: Historia de la Cultura Occidental, Cirino y Hubenak.-

LES DEJO DOS VIDEOS QUE PUEDEN MIRAR:

https://www.youtube.com/watch?v=ETAyp_pc5Hs

https://www.youtube.com/watch?v=rMFuXH1m3Yw
Faustinak
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sor nilda rivera » Sab Ago 30, 2014 12:37 pm

El origen del Canto Gregoriano y la liturgia

El nombre de canto gregoriano proviene del papa Gregorio I (590-604), quien introdujo importantes modificaciones en la música eclesiástica utilizada hasta ese momento para la liturgia del rito romano. Además de dichas modificaciones, fue autor de numerosas obras y melodías, como la Regula pastoralis, el Libri quattuor dialogorum o diversas homilías.


La música en la liturgia cristiana existente hasta entonces tenía su origen en las sinagogas judías, por lo que fue, al principio, exclusivamente vocal, sin la utilización de instrumentos musicales y con predominio de la lengua helenística; para ello, un cantor solista, generalmente el sacerdote, dirigía los rezos, que eran contestados por los asistentes a la celebración mediante la utilización de sencillos motivos.

Poco a poco, en Occidente fue evolucionando, y se produjeron tres cambios importantes:


•Apareció a finales del siglo VII un pequeño grupo de cantores elegidos que asumió el papel del solista, la "schola"



•La utilización del latín como lengua principal obligó a traducir los salmos utilizados hasta entonces a prosa latina



•La Iglesia Romana empezó a considerar como excesivo el empleo de los himnos en las funciones litúrgicas, y se buscó más el carácter improvisatorio de los cánticos, de forma que fuesen más la expresión libre de los sentimientos de los celebrantes.




Es en este marco donde encaja el Canto Gregoriano, como fuente de inspiración para la música eclesiástica occidental, sobre todo en ciertas partes de la celebración eucarística, como el Introito, el Ofertorio y la Comunión.

Son muy escasos los ejemplos de cantos escritos que han llegado hasta nosotros de los primeros siglos del cristianismo, pero hay que destacar el Códice Alejandrino, un salterio del siglo V que contiene trece de los cánticos empleados en el desarrollo de la liturgia. En esas obras se recogen los textos, pero no la forma de entonar los cantos, por lo que la aparición de una rudimentaria forma de notación musical en Hispania o en la Galia, durante el siglo IX, supuso un gran avance al respecto.
sor nilda rivera
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sorines » Sab Ago 30, 2014 12:42 pm

La exuberante liturgia de la abadía de Cluny

LA LITURGIA SE CONVIRTIÓ PRÁCTICAMENTE EN LA ÚNICA OCUPACIÓN DE LOS MONJES EN CLUNY

La abadía de Cluny llegó a ser, dentro de la historia del monacato, una de las más importantes y célebre en la época medieval, aunque también criticada y alabada probablemente en la misma proporción. Por su estilo de vida y por la gran importancia que alcanzó el monasterio los monjes cluniacenses ganaron un espacio muy discutido en su época.

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La comunidad monástica que asumió su nombre de la gran abadía, creció tanto que llego a alcanzar más de mil casas entre grandes y pequeñas. Se cuenta de ellos que llegaron a alcanzar tanto desarrollo tanto en el número de monjes como en la cantidad de casas que su gran influencia llego a impactar no solo la vida religiosa y eclesiástica sino también el campo político y social, como nunca antes en la Edad Media.

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Fue algo así como un imperio espiritual único que también influyó en otros monasterios que se le sometían creando a partir de este sometimiento un nuevo orden dentro de ellos. Se ha dicho de Cluny que llegó a ser un centro espiritual de la cristiandad durante el siglo XI.

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Se ha dicho que el Papa Urbano II, elevado a Sumo Pontífice y proveniente de los monjes cluniacenses expresó de Cluny que era la “luz del mundo”. De igual manera Pedro Damián monje que llegó a Cardenal en cartas a San Hugo expresaba de los monjes: su aspecto edificante, su comportamiento modesto, el garbo con que soportaban sus jornadas repletas de obligaciones, el sumo cuidado, tan emocionante, con que celebraban la liturgia… (Todo esto refiriéndose a los monjes. Cluny era para él un monasterio incomparable.

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De muchas críticas por el boato y privilegio que ostentaban los monjes fue blanco el gran monasterio de Cluny, de los cuales se expresaba que todo lo que hacían era para defender los intereses del abad. A pesar de todos los comentarios positivos o negativos que rodeaban el monasterio, lo que se si se puede afirmar y admirar con certeza fue su exuberante liturgia, tema que se aborda en este comentario.

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Dos puntos deben converger para penetrar en el secreto de las celebraciones litúrgicas de Cluny: la Jerusalén celestial, y la gloria que se describe en el Apocalipsis. Allí se vive la gloria de Dios y la felicidad de hombres que dejándolo todo siguen a Cristo, el Rey de la gloria recibe allí el homenaje de sus súbditos que aun siendo humanos anticipan las realidades eternas. La simbología de sus celebraciones tenía diferentes momentos:

En las iglesias las Eucaristías y la salmodia, que se rezaban al unísono, no eran pasivas, a menudo la comunidad se desplazaba por los claustros de forma ritual, rememorando la marcha del pueblo de Israel a través del Mar Rojo y el desierto, o la marcha de Jesús hacia la resurrección, o la marcha de la humanidad entre los obstáculos de la existencia humana, hacían procesiones siguiendo la cruz del Señor que los había llamado a servirle en la imponente basílica

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El monacato cluniacense no hizo innovaciones con el monacato primitivo, así como no volvió a la pureza de la Regla benedictina. Ellos fueron una continuación del monacato carolingio, aunque en lo que más se distingue es en su interés por el desarrollo del culto divino, el cual no creció desde el primer momento sino que se fue desarrollando en un proceso.

En tiempos del segundo abad de Cluny, San Odón (878-942), debía ser sobria. Aunque expresó que: la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").

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Otro de los abades, el quinto de Cluny, San Odilón (961-1049) condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor. Surgieron entonces gran cantidad de himnos y oraciones. Surgieron las salmodias, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (merito extra) dan lugar a una ascesis exigente que exige vida espiritual intensa y gran formación intelectual.

En tiempos de san Odilón y de san Mayolo la abadia puede definirse como una sociedad fundamentalmente litúrgica. Pero fue en la época de San Hugo (1024-1109) cuando el aspecto ritual alcanzó su máximo desarrollo.

Fue entonces cuando la liturgia lo invadió todo. El oficio divino se convirtió en la única ocupación del monje, a diferencia de la Regla de san Benito que combinaba oración y trabajo. No tenían tiempo para otra cosa, teniendo como resultado el agotamiento espiritual y físico lo cual no permitía dedicarse a otra actividad de buen agrado.

Según la historia de la segunda mitad del siglo XI, los monjes cantaban durante el día 215 salmos, así como asistían a dos misas conventuales, hacían procesiones letanías y otras prácticas de devoción, escuchaban la lectura de la Biblia completa todos los años y largos pasajes de los Padres, y todo eso todos los días. Con el tiempo la liturgia se convirtió en un peso insoportable.

Pedro Damián gran conocedor por experiencia de la liturgia cluniacense, llegó a expresar que era una carga fuerte y agotadora con la cual no quedaba a los monjes ni media hora para un intercambio fraterno durante la jornada. Comentando que la salmodia y los actos de devoción estaban organizados en Cluny para no permitir ni pecar. Pero sin embargo también justificó toda esa actividad devocional durante el día como un medio eficaz para para evitar la ociosidad y los pecados, comparando el día de salmodia de los monjes con los hebreos a los cuales el Señor les sugirió la ocupación de salmodiar continuamente.

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El santuario y el culto debían ser esplendidos porque a Dios hay que ofrecerle lo más precioso, por lo tanto alabar, bendecir y glorificar a Dios era el objeto principal del monasterio. La basílica debía ser tan bella como el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón. En Cluny nada era demasiado bello ni demasiado suntuoso para la casa de Dios. El oro, el brillo, el incienso y el resplandor de lámparas y luces ofrecían un anticipo del esplendor de la gloria del cielo.

La exuberante liturgia de Cluny, exigía no solamente pureza de corazón sino también y más, un refinamiento de espíritu. En realidad era una corte de un rey, el Rey de reyes, pues ella se ejecutaba diariamente con perfección y se enriquecía con muchos y nuevos elementos realizados y cumplidos con una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles más mínimos.

Pero todo en exceso es mal consejero y tiene consecuencias negativas, pues la rutina añadida al agotamiento: final cerca. Los monjes se hastiaron de tanta exageración rutinaria. Y llego el momento del hastío insoportable. Algunos como san Ulrico (890-973) llego a expresar que a veces hasta se dormía durante el culto divino debido al agotamiento.

Un historiador de Cluny comenta que en tiempos de Pedro el Venerable (1092-1156) hasta una tercera parte de los monjes ya no vivía en el monasterio, lo cual debilitaba dicha exuberante liturgia. La vida del monasterio se hizo insoportable para algunos temperamentos. Muchos procuraban evadir dicha vida aunque sea por un tiempo.

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Comenzaron a surgir las diferentes justificaciones para liberarse de la exigencia del monasterio, administración, peregrinaciones, otras actividades a beneficio de la comunidad, de la Orden o de la Iglesia eran ocasiones para pasar un tiempo en otro lugar. Servir al Rey era un honor pero se le podía servir de otras formas.

Para finalizar es importante puntualizar que no fue exactamente Cluny quien rompió el equilibrio entre trabajo y oración, entre la Lectio divina y el trabajo manual, pues ya le monacato carolingio del cual heredaron lo había roto. Pero tampoco ellos lo restauraron, y lejos de esto contribuyeron en gran medida al dicho desequilibrio. Lo cual trajo muchas reacciones en el ámbito monástico.

TOMADO DE: http://infocatolica.com/blog/historiaig ... rgia-de-la


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La abadía benedictina de Cluny fue la casa matriz de los monjes cluniacenses. Desde aquí se ejercía el control espiritual sobre 1450 prioratos y cenobios en Europa. Su iglesia se amplió tres veces para albergar la creciente avalancha de religiosos que ingresaban en su comunidad. En el año 927 se consagró el primitivo templo, llamado Cluny I, y en el 981 ya se había demolido para erigir en su lugar Cluny II. La insuficiencia motivó que en 1088 el abad Hugo de Semur encargara al monje arquitecto Gunzo y a su colaborador Hézelon la Ecclesia Maior de Cluny III, que se convertiría en el establecimiento monástico más fastuoso de la Edad Media. Se concibió con doble transepto y una gigantesca cabecera con deambulatorio interior, desde la que se accedía a una corona de absidiolos con altares para celebrar misa. Una solución que tendrá resultados incalculables en la historia de la arquitectura, proyectándose a las iglesias románicas de peregrinación y a la típica girola gótica con capillas radiales.

En 1790, al ser suprimida la Orden cluniacense en Francia durante la Revolución, fue comprada por la ciudad y posteriormente casi totalmente destruida. En el presente sólo quedan una torre y parte de un transepto, mientras que una carretera atraviesa el lugar de la nave. http://www.lasalle.es/santanderapuntes/ ... /cluny.htm
NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE. SOLO DIOS BASTA. QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor PEPITA GARCIA 2 » Sab Ago 30, 2014 1:01 pm

Santos de Cluny

Durante los primeros 250 años de su existencia Cluny fue gobernada por notables abades, hombres que dejaron su huella sobre la historia de Europa occidental. Entre ellos estaban los Santos Odón, Mayolo, Odilón y Hugón y Pedro el Venerable.
Imagen...San Odón Imagen...San Odilón

Imagen...San Mayolo Imagen...San Hugón

Pedro el Venerable, quinto abad, gobernó desde el año 1122 al 1156, Cluny llegó al cenit de su influencia y prosperidad, tiempo en que sólo Roma la superaba como centro del mundo cristiano. Llegó a ser un centro de enseñanza y aprendizaje para papas, cuatro de los cuales Gregorio VII, Hildebrando, Urbano II, Pascual II y Urbano V, salieron de sus claustros para regir la Iglesia Universal. En el momento de la disolución, había 35 casas cluniacenses en Inglaterra y tres en Escocia. La primera fundación fue la de San Pancras de Lewes (1077), cuyo prior solía ser el vicario general del abad de Cluny para Inglaterra y Escocia.

Otras importantes casas estaban en Castleacre, Montacute, Northampton y Bermondsey.

El 29 de abril de cada año es la fiesta colectiva de los 4 grandes abades de Cluny: San Odón, San Mayolo, San Odilón y San Hugón.

Fuente: Aci Prensa. Calendario de Galván
"No anteponer nada al amor de Dios"

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sor nilda rivera » Sab Ago 30, 2014 1:06 pm

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Sylviana60 » Sab Ago 30, 2014 1:29 pm

Canto Gegoriano.

https://www.youtube.com/watch?v=lfwuZaf6WXw
https://www.youtube.com/watch?v=sQ-98Cv68bg

El canto llamado gregoriano es un tipo de canto llano (simple, monódico y con una música supeditada al texto) utilizado en la liturgia de la Iglesia Católica Romana, aunque en ocasiones es utilizado en un sentido amplio o incluso como sinónimo de canto llano.
El término canto llano designa a la música vocal tradicional de las liturgias cristianas, el cual es oficial del rito romano. Este es por esencia monódico, es decir, consta de una única línea melódica, y generalmente se canta a capella. Se articula mediante un ritmo libre, el cual es esencial según todo tratado antiguo que versa a este respecto. Habitualmente era interpretado en un contexto monástico, donde era enseñado por cantores especializados formados en la Schola Cantorum instituida, según dice la tradición, por San Gregorio, con la constitución de las catedrales y el establecimiento de la profesión de maestro de capilla. En este último va a recaer la enseñanza del canto llano y de este modo va a formularse cómo parte integral de la liturgia católica romana común en lugares tan lejanos como las misiones jesuítas en el Paraguay.
Deben rastrearse sus orígenes en la práctica musical de la sinagoga judía y en el canto de las primeras comunidades cristianas. La denominación canto gregoriano procede de atribuírsele su recopilación al Papa Gregorio Magno, siendo una evolución del canto romanoconfrontado al canto galicano. Debe aclararse y entenderse que el canto gregoriano no fue compuesto ni siquiera recopilado por el Papa Gregorio I Magno. Fue a partir del siglo IX que empezó a asociarse su nombre a este compendio musical, sobre todo a partir de la biografía de Juan el Diácono.
Desde su nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción o, como decía Pablo de Tarso: «Cantando a Dios en vuestro corazón». El texto era pues la razón de ser del canto gregoriano. En realidad el canto del texto se basa en el principio, según San Agustín, «El que canta bien, ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber entendido muy bien el sentido del texto. En consecuencia, se debe evitar cualquier impostación de voz (sin sobresaltos) de tipo operístico en que se intente el lucimiento del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos, que dan base a la música de Occidente. De ellos vienen los modos mayores y menores, y otros menos conocidos.

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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2

Notapor Pacami » Dom Ago 31, 2014 3:19 pm

CLUNY Y LA LITURGIA
Exuberante vida litúrgica..
La liturgia se convirtió prácticamente en la única ocupación de los Monjes en Cluny.
Se ha dicho que la clave para penetrar en el secreto de Cluny es la imagen de la Jerusalén celestial que baja a la tierra y la liturgia de la gloria que describe el Apocalipsis. Gloria de Dios y felicidad de los hombres que lo han dejado todo para seguir a Cristo, la basílica constituye, como indica su mismo nombre, el palacio donde el Rey de la gloria recibe el homenaje de sus súbditos, todavía ciudadanos del mundo, pero deseosos de anticipar la liturgia celestial, de pregustar las delicias eternas. Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.
El monacato cluniacense no innovó, ni intentó empalmar con el monacato primitivo, el original, ni volver a la pureza de la Regla benedictina: fue esencialmente una continuación del monacato carolingio, aunque se distingue de él, aparte la centralización de los monasterios, y algún otro punto, sobre todo por haber subrayado más y más algunos de sus rasgos más relevantes, especialmente todo lo referente al culto divino. Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida .
Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.
La liturgia lo invadió todo. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable.

La salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.
Alabar, bendecir, glorificar a Dios era el objeto principal de la vida monástica. El santuario y el culto debían ser espléndidos, porque Dios tiene derecho a que se le sacrifique lo más precioso que la creación produce: la basílica debía ser tan rica y tan bella como el tabernáculo de Moisés y el tempo de Salomón; los cluniacenses hacían del fasto por Dios el símbolo de su unión con la ciudad de arriba, de su tensión hacia la gloria del Reino. Nada era demasiado bello ni demasiado suntuoso para la casa de Dios, donde el brillo del oro, el resplandor de las lámparas y el perfume de los inciensos concurrían para ofrecer a quienes se acercaban a ella un anticipo de los esplendores de la corte celestial.
La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitaban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.

Pero, con toda seguridad, no tuvieron en cuenta que los monjes no eran ángeles, ni espíritus bienaventurados y la fatiga y el hastío harían presa en unos monjes sometidos a un horario insoportable. El mismo san Ulrico confiesa que tan larga salmodia le pesaba a veces como una “massa plumbea"; a él y a los demás monjes, pues, según dice, entre oficio y oficio cada cual, sentado en el coro, hacía lo que podía; poniéndose él mismo como ejemplo, añade que a veces oraba fervorosamente, otras se dedicada a rumiar salmos y otras dormitaba.
Además, según Jean Leclercq, en tiempo de Pedro el Venerable (1092-1156) sólo una tercera parte de los monjes de Cluny vivía en el monasterio, lo cual según dicho experto en la vida monástica medieval tuvo que ver no poco con la liturgia: La vida de comunidad -una comunidad de varios centenares de monjes -en la abadía borgoñona, con su interminable salmodia, sus ceremonias, sus numerosos oficios y solemnidades, se hacía literalmente insoportable para muchos temperamentos. Por falta de fervor o por necesidad, no pocos, tal vez en su gran mayoría, procuraban evadirse, al menos por una temporada. La administración de prioratos rurales o granjas, las peregrinaciones a Roma o a Tierra Santa, el cumplimiento de un encargo en beneficio de la comunidad, de la Orden o de la Iglesia, el pasar una temporada en una ermita eran otras tantas ocasiones de liberarse de la massa plumbea. Servir al Rey de la gloria en su palacio de Cluny era un honor, pero no una tarea cómoda y leve y se le podía servir, evidentemente, de otras maneras en prioratos y granjas.
Hay que decir, en honor a la verdad, que no fue Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio que establece la Regla de san Benito entre el opus Dei (como le llama él) o liturgia, la lectio divina y el trabajo manual, pues la tradición del monacato carolingio que heredó ya lo había roto, pero tampoco lo restauró; al contrario, acabó por destruirlo del todo y contribuyó más que ninguna otra institución benedictina a mantener y propagar semejante desequilibrio. Desequilibrio que, producirá grandes reacciones en el ámbito monástico

Según el Papa emérito Benedicto XVI, la Orden de Cluny, que, a comienzos del siglo XII, en el momento de su máxima expansión, contaba con cerca de mil doscientos monasterios, quiso garantizar el papel central que debe ocupar la liturgia en la vida cristiana. Los monjes cluniacenses se dedicaban con amor y gran esmero a la celebración de las Horas litúrgicas, al canto de los Salmos, a procesiones tan devotas como solemnes y, sobre todo, a la celebración de la santa misa. Impulsaron la música sagrada; quisieron que la arquitectura y el arte contribuyeran a la belleza y solemnidad de los ritos; enriquecieron el calendario litúrgico con celebraciones especiales como, por ejemplo, a principios de noviembre, la Conmemoración de los fieles difuntos, que también nosotros acabamos de celebrar; incrementaron el culto a la Virgen María. Los monjes de Cluny otorgaban tanta importancia a la liturgia porque estaban convencidos de que era participación en la liturgia del cielo. Y se sentían responsables de interceder ante el altar de Dios por los vivos y los difuntos, puesto que muchísimos fieles les pedían con insistencia que los recordaran en la oración.
Por otro lado, esta era precisamente la finalidad con la que Guillermo el Piadoso había querido que naciera la abadía de Cluny. En el antiguo documento que atestigua su fundación, se lee: "Establezco con este don que en Cluny se construya un monasterio de regulares en honor de los Apóstoles san Pedro y san Pablo; que en él se congreguen monjes que vivan según la Regla de san Benito (...); que allí sea frecuentado un venerable refugio de oración con votos y súplicas; que allí se busque y se aspire con todo deseo e íntimo ardor la vida celestial; y que asiduamente se dirijan allí al Señor oraciones, invocaciones y súplicas".
Para salvaguardar y alimentar este clima de oración, la regla cluniacense subrayó la importancia del silencio, a cuya disciplina los monjes se sometían de buena gana, convencidos de que la pureza de las virtudes, a la que aspiraban, requería un recogimiento íntimo y constante. No sorprende que muy pronto la fama de santidad envolviera al monasterio de Cluny, y que muchas otras comunidades monásticas decidieran seguir sus costumbres. Muchos príncipes y Papas pidieron a los abades de Cluny que difundieran su reforma, de manera que en poco tiempo se extendió una tupida red de monasterios vinculados a Cluny o por auténticos vínculos jurídicos o por una suerte de afiliación carismática. De este modo se iba delineando una Europa del espíritu en las diferentes regiones de Francia, en Italia, en España, en Alemania y en Hungría.
El éxito de Cluny se debió ante todo a la elevada espiritualidad que allí se cultivaba, pero asimismo a otras condiciones que favorecieron su desarrollo. A diferencia de lo que había sucedido hasta entonces, al monasterio de Cluny y a las comunidades que dependían de él se los eximió de la jurisdicción de los obispos locales y se los sometió directamente a la del Romano Pontífice. Esto conllevaba un vínculo especial con la sede de Pedro y, justamente gracias a la protección y el aliento de los Pontífices, los ideales de pureza y de fidelidad, que la reforma cluniacense quería buscar, pudieron difundirse rápidamente.
La reforma cluniacense tuvo efectos positivos no sólo en la purificación y en un nuevo esplendor de la vida monástica, sino también en la vida de la Iglesia universal. La aspiración a la perfección evangélica representó un estímulo para luchar contra dos males graves que afectaban a la Iglesia de ese tiempo: la simonía, es decir, la adquisición de cargos pastorales comprándolos, y la inmoralidad del clero secular. Los abades de Cluny con su autoridad espiritual y los monjes cluniacenses que llegaron a obispos, algunos de ellos incluso a Papas, fueron protagonistas de tan imponente acción de renovación espiritual. Y no faltaron los frutos: el celibato de los sacerdotes volvió a ser estimado y vivido, y en la asunción de los cargos eclesiásticos se introdujeron procedimientos más transparentes.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor R G Morales Torres » Dom Ago 31, 2014 9:20 pm

Los Orígenes

La Orden de Cluny realiza a partir de comienzos del siglo X un movimiento de renovación monástica. Ya San Benito de Aniane había intentado, unos cien años antes, el retorno a los ideales benedictinos ante la falta de rigor de los monjes. Como recordamos, los monasterios benedictinos, forman una Confederación de Congregaciones, en la que cada Congregación Benedictina conserva sus propias normas (llamadas Constituciones) y su forma propia de llevar a la práctica la Regla de San Benito, más allá de encontrarse hermanadas en el espíritu del Santo Fundador. En el año 910 se funda en Francia la abadía de Cluny en donde los monjes benedictinos intentarán volver a los principios de la regla benedictina, aunque poniendo el acento en la liturgia y la oración (el “ora”) y no tanto en el trabajo (“labora”).

El 11 de septiembre de 909, Guillermo I “el Piadoso” – conde de Mâcon a cargo del ducado de Aquitania (posiblemente por regencia) –, concede al monje Bernon una propiedad cerca de la ciudad de Mâcon para que edificara un monasterio con doce monjes. La donación hecha por Guillermo I no es hecha por casualidad ya que, por las razones enunciadas, su poder era muy escaso y buscaba el apoyo de la Santa Sede. Dicha donación se realiza a los “Santos Pedro y Pablo”, por lo que el nuevo monasterio queda bajo la directa protección del Papa de Roma, sustrayéndose a la autoridad de la diócesis correspondiente y a la del rey de los francos. Gozaba de esta manera del privilegio de la libertad romana, lo que se transformará en la base de una verdadera supranacionalidad de la Orden, con total independencia de cualquier poder temporal o eclesiástico. El papa Juan XI confirmará esta independencia en el año 932.

Los primeros monjes de Cluny eran casi todos de la zona de la Borgoña. Tras su fundador, el abad Bernon, se dará una serie de abades longevos que aunaron a su excepcional valía personal la suerte de la longevidad. Esto se vio reflejado en una continuidad y un gran respeto por parte de las autoridades eclesiásticas y la nobleza, favoreciendo el éxito y desarrollo de la Orden. Estos fueron:

• Odón (927–942)
• Aimardo (942–954)
• Magiolo (954–994)
• Odilón (994–1049)
• Hugo I (1049–1109)

En 1109, es nombrado Pons de Melgueil, quién se embarca en proyectos que llevan a colocar a la Orden en dificultades económicas. Ante las protestas generalizadas en su contra se entrevista con el Papa Calixto II y presenta su dimisión en 1122.

En su reemplazo asume Pedro el Venerable, pero en 1126 Pons recupera el poder haciendo valer sus influencias y con la ayuda de las armas. Tras la excomunión de este último la Orden vuelve a las manos del abad Pedro, quien intenta sanear las finanzas y restaurar las tradiciones. No obstante el declive de la Orden ya es manifiesto y el mismo se verá acrecentado tras la muerte de Pedro el Venerable en 1157.


Organización y desarrollo

En su momento de mayor apogeo, la abadía de Cluny llegó a contar con alrededor de 700 monjes que llevaban el hábito negro. Contrariamente a lo que ya mencionamos en cuanto a los Benedictinos, esta poseía una autoridad indiscutida sobre todos los monasterios dependientes de ella, los que a finales del siglo XI se alcanzaban un número cercano a las 1070 casas, distribuidas en Francia (la inmensa mayoría), Alemania, Italia, Gran Bretaña y la Península Ibérica, con más de 10.000 monjes, y una cantidad innumerable de personal subalterno.

Cluny es el primer intento de formación de una orden religiosa en Occidente. El modelo ya era conocido: un monasterio principal al cual se unían otros dependientes, con iguales objetivos y una autoridad centralizada (la abadía de Cluny) a la que pagaban un censo anual. Las abadías reformadas por Cluny perdieron, generalmente, el rango abacial y pasaron a ser simples prioratos. Tenían a la cabeza un gran prior y a su vez podían tener bajo su responsabilidad prioratos más modestos, los que también eran dependientes de Cluny. Por ejemplo, el gran priorato de la Charité tenía 52 prioratos dependientes en varios países. En el caso de los monasterios muy importantes, Cluny mostraba flexibilidad en las condiciones en que se manejaba la dependencia y el ejercicio de su autoridad, conformándose en algunos casos solamente con el reconocimiento de una supremacía del abad de Cluny y su supervisión únicamente en la elección del abad. Cluny disponía por lo tanto de abadías subordinadas y abadías afiliadas, según el vínculo que las unía con ella.

Esta estructura orgánica centralizada frente a la tradicional dispersión y disgregación de los monasterios benedictinos fue razón la razón que produjo su engrandecimiento, si bien dos siglos más tarde fue una de las razones que sentenciaron su decadencia. La misma no hubiese sido posible sin la “inmunidad” internacional que le otorgaba la “libertad romana”, al tener como única autoridad la del Sumo Pontífice.

Cluny es un producto de la mentalidad feudal de su época. La organización utilizaba conceptos feudales. Las relaciones interpersonales seguían el modelo del vasallaje. El señor del monasterio era el abad y cada monje en el momento de la profesión le rendía homenaje. La mayor parte de los monjes procedía de la nobleza, por lo que no resulta extraño que se trasladase el mismo tipo de relación que los ligaba fuera del monasterio.

La nueva espiritualidad y liturgia

El Ordo Clunyacensi no sólo era la forma de vida monástica que se practicaba en Cluny, sino un estilo de vida religiosa que podía ser adoptado por muchos “cluniacenses” que no pertenecían a la congregación. Más que una orden, Cluny era un género de vida y una peculiar forma de entender la espiritualidad.

El objetivo principal de Cluny era volver al espíritu y a la letra de la Regla, esto es la castidad, la obediencia y la estabilidad. No obstante, mientras que la Regla balanceaba la vida litúrgica con la vida del trabajo, en Cluny se potenció el rezo litúrgico en detrimento de esta última. El centro de la vida cluniacense era la liturgia solemne, la cual poco a poco suplantó a todas las demás actividades de los monjes. El Oficio, centrado en la celebración coral de la Eucaristía, se convirtió pronto en la principal actividad del monje. A partir del año 980 Cluny comienza a aumentar las oraciones litúrgicas de modo que durante el gobierno de Hugo los monjes cantaban cada día no menos de 215 salmos, asistían a dos misas cantadas además de las numerosas misas privadas de los monjes sacerdotes y las numerosas procesiones. En las principales solemnidades del año esto se veía incrementado. Una de estas solemnidades tiene su origen en esta Orden dado que el abad Odilón introdujo para la salvación eterna de los monjes difuntos su conmemoración el 2 de noviembre, al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos. Esta es la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos que toda la cristiandad todavía celebra.

Los trabajos físicos eran considerados irrelevantes y los llevaban a cabo personal subalterno – “conversi” – que no tomaban parte en el oficio divino y que a su vez eran auxiliados por siervos y aparceros. No debemos olvidar que la mayoría de los monjes provenían de la nobleza, la que consideraba impropias estas ocupaciones.

Cluny contribuyó a la reforma general de la Iglesia, dado que tanto la Reforma Gregoriana como la Cluniacense coincidían en el objetivo fundamental de devolver a la Iglesia la independencia frente a los poderes laicos. El Papado no dudó en utilizar cuantas veces tuvo ocasión a la Orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización, tal el caso de la abolición de los ritos mozárabes en la Península Ibérica.

Los impulsos culturales y artísticos

No obstante haber mantenido una gran actividad en la copia y difusión de manuscritos antiguos, las actividades y el desarrollo cultural e intelectual no era la actividad prioritaria para la Orden, ya que la enorme cantidad de tiempo invertida en el Oficio no dejaba espacio al estudio y el trabajo. Aun así se debe reconocer su importancia en la difusión del arte románico y como foco inspirador de intelectuales, así como también haber dejado una huella indeleble en la arquitectura religiosa de la época.

Las órdenes monásticas necesitaban grandes complejos residenciales que incluyeran iglesias, claustros, bibliotecas, talleres, cocinas, refectorios y dormitorios para los monjes. Los arquitectos de la Orden idearon nuevas técnicas constructivas, las que resultaban imprescindibles para la edificación de los complejos monasterios románicos para los benedictinos.

En el mismo año 910 de la fundación de la Orden comienza la construcción del primer templo de Cluny, denominada "Cluny I" el que fue consagrado en el año 927. Años más tarde se acomete la segunda obra del monasterio, conocido como "Cluny II", la que fuera consagrada en el año 981 y terminada en el 1010.

A finales del siglo XI surge la necesidad de ampliar, no sólo la iglesia de Cluny II sino también el resto de las dependencias del monasterio. Entre 1088 y 1118 se edificó una nueva e importante iglesia, llamada "Cluny III" de enormes dimensiones, mientras aún seguía en funcionamiento Cluny II.

Cluny III era un templo inmenso, de casi 200 metros de longitud (la basílica de San Pedro tiene 193). Tenía un pórtico de tres naves precedido por dos torres. Desde este pórtico se accedía a la iglesia de cinco naves de gran altura y dos cruceros con dos capillas. La cabecera tenía una girola y cinco absidiolos. El crucero más cercano a la nave era más alto, largo y ancho. Tenía un gran número de ventanas especialmente en la cabecera. Se empiezan a utilizar los arbotantes y tenía decoración de arquillos lombardos. Cluny III puede considerarse como una de las obras cumbres del románico europeo. Durante la Revolución Francesa fue expropiada, vendida y luego derribada a comienzos del siglo XIX, por lo que hoy sólo podemos acceder a reconstrucciones virtuales de la misma.

La decadencia

A pesar de sus grandes realizaciones, Cluny empezó a mostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII.

La estructura rígida y centralizada de la Orden, haciendo descansar todo el peso en la figura del abad del monasterio fundacional, que en los siglos X y XI fue la razón de su éxito se convirtió, a raíz de su importante crecimiento, en una de las razones de su fracaso. Esta organización impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, lo que llevaba en ciertos casos a la parálisis de las mismas.

Otro elemento a destacar fue el de la ordenación de nuevos miembros, que desde fines del siglo XI había atraído gran número de nobles, más por el prestigio, privilegios, seguridad y comodidad de la vida monástica que la Orden ofrecía, que por una verdadera vocación monacal. Esto llevó a una relajación de costumbres y a un alejamiento de la vida espiritual. Pedro el Venerable, intentó resolver sin éxito este problema pero sus medidas, tendientes a detener la creciente mundanización llegaron demasiado tarde y no se hicieron efectivas.

Ya el obispo Laon Adalberón había realizado denuncias a principios del siglo XI, pero las más conocidas son las de San Bernardo (cisterciense). Sus críticas se dirigen no sólo a Cluny sino a todos los monjes. Sus ojos ven vanidad y superficialidad diseminadas en todos los monasterios. Falta de moderación, riqueza y lujo. La indulgencia en la comida y la bebida, las túnicas y ropas de dormir y la construcción de importantes edificios. En lo que se refiere a las comidas, dice que se servías tres platos de comida muy elaborados, los que eran acompañados hasta por cuatro copas de vino. Esto hacía que al momento de la oración los monjes estuvieses más dispuestos a dormir que a orar.

En esta tesitura surgió la Orden del Cister de las propias filas cluniacenses que pedía una vuelta al ascetismo más radical. El Cister fue considerado el último bastión de renovación monástica de la época medieval. Un modelo sobrio que, con los siglos, adquiriría un gran esplendor.
R G Morales Torres
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Cami100 » Dom Ago 31, 2014 10:30 pm

Canto gregoriano

Se denomina Canto Gregoriano al canto propio de la liturgia romana de la iglesia católica, herencia de los himnos y cantos entonados en las primeras iglesias o santuarios cristianos durante los primeros siglos de nuestra era.

A fines del siglo VI el Papa San Gregorio, preocupado por la unidad de la iglesia, inicio una reforma tendente a conseguir una liturgia común para todos los cristianos.

Con el objetivo de buscar un repertorio básico, mandó recopilar los cantos existentes,seleccionar entre ellos los mas adecuados y crear algunos nuevos; así estableció el primer núcleo de lo que años mas tarde se llamaría canto gregoriano,repertorio que fue ampliándose a lo largo de toda la edad media,especialmente durante los siglos VII, VIII y IX.

Los medios de los que se valieron San Gregorio y sus sucesores para la difusión del canto fueron:
La Schola Cantorum o escuela de cantores,institución para formar maestros de canto.
Los monjes, especialmente los de la orden benedictina.

El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que le da sentido a esta. Los cantores deben haber entendido muy bien el texto, en consecuencia, cualquier impostación de tipo operático, donde se intente el lucimiento del intérprete debe ser evitado.

Es música vocal, esto es, que se canta a “ Capella ”, sin acompañamiento de instrumentos.

Se canta al unísono, lo cual quiere decir que todos los cantores entonan la misma melodía. A esta manera de canto se le llama “Monodia”.

Se canta con ritmo libre, según el desarrollo del texto literario y no con esquemas medidos.

Es una música modal, escrita en escalas de
sonidos muy particulares, que sirven para
despertar varios sentimientos, como
recogimiento, alegría, tristeza y serenidad.

Su melodía es “Silábica”, cuando a cada silaba del texto corresponde a un sonido; y es “Melismática” cuando a una silaba le corresponden varios sonidos.

El canto gregoriano esta escrito en “Tetragrama”. Sus notas se denominan “Punto Cuadrado” ( Punctum Quadratum) o “Virgas”, si aparecen individualmente; o “Neumas” si aparecen en grupos.

El canto gregoriano tuvo su mayor esplendor durante la época de Carlomagno, debido a la basta y original constitución de repertorio y en su pureza estética. Su decadencia se va dando paulatinamente, por el influjo de la entonces naciente polifonía. El Cantus Planus pierde algo de su naturaleza al incorporar
algunos recursos propios de la nueva técnica.

El canto gregoriano,además de poseer valor estético, es el vehículo a través del cual nos llego todo el bagaje musical anterior y, al tiempo, el germen de fuerza creadora de la música posterior.

El canto llamado gregoriano es un tipo de canto llano (simple, monódico, sin saltos: movimientos por grados conjuntos y con una música supeditada al texto) utilizado en la liturgia de la Iglesia Católica Romana, aunque en ocasiones es utilizado en un sentido amplio o incluso como sinónimo de canto llano.

Deben rastrearse sus orígenes en la práctica musical de la sinagoga judía y en el canto de las primeras comunidades cristianas. La denominación canto gregoriano procede de atribuírsele su recopilación al Papa Gregorio Magno, siendo una evolución del canto romano confrontado al canto galicano. Debe aclararse y entenderse que el canto gregoriano no fue compuesto ni siquiera recopilado por el Papa Gregorio I Magno. Fue a partir del siglo IX que empezó a asociarse su nombre a este compendio musical, sobre todo a partir de la biografía de Juan el Diácono. Desde su nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción o, como decía Pablo de Tarso: «Cantando a Dios en vuestro corazón». El texto era pues la razón de ser del canto gregoriano. En realidad el canto del texto se basa en el principio, según San Agustín, «El que canta bien, ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber entendido muy bien el sentido del texto. En consecuencia, se debe evitar cualquier impostación de voz (sin sobresaltos) de tipo operístico en que se intente el lucimiento del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos, que dan base a la música de Occidente. De ellos vienen los modos mayores y menores, y otros menos conocidos.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor anabel duran rojas » Dom Ago 31, 2014 10:57 pm

Benito de Aniane, Santo
Monje
Martirologio Romano: En el monasterio de San Cornelio de Indam, en Germania, tránsito de san Benito, abad de Aniano (o de Aniane), que propagó la Regla benedictina, confeccionó un Consuetudinario para uso de monjes y trabajó con empeño en la instauración de la liturgia romana (821).

Etimología: Benito = Benedicto = Aquel a que Dios bendice, es de origen latino
Biografía

Se educa en la corte de Pipino el Breve y después en la de Carlomagno.
Benito fue hijo de Aigulfo de Maguelone; servía de escanciador al rey Pepino y a su hijo Carlomagno. A la edad de veinte años resolvió buscar el Reino de Dios con todo su corazón.
En 774 hace su profesión monástica en Saint-Seine, cerca de Dijón, pero abandona la abadía ante la falta de rigor de los monjes. Marcha a Aniane, cercano a Montpellier donde lleva una vida de anacoreta. En 782 funda un cenobio próximo a Aniane donde, con unos cuantos discípulos, puede llevar la vida ascética que predica. Éste tarda en desarrollarse debido a su rigor y, Benito decide adoptar la Regla de san Benito de Nursia (c. 480-547) cuya aplicación, en sentido estricto, le parece más práctica. De todos modos, a Benito de Aniane se debe una gran colección de reglas anteriores — una de las poquísimas que se han conservado — llamada Liber ex regulis, que luego le permitió elaborar una Concordia regularum, donde muestra cómo todo lo mejor de las reglas anteriores se encontraba en la Regla de San Benito.1
En 792, la abadía pasa a ser real y, en consecuencia, un centro de radiación por medio del cual Benito busca imponer el benedictismo en Aquitania que es aceptado en Languedoc, Auvergne y Borgoña. Luis el Piadoso se interesa por la nueva regla ya que quiere imponer la unidad religiosa en el Imperio para que enmarque su territorio. Llama a Benito a Inden donde prepara tres sínodos en los que se trata la reforma del monaquismo en 816, 817 y 818-819. Imponen la Regla de san Benito de Nursia y la libre elección del abad. Desde missi monastici, velan por su aplicación y decisiones. Benito quiere integrar la abadía en las instituciones del Imperio, al igual que Luis el Piadoso. El abad se convierte en un verdadero jefe de la comunidad.
La obra de Benito no es sólo una obra de unificación, sino también una lucha contra el adopcionismo, difundida por la liturgia romano-franca y la escritura minúscula. Los cambios aportados se adoptan rápidamente en Sajonia e Italia desde 820-830. El benedictismo va imponiéndose en Europa y termina creándose Cluny. Sin embargo, a partir de esta regla única, se crearán normas propias en cada abadía.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor nidiagamboa » Dom Ago 31, 2014 11:14 pm

Cluny dirige y coordina todos los monasterios de la orden desde la casa madre para que la regla de San Benito se interprete de un modo unitario y homogéneo.
LA LITURGIA SE CONVIRTIÓ PRÁCTICAMENTE EN LA ÚNICA OCUPACIÓN DE LOS MONJES EN CLUNY
Entre los nombres importantes en la historia del monacato de occidente destaca sin duda, para bien y para mal, el de la Abadía de Cluny. Un nombre admirado y venerado por unos, debatible o simplemente condenable, según otros. Los monjes cluniacenses aparecen en el mundo monástico como una “bandera discutida", por su estilo peculiar de vida y por la gran importancia que en la edad media alcanzó su monasterio, hasta poder calificarse como “la abadía más célebre de la cristiandad medieval”.
La gran familia monástica que tomó su nombre de la abadía borgoñona de Cluny y creció hasta comprender más de mil casas, grandes y pequeñas, ofrece al historiador el espectáculo de desarrollo numérico e institucional, de influencia religiosa y eclesiástica y de importancia política y sociológica sin paralelo en la Edad Media anteriormente. Creó un imperio espiritual y temporal único en su época, y en el interior de los monasterios que se le sometían y se abrían a su influencia, un orden especial, en relación con el caos ambiental que fue la primera época feudal. Desde el punto de vista eclesiástico, se ha afirmado que, como pocos papas fueron capaces de morar establemente en Roma, Cluny se convirtió, durante casi todo el siglo XI, en centro espiritual de la cristiandad y pudo comunicar su espíritu a toda la época.
Se diría que frente a Cluny no se puede ser neutral. Desde siempre ocurrió lo mismo. Es normal que Urbano II, un cluniacense elevado al sumo pontificado, llamara a Cluny la “luz del mundo” y que un monje y cardenal tan cortés como Pedro Damián, en varias cartas dirigidas a san Hugo tras su visita a la abadía, donde fue, sin duda, agasajado espléndidamente, se deshiciera en elogios enfáticos de los monjes que había visto y tratado: su aspecto edificante, su comportamiento modesto, el garbo con que soportaban sus jornadas repletas de obligaciones, el sumo cuidado, tan emocionante, con que celebraban la liturgia…; para él, Cluny era un monasterio sencillamente incomparable. Pero por aquel mismo tiempo empezaron a correr escritos en que se criticaba abiertamente el monacato cluniacense.. Ya a principios del siglo XI, el obispo Adalberón de Laon denunciaba al rey de Francia Roberto el Piadoso algunos abusos que había observado: Los monjes, caballeros en sus mulas y rodeados de gran boato, recorrían el reino, acudían a la corte, visitaban a los obispos, viajaban a Roma para entrevistarse con el papa, todo ello con un solo fin: defender los intereses de su soberano, el abad de Cluny.

Dejando aparte el acierto o la exageración de ambas posturas con respecto Cluny, y con el propósito de dedicar más artículos al gran fenómeno monástico que fue durante siglos la abadía borgoñona, hoy centraremos la atención sobre uno de los aspectos más llamativos de la vida regular en dicho cenobio: Su exuberante vida litúrgica.
Se ha dicho que la clave para penetrar en el secreto de Cluny es la imagen de la Jerusalén celestial que baja a la tierra y la liturgia de la gloria que describe el Apocalipsis. Gloria de Dios y felicidad de los hombres que lo han dejado todo para seguir a Cristo, la basílica constituye, como indica su mismo nombre, el palacio donde el Rey de la gloria recibe el homenaje de sus súbditos, todavía ciudadanos del mundo, pero deseosos de anticipar la liturgia celestial, de pregustar las delicias eternas. Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.
El monacato cluniacense no innovó, ni intentó empalmar con el monacato primitivo, el original, ni volver a la pureza de la Regla benedictina: fue esencialmente una continuación del monacato carolingio, aunque se distingue de él, aparte la centralización de los monasterios, y algún otro punto, sobre todo por haber subrayado más y más algunos de sus rasgos más relevantes, especialmente todo lo referente al culto divino. Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").
Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), por el contrario, condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.
La liturgia lo invadió todo. El oficio divino ya no era la principal ocupación del monje, al lado de la lectio divina y el trabajo, como quería la Regla de san Benito, sino prácticamente la única; apenas quedaba tiempo para otra cosa, y si quedaba, el espíritu y el cuerpo estaban tan fatigados que no tenían humor para nada. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable. El propio Pedro Damián, un asceta durísimo, declara que no podría aguantar semejante carga.
Pedro Damián conocía por experiencia lo que era la liturgia cluniacense. Escribió incluso su Apología preguntándose Porqué tanta insistencia en los oficios eclesiásticos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora de intercambio fraterno en toda la jornada. Y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.
Alabar, bendecir, glorificar a Dios era el objeto principal de la vida monástica. El santuario y el culto debían ser espléndidos, porque Dios tiene derecho a que se le sacrifique lo más precioso que la creación produce: la basílica debía ser tan rica y tan bella como el tabernáculo de Moisés y el tempo de Salomón; los cluniacenses hacían del fasto por Dios el símbolo de su unión con la ciudad de arriba, de su tensión hacia la gloria del Reino. Nada era demasiado bello ni demasiado suntuoso para la casa de Dios, donde el brillo del oro, el resplandor de las lámparas y el perfu¬me de los inciensos concurrían para ofrecer a quienes se acercaban a ella un anticipo de los esplendores de la corte celestial.
La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitataban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.
Pero, con toda seguridad, no tuvieron en cuenta que los monjes no eran ángeles, ni espíritus bienaventurados y la fatiga y el hastío harían presa en unos monjes sometidos a un horario insoportable. El mismo san Ulrico confiesa que tan larga salmodia le pesaba a veces como una “massa plumbea"; a él y a los demás monjes, pues, según dice, entre oficio y oficio cada cual, sentado en el coro, hacía lo que podía; poniéndose él mismo como ejemplo, añade que a veces oraba fervorosamente, otras se dedicada a rumiar salmos y otras dormitaba.
Además, según Jean Leclercq, en tiempo de Pedro el Venerable (1092-1156) sólo una tercera parte de los monjes de Cluny vivía en el monasterio, lo cual según dicho experto en la vida monástica medieval tuvo que ver no poco con la liturgia: La vida de comunidad -una comunidad de varios cente¬nares de monjes -en la abadía borgoñona, con su interminable salmodia, sus ceremonias, sus numerosos oficios y solemnidades, se hacía literalmente insoportable para muchos tempera¬mentos. Por falta de fervor o por necesidad, no pocos, tal vez en su gran mayoría, procuraban evadirse, al menos por una temporada. La administración de prioratos rurales o granjas, las peregrinaciones a Roma o a Tierra Santa, el cumplimiento de un encargo en beneficio de la comunidad, de la Orden o de la Iglesia, el pasar una temporada en una ermita eran otras tantas ocasiones de liberarse de la massa plumbea. Servir al Rey de la gloria en su palacio de Cluny era un honor, pero no una tarea cómoda y leve y se le podía servir, evidentemente, de otras maneras en prioratos y granjas.
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor pedrolopez » Lun Sep 01, 2014 12:08 am

Buenas noches, en el caso de la Abadia de Cluny fue fundada en el 910, fue la Abadia Benedictina mas poderosa de occidente durante la edad media.La Iglesia Abacial que antiguamente tenia 187 metros de longitud y 30 metros de altura bajo la boveda fue la mayor iglesia de la cristiandad hasta que se construyo la Basilica de San Pedro en Roma. Es una verdadera obra de arte desde el plano arquitectonico.
pedrolopez
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Ana M+ 97 » Lun Sep 01, 2014 7:51 am

Orden de Cluny

Origen

La Orden de Cluny protagonizó a partir del siglo X un movimiento de renovación monástica buscando el retorno a los ideales benedictinos. Hacia el año 540 San Benito de Nursia había fundado la orden benedictina en la abadía italiana de Monteccasino. En el año 910 se funda en Francia la abadía de Cluny en donde los monjes benedictinos intentan volver a los principios de la regla benedictina poniendo el acento en la liturgia y la oración.

El 11 de septiembre de 909, un duque de Aquitania - generalmente conocido como Guillaume III, pero que debía de tratarse de Guillaume I “el Piadoso” - y conde de Mâcon, de la casa de Borgoña, concedía al monje Bernon una propiedad cerca de la ciudad de Mâcon para que edificara un monasterio. El condado de Mâcon se encontraba en la Burgundia Superior (Borgoña) y pertenecía al reino franco occidental. En aquél tiempo el rey franco occidental era un carolíngio - Carlos III el Simple - un rey débil que unos años más tarde sería destronado y que no es mencionado en el documento de donación del duque Guillaume. El Rey vivía alejado en la zona de l'Ille de France y había nombrado a Vicardo, conde de Auxerre, para ocuparse de esa zona en donde no sería difícil que el nuevo monasterio de Cluny se desarrollarara libremente lejos del Rey.

La donación era efectuada a los “Santos Pedro y Pablo”, es decir se ponía bajo la directa protección de la Santa Sede en Roma. Esto implicaba la independencia de los monasterios respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El papa Juan XI confirmaría en el año 932 la independencia de los monasterios de Cluny. Gracias a esta exención, el monasterio de Cluny se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de los francos y gozaba así del privilegio de la libertad romana, lo que constituiría la base de una verdadera supranacionalidad de la Orden.

Los primeros monjes de Cluny eran casi todos borgoñones y después del abad Bernon (o Vernone) vendría una serie de abades longevos de gran categoría personal y excepcional valía que inspiraron gran respeto ante las autoridades eclesiásticas y la nobleza, lo cual favoreció el éxito en el desarrollo de la Orden. Destacó entre todos ellos el abad Odilon con quien entabló relación el rey Sancho el Mayor de Navarra :

Odon (927-942)
Aimardo (942-954)
Magiolo (954-994)
Odilon (994-1049)
Hugo I (1049-1109)
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor chiquinquira14 » Lun Sep 01, 2014 10:14 am

Había escuchado y leído un poco sobre la reforma de Cluny pero realmente sabia poco o casi nada. este foro ha sido la herramienta con la cual me he enriquecido e informado sobre el tema. agradezco profundamente a todos los foristas por su aporte.
Me ha impresionado y llamado fuertemente la atención:
*La duración de esta reforma: (dos siglos);
*El imperio que creó: tantos monjes, abadías y posesiones;
*Que la causa que le dio su fama fue la misma que ocasionó su decadencia: tantas posesiones y riqueza;
* La influencia en la espiritualidad benedictina: la centralidad e importancia de la liturgia de la horas;
*Su influencia en la espiritualidad popular: la peregrinaciones a Santiago de Compostela, a Roma y tierra santa.

Estos son solo los puntos que mas me llamaron la atención. un fuerte abrazo en Jesús y María.
chiquinquira14
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor margarita-17 » Lun Sep 01, 2014 10:47 am

La abadía de Cluny y el camino de Santiago de Compostela:

La Orden de Cluny fue uno de los principales pilares de dinamismo en el camino de Santiago. Fiel a la regla benedictina, la abadía cluniacense se auto invistió como defensora del cristianismo, ante todo a lo largo del camino. Su interés por el camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista de la península Ibérica y la cristianización del ser musulmán. Desde el siglo IX, El hallazgo de “Las reliquias del apóstol Santiago” difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hiso de Compostela en el extremo Oeste europeo un centro de peregrinaje. El verdadero peregrinaje jacobeo, se da cuando la Orden de Cluniacense, convierte el camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas. Esta pasión fundadora de “los monjes negros” es un factor determinante en la dinamización de la peregrinación jacobea.
El apoyo de los monarcas peninsulares, por romper el aislamiento con el resto de la cristiandad y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos, las muchas donaciones de los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas con los que la Orden de Cluny alzó puentes, hospitales, Iglesias y monasterios. En el siglo XII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron el Códice Calixtino y la historia Compostelana.
En el año 1139 ó 1140 Aymeric Picaud lleva a Santiago el Códex Calixtinus, que él mismo escribió, el cual se atribuye a los monjes de Cluny, al papa Calixto II, fallecido en el1124.
Aymeric Picaud fue un monje del Poitou del siglo XII, autor de la guía del peregrino dedicada al peregrinaje del camino de Santiago, considerada la primera obra turística de la historia. Este efectuó el peregrinaje a Santiago a caballo, visitando gran número de santuarios de la cristiandad, rutas que fue describiendo con detalles. El papa Calixto II instituye el año Santo Jacobeo y su sucesor Alejandro III, otorga la gracia del jubileo a quienes visiten el templo los años en que el 25 de Julio cae en domingo.

https://www.youtube.com/watch?feature=p ... 0qDpnJTUZE
margarita-17
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor sara08 » Lun Sep 01, 2014 4:41 pm

Seguir a Cristo, para el monje cluniacense, podría simbolizarse en las procesiones: Las iglesias no eran solamente lugares en que se celebraba la eucaristía y se salmodiaba, permaneciendo los monjes quietos en el coro, a menudo, la comunidad orante, siempre al unísono, se desplazaba a través de los claustros ritualmente, que rememoraban la marcha de los hebreos a través del mar Rojo y del desierto; marcha de Jesús muerto hacia su resurrección; marcha de todos los hombres entre los obstáculos de la vida, entre las pruebas purificadoras de la supervivencia. Los monjes representaban periódicamente esta marcha, avanzaban siguiendo la cruz gloriosa del Señor que los había llamado para que le sirvieran como cortesanos en la imponente basílica de Cluny.

Esta inflación litúrgica no se impuso desde el principio, sino que fue creciendo más y más a medida que pasaban los años. La liturgia, en tiempo del segundo abad cluniacense, san Odón (878-942), debía ser relativamente sobria. A propósito del aumento progresivo de las misas solemnes, expresó Odón su parecer de que la auténtica piedad se mantiene mejor si las solemnidades son raras más que si son frecuentes. Lo que realmente importa es la pureza de corazón y la vida interior; sin ellas toda solemnidad es vana, y el culto, devoción estúpida ("stulta devotio").

Uno de sus sucesores y quinto abad de Cluny, san Odilón (961-1049), por el contrario, condujo la liturgia cluniacense hacia un ritualismo cada vez mayor; la exuberante vida litúrgica del monasterio dio origen a una copiosa producción de himnos, oraciones y otras piezas de diversa índole; la salmodia, las misas, las letanías, los oficios de supererogación (mérito extra) se convierten en una ascesis dura que exige, para vivirla, una vida espiritual selecta y una seria formación intelectual. En tiempo de san Odilón, y tal vez ya en el de san Mayolo, Cluny puede definirse como una sociedad litúrgica, si no exclusivamente, sí fundamentalmente. Pero fue durante el régimen del gran san Hugo (1024-1109) cuando el ritualismo alcanzó su máximo desarrollo, como lo atestiguan las diferentes redacciones de las Consuetudines (costumario de la comunidad), además de otras fuentes históricas.

La liturgia lo invadió todo. El oficio divino ya no era la principal ocupación del monje, al lado de la lectio divina y el trabajo, como quería la Regla de san Benito, sino prácticamente la única; apenas quedaba tiempo para otra cosa, y si quedaba, el espíritu y el cuerpo estaban tan fatigados que no tenían humor para nada. Según las Consuetudines de la segunda mitad del siglo XI, los monjes de Cluny cantaban o recitaban diariamente 215 salmos; asistían a dos misas conventuales -la matinal y la mayor-; tomaban parte en procesiones, letanías y otras prácticas devotas; escuchaban, en las vigilias, la lectura de la Biblia entera todos los años, además de largos pasajes de los Padres todos los días. La liturgia se había convertido en un peso enorme, insoportable. El propio Pedro Damián, un asceta durísimo, declara que no podría aguantar semejante carga.

Pedro Damián conocía por experiencia lo que era la liturgia cluniacense. Escribió incluso su Apología preguntándose Porqué tanta insistencia en los oficios eclesiásticos, hasta el punto de no quedar a los monjes ni siquiera media hora de intercambio fraterno en toda la jornada. Y contesta que la salmodia es en Cluny un trabajo incesante, dispuesto providencialmente y con gran discernimiento para suprimir la posibilidad de pecar. Como se ve, justifica la prolijidad de la salmodia sólo por ser un medio de evitar la ociosidad y los pecados que ésta fomenta. También justifica que se haya abandonado el trabajo manual para dedicarse por entero a la oración comunitaria usando alegoría, típica de esta época: el Señor sugirió a los hebreos la ocupación de salmodiar continuamente al liberarlos de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra prometida, pues los dispensó de trabajar en el campo y en los diversos oficios de artesanía y de toda preocupación por las cosas necesarias para la vida, gracias al maná que les daba todos los días; no ciertamente para que estuvieran mano sobre mano, sino para que se ocuparan más santa y devotamente en la meditación de su ley, en ofrecer sacrificios y en desarrollar las ceremonias del culto.


La prolija liturgia de Cluny exigía, para ser apreciada y seguida con interés, no solamente esa pureza de corazón que podían poseer los conversos y los hombres sin letras que recitataban padrenuestros, sino un refinamiento de espíritu. La ejecutaba diariamente, la perfeccionaba y la enriquecía con nuevos elementos, era un servicio de corte en presencia del Rey de reyes, cumplido con una técnica refinada, una etiqueta perfecta, regulada hasta los detalles mínimos por un ceremonial completísimo.

Pero, con toda seguridad, no tuvieron en cuenta que los monjes no eran ángeles, ni espíritus bienaventurados y la fatiga y el hastío harían presa en unos monjes sometidos a un horario insoportable. El mismo san Ulrico confiesa que tan larga salmodia le pesaba a veces como una “massa plumbea"; a él y a los demás monjes, pues, según dice, entre oficio y oficio cada cual, sentado en el coro, hacía lo que podía; poniéndose él mismo como ejemplo, añade que a veces oraba fervorosamente, otras se dedicada a rumiar salmos y otras dormitaba.

Hay que decir, en honor a la verdad, que no fue Cluny quien quebrantó el admirable equilibrio que establece la Regla de san Benito entre el opus Dei (como le llama él) o liturgia, la lectio divina y el trabajo manual, pues la tradición del monacato carolingio que heredó ya lo había roto, pero tampoco lo restauró; al contrario, acabó por destruirlo del todo y contribuyó más que ninguna otra institución benedictina a mantener y propagar semejante desequilibrio. Desequilibrio que, como veremos, producirá grandes reacciones en el ámbito monástico.


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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Carlos M L » Lun Sep 01, 2014 6:28 pm

Orden benedictina de Cluny
https://imageshack.com/i/p5aYxh4Wj

La abadía de Cluny fue fundada en plena edad media, en el año 910 por Guillermo I de Aquitania en una reserva forestal de caza en la región de Borgoña.

Viaje a la Abadía de Cluny en Francia: Aquí encontramos tres videos que nos pasean por la Abadía de Cluny
https://www.youtube.com/watch?v=rMFuXH1m3Yw
https://www.youtube.com/watch?v=W9VG6Y1 ... r18gxVkHmP
https://www.youtube.com/watch?v=CpNBzz6yFqc

Edad Media: decadencia de la Iglesia.
En los primeros siglos del Medievo, el trabajo, la oración y la guerra definían la organización social. Los laboratores, con su trabajo proporcionaban los medios de subsistencia; los oratores, intercedían ante Dios; y los bellatores, protegían las ciudades y defienden las tierras de los invasores. En esta estructura social, el religioso era una figura indispensable, ya que tenía el monopolio sobre el rezo comunitario y se constituía en el vehículo a través del cual los laicos podían asegurarse la salvación.
En cambio, en el siglo IX, la iglesia empezó un proceso de decadencia debido a sus excesos y abusos: donaciones de tierras a los monasterios por los señores feudales para ganarse el cielo, compraventa de cargos espirituales, incumplimiento del celibato,… Por tanto, la Iglesia sufría un descrédito considerable. Carlomagno, rey franco y primer emperador de occidente, intentó en el siglo VIII frenar esta tendencia sometiendo a todos los monasterios a un mismo reglamento, el de san Benito. Tras Carlomagno, su hijo Luis el Piadoso recogió su testigo. Deseaba resucitar el espíritu benedictino e imponerlo como norma de obligado cumplimiento. No consiguió su objetivo.
La Orden de san Benito fue fundada por Benito de Nursia, que sigue la regla dictada por éste a principios del siglo VI para la abadía de Montecasino. Benito de Nursia es considerado Patrón de Europa ya que, contribuyó a la evangelización cristiana de Europa.
Es en el siglo X cuando la reforma se alzó con mayor determinación, para luchar contra la depravación y el desgaste espiritual de la Iglesia. Cluny fue fundada en 910 gracias a la cesión, por parte de Guillermo I de Aquitania, de las fértiles tierras del valle del Grosne, en la Borgoña francesa. La cesión se acompañaba de algo muy importante: el privilegio de exención, que establecía la independencia de la abadía respecto a los poderes feudales locales. Cluny estaba sometida únicamente a la autoridad papal y, dada la lejanía de ésta, en la práctica disfrutaba de total autonomía. Con la firme decisión de resucitar la tradición benedictina lejos de la sociedad civil, la orden de Cluny se convirtió en poco tiempo en epicentro de religiosidad y devoción.
La abadía que se construyó en un principio para dar cábida a una docena escasa de monjes, tuvo que triplicar sus dimensiones en apenas 200 años. Solo el templo, que fue reformado y ampliado hasta tres veces, llegó a contar con casi 200 metros de longitud y una altura de 30 metros, y aún sigue considerándose una de las obras cumbres del Románico.
Desde su nacimiento hasta su expansión durante los siglos XI y XII, la orden de Cluny hizo lo posible por implantar entre sus monjes el modo de vida austero que exigía la regla benedictina, el ora et labora, oración y trabajo. Sin embargo, a diferencia de la venidera del Cister, se consagró más al servicio divino que al trabajo manual. El trabajo manual lo fueron dejando en manos de los conversos, personal subalterno que se encargaba de velar por el cultivo de tierras del monasterio. Así, la orden podía priorizar las labores intelectuales y entregarse a la vida espiritual, que pivotaba entre el rezo comunitario y algunos ratos de tiempo libre para leer y reflexionar en soledad.
El rezo, que se desarrollaba en comunidad en la iglesia del monasterio, tenía lugar mediante oficios litúrgicos programados a determinadas horas del día y de la noche. Más o menos cada tres horas las campanas llamaban a plegaria. A medianoche, maitines; a las tres, laudes; a las seis, prima; a las nueve, tercia; a mediodía; sexta; a las tres de la tarde, nona; a las seis, vísperas; a las nueve de la noche, completas. El ritmo era tan exigente, que los monjes dormían con el hábito para no llegar tarde
La abadía de Cluny fue un foco cultural de Occidente. Su biblioteca llegó a disputarse la primacía en Occidente con la de Montecasino, la primera de las abadías benedictinas. El centro borgoñés fue también uno de los principales vehículos de difusión del arte románico. Todo este enorme prestigio atrajo innumerables donativos, así como adeptos de la alta aristocracia, que tomaron los hábitos seducidos por la vida cómoda que se desarrollaba en sus dependencias. “La madera se volvió mármol, y la sencillez boato”.
A finales del siglo XI, Cluny era una potencia de tal magnitud que algunos devotos del espíritu primigenio abandonaron sus filas para entregarse a la oración en zonas más apartadas. El que había sido foco de luz de la Edad Media fue perdiendo poco a poco intensidad hasta verse superado por movimientos de reforma mucho más revolucionarios. En ese mismo siglo surgió la Orden del Cister de las propias filas cluniacenses que pedía una vuelta al ascetismo más radical. El Cister fue consideardo el último bastión de renovación monástica de la época medieval. Un modelo sobrio que, con los siglos, adquiriría un gran esplendor.

Origen
La Orden de Cluny protagonizó a partir del siglo X un movimiento de renovación monástica buscando el retorno a los ideales benedictinos. Hacia el año 540 San Benito de Nursia había fundado la orden benedictina en la abadía italiana de Monteccasino. En el año 910 se funda en Francia la abadía de Cluny en donde los monjes benedictinos intentan volver a los principios de la regla benedictina poniendo el acento en la liturgia y la oración.
El 11 de septiembre de 909, un duque de Aquitania - generalmente conocido como Guillaume III, pero que debía de tratarse de Guillaume I “el Piadoso” - y conde de Mâcon, de la casa de Borgoña, concedía al monje Bernon una propiedad cerca de la ciudad de Mâcon para que edificara un monasterio. El condado de Mâcon se encontraba en la Burgundia Superior (Borgoña) y pertenecía al reino franco occidental. En aquél tiempo el rey franco occidental era un carolíngio - Carlos III el Simple - un rey débil que unos años más tarde sería destronado y que no es mencionado en el documento de donación del duque Guillaume. El Rey vivía alejado en la zona de l'Ille de France y había nombrado a Vicardo, conde de Auxerre, para ocuparse de esa zona en donde no sería difícil que el nuevo monasterio de Cluny se desarrollarara libremente lejos del Rey.
La donación era efectuada a los “Santos Pedro y Pablo”, es decir se ponía bajo la directa protección de la Santa Sede en Roma. Esto implicaba la independencia de los monasterios respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El papa Juan XI confirmaría en el año 932 la independencia de los monasterios de Cluny. Gracias a esta exención, el monasterio de Cluny se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de los francos y gozaba así del privilegio de la libertad romana, lo que constituiría la base de una verdadera supranacionalidad de la Orden.
Los primeros monjes de Cluny eran casi todos borgoñones y después del abad Bernon (o Vernone) vendría una serie de abades longevos de gran categoría personal y excepcional valía que inspiraron gran respeto ante las autoridades eclesiásticas y la nobleza, lo cual favoreció el éxito en el desarrollo de la Orden. Destacó entre todos ellos el abad Odilon con quien entabló relación el rey Sancho el Mayor de Navarra :
• Odon (927-942)
• Aimardo (942-954)
• Magiolo (954-994)
• Odilon (994-1049)
• Hugo I (1049-1109)

Organización y desarrollo
La abadía de Cluny llegó a contar en su máximo apogeo entre 400 y 700 monjes que llevaban el hábito negro. Poseía una autoridad indiscutida sobre los monasterios dependientes. A finales del siglo XI se calcula que la Orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar el innumerable personal subalterno.
Cluny es el primer intento de formación de un orden religioso en Occidente. El modelo de Cluny era conocido en la época carolingia, un monasterio principal al cual se unían otros dependientes que compartían los mismos objetivos de “reforma” y aceptaban la unión bajo una autoridad centralizada de la abadía de Cluny, a la que pagaban un censo anual. Las abadías reformadas por Cluny perdieron generalmente el rango abacial y pasaron a ser simples priorados. Tenían a la cabeza un gran prior y los grandes podían tener bajo su responsabilidad otros más modestos que eran dependientes de Cluny. Por ejemplo, el gran priorado de la Charité tenía 52 priorados dependientes en varios países. Cuando se trataba de monasterios importantes Cluny mostraba flexibilidad a la hora de determinar las condiciones de dependencia y ejercicio de su autoridad, arbitrando compromisos y conformándose a veces solamente con el reconocimiento de una supremacía del abad de Cluny que supervisaba únicamente la elección del abad. Cluny disponía así de abadías subordinadas y abadías afiliadas, según la intesidad del vínculo con la abadía de Cluny.
Esta estructura orgánica centralizadora frente a la habitual dispersión y disgregación tradicional de los monasterios benedictinos fue razón importante que explica su engrandecimiento y no hubiera sido posible sin esa “inmunidad” internacional que le otorgaba su independencia, la “libertad romana”, el vasallaje exclusivo a Roma y defensa de su primacía moral.
Cluny no se desvinculó de la mentalidad del feudalismo de su época. En el interior de la organización utilizaba conceptos feudales. La relación de cada monje con el abad de Cluny seguía un modelo del vasallaje. El señor del monasterio era el abad y cada monje en el momento de la profesión rendía homenaje al abad. La mayor parte de los monjes procedía de la nobleza, de la cual también provenían los "oblatii", que después de alguna experiencia desagradable Cluny disminuyó su número para evitar la afluencia de gente que no tuviera una verdadera vocación.

La nueva espiritualidad y liturgia
El Ordo Clunyacensi es además de la forma de vida monástica practicada en Cluny un estilo de vida religiosa que podía ser adoptado por muchos “cluniacenses” que no pertenecían a la congregación de Cluny, los llamados neo-cluniacensis. Más que una orden, Cluny era un género de vida y una peculiar forma de entender la espiritualidad.
Desde un principio, el objetivo de Cluny era volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizados por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenciando el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El centro de la vida cluniacense era la liturgia solemne, la cual poco a poco suplantó a todas las demás actividades de los monjes. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía, se convertiría pronto en la principal actividad del monje. Al principio era una liturgia similar a la de los monjes carolingios, pero a partir del año 980 Cluny comienza a aumentar las oraciones litúrgicas de modo que 100 años después los monjes cantaban durante el invierno cada día por lo menos 215 salmos. El oficio divino ocupaba más de 7 horas al día, con dos misas cantadas diarias, además de las numerosas misas privadas de los monjes sacerdote y frecuentes procesiones. Donde más se engrandecía la liturgia era en las principales solemnidades del año. El abad Odilón introdujo para la salvación eterna de los monjes difuntos su conmemoración el 2 de noviembre, al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos que toda la cristiandad todavía conmemora.
Los trabajos físicos eran considerados irrrelevantes y se llevaban a cabo, por imperativo de las necesidades de sustento, por personal subalterno - “conversi” - que no tomaban parte en el oficio divino y que a su vez eran auxiliados por siervos y aparceros.
Respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia, tanto el “gregorianismo” como la reforma cluniacense coincidían en su objetivo fundamental de devolver a la Iglesia su libertad frente a los poderes laicos. Los cluniacenses constituyeron un elemento fundamental en la consolidación de la reforma gregoriana y el Papado no dudó en utilizar siempre que tuvo ocasión a la Orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización, como fue el caso de la Península Ibérica, en donde la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica estuvieron unidas íntimamente.

Los impulsos culturales y artísticos
Las actividades y desarrollo cultural e intelectual no fueron prioritarios en la Orden, aunque los “scriptoria” mantuvieron una gran actividad en la copia y difusión de manuscritos, llegando incluso Cluny a disputar a Montecassino la primacía de las bibliotecas de Occidente en los siglos X-XII.
Ello no obsta para que se reconozca a Cluny su importante tarea en la difusión del arte románico y como foco inspirador de intelectuales tan destacados como Abbón de la abadía de Fleury. La Orden dejó una huella indeleble en la arquitectura religiosa de la época.
Las órdenes monásticas, como manifestación social y religiosa característica de esta época, necesitaban grandes complejos residenciales que incluyeran iglesias, claustros, bibliotecas, talleres, cocinas, refectorios y dormitorios para los monjes. Los arquitectos cluniacences idearon nuevas técnicas constructivas con las que se edificaron complejos monasterios románicos para los benedictinos.

En el mismo año 910 de la fundación de la Orden comienza la construcción del primer templo de Cluny, denominada "Cluny I" que fue consagrada en el año 927. Debió de ser un edificio de estilo otoniano. Años más tarde se acomete la segunda obra del monasterio - "Cluny II"- consagrada en el año 981, siendo abovedada en el año 1010. Se ha podido reconstruir la distribución interior del templo por el reflejo que dejó en varios edificios cluniacenses, principalmente de la zona suiza. Se trataba de una iglesia sin pórtico, disponiendo únicamente de un atrio abierto con galerías porticadas. Por este atrio se accedía a la iglesia de tres naves, seguramente separadas por pilares de sección circular. Había un crucero destacado en planta y una cabecera muy compartimentada con siete capillas en torno a la cabecera. Tenía dos torres a los pies y otra en el crucero, seguramente con influencia decorativa lombarda.
En el siglo XI las edificaciones siguen siendo de estructura simple en las que se han empleado novedades arquitectónicas: iglesias de tres naves, cubiertas con techumbres de madera o bóvedas de cañón, zonas absidiales en sus cabeceras, soportes en forma de columnas o pilares, fachadas con torres.

A finales del siglo XI aparece la necesidad no sólo de ampliar la iglesia de Cluny II sino también el resto de dependencias del recinto. Entre 1088 y 1118 se edificó una nueva e importante iglesia - "Cluny III" - de enormes dimensiones, aunque durante su construcción Cluny II siguió en funcionamiento hasta su desaparición casi por completo para ampliar el claustro.
Cluny III era un enorme templo de casi 200 metros de longitud. Tenía un pórtico de tres naves precedido por dos torres. Desde este pórtico se accedía a la iglesia de cinco naves de gran altura y dos cruceros con dos capillas. La cabecera tenía una girola y cinco absidiolos. El crucero más cercano a la nave era más alto, largo y ancho. Tenía un gran número de ventanas especialmente en la cabecera. Se empiezan a utilizar los arbotantes y tenía decoración de arquillos lombardos. Cluny III puede considerarse como una de las obras cumbres del románico europeo.
Fue expropiada, vendida y derribada a comienzos del siglo XIX salvo algunos fragmentos del crucero.

Los reyes de Navarra y los de Castilla y León favorecen a Cluny
Había sido Sancho III el Mayor de Navarra (990-1004-1035) el que a principios del siglo XI comenzó a apoyar decididamente la reforma de Cluny en sus territorios, que entonces comprendían prácticamente toda la España cristiana. Sus descendientesFernando I y Alfonso VI (en Castilla) siguen una política de acercamiento y ayuda a los cluniacenses deseando reformar la Iglesia española. Para ello hicieron venir varios monjes de la abadía central de Cluny desde Borgoña a España (concretamente a Sahagún), que conseguirán cambiar el rito mozárabe o de San Isidoro por el rito latino o romano. La construcción de Cluny III había sido financiada por el rey de Inglaterra y el rey Alfonso VI de Castilla y León, lo que favoreció la rápida extensión de la Orden en la Península.
Con la religiosidad de los monarcas, la expansión de la orden cluniacense en España y el establecimiento de grandes rutas de peregrinación como el Camino de Santiago, la difusión del estilo arquitectónico románico fue muy rápida. Fiel a la regla benedictina, la abadía cluniacense se autoinvistió como difusora del cristianismo, sobre todo a lo largo del Camino que era donde se fraguaban la Reconquista y la cristianización del mundo musulmán. La Orden de Cluny alzó monasterios, puentes, iglesias y hospitales y recibió edificios, tierras, prioratos y villas a través de decretos reales para conseguir sus fines.
La influencia de Cluny con el apoyo de Roma fue determinante en la España cristiana del siglo XI para la abolición del rito mozárabe, la reorganización eclesiástico-monástica y la adopción de la liturgia gregoriana.

Decadencia
A pesar de sus grandes realizaciones Cluny empezó a mostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII.
La rigidez de su propia estructura y la excesiva centralización orgánica de la Orden haciendo descansar todo el peso en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas. Mientras que en los siglos X y XI ello había sido razón para el éxito en su desarrollo, a partir del siglo XII será razón para su agotamiento organizativo e incluso parálisis. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación de nuevos miembros, que desde fines del siglo XI había atraído gran numero de nobles, más por el prestigio, privilegios, seguridad y comodidad de la vida monástica que la Orden ofrecía, que por una verdadera vocación monacal. Lo cual había llevado a una relajación de costumbres alejadas de la vida espiritual. El abad de Cluny, Pedro el Venerable, intentó atajar este problema pero no tuvo éxito. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por San Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde y no se hicieron efectivas.
Tampoco sería correcto presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental - más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos - el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica. Desde comienzos del siglo XII el gran atractivo especialmente en la nobleza europea son las Ordenes Militares de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, los Templarios y otras.

Dios nos bendiga...
Carlos M L
 
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Maritza elena » Lun Sep 01, 2014 10:40 pm

Al llegar el año 1.000 la orden de Cluny organizó las Rutas de Peregrinación para unir a toda Europa en un acto de religiosidad. Son largos viajes que parten desde Cluny a través de caminos que recorren prácticamente toda Europa y otros Continentes. Los viajeros que hacían estas rutas iban ganando indulgencias. Es un proyecto internacional, probablemente como acción de gracias del Milenario. Barral i Altet las define como “un viaje a un lugar sagrado, de devoción, en el que los fieles esperan, por lo general, la obtención de una gracia divina. La ruta incluye numerosas etapas en lugares de piedad… Se trata de un acto de Fe que hace el creyente, pues el camino es peligroso, hasta el punto de arriesgar la vida”.
La Rutas o Peregrinaciones crearon una red de comunicación que unió pueblos, regiones y naciones, lo que facilitó el intercambio de ideas, el conocimiento de mentalidades, la proliferación del comercio internacional y todo tipo de actividad mercantil. Logra la unificación cultural y artística, permitiendo la extensión el Estilo Románico. Se denomina Románico al arte que se dio en Europa entre los siglos X y XII. Tras la disgregación estilística y espacial del arte Prerrománico, el nuevo estilo impuso una uniformidad de criterios que consiguió edificar por toda Europa miles de iglesias construidas según idénticos principios. En este proceso tuvieron mucha importancia las Cruzadas, ya que la Primer Cruzada, en 1093, se originó para volver a dejar expedita la gran ruta Cluny-Tierra Santa, dada la toma de Jerusalén por los árabes.
Cluny organizó 4 grandes rutas (1 nacional y 3 internacionales):
a. RUTAS NACIONALES: Concentradas en Francia iban desde Cluny hasta Mont-Saint-Michelle (Bretaña).
b. RUTA A ROMA: Que iba desde Cluny (Borgoña) hasta Roma. Esta ruta daba pocas indulgencias. Se llamaba Romero al caminante que seguía esta ruta o vía.
c. CAMINO DE SANTIAGO: Desde Cluny hasta Santiago de Compostela. Era una ruta internacional. En Santiago de Compostela de veneraban los restos mortales del apóstol. Se llamaba Peregrino, del lat. “per agrum” al caminante que seguía esta ruta o vía.
d. GRAN RUTA: Desde Cluny hasta Jerusalén: era la ruta más larga y que más indulgencias daba. Era una ruta Intercontinental. Se llamaba Palmero al caminante que seguía esta ruta o vía. Este trayecto se hacía en tres años.
La Gran Ruta que llegaba hasta Santos Lugares, para veneración de los lugares donde vivió Jesucristo, cruzaba Italia de norte a sur, pasando por Roma, Montecasino y Brindisi, continuaba por mar hasta las costas asiáticas y, nuevamente por tierra, concluía en Jerusalén. Constantino el Grande dio gran impulso a esta peregrinación, levantando la Iglesia del Santo Sepulcro. A pesar de que la peregrinación a Jerusalén no se interrumpió con la dominación musulmana, cuando ésta amenazó la peregrinación, surgió el movimiento de las Cruzadas. Los musulmanes eran derrotados, sus tierras confiscadas y sus ciudades ocupadas, pero no habían sido conquistadas. En vez de ello, permanecían en los límites de los recién establecidos dominios cristianos, haciendo estragos contra todos los que se aventuraban a ir a Tierra Santa. La peregrinación segura a los lugares santos era una de las razones de las Cruzadas, y los peajes de ruta eran la principal fuente de ingresos para el recién constituido Reino Cristiano de Jerusalén. Los peregrinos acudían a diario a Tierra Santa, llegando solos, por parejas, en grupos o, a veces, como enteras comunidades desarraigadas. Desgraciadamente, los caminos no eran nada seguros. Los musulmanes permanecían al acecho, los bandidos vagaban libremente, incluso los soldados cristianos constituían una amenaza, ya que el pillaje era, para ellos, una forma normal de proveerse.
Santiago el Mayor lideró la primera comunidad cristiana de Jerusalén, siendo ejecutado por ello.
Una Orden originada por la influencia de Cluny fue la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén y de Rodas. La hermandad fue fundada en Jerusalén en 1048 por comerciantes italianos muy activos en Tierra Santa, para brindar cobijo, comida y servicios médicos a los peregrinos de cualquier raza y credo. El califa de Egipto, que gobernaba la región, permitió a fray Gerardo, líder de la comunidad monástica, edificar con estos fines una iglesia (consagrada a San Juan Bautista), un convento y un hospicio-enfermería junto al templo del Santo Sepulcro. Tras la toma cristiana de Jerusalén en la primera cruzada (1.096-1.099), una bula papal oficializó la existencia de la orden. Sus monjes hacían votos de obediencia, castidad y pobreza, abrazaban la regla agustina y tomaban el hábito, uno negro al que después se incorporó una cruz blanca de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas. La inestabilidad de los estados latinos de Oriente deparó a los hospitalarios un destino diferente al de otras cofradías. A la muerte de fray Gerardo, su sucesor, Raimundo de Puy militarizó la orden para proteger a los enfermos y peregrinos y para defender los territorios cristianos. Esta nueva casta de monjes guerreros se convirtió en la elite de los efectivos cruzados. Valientes y disciplinados, sus miembros se jugaban la vida por la fe, no por tierras o botines. Les importaba menos esta vida que la otra, convencidos de que sacrificando en batalla la primera obtendrían la paz en la del más allá.
Otra Orden La del Santo Sepulcro nace en Jerusalén el año1099, poco después de que fuera conquistada la ciudad por Godofredo de Bouillon durante la Primera Cruzada. Este caudillo borgoñón, tras ser aceptado como protector del Santo Sepulcro, organizó un servicio religioso con canónigos del clero regular, a cuyo frente nombró a un prior. Creó asimismo una guardia de honor con caballeros cruzados que prestaron voto de obediencia con el juramento de consagrar su vida a la defensa del Santo Sepulcro. Se distinguió por unir el carácter militar de sus caballeros con el religioso de sus canónigos. Los caballeros, bajo la obediencia del patriarca latino de Jerusalén, prior general de la orden, concretaron su organización durante el reinado de Balduino I (1100-1118).
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Re: 3. La Orden de Cluny. 26 agosto 2014

Notapor Rogilberto » Mar Sep 02, 2014 3:44 pm

Buenas Tardes hermanos: Saludos, me estoy reintegrando. He tenido problemas con mi equipo. También con la subida de las imágenes. Confieso que estoy aprendiendo bastante sobre este importante de nuestra iglesia. Un abrazo.

DECADENCIA DE LA ORDEN


La crisis de la Orden de Cluny y la pérdida de su influencia espiritual se da a finales del siglo XI y principios del siglo XII. Entre las razones de su declive, se pueden mencionar:
• Excesiva rigidez de su propia estructura que impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden.
• Incorporación masiva de nobles sin vocación para beneficiarse de los privilegios y comodidades de la vida monástica. Ello llevó a una progresiva relajación de costumbres.
• Progresiva orientación -durante el siglo XII- del monaquismo occidental hacia aspectos eremíticos y ascéticos, cuando surgen nuevas órdenes inspiradas en un idealismo de pobreza y austeridad, como la del Císter.
A finales del siglo XI, Cluny era una potencia de tal magnitud que algunos devotos del espíritu primigenio abandonaron sus filas para entregarse a la oración en zonas más apartadas. El que había sido foco de luz de la Edad Media fue perdiendo poco a poco intensidad hasta verse superado por movimientos de reforma mucho más revolucionarios. En ese mismo siglo surgió la Orden del Cister de las propias filas cluniacenses que pedía una vuelta al ascetismo más radical.



Por desgracia, las flaquezas humanas han sido siempre evidentes, aun en los monasterios más perfectos. La ola de críticas dirigida contra el monacato benedictino en el siglo XI, puede ser explicada en gran parte por el hecho de que Cluny y sus filiaciones fueron lentas en darse cuenta de los cambios ocurridos a su alrededor y más lentas aún en adaptarse a las nuevas condiciones.
La crítica de las formas tradicionales de monaquismo proviene de diversas fuentes, pero con mayor frecuencia de los propios monjes.
El mejor conocido, y seguramente el mas influyente, de los críticos fue san Pedro Damiano, quien a despecho de su encumbrada posición en la Curia, se refería a sí mismo corno a un «monje pecador» (peccator monachus). Acusaba a muchos abades de su época de ostentación mundana: pasaban más tiempo en las cortes reales que en sus monasterios, estaban más versados en política que en materias pertinentes a su condición abacial; estaban constantemente envueltos en litigios sobre propiedades y rentas. No sentía admiración por los grandes constructores que embellecían sus iglesias y agrandaban sus abadías. El Cardenal Pedro no apreciaba el esplendor litúrgico y criticaba «el sonido innecesario de las campanas, el canto prolongado de los himnos y el uso conspicuo de adornos». En su visita memorable a Cluny, en 1063, observó que los distintos oficios litúrgicos eran tan prolongados que, en la rutina diaria, había apenas media hora para que los monjes conversaran entre sí. Deploraba al mismo tiempo la falta de penitencia y mortificación, particularmente en comida y bebida.
Otras críticas del monacato, cuyo número podría multiplicarse a voluntad, fueron lanzadas contra los laicos y los niños que por varias razones vivían entre los monjes y otros forasteros; contra monasterios construidos tan cerca de las ciudades que hacían peligrar su soledad, contra los viajes innecesarios y la vagancia. La Orden de Cluny, sin embargo, no se deja morir del todo, surgen los Cisterciences, que protestan con su forma de vida ante la centralidad de Cluny y apuestan por la independencia de cada uno de sus monasterios y abadías.
Rogilberto
 
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