por Angelica Vargas » Lun Dic 07, 2015 8:09 am
1.- Los sacramentos de iniciación cristiana son el Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación
Se llaman así porque ponen los fundamentos de toda la vida cristiana. La participación en la naturaleza divina es un don, mediante la gracia de Cristo, que recibimos con estos sacramentos.
2.- La Iglesia nos dice que "por el sacramento de la Eucaristía se produce una singular y maravillosa conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo de Cristo, y de toda la substancia del vino en la Sangre; conversión que la Iglesia llama transubstanciación”(Cfr. Catec. n. 1376).
El dogma de la Transubstanciación significa el cambio que sucede al pronunciar las palabras de la Consagración en la Misa, por las cuales el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, quedando sólo la apariencia de pan y vino. Hay cambio de substancia, pero no de accidentes (pan y vino).
Al pronunciar las palabras de la consagración, su fuerza es tal, que Cristo se hace presente tal cual, bajo las substancias del pan y del vino. Es decir, vivo, real y substancialmente. En Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, por lo tanto, donde está su Cuerpo, está su Sangre, su Alma y su Divinidad.
La presencia real de Cristo no la podemos ver, sólo vemos los accidentes. Esto es posible, únicamente, por una intervención especialísima de Dios.
Está presencia real de Cristo, es uno de los dogmas más importantes de nuestra fe. (Cfr. Catec. n. 1373 –1381). Como los dogmas, la razón no los puede entender, es necesario fe.
3.- Los cristianos creemos que Jesús está presente en todas las hostias consagradas del mundo y aún en la partícula más pequeña que podamos encontrar. Se encuentra en todas las hostias guardadas en los Sagrarios, mientras que el pan, signo sensible, no se corrompa.
4.- Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía. La presencia real y substancial de Cristo en la Eucaristía, fue revelada por Él mismo en Cafarnaúm.
Lo que prometió en Cafarnaúm, lo realizó en la Última Cena, el Jueves Santo (Cfr. Mt. 22, 19-20; Lc. 22, 19 –20; Mc. 14, 22-24).
El mandato de Cristo de: “Hacer esto en memoria mía” fue practicado desde los inicios. Los primeros cristianos se reunían para celebrar “la fracción del pan”. Ellos nunca dudaron de la presencia real de Cristo en el pan.
5.- Al ser Cristo el único camino para la vida eterna, nadie puede salvarse, sin haberse incorporado a Él mediante el bautismo.
Sin embargo hay casos en que puede ser suplido, casos extraordinarios, cuando sin culpa alguna no se puede recibir el bautismo de agua.
Estos son:
* El Bautismo de deseo, es decir cuando se tiene un deseo explícito, como sería el adulto que ha manifestado su deseo de bautizarse y muere antes de poder recibir el sacramento, pero debe de estar unido a un arrepentimiento.
Quien no ha tenido la oportunidad de conocer la revelación cristiana, sin culpa alguna, invocan a Dios, están arrepentidos y cumplen con la ley natural, obtienen la salvación por el bautismo de deseo. Recordemos que Dios quiere que todos se salven y su misericordia está al alcance de todos.
* El Bautismo de sangre, quedan salvados todos aquellos que mueren por medio del martirio por haber confesado la fe cristiana o por haber practicado la virtud cristiana.
En cuanto a los niños muertos sin el bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos.
En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tm. 2, 4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejar que los niños se acerquen a mí, no se los impidáis" (Mc. 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo.
Por eso no hay que impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo. (Catec. n. 1261).
6.- En el sacramento de la Confirmación se fortalece y se completa la obra del Bautismo, con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra.
Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.
La Confirmación es "nuestro Pentecostés personal”. El Espíritu Santo está actuando continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación – al descender el Espíritu Santo sobre nosotros - es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.
El Concilio de Trento declaró que es instituido por Cristo porque sólo Dios puede unir la gracia a un signo externo.
El Nuevo Testamento nos narra cómo los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las manos, comunicando el Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la gracia del Bautismo (Hech. 8, 15-17;19, 5-6).
Los siete dones del Espíritu Santo son:
Don de Ciencia, es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.
Don de Consejo, saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios
Don Fortaleza, es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.
Don de Inteligencia, es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.
Don de Piedad, el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.
Don de Sabiduría, es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.
Don de Temor, es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.
Pertenecen en plenitud a Cristo. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
Los frutos del Espíritu Santo son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera:
Caridad
Gozo
Paz
Paciencia
Longanimidad
Bondad
Benignidad
Mansedumbre
Fe
Modestia
Continencia
Castidad
Faltas contra el Espíritu Santo:
Desesperar de la misericordia de Dios
Presunción de salvarse sin ningún mérito
La impugnación de la verdad conocida
La envidia de los bienes espirituales del prójimo
La obstinación en el pecado
La impenitencia final