por lindoro50 » Sab Ago 22, 2015 8:55 pm
29. La Iglesia, Cuerpo de Cristo.
1. ¿Para qué estoy en la Iglesia?
• Todos los cristianos, independientemente de nuestra vocación personal, estamos llamados a ser misioneros, es decir, a anunciar a Jesús a los demás.
• Nuestra oración y testimonio pueden ayudar a que los alejados del cuerpo, regresen y se reintegren a él.
• Estoy en la iglesia porque creo que hoy, como ayer e independientemente de nosotros, detrás de «nuestra iglesia» vive «su iglesia» y no puedo estar cerca de Él, si no es permaneciendo en su iglesia. Estoy en la iglesia porque creo que no es en el fondo nuestra sino «suya».
• Estoy en la iglesia porque es la que, no obstante todas las debilidades humanas existentes en ella, nos da a Jesucristo; solamente por medio de ella puedo recibirlo como una realidad viva y poderosa, aquí y ahora.
• Estoy en la iglesia porque soy cristiano. No se puede creer en solitario. La fe sólo es posible en comunión con otros creyentes. La fe por su misma naturaleza es fuerza que une. Esta fe o es eclesial o no es fe.
• Permanezco en la iglesia porque creo que la fe, realizable solamente en ella y nunca contra ella, es una verdadera necesidad para el hombre y para el mundo.
2. ¿A qué estamos llamados los cristianos?
Todo bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un evento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su constante conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, todo cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, alegre, valeroso, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por la comodidad, por la vanidad, por el egoísmo, si se vuelve sordo y ciego a la pregunta sobre la “resurrección” de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
3. ¿De qué somos corresponsables y por qué?
Como miembro del Cuerpo Místico de Cristo, somos corresponsables en la construcción del reino y de una sociedad más justa y equitativa.
La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad referido, en especial, al papel de los laicos en la Iglesia, que deben ser considerados no como ‘colaboradores’ del clero, sino como personas realmente ‘corresponsables’ del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto, que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su propia aportación específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en cordial comunión con los obispos.
Debemos de adoptar el compromiso a trabajar por la misión de la Iglesia: con la oración, con el estudio, con la participación activa en la vida eclesial, con una mirada atenta y positiva hacia el mundo, en la continua búsqueda de los signos de los tiempos y que no cansarnos de afinar cada vez más por medio de la formación nuestra vocación de fieles laicos llamados a ser testigos valientes y creíbles en todos los ámbitos de la sociedad, para que el Evangelio sea luz que lleva esperanza en las situaciones problemáticas, de dificultad, de oscuridad, que los hombres de hoy encuentran a menudo en el camino de la vida.