por Eugenia26 » Mié Ene 13, 2016 1:38 pm
1) Para ti, ¿qué es la humildad? ¿Cómo se hace presente en la eucaristía?
Para mí, la humildad es reconocer los propios límites y los defectos personales y además, es despojarse de privilegios dejándolos de lado para revestirse de sencillez como es la presencia del pan y vino en la eucaristía. Es una virtud que sabe reconocer lo bueno que hay en uno mismo, para agradecer a Dios de quien viene todo lo bueno que somos y tenemos, sin apropiarnos nada. Tampoco la humildad es un defecto ni una debilidad.
La humildad es la virtud que modera el apetito que tenemos de la propia excelencia, del propio valer. La humildad la trajo Jesús del cielo, pues no se encontraba entre los mortales. Y la trajo, encarnándola Él mismo en su ser. Él es la Humildad misma. La eucaristía es el sacramento del abajamiento, del ocultamiento. Más no podía bajar Dios. Él, que podría manifestarse en el esplendor de su gloria divina, se hace presente del modo más humilde. Se pone al servicio de la humanidad, siendo Él el Señor. No se consideró más que los demás, no vino a despreciar a nadie, no vino a hacer sombra a nadie, no vino a desplazar a nadie, no vino a considerarse el mejor, el más santo, el más perfecto.
El pan es la comida del humilde y del pobre. Es un pan que se da, se parte, se comparte, se reparte. Jesús eucaristía esconde la humanidad. Él inspira, conforta, consuela a los misioneros, a los mártires, a las vírgenes. Él quiere estar escondido y hacer el bien a escondidas, en silencio, sin llamar la atención.
El compromiso que adquirimos al comulgar es ser humildes. Quien comulga a Cristo Eucaristía se hace fuerte para vivir esta virtud difícil y recia, la humildad.
La humildad es la llave que nos abre los tesoros de la gracia. Jesús da a los humildes a conocer los misterios, a los soberbios se los oculta. Sin la humildad, las demás virtudes quedan flojas. La humildad es el nuevo orden de cosas que trajo Jesús a la tierra y no nos prohíbe tener conciencia de los talentos recibidos, ni disfrutarlos plenamente con corazón recto; sólo nos prohíbe el desorden de jactarnos de ellos y presumir de nosotros mismos. Todo lo bueno que existe en nosotros, pertenece a Dios y sin humildad no somos nada.
2) ¿Por qué la Eucaristía es fuente de alegría?
Hoy se está perdiendo mucho la esperanza, esa virtud que nos da alegría, optimismo, ánimo, que nos hace tender la vista hacia el cielo, donde se realizarán todas las promesas. La esperanza es la virtud del caminante. La eucaristía es un adelanto de los bienes del cielo, que poseeremos después de esta vida, pues la Eucaristía es el Pan bajado del cielo. La Eucaristía se nos da para fortalecer nuestra esperanza, para despertar nuestro recuerdo, para acompañar nuestra soledad, para socorrer nuestras necesidades y como testimonio de nuestra salvación y de las promesas contenidas en el Nuevo Testamento. Por eso la Eucaristía al fortalecer la esperanza es fuente de alegría porque ésta se basa en la virtud de la esperanza.
La alegría es el sentimiento o efecto del amor. El Evangelio está lleno de manifestaciones de alegría. Hay una alegría secreta e íntima en la eucaristía que es fracción del pan del banquete y Jesús escogió el signo del vino y el vino alegra el corazón encontrándonos en comunidad y quien participa de la misa debe euforia y alegría espiritual. La parábola del festín es otro anuncio: "Venid y comed”. Cuando uno come está satisfecho y feliz. A un banquete va la gente feliz y risueña.
La eucaristía es fuente de alegría porque festeja la Alianza que hizo Jesús con nosotros, porque es imagen del banquete celestial, porque da sentido a nuestros dolores ofrecidos al Señor.
3) ¿Cuál es la virtud más grande de las almas y por qué? Y esta virtud, ¿qué relación tiene con la Eucaristía?
La generosidad es entrega y donación y es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y se olvida que ha dado. Es la virtud más grande porque el dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente dando a todos, a Dios, a los demás y sobre todo a los más necesitados. Se da sin mirar a quién, sin esperar nada a cambio, con perdón y olvidando con celeridad los agravios. Y en el banquete, formamos una comunidad, una familia, donde reina un clima de cordialidad, de acogida y no estamos aislados, ni en compartimentos estancos sino que nos vemos, nos saludamos, nos deseamos la paz. Es el gesto del amor fraterno. La Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.
En la eucaristía, generoso es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el mejor alimento: su propio Hijo; porque no se reserva nada para Él; porque en su misericordia al inicio de la misa nos recibe a todos arrepentidos y con el alma necesitada; cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico; cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro esfuerzo; cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el cuerpo y la sangre de su querido Hijo; que nos manda el Espíritu Santo (el don de los dones) para que realice ese milagro portentoso; cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni recompensa; cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla; cuando se ofrece en la Comunión como fuente de gracia a los pobres y ricos, cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos; que va al lecho de ese enfermo para consolarlo y fortalecerlo; que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta de amor; que se reparte y se comparte sin medida todo Él entero en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para que alcance a cuántos vienen a comulgar; que no se reserva nada en la eucaristía; y Él, omnipotente que se da a todos y todo Él en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que se esté celebrando una misa,
Nosotros en la Eucaristía, hemos traído nuestra vida y se la queremos dar toda entera a Dios dándole nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y dos pescados en el momento de las lecturas, toda nuestra atención, reverencia, docilidad, obediencia, respeto. En el momento de la ofrenda es la oportunidad de ser generosos; en la paz tenemos la oportunidad para saludar a quien tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que no saludamos. Ponemos allí en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. Salimos con las manos llenas para repartir los dones de la eucaristía.
4) ¿Por qué el perdón se relaciona con la Eucaristía?
El amor de Dios es fuente inagotable de perdón porque perdonar es un acto de misericordia. Sólo quien de verdad ama es capaz de perdonar. Se disculpa al inocente y se perdona al culpable. La clave para ser feliz es el perdón porque libera y sana.
Jesús nos pide, para recibir el fruto de la eucaristía, tener un corazón lleno de perdón, reconciliado, compasivo.
Recordemos que uno de los fines de la eucaristía y de la misa es el propiciatorio, es decir, el de pedirle perdón por nuestros pecados. La misa es el sacrificio de Jesús que se inmola por nosotros y así nos logra la remisión de nuestros pecados y las penas debidas por los pecados, concediéndonos la gracia de la penitencia, de acuerdo al grado de disposición de cada uno. Es Sangre derramada para remisión de los pecados, es Cuerpo entregado para saldar la deuda que teníamos. El Señor nos ha perdonado, sin mérito alguno por nuestra parte, y sólo porque nosotros le pedimos perdón.
Dios, en Jesús, se compadece de nosotros y nos da su perdón por nuestros pecados veniales (distracciones, rutinas, desidias, irreverencias, faltas de respeto), no sólo en la confesión sino también en la eucaristía: en el acto penitencial, en el Gloria, en el Credo, en la Consagración y en el Padrenuestro. La misa está permeada de espíritu de perdón y contrición. La eucaristía nos invita a nosotros al perdón, a ofrecer el perdón a nuestros hermanos. El perdón es difícil. Tenemos una naturaleza humana inclinada a vengarnos, a guardar rencores, a juzgar duramente a los demás, a ver la pajita en el ojo del hermano y a no ver la traba que tenemos en nuestros ojos. Sólo Jesús nos ha enseñado y nos ha pedido perdonar de corazón, de dentro, ilimitado, rápidamente, a todos y sin mezquindad
No olvidemos que Dios nos perdonará en la medida en que nosotros perdonamos: si perdonamos poco, Él nos perdonará poco; si no perdonamos, Él tampoco nos perdonará; si perdonamos mucho, Él nos perdonará mucho. En la eucaristía, pidamos a Jesús que nos abra el corazón y ponga en él una gran capacidad de perdonar.