por cristian2631 » Mar Ene 26, 2016 11:00 am
1. ¿Por qué es tan importante el silencio para encontrarnos con Dios?
Es muy útil para reponer fuerzas, energías espirituales, calmarse, para encontrarnos con nosotros mismos, para conocernos mejor, más profundamente.
Es lo que llamamos el silencio creador, fecundo, productivo.
Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. Jamás le escucharemos si estamos sumergidos en el oleaje de la palabrería, dispersión, agitación. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma.
Las grandes decisiones en la vida nacieron de momentos de silencio.
Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y ésta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia.
2. ¿Cómo debemos manejar el sufrimiento de cara a la Eucaristía?
El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.
¿Qué hacemos con el dolor?
Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.
Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. "Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: "Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).
Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.
3. ¿Por qué podemos llamar a Maria "Nuestra señora del Santísimo Sacramento?
La misa acaba con este imperativo latino: "ite, missa est”. Es una invitación al apostolado. Missus quiere decir "enviado”. El apostolado debe ser el fruto de la eucaristía, el fruto de la liturgia. Es como si se dijera: "id, sois enviados, vuestra misión comienza”.
El apostolado debe brotar de la misa y a ella debe retornar. Es decir, debemos salir de cada eucaristía con ansias de proclamar lo que hemos visto, oído, sentido, experimentado, para que quienes nos vean y escuchen estén en comunión con nosotros y ellos se acerquen a la eucaristía. Y al mismo tiempo debemos volver después a la eucaristía para hablar a Dios, traer aquí todas las alegrías y gozos, angustias, problemas y preocupaciones de todas aquellas gentes que hemos misionado.
Todos sabemos que el fin último del apostolado es la glorificación de Dios y la santificación de los hombres. Este fin es el mismo que el fin de la liturgia y de la eucaristía o misa, que es el sol y el corazón de la liturgia.
Si esto es así, la misa nunca termina, sino que se prolonga ininterrumpidamente. El apostolado hace que la misa se prolongue. Porque en todas partes, durante las 24 horas del día se está celebrando una misa. Ese Sol de la eucaristía nunca experimenta el ocaso. Ese Corazón de la eucaristía nunca duerme, siempre está vigilando y palpita de amor por todos nosotros.
María es la primera en el apostolado de Jesús.
Preguntemos a María si el silencio es importante. El silencio de la Virgen no es un silencio de tartamudez e impotencia, sino de luz y arrobo...Todos hablan en la infancia de Jesús: los ángeles, los pastores, los magos, los reyes, Simeón, Ana la Profetisa...pero María permanece en su reposo y sagrado silencio. María ofrece, da, recibe y lleva a su Hijo en silencio. Tanta fuerza e impresión secreta ejerce el silencio de Jesús en el espíritu y corazón de la Virgen que la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.
4. ¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el martirio?
Porque en la eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea necesario por la salvación del mundo.
Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta recibir con más conciencia, fervor y alma pura la eucaristía?
El efecto número uno de la eucaristía es la capacidad de sufrir cualquier cosa por Cristo.[/quote]